El árbol, el bosque y la memoria Una ópera prima, cuyo antecedente es un racimo de etapas para unir piezas de un largo rompecabezas, conecta tanto lo que hace a la producción de un documental como al núcleo narrativo, columna vertebral de un relato que toma como punto de partida distintos viajes entre Argentina y España en diferentes épocas y siempre protagonizados por Lucía S. Ruiz. Su meta tiene como elemento unificador la historia familiar. Además de ser egresada de la ENERC también se desempeña como editora de series web o programas de televisión entre otras actividades ligadas a ese oficio. Francisco Franco “el generalísimo español” es la figura central para introducir no únicamente la historia de sus abuelos durante su época de infancia (niños de la guerra) y posterior exilio a la Argentina, sino una de las consecuencias de la Guerra Civil Española en la cual no sólo su abuelo sino su bisabuelo tienen preponderancia. El archivo familiar, producto de filmaciones que Lucía Ruiz hiciese en sus viajes sin saber de antemano el sentido que finalmente aportarían a su búsqueda de identidades, es una de las principales herramientas para reflejar las intenciones de trazar coordenadas entre las relaciones padres con hijos. En ese sentido además de su abuelo Pepe, el padre de su abuelo, y su propio padre Rubén, quienes entran en la dinámica de la búsqueda los unifica la idea de una voz en off de tono confesional o hasta reflexivo, recurso que genera otro tipo de sensación a la hora de tomar contacto con las imágenes de archivo hogareño, casero, artesanal, y con la materialidad de los huecos de una memoria reconstituida a pedazos. Si bien existen varias propuestas documentales con una base argumental similar, en este caso la particularidad del debut cinematográfico de Lucía S. Ruiz es sin lugar a dudas la manera de montar o editar el material con una dinámica que no lo vuelve ni esquemático ni rutinario, más allá de la historia familiar y la de sus abuelos escapados del Franquismo, la historia de militancia de su padre Rubén o aquellos familiares lejanos que fue descubriendo en cada viaje, ya sea junto a su padre o simplemente junto a una cámara para sentirse menos sola.
En “Esa película que llevo conmigo”, la directora, Lucía Ruíz, explora su historia familiar a través de la figura de su abuelo Pepe, quien vino a vivir a la Argentina luego de que Francisco Franco asuma el poder. Tomando como punto de partida las grabaciones que realizó cuando viajó con él a España en el año 2000 y los recuerdos de la familia, va reconstruyendo a su abuelo de una forma distinta mezclando material de archivo con entrevistas. Se puede pensar que, a través del recorrido que realiza con el film, la directora explora dos puntos que no nos son ajenos a los argentinos descendientes de españoles. Por un lado, el encontrar en nuestros abuelos y abuelas una historia de cercanía con España y lo intrigante que resulta el dejar un pasado atrás para probar suerte en Buenos Aires. Por otro lado, es interesante analizar cómo esto es visto desde el otro lado, el de los españoles que se quedaron en su tierra y cómo estos recuerdan la Guerra Civil en primera persona. Es llamativo también el formato del documental. Por momentos pareciera ser un ensayo, por otros, un homenaje. El empalmar entrevistas con material de archivo le da un estilo muy propio y cautivante, pero por momentos peca de quedar en lo anecdótico y puede generar un poco de aburrimiento. Sin embargo, “Esa película que llevo conmigo” logra despertarle al público un montón de preguntas sobre el pasado y el origen de sus propias familias, como también un sentimiento de pertenencia a más de una tierra, uno de los puntos que entendemos por su objetivo. Y las ganas que la directora le puso al documental consiguen que un poquito queramos a Pepe y además nos intrigue su historia.
La ópera prima de Lucía Ruiz desarrolla ideas sobre la familia y la identidad a partir de la reconstrucción de su pasado reciente. Si bien su singularidad podría cerrar posibilidades de expansión, es por su amoroso tratamiento de las imágenes que termina potenciándose y universalizándose.
