El Sarmiento después de Sarmiento Hay películas que dudan y también las hay que dan todo por sentado; a veces no todo, pero varias cosas, tal vez más de las aconsejables. Pero incluso en casos semejantes, cuando una película es buena, hay casi siempre flotando en ella un aire de incompletud, de argamasa no del todo terminada, como si el motor que echa a andar las imágenes fuera la convicción de que el cine no tiene en realidad razones universales, perfectamente reticuladas y comunicables, sino interrogantes no siempre bien formulados, titubeos, la respiración cortada de aquel que no sabe, el que no cuenta con algo específico para ofrecer sino solo, si tiene suerte, algo para encontrarse, como una especie rara de verdad parcial: esbozos, parpadeos, intuiciones. Después de Sarmiento pertenece a la segunda categoría, esa fuente fértil en la que abreva una buena porción del cine que importa algo; películas que encuentran cosas que les salen al paso, a veces a su pesar: claroscuros, iluminaciones incompletas. Hay que admitir de entrada que el título de la película suena un poco descorazonador. Su tema, no se necesita insistir mucho en ello, es la educación. Su escenario es la escuela N° 2 Domingo Faustino Sarmiento, institución pública fundada a fines del siglo diecinueve enclavada en pleno barrio de Recoleta. ¿La idea de que nos encontramos “después” de Sarmiento significa que ya no estamos habitando en absoluto el territorio mental de Sarmiento, no vivimos en sus ideales, en el diagrama ideológico acerca de cómo y con qué herramientas se construye una modernidad posible para la Argentina? Algo de eso hay. Un dispensario de planos precisos, cautelosamente refinados, exentos de comentarios o indicaciones de ningún tipo, se encargan de sumergir al espectador en la actividad diaria del colegio de marras al que asisten mayormente chicos provenientes de la Villa 31 y de otros barrios de clases apenas un poco más acomodadas. El tono de observación desapegada de esta película singular parece por momentos planear sobre los rostros de los alumnos y los profesores, como si se tratara de descubrir un enigma acerca del cual las mejores preguntas no han sido todavía debidamente enunciadas. ¿A dónde irán esos chicos? ¿En qué se convertirán sus vidas? ¿Cómo harán para constituirse, si acaso lo logran, en sujetos de ciudadanía plena, ahora que aun parecen estar a tiempo? El breve asunto de la dificultad para organizar el centro de estudiantes que encuentra enfrentados a los alumnos del turno mañana con los del turno tarde no desplaza del todo el halo conmovedor con el que surgen naturalmente esas preguntas acuciantes. Después de Sarmiento se demora con todo el tiempo del mundo, incluso amorosamente, en fragmentos de clases, reuniones entre la directora y las maestras, actos escolares. El registro de la visita de algunos ex alumnos de cartel pertenecientes a distintas generaciones, entre ellos Albino Gómez y Antonella Costa, es una curiosidad de pedigrí que sirve para airear moderadamente el relato acerca de las vicisitudes en las aulas de esos chicos en sus años formativos fundamentales. El director se ha impuesto en casi todo momento que las escenas transcurran dentro de la escuela. No hay tampoco –salvo alguna pincelada mínima, coma la del chico que al terminar el primer año se despide de sus compañeros porque vuelve a su provincia– historias individuales recortadas del flujo narrativo que ofrezcan una construcción dramática diferenciada. En ese sentido, Escuela Normal, la gran película de Celina Murga –que curiosamente tomaba como centro la primera escuela fundada por el propio Sarmiento en la ciudad de Paraná– de la cual Después de Sarmiento podría ser algo así como una hermana menor, parece llevar una leve ventaja en contundencia emocional y en la elegancia en su estructura. La falta de una narración fuerte en la película de Márquez no afecta sin embargo la elocuencia con la que un conjunto de ideas centrales se cuelan en los intersticios de esas secuencias montadas siempre con espíritu austero y rigurosidad expositiva. La principal de esas ideas podría ser la pregunta acerca de la igualdad: ¿cómo producir un efecto igualador capaz de garantizar un piso común de oportunidades en alumnos cuyas condiciones de vida fuera de la escuela los predispone desfavorablemente a recibir los beneficios de la enseñanza? Por momentos, la película exhibe ráfagas de una desesperanza radical. ¿Qué hace la escuela después de Sarmiento, es decir, cómo se las arregla con la aparición de problemas impensados, que desbordan largamente los asuntos relacionados con la currícula o incluso con los métodos de instrucción? La constatación diaria de un país degradado incluso en el territorio inestable de los sueños perdidos, aquellos que, con todas las prevenciones del caso, forjaron alguna vez una idea de progreso para la Argentina, tiene sus replicas más bien desencantadas en el modo en el que los conceptos de contención reemplazan tal vez de modo sumario a los de igualdad y los de inclusión a los de libertad y autonomía ciudadana. Mientras tanto, la sombra de las acciones políticas concretas que operan fuera de los claustros, ese magma ignominioso al que parecen aludir las escenas de los chicos que, ante la cara de desazón de la profesora, olvidan de inmediato lo que se les acaba de leer o trastabillan en la lectura de un texto simple, constituye una suerte de fuera de campo para esta película cuya esencial discreción no alcanza a resguardarla de una ineludible inflexión lúgubre.
