Sin aliento Creo que Enterrado es una buena película y, de hecho, así la estoy calificando. Sin embargo, debo admitir que, mientras disfrutaba de su minuciosa puesta en escena, de su sólido guión, de su impecable factura, de la creíble actuación de Ryan Reynolds, padecía en carne propia -casi hasta hacerme insoportable la experiencia- todo lo asfixiante y claustrofóbico de su propuesta. He leído a varios críticos indignados ponerle bajos puntajes a este film con la siguiente pregunta: "¿Alguien puede disfrutar de ver a una persona enterrada en un ataud durante 90 minutos?". Si nos remitimos a la trama del film (Reynolds, efectivamente, es el único personaje y se la pasa una hora y media bajo tierra dentro de un cajón) podemos vivirla como un ejercidio de absoluto sadismo hacia el espectador, pero -al mismo tiempo- creo que esta segunda película del español Rodrigo Cortes (Contestantes), vaya paradoja, "respira" cine, ideas e ingenio. Verdadero tour-de-force (para el actor, el equipo y el público), Enterrado se narra en tiempo real, en un sólo decorado y con el atribulado Paul -un camionero treintañero de Ohio que ha estado trabajando como contratista civil en Irak durante 9 meses- luchando contra el dolor físico (está herido), la falta de oxígeno, el calor, la progresiva descarga de la batería de su celular o de la llama de su encendedor. El teléfono le sirve para comunicarse con sus secuestradores (¿terroristas o simples delincuentes?), con sus patrones, con el FBI, con un especialista en casos de rehenes y, sin demasiada suerte, con su familia. Uno puede creer que es imposible sostener una narración de 90 minutos en semejantes condiciones sin ser aburrido o reiterativo, pero Cortés-Reynolds, el guionista Chris Sparling y compañía (hay un gran trabajo del joven fotógrafo catalán Eduard Grau, ya elogiado por su labor en Sólo un hombre) logran la proeza de hacer el film bastante entretenido (en el medio, es cierto, apelan a algunos elementos algo forzados y bastante discutibles) y trasladan el martirio del anithéroe hacia un espectador que deberá compartir la desesperación y la experiencia física y psicológica extrema de un film por demás inquietante, agobiante e incómodo. Otro aspecto interesante de Enterrado es su ácida crítica (con un dejo de ironía) a las miserias de empresas, funcionarios y profesionales ligados al holding económico-militar. A veces, los burócratas pueden resultar tan o más peligrosos incluso que los más desalmados terroristas.
Misión imposible Para aquel que lo dude y piense que no es posible, sí, la película entera transcurre con el protagonista enterrado en un cajón bajo tierra. Si esto le despierta suficiente curiosidad, y decide acercarse a vivir esta extraña experiencia, seguro que no se arrepentirá. Apenas comenzado el film nos enteramos que Paul Conroy (Ryan Reynolds) es un chofer de camiones de una compañía estadounidense que fue enviado a Iraq junto a otros empleados. Un grupo de iraquíes atacan los camiones y, mientras muchos mueren en el ataque, Paul, termina enterrado adentro de un cajón. Su comunicación con el mundo exterior es por un teléfono celular que le dejan sus secuestradores y esa será su única herramienta para salir de allí. Claro que la batería del mismo está por la mitad y también el aire que respira es limitado, por lo cual sus posibilidades de sobrevivir parecen nulas. También sobrevivir a la experiencia cinematográfica de contemplar por una hora y media a un hombre adentro de un cajón parece improbable. Sin embargo, el director Rodrigo Cortés la hace más que posible y, lo que es mejor, entretenida. Desde la primera imagen el espectador vive y sabe lo mismo que su protagonista, lo cual es más desesperante aún. Un representante del gobierno americano encargado de toma de rehenes en Iraq tendrá en sus manos su liberación, pero ni Paul ni el espectador sabrán si verdaderamente hacen algo por él pues sólo escuchamos la voz en off del teléfono. La utilización del sonido es explotada de tal manera que el mundo exterior está presente pero no visible y su eficacia en pos del suspenso permite agilizar la trama. Al no saber más que el protagonista se crea una tensión dramática que aumenta la desesperanza y la consternación, y el alivio nunca aparece. Claro que el uso de estos recursos y el novedoso planteo del film no son suficientes para hacerlo interesante. Por eso cabe decir que la obra también merece crédito por cómo logra representar el miedo del protagonista. Los estados que vive Paul a lo largo de todo el film tienen tal verosimilitud que producen que nunca se presente como inverosímil la propuesta del film. La angustia de saber que no verá más a su familia, la indignación e impotencia frente a la gente que supuestamente debería socorrerlo (que piensan más en la diplomacia que en él) y la desesperación de estar viviendo la propia muerte son los tópicos que hacen que Enterrado (Buried, 2010) supere las expectativas. Este film puede no ser del agrado de algunos espectadores a los cuáles les resulte una experiencia de mal gusto o simplemente, como el cine de terror, les provoque emociones indeseables. Pero se debe resaltar que el director nos recuerda co n este film que, con bajos presupuestos y buenas ideas, el cine siempre sobrevivirá.
Claustrofobia en estado puro Realizar un film de suspenso no es tarea fácil, más cuando solo se cuenta con un protagonista, un celular, algún que otro elemento poco relevante y como escenario: un cajón de madera sepultado en el desierto. Con estos elementos el realizador español, Rodrigo Cortés (Concursante, 2007), pone en marcha una historia llena de intriga e inteligencia que logra como pocas atrapar al público y tenerlo sumergido bajo tierra por más de noventa minutos. Un transportista norteamericano es atrapado y enterrado vivo en Irak luego de una emboscada. El objetivo: pedir un rescate al gobierno de los Estados Unidos. Algo sencillo y aparentemente insostenible en el tiempo, pero que gracias al talento y la audacia narrativa de Cortés, consiguen llevarlo adelante como pocos. Desde el principio, la excelente banda sonora va dando el ritmo a esta aventura subterránea y los diálogos telefónicos que el protagonista mantiene con el exterior, son tan reales que no podrían ser nunca del mundo de Hollywood. Dentro de este gran universo, que es el cajón, Paul Conroy intentará sobrevivir por todos los medios. Ryan Reynolds es el actor recordado por compartir pantalla junto a Sandra Bullock en la comedia La Propuesta y se lo verá próximamente en la piel de Linterna Verde. Su trabajo no es sencillo y mucho menos tener la cámara sobre el rostro durante toda la película. La cinta logra con meritos su cometido: entretener a la audiencia, entregar un productor distinto, sostener la intriga hasta el segundo final y, por sobre todo, dar un profundo sentido del valor de la vida.
Agarrate Catalina!!! La idea de ver un film, que dure 90 minutos en tiempo real, donde sólo se tiene a un tipo encerrado en un ataúd desesperado por salir, puede parecer un auténtico aburrimiento. Pero no, al contrario, Enterrado es una experiencia que captura al espectador de principio a fin, casi sin pestañear. Será porque se trata de una obra que toma como base uno de los sueños de angustia más recurrentes entre los mortales: estar enclaustrado en algún espacio reducido, sin la mínima posibilidad de salir de allí. Para ello, se unieron el director español Rodrigo Cortés (Concursante), y el guionista Chris Sparling, quienes crearon esta ficción absolutamente original y osada, cuyo resultado final es una película que va a dar que hablar y mucho. La tensión y el espasmo se viven durante todo el metraje, es imposible no identificarse con el personaje y pensar que haría uno en un momento como ese. La composición de Ryan Reynolds (La Propuesta y Adventureland), es un verdadero hallazgo. Hasta aquí el mayor mérito que contaba el actor es haber enamorado y llevado al altar, en su vida real, a la increíble Scarlett Johansson, pero en este film brinda una actuación memorable, digna de un oscar. Además de la notable labor interpretativa del protagonista, la tarea de las cámaras, la fotografía y la música colaboran para que la atención expectante no se diluya ni un solo segundo. La riqueza de tomas, que van desde los planos generales o giros de 360 grados, donde observamos este limitado escenario en su totalidad pero con una profundidad inquietante, hasta los primerísimos planos capaces de capturar la respuesta del cuerpo humano ante una situación de extrema tensión. El trabajo de fotografía de Eduardo Grau lograr retratar detalles como la maciza y temible madera del ataúd o la sudoración y lágrimas del encerrado con una sólida nitidez a pesar de la oscura iluminación. El impecable sonido nos conduce a estar dentro de ese cajón y la música permite acompañar y realzar lo agobiante que es esa situación. La temporalidad narrativa permite generar una historia ágil y atrapante, una idea arriesgada sin ningún otro recurso que no sea el aquí y ahora en bruto, excepto por algunas pequeñas elipsis temporales. Nuestro protagonista va a experimentar los más variados afectos allí adentro, no faltan alguna que otra humorada, ni la apelación al sentimentalismo frente a lo que está viviendo. La estructura de la historia, narrativamente así como está planteada se va sosteniendo sola, no es necesario agregar algún elemento más que genere un plus de tensión y pánico. Es allí donde se encuentra una falla en la dirección, se introduce una secuencia en el argumento, (que prefiero no revelar aquí), por demás inverosímil, se asemeja más a una película de aventuras que a esta obra. Ya se está viendo reflejada en la pantalla una de las fantasías humanas más temidas, no hace falta hacer retorcer al público en la butaca con algún elemento que represente ciertos terrores universales. Con escenas así se manipulan los reflejos y las emociones fácilmente, pero se le resta originalidad y creatividad al relato. Excepto ese momento, el resto del film funciona de maravillas, una historia que no se reduce ubicar al pobrecito americano víctima de los insurgentes terroristas islámicos, sino que cuestiona la absurda invasión a Irak, en manos de un estado preocupado más por matar que por salvar y del perverso sistema económico a cargo de empresas privadas que sólo les importa preservar su acaudalado capital. Enterrado, es una verdadera vivencia tanática, coquetea con la pulsión de muerte, produce una empatía claustrofóbica escalofriante, nos aliena en la pantalla por noventa minutos apropiándose de nuestra realidad. El alivio nos llega al salir de la sala, cuando vemos el cielo y respiramos nuevamente.
Siempre me resulta fácil escribir sobre películas que dan mucho que hablar, porque tienden a ser pelotudeces del boca a boca y puedo evitarlas. Así que, a los que quieran leer comentarios como "no, es re loco, una hora y media en una caja" o frases comerciales como "no apta para claustrofóbicos", los invito a apretar el botón que hay arriba a la derecha... un poquito más arriba... el que tiene una cruz... sí, ése. Muchas gracias. Empezando por el póster, me parece simple y efectivo, aunque me gusta más lo que lograron en los alternativos. Primero el teaser, que es el que más me gustó. ¿Por qué? Porque usa todo el poster para incrementar la fuerza de la idea de la película, el "hay mucho en la película, pero ustedes sólo van a poder ver lo que pase adentro de la caja". El segundo tenía ganas de ponerlo como imagen de la columna, me encanta cómo usa las críticas para transmitir lo mismo que quiere transmitir la película. Hay un póster oficial más, pero como me recuerda al de Vertigo de Hitchcock no lo pongo. ¿De qué la va? Buried nos cuenta, en tiempo real, lo que experimenta un camionero al ser tomado como rehen en Irak y enterrado vivo en el desierto sólo con un celular. Dicho eso, voy a matar un par de ideas que andan dando vueltas entre los que no vieron la película: No, no muestran lo que pasa mientras él está en la caja. No, no hay flashbacks en los que el protagonista recuerde cómo llego ahí. Sólo vemos lo que pase dentro de la caja (incluso cuando no hay luz, o sea, no vemos, pero está bueno ver la pantalla en negro por momentos). O sea, vendría a ser como la casa de Gran Hermano pero de un solo ambiente... tal vez un poquito más chica... y sin las mujeres exhibicionistas. Bueno, no se puede tener todo. Pero lo que sí tiene es evolución. Sí, la historia avanza, y mucho. No es que por estar adentro de una caja lo vamos a ver forcejeando para salir todo el tiempo, los primeros minutos de la película son así. Pero en cuanto encuentra el celular su objetivo pasa de ser "lograr salir" a "lograr que lo saquen". Ahí es donde la historia evoluciona, a través de sus llamados buscando ayuda, con un teléfono que no es suyo. Y ahora, lo que los niños querían, mi opinión sobre los espectadores. Primero, lo más importante... ¡Qué hijos de p*ta los que hacen comentarios en el cine! No podés ir a la avant de esta película y, a los 15 minutos de empezada, tirar "no me digas que va a estar durante toda la película en la caja". Ahora sí, la repercusión. Es verdad, es una hora y media de un hombre encerrado en una caja, pero no es una película rara. Original sí, rara no. Puede haber muchos que dirán "mmm, ¿1 hora y media en una caja? Qué embole, no es para mí", ¡error! Esta película no tiene nada de experimental, o sea, no vas a tener que fingir concentración como si estuvieras en frente a una pintura de un cuadrado negro. Más claro que eso sería poner un video del único actor que vemos laburando en otra película, pero sería demasiado. No apta para esos pequeños sádicos que esperan que la película explote su potencial para incomodar, torturar y hacer sufrir, más allá de la empatía, a los que la vean.
