Si el argumento de esta Fama no es la copia del anterior, ¿no era mejor haber hecho una nueva historia completamente distinta con personajes renovados, y no inspirados? Además si bien todo lo que vamos a ver pasa en la vida real, la historia de...
En 1980, Alan Parker estrenaba su tercer largometraje como director. Fama contaba las vivencias de un grupo de estudiantes de la New York City High School for the Performing Arts. Cada uno tenía su característica. Coco (Irene Cara, interprete del tema central del film, que le valió un Oscar) ambicionaba con convertirse en una estrella de la canción; el moderno tecladista Bruno (Lee Curreri) se la pasaba discutiendo con el más clásico profesor Mr. Shorofsky (Albert Hague), Leroy (Gene Anthony Ray) canalizaba toda su bronca en la danza... Fama no sólo fue exitosa y estuvo nominada a seis Premios de la Academia (de los que ganó dos por la banda sonora y por el tema ya mencionado), sino que devino en fenómeno cultural. Hasta dio lugar a una serie de televisión que duró seis años. Como hoy en día todo se hace remake, ahora tenemos una nueva versión. No es exactamente un refrito, sino una reinvención parcial de aquella gema. Parcial porque, si bien los personajes son otros y la acción transcurre en la actualidad, las situaciones son bastante similares a la de la original. Como si a aquellos inolvidables personajes sólo les hubieran cambiado el nombre. De aquella vez sólo regresa la coreógrafa Debbie Allen. En el pasado quedó inmortalizada como la profesora de danza Lydia Grant. Ahora es Angela Sims, la rectora del instituto. Ahora en el cuerpo docente están Charles S. Dutton (Drama), Bebe Neuwirth (Danza), Megan Mullally (Canto), Kelsey Grammer (Música). Un interesante plantel de actores de reparto, lástima que esté muy poco aprovechado por parte del director y del guión. En cuanto al tono, la de Alan Parker se caracterizó por el uso de lenguaje fuerte y desnudos, lo que la convertía en algo más complejo y adulto que la típica historia de jóvenes deseosos por triunfar en el mundo del espectáculo. Por este motivo, el director inglés debió filmar en tres colegios distinto, ya que en la locación original no se lo permitieron. La nueva Fama pretende capturara eso, y de a ratos lo logra (expulsiones, acoso sexual, un intento de suicidio), pero no se arriesga tanto como la anterior. Fama versión 2010 no termina siendo High School Musical, pero tampoco tiene esa magia que hizo única a la de 1980. Igual, fue un buen intento. Me despido con este hermoso momento de aquella obra maestra.
Nuevos aires para un clásico La nueva versión de Fama está estructurada en los cuatro años que atraviesa un grupo de bailarines, cantantes y artistas en el estricto Conservatorio de Artes Escénicas. La película, bien aggiornada a los ritmos y los sueños de los jóvenes estudiantes en los tiempos que corren, tiene la desventaja que todo fue visto en diversos realities de la pantalla chica y en films como A Chorus Line. Sin embargo, el resultado es estimulante: en lo musical, con los ritmos del “hip hop” y la música tecno; en las vertiginosas coreografías y en los conflictos (reales) que plantea: la chica que quiere cantar y tiene la negativa de sus padres; el joven con deseos de convertirse en cineasta; el muchacho que se calza las zapatillas de baile y se entera que nunca llegará a ser un buen bailarín o el que se enamora de una compañera que se deja deslumbrar por la "fama" de otros. Todo forma parte del mundo de los artistas y la película lo refleja con ritmo, emoción y buena música. De la vieja camada de Fama de los años 80, aparece Debbie Allen, ahora como la rectora del lugar y desfilan también Kelsey Grammer (de la serie Frasier) como el maestro de música y Charles D. Dutton, como el profesor de teatro. Una competencia para llegar a ser los mejores en un mundo complicado y altamente competitivo, en el que no todos tienen las mismas oportunidades. Si a esto se le suma la cuota de romance y los conflictos familiares, el escenario está listo para que cada uno le saque brillo como mejor pueda. La música fue compuesta para el nuevo contexto en el que transcurre la acción y se añadieron seis nuevas canciones compuestas por The Matrix, grupo responsable de los mayores éxitos de cantantes como Cristina Aguilera, Hilary Duff, Avril Lavigne y Britney Spears, entre otros. Fama volvió y, si bien los chicos no cantan ni bailan en las calles como en la versión de Alan Parker, entrega lo que promete: un mundo donde las ilusiones son puestas en juego.
