Previously on Twilight… Crepúsculo me había parecido una superproducción clase B, donde una novela muy atractiva había sido comprimida y no bien trasladada al cine. Además de tener flojas actuaciones en varios niveles Luna nueva había mejorado mucho en la parte cinematográfica, pero el guión parecía super estirado. No lo pude comparar con la novela en si, porque ya había abandonado la lectura. Las actuaciones habían mejorado mucho, salvo la de madera Pattinson ¿Y entonces que pasa en Eclipse? Eclipse logró la armonía. ¿Fue el director? ¿La novela es la mejor de las 4? ¿Le pusieron aguarrás a la médula ósea de Pattinson? Difícil es confirmar alguno de los puntos directamente. Todo debe aportar su grano de arena para que el resultado se acerque un poco mas a lo que un blockbuster debe tener. Y no hablo de calidad, hablo de lo que el producto debe ser. Obviamente el noviecito que entre por perder una apuesta o para demostrar que está dispuesto a todo, y que pagó las dos entradas, la va a pasar mal. Pero quien es seguidora de la novela, sin ser una descerebrada que se la va a pasar gritando en la función, estimo que la va a pasar bien, y tendrá esa sensación de que la película cumple. Si bien la calidad de imagen no me parece óptima, la película está bien filmada, y las escenas de peleas (que por suerte existen) están bien llevadas y logran cierta emoción. El uso de los efectos especiales también están mucho mejor que en la segunda parte. La banda sonora es buena y adecuada, pero se lucía más en Luna nueva. Por el lado de los actores, el guión hace que la atención esté más repartida. Tanto Ashley Greene (Alice) que creo tiene un gran futuro en mayores papeles de Hollywood, como Nikki Reed (Rosalie), quien fuera guionista de A los trece, pueden mostrar que sirven para algo más, que para que les pinten la cara de blanco. Kristen Stewart desde hace años es buena actriz, y ni la peluca fea que le pusieron la puede alterar. Su personaje es tan histérico que quizás eso pueda correr la óptica de la evaluación de su trabajo. No me gustó el cambio de la colorada (Victoria), ya que si bien Bryce Dallas Howard (la hija de…) hace años hace papeles, la imagen de la anterior era muy fuerte para cambiarla así como si nada. El resto del elenco está bien, incluyendo a Taylor “niño tiburón” Lautner. Fuera de los actores, tengo que hacer un párrafo aparte para Robert Pattinson. Y acá juega la mezcla de los puntos generales de la evolución de la película. Rob acompaña al crecimiento y evoluciona en su tarea actoral. Si bien en la escena del anillo sale viruta por algunos lados, tiene muchos diálogos donde lo que dice, está por encima de cualquier gesto descontrolado que haya tenido en el pasado y que ahora lograron encausar. Como es el caso de cuando está en la carpa charlando con el otro. Por todas estas cosas, Eclipse está por encima de las otras películas previas, y el resultado para los que sigan esta saga, estimo que será el mejor hasta el momento. Y si vos sos uno de los sufridos que tiene que acompañar a alguien para hacer buena letra, no te desesperes… decile que juntos luego van a ver The expendables, y así terminan mano a mano y demostrándose el amor mutuo ;)
Tropezándose otra vez con la misma piedra… Las sagas. Una vez más la maquinaria hollywoodense nos ofrece nuevos productos publicitarios como si vendieran un cosmético, crean gran expectativa, inundan los medios gráficos, visuales y carterlería. No lejano a otros productos que también han funcionado como podría encasillarse a la saga del mago con anteojos, las maldiciones de Sarumán y tantas otras. En carácter de espectador vuelvo a caer en la asistencia a éstos “denominados” y “vendidos” como eventos muy esperados, para después reprocharme una y otra vez el por qué he caído nuevamente en ésta trampa. No han sido muchas las experiencias de secuelas que han presentado algún aspecto realmente innovador o inclusive resultar superiores a sus antecesoras. Eclipse, en la lastimosa tarea de tener que compararla con sus dos anteriores entregas no es ni más ni menos, es igual, un desastre de película. ¿De qué va Eclipse? Bella y Edward continúan su romance entre tirones para uno u otro lado. Ella quiere ser convertida en vampiro por que no encaja en el mundo “normal”, no se considera una adolescente “normal” y debido a ello, desea ser convertida una vez celebrada su graduación. Ahora Edward impone una condición por que él es un hombre como los de antes, casarse, y menos aún pensarlo, mantener relaciones sexuales antes de hacerlo. Su personaje debería vestir gomina y frac. Mientras, el pobre Jacob, devenido hombre lobo, tiene todavía la corazonada de poseer al menos una chance con Bella. El está convencido de que ella lo aceptará luego de escuchar decenas de minutos avalando su posición de por qué él es mejor para ella, mejor que Edward. Uno es frío, el otro caliente. Uno vivo, el otro muerto. En cada encuentro se cruzarán empujones y discursos de enfrentamiento, pero en fin, la que tiene la palabra final, no es más que Bella, quien a ésta altura ya no sabe qué hacer salvo colocarlos a ambos en una licuadora y extraer a su candidato ideal. A diferencia de las anteriores entregas, aquí se contrató al director David Slade, con un trabajo notable como Hard Candy, film que sirvió para prestar atención sobre Ellen Page (Juno), y otro no estrenado en carteleras porteñas, 30 Days of Night, otra de vampiros en la nieve. No obstante el prometedor profesional, sea por encargo o qué, no logró desvincular al producto de sus anteriores en materia cinematográfica, no pudo desligarse cual lo hiciera Cuarón con la saga de Harry Potter, imponiendo una marca autoral, lo que permite evaluar hasta dónde éstos proyectos ya vienen ofrecidos con un “know how”, de manual o como quieran denominarlos. Sin ir muy lejos, Luna Nueva, al menos habia ofrecia una más acogedora estética y un más sombrío aspecto sobre algunos personajes, una revelación argumental con Jacob, cuyos abdominales tal cual tabla de planchar continúan intactos y explotados al máximo para suspiro de las adolescentes que han de ir a ver el film. Pattinson no es un galán a la altura de Kristen Stewart, ésta última ha demostrado en Adventureland estar para interpretar otros géneros más versátiles y adultos que éstas franquicias vacías, no obstante como en muchos casos de actores que consiguen éste tipo de roles vistos mundialmente por millones de personas, esperemos que no juegue en contra hacia la carrera de ésta prometedora actriz a quien noté por primera vez en La Habitación del Pánico de David Fincher. Por mi parte, la saga de Crepúculo bien podría terminarse aquí, dejar de tener que volver a resucitar el movimiento de fans dentro de los dos próximos años para ver Breaking Down Parte 1 y Parte 2, otro nuevo invento de seccionar novelas a manera de extensión (Harry Potter incluído…).
La saga literaria y cinematográfica que comenzó con Crepúsculo supo ganar fanáticos y detractores por igual. Si bien se le pueda criticar el enfoque por momentos demasiado light, resulta imposible negar que son historias entretenidas, bien contadas, personajes más que interesantes y bien desarrollados (“¡Y hermosos!”, agregaría cualquier fanática). Y a pesar de los elementos sobrenaturales, allí están los tópicos de la cultura adolescente de cualquier país y de cualquier época: soledad, incomprensión, confusión, amistad, rebeldía, amor, amor no correspondido, las relaciones sexuales y la libertad para tomar decisiones. Crepúsculo funcionaba como una versión Romeo y Julieta, pero en la que Edward, el joven, es un vampiro. En Luna nueva cobra preponderancia Jacob, el muchacho lobo (No, no es Michael Fox) que pretende a Bella. Eclipse hace profundiza en la tensión entre las razas nocturnas, que deberán unir fuerzas para combatir a un enemigo en común, más numeroso y poderoso. El resultado: una película sombría, vertiginosa, pero no carente de momentos románticos, dramáticos y cómicos. El mérito es de David Slade. Este canadiense ya había demostrado ser un director a tener en cuenta gracias a films como Hard Candy y, sobre todo, 30 días de noche; de los últimos diez años, la mejor película de terror con vampiros[1]. En la saga creada por Stephenie Meyer supo encontrar un equilibrio entre las escenas intimistas (imperdible el diálogo entre Edward y Jacob en lo alto de la montaña; seguramente, lo mejor de la película), y las secuencias de persecuciones y ataques que involucran a licántropos y no-muertos. En lo que se refiere a las peleas, abundan torceduras y mutilaciones de diferentes clases, aunque sin sangre. Los hombres lobos digitales están cada vez más logrados, pero todavía se ven como lo que son: criaturas hechas por computadora. Kristen Stewart, Robert Pattinson y Taylor Lautner siguen estando muy convincentes... pero podrían estar mucho mejor (sobre todo ella, quien se destacó en films como Adventureland: Un verano memorable y viene de hacer de la rockera Joan Jett en The Runaways). Por fortuna para el trío protagónico, los ejecutivos de Summit Entertainment son muy inteligentes a la hora de elegir directores para la saga, ya que fueron ellos los encargados de sacar lo mejor de los jóvenes actores. Además, en esta película hay más participación de otros miembros del clan Cullen, empezando por Jasper (Jackson Rathbone) y Rosalie (Nikki Reed); los espectadores podrán conocer el tortuoso origen de su condición vampírica. Dakota Fanning vuelve como la mortífera Jane, aunque todavía aparece demasiado poco en pantalla. Bryce Dallas Howard reemplaza a Rachelle Lefevre en el rol de la sanguinaria Victoria, un ser decidido a vengar la muerte de su amado James (asesinado por los Cullen en Crepúsculo). Sin duda, Eclipse en la mejor de la saga. Pero todavía falta Amanecer, que se estrenará en dos partes, ambas dirigidas por el oscarizado Bill Condon. Así que a no desesperar, que la noche aún está en pañales.