Hitchcock lo envidiaría El catalán Rodrigo Cortés logra máxima tensión en el agobiante relato de un hombre en un ataúd... Enterrado es la película que Alfred Hitchcock se hubiera “muerto” por filmar, de haber existido el celular -o, mejor, el BlackBerry- en su época. Y no es exagerado. Al maestro del suspenso le intrigaba cómo generar tensión en la platea con pocos elementos, y si reconocía que mostrarle al espectador una bomba debajo de una mesa a la que luego se sentaba un personaje era el mejor clímax, tener a un hombre medio atontado, que despierta malherido y se descubre adentro de un ataúd... El joven catalán Rodrigo Cortés, que había debutado con Concursante , con Leonardo Sbaraglia, responde algunas de las preguntas de Hitchcock con respecto a trabajar con escasos elementos. Veamos lo que el encendedor de Paul Conroy nos permite saber que hay dentro de ese ataúd bajo tierra: además del mechero, le han dejado un BlackBerry, y una petaca. Paul es un chofer de camión, un contratista que con tal de obtener rápida ganancias trabaja para el Ejército de los EE.UU. como transportista en Irak. Hubo una emboscada de insurgentes iraquíes, y Paul no recuerda nada más. A partir de allí, la sensación de claustrofobia irá in crescendo por una catarata de motivos que tal vez no convenga adelantar, porque hay que tener imaginación -y frondosa- para crear más y más situaciones de suspenso en un lugar tan acotado como en el que se “mueve” Paul. A partir de las comunicaciones que Paul tiene con el mundo exterior a través de su teléfono -con los captores, con la empresa que lo contrató, con el FBI, con un especialista en toma de rehenes, e infructuosamente con su familia en Ohio- se va aireando el relato, construido para un solo personaje en un único y módico escenario. Enterrado plantea también otras cuestiones, como la responsabilidad de quienes lo contrataron, el lavado de manos, la corrupción, la lealtad o la falta de ella. Y la fuerza necesaria de un hombre que sabe que le queda poco oxígeno y tiempo por sobrevivir, si nadie da con su lugar en la Tierra... El desconcierto del espectador, con el correr de los minutos, también crece, y es totalmente válido que se pregunte si Paul realmente está bajo tierra en Irak -¿o lo llevaron a los Estados Unidos?-, si todo es sólo una estrategia para cobrar el rescate, si es un juego perverso, o si es una pesadilla. Generar intriga constante es una de las varias virtudes de Cortés, quien tuvo en Ryan Reynolds a un intérprete perfecto. Si uno no se sintiera próximo a Paul, nada de lo que le sucede le importaría. Y eso es mérito del tándem actor/director. De enterarse, Alfred Hitchcock, también en su ataúd, debería estar retorciéndose de sana envidia.
Enterrado es una de las mejores películas de suspenso que pasaron por el cine en este 2010 y demuestra claramente lo que se puede hacer en el género cuando detrás de cámara hay gente creativa de verdad. Acá presentaron una historia totalmente atrapante con un tipo enterrado vivo durante los 95 minutos que dura el film. No hay trampas. Ni escenas de flashbacks ni momentos protagonizados por otros personajes que aparten al espectador o le den descanso de la pesadilla que vive el personaje principal. Ryan Reynolds está solo todo el tiempo en la pantalla y la historia siempre se narra desde su perspectiva. El trabajo que hizo el guionista Chris Sparling es brillante. Se necesitan nervios de acero para sentarse a escribir algo así y lograr que el cuento nunca decaiga. En este caso es como que se alinearon todos los planetas para que todo saliera bien, ya que labor del director y de Reynolds no es para nada menor. Enterrado es una experiencia interesante para disfrutar en el cine. Salvo que te encierres en una baulera con un televisor las emociones que experimenta el protagonista las vas a vivir con mucha más intensidad en una sala de cine. Es algo similar a lo que pasaba con REC, si la primera vez no la descubrís en el cine no es lo mismo. Lo interesante de este estreno es que el guión está tan bien construido y Ryan Reynolds lleva tan bien la película que el cuento brinda distintas emociones. Si alguien dudaba de la capacidad para actuar de este tipo después de ver este film va a cambiar de opinión porque acá brindó el mejor trabajo de su filmografía. La trama es tan intensa que el único personaje que vemos en cámara atravieza por todo tipo de emociones durante el conflicto y un actor mediocre no hubiera podido sostener cinco minutos este relato. Hay momentos de pánico, otro más emotivo e inclusive logran que te rías con algunas cosas increíbles que le pasan a Reynolds cuando intenta comunicarse con el celular que tiene. Me encantó esta película y me hizo recordar a la experiencia de ver El juego del miedo por primera vez que lograba que te olvidaras de todo y sólo te concentraras en lo que estabas viendo en la pantalla. Algo que pocos estrenos de este género, especialmente lo del cine norteamericano, logran últimamente. Esta es una de las buenas. Una gran propuesta de suspenso que para mi se va a destacar entre los mejores estrenos de este año.
Film no apto para claustrofóbicos El director español Rodrigo Cortés cumple con las expectativas del relato Puede ser la peor pesadilla para quien sufra de claustrofobia y la oferta más irresistible para quien disfrute de una hora y media de suspenso sostenido y creciente, apenas aligerado por unas cuantas escenas de negrísima sátira que en el fondo también multiplican el clima de horror. Todo un hallazgo del autor del guión, Chris Sparling, y una verdadera proeza del director español Rodrigo Cortés, que conciben y concretan el relato entero en un solo escenario, probablemente el menos apto para una filmación: el interior de un ataúd. Por la repercusión que obtuvo en Sundance, se sabe ya bastante acerca del contenido del film. El desafío al espectador comienza temprano: la pantalla permanece a oscuras durante un tiempo inusualmente largo antes de que algunos sonidos empiecen a llegar desde la banda sonora y más tarde se haga la luz -la muy tenue luz-, gracias a la llama de un encendedor. Hay un hombre -el único que aparecerá en toda la película-, tendido, amordazado y atado de pies y manos, y está encerrado en un espacio que apenas le deja mínima libertad de movimientos. Algunos datos más irán conociéndose de a poco en los minutos que siguen. Es un camionero norteamericano -pertenece a una compañía contratada para realizar trabajos de reconstrucción en Irak-, ha sufrido una emboscada y ahora acaba de despertar: se encuentra enterrado vivo dentro de un cajón y, a juzgar por la fina lluvia de arena que se filtra por las hendijas, en medio del desierto. Hasta aquí el planteo inicial. El clima claustrofóbico ya está instalado; de ahí en adelante no hará más que crecer cuando el hombre ponga en juego toda su imaginación y asegure hasta donde pueda el control de sus nervios para intentar -ya que no una salida, más que improbable en tales condiciones-, un modo de pedir socorro. Tiene -ahora lo sabe-, un teléfono celular que le han dejado sus captores para negociar su rescate, pero la batería se agota tan rápido como el oxígeno que queda en su fatídico estuche de madera. El suspenso, como se ve, se alimenta de distintas fuentes. Incluso de las kafkianas comunicaciones -con su empresa, la policía, el Pentágono o el presunto comité oficial sobre crisis de rehenes-, que suman un apunte burlón de amarga sátira política. Las hazañas de la cámara, la iluminación, el montaje y la interpretación -Reynolds afronta un compromiso demoledor con increíble convicción e infinita variedad de recursos- no deben opacar otros méritos fundamentales del film: la precisión con que se gradúa el suspenso, la inteligencia con que se evitan las reiteraciones, el rigor que ha guiado la tarea de los autores (apenas afectado por un par de trampitas y una apelación emotiva) y la contundente eficacia del desenlace.
De cómo echar por tierra una buena idea La película tiene un único protagonista, que despierta en el féretro en el que fue enterrado vivo. En esas condiciones, y rodado en tiempo real, el film genera suspenso, pero el remate es una ocurrencia frívola. A lo largo de más de un siglo, al llamado “cine de entretenimiento” no le tembló la mano a la hora de emprender las más arriesgadas experimentaciones narrativas. Hubo una película rodada sin otro corte de cámara que el impuesto por los cambios de rollo (Festín diabólico, de Hitchcock, 1948), una sin un solo diálogo (El ladrón, 1952), una filmada toda en subjetiva (La dama del lago, 1947), una toda dentro de un bote (Náufragos, de Hitchcock), otra narrada por un muerto (Sexto sentido), otra con la cronología invertida (Memento), varias que suceden en tiempo real y así. A esa serie de osadías, Enterrado, curiosa desde su propia gestación (es española, pero hablada en inglés), le suma un par más. La película del orensano Rodrigo Cortés tiene un único protagonista y transcurre en tiempo real, dentro del féretro en el que aquél fue enterrado vivo. En esas condiciones de total estrechez figurada y literal, Enterrado logra generar tensión, identificación, suspenso y emoción. Hasta que al director no se le ocurre mejor idea que rematarla con una ocurrencia tan frívola, que amenaza con reducir algo que es mucho más que un mero ejercicio de estilo en un chistecito cruel. En el comienzo es la oscuridad. Oscuridad total, durante un tiempo que parece eterno. Una respiración ahogada primero, gemidos desesperados después. La llama de un zippo deja ver a un tipo amordazado y metido en una mortaja de madera. Por suerte tiene las manos libres: si no, no habría película. Se arranca la mordaza, encuentra un celular y empieza a usarlo, pidiendo rescate. Las luces del zippo y la pantalla iluminada del celu permiten que el espectador vea qué pasa. Las conversaciones por celular informan quién es el enterrado y cómo fue a parar allí. Se llama Paul Conroy, es camionero y su empresa lo mandó a Irak. El convoy en el que se desplazaba fue atacado y de ahí en más no supo más nada, hasta que se encontró dentro del ataúd. En algún momento, un llamado le pone plazo y precio a su vida. Si no consigue 5 millones de dólares en 90 minutos, lo matan. Fijado el plazo empieza la carrera contra el reloj, contra la falta de oxígeno, contra la claustrofobia y contra la lógica: ¿Qué posibilidad de salvación puede tener un tipo enterrado en algún lugar en medio del desierto, a años luz de casa? El opus 2 de Cortés (su ópera prima de 2007, una comedia negra llamada Concursante estaba protagonizada por Leonardo Sbaraglia) no iría más allá del ejercicio de estilo, de no ser por el modo en que trabaja los mecanismos de identificación. El guión, escrito por un tal Chris Sparling, parte de una premisa próxima a la artificiosidad de El cubo, compartiendo con películas como El juego del miedo la idea de un manipulador que maneja al protagonista a distancia. En este caso, uno de los secuestradores, que se comunica con él vía celular, y al que la voz del español José Luis García Pérez le da un tono de árabe de caricatura. Que el malo esté pintado con trazo grueso no le quita factibilidad a la retorcida idea de que la víctima se grabe a sí misma con el celu, para difundir el video vía YouTube o Al Jazeera. Que el protagonista no sea un soldado sino un simple contratista civil, que esté muerto de miedo, que descubra en qué situación está al mismo tiempo que el espectador, que lo que encuentre del otro lado de la línea sean contestadores automáticos, mensajes grabados, musiquita de espera, necedad burocrática e inhumanidad empresarial: todo ello permite que el espectador se ponga en el lugar de Conroy. Todo eso y la visceral actuación de Ryan Reynolds, que hasta a oscuras es capaz de transmitir la más convincente desesperación. Cortés les saca hasta la última gota de jugo a los precarios elementos con que cuenta, sirviéndose de ellos para hacer crecer la tensión y la identificación. Ayudado por una admirable fotografía de Eduard Grau y una partitura bernardhermanniana de Víctor Reyes, Cortés se muestra como un narrador que tiene lo que hay que tener. Pero no todas las decisiones de Cortés parecen acertadas. En un par de momentos eleva la cámara hasta una posición imposible, para mostrar los bordes del nicho. ¿Para qué, si justamente la película obtiene su fuerza del encierro? En otro se deja tentar por una serpiente que en Indiana Jones sería graciosa y aquí es innecesaria. Más cuestionables son, en términos de ética narrativa, una tramposa fantasía del protagonista y sobre todo el remate, versión dark de las joditas de Tinelli. Si el pifio echa por tierra (con perdón por el símil) todo lo anterior, o si aun así lo que hubo hasta allí valió la pena, es algo que este crítico no está en condiciones de decidir por el momento.
Al fin, cine "Enterrado" no tiene la pretensión de ser original. No lo es. Su director, el español Rodrigo Cortés, lo sabe. Lo importante es ser creativo. Eso marca la diferencia. Desde el comienzo, en los créditos iniciales, el homenaje y reconocimiento a Hitchcock -y a Saul Bass, diseñador de los títulos más emblemáticos del director- deja todo en claro y da paso a un hora y media que es de lo mejor que se ha visto en mucho tiempo en pantalla. Porque Cortes es capaz de hacer cine. Crear climas, generar tensión, lograr que el espectador esté expectante en su butaca. Cuenta con el talento de un Ryan Reynolds que logra plasmar con claridad los estados por los que pasa su personaje Paul Conroy: sorpresa, pavor, enojo, esperanza, y casi todo el abanico de emociones por lo que puede atravesar un individuo que se descubre adentro de un cajón, enterrado sin saber en dónde ni por qué. Sólo tiene un encendedor y un teléfono móvil en el que recibe instrucciones de su captor y por medio del cual intenta conseguir ayuda, pero en cambio recibe la incompetencia de un sistema que no reconoce ningún valor humano. Es destacable como los enemigos de Conroy, porque descubrirán que no es sólo uno, son desplegados por un guión que con inteligencia plantea conflictos que van más allá de la obvia situación del protagonista, y con un humor que hasta el final destilará sadismo puro. Sirva este filme como ejemplo de cómo es posible contar una historia con eficacia, sacando provecho de las limitaciones y con un presupuesto ínfimo en comparación con tanto mamotreto interminable que debemos padecer semana tras semana. No se la pierdan.
