A los guionistas es obvio que no se les cayó ni una idea y que tampoco se quemaron las pestañas escribiendo el libro, pero mal que mal esta película va a entretener mucho a los más pequeños. Todas las secuencias donde aparecen Yogi y Bubu son muy...
Ni lento ni perezoso Surgido de la factoría de Hanna-Barbera en la década del ’50, el simpático mamífero llega a la pantalla grande. El film conserva sus características principales y extrae de ellas lo necesario para crear una historia simpática y sin pretensiones. Es sabido que los dibujos animados norteamericanos pegaron fuerte en la infancia local, la de antes y no tanto la de ahora. Hay, desde luego, niveles de preferencias. Algunos se inclinan por los de la Warner, otros por los que creó la Disney. Y otros tantos por los toons de la productora Hanna-Barbera, responsable de Los autos locos, Los picapiedras, Scooby-Doo, y algunos más. Todas las criaturas responden al estilo y el humor de la compañía que les dio vida, en un gesto de coherencia estética que permite aunarlos. Los emparenta esos mínimos rasgos que a la vez los definen. Por ejemplo, Penélope Glamour es puro encanto (y con ese apellido no podía esperarse otra cosa), el Pato Lucas es un histérico crónico, Scooby-Doo es tan despistado como buen gourmet. La última característica podría incluir a varios de estos seres, fervientes amantes del buen comer y el buen vivir. Y allí está Yogi, con su corbata verde y su gorrito, oso antropomorfizado al que le es imposible no cometer desastres cada vez que sale en búsqueda de un plato suculento. Yogi vive en el parque de Jellystone acompañado por su amigo Bubu y custodiado por el guardiaparques, quien pese a todo no puede dejar de quererlo. El Oso Yogi, la película (2010) retoma esos rasgos y los potencia en la pantalla grande. Es un entretenimiento no pretencioso pero bien cuidado técnicamente, por momentos inocuo pero consecuente con el sencillo argumento que le da forma. El parque está a punto de ser urbanizado por antojo de un intendente despiadado y sediento de poder. Frente a la inminente pérdida de su hogar, Yogi se las ingeniará para que eso no ocurra, pero su desmesurado amor por la comida –su máxima debilidad, como dijimos- le jugará malas pasadas. El guardaparques intentará lograr el mismo objetivo con un plan más coherente, ayudado por una bella documentalista. En determinado momento su colaborador devendrá enemigo, en el único rasgo de ambigüedad que presenta el relato. La película apunta claramente a un público infantil, y dentro de esa categoría se dirige a los más pequeños, empleando la comicidad física como herramienta central en la construcción del relato. Por fortuna, no cede ante el transitado recurso de los guiños innecesarios o el humor escatológico, a la manera de la saga de Shrek. Dentro de su simpleza el film encuentra su autenticidad. En varios momentos nos recuerda a productos muy transitados en los ’80 y los ’90 (Beethoven; 1992, Pie grande y los Henderson; 1987). Vale la pena remarcar el interesante uso del 3D (se estrena en ese formato y en 2D también). El realizador ha optado por pasajes con profundidad de campo, lo que enfatiza la belleza de los escenarios naturales y le da un particular encanto a la historia. El Oso Yogi, la película de seguro no pasará a la historia ni agregará un nuevo capítulo a la ya longeva vida de su criatura. Pero en su simpleza encuentra un público adecuado. Poco más de ochenta minutos para internarse en el corazón del bosque y salir sano y salvo.
¿Quien no recuerda a ese simpático oso pardo parlanchín que usaba un sombrero verde, cuello y corbata, habitaba en una cueva del Parque Jellystone junto a su fiel compañero Bubú, y le robaba las cestas de comida a los campistas?. Quien otro sino el Oso Yogi, uno de los animales animados mas queridos de la televisión de hace cincuenta años atrás. Comenzó siendo un personaje secundario en el programa televisivo de William Hanna y Joseph Barbera "El Show de Huckleberry Hound" y terminó encabezando su propia serie en 1961, cuyo éxito televisivo dio lugar a una tira cómica publicada a escala nacional; en 1964 se convirtió en el primer personaje animado de Hanna-Barbera que debutara en los cines con “Oye, es el oso Yogi”. Desde entonces apareció en varias series y especiales de una hora de duración. Ahora regresa a la pantalla grande no solo en el formato tradicional 2D de 35 mm sino también en 3D digital, animado por computadora y combinado con personas reales mediante la tecnología live-action. En esta nueva historia Jellystone está a punto de cumplir cien años de existencia, y en lugar de hacer los preparativos para el festejo, el malvado alcalde Brown decide cerrarlo con la excusa de que genera muchas perdidas, pero en realidad desea vender esas tierras a una compañía agrícola para salvar sus propias deudas y financiar su campaña política para gobernador. El guarda Smith, cuidador del parque, a quien el oso saca de quicio en mas de una oportunidad, deberá encontrar en una semana la solución para evitar la clausura definitiva del lugar donde se crió, y a su cruzada se unirá Rachel, una joven y bella documentalista defensora de la naturaleza, que ha venido a Jellystone a filmar a una especie local: el oso Yogi. Mientras tanto, éste seguirá intentando, con la ayuda del tierno Bubu, conseguir esas jugosas cestas de comida que tanto lo han obsesionado por años, ideando