Para Carmen (Malena Solda) el mundo ideal sería uno en el que el helado de dulce de leche y las películas proliferaran por doquier. En "El Karma de Carmen" (Argentina, 2014) Rodolfo Durán profundiza sobre la problemática femenina con un personaje que puede generar empatía pero también un profundo rechazo. Carmen (Solda) es alguien que puede explotar en cualquier momento y sin motivo aparente más que el continuar construyendo un universo en el que primero se encuentra ella, luego ella y más tarde los demás. Eterna postergadora de sueños y anhelos, las malas experiencias amorosas la llevaron a aceptar un solitario presente en el que el ir a regañadientes una cita a ciegas por demás atravesada se plantea como la solución de su vida. En el absurdo y el humor Durán guía a Carmen a través de un laberinto en el que los obstáculos solo hacen afirmar la construcción de un personaje interesante y que en el cuerpo e imagen de la potente actriz sostienen un argumento al que le sobran motivos para acercarse a la comedia dramática más tradicional y que hace de personajes cuesta abajo su apoyo y sostén. Solda se brinda y entrega a "El Karma de Carmen" con una total frescura y naturalidad, como así también la construcción corporal de un ser que pese a todo sigue pensando en que la suerte le va algún día a cambiar. Durán acompaña al personaje sin obstaculizar la acción. Se enamora de Carmen/Solda y la sigue por su rutina en la ciudad (club, pileta, heladeria), sumando a nuevos integrantes de la misma como el mantero que vende copias ilegales de películas, confidente circunstancial de la protagonista, que encuentra en un extraño la contención necesaria para sus avatares. Carmen quiere amar, pero tiene miedo y por eso Javier (Sergio Surraco) tampoco acepta del todo el total entregamiento que ella simula hacerle creer, por lo que comenzarán un juego de idas y venidas, de encuentros y desencuentros que no hacen otra cosa que profundizar la descripción de aspectos de los protagonistas. El director cuenta el karma de Carmen de una manera tradicional y lineal, y pese al trazo grueso y obvio con el que presenta a algunos personajes como la amiga (Laura Azcurra) o el padre (Manuel Callau), la narracion no se resiente. “El Karma de Carmen” es una comedia agridulce en la que gracias al oficio de Solda la acción se dispara y se potencia a través de una interpretación lograda y que tomando como disparador algunas situaciones amorosas equivocas logra hablar de las relaciones sociales en la actualidad, la familia, el trabajo y el persistir en la búsqueda de metas e ideales.
El malestar en la cultura del 2x1. Carmen (Malena Solda) es un personaje querible pero contradictorio que nos remite a rasgos de otros protagónicos femeninos histriónicos que se han llevado a la pantalla grande: Bridget Jones (El Diario de Bridget Jones), y la Tana Ferro (Un Novio para mi Mujer). De la primera conserva esa sensación melancólica de soledad irreparable a los 36 años, cierta impulsividad reprimida y bastante torpeza en algunas situaciones, y de la segunda tiene el carácter quejoso, insatisfecho, denunciante y obstinado. Chica culta, profesora universitaria, lectora del Malestar en la Cultura de Freud, adicta al helado de dulce de leche y eterna procastinadora, Carmen está detenida en un presente que no hace más que reflejarle un currículum lleno de fracasos amorosos y un futuro muy poco alentador en cuestiones sentimentales. Es así como se gana en una rifa un viaje para dos personas a Mar del Plata, ciudad no muy encantadora para ella. En este mundo hecho para dos, Carmen no tiene con quien ir y eso la lleva a intentar realizar algunos cambios subjetivos, aunque se la pase metiendo la pata. El film culmina siendo una comedia romántica con ribetes dramáticos: aparece el galán (Sergio Surraco) que viene a replantear su existencia, donde el mayor logro es la construcción del personaje principal que va armando la piezas de los conflictos internos de Carmen, sostenido a su vez por la solidez interpretativa de su actriz protagónica, quien nos lleva a recorrer durante el metraje un paseo empático por sus laberintos neuróticos. Sin embargo, peca en algunos momentos de escenas forzadas, que intentan ser insólitas pero pierden credibilidad, como cuando se enfurece de la nada con un policía y le grita impunemente “facho”. También hay algunos personajes y situaciones estereotipadas y previsibles, y además si bien es una historia actual y moderna, queda un poco anacrónica al querer prescindir -aunque no siempre- de casi todos