Dredd es visualmente imponente y estéticamente fascinante. Una muy buena opción en la cartelera de cine en 3D. La acción no da respiro ya que comienza en el primer minuto de proyección y no para hasta el último, siendo prácticamente imposible quitar los ojos de la pantalla. El argumento es sencillo pero suficiente como para construir esta muy buena adaptación del cómic...
El límite es la imaginación, dice un viejo dicho. Este año hemos comprobado que uno de los graves pecados a los que recurre el cine de Hollywood cuando pretende viajar al futuro es imprimir en imágenes todo lo que la imaginación, y los efectos digitales son capaces de lograr hoy en día. Y para justificar tal gasto, no solamente expanden el imaginario visual, copiándose unos a otros, recurriendo a fórmulas visuales comprobadas, sino que también ampliando argumentos, retorciéndoles, forzando situaciones para crear metáforas sociales, críticas políticas o giros argumentales imprecisos que solamente terminan confundiendo las acciones, desgastando el entramado policial y mezclando en forma inepta, diversos géneros o elementos que no se pueden encasillar únicamente en la ciencia ficción. Tanto en Looper como en El Vengador del Futuro, la tentación por parte de los realizadores y los guionistas de seguir complekizando la idea principal, al tiempo de ingeniarse a diseñar escenas de acción con pretensión de asombrar un poco al espectador, dieron como resultado dos films irregulares, mash-ups de homenajes con golpes de efecto, pero un tratamiento vacío. No importa la calidad visual del producto, cuando el desarrollo textual es tan banal y superficial. Por suerte, Dredd 3D viene a revindicar el género, por fuera de él. Lejos de la pésima versión con Stallone del año 96, esta relectura, es más fiel a la historia original creada por Ezquerra y Wagner, y crea una esterilización de la violencia, que no teme mostrar aquello que justamente hizo famoso al personaje, el contradictorio uso que hace un juez de la justicia con mano propia, ya que además de investigar y dictar justicia, también ejecuta las condenas a muerte. El héroe de esta historia es Dredd (Karl Urban), un juez que junto a la novata jueza Anderson (Thirlby) deben parar a una peligrosa narcotraficante que se refugia en un edificio torre repleto de marginales y asesinos. Sin embargo, el cazador se convierte en presa cuando MaMa (Lena Headley, la narcotraficante) cierra los muros de edificio y ofrece una recompensa por la cabeza de ambos jueces, quiénes harán lo imposible por sobrevivir, contrarrestar el fuego enemigo y cazar a la peligrosa MaMa. Quizás lo más interesante de esta visión futurista de Pete Travis (el mismo de Puntos de Vista - un obra de acción que pasó con mas pena que gloria - sea la cuota de realismo externo al edificio. Han pasado unos cuantos siglos, pero seguimos viendo una sociedad que no cambió demasiado de la de hoy en día, excepto por la implementación de los jueces. Las revueltas en la calle parecen tomados de archivos reales Es como que Travis quizo hace un retrato negativo, oscuro, barroco pero real, combinado con densidad dramática del trabajo original. Esta Megacity 1 donde sucede la acción no es muy diferente a la Detroit de Robocop o la San Francisco de Harry Callahan, y de hecho Dredd, por su frialdad y sus movimientos mecánicos, combinados por su respeto por la ley y llevar la justicia al extremo, es una combinación de ambos personajes. Es muy arriesgado y notable la interpretación de Urban, que imposta un acento similar a Clint Eastwood, mientras que toda su expresividad facial se limita al hueco de la boca, ya que nunca le vemos el resto del rostro, protegido por un casco (como sucede en el cómic). Sin embargo, más alla de las reminiscencias futuristas o policiales, se trata de un western a lo Howard Hawks como Rio Bravo o El Dorado, donde un comisario experimentado y rudo debe verse prácticamente solo con todo un pueblo, ayudado por una novata a la que debe entrenar al mismo tiempo (y que solo posee la virtud de tener telepatía, algo que remite a Looper). Por supuesto, que si hablamos de Hawks enseguida entran en el paquete las obras de George Romero, John Carpenter o Walter Hill de los años 70 y 80, especialistas en crear microuniversos muy similares a los de Dredd, con reglas que quedan claras en los primeros minutos de película. El resto se trata de un inteligente juego de gato y ratón con influencias estéticas de los video juegos en primera persona. Travis es un estilista y utiliza la cámara lenta en forma justificada para describir los efectos del “slo”, una droga que hace ver la vida a 1000 cuadros por segundo (o sea, lento). De esta manera también logra generar escenas impresionantes en términos visuales e incluso justifica el uso del 3D. La sangre y la violencia no solamente es gráfica, sino que también le aporta una cuota de gore no demasiado acostumbrada para este tipo de producciones de Hollywood. Pero volviendo al inicio, no solamente Travis tiene los lustros por mejorar Dredd, sino también Alex Garland, el guionista, compañero de Danny Boyle en varias oportunidades. Situando la acción en un espacio determinado y en un tiempo limitado (menos de 24 horas), le permite crear un thriller clásico al mejor estilo Duro de Matar, donde los héroes deben subir niveles hasta llegar a su meta. Posiblemente los buenos resultados del film británico Ataque Extraterrestre o de la obra de culta indonesa, The Raid: Redemption, haya influido para que Garland haya decidido comprimir la historia en un tiempo casi real en un edificio de estas características. A pesar de no contar con actores de gran renombre el elenco es sólido. Olivia Thirlby – la amiga de Juno – rectifica ser una actriz versátil y creíble, aportando humanidad al argumento (e impulsadora de una escena final maravillosa, copia a uno de los mejores westerns de la historia). Por otro lado también es muy sólido lo de Lena Headly, actriz de televisión, que como la villana, logra algo siniestro, pero melancólico al mismo tiempo, gracias a una gama de expresiones sutiles, suficientes para encantar al espectador. Épica, entretenida, cinéfila, esta Dredd, termina siendo una agradable sorpresa gracias a la visión de un guionista y de un director, que se impusieron sobre las fórmulas de Hollywood para respetar el material original y además entender, que no se necesita ser retorcido para dar un producto redondo y efectivo.
Receta para la mejor película de acción del 2012: Agarrar Batman, Robocop, The Raid, Expendables, algo de Tron y una pizca de Matrix. Basarse en uno de los mejores personajes de la historia del Cómic. Olvidar el desastre protagonizado por Sly Stallone. Mezclar. ¡Servir caliente, bien caliente! Sin dudas, Dredd no solo es una gran película de acción, si no que (personalmente) le pelea el título cara a cara a “The Expendables 2”. Le gana por un pelito en profundidad. Expendables tiene la profundidad de un charco de agua, Dredd llega a una pileta de chicos. Que buena sorpresa sentarse en la sala y disfrutar de un 3D excelentemente implementado, una gran fotografía, por momentos sorprendente, un gore sencillamente delicioso, un escenario justo y elegido a la perfección. ¡QUE MENTÓN! Karl Urban, (al menos creemos que es el), interpreta al Juez Dredd en esta segunda adaptación a la pantalla del genial cómic de John Wagner. Y lo hace sencillamente de diez. Su personaje, bien caracterizado, con tintes de Robocop y Batman y aun así, con cierta originalidad, representa a la perfección el espíritu del personaje icónico. Grandote, fuerte, despiadado, incorruptible y tenaz. Todo eso es el Dredd de Urban. Les contaría algo más que suma a su caracterización pero lo considero un semi-spoiler, así que no se los voy a contar. Seguramente, lo van a leer en otro lugar, pero no saldrá de mi boca, ya que es algo que uno como espectador espera toda la película. Genial detalle. La pista esta en el subtítulo de este párrafo. Es todo un guiño al cómic británico, el cual tenía que seguir estas reglas a rajatabla para la caracterización. Otro guiño es la inclusión de la Jueza Andersson, con la cual en la tira original tiene una relación amistosa durante muchos años, y la cual no siempre es tranquila. Tal cual podemos ver en la peli. MONOBLOCK El futuro en Dredd es bien ominoso. Estados Unidos ha sido devastado por la radiación, solo queda UNA sola ciudad “Mega-City One” con 800 millones de habitantes, que en realidad son 5 estados del noreste de Estados Unidos, de Boston a Washington, una sola ciudad sin ningún pedazo de campo. Eso es todo lo que queda. En ella han surgido unos megaedificios que pueden albergar hasta 100.000 personas, llamados City Blocks. Dredd dice que la tasa de crímenes es realmente alta y que solo se puede dar respuesta a un 6% de los llamados al 911. La película, con mucho acierto, no se gasta en explicar quien es Dredd, simplemente lo va dando a entender con la trama de manera fluida. Pero por las dudas les cuento, que en ese futuro no hay sistema judicial ni policiaco, sino que ambos están juntos. Los Jueces, que son como policías implacables, atrapan, juzgan y sentencian en el acto a los “sospechosos”. Listo! Pum! Sin juicios largos, sin abogados, sin fianzas. Si te mandaste una, al Iso cubo! (como en “El Demoledor”). Si te mandaste una grave, el Juez te ejecuta en el momento. La historia arranca cuando al juez Dredd le ponen a una novata tiernita y sin experiencia ayudante, pero con notables habilidades psíquicas. Ok, suena cursi, pero funciona, ya van a ver. Ambos acuden a un llamado de emergencia en un monoblock, en el cual, al querer sacar un sospechoso para interrogatorio, son atrapados por “Ma-Ma”, un capo de la mafia de la droga. Y ahí transcurre la historia, dentro de ese monoblock, dentro de ese mundo. Lo cual es un acierto. Dredd es chica, pequeña, y por momentos asfixiante. Y es un acierto. Ni naves que vuelan, ni explosiones gigantes, nada grandilocuente. Y repito, no puedo enfatizar lo suficiente, cuán acertada fue esta decisión. Le da un approach muy creíble a la historia, en la línea del Batman creíble de Nolan, obviamente salvando las distancias y diferencias (no me linchen por la comparación, che!). Obviamente el objetivo es salir con vida del monoblocky y a pesar de ser sencilla, le cae justa al guión y sobretodo al personaje. SLO-MO La droga distribuida en este mundo es el “Slo-Mo”, acronismo por “Slow Motion”, mejor conocido por nosotros como “cámara lenta”. Esta droga hace que el cerebro crea que todo trascurre al 1% de la velocidad normal. Excusa perfecta para unos cuantos momentos cinemáticos excelentes, donde la fotografía se luce. Una persecución, una caída y un tiroteo bajo ese efecto suman muchísimo a pesar de casi abusar del efecto. Esta tan bien hecho y realizado que no solo no molesta si no que se disfrutan. Una de estas escenas se puede ver en parte en el tráiler de la película. Lo mismo para el 3D, bien aplicado y casi siempre suma, lo cual no es poco en un mundo donde las películas 3D son un desastre. Lamentable punto en contra para la distribuidora, que solo trajo copias en 3D, y ninguna en 2D, olvidándose que hay un 25% de personas a las cuales el 3D las marea o simplemente no les gusta o no les interesa. Una pena. CONCLUSIÓN Dredd 3D es una película de acción autoconsciente de las mejores cosas del género. Cruda, dura, con buena dosis de gore y extrañamente con un approach realista. Sólida desde un guión con poco vuelo pero cerradito. Con actuaciones mas que aceptables, destacándose Urban como Dredd mismo. Un festival visual de violencia y sangre con una excelente fotografía y un gran acercamiento a un personaje de cómic. Dredd aporta novedades a un género dominado por el tedio y los lugares comunes. Y teniendo en cuenta que es una película de acción, es genial y redonda por donde se la mire. Una excelente adaptación de la historieta original, y una gran elección la de contar tan solo un momento en la vida de Dredd. Recordemos que desde que Dredd fue creado en 1977 nunca dejo de ser publicado y su creador lo hizo envejecer en tiempo real, es decir año a año, no como el resto de los personajes convencionales, por lo que hoy tiene mas de 70 años. Un personaje así, es imposible de abarcar en una película, por eso es que elogio tanto la elección de contar tan sólo una anécdota en sus 35 años de existencia. Cuando la vean, van a salir hechos un trapito, van a descargar mucha adrenalina!
