Pies aletargados. Harta de sus padecimientos, de cuidar de su anciana y fastidiosa madre, de su rencorosa hija, de su restaurante al borde de la quiebra, Bettie (Catherine Deneuve), una fumadora empedernida de edad madura, ganadora en su juventud del concurso de belleza Miss Bretaña, se deja llevar por un impulso de alejarse de todo. Al partir en su auto hacia la campiña abandona el pequeño pueblo en que vive y comienza su viaje por el corazón de Francia. Ella se va es una obra sobre la responsabilidad de los adultos y los problemas y el estrés que esto causa. Bettie debe hacerse cargo de su madre, soportar la ira y resentimiento de su hija, sobrellevar la muerte de su esposo y la pérdida de su primer gran amor en un accidente y supervisar las actividades de su restaurante. La sobrecarga le produce un ligero ataque de pánico que cambia su vida al obligarla a escapar de su cotidianeidad, pero enfrentando en el camino nuevos retos y viejos problemas enterrados por el tiempo y la necesidad de olvidar para sobrellevar todo el peso de la vida.
Un titulo en el que brilla Catherine Deneuve a pesar de tener un guión desordenado. Si he de ser sincero, no sabía para nada de la existencia de Ella Se Va. No me llamaba la atención la historia. No me llamaba la atención el tráiler. El único interés, eso sí, como a muchos, viene de la posibilidad de ver actuar a Catherine Deneuve. El titulo a ser reseñado se beneficia más por la presencia de la legendaria Deneuve que por los meritos del film en si mismo. ¿Cómo esta en el papel? Ella Se Va cuenta la historia de Bettie, una mujer que no está en su mejor momento. El restaurante familiar que maneja no está rindiendo, vive con una madre absorbente, su amante se fue con otra mujer y su hija no quiere saber nada con ella. Todo esto mientras cada noche añora su pasado como una ex-reina de belleza. Este coctel de emociones resulta ser demasiado, por lo que Bettie decide largar todo y mandarse en auto a la ruta. En dicho viaje, se reconciliara con su pasado, restaurara sus lazos con su hija y su nieto, y tendrá una segunda oportunidad en el amor. La peli tenía muchos elementos para hacer un muy buen guion, su problema es que o bien no sabe cómo hacer para que las subtramas confluyan, o pierde tiempo con escenas que no llevan a nada. Permítanme reformular este punto, hay algo bien al final de dichas escenas que se vuelve relevante para la historia, pero uno no puede evitar preguntarse si hacía falta toda esa parafernalia para exponer lo que querían narrar o lo que querían decir. El punto alto del guion es definitivamente la relación del personaje de Deneuve con su nieto. Es la relación mejor trabajada de la película, y donde los personajes están mejor desarrollados. El personaje de Deneuve, como un todo, es muy rico; con su trasfondo y matices, pero encuentran poco lugar en el recorrido de la historia. Es un rol muy rico para actuar, pero no tanto para narrar. ¿Cómo está en la pantalla? La película esta visualmente muy bien, no hay mucho que criticar; ricas y coloridas composiciones de cuadro cortesía de Guillaume Schiffman (director de fotografía del film mudoella se va ganador del Oscar El Artista). Actoralmente hablando, hay interpretaciones muy decentes, pero el centro de todo es Catherine Deneuve, a quien vemos en un rol sin tanto glamour como la mayoría de sus trabajos y en donde podemos apreciar una abundante gama de emociones con la que muchos se identificaran. Conclusión Ella Se Va es una película que posee un guion desordenado, pero es recomendable para los fanáticos incondicionales del cine francés que quieran disfrutar una gran actuación de Catherine Deneuve.
Filmar a Catherine Deneuve Bettie está atrapada en su pequeña ciudad de provincia. La tranquilidad ilusoria de la tercera edad es socavada por las dificultades financieras de su restaurante y el abandono de su amante. El deseo de escapar toma la forma de una road movie. Bettie se sube a su viejo Mercedes para buscar cigarrillos y no vuelve. La protagonista rompe la rutina de un volantazo y se lanza por los caminos de la Francia profunda como una adolescente fugitiva. El asombroso despliegue con la sucesión de personajes plenos de un encanto inusual, revelan el aura magnética de Catherine Deneuve. Todos simpatizan con la irresistible Bettie, desde un viejo granjero hasta elsereno de un negocio de muebles, pasando por una banda de alegres solteronas. Bettie está disponible para encuentros de una hora o de una noche, abierta a los paisajes del pasaje. Los admiradores le ofrecen una copa, un cigarrillo o una cama, en escenas muy divertidas que exploran el potencial cómico de la actriz. En su camino, Bettie hará de todo: conocer a su nieto y convertirse en abuela, revivir la Miss Francia que pudo haber sido cuando era joven o pasar por los lugares donde fracasó armada con la experiencia de los años. Catherine, como Bettie, no se priva de nada. No es la primera vez que ayuda a una película de autor con su fama y su gran talento. Pero en esta ocasión, el personaje parece tan inspirado por la actriz que la película podría ser vista como un retrato Catherine Deneuve en presente,con la edad, la cuestión existencial y los problemas que se plantean. Emmanuelle Bercot filma su cuerpo hasta en el más mínimo detalle: la mano que sostiene el cigarrillo, el pequeño rictus nervioso que reposiciona su labio superior sobre los dientes, sus tobillos, sus arrugas, su encanto eterno. Buscando un atado de cigarrillos, Betty acepta la invitación de un anciano para fumar en su cocina. La escena dura el tiempo necesario para que el buen hombre consiga, a pesar de sus temblores, enrollar el tabaco. Con una sencillez infinita, Catherine Deneuve expresa una variedad de sentimientos que van desde una ligera irritación hasta la paciencia y la compasión, sin efectos ni sentimentalismos. La película triunfa por estos breves momentos de verdadera felicidad y por las dos horas junto una actriz formidable en la cumbre de su arte.
