He aquí una película bendecida por el talento (Pre-seleccionada para el Oscar como Mejor Película Extranjera, Premio del Jurado en el Festival de Varsovia y Premio de Público en el Festival de Zurich). Narra la historia de Alex (Ljubek) y su peculiar viaje a bordo de un tándem para recuperar su identidad perdida. Su mentor, su guía y su sostén es su abuelo (Manojlovic), que usará el backgammon como fuente filosófica y pedagógica para esta travesía de descubrimientos. La película es un torbellino de escenas (construidas con suma calidad) que forman una doble Odisea: recordar y entender el pasado para poder comprender el presente. Una fotografía repleta de esplendor y una banda de sonido excelente nos dejan en las manos el gran imperio cultural que son las tierras balcánicas, sus paisajes, sus costumbres, sus pueblos, su tradición y su manera de entender la vida. Miki Manojlovic (Gato Negro, Gato Blanco) brilla en la pantalla, otorgando una convincente y conmovedora actuación. Es él, mediante la genialidad del director, el que brinda los mejores momentos de la película. Un viaje es siempre una posibilidad para conocer pero también para conocerse a uno mismo. Y mientras vemos el trabajo interior de Álex, quizá veamos algo de nosotros mismos en él. Porque esta película es una generosa y conmovedora crónica sobre los vínculos humanos y cómo ellos nos definen. Sus breves pero profundas oraciones sobre el backgammon y su relación con el secreto de la vida y la ética para tener bienestar son realmente para pensar, re-pensar y atesorar. El juego de mesa, como centro crucial donde se apoya el guión y la trama, le ha dado un interesante giro al uso de la metáfora y el simbolismo en el cine. Pero sobre todo da algo muy valioso al espectador: la posibilidad de mirar una película con el corazón en las manos, pues de él habla y hacia él apunta mediante todas las herramientas que el celuloide puede brindar. Y si piensan que conectarse con el corazón de uno mismo puede ser difícil, no se preocupen, esta película les da el atajo para permitirse ver una historia repleta de solidaridad, sabiduría, ternura y amor. Amor hacia el prójimo, hacia tu tierra, tu pasado, tu tradición y amor hacia uno mismo. Hecho con tierna simplicidad y una profunda humanidad, este film tiene todos los ingredientes para convertirse en un delicioso e inolvidable festín de sensaciones.
Intentar descifrar alguna señal en el juego de tablero más antiguo del mundo es absurdo. ¿Es posible, que esa señal esté en nuestras manos? "La vida humana es parecida a los dados; si no sale lo que necesitamos hará falta que el arte corrija lo que la suerte nos envió". Terencio Esta es la historia de Alex/Sascha un joven búlgaro, que ha emigrado a Alemania de niño por razones políticas. Acaba de tener un accidente en auto, sus padres mueren, y él queda internado en un hospital, con una amnesia retroactiva. Su abuelo Bai Dan llega de Bulgaria y organiza un viaje espiritual para sacarlo de ese estado, con la decisión de ayudarlo a recobrar su identidad. La propuesta es un viaje de iniciación en un tándem, que no sólo lo transportará a su lugar de origen, sino que a medida que va recobrando la memoria y con ella su pasado, lo hará reecontrarse de a poco consigo mismo. En ese recorrido por el tiempo y el espacio, donde cruzan medio Europa juegan todo el tiempo al backgammon. Dicha práctica, que simboliza su historia y la de su familia lo hará finalmente aceptar, que el destino es el dado que tenemos en nuestras manos, y la vida es un juego a medio camino entre la suerte y la habilidad. El backgammon oficia también como metáfora de la propia vida, un simple juego de azar, que no siempre es tal cosa sino que, de vez en cuando, también se presta a situaciones inverosímiles o a milagros divinos. Seleccionada por Bulgaria para representar al país en los Oscar 2010 en la categoría de film de habla no inglesa, "The World is Big and Salvation Lurks around the Corner", esta adaptación de la novela homónima de Ilija Trojanow comienza con una voz en off, donde por momentos, parece que el relato iniciado a partir de su nacimiento como una chispeante saga familiar, va a ser un retrato de una infancia diferente, disfuncional, quizá más basado en sensaciones, que en hechos puntuales. Pero pronto esa impresión se anula y nos subimos a una suerte de road movie, que alterna drama y comedia, pasado y presente, a partir de la cual, vamos descubriendo la vida de Sascha y la huída de la familia de Bulgaria a Italia, en pleno período estanilista. No obstante la sorpresa es que de pronto, esa cruda descripción de la realidad, se convierte en un relato fantástico. Donde las reglas del juego (del cual Dai Ban es el rey en su pueblo) son las del backgammon. Y esa es la verdadera