los medios virtuales de comunicación que priman en la actualidad. Hubiese sido más rico que se agreguen las nuevas tecnologías que nos conectan con el otro para darle un realismo correspondiente a nuestras épocas. De todos modos, el relato está bien logrado porque es atractivo a nivel narrativo. La dupla y química actoral que alcanzan Malena Solda y Laura Azcurra, en el papel de su mejor amiga, logra momentos divertidos y absolutamente femeninos, y el vínculo que establece con el mantero amigo (Daniel Valenzuela), proveedor de películas truchas, no tiene desperdicio. Estamos ante una comedia simpática y entretenida, gracias a que Rodolfo Durán propone una narración lineal pero versátil, con algunos giros interesantes que hacen que el film no se torne tedioso ni monotemático. Seguramente logrará empatizar con gran parte de la platea femenina, que siente que las chicas no solo quieren divertirse.
De lo que siembras cosechas Con guión de Maria Meira y dirección de Rodolfo Durán, El karma de Carmen (2014) nos presenta una historia acerca del universo femenino, y sobre las nuevas formas del amor, la soledad y la amistad después de los treinta. La película se centra en la vida de Carmen (Malena Solda), una mujer de 36 años que se ve acechada por el futuro. Carmen ama el helado, nadar, su carrera y su trabajo; tiene un bello departamento, amigos y familia… y sin embargo, algo le falta, y eso la incomoda. Situada en el característico calor agobiante de las fiestas navideñas, vemos vagar a Carmen de lado a lado, con un fastidio palpable que con cada interacción se acrecienta más: Por un lado está su mejor amiga y contracara (Laura Azcurra) que la quiere pero la abandona constantemente en pos de buscar su propio camino con una relación equivocada. Por el otro está su familia, quienes la sostienen pero también la hostigan sobre su situación sentimental. Sin embargo, todo cambia en su mundo en el lapso de una semana. Primero, su hermano (Gustavo Pardi) le presenta a Javier (Sergio Surraco), un hombre recién separado, atractivo y que desafía casi sin quererlo todas los preconceptos de Carmen. Luego, Carmen gana un viaje para dos personas a Mar del Plata, y es la gota que rebalsa el vaso. Ese viaje la persigue: por más que intenta, no puede compartirlo, ni venderlo, ni ignorarlo. Es la clara representación de su problema, de su karma, y terminará siendo también el catalizador para que esta mujer decida hacer un cambio significativo en su vida. Más allá de los resultados, la premisa de El karma de Carmen es interesante. Nos propone, en primer plano, el punto de vista de una protagonista atípica, difícil y enmarañada, con la que se puede empatizar hasta cierto punto; porque Carmen es consciente de sus decisiones y las consecuencias que estas le traen, nos cuesta sentir pena por ella. En segundo lugar, el guión se juega a contar una historia romántica moderna, donde la pareja y la seducción no son el foco principal. Es más, Javier y Carmen son un dúo muy extraño: están uno más perdido que el otro cuando de amor se trata, y por eso ellos se tropiezan, se pelean y se atraen al mismo tiempo. Y si bien su dinámica es interesante, queda en un segundo plano. En palabras del director: “Lo que me sedujo del guión escrito por Maria Meira es la construcción de una comedia romántica que se desarrolla a partir de un solo personaje. Si bien hay romance, encuentros y desencuentros con el personaje de Javier, esta no es una comedia romántica de dos; la historia sigue, analiza y profundiza en Carmen y su particular forma de enfrentar el mundo.” El desarrollo del film puede verse un poco truncado hacia el final, más que nada por algunas escenas repetitivas, o algún diálogo o lugar común, pero con ayuda de las actuaciones, se pedalea hacia un buen balance. En este respecto cabe destacar las actuaciones secundarias, como por ejemplo la excelente participación de Oski Guzmán como Julián, el peculiar exnovio enfermero de Carmen. El esfuerzo más lindo e innovador de esta historia es intentar situar al espectador en la mirada de un personaje en sus treinta y tantos, y lo que esta edad conlleva para una mujer en la sociedad. La presión, por ejemplo, de tenerlo todo: una carrera exitosa, independencia económica, una pareja estable y también una familia. En eso, Meira y Durán se destacan, y generan interrogantes que vale la pena preguntarse: ¿Qué se busca en una pareja? ¿Qué determina el éxito en una vida? ¿Hay que vivir según las expectativas que se nos exigen? Y, finalmente, ¿Se necesita todo para ser feliz?