Una fuga frustrada La experimentada Catherine Deneuve se sumerge en la piel de Bettie, una mujer madura que maneja un restaurante venido a menos, con deudas financieras y el peso de cuidar a su madre para evitar llevarla al asilo de ancianos. Un amante la ha dejado hace poco –su marido murió atragantado por un hueso de pollo- y a eso debe sumarse la inexistente relación con una hija joven, atravesada de rencores y deudas personales, la cual se antepone a los planes de fuga de la protagonista una vez que decide dar el portazo y lanzarse a la aventura con su viejo Mercedez. Al comienzo Bettie se deja llevar por ese impulso del descubrimiento y así se relaciona de manera espontánea con algunos lugareños de un pueblo remoto, pero una llamada inesperada de su hija trunca su anhelo de libertad para confrontarla con su pasado de madre ausente que procurará reparar –aunque más no sea desde el intento- haciéndose cargo por un breve tiempo del cuidado de un nieto pre adolescente a quien desconoce por completo y que le transmite desde sus ataques de furia y rebeldía esa suerte de desamparo al quedar a la deriva por las decisiones de su madre. El problema con Ella se va reside en la ambigüedad entre lo que podría definirse como road movie por un lado y drama familiar por otro, dado que lo más relevante en este viaje simbólico no es otra cosa que recomponer los lazos emocionales o por lo menos inaugurar nuevos afectos con segundas oportunidades, a pesar que los años hacen mella en el rostro y estragos en el cuerpo. Sin embargo, Catherine Deneuve acusa un envejecimiento digno y una personalidad avasallante que parece por momentos abrumar la pantalla. En la intimidad, Emmanuelle Bercot –también guionista- sabe aprovecharla pero en varios segmentos que imponen cierta adrenalina y un trabajo con el físico y las emociones pierde el rumbo y eso se nota en la irregular actuación de la actriz francesa. Otro punto débil de la película lo constituye el reparto, muchas veces no a la altura de las circunstancias tratándose de una propuesta que apela a la mínima expresión, más que a la ampulosa dramatización. Ella se va es un film a medio camino entre el relato iniciático y el melodrama de descomposición familiar que parece descansar en demasiadas ocasiones en la ductilidad de Catherine Deneuve y en la manera de filmarla.
Nunca es tarde para amar “Hace dos días yo tenía mi vida, salí a dar una vuelta, una cosa llevó a la otra…” Y allí está Bettie, atravesando la Francia profunda en su auto durante cuatro días, de un extremo al otro -Bretaña, Auvernia, Saboya-, en una suerte de road-movie de abuela con un nieto a cuestas. En verdad, la vida que llevaba Bettie en su pueblo de Bretaña no era fácil: viuda, viviendo con su madre, con un restaurante familiar en quiebra, sin crédito en el puerto, para colmo con un amante clandestino que acababa de cambiarla por una joven de 25 años y embarazada. Por eso, sale ofuscada en su coche en un viaje sin fin. El film dirigido por Emmanuelle Bercot (actriz y coguionista de Polisse) se constituye en un homenaje a la gran actriz que sigue siendo Catherine Deneuve, con su belleza mítica radiante a pesar de la edad (ya cumplió 70). Rodada con muchos primeros planos, la actriz está presente en casi toda la película: la cámara se detiene en su rostro, su pelo, sus manos, su marcha, su fruición al fumar, como si quisiera hacer humo toda su angustia. Ella sostiene siempre la narración, que va cobrando distintos giros, cambiando la dirección y el destino del viaje. Después de varios avatares, encuentros y desencuentros, su reunión con un nieto casi desconocido le da al viaje, externo e interior, un giro decisivo. Juntos realizarán una variada peripecia que significa también la entrada de Bettie en la tercera edad. Y Bettie demuestra que aún entonces se puede ser bella, abierta a vivir aventuras y a disfrutar del amor. Con certeros toques de humor, Catherine se permite reírse de sí misma, como en la secuencia de la sesión de fotos de las Reinas de las regiones de Francia en 1969. Y allí (attention aux vétérans!) hablando de mujeres maduras, también está Milène Demongeot como Fanfan, la amiga que la ayuda en su momento de crisis. El film -como quedó dicho- está hecho a medida de Deneuve, pero significa también una rememoración del cine francés, con evocaciones de grandes directores. La más bella, quizás, es el episodio a solas con el viejo que lía un cigarrillo, que parece salida de un documental de Raymond Depardon. Todo el elenco -profesional y no- la acompaña dignamente: en niño Nemo Schiffman (hijo de Bercot y nieto de Susanne Schiffman, brillante colaboradora de François Truffaut), el artista plástico Gérard Garouste, Claude Gensac como su madre, la cantante Camille como su hija. Con un final edulcorado que no se merecía y con una banda sonora algo subrayada, Ella se va no deja de ser una pequeña y agradable película a la cual se le terminan perdonando sus lugares comunes.