ruta a seguir. Nada es imprevisible en la historia, no obstante Komandarev se las arregla, para que la misma no se venga abajo durante las casi dos horas de duración. Esta fábula vital a modo de drama intimista y emotivo, muestra al siempre genial Miki Manojlovic ( Underground - Gato Negro, Gato Blanco – La Otra América) y más recientemente en el 25º Festival de Mar del Plata en Entre Nosotros / Just Between Us / Neka ostame medju nama Us de Rajko Grlic, una coproducción de Croacia- Servia y Eslovenia. El personaje del nieto (que en la novela es el sobrino) es Carlo Ljubek, a quien tanto la mirada, como la abundancia de planos fijos favorecen felizmente su actuación. Ambos conforman una dupla de carácter épico, donde deben seguir unidos, para poder salir adelante y darle curso al happy end. Si bien el film está dirigido con solvencia. Es una pena, que no le deje nada librado a la imaginación del espectador. No obstante tiene afortunadamente muchos más aciertos que errores. Vivimos en un mundo al parecer saturado de dificultades donde, dados los avances tecnológicos, la comunicación tendría que ser casi perfecta. Lo cierto es muchas veces quedamos bollando en la superficie, solos, sin atrevernos a bucear un poco, para saber cómo “debemos vivir nuestras vidas”. Los que piensan encontrar en este film un buceo complejo, encuentros inesperados, una compleja psicología de los personajes y mucho trabajo como espectadores para descifrar la historia, están en el camino equivocado. La filosofía a la que adhiere “El mundo es grande..” es a la del juego más antiguo de la historia, el backgammon, típico de la zona de los Balcanes, donde se suma al viaje como elemento histórico de catarsis y cambio. Stephan Komandarev, ha tratado de llevar a la pantalla una historia sencilla, que habla de superar los obstáculos con humor y “donde absolutamente todo es posible”, hasta encontrar un autito escondido casi 20 años atrás detrás de una piedra. ¿Y por qué no? Si absolutamente todos los libros más vendidos de autoayuda están centrados en esa posibilidad, como “el secreto” para conseguir todo lo que deseamos, basta con desearlo y desde ya… ¡imaginarlo e imaginarse! El libro Por su parte, Ilija Trojanow, su guionista publicó en 1966 su primera novela, con grandes rasgos autobiográficos, Die Welt ist groß und Rettung lauert überall (Hanser, 1996; en 1998 se publicó la traducción española con el título de El mundo es grande y la salvación acecha por todas partes). A esta la siguieron otras novelas de viajes, como Hundezeiten (Hanser, 1999), An den inneren Ufern Indiens (Hanser, 2003) y Zu den heiligen Quellen des Islam (Malik, 2004). Autor de El coleccionista de mundos -recientemente traducido al español y publicada por Tusquets-, libro que ha vendido ya más de cuatrocientos mil ejemplares en Alemania desde que fue elegido como la mejor novela del 2006, y galardonada con el premio de la Feria del Libro de Leipzig. Siete años necesitó para escribir la biografía novelada de Sir Richard Burton, famoso explorador inglés del siglo XIX, narrada desde diferentes puntos de vista, también por el africano que guía la expedición. Una acrobacia de la mirada y un desafío del lenguaje, posible para alguien como Trojanow, que habla cinco idiomas, y cuya infancia y juventud transcurrió en Kenia e India. Y a quien se lo considera un narrador contemporáneo en lengua alemana con un gran gusto por la fabulación, y que como pocos han abordado con un espíritu tan lúdico y original los grandes acontecimientos de la historia europea más reciente. Existe por lo tanto una pasión y una experiencia vital en esta temática por parte de su guionista: ”Para mí lo más importante no es el viaje desde casa al extranjero, y luego el retorno, sino la experiencia de ser extranjero en tu propio país, desde el punto de vista lingüístico…” A lo cual agregaría, extranjero, en el modo de percibir y vivir el mundo. Bai Dan realiza con su nieto un viaje de retorno a sus orígenes, por eso alude a un itinerario mítico, como es la Ruta de la Seda, aunque esta no sea la ruta abordada por ambos. Podría ser una justificación pensar en que Stephan Komandarev ha respetado en su adaptación el espíritu del texto literario, lo cual no ha sido una elección muy feliz. Sería algo así como en la Argentina respetar en una adaptación El vestido rosa de César Aira. O la obra de Angélica Gorodischer, como lo hizo acertadamente María Victoria Menis en la Cámara Oscura. Argentina/ Francia ,2008. Cargado de las mejores intenciones y acompañado de una maravillosa fotografía, que invita a viajar “El mundo es grande y la salvación esta a la vuelta de la esquina” es un film de perfecto entertiment, que no casualmente lleva acumulado varios premios del público. ¡Vamos por eso!