Si me tocás...¡matáme! Si hay algo que se mantiene intacto a través de toda la saga iniciada con Crepúsculo (Twilight, 2008) es su tono de fábula pro abstinencia, edulcorada con una imagen publicitaria y escenas de acción cada vez más previsibles. El león de la Metro ha dejado de rugir, y Bella (Kristen Stewart) ha tomado la posta muy discretamente. Y sí, mírenla con su carita de ángel, intentando convencer (cada vez con más éxito, bendita persistencia) a Edward (Robert Pattinson) de que la vampirice y vivan en la eternidad. ¿Sangre? Bueno, unas pocas gotas. ¿Sudor? Mmm, más bien poco: el clima es frío. ¿Lágrimas? Ninguna. Mucha sensiblería pero nadie llora. ¿Esperma? (Perdón por el término, pero como venimos hablando de fluidos…). Bueno, ni rastros, por más de que la chica le proponga al muchacho que le haga el amor de una vez por todas. Y en el medio de tanta efervescencia contenida está el triángulo amoroso más ramplón del cine para adolescentes. Si había algo en el micro clima juvenil que le daba autenticidad a la serie, ahora sólo queda la telenovela encorsetada. Los hombres lobo cobran mayor protagonismo y algunos vampiros explican sus reconversiones, con flash-backs que en unos pocos minutos intentan (fracasan) darle mayor coherencia al relato. Jacob (Taylor Lautner) también tiene más relevancia en Eclipse (2010). Para qué… Es indudable que el trío protagónico no carece de fotogenia, incluso Stewart enfrenta con convicción a varias escenas que rozan el ridículo. Pero Lautner opta por ponera disposición del relato sus tres únicos rasgos faciales, aunque las fans de seguro agradecerán su torso desnudo y mirada sensual, como si estuviera siendo fotografiado para el afiche publicitario de un perfume. Casi anecdóticamente pasa la trama, que deambula entre el drama familiar y el melodrama. Hay un nuevo villano manipulado por Victoria, malvada ya conocida por los dos films anteriores. Vampira resentida, domina los impulsos amorosos de un “recién llegado” para qué éste ataque a la protagonista. Uno se pregunta, ¿por qué no lo hizo sola? Y se suman inverosimilitudes varias, como el hecho de que Bella esté muerta de frío dentro de una carpa, para que a las pocas horas ande con una camisita de algodón en medio de la nieve sin chistar. Eclipse –hay que decirlo- transcurre con fluidez, pues tanta intrascendencia se amenizara con el correr del metraje. La película se auto constriñe, como si se tratara de un protagonista más. Eso le otorga cierta inocuidad con la que termina siendo consecuente. Casi al pasar, aparece la voz en off de Bella para recordarnos que esto es un recuerdo. La elisión de la abundante pasión de la historia (que se matan, se matan, por más de que no se vea ni un moretón) hace pensar que la chica escribió el guión de su vida.Y así le salió, con más pudor que cualquier otra cosa.
Más hormonas y menos sangre. Eclipse llegó y es uno de los estrenos más esperados del año para los fervientes adolecentes seguidores de la saga Crepúsculo. Esta, tercera entrega de la mano del director David Slade, basada en la novela homónima de Stephenie Meyer, cuenta (para los que no leyeron el libro) que Bella se encuentra nuevamente rodeada de peligros, cuando Seattle es atacada por una serie de misteriosos asesinatos. Detrás de estos, la recordada Victoria, una malvada vampira en búsqueda de venganza. Bella, al borde de jugar a dos puntas, deberá elegir entre su amado Edward y el protector Jacob sabiendo que su decisión puede comenzar una lucha entre vampiros y hombres lobos. Filmográficamente la cinta es correcta: la luz, los efectos especiales (bastante bien logrados en las luchas), las tomas en la montaña y las típicas transformaciones. Quizás la mejor lograda de las tres películas. El guión (Melissa Rosenberg) es mucho más congruente que el de la antecesora, Luna Nueva, que incluso había dejado a los fanáticos y lectores no muy contentos. El trío conformado por Kristen Stewart, Robert Pattinson y Taylor Lautner no solo expanden hormonas por toda la pantalla (en especial la dupla: Bella y Jacob, que están siempre a punto ebullición), sino que también intentan dar un poco de calor humano y algo de mejor interpretación, que ambas cosas estaban en escases. Como todos saben los seguidores de la historia venían pidiendo más piel e incluso que en alguna de las sagas intimara la hermosa Bella con su poco gestual novio, Edward. Obviamente no se puede contar si eso ocurre o no, pero al parecer ella también estaría de acuerdo con esa idea. Para Bella la graduación es su punto límite y se verá enfrentada a la decisión más importante de su vida. ¿Se convertirá en vampiro para permanecer eternamente con Edward o decidirá quedarse con el robusto Jacob y sus abdominales?. La cinta, sin lugar a duda es llevadera y logra mejorar ciertos puntos flojos de las anteriores. Con el aliciente que puede ser disfrutada, incluso, sin haber visto previamente las anteriores.
En Eclipse, personajes más humanos La tercera de las cinco películas que se harán sobre la saga, dirigida por David Slade, es la mejor hasta aquí En esta tercera de las cinco películas que se harán a partir de la popular saga literaria (cuatro novelas) de Stephenie Meyer no hay cambios de protagonistas ni de pueblo ni de historia. Sin embargo, con la incorporación como director de David Slade (en reemplazo de Catherine Hardwicke y Chris Weitz), Eclipse ofrece algunos hallazgos en cuanto a su tono (a sus tonos), su potencia dramática, su nivel actoral y su puesta en escena que le alcanzan para convertirse con bastante holgura en el mejor exponente de la hasta aquí fría, solemne y pomposa franquicia. Slade, cuyos antecedentes incluyen 30 días de noche y Hard Candy , parece haber entendido bastante mejor que sus dos predecesores el espíritu y las posibilidades de la creación de Meyer, con su mixtura entre el romance adolescente de colegio secundario (aquí ya muy cerca de la graduación), el melodrama conservador de los años 50, las intrigas palaciegas con clanes y héroes clásicos, las leyendas indias y el despliegue fantástico a propulsión de efectos visuales propio del género de vampiros y hombres lobo. El nuevo director no sólo le imprime al film una mayor carnadura humana (todo un mérito en una trama con vampiros), más humor (que por primer vez incluye la autoparodia sobre ciertos sesgos absurdos de la saga), un mayor lucimiento de los intérpretes (en especial de esa gran actriz en potencia que es Kristen Stewart), escenas de acción más intensas (aparece ahora un ejército de vampiros malvados) y una narración más ligera y menos estructurada, que incluye entre otras cosas varios pasajes con cámara en mano y un sólido trabajo del fotógrafo español Javier Aguirresarobe. La esencia, de todas maneras, sigue siendo la misma: la exploración del amor y el deseo, del compromiso y las diferencias, aquí encarnados en el triángulo sentimental entre la conflictuada Bella Swan (Stewart) y los dos carilindos aspirantes a su compañía y contrincantes entre sí: el rubio vampiro Edward Cullen (Robert Pattinson) y el hombre lobo indio Jacob (Taylor Lautner). Quienes encuentran esta saga demasiado naïve (casi ridícula en pleno siglo XXI) es probable que lo sigan sintiendo luego de ver este tercer capítulo, pero quienes -aun no siendo fans incondicionales de Bella, Edward y Jake- le den una nueva oportunidad puede que Eclipse resulte una película atendible, incluso una bastante buena. A estos posibles "conversos" está dirigido este noble relato de Slade. A los millones que jamás dejarían de verla esté quien esté detrás de cámara poco pueden importarles estos insignificantes detalles.