Los documentales familiares son una de las recurrencias más habituales de los directores jóvenes de la Argentina. Así ocurre con Lucía S. Ruiz, que en Esa película que llevo conmigo reconstruye la tortuosa historia de su abuelo Pepe durante la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. La voz en off, confesional y reflexiva, contextualiza la situación. Todo comienza hace casi 20 años, cuando la directora viajó a Europa con sus abuelos y retrató aquella experiencia a través de una cámara VHS. Ahora, con el abuelo fallecido, el reencuentro con aquellas cintas servirán de disparador para buscar las piezas faltantes de ese rompecabezas llamado pasado. La directora tira de la hilo y descubre los pormenores de aquel exilio forzado a París durante las guerras. Lo hace a través de esos archivos audiovisuales y entrevistas a familiares, entre ellos su padre y el resto de la rama paterna que aún vive en España y aporta una mirada opuesta sobre la inmigración y sus consecuencias. Sentida, honesta y emotiva, Esa película que llevo conmigo va de lo biográfico a lo ensayístico, del homenaje personal a la experiencia colectiva de gran parte de quienes llegaron a la Argentina a mediados del siglo pasado.
Esa película que llevo conmigo tiene puntos en común con otro estreno de esta semana, La casa de Wannsee. Se trata también de la indagación de la directora (Lucía Ruiz) en su pasado familiar, pero en este caso es la indagación sobre las vivencias del abuelo, que de niño debió huir de la España franquista rumbo a Francia, junto a su hermana pero separado de sus padres. El documental está narrado por la voz de la propia Ruiz como una carta de amor a ese abuelo que murió sin haberle contado todas sus vivencias. De todos modos, una vieja entrevista a él, así como charlas con el padre, la abuela y una tía abuela de la directora, forman parte de la columna vertebral de la película. Que por momentos pierde de vista al espectador y hace una tan pormenorizada como abrumadora reconstrucción del árbol genealógico: sin dudas un valioso trabajo para los Ruiz, pero sin mayor interés para quien no forme parte de la familia. Lo más atractivo llega cuando la endogamia queda atrás y se abordan sucesos históricos, como los ocurridos apenas triunfó el franquismo, y las vivencias de algunos “niños de la guerra”, como se conoció a los hijos de republicanos exiliados. O los testimonios sobre la vida de los inmigrantes apenas llegaban a Buenos Aires en los años '40.
¿Habrá imaginado Lucía S. Ruiz que las imágenes que registró en 2000 con una cámara VHS terminarían transformándose en un documental? Las tomó durante un viaje a Madrid y París, ciudades importantes para su abuelo Pepe, nacido en la capital de España y exiliado en la de Francia en plena Guerra Civil. En este film lleno de lirismo, esos recuerdos reaparecen puntuados por una voz en off que juega un rol decisivo. Es interesante lo que se cuenta y también cómo es narrado: queda claro que la directora llevó años esa película cargada en su imaginario, tantos como para hacerla aflorar con una sensibilidad conmovedora y una determinación estética notable.
Lucia Ruiz como muchos directores de cine también indaga sobre su pasado, pero reflexiona sobre lo que quedan de esos recuerdos de los que no se habla, de esas historias ignoradas pero todavía vivas que descubre en dos viajes de revelaciones. Cuando era una adolescente visitó con sus abuelos a España y Francia, y registro su pasos por esas ciudades sin mucha conciencia de lo filmado. Años después con su abuelo muerto, organiza otro viaje de conocimiento con su padre y reconstruye ese pasado sobre el que se interroga. Su abuelo fue “un niño de la guerra”, la civil española. Con un padre republicano que debe huir y mandan a sus hijos por un camino más seguro, con todo lo que significó para un pequeño estar sin sus padres para llegar finalmente a Francia y reencontrarse después. Hasta que llegaron a nuestro país. Un periplo con omisiones y verdades, un recorrido no lineal de testimonios que permiten hilar el camino del pasado.