La impotencia de los inocentes Desde hace mucho tiempo que no nos encontrábamos con una propuesta de género tan refrescante como Enterrado (Buried, 2010). Esta extraordinaria coproducción entre España, Estados Unidos y Francia fue realizada casi por completo por un equipo hispano comandado por Rodrigo Cortés, aquí entregando su segundo largometraje a posteriori de la correcta Concursante (2007). A primera vista pareciera que con semejante título ya está todo dicho en lo referido a la trama del film, sin embargo aún falta una aclaración fundamental: el protagonista de turno padece de una enfermedad congénita que podríamos denominar “nacionalidad norteamericana”, esa lamentable dolencia cuyos efectos curiosamente sufre el resto de la humanidad y sólo muy de vez en cuando el portador. Los minutos iniciales plantean el contexto general de la experiencia: Paul Conroy es un camionero estadounidense que despierta dentro de un ataúd de madera, sepultado vivo debajo de una enorme cantidad de tierra. El hombre trabaja para una de esas empresas responsables de la “reconstrucción” de Irak luego de la invasión de George W. Bush y compañía. Así las cosas, pronto utiliza su encendedor para descubrir que su margen de maniobra se reduce a las dimensiones del féretro y las posibilidades que brinda un celular ubicado a la altura de sus pies. La película lleva el minimalismo formal al límite de ni siquiera recurrir a flashbacks o bifurcaciones argumentales, dos de los recursos más empleados a la hora de amenizar ambientes perentorios de una claustrofobia esencial. El asunto tan poco feliz de que nos “confundan” -por impericia o a voluntad- con un cadáver ha sido explotado en innumerables ocasiones por el cine, en un trayecto terrorífico que va desde la primigenia El Entierro Prematuro (Premature Burial, 1962) hasta la reciente Kill Bill: Vol. 2 (2004). En esta oportunidad el encargado de interpretar a la víctima no es otro que Ryan Reynolds, una verdadera sorpresa considerando su paupérrimo currículum hasta la fecha. El actor está maravilloso en el rol precisamente porque no le exige demasiado y su semblante de “ciudadano promedio” calza perfecto en el leitmotiv del proyecto, vinculado a las repercusiones del accionar imperialista de las potencias globales (los captores tienen una simpatiquísima pyme especializada en secuestros de contratistas). Si la historia crea un verosímil apremiante que desespera al espectador, obviando con inteligencia atajos estereotipados, sin dudas es mérito absoluto del tándem compuesto por Cortés, su director de fotografía Eduard Grau y el guionista Chris Sparling. Más allá de la labor particular de Reynolds, el dinamismo visual juega un papel muy importante en el desarrollo narrativo de un thriller de horror de estas características, tan pesadillesco como ingenioso. En síntesis, Enterrado es un prodigio inigualable en cuanto a puesta en escena, intensidad dramática y aplicación concreta de los principios que regían la obra del gran Alfred Hitchcock: a través de un cinismo de fructíferas inclinaciones políticas, el film analiza la hipocresía estatal, el hambre de lucro y la triste impotencia de los inocentes…
VideoComentario (ver link).
El cine como marketing Tal vez podría titular estas líneas como “¿el fin del cine?”, pero no, el cine no termina, por más que reciba agresiones como esta película española, este bromita inconsistente dirigida por un gallego, filmada en Barcelona, protagonizada por el canadiense Ryan Reynolds y hablada en inglés. Sí, esta es la película “del tipo enterrado vivo en un cajón”, cuya acción transcurre en el cajón, en el cajón, en el cajón. Una película, un cajón: un éxito mundial (y aquí también, a juzgar por la cantidad de gente que había en la primera función del día del estreno, y por la cantidad de críticas positivas). Leo por ahí que en la película hay un único actor: Ryan Reynolds. Bueno, no. Hay otros: todos los que hablan por teléfono y ponen la voz, entre los que se cuentan nombres conocidos como Samantha Mathis y Stephen Tobolowsky). Bueno, me dirán, Reynolds es el único actor que se ve: no, también está la chica que se ve en el video que le envían al desagraciado protagonista mediante el celular. Dirán: no es importante. También leo por ahí, en por lo menos dos críticas, que la película es “en tiempo real”. Bueno, no, hay elipsis, por eso la película dura noventa y cuatro minutos y la acción que relata más de dos horas. ¡El chabón se duerme! ¡ahí hay elipsis! Por otro lado, ¡hay ralenti! ¡si hay ralenti no hay tiempo real! Me dirán: no es importante. Leo por ahí que se habla de “rigor” para describir el trabajo del director Cortés y el del guionista Chris Sparling. ¿Rigor?: hay dos planos que se salen del cajón, en el final de los dos primeros actos, planos en los que la cámara hace travellings hacia arriba como si el cajón no tuviera techo. En el segundo de estos planos incluso vemos un montón de listones de madera, como si se nos estuviera mostrando el set de filmación, por lo que eso ya deja de ser un cajón que genera claustrofobia y nos lleva a pensar en cómo era el lugar del rodaje. ¿Rigor? La música y su utilización, imprescindibles para inyectar tensión y emoción en donde casi no la hay, son dignas de una telenovela rastrera. ¿Rigor? Ahí tienen la serpiente paseandera y la petaca con cantidades aparentemente interminables de líquido. ¿Rigor? Ahí tienen el imperdonable plano imaginario, pura chantada, puro engaño, pura cretinada. ¿Rigor? Ahí tienen la canallesca trampita del guión del final, otra cretinada, digna de figurar en la lista de crueldades más inútiles, supuestamente ingeniosas y bestialmente manipuladoras de la historia de este gran arte. También leo por ahí originalidad. ¿Originalidad? Hay elementos de El juego del miedo + Celular + Kill Bill combinados en un espacio reducidísimo que, como se dijo más arriba, ni siquiera se respeta. Leo por ahí el nombre de Alfred Hitchcock relacionado con esta película. Sí, es cierto que los títulos tienen el estilo de algunos de los títulos que hiciera el gran Saul Bass para el genial inglés, pero ¿Hitchcock? No hay un sólo momento en esta película en el que sepamos más que el protagonista, jamás, y es en esa desigualdad informativa en la que se basa el suspenso: o sea, “hay un cadáver en la sala, unos personajes lo saben, otro no”. En Enterrado simplemente seguimos lo que le pasa al personaje, descubrimos junto a él. Ah, no hay suspenso, pero capaz que hay sorpresas: sí, claro, la mencionada doble cretinada del final. No sorprende, sin embargo, que en la primera media hora todos los llamados por teléfonos del protagonistas sean inútiles, que un contestador sea de esos que “parece que atienden”, que la madre tenga Alzheimer (algo hay que poner para rellenar, para que esto sea el tan mentado “tour de force”). Leo por ahí que esta es una muy buena película. Bueno, aquí estaremos, aunque sea en soledad, diciendo que es mala, pero eso sí, mala con un concepto de marketing: “es la película del tipo en un cajón, ¿viste?”.
Es difícil de entender o de ponerse a pensar a la hora de elegir qué película ir a ver, imaginarse que una cinta en la que hay un solo personaje físico y una sola "escenografía" pueda sustentar los 95 minutos de duración, teniendo en cuenta que el protagonista está todo el film encerrado en un ataúd. Rodrigo Cortés y Chris Sparling, director y guionista respectivamente, hicieron un trabajo fenomenal al crear en todo momento situaciones de suspenso, de tensión, dramáticas, sin perder el hilo de la narración, sin caer en la repetición y haciendo de esta película una experiencia agobiante, claustrofóbica y con una originalidad espectacular.
Parecía demasiado bueno para ser verdad. Críticas excelentes por doquier, una trama sencilla, pero un gran desafío en aspectos técnicos. Este era una de esos casos donde el cine se pone a prueba. Digo, es muy fácil escribir un cuento que transcurra en un espacio chico, ahora bien, en cine esto es completamente distinto, las películas son esclavas de dos reyes tiranos, el espacio y el tiempo, y Enterrado se metió con ambos. No voy a mentir, técnicamente hablando, la película es un hallazgo, el montaje es genial, y tanto el trabajo de dirección como de fotografía son muy buenos. Al menos muy buenos para las limitaciones que tenían. Pero hasta ahí llega el asunto. No hay nada más, no pidan nada más, porque lo que van a obtener es triste y opaco. La película de Rodrigo Cortés tiene un serio problema, el guión. A no confundirse, que 90 minutos en un ataúd sean llevaderos tiene mucho que ver con lo que había en el papel, no es solo el trabajo de Cortés y Reynolds lo que saca la película adelante –aunque eso parezca- pero aún así el guión tiene demasiados huecos. Parece que la realidad indica que en las películas darle un celular a un personaje implica que este personaje sea un idiota. Pido disculpas por lo agresivo de mi comentario, pero a la realidad me remito, Paul Conroy es un idiota y todos los que hablan con el también lo son. El teléfono móvil es un karma del séptimo arte, nunca encontró su lugar, falla en Control Total, falla en Celular, falla en Una Llamada Perdida, falla siempre. Cual es el problema “el verosímil”, lisa y llanamente, el celular es una herramienta superpoderosa, nos conecta al instante con todo el mundo y nos permite desenvolvernos en el mundo de una forma mucho más cómoda, tal vez demasiado para las trabas que requiere un buen guión. ¿Cómo se compensa esto? Sencillo, dale un celular, pero hacelo un estúpido al protagonista. Paul Conroy hace los llamados equivocados, en los momentos equivocados. No usa el celular como podría. Los que lo atienden del otro lado parece que nunca hablar por teléfono en su vida, desconocen la tecnología que tienen en sus manos. Entiendo que en las películas rastrear una llamada requiera 90 segundos, en la vida real es instantáneo, pero es parte del lenguaje cinematográfico, pero que un agente de una organización multigubernamental con equipo militar no pueda rastrear una llamada en dos horas porque la línea esta clonada o fue desviada a Egipto es demasiado. Ahora bien, que el jefe de personal de la compañía para la que trabaja Conroy si lo pueda hacer hace surgir una nueva pregunta. ¿Son realmente estúpidos o es a propósito? Si, damas y caballeros, he aquí lo más importante de toda mi reseña. Es a propósito. Y esto es un problema, pero un problema en serio. Porque el planteo de guión no va de la mano con la historia que se quiere contar. Hay un trasfondo político que nunca se acopla a la narración y se entorpecen mutuamente. Siempre que pasa algo, siempre que hay algún cambio, siempre que hay alguna alteración de la narración, siempre que se presenta algún conflicto, algo hace ruido. Y es por su contenido político. No quiero ahondar demasiado en detalles, porque es una película fácilmente estropeable si adelanto detalles de la trama, pero basta con pensar lo siguiente: ¿Cuál es el rol de las corporaciones en la película? ¿Cuál es la respuesta del FBI y del 911? ¿Cuál es el rol del gobierno? ¿Son terroristas los que lo secuestran a Conroy? ¿Quién se mete al ataúd con Paul? ¿Qué es lo que pasa que se adelanta el final? ¿Quiénes lo causan? ¿Qué metáfora hay detrás de todo eso? Todas preguntas que nos llevan a un mismo lugar, a la ideología del film. Sobre la cual no tengo ninguna crítica, más allá de que no comparto algunas pequeñeces. Pero cuando la parte política de un film no va de la mano con el planteo narrativo, yo no disfruto mis 90 minutos en sala. Cuando me toman por estúpido vendiéndome una diégesis inverosímil, la película pierde valor. ¿Qué más puedo acotar? Prefiero United 93 de Paul Greengrass en ese sentido, ahí no había vueltas, la política y la narración iban de la mano, y la tensión del final es excelente. Se resuelve una situación muy compleja a nivel cinematográfico, a nivel político, con altura (perdón por la palabra, pero no se me ocurría una más precisa) y con un respeto profundo hacía el espectador. Y ese es un detalle clave. El juicio no sería el mismo si el espectador no estuviese el 100% del metraje dentro del ataúd con Paul. Si no se lo hiciera pasar por todo eso. 90 minutos de tensión, con un par de situaciones completamente innecesarias que juegan con la sensibilidad del espectador. Todo esto ¿En pos de qué? ¿Acaso el fin realmente justifica los medios? El cine es más que un buen montaje, un poco de tensión, y una buena idea. Pregúntenle a Hitchcock sino. Con todo esto, valga la pena aclararlo, no quiero decir que Enterrado no merezca ser vista. Tiene muchas cosas positivas, las cuales obvié en su mayoría porque fueron repetidas hasta el hartazgo por todos los medios. Es interesante. Ahora bien, es defectuosa en lugares peligrosos. De todos modos no puedo evitar pensar durante cuantos años les perdonamos estos defectos a películas que empujaban la balanza para el otro lado, que en el peor de los casos, la película solo iguala la ecuación. Sea como sea, el cine es cine, el espectador es sagrado y si sentí la obligación de decir lo que dije, por algo será.
UN MAZAZO AL ESPECTADOR Hitchcockiana de pies a cabeza (incluyendo los creativos créditos iniciales), el presente filme extrae las miserias de un pobre desgraciado que lucha por su supervivencia. Paul Conroy es un camionero que despierta dentro de un viejo ataúd de madera, enterrado vivo. Desconociendo lo que le sucedió, descubre que el único medio para escapar de esa pesadilla es un celular, un encendedor, un lápiz y no mucho más que tiene consigo. La poca batería y la falta de oxígeno son los principales conflictos a enfrentar para lograr huir. Además, cuenta con casi 2 horas para ser rescatado. A medida que los minutos pasan y va logrando comunicarse con distintas personas a través del teléfono, se irá develando por qué está allí y qué armas puede usar para conseguir el pase que lo puede liberar. Pero deberá lidiar con lo inimaginable, y hacerle frente. Ryan Reynolds merece una enorme parte del mérito de este inusual filme; la cámara lo recorre por completo, lo muestra en primerísimos primeros planos y en planos detalle de su desarticulado rostro y su estrujado cuerpo. La hora y media de película transcurre dentro de la caja de madera que lo tiene encerrado, un ataúd improvisado que lo atrapa física y psicológicamente. La situación del protagonista es directamente siniestra, y paralelamente a él sufrimos su desafortunada (malísima) suerte. No hay nada que este actor haya filmado antes que esté a la altura de esta tremenda exigencia física y emocional. El director Rodrigo Cortés no es para nada concesivo con el espectador y logra dejarlo estupefacto en su butaca, golpeándolo con una historia cruda, claustrofóbica, inexorable… Obtiene de cada minuto un momento desesperante y, a pesar que todo transcurre allí dentro, se pueden vivenciar momentos de horror, de suspenso y de melodrama, gracias a la minimalista pero efectivísima puesta en escena. La crítica hacia la política de EEUU es evidente y virulenta, no sólo por los daños colaterales a raíz de la participación en una horrorosa guerra inútil, sino por la intolerable burocracia de algunas instituciones y por la hijaputez de las grandes empresas que no se hacen cargo de sus responsabilidades. Es un film que merece verse en el cine; resulta la única manera de que perturbe y atrape como pretende. Agonizante, dolorosa, opresiva, punzante, sobrecogedora.