La saga de los vampiros reprimidos ¿Con quién se quedará Bella? ¿Con el vampiro jurásico, que le propuso casamiento y está en contra de las relaciones prematrimoniales, o con el hombre lobo-patovica, que está refuerte y se la quiere tran-sar ya mismo? ¿Y si no eligiera a uno ni a otro, sino a los dos? Siempre y cuando las cosas no pasen a mayores, claro. Ya se sabe que en el mundo de la escribidora mormona Stephenie Meyer, toda emanación de fluidos corporales está estrictamente vedada. Empezando por la sangre y siguiendo por lo que sea. Las incógnitas habían quedado planteadas al final de Luna nueva, hace poco más de seis meses, y 124 minutos más tarde, cuando termina Eclipse... ¡siguen planteadas! ¿Pero entonces no pasa nada en la tercera parte de la saga de los vampiros reprimidos? Y, no. ¿A qué viene la sorpresa? ¿Pasaba algo acaso en las anteriores? Es injusto decir que no pase nada durante el Eclipse más largo del mundo. Siempre presidido por un médico, el clan vampírico de Edward (Robert Pattinson) se alía con sus enemigos naturales, los lobisones-native american de la tribu de Jake (Taylor Lautner). Como suele suceder en la política, perros y gatos (lobos y vampiros, en este caso) se alían ante la presencia de un enemigo más poderoso. En este caso un ejército vampírico, que viene bajando desde Seattle rumbo a Forks, Washington, movido por el deseo de venganza de una mujer. A no sorprenderse de que sea un motivo tan personal lo que los lleva a la guerra: nadie ignora que la saga Crepúsculo es un novelón romántico disfrazado de película de vampiros. La Cleopatra del caso es Victoria, pelirroja de fuego (Bryce Dallas Howard), a quien el lívido Edward le liquidó el novio tiempo atrás. Qué mejor entonces que fulminarle la novia, el bello cisne de Bella Swan (Kristen Stewart), usando para ello un ejército de asesinos de ojos rojos. Toda una épica de la posposición, durante más de hora y media no deja de anunciarse el fatal combate contra los temibles intrusos, dejando para el último cuarto de metraje la batalla en sí. Batalla en la que los lobos, siempre con un tamaño como de osos, les darán una garra a sus enemigos los vampiros, convirtiendo al enemigo en estatuas de hielo. Lo que no deja de ser la solución perfecta para el problema de la hemoglobina: cuando se corta el hielo, de allí no sale sangre. Con unos lobos que como en ocasiones anteriores vuelven a lucir una llamativa torpeza digital, Eclipse es la película más charlada desde... Luna nueva, claro. Dirigida por David Slade, en Eclipse las cosas no pasan: se hablan. Y lo que se habla es, en más de una ocasión, risible. “¡Dejá de quitarte la ropa!”, frena casi ofendido Edward a Bella, cuando ella está por entregársele en la cama: el lívido no tiene libido. “Si no fueras mi peor enemigo hasta podría llegar a quererte”, le larga más tarde Edward a Jake en una acogedora carpa. Momentito. ¿No será que estos dos...? En la próxima película de la saga se sabrá. Difícilmente haya que esperar mucho para ello.
Dubitaciones de la adolescencia sobrenatural Bueno, lo que tanto se aguardaba finalmente sucedió: hacía falta la presencia de un verdadero especialista en el terror como David Slade para que la saga Crepúsculo levantara su nivel artístico general. Más allá del talento del realizador de Hard Candy (2005) y 30 Días de Noche (30 Days of Night, 2007), igual de incuestionable resulta la incompetencia de sus predecesores Catherine Hardwicke y Chris Weitz, dos pobres almas que no supieron aprovechar el género ni mucho menos la dinámica de los relatos melosos de corazoncito sobrenatural. Slade viene a corregir lo anterior, acelera con inteligencia el tempo narrativo y de paso entrega a los “adultos” un producto ameno que cumple dentro de sus parámetros. Ya la vacuidad de Crepúsculo (Twilight, 2008) y los histeriqueos de Luna Nueva (The Twilight Saga: New Moon, 2009) quedaron en el pasado, ahora es momento de redondear las características de los personajes, subir el tono de los intercambios y ofrecer alguna que otra definición sentimental: así es cómo Bella Swan (Kristen Stewart), Edward Cullen (Robert Pattinson) y Jacob Black (Taylor Lautner) regresan con diálogos sintéticos, una generosa dosis de acción, los rostros pálidos de siempre, chispazos esporádicos de humor y formulaciones más concretas en lo referido al malambo psicológico que paulatinamente se ha forjado entre los protagonistas de este triángulo “ser humano- vampiro- hombre lobo”. Por supuesto que nos encontramos con la vuelta de la malvada Victoria (Bryce Dallas Howard toma la posta de Rachelle Lefevre), aunque en esta ocasión los hilos de la amenaza están mucho mejor administrados a través de la proximidad de un ejército de vampiros “recién nacidos”, la misteriosa actitud de los Volturi, los continuos roces con los licántropos y hasta una inesperada seguidilla de flashbacks que ilustran tanto las desdichas individuales de los involucrados como sus estrategias de defensa y los orígenes de esta animadversión a flor de piel. El director controla la tendencia al melodrama rosa del guión de Melissa Rosenberg bifurcando la historia y garantizando la complementación recíproca. A esta altura sólo queda repartir culpas y sincerarnos en nuestras apreciaciones: los fans estarán encantados con la mejor película por lejos de la franquicia, a la crítica idiota que recomienda basura arty le parecerá otra más, los hombres no la pasarán tan mal y el resto simplemente disfrutará de un combo heterogéneo que hoy sí suma elementos para satisfacer a todos; no obstante las señoritas de corta edad siguen representando el objetivo principal del convite y está bien que así sea. A pesar de su poco vuelo conceptual y los titubeos de su elenco, aquí algo atenuados, Eclipse (The Twilight Saga: Eclipse, 2010) es el film perfecto para las quinceañeras que deambulan perdidas entre un sinfín de dubitaciones adolescentes.
Entre el paroxismo de la corrección política, la bajada de línea catolicista, los pectorales anabolizados al viento y la enorme torpeza narrativa que arrastra desde su primera entrega, quizás Eclipse venga a cerrar –por el momento- una de las trilogías más anodinas e insulsas que haya entregado el cine, desvirtuando los conceptos de vampirismo e inmortalidad de una manera lamentable. No alcanza en lo más mínimo justificar a este bodrio como sólo destinado a adolescentes para eximirlo del escarnio público, que gracias a la densidad de este tercer capítulo resuena con mayor fuerza y violencia para todo aquel espectador ávido de emociones fuertes.
La decisión de Bella Noche fría de miércoles de invierno en Villa Cabrera. Cuando gran parte del barrio cerraba sus ventanas y apagaba las luces, ellos comenzaron a llegar, de a dos o en pequeños grupos. Minuto a minuto entraron al multicine que ofreció el estreno de Eclipse, en dos funciones. Cerca de las 23, el bullicio en el hall de entrada expresaba la ansiedad apenas contenida de las fans de la saga Crepúsculo. La fila fue sumando público joven, de más edad que los “potters”. Chicas y chicos de la edad de Bella y de la que aparenta Edward (él hace 300 años que luce de 17) colmaron las salas y el triángulo amoroso se apoderó de la pantalla. Bella (Kristen Steward) tiene el corazón partido entre la fascinación por el vampiro bueno, Edward (Robert Pattinson) y el afecto por Jacob, el chico-lobo que vive en la reserva (Taylor Lautner). Los muchachos alimentan odios y desconfianzas ancestrales, comunicadas de una generación a otra. En el medio, la joven experimenta el fuego del amor que no se consuma. De Edward la separa la muerte. En Eclipse Bella debe elegir el futuro definitivo mientras sus amigos preparan la fiesta de egresados, inocentes con respecto a la batalla que lobos y vampiros huelen en el aire, en los linderos del bosque. Eclipse comienza con un ataque en la noche, en una calle de Seattle. La sala contiene la respiración colectiva. En la escena siguiente, Bella y Edward hablan de matrimonio en un campo de flores. Hay suspiros (en la platea) cuando la cámara dedica primerísimos planos a Robert Pattinson, más blanco que nunca, con los ojos inyectados en sangre y su dulce voz. El director David Slade juega permanentemente con los contrastes que ofrece el libro de Stephenie Meyer. Como la historia de amor se desenvuelve sencillamente, la fuerza de la película está en el entorno violento, por momentos de thriller. Hay varios flashbacks que explican cómo era Rosalie antes de ser vampira; qué rol cumple Alice en ese clan; por qué los hombres-lobo odian tanto a los vampiros; qué hace la malvada Victoria en Seattle y cómo se reclutan novatos, los vampiros más temibles. En Eclipse predomina el planteo extremo del amor adolescente. Bella es la heroína deseada por todos. Desvalida, sencilla con sus jeans y zapatillas, cada vez más pálida, encarna un ideal romántico, la mujer que tiene que elegir entre dos hombres capaces de matar. Hay temas universales y eternos que la autora de Crepúsculo aprovecha. Los llevan adelante, con talento desparejo, Steward, que no transmite nada; Pattinson, con sólo un modo de mostrarse helado, y Lautner, exhibiendo pectorales de luchador. “Siempre seremos esto. Congelados”, dice Rosalie, en uno de los momentos más humanos de la película. El otro, es el de Bella, reflexionando sobre esa rara sensación permanente de ser “anormal”, de no encajar. Por eso Eclipse suena a canto de sirenas de la adolescencia perdida.
La histeria sin fin Aquello que en la primera entrega era aceptable y en la segunda tolerable, aquí se hace insoportable. Un director sin el más mínimo sentido del ritmo cinematográfico, incapaz de dotar de cierta creatividad a las interminables y tediosas escenas cargadas de diálogos, demasiados, vacuos, y propios de la más berreta de las telenovelas. Una protagonista que agota con sus contados mohines y una languidez que exacerba el bucólico y desganado rol que le toca ¿componer?. Co-protagonistas que no le van en zaga y una sub-trama sin sustancia que al menos sirve para despertar al espectador que envejece viendo este bodrio con pretenciones románticas. Bella sigue con su indefinición, y los dos pavotes, uno vampiro y otro hombre lobo, continúan peleando por ella. A esta altura, y con toda justicia, uno se pregunta que le vieron a esta insípida egoista, que ni siquiera está buena. Pero allá ellos, lo que nos importa es que estamos ante un filme aburrido, falto de sorpresa, con algunas de las peores actuaciones en lo que va del año y que empantana a una franquicia que merecía algo mejor, al menos por la expectativa que genera. Resta todavía la definición de la historia, que será divida en dos para prolongar el negocio un poco más, hasta que aparezca algo nuevo. Es de esperar que entonces se acuerden del público y brinden un espectáculo decente.