Ausente con aviso El registro observacional de Después de Sarmiento (2015) por un lado enriquece y por otro condiciona el sentido final de este documental del director Francisco Márquez. Al comenzar, la desestabilización se hace carne en el espectador al irrumpir en un acto escolar la versión cumbia del Himno a Sarmiento. El rostro de aquellos que tienen a su cargo la bandera y la escolta, entre sorprendidos y contentos, deja abierto el interrogante sobre lo que se denomina inclusión. Sin embargo, el director, fiel a su idea de observador y no interventor de los fenómenos que registra una cámara atenta a los momentos importantes, no ensaya respuestas ni bajadas de línea discursiva en off o a partir de la selección de entrevistas a cámara. Sencillamente, forma parte como testigo de los diferentes debates que aparecen como inquietud en algunos alumnos del colegio Domingo Faustino Sarmiento, ubicado en el barrio de Recoleta y en el que a partir de 2006, en que se sancionó la Ley de obligatoriedad en el secundario, comenzaron a coexistir diferentes clases sociales, un desafío más que interesante para la rectora del establecimiento Roxana Levinsky, además docente de Literatura. Para ella, protagonista absoluta del documental junto a los alumnos, el paradigma de la educación más allá de la disputa conceptual entre escuela vieja y escuela nueva, debe incorporar al proceso transformador a los excluidos, y muchos de sus alumnos representan ese dilema, que pone en jaque cualquier intento transformador de cara al futuro. Las realidades que se atraviesan, se yuxtaponen durante las clases hablan a las claras de una problemática social compleja y que requiere cambios profundos de políticas y programas integrales, desde un estado que aún refleja su ausencia. En ese sentido, la pregunta sobre la contención más que otra cosa ubica a la escuela en un espacio en el que es evidente el cortocircuito entre lo que debería ser y lo que realmente es. Después de Sarmiento (2015) comparte la intimidad de un proceso de aprendizaje, no estrictamente en términos educativos, sino como un intento de reflexión y amplitud de criterio para pensar y encontrar desde el lenguaje y la imaginación las herramientas para elaborar un pensamiento propio, que muchas veces se ve coartado por el escaso nivel de comprensión y atención en las clases, entre otros factores que se suman a cada realidad por separado, pero que afectan al conjunto del estudiantado. Ahora bien, la toma de posición del director para lograr la naturalidad y no interferir en las acciones por momentos lo vuelve rehén de la inercia de los propios alumnos; lo envuelven en la falta de riqueza en los debates que, en términos del documental, funciona como diagnóstico o indicio, pero narrativamente hablando necesita de una complementación a partir de las imágenes que no llega. Sin entrar en comparaciones -no es ese el objeto de este análisis- Escuela Normal (2012), de Celina Murga también se introduce en el ámbito de un colegio secundario y deja fluir la acción desde el registro observacional de los debates y conflictos entre alumnos y docentes, pero logra escapar de ese corsé retórico para, desde la enunciación, dejar sembrada la reflexión mediante el montaje y la edición.
Si uno está interesado en la educación formal tradicional y se asoma apenas a observarla por un instante, bastará con un poco de intuición y mera presencia, para verse avasallado con los problemas que existen en la institución como tal y específicamente, en la educación formal argentina. Ahora bien, si uno se interesa en la temática y de repente siente curiosidad por ir a ver el documental Después de Sarmiento, ¿con que se va a encontrar? ¿ Qué factor diferencial va a hacer de esta película, algo especialmente interesante para ver? La respuesta es: un primer plano extremo y la historia contada desde adentro. Sin narradores ni bajadas de línea explícitas: la educación desde adentro. Desde adentro de las aulas. Aulas adentro La acción se desarrolla en el Colegio estatal Nº2 Domingo Faustino Sarmiento, siendo éste testigo y protagonista de lo que pasa dentro de su sistema, fantasma de lo que debería ser. Pero la pregunta que se hace el filme carente de cualquier clase de moralismos y sólo motivado por sus ganas de abrir el juego a complejizar problemáticas que no son nada simples desde el vamos, es ¿deberían ser así las cosas?. Es decir, ¿sirven los métodos tradicionales de enseñanza? ¿Debería aggionarse la escuela a los tiempos que corren, en donde además de su desafío pedagógico histórico, se encuentra con la problemática de comprender la complejidad con la que vienen estudiantes de sectores socialmente vulnerables?. O como bien marca su sinopsis: ¿La escuela actual cumple el rol de integrar a los excluídos del sistema? Toda la esencia de esta reflexión filosófica se ve en la lucha que parecen mantener a puro pulmón y con limitados recursos los docentes que intentan expandir la idea en sus estudiantes, motivándolos a generar experiencias creativas y a organizarse políticamente en un centro de estudiantes. Experiencias creativas relacionadas a reforzar herramientas simbólicas para comprender mejor el lugar del otro, cercano y ajeno. Y por ende su rol pasado, presente y futuro en la sociedad, preguntándose por ejemplo ¿por que un joven sale a robar?. Por otro lado, está el tema del centro de estudiantes, un centro fragmentado y en donde late más fuerte la división existente entre los turnos mañana y tarde, en los que las diferencias resultan un escollo a la hora de unirse y formar un núcleo duro que los represente. Y es que a lo largo de toda la historia también está presente el tema de la división interna del “a la mañana y a la tarde, son dos escuelas totalmente diferentes” que sumado a la base del “esta escuela no le interesa a nadie” se convierte en una problemática siempre dura de afrontar. Sarmiento, del guardapolvo blanco a la gorrita con visera. Sarmiento, del guardapolvo blanco a la gorrita con visera. Lo mas interesante de la película pasa por los estudiantes. Los primeros planos y el estilo docureality con el que se captan las escenas, favorecen el acercamiento a las ocurrencias siempre simpáticas, refrescantes y enriquecedoras de los chicos. Una narrativa que con tanto nivel de cercanía a esas historias mínimas logra avivar la atención del espectador en aquellos momentos en los que fluye la química creada por los alumnos en las aulas. Quizás el punto flojo de la cinta pase por el otro filo de la misma espada: el estilo narrativo totalmente despojado de direcciones explícitas vuelve difusa la trama, disipando la consistencia de la misma volviendo por momentos confuso su rumbo, desalentando la atención del espectador. Problema de importancia relativa si tenemos en cuenta la duración de 73 minutos del sucinto rollo. Después De Sarmiento termina siendo una buena opción para aquellos interesados en la temática educativa que quieran percibir su estado actual desde adentro, con situaciones en su estado más puro, narrados desde un punto de vista siempre en primer plano y tratando de abrir el juego a que los chicos puedan proyectar un más allá, para ver un panorama más amplio que el que les imponen los limites protectores de sus gorritas con visera.