Una mujer en el camino Nominada al oso de oro en el 63º festival de Berlín, Ella se va (Elle s’en va, 2013) es una road movie dirigida por Emmanuelle Bercot (Los Infieles, 2012) que tiene a Catherine Deneuve como su protagonista. Un día, Bettie decide salir a la ruta, dejando atrás sus problemas amorosos, su trabajo en un restaurante, y a su madre absorbente. Durante el camino hallará encuentros casuales, una gala de ex Miss Francia y a su hija, en donde descubrirá que aún está a tiempo para renovar los lazos con ella y su nieto. En planos largos e infinitos retratos de paisajes, Ella se va nos traslada a un viaje de redescubrimiento, en donde Betty se encuentra con distintas personalidades y nuevas experiencias en el camino. La estructura se asemeja al film argentino de Ana Katz Una novia errante (2006), en donde comparten ambos casos, protagonistas con deseos de escapar de una vida pasada y de adentrarse en un mundo despojado de la rutina atareada de la ciudad, con la intención de reencontrarse con ellas mismas. La añoranza de la juventud y la huida de un antiguo amor; son algunos de los tópicos que llevan a Betty a tomar la decisión de comenzar a manejar sin rumbo definido. Siempre sofisticada, la actriz de larga trayectoria Catherine Deneuve -Belle de jour (1967) e Indochina (1992)- logra transmitir al espectador la melancolía en la medida justa que refleja su personaje. Ella se va no es una obra maestra, claro esta. La temática road movie del personaje que decide abandonar sus obligaciones, la hemos visto infinidad de veces, pero sin lugar a dudas nos brinda una mirada refrescante sobre una mujer en busca de un cambio, yendo a lugares y viviendo experiencias que bajo otras circunstancias nunca se hubiera animado a transitar.
¿A qué edad se tiene que dejar de pensar en oportunidades que cambien la vida? ¿Hasta cuándo uno se puede llegar a relacionar con familiares a los que nunca vio en su vida? Algunas respuestas pueden encontrarse en “Ella se va” (Francia, 2013), de Emmanuelle Bercot y que encuentra en Catherine Deneuve la intérprete ideal para la historia. Deneuve es Bettie, una mujer madura que reparte sus días entre la rutina laboral dentro de su restaurante y la opacidad de su vida con su madre, y una aventura de larga data con un señor casado. El conflicto interno y externo con el mundo y SU mundo se disparará cuando se entere que su amante decidió dejar a su mujer por una joven de 25 años y no por ella. El viejo Mercedes Benz se transformará de un momento a otro en la vía de escape hacia algo que aún no tiene en claro, convirtiendo a Bettie en una Thelma sin Louise, que imprevistamente cambiará la ruta como su escenario principal para poder decidir cómo continuar su vida. Esta “road movie” se irá narrando a través de exquisitos planos (atención al circular en una rotonda) y colores de la naturaleza que avanzarán sobre la rutina gris de Bettie con una impronta plástica de la película que se fijará en aquellas pinceladas que muestran la Francia agraria, el pueblo pequeño, los bares familiares y las tardes sin hacer nada. “Perdí a la única persona que me hacía sentir viva” grita Bettie al enterarse la traición de su amante, a lo que la madre le pregunta “¿y yo?”, porque además de hablar de una crisis existencial de una mujer que intenta continuar vital, también habla de los lugares que creemos que ocupamos en la vida de los otros y en la propia. Bettie tiene una hija, a quien hace tiempo no ve, pero en medio de su viaje iniciático recibe un llamado de ella pidiéndole que cuide a su nieto (a quien nunca ha visto) y tampoco quiere ver. Haciendo un esfuerzo sobrehumano lo busca y ahí también comienza otra historia, la de una abuela inexperta que intenta recuperar el tiempo perdido. A lo largo de su aventura se relacionará no sólo con su nieto, sino con el mundo, un mundo que hace tiempo ella sólo conoce a través de los comensales que asisten a “Auberge” (su restaurant) y que ignora sobre su dureza y su hostilidad. Cada kilómetro que avanza en la ruta es una historia y una anécdota que suma, pero también es una posibilidad sobre rever su pasado. Porque también hay además de lo familiar y vincular, algo que ella reniega sobre su belleza. Otrora reina de Bretaña, se reúne con sus pares a realizar una foto homenaje, y en esa decadencia de peinados y bandas, está también ella. “Hace unos días estaba en un pequeño pueblo” reflexiona Bettie, luego de reencontrarse con su hija, conocer a un hombre y ver como sus cuentas bancarias se han anulado, y es en esa reflexión que se esconde una afirmación, aquella que inspira sobre una mujer que se transforma y que decide cambiar su destino para evitar morir sola en una habitación. “Ella se va” tiene algunas cursilerías que atentan con la totalidad del discurso, pero que pueden ser obviadas en una película hecha a la medida de Deneuve, para su lucimiento y brillo.