Del otro lado de la cortina Una película búlgara, entre el revisionismo y la emoción. Filme revisionista, o trivializador de la realidad histórica, El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina navega entre aguas en las que el espectador no sabe si el árbol le impide ver el bosque, o el bosque es tan frondoso que la importancia de un árbol es mínima. Basándose en la biografía de Ilija Trojanow, quien escapó con su familia de Bulgaria en los ’70 y estuvo en campo de refugiados, el búlgaro Stephan Komandarev se centra en la relación entre un abuelo y su nieto. Bai Dan (Miki Manojlovic, de Underground , La profesión de Irina Palm ) es un maestro en lanzar dados en el backgammon, quien instruye de pequeño a su hijo y a su nieto (Carlo Ljubek). Pero luego de que éstos y su nuera emigren en épocas de censura y comunismo, y se afinquen años más tarde en Alemania, sufren un accidente automovilístico en el que los padres de Sashko fallecen y él pierde la memoria. Lo que sigue es un doble relato, el del viaje que el abuelo emprende hasta Alemania para recuperar a su nieto y su memoria, llevándoselo a recorrer la ruta en tándem, y, en flashbacks, cómo eran esos años de la niñez de Sashko en un pueblo donde la persecución política ponía en riesgo, inclusive, la unión familiar. Narrada con varios tips de la especie persevera y triunfarás , o pinta tu aldea… , con diálogos eufemísticos (“si te sientes atrapado, cambias tus tácticas, te arriesgas, juegas con valentía, pase lo que pase”, como si hablaran del backgammon, pero se refieren al sentido de la vida), en El mundo... termina primando el costado emotivo más que el sociopolítico. El director, habitual documentalista, tiene un personaje que no recuerda ni quién es, y otro que ansía recuperar a ese nieto, pero en algunos momentos, al relatar lo que le sucedió al padre de Sashko, cabe preguntarse quién es el que narra, ya que uno no recuerda, el otro no estaba allí presente y el muerto difícilmente pueda decir nada. Otra de las varias licencias que Komandarev se permite en un filme premiado internacionalmente, con una convincente tarea del serbio Miki Manojlovic, de lejos lo mejor que tiene esta película sencilla y con pluralidad de sentidos.
Abuelito dime tú... El estreno de una película búlgara, con copias en fílmico y en buenas salas como el Cinemark Palermo, el Cinemark Caballito o el Patio Bullrich es un hecho para festejar en estos tiempos de sequía, al menos en lo que a cine de arte (o de autor, o de calidad, o como quieran llamarlo) se refiere en una cartelera cada vez más concentrada y menos diversa. No soy un fan del cine balcánico (ya sé, no es un género y, por lo tanto, no se puede generalizar, y allí está además la producción rumana como para desmentir cualquier prejuicio) y, en varios aspectos, este film de Stephan Komandarev adscribe a cierta grandilocuencia, banalización, exageración y efectismo que caracteriza a buena parte de la producción de ese origen. Pero, más allá de sus excesos, superficialidades y simplificaciones (abarca demasiado y profundiza poco), igual considero a El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina como una película valiosa, de esas que merecen ser vistas y discutidas. El film está narrado con permanentes saltos temporales (va y viene entre la Bulgaria comunista y la actual) y se centra en las desventuras de tres generaciones (abuelos, padres, hijo) de una familia común, cuya existencia -marcada en muchos casos por la tragedia- acompaña los bruscos cambios sociopolíticos del país. La historia tiene como protagonista a un joven que sufre una amnesia total tras un accidente automovilístico que termina con la vida de sus padres: no sólo no recuerda nada del choque sino que ha perdido todos sus recuerdos. Será entonces con la ayuda de su carismático abuelo -campeón de backgammon- que irá redescubriendo su pasado en un viaje de dimensiones espirituales a bordo de una bicicleta, mientras el director apuesta por constantes flashbacks para describir las represivas condiciones durante el régimen comunista y los intentos de muchos búlgaros de exiliarse -sin demasiada fortuna- en la Europa occidental. Esta tragicomedia va de lo íntimo a lo social y trabaja -a veces con sensibilidad y humor, en otras con trazo grueso y subrayando lo innecesario- temas muy diversos y centrales en cualquier hombre como la memoria, el exilio, la muerte o el amor. Con buenos actores, una puesta en escena convincente, bellas imágenes y una búsqueda por emocionar sin golpes bajos, El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina nos permite acercarnos a una realidad, un tiempo y un lugar poco frecuentados en la cartelera comercial porteña. Por eso, y más allá de los reparos apuntados, esta más que digna película búlgara es una oportunidad para no desaprovechar.