planes alocados y construyendo aparatos estrambóticos como el "Atrapa cestas 2000", una joyita del diseño aeronáutico. Pero también Yogi deberá replantearse su actitud despreocupada y un tanto egoísta si desea salvar su hábitat. Hay dos escenas que llamaron mi atención de una manera especial: la primera, cuando Yogi, profundamente tentado a robar unas donas, imagina que es un astronauta en orbita a un planeta con forma de dona gigante, mientras se oyen los acordes iniciales y archiconocidos del film de Stanley Kubrick 2001: Odisea del Espacio; en la segunda, Yogi decide hacer esquí acuático en el lago del parque con una antorcha en la mano haciendo alarde de sus habilidades artísticas mientras el publico lo admira fascinado y de fondo suena la inconfundible melodía de esa vieja serie de televisión llamada El Llanero Solitario. En cuanto al aspecto visual de la película, la garantía esta dada por su director, el veterano de efectos visuales ganador de un premio Oscar®, Eric Brevig (Viaje al Centro de la Tierra 3D); fue filmada en exteriores en Nueva Zelanda, en la zona de Auckland y en los alrededores de la Reserva de Whakamaru en la Isla del Norte en el Plateau Central entre Rotorua y Taupo. En esta producción para toda la familia abunda el humor sano y fresco, a eso se le suma la parte emotiva generada en el espectador por los recuerdos del pasado, al menos eso me sucedió al verla, dándome la sensación de estar viendo el dibujo animado y no una película con personas, debido a que mantiene la esencia de aquellos queridos personajes Yogi y Bubú, perfectamente logrados mediante imágenes CG y por la interacción natural de los mismos con los actores. Para nosotros también la favorece el doblaje en español neutro, siendo la voz de Bubú la misma del dibujo animado en castellano, pero no la de Yogi aunque de todos modos no desentona; en cambio en la versión original en ingles se sustituyeron las voces de los fallecidos Daws Butler y Don Messick por Dan Aykroyd y Justin Timberlake, lo cual para nuestro oído hubiera sonado extraño corriendo el riesgo de perder comicidad al escucharlos. En este caso particular que se estrene doblada resulta un acierto. Para no perdérsela y disfrutar un largo rato.
Un film a su medida Si algo llama la atención en esta nueva producción que combina acción en vivo con personajes creados digitalmente, es la correcta fusión e interacción de los personajes. Era un riesgo trasladar a El Oso Yogi, la creación de Hanna Barbera de la década del sesenta, al terreno de la animación y en medio de un relato vertiginoso impulsado por actores. Con menos suerte lo hizo Scooby-Doo. En su aventura cinematográfica, el Parque Yellowstone cosecha pérdidas y el Alcalde Brown decide cerrarlo. El hogar de Yogi (con voz de Dan Aykrod en la versión original) y Bubu (Justin Timberlake) corre peligro y entonces unirán fuerzas con el guardaparques Smith (Tom Cavanagh) para encontrar una solución. Junto a una documentalista (Anna Faris), el trío, secundado por un torpe y traicionero aspirante a guardia (T.J. Miller) , pasará muchos momentos de tensión. La película dirigida por Eric Brevig elige el vértigo (aparece potenciado por la tecnología 3D) como lo hiciera en Viaje al centro de la tierra. Yogi roba las canastas de comida de los visitantes; pone en uso un invento para sobrevolar el parque y cae a los rápidos que desembocan en las cataratas. Todo funciona correctamente en este relato de tono ecológico pensado para los más chicos y que también encontrará el apoyo de los adultos por su combo de ternura y nostalgia. Nota: Antes de la película se exhibe un corto animado de El Correcaminos.
Lo justo y merecido En el comienzo de la década del sesenta hizo su aparición televisiva un corto animado de aproximadamente siete minutos llamado “Yogi Bear”. El dibujo animado era uno más en la factoría Hanna-Barbera, de la cual salieron también “Wally Gator” (“El Lagarto Juancho”), “Quick Draw McGraw” (“Tiro Loco”) y "Touché Turtle" ("La Tortuga D´Artagnan"), entre otros con el mismo formato y duración. Así como Bugs Bunny y Mickey se volvieron la cabeza de sus respectivas productoras, Yogi se convirtió en el personaje elegido para encabezar series y largometrajes donde se unieran varios personajes de Hanna-Barbera. "El Oso Yogi" tiene ahora su propio filme, en 3D e interactúa con actores de carne y hueso. Así como su cortos televisivos no eran más que un sketch en el que invariablemente se veía al personaje intentando robar cestas de visitantes al parque Yellowstone, y así despertar la ira del guardabosques Smith -con una animación limitada y nada preciosista, y un guión simple, gracioso pero sin llegar a provocar carcajadas-, esta película hace honor a sus orígenes, en todo sentido. Como para que no se quede sólo en una anécdota, se ha introducido el factor ecológico y entonces nuestro plantígrado amigo ayuda a salvar el parque del ambicioso e inescrupuloso alcalde que desea cerrarlo para convertirlo en un negocio agrario. Humor simple, básico, infantil, absolutamente inocente y eficaz. Actuaciones acordes al cuentito que se desea plasmar en pantalla y Yogi junto a su inseparable Bubu diseñados con detalle, sin descuidar su aspecto original, completan un entretenimiento apto para todo público sin mayores pretenciones que las de entretener en base a un dibujo animado que cincuenta años atrás tenía el mismo objetivo.