Un vehículo a la medida de su estrella La road-movie de Bercot tiene un poco la misma, antigua nobleza del veterano Mercedes Benz que el personaje de la Deneuve maneja cuando sale a comprar cigarrillos y se descubre viajando muy lejos de su casa, de su madre y de su trabajo. Lo primero que debe decirse de Ella se va es que se trata de un vehículo para el lucimiento exclusivo de Catherine Deneuve, preparado a medida por la directora Emmanuelle Bercot. Y no es un mal vehículo, por cierto. Tiene un poco la misma, antigua nobleza del veterano Mercedes que Bettie (el personaje de la Deneuve) maneja a lo largo de las casi dos horas de película cuando, harta de las ollas y sartenes de su cálido restaurante de provincia, sale inopinadamente a comprar cigarrillos y se descubre viajando muy lejos de su casa, de su madre y de su trabajo. Y de su tremendo mal de amor. No es que Bettie no haya tenido experiencias en su vida. A los 19 años fue Miss Bretagne, a los 20 perdió en un choque a su novio de entonces y es viuda de su primer marido, con quien tuvo una hija con quien nunca se entendió. Pero parece que un tal Etienne (a quien nunca se ve en pantalla) es capaz de hacerla volver a fumar como una chimenea. Y en ese arrebato, Bettie de pronto evidencia que tiene la necesidad de viajar tanto al pasado –para recuperar el afecto de su hija y de su nieto– como a un presente más grato, más dulce, más libre. Hay ciertos lujos que la Deneuve se da en Ella se va: que su personaje sea el de una mujer de unos 60 años, cuando la actriz ya va por los 70; que un joven y apuesto desconocido insista en llevársela a la cama (y finalmente lo consiga), y que ése no sea el único halago que un hombre le dispensa en la película. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, en la pantalla se habla de Bettie, pero todos sabemos que se trata en verdad de la actriz de Belle de jour, de Tristana, de Repulsión. Y aquí aparece como liberada de toda esa carga, jugando quizás a la mujer que querría ser, sin maquillaje, cuando deje atrás, por ejemplo, los compromisos que la atan a su imagen y a las publicidades de L’Oreal. Más allá de Mme. Deneuve, el guión y la dirección de Emmanuelle Bercot –una actriz que ha tenido suerte como directora: cada uno de sus tres largos para cine participó respectivamente de los festivales de Cannes, Venecia y Berlín– tiene sus altos y sus bajos. Entre los puntos altos hay que mencionar la facilidad con que va enhebrando distintos encuentros entre Bettie y los personajes con que se tropieza en su peculiar recorrido hacia el pasado. Uno de estos cruces se impone como particularmente valioso: es cuando Bettie –en un día feriado en el que no se ve un alma en la calle– encuentra en un viejo campesino, casi incapaz de liar un cigarrillo por su temblor en las manos, un fugaz pero sabio compañero con quien compartir el tabaco. Aquí también Deneuve demuestra que es capaz de integrarse a cualquier escena y jugar de igual a igual con un actor no profesional. Y que ambos parezcan de la misma talla en la pantalla. Otro buen momento de Ella se va es cuando Bettie se reencuentra con sus antiguas compañeras de Miss Bretagne, a cuál más veterana, y entre quienes la protagonista no se siente precisamente cómoda, al punto de que el asunto termina en papelón... Para Bettie, por supuesto. Menos afortunado, en cambio, es el reencuentro con su hija, porque aquí el guión pesa más que la puesta en escena, el film pierde en ligereza y gana en lugares comunes, con previsibles reproches de ambas partes. Tampoco es demasiado feliz el forzado happy end, donde una película que nace abierta al azar y a la pequeña aventura cotidiana termina encerrada víctima de los prejuicios de aquello que se supone espera el gran público de una comedia esencialmente amable como ésta.