¿KARMA O TEMOR? _ Dejate llevar- le aconseja Santiago. _ Sólo hasta mi casa- responde irónica Carmen mostrando su vulnerabilidad. Carmen (Malena Solda) tiene 36 años y es soltera; no cree en el amor ni en las citas forzadas. Sin embargo, bajo esa coraza de indiferencia, irritabilidad y humor ácido se siente sola, sobre todo, porque a su alrededor todos formaron pareja o una familia. Su hermano Santiago (Gustavo Pardi) intenta ayudarla y le organiza una cita con su amigo Javier (Sergio Surraco), recientemente separado. Para Javier no será una tarea fácil, sobre todo cuando el humor de Carmen se altera al ganar el primer premio de una rifa en la heladería del barrio: un viaje todo pago para dos personas a Mar del Plata. El karma de Carmen, la nueva película de Rodolfo Durán, desarrolla la construcción y el funcionamiento de las relaciones sociales, en particular, la familia, la amistad y la pareja. Pero también destaca los momentos en que los vínculos no funcionan a la perfección: la familia que opina de forma constante (aunque sin querer hacer daño), la amiga que deja colgada a la otra por su novio varias veces o el chico que intenta ser agradable porque tiene cierto interés (y al cual la joven ignora porque ya no cree en el amor). En la construcción de los personajes, quien realiza la evolución más notoria es la protagonista, aunque mantiene su rol de mujer independiente, malhumorada e intelectual. En el caso del personaje encarnado por Surraco los cambios se perciben más sutiles. A pesar de se trata de una comedia romántica, la película no cae en clichés ni abunda en escenas sentimentales sino que el abordaje tiene que ver con la frustración, la soledad y el miedo al rechazo y también al cambio. El karma de Carmen intenta ahondar en la problemática de la generación que superan los 35. Aquellos que quedaron atrapados entre ser eternos adolescentes y adultos con responsabilidades y que, por otra parte, modificaron sus ideas respecto a la amistad y a la construcción de la pareja. Estas nociones, en el filme, siempre se intercalan con una dosis de humor. Quizás el karma continúe pero, a veces, es necesario zambullirse en la pileta no solamente para alejar el calor de enero sino por el simple hecho de arriesgarse y ver qué puede pasar. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
Simpática y sola a los 40 Una historia sencilla, bien contada, con la no resuelta situación emocional de un ser querido que puede llegar a ser un karma para amigas y parientes. Carmen está llegando a los cuarenta sin pareja. Y eso parece preocuparle más a la familia que a ella. Padres, hermanos y amigos que no conciben la vida de una chica soltera. Aunque estemos en el siglo XXI, "la nena todavÃa está en casa" ( también puede ser "el nene" porque ahora también los "nenes" de cerca de 40 permanecen fieles a la colmena familiar). El asunto implosiona cuando Carmen se saca la rifa de la heladerÃa del barrio, un par de pasajes a Mar del Plata en no temporada. Ahà vienen a habitar la mesa familiar el recuerdo de los ex novios de Carmen, que parecen haber tenido una caracterÃstica general. No eran económicamente buenos partidos. Pero siempre, hay una amiga o un hermano que quieren hacer de Celestinos e intentan uniones posibles. Y Javier aparece en escena. Pero la cosa