Los educadores Tendencia o necesidad de reflejar una problemática que antes parecía pasar inadvertida, el cine argentino se dedicó a documentar en los últimos años el funcionamiento de los centros estudiantiles en la educación secundaria. Primero vino Escuela Normal (2011) de Celina Murga, luego fue el turno de La toma (2013), de Sandra Gugliotta, y ahora le toca a Después de Sarmiento (2014), de Francisco Márquez. Tres abordajes que parten de un mismo núcleo pero cuyas aristas plantean direcciones disimiles. Si en Escuela Normal Murga posaba la cámara en el homónimo colegio de Paraná en Entre Ríos para ver el funcionamiento del centro estudiantil, Gugliotta reflejaba enLa toma la famosa ocupación que los alumnos realizaron en reclamo de mejoras edilicias al gobierno porteño. En esta tercera aproximación Márquez se adentra en el interior del emblemático Colegio Domingo Faustino Sarmiento, ubicado en el barrio de la Recoleta, para observar la convivencia entre alumnos de sectores medios con aquellos provenientes de la Villa 31. Documental de observación, la película transita por los turnos mañana y tarde para reflejar las tensiones que se provocan entre los alumnos. Ambos divididos por las diferencias sociales. Cada turno tendrá su centro estudiantil y será a partir del registro de sus actividades, comentarios y disputas que el espectador presenciará cuan lejana está la integración estudiantil en las escuelas porteñas y de cómo los programas de estudio hacen que esta se intensifique en lugar de acortar la brecha. Pero el documental no solo se posará sobre el alumnado sino que también lo hará sobre el cuerpo docente para reflejar como deben adecuar la curricula para enfrentar los nuevos desafíos que impone el sistema pero que desde las altas esferas parecen no prestar atención.Un proyecto educativo moderno presentado por alumnos y directivos (junto a otros dos colegios) es desestimado para darle prioridad a un sistema añejo. Después de Sarmiento cuestiona sin la necesidad de formular preguntas ni acusar, sino que lo hace desde la retórica de lo que muestra, y es el propio espectador quien sacará las conclusiones de lo que está viendo. ¿El sistema educativo está preparado para incluir a todos dentro del sistema o solo es un anhelo puesto en palabras y que pedagógicamente nunca fue reformulado?
Entre la vieja y la nueva escuela Como en Escuela normal de Celina Murga, el director Francisco Márquez y su equipo convivieron durante un tiempo en las instalaciones de un instituto de enseñanza, en este caso, en el Colegio Sarmiento, pleno barrio de Recoleta. La intención del documental es contundente: discutir, debatir, conocer las opiniones de los alumnos, mirar con atención qué propone el Centro de Estudiantes, apresar cada una de las palabras de los docentes a través de sus objetivos pedagógicos. Si la puesta de cámara del documental de Murga correspondía a la de una directora de cine en plan de investigación sobre un mundo determinado, las elecciones formales de Márquez condicen con las de aquel film pero suman otro propósito que roza una (bienvenida) ambición: opinar desde esa geografía escolar sobre el rol que ocupa el Estado en el plano educativo, cotejar viejos y nuevos axiomas relacionados al tema, proponer un discurso de inclusión que reemplace a dogmas vetustos elaborados por una postura educativa liberal bienpensante y destinada para pocos beneficiarios. En ese sentido, el documental de Márquez descree –como beneficio estético- de la utilización de cabezas parlantes y del empleo didáctico de la voz en off. Las voces son las de los alumnos de diverso origen social, de los profesores y maestros y de los integrantes del Centro de Estudiantes. Desde allí, de acuerdo a la postura democrática que propone el film, Después de Sarmiento encuentra sus zonas de mayor interés: en esa multiplicidad de voces que confrontan o comparten una idea, en el silencio de los alumnos combinados con la timidez y en la generación de varios puntos de discusión sobre el sistema educativo, el trabajo encuentra su mejor centro narrativo, tal como ocurría en Entre los muros, del francés Laurent Cantet, donde se tocaba otro tema afín pero con algunos ejes en común al trabajo de Márquez. Párrafo aparte resulta la pequeña clase donde se habla de Laura de Otto Preminger, un clásico del género policial de los años '40, con la bella Gene Tierney de protagonista. También así se enseña cine.