Después de 46 años de ausencia en las salas de cine, el Oso Yogi regresa a la pantalla grande con una nueva película, en este caso en una producción live action. Este personaje de esos genios de la animación que fueron William Hanna y Joseph Barbera, debutó con su propia película animada, dirigida por estos maestros, en 1964, cuando el personaje se encontraba en su máximo pico de popularidad. Yogi había nacido a fines de los años ´50 como un personaje secundario de la serie de Huckleberry Hound y pegó tan fuerte en el público que luego obtuvo su propio programa. La película de 1964 fue un éxito. La nueva producción que presenta al oso desarrollado a través de la animación computada es una réplica exacta de lo que fueron las películas recientes de Alvin y las ardillas. Es gracioso porque si prestan atención hasta los extras parecen los mismos! Con esto me refiero a que Warner tomó el mismo modelo de los filmes de Alvin y lo trasladó al Oso Yogi. Apostaron a lo seguro. Tom Cavanagh, de la serie Scrub, que interpreta al famoso guardabosque Smith del parque Yellowstone, representa el mismo rol que tenía Jason Lee, en la historia de las ardillas. Inclusive los villanos de los dos filmes se comportan y actúan de la misma manera! Tengo que reconocer que en el cine, Yogi y Boo Boo se ven muchísimo mejor que en el trailer. Si bien conservan en sus facciones los rasgos de caricatura, todo el pelaje que tienen los osos y sus movimientos son bastantes realistas y estuvieron muy bien hechos. Afortunadamente en la versión local que se estrena esta semana nos evitamos el garrón de escuchar a Justin Timberlake interpretar a Boo Boo, que es lamentable. No figuran en los créditos el nombre de los actores que hicieron el doblaje, pero si en el caso del oso pequeño, el actor no es el mismo de la serie animada original, pega en el palo y se trata de una brillante imitación. La película es infantil y estuvo pensada para los espectadores más chicos. Los pibes que se divirtieron con Alvin la van a pasar bien con Yogi. Inclusive esta no tiene chistes escatológicos y los personajes no hacen cosas reprochables. En la secuela de Alvin, por ejemplo, las ardillas tiraban por una escalera mecánica a una mujer en silla de ruedas. Eran más zarpadas. Como propuesta familiar, reitero, es una película en la que los más chicos (y me refiero a niños menores de siete años) se van a entretener.
Cleptomanía culinaria Desde hace más de dos décadas Hollywood está obsesionado con recrear cuanto producto familiar o infantil haya quedado en el inconsciente colectivo de generaciones pasadas con la presunta certeza de apostar a seguro: el razonamiento de los popes de los estudios parece ser “si ayer funcionó, con algo de chapa y pintura hoy también debería satisfacer las expectativas”. De esta forma se dan cita dos problemas mayúsculos que pasan por la “chapa y pintura” (guiones lastimosos que rebozan mediocridad) y ese inefable “debería satisfacer las expectativas” (sin un verdadero análisis se elige materia prima sumamente anacrónica). Así las cosas, propuesta tras propuesta que llega a la pantalla grande no hace más que defraudar en esta doble vertiente que abarca las características del opus originario y la triste incompatibilidad al momento de la adaptación. Para colmo de males la situación empeora por el desgano y la desidia que suelen manifestar los realizadores de tales engendros: todo lo anterior nos obliga a admitir que El Oso Yogi (Yogi Bear, 2010), si bien tan limitada y leve como cabría esperar, por lo menos no cae en los bajos fondos de otros desastres recientes del género y resulta prácticamente inofensiva para los pequeños, su nicho natural. En términos históricos los cartoons de la factoría comandada por William Hanna y Joseph Barbera fueron siempre ninguneados por la competencia (a pesar del éxito televisivo de sus múltiples obras, la Disney y la Warner Bros. nunca los tomaron demasiado en serio en lo que a calidad se refiere). De hecho, el film que hoy nos ocupa es una especie de copia al carbónico -aunque remixada- de un típico capítulo de aquella tirada inicial de los ´60: Yogi y Boo Boo deben ayudar al Guardia Smith a frustrar el plan del Alcalde Brown, quien pretende talar el Parque Jellystone para sanear las cuentas y postularse para gobernador. Las modificaciones en realidad son mínimas: ahora el otrora enemigo se convierte en aliado, tenemos un interés romántico para Smith y el mensaje ecologista aparece en primer plano. Eric Brevig, un encargado de efectos especiales devenido director, aquí en su segundo intento luego de Viaje al Centro de la Tierra (Journey to the Center of the Earth, 2008), sabe aprovechar los CGI, impone un ritmo narrativo aceptable y sobre todo se mantiene fiel al diseño original de personajes. Por supuesto que la apelación a latiguillos y fórmulas gastadas termina destruyendo el encanto retro de tanta cleptomanía culinaria…