Otro Ejercicio Cinematográfico Disfrazado de Thriller y van... El thriller, sobrenatural o no se ha convertido en un género propicio para que los realizadores puedan experimentar con la técnica, ya sea en cuanto a efectos especiales o a “minimalismo” absoluto, y a la vez para poder cumplir con los sueños de los estudios y productoras de Hollywood: logran un producto solventemente comercial, atractivo con muy pocos recursos, y sobretodo poco dinero, pero que termine generando enormes recaudaciones. Estos “ejercicios cinematográficos disfrazados de thrillers” no son novedosos. De hecho, el maestro del suspenso Alfred Hitchcock fue uno de los primeros en experimentar con el thriller La Soga (1948), supuestamente filmada en plano secuencia. Pero, él mismo admite que el producto no fue totalmente logrado, que faltaban ingredientes, que a excepción de James Stewart las interpretaciones no eran convincentes y había demasiada influencia de la obra de teatro original. Otras películas que se animaron a adaptar thrillers teatrales a la gran pantalla sin pretensiones de experimentar con la técnica tuvieron mejores resultados: 12 Hombres en Pugna (1957) y Espera en la Oscuridad (1967). Ambas suceden 90% de la acción en el mismo interior, con pocos (pero excepcionales intérpretes) y no se necesitan planos secuencias elaborados, ni técnicas novedosas para generar tensión. Solo un buen director, un buen elenco y un excelente guión. El caso de Enterrado se emparenta más al de las películas de cine independiente que sorprendieron por su minimalismo formal que a estas producciones importantes del Hollywood clásico. O sea, El Proyecto Blair Witch, Actividad Paranormal y Mar Abierto. Personalmente, las tres me parecieron desastrosas como obras cinematográficas. Sobreestimadas, fallaban en las tres claves que deben predominar en este tipo de thrillers, y por encima de todo, me resultaron aburridas, soporíferas. Ejercicios que no debían salir de las escuelas de cine. Sin embargo hay un cine más comercial, que también tuvo estas pautas (pocos actores, lugar reducido) que también fallo (en lo cinematográfico) por culpa de los mismos inconvenientes: El Juego del Miedo (que abandono el ejercicio por el morbo en sus secuelas y dejo de ser un mero ejercicio), Enlace Mortal (o el santuario de la redención de Colin Farrell por el cada vez más mediocre Joel Schumacher) y la olvidable El Cubo. Ninguna era muy original que digamos en su historia, y menos en su desarrollo. En ese sentido, esta segunda obra del español Rodrigo Cortés supera a las anteriores. Si bien el argumento es básico y remanido, al menos se las ingenia para hacer una crítica, no tanto a la participación estadounidense en la Guerra de Irak, sino a la burocracia imperante en Estados Unidos, y sobretodo a la poca importancia que el gobierno y los agencias de espionaje le daban a los soldados y empleados en el país de Medio Oriente. Poco importa la inverosimilitud acerca de cómo se realizan las llamadas, el costo de las mismas o la manera en que todos enseguida le creen a Paul que esta enterrado bajo tierra hablando por celular. Hitchcock era el rey de la inverosimilitud y sacaba pecho orgulloso de eso. En ese sentido Cortés, con su ironía y humor negro (al igual que al director británico le brota un morboso deseo de hacer sufrir a su protagonista y al espectador de principio a fin) se acerca bastante al realizador que, como queda en evidencia desde la excelente y cautivante secuencia de títulos (homenaje a Psicosis) toma como primer referente a tener en cuenta. El problema no resulta sostener el interés. Aunque algunas situaciones resultan más forzosas que otras (por ejemplo, la de la serpiente, es casi una obviedad), el film es divertido y entretenido. La fotografía y el montaje aportan dan ritmo, ayudan a crear el clima ideal para que el espectador sienta claustrofobia (aun con algunas “libertades” y “engaños” visuales), pero con el correr de los minutos se distraiga mejor pensando en lo que pasa del otro lado de la línea. En ese sentido, uso de sonido, miradas y luces para crear un suspenso basado en el fuera de campo es efectivo. Pero volvemos a lo mismo. La técnica y la intelectualidad están al servicio de la historia, hay sutilezas políticas interesantes, crítica a la velocidad que tienen hoy en día las comunicaciones, el Internet y la popularidad de You Tube, pero nada más. Y es cierto, que ya vimos estas “críticas” en otras oportunidades y resueltas de maneras más profundas (esperemos ver que nos trae Fincher con La Red Social) No esperen ver una maravilla cinematográfica innovadora. Los españoles han creado las mejores obras de suspenso de los últimos años, es cierto. Desde Paco Plaza y Jaime Balaguero (REC) hasta Guillermo del Toro (filmó más en España que en su México natal), pasando por el subvalorado Juan Carlos Fresnadillo (Intacto, Exterminio 2), Juan Antonio Bayona (El Orfanato) o Alejandro Amenabar. Todos excelentes exponentes. Y dejamos afuera los que no pasaron por la cartelera porteña como Nacho Vigalongo. Incluso Alex de la Iglesia ha demostrado solvencia en el género. Y Brad Anderson (El Maquinista, Transiberian) filma en España. Que la madre patria es la nueva capital del género y hacen de los grandes maestros, un monumento no hay quién lo niegue. Pero también es cierto, que como obras cinematográficas en sí, son todas menores. Ninguno realmente “innovó”. Si bien la película elude casi todos los lugares comunes, e incluso se burla del típico final sentimentaloide estadounidense, detrás de la técnica, de la fotografía, de la imponente banda sonora de Victor Reyes (con elementos de Herrmann y Zimmer) y la curiosidad, solo tenemos un producto entretenido y pochoclero más. Efectista y solventemente realizada. Pero solo eso. Entonces, decíamos. La dirección es buena, el guión del joven Chris Sparling muy básico… y ¿el intérprete? El canadiense Ryan Reynolds es quién saca a este experimento y ejercicio realmente de la mediocridad. No solo porque es creíble, sino porque es carismático y sabe como equilibrar sus aptitudes para la comedia con comentarios cínicos (rasgos de su personaje en la serie que lo hizo famosos: Two Guys, a Girl and a Pizza Place) con momentos de dramatismo y tensión, suficientes para contagiar de “pánico y desesperación” al espectador. Se pone la película sobre sus hombros. Por el teléfono desfilan interesantes voces de actores secundarios como Stephen Tobolowsky y Samantha Mathis. Pero la verdadera “compañera” de Reynolds es una “linterna verde fosforescente”. Imagino que se la pusieron ahí para que se vaya acostumbrado a usarla… Una curiosidad: en los agradecimientos aparece Leonardo Sbaraglia, el intérprete de la ópera prima de Cortés. Quizás porque la película iba a filmarse primero en español, pero después vieron que funcionaría mejor comercialmente con intérprete angloparlante. Pero hubiese sido divertido ver como reaccionaba un argentino en semejante situación ¿no?
Un verdadero ejercicio de puesta en escena y lenguaje cinematográfico en un film atrapante, que con muy pocos recursos alcanza niveles de tensión envidiables para propuestas de este género en donde se destaca, sin lugar a dudas, el ajustado trabajo del actor Ryan Reynolds quien aporta una cuota de dramatismo al ya claustrofóbico relato pergeñado por el español Rodrigo Cortés...
Las obstrucciones de un tal Cortés Ryan Reynolds protagoniza este film español en el que un hombre lucha por salir de un ataúd donde está encerrado y cuenta con un teléfono celular como único contacto con el exterior. Un thriller efectivo y claustrofóbico. Hay quien dice que existen personas que tuvieron una idea original y con eso les bastó para subsistir –por cierto, algunos mucho más que eso– por el resto de su vida. Al menos públicamente, el director español Rodrigo Cortés tuvo la suya con Enterrado, una película que parte de una idea simple y devastadoramente efectiva: un hombre está encerrado en un ataúd, cuenta con un teléfono celular con poca batería como único contacto con el exterior y escasos 90 minutos para lograr que lo rescaten. En 1944, Alfred Hitchcock exploró las posibilidades cinematográficas de una historia que transcurría íntegramente en un bote en alta mar con 8 a la deriva y, 40 años después el director suizo Carl Schenkel hacía lo propio con Vacío, en donde cuatro personajes quedaban encerrados en un ascensor. La astucia del guión, pensado al milímetro por Chris Sparling, lleva las posibilidades de la propuesta al límite –en cuanto a las restricciones autoimpuestas también podría citarse Las cinco obstrucciones, uno de los tantos experimentos de Lars von Trier–, con un relato inteligente que renuncia a toda posibilidad de salir de la caja, se hace fuerte con los escasos materiales de un universo reducidísmo y acierta cuando decide filmar en tiempo real para trasladar la angustia del protagonista al espectador. Es decir, Enterrado, según consta en la repercusión que alcanzó en varios festivales internacionales, tiene una puesta que busca y consigue el reconocimiento por la hazaña técnica. Sin embargo, hay que decir que a medida que pasan los minutos el resto de los elementos narrativos se desarrolla dentro de los parámetros de un thriller que toma otros factores para que la película funcione. Así, Paul Conroy (Ryan Reynolds) es un camionero contratado por el conglomerado de empresas que participa en la “reconstrucción” de Irak y los secuestradores son “insurgentes” que someten a la víctima a la tortura del encierro en represalia al sufrimiento de su pueblo, aunque, en definitiva, lo que buscan son los millones del rescate. El cálculo en la narrativa, apoyada en elementos de la actualidad, hace que el film pierda algo de la fuerza del principio, aunque la claustrofobia y el tour-de-force se mantienen hasta el final y confirmen que Enterrado es una muy buena idea.
Si usted fue secuestrado por un terrorista, marque 1 Y si usted, querido lector, tiene celular, es posible que vaya a ver Enterrado y se identifique con lo que pasa en la pantalla. Si no tiene celular, pero alguna vez tuvo que llamar a algún call center y se perdió en los vericuetos de marcar internos, de llamadas en espera, de ser derivado de una persona inepta a otra persona más inepta todavía sin que ninguna sepa cómo solucionar el problemita en cuestión pero todas tengan algo para decir al respecto y sobre todo, sobre todo, decirle que se quede en el molde y que están “haciendo todo lo posible”, también. Se sentirá identificado. Importa poco que usted no sea un camionero que trabaja en Irak para una empresa norteamericana y que a usted no lo hayan enterrado en un cajón bajo las arenas del desierto para pedir cinco millones de dólares como rescate. Porque ésas son pequeñas minucias que importan bastante poco en la película: de lo que se trata es de jugar a un juego medio experimental, medio vanguardista. ¿Dale que hacemos una película donde un tipo se pasa una hora y media encerrado en un cajón, con sólo un celular y un encendedor? Dale. Y que sea realista, sobre todo que sea realista. Pantalla en negro cuando el personaje apaga el encendedor, jadeos, asfixia, luz amarilla para la llamita del Zippo, azul para la pantalla del celular, transpiración y resecamiento progresivo de los labios de Ryan Reynolds cada vez más marrones, drama. Sólo que el montoncito de detalles que hacen la realidad de esta cosa real, hasta tal punto son minucias, que los cinco millones al rato se reducen a uno por cansancio del secuestrador, las luces se multiplican por el hallazgo de una bolsita que contiene luz química, la petaquita mínima con que el enterrado se hidrata como loco, derramando más de la mitad del contenido en sus propios cachetes, se hace barril sin fondo cuando aparece una serpiente y el contenido se vuelca en el piso para prenderlo fuego y alejarla. Y eso, por no hablar del cajón. El cajón es el espacio en esta película. Pero está hecho de una madera rara, se expande como Alicia en el país de las maravillas, las paredes se ensanchan para permitir que la cámara se aleje, y la cámara, la cámara…tan pero tan presente está, que en un momento hace de lo que parecía una subjetiva del personaje un paneo de 360 grados, como para que veamos bien que el cajón es un cajón y es todo todo de madera. Al final, ya no se entiende mucho por qué Ryan Reynolds está tan apretado si el cajón es enorme, por qué se desespera tanto si la batería y el crédito de su celular son infinitos, lo mismo que el aire dentro del cajón, lo mismo que el alcohol que hay en la petaquita. Lo mismo que el cajón, en el que caben todas las arenas del desierto, porque desde el momento en que se rompe y la arena se empieza a filtrar por entre medio de las tablas y los diez minutos siguientes, entran fácil tres o cuatro volquetes, y Reynolds todavía tiene lugar para respirar tranquilo. Y como adentro del cajón todo es tan aburrido fuera de los chistecitos telefónicos (sólo faltaba que llamara alguno para ofrecer un modem), hubo que agregar: esposa que no atiende el celular, vocecita del hijo, madre amnésica, secuestrador que pide al secuestrado que se corte un dedo, asesinato por video, maquiavélica maldad de la empresa que lo llama para “desvincularlo”, etc. etc. Actividad paranormal era una porquería, pero, salvo el tan mentado final carísimo agregado por Spielberg, era más o menos consecuente con su propia regla. Enterrado, en cambio, se propone como realista pero se saca de encima el verosímil con una facilidad inconsistente que hace pensar “a éstos no les importa nada”. ¡Ah! Pero en una de esas lo más importante es que pone en escena, ejem, digamos, haciendo un poco de fuerza, “el drama de un hombre común envuelto en un conflicto internacional del que se vuelve víctima para descubrir, via telefónica, que a los poderes no les importa nada”, ejem otra vez, “la vida del individuo”. Bueno, eso es lo que hubiera dicho –con menos solemnidad- si estuviera loca y me pudiera tomar en serio esta película. En una de esas hay que cambiar el eje de lectura y proponerla como una reflexión interesante y actual sobre los infortunios del usuario telefónico, porque cuando se trata de llamar a Claro o Movistar para reclamar algo, todos somos Enterrado. ¿Ok?
