Dolores retrata la vida de la protagonista, interpretada por Emilia Attias, en su regreso a la Argentina, mientras transcurre la Segunda Guerra Mundial en Europa. Se muda a la casa donde vivía su hermana y donde ahora viven su cuñado y el hijo de este. Su regreso plantea cambios en cómo se maneja la casa y cómo viven los personajes, quienes permanecen sumidos en una depresión después de la partida de la hermana de Dolores. La película hace un retrato de la época con delicadeza, incluidas las costumbres vinculares del período. Esto empobrece algunas actuaciones y en otros casos las complejiza. Pero en general el resultado consigue, sin mucho melodrama, poner de manifiesto las nuevas posibilidades de la sociedad argentina desde los ojos de esta mujer y su entorno. La experiencia bélica de los personajes moldea su visión del mundo, su interacción en sociedad. Los vestuarios, los diálogos y el diseño de producción están muy cuidados sin sobrecargar la ambientación. Cada objeto tiene un significado resonante para la historia que se cuenta, y esto hace que adquiera mayor relevancia. En particular los diversos tonos de azul que viste el personaje de Emilia Attias reflejan sus maneras de devolverle cierta vitalidad a la casa de su hermana. Las actuaciones son, probablemente, el menor atractivo de la película. Más allá del niño que interpretan los hermanos Mateo y Felipe Flossdorf, el elenco es irregular y no atrapa. Por su lado, Emilia Attias se ve amanerada y no convence en su rol protagónico. Ella comentó en la rueda de prensa, posterior a la proyección para los periodistas, que procuró captar los gestos y las posturas que adquiría el cuerpo en aquella época, pero el resultado resulta forzado. Su capacidad de llevar una escena es visible, pero no se sostiene a lo largo del filme. Guillermo Pfening y -sobre todo- Mara Bestelli destacan de a ratos en las secuencias más intensas y en la tarea de reflejar el conflicto entre las obligaciones hogareñas y las familiares. Al final la película opta por escoger, no el drama bélico sino el drama íntimo contextualizado por la guerra, enfatizando las consecuencias que tendrá en la sociedad argentina. En este sentido, estamos ante un film superficial puesto que no despierta emoción alguna, pero sin duda está bien hecho y retrata con detalle una época importante para el país.
Heartfelt and accomplished local period-piece film meets the expectations it arouses Points: 6 Set during World War II, out in the pampas, the Argentine-Brazilian co-production Dolores, written by Roberto Scheuer and directed by Juan Dickinson (Un día en Constitución, Destino anunciado) tells the story of a young, good-looking, and determined Scottish woman (Emilia Attias), who returns to her family ranch in Argentina after the death of her sister. She’s mainly set to take care of her eight-year-old nephew Harry (Felipe Flossdorf), but will also help her brother-in-law Jack (Guillermo Pfening), who’s sinking deep into melancholy as he grieves his wife’s death. At first, it’s not easy for Dolores to get along with Jack’s sister, Florrie (Mara Bestelli), who’s somewhat jealous and weary of having a new woman in the house. All the more so because Dolores is so attractive. On the other hand, Harry will be actually welcoming and it won’t take that long for Jack to start feeling better. And when everybody least expects it and in secrecy, an old flame between Dolores and Jack will be rekindled. But when financial difficulties that translate into having to sell the ranch arise, all members of the household will have yet more hardships to endure. Plus the appearance of Octavio Brand (Roberto Birindelli), a rich German-Argentine rancher who not so secretly begins to court Dolores, will also trigger unforeseen, difficult circumstances. Dolores begins with a flashback from Harry’s point of view as a young man (played by Mateo Flossdorf), who, after going over an old photo album, starts reminiscing about the long-gone days of his childhood at the pampas ranch. And, once the flashback is over, it ends with yet another family photo that may come as a metaphor for part of the drama that took place in between. Such tidy opening and closure are more than appropriate to tell a romantic and dramatic story of love and loss with tints of melodrama, within the mould of a period piece. But what first strikes you the most about Dolores are the accomplished production values that make it look and sound perfectly credible. No wonder: seasoned cinematographer Miguel Abal (Taxi, un encuentro, La mosca en la ceniza, Violeta se fue a los cielos) beautifully creates the most alluring atmosphere for every scene, always in tune with their emotional edge. Being a torrid love story, Dolores breathes an air of feelings, perfectly accounted for through rich and saturated shades. In turn, renowned sound designer Martín Grignaschi (El color que cayó del cielo, Un novio para mi mujer, Lluvia) immerses viewers into a realm filled with noises and sounds that are not only rightly functional for the story, but above all, they punctuate its dramatic highlights and many turning-points. Overall, the narrative is fairly well-developed, though it’s only fair to point out that at times it’s a bit too sluggish whereas other times some events happen too abruptly — Frank’s departure to the war feels a bit out of the blue. This slight unevenness does occasionally hamper the otherwise right tempo. Moreover, some characters seem more nuanced than others — for instance, Florrie and Octavio — and not all actors find the same spontaneity throughout the whole movie. Attias and Pfening do have many moments where they excel, yet there are others when their performances feel too rehearsed. Mara Bestelli and Roberto Birindelli don’t need to resort to grand gestures to effortlessly stand out. Dolores is surely not a perfect feature, but it’s one that does meet quite a few of the expectations it arouses, it’s an improvement over the filmmaker’s previous outings, and most of all it’s a heartfelt, affective love story with a colour of its own. Production notes Dolores (Argentina/Brazil, 2016). Directed by Juan Dickinson. Written by Roberto Scheuer. With Emilia Attias, Guillermo Pfening, Mara Bestelli, Roberto Birindelli, Jandir Felipe Flossdorf, Mateo Flossdorf. Cinematography: Miguel Abal. Editing: Cesar Custodio. Running time: 98 minutes.