Los ositos cariñosos Su humor y situaciones, algo básicas, son para chicos bien pequeños. De los dibujitos animados que veíamos en la tele hasta aprenderlos casi de memoria, de tanto que lo repetían, El oso Yogui (que hasta ahora en nuestro país era con u , no como titulan al filme, que se leería Yoji ) era casi un prototipo del chanta porteño. Vago pero querendón, al estilo del Lagarto Juancho -que tenía al Sr. Horacio en el Zoológico como humano (ir)responsable; en el parque Jellystone es el guardabosque Smith-, era imposible que no nos cayera simpático. Yogi, el oso pardo con camisa de cuello, corbatita y sombrero, que habla hasta por los codos y devora de un saque la comida de las canastas que roba a los visitantes al parque, tenía en el original de Hanna-Barbera una ingenuidad que en la actualidad mutó en parte. Lo escatológico (un poquito) gana en escena en la traslación animada, que comparte con personajes de carne y hueso. No escatimaron esfuerzos de producción: la voz de Yogi es la de Dan Aykroyd, y la de su inseparable y más prudente amiguito BuBú, de Justin Timberlake, pero eso en la versión en inglés, que aquí no se estrena. La trama, que de alguna manera hay que llamarla y que permite que Yogi meta una y otra vez la pata, habla de la irresponsabilidad del alcalde, que como el Parque da pérdidas -se ve que el ecologismo y la vida al aire libre no atrae demasiado por la zona- decide venderle sus hectáreas a una empresa, que talará árboles y demás. El guardabosque hará lo imposible por recaudar fondos, armará una fiesta aniversario que saldrá espantosa, se enamorará de una documentalista y habrá que ver si se consigue preservar el parque. La versión en 3D no aporta mucho a la tradicional en esta producción pensada para los chicos más pequeños, que no tienen la menor idea de que quién es Yogi, porque en los canales de cable no lo pasan, y la excusa de ser padre para llevarlos y compartir algún recuerdo es lo que nos lleva a comprar las entradas. Humor y situaciones bien básicas, que disfrutarán chicos de hasta 7 años.
Jornalero no, héroe sí Una historia sencilla y respetuosa del espíritu de las caricaturas originales, un buen elenco de actores, un generoso pero equilibrado uso de los efectos especiales, y una atractiva fotografía de paisajes son los atributos principales de esta excelente propuesta para los más chicos y para que sus padres tengan como alternativa para alguno de los tantos días con lluvia que traen estas vacaciones. Basada en una serie animada de los años ’60, El oso Yogi tiene como protagonistas a dos osos y un cuidador de parques. Yogi, un plantígrado perezoso que se entretiene inventando métodos para robar las cestas con comida a los visitantes, es acompañado por Bubu, su fiel amigo, y continuamente regañado por el alguacil Smith, quien en este capítulo termina por agruparse de verdad con los osos para combatir un mal mayor. Hay un político que quiere talar todos los árboles de la reserva para pagar su campaña, más una bella documentalista que se une al bando ecologista para tratar de impedírselo. Hay mucho entretenimiento durante los 80 minutos que dura el filme (que costó 80 millones de dólares). Un humor que los norteamericanos llaman clean humor, o sea “humor limpio”, y que se hace con condimentos como la frescura, la inocencia, la picardía infantil y el ingenio. Si hay que elegir algunas escenas, sobresalen la del surf en el lago, que desata un carnaval de fuegos artificiales fuera de control, y todavía un poco más feliz es la del planeador a pedales inventado por Yogi, con que los dos osos intentan un rescate heroico hacia el final de la película. Pero lo dicho: un filme con muchos buenos momentos y repleto de pequeñas sorpresas. En algunas funciones, se exhibe previamente un cortometraje original del Correcaminos, uno de los varios cortos con que Warner Brothers está homenajeando a uno de los shows animados más populares de su cantera. ¿Se viene un largo sobre este personaje?
VideoComentario (ver link).
Un ejemplar bastante perezoso La versión para la pantalla grande del reconocido personaje animado sólo triunfa en el aspecto técnico, donde los actores y los personajes de animación conviven sin problemas en medio de una trama demasiado rutinaria. El oso Yogi es una película netamente infantil y destinada a ese público. Que el mercado mundial hoy está dominado por films destinado a niños y adolescentes no es ningún secreto. Sin embargo, muchos cineastas han decidido hacer películas que antes sólo eran para niños y que hoy están armadas con varias capas que pueden ser disfrutadas tanto por pequeños como por adultos. El ejemplo de esto es claramente Pixar, que ya ha logrado que Up! y Toy Story 3 fueran nominadas al Oscar a mejor película y gozaran de una gran taquilla y a la vez de un notable prestigio. Pero esta nueva forma de tratar al cine infantil no alcanza a El oso Yogi. Por el contrario, se trata de una de esas películas infantiles que lo adultos antes sufrían mientras los niños podían disfrutar o no. Una cosa es un cine destinado al público infantil y otra muy distinta es hacer una película infantil, cinematográficamente infantil. El famoso dibujo creado por Hanna-Barbera debutó en televisión en la década del ’50 para luego tener su propio show en los años siguientes. La versión para la pantalla grande del reconocido personaje animado sólo triunfa en el aspecto técnico, donde actores y personajes de animación conviven sin ningún problema, pero fracasa en prácticamente todo lo demás. Si ya el dibujo tenía serias limitaciones y repetía ideas sacadas de otros personajes, la película va mucho más allá y se lanza a una trama tan rutinaria que bordea la subestimación del espectador. Yogi pasará de atorrante a héroe ecologista, y la historia es todo lo remanida que puede ser. La serie de Dr. Doolittle con Eddie Murphy tenía más gracias que este film, que por cierto le roba bastantes elementos. Y si bien es cierto que los niños pueden disfrutar de varios de los gags, la carencia artística de la película es tan notable que no causa simpatía ninguno de los chistes. Hacia el final, recién, un último personaje animado cobra protagonismo y le da todos los buenos chistes a la película, que no son muchos pero ayudan a sobrellevar los últimos minutos de esta breve pero eterna trama. Podríamos discutir la especie a la que pertenece Yogi, pero si los realizadores del film fueran osos, diríamos sin temor a equivocarnos que son osos perezosos.