Vuelve la Ley La nueva versión del comic juez Dredd vuelve a la pantalla grande luego de la versión protagonizada por Sylvester Stallone en 1995, donde el actor de Rocky se calzaba el traje del personaje. En la historia, ambientada en un futuro post-apocalíptico, el poder lo tienen los jueces, quienes además realizan labores policiales e imparten justicia directamente. Juez, jurado y verdugo. Esta vez el personaje central es el actor de Nueva Zelanda, Karl Urban (visto en El señor de los anillos), quien junto a la joven aprendiz Anderson (Olivia Thirlby) debe luchar contra una banda de narcotraficantes al mando de Ma-Ma (Lena Headey). Al igual que en la reciente La Redada (lanzada en DVD), el grupo policial lucha a brazo partido contra aquellos que se oponen al sistema y se refugian en una suerte de fortaleza de cemento. Con la templanza y valentía de Dredd y el poder psíquico que ella posee, se sumergirán en la Torre más peligrosa de este viejo mundo, en busca de Ma-Ma y su poderosa droga SLO-MO. Con un comienzo vertiginoso, y un desarrollo que transita por la acción con elementos futuristas (por momentos se abusa de la cámara lenta), la película transcurre entre pasillos, puertas blindadas y eternas balaceras que no logran alcanzar al protagonista. Plasmada de manera sangrienta, el realizador Peter Travis plasma en imágenes el espíritu del "comic", superando a su antecesora pero entregando un producto rutinario sin sorpresas. Dredd llegó para implantar la ley y el público será quien la juzgue.
Uno, dos, ultraviolento A lo lejos, en la época de gloria del duro Sly Stallone, se dilapidó la oportunidad de disfrutar la traslación del cómic de Juez Dredd a la pantalla grande. Aquella fue una película más concentrada en la estrella que en la historia o el personaje. Por fortuna el tiempo y el olvido dieron otra oportunidad para hacer justicia. En pleno éxito de las traslaciones de superhéroes era inevitable una nueva versión (y en 3D) de Dredd, y es de la mano del director Pete Travis que llega esta visión desmesurada, violenta y muy gratificante. La historia nos ubica en un futuro donde, luego de una guerra nuclear, la población quedó hacinada en Mega City One, sitio donde la violencia descontrolada hizo necesaria las aparición de los “jueces”, fuerzas de la autoridad que también pueden ser verdugos. Esta es apenas la introducción de Dredd, un film que a mi gusto se convirtió en la mejor traslación de un personaje de cómic de este año. Inclusive por encima de Los Vengadores. No es que sea una mejor película que aquella (aunque no queda lejos) sino que considero que su respeto por la idea original del personaje es superior, aquí no se busca la complacencia de la audiencia a través del guiño cómplice ni hay enemigos irrompibles generados por CGI, esto es hombre contra hombre, pura destrucción de la carne. Dredd (un excelente Karl Urban) es uno de esos jueces del distópico futuro y el director Travis nos manda a la calle a su lado sin preámbulos, otro día en Mega City One. Gran recurso tomar una historia acotada donde no interesa desplegar el origen del personaje sino revelárnoslo a través de sus acciones. Porque es clarísimo, este es un personaje de acción (en más de un sentido) y a eso va. Inclusive la novata a su lado con poderes psíquicos (otro detalle propio del imaginario del fantástico de las historietas, justificado sencillamente en el relato) no se pregunta quien es Dredd, entra a su mundo sin explicaciones, y como ella, nos toca a nosotros descubrirlo. Y es durante esta usual ronda policíaca que deben ir a un rascacielos por el asesinato brutal de tres vendedores de droga, aquí es donde la dupla Dredd - Anderson (la novata) quedara encerrada para enfrentar a la pandilla de Ma-Ma (Lena Headey) que comercializa una droga llamada Slo-Mo. Lo de Headley como la villana es sorprendente, un personaje crudo y directo que sirve como ejemplo de ese futuro tan expedito como despiadado, equilibrando la implacabilidad del personaje Dredd. Las similitudes de la historia con la de la película del 2011 llamada The Raid (dirigida por Gareth Evans) son evidentes. Ambas son operaciones asfixiantes dentro de un rascacielos para detener a un líder mafioso. La estructura del relato también es similar: jefe final en el último piso con la necesidad de superar todos los niveles y enemigos para conformar una formula gamer palpable. Pero lo que ambas comparten principalmente es su amor por lo físico. El film de Evans es más realista y enfocado en el mano a mano, duelos de artes marciales y una entrega muscular por parte de los actores, la Dredd de Travis, apoyada en la ciencia ficción, alcanza un mayor despliegue visual (vía efectos especiales) y un inferior nivel coreográfico. Eso si, entrega una experiencia todavía más extrema (si acaso eso parecía posible) hundiendo el acelerador a fondo para que nada quede en pie, dejándonos tambaleando ante el aplastante nivel de adrenalina desplegado.
La verdad, cunado recibí la info que el famoso cómic británico (creado por John Wagner y Carlos Ezquerra en el 77) iba a tener una nueva versión cinematográfica, no me pareció buena idea. Tenía muy fresco lo mediocre de la anterior y quizás eso no me predisponía a verla. Llegó “Dredd”, Pete Travis se hizo cargo de sacar el proyecto adelante con guión de Alex Garland, y les digo, es un pleno derecho. La historia está ambientada en un futuro apocalíptico. Estados Unidos, ya no existe, ha sido asolado por la radiación y hay una sola ciudad en pie llamada Mega City One. Viven allí 400 millons de personas (!) y desde ya, la ley y el orden tienen serios problemas para ser respetados. Asi es como para abreviar los pasos, el sistema ha creado una figura policíaca tremenda: los “Judges”, imparten justicia inmediata, son expeditivos (nada de papeles y burocracia barata, no, no hay tiempo para eso) y tienen precisas directivas para ejecutar a quien cometa delito alguno (hay otro tipo de condena, que en la película se nombran pero no son las que interesan al espectador). Dredd (Karl Urban) es uno de los más calificados. Una máquina el tipo. Arrancamos con su rutina habitual y un ingrediente extra: le adosan una “aprendiz”, Anderson (Olivia Thrilby), quien ha obtenido notas bajas en la academia, pero le dan la chance de unirse a la fuerza porque tiene poderes parapsiquicos. Primera llamada, de un edificio tremendo de 200 pisos donde las cosas están feas: habrá un homicidio que investigar y cuando se de con los responsables, aparecerá la verdadera tarea (y corazón de la trama), enfrentar a la banda de Ma-Ma (Lena Headey) quien controla en la práctica el lugar (distribuye una droga que hace furor en la gente, la Slo-Mo, que tiene importancia estratégica en la historia) y aisla a los jueces del mundo exterior. O sea, son ellos dos, contra todos. Lo primero que debo decirles, es que la película es intensa, respeta el espíritu del cómic y no vacila un instante en ofrecer generosamente la violencia y acción que el público espera. No esperen actuaciones convincentes (no se si son necesarias, realmente), si generosas dosis de adrenalina en cada encuentro entre la justicia y los criminales. “Dredd” está bien filmada, no da respiro y tiene toda la oscuridad que se reclamaba a la versión de Stallone: encontrarán lo que buscan, sin duda. De más está decir que los fans del género, debería estar felices. Si eligen esta propuesta, la van a pasar de primera. No hay búsquedas filosóficas ni una línea argumental sorprendente, sólo la visión del cómic original puesta en imágenes. Lo cual, les digo, es para no perderse.