Enterrado es una original propuesta que tuvo una inteligente movida "marketinera" que explotó al máximo, justamente, con las innovaciones representadas a lo largo de los 90 minutos de su duración. Lo mejor es que aquí el marketing aplicado no nos juega una mala pasada, como lo ha hecho en varias oportunidades, y la película cumple con todo lo que prometió en sus avances. El film comienza con una molesta e incómoda secuencia de fondo negro (que luego se repite en varios pasajes), donde de a poco se empieza a "sentir" la respiración del protagonista. A medida que avanzan los segundos éste encuentra un encendedor y allí es cuando se revela su presencia en el ataúd. Paul Conroy es un conductor de camiones que hace 9 meses desempeña su trabajo en la difícil ciudad de Bagdad. Cuando su flota es atacada, un grupo de guerrilleros, insurgentes, criminales o como se les ocurra llamarlos lo secuestra y lo encierra en el mencionado lugar con un teléfono celular. Obviamente que ese aparato será utilizado para que intente conseguir un millón de dólares, precio que sus captores pusieron a su rescate. Hay muchos detalles que son revelados en charlas de Paul tratando de ser rescatado. En ningún pasaje podremos ver lo que pasó, debido a que a Rodrigo Cortés decide que nos enteremos de las cosas solamente por medio de las palabras de su absoluto protagonista. Podría haber utilizado un flashback -solo por mencionar algún recurso- para ilustrar mejor esta cuestión, pero hubiera roto el ambiente y la fuerte mística que mantiene la película. Puede parecer imposible que 90 minutos transurran dentro de un ataúd, pero todo está muy cuidado y llevado a cabo de manera magistral por parte de su director, para que jamás se pierda la tensión generada y que comience a reinar el aburrimiento dentro de nosotros. Por momentos hay una interesante y graciosa crítica llena de ironía a la burocracia, las empresas, los militares y demás aspectos abordados de muy buena manera por un ingenioso guión escrito por Chris Sparling, que por otro lado representa otro pilar de fuertes cimientos para sostener una película de semejante complejidad. Quizás la única objeción que tiene Enterrado es la forzada resolución de algunas situaciones, como cuando encuentra mágicamente la traducción en el teléfono en apenas su primer intento. Volviendo al ambiente, quiero explicar que las escenas están filmadas casi en su totalidad dentro del ataúd y solo se rompe este código en algunos momentos, como por ejemplo cuando la cámara sale hacia arriba en una de las numerosas comunicaciones, que más allá de no convencerme del todo en la apliación, sirivió como una especie de salida al espectador dentro del predominante encierro. Dos sentimientos reinan bien adentro cuando uno mira Enterrado. El primero y más fuerte es la desesperación que vive el protagonista. Conroy está encerrado allí dentro y debe vivir distintas experiencias, junto a las personas con las que intenta establecer un contacto rápido y efectivo para poder obtener su preciado salvataje. "Situaciones extremas, requieren medidas extremas" dice el dicho y si la ingeniosa y original idea de Cortés era demostrar un ambiente hostil y real llevado adelante por un asfixiante entorno y potenciado por las sensaciones de un casi único protagonista, necesitaba una actuación que estuviera a la altura de las circunstancias. Es allí que Ryan Reynolds entra en acción cumpliendo magistralmente con la caracterización de su personaje dentro de la película. Cada milimetro de su cuerpo transmite lo terrible del encierro y la desesperación que se pueden sentir al estar enterrado vivo. Sinceramente no esperaba una labor de semejante realismo y es por esto que se merece todos mis apluasos. Enterrado representa una asfixiante, tensionante y novedosa alternativa en una cartelera carente justamente del segundo adjetivo.
Atrapado ¿sin salida? ¿Puede sentirse atraído el espectador por una película con un solo personaje, una única escenografía y una puesta en escena que desafía a los denominados tanques hollywoodenses? Pues sí, y la respuesta se encuentra en Enterrado. Porque si hay algo que identifica a esta coproducción española y estadounidense es que el equipo de trabajo (conformado en su mayoría por ibéricos) verdaderamente cree en el proyecto. Y se nota. ¿De qué otra manera puede uno disfrutar de una propuesta cuya composición suena más teatral que cinematográfica? Sólo a través de una delicada utilización de todas las partes que la componen. La cosa es así. Ryan Reynolds es Paul Conroy, un camionero norteamericano que viaja a Irak para trabajar con una gran empresa transportista. Luego de sufrir un ataque junto a sus compañeros, despierta en un viejo ataúd de madera sólo con un encendedor, un teléfono celular y una petaca. Tras comunicarse con sus agresores (¿terroristas? ¿bandidos?), deberá conseguir una cuantiosa suma de dinero antes de un tiempo estimado, o será abandonado a su suerte. Y allí comenzará un desafío a contrarreloj. A partir de la relación entre encierro e incertidumbre, el film bien podría ser comparado con El cubo, las dos primeras El juego del miedo, su compatriota Rec o incluso con Enlace mortal. Sin embargo, todo aquí es más diminuto, más oscuro y más desesperante. Porque si la sensación de claustrofobia pasaba a ser el miedo principal de los personajes en otro tipo de propuestas similares, aquí la carrera contra el tiempo y la tecnología (la batería del celular y la llama del encendedor amenazan con liquidar la última esperanza del personaje) son los principales enemigos. Y allí vuelven a surgir las partes de ese todo, cuando desde la butaca se transpira ansiedad y desesperación. Porque comprendemos que nos dejamos llevar por el juego que propone el director español Rodrigo Cortés (1973, Ourense, España), al punto de pensar cómo podemos ayudar a ese Paul que Reynolds interpreta magistralmente. Otra vez volvemos a recordar que lo único visto es un hombre en un ataúd, pero ya no importa tanto, porque la prioridad es la misma que la del personaje: descubrir qué sucede. La perfecta relación entre la oscuridad del cajón y la negrura de la sala nos demuestran que compartimos algo más que su historia: nos identificamos con ella. Las llamadas en espera, la tecnodependencia, los abusos de las empresas, la victimización de una guerra que nunca se sabe si es propia o ajena: todo está presente, dispuesto de manera inteligente por el guionista Chris Sparling y mejor explotado por Cortés. Por supuesto, en el medio, algunas elecciones desatinadas dejan entrever que la cinta no es perfecta, pero aún así cuenta con muchísimos más méritos que fallas. Enterrado no deja de ser una película cuyo hitchcockiano formato (tensión con pocos elementos, hombre común puesto en situación extrema) se transforma en uno de los títulos más interesantes de esta temporada, todo un ejercicio narrativo y una experiencia por demás interesante para dejarse seducir.
Solo contra el mundo “Enterrado” es un excelente ejercicio narrativo. Es que la hora y media que dura el filme es como un largo plano secuencia en el que sólo se ve la cara del actor Ryan Reynolds peleando por salir del ataúd en el cual fue enterrado vivo. Cortés se las ingenia para construir un relato agobiante y extender el suspenso hasta el final. Y lo logra a pesar de algunas excepciones a la verosimilitud. Pero cuenta a favor con el trabajo de Ryan Reynolds y un guión con una única y buena idea que gira en torno a la metáfora de un hombre arrasado por razones burocráticas y estratégicas, tan consistentes como los cientos de kilos que cubren su cajón. Y abrumado por situaciones extraordinarias desde lo cinematográfico como ocurre en “La soga”, de Hitchcok, o argumentales, como en “El proceso”, de Orson Wells.
Otra peli sobrevalorada Enterrado es una de las películas del momento, como lo ha sido en este año El origen, y antes Actividad paranormal, El juego del miedo, El proyecto Blair Witch, Traffic, Belleza americana, Matrix, Memento, Tiempos violentos. Sobre ella se polemiza fuerte. Se la discute mucho, a favor y en contra. Los que la defienden sostienen que es una de las grandes obras de suspenso de los últimos años. Los que la atacan afirman que está llena de agujeros y que es uno de los grandes engaños del marketing cinematográfico de los últimos años. Sin embargo, no es para tanto, ni para un lado ni para el otro. La premisa del filme es sencilla pero eficaz: un tipo común y corriente aparece encerrado en un ataúd que está enterrado bajo tierra. A medida que van transcurriendo los minutos, nos vamos enterando que ese hombre desesperado es un camionero que trabajaba en Irak, que la caravana que integraba fue atacada por terroristas, que fue secuestrado y que sus captores piden millones de dólares para liberarlo. La única forma de contactarse que tiene es a través de un celular que le dejaron en el cajón, las horas que le quedan de vida son pocas y las chances de sobrevivir menos aún. Y es aquí donde empiezan las virtudes y los problemas del filme. Cuanto más cerca pone la cámara del personaje, más acierta el director Rodrigo Cortes, ya que comprime el espacio, recarga la tensión y es favorecido por la actuación de Ryan Reynolds, un muchacho que es bastante más que puro músculo: que sea él quien vaya a interpretar a Linterna Verde, y Chris Evans al Capitán América en sendas adaptaciones cinematográficas son dos pequeñas grandes noticias tanto para el cine como para el cómic. Por el contrario, cuanto más cede el realizador a los manierismos y los chiches visuales, explicitando el artificio, más se aleja de la credibilidad y el verosímil. Algo similar se da con los diálogos y las pequeñas situaciones que se van desarrollando. Algunas son pertinentes, hacen avanzar el relato fluidamente y hasta poseen un cariz de humor negro valioso. Otras no tienen pies ni cabeza: son lugares comunes ya vistos y agotados, que promueven la distancia en una trama que necesita imperiosamente de compromiso por parte del espectador. Todos estos factores desembocan sobre el final, donde la historia tiene la oportunidad de cerrarse coherentemente, pero elige un cierre igual de oscuro, aunque pretendidamente astuto, donde lo que importa es el impacto, la vuelta de tuerca supuestamente inesperada, antes que el encadenamiento apropiado con el desarrollo del filme. Así, los apuntes ideológicos, por ejemplos, quedan como bajadas de línea forzadas y de trazo grueso. Enterrado es, al igual que El origen, una película que sirve más para analizar ciertos comportamientos del público y de la crítica, que como objeto de estudio en sí misma. Apenas si tiene vida propia y le queda muy grande la categoría de polémica.
Una obra tan intensa, como perturbadora Si alguien dijera que un film transcurre en tiempo real, en un sólo escenario y con un solo protagonista, no parecería ser demasiada atractiva la propuesta, pero nada más equivocado. El film comienza con la pantalla en negro absoluto y una respiración muy acelerada de alguien y esto no es un dato menor, ya que todo el film es un fenómeno de construcción de los espacios tanto visibles como el fuera de campo. Sonido e imagen. Tanto con el diseño sonoro como por la excelente fotografía, es tan prolija y prodigiosa la utilización de la cámara y del montaje que en ningún momento es cuestionable la tergiversación de espacio. Sabemos, cuando nos ponemos a pensar el film, que la locación en que se filmó, no es estrictamente un cajón, que el espacio esta falseado, pero eso sólo después, en el mientras tanto estamos atrapados y lo creemos. Sólo hay una escena donde deliberadamente el espacio diegetico del filme se muestra distorsionado, pero tiene más que ver con el punto de vista del personaje que con la historia en si. Este no cuestionarse el verosímil del filme, se debe en gran medida al trabajo actoral y compromiso corporal de Ryan Reynolds quien nos mantiene en atención permanente durante toda la proyección. Cuando con los primeros haces de luz, provenientes de un encendedor, nos encontramos con un hombre joven, encerrado en una especie de cajón peleando por liberarse estamos inmersos en una especie de empatía con el personaje. La historia de Paul Conroy, quien se despierta dentro de un ataúd, enterrado, no sabe ni por qué, ni donde, y en ese momento vibra un celular. Todo lo que tiene es ese encendedor y el celular, con el intenta comunicarse con el exterior, es lo único que posee para lograr escapar a la trampa. De a poco el espectador va enterándose de las razones, y el guión inteligentemente no se queda en la mera descripción de la situación, apela y con muchos recursos narrativos tanto literarios como cinematográficos para sentar posición de descripción de una realidad cotidiana como ideológica. Tal es así que sería muy difícil encuadrar en algún género específico al film, ¿es terror? ¿Suspenso? ¡Drama? Durante los noventa minutos que dura el film, el espectador pasará por todas esas sensaciones y esa es la intención del director que a su vez sabe utilizar los elementos tecnológicos de maravilla, ese celular no es sólo un celular, es también un espacio visual, por imágenes que vemos a través de ese aparato nos enteramos de datos importantes y que hacen a la progresión dramática del filme. Asimismo los responsables utilizan todos los medios, desde la mencionada excelente fotografía, hasta la banda de sonido que incluye ese diseño y pasando por los diálogos, concretos y reales. Un film claustrofóbico, intenso, agobiante, perturbador, muy bien realizado.