Amor entre guerras La co-producción entre Argentina y Brasil, Dolores (2016), dirigida por Juan Dickinson, rescata la historia de amor contrariado de la propia protagonista, una joven escocesa que regresa a Buenos Aires tras la muerte de su hermana y que guarda cierto amor secreto con su cuñado Jack, en el contexto de la segunda guerra mundial. Ese trasfondo bélico, resuelto desde la puesta en escena a partir de la utilización de imágenes provistas por los noticiarios cinematográficos y el uso del fuera de campo –por motivos obvios de la acotada producción- funciona en paralelo a la idea de la separación a partir de la guerra, pero además alimenta los vértices de un triángulo amoroso cuando aparece en escena Octavio, descendiente de alemanes, quien guarda cierto recelo por Jack, inglés antes de partir al frente de batalla en el continente europeo.
EL CLÁSICO AMOR TRÁGICO Hace mucho tiempo que una película argentina no transcurría en el marco de la Segunda Guerra Mundial y menos que su relato tuviera fuera un eco de aquel conflicto bélicos. En el país sería un éxito producir un buen film de época y vivir para contarlo y Dolores lo logra con lo justo. Dolores (Emilia Attias) es una joven argentina de origen escocés que regresa a la estancia Los Ombúes en la Argentina de los años 40, tras la muerte de su hermana Helen para hacerse cargo de su sobrino Harry (Felipe y Mateo Flossdorf) junto a su concuñada Floury (Mara Bestelli). La muchacha intentará darle vida otra vez al lugar que alguna vez llamó hogar y se reencontrará con Jack (Guillermo Pfening), su cuñado y amor de la adolescencia. Los ecos de la guerra se harán cada vez más cercanos y la discordia entre ingleses y alemanes pasará a ser una disputa por el amor de Dolores, cuando Octavio Brand (Roberto Birindelli), hijo de un alemán, se convierta en un amante inesperado. El drama de Juan Dickinson pretende mostrar una mujer fuerte y decidida en un mundo de hombres, adornado además con varias características del romance prohibido clásico. Y supo reflejar lo esencial: los celos de una mujer que lo más lejano que conoce, tras vivir puertas adentro, es el porche de su casa, el alcoholismo de un padre distante que se ahoga en sus deudas y solo el amor joven podrá traerlo devuelta. Y además el sufrimiento reprimido de un niño que perdió a su madre y la heroína que viene a poner fin a la agonía. También el típico triángulo amoroso, en el que uno de los amantes será capaz de desvelar el misterio que habita en los ojos de Dolores. El aparente secreto en la mirada penetrante de la protagonista, mirada que por momentos parece ausente y por otros parece odiar el mundo a su alrededor, no es más que una deformación de lo que algunos llaman “meterse en el papel”. Emilia Attias, a pesar de haber captado la psicología de su personaje, la subestimó al punto de llevar el drama al lloriqueo. Por el otro lado, destaca por arriba el trabajo de Guillermo Pfening, que le saca el jugo a su personaje, atormentado por sus deudas y la reciente muerte de su esposa. El relato representa los conflictos entre las obligaciones hogareñas y familiares de una familia burguesa, en tiempos de una Argentina convulsionada que Dickinson logra recrear a la perfección. Entonces hay que concluir que Dolores es una buena y sólida apuesta al cine de época. DOLORES Argentina – Brasil, 2016 Dirección: Juan Dickinson. Guión: Roberto Scheuer. Producción: Juan Dickinson, Fernando Musa y Angelina Stein. Intérpretes: Emilia Attias, Guillermo Pfening, Mara Bestelli, Roberto Birindelli y Manuel Vicente. Duración: 98 minutos.