El largo viaje de una mente sin recuerdos La historia de más de treinta años de Bulgaria vistos a través de los recuerdos de un joven con amnesia resulta ser el eje central de El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina (Svetat e golyam i spasenie debne otvsyakade, 2008), film del realizador Stephan Komandarev que compitió por el Oscar al mejor film extranjero. Alex tiene treinta y pico y mientras viaja en un auto con sus padres de vuelta a Bulgaria, tras años de exilio, tiene un trágico accidente. Sus padres mueren y él pierde la memoria. Su abuelo Dane será el encargado de llevarlo nuevamente por los recuerdos de un pasado –para ambos desconocidos- y así recuperar no sólo la memoria sino el tiempo perdido. Stephan Komandarev nos conduce a través de un relato familiar por la historia de un país. El conflicto se sitúa dentro de un núcleo familiar y a partir de la pérdida de memoria del personaje central nos traslada al pasado para así reconstruir la historia. Si bien no la hace de manera directa nos da el punto de vista generacional sobre los conflictos políticos de Bulgaria. El mundo es grande…no sólo es un film político sino que también tiene una segunda lectura familiar en la que se reconstruyen o forman lazos que no existieron o que el tiempo rompió. Los lazos vienen con el agregado de involucrar a dos generaciones opuestas: nieto-abuelo. Es en esa relación en donde el film se vuelve emotivo y se contrapone a la frialdad de la lectura política. La cinematografía búlgara rara vez puede ser vista en los cines de estos lados del mundo y esta es una buena oportunidad para acercarse a ella. Un historia que tiene todos los condimentos que se le puede pedir. Entretiene, emociona y nos traslada por la vida sociopolítica de un país que para muchos puede resultar lejano.
La penúltima partida Una doble partida atraviesa el universo de El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina, del realizador Stephan Komandarev, basada en la novela homónima de Ilija Trojanow (también guionista del film): la del retorno a los orígenes de la infancia del protagonista Sascha (Carlo Ljubek) y la de un juego de backgammon que funciona como alegoría del relato. Tras un traumático accidente automovilístico en Alemania, en el que pierden la vida sus padres, el joven Sascha padece de amnesia retrógrada, o sea que no puede recordar ningún hecho anterior al momento del accidente. Por lo tanto, desconoce su identidad, su historia, sus experiencias del pasado, así como a su abuelo Dai Ban (Miki Manojlovic), quien va a rescatarlo desde su Bulgaria natal, convencido de que su nieto recuperará la memoria y terminará curándose. Pese a la ceguera de los médicos, quienes consideran que los métodos pocos ortodoxos del viejo perjudicarán al paciente, Dai Ban persiste y lo persuade para que juntos inicien un viaje en una bicicleta de doble pedalera desde Alemania hacia Bulgaria por una simbólica ruta de la seda en la que deberán enfrentarse a obstáculos y conocerán diferentes personajes como María (Dorka Gryllus), una atractiva húngara, elemento romántico de la historia. El viaje iniciático en bicicleta como metáfora de la vida entronca con la presencia del azar y de la estrategia, que son los elementos constitutivos del juego del backgammon (propio de la zona de los Balcanes de donde es originaria la película). Asimismo, las etapas que se desarrollan en el viaje se conectan por un lado con las instancias del juego en el tablero y por otro con los repentinos recuerdos que pasan fugaces en el camino de reconstrucción de la memoria. No obstante, hay otra memoria en el ruedo, es la del pasado que interrumpe fragmentariamente en el relato y divide la trama en dos tiempos: la vieja Bulgaria en pleno período estalinista donde los padres de Sascha debieron emigrar junto a su hijo a Italia y transformarse en refugiados y el presente de Europa tras la caída del comunismo, mirado desde una perspectiva histórica y política. Stephan Komandarev dirige con solvencia esta road movie, mezclada con melodrama familiar sumida en una historia de auto superación y aprendizaje –el viaje lo es- con un adecuado uso de humor, reflexiones filosóficas y sensibilidad sin rayar en sensiblería gracias al buen desempeño del dúo protagónico.