Tiza y pizarrón Es un interesante retrato de lo que sucede en las aulas de un colegio público secundario porteño. En Entre los muros (2008), Laurent Cantet recreó la novela en la que François Bégaudeau contaba su experiencia como docente en una escuela parisina de enseñanza media. Salvando las distancias, Después de Sarmiento podría considerarse la versión argentina, con la diferencia de que en este caso se trata de un documental de observación. Sin voces en off ni entrevistas, la cámara de Francisco Márquez retrata lo que sucede dentro de las aulas de un colegio secundario público porteño, ese mundillo tan mentado y tan poco transitado por las personas ajenas a la comunidad educativa. Como tantos otros colegios, el Domingo Faustino Sarmiento fue alguna vez uno de los símbolos de esa educación pública argentina que integraba a alumnos de clases sociales y orígenes diversos. Con la migración de las clases pudientes hacia la educación privada, hoy el Sarmiento, ubicado en Recoleta, recibe a chicos de clase media baja y trabajadora, muchos de ellos habitantes de la Villa 31 de Retiro. Con un ritmo narrativo con altibajos, la película muestra principalmente dos conflictos: la división social entre los turnos mañana y tarde, que logran acordar en la formación de un centro de estudiantes; y las dificultades de los docentes para interesar a los adolescentes en las materias. Los diálogos entre alumnos y docentes son reveladores y ponen en cuestión la utilidad de la educación secundaria, por lo menos como está planteada actualmente (“en cinco años no me dejó nada”, dice una chica). No queda más que admirar a esos predicadores en el desierto que son los docentes (aun los que parecen personajes de Gasalla) y compadecerse de esos alumnos que vienen de hogares precarios y se enfrentan a conocimientos áridos. Si el colegio es un reflejo de la sociedad a pequeña escala, hay que concluir que la apatía va ganando, pero todavía existe una esperanzadora voluntad de cambio.
Puedo garantizarles que los primeros minutos de "Después de Sarmiento" invitan a la desestructura. En un acto escolar, un abanderado y dos escoltas escuchan (junto a todos los asistenes), la música de una clásica canción patria (el himno a Sarmiento). Todo parece bien tradicional pero pasados unos minutos, desde los parlantes se cambia la versión, y aparece una cumbia (con los mismos acordes) para desconcertar a la audiencia que rápidamente buscan complicidad con sus miradas. En definitiva, ese pequeño gesto es reflejo fiel de una cultura que revisa y vuelve sobre sus pasos para plantearse otra melodía. Todos se quedan sorprendidos con el cambio de ritmo pero nada se desborda. Hay lugar para lo distinto, hay espacio para lo genuino que aportan los chicos. La escuela donde transcurre el registro de este documental, es el Domingo Faustino Sarmiento de Libertad y Juncal (en el corazón de Buenos Aires) . Lugar bastante particular, como toda la zona cercana a Retiro, recibe un alumnado mixto, de distinta extracción social, que convive en las aulas y desarrolla sus vínculos, de acuerdo no sólo a su cultura de pertenencia, sino también a la de oposición. Aquí, tenemos chicos del barrio y de la villa 31 de Retiro y clase media del lugar, transitando por las conflictivas aulas de una escuela secundaria clásica de la ciudad. Hoy en día la adolescencia es un espacio de difícil tránsito y mucho más si focalizamos en un espacio donde circulan adolescencias de distintas clases sociales. "Después..." hace su aporte a un pequeño grupo de documentales que enfocan en la vida escolar después de la primaria. Márquez plantea un marco de observación relajado pero atento, dispuesto a ponerle voz e imagen a las inquietudes de los jóvenes que reciben clases en dicha escuela. Se dice mucho desde lo verbal, pero también se acompaña con lo gestual y eso aparece en el registro. La naturalidad del relato que se va construyendo, atrae y convoca. El tema del mundo del trabajo, las relaciones con los compañeros, los desafíos de la inserción social, las disputas en los dos centros de estudiantes (hay uno para cada turno), la delincuencia, el uso de drogas, los miedos y expectativas de los chicos, son temas que atraviesan a esta generación y que ellos quieren traer, cada vez más. Lo cierto es que Márquez logra mimetizarse con el medio y pasar desapercibido, registrando interacciones y diálogos que sorprenderán a quienes no transitan aulas en este tiempo. La cámara registra con naturalidad y nos sentimos dentro de la escuela misma, somos uno más en el aula, escuchando clases y compartiendo el espacio con los alumnos. "Después de Sarmiento" también posa su ojo sobre la mirada docente y sus inquietudes. Analiza la manera en que imparten clase y abre el debate sobre las cuestiones curriculares específicas, mostrando la manera en que los docentes debaten sobre los contenidos que imparten. En este tiempo, la reforma de la educación (la NES, o Nueva Escuela Secundaria) genera mucho debate entre los cuerpos de profesores, porque propone una mirada distinta, moderna y flexible para proveer de contenidos significativos los procesos de aprendizaje de los adolescentes de la ciudad. Pero genera debate, fricción y desencuentros, ya que se encuentra en etapa de aplicación. Esto también circula en el material, con lo cual su valor crece como documento para preguntarnos no sólo que enseñan nuestros docentes, sino cómo lo enseñan y a quiénes, en qué contexto. Márquez se luce en su registro. Deja fluir, comparte con el espectador y logra trazar un pequeño recorte que atrae, porque en definitiva, es un fresco de la educación actual. Ideal para educadores y padres, "Después de Sarmiento" es un cinta que complementa otras de temática similar ("Escuela Normal", "La toma", etc) y que es de gran valor para quienes se interesan por la educación a todo nivel.