Esa película que llevo conmigo Documental en primera persona, la película de Ruiz bucea en sus propias raíces, delimitando cercanías y lejanías, singularidades y rasgos compartidos. Orgulloso integrante del contingente de documentales nacionales presentados en estricta primera persona, el primer largometraje de Lucía S. Ruiz forma parte del subgrupo de relatos cinematográficos cuya atención se concentra en una simple hoja o en varias ramas del árbol genealógico familiar, la clase de films que suelen utilizar los nombres propios y las anécdotas íntimas como reflejo de la Historia con mayúscula. Esa película que llevo conmigo parte de un viaje que la directora realizó durante su adolescencia, hace casi dos décadas, junto a su abuelo paterno, un periplo europeo que incluyó la visita al terruño de sus ancestros en España. Pepe fue un “niño de la guerra” y, como muchos de sus familiares cercanos, con sólo seis años se vio obligado a escapar de los horrores de la Guerra Civil Española. Partiendo desde Madrid y luego de un extenso periplo lleno de vicisitudes por la vecina Francia, terminaría recalando en Argentina, donde un nuevo tronco comenzó a echar raíces. A ese tronco pertenece Lucía Ruiz, baqueana y al mismo tiempo detective de los misterios y secretos a voces que rodean la figura de su abuelo, ya fallecido, como así también la de aquellos que permanecieron en su tierra natal, surcada en aquellos años por la sangre de propios y ajenos. A partir de las imágenes en VHS de ese viaje con algo de iniciático, Ruiz comienza a desandar la historia de sus propias raíces, marcando en un tapiz improvisado las líneas de padres y madres, hijos e hijas, tías y abuelos, delimitando cercanías y lejanías, singularidades y rasgos compartidos. La pertenencia o no al Partido Comunista del bisabuelo, las visitas temporales de un tío segundo o una prima, los recuerdos de infancia de aquellos primeros brotes nacidos en suelo americano son registrados en diversas entrevistas. El padre de la realizadora es una de las voces recurrentes en el relato oral que va ordenando la estructura de la película. En un viaje a Europa más reciente, la cronista conversa con miembros lejanos de la familia, átomos de una micro diáspora, en un intento de armar el rompecabezas de su propia identidad. En Francia, un anciano que no ha perdido su acento hispano original, relata el encuentro –siendo niño exiliado, en una tierra desconocida, con hambre y sin comprender el idioma– con una mujer que terminaría dándole techo, comida y un inesperado beso. “El primer beso en mucho tiempo, desde la última vez que había visto a mi madre”, detalla, en uno de los momentos más emotivos. Poco después pronunciará la frase que le presta su título al film, concepto ligado a todas esas imágenes que el paso de las décadas no ha logrado borrar de la memoria, como si se tratara de una película mental cuyos fotogramas no han perdido nada de su intensidad original. Esa misma película que la realizadora construye a partir de los recuerdos –los buenos y también los malos–, de los afectos y de ciertas emociones que se creían olvidadas.