Agridulce fábula búlgara sobre la identidad y la memoria perdidas Esta historia del muchacho búlgaro que de chico escapó con sus padres de la dictadura de su país para instalarse en Alemania, y cuyo regreso al pueblo natal veinte años después se ve imprevistamente trunco por un accidente que lo deja huérfano y amnésico, podría sugerir una lectura alegórica: aunque voluntariamente, también perdieron la memoria de ese pasado muchos disidentes que se vieron obligados al exilio. Pero en un plano más próximo está la historia humana, personal. La del muchacho sin pasado que aparece un mal día en una cama de hospital sin saber siquiera su nombre, y sobre todo, la del abuelo -el rey del backgammon, un prócer para todos en su pueblito búlgaro, un ídolo para el nieto al que contagió la pasión del juego y un sospechoso para los vigilantes del régimen que sabían de sus rebeldías-, que al enterarse del accidente vuela a Alemania con la intención de llevarlo de vuelta a Bulgaria, ayudarlo a recuperar la identidad y las raíces y darle (sobre una ética inspirada en la estrategia del backgammon) las armas para que pueda elegir su propio camino en la vida. En el país donde nació, en el que se educó o en donde él decida. El largo viaje que comparten (en tándem) es de formación, pero también aviva los recuerdos, de modo que el film va y viene continuamente en el tiempo para intercalar, en medio de la acción actual, escenas que reconstruyen la historia del muchacho y sus padres, desde la sencilla vida pueblerina, la obligada fuga y la penosa condición de los refugiados hasta los vínculos solidarios que se crean en la adversidad. Este doble eje narrativo amplía la anécdota, pero muchas veces produce dispersiones y alteraciones de tono que la muy académica dirección de Komandarev no consigue dominar del todo. El film, que apunta a la emoción y no siempre evita la apelación sentimental y el exceso de azúcar, tiene dos atractivos principales: uno, su belleza visual, debida tanto a los espectaculares paisajes europeos como a la estupenda fotografía de Emil Hristov; el otro, la presencia del carismático Manu Manojlovic como el abuelo afectuoso, enérgico, vivaz y travieso que conoce el valor de los placeres de la vida y enseña a disfrutarlos con la misma pasión con que transmite los secretos del backgammon. Gracias a la palpitante humanidad que le confiere el actor serbio (recordado intérprete de Underground y Como barril de pólvora) , el personaje se convierte en el verdadero protagonista del film y compensa en parte sus altibajos.
Redención detrás de la cortina Esta película búlgara, de nombre kilométrico, toca varios de los tópicos usuales en películas europeas a las que todavía se sigue llamando “de calidad”, y que tal vez correspondería llamar “de calidad media”. La revisita, en tono crítico, al pasado de los regímenes de detrás de la cortina; la pérdida y recuperación de las raíces; la figura de algún mayor como guía de los jóvenes y la pervivencia de los lazos familiares son algunos de ellos. Como la simple enumeración temática permite constatar, este cine de calidad media, y El mundo es grande... no es precisamente la excepción, tiende a la complacencia, lo consensual, el conservadurismo, dicho esto tanto en términos ideológicos como estéticos. ¿O no es conservador, acaso, que un joven amnésico se reencuentre a sí mismo, a quienes lo rodean, a su terruño incluso, gracias a los esfuerzos de recuperación hechos por el abuelo más bueno del mundo? El abuelo más bueno del mundo (y más joven, porque más de 60 no puede tener) es el serbio Miki Manojlovic, conocido, entre otras, por Papá salió en viaje de negocios, Tiempo de milagros y Underground. Jugador de backgammon y libertario de rostro amable, en sus tiempos el abuelo Bai Dan llegó a dinamitar un busto de Stalin, ganándose quince años de prisión: el perfecto héroe post-caída del Muro. Ahora, Bai Dan deja por un rato el juego en el que descuella en el bar de la esquina (“es la primera película sobre backgammon”, se enorgullece el realizador y coguionista Stephan Komandarev) para ir al rescate de Sashko, su nieto veinteañero. Tras sufrir un grave accidente automovilístico, Sashko se halla internado en una clínica alemana, tan amnésico como para no saber quién es él, ni el abuelo, ni nadie. “Encontrar respuesta a esas preguntas implica un viaje espiritual hacia dentro del propio ser”, sugiere Komandarev, con precisiones de Carlos Warnes, en la gacetilla de prensa. ¿Será una sorpresa que de a poco Sashko vaya recuperando la memoria, de la mano del paciente abuelo y con el backgammon como metáfora de la vida, el mundo, la salvación a la vuelta de la esquina? De metáforas evidentes están hechas las películas de calidad media. Antes de recuperarse a sí mismo y descubrir el amor, ese vehículo de sentidos llamado Sashko recordará su infancia en flashbacks de color caramelo. Flashbacks que van desde su nacimiento hasta el momento en que con sus padres logró huir del régimen, el racionamiento alimentario, la falta de futuro, la delación oficial, el sometimiento a la Unión Soviética, llegando hasta Italia. En una tautología sobreutilizada ya en la peor película de Pino Solanas (El viaje, 1992), sobre el final el recorrido de la memoria se verá representado por ese recurso de feria de algún cine primitivo y tanto cine casero, por el que todo camina... hacia atrás. Recurso con el que la película tal vez esté representando, involuntariamente, su propio recorrido estético.