Detrás de los muros Tras Escuela Normal y La toma, llega otro desgarrador retrato sobre la crítica situación por la que atraviesa la educación pública. El Colegio Domingo Faustino Sarmiento está ubicado en Libertad y Juncal, pleno barrio de Recoleta. Allí concurren chicos de esa zona favorecida, pero también muchos adolescentes provenientes de la villa 31 de Retiro. Es, por lo tanto, un ámbito de constante tensión social, de fuertes contradicciones, ideal para un documental de observación como el que propone el director Francisco Márquez. Egresado de la ENERC, Márquez integró un plan que impulsó la rectora Roxana Levinsky con expertos de distintas disciplinas para incentivar la participación del conflictivo alumnado. Descubrió en esas visitas a la institución -que depende del GCBA- que había una enorme cantidad de conflictos que, de alguna manera, sintetizan la precaria situación de la educación pública: prejuicios, estereotipos, déficit de atención, descontención familiar e institucional, diferencias sociales, poca capacidad de diálogo y violencia, por nombrar sólo algunos. El director se ganó la confianza de los chicos y logró que la presencia de la cámara pasara prácticamente inadvertida para ellos. Así, en el quehacer cotidiano (clases de diversas materiales, acaloradas reuniones del centro de estudiante) van aflorando las carencias y miserias del sistema, y las enormes dificultades emocionales e intelectuales por la que atraviesan los alumnos (y también los maestros, en muchos casos resistentes a cualquier tipo de cambio o evolución porque están habituados al “piloto automático”). Respetuoso, paciente y riguroso (Frederick Wiseman parece ser su principal modelo), Márquez no fuerza las situaciones, no manipula la narración (deja correr la cámara, apela al sonido directo) y es ahí donde van surgiendo los pequeños momentos de intimidad, los encuentros y desencuentros, los códigos de compañerismo pero también la xenofobia, el miedo y la inseguridad que dominan la dinámica entre los jóvenes. No es la primera vez que el cine argentino se interesa por este tema (hace poco se estrenaron desde Escuela Normal, de Celina Murga; hasta La toma, de Sandra Gugliotta), pero Después de Sarmiento hace su aporte concientizador, pone su voz (mirada) de alerta frente a una situación que apremia y asusta: la progresiva degradación de la educación pública. El país que no miramos.
“Después de Sarmiento”: una Juvenilia siglo XXI Colegio número 2 Sarmiento, Distrito Escolar 1, Libertad casi Juncal. Nivel Secundario Común, carrera de cinco años, títulos de bachiller y perito mercantil. Mixto desde 1992. Gratuito. Ocasionalmente la cámara muestra el amplio patio, las viejas galerías y algunos rincones del edificio. Preferentemente, se centra en las caras de los alumnos. Rostros de expresión variada, pibes de variada procedencia y mediana atención. Algunas chicas vienen más producidas que otras, algunos muchachos se ocultan bajo las capuchas o las gorras, pero son todos buenos. ¿Pero se sienten del Sarmiento, como todavía se sienten esos exalumnos reunidos para un acto aniversario? Hombres grandes, egresados del 46 y el 57, que recuerdan cosas como "aquí me hicieron libre y contestatario", "aquí vino Alfredo Palacios a dar una conferencia en el patio, y la gente desde la galería le tiraba claveles rojos", "aquí empezó la lucha de Laica o Libre"... ¿Qué recordarán, dentro de unos años, los alumnos que hoy concurren? Con el método observacional que han adoptado muchos jóvenes documentalistas, Francisco Márquez, egresado de la Enerc, registra muy bien unas cuantas clases, con docentes ciertamente elogiables, que buscan la motivación, y alumnos más o menos motivados, que discuten la estructura de un Centro de Estudiantes, leen esforzadamente un cuento, comentan su contenido que quizá les toque de cerca, y atienden informaciones útiles para su futuro. ¿Y qué futuro tendrán, después del Sarmiento? ¿Y qué futuro tiene el propio Sarmiento, cuyo busto ha sido desplazado, cuya estatuilla alguien propone vender en una rifa, y cuyo himno se toca en versión cumbiera? Película interesante, informativa, tanto en el registro de las clases como de las reuniones docentes, y con dos escenas de irónica gracia. En una, el profesor joven da una arenga insistiendo en hacer algo que ha de integrar a los alumnos, después de escucharlo un flaco serio. el abanderado, le dice simplemente "ya lo hicimos", y el docente se queda mudo. En otra, una situación más común: la profesora explica cómo prestar mayor atención para mejorar las notas, y luego una chica pregunta "¿Qué hay que hacer?" "¿No me escuchaste?" "Sí, escuché un poquito". Sarmiento era un apóstol que a veces predicaba en el desierto.
De lo particular a lo general La educación como caja de resonancia de la sociedad. Ésa es la idea-eje de este documental en que los alumnos de un colegio muy particular, el Domingo Faustino Sarmiento, ubicado en el selecto barrio de la Recoleta, son protagonistas excluyentes. Fundado en 1892, este colegio fue durante años cuna educativa de la élite dominante (uno de sus egresados más conspicuos fue el ministro de Economía de la última dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, por ejemplo). Hoy, con la vigencia de la ley sancionada en 2006 que determina la obligatoriedad de la escuela secundaria, el Sarmiento también recibe a decenas de estudiantes que viven muy cerca, pero en condiciones bastante diferentes: chicos de la villa 31. Pablo Márquez, director de la película, llegó al colegio hace unos años, convocado por Roxana Lewinsky, por entonces rectora del establecimiento, para trabajar junto con otros profesionales en el trazado de recorridos pedagógicos alternativos destinados a incentivar una mayor participación de los alumnos. Y se encontró con una serie de conflictos que revelan con claridad meridiana la importancia determinante de la pertenencia de clase para dispararlos. Los alumnos de la mañana, en su mayoría chicos de clase media, y los de la tarde, de origen más humilde, discuten sobre la conformación de un centro de estudiantes unificado. Las posiciones de cada sector delatan sus vínculos, bien diferentes, con el ejercicio de la democracia. Lo mismo que la participación en clase, que requiere de incentivos y estrategias diversas de parte de los docentes de acuerdo con los interlocutores. Lo que, en definitiva, la película pone sobre la mesa es la realidad de la educación pública en la ciudad de Buenos Aires, en un contexto en el que el gobierno porteño acaba de aumentar notablemente los subsidios a las escuelas privadas. En una muy interesante entrevista con Françoise Dubet publicada por este diario el 30 de agosto, el sociólogo francés explica cómo el debilitamiento de los lazos de solidaridad erosiona la integración social, un problema que la elección del tipo de educación que hacen los padres pública o privada refleja. Después de Sarmiento abre también ese debate y plantea los desafíos de la escuela pública sin declamaciones, pisando el terreno donde se desarrolla esa problemática y dándole voz a sus protagonistas: los docentes y, sobre todo, los alumnos.