UNA DIVA EN EL CAMPO Y EN LOS SENTIMIENTOS Una historia de época, ubicada en el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, ubicada en una estancia argentina, pero también es una exploración de un triángulo amoroso con una resolución original. La protagonista, armada como si se tratara de una actriz del cine de época, una especie de diva, que transita su personalidad y modelitos en un ambiente sencillo que se modifica con su presencia. El punto de vista de un niño huérfano que ve llegar a su tía como una salvación, y comprende con dificultad que ella seguirá sus deseos, también su conveniencia sin culpas y con determinación. Un interesante planteo para un film que resulta entretenido, con una falsa pátina de nostalgia, y buena realización. Dirigió Juan Dickinson, con el guión de Roberto Scheuer. Es una coproducción con Brasil.
Centrado en el texto El director Juan Dickinson (Un día en Constitución, Destino anunciado) proviene de la escuela inglesa y cuenta con una amplia trayectoria en el cine europeo. En su segunda ficción a sus setenta años de edad, es donde mejor hace notar su experiencia en el cuidado de los rubros técnicos pocas veces visto en el cine argentino, puestos al servicio de la historia. Dolores (Emilia Attias) es una mujer escocesa que llega a la estancia de su fallecida hermana en Argentina, con el fin de recuperar el deplorable estado financiero en que se encuentra el lugar. Ahí debe también recuperar a su cuñado Jack (Guillermo Pfening), quien cayó en una profunda depresión y con quién tuvo un amorío en el pasado, y a su sobrino Harry, poniéndose la situación familiar al hombro, tanto económica como sentimental. En el camino conoce a Octavio Brand (Roberto Brindelli), un acaudalado hombre de campo que busca conquistarla. Dolores es un melodrama de época que estuvo por filmarse en Inglaterra con Emily Blunt en el protagónico, según comenta su director en una entrevista. No es casual, el parsimonioso estilo narrativo y la impecable reconstrucción de época tiene mayores similitudes con las adaptaciones cinematográficas de las novelas de Jane Austen, que con el cine argentino contemporáneo, donde no hay una tradición de este tipo de relatos pictóricos, salvo escasos ejemplos. El film coproducción entre Argentina y Brasil, cuenta con una narración clásica que pretende hacer foco en los sentimientos con temas varios que van desde los lazos personales del director con la historia (recuerdos de su infancia), la atmósfera previa al surgimiento del peronismo, hasta la Segunda Guerra Mundial y los ecos de ella en los inmigrantes argentinos, pasando por el triángulo amoroso y el rol de la mujer en la época. La historia fue escrita por Roberto Scheuer y protagonizada por Emilia Attias, cuya interpretación sugiere una diva de la época (su apariencia en vestuario, peinado y actitud rememoran a Rita Hayworth), no termina de expresar los sentimientos buscados entre los personajes -una de las críticas que pueda hacerse a la película- cuyos vínculos son, ni más ni menos, el motor del melodrama. Dolores demuestra profesionalismo en la construcción de un cine bello estéticamente que realza todos los rubros técnicos. Un paso en firme que abre un camino a otras producciones al estilo inglés, como el film emula. Queda pendiente entonces poner el acento en generar emociones, aquellas que el melodrama no puede dejar de transmitir.
“Dolores”: cuando la calma provinciana es inquietante El tren cruza los campos de la provincia, 1939. En el vagón de elegante madera, alguien ha desplegado el diario, que anuncia con grandes titulares el comienzo de la guerra, allá en Europa. Y precisamente de allá viene la protagonista, argentina hija de escoceses. Viene a visitar la tumba de una hermana. Diversos azares, como el cuidado del sobrino y las deudas de la pequeña estancia familiar, la empujan a quedarse. Quizá también la empuje el secreto aroma de diversos azahares: ella tuvo algo con quien después sería su cuñado y esa historia pide un cierre, o una apertura. Pero el hombre, también hijo de escoceses, no está en su mejor momento. Otro se acerca a la mujer. Es el dueño de la estancia vecina, hijo de alemanes. Y otro más ha de terciar en las decisiones del corazón. Es el gerente del banco. Ésta es la clase de historia de tierra adentro que Mario Soffici o Pierre Chenal habrían convertido en drama enérgico, Alberto de Zavalía en tragedia oscura, y María Luisa Bemberg, que conocía el paño, en calma y sugestiva pintura de la época, la clase social y la condición femenina, obligada a negociar entre torpezas masculinas y limitaciones generales. Juan Dickinson, que oyó historias parecidas en reuniones familiares, y su libretista Roberto Scheuer se inclinan por esa última línea. De a poco, el asunto se va haciendo inquietante. Tal vez muy de a poco, pero Emilia Attias, Mara Bestelli, el uruguayo Roberto Birindelli, Manuel Vicente, Guillermo Pfening, Pepe Uría (vestuario), Miguel Abal (fotografía) y Sebastián Roses (arte) saben equilibrar el ritmo lento y alguna otra falencia. Rodaje en Estación Cabred y otros rincones del partido de Luján.