El precio del éxito (devaluado) Debatiéndose entre ser una remake o una secuela del film que en 1980 dirigiera Alan Parker, Fama (Fame, 2009) es toda una franquicia en el género musical. Conjugando el estilo de la serie televisiva y algo de la fábula que relataba el film original, la historia transcurre en nuestros días con personajes y situaciones totalmente novedosas y renovadas, con lo cual el tópico de remake puede llegar a resultar confuso o desacertado. Esta adaptación cuenta las vivencias de un grupo de jóvenes que estudian en la Escuela Superior de Artes Escénicas de Nueva York, quienes compiten para poder triunfar en el mundo del espectáculo. Allí conocerán el romance y la amistad mientras intentan superarse a si mismos y alcanzar la gloria personal. En el film de 1980 lo preponderante a nivel narrativo eran los problemas personales de los protagonistas y sus duras realidades familiares, como pueda ser la oposición de sus padres. Este factor se erigía como la columna vertebral a través de la cual se estructuraba un relato destinado a ser un drama social que estudiaba la psicología de estos jóvenes en búsqueda de un sueño. El éxito del film de Parker también propensó una famosa serie televisiva con la que se identificó una generación entera de jóvenes. La serie, con un acercamiento bastante mas light para la época, se inclinaba por una visión endulzada y extremadamente correcta. Ésta suerte de remake con guiños al film original aunque de un modo mas liviano en su tratamiento, se parece más a la serie, pero la intrascendencia que la reviste deja ver a las claras un producto sin carisma, donde las deslumbrantes coreografías de música y baile no alcanzan para disimular la apatía que despiertan sus personajes. El film intenta transmitir los dilemas a los que se enfrentan estos jóvenes al querer para sus vidas alcanzar un sueño, con todo lo riesgoso que esto puede tornarse: autoestima, miedos, egos y fracasos son retratados sin demasiado acierto. Los personajes transitan por el film de forma dispersa, mientras que las acciones que los ven protagonizar se fragmentan sin una continuidad que genere la mínima atención. El resultado es un mosaico social difuso, poco profundo, en donde nada de lo relatado logra un esbozo más o menos pensante respecto a la vocación y al talento natural como valores a explotar entre los más jóvenes. En Fama -la original- había un desafío anárquico hacia la vida, una rebeldía interior con deseos de hacerse oír, aquí todo es ingenuidad y precipitación. Si el film original era un heredero de los musicales trasgresores de Bob Fosse, este se acerca más de forma banal a High School Musical. Una pena.
Todos por un sueño La remake del filme de Alan Parker se acerca a la estética de los realities. Treinta años atrás, la película Fama, de Alan Parker, se convirtió en un modelo que hoy es imitado hasta el hartazgo, especialmente en televisión, a través de decenas de reality shows en los que el talento de algún joven y/o adolescente, mezclado con su historia familiar, forma parte de una narrativa inacabable. Si bien el modelo "backstage" es un clásico hollywoodense muy anterior (de los musicales de los años '30), Fama puso en primer plano la idea de la "escuela de artistas" como lugar en el que jóvenes con distintos talentos (músicos, actores, bailarines, etc.) se reúnen y combinan el aprendizaje en sus respectivas artes con lo que llamaríamos "lecciones de vida". Y esa popularidad del subgénero hace que poco y nada de lo original que podía haber en aquella película sobreviva hoy. Esta remake cruza escenas y situaciones de ese filme, pero se siente más como una mezcla de High School Musical con incontables realities tipo American Idol, X Factor o los locales Operación triunfo y Talento argentino, por citar sólo algunos. Además, claro, de la explosión de MTV y los videoclips (que cuando Parker hizo su Fama estaban en pañales), lo que transforma a esta remake, por lo menos, en redundante. Una primera media hora se sostiene gracias a cierto ritmo, los primeros cruces entre los personajes (una bailarina talentosa pero fría, un actor demasiado intenso, una actriz muy tímida, una pianista clásica frustrada, un cineasta, y así.) y los números musicales "improvisados" que surgen en medio de la escuela. Pero al rato, cuando el filme pasa (rápidamente, de año a año) a los conflictos entre los personajes y de cada uno de ellos con su familia, el asunto empieza a derrapar sin remedio, tomando como modelo más esos filmes musicales de los años '50 que siempre terminaban con un padre aceptando, entre gruñidos, pero "moviendo la patita", que su hijo/a adolescente "rebelde" tiene algún talento. Musicalmente el filme es casi nulo -más allá de algún momento pasable- y los personajes no salen nunca del trazo grueso. Una remake innecesaria, como tantas. Y en breve se viene Footloose, y así. Todo se recicla.