Dirigido y escrito por Lucía Ruiz, Esa película que llevo conmigo es un documental que bucea en la historia de los abuelos de la familia de la realizadora, exiliados de España durante la Guerra Civil Española. A partir de videos que Lucía Ruiz encuentra de un viaje que realizó en el 2000 junto a sus abuelos a Europa, a ella se le despiertan las ganas de rearmar su historia familiar. A través de un mapa, de entrevistas, algunas pasadas, algunas realizadas por ella, otras no, y algunas más actuales, intenta reconstruir de dónde viene. Su abuelo hoy no está pero tiene una entrevista grabada en la cual cuenta bastante, pero también ella se da cuenta de que hay cosas que no dice y, sobre todo, cosas que no preguntó. Entonces empieza a buscar su historia por los alrededores. El documental se termina armando como una especie de collage de testimonios, incluyendo los de personas que ella conoce durante el viaje y que terminan de retratar la experiencia de vivir durante la Guerra Civil Española. “Ningún documento nos iba a contar la historia como nos la contaron esas personas”, narra con su propia voz. La directora le cede el tiempo necesario a cada una de esas entrevistas. Es que en esta película chiquita también aflora mucho de diario personal. Especialmente ya cerca del final, cuando ella nos habla sobre su propia persona, permitiéndose incluso reflexionar sobre la figura de la mujer y su actual posición. Pero el centro, el esqueleto de esta película, es el armado del árbol familiar. Un árbol que intenta construir sobre el piso con carteles, objetos y fotos y, especialmente, por medio de las historias. “Armar un poco la historia aunque sea para mí”. Una fotografía conformada por varias fotografías a través de un collage. En esta ópera prima, Lucía Ruiz dirige un documental personal y sensible sobre las raíces de su familia y lo hace con una voz universal y poética para terminar de darle forma a esta historia rescatada. Una reconstrucción que dispara el recuerdo de un viaje y entonces lleva a uno nuevo.
Despedir a un abuelo debe ser una de las tareas más arduas que existen en el mundo. Son guías igual de importantes que los progenitores, y cuentan con un abanico de experiencia mucho más exhaustivo que el de las personas que nos dieron la vida. Su partida es algo inevitable en el juego de la vida, suceso para el que uno nunca está preparado, y cuando hay una sombra borrosa en el pasado de un fallecido, las puertas parecen no cerrarse nunca. El viaje iniciático de la debutante Lucía S. Ruiz en Esa película que llevo conmigo es explorar el pasado de su abuelo Pepe, reconstruyendo tramo a tramo su árbol genealógico para entender su lugar en su vasta estirpe, y para armar el rompecabezas familiar tan elusivo hasta antes de embarcarse en la filmación.
En el año 2000, Lucía Ruíz viajó con sus abuelos, Pepe y Heber, a conocer París y Madrid, de donde Pepe tuvo que exiliarse a los seis años para escapar de la Guerra Civil Española. Lucía registró ese viaje, con ojo adolescente, en su cámara VHS. Luego del fallecimiento de Pepe, se reencontró con el material grabado y comenzó otro viaje: rearmar esa historia familiar. Lucía Ruiz, la directora, vuelve a viajar, habla con sus familiares más cercanos y conoce a algunos lejanos. Reconstruye la historia de forma siempre interesante y descubre todo el tiempo personajes que vale la pena conocer. La película va creciendo en emoción, pero por algún motivo la directora quiere cerrar su película forzando una reflexión sobre el presente de Argentina. Se podrá discutir o no su mirada sesgada del país en la actualidad y se podrá coincidir o no con sus ideas, pero desde el punto de vista cinematográfico todo el esfuerzo realizado y sus muchos hallazgos se destruyen por esos minutos finales de película. Como si se tratara de otro film, apresurado, sin reflexión y sin emociones.
Una película sobre la identidad, sobre la pertenencia a una familia y, por lo tanto, a una tradición y un relato, cruzado en este caso por acontecimientos dramático Esta es una película sobre la identidad, sobre la pertenencia a una familia y, por lo tanto, a una tradición y un relato, cruzado en este caso por acontecimientos dramáticos. Pero es también sobre cómo se registra esa historia (aquí la protagonista toma imágenes de hace 20 años, grabadas en VHS) y cómo el paso del tiempo resignifica lo que supimos ver en el pasado. Lo hace con inteligencia y sencillez, lo que no implica falta de profundidad.