VideoComentario (ver link).
Dicen que la tercera, es la vencida, y realmente creo que recién en "Eclipse", la saga de "Twilight", demuestra que puede tener una película taquillera, y que no sólo los fans puedan disfrutar. No leí ninguna de las novelas, simplemente ví las dos películas anteriores. Con "Crespúsculo" tuve la sensación de estar viendo una película con la que sólo se pretendía ganar dinero, y que en muchísimos aspectos fue muy floja. Y con "Luna Nueva", la segunda película, ví que se le empezó a prestar más atención a esos detalles, y que el director realmente quería hacer un producto medianamente bueno. "Eclipse" me dió la sensación de que finalmente se logró cierta estabilidad y armonía, entre la historia, las actuaciones y los efectos visuales. Sin dudas es la película (de la saga) que más disfruté hasta el momento. No creo que sea una gran película, y que aquellos que no vieron las anteriores y tampoco leyeron los libros, logren engancharse ahora, pero por lo menos sí van a entretenerse un buen rato, y tener la oportunidad de ver una historia romántica con ciertos tintes fantásticos. ¿Es una de mis películas favoritas? Definitivamente no. ¿Logró convencerme y pagar el precio de la entrada? Sí.
Un poco más y nada más ¿Qué se puede decir de la saga Crepúsculo que ya no se haya dicho? ¿Que detrás del relato de vampiros hay una novela rosa de las más básicas? ¿Que esta hecha para adolescentes y sobre todo para niñas que saldrán como pipas, aunque apostando a la castidad? Todo eso y más, pero la saga avanza y despliega algunas cosillas que seducen un poco. Mejores efectos, más vampiros y hombres lobo que nos recuerdan a Underworld, pero mejor y un poco, algo, de despliegue actoral, aunque no debería importar, después de todo los suspiros por el lánguido y pálido vampiro de corazón fogoso (estamos hablando, claro, de Robert Pattinson) o del moreno ¡y también fogoso! iIndio-hombre –lobo (Taylor Lautner) están a la orden del dia. Para los chicos algo hay, pero si bien es cierto que Kristen Stewart es Bella (cuac), no alcanza para justificar que uno pague una entrada como no sea para acompañar una chica. Hay batalla, hay desarrollo pero lo cierto es que en la tercera parte de la saga todo está más puesto al servicio del fan que del espectador. Pan y circo para el que lo quiera. Escenas como la de una cama compartida con el hombre lobo diciéndole al vampiro "Yo estoy mas caliente que vos", hacen que las chicas se pongan a los chillidos mientras uno se pregunta que hace ahí. Es cierto que no todas la películas pueden abarcar a todos los públicos, pero de Entrevistas con el vampiro para acá, pocas veces fue tan chongo lo del deseo sexual. Y en aquella por lo menos se concretaba y se sugería, aquí cerrarse la consigna parece cerrarse sobre la adolescencia. Por suerte toda saga se acaba y a esta le queda poco.
Bella Swan, la protagonista de “Eclipse”, es una heroína romántica de pura cepa y en esta tercera parte de la saga lo confirma. El personaje está dispuesto a morir por amor, a entregar, literalmente, su vida por consumar su romance con el vampiro Edward. Tanto Kristen Stewart (Bella), como Robert Pattinson (Edward) vuelven a interpretar con el mismo convencimiento los personajes de la pareja entre una humana y un ser sobrenatural, incluidos parlamentos casi susurrados y una gestualidad acotada. Mientras tanto, Taylor Lautner está a la altura de lo que se pretende de su personaje, Jacob, un hombre lobo enamorado, despechado y temperamental que sufre por Bella. Para colmo ella esta vez le da, y ya se lo merece a esta altura de la historia, una débil esperanza con lo que complica el trío. Stephenie Meyer, creadora del drama romántico en el que se basan las películas, no perdió de vista a sus potenciales legiones de lectores. Son millones de adolescentes que siguen desde hace años estas historias. Las dotó de los ingredientes necesarios de realismo y fantasía gótica, aunque le limó las aristas más espeluznantes. Así están algunos como Bella, con certificado de bondad; los villanos civilizados, como la casta vampírica de Edward, y los chupasangres más despiadados, al estilo de la vengativa Victoria y los poderosos y sangrientos Volturi. En la puesta en escena de la película, si bien hay algunos saltos de estilo con respecto a los capítulos anteriores de la serie, la esencia permanece. El mérito es del director David Slade, que aderezó los tópicos del género con un mayor ritmo, más escenas de acción y una narración menos formal que sus predecesoras. Slade junto a la guionista Melissa Rosenberg, autora de los libros de la saga, resolvieron dejar filtrar algo de humor en las figuras del padre de Bella y hasta en la misma heroína, que a pesar de su gesto de perpetuo desfallecimiento, se permite algunas líneas con ironías, inclusive sobre la misma condición de su novio inmortal. La trama del filme, cuya columna vertebral es nuevamente la relación de Bella y Edward y que avanza un casillero importante, de desarrolla en torno la aparición de una especie de vampiros novatos que están haciendo estragos en una ciudad vecina. Los Cullen, el clan al cual pertenece Edward, está en peligro. La manada de licántropos a la que pertenece Jacob también quedará envuelta en el conflicto en el cual intervienen además los Volturi, nuevamente con Dakota Fanning como Jane, su hierática y cruel líder. Todos inmersos en una batalla que tiene el amor como botín.
Tercer capítulo de la saga “Crepúsculo”, que viene cosechando legiones de fanáticos entre los adolescentes, siempre en base a los textos originales de Stephenie Meyer. Ya estamos al tanto de la pasión devastadora y condenada que consume los días y las noches de la joven Bella Swan (K. Stewart) y el seductor vampiro Edward Cullen (R. Pattinson). Se aman, pero nunca pueden consumar sus deseos febriles porque, en ese caso, él la convertiría en vampiro. Falta saber si ella está dispuesta a tamaño sacrificio. Habrá que esperar la parte final de la saga, “Amanecer”, para enterarse. Mientras tanto, ha entrado un tercero en discordia. La amistad que Bella mantiene con Jacob Black (T. Lautner) se está intensificando (él la ama tanto como Edward) y esto amenaza con provocar una guerra feroz entre vampiros y licántropos. Mientras sus compañeros de colegio piensan en la graduación y el ingreso a la universidad, Bella se debate a punto de tomar la gran decisión con respecto a Edward. Irrumpe entonces una variedad de vampiros salvajes, que no respetan ninguna regla y sólo pueden traer el caos en la región. Quizá obedezcan a la voluntad de la pérfida Victoria, que se la tiene jurada a Bella. El film mezcla con habilidad el romance con el terror, la amistad y el deseo con sobresaltos que conducen a la acción. El espectador no acaba de imaginar cómo harán estos chicos para ser felices, pero mientras tanto, la pantalla se carga de sorpresas, sofocones y uno que otro arrumaco.