Abrazo de oso Coqueteando con la animación digital y el trabajo de actores reales, la adaptación al cine de El oso Yogi parecía ser más una excusa para que los adultos vuelvan a divertirse como antaño, cuando disfrutaban del dibujo animado en televisión, que la presentación a nuevas generaciones. Porque si bien la película recrea fielmente las aventuras de los personajes salidos de la fantástica pluma de la dupla Hanna-Barbera, hay algo que hace ruido, que no está bien. En principio, la diferencia sustancial entre los personajes dibujados y los animados digitalmente, sumados a la mixtura con locaciones y actores reales –que nunca termina de funcionar del todo bien- le quitan personalidad al film en su conjunto. La historia se basa principalmente en la relación entre Yogui y Bu Bu con el guardaparque Smith (Tom Cavanagh), y sobre cómo deberán evitar que el alcalde Brown clausure Jellystone y lo venda, debido a las pérdidas económicas que éste genera. Con la ayuda de una documentalista (Anna Faris), los protagonistas intentarán impedir que sus hogares se cierren definitivamente. Basándose en una básica premisa, la película que dirige Eric Breving (Viaje al centro de la tierra) presenta una serie de situaciones que, por demasiado simples, nunca terminan de ser lo suficientemente graciosas. Así el film se apunta como un título expresamente para chicos –no más de 9 años- y allí presenta su mayor dicotomía. Porque aquellos que busquen algo del original que todavía hoy se emite en algún canal de cable, encontraran una historia muy poco atractiva. Entonces, el principal problema de El Oso Yogi pasa por su propia intención. Detrás de uno de los nombres más importantes del mítico estudio norteamericano, responsable de gemas como Los Picapiedras o Los Supersónicos, hay una película que no engancha ni siquiera a los más pequeños y que -por ende- no hace honor al nombre que lleva. Por suerte, previo al film, se proyecta un muy buen corto sobre otros personajes míticos de la pantalla chica: El Coyote y el Correcaminos. A fuerza de un humor físico que no pierde vigencia con los años, este pequeño metraje logra sacar más de una sonrisa que sí se siente como una tarde de chocolatada frente al televisor.
El oso Yogi, un oso pardo, es un personaje de dibujos animados creado en 1958 por William Hanna y Joseph Barbera para formar parte de la pandilla de amigos en el televisivo Show de “Huckleberry Hound”. Fue inspirado en otro personaje que aparecía en una serie de televisión titulada "Luna de miel". El nombre en inglés de "Yogi Bear" le fue puesto en "homenaje" al famoso jugador de beisball Yogi Berra. La aparición de Yogi en las pantallas fue tan exitosa que la empresa Hanna-Barbera lanzó un nuevo show de dibujos animados en el que el torpe oso fue absoluto protagonista. Yogi vive en el parque Jellystone (la traducción sería "roca de gelatina") y siempre está acompañado del osito Boo-boo, quien trata de apaciguar el impulsivo carácter de su amigo para que no se vean envueltos en problemas. Aunque casi nunca lo consigue. También está en el parque el Guardabosque Smith, que día a día ve complicada su labor por los descalabros provocados por Yogi. Este simpático oso que viste un elegante cuello con corbata verde y sombrero al tono llegó a las pantallas cinematográficas por primera vez en 1964 con "Hola, este es el oso Yogi", y luego en 1988 se vio, solamente en EE.UU., "Yogi y la invasión de osos espaciales". Además, se han hecho con éste personaje series televisivas y telefilms de largometraje tan exitosos que convirtieron a Yogi en el dibujo animado que identifica a los Estudios Hanna-Barbera (en la actualidad absorbidos por Cartoon Newtwork Co.) La tercera película de El oso Yogi, llega en 2011 a las pantallas argentinas con doblaje al español neutro (en inglés le puso voz el actor Dan Aykroyd, quien en 2012 llegará con la tercera entrega de "Cazafantasmas") Se trata de una película realizada completamente en 3D en animación computada que mezcla los personajes con actores en acción real. Tiene una trama simpática y divertida, con un fuerte, aunque obvio, mensaje ecologista. Yogi, en compañía de Boo-Boo sigue complicado la vida laboral del Guarda Smith porque el oso no deja de sustraer la comida de los visitantes al parque y de inventar "máquinas robacanastas" que le faciliten esa tarea. Pero Smith verá que todo se complica aún más cuando el Alcalde de la ciudad, para reunir fondos, decide vender el Parque Jellystone a una empresa desforestadora. Evitar esa venta será la misión autoasumida por Yogi, Boo-boo, Smith y una hermosa rubia que aparece para endulzar la vida del guardabosque. Hay mucha acción, muchos efectos, situaciones divertidas y un remanente conceptual de que la preservación de la naturaleza debe prevaler a los intereses económicos y políticos. Como el desarrollo de la trama no es complicado, los niños espectadores disfrutan de toda la proyección. Es un producto cinematográfico destinado a la platea infantil que desde los 3 años pueden seguir y divertirse con esta historia.