Un Viaje a las Raíces Familiares. Crítica de «Esa Película que llevo conmigo» de Lucía Ruíz.InicioUncategorizedUn Viaje a las Raíces Familiares. Crítica de «Esa Película que llevo conmigo» de Lucía Ruíz. 5 agosto, 2019 Bruno Calabrese Lucia Ruíz viajó en el año 2000 con sus abuelos a conocer París y Madrid, de donde Pepe (su abuelo) tuvo que exiliarse a los seis años para escapar de la Guerra Civil Española. Lucía registró ese viaje, con ojo adolescente, en su cámara VHS. Luego del fallecimiento de Pepe, se reencontró con el material grabado y comenzó otro viaje: rearmar esa historia familiar. La directora, vuelve a viajar, y reconstruye la historia de forma interesante y descubre todo el tiempo personajes que vale la pena conocer. A través de diálogos con familiares, la película se transforma en un descubrimiento de Lucia de sus raíces familiares y una mirada distinta a aquella que había tenido en la adolescencia. La película crece en emoción a medida que el relato de los protagonistas nos insertan en la intimidad familiar de Lucia. Haciendo un paralelismo entre ese pasado y el presente de Argentina, a modo de reflexión. «Esa película que llevo conmigo» es un ensayo íntimo que reconstruye un pasado familiar doloroso de un hombre durante los años más difíciles de Europa. Un viaje inspirador y reflexivo. Puntaje:60/100.
Yo, recuerdo Esa película que llevo conmigo (2019) es un documental dirigido por Lucía S. Ruiz centrado en la forma del recuerdo personal, la subjetividad puesta como una posibilidad de reconstrucción, de crear a partir de piezas e historias dispersas la vida de un hombre, de un antepasado. Un trabajo íntegro sobre la memoria y el tiempo para intentar unificar el esbozo de un momento particular que resultó trascendental para la historia. Lucía en el año 2000 realizó un viaje a Europa con sus abuelos, Pepe y Heber. Llegaron a Paris y a Madrid. Todo lo registró en VHS y eso fue todo lo último que quedó. El fallecimiento de Pepe (Juan José Ruiz) hace que Lucía se postule la idea de comenzar a reconstruir el pasado de su abuelo. Volvió a viajar a Europa y con ello se abrió el pasado familiar que desconocía: el exilio, la Guerra Civil Española, el franquismo, la política, los viajes, los amigos, las ciudades. Aparece todo un pasado histórico. Bajo la forma de entrevistas, como quiso hacer su abuelo, vuelve sobre los lugares que le llevan los recuerdos y así hace su viaje personal para hilvanar la imagen de quien fue su abuelo, pero también la memoria de una España que parece seguir ahí. Interesante como se le otorga al documental la forma y la figura lúdica y a la vez alegórica de un árbol genealógico y un mapa geográfico. España desplegada desde vínculos familiares. Como si la memoria se desenvolviera desde la familia y no solo como un viaje en el tiempo sino también como un viaje espacial, de cambio constante de territorio y ciudad. No solo la posibilidad de que los relatos sirvan para unir distintos puntos de vista sino también espacios y, por supuesto, historias. Sin duda una técnica literaria que en este caso le da un aire novedoso y atractivo. Sobre todo, porque va construyendo a partir de la figura de un personaje y una ciudad, Manzanares, y un país, España. Y otra forma literaria que también utiliza y que le permite viajar es la forma del diario. Un documental que aprovecha la estructura del uso de la voz subjetiva de dos formas: para reflexiones propias y también para mensajes dirigidos al abuelo Pepe como si se charlara con él o se le escribieran cartas imaginarias Una combinación que eleva, junto con la música, todo para un lado más onírico y sublime. Como todo trabajo sobre la memoria, lidia con la problemática de la dispersión, se generan los vaivenes de muchas historias que se abren hacia más personajes. Se refuerza y se vuelve más emotivo cuanto resulta personal, cuando más aparece el circulo entre padres e hijos y sobre todo, cuando se centra sobre un personaje ausente, pues siempre hablar de alguien que no está genera mayor intriga, y además porque a veces la muerte se convierte en un interesante disparo creativo y despierta la necesidad de comenzar a recordar.