Mujer engañada busca A quién no le ha pasado que cuando creía que todo estaba mal -en el amor, la familia, el trabajo- pega un volantazo y, de repente, todo tiene otro color. Y a quién no le ha pasado que cuando promedia la proyección de una película, se da cuenta de que todo está como medio desordenado, y que la protagonista es un personaje muy rico para actuar, pero al que en verdad no le pasa nada como para que todo dure cerca de dos horas. Ambas cosas suceden en Ella se va, la película que nos trae de regreso a Catherine Deneuve a las pantallas argentinas. Lo del volantazo de más arriba no es metafórico, ya que cuando Bettie (Deneuve) se dé cuenta de que está por perder el restaurante casero que maneja, que su madre la tiene como loca, que su hija no le presta atención y que su amante la dejó por otra mujer, se sube a su auto y enfila hacia la ruta. Precisamente el encuentro con su nieto será la excusa para que todo comience a ensamblar mejor. La vuelta de rosca -algo remanida- es que Bettie fue en su juventud reina de belleza, y ya que estamos entre tantas casualidades y causalidades, también tendremos un reencuentro. Bettie, o Deneuve, que para el caso es lo mismo, ya que en los últimos años la actriz que sabía componer personajes como en Repulsión parece hacer de sí misma, no tiene el glamour que se adivina supo tener. Y Deneuve juega su rol sin ese plus que al personaje le sienta bien, y la aleja, a la actriz, de los clisés. La directora Emmanuelle Bercot, eso sí, supo cómo hacer que la diva se ría de sí misma. La cantante Camille no está mal como la hija de la protagonista pero, en síntesis, si la realizadora se hubiera decidido por un género, película del camino o comedia romántica de los años ‘50, todo habría sido más llevadero, por no decir congruente.
Una road movie para Deneuve Algún sordo malestar aqueja a Bettie, y no proviene sólo de que las cosas en el restaurante familiar vayan de mal en peor, ni de que su amante acabe de reemplazarla por otra bastante más joven, ni de que cada vez le quede menos paciencia para tolerar que su mamá se dedique a cargarla de culpas, ni de que esté consciente de cómo las deudas se van acumulando. Pero parece que la suma de motivos es suficiente para que de buenas a primeras se monte en su viejo Mercedes y salga a la ruta sin destino fijo. No va en busca de nada, sólo quiere irse, huir de esa vida que lleva sin pensar en nada. Salvo, claro, en los cigarrillos, que le son indispensables y se le han acabado justamente un domingo, cuando parece que no hay nadie que los venda en toda Bretaña. Y menos quien ofrezca uno, ni siquiera a una señora como ella, que sesentona y todo, pero todavía linda (por algo la eligieron alguna vez Miss Bretaña), hace autostop para pedirlo. Cuando aparece un oportuno salvador, es un anciano gentil y paciente, pero con los dedos tan deformados por la artrosis que para él lograr armar un cigarro resulta toda una epopeya. En fin, es sólo el comienzo de esta especie de road movie a la francesa concebida y realizada al servicio (y en homenaje a) Catherine Deneuve. La búsqueda de tabaco continuará y torcerá varias veces el rumbo para recorrer una infinidad de rincones del interior francés, preferentemente los más alejados de las tarjetas postales, y cruzarse con los más variados personajes, de un charlatán seductor a un guardia nocturno que la protege de la lluvia o a un grupo de mujeres que la invitan a compartir la diversión en un club nocturno de provincias. Esta sucesión de experiencias (verdaderamente de lo más jugoso que ofrece el film en esa mitad del camino) se va a complicar después, cuando reciba de su hija (a quien no frecuenta demasiado) una misión que supondrá un repentino cambio: tendrá que hacerse cargo de su pequeño nieto (a quien casi no conoce) y llevarlo a la casa de su abuelo paterno. Ni Bettie tiene vocación (o experiencia) de abuela ni el chico es demasiado dócil, respetuoso o disciplinado, pero aprenderán a conocerse aunque para ello deba haber riñas, disgustos y contratiempos que los llevarán, entre otros destinos, a participar de un encuentro aniversario con todas las misses que unos cuantos años antes compitieron con Bettie por el trono de la más hermosa de Francia. El viaje no termina allí, porque como todo sucede en esta cálida historia imaginada por Emmanuelle Bercot y Jérôme Tonnerre cada circunstancia conduce a otra. Tampoco cesa hasta el final la incorporación de nuevos personajes, mientras todo sigue girando en torno de Deneuve, y de los sucesivos cambios que experimenta su Bettie. Algunos son, por cierto, un poco forzados, así como son abundantes los clichés que se esparcen a lo largo del relato y el azúcar que se espolvorea sobre el final, pero la admirable actriz tiene oportunidad de expresar una abundante variedad de sentimientos y, seguramente, de afianzar todavía más la admiración y el cariño que el público (no sólo el francés) le demuestra. Entre los que se lucen a su alrededor hay que destacar a Claude Gensac (la madre); al chico, Nemo Schiffman, hijo de la directora y el director de fotografía, y a Gérard Garouste (el abuelo paterno), que no es actor, sino un renombrado artista plástico.