Escupiré sobre tu picnic. Ajuste de cuentas con los tiempos que corren, el Oso Yogi no es más el personaje pícaro pero inocentón de los dibujos de Hanna-Barbera sino un consumado cultivador del quilombo y mentiroso crónico que no puede parar de robar las canastas con comida de los visitantes del parque Jellystone. Sin embargo, esa mirada desencantada no se derrama sólo sobre él, porque pareciera haber algo de justicia en los planes maquiavélicos de Yogi; a fin de cuentas, la gente que va al parque lo hace de manera apenas esporádica, como si fueran allí únicamente para satisfacer su cuota mínima e indispensable de contacto con la naturaleza (por lo menos eso nos cuenta el guardabosques Smith, que ve cómo se le desmorona el parque). Ese es el gran tema de la película: tenemos que proteger los espacios verdes para poder habitarlos una o dos veces al año y sentirnos vivos, naturales, comulgando con la vida animal… aunque sea por un ratito. A esas familias americanas tipo que van a pasar su rato salvaje del mes entre los árboles del parque, Yogi les afana las canastas con el almuerzo y les arruina el picnic, les escupe el asado (o la parrillada, o la barbacoa, que son las cosas que hacen en Estados Unidos). Claro, el problema es que tampoco él ni su fiel patiño Bubu son muy salvajes que digamos: roban comida en lugar de salir a cazar, para lo cual fabrican complicados artilugios que se les terminan volviendo en su contra, como le pasa al Coyote con el Correcaminos (de esos dos personajes se pudo ver un corto en 3D feísimo al comienzo de la función). El único personaje que realmente parece tener alguna dosis de animalidad es Rachel, la documentalista que se interna en zonas exóticas y convive con sus criaturas como si fuera una de ellas. Rachel resulta ser el espécimen más salvaje de la historia, como si el guión nos hablara de los peligros que trae el acercarse en exceso a los dominios de la naturaleza: “si se hacen muy amigos de los bichos y las plantas, pueden terminar como ella”. El otro extremo son los políticos sin escrúpulos (personajes simpáticos, hay que decirlo) que no reparan ni un segundo en talar el bosque de Jellystone con tal de ponerse en el bolsillo la elección para gobernador. Entonces: osos que piensan y hablan y hasta tienen aspiraciones de ser famosos, o mujeres rubias que se comportan como bestias, gruñen y actúan como un tigre de Bengala. Con lo natural, nos dice la película de Eric Brevig, el único diálogo más o menos exitoso que puede entablarse es el que ponen en práctica los irregulares y fugaces visitantes del parque: vamos un fin de semana, nos comemos unos sándwiches en las mesitas de madera, hacemos la digestión a la sombra de algún arbolito y nos volvemos a la ciudad felices y plenos, o algo así. Y volvemos el año que viene. Fuera de esa mirada chata y cómoda, El oso Yogi da muestras de una insospechada decencia cinematográfica: Yogi y Bubu no acaparan el relato sino que le dejan espacio a los otros personajes, los dos son bastante cómicos y su relación soporta unos cuantos buenos chistes, el guardabosques Smith tiene algún que otro chispazo de humor, Anna Faris (que hace de Rachel) exhibe una belleza con salpicones de bestialidad que la hacen una freak adorable (siempre dije que Anna Faris era lindísima, y ahora parece que de a poco, muy despacito, la mujer se va corriendo de su lugar de tonta de capirote en el que supo encasillarla la serie de Scary Movie), lo digital convive de manera más o menos armónica con los actores de carne y hueso, los villanos son tan malos y cínicos y guachos que nunca terminan de generar (por suerte) ninguna clase de comentario serio sobre la política y el estado del mundo. Una curiosidad: T. J. Miller está desaprovechadísimo otra vez, haciendo un papel de novato que quiere quedarse con el puesto de su compañero, exactamente igual al que tiene en Los viajes de Gulliver. A pesar de los puntos que se anota la película, a los que crecimos mirando y leyendo (porque también había historietas) al Oso Yogui (sí, Yogui, con la “u”) nos debería quedar una sensación un poquito amarga después de ver al nuevo Yogi piola, rápido para el engaño, inventor inverosímil y tan necesitado de ganarse el cariño y la admiración del público del parque. Mi memoria no es de las mejores pero el Yogui que yo recuerdo era más bonachón que vivo, más pícaro que calculador, más tontolón que astuto. Para mí, Yogui vivía en el bosque muy contento, y con eso le alcanzaba, pero ahora resulta que es un ladrón compulsivo con aspiraciones de celebridad que no se conforma con canastas de picnics, también se chorea, entre otras cosas, una máquina expendedora de bebidas y hasta el buzón con las donaciones de los visitantes. Menos mal que todavía nos queda Bubu, la más o menos inmaculada voz moral de la película, el Pepe Grillo peludo, con jopo y voz finita, siempre listo para sacarlo del abismo al desubicado de Yogui y ponerlo de nuevo en sus cabales. Gracias por seguir siendo el mismo, Bubú, y por devolverme, aunque sea por un rato, al Yogui buenazo de mi infancia.