En una semana con varios estrenos de documentales nacionales, coinciden dos con la misma temática. El desmembramiento familiar a causa de una guerra europea, en el que parte de esos integrantes deben huir y muchos optan como destino a la Argentina. Lucía Ruiz, con su ópera prima, nos introduce en su ámbito y nos permite que la acompañemos en la aventura de reamar frente a cámara un rompecabezas complejo, que es el árbol genealógico de la familia paterna. La misma directora, con la voz en off, le habla a su fallecido abuelo Pepe, quien vino a nuestro país cuando estalló la Guerra Civil Española. Esta modalidad narrativa actúa como el eje del relato y llevar un orden, porque entrevista a parientes, a su padre en varias ocasiones, viaja a Europa dos veces donde encuentra, reencuentra y conoce también a distintos familiares que se quedaron en el viejo mundo. El apoyo de su padre es fundamental para encarar esta travesía, lo mismo que tener guardadas viejas fotos y videos. Todos los elementos que descubre los vuelca en la película. Es su manera de darle una nueva vida y reordenar la estructura parental. Saber lo más posible de sus ancestros, directos e indirectos. Sacarse todas las dudas que tiene porque está ávida de recabar informaciones y, por qué no de algún chisme valioso también. El documental, pese a disponer de muchas piezas vivas y abundante material de archivo, no alcanza a sensibilizar y lograr una empatía con el espectador. Es muy descriptivo, la música no ayuda y la frialdad se percibe. Seguramente a Lucía Ruiz esta filmación la habrá movilizado sentimentalmente, pero el traspaso a la pantalla grande no resultó del mismo modo. Ella transitó un camino muy personal para saciar su necesidad de conocer y comprender mucho mejor como fue su pasado, para estar bien preparada para el futuro y que no la agarre desprevenida.
En el año 2000 Lucía viajó con sus abuelos, Pepe y Heber, a conocer París y Madrid, donde Pepe tuvo que exiliarse a los seis años para escapar de la Guerra Civil Española. Lucía registró ese viaje, con ojo adolescente, en su cámara VHS. Luego del fallecimiento de Pepe, se reencontró con el material grabado y comenzó otro viaje: rearmar esa historia familiar. Un viaje no lineal, con huecos y hallazgos, donde lo extraordinario y lo común se mezclan; y en el que se descubre que la identidad es un cúmulo de piezas que intentamos ordenar. Este documental participó de las clínicas de desarrollo de proyectos documental Raymundo Gleyzer (Cine de la base), destinada a productores y directores egresados de escuelas públicas. La vida de una familia que escapa de una realidad terrible durante la terrible guerra civil española. Una nieta que escudriña entre los recuerdos familiares, los archivos y los testimonios en primera persona. Terribles momentos de la historia europea cuyos protagonistas vivieron toda su vida los recuerdos del horror. La tragedia de gente que lo perdió todo y arrastró sus temores a estas tierras. Personas que perdieron todo, inclusive a sus familias. Los testimonios son crudos y muy vívidos, dolorosos y profundos; casi una historia dentro de otra historia de miles de personas que huyeron del miedo en busca de la promesa de un mundo mejor. La protagonista hace el camino inverso y procura respirar los recuerdos, las ideas, las emociones, cada uno de los sentimientos, caminando por los espacios en que su familia fue, con el fin de documentar tanto como reconstruir un pedazo de historia. Las emociones de la voz cantante del documental, Lucía Ruiz, quien comparte sus emociones y el recorrido en ambas direcciones con el espectador, indagan en la memoria y en el dolor de las historias personales de quienes la precedieron. La intimidad es sentida.
Este documental casualmente posee ciertas situaciones en común con “La casa de Wannsee” pero en este caso es la búsqueda del pasado de los abuelos de la directora, donde también están los hechos históricos, la guerra y la política y aquellos inmigrantes en el Buenos Aires de 1940. Todo narrado con la voz en off de la directora Lucía S. Ruiz muestra una sucesión de fotos, documentos, filmaciones, testimonios y entrevistados que nos acompaña en un viaje a la nostalgia. Es conmovedora sobre todo para aquellos que mantienen vivo el recuerdo de sus abuelos inmigrantes.