Miradas sobre la educación En un estilo crudo de “cine directo”, el realizador elige como protagonista el colegio Domingo Faustino Sarmiento. Y en su pintura de ese establecimiento permite abordar cuestiones que hacen al estado de la educación argentina, sin caer en el panfleto. El clasismo de afuera se reproduce adentro, con la división y mutua desconfianza que reina entre alumnos.Como lo hacía Escuela Normal (Celina Murga, 2012), Después de Sarmiento, ópera prima del realizador Francisco Márquez, echa luz, mediante una línea tangencial, sobre el estado actual de la educación pública en la Argentina. La tangente es la que traza un único y particular colegio secundario, cuyo funcionamiento se aborda mediante la clase de registro conocido como “cine directo”, en el cual la observación se practica más o menos en crudo, sin dejar a la vista las costuras de la intervención del narrador. El colegio elegido como protagonista –más que como “muestra”, concepto sociológico que apunta a generalizar por inducción– es el Domingo Faustino Sarmiento, ubicado en Libertad al 1200. Pleno centro de Buenos Aires, plena Recoleta. Alguien podría suponer que los alumnos son chicos ricos de la zona, pero los chicos ricos no aparecen aquí: migraron hace tiempo a los colegios privados. Otro acierto de Después de Sarmiento es el de dejar que el carácter metonímico, si lo hay, se imponga por sí solo, sin subrayados.Fundado en la década del 90 del siglo XIX, el colegio Sarmiento encarna en sí la historia de la educación pública en la Argentina. Después de Sarmiento hace manifiesta esa relación directa con la Historia, en una escena en la que distintas camadas de ex alumnos se reúnen para celebrar un hito histórico en la vida del colegio. Más allá de la curiosidad de que la actriz Antonella Costa sea escolta de la bandera, en ese acto asoman diferencias generacionales, abruptos cortes históricos. No parece haber lugar, entre los ex alumnos más veteranos, para representantes de clases medias empobrecidas, de sectores excluidos incluso, que sí abundan en el recorte de alumnado actual que la película muestra. Algo tendrá que ver con esas diferencias el hecho de que la instrucción secundaria sea, desde 2006, obligatoria. Lo cual ha permitido el acceso a la escuela a grupos sociales que antes no llegaban.Los ex alumnos se quejan de que el nivel de instrucción actual está muy lejos de aquél que ellos habrían disfrutado, y las clases de literatura que dificultosamente intenta llevar adelante la rectora y docente Roxana Levinsky parecen confirmar el abismo. El clasismo de afuera se reproduce adentro, con la división y mutua desconfianza que reina entre los alumnos de la mañana, donde hay más clase media (media-baja, sobre todo: de allí para arriba, los chicos de la zona fugaron hacia los privados) y los de la tarde, provenientes de los sectores más desfavorecidos. División que eclosiona en ocasión de una próxima elección para el centro de estudiantes, donde los alumnos más desprotegidos dejan ver un alarmante (y muy revelador) estado de sospecha ante toda forma de acción política.En ocasión de una convocatoria del Ministerio de Educación de la Ciudad para aportar proyectos dirigidos a una próxima reforma educativa, sobre el final de Después de Sarmiento la comunidad del colegio elabora, junto a representantes de otras instituciones, un audaz plan para hacer efectiva una inclusión a veces más pregonada que efectiva. Como queriendo confirmar esto último, el proyecto no es tomado en cuenta, cerrando la película con la clase de signos de interrogación que desde hace años atraviesan la educación pública en Argentina. Con lo cual el adentro y el afuera (del cine, en este caso) vuelven a mostrarse como reflejos mutuos.
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más. ¡No te lo pierdas!
Cuando la profundidad de la teoría se vuelve cotidiana Después del tan “viralizado” film La educación prohibida (que recorrió y generó polémica en las universidades y los institutos de formación docente), llega un estilo de reflexión sobre la escuela que toma otro tenor. Con un velo de esperanza sobre lo que se viene y lo que se puede hacer actualmente, Después de Sarmiento invita tanto a los profesores como a los estudiantes a luchar y organizarse para que se cumpla un derecho adquirido. Es importante señalar que el documental no intenta ser en ningún momento teórico. Muestra parte de las clases, charlas entre los docentes y asambleas del centro de estudiantes. En este sentido el sentimiento de pertenencia y acercamiento es mayor por parte del espectador. Aparece lo cotidiano de cada clase, sin actuación por parte de los protagonistas. Pero, a pesar de no ser teórico, los momentos que se deciden mostrar de la escuela Sarmiento son de mucha reflexión. Este tipo de acercamiento a la escuela nos invita a pensar también a nosotros, espectadores, en cómo está funcionando la educación y cuáles son sus fallas. Y más allá de trabajar en una escuela donde la mayoría de los jóvenes no tienen las necesidades básicas en sus casas, el film plantea problemas que se repiten en varias instituciones educativas. La esperanza es el eje predominante del film, que podemos verlo encabezado por la posición de una de las profesoras. En el discurso de esta docente podemos ver cómo en la película una estructura que a primera vista parece sencilla se apoya en distintos textos teóricos que reflexionan sobre la educación. “Es inconcebible que un profesor no conozca los grandes debates del mundo”, sentencia la profesora de Prácticas del lenguaje. Y es así como teoriza sobre la necesidad de docentes que puedan relacionar y enseñen a pesar un mundo más allá de su materia, que muestren cómo su enseñanza específica se vincula con el mundo y con los demás temas trabajados. En cuanto a las voces hablantes, los estudiantes son protagonistas al mismo nivel que los profesores para pensar su educación, más allá que a cada uno le atañe diferentes responsabilidades. Esta forma en la que se ha realizado la película parece hablar de una toma de posición sobre qué lugar ocupan los chicos. En comparación con La educación prohibida, se deja de hablar de lo que necesitan los chicos (recordemos que las únicas intervenciones de jóvenes en este film son actuaciones) para pasar a escucharlos. Este tipo de películas son muy interesantes para seguir pensando la escuela. Y lo atrayente es que permite reflexionar tanto a quienes están estudiando como a quienes están dando clases.