“Enterrado” (“Buried”) es un film que se resiste a ser clasificado dentro de determinado género cinematográfico, a diferencia de lo habitual en producciones habladas en inglés y particularmente cuando su origen son los Estados Unidos. Dado que la acción aparentemente transcurre en Irak y que su personaje central es un camionero de una empresa contratista norteamericana, misteriosamente encerrado en un ataúd, uno pensaría que se trata de una más de tantas películas del país del Norte. No es este el caso como intentaremos mostrar a lo largo de esta nota. Por empezar su director, Rodrigo Cortés, es catalán y su único largometraje anterior (“Concursante”), no estrenado en Argentina, fue protagonizado por Leonardo Sbaraglia en el rol principal (en los títulos finales uno de los agradecimientos es al actor argentino). Se indica que el lugar en que fue filmada “Enterrado” es Barcelona y que su país de origen es España. En verdad podría haber sido en cualquier lado dado que todo transcurre dentro del féretro y nunca veremos el exterior. De hecho largos segundos iniciales transcurren en una completa oscuridad y poco a poco se van escuchando algunos sonidos, que indican la presencia de alguna persona que parece estar quejándose o murmurando. La luz se hará de repente pero será merced a un encendedor marca Zippo que Paul Conroy logrará prender. Aparecerá entonces un hombre en estado físico bastante deplorable y quien será el único personaje que veremos durante el resto del film. Interpretado por el ascendiente Ryan Reynolds (“Van Wilder”, “Adventureland”, “La propuesta”), además de estar casado con Scarlet Johansson y ser ex pareja de Alanis Morisette, lo que logra el actor canadiense (y obviamente el director) es un “tour de force” al acaparar la atención del espectador por algo más de noventa minutos. Poco a poco se irán develando las causas que lo llevaron a tan incómoda y claustrofóbica situación. Quienes allí lo pusieron le dejaron además un celular que será su único medio de comunicación con el exterior. Entre los que hablan con él hay uno de sus captores que exige una alta suma de dinero en concepto de rescate y a quien da voz el actor español José Luís García Pérez. Por esas curiosidades, tuvimos ocasión de conocerlo y hablar con él durante el reciente evento Madridcine, cuando se presentó la excelente “Retorno a Hansala”, donde es el intérprete principal. Los demás actores, evidentemente no visibles, son en su mayoría norteamericanos y algunos algo conocidos, como Samantha Mathis y Stephen Tobolowsky. Uno podría tentarse a decir que “Enterrado” es un film de terror, dada la situación que retrata, o también un thriller a lo Hitchcock por la angustia que transmite pero en verdad es bastante más puesto que no se limita a saber si Conroy logrará o no salvarse. Lo que enriquece la propuesta son sus charlas telefónicas con funcionarios del FBI y con la empresa que lo contrató. Las mismas demuestran que en definitiva a nadie le importa mucho el destino de la pobre víctima y que, usando el calificativo en inglés muy apropiado “expendable”, él es sacrificable. Para mantener la tensión y evitar que decaiga el interés del espectador, tanto el director como su guionista (Chris Spalding) y director de fotografía (Eduardo Grau) hicieron algunas concesiones discutibles entre las cuales una molesta aparición a mediados del relato y un final que no satisfará a todo el mundo (aunque factible). Pero el balance es positivo frente a la pobreza generalizada de los guionistas norteamericanos, que hacen que hoy a menudo sean mejores las series que sus largometrajes. Y no sorprende que en el último Festival de “Sundance” haya sido saludada como una de sus sorpresas mayores.
Atrapado sin salida Paul es un camionero que despierta golpeado y encerrado dentro de un cajón en algún lugar de Irak, ante su horrorosa sorpresa entrará en un estado alterado de ansias y pánico. Víctima de una suerte de secuestro mortal, peleará contra su desesperación y movimientos limitados, con tan solo un encendedor Zippo y un teléfono celular iniciará una claustrofóbica carrera contra el tiempo, así nosotros espectadores iremos contagiándonos de la terrible incertidumbre que sobrevuela la historia fílmica, la cual atípicamente redondea todo en ese pequeño espacio durante la proyección del metraje. Con algún que otro momento irónico como por ejemplo cuando se conecta con dependencias oficiales en su país, o la insistencia de llamados personales a su mujer en EEUU, los cuales se verán o sin respuesta o será agobiado por preguntas como su número de documento etc, risibles pero jorobadas situaciones donde uno vé la cotidianidad de la burocracia o el imaginarse en situación grave y no poder hallar respuesta inmediata. Todo es asfixiante, como un dramático eje eterno que parece nunca lograr otra cosa que la desesperanza. Bien narrada, con excepcional laburo actoral de su único actor: Ryan Reynolds, "Buried" es un ejemplo de ingenioso guión, de aceitado film intrigante, algo que Hitchock en otro tiempo supo concretar en la pantalla, con sus momentos sorpresivos, y logrando que el espectador sienta en parte esa sofocación y deseé que termine de una vez tamaña trampa mortal. Se puede hablar hasta de un prodigio de entretenimiento a full, aunque uno también haya oido por estos dias algunas críticas no favorables. El tema es que pretende el público, adonde cada uno puede llevar su instancia de sorpresividad..?. El final para algunos puede ser inesperado o absurdo, pero no deja de ser una de las mejores pelis que hemos disfrutado en este 2010.
Con su indudable halo de singularidad cinematográfica, Enterrado ofrece una pieza con pocos parangones, lo que sin dudas es un buen punto de partida. El otro es su trasfondo acerca de la política exterior norteamericana y los negocios corporativos que genera la guerra en Oriente Medio, aspecto que le otorga al film algún toque de denuncia. Pero más allá de eso, el producto global que ofrece esta película del español Rodrigo Cortés responde cabalmente, a pesar de que en este caso no lo haya hecho a través de un guión propio, al caracter llamativo, burbujeante y siempre pretendidamente original que ha llevado adelante en su corta y veloz trayectoria. Que ahora lo ha llevado a filmar por vez primera con una figura actoral estadounidense, aunque este no sea un film producido en Hollywood, circunstancia que ya está a punto de llegar en su carrera. En sus varios y notables cortometrajes, como Yul, Los 150 metros de Callao, y el documental apócrifo 15 días, Cortés ha desplegado esa idea del cine en la que el artificio es más importante que el contenido, lo cual se extendió a su atrayente ópera prima Concursante, con un estupendo protagónico de Leo Sbaraglia, pese a ello no estrenada aquí. Y Enterrado era un proyecto ideal para este cineasta autodidacta y talentoso, que supo sacarle el jugo al ingenioso y claustrofóbico guión de Chris Sparling acerca del conductor de camión que despierta dentro de un viejo ataúd de madera, enterrado vivo y acompañado por unos pocos elementos, como un celular de última generación pero con poca batería, una linterna con falso contacto y un encendedor. Cosas que a veces le serán útiles en su situación y otras no tanto, mientras mantendrá diálogos a veces sordos con sus captores árabes, sus rescatistas norteamericanos, su contacto para la empresa en la que trabaja y su mujer. Con pasajes angustiantes y dramáticos, una esforzada labor de Ryan Reynolds, un final negro y sorprendente –aunque no tan original-, y una sostenida tensión, Enterrado es un brillante ejercicio cinematográfico. Pero esto no siempre da por resultado un gran film.
PREMISA Y PROMESA El director catalán, en su segunda película, intenta sorprender con una historia centrada en un único y cerrado ambiente y protagonizada por un sólo personaje. Los resultados ni siquiera están a la altura de la limitada concepción del arte cinematográfico que propone el film. Enterrado pertenece a esa clase de películas que parten de una premisa tan clara y contundente que encuentran en ella la principal (única) justificación de su existencia. Es por esto que inevitablemente quedan atadas a ella, y la construcción narrativa y estética debe mantener una altísima rigurosidad que respete lo planteado. En definitiva, la premisa es el centro de la película, y en este caso es la siguiente: un hombre despierta dentro de un cajón que está enterrado en el medio del desierto y sólo cuenta –en principio- con un teléfono celular, un encendedor y una petaca; toda la acción debe transcurrir con esas condiciones. Más allá de que en gran medida este tipo de operaciones están muy supeditadas a ideas de marketing, es cierto que también conllevan una promesa, y allí radica (o debería radicar) su atractivo. Lo que se promete en este caso es ingenio y originalidad para mantener la tensión del relato dentro de un espacio muy acotado, con sólo un actor en pantalla y durante una duración temporal más o menos típica. Se trata, en definitiva, de una cuestión de efectividad, de medir cuan capaz es el director de mantener el interés atándose a la premisa esgrimida. Si esto es así, entonces es evidente que estamos frente a una concepción del cine muy pobre y que lo reduce al mero ejercicio, a un simple juego formalista. Y Enterrado no es más que eso, ya que es imposible realizar a partir de ella algún tipo de lectura, de interpretación, así como tampoco detectar alguna busca temática, o algún símbolo que se desprenda de la puesta en escena (es por esto que la película de Cortés es cualquier cosa menos algo cercano al cine de Alfred Hitchcock, para quien el suspenso era un concepto más complejo además del soporte básico para sostener y desarrollar su busca temática). Ahora bien, nos queda aún por establecer si Enterrado es al menos efectiva en cuento al cumplimiento de su promesa. En este sentido hay que decir que en más de un momento logra mantener cierta tensión, que algunas de las situaciones que se le plantean al protagonista (una buena actuación de Ryan Reynolds) están bien resueltas y consiguen el impacto deseado. Sin embargo, la falta de rigurosidad para con la premisa atenta contra esa efectividad, por lo que Cortés falla en lo único fundamental de su película. Se podrían citar más de un punto al respecto, pero hay uno que sobresale claramente por sobre el resto debido a su ampulosidad. Se trata de un travelling hacia atrás que en su recorrido rompe con la lógica del lugar al salirse del espacio reducido fijado por el cajón, aspecto esencial para sostener el clima de encierro que padece el protagonista. En este movimiento de cámara se ve cómo el cajón se va alargando, dejando al descubierto la construcción del set de filmación. ¿Cuál es el motivo de dicho travelling? Ninguno, al menos justificado, porque ya sea en lo argumental, lo dramático, o en lo simbólico, el movimiento no aporta absolutamente nada. Es sólo un movimiento porque sí, que sirve de relleno preciosista. Es por esta falta de rigurosidad (que también se refleja –por poner otro ejemplo- en una engañosa alucinación del protagonista) que Enterrado ni siquiera se destaca en el pobrísimo juego que decide jugar.
La presión Un hombre está enterrado vivo. Tiene un celular, un encendedor, un cuchillo, un poco de alcohol y una carta. Pronto nos enteramos que está en Irak, y fue enterrado por iraquíes que exigen una recompensa millonaria al gobierno de USA. No importa: la película dura 90 minutos y la mayor parte del tiempo estamos en el cajón. No hay trucos: ni flashbacks, nada. Rodrigo Cortés hace un tour-de-force con esa propuesta, y lo sostiene esos 90 minutos. Film claustrofóbico si los hay. El que se sentía asfixiado con los pasillos de Alien: el octavo pasajero, mejor que mire para otro lado (u otra película). Ryan Reynolds (que hace más que patalear y sudar) es un camionero cuyo convoy fue atacado por insurgentes en Irak. Ahora está enterrado vivo. Lo que a priori parece ser una película a favor de la invasión, pronto arremete contra todos lados. No me refiero a algunos diálogos bastante explícitos ("Yo no estaría haciendo esto si vos no estuvieras acá") sino a las corporaciones con las que Paul (el protagonista) habla por celular. Decir que el ciudadano promedio, o el hombre de clase media de EEUU está en esa situación es bastante arriesgado e incluso algo desubicado, pero la película es eso: un hombre que tiene toda la presión alrededor. Una de las mejores secuencias del film, y que sirve para aclarar esto, es cuando apenas se puede comunicar con el FBI. Lo atiende una operadora, Paul expresa su desesperación y quiere que lo comuniquen inmediatamente con alguien. Pero la señora lo pasa a llamado en espera, y de fondo se escucha la música "tranquilizadora" de la espera. A medida que el film avanza, se hace cada vez más claro que los grandes responsables (o quienes deberían hacer algo por el hombre) no se molestan mucho por su situación. Dan Brenner (la calmada voz inglesa de Robert Paterson) es el contacto con el que más habla. El hombre realmente parece preocupado (y movilizado) por su situación. "Decime un nombre, el de alguien que hayas rescatado y que realmente te haya importado" le impera Conroy, cuando se da cuenta que no es el primero en esa situación. "Mark White" responde Dan, y a partir de allí, el vínculo estará hecho. Lo mejor de la película es como va armando cada situación. Sabemos que tiene el celular, pero sólo tiene dos líneas de batería. Eso es suspenso. Sabemos que si no pagan el rescate en tanto tiempo, lo dejarán sepultado allí. Eso también es suspenso. Una de las secuencias más desesperantes y divertidas involucra un reptil en el ataúd. Se pueden imaginar cuál. Si bien es un ejercicio de estilo, y más que un aprobado thriller "de género", lo antes mencionado eleva a Enterrado por encima de la media. Todo el tiempo el espectador siente que los empresarios son tan inhumanos como el árabe caricaturesco que lo mantiene cautivo. Como siempre, en un conflicto bélico, los primeros en estar entre el yunque y el martillo son los ciudadanos. La "gente común". El guión es de Chris Sparling, uno de los responsables de las vueltas de tuerca en El juego del miedo. Y se nota un poco la malicia, principalmente un chiste algo sádico. Más allá de eso, cada situación está creada con inteligencia, precisión y tensión. La crítica política a la orden del día. Sólo queda disfrutar la película. Cortés se vale de la música, el montaje y la iluminación (de Eduard Grau, el mismo de la estilizada Sólo un hombre) para entretener al espectador menos afecto a la idea de estar 90 minutos encerrado. También hay un par de planos "fuera" del ataúd y una elipsis, que descarta la posibilidad de que el film sea en tiempo real. Pero de entrada, la película no oculta sus intenciones, y eso la hace noble. Ni bien comienza, los títulos de presentación evocan a Hitchcock. No sólo la música imitando a la de Bernerd Herrmann, sino también el diseño, que parece inspirado en el de Psicosis de Saul Bass. Y hasta creo que se usaron diferentes ataúdes, de distintos tamaños. Eso o Rodrigo Cortés maneja tan bien las lentes como Sydney Lumet en 12 hombres en pugna. Una película inteligente, divertida, angustiante y bien hecha. Y de género. ¿Qué más se puede pedir?