Una mediocre remake de un famoso musical Versión de Fama que hace extrañar a la de Alan Parker Casi tres décadas después de la versión original dirigida por Alan Parker (y que luego derivó en una también popular serie de televisión), llega esta mediocre remake, que no alcanza jamás la intensidad de aquella primera entrega ni tampoco sintoniza con la sensibilidad de la generación High School Musical . No funciona, por lo tanto, ni como experiencia nostálgica para los adultos ni como espejo o forma de identificación para los adolescentes. El joven coreógrafo y director de videoclips Kevin Tancharoen debuta en el largometraje con este producto que reitera a grandes rasgos la estructura (dividida en los cuatro años de formación en la High School of Performing Arts de Nueva York) y hasta algunos pasajes centrales del film de 1980. Si bien hay un cuidado tan propio de la corrección política (y también del marketing) a la hora de repartir los personajes entre exponentes de diversas clases sociales y orígenes, esta Fama versión 2009 -más allá de retratar las inseguridades de todo aspirante a artista o de describir a grandes rasgos algunos choques de los muchachos con padres que no los comprenden- no aborda ninguno de los problemas reales que hoy afectan a la escuela secundaria en todas partes del mundo: problemas de aprendizaje, falta de oportunidades, explosiones de violencia, rivalidades, consumo de drogas y un largo etcétera. Como en la original, hay un intento de suicidio, algún enfrentamiento de clase (una rubia de clase alta que abandona a su novio latino cuando consigue un contrato para una compañía de danza profesional), cierta historia con elementos sórdidos que tiene como protagonista a un agobiado rapero afroamericano de vida traumática, pero queda muy claro que esta nueva Fama es algo así como una versión "pasteurizada", desprovista de todo conflicto más o menos inquietante, cuya prioridad pasa por mostrar el talento para la música, el baile, la actuación y el cine de los jóvenes artistas. Y aquí tampoco la cosa funciona del todo bien: más allá de la energía desbordante, del colorido y del vértigo de los números musicales, el resultado es demasiado grandilocuente y artificial, con un montaje taquicárdico propio del (viejo) videoclip que no ayuda al disfrute en toda su dimensión. La edición final deja la sensación de que hubo muchas escenas filmadas y que luego fueron cortadas, ya que por momentos la narración no fluye y varias subtramas quedan desdibujadas o se resuelven de manera apurada o parcial.
¿La fama cuesta? Esta no vale nada El director Alan Parker presentó "Fama" en 1980. No es que fuera un gran filme, nada que cinematograficamente merezca un lugar especial en la historia, pero sí fue una cinta bisagra, de esas que marcan un tiempo, abren el camino para un estilo que será imitado, plantea un tema que será visitado por otros de diferente manera. El suceso fue tal que un par de años después se produjo una serie televisiva con gran parte del elenco original. Es la historia de un grupo de jóvenes que aspira a ingresar a una exigente escuela de arte, donde sus exámenes de ingreso y sus años de estudio eran mostrados por Parker con bien administradas dosis de realismo y lirismo. En aquella primera versión la dirección y el montaje apuntaban a provocar emociones, desde situaciones dramáticas, algo sórdidas, hasta las más ramplonas, vibrantes y musicales. La versión 2009 no tiene nada de eso. Es más bien una especie de largo comercial de gasesosa, con planos bien definidos de una marca incluidos, actores sin carisma que exhiben un nivel de actuación que no califica ni para un capítulo de "Casi Ángeles" y un director que abusa de la cámara en mano en plan documental, sin alcanzar jamás algo parecido a un climax. Ni siquiera la canción que inmortalizara Irene Cara se salva de ser destruida con una nueva producción que le agrega ritmo hip hopero como si eso mejorara el original.