Bajo la premisa de “no olvidar y hacer memoria” y con el backgammon como símbolo de unión entre el pasado y el presente, el director búlgaro Stephan Komandarev nos introduce en el mundo de Alex y su abuelo Bai Dan y en el viaje que ambos emprenden para recuperar los recuerdos y reconectarse con la historia, la propia historia y la historia de un país. La película está basada en la obra homónima del escritor búlgaro-alemán Ilija Trojanow. La novela es una obra autobiográfica que, según Komandarev, tiene muchos puntos en común con su propia historia, hecho que lo motivó a llevarla a la pantalla grande. Alex es un joven búlgaro que es criado en Alemania tras el exilio de sus padres bajo el régimen comunista de Bulgaria. En su primera visita a su país natal luego de varios años exiliados, Alex sufre un accidente automovilístico con sus padres, en el cual ambos mueren. Alex aparece en un hospital sin saber quién es ni de dónde viene. Su abuelo lo encuentra y ambos se embarcan en un viaje en tándem, a través de Europa y hacia su país de origen, para que Alex vuelva a los lugares de su infancia y vaya recobrando paulatinamente su identidad y sus recuerdos. La película, entonces, transcurre en dos tiempos simultáneos, o lo que su director denomina “edición en paralelo”, con una estructura dinámica y versátil, gracias a la cual vamos y venimos del pasado al presente. Estos cambios de tiempo y espacio están marcados por estéticas completamente distintas para uno y otro universo: cambio de color -un tono más amarillento para el pasado- y de música. Estamos frente a una suerte de road movie, episódica, planteada inicialmente como lo que es: un viaje de descubrimiento, literal, en el que se van sucediendo situaciones que ayudan a que Alex recupere sus recuerdos y que dan lugar a que su abuelo le enseñe cosas fundamentales acerca de la vida, el valor de los afectos y el amor. También se podría decir que esta película es una especie de anagnórisis aristotélica, o sea, un descubrimiento o revelación, gradual, por parte del protagonista, quien pasa de un estado de completa ignorancia a un estado de conocimiento de sí mismo y de su propia identidad. El backgammon, como mencioné antes, conecta el pasado con el presente, ya que Alex lo aprendió de su abuelo desde muy chico. A lo largo de todo el viaje, lo juegan una y otra vez, para concluir en una linda escena final en la que Alex logra, por primera vez en su vida, derrotar a su maestro y mentor. La película se sostiene y gana en naturalidad y gracia en gran parte por la actuación de Miki Manojlovic, quien aporta la cuota necesaria de humor, sabiduría y ternura a la historia. El personaje de Alex, interpretado por el actor alemán Carlo Ljubek, no resulta del todo atractivo. Si bien el personaje en sí requiere de cierta actitud cansina y apática, creo que Alex no termina despertando en nosotros la empatía que podría haber generado si su actuación hubiese tenido otros matices tal vez un poco más dramáticos. Alex debería ser el protagonista de esta historia pero su abuelo le roba casi todo este protagonismo e incluso, por momentos, lo opaca. De todas formas, la película es bella, sincera y armoniosa en esta mixtura de tiempos y realidades, y cuenta con una fotografía hermosa y sumamente cuidada, gracias a la cual podemos deleitarnos con los paisajes imponentes de las tierras balcánicas. Con respecto a la historia, el mensaje es claro y se nos presenta de entrada: la vida es como el backgammon, sencilla pero intrincada, en la cual no hay dados malos sino buenos o malos jugadores, o sea, que el curso que le queramos dar a nuestra vida depende enteramente de nosotros y no tanto de las circunstancias que nos rodean. Existe el azar pero básicamente todo depende de la habilidad de nosotros, los jugadores, para lidiar con los obstáculos de la vida y para encontrar la salvación o la felicidad en cualquier esquina.