La tercera es la vencida Eclipse es la tercera parte de la saga Crepúsculo. Si siguieron mi cobertura de esta infame saga desde que comenzó a gestarse, saben que mi puntaje iba en un franco descenso, empezando por el 5 de la obra de Catherine Hardwicke y continuando con el 3 de Chris Weitz. Si lo pensáramos de una manera lógica, sin utilizar demasiadas referencias, podríamos pensar que esta iba camino al 1, para cerrar la secuencia de números impares. Pero como la lógica no es aplicable al cine de una manera tan cientificista, los resultados pueden sorprender. Es que, Eclipse resulta la mejor película de esta poco interesante saga literaria de Stephenie Meyer que, obviamente condiciona guión, actuaciones, diálogos y tópicos de una manera determinante. Y sin embargo, a pesar de ello, parece que David Slade le agarró la mano para sortear las falencias del material original y lograr alguna que otra secuencia respetable, actuaciones mejor apuntaladas y un ritmo más marcado, con personajes más sólidos y una trama que se acota a una duración razonable para evitar baches derivativos. Continúan los diálogos horribles, el melodrama y la indulgencia de primeros planos televisivos para resolver el romance vampírico, pero hay otra contextualización y, por momentos, podríamos hablar de una autoconsciencia del material visual por sobre el texto. Dejémoslo en claro, no es una maravilla del séptimo arte, pero cumple con la función de entretener más allá del fanatismo que pueda despertar el material original en los espectadores que vayan a verla. Otro hallazgo de Slade y la guionista Melissa Rosenberg (que es la misma de las otras dos) es que los personajes tienen un mayor peso en la historia y a pesar de lo caricaturesco que nos puedan resultar, logran estar mejor construidos, particularmente en el caso de los secundarios, con paralelismos y flashbacks que los complementan y los hacen particularmente valiosos, en lugar de accesorios del relato. Pienso en el caso de Jasper (Jackson Rathborne) o Rosalie (Nikki Reed), que con sus experiencias pasadas suman elementos narrativos que son funcionales porque se involucran directamente con la trama, ya sea para hablar respecto del destino de Bella como posible “convertida” o de la batalla que se termina realizando en el climax. Por lo demás, el triángulo Edward (Robert Pattinson)- Bella (Kristen Stewart)- Jacob (Taylor Lautner) continúa siendo explotado, con desentendidos, decisiones y cursilerías que hacen parecer al personaje de Pattinson una especie de psicópata del casamiento. Creo que, dado que ya se conoce el territorio que se está pisando, se sabe que hay una visión conservadora, prácticamente reaccionaria (respecto del sexo, respecto de las instituciones, respecto de la autoridad) y, si bien resulta algo redundante reiterarlo, es bueno dejarlo nuevamente en claro. Es particularmente interesante el personaje de Riley (Xavier Samuel), que tiene cierta complejidad a la cual se suma un trabajo actoral que demuestra aún más solvencia que varios de los personajes centrales de la saga. Respecto a ellos, hay que admitir que el director supo darles más libertad respecto del texto y eso se nota: sabemos que Stewart y Pattinson son actores interesantes condicionados por el material, pero lo de Lautner se podía poner más en duda. En Eclipse el actor fluye con más naturalidad en cada secuencia, trabaja mejor desde lo gestual y nos logra convencer de su dolor, por más ridículo que este nos parezca. El personaje de Victoria (Bryce Dallas Howard) también gana intensidad, aunque también es cierto que sería injusto compararlo con el trabajo de Rachelle Lefevre en las dos películas anteriores, en base al trabajo actoral que se mantuvo en aquellas versiones. ¿Hablábamos de acción, verdad? Bueno, en la tercera película se acordaron, sin que quizá haya cosas extraordinarias, de cómo se filma, de cómo mantener el punto de vista y de cómo sostener el vértigo y la tensión sin aburrir. Las colisiones son brutales y alguna que otra secuencia resulta realmente violenta, sobre todo para la franja a la que va apuntada (no apta para menores de 13 años). Además la animación digital fluye con más naturalidad, y los efectos especiales no aparecen desaprovechados porque el director sabe dónde ubicar la cámara, a diferencia de Weitz o Hardwicke, donde también había persecuciones en los bosques pero estas aparecían prácticamente inentendibles debido al montaje o a las confusas tomas. En esta hay incluso un homenaje al cine de zombies, cuando los vampiros salen del agua para atacar al bosque. Sí, algunos lo verán como una blasfemia contra Romero, pero en el contexto de la película me pareció un guiño que no queda desubicado. El problema de lo bien que están las secuencias de acción es lo terrible que es (no, continúa siendo) el melodrama, y lo fragmentario que se torna el guión cuando vemos como se desarrolla. Por decirlo de otra manera: 5 minutos de acción incansable se oponen a 15 de charlas triviales que parecen sacadas de una novela rosa de la peor calidad, además de incluir pasajes de auto ayuda de la peor calaña. Aquí es donde Slade hace agua, porque es cierto que las líneas van a continuar sonando horribles, pero las resoluciones de encuadres y algunos planos son excesivamente indulgentes con esta parte del relato. El larguísimo diálogo en la cabaña hacia el desenlace entre Bella y Jacob es uno de los muchos ejemplos que se me ocurren. Pero bueno, podríamos decir que es la primera película decente de la saga. Curiosamente no se mantiene el puesto en la dirección para quién mejor supo entenderla. Esperemos que en la próxima entrega haya más que el fanatismo para sostener esta saga, un blockbuster cuya magnitud sólo se entiende en términos comerciales.
Bella dice que elige ser parte de la familia de Edward porque ella es diferente al resto de los humanos. Pero, a diferencia de "Crepúsculo", Bella es ahora una chica perfectamente integrada sus congéneres con lo que el andamiaje dramático se derrumba. Al momento de sentarse a desarrollar una nota sobre la película Eclipse, este sencillo escribiente, siente la necesidad de cuestionarse el sentido de este intento crítico. ¿Cuánta influencia puede tener mi opinión, ciertamente negativa, en la concurrencia del público a la salas? Quizás, como mero juego ególatra, el único objetivo de este texto sea lucir el disgusto personal con esta película, como si este hecho sirviera para ubicar al autor en un espacio intelectual de élite. Porque convengamos, pocas personas, probablemente ninguna, decida no ir a ver este tercer opus de la saga del vampiro melancólico, a partir de leer este artículo. Aclarada la banalidad del acto, podría darme a la escritura. Pero permítanme solo una cuestión más alrededor de este hecho. ¿Qué tan razonable encontraría usted lector que un periodista hiciera un recorrido crítico, proponiendo originalidades, puntos de vista, argumentaciones teóricas, respecto de una crema anti-age, una marca de ropa o el alimento balanceado para mascotas? Probablemente encontraría poco pertinente tener un sitio dedicado a la crítica de los sabores de las gaseosas o de los alimentos basados en cereales. ¿Cuál es el motivo para que alguien se detenga a leer una crítica de Eclipse, y en cambio no busque críticas al último lanzamiento de cualquier reconocida marca de jugos concentrados? Seguramente la diferencia se basa solo en la costumbre, y un viejo ademán artístico que el cine trae consigo, y que ya sabemos que no se hace presente en todas las películas. Dicho esto, se podría afirmar que tiene tanto sentido una crítica sobre la película Eclipse, que sobre cualquier otro producto comercial dispuesto en una góndola del mercado del barrio. Pero, como el escorpión del viejo chiste, escribir está en mi naturaleza y difícilmente pueda dejar de hacerlo. El problema principal de esta versión de la tercera novela de la saga Crepúsculo, se puede rastrear en las palabras finales de la protagonista. Bella dice a Edward que no lo eligió a él simplemente, sino que eligió ser parte de su familia, de su forma de (no) vida, justamente porque ella es diferente a los demás, y no se encuentra bien con el resto de los humanos, y sus deseos, y sus elecciones. Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurre en la primera de las películas de la serie, Bella es aquí una chica perfectamente integrada, bien peinada, vestida como el común de sus compañeros, capaz de compartir con ellos una fiesta y discutir razonablemente sobre el discurso para la fiesta de su graduación. O sea, Bella está absolutamente integrada con los humanos, simples y concretos. Lo mismo que el otrora policía enajenado que es su padre, y su nómade progenitora. Y lo que parece incoherente ahora, es la relación que sostiene con esos dos raros jóvenes que la aman, Edward y “anabolitos” Jacob. Aquí se encuentra centralmente lo peor de la película. Que lo que debe ser, no es. Con lo cual el andamiaje dramático se cae por su propio peso. Como en la anterior, la disputa del amor de la chica por los dos antagonistas, son el centro de la trama. Y lo que pudo haber asomado a la tragedia, en el mejor de los sentidos, ha desaparecido. Finalmente el único atractivo, parece estar en las pasiones que ambos protagonistas masculinos pueden despertar en las féminas, especialmente jóvenes y adolescentes. Las peleas y aventuras, pobremente justificadas y muy violentas –vale la pena acotarlo- son mero relleno para una historia que se estira inútilmente, pero que, por suerte, parece depararnos solo un opus definitivo. A menos que el mercado requiera más y más versiones de esta historia, y que nuevamente nos obligue a nosotros a disfrazarnos de sesudos críticos de productos conocidos, y consumidos, más allá de la bondad de su contenido.
Esta nueva entrega trata temas fundamentales que no te podés perder si sos seguidor de la saga Crepúsculo, y si bien quizás no haga vibrar al espectador de tal forma como seguramente lo hizo con la primer película...