OBSERVACIÓN DE CAMPO “Acá lo que se juega no es la promoción del año, sino que le encuentren un sentido a seguir viniendo a la escuela”. Dicha afirmación se convierte en el marco y el límite de la lente de la cámara puesto que ésta explora, busca, sondea y pone de manifiesto diversas cuestiones que engloban ese presupuesto pero siempre desde un ángulo más “objetivo” puesto que su lógica opera bajo la idea de exhibición y puesta en circulación del material en lugar de un análisis. La reflexión, por el contrario, se desarrolla de forma individual en cada espectador. De esta forma, el primer largometraje de Francisco Márquez no sólo se propone como una suerte de cámara exploratoria que observa, se detiene, rastrea y continúa su estudio para la recopilación de más material; además, podría pensarse como el trabajo de campo de una investigación pues los fragmentos recolectados funcionan, en cierta medida, como las muestras que habilitan la elaboración posterior del trabajo propiamente dicho. Dentro de esta concepción interactúa también el título de la película ya que Después de Sarmiento puede pensarse tanto como una suerte de proyección del futuro de los jóvenes una vez finalizada la escuela secundaria como también las nuevas técnicas o herramientas de enseñanza para suplir las deficiencias actuales. De hecho, en el filme hay una fuerte impronta docente, institucional y estudiantil para mejorar el acercamiento de los alumnos a la escuela. Esto se percibe, en mayor medida, tanto en las discusiones de los alumnos del turno mañana y tarde para tratar de formar un centro de estudiantes común como también en las propuestas de varios colegios que se reúnen para conversar sobre los planes de enseñanza. El mismo efecto también se produce por la introducción de algunos egresados de múltiples edades que comentan sus experiencias en el Colegio Domingo Faustino Sarmiento. Por tal motivo, el documental funciona como un primer acercamiento al campo, entendido como la tarea de concebir ciertas hipótesis, buscar las variables, indagar para obtener la información y recolectar los diferentes materiales. Después de Sarmiento se detiene en ese punto, en el cual sólo resta unir los fragmentos dispuestos sobre la mesa para demostrar o no la eficacia de las hipótesis antes formuladas. Allí entra en juego el rol del espectador, quien debe, de manera singular, armar su propio proyecto. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
Es curioso que el título de un documental siga rebotando en la mente durante la proyección, mientras los minutos van tirando el contenido. En la primera escena vemos a un grupo de alumnos secundarios mientras se van congregando en el salón de actos del colegio con motivo de transcurrir un nuevo 11 de septiembre. Una introducción versionada del Himno a Sarmiento va dando paso a que la letra entre en la métrica de una cumbia. Se puede hablar de una elipsis sonora entre la solemnidad y estos tiempos que corren a la hora de las fechas patrias. Eso es en definitiva “Después de Sarmiento”. Un retrato de la educación hoy que intenta abarcar las dos caras de una misma moneda representada en estudiantes y docentes, en ambos casos tratando de organizarse y abrirse paso frente a las dificultades que se presentan en el ámbito escolar. Por un lado, los estudiantes tratando de aprender las distintas materias, por el otro, intentando organizar el centro de estudiantes bajo las eternas diferencias entre los turnos mañana y tarde. En el caso de los docentes intentando la mejor forma de dar sus materias frente a una case siempre al borde de la indiferencia, y en otros momentos debatiendo sobre la mejor forma de mantener activa (e interesada) la comunidad escolar. Francisco Márquez logra con éste documental, posar el ojo y abrir el juego del debate sobre la educación. Cualquier espectador que haya asistido a la escuela pública podrá verse reflejado en la problemática, pero además ver desde afuera los conflictos que existieron siempre y que llevaron a la educación a su estado actual de franco deterioro. Lo valioso de tener cámaras sin aires de divismo, sino de interrogación, hace que la organicidad de “Después de Sarmiento” esté lejos de bajar línea y muy cerca de interpelar la inteligencia de quien lo vea. Los resultados llegan a buen puerto gracias a una edición que se toma el tiempo y la Uno de los buenos ejemplos de la variedad y calidad de esta generación de documentales tan necesarios como urgentes.