Pese a los logros de los primeros minutos, a fuerza de reiterada, inverosímil, forzadamente alegórica, costumbrista for export, la película comienza a aburrir y romper el interés de la relación abuelo-nieto. Bulgaria vivió durante algo más de 40 años bajo el dominio comunista. Está película intenta jugar con la alegoría del olvido y la recuperación de la memoria, a contar la historia de esos años de control y represión. Un joven búlgaro pierde la memoria en un accidente de tránsito en Alemania, país donde vive. En el mismo, sus padres fallecen y él queda solo en un hospital. Su abuelo, que aun vive en Bulgaria, viaja para encontrarse con él y ayudarlo a recuperar la memoria. Lo hará recurriendo a los recuerdos de infancia. El juego entre el pasado y el presente, las anécdotas de la cálida relación entre ellos, el sometimiento, la delación, la persecución, la huida y la cárcel, pasaran siempre mediados por un tablero de backgammon (tavli). El tablero será el centro desde el que irradiarán todas las historias y los lazos personales. La película comienza como un relato costumbrista que recurre a las mejores artes de los relatos de pueblos y relaciones fraternales y amistades permanentes y odios inmarcesibles. Y la calidez y la sutileza de los personajes, especialmente el abuelo, muy emotivamente llevado adelante por Miki Manojlovic (actor que trabajó con directores como Kusturica y Paskaljevic), dan al comienzo una agradable sensación. Por ello, aun cuando previsible, la película logra empatía con el espectador. Sin embargo, todo lo que de bueno tienen los primeros treinta minutos, a fuerza de reiterado, inverosímil, forzadamente alegórico, costumbrista for export, la película comienza a aburrir y romper aquella relación emocional. De ese modo, el segmento más importante de la película, el viaje en bicicleta de regreso a Bulgaria y a la memoria, se transforma en un compendio de lugares comunes que solo se sostienen, medianamente, por el carisma de los actores. Desbarrancando definitivamente hacia el final, la película quiere simular inscribirse en la mejor tradición del hiperrealismo balcánico. Pero para entonces todos los velos se han caído dejando al descubierto el artificio de una construcción narrativa de neto corte oportunista. Tal vez por ese motivo, haya sido candidata al Oscar a mejor película extranjera.
En busca del tiempo perdido Este film del realizador Búlgaro Stephan Komandarev, basado en la novela homónima de Ilija Trojanow, quien en este caso también cumple las funciones de coguionista junto al director, tiene no sólo desde la estructura narrativa sino asimismo desde el discurso, varias posibles lecturas. Primero, y a modo de introducción, habría que aclarar de qué va la historia: un joven búlgaro, que vive en Alemania desde niño, viaja con sus padres a visitar a los abuelos a su pueblo natal. Hay un accidente, en el mueren sus progenitores y él queda mal herido, e internado en un hospital en Alemania. A eso se le agregará que, como consecuencia post-traumática, pierde la memoria. El diagnostico de los médicos es de mal pronostico amnesia retrograda, que se caracteriza por la imposibilidad de recordar nada anterior al hecho traumático. Enterado Dai Ban (Miki Manojlovic), el abuelo que lo esperaba en Bulgaria, va en su búsqueda. Allí comienza la historia propiamente dicha. Desde lo específicamente del relato su estructura con cortes temporales, idas y vueltas en la reconstrucción de la historia de ambos, por un lado la vida anterior, hasta que los padres deciden huir de la Bulgaria stalinista hacia un futuro mejor. Por otro la vida del abuelo, campeón de backgammon del pueblo pero también hombre de honor, quien nunca se vendió, y siempre se opuso al opresor. En desacuerdo con los facultativos Dai Ban cree que un retorno a los lugares de la infancia hará milagros en su nieto. Emprenden un viaje, casi iniciático, hacia el pueblo originario en una bicicleta en tándem doble. Ese viaje les permitirá al nieto recuperar los recuerdos y al abuelo recuperar el tiempo perdido. Como canta el cubano Pablo Milanés “...Cómo me libero de esta carga amarga. Cómo no hago de la vida despedidas. Cuánto olvido cabe en el adiós:…” Este estilo rompe con lo que hasta ese momento era un texto lineal en una road movie. Es en este reencuentro de la familia, que también se constituye como el retorno a los antiguos valores morales, narrada en tono de comedia dramática, o llevándolo a otros planos más específicos como tragicomedia, llena de humor y de momentos emotivos, sin nunca caer en la sensiblería. Se trata de una producción muy bien dirigida que tiene como valor agregado los paisajes que van recorriendo la Europa balcánica. Desde otro punto de vista, y tomando como referencia los elementos puestos en juego por el texto fílmico, cabe destacar el nivel metafórico de los mismos, el juego de backgammon, uno de los mas antiguos, originario del antiguo Egipto, que se caracteriza por ser una conjugación equilibrada entre la estrategia y el azar para lograr el objetivo. Además, como gran sostén del filme, no sólo encontramos la estructura, también la música y la fotografía, sino las muy buenas actuaciones de todo el elenco, sobresaliendo la figura del genial Miki Manojlovic, actor fetiche de Emir Kusturica, a quien conocimos en “Underground” (1995) y en “Como Barril de Pólvora” (1995), entre otras.