Tengo sentimientos encontrados con este film, de los cuales voy a dar primeros los positivos; los otros contienen muchos spoilers sobre la trama y me los guardó para después. Por el lado bueno, es sin duda una gran e inquietante película, una de esas que te tienen todo el tiempo con el corazón en la mano y una terrible angustia. Y encima tiene el plus de una buena crítica social, en particular al gobierno de USA y su política exterior. Y si además todo eso viene de un film de bajo presupuesto con un solo actor filmado en España, doble merito. El gran logro del director Cortés y el guionista Sparling es que parten de un miedo muy básico y primordial (el ser enterrado vivo) y le suman todo el trasfondo político y social. Conroy en realidad no es la victima de un terrorista musulmán sino de un gobierno que no reconoce su situación. La actuación de Ryan Reynolds es muy buena y confirma que es un actor muy versátil y que da para algo más que las comedias bobas que le suelen tocar. La verdad que espero con muchas ganas su rol de Hal Jordan en la inminente ‘Green Lantern’, un papel que de seguro lo lleve a la categoría de estrella que se merece. Ahora llego el momento de los palos y por favor, SI NO QUIEREN SPOILEARSE NO SIGAN LEYENDO. ¡¡Bastaaaaaaaa de películas que terminan para el orto!! Basta de filmes que están muy buenos y te enganchan al toque pero te dejan mas amargado que 3 horas de telenovelas mexicanas seguidas; yo entiendo que se busca el realismo y que en esta peli en particular, con el pobre tipo enterrado en el culo del mundo, intentando que lo rescate un gobierno del orto que “no accede a pedidos terroristas”, sea casi inevitable… ¿pero es necesario que sea parte de toda una moda de películas sádicas al pedo? Por ejemplo, ‘Mar profundo’, la de la pareja que queda abandonada en el mar… ¡¡se los cagan comiendo los tiburones!! Otra, ‘Frozen’, el titulo ya lo dice todo, ¡¡montañistas que se congelan!! Basta de sufrir, seamos más felices, hagan por una vez UNA peli donde la hora y media de angustia que nos hacen comer al menos termine con una sonrisa… solo una vez, por favor. Y claro esta, mientras tanto seguiré viendo este tipo de pelis, esperando por una vez, una sola mísera vez, un final feliz.
UN RESPIRO Hace tiempo que en el cine de las grandes industrias se ve una falta de ideas, originalidad y compromiso para con las historias a contar que raya lo obsceno. En una época aquejada por el fantasma del “ya está todo dicho” es fácil percibir como los productores de la gran industria recurren una y otra vez a ciertos tipos de películas que, sin duda, dejarán su marca en la década, películas que (cabe aclarar) varían tanto en calidad de una a la otra, como en éxito de taquilla. Así vemos, por un lado, a viejos héroes de la infancia llegando, con suerte dispar, a la gran pantalla. Películas (o intentos de) basados en dibujos animados, videojuegos, comics, novelas, cuentos, series televisivas y cuanto material susceptible de ser convertido en audiovisual se encuentre. Por otro lado, la oferta Hollywoodense nos inunda con clásicos del cine remasterizados que, a grosso modo, significaron un fracaso tras otro (sin mencionar el “daño” innecesario realizado a las películas originales). Y finalmente vemos un leve (aunque a veces deprimente) intento por resurgir; la gran maquinaria intenta ponerse nuevamente de pie apoyándose en algunos géneros imperecederos. Pero más allá de esto, no se ha dejado ver (hasta hoy) una reinvención siquiera parcial de lo que fue el cine de un par de años atrás. Incluso con todos los cambios sociales, políticos, económicos, ambientales, etc. que ha experimentado la humanidad no se ha logrado una renovación en las historias. Y es en este punto donde ENTERRADO (BURIED, 2010) imprime su diferencia. Cambia el contexto mundial, cambian los líderes políticos, las ideologías del mundo, cambian los conflictos y los escenarios bélicos. Donde antes fue Vietnam ahora es Irak. Y es justamente aquí donde encontramos a Paul Conroy (Ryan Reynolds) enterrado vivo. Desde hace tiempo se hace necesario un aliciente al cine calidad B (o C) que nos intenta vender a un Estados Unidos víctima que se defiende ante un ataque artero; una tras otra las películas que toman a Irak como punto de partida intentan defender un concepto tan imperialista como irrisorio, la idea de “buenos” y “malos” en un conflicto bélico. BURIED se muestra como una bocanada de aire fresco ante los decepcionantes estrenos que se suceden retratando de un modo u otro el avance armado Norteamericano en Oriente. Interesante paradoja que la bocanada provenga de un film ampliamente dominado por planos cortos y sofocantes, de un escenario que se reduce a un cajón, de un Ryan Reynolds que se reduce a la porción de cuerpo que entre en cuadro. Frente a lo que uno podría esperarse nos encontramos ante una película que hace honor a los preceptos básicos del cine, y es ahí donde radica el hecho de que funcione tan bien durante noventa minutos con tan poco para mostrar en la pantalla. BURIED posee un guión tan bueno como original estructurado con maestría en lo que dura el film, en el cual la información se va desgajando de a poco, dejando que el espectador se anteceda de a ratos a la acción y participe activamente de la película. Si conjugamos esto con una excelente fotografía, unas banda sonora y uso de cámara que generan en el espectador un efecto de sofocamiento tanto o más grande que la película en sí (es de destacar el uso de planos en los que es más lo que se adivina que lo que vemos) y un montaje arraigado en el videoclip que no da respiro ni tregua, estamos sin duda ante una gran película. Paul Conroy es un chofer de camiones dependiente de una empresa estadounidense que durante un ataque de insurgentes iraquíes es tomado como rehén. Durante el ataque Conroy se desmaya, producto de un golpe en su cabeza, y al despertarse se encuentra amordazado y enterrado vivo, con lo cual deberá emprender una carrera contra el tiempo para conseguir el rescate que piden sus captores para liberarlo antes de un plazo máximo de tiempo. El toque inesperado de esta historia recae en que no se caen en salidas fáciles (como flashbacks, imágenes de los captores, etc.) frente al planteo de la película. En ningún momento la cámara abandona el cajón en donde Conroy se debate por su vida. Frente a esto, se resuelve con maestría la dosificación de la información con el uso de un teléfono celular (verdadero co-protagonista de Reynolds) a través del cual conocemos a una amplia gama de personajes tales como, su secuestrador, agentes del FBI, sus superiores en la empresa, etc. Las charlas que mantendrá Conroy con cada uno de ellos irán llevando a la película hacia su resolución (para aplaudir de pie: la charla que mantiene con el Gerente de Personal de la empresa a la que pertenece). A partir de esto esta película hará una fuerte crítica a los modos burocráticos de los altos mandos estadounidenses para con sus ciudadanos. Gobierno, autoridades, empresas, ejército, etc. caerán en la misma bolsa, mostrarán una misma cara y darán un mismo mensaje: el ciudadano es prescindible frente a la causa de Estados Unidos en Irak; simples peones que pueden ser sacrificados en pos de mantener una imagen y sostener una posición política. Finalmente, cabe destacar la enorme tarea de Ryan Reynolds que mantiene una gran relación de retroalimentación con los medios técnicos de la película que permite que todo se mantenga en un equilibrio constante. Sus altibajos emocionales (punto alto del guión que nos libera por pocos segundos para introducirnos desde la calma momentánea a nuevas situaciones, cada cual más tensionante que la anterior) son muy bien apoyados con los juegos de cámara y montaje y con una banda sonora que llevan los picos de tensión a niveles insospechados (punto para Rodrigo Cortés, director). Amén de esto, la actuación de Reynolds se ubica entre las mejores de su carrera por una cuestión lógica, sostiene a la película con la expresividad de su rostro y cuerpo y con las charlas que mantiene a través del celular. No hace falta un interlocutor visible ni salir del cajón, sólo con Conroy en escena y alguien del otro lado del teléfono basta para construir una película que, con todo lo claustrofóbica y tensionante que resulta, funciona de un modo extraordinariamente liberador para el espectador.
El guión es discutible. Si bien mantiene en vilo al espectador, hay partes poco creíbles o forzadas, pero otras muy buenas e impactantes. Por eso creo que lo mejor es relajarse, disfrutarla, tomarla como...
Seis pies abajo El terreno estaba muy abonado: dejando de lado precedentes ancestrales como los cuentos El entierro prematuro, o Berenice de Poe, y un sinfín de anécdotas reales de asfixia, desesperación y cajones febrilmente rasguñados por dentro, desde poco tiempo a esta parte el cine ha dado algunos firmes ejemplos que precedieron e influyeron con claridad en Enterrado. Sin lugar a dudas, el segundo volumen de Kill Bill, en el que la protagonista era inmovilizada, colocada en un ataúd, confinada y enterrada, en una escena que tenía buenos tramos de oscuridad total y transmitía una claustrofobia insoportable. Más adelante, Tarantino redobló su apuesta en su brillante doble capítulo para la serie CSI Las Vegas, en el que uno de los integrantes del equipo de forenses era secuestrado y colocado bajo tierra, sin que él ni los de afuera supieran en qué sitio se encontraba. Y qué decir del indescriptible mediometraje Haze, de Shinya Tsukamoto, centrado en personajes sufrientes y prácticamente inmóviles que a duras penas podían arrastrarse dentro de recintos infames, cerrados, oscuros y laberínticos. Pero Enterrado tiene una base fundamental que lo emparenta más fuertemente con los experimentos lúdicos que solía hacer Alfred Hitchcock, en los que al director inglés se le daba por ubicar una película entera sobre un bote a la deriva (Ocho a la deriva), o por filmar toda la acción en un único plano y sin más cortes que los impuestos por los cambios de rollo (La soga). Aquí la acción transcurre en su totalidad al interior del oscurísimo y sofocante ataúd, y el protagonista en principio dispone solamente de un celular, un yesquero, unos marcadores y un frasco con ansiolíticos. Más adelante descubrirá que hay otros objetos en el cajón, y que también podrán serle útiles. La puesta en escena del director español Rodrigo Cortés es fenomenal. Aunque a muchos les cueste creerlo, la película no decae en ritmo en ningún momento, ya que ofrece una tensión constante fundamentalmente debido a la variedad de recursos que escasean y de los que depende la vida del personaje (el aire, la batería del celular, la iluminación, finalmente el frágil material del mismo ataúd) y elementos imprevistos que le complican aún más la existencia. La permanente variación de las tomas, la notable actuación de Ryan Reynolds, la brillante banda sonora de Víctor Reyes y la indignación general provocada por la flagrante injusticia de la situación proveen a la película de una atmósfera intensa, difícil de tragar para el que no esté preparado para tal experiencia. El punto más cuestionable y polémico de la película es el hecho de que la acción esté situada en Irak, que el personaje sea un camionero norteamericano y que el responsable de su situación sea un (¿terrorista?) irakí resentido. Es verdad que la película intenta una crítica lateral a la guerra, a los negocios turbios de las empresas norteamericanas instaladas en Irak, y a la ética del gobierno. Pero no por ello deja de molestar que la víctima sea un norteamericano y el tipo jodido un irakí, y que la elección de semejante contexto huela tanto a oportunismo temático.
Un hombre atrapado en un ataúd bajo tierra durante 90 minutos. Partir de un concepto tan limitado y lograr mantener la atención del espectador durante toda la cinta representa un gran desafío que merece doble reconocimiento. Una idea osada que deseaba ver cómo se ejecutaba y resolvía. Quentin Tarantino ya había intentado algo similar en el doble capítulo “Grave Danger”, que escribió y dirigió para la serie “C.S.I.”, en donde uno de los investigadores es enterrado vivo y el resto de su equipo corre contrareloj para intentar rescatarlo. La diferencia es que, en ese doble capítulo, Tarantino dividía la acción entre lo que vivía este hombre atrapado y la investigación que llevaba adelante su equipo. En “Buried”, la cámara del director español Rodrigo Cortés nunca abandona este reducido y oscuro espacio. Valiéndose de pocos elementos (un teléfono celular, un encendedor, una linterna) y con un desarrollo prácticamente en tiempo real, Cortes consigue sostener la acción y aumentar la tensión a medida que corren los minutos, obteniendo como resultado un film atrapante e intenso que homenajea a Hitchcock desde sus títulos y posters. Tras unos agobiantes primeros minutos a oscuras, conocemos al único protagonista, un camionero contratista enterrado en algún lugar de Irak que cuenta con un teléfono celular como único medio de comunicación con el exterior. La historia se construye a partir de las conversaciones telefónicas que este hombre mantiene con sus captores, su familia y diferentes empresas u organismos gubernamentales (a los cuales se critica fuertemente). El director elige un camino acertado: evita los innecesarios flashbacks (que podrían haber alimentado el relato y servido como excusa para abandonar por momentos este escenario) y mantiene siempre el foco en su protagonista, logrando que nunca se corte el tenso clima que construye. Con un excelente trabajo de fotografía y edición, se saca provecho de esos pocos elementos con los que cuenta el protagonista para iluminar el ambiente y se realizan constantes cambios de plano para captar todos los ángulos posibles de este claustrofóbico espacio. Ryan Reynolds compone su personaje más interesante dentro de una (hasta acá) decepcionante carrera dominada por roles olvidables en comedias. El actor de “The Proposal” y futuro “Green Lantern” consigue transmitir los diferentes estados y sentimientos que atraviesa su personaje: miedo, sufrimiento, desesperación, resignación, rabia, esperanza y desolación. “Buried” es un gran film de suspenso que, como dije al principio, merece doble reconocimiento por jugarse con una propuesta arriesgada como ésta.