Dolores es un film de época que genera distancia Dolores es una película muy cuidada en lo formal, prolija en su construcción, concebida por un director y un equipo técnico que conocen bien el oficio y cuyas cabezas son referentes en sus respectivos rubros dentro del cine latinoamericano. El problema -no menor, claro- es que la narración resulta demasiado obvia y solemne; los diálogos suenan por momentos impostados, recitados, varios conflictos aparecen forzados y, así, la película luce encorsetada, sin la fluidez ni la verosimilitud que un drama de época necesita para seducir al espectador. Ambientada en plena Segunda Guerra Mundial, Dolores narra la historia de la mujer del título (Emilia Attias, con look de estrella de cine clásico), quien regresa desde Escocia a una estancia en las pampas para hacerse cargo de su sobrino de ocho años tras la muerte de su hermana. La dinámica familiar en su nuevo destino es caótica, sobre todo porque su cuñado (Guillermo Pfening) es un alma en pena que intenta combatir el dolor con alcohol. En medio de las crecientes tensiones entre británicos y alemanes, aparece en escena Octavio Brand (Roberto Birindelli), descendiente de germanos, para completar los vértices del triángulo amoroso. Dickinson apuesta por un clasicismo old-fashioned y hasta algo demodé en estos tiempos, y no hay nada malo en eso. Ni las búsquedas temáticas ni la estética elegida la invalidan. Es en el tono, en la escritura, en lo subrayado y denso del conjunto donde la película genera distancia y poca empatía como para comprometerse desde lo emocional con las desventuras de estos personajes torturados por la realidad que les toca vivir.
Una heroína de los '40 Lograda reconstrucción de época para la historia de una mujer que se impone en un ámbito masculino. No son frecuentes las películas de época en el cine argentino: las dificultades que plantea una producción de ese tipo son enormes. Sin hacer un gran alarde de recursos económicos, pero explotando con ingenio y habilidad los medios disponibles, Juan Dickinson y su equipo resuelven con solvencia el desafío de ambientación de esta historia, que transcurre en una estancia bonaerense durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras en Europa estalla la mayor tragedia del Siglo XX, Dolores (Emilia Attias) vuelve de Escocia: su hermana murió y ella viene para ayudar en la crianza de su sobrino, y quizá también para resolver asuntos sentimentales pendientes con su cuñado (Guillermo Pfening), ante la reprobatoria mirada de su concuñada (buena interpretación de Mara Bestelli). Hay en Dolores, salvando las distancias, un aire al cine de María Luisa Bemberg, especialmente a Miss Mary. Este también es el retrato de descendientes de británicos afincados en la pampa argentina, una familia de aires aristocráticos que les brinda una educación bilingüe y respetuosa de las tradiciones europeas a sus hijos. Como aquella miss Mary de Julie Christie, el de Dolores es un personaje femenino fuerte, que desafía las convenciones sociales de la época y viene a alterar la rutina del lugar. Y aquí también la mirada infantil de los conflictos de los adultos juega un rol preponderante. Hasta ahí llegan las coincidencias. Quedó dicho: hay pericia técnica en esta narración. Y prolijidad, quizá excesiva: la puesta en escena es muy correcta, pero mucho de lo que la película tiene en meticulosidad le falta en emotividad. Por momentos, los diálogos y, por lo tanto, los personajes, están teñidos de artificialidad y acartonamiento. Con una caracterización que le da aires de diva del Hollywood de los años dorados, Attias presenta un physique du role insuperable, pero con una expresividad que no está a la misma altura. De todos modos, la historia no deja de tener su atractivo. Hay toques de humor y pinceladas costumbristas de la vida rural de aquellos años -la milonga en el club social, la estación de tren, el transcurrir de las horas en la galería de la casona- que visten y realzan la epopeya de esta heroína capaz de resolver los conflictos con una audacia adelantada a su era.