La fuerza del diseño Según cuenta la información que circula por el mundo digital, esta nueva versión para la pantalla grande del juez Dredd es mucho más fiel a la historieta original y satisfará a los fanáticos mucho más que aquella que protagonizó Stallone en 1995. Puede ser. El problema es, por supuesto, que en cine la fidelidad no garantiza nada. última de las artes, entretenimiento popular, desde que nació el cine ha tenido que soportar la maldición de ser juzgado por el grado de fidelidad que muestra con las fuentes originales de las cuales vampiriza historias. Antes era la literatura (esa de cuentos y novelas) y ahora son las historietas (esas que ahora la moda nos hace llamar "comics", novelas gráficas o, mejor todavía, "graphic novels"): la obsesión de los puristas no es nunca saber qué tan buena sea la película en sí sino qué tan fielmente refleja aquello que la precedió (en el caso, por supuesto, de que la fuente tuviera un cierto prestigio, y en el siglo XXI las historietas empezaron a tenerlo). Según dicen, entonces, Dredd se parece más a las páginas de las que salió. Como pasó hace no muchas semanas, cuando se estrenó la nueva versión (otra nueva versión) de El vengador del futuro (y en realidad cada vez que se estrena un nuevo tanque), una sensación vuelve a quedar colgando en el aire: el arte de generar imágenes por computadora ha alcanzado tal grado de sutileza que genera por lo menos tres consecuencias recurrentes. Primera: hoy en día se puede mostrar básicamente cualquier cosa en una pantalla de cine (lo cual, según una vieja teoría realista, es más una maldición que una ventaja). Segunda: este arte de generar imágenes de objetos que nunca existieron frente a una cámara es todavía muy caro y, por tanto, cada vez que se lo usa hay que mostrarlo de forma espectacular. Tercera: el grado de desarrollo de estas técnicas es todavía tan nuevo que genera un impacto por su sola existencia y esto deriva en un fetiche de la imagen que termina debilitando la matriz narrativa de las películas (muchas veces, en contra de la misma película, que sigue siendo un ejercicio de género). Para decirlo de una forma más sintética: en el mundo de los tanques digitalizados, el diseño es rey. Hasta cierto punto, Dredd escapa a la maldición del diseño en la medida en la que su trama está muy concentrada en espacio y tiempo. A pesar de la voz en off explicativa del principio y de las panorámicas de la ciudad postapocalíptica, casi toda la película se desarrolla en el interior de una gran torre (que, sin embargo, parece tener el tamaño de una ciudad en sí misma). Es esa concentración la que permite que la película no se derive por las bifurcaciones infinitas que podrían colmar una película de ciencia ficción. Sin embargo, los detalles siguen siendo tantos incluso dentro del edificio gris y deprimente como para que el departamento de arte se luzca. Más allá de ciertos preciosismos visuales (resulta cansador, por ejemplo, cuando se nos muestran una y otra vez los efectos de la nueva droga slo-mo), el 3D está manajedo con cierta discreción y aunque no faltan los detalles ligeramente gore la acción es más o menos funcional a la narración. ¿Por qué, entonces, al final la experiencia de Dredd resulta tan vacía? Posiblemente, porque al realizar esta nueva versión la fidelidad a un tono supuestamente seco de la historieta original termina entregándonos una película que no tiene centro. Resulta sintomática la decisión de que el juez Dredd no se saque nunca el casco en todo el metraje (a diferencia de su compañera, la policía "más humana", que es pura gestualidad sentimental y termina cayendo en la superficialidad): el protagonista de la película termina siendo un casco. El peso icónico del uniforme es innegable y la dureza del personaje queda acentuada, pero el cine, arte de imágenes, necesita algo más que íconos chatos. Puede ser que en una historieta esa decisión rinda bien, pero si en cine transcurridas las tres cuartas partes de la película uno ni siquiera puede distinguir quién es el protagonista, todo se vuelve un poco irrelevante porque no sabemos por qué habría de interesarnos lo que estamos viendo. Sin un verdadero centro humano (y este juez Dredd nunca llega a serlo) toda aventura se desvanece.
Brutal. Agresiva. Sucia. Sangrienta. Todo calificativo obsceno le encaja perfectamente a Dredd, la nueva re-imaginación del popular cómic inglés que nada le tiene que reprochar a la burda e inservible versión del '95 protagonizada por Sylvester Stallone. En este caso, el talento británico del director Pete Travis y el excelente guionista Alex Garland se combinan para generar una película corta en imaginación pero fuerte en impacto visual, que hará las delicias de todos aquellos que busquen una opción bien radical de acción en las salas. ¿Futuro apocalíptico? Presente. ¿Ciudadanos descontrolados? Presente. ¿Drogas de diseño? Presente. ¿Autoridades extremas? Presente. Si bien la trama de Dredd no deslumbra por su originalidad ni por su inteligencia, constituye un buen ejemplo de que, cuando las piezas se ordenan para ofrecer un festín de acción y sangre lineal y bien conducido, no hacen falta más elementos de los que ya uno se sabe de antemano. El férreo e inflexible juez Dredd es encomendado a solucionar un triple homicidio en uno de los edificios-ciudades más hostiles de la zona y debe llevar a su cargo a la novata jueza Cassandra Anderson para una prueba en vivo y en directo. Claro, lo que parece una rutina más en esta castigada ciudad se convertirá en el eje principal de la película, con ambos escalando hasta lo alto del rascacielos Peach Trees para acabar con la sádica Ma-Ma, la dueña del cartel de droga más prolífico de Mega City One. Como si de un videojuego se tratase, el dúo de la Ley deberá llegar hasta la cima, pasando por encima de todos los secuaces enviados a llevar sus cabezas en una bandeja hasta su jefa. Varias secuencias de acción se suceden, en las que la intensidad nunca frena y presentan una violencia inusitada e inesperada también. Dredd no perdona a nadie y la platea sabrá apreciar ese toque de negra ironía que el personaje presenta. El guión de Garland es conciso y se desliza suavemente a la acción, y la dirección de Travis está cargada de adrenalina y se deja ver muy bien -nunca las secuencias a cámara lenta estuvieron más que justificadas que en esta película-, pero el imán es sin duda alguna la interpretación de Karl Urban en el papel del incorruptible Dredd. El personaje nunca se saca el casco en toda la película, pero a Urban le basta con gesticular con la boca y jugar con una voz á lá Clint Eastwood para transmitir toda la potencia que este se merece. Olivia Thirlby se nota muy a gusto como la aguerrida y a la vez vulnerable novata Anderson, quien ayuda en más de una situación con sus extraordinarios poderes psíquicos. También no hay que dejar de lado a Lena Headey, cada vez más en confianza con papeles villanescos, y en esta oportunidad le toca darle vida a la despiadada prostituta Ma-Ma, una mujer de armas tomar (¡y qué armas!). Algo que muchas re-imaginaciones tienen es el hecho de querer crear una mitología expansiva del personaje principal en cuestión; en Dredd eso no sucede, sino que es simplemente un día en la vida del Juez más rudo de la ciudad y nada más. Quizás más adelante se pueda continuar eso, pero como una historia repleta de humor negro y sadismo violento ya sirve para dejar satisfecha a una platea que, cual circo romano, festejará cada chorro de sangre salpicado y cada bala disparada viajando a través de la carne, músculos y masa cerebral. El 3D aumenta mucho la sensación de profundidad y de encierro a la vez, además de extender soberbiamente los efectos de la hermosa pero letal droga Slo-Mo. Dredd es lisa y llanamente un espectáculo visual y presenta una de las películas de acción más violentas del año. Es entrar a la sala, apagar el cerebro y disfrutar de la balacera (en diferentes calibres y tamaños) que presenta el agente de la Ley más justiciero de los últimos años. Un placer sangriento por donde se lo vea.
Violencia en 3D y un futuro desolador Juez, jurado y verdugo de gatillo fácil, Dredd es el "héroe" protegido por el enorme casco que apenas deja ver un tercio de su cara: la boca que emite frases breves, preferentemente monosilábicas en un tono cool que da cuenta de su determinación, su fiereza y su inalterable calma. Estamos en un futuro posapocalíptico, sombrío y desolador, donde 800 millones de personas sobreviven como marginales en las ruinas del mundo que fue o en los gigantescos edificios de una Mega City única que abarca desde Boston hasta Washington. Para muchos, el crimen es la única salida; el poder está en manos de las pandillas más feroces y sólo los llamados jueces intentan poner algún orden en el caos, aplicando las sentencias inapelables de sus juicios sumarísimos. Dredd, proveniente de un cómic inglés, es uno de ellos. Uno incorruptible que no pierde la calma ni cuando está, como en el comienzo, persiguiendo con su supermoto a tres psicóticos, lo que terminará, como puede preverse, en una carnicería, la primera del que probablemente sea (con excepción de algunos truculentos relatos de horror) el film más ultraviolento de los últimos tiempos. Es un inicio vibrante (y prometedor para quienes gustan de este tipo de productos): ya están presentados el protagonista y uno de los elementos clave de la historia: la nueva droga, llamada slo-mo, que se está esparciendo como la peste y cuyas fabricación y distribución están en manos de la banda de una ex prostituta conocida como Ma-Ma. El narcótico produce en el cerebro la ilusión de que el tiempo pasa al uno por ciento de su velocidad real; la villana y los suyos suelen aplicárselo a sus víctimas antes de lanzarlas al vacío, uno de sus métodos favoritos para castigar a traidores y enemigos. Dredd deberá desactivar al maligno clan cuando, junto con una novata con poderes de psíquica a quien debe evaluar durante la tarea, queden encerrados en Peach Trees, la monumental y amurallada construcción de 200 pisos que la perversa Ma-Ma ha hecho su cuartel general. Todo lo que sigue es el clásico juego del gato y el ratón; sólo que las fuerzas son muy desparejas -dos contra centenares, quizá miles- y el armamento, infinito. Hay sobredosis de sangre y de cadáveres. No hace falta decir que para quienes detesten las exhibiciones de violencia -en este caso vistas con demora y detalle gracias al 3D y a los efectos visuales que hacen uso y abuso de la cámara lenta- éste no es un programa recomendable. Los demás, si no reparan en el discutible mensaje y en que a veces el film parece haber consumido slo-mo, podrán apreciar el buen uso del 3D, la cuidada ambientación -un mundo del futuro tan negro que nos hace ver el actual como un paraíso- y el uso de todos los recursos de que el cine dispone para producir impactos visuales y sonoros.