¿Y ahora quién podrá ayudarme? Cuando la película se estaba empezando a promocionar, era probable que al ir por la calle y ver uno de los carteles con el título del filme y la imagen de Ryan Reynolds dentro de un ataúd uno dijera: "Bueno, ya es suficiente. ¿Qué más quieren inventar?". Es lo que me pasó a mí, al menos. Me costaba mucho pensar cómo se las iban a ingeniar para contar una historia de 100 minutos que partiera desde un tipo dentro de un cajón. Y eso que todavía no sabía que todo el desarrollo de la trama se daba en ese encierro. Lo primero que me vino a la mente fueron algunas otras ideas sobre encierros, como la saga de El juego del miedo, La habitación del pánico o el tremendo fiasco que fue Bajo anestesia, en donde Hayden Christensen se encontraba encerrado dentro de sí mismo, por decirlo de alguna manera. Lo cierto es que Enterrado multiplica la apuesta de cualquier clima opresivo y nos confina los 100 minutos invariablemente dentro del cajón. De allí surge su acierto, su originalidad y, si me permiten, su magia. Ryan Reynolds interpreta a Paul Conroy, un contratista que trabaja en Irak y que se despierta, para su sorpresa, golpeado, maniatado y encerrado en un cajón de madera a unos cuantos metros bajo tierra. Pronto descubrirá que cuenta con algunos elementos que le servirán para intentar escapar y que le permitirán al director a contar la historia: un moderno Blackberry con media batería -y con crédito ilimitado, al parecer-, un encendedor tipo Zippo y algunas otras cosas que le sirven de luz cada tanto. Solo eso será suficiente para que el director pueda iluminar las escenas -en un estupendo trabajo- e involucrarnos en un relato atrapante, asfixiante y lleno de emociones. ¿Quién podrá ayudar a Paul Conroy, a punto de quedarse sin aire, a punto de quedarse sin batería en el celular y sin tener la menor idea de dónde está ni el por qué de su encierro? Sobre esa pregunta se apoya el filme y es la respuesta a esa pregunta la que va guiando todo el metraje. Es increíble que tan solo esa inquietud pueda sostener al público en vilo durante toda la película, pero un magnífico trabajo de dirección y un guión bien ensamblado pueden hacer maravillas. Rodrigo Cortés dirigió este largometraje con una sapiencia sorprendente para un principiante. Si bien la locación es única durante todo el filme, el director se las ingenió para hacer de ese único ambiente opresivo un lugar asfixiante pero no insoportable para el espectador. Para ello, trabajó con seis cajones distintos especialmente diseñados. Las tomas que elige el director son de lo más variadas, lo que le da a la película un dinamismo extraordinario y muy útil. También se dice que Cortés eligió filmar las tomas en orden, para que la actuación de Reynolds sea más natural y creíble. Párrafo aparte se merece, justamente, Ryan Reynolds. Nunca mejor dicho que "se banca" toda la película él solo. Su performance es impresionante: no sólo por el hecho de que transmite en la pantalla todo lo que Paul Conroy está sufriendo, sino también porque me cuesta imaginar a un actor trabajando en una posición más incómoda que la que se tuvo que someter este muchacho. Se supo que tuvo que sufrir además varias quemaduras por sostener el Zippo, lo que suma un poco más a la leyenda. En definitiva, Enterrado es un pequeño gran filme, que tiene el mérito extraordinario de ser una película de locación única y que esta sea un cajón, con un tipo encerrado dentro. Saber eso y saber que la cinta no sólo no aburre sino que entretiene a montones dan ganas de aplaudir a su único intérprete, pero más que nada a su habilidosísimo director, un tipo con la inteligencia suficiente como para animarse a esta locura sin aburrir al publico al someterlo -al menos un poquito- a las torturas por las que pasa el personaje. Rodrigo Cortés quedará anotado en mi lista a seguir, espero que en las suyas también.
Si usted quiere saber qué implica realmente la expresión “tour de force”, aquí está. Hay un solo actor, un solo decorado y está filmada en tiempo real. El protagonista (Ryan Reynolds) es un obrero estadounidense que trabaja en Irak. Hay un atentado y el pobre termina dentro de un ataúd, con un encendedor, un celular con poca batería y una hora y media de aire. Enterrado vivo en medio de la nada. Sí, es una película de suspenso, y el efecto de inmersión total del espectador en lo que no deja de ser una experiencia angustiante es de una enorme precisión. Pero es, también, una forma de crítica social –y política– efectiva: todo lo malo que le pasa al personaje tiene que ver con los vicios y las taras de lo que entendemos –quizás altamente equivocados– como “civilización”. No es menester entrar en los detalles de la trama: después de todo, se trata de verdadero cine, incluso si el personaje está condenado a la inmovilidad. Por supuesto que parece una paradoja, pero el movimiento no es solamente el de un automóvil a toda velocidad por una carretera, sino también el cambio sutil en un gesto, la extinción indefectible de una batería de celular, la llama que se apaga poco a poco. El cine es un arte sobre todo del tiempo, y es justamente la angustia sobre su paso la que articula un film que, sin ser una obra maestra, nos obliga a una experiencia al mismo tiempo difícil y apasionante. Mencionemos a Ryan Reynolds: hay que ser un muy buen actor para lograr que nos identifiquemos y nos angustiemos por un personaje en su situación. Puro cine.
Adrenalina underground El cine abre espacio a muchas posibilidades en cuanto a la forma de contar una historia. El original y espeluznante caso de Buried (2010) es sin duda uno de los últimos manifiestos de esto. Sinecdoque, un actor, una sola escenografía y un montaje de sonido asombroso basta para que la propuesta sea llamativa, si a eso le sumamos una trama que nos invita a estar encerrados en tiempo (casi) real con el protagonista. Éste último es nada más y nada menos que Ryan Reynolds, quien solito acarrea la historia, olvidándose por completo que lo suyo es la comedia americana industrial. El drama, la expectativa y la adrenalina que le imprime Reynolds a su actuación es algo formidable: no necesita de nada más que de un sólido apoyo en diálogos -verosímiles- para captar la atención. Muchos se sentirán incómodos viéndola, otros quedarán cautivados. Lo cierto es que Buried difícilmente deje indiferente al espectador, justo en tiempos en que la dirección artística está recobrando importancia, pero de la mano del CGI. La puesta en escena es sensacional; el montaje, deslumbrante; la atmósfera, correcta (a veces el guión precisa de ganchos como una serpiente que se inmiscuye en el cajón, o tildes cómico-absurdos para mantenerse a flote); pero lo que más sorprende es la dirección. Le damos un párrafo aparte porque la sensación que quedó es algo rara. Faltó rigor, quizás. Hay algunos planos ficticios que sobran (como ese enorme zoom out que hace, en un buen intento, de disparador psicológico entre personaje y platea), o inclusive hay un momento en que se llega a notar la escenografía... fatal error, o gazapo, como le dicen los españoles. Así que, Cortés, más cuidado para la próxiima. Pero difícilmente haya próxima. Buried es una experiencia irrepetible. Muy atractiva y meritoria. Una película que puede dejar los pelos de punta así como también puede llegar a exasperar a todo aquel que carezca de paciencia... y ni hablar si detestan los finales sorprendentes.
Las resonancias de una caja Esta asombrosa película del joven director español Rodrigo Cortés nos sumerge -con mucho ingenio- en la atávica pesadilla del miedo ancestral al enterramiento en vida. Se narra en tiempo real, en un único decorado y con un solo personaje: un joven camionero norteamericano, que ha estado trabajando como empleado para una empresa civil en Irak y, luego de una emboscada, despierta en el interior de un ataúd a dos metros bajo tierra. Partiendo de la difícil premisa de no mostrar más allá del interior de la caja-cárcel, no se apela a ningún flashback, ni al montaje paralelo para mostrar el afuera. Y es ahí es donde el desafío de narrar cinematográficamente se vuelve apasionante. El plano detalle busca infinitas variaciones mediante la luz y las texturas; la cámara inicialmente fija (con una opresiva angulación de apenas 90 grados), va cambiando de acuerdo a una rigurosa planificación. Luego del miedo primario e irracional, viene la admirable y titánica lucha del protagonista por la sobrevivencia. Cuando éste se estabiliza emocionalmente, poco a poco la cámara empieza a moverse. Primero de forma lenta, hasta que llega un momento en que se libera y aparecen incluso travellings. Otras soledades No hay muchos objetos, pero hay uno que es fundamental: un celular que le permitirá al protagonista relacionarse con el exterior y superar momentáneamente la opresiva atmósfera de calor, polvo, sangre y oscuridad. A través del aparato (de batería agotable) aparecerán personajes a partir -exclusivamente- de la voz. Lo que no se muestra pero se escucha, al otro lado de esa línea telefónica que separa dos ambientes antagónicos (Caja/Mundo), conduce hacia un proceso de auto-descubrimiento que no está evidenciado de forma obvia: la relación con su familia (madre, esposa, hijo), su lugar en el trabajo, en la vida. La película empieza a tientas con un personaje del que no sabemos nada y acaba con un universo entero revelado en esas estrechas paredes. La película tiene un contexto que la rodea y la lleva más allá del entretenimiento bien hecho: la presencia de unos procesos burocráticos kafkianos y un marco sociopolítico actual (las secuelas de la guerra de Irak, el terrorismo como negocio, la deshumanización, los daños colaterales). El aislamiento no sólo es físico, sino que sirve para confirmar o darse cuenta de otras soledades. El gran enemigo del protagonista, más que la falta de oxígeno, la oscuridad o los peligros adentro de esa caja, es el laberinto de la burocracia, ese mecanismo impersonal, inflexible, generado por el mundo civilizado. Sarcasmo y emociones Párrafo aparte para el actor Ryan Reynolds, quien le insufla al personaje una credibilidad con la que el espectador empatiza desde el primer momento: un hombre común, trabajador civil, sin dinero, que ha ido a Irak con la promesa de mejorar económicamente. El actor transmite la voluntad de vivir, la rabia y hasta un humor negro y mordiente. En la lista de profundos sarcasmos que encierra la película se destaca el enorme protagonismo del teléfono móvil. Diseñado para facilitar las conexiones, termina evidenciando una profunda incomunicación, al punto que estar en esa caja en mitad del océano o del desierto resulta una pesadilla parecida. También la banda sonora, que está muy trabajada desde el silencio y graves notas subterráneas, hasta la épica sinfónica del final, cuando estalla con una canción final que trata de crear el contraste de un optimismo incongruente (casi una percepción irónica de lo experimentado), porque la letra habla de todo lo que no es la película: de praderas infinitas, de cielos azules, de soles radiantes, de montañas altas, de mares inabarcables. Resonancias irónicas, a propósito de un film que se caracteriza por situarse -de buena ley- en la otra cara del optimismo y con una tensión claustrofóbica extrema. La forma de contar sienta precedentes en las posibilidades de los movimientos de cámara, la iluminación, la música y los sonidos, que se integran como un todo orgánico que respira, suda y sufre tanto como el protagonista. Fisicidad y emoción que también envuelven al espectador, quien se queda con la sensación de haber jugado una abrumadora pulseada contra el tiempo.
Sáquenme de aquíííííííííííí... Paul Conroy es un simple conductor de transportes y padre de familia. De pronto despierta en un viejo ataúd sin saber quién puede haberlo puesto ahí ni por qué. Sólo hay un celular para comunicarse entre otros con los secuestradores (terorristas?) y por supuesto, una cobertura precaria y la escasez de oxígeno son sus peores obstáculos en una carrera contra el tiempo: Paul sólo dispone de 90 minutos para lograr su rescate. Ya desde el diseño de títulos el homenaje a Hitchcock es evidente. "Enterrado" mezcla exactamente las dosis necesarias como para incomodarnos desde la primer escena. La pantalla totalmente oscura (efectivo recurso utilizado por Iñárritu en el corto a su cargo en el film coral sobre los atentados del 11-09) y una respiración jadeante nos introducen en el microcosmos de este hombre enterrado por sus captores con un encendedor y un teléfono celular y más tarde aparecerán otros elementos como una linterna y un tubo fluorescente, una pequeña nota y no mucho más que eso. Básicamente el enorme mérito que tiene el film es tenermos pendientes durante 90 minutos sin movernos de ese encierro más que mínimo. Hemos visto películas con gente encerrada en ascensores y hasta en una cabina telefónica, esto va aún más allá y además no salimos del "ataúd" en ningún momento. Así como Hitchcok hizo, entre otros, el experimiento de filmar La Soga (1948) como largos planos secuencias en los que la cámara fundía contra algún objeto para poder cambiar el rollo, acá se experimenta con el ambiente resumido a la mínima expresión. Comparten con el gran Hitch la horrible sensación de un hombre común envuelto en un contexto de sucesos que lo superan. Y el resultado es completamente exasperante. Los pocos diálogos que tiene el guión soprenden, en cuanto dejan bastante mal parados a los distintos organismos, que debieran estar ofreciendo toda la ayuda posible a un ciudadano americano en peligro, pero... todos ellos se muestran más preocupados de ocultar lo que está pasando y que quede como algo intrascendente, que de verdaderamente resolver el tema y salvarle la vida a Paul. Se subraya la inoperancia reinante, la burocracia y el cinismo de las corporaciones mientras que la desesperación del protagonista sigue in crescendo. Es evidente que alguna de las cosas que pasan no son completamente verosímiles ni mucho menos y no resisten análisis alguno, pero sencillamente "Enterrado" cumple con las reglas del thriller y no tenemos que buscar muchas más vueltas. Desde el primer momento logra el objetivo de inquietarnos, de querer salir en ayuda de este pobre hombre envuelto en una situación torturante. Si bien se trata de uno de estos experimentos cinematográficos que tratan de generar interés con tan pocos elementos y con un protagonista excluyente durante toda la duración de la película, la excelencia en la técnica y la excelente entrega del protagónico de Ryan Reynolds, hace que en este caso, la experiencia brinde resultados interesantes, más que satisfactorios. La excelente resolución de los rubros técnicos y las pequeñas licencias para "liberar" el espacio acotado (en un par de escenas el "cajón" se muestra sin tapa generando un efecto estético interesante) hacen que el ritmo sea sostenido y la película se sufra en cada tramo, generando la complicidad con el espectador que es el punto fuerte desde donde se paran director y protagonista. Y aún cuando toda la técnica se despliega por sobre el guión y se privilegian ciertos aspectos del ejercicio cinematográfico por sobre su consistencia, aún con alguns lugares comunes (sobre todo el las llamadas a su madre y a su esposa que bordean un poco la sensiblería), aún con todo lo visto en esta materia, "Enterrado" interesa y sorprende. Y una vez que se le hayan brindado varios guiños al gran Hitch, Cortés elige cerrar la película con un final ya más cercano al cine de Brian de Palma, sin ningún tipo de complacencias. Pura contundencia.