no será fácil. PERSONAJES COTIDIANOS Rodolfo Durán siempre encuentra el tono y el ritmo de esta agradable comedia romántica con personajes cotidianos. Más allá de un buen guión de MarÃa Meira, verosÃmil y en el que muchos se reconocen, la pelÃcula mantiene un buen equilibrio y la elección justa de los personajes le da un interés adicional. La protagonista es Malena Solda, recordada actriz de "La mala verdad", que interpreta a Carmen con las necesarias dudas de un personaje al que parece costarle expresar sus sentimientos. A su lado un correcto Sergio Surraco y Laura Azcurra con su simpatÃa y solidez habitual. Con ellos, un buen equipo de profesionales como Manuel Callau, MarÃa Rosa Fugazot, Ana MarÃa Castel (las "jubiladas de Mar del Plata") y Daniel Valenzuela en el vendedor de dvd truchos, junto a Osqui Guzmán como el enfermero. Una historia sencilla, bien contada, con la no resuelta situación emocional de un ser querido que puede llegar a ser un karma para amigas y parientes.
Ingeniosa comedia romántica “single” Se luce Malena Solda en su primer protagónico para el cine, que además es una comedia, el género contrapuesto a lo que habitualmente le piden en teatro, o en otras películas. Y también se luce el resto del elenco. Rodolfo Durán, el director, le da espacio a cada uno, y antes de los créditos finales le dedica un plano con su nombre, como para que el público lo aplauda o al menos confirme quién era y lo retenga en su memoria. Esa es una atención que pocos tienen, y se agradece. ¿Cómo no agradecer, además, la aparición de María Rosa Fugazot y Ana María Castel como dos jubiladas disfrutando del sol y el vino blanco en la playa marplatense? ¿O el personaje de mantero paraguayo que compone Daniel Valenzuela? ¿Y los de Oski Guzmán, Gustavo Pardi, Laura Azcurra, Manuel Callau, et al, todos ellos tirando buena onda, al menos en comparación con la loca de Carmen? Pobre Carmen, su vida amorosa es un fracaso, y eso, y la vida en general, la ponen de mal humor. Con decir que en Navidad se gana una rifa para ir cinco días de vacaciones todo pago con quien quiera, y no tiene quien quiera, ni quien la quiera. Y si aparece, lo espanta. Justo ahí es donde aparece un posible peor es nada, a cargo del ascendente Sergio Surraco. Y empieza el tire y afloje, la expectativa y el rechazo, el gataflorismo y el arrojo a la pileta sin agua, en escenas que otros malhumorados desdeñarán por costumbristas, pero el público festeja precisamente porque reconoce costumbres y actitudes que le tocan de cerca y le causan gracia. No cualquiera hace costumbrismo. Para eso hay que saber mirar, y querer a los demás. Ese es uno de los varios méritos que muestra en esta ocasión la guionista María Meira, y que Durán y los intérpretes aprovechan. Otro, es la originalidad. Se trata de una comedia romántica "single". Ya dijimos que el personaje de Carmen espanta a quien se le acerque, así que Malena Solda se mueve casi todo el tiempo sin pareja, graciosamente angustiada como la Delphine de "El rayo verde". Y lo bueno es que al final no habrá un haz de luz sobre el mar, como en la película de Rohmer, sino algo más concreto. Porque tiene que ser concreto el interés de un tipo, para bancar a una mujer tan propia de estos tiempos. Veremos qué pasa. Tiene que haber una segunda parte.