Un oso famoso Cuando uno era chico ni había tantos canales ni la franja horaria para los dibujos animados era tan extensa, y ni que decir que nuestros padres jamás nos dejaban permanecer frente a la tele mucho tiempo. Entre las creaciones de la factoría de Hanna-Barbera (Huckleberry Hound, Tiro Loco, Los Picapiedras, Los Supersónicos y algunos más), solía aparecer por allí un oso pardo con cuello, corbata y sombrero, siempre acompañado de un osito más pequeño. Eran Yogi y Bubú. El mayor con sus torpes e insólitas ocurrencias para hacerse de las canastas de alimentos que los visitantes del Parque Jellystone llevaban para sus picnics y el otro procurando inyectar una pizca de razón en semejantes planes que nunca acababan bien. Y el guardaparque Smith enloqueciendo al intentar poner algo de orden. De eso simplemente iba cada programa y de eso se nutre principalmente la película que lleva a la pantalla grande al oso más conocido de la televisión. Claro que con algunos aggiornamientos propios de nuestra época. El alcalde tiene intereses para su futuro que implican vender terrenos a empresas privadas y con parte de ese dinero entregar un bono a cada habitante y así conseguir los votos necesarios para alcanzar la gobernación. Salvo que la única tierra libre es el Parque que como no da ingresos que lo sustenten por sí solo deberá cerrar y ser vendido para su tala. Yogi, Bubú, Smith y una documentalista ecologista (que se volverá el objeto de amor del guardaparque) unirán fuerzas para que Jellystone se salve. Y en eso se volverá clave una mascota de Bubú que lentamente se tornará de vital importancia. Con una animación bien lograda y que se amalgama con los actores, un guión sumamente simple y lineal y el recurso del 3D, El oso Yogi es lo que muestra y nada más. Un entretenimiento que echa mano a la comedia, los gags físicos, los chistes inocentes, que algunas veces funcionan (la escena de los fuegos artificiales y, especialmente, la del planeador son muy divertidas) y otras muchas se quedan a mitad de camino. Si bien la risa nos iguala con ese niño que fuimos, jamás es posible regresar al tiempo que fue. Y esta película de alguna manera es otra prueba de ello.
UN OSO Y UNA PELICULA PEREZOSA Basada en las míticas creaciones de Hanna Barbera, esta película tiene por momentos el aire y el espíritu de la serie animada, pero no logra cumplir con las expectativas simplemente por el básico, poco original y para nada lucido guión. El parque Jellystone, hogar del Oso Yogi, está en peligro, ya que un candidato a gobernador decidió vender el lugar a una empresa para que talen todos los árboles. El oso y su compañero Bubu van a intentar salvar su parque con la ayuda del guardabosques y una documentalista. La cinta se introduce mostrando directamente el rostro de los personajes más atractivos de la historia y una de sus aventuras al tratar de robarle la canasta de comida a los visitantes. Luego de esa correcta escena inicial, la cinta comienza a fallar por diferentes cuestiones que pusieron a prueba la creatividad de los realizadores y el esfuerzo por hacer algo respetuoso para/con la serie televisiva. Hubiese estado muy bueno ver esta misma historia llevada adelante en su totalidad en animación, ya que los efectos especiales que aquí se desarrollaron no son del todo atractivos, hay una escena de unos minutos en los que los personajes están en los rápidos rumbo a una catarata, en los que se puede ver sin dificultad el tratamiento de montaje y la falsedad de los efectos visuales en esos momentos. El trabajo realizado con Yogi y Bubu es bueno, es muy similar a lo sucedido con Scooby-Doo, pero al estar totalmente digitalizado y creado en computadora le resta mucho atractivo a su personaje y le impide presentar esos movimientos rápidos e imprevisibles que en la serie televisiva se podían observar. Otra de las contras al llevar adelante la película en live-action (animación computarizada con actuaciones reales), es que se pierde el alma de los personajes humanos. Aquí las pocas personas que actúan lo hacen mal, no le aportan delirio a la historia y no desarrollan las identidades como fueron en las creaciones de Barbera. Anna Faris, como la documentalista obsesionada con los animales; Tom Cavanagh, el guardabosques; T.J. Miller, el guardabosques tonto y Andrew Daly, el candidato a gobernador, todos están muy sobreactuados en sus roles, le aportan poca verosimilitud y le restan entretenimiento a la cinta. Ahora bien, lo que en cierta manera no tiene sentido y en la serie animada tampoco lo tenía, pero aquí era necesario dar una explicación, ya que es una película independiente de todo trabajo animado en el pasado, es el tratamiento del guión. Por un lado, hay un parque en el que viven dos osos que hablan, que caminan como personas y que visten como tales y, por ese mismo motivo, ninguno de los que van a visitar el lugar se sorprende al ver a dichas criaturas. Lo que en la animación funciona, en la vida real no es tan divertido. Por otro lado, las relaciones humanas que aquí se presentan son muy infantiles, que no está mal