Un robocop suelto en un nido de narcos La cuestionable ideología que representa el (anti)héroe, que al comienzo y al final aclara que el único orden posible es el que impone la policía, queda salvada al mostrárselo como robot humano, una máquina sin razón, moral o sentimiento. El cine de acción parece haber descubierto el valor de los edificios como espacio dramático. En Attack the Block, lanzada meses atrás en DVD con el título Ataque extraterrestre, el monoblock donde vivían los protagonistas, pandilla adolescente marginalizada, era invadido por unos monstruos peludos, caídos desde algún rincón del espacio. En The Raid: Redemption, editada el mes pasado como La redada, la policía indonesa tomaba a sangre, fuego y patada limpia el edificio-cuartel general de un temible mafioso. Ahora sucede algo semejante en Dredd 3D. Como la anterior, la película casi entera –basada en la historieta británica Judge Dredd, que a mediados de los ’90 inspiró la muy poco inspirada película homónima, protagonizada por Stallone– transcurre en una torre cerrada, donde maquinales policías del futuro y narcos despiadados libran su guerra a muerte. Con la diferencia de que ésta tiene 200 pisos, un centro de control inteligente y a partir de determinado momento queda literalmente clausurada, cuando los anfitriones bajan las cortinas metálicas y la convierten en cárcel hermética, de la cual no parece haber escapatoria. Como saben quienes hayan leído la historieta, en el futuro de Dredd a los policías se los llama “jueces”. Condensación de una sociedad que no guarda mucho respeto por la división de poderes, los tipos, motoqueros de casco y armadura, reúnen la potestad de juzgar, sentenciar y castigar, incluyendo la condena a muerte y ejecución express. Recurriendo a un tropo característico del policial, su superior le pide al experimentado juez Dredd (el neocelandés Kart Urban, de cuyo rostro el casco deja sólo a la vista la punta de la nariz y la boca) que salga de patrulla con la novata Cassandra Anderson (Olivia Thirlby, conocida por La doble vida de Juno y la serie de HBO Bored to Death). La chica no tiene ninguna experiencia ni otra condición a la vista. Lo único que parece tener es mucho miedo. Sin embargo, cuenta con una dote que no cualquiera: puede leer la mente de quien sea, como si fuera transparente. Investigando un triple crimen, la blindada pareja irá a parar, como hormigas en un nido de arañas, al rascacielos en el que reina Ma-Ma (la bella Lena Headey, transfigurada y con terrible costurón en la mejilla derecha). Líder de una banda de narcotraficantes, a la hora de matar a alguien Ma-Ma manda despellejarlo primero y tirarlo después desde el piso 200. No sólo eso. Antes de tirarlo, le da una pipa llena de la droga que comercializa, llamada Slo-Mo (abreviatura de slow motion). El efecto de la droga es el que su nombre indica: el que la toma experimenta todo como si fuera mil veces más lento. Caídas al vacío incluidas, claro. Con Dredd y Anderson adentro del edificio, Ma-Ma baja las cortinas y promete un premio para quien se los entregue. Sobre guión de Alex Garland (autor de la novela La playa y del guión de Exterminio), el esquema dramático de Dredd 3D se reduce a eso: la batalla –hecha de tiros y crueldad, pero también de materia gris– del par de hormigas contra el ejército de arañas. Una concisión dramática que se corresponde con la parquedad del héroe, robocop que después de tirar a alguien por el balcón dice “yeah”. También resulta pertinente el diseño visual: a diferencia de la corriente mayoritaria, aquí el 3D del título sirve para algo. Para trabajar los diferentes planos del encuadre, por ejemplo, con variedad de superficies traslúcidas, reflejos y objetos en primer plano. Para darle volumen al scope, con estallidos de cristales y lluvia en copos. Todo ello en ralenti, claro, que para eso sirve el Slo-Mo. De “irrealismo sucio” podría calificarse el planteo visual de Anthony Dod Mantle (brazo derecho de Danny Boyle, desde Exterminio en adelante), consistente en saturar colores (con predominancia de verdes apagados, rojos bermellón y el dorado de los disparos), para luego pasar sobre ellos un barniz turbio, expresión de ese futuro de metal herrumbrado. La película del muy ecléctico Pete Travis (dirigió el drama político irlandés Omagh, el thriller político Puntos de vista y el drama políticamente correcto Endgame) combina la ultradigitalización con un gore que es más visual que visceral. La pátina digital hace que primeros planos de una mejilla estallando en ralenti, una cabeza aplastándose contra el piso o los frecuentes baldazos de sangre parezcan más de videoarte que verdadera violencia física. La cuestionable ideología que representa el (anti)héroe (que al comienzo y al final aclara, en off, que el único orden posible es el que impone la policía) queda salvada al mostrárselo como robot humano, una máquina sin razón, moral o sentimiento.
Dura lex sed Dredd Más de ochocientos millones de personas viven en las ruinas del viejo mundo y en las mega estructuras del nuevo, enormes bloques de hormigón que contienen cientos de miles de personas en propiedad horizontal, con sus propios líderes criminales. Para dominar a semejante población existen los jueces como Dredd, policías, jueces y verdugos constituidos en una única persona. Dredd es implacable, y en esta versión -que no le debe poco a "Robocop"- debe instruir a una nueva juez, una novata con pocas aptitudes pero poseedora de un extraño poder psíquico que puede ser de ayuda en algunos casos. Es durante un operativo de rutina que Dredd y su compañera son víctimas de una trampa de Ma-Ma, impiadosa y cruel líder de una pandilla de asesinos y narcotraficantes que desea dominar Mega City. Desde el inicio, el filme no da respiro. La atmósfera es asfixiante, sórdida y como mandan los cánones del género, los conflictos se suceden para mantener la tensión y subir el ritmo hasta llegar al clímax del relato. El director Pete Travis consigue algunas secuencias memorables al representar los efectos del Slo-Mo -droga creada por Ma-Ma- con la acción más violenta. Notable es el trabajo de arte para representar la mega estructura donde transcurre la acción, y para adaptar al cine a este personaje de cómic que con menos acierto representó Sylvester Stallone hace casi veinte años.
Sombría, brutal, violenta, como el cómic que le dio origen: un mundo hipercontrolado por guardianes capaces de ejecutar sin dudar sus propias sentencias sumarias. Luchan contra una organización que maneja el tráfico de drogas y es tan poderosa como el Estado. Una chica con poderes psíquicos le pone una cuota misteriosa. Fanáticos del género, de parabienes. Los demás, abstenerse.
La Ley La Ciencia Ficción es, definitivamente, un género inestable. Y cuando parece desfallecer lánguidamente emergen piezas como Dredd (Dredd 3D, 2012) y en sentido contrario arremeten contra sus hermanas indecorosas en un hermoso acto destructivo y fundacional al mismo tiempo. Futuro cercano. La región previamente ocupada por Estados Unidos se convierte, gracias a la radiación, en un páramo inhabitable con una enorme ciudad que todavía resiste: Mega City One. Quienes se encargan de preservar el orden en esta ciudad corrupta son los denominados jueces, que al mismo tiempo son jurados y verdugos de todos los infractores. El estándar de todos ellos es Joseph Dredd (un Karl Urban admirable), quien patrullando las calles recibirá un llamado convocándolo a Peach Trees, un edificio residencial gigante bajo el control de la criminal más despiadada: Ma-Ma (Lena Headey). Sobre el Juez Dredd existen, incluyendo a esta, dos adaptaciones cinematográficas. La primera es de 1995 y es mala. No nefasta como los fanáticos empedernidos propugnaron. Simplemente mala. Narrativamente precaria, mutilada e inconclusa. Con una ambientación que constaba de un ensamblaje insulso con distintos artilugios de otras películas de ciencia ficción futurista. Como el juez, Sylvester Stallone en la peor interpretación de su carrera. Con un nivel absurdo de teatralidad e impostación. Un autómata vacuo y contradictorio con un código moral ambiguo y carente de cohesión. Dredd es una película diferente. Esgrime incansablemente la antítesis en diversos aspectos. Si bien diferenciarse de su predecesora en una industria de fórmulas preestablecidas que priorizan a lo comercialmente redituable es un mérito por sí mismo, ir radicalmente en contra es una manifestación de firmeza y osadía. La escena inicial, con una voz en off facilitando una introducción a la historia, es muy similar a la empleada en el film anterior. Detalle desalentador que casi inmediatamente se ve ensombrecido por la incandescente brutalidad que emana su contexto durante todo el transcurso del argumento. Indiscriminadamente y sin ningún tipo de reparos. Dredd es ultra violenta. Es la adaptación de un comic más explícita jamás realizada. Atacar contra este aspecto es inútil. Primero porque está maravillosamente elaborado. Segundo porque es simbólico. En un mundo cruel y deshumanizado la agresión se mecaniza y se abre paso para insertarse calamitosamente en el seno de lo cotidiano. En consecuencia y con el objetivo de contrarrestar esa naturaleza atroz y lacerante emerge Dredd para propagar su propio sentido de justicia. Yo soy la ley, afirma de manera recurrente y es en esa declaración taxativa en donde se concentra toda la vehemencia de su personalidad. Dredd, en su inalterable repartición de justicia, es impávido, letal e inescrupuloso. La violencia intrínseca en sus métodos es un fenómeno necesario de adaptación y el estoicismo con el cual imparte su jurisprudencia es únicamente un reflejo de sus convicciones. Por momentos Dredd logra la atmósfera absorbente de Blade Runner (1982), el ritmo de Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979) para luego, súbitamente y sin tiempo para digerir la transición, adoptar la belleza onírica de Brasil (Brazil, 1985). Es tan ponderable en su totalidad como en la suma de sus partes. Es, fundamentalmente, una paliza a los sentidos.