El estreno de una película búlgara, en fílmico y en buenas salas, es una bienvenida rareza para la monótona cartelera porteña. Aunque no se trate de una gran película, siempre celebramos la posibilidad de asomarnos a una cinematografía desconocida. El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina está concebida como una alegoría sobre la pérdida de memoria de los disidentes que huyeron del comunismo. Stefan Komandarev construye un viaje geográfico y temporal intentando remover cuestiones tan pesadas como la identidad de Europa luego de la Segunda Guerra Mundial. Pero sólo consigue una representación ingenua y grosera de la Historia, dominada por la voluntad de conmover y entregar una enseñanza. La gran actuación de Miki Manojlovic no alcanza para compensar las torpezas de la puesta en escena ni para reducir la pátina de moralina y buenos sentimientos que nos impone el director. La película cuenta la historia de Alex, un joven alemán de origen búlgaro que pierde la memoria luego del accidente que provoca la muerte de sus padres. Su abuelo, un campeón de backgammon que sigue viviendo en Bulgaria, viene a buscarlo y lo lleva de regreso hacia la tierra de sus antepasados. El mundo es grande… es una suerte de road-movie en bicicleta que, mediante el regreso a los orígenes, busca zambullirse en el centro de la memoria. El director alterna las secuencias que muestran el trabajo del viejo para ayudar a su nieto a recobrar la memoria, con otras que presentan la infancia de Alex y las razones que impulsaron a sus padres a huir. Abuelo y nieto pedalean en tándem sobre un fondo de bellas imágenes de tarjeta postal mientras, a grandes golpes de flashbacks amarilleados, el espectador descubre la historia de Alex y su familia. Lo simplista se torna subrayado y maniqueo en las secuencias que ponen en escena las exigencias del poder dictatorial comunista en Bulgaria o la vida en el campo de refugiados políticos en Italia. Con todo, Komandarev se las arregla para destilar algo de humor gracias a la personalidad exuberante de Bai Dan, el personaje que interpreta con justeza Miki Manojlovic, el recordado actor de Underground y Papá salió en viaje de negocios. Carlo Ljubek es bastante menos convincente, al tal punto que por momentos nos preguntamos si no confunde amnesia con estupidez. El resto es previsible. Con un final cantado, el viaje se hace largo y transcurre perezosamente entre aforismos, moralejas, diálogos afectados, metáforas sobre el backgammon como filosofía de vida y demasiado trazo grueso.
Tras un accidente automovilístico, Alexander no puede recordar nada, y en un intento por curar su amnesia, su abuelo irá a Alemania a buscarlo y organizará un viaje espiritual que lo llevará hacia su pasado, al país del que viene, Bulgaria. El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina es una película búlgara del 2008 dirigida por Stephan Komandarev. Fue una de las preseleccionadas para el Oscar a mejor película extranjera en 2010, premio que se llevó El secreto de sus ojos, y llegó a estar en la lista de las 9 finalistas, aunque no acabó entre las cinco definitivas. Es la historia de Alexander, un joven búlgaro que vive junto a sus padres en Alemania hasta que en un accidente automovilístico, en el que ellos fallecen, el pierde la memoria. Su abuelo, un experto jugador de backgammon, irá en su búsqueda para ayudarlo a recordar quien es y de donde viene. Se desarrolla así una road movie balcánica que circula entre el pasado, por medio de flashbacks que dan cuenta de los orígenes de la familia, y un presente de incertidumbre a causa de la amnesia. La relación entra abuelo y nieto está mediada por el backgammon, del que uno es un maestro y el otro ha olvidado como serlo. El juego de mesa cumple un rol sumamente importante en la historia, ya que es lo que le da la vida a los personajes. Es este el medio de sustento del mayor, Bai Dan, cuyo trabajo artesanal es hacer tableros, así como también es el juego lo que permite a la familia conseguir el dinero suficiente para atravesar la frontera hacia la libertad y es además lo que otorga al joven la posibilidad de recordar su vida pasada para empezar una nueva. Tratándose del juego de mesa más antiguo del que se tenga registro, es esta según mi parecer la primera película que lo aborda como tema. No es un pasatiempo o una distracción, tampoco funciona como contexto al igual que sucede con el deporte en muchos films, No sólo el backgammon metaforiza la historia, sino que también es por donde ella circula y le permite el progreso. Komandarev construye un relato sobre la familia que emociona sin recurrir a golpes bajos. Quienes no están acostumbrados a ver cine balcánico, como quien escribe, se encontrarán ante una sorpresa. Se trata de una hermosa historia muy bien llevada que logra articular un pasado opresivo en tiempos de gobiernos comunistas en Europa del Este, con una realidad incierta pero que se muestra esperanzadora. A esto hay que agregar dos muy buenas actuaciones, en especial Miki Manojlovic, el abuelo, quien participó en varios films de Kusturica, que sumando una lograda banda sonora y unos paisajes espectaculares permiten que esta sea una película muy entretenida que en ningún momento pierde el interés. La familia, el pasado, el exilio, son tópicos que el director aborda con éxito en un cine poco conocido y distribuido como es el búlgaro, cine que hoy peligra a causa de los recortes gubernamentales por la grave crisis financiera.