Aunque no se trata de un fenómeno meteorológico, tampoco queda claro qué es Eclipse. La palabra “movie” se le puede aplicar si nos atenemos estrictamente a algo de lo que sucede con sus planos: se mueven, no es fotografía entonces. Es decir, sin siquiera aspirar a ello, prácticamente por inercia, Eclipse podría asemejarse al cine aunque más no sea por aproximación. Eclipse es demasiado cauta, no ya para ser cine sino para constituir algo medianamente relacionado con el arte. Como tercera parte de una famosa franquicia, autosuficiente y estática, apenas se deja estar y con eso le basta: cuando el sistema da resultados tan contundentes (en el terreno que se quiera), para qué mover una pieza, para qué inquietar a nadie. El técnico que triunfa tiene asegurado el puesto. A Bella se la disputan dos chabones; cada tanto uno se convierte en vampiro y el otro en lobo. Parece inamovible, eso, y seguro que continúa en la siguiente parte. La figura geométrica de Eclipse es el triángulo y su dispositivo narrativo es el de la espera, el de la dilatación permanente del tiempo. El deseo se cuece en la expectativa que los seguidores de la película ya conocen a esta altura de sobra: cuándo se saca la remera el hombre lobo, cuándo se besan Bella y el hombre vampiro. Bella ama al vampiro y el lobo la ama a ella: interpretada por Kristen Stewart, que está más linda que comerse de parado una porción de pizza en Banchero, Bella es el centro de la película y hace las veces de una adolescente arquetípica, que debe lidiar entre su deseo y las restricciones que se le imponen. En algún punto, Eclipse es en sus tres cuartas partes una maquinaría casi perfecta al servicio del deseo que no termina de consumarse (porque la franquicia debe seguir su marcha, impulsada por una moral arcaica que funciona menos como una prescripción que como un resorte narrativo). Igual que en un telenovelón de otras épocas, en Eclipse abundan los primeros planos de un modo que podría resultar insólito si los seguidores de la saga estuvieran para entretenerse con exquisiteces semejantes. Por momentos, la película es un desfile de caras serias: en Eclipse nadie sonríe ni de casualidad, acaso para sugerir, en otro de los movimientos de simulación que la película practica, que se está ante un drama de proporciones oceánicas, casi como si fuera una novela victoriana (con sentido de la oportunidad, la película acaso advierte que de una cierta moral se puede extraer la impostura de una dramaturgia que la acompañe). Eclipse se despliega en una serie de imágenes apáticas, graves, cuya abulia general se ve ocasionalmente interrumpida por dosis escuálidas de suspenso que, en la economía perfectamente controlada de la película, hacen las veces de erotismo. Por ejemplo a veces, si uno tiene buena voluntad, se puede adivinar la raya de Bella cuando la llevan a cuestas y el jean que se le desliza un poquito hacia abajo deja al descubierto una porción ínfima de piel. Qué ligera, graciosa y libre sería esta película si sobre el mismo rígido esquema de porquería se aplicaran algunos ajustes oportunos. Que Kristen Stewart se deje de amagar y termine de escandalizar a su anticuado novio el vampiro sacándose toda la ropa de una vez por todas, que exhiba por fin sus descarnados dones (desde Adventureland que el pueblo quiere saber de qué se trata); que el muchacho lobo haga lo propio, que deje de usar los puños por un rato y vuelva ciegas a las niñas con la luz inesperada de su candil, cosa que después ellas regresen a casa y no puedan contarles a sus padres que en esta oportunidad un poltergeist se metió en el guión (nada, una pavada de amor, la película, deberán decir cuando les pregunten qué tal el cine). Pero habrá que seguir soñando: los espectadores están demasiado protegidos en Eclipse, nadie verá nada inconveniente y sus progenitores, como el padre policía de Bella, podrán irse a dormir tranquilos con la virginidad de sus hijas resguardada.
El baile de las hormonas Eclipse es una película que ya fue rodada en la cabeza de las adolescentes. Al menos, en la de todas las que, habiendo leído los cuatro mamotretos de la saga de Crepúsculo, preconstruyeron sus imágenes en la intimidad y luego fueron al cine a transformar su experiencia individual en un rito colectivo. Quizá esa sea la razón por la que la versión de celuloide de Eclipse resulta tan esquemática y no se toma muy en serio a sí misma (“esta película es más de risa que de amor” escuché decir a una precoz mini-crítica al salir de la sala), porque lo esencial no es lo que ocurre en la pantalla sino lo que pasa en las butacas, donde las chicas reviven y comparten las fantasías, los calores, los entusiasmos o las frustraciones que antes les provocó el libro. Por eso la platea de Eclipse (perdón, es el efecto de saturación mundialista) podría asemejarse a una tribuna de de fútbol. En la película también hay dos bandos por los que hinchar: el de un vampiro romántico que le propone a Bella una vida de compromiso y castidad y el de un hombre lobo, brioso y siempre en cueros, que le ofrece una pasión más terrenal. También hay una tenue historia de competencia violenta entre chupasangres novatos y veteranos, pero eso está como de fondo, nadie le hace demasiado caso (la verdadera y única escena de miedo para las púberes, a juzgar por las risitas nerviosas escuchadas en la sala, es la de la charla de “educación sexual” paternal donde el progenitor incómodo explica a su hija superada los peligros del sexo irresponsable). Es que lo verdaderamente importante para las espectadoras de Eclipse es ver cómo la protagonista oscila entre la perspectiva de un novio de cuento o un macho latino, emitir opinión a los gritos sobre lo que está sucediendo y, en consecuencia, festejar cuando el triunfo se inclina para uno u otro bando de los galanes. Sin embargo, a diferencia de la deportiva disciplina del balompié, acá no hay suspenso. Todas saben cómo va a terminar la historia, así que tranquilas, con el conocimiento del final, se dedican a seguir la aventura de Bella que, al menos en las dos horas que dura esta entrega de la serie, navega entre los deseos de romanticismo y de un buen revolcón, sin culpa ni, por el momento, peligro de caer en pecado. Tampoco, y se me va al demonio el paralelo con el fútbol, hay demasiado respeto por los colores: las chicas pueden ponerse alternativamente la camiseta de uno u otro equipo (la misma que aulló desesperada cuando el muchacho lobo aprieta sensual a la heroína puede, instantes después, suspirar embelesada al momento de la contraria y púdica propuesta vampirezca de matrimonio). Eclipse las atrae como el dulce a la mosca porque es para ellas un lugar seguro: Bella pone el cuerpo en la pantalla y ellas, en la platea, sus fantasías en constante guerra y contradicción, sin riesgos de ser reprobadas o de equivocarse. Y se acaba este post y casi no hablé en ningún momento de cine, porque en este trance me siento tentada de sacar el “cinémetro” y decir que Eclipse tiene mucho de Jugate Conmigo y poco de experiencia cinematográfica, pero tengo miedo a sonar despectiva en vano, así que mejor me ahorro la opinión. Prefiero quedarme con la imagen de esas chicas que salieron tan arreboladas el día del estreno. Si Eclipse les sirvió para poner a bailar gozosamente por un rato sus hormonas alborotadas y darle una alegría a sus, por definición, traumáticas adolescencias, bienvenido sea, y dejemos que los productores sigan facturando total, ellas, de lo más contentas…
Sigue la saga Tercera parte de la saga “Crepúsculo”. En esta oportunidad la historia está en un nuevo capítulo, donde Bella (Kristen Stewart) se encuentra nuevamente en pareja con Edward Cullen (Robert Pattinson), quien le propone matrimonio. Obviamente, Bella pedirá tiempo para pensarla ya que en la moderna sociedad yanqui no es muy común un casamiento a su joven edad. Mientras tanto, la malvada vampiresa Victoria, está reclutando jóvenes vampiros, para formar un ejército casi indestructible con estas criaturas-humanas que buscan atrapar a Bella Esto provocará que Edward y su familia están bastantes ocupados en pensar estrategias para frenar ese malévolo plan. Luego, por si faltara algo aparece Jacob (Taylor Lautner), quién ya definitivamente convertido en hombre-lobo se dedica a entrenar a otros como él y también buscará quedarse con el corazón de Bella. Por este motivo. Jacob, al enterarse que la chica corre peligro, ofrecerá su ayuda y la de toda su tribu a la familia Cullen, a pesar que estas dos especies odian por naturaleza, se unirán en defensa de la protagonista La batalla entre este extraño grupo de enemigos aliados momentáneamente contra los nuevos vampiros, es el momento mas rico del film, con respecto a la “acción”, el resto es la ya típica novela de amor y desamor entre Bella y sus dos pretendientes y las mil y una formas de sufrir por amor. Esta tercera parte respeta a las anteriores, si bien está más lograda en cuanto a la historia y el desarrollo no se hace tan tedioso o melodramático como en la anterior entrega. Es a mi parecer, hasta ahora la mejor de las tres. Tendremos que esperar la cuarta parte “Amanecer”, que viene fraccionada en 2 film, para ver como sigue esta particular historia que sigue apuntando más que nada al público femenino y adolescente
El fenómeno publicitario que envuelve a la saga "Crepúsculo" sin duda alguna es el gran fuerte de cada una de sus películas, no solo porque estas carecen de una historia atrapante y desarrollada, sino porque crean una expectativa muy bien lograda que satisfacerá a las fanáticas, pero poco podrán aportar a quienes busquen una película narrativamente bien lograda y pensada.