siendo esta una cinta destinada a los niños, pero es extremista en cada una de las situaciones que se van planteando. El guardabosques se enamora de la documentalista, cuando la ve dice cosas sin sentido y al cabo de unas pocas horas están los dos felices, abrazados, disfrutando del amor; el mismo personaje va cambiando constantemente de ideas, primero no quiere que se cierre el parque, luego hace una fiesta por el centenario del lugar, después renuncia y se lo regala al político y por último, vuelve a tratar de recuperarlo, cada una de las actitudes y la manera en la que se exageran en los rostros de los personajes son muy poco creíbles (dejemos de lado toda la cuestión política y económica que hay en el medio). Pero, y si bien esta es una cinta que tiene muchos errores y cuestionamientos que pudieron haber sido tratados con más soltura, originalidad y creatividad, tiene algunos momentos divertidos. Bubu está muy bien logrado y es el único personaje que se mantiene fiel al dibujo animado, sus momentos son muy buenos; al igual que algunas tomas a los paisajes y ciertos tonos musicales. "El Oso Yogi" es una cinta que no capta el espíritu de la serie animada, que no es creativa, que no presenta originalidad ni un aprovechamiento acorde de los personajes protagónicos y que, principalmente, deja de lado toda la gracia innata que tenía el oso originalmente. Una cinta para ver en familia, correcta si se va en busca de un entretenimiento pasajero, pero totalmente olvidable si quieren disfrutar de una película que refleje lo que los personajes de Hanna Barbera fueron en el pasado. UNA ESCENA A DESTACAR: Show en el agua.
Basada en un recordado personaje animado de la productora Hanna-Barbera, El oso Yogi es recreado con algunos aciertos, pero se resiente en su trama y en su combinación entre humanos y animación digital, resolución pretendidamente innovadora de una serie que siempre tuvo un formato clásico. Bastante antes Los Picapiedras, de los mismos creadores, fue llevada al cine íntegramente en acción viva, con menos luces que el imaginativo producto original. En este caso hay que decir que este extraño oso parlante de cuello y corbata que roba canastas de comida a turistas en un parque nacional acompañado por un osito pequeño, es mucho menos interesante que aquella otra pieza emblemática de la dupla, que fue una extraordinaria usina de grandes series del género, como Los Autos Locos (dando lugar personajes clásicos como Penélope Glamour y Patán), Don Gato, Los Supersónicos y Scooby-Doo, entre muchas otras. El director Eric Bravig, que debutó en el cine con un film de aventuras para niños y adolescentes como Viaje al centro de la tierra, no logra aquí la misma eficacia, aunque Yogi y Boo Boo mantienen su gracia, especialmente cuando no interactúan con la acción viva. Ciertos mensajes ecologistas en una esquemática trama que gira alrededor de una tortuga en extinción –que podría haber sido más graciosa- y un político corrupto que la secuestra, se pueden rescatar.
Cuando era chica miraba los dibujos animados del Oso Yogi, así que cuando me enteré que iban a hacer la película y encima en versión 3D, tuve muchas ganas de verla en la pantalla grande. Lamentablemente, no pude ver la película en su idioma original, y manteniendo mi postura personal acerca de este tema, creo que realmente voy a poder calificar la película cuando la vea en inglés, pero bueno, en este Blog publico las críticas de las películas para que más o menos sepan de qué se trata, así que dejaré eso al margen...(sólo por esta vez...). Me resultó bastante entretenida, pero tengo que admitir que apunta directamente al publico infantil, es decir, no es como las películas de Pixar (por poner un ejemplo), en donde chicos y grandes se divierten por igual. En general me resultó bastante divertida, pero en ciertos momentos, me aburrió un poco (aunque los chicos seguían enganchados igual...). Los efectos 3D están bien logrados, y son acordes a la clase de película que uno está viendo. Tanto a chicos como a grandes les van a gustar, y le suma varios puntos a favor a la peli. Sintetizando, "El Oso Yogi 3D", es una linda película para disfrutar en familia, con los más chicos.
Travesuras al aire libre El cine en 3D, la gran esperanza de Hollywood, parece haber encontrado el rumbo. Después de coquetear con las grandes producciones, con buenos dividendos como en el caso de “Avatar”, se enfocó en las producciones de animación que, hasta ahora, han mostrado ser las que mejor pueden aprovechar los recursos que ofrece la nueva tecnología. Es más, la industria hizo foco en las películas dirigidas a los niños, sobre todo, a los más pequeños. “El oso Yogi” se inscribe en esa tendencia: es una película que pretende, con gran despliegue visual y una historia de corte ecologista, captar la atención de los niños. Poco y nada queda del Oso que hizo las delicias de los niños de ayer en la televisión. Y no podría ser de otra manera, si en la nueva versión hasta perdió la “u” de su nombre de pila. Ya no es Yogui sino Yogi. El resto si es chico, muy chico, divierte, sino no.