Retrato de la leyenda francesa En un doble juego actriz/personaje Catherine Deneuve interpreta a Bettie, una mujer que emprende una travesía con su nieto por una bucólica campiña, entre situaciones y charlas. A esta altura de su extensa trayectoria en cine, determinados films protagonizados por Catherine Deneuve rondan pura y exclusivamente alrededor de su figura. Ella se va es un descanso actoral de la diva francesa en medio de títulos de riesgo con directores de importancia. La historia narra una road-movie por la bucólica campiña, viaje decidido por Bettie, harta de atender a su madre, peleada con su hija y viviendo una frustración de pareja. La travesía la concibe con su nieto, un nene inquieto, con el que vivirá una serie de situaciones livianas en el argumento, simpáticas por la energía del púber y novedosas para el personaje central, quien aparece en todo el desarrollo de la historia. En ese sentido, la directora Emmanuelle Bercot, aplicando una cámara burocrática y a reglamento, filma el rostro de Deneuve desde todos sus ángulos, no escamoteando información alguna sobre el paso del tiempo, pero también convencida de que se pueden sostener casi dos horas de metraje fijando la atención en la figura de la actriz. Bettie tiene sus características que la conforman como un personaje particular en medio de la rutinaria historia: fuma mucho –como Deneuve–, seduce con sus recientes 70 años, tiene la posibilidad de encontrar a un hombre que respeta sus taras en la última parte del film, se pelea y reconcilia con su hija, juega y empieza a comprender a su nieto, sonríe, entrega una mueca de tristeza, otra de fastidio, alguna de malestar frente al caos familiar. ¿Es Bettie quien vive esas situaciones o se trata de Deneuve registrada como si fuera un documental que termina desplazando a una ficción convencional? Una escena de Ella se va, cerca del final, certifica las dudas. Reunida la familia en la última estación del viaje, Bettie-Deneuve conoce a un hombre, un personaje con idénticas características: cruces de miradas entre los dos, un beso, un momento íntimo, hasta que la luz del cine produce un hecho más que anecdótico. Bettie-Deneuve despierta luego de una noche de placer y la luz justa y necesaria parece reflejar el rostro de la señora burguesa, casada y prostituta diurna de Belle de jour. En el cine también puede suelen producirse semejantes milagros.
Alegre vagabundeo de una regocijante Deneuve El título es bien claro. Ella se va. Ella, es una señora viuda bastante bien conservada, dueña de un pequeño restaurante de provincia, con leves problemas económicos, familiares y sentimentales. Leves, comparados con otro problema inmediato: es domingo, todo está cerrado y no tiene cigarrillos. Impulsada por una bronca se ha ido a tomar aire, y ahora recorre los pueblos en busca de un pucho. Así, como una cosa lleva a la otra, va por los campos de Francia, desde Bretaña hasta la Alta Saboya, se cruza con variedad de gente amable (y de la otra también, pero menos), despierta bien acompañada en un par de camas, se desvía en ayuda de una hija díscola y de paso hace amistad con su nieto, al que apenas conocía (como cabe imaginar, no es una relación inmediatamente buena), y en una de tantas vueltas se termina reencontrando con sus viejas compañeras del certamen de Miss Francia 1969. Ahí aparecen nada menos que Milene Demongeot, Valerie Lagrange y otras glorias bien conservadas, algunas de ellas auténticas participantes de aquel encuentro. Y en su casa había quedado otra gloria, la casi nonagenaria Claude Gensac, que hizo de esposa de Louis de Funes en por lo menos diez comedias, y que ahora actúa solo de sentada, pero no da ninguna lástima. Maliciosamente regocijante, la escena que tiene con Deneuve. Relato pequeño y agradable, disfruta la colaboración del guionista Jérome Tonnerre, veterano de muchos trabajos más exigentes con Lelouch, Yves Robert, Claude Sautet, Leconte, etcétera. Este lo hace de taquito. Por su lado, la directora Emmanuelle Bercot agrega dos buenos aportes: el marido Guillaume Schiffman, director de fotografía, y el chico que hace de nieto, Nemo Schiffman, que resultó candidato al Cesar como revelación masculina por esta película. Un poco larga, pero simpática.
Aventura con Mercedes Suerte de combinación de comedia dramática con road movie, Ella se va seduce con su trama cambiante y singular pero fundamentalmente por la presencia magnética de la gran Catherine Deneuve. Abordando un rol sin tanto glamour, la Deneuve aquí es una mujer simple pero contradictoria: por un lado, se comporta como una adolescente, al abandonar de golpe su vida rutinaria y familiar, y por otro, demuestra madurez al no estar demasiado atada a su pasado de fulgurante reina de belleza. Al contrario de sus colegas, con las que se encuentra –muy a su pesar– en un revival periodístico y publicitario. Esa mujer con problemas financieros y una molesta relación con su madre posesiva hace eclosión, y con la clásica excusa de ir a buscar cigarrillos se lanza a una aventura no planeada con su viejo Mercedes. Pero su vida cambiará por el encuentro con un nieto al que no ve desde hace años, vínculo que dará pie a los mejores y más entrañables momentos de la película. La también actriz y realizadora Emmanuelle Bercot (directora de la interesante Backstage) da la sensación de haber bosquejado una trama madre y luego haberse dejado llevar por lo que le proponían los caminos y paisajes de su país, los personajes y esencialmente el carisma y la persistente belleza de la legendaria intérprete francesa. Con aciertos expresivos y algunas lagunas, Ella se va es un film disfrutable, de la mano de una actriz fascinante y un convincente niño como partenaire.