Cuando lo clásico luce académico. Infrecuente coproducción argentino-brasilera, Dolores, del argentino Juan Dickinson, representa una propuesta poco habitual dentro de la cinematografía local. Film de época ambientado en una estancia de Buenos Aires, es el relato de una saga familiar que arranca con el inicio de la Segunda Guerra y va hasta su desenlace, con un breve prólogo y un epílogo que representan un presente ubicado unos años más adelante. Un racconto emotivo que empieza con la vuelta a la casa familiar del joven Harry tras concluir sus estudios en la ciudad, quien se reencuentra ahí con un álbum de recuerdos que él mismo empezó a llevar cuando tenía ocho años y su madre acababa de morir. Lo que se verá es la historia que evoca ese álbum. El regreso de Dolores (Emilia Attias), hermana menor de su madre, será el centro de esa memoria y el motor que pondrá en marcha la dinámica familiar que la muerte ha aletargado. Su amor por el padre de su sobrino, Jack (Guillermo Pfening), y el recelo de la hermana de este; las deudas que acosan a esta familia de ascendencia escocesa; el tierno vínculo que surge entre ella y Octavio, un estanciero hijo de alemanes, y la disputa entre ambos hombres son algunos de los mojones que articulan la historia. De correcta factura técnica, Dolores sin embargo reúne elementos positivos y negativos que surgen de su condición anacrónica. Si por momentos el trabajo que Dickinson realiza con la puesta de cámaras luce clásico, trabajando siempre con planos fijos cuyos movimientos se limitan a simples paneos sobre los ejes axiales del cuadro, al que suma algún traveling ocasional, también es cierto que dicho clasicismo a veces se vuelve antigüo, académico. Sobre todo cuando se insiste con una banda de sonido que es clásica, sí, pero a la que no se le ha sabido poner un límite y no sólo sobreabunda en connotaciones emotivas, sino que nunca permite que sea el silencio el encargado de dar el peso dramático que algunas escenas demandaban. Y aunque las actuaciones son correctas, destacándose el trabajo de los secundarios Mara Bestelli y Roberto Birindelli, muchas veces deben luchar con parlamentos que no siempre suenan naturales.
Una hermosa historia de amor en la que viejas pasiones inconclusas se reencuentran, ambientada en los 40, llena de inquietudes pendiente entre los protagonistas y una mujer que intenta plasmar su rebeldía. La película hace un retrato de la época con sutileza, mostrando las costumbres relacionadas con la misma y gran parte de su trama se ve a través de la mirada de la mujer. Cuenta con un buen vestuario y el diseño de producción es impecable. Las actuaciones son correctas pero le falta emoción.
Con motivo de la reciente muerte de su hermana, la protagonista homónima que da título al film, decide volver de Escocia hacia la estancia Los Ombúes, ubicada en las pampas argentinas. Allí viven su cuñado, su único sobrino y su concuñada, todos personajes que parecen haberse detenido en el tiempo, tras la pérdida de la mujer que unía dicha familia. Dolores llega para intentar componer no solo los lazos familiares resquebrajados, sino también la complicada situación económica que atraviesa la estancia. Con un carácter fuerte y tenaz, hará todo lo necesario para disminuir las deudas, combatir el alcoholismo en que se encuentra sumergido su cuñado, brindar un poco de alegría y juego a su sobrino y lograr una relación menos tensa con su estructurada concuñada. Situado durante la Segunda Guerra Mundial, el film se define como un correcto drama de época que oscila entre la trama bélica y la trama amorosa, ya que Dolores y su cuñado retoman una intimidad que habían dejado inconclusa mucho tiempo atrás, la cual se verá afectada cuando aparezca el tercero en discordia, un vecino de familia alemán, quien se convertirá luego en la posible salvación no solo de Dolores, sino también de los asuntos financieros. Desde el punto de la reconstrucción de época, todo es prolijo y preciso, la fotografía y arte aportan en términos de belleza y composición en cada fotograma; sin embargo puede que en muchas ocasiones la lentitud con que la historia se cuenta, termine por afectar estos puntos positivos que el film posee. En el plano actoral es donde reside el mayor problema. Dolores es interpretada por Emilia Attias, quien desde la postura y porte de una mujer de época pareciera encontrarse demasiado acartonada, como atrapada en el vestuario de época, todo se vuelve demasiado forzado, los diálogos no terminan de convencer y el tono de argentinos con origen familiar inglés parece quedar a mitad de camino en lo que se intenta contar. No obstante, cabe mencionar que en ciertas escenas la actriz logra una caracterización más acertada, con lo cual logra generar una empatía temporal con el espectador. Guillermo Pfening tampoco logra lucir los dotes actorales que ya hemos visto en films anteriores, su composición de Jack, un hombre deprimido y alcoholizado, queda por debajo de lo que un actor de su talla puede brindar. Los niños debutantes (Mateo y Felipe Flossdorf), en el papel de Harry, el sobrino, no desentonan en lo poco que el papel les demanda. En cambio, sí se destacan Mara Bestelli, como la hermana de Jack, una mujer recta, que ha hecho de esa estancia y la familia de su hermano, todo su mundo, y con la cual el atrevimiento de Dolores chocará más de una vez, y Roberto Birindelli, lleva a su personaje de alemán acaudalado, al posicionarse como lo más verosímil del film. El guión pareciera no terminar de hacer hincapié en el drama romántico que plantea, algunas decisiones de los personajes no parecen del todo creíble con la trama que se ha ido desarrollando, convirtiendo a Dolores en un correcto film de época que podría haber sido mucho más interesante de lo que finalmente es.
Esta co-producción entre Argentina y Brasil, nos ubica a fines de la década del treinta, presentando a Dolores (Emilia Attias) como una argentina que, a partir del fallecimiento de su hermana mayor, regresa de Escocia para instalarse en Los Ombúes, la estancia familiar. Allí se reencontrará con su cuñado Jack (Guillermo Pfening), quien a partir de su vuidez, cae en el vicio del alcohol y descuida tanto el progreso de la estancia, como la estabilidad de su familia. Pero Jack no vive sólo en la estancia, vive con su hijo y con su hermana mayor (Mara Bestelli), la más reticente a las ideas que Dolores propone para mejorar la situación económica del lugar. Sin embargo, a medida que la trama avanza, nos enteramos que la tensión familiar es producto de un antiguo amorío entre Jack y Dolores, quienes por razones obvias, no pueden estar juntos. Además de esta historia amorosa, la película de Juan Dickinson propone un trasfondo bélico -recordemos que estamos en plena Segunda Guerra Mundial-, que funciona en paralelo a la historia entre los protagonistas: tanto la relación de éstos, como la guerra generan inseguridad, miedo, dudas, y sobre todo incertidumbre. En ese contexto, aparece en escena un segundo hombre: Octavio (Roberto Birindelli), de origen alemán, cuyo fin será la conquista de Dolores, mientras se enfrente al inglés Jack, que luego parte a la guerra, para distanciarse de su cuñada, y para volver a sentirse útil y valiente. La película se presenta como la historia de “Una mujer, dos amores”, haciendo clara referencia a los dos personajes ya mencionados; personalmente considero que esta descripción en realidad podría relacionarse, además de a Jack, a la personalidad de Dolores. Ella es un mujer intrépida y valiente, que le escapa a la idea de la mujer sumisa, callada, dedica al hogar, que sobre todo en esa época, primaba en los núcleos familiares. Si bien ama y sufre por Jack, su papel dentro del film va más allá de la novela amorosa; se presenta como aquella persona que aporta otra visión del mundo, que a partir de situaciones desafortunadas, utiliza su ingenio para resolverlas mediante sus propias reglas, que aplica incluso a su vida privada y sentimental. En ese sentido, los dos amores podrían ser el amor que siente por Jack, y el amor por esa mujer, fuerte y libre que ella crea. Más allá del interesante planteo que Dolores brinda, la película se torna densa y aburrida en determinados momentos, en especial por el manejo que los actores hacen del guión, cayendo en tonos solemnes, al punto de parecer parlamentos recitados sin ningún tipo de emoción. En conclusión, además de las fallas en cuanto a nivel autoral, Dolores brinda un buen abordaje de época, que acompañado por las actuaciones principales, resulta una película interesante para ver y debatir.
Una mujer escocesa vuelve a la estancia familiar después de la muerte de su hermana para encontrar una inesperada decadencia y enfrentar la relación con su cuñado. Con la segunda guerra mundial como marco, el director Juan Dickinson apuesta por el intenso drama de época y por Emilia Attias como protagonista. Hay un triángulo amoroso y un intento por atrapar el ambiente de las miss marys, ambiciones acaso desmedidas para las posibilidades de los realizadores, a juzgar por los problemas de puesta que atentan contra el resultado.