Lo que cuesta es entender el regreso Lo primero es la nostalgia, los primeros ochenta, Irene Cara y toda la troupe saltando sobre los taxis en Nueva York. Alan Parker en su faceta de artesano divertido vendía la idea de que la fama costaba y había un lugar para comenzar a pagarla. La propuesta era tan completa –juventud, alegría, talento, esfuerzo, obstáculos– que pasó a programa de tevé (los domingos a la noche en la Argentina), comedia musical y hasta reality show. Veinte años después, todo lo que en el original sonaba como irreverente y divertido acá suena a forzado y bastardo. La decisión de seguir a un grupo de estudiantes durante los cuatro años del curso en la High School Musical & Art Perfoming de Nueva York es el primero de los errores que comete el director primerizo surgido de un casting –hicieron un casting para elegir director, no hay error–, el bailarín y videasta Kevin Tancharoen. Así, la película se divide en cuatro partes –un año cada una– en las que se intenta contar qué les pasa a cada uno de los estudiantes. Resultado: ninguna historia tiene más de tres minutos, nada se desarrolla y sólo aparecen esbozos de lo que podría haber sido: los que no se adaptan, los que esperaban otra cosa, los que se mueren por sobresalir, los que no les da. Es increíble, además, el nivel de pacatería que maneja el film. No es prejuicio pensar que en un ambiente bohemio los estudiantes se darían más libertad que aquí, donde un simple beso ocasiona más problemas que en Patito feo. El otro gran problema que presenta una película sobre “nuevos talentos” es que ninguno de ellos descuella en baile, canto o actuación. Los números musicales –¡los números musicales!– son aburridos; la coreografía es, con suerte, la de un Bailando por un sueño argentino y la puesta en escena de esos números es prácticamente nula. La pobre directora de la escuela original, la de “aquí comienzan a pagarlo”, Debbie Allen, es una caricatura de sí misma, y las dos canciones fuertes del original, “Fama” y “Estoy aquí sola” sufren nuevas versiones, pero tan desangeladas que casi pasan inadvertidas. Si veinte años no es nada, ¿para qué la filmaron otra vez?
Curioso, normalmente cuando una película se trata acerca de la pasión que un personaje tiene por hacer algo, el film contagia al espectador por ese algo, la vive en cada fotograma, sus triunfos y sus derrotas son, inevitablemente, tambien las del espectador. No obstante, hay algunas excepciones, la más reciente, Fama. Lejos del nivel de la versión original de Parker, lejos incluso de la serie televisiva, esta especie de refrito sobre algo que ya vimos un millón de veces (recordemos que los ochenta estuvieron inundados de películas de este estilo y luego existió una nueva ola de la mano de Disney gracias a High School Musical) se queda a mitad de camino en todo sentido. No logra conectar al espectador con los personajes, por un lado porque son demasiados, segundo porque el guión no es el fuerte de la película, tercero las actuaciones son bastante flojas, y cuarto, el desgaste de conocerse de memoria lo que va a suceder. De todos modos, valga la pena aclararlo, el problema no es el género, pero es un poco molesto ver la dedicación que tienen las secuencias de baile, tanto por la coreografía como el montaje y la fotografía, y luego ver como descuidaron todo lo demás. Dentro de lo positivo hay que destacar que si, las secuencias de baile estan bien, he de aclarar que lo mio es el cine y de danza no se demasiado, pero estéticamente resultan interesantes, hay variedad de estilos y estan, en su mayoría, bien filmadas. Por el otro Kay Panabaker está adorable y Naturi Naughton cumple con el que tal vez sea el personaje más complejo de la película. Los profesores cumplen todos, y logran aportarle un poco de la faltante intensidad dramática de los actores más jovenes, sin embargo dada su poca relevancia dramática y apenas contadas apariciones, cuesta resaltarlo como algo positivo. He de decir, para ir cerrando, que con un poco más de cuidado y trabajo, pudo haber sido una pelicula interesante, tal vez una digna versión actualizada de la original, pero no lo lográ, ambiciona como los personajes, y como uno de ellos, se da cuenta que no tiene lo que se necesita para triunfar. Se queda en el intento, en la nada, y proximamente en el olvido.