Una de las grandes injusticias cinematográficas de este 2012. Es una lástima que este film haya resultado un fracaso comercial y se complique de esta manera la posibilidad de volver a disfrutar de este gran antihéroe en la pantalla grande. Dredd es una excelente adaptación cinematográfica de un ícono absoluto del cómic inglés (más información en este link) que redime el mamarracho que se hizo en 1995 con Sylvester Stallone. Judge Dredd no es un personaje precisamente popular, inclusive entre los fanáticos de cómics, si bien tiene su base de fans en todo el mundo que permitió que el justiciero de Mega City Uno se mantenga vigente desde 1977. La clave del éxito de este film para mi residió en que el director Pete Travis se esforzó por hacer una película que capturara de la mejor manera posible el espíritu de la historieta. A diferencia de otras producciones de este estilo, en este caso el guionista principal de la revista de Dredd y uno de sus creadores, John Wagner, trabajó como consultor de esta producción y eso fue muy importante también para que se brindara la representación más fiel del juez en la pantalla grande. En este caso no optaron por narrar una historia de origen o una aventura épica sino un conflicto muy sencillo que tranquilamente podríamos encontrar en los libros que recopilan historias cortas de Dredd. El director Travis hizo un gran trabajo con la reconstrucción del mundo en el que habita este personaje y la acción está claramente en sintonía con las cosas que se ven en el cómic. El uso de la cámara lenta y la manera en desarrollaron un par de secuencias en que podemos ver lo que sienten los personajes bajos los efectos de una droga son magníficas y en el formato 3D se ven alucinantes, pese a que la situaciones que se retratan no son agradables. Un problema que siempre presentó Dredd en el cine es el hecho que el personaje nunca se quita el casco en las historias. El rostro del juez es un misterio y esto para los actores de Hollywood que suelen tener un ego elevado era un grave inconveniente. En su momento Arnold Schwarzenegger rechazó el papel por esta cuestión y Stallone aceptó el rol a cambio de que no tuviera que usar todo el tiempo el casco, algo que generó muchas críticas entre los seguidores del juez. Por consiguiente, es menester destacar la excelente labor de Karl Urban quien se bancó el tema del casco como los dioses y brindó una gran interpretación de Dredd. Como menciono en la nota del cómic, Judge Dredd en esencia es Harry, el sucio en el futuro. Urban trabajó claramente este concepto en su actuación e inclusive habla como lo hacía Clint Eastwood en la saga del policía de San Francisco. Una imitación que no es casualidad. Algo que se le podría objetar al film es que la trama carece de esa sátira hacia las corporaciones y el totalitarismo que sobresale en las historietas. Sin embargo, por la trama que decidieron contar los productores la verdad es que tampoco tenían mucho espacio para hacerlo ya que el film se enfoca principalmente en la acción. También hay que decirlo, no todas las historias de Dredd tienen comentario social y algunas, como el argumento de este film, sólo se concentran en los tiroteos y la aventura. Lo más importante de todo es que sin ser perfecta la nueva producción le hace justicia a este gran cómic que contaba con un antecedente cinematográfico lamentable. Este es el verdadero Judge Dredd. Me encantó esta película y definitivamente la recomiendo.
Creado por el escritor John Wagner y por el dibujante Carlos Ezquerra en 1977 para la revista de comics británica 2000AD, el juez Dredd llega nuevamente al cine. Tras una fallida, desastroza (comparándola con ésta a la distancia, claro) y diría hasta ridícula primera adaptación dirigida por Danny Cannon en 1995 (protagonizada por Sylvester Stallone, Armand Assante, Diane Lane y Rob Schneider), esta excelente versión a cargo del director Pete Travis ("Puntos de Vista", 2008) supera ampliamente a su predecesora. El escritor Alex Garland (conocido por sus trabajos como guionista en "La Playa" -basada en su propia novela-, "Exterminio" y "Nunca me Abandones") desarrolló un libreto muy leal al concepto original del comic que, ambientado en un futuro no muy lejano, cuenta la historia de Dredd (interpretado magníficamente por Karl Urban), uno de los numerosos agentes de la ley que tiene la autoridad para actuar de juez, jurado y ejecutor y así imponer el orden dentro de una ciudad corrupta y signada por el caos, ya que los Estados Unidos se ha convertido en un páramo asolado por la radiación con una gran megalópolis que se extiende a lo largo de su costa este: Mega City One. La película toma lugar precisamente en esta urbe totalmente rodeada de muros y con un look muy "cyberpunk" (similar al de "Blade Runner" o "El Vengador del Futuro") repleta de potenciales infractores y delincuentes; y en la que una nueva y potente droga que altera la realidad, llamada SLO-MO, está sumando cada vez más adictos. Patrullando la ciudad junto a Cassandra Anderson (Olivia Thrilby), una juez novata dotada de grandes habilidades psíquicas a quien Dredd debe supervisar y evaluar, el protagonista, un hombre de pocas palabras y dedicado por entero a hacer cumplir la ley, se dispone a investigar un homicidio en un peligroso mega-rascacielos, un suburbio vertical de 200 pisos de altura controlado por la despiadada Ma-Ma (una genial composición de personaje de la actriz Lena Headley), líder del clan que trafica la mencionada sustancia que hace que el cerebro funcione al 1 por ciento de su velocidad normal. Pero al intentar arrestar a uno de sus principales secuaces, la malvada de turno ordena cazar al par de jueces, quienes atrapados en una brutal e implacable lucha por la supervivencia, se verán obligados a impartir una justicia extrema dentro de un edificio sitiado. Sin dudas, la película -una de las pocas que logra el uso justificado del 3D- presenta de maravilla la utilización de esta tecnologia, principalmente para mostrar los efectos de enlentecimiento que provoca el SLO-MO. Hiper violenta y explícita de principio a fin, "Dredd 3D" revindica a este personaje de la ciencia ficción que se merecía una adaptación que le hiciera justicia.
Ese desenfado que tiene el cómic En la década de 1970, la historieta británica necesitaba un vuelo diferente y el inglés John Wagner y el dibujante español Carlos Ezquerra crearon "Juez Dredd", una conocida serie de historietas que tiene por héroe principal al popular juez Dredd, que en ese futuro del que se nos habla, es a la vez juez, policía, ejecutor y jurado. En esta nueva adaptación, más afín a su esencia, el cómic; Dredd (Karl Urban), habitante de la superpoblada y violenta Megacity (Boston y Nueva York juntas en una atmósfera a lo "Blade Runner"), tiene una misión para cumplir: derrotar a la mafia de narcotraficantes que trabajan con "Slo-Mo", una droga que tiene el poder de transformar la realidad. Y atención que los narcos se agrupan bajo el poder de una jefa, de nombre exótico, como si la hubiera bautizado García Márquez, Madeline Madrigal (Lena Headey), a la que le dicen Ma-Ma. PODER TELEPATICO Pero Dredd, con Anderson (Olivia Thirlby), su compañera "superpoderosa" de poderes telepáticos, será capaz de todo. La película de Pete Travis, tiene el vuelo de su guionista Alex Garland que diagrama con astucia la psicología de su protagonista, un señor al que no se le ve el rostro, favoreciendo el misterio que da el ocultamiento, porque Juez Dredd, es como una suerte de paladín ejecutor en un mundo de caos. A pesar de no contar con gran presupuesto, Dredd está creativamente realizada, con impactantes efectos especiales, realzadas por el 3D, una buena utilización del "ralenti" y una impresionante recreación de una suerte de megalópolis, que mezcla la miseria, el cemento y los rascacielos con música sideral y un constante consumo de droga que va mutando la visión. Alucinada, con buenas escenas de conjunto, gran violencia como la mayorías de las producciones recientemente estrenadas, "Dredd 3D" se ve con interés y se disfruta de Karl Urban (Juez Dredd), muy bien en su papel, Olivia Thirlby (Anderson), una suerte de Milla Jovovic más joven y la musculosa Lena Headey, en el papel de la temible Ma-Ma, que recuerda a la Sigourney Weaver de la primera época de "Alien".
Juez, jurado y verdugo. Es el futuro, y las calles de Mega City One están repletas de suciedad y sangre. La metrópolis, mayor refugio de lo que queda de Estados Unidos tras el arrasamiento nuclear, sirve de hogar a cientos de millones de personas, quienes cada día tienen que aguantar el aumento de la pobreza y, especialmente, del crimen. Por eso, ha surgido un nuevo tipo de ley: la de los Jueces, que se dedican a fallar, sentenciar y ejecutar a los delincuentes. El Juez más conocido, respetado y temido de todos es Dredd (Karl Urban), quien es asignado con probar a Cassandra Anderson (Olivia Thirlby), una joven aspirante al trabajo que, si bien no tiene las cualidades necesarias, posee habilidades especiales. Para testearla, van a investigar un triple asesinato en un gigantesco edificio de 200 pisos, una pequeña ciudad para la gente sin muchos recursos. Lo que ellos no saben es que ese es el centro de la operación dirigida por la brutal Ma-Ma (Lena Headey), que maneja la distribución de la droga más adictiva del momento, Slo-Mo, una sustancia que permite percibir las cosas al uno por ciento del tiempo normal. Temiendo que la vayan a descubrir, Ma-Ma decide encerrar a los Jueces en el edificio y ordenar sus muertes. Ahora, Dredd y Anderson tendrán que luchar con todo lo que tienen para sobrevivir el ataque de Ma-Ma, terminar la misión e impartir justicia extrema. Ese es el conflicto en el centro de Dredd 3D (2012), una nueva adaptación cinematográfica de la historieta creada por John Wagner y Carlos Ezquerra. El personaje ya había pasado antes por la pantalla grande, en la lamentable producción de 1995 estelarizada por Sylvester Stallone, Rob Schneider y Max Von Sydow. En esta oportunidad, los responsables detrás de todo son el director Pete Travis (realizador más conocido por haber hecho Puntos de vista, un film de acción con influencias de Rashomon) y el guionista Alex Garland (quien también escribió Exterminio y Sunshine: Alerta solar), quienes logran crear un universo lleno de vida propia, en el cual la miseria y la inmundicia dominan la vida de la población. Pero lo que hace que el mundo de Mega City One se destaque por sobre otros es la forma en la que se glorifica la violencia, tanto por los criminales como por la supuesta ley, que la emplea de una forma mucho más excesiva: cabezas explotan, cuerpos arden en llamas, y gente inocente es baleada, atropellada y aplastada. Esto, sumado a la enriquecida mirada de Garland (sagaz en su humor oscuro) y el muy buen estilo visual de Travis (cuyo estilo veloz y brutal brilla, en particular durante las escenas de tiroteos y del uso de Slo-Mo, que justifican la entrada en 3D) crea una obra cautivante en su presentación. Igualmente, esta historia no se sostendría sin un buen protagonista, y Karl Urban logra cumplir el trabajo, sabiendo interpretar a un hombre autoritario, planeador y letal, que ya ha visto todo, y para el cual la situación infernal que lo confronta es solo parte de otro día de trabajo; una tarea complicada, en especial si se considera que el hombre actúa con la mitad inferior de su rostro (como en los comics, Dredd nunca se saca su casco). Acompañándolo, Olivia Thirlby le otorga el corazón y la emoción necesaria a la película, mostrando a una persona conflictuada que se cuestiona sobre los métodos del sistema al que trata de unirse. Mientras tanto, Lena Headey hace un decente trabajo haciendo de la líder criminal que domina con un puño de hierro a la ciudad, aunque su personaje es algo débil, fallando en resultar una verdadera amenaza y perjudicando la tensión del film. Violenta, oscura, enriquecida y adictiva en su ejecución, Dredd está entre las mejores (y más sangrientas) películas de acción del año. Con un muy buen elenco, una exhibición dura y cínica del futuro y una buena explotación de los aspectos técnicos, Travis y Garland le hacen justicia al personaje de las viñetas.
“Dredd”: contundente aventura futurista «El Juez Dredd» es un comic de culto en Inglaterra desde fines de los 70 y, si bien en la Argentina es conocido básicamente por la excelente película con Sylvester Stallone de 1993 (donde también actuaban Max Von Sydow y Rob Schneider), el personaje ha perdurado y aquí hay una nueva versión que aprovecha al máximo el 3D y tiene toda la violencia que necesita una historia sobre este contundente personaje. Es que Dredd es una especie de versión posapocalíptica del «Juez del patíbulo» del lejano Oeste alguna vez filmado por John Huston. Dredd es policía, juez, jurado y verdugo, rara vez se saca el casco -aquí lo tiene puesto más de media película- y tiene una debilidad por volar cosas en mil pedazos. En este film hay un foco muy importante en el diseño de ese futuro desolador, al que el guión vuelve aún más oscuro por encerrar la acción en un solo edificio, lo que seguramente debe haber vuelto un poco más aceptables los costos de producción. Y, por otro lado, acentúa la tensión recurriendo a la estrategia del John Carpenter de «Asalto al precinto 13» (es increíble lo influyente que ha sido esta película clase B a lo largo de las décadas). El resultado de todo esto es un Juez Dredd más oscuro, bastante sangriento -tal como se espera del comic original- un poco más serio, con limitado sentido del humor y muy buenas escenas 3D, que se aprecian especialmente durante las escenas del consumo de la droga contra la que lucha el protagonista, generando figuras caleidoscópicas muy bonitas que tal vez estén contrariando el mensaje que quiere dar el Juez. En síntesis, éste es un muy buen film futurista que ningún fan del género debería dejar de ver.
Futurismo que reniega del pasado El cine nunca se había tomado demasiado en serio a los personajes de historietas. La idea de un vigilante en calzas y antifaz tampoco demanda una adaptación pomposa. Pero cuando Christopher Nolan se desentendió de las lúdicas fantochadas de Jack Nicholson y se encargó de transformarlas en el oscurísimo Guasón de Heath Ledger, todo parece haber cambiado para siempre. Dredd 3D poco tiene en común con aquella versión protagonizada por Sly Stallone en los 90. Al juez interpretado por Karl Urban ( El señor de los anillos y Star Trek ) le alcanza con mantener su rostro oculto debajo de un casco toda la película para acercarse más al espíritu del cómic británico. Pero la adaptación escrita por el novelista Alex Garland ( La playa ) y dirigida por Pete Travis ( Puntos de vista ) esquiva el sentido del humor original en esta historia demasiado parecida a la indonesa La redad a. El juez Dredd y su novata compañera, la telépata Anderson, investigan un triple homicidio en un gigantesco edificio donde se junta lo peor de la ciudad post apocalíptica Mega-City One. Enseguida detienen al responsable, pero quedan confinados dentro del edificio. Los jueces aprovechan para recorrer el edificio y, como si se tratara de un videojuego, enfrentarse al clan de Ma-Ma, que inundó el lugar con una peligrosa droga que hace sentir al mundo en cámara lenta. Esos viajes ralentizados de los consumidores suelen estar seguidos de muertes con una brutalidad descomunal. La posición sobre las drogas de esta película protagonizada por un personaje que concentra los poderes de policía, juez y verdugo no es amoral. La condena es inmediata. Pero son esos momentos los que permiten que Dredd 3D respire y se aleje de esa solemnidad avasallante. La frialdad de una paleta repleta de tonos pálidos desaparece ante cada flash de drogadicción, siempre llenos de brillo tridimensional y colores saturados, y el sentido lúdico de los asesinatos tras el consumo poco tiene que ver con la automatización que afecta al resto de la película. Esta mirada futurista de Dredd 3D reniega demasiado de su traumático pasado. Y así es muy difícil que el presente sea saludable.
Justicia por mano propia Probablemente los fanáticos del juez Dredd de las historietas se sientan un poco menos desilusionados con esta nueva adaptación a la pantalla grande que con la fallida versión de Sylvester Stallone allá por 1995. Con menos de la mitad del presupuesto que su predecesora pero con mucha más sangre, el filme llega en medio de una ola de películas futuristas a la que logra surfear, aunque sin lucirse demasiado. Con una breve introducción para ubicar a los espectadores más desprevenidos, y sin profundizar demasiado en el origen de los (malos) tiempos, la historia comienza de lleno con la acción y no da respiro hasta el final. En un futuro no muy lejano, Norteamérica se encuentra azotada por la radiación y cientos de millones de personas sobreviven en medio del caos y la violencia. En una urbe que contiene a tantas familias de trabajadores como malhechores y asesinos se pueda imaginar, existe un grupo de agentes entrenadísimos dispuestos a impartir la ley en las calles: los jueces. Con la múltiple función de atrapar, juzgar y finiquitar cada caso, estos personajes recorren la ciudad con sus trajes y cascos al mejor estilo Robocop. Así, una juez novata (una correcta Olivia Thirlby) y el legendario Dredd, compuesto por Karl Urban (o más bien por su mandíbula, que es lo único que muestra a lo largo del filme) llegan a un superpoblado rascacielos de 200 pisos controlado por la villana Ma-ma, interpretada por Lena Headey (la misma que encarnó a la también malvada Cersei Lannister en la serie Juegos de Tronos). Como si de los niveles de un videojuego se tratara, piso a piso la dupla de jueces irá acumulando cadáveres y desparramando sangre y visceras en generosas proporciones, con el fin de llegar a la cima y hacer justicia. Aunque por momentos se torna reiterativa y monótona, la película mantiene en vilo al espectador y logra impactar con las imágenes más violentas, donde los sesos de un hombre en el piso será tan sólo el comienzo. Apta para el combo de pochoclo y gaseosa, la nuevo Dredd se lleva especialmente bien con la tecnología en 3D, que se luce al máximo en las acertadas (aunque quizá demasiadas) escenas en cámara ultra lenta.
Acción y ciencia ficción con todas las de la ley Dirigido por Pete Travis, este film en 3D, basado en un cómic inglés, tiene una estética original con un guión puro y con claridad expositiva propia del cine clase B. Una pequeña gran película para no dejar de ver en cines. Son tiempos complejos para la ciencia ficción. En momentos en que el género se pierde –una vez más– en las posibilidades tecnológicas que hoy dan los efectos digitales, de tanto en tanto es un alivio encontrarse con un film directo, duro, que no se aleje de la narración y la historia central que quiere contar. Coherente con el personaje, la película Dredd simplifica y va directo al grano. Basado en el famoso cómic inglés, Dredd tiene a su favor que la versión anterior que se hizo para cine era bastante decepcionante. Algunos pensarán que estamos frente a una remake o que hay que conocer la historieta para comprender la lógica del personaje. Nada de eso. Estamos frente a un film de acción y ciencia ficción hecho y derecho. Capaz de concebir una estética lo suficientemente artística y original como para que no haya tampoco que plantear todo en términos de realismo o verosimilitud. A esto se le suma un uso del 3D verdaderamente logrado y, en consecuencia, justificado. En lo visual, sin duda la película es memorable, y en cuanto al guión, tiene la pureza y la claridad expositiva del cine clase B. Aclarando, para el que aún no lo sepa, que clase B bien entendido es un elogio. Si la sequedad del personaje policía-juez se hace extensivo a la historia, toda la trama de las drogas y su efecto es lo que les abre la puerta a la lógica y el armado visual de gran parte del film. Así que no hay que plantearse Dredd en términos de película pequeña, sino en términos de película pura. La mandíbula cuadrada del actor neozelandés Karl Urban permite darle al personaje del juez Dredd (cuyo casco tapa la mitad del rostro) la fisonomía de héroe duro y sin concesiones. Con clara inspiración en Clint Eastwood, por cierto. Y una gran actriz de la talla de Lena Headey, como Ma-Ma, la villana del film, es otro personaje completamente logrado. No es muy alentador que este relato oscuro y perturbador haya fracasado estrepitosamente en la taquilla norteamericana. Y aunque está bien que eso nos salva de cualquier idea de secuela, habla muy mal de cómo los espectadores hoy se enfrentan a una película buena, sólida y directa. Tal vez no es el más complejo y profundo de los films, pero sí una pequeña gran película que no hay que dejar pasar. «
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Bueno, en el futuro los policías son también jueces y ejecutores. Esta historieta que comenzó satírica y tuvo su versión con Sylvester Stallone hace más de una década y media aquí está realizada con más tecnología, directamente en 3D y con un mayor respeto por el sarcasmo del original. Aún así, no alcanza con su parafernalia visual para que nos interese de algún modo este juguete lujoso e hiperviolento que incluso carece de secuencias de acción medianamente creativas.