"Dolores": un drama romántico con trasfondo bélico Sin rasgos de verosimilitud, el filme de Juan Dickinson plantea un drama romántico con trasfondo bélico. Hay películas malas que son geniales porque están (mal) hechas a propósito (con algún sentido rupturista o experimental), como lo son todas las películas de Micheaux y Ed Wood. Después están las películas que son malas porque las partes que la conforman no logran que el todo funcione, como es el caso de Dolores. Si bien la película dirigida por Juan Dickinson está bien filmada y es prolija en sus encuadres, todo es como de cartón pintado. Dolores es artificiosa hasta más no poder, sobreactuada, con diálogos de tono y contenido ridículos e inverosímiles y con una puesta en escena con tufillo a qualité. Cuenta además con una trama aburrida y débil, en la que se aborda el problema de la guerra de manera estereotipada y superficial. La película se desarrolla en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y cuenta la historia de Dolores (interpretada por Emilia Attias), una hija de escoceses que vuelva a la Argentina después de la muerte de su hermana. Los pocos integrantes de la familia viven en la estancia Los ombúes. Jack (Guillermo Pfening), el cuñado viudo con quien Dolores parece haber tenido un affaire en el pasado, se refugia en el alcohol para sobrellevar el duelo. Dolores quiere tomar las riendas del lugar y hacerse cargo de su sobrino de 8 años. Vuelve a sus andadas con Jack y le empieza a seguir la corriente a Octavio (Roberto Birindelli), el vecino bueno que se enamora de ella y les ofrece plata para salvar la casa, que está hipotecada. Así nacen los celos entre Jack (que no decide qué hacer con sus sentimientos) y Octavio (que está dispuesto a tener un hijo con ella). El problema es que lo que sucede entre los personajes es de una inverosimilitud arcaica, sobre todo por el tono de cine argentino clásico con el que hablan. La película intenta ser un emotivo drama romántico con trasfondo bélico, pero lo único que provoca son punzadas en el estómago del buen cine. Ya se sabe, el cine no sólo es filmar bien. El cine es también hacer que el espectador crea en lo que está viendo, se comprometa, se conmueva, piense y se entretenga. Es decir todo lo que no hace Dolores.
Una heroína singular Los personajes de "Dolores" hablan poco, gesticulan menos, se comunican con la mirada y las acciones antes que por las palabras. Sólidamente construidos por el guión y con una precisa y muy ajustada dirección de Juan Dickinson, narran la historia de una familia descendiente de escoceses. Los trama se centra en Dolores, a cargo de Emilia Attías, que regresa desde Escocia a la estancia de su cuñado (Guillermo Pfening) luego de la muerte de su hermana. Los acompañan Mara Bestelli como la cuñada de Dolores y Roberto Brindelli, en el rol de un estanciero vecino. El director impuso a los cuatro, pero sobre todo a los tres primeros, un estricto control sobre su expresividad y la valoración de cada palabra. Con sobriedad describe el clima familiar y las decisiones arriesgadas que tomará Dolores en esa casa que es y no es suya, y también las dificultades de la relación con su cuñado que se remonta a una década atrás y la inminente ruina económica. Con un estilo clásico, sin sobresaltos, una estructura sólida, un diseño de arte que reconstruye el ambiente de la década del 40 con la Segunda Guerra como telón de fondo, "Dolores" tiene como protagonista a una heroína que usa sus herramientas -belleza, inteligencia, persuasión- para recomponer la decadencia y restablecer los lazos familiares de una manera muy personal en personajes paralizados por los conflictos.
¡Los ovarios sobre la mesa! Durante los años más oscuros y sangrientos de la segunda guerra mundial, la joven Dolores (Emilia Attias) deberá regresar al campo bonaerense para colaborar en la crianza de su sobrino Harry (Felipe y Mateo Flossdorf). Al llegar, no solo encontrará la situación económica de la finca al rojo vivo, si no que también se verá envuelta en un complicado triángulo amoroso compuesto por su sufrido cuñado Jack (Guillermo Pfening) y por Octavio (Roberto Birindelli), un terrateniente descendiente de alemanes dispuesto a todo por conseguir el corazón de la protagonista. Ahora, la muchacha tendrá que afrontar sus conflictos sentimentales para salvar el hogar de su difunta hermana, sea como sea. Este proyecto del cineasta Juan Dickinson, cuenta con un argumento que se desenvuelve de una forma similar a un churrasco descongelándose. Todo comienza de una forma lenta, poco natural y actoralmente acartonada, para luego comenzar a asentarse y a brindarse un argumento más contundente. De hecho, el primer acto parece una entrada en calor, detalle que no es para nada positivo. Sin duda, el detalle mas destacable del film es el personaje de Harry, para el cual decidieron utilizar a unos mellizos para el mismo papel. Lo interesante de esto es que en ningún momento nos damos cuenta de que se trata de dos actores distintos, ya que los pequeños se meten en su