Yo soy sola La actriz Malena Solda encarna a Carmen, protagonista absoluta de esta comedia romántica, anómala, del director Rodolfo Durán (Terapias alternativas), con guión de María Meira (La mirada invisible), que se ubica en la frontera de la treintena cuando las presiones sociales y los mandatos sobre las mujeres indican la imperiosa necesidad de casamiento e hijos. Si parte del karma de nuestra antiheroína, quien ha optado por su carrera e independencia del yugo masculino, se pudiera resumir en la soledad, que tarde o temprano tocará a su puerta, también permite diferentes lecturas en base a la idea de una consecuencia provocada por múltiples causas: la soltería militante, la renuncia a los lugares comunes de todo romanticismo convencional (podríamos decir una comedia anti-hollywoodense) y además, la crisis que supone atravesar los treinta y seis sin horizonte de pareja a la vista. El tono elegido por el director, en su sexto opus, recoge algunos elementos de la comedia, la ironía y un cinismo a conciencia por parte de la protagonista ante un entorno, tanto familiar como externo, que pretende encontrarle candidato y un sentido tradicional a su existencia. La oportunidad de un viaje a Mar del Plata, que el azar de un concurso en su heladería preferida le dispensa siempre que vaya acompañada, supone la chance del cambio, pero también es el detonante del mayor conflicto interno y el reflejo deformado de ese espejo en el que Carmen no se quiere mirar. A esa alternativa de viaje de autoconocimiento se le superpone la presencia de Javier (Sergio Surraco), conocido de su hermano Santiago (Gustavo Pardi), quien pretende romper el hechizo de soltería de su hermana organizando una cita incómoda, lo suficiente para que Carmen rechace el plan de conquista, aunque luego tratará de someterse a la teoría de las segundas oportunidades. Con buenas actuaciones en roles secundarios de Manuel Callau (habitué de los films de Rodolfo Durán), y Laura Azcurra como la amiga que a veces usa de confidente a Carmen cuando pelea con su novio y otras la descarta cuando todo se arregla, El karma de Carmen explora en la intimidad de una treintañera que no se amolda a los cánones establecidos por la cultura, desde la superficie, pero también se sumerge sin solemnidad ni bajadas de línea morales, con la sensibilidad justa por los vericuetos de la soledad.
En compañía de la soledad Una mujer solitaria se gana un viaje a Mar del Plata en esta simpática comedia romántica con Malena Solda. El número 13, la yeta en la quiniela, le abre la puerta a Carmen a través del azar (una rifa) para viajar a Mar del Plata con un acompañante con todos los gastos pagos. Con el pequeño detalle de que la muchacha está sola. Ella (Malena Solda) es una treintañera golpeada por el amor, con un carácter agrio que le pone paños fríos a cualquier situación. Toma distancia. Carmen siente que no encaja, cuestiona acciones ajenas, sufre los “desajustes hormonales” de su amiga Verónica (Laura Azcurra, quien se guía por las acciones de su novio), opaca reuniones familiares, cuestiona “la maqueta” (por el barrio cerrado) en donde vive su hermano. Sólo expulsa su energía en el agua, a través de la natación. Su semblante refleja un sombrío estado emocional. Excepto cuando la cámara submarina la filma como pez en el agua. Espejo de que algo emergerá en ella. ¿El amor? El karma de Carmen es una historia chiquita, simple, pero que se deshoja lentamente, cual amor adolescente. El director Rodolfo Durán (Cuando yo te vuelva a ver, Vecinos) ahonda en la soledad de su protagonista y sólo la cruza con un “encuentro forzado”, sin necesidad de multiplicar en búsquedas amorosas, más allá de eventuales infortunios sentimentales. Menos es más. Rápida para los números, Carmen es metódica, expeditiva, decidida. Negocia con lo que puede, excepto con su corazón. A la mitad del filme, el espectador se preguntará ¿cómo hará Durán para prolongar esta historia sin estirar o repetir el argumento del flojo devenir amoroso de Carmen? Ella conocerá a Javier (Sergio Surraco), cuya rigidez en el diálogo, y en cierta gestualidad, contrasta con la naturalidad y cambio de actitud en Solda. Experiencias jugosas (en el local de sushi o en la cena íntima) y cierto humor negro (“la mortaja no tiene bolsillos”, en referencia a un novio amarrete) le dan soltura a una película que se desanuda solita, sin rebuscados artilugios. Las filmaciones en Mar del Plata (sí, el viaje se concreta) disparan “el otro filme”, donde Carmen purgará de a poco su mal humor. Un grupo de jubiladas -compañeras de viaje- le mostrarán sutilmente el camino hacia la felicidad, la experiencia por sobre el apuro. La película finaliza en el punto exacto de cocción, porque en estos casos lo que abunda, daña.