Exceso de sangre La radiación amenaza Norteamérica. Hay 17 mil crímenes por día en la ciudad Mega City One, una metrópoli con 400 millones de personas y donde los jueces son los únicos encargados de hacer justicia. Dredd (Karl Urban) es uno de los legendarios jueces, usa una máscara que jamás deja ver su rostro y se expresa con monosílabos. En una misión de rutina, Dredd junto a la novata psíquica Cassandra Anderson (Olivia Thrilby) entran en un magno edificio para capturar a la jefa de una organización criminal que trafica estupefacientes y autora de numerosos crímenes en los últimos días. Se trata de la criminal más temida y ex prostituta “Ma-ma” (Lena Headley) que tratará durante los 98 minutos que dura el filme, de matar a los dos jueces que quieren atraparla. En pos de la supervivencia, los jueces imparten justicia, matando al que se interponga en su camino. Así, mueren inocentes, niños, familias enteras. Y todos sucede dentro de un edificio hermético de más de 200 pisos donde no puede entrar ni salir nadie. Una película sólo apta para los amantes de la sangre, los tiros y la muerte en extremo.
A veces correcto no es sinónimo de excitante, y eso es lo que ocurre con Dredd, la nueva adaptación del comic británico de culto que tuviera una espantosa primera aproximación cinematográfica con Sly Stallone & co en 1995. La versión 2012 está a años luz de aquella pavada y, aunque es muchisimo más fiel al comic de lo que uno podría esperar, tampoco se transforma en la experiencia cinematográfica visceral que debería haber sido. Da la impresión que algo se perdió en la traslación, y termina resultando un filme de acción más, sin nada que lo distinga demasiado. Dredd abreva directamente en la historieta homónima, la cual apareció en la revista inglesa 2000 AD en 1977, y que pronto se transformó en un ícono de la cultura popular británica. La tira ha estado publicándose de manera ininterrumpida hasta el día de hoy, demostrando la riqueza de ideas del universo que ha pintado y la fascinación del público por el personaje. Ciertamente los setentas eran años turbulentos, marcados por crisis económicas y el endurecimiento de la guerra fría, amén de la proliferación del crimen organizado en sus múltiples ramas. Vale decir, era una época propicia para el surgimiento de reaccionarios y pro fascistas, algo que derivaría en la aparición de vengadores anónimos, policías cargados con magnums enormes, y superhéroes devenidos en verdugos con superpoderes. En tal sentido Judge Dredd apareció como una sátira a dicho movimiento, un individuo monosilábico y letal, un sicópata cuyo único propósito en la vida era el cumplimiento a rajatabla de las brutales leyes impuestas en el escenario que le tocaba jugar. Por supuesto Juez Dredd terminó siendo influencial... y es posible que dicha influencia termine por jugarle en contra el filme de Pete Travis. Basta que pasen unos minutos de proyección para que uno sienta que está asistiendo a una especie de secuela de Robocop. Malos muy malos tatuados y/o llenos de cicatrices; gente hacinada en ciudades futuristas; una población infectada por drogas experimentales creadas por implacables organizaciones criminales; corrupción por donde se la mire, y oficiales de la ley partidarios de disparar primero y preguntar después. Omitan el robótico renacer de Alex Murphy y verán que Robocop y Dredd son primos demasiado cercanos, compartiendo incluso su carencia de emociones, sus sensacionales chiches para disparar balas y su brillante casco. Eso no quita que el filme en sí no sea bueno, pero a uno le queda una sensación de deja vu. Más concretamente, uno podría decir que esto es Robocop suelto en la torre Nakatomi (la de Duro de Matar). El tipo tiene 4 balas, no puede salir de ahi y tiene que exterminar a todo un ejército de malosos. Como el comienzo es bastante expeditivo - una persecución, un par de diálogos, y ya estamos dentro del interior de la gigantesca torre en donde va a ocurrir todo -, jamás tenemos tiempo de conocer a Dredd, o de sentir algo por él. Al menos el libreto - de Alex Garland (28 Dias Después, Sunshine), habitual colaborador de Danny Boyle, y fan de toda la vida del comic - debería haber trazado unas pinceladas gruesas y brutales como para darle más personalidad al protagonista y, sobre todo, brindarle la oportunidad de impresionar al público. La persecución del inicio está ok, pero creo que se precisaba la mano de un especialista en carnicerías - tipo Paul Verhoeven... y seguimos con las coincidencias con Robocop - para que la gente se quedara con la boca abierta y sintiera respeto por un personaje tan estoico y cerrado. Y ése es un problema del libreto, no de Karl Urban - quien está más que bien para el papel que le dieron en suerte -. Una vez dentro del gigantesco condominio - que es en realidad una pequeña ciudad de 200 pisos de alto y que se clausura de manera impenetrable con unos postigos gigantes de cemento - esta gente se limita a disparar y correr. Hay alguna que otra secuencia de acción buena pero todo es demasiado repetitivo y oscuro, restringido a los largos pasillos del edificio. Otra vez, piensen que Robocop está perdido en un nivel de Doom u otro video juego similar. Quizás lo más interesante del filme pase por la novata que acompaña a Dredd, y que es la única que se comporta como un ser humano. Es una chica que puede leer la mente, y su habilidad le saca las papas del fuego más de una vez al estoico protagonista. Hay un par de momentos en donde la muchacha mete la pata - casi de manera letal - o que se mete en situaciones peleadas con la moral, pero el libreto las pone como una anécdota en vez de explorarlas a fondo. Porque a veces las ejecuciones sumarísimas terminan resultando castigos excesivos a individuos que ya tienen una familia armada. Dredd es correcta, ni más ni menos. El protagonista no luce pero tampoco desentona, la villana tampoco deja una impresión duradera, las balaceras están ok sin ser memorables... Me parece que podrían haber hecho algo mejor con la historia de un verdugo de la ley suelto en una ciudad post apocaliptica y saturada de corrupción. Así como está es genérica y pasable, pero no una aventura por la cual uno quede tan entusiasmado que clame a gritos por el rodaje de su secuela.
Un día en el futuro La primera adaptación al cine del cómic Judge Dredd (conocida en la Argentina como El juez), era una gran parafernalia de colores, explosiones, autos voladores, trajes vistosos, músculos y frases altisonantes de Sylvester Stallone. Típico producto de la herencia irreflexiva de Blade runner, terminaba siendo una parodia de la historia de base, casi para ver drogado con los amigos, gritando bien fuerte “¡I am the law!”. Esta nueva versión debía hacerse cargo de esa herencia maldita y lo hace con creces, imprimiéndole un fuerte giro estético y narrativo a su relato. Dredd toma indudablemente como punto de partida la premisa y el marco visual de la historieta, trazando una ciudad futurista situada en el medio de un inmenso paraje destrozado por la radiación. Este enorme emplazamiento urbano, Mega City One, tiene 800 millones de habitantes, todos apretados y tratando de sobrevivir en las violentas calles de la forma que sea. En este ámbito, sólo los jueces -quienes poseen el poder combinado de juez, jurado e instantáneo verdugo- aparecen como una mínima garantía de orden, aunque el crimen los sobrepasa. Sin embargo, tanto desde el guión de Alex Garland (con dos muy buenos créditos en Exterminio y Sunshine-alerta solar) como desde la dirección de Pete Travis (quien levanta bastante respecto a la decepcionante Puntos de vista) hay una búsqueda que sigue la línea de films como Niños del hombre y Sector 9, donde el futuro que se muestra en pantalla apenas si ha extremado características ya presentes en la actualidad. La Mega City One donde Dredd se siente en su salsa combina ciertos elementos futuristas con los paisajes más decadentes y asfixiantes propios de ciudades como Los Angeles, México DF o San Pablo, sólo por citar algunas. La construcción audiovisual del film es cruda, áspera, con una fotografía granulada, alejándose definitivamente de la vistosidad. Además, Dredd aplica al género de la ciencia ficción distópica dos variables interrelacionadas ya presentes en los cines de Michael Mann, Christopher Nolan o Paul Greengrass, en películas como Miami Vice, Batman: el caballero de la noche o En la ciudad de las tormentas. Nos referimos, en primera instancia, a la concepción del profesionalismo como lo único que puede salvar a los individuos frente a los mundos despiadados en que se manejan. En segunda instancia, a cómo ese mismo profesionalismo no garantiza en lo más mínimo que puedan hacer una diferencia significativa en la sociedad. De hecho, lo que vemos es apenas un día en la vida del Juez Dredd, una porción del tiempo de su existencia, donde debe hacer de tutor de una jueza recién graduada en la que los altos mandos tienen bastantes esperanzas, ya que posee poderes telepáticos. Un operativo se complicará y ambos se verán inmersos en una batalla a muerte con un poderoso grupo criminal que controla el tráfico de una nueva droga llamada SLO-MO. Termine como termine todo al final del día, la diferencia no será mucha: la ciudad seguirá siendo terriblemente violenta, el caos continuará reinando, la esperanza permanecerá ausente. De este modo, asimismo, se disuelve el potencial discurso fascista de la trama, cuando esa pulsión por la justicia a cualquier precio se revela como absolutamente infructuosa. Un último aspecto interesante de Dredd es la forma en que el foco de atención se desvía del personaje del título para centrarse más que nada en la recluta Anderson, que tras una superficie frágil esconde una gran fortaleza, actuando a la vez en numerosos pasajes como observadora, narradora e incluso protagonista de las acciones. No menos importante es el peso del villano, que en realidad es villana: Ma-Ma es la pesadilla de todo machista, con su actitud despiadada a la hora de decidir sobre la vida y la muerte de los habitantes del territorio que domina y su suficiencia para darle órdenes o reprender a subordinados que aparentan ser mucho más fuertes que ella. Ambas mujeres son como las caras de la misma moneda, y hasta en ocasiones se fusionan en el mismo rostro. El film se resiente bastante al quedar desbalanceada en la influencia del Juez Dredd en la narración, ya que por momentos el personaje queda casi anulado dentro del relato. A la vez, en ocasiones cae en lo meramente discursivo, sin confiar en la potencia de sus imágenes, diciendo dos veces lo que sólo basta con mencionar una. Aún así, Dredd se erige en una pequeña sorpresa, bastante agradable por cierto, dentro del panorama de la acción y la ciencia ficción. Es una suerte (y hasta meritorio) que a pesar de su fracaso en Estados Unidos haya igual llegado a los cines argentinos.
Solemos vivir, como espectadores curados de espanto, una suerte de prejuzgamiento frente a una propuesta, aunque suele suceder que cuando estos preconceptos son negativos podemos llevarnos una sorpresa. Esto de: “entré a ver un bodrio y al final no era tan mala” Nada podía hacer suponer que Hollywood iba a reiniciar un personaje como el Juez Dredd. Fíjese que Estados Unidos ni siquiera está en tiempos de gobierno republicano como para hacer propaganda de mano dura y sin embargo, aquí está… Otra vez. Después de aquella payasesca versión con Sylvester Stallone de 1994, en la que también aparecía una veterana Diane Lane, los proyectos de secuela quedaron enterrados hasta nuevo aviso. Se intentaba hacer una aventura de plástico con un personaje oscuro y lleno de indiferencia. Así salió. Hasta había una especie de robot villano, más cerca del “Hombre de ojalata” que de “Terminator” (1984). En fin. Hecha la presentación, dejaremos en claro por qué fallaba la vieja versión y por qué “Dredd 3D” funciona muy bien. Efectivamente, Megacity 1 (la unión post apocalíptica entre Washington y Boston) está signada por el caos, la violencia y un latente estado de anarquía. En uno de los altos edificios, donde se erigen verdaderas comunidades de clase baja, vive Ma-Ma (Lena Headey, que compone a una gran villana), una incipiente reina de la droga con un producto nuevo que llega a reducir a casi cero la percepción del tiempo real. Un segundo que parece un minuto bajo los efectos de la droga, mediante un clima bien logrado con una cámara que registra todo a la velocidad del caracol. Todo en el marco de una tremenda inseguridad que en esta película no es “una sensación”, sino pregúntele a todas las víctimas de la primera persecución, al comienzo. Es tanto el delito reinante indujo al gobierno a cortar por lo enfermo darle “super poderes” a los oficiales de la ley, con lo que se ahorraron miles de horas en tribunales y toneladas de papel burocrático. La policía del futuro persigue, arresta, pregunta (poco, pero pregunta), juzga, sentencia y ejecuta. Sobre todo si la sentencia es un balazo en el cráneo. Obviamente Dredd (Karl Urban) es el juez más efectivo de la fuerza y debe ir en busca de Ma-Ma, atrincherada en el gran edificio. Empecemos por una de las varias virtudes de “Dredd 3D”. La velocidad y claridad con la que se sitúa al espectador en lugar, tiempo y circunstancia a través de la propia voz en off del protagonista refuerza el impacto posterior de ubicar la acción en uno de esos tantos edificios de 200 pisos. El director va achicando el universo en los primeros segundos. Planeta destruido, país, ciudad, barrio, edificio. Y este a su vez se convierte en claustro pues la villana lo aísla accionando un mecanismo antidevastación nuclear. Excepto por los adelantos tecnológicos utilizados, la producción juega a ubicarse conceptualmente entre el John Carpenter de “Asalto al precinto 13” (1979) y la obra del gran Walter Hill, en especial “Calles de fuego” (1980) y”The Warriors” (1979), otrora consideradas como su propia Iliada y Odisea, dado el argumento de ambas Como sea, es evidente que Pete Travis las vio varias veces. Es cierto que a excepción de escenas con una alta dosis de violencia gráfica (desollando a tres o cuatro por ejemplo), el realizador no impone un sello propio en la forma narrativa; pero también es verdad que este guión no le pedía originalidad a gritos. Mucho sonido potenciado, muchas balas y armas curiosas para una producción que apunta claramente a entretener a los grandes.
Existe una dificultad con la que deben lidiar todos los realizadores que se topen con Judge Dredd. Se trata de una premisa engorrosa basada en los preceptos a través de los cuales fue creado no solo el personaje, sino todo su universo imaginario: estamos ante un antihéroe abiertamente fascista. Así, cada artista que ha tomado las riendas de la historia del policía futurista no sólo debía crear un buen argumento, sino balancearse con criterio para manejar esa distopía totalitaria y caótica que es Megacity sin ser acusado de tráfico de influencias.
En un futuro cercano, Norteamérica es un páramo asolado por la radiación con una única y gran megalópolis que se extiende a lo largo de su costa este: Mega City Uno. Esta inmensa y violenta urbe cuenta con una población de más de 400 millones de personas, cada uno de los cuales es un infractor en potencia. Los únicos que intentan imponer el orden entre semejante caos urbano son los jueces, a la vez agentes de la ley, jueces, jurados y verdugos. Y la perfecta personificación de estos jueces es Dredd, una leyenda viva de justicia blindada dedicado por entero a hacer cumplir la ley. En una misión aparentemente rutinaria junto a Cassandra Anderson, una juez novata dotada de grandes habilidades psíquicas, se disponen a investigar un homicidio en un peligroso megarrascacielos de la ciudad, un suburbio vertical de 200 pisos de altura controlado por el clan de la despiadada Ma-Ma. Pero al intentar arrestar a uno de los principales secuaces de Ma-Ma, ella decide cerrar a cal y canto todo el edificio y ordena a su clan que dé caza a los jueces. Atrapados en una brutal e implacable lucha por la supervivencia, Dredd y Cassandra se verán obligados a impartir una justicia extrema.
Atosigante parafernalia de efectos audiovisuales No es una remake y tampoco una secuela de la versión norteamericana exhibida en nuestro país con el título de El juez , que en 1995 dirigió Danny Cannon, con la pésima actuación de Sylvester Stallone, que le valió el premio Golden Rapberry al peor intérprete de ese año. Por el contrario, Dredd 3D es una nueva adaptación de la historieta Judge Dredd, creada por el británico John Wagner y el español Carlos Ezquerra, que comenzó a editarse en 1977. El escenario de la historia, que se desarrolla en un futuro post apocalíptico, es Mega City One, una ciudad que se extiende entre Boston y Washington y crece verticalmente, estratificando a sus habitantes, que en su gran mayoría son marginales. En Mega City One no hay comisarías ni puertas giratorias, pero persisten los policías corruptos. La criminalidad es combatida por policías/jueces, que patrullan las calles montados en motos, persiguen, juzgan, sentencian y castigan sin apelación. Y por supuesto, son de gatillo fácil. El principal y más eficiente policía/juez es el incorruptible Dredd, una leyenda viva de la ciudad, una suerte de robot humano, "justicia armada" o Rambo futurista y fascista, que viste uniforme y usa un casco que impide ver su rostro, salvo su boca. A Dredd le encomiendan intervenir en un triple asesinato ocurrido en un edificio conocido como Peach Trees, un "elefante blanco" que posee doscientos pisos. Dredd concurre acompañado por la novata Cassandra Anderson, quien carece de experiencia, pero está dotada de una insólita capacidad: puede leer la mente de las personas y ver a través de las paredes. ¡Casi nada! En los últimos pisos de Peach Trees instaló su cuartel general Madeleine Madrigal, más conocida por su apodo de Ma-Ma, una ex prostituta devenida en narcotraficante, que exhibe una cicatriz en su mejilla derecha. Con una multitud de secuaces, produce y comercializa una nueva droga denominada Slo-mo, abreviatura de "slow motion", que le genera a quien la consume la sensación que el tiempo pasa a una velocidad cien veces menor que la real. En el filme se muestra dramáticamente ese efecto. Ma-Ma se adueñó de la central de control inteligente de Peach Trees y cuando Dredd y Cassandra se introducen en el edificio, ella ordena cerrar las puertas y ventanas metálicas, para que ya nadie pueda entrar o salir. Y allí comienza una guerra salvaje y extremadamente cruel, que ocupa el noventa por ciento de la película y la convierte en una de las producciones más violentas de la historia del cine. El británico Pete Travis hace un buen uso del 3D, que aquí es auténtico y no "trucho" como en muchos filmes de Hollywood. Pero abusa de los ralentis (cámara lenta) y apela a juegos de artificio visuales (cristales que explotan y caen como copos de nieve), que nada aportan a la historia. En medio de ese trajín ultra violento y una atosigante parafernalia de efectos audiovisuales, las actuaciones carecen de importancia.
Cuando una remake tiene sentido Una de las sorpresas más gratas del 2012 que lamentablemente no recibió la atención que merecía por parte de los espectadores, quizás por falta de promoción efectiva o simplemente prejuicio hacia esta historia que ya hace varios años, fue llevada a cabo vergonzosamente por el director Danny Cannon y protagonizada por Sylvester Stallone. Al que está leyendo esta crítica y forma parte del grupo que no la fue a ver porque esperaba que fuera igual o más mala que la versión de 1995, les digo que este trabajo del director Pete Travis ("Vantage Point") no tiene absolutamente nada que ver con aquel fiasco y presenta a este famoso antihéroe como lo queríamos ver, cool, frío y brutal. Los primeros 10 minutos marcan el estilo y el ritmo de la película, que a medida que va avanzando se convierte en un entretenimiento cada vez mejor. El juez Dredd despliega su personaje a pleno y no está empañado por la personalidad del actor que lo interpreta, en este caso, el actor Karl Urban al que casi ni se le ve la cara detrás del casco que lleva durante todo el film. Es difícil lograr un personaje atractivo que no se identifique con su intérprete, que no tenga una buena carga de talentos y mañas del actor que la da vida, pero sorprendentemente "Dredd" lo logra y el personaje trasciende al actor, algo que sin dudas es una muestra del ojo calificado del director para hacer renacer a este duro de los cómics. Comercialmente no le fue muy bien, cuestión que espero no ponga en peligro una continuación de este producto de acción y ciencia ficción que por lo menos a mí, me sorprendió y me entretuvo como pocas lo han logrado este año.
Publicada en la edición digital #244 de la revista.