papel de una forma extremadamente profesional. Es más, si me distraía durante los créditos o si en la conferencia de prensa el director no lo aclaraba, créanme que no iba a enterarme. Mara Bestelli también sobresale como la pesimista hermana institutriz de Jack, quien se encarga de la educación del joven del cual les hablé en el párrafo anterior. Con respecto a la dirección, si bien los planos son lindos y la fotografía los condimenta de una forma decente, el elemento de “cine de época” se ve como poco real. De no ser por las constantes referencias al momento histórico en el que se desarrolla la historia, uno podría olvidarse de que el argumento transcurre durante los años 30′. El guión cuenta con diálogos aburridos pero contundentes a la hora de mostrar como los personajes se desarrollan y evolucionan a lo largo de esta historia de amor. Y ya que no pude evitar volver al tema de los personajes y el guión, la química entre Attias y Pfening es, a pesar que ella no puede salir de su papel ‘Teen Angel’, es bastante fuerte. El churrasco se comienza a descongelar cuando estos dos personajes comienzan a interactuar más íntimamente, y le dan una cuota tierna a este inestable film. El director llena al film de simbolismos en las actitudes de los personajes, lo cual sería muy bueno si no fuesen tan obvios. Los personajes toman fuerza gracias a estos simbolismos y no tanto por sus actos. Y, aunque esto no me haya agradado por la falta de disimulo, sin duda apoyo que se use el recurso de metacine, estando encubierto, o quizás no tanto. “Dolores” no es un film sobresaliente. Tiene una narrativa medio incómoda y actuaciones que por momento se sienten condicionadas por lo acartonado del guión. A pesar de esto, la película esta bien dirigida y cuenta con un segundo y tercer acto medianamente intenso. El final no decepciona y ofrece un remate interesante. Nada memorable, pero tampoco aberrante.
En su segundo largometraje de ficción, el realizador Juan Dickinson propone un relato intimista y con una lograda reconstrucción de época sobre una mujer de avanzada para su época, que tuvo que debatir su amor y sus impulsos entre dos hombres sin poder siquiera pensar otra opción. “Dolores” (2016) tiene en su haber una serie de relatos que supieron forjar una notable carrera (María Luisa Bemberg, por citar sólo un claro referente) inspirada en la corriente inglesa del melodrama más clásico. Aquí, la Dolores (Emilia Attias) que da nombre al filme, es una mujer que regresa de Irlanda para poder ayudar a su cuñado (Guillermo Pfening) a cuidar a su pequeño hijo, y además asisitirlo con tareas relacionadas al campo y la hacienda que posee. Dickinson habla de una época en la que la mirada estaba más puesta hacia afuera que en el país, justo en el momento que el peronismo comenzaba a ser más popular entre las clases más bajas, determinando el clima y la idiosincrasia. Pero también, a partir del relato desde la evocación o el recuerdo del niño, que también regresa a ese pueblo ya de grande, habla de un quiebre entre los personajes que debieron ir adaptándose a cada instancia que la historia les hizo vivir. “Dolores” es la historia de una mujer que pudo trascender a su época a través de la mirada de los demás, pero también que pudo resolver, a su manera, a los golpes, una situación sentimental complicada, plagada de tensiones y de decisiones apresuradas para poder continuar manteniendo aquello que su familia había conseguido con esfuerzo. Si la película suma un tercer personaje (Roberto Birindelli), un vecino hacendado que disputará la pasión de Dolores a su cuñado, ofreciéndole el bienestar y manutención económica que la joven mujer necesita. El contexto histórico evocado, permite que la narración del filme fluya, y si los protagonistas van al cine, por ejemplo, eso suma un motivo más a la trama, porque además de contextualizar, sirve para demostrar que el clima de época, revolucionado por la Segunda Guerra, pero también por cómo el “pueblo” comienza a tener injerencia en algunas decisiones, las que, apresuradas, pueden cambiar para siempre los destinos de todos. El segundo filme de Dickinson posee una correcta puesta en escena y facturación, y si bien algunas falencias (principalmente de recreación fiel) impregnan el relato, en la honestidad y verdad que de él emerge, no hay mentira sobre la verdad que se construye. Emilia Attias brinda el glamour necesario en su figura para que Dolores pueda ser vista como aquella extraña mujer que regresa a su lugar de origen sin otro plan más que el de ayudar a los suyos, pero que, sin quererlo, termina por involucrarse en una historia impensada de amor. El punto de vista elegido para la narración, el del niño, también otorga cierta inocencia al relato, necesaria para que la comunión entre Dolores y su sobrino, aporten la empatía necesaria con una mujer fuerte, decidida, que a pesar de sus buenas intenciones, terminó encerrada en un laberinto sin salida impuesto por su época y la mirada de los demás.
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