Romance plagado de clichés Para que una comedia romántica funcione, es decir, que sea entretenida, creíble y fantástica al mismo tiempo, son muchos los elementos que se necesitan poner en el juego. El principal pasa por presentar personajes que resulten interesantes y complejos en sí mismos y que su atractivo aumente cuando aparezcan juntos en pantalla. También se trata de contar una historia que suene realista y al mismo tiempo retrate el inexplicable instante del enamoramiento y todo lo que viene después. En el caso de El karma de Carmen, casi ninguna de esas reglas se cumple y lo que empieza como un intrigante retrato de una mujer peculiar y repleta de contradicciones avanza hasta convertirse en una sumatoria de estereotipos y clichés. Carmen, interpretada por una sólida Malena Solda que a pesar de sus esfuerzos no consigue dotar de simpatía a su criatura, se debate entre sus manías neuróticas y un malhumor que no ceja. Ni siquiera cuando gana un viaje a Mar del Plata en una rifa o cuando su hermano intenta emparejarla con Javier (Surraco), uno de sus amigos. Entre las pocas pulgas de ella y los irritantes modos de él, el guión no construye la necesaria empatía con los protagonistas-el personaje más carismático es el de la mejor amiga, interpretado por Laura Azcurra-, ni logra transmitir el encanto del género al que pretende pertenecer.
En busca de la felicidad, aunque sea por un rato En el plano afectivo a Carmen no le va nada bien. Arregla más de una cita con Javier pero las cosas salen mal, aun en la intimidad. Su mejor amiga, se pelea y reconcilia con su pareja, y esto provoca una nueva postergación para un viaje de ambas, acaso añorando sus años de adolescentes. La noche de Navidad se aburre en la casa familiar en medio de los fuegos artificiales, en tanto, sus papás le recuerdan a sus ex parejas, es decir, sus fracasos de pareja. Carmen tiene 36 años, se la ve malhumorada, le grita "fascista" al guardia de seguridad de un parque, anda en bicicleta, da clases en la facultad... Su hermano representa lo opuesto a ella viviendo en un country y más de una vez devora con placer un cuarto de helado de dulce de leche. Pero Carmen gana un premio navideño en la heladería vecinal: un viaje todo pago a Mar del Plata por cinco días para dos personas. Rodolfo Durán sigue el andar sin suerte de la protagonista, eligiendo un tono de comedia leve y sin pretensiones, observando al detalle las mañas y obsesiones de una mujer de más de treinta años buscando la felicidad, aunque sea por un rato. La puesta en escena es realista con sus virtudes y desbordes en personajes estereotipados y situaciones que provienen de un guión básico para un programa de televisión. Allí, El karma de Carmen retrotrae por su simplicidad narrativa al cine argentino de décadas pasadas, con su estética teñida de euforia naturalista convertida en imperiosa necesidad formal. Los encuentros con Javier, en un restaurante comiendo sushi (toquecito actual Palermo Hollywood), en un parque y en la casa de la protagonista, por su parte, invitan a contemplar algún instante gracioso, que siempre termina resultando frustrante para la fastidiosa Carmen. Pero el viaje a Mar del Plata, meter y mucho más la cabeza en el mar, un beso necesario y las vueltas de la vida, tal vez, sirvan como salvavidas para un personaje particular al que Malena Solda le entrega todo su fervor interpretativo, con una mayor contundencia y riesgo que la rutinaria trama argumental que describe el film.