30 DÍAS DE ECLIPSE Las adolescentes sueltan descontrolados alaridos mientras se amontonan junto a la boletería para sacar sus entradas. Los novios son arrastrados obligadamente a las salas. Los críticos respiran hondo. Los Team Edward y Team Jacob preparan sus filas nuevamente. Los no seguidores y seguidoras de la franquicia le dan una oportunidad más al empalagoso amor eterno del seductor vampiro y su humana Bella, y marchan al cine con las expectativas por el suelo. Todos saben lo que significa: Nuevo año, nueva entrega de LA SAGA CREPÚSCULO. Pero algo es diferente. Nadie de ellos - o tal vez solo los cinéfilos - sabe que están a punto de ver un film dirigido por un director que, con tan solo dos películas, ya se dio el lujo de inmortalizar escenas en que una horda de chupasangres devora a todo un pueblo y una vengativa nena de 14 años se dedica a castrar literalmente a un pedófilo. Sí, algo es diferente. David Slade (30 DÍAS DE NOCHE, HARD CANDY: DULCE CARNADA) está presente. Aunque LA SAGA CREPÚSCULO: ECLIPSE (2010) sigue teniendo diálogos y momentos demasiado cursis o melodramáticos, escenas innecesarias, personajes (los Volturi, Bree Tanner, Riley, la manada de hombres lobo) desaprovechados o que no aportan mucho a la trama, actuaciones muy flojas y otros desaciertos característicos de las dos entregas anteriores, esta tercera parte es sin duda la mejor de la franquicia hasta ahora. Más interesante, entretenida, violenta y oscura, el film narra como un ejército de hambrientos vampiros recién convertidos se dirige al pequeño pueblo de Forks guiados por la vengativa chupasangre Victoria (una poco creíble Bryce Dallas Howard en remplazo de Rachelle Lefevre). Para detenerlos, Edward (Robert Pattinson) y el resto de la familia Cullen deberán unir fuerzas con la raza de hombres lobo de Jacob (Taylor Lautner) y prepararse para un sangriento enfrentamiento durante el cual, Bella (Kristen Stewart), deberá tomar la decisión más difícil e importante de su vida. Pero que esta nueva secuela anticipe un ejército, una alianza y una guerra, no quiere decir que habrá épicas escenas al estilo EL SEÑOR DE LOS ANILLOS: EL RETORNO DEL REY (2003) o TROYA (2004). Después de todo, sigue siendo un film basado en la pomposa creación de Stephenie Meyer y la tercera entrega de la saga iniciada por ese festival de hormonas y cursilerías conocido como TWILGHT (2008). Es decir, sigue habiendo momentos que desbordan romanticismo y escenas de acción demasiado cortas, pero por suerte, la incorporación del nuevo director David Slade le da frescura a la saga al saber apreciar como no se hizo antes el tener vampiros y hombres lobo en una misma película, e introducir varios elementos que la platea masculina agradecerá. Hay sangre (aunque no la suficiente), desmembramientos, persecuciones por el bosque y combates mejor filmados, varias muertes y una guerra final lamentablemente corta. LA SAGA CREPÚSCULO: ECLIPSE también acierta con irónicos momentos en que se burla de sí misma (“¿Qué no tiene una remera?” dice Edward refiriéndose a Jacob, haciendo valer el precio de la entrada), inesperadas escenas de humor (como “La charla” entre Bella y su padre Charlie) y una notable evolución en la calidad actoral del elenco. Aunque la química aún no se hace presente, Pattinson y Stewart logran sobrellevar sus escenas. Él demuestra que no es solo una cara bonita, mientras que ella dejó de refugiarse en sus insufribles tics para hacerle frente al drama y a la comedia, componiendo un personaje que, para sorpresa de muchos, no harta (¡!). Por su parte, Lautner sigue siendo puro músculo y nada de talento, costándole trabajo ponerse a la altura de su co-estelares. El resto de las actuaciones, a excepción del desastroso Jackson “Jasper” Rathbone y de la nuevamente desaprovechada Dakota “Jane” Fanning, hacen bien su trabajo sin opacar al trió protagonista. Con Pattinson, Stewart y Lautner actuando ya en serio - al menos los dos primeros -, la saga al fin aprovecha explotar al máximo y plantear de manera correcta el triangulo amoroso que tanto prometía LUNA NUEVA, dando como resultado varias escenas que van de intensas a entretenidas en las que Edward y Jacob se enfrentan y el amor de Bella es puesto en duda. Hábilmente David Slade tomó las tonalidades frías de CREPÚSCULO (2008) junto a la calidez fotográfica de THE TWILIGHT SAGA: NEW MOON (2009) y las une en un solo film ayudando a contrastar, junto con elementos narrativos y artísticos, los dos mundos presentados (el de vampiros y hombres lobos) para así darle más interés y conflicto a la decisión final de Bella: ¿Elegirá a Jacob para tener la normal vida de una mortal junto a su familia y amigos? ¿O se decidirá por el amor eterno de Edward? La respuesta la tendrán en LA SAGA CREPÚSCULO: ECLIPSE. Pero no se dejen engañar por las apariencias. Aunque sigue contando con las peores cualidades de la saga, el film logra entretener, posee un guión con pocos altibajos y con una estructura narrativa más cinematográfica que al fin logra alejarse de la de un libro, y un final mucho mejor que el de sus predecesoras. La dirección de Slade, sus efectos especiales superiores y una historia mejor adaptada dan como resultado una buena mixtura de los temas que definen a la saga: el amor adolescente, el melodrama conservador, la mitología de los vampiros, las leyendas indígenas, las diferencias definidas por la atemporalidad, los tratados, los clanes y, por supuesto, la inmortalidad. Puede ser que, como muchos, también exclamaste a los cuatro vientos “¡No podéeees!” cuando Edward le dice a Bella que recién después de casarse consumirán su amor (guiño, guiño) en esa vergonzosa escena, pero no hay duda que esta injustamente exitosa saga al fin recibe su primer rayo de sol. Y eso solo puede significar una cosa: El amanecer ya viene.
Debo admitir mi ingenuidad, ya que estaba convencido de que la saga Crepúsculo era una trilogía. Como dirían los Les Luthiers, fue un error de lipotimia. Ahora que acabo de terminar de ver Eclipse, me vengo a enterar que hay una cuarta parte (ugh!), la cual se va a partir al medio y se convertirá en dos filmes al estilo de la última entrega de Harry Potter (re-ugh!!). Dios mío: y yo que pensé que me había librado de todo esto... Eclipse es la tercera entrega de la saga Twilight, la que arrancara con la excelente Crepúsculo (2008) y siguiera con la mediocre Luna Nueva (2009). Ahora tuvieron el tino de llamar a David Slade, el mismo de 30 Días de Oscuridad y Hard Candy, que sabe un poco sobre vampiros feroces y adolescentes sicópatas (como es este caso!). Las buenas nuevas es que Slade, al menos, ha podido afilar los colmillos y garras de los involucrados en este culebrón sobrenatural, con lo cual el filme es mucho más satisfactorio en cuanto a clima y violencia. El problema más grave sigue siendo el romance de fondo, ya que los autores (Stephenie Meyer, creadora; Melissa Rosenberg, guionista) siguen convencidos que están desarrollando la próxima Lo Que El Viento Se Llevó ... y la realidad termina por demostrar que se trata de un bodrio de aquellos. Me he puesto a analizar cúal es mi fobia con la saga Twilight, ya que la primera entrega me había caído muy bien. Las conclusiones a las que llego son que: a) es una historia plagada de deux ex machina que aparecen en cada capítulo (lobizones de último momento, sociedades secretas de super vampiros, acá el ejército de recién nacidos - vampiros recién contagiados y sedientos de sangre - y un sector de los vultures dispuesto a castigar a Edward por el sacrilegio de enamorarse de una mortal) b) el personaje de Bella Swan ha pasado de una pobre chica traumada a ser una insufrible histérica que ni siquiera vale dos pesos, y que tiene a todo el mundo en jaque debido a seguir enamorada del peor candidato posible sobre la faz de la Tierra (lo que termina de romper todos los tabúes posibles de la tradición vampírica de los Cullen). Pero el peor aspecto de todo esto es que Bella es, en realidad, un personaje antipático y desagradable. A ella no le importa abandonar a sus padres (la madre no valdrá nada, pero el padre al menos la quiere bien), no le importa convertirse en un muerto viviente que deberá chupar sangre el resto de su vida, ni tampoco le importa que no pueda tener hijos (quedarían siempre de la misma edad - el síndrome Kirsten Dunst de Entrevista con el Vampiro -). Tampoco parece importarle los graves problemas sicológicos que representa ser un paria inmortal para toda la eternidad. ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis Y si bien Bella se ha convertido en algo tan agradable como un martillazo en los genitales, al menos hay que reconocer que la historia de Eclipse tiene un poco más de vuelo que la entrega anterior. En primer lugar, le provee un poco más de background a sus personajes, los que han comenzado a contar cómo se volvieron vampiros y hombres lobos (y eso le da la excusa a Slade de insertar un poco de violencia sanitizada como para condimentar las cosas). Otro punto es que estos personajes, aún cuando estén involucrados en un romance insufrible, tienen momentos de honestidad que son de agradecer. Bella sigue siendo detestable también en ese departamento, pero hay discursos sinceros de Robert Pattinson y Taylor Lautner (desde su declaración de amor hasta el diálogo que mantienen en la carpa) que están bien hechos. El último punto es que hay grageas de humor a lo largo de la historia, que combaten la auto seriedad que se impuso semejante historia ridícula. En un momento Pattinson ve a Lautner semidesnudo y le dice a Kristen Stewart: "y este pibe, ¿nunca tiene una remera para ponerse?". Pero aún con ciertas mejoras en la historia, Eclipse nunca llega a ser una película como la gente. La ridiculez ha menguado un poco, o la han maquillado con violencia y humor, pero es una trama plagada de problemas. Slade inyecta acción pero, como es una película adolescente, termina siendo tan aséptica que decepciona (cuando le arrancan un brazo a un vampiro, es como sacarle un brazo a un maniquí de yeso). Incluso el enorme ejército de recién nacidos que viene a arrasar el pueblo... termina convirtiéndose en un grupo de 30 pibes que no duran ni cinco minutos en pantalla. Al menos los productores de la saga deberían permitir introducir algunos cambios a la serie, tal como pasó con Harry Potter: primero, que haya más oscuridad en la historia, incluyendo muertes más explícitas; segundo, darle el mando a una mujer como fue la directora Catherine Hardwicke (responsable de Crepúsculo), alguien capaz de inyectar sensibilidad femenina al romance sin edulcorarlo (y camuflando sus defectos). El tema es que, así como está, Eclipse (y toda la saga de Twilight) se va desbarrancando hacia una mezcolanza de ideas y géneros sin terminar de ser efectiva en ninguno de ellos. Entretiene por la variedad, pero carece de substancia.