¿A qué edad se tiene que dejar de pensar en oportunidades que cambien la vida? ¿Hasta cuándo uno se puede llegar a relacionar con familiares a los que nunca vio en su vida? Algunas respuestas pueden encontrarse en “Ella se va” (Francia, 2013), de Emmanuelle Bercot y que encuentra en Catherine Deneuve la intérprete ideal para la historia. Deneuve es Bettie, una mujer madura que reparte sus días entre la rutina laboral dentro de su restaurante y la opacidad de su vida con su madre, y una aventura de larga data con un señor casado. El conflicto interno y externo con el mundo y SU mundo se disparará cuando se entere que su amante decidió dejar a su mujer por una joven de 25 años y no por ella. El viejo Mercedes Benz se transformará de un momento a otro en la vía de escape hacia algo que aún no tiene en claro, convirtiendo a Bettie en una Thelma sin Louise, que imprevistamente cambiará la ruta como su escenario principal para poder decidir cómo continuar su vida. Esta “road movie” se irá narrando a través de exquisitos planos (atención al circular en una rotonda) y colores de la naturaleza que avanzarán sobre la rutina gris de Bettie con una impronta plástica de la película que se fijará en aquellas pinceladas que muestran la Francia agraria, el pueblo pequeño, los bares familiares y las tardes sin hacer nada. “Perdí a la única persona que me hacía sentir viva” grita Bettie al enterarse la traición de su amante, a lo que la madre le pregunta “¿y yo?”, porque además de hablar de una crisis existencial de una mujer que intenta continuar vital, también habla de los lugares que creemos que ocupamos en la vida de los otros y en la propia. Bettie tiene una hija, a quien hace tiempo no ve, pero en medio de su viaje iniciático recibe un llamado de ella pidiéndole que cuide a su nieto (a quien nunca ha visto) y tampoco quiere ver. Haciendo un esfuerzo sobrehumano lo busca y ahí también comienza otra historia, la de una abuela inexperta que intenta recuperar el tiempo perdido. A lo largo de su aventura se relacionará no sólo con su nieto, sino con el mundo, un mundo que hace tiempo ella sólo conoce a través de los comensales que asisten a “Auberge” (su restaurant) y que ignora sobre su dureza y su hostilidad. Cada kilómetro que avanza en la ruta es una historia y una anécdota que suma, pero también es una posibilidad sobre rever su pasado. Porque también hay además de lo familiar y vincular, algo que ella reniega sobre su belleza. Otrora reina de Bretaña, se reúne con sus pares a realizar una foto homenaje, y en esa decadencia de peinados y bandas, está también ella. “Hace unos días estaba en un pequeño pueblo” reflexiona Bettie, luego de reencontrarse con su hija, conocer a un hombre y ver como sus cuentas bancarias se han anulado, y es en esa reflexión que se esconde una afirmación, aquella que inspira sobre una mujer que se transforma y que decide cambiar su destino para evitar morir sola en una habitación. “Ella se va” tiene algunas cursilerías que atentan con la totalidad del discurso, pero que pueden ser obviadas en una película hecha a la medida de Deneuve, para su lucimiento y brillo.
Por suerte, la que se va es Deneuve Ella es Bettie o Catherine Deneuve, la dueña sexagenaria de un restaurante en Bretaña. Para Bettie, todo va de mal en peor. Su restaurante se encuentra al borde de la quiebra y una noche se entera por su madre -Claude Gensac, un amor, la verdadera abuela, en su sentido más tradicional, de la película- que su amante deja a su mujer… por una jovencita. Al día siguiente, a la hora del servicio del mediodía, deja su local para ir a comprar cigarrillos. En realidad, sin todavía saberlo, ella se va: a los sesenta pasados, Bettie se fuga. Emprende de golpe un viaje por el interior de Francia, su campo, sus pequeños pueblos donde no pasa nada -casi sólo ella-, sus zonas periurbanas con sus casas todas idénticas y sin alma, sus estaciones de servicio y restaurantes de autopista tristes, sus ciudades medianas moribundas que buscan reanimar un pasado que quizás era más alegre. Algunos dirán que la imagen dejada por la directora -Emmanuelle Bercot- del interior del país está exagerada. Pero, si probablemente no se resume a esto, lo es también un poco. Por otra parte, esta fuga es precisamente para Bettie una vuelta a algunos lugares dolorosos del pasado, para darse la oportunidad de cerrar las cicatrices que dejó -el fin trágico del gran amor de su vida nunca olvidado, el casi abandono de su hija y su nieto Charly-. En este sentido, este road movie resulta bastante convencional, en particular en las escenas tumultuosas de domesticación recíproca entre Bettie y Charly que ya anuncian la reconciliación, pero incluso también lo es cuando intenta salirse un poco de los caminos más tomados, por ejemplo cuando Bettie se cruza en un bar-discoteca con un joven seductor. Le falta originalidad tanto en su desarrollo como en su último tramo. Es cierto que la recomposición familiar que se opera al final es poco común. Sin embargo anuncia una reconciliación que no termina de ser un poco forzada. Sólo falta que se escriba en la pantalla “vivieron felices y tuvieron muchos niños” -como se podrán dar cuenta, esta última parte siendo obviamente más difícil por la edad de los protagonistas-. Al final, lo que queda de esta película es Bettie, o mejor dicho, Catherine Deneuve, que la saca adelante y que muestra una vez más, incluso en una película menor, que sigue siendo la gran dama del cine francés, gracias a la cual las abuelas nunca han sido tan modernas.