Después de Sarmiento: educación y conflictos actuales ¿Cómo surge el proyecto Después de Sarmiento? Francisco Márquez: Estaba trabajando en el Colegio Sarmiento, me habían convocado junto a otro grupo de jóvenes que no veníamos de la docencia tradicional y que nos dedicábamos a distintas disciplinas (cine, teatro, había físicos, sociólogos, diseñadores de videojuegos, etc…), la idea era que nos vinculáramos a docentes de la currícula tradicional para construir en conjunto recorridos pedagógicos novedosos. Al poco tiempo de entrar al colegio empecé a pensar que allí debía hacerse un documental. Ubicado en plena Recoleta y con un origen de Colegio tradicional y de elite, el Sarmiento hoy cuenta con un estudiantado que vincula a chicos de clases medias trabajadoras y habitantes de la villa 31 de Retiro. Allí, había una rectora que encabezaba un proyecto de transformación que buscaba hacer de la escuela un lugar significativo y que junto a un grupo de docentes buscaban darle las armas para que su cursada les dé herramientas para poder transformar la realidad. Obviamente un proyecto así recibe muchas resistencias y de diversos actores. El Estado: en la película se ve como el gobierno de la Ciudad ni siquiera trata un proyecto que elaboran junto a otras escuelas con entusiasta participación estudiantil. Muchos docentes que se ven puestos en cuestión en sus propias prácticas y prefieren cuestionar a los chicos por su falta de disciplina que pensar que es lo que ocurre que sus clases no los convocan. En este punto también habría que decir que el Estado tiene su responsabilidad, porque muchas veces ese derrotismo docente se debe a años de trabajo sobrecargado y en varias escuelas para poder llegar a fin de mes. Las direcciones sindicales que no se plantean el problema político de la cuestión como si los docentes solo fueran un salario y un estatuto y no personas que necesitan realizarse plenamente en sus trabajos, y eso también significa que su tarea tenga un sentido y poder salir del aula sin las frustraciones que muchas veces implica no poder conectar con los estudiantes. Es decir que era un colegio donde los conflictos y desafíos que vive la educación pública se podían manifestar abiertamente. ¿Qué transformaciones surgen a través de la experiencia de "observación"? Nosotros elegimos un tipo de registro observacional, es decir que la cámara se introduce en el espacio como una mirada que no interviene en los sucesos que acontecen. No hay entrevista, no hay voz en off, no hay ficcionalización. Eso, obviamente, no quiere decir que no haya punto de vista, sino que apelamos a que el público tenga una experiencia activa durante el transcurso de la película y que el sentido total se termine de completar en el debate (en grupo idealmente o consigo mismo). Nosotros no nos impusimos esa forma de registro, sino que fue la que entendimos que podía transmitir de mejor manera, las sensaciones, que queríamos producir. No somos especialistas en educación y no podíamos hacer una película propositiva, tampoco nos interesaba abordarlo desde la lógica televisiva de algunos documentales educativos progresistas donde por la voluntad los conflictos que hay en la escuela son superados. Queríamos hacer una película que plantee interrogantes, que no cierre un sentido, que deje fisuras por donde el público pueda entrarle y generar debates que son muy enriquecedores. Es interesante lo que me dijo una estudiante después de ver la película: “Entendí mucho sobre mi misma.” Eso, probablemente, no lo hubiésemos logrado con entrevistas tradicionales, porque allí, generalmente, se expresan los pensamientos procesados, digeridos, uno expone sus certezas. En la clave de registro de “Después de Sarmiento” en donde las personas se expresan a través de sus acciones, creo que pueden verse a las personas y sus contradicciones. ¿Cuál fue el papel de la "comunidad del Sarmiento" en la elaboración del documental? En un primer momento hubo algún reparo en que hagamos el documental, es difícil que una cámara se meta en una Institución, sobre todo en espacios áulicos que son de cierta intimidad y de mucha exposición. Nosotros siempre dijimos que nuestra intención era hacer un documental que exponga los conflictos y los problemas, y no que los oculte y que haga un relato idílico de la escuela pública. Como había trabajado allí, tenían confianza en mí y finalmente me lo permitieron dejándonos trabajar con total libertad. Los chicos primero se mostraron muy entusiasmados, pero luego las cámaras dentro de la escuela dejaron de ser la novedad y no nos prestaban más atención salvo para informarnos cuando había reuniones del Centro, estaban muy contentos con que registremos como se organizaban. Por el tipo de registro no hubo una participación activa en las decisiones estéticas o narrativas. ¿Qué elementos destacás de los debates registrados? Hubo algo que fue muy revelador para mí en el debate de los chicos en la organización del Centro de Estudiantes. A medida que avanza la película podemos ver que el turno mañana, con mayoría de clase media y el turno tarde con mayor estudiantado de la Villa 31, no pueden ponerse de acuerdo en la organización de un centro que nuclee a los dos turnos. Los de la mañana querían que haya un presidente, un estatuto, etc… los de la tarde planteaban una organización más horizontal porque planteaban que no querían que nadie se erija como autoridad, desconfiaban de la idea de que alguien figure “como el que manda”. Creo que si podemos prestar a atención a esos debates más allá de la cuestión de forma, se puede vislumbrar los vínculos de cada clase social con esta democracia. ¿Cuáles son los interrogantes pendientes? Creo que hay un interrogante que está por encima de todo y que la película no puede responder. ¿Qué sentido tiene la escuela hoy? Es algo que actualmente está en pugna. La inclusión escolar puede empezar con el aumento del porcentaje de PBI invertido allí y con la obligatoriedad de la educación secundaria, pero de ninguna manera termina allí. En primer lugar porque no puede pensarse la educación de manera autónoma a lo que ocurre en el conjunto de la sociedad. ¿Qué tiene para decirle la escuela a los chicos que vuelven a sus barrios y no tienen las necesidades mínimas satisfechas o la policía los persigue y además protege a los transas? Y digo que el sentido está en pugna porque hay docentes, como vemos algunos en la película, que luchan por una escuela transformadora que se convierta en algo significativo para poder transformar sus vidas, y otro sector que prefiere mantener un statu quo de, como dice otro docente en “Después de Sarmiento”, una escuela que hoy no sirve más.