Esa historia de amor que nunca arranca Presionada por el contexto social y familiar, la Carmen del título se ve compelida a buscar una pareja. Finalmente conocerá a alguien, pero la falta de progresión emocional en el vínculo entre personajes termina conspirando contra las intenciones del film. El karma de Carmen quiere ser una comedia romántica y lo es cuando confía en una actriz con el oficio de Malena Solda para delegarle todo el peso de la historia, decisión explicitada por el director Rodolfo Durán (Terapias alternativas y Cuando yo te vuelva a ver) en la gacetilla de prensa: “Es una comedia romántica que se desarrolla a partir de un solo personaje”, define. De rostro angelical e infantil, con la nariz siempre fruncida y portadora de una insatisfacción generalizada digna de Woody Allen, la Carmen del título es una chica en sus treinta y pico aquejada por la soltería. O, mejor aún, por sus consecuencias sociales. Narrado con sordina y en un medio tono constante, el film jamás apunta al deseo de un desarrollo personal como motor principal de la necesidad de una pareja, sino a un contexto social y cultural en el que el establecimiento de una vida sentimental es norma tácita. Así, el problema de Carmen no es tanto la soledad como la presión a la que es sometida por el entorno. Entorno que, encarnado por su mejor amiga (Laura Azcurra) y su familia, está enfrascado en la aventura de buscarle un hombre, sobre todo después de que gane un viaje a Mar del Plata en una rifa de fin de año y no tenga acompañante. Hasta que aparece un candidato (Sergio Surraco). La cuestión parece ir para atrás como pase de rugby, con una primera cita para el olvido y una serie de reencuentros posteriores poco favorables, avalando la teoría de la protagonista acerca de la imposibilidad de forzar los sentimientos. Pero resulta que al final Carmen sí sentía algo por el pibe. Y es justamente la ausencia de una progresión emocional del vínculo entre ambos donde empiezan los problemas del film. Es siempre loable la evasión del recurso simplista de un largo flashback que resignifique las situaciones compartidas, pero Durán no establece cambios formales o de registro actoral que especifiquen la incipiencia amorosa, convirtiendo a El karma de Carmen en una de esas películas bien intencionadas, volátiles e irregulares, a la que ni siquiera la brisa marina logra insuflarle el aire suficiente para mantenerse a flote hasta su desenlace.
Una comedia con encanto, dirigida por Francisco Duran, con una talentosa Malena Solda construyendo un personaje riquísimo, enojado con el mundo, hipercrítico. El guion de María Meira está muy bien construido.
Déjenla tranquila A la protagonista de El karma de Carmen le pasa algo medio parecido a lo que le ocurre a la película: ahí cuando lo más interesante son sus momentos de soledad, esa angustia existencial que se mitiga con largos en la pileta, comiendo helado o vacacionando en Mar del Plata, aparece la comedia romántica para quebrar un registro intimista que la define mejor y más intensamente. A ella y a la película. Y así como el film de Rodolfo Durán nunca encuentra el tono ni el tiempo de la comedia y el romanticismo, Carmen desea que la dejen tranquila en su soledad, en su deseo de no desear. En ese tire y afloje, la película halla un camino difícil, bipolar, que no logra hacer de esa sumatoria de capas algo atractivo ni lúdico. No es que tenga algo contra la comedia romántica, pero es un género difícil y al que hay que saber domar: la excesiva autoconsciencia puede llevar a una autoparodia cínica, y el excesivo azúcar puede llegar al festín indigesto. Lo que está mal en la película no es la inclusión del género, sino la poca efectividad del mismo. Tal vez el problema venga porque El karma de Carmen se autoimpone una premisa un poco complicada para no precisar del rigor de la puesta en escena para llevarla a buen puerto: porque si bien se construye sobre los mecanismos de una comedia romántica que viene y va, es en verdad una historia de uno y no de dos, como suele ocurrir en el género. Lo que importa aquí es lo que le ocurre a Carmen con su soledad y sus 36 años repletos de fracasos sentimentales y macerados con cinismo. Javier (el interés romántico) es apenas un personaje de reparto que aparece para generar los necesarios quiebres dramáticos en la protagonista y en el relato. Carmen es un personaje por demás complejo: no hay sólo un reniego superficial del estar sola, y un miedo escénico a emparejarse con otro -el centro neurálgico del 90% de las comedias románticas-, sino que esa soledad y ese miedo escénico son más un reflejo social, una indudable reacción ante una construcción generalizada que la protagonista repele e intenta refutar. Esa construcción está dada por la familia y sus constantes exigencias emocionales, o por los amigos y sus histerias del corazón que nos tienen, a veces, como imprevistos actores de reparto. Es desde ahí, desde el atractivo juego de relación de vínculos que propone la película, donde se construye la Carmen que Malena Solda lleva adelante con cierta inteligencia. Aunque hay que reconocer que a la actriz le pasa un poco lo mismo que a la protagonista y a la película: funciona mejor en sus instantes de angustia asordinada y solitaria, que cuando tiene que interactuar con otros. Por ejemplo la secuencia en la camioneta, en el restaurante o en la plaza quieren ser esa comedia romántica entre desopilante y tierna que nunca se termina por concretar, un poco por unos diálogos demasiados redondos desde la escritura y otro tanto por unas actuaciones que no dan con el tono adecuado. Finalmente el karma de Carmen termina siendo el de la película misma, y es esa innecesaria obligación a tener que completarse con un otro, esa regla social conservadora que dice que la felicidad es imposible lejos de la vida en pareja. Así como Carmen busca a Javier, el drama interior busca a la comedia romántica. Y cuando las cosas no cuajan, no cuajan, por más que se haga el esfuerzo y que una última escena bastante poco noble para con su personaje principal (y para la coherencia narrativa) quiera torcer el rumbo del destino que, invariablemente, uno mismo se marca.
Escuchá el comentario (ver link).
Loser Divertida comedia sobre perdedores en el amor y en la vida, El karma de Carmen es una sólida propuesta de género, más interesante aún por no girar alrededor de un hombre sino de una mujer, joven y graciosamente frustrada. Allí reside gran parte del encanto y la singularidad del nuevo film de Rodolfo Durán (el de la estupenda Cuando yo te vuelva a ver), muy bien escrito y dialogado por María Meira, que se enriquece a través de una actriz principal dúctil y por momentos desopilante. Una Malena Solda que desde la primera escena define las características de un personaje obstinado y tragicómico, que a cada paso encuentra motivos para fastidiarse con el mundo que la rodea. Circunstancias que no siempre son tan negativas y que la irán empujando a un indeseado viaje que operará –por momentos– como un bálsamo a su atribulada vida. La trama va desarrollando sus situaciones con naturalidad, sin forcejeos, y eso contribuye a aumentar su disfrute. Sin por esto dejar de lado algunos apuntes sociales y familiares, y otros pertenecientes a una suerte de “marketing amoroso” al que se somete la gente inadvertidamente. Junto con la imperdible protagonista, un elenco convincente (Sergio Surraco, Laura Azcurra, Manuel Callau, María Rosa Fugazot, Daniel Valenzuela, Oski Guzmán, Martín Gervasoni) aporta su talento aún en pequeños roles.