Como la novela de la tarde No es que uno tenga demasiada experiencia en este tipo de ficciones, pero es imposible no reconocer cierto aire de show televisivo en la tercera parte de la saga Crepúsculo. Todavía cuesta creer los increíbles beneficios económicos de esta inefable saga que por momentos evoca al cine más efectista y moralista. En Eclipse (nombre homónimo al tercer libro de Stephanie Meyer) Bella debe decidir si acepta la propuesta de matrimonio de Edward, mientras intenta negar al hombre lobo Jacob, confeso enamorado de la protagonista. Sin demasiadas diferencias en la historia con respecto a sus antecesoras, sí hay que admitir que el cambio de director (David Slade, responsable de títulos como Hard Candy, en reemplazo de Chris Weitz, realizador de la segunda parte) resulta al menos, favorable. El desarrollo estético y visual muestra un notable crecimiento, aunque la mano de los productores se percibe demasiado e invita a imaginar una versión mucho más edulcorada de lo pensado teniendo en cuenta el prestigio de Slade. Pero también es necesario comprender otra cuestión: Eclipse es sólo la punta del iceberg, un complemento más del engranaje. Promociones, merchandising y comida chatarra, todo forma parte de la peor cara que tiene el cine. No se trata de una postura conservadora, pero la sola idea de vampiros que brillan a la luz del día y hombres lobo con sonrisa made in publicidad de pasta dental, generan por lo menos, distancia. No sería difícil definir a Eclipse como la mejor película de la saga –tampoco es que tenga demasiada competencia- pero ni siquiera con eso alcanza. El trío protagonista sigue sin convencer. Por suerte todavía podemos rescatar la labor de Kirsten Stewart, hoy día perfilada como una de las grandes actrices de su generación (ante cualquier duda consultar Adventureland). Está claro que la intención de este film no es demasiado ambiciosa: generar algunas livianas sensaciones, mostrar chicos carilindos para el suspiro de las jóvenes y que al salir de la sala puedan seguir pendientes de aquello que se genere con el nombre Crepúsculo, y contar una historia que si no se puede acusar de previsible, es por lo menos obvia. Pensando en dos futuras partes ya confirmadas, la película es un éxito de taquilla aún en su día de estreno: con adolescentes acampando en los alrededores de los cines mediante, la cinta ya recaudó 30 millones de dólares tan sólo con las funciones de pre-estreno. Quizás aquí se presente la mayor diferencia entre lo que se denomina el gusto del crítico y lo que el público permite (discusión, por otro lado, altamente retomada) pero cuando no sólo un título, sino una saga completa –como es este caso- ofrece tan poco es necesario preguntar hacia dónde debe deslindarse la culpa. Aún sabiendo que sus detractores seguirán atacándola y los fanáticos se mofarán sobre la cantidad de veces que puedan verla en la pantalla grande, hay algo que es cierto; a falta de fenómenos mediáticos/cinéfilos de mayor envergadura, Eclipse logra hacerse un atendible lugar entre los títulos más rentables de la temporada. Así está el cine.
Entre el fuego y el hielo “Eclipse”, la tercera entrega cinematográfica de la saga “Crepúsculo”, continúa navegando en las dobles aguas de un particular género fantástico que mixtura intrigas vampíricas y leyendas folclóricas con anécdotas de romance juvenil, reactualizando ideológicamente esquemas conservadores de conductas más propios de la cultura de los años cincuenta. La novedad esencial radica en el cambio de dirección, esta vez a cargo de David Slade, con algunos hallazgos en cuanto a su tono menos estructurado. Un mérito del nuevo director es darle mayor carnadura a una trama con vampiros, los que aparecen mucho más humanizados, sobre todo en sus defectos y por la utilización del humor que se incluye en forma de autoparodia, como el diálogo entre Bella y su padre para indagar sobre su conducta sexual. Como en la anterior, se incorporan personajes secundarios que no tienen demasiado peso dramático ni mucho interés (al menos a esta altura de la saga, a la que aún le quedan dos películas futuras para trasponer los cuatro volúmenes literarios de la escritora mormona S. Meyer). En lo actoral, Kristen Stewart se afirma y afianza en su personaje de Bella como la heroína de la voluntad capaz de educar su deseo del fuego al hielo, si fuera necesario para preservar el inalterable amor por Edward. Tiempo de dudas “Es tiempo de equivocarse, de cometer errores, de enamorarse... Porque solamente cometiendo errores y equivocándonos, sabremos finalmente lo que queremos ser”, dice en su discurso de graduación una de las colegialas compañeras de Bella y Edward. El eje de esta parte de la saga pasa por las decisiones en este cruce vital que va de la adolescencia a la adultez. En la necesidad de alargar la trama, el guión apela a un virtual triángulo amoroso entre Bella, Edward (Robert Pattinson) y Jacob (Taylor Lautner). Se profundiza en el tema de las dudas, poniendo a prueba a la protagonista que deberá elegir entre “lo que debiera ser” y “lo que realmente es”, en suma deberá ser coherente con los sentimientos de su corazón. La trama de suspenso es más una excusa para el dilema amoroso que es el verdadero núcleo narrativo, al que por obvias razones es necesario expandir y estirar como un chicle. La dosis de acción (no olvidemos que después de todo es una particular historia de vampiros) está dada con la aparición de una pandilla de peligrosos “neófitos”, llamados así porque tienen mucha más sangre en el cuerpo, en relación con el pacífico clan vegetariano-vampírico al que pertenece Edward Cullen. Esta acechanza servirá también para superar la ancestral rivalidad entre licántropos y vampiros, ya que para defender a Bella, todos se unirán solidariamente. Más suspiros, menos acción Al haber menos jaleo, aumentan los besos, arrumacos y declaraciones de amor, pero también irrumpe el fantasma de los celos. Pero los protagonistas evolucionan, toman sus decisiones y maduran. Formalmente, la narración pone menos énfasis que las anteriores en efectismos visuales y más bien intenta algunas inclusiones artesanales, cámara en mano, siempre en el marco de una sólida fotografía que sobresale particularmente en los ambientes naturales del bosque. La esencia de la historia sigue siendo la misma: una novela rosa y conservadora que incluye todas las variaciones posibles de vampiros, desde vegetarianos, pasando por nobles jerárquicos hasta los sanguinarios neófitos. Digamos que esta versión no traiciona el nivel esperado. Moda o fenómeno global, que nadie espere ver otra cosa de lo que el producto vende: una historia de amor, acción y jóvenes bellos, con el plus de moralina y moralejas acomodadas a los tiempos que corren.
Entre el amor y la inmortalidad Media ciudad de Buenos Aires empapelada con la cara de los protagonistas Jacob, Bella y Edward deja entrever que la adaptación fílmica del libro Eclipse centra gran parte de su argumento en un triángulo amoroso. Y así resulta, con un excedido énfasis en la melosa disyuntiva que transita la joven Swan, quien cayó bajo el encanto inmortal del vampiro Cullen y, a su vez, no quiere perder el cariño del licano Black. ¿Histeria? Puede ser. O un condimento ideal para matizar esta tercera parte de la saga furor teen. Enterados en el pueblo de Forks (Washington) que desde Seattle asoma una misteriosa ola de muertes y terror, el fornido Jake -que casi siempre aparece en cuero mostrando su torso tallado a puro gym- cargaría en brazos a Swan y la alejaría de las garras de los upíres. Se adentrará en los cerrados bosques de Vancouver y también busca ganar terreno sentimental para soplarle la dama a Edward, que primero quiere contraer matrimonio con Bella antes de su primera vez. El director inglés David Slade (30 Days of Night, Hard Candy), moldeó en la pantalla grande un cóctel de amor y.... ¡sí! guerra, en partes iguales. El punto bélico (violencia más oscuridad) es uno de los puntos fuertes de Eclipse. ¿Otro factor piola?, la curiosa unión de acérrimos enemigos (hombres lobo y vampiros) quienes dejan de lado sus diferencias históricas y aúnan fuerzas para luchar contra un enigmático clan de chupasangres recién nacidos. Y que como destino final buscan apoderarse de Bella. Entre la Familia Cullen (vampyres design a pleno), asoma Jasper (Jackson Rathbone) -el más nuevo del grupo- quien antes de ser marcado hacia la inmortalidad, era un oficial en la Guerra Civil. Este vampiro entrenará tanto a hombres lobos como a chupasangres para enfrentarse contra el perverso clan de neófitos liderado por la infame Victoria (Bryce Dallas Howard). Ella, a través de su manipulación, reclutó al peón Riley (Xavier Samuel), un fiel adicto a la sangre que lidera el grupo y atraviesa lagos y bosques con tal de dar con la preciada joven. Los efectos y la crudeza visual de las peleas, entre lobos XXL más Familia Cullen contra los vampiros "malos", se roban la película, aunque queda en suspenso un mayor protagonismo de los temidos Volturi quienes, con Jane (Dakota Fanning) como líder, solo contemplan friámente desde sus ojos inyectados en sangre. Luego de la guerra, el amor entre dos protagonistas quedará sellado dejando la puerta abierta para la ¿ultima peli?. Un Amanecer, espera.