Este podría presentarse como un “tour de forcé” de actuación de Catherine Deneuve, que, como una “road movie”, en términos de estructura es lo que realmente resalta. Pero ambas nominaciones son correctas, se conjugan, se mezclan y se sostienen. La diva del cine francés está en su salsa, bien condimentada con adornos que suman, algunos personajes, los paisajes de la campiña francesa, algunos diálogos muy inteligentes, enmarcando la excelente actuación de la actriz de “Repulsión” (1965), o “Belle de jour” (1967) La historia se centra en Bettie, sesenta y pico de años, más cerca de los 70, digamos, descubre que su amante desde hace muchos años, casado con otra, ha abandonado a ambas y se fue con una jovencita de 30 años, parece una broma, pero es humor a la francesa. Sobre llovido mojado. La madre se entera de esta situación, paralelamente que llega una notificación dando cuenta que el restaurante familiar peligra en su existencia por problemas financieros. Tiene una hija, ya es abuela, a su nieto no lo conoce, a su hija hace años que no la ve, el mundo se le esta acabando, sale con su auto con la sola idea de dar una vuelta por el barrio, despejarse, hacer un impasse, pero el paseo se transforma en una fuga, con ciertas reglas, en la que brotará el imprevisto: su nieto. Una llamada de su hija, divorciada, hace mucho que ni la llama, salvo que ahora necesita por primera vez que cuide del pequeño que ya tiene 10 años. Haga cuentas, si quiere. En el medio, y con su nieto a cuestas, aparecerá una gala de ex-misses Francia, así estas y otras estaciones terminaran construyendo un viaje iniciático en una edad en que todos creen que no hay posibilidad de proyectos. Como reza el axioma, la mayoría de las personas se mueren mucho antes de dejar de respirar, pero este no es el caso de Bettie. No pida mucho más, una buena comedia estructurada como un viaje de doble circulación, externo e interno. Personajes, muchos, algunos entrañables, reestablecimiento de los lazos afectivos, algo de la vida cotidiana, y la voluntad de vivir.
Recalculando “Adelante con la vida” es el lema que recorre la película Ella se va, de Emmanuelle Bercot. “Adelante con la vida” a pesar de las pequeñas miserias cotidianas, de las ausencias, de las traiciones y de la decadencia que conllevan los años vividos. Betty (la gran Catherine Deneuve) una hermosa viuda sesentona que vive con su madre en una antigua casa, es dueña de un restaurant en un pequeño pueblo de Francia. Las calles tranquilas, los negocios algo precarios y la vida simple son el marco para esta agradable historia. Ella tiene una hija con la cuál no tiene demasiada relación y un nieto de aproximadamente diez años que no ve hace varios años. Un día, algo presionada por las deudas, el trabajo y angustiada por una traición amorosa, Betty decide subirse a su auto y manejar en busca de un paquete de cigarrillos. Aunque, por supuesto, su búsqueda será mucho más profunda que esto. En medio de la ruta, su hija la llama para pedirle si puede cuidar a su nieto por un corto tiempo y llevarlo a la casa de su abuelo paterno, ya que ella tiene que irse urgente por una posibilidad laboral. Betty acepta, y ese viaje sin destino alguno, se convierte en un viaje con un objetivo concreto. Ella se va es una historia que retrata las relaciones familiares desde perspectivas y generaciones diferentes. Por un lado, la conflictiva y dependiente relación entre Betty y su madre, por el otro, el distante vínculo entre Betty y su hija, y por último, el nuevo nexo entre Betty y su nieto. Con un aire liviano y optimista, esta historia cálida y fácil de digerir nos muestra que a pesar del largo recorrido vivido, todavía queda un resto por atravesar, una distancia desconocida con nuevas posibilidades. Betty da tregua, arranca el motor del auto, prende con todo el placer del mundo ese cigarrillo prohibido y sigue su ruta sin importar hacia dónde la lleve. En el camino se encontrará con diversos personajes: un joven amante, un grupo de mujeres que la invitan a su mesa, litros de alcohol, y con su familia, la cual parece haber olvidado hace tiempo. Betty es presentada en la primera escena caminando de espaldas por la playa, sola, para luego al final de la historia verla de frente a cámara y acompañada. El viaje es un proceso necesario, una búsqueda solitaria que dará como resultado vínculos que comienzan, o que se reanudan. Una foto de Betty en blanco y negro posando en un concurso de belleza es el único recuerdo que tenemos de lo que ella fue, y el contraste entre esa cara joven y sonriente y esta nueva cara algo más arrugada, pero no por eso menos viva. Ella se va es una road movie que, como tal, evidencia un cambio interno en la protagonista. Porque a veces hace falta irse, para poder estar más cerca de aquello que realmente importa.
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