Filosofía barata y artistas de plástico Fama, el film original de 1980, fue un éxito rotundo cuya estela produjo una también exitosa serie de televisión, una vendedora banda de sonido, y un musical que conoció varios reestrenos. Alan Parker, su director, es un especialista en films musicales. Ya venia de hacer Bugsy Malone y posteriormente realizaría Pink Floyd the Wall, The Commintments y Evita. Parker tuvo éxitos y fracasos, films logrados y otros que no, y nunca fue un favorito de la crítica. Se le han achacado muchas cosas, entre ellas su estética publicitaria (su origen, de hecho, era la publicidad), pero si hay algo que reconocerle es su capacidad para hacer creíbles situaciones y personajes aun dentro del más puro artificio, lograr que uno sienta cercanos a esos protagonistas y a que uno le importe lo que les pasa. Y también el merito de no haber tenido miedo (por lo menos en su primera etapa) a situaciones adultas y momentos duros, baste recordar la aspereza de algunos pasajes de Expreso de medianoche o ciertas imágenes escabrosas de The Wall. Y en aquel Fama versión ‘80, bastante de ello se apreciaba. Eso no sucede en absoluto en esta remake pasteurizada donde la impostura es indisimulable, la falsedad evidente y la chatura irremontable. Fama versión 09 retoma la estructura de su predecesora escalonando el relato de un grupo de estudiantes de una escuela de artes escénicas de Nueva York en audiciones, años de cursada y graduación, y recrea varias de sus escenas más recordadas como las audiciones de la primera parte que servían para presentar a los personajes o la famosa escena del baile en salón comedor. Los personajes son y no son los mismos, inspirados e identificables con aquellos, sus historias varían en gran parte, sus nombres son cambiados y sobre todo se los despoja de casi toda su densidad. Y esa es la constante de esta reversión. El film de Parker apostaba a mostrar entre los momentos de más brillo otros más oscuros como la violación de la hermana de uno de los estudiantes (que no se mostraba pero se anticipaba de un modo bastante ominoso) y verdaderos conflictos como la discriminación racial y de clase o como la represión y las dudas sobre su propia sexualidad. Aquí los conflictos no pasan de peleas con los padres que quieren direccionar la carrera artística de sus hijos, encuentros con inescrupulosos que se aprovechan de las ilusiones o problemas de timidez y dificultades para soltarse. El único personaje que tiene una historia más sórdida, como la muerte de su hermana menor en un tiroteo (años atrás), simplemente expone el tema en clase en una escena de muy poca intensidad. Se podría que se trata de una actualización, pero esta lo es solo en los términos de aggiornar la historia a la escena musical de hoy. Aggiornar en términos de lo que la industria musical quiere vender, o sea hip hop, RnB y pop plastificado de artistas prefabricados. El director Kevin Tanchaoren, también tiene una historia en los musicales, donde su currículum más notable se compone de realitys para MTV, conciertos de Britney Spears y programas sobre las Pussycat Dolls, así que imagínense por donde pasa la cosa. Si en este verdadero retroceso no queda más que superficialidad, no por eso se privan de sembrar todo el film con frases presuntamente trascendentes de los profesores, que parecen inspiradas en realitys como American Idol o suenan a manual de autoayuda, y que contienen la mayoría de los lugares comunes del aspirante a artista: no renunciar a los sueños, entregarse por entero, creer en uno mismo, y un largo etcétera, resultando en un hibrido a la manera de un musical de Disney con aspiraciones.
Volvé Alan Parker, te perdonamos... Resulta imposible no relacionar a Fama –tanto la película de 1980 como la serie derivada de la misma que se realizara entre 1982 y 1987- con un contexto histórico muy específico. El filme del ya por aquel entonces famoso Alan Parker había llegado para quedarse con su devastadora energía juvenil de la mano de un excelente plantel de actores (no sólo los más jóvenes sino también algunos veteranos como el ya fallecido Albert Hague). El guionista Christopher Gore había dado en la tecla al poner al descubierto todos los sueños, esperanzas, alegrías y tristezas de esos aspirantes a actores, bailarines y músicos que integraban el selecto New York City High School for the Performing Arts. La vida bohemia que uno podía anticipar en ese grupo de locos lindos durante los años 80 pegaría un giro dramático tremendo con el advenimiento del SIDA que le costaría la existencia al mismísimo Gore en 1988, y que generaría por su temática el musical Rent varios años después (aunque en verdad se trata de una versión moderna de La Bohème de Giacomo Puccini). Es indudable que las impresiones juveniles son las más duraderas: uno puede recordar montones de títulos que dejaron una huella por aquella época más allá de si el tiempo los destronó o no del sitial de honor en el que los colocamos. La nostalgia opera como si tuviera una mente propia y con la franquicia Fama esto se vuelve patente una vez más, dado que no se trata ni del mejor de los trabajos de Parker ni de la más brillante de las series de televisión. Simplemente fueron productos de una era altamente eficaces que con sus singularidades supieron conectarse con las necesidades del público. Los personajes principales y las canciones de Michael Gore –con especial lucimiento para el pegadizo tema homónimo ganador del Oscar y la balada también nominada "Out Here on My Own"- le proveyeron la identidad indispensable hasta gradualmente convertirse en objeto de culto. Fiel a sus preceptos Hollywood vuelve a reciclar viejas ideas para impactar en las generaciones contemporáneas con una Fama aggiornada al estilo MTv que no hará mella al compararla con la de 1980 por su escaso rigor para plantear los conflictos y desarrollarlos como se debe. La velocidad es aquí el enemigo público número 1 de un guión previsible y por demás deshilachado. El director debutante, Kevin Tancharoen, es un joven de apenas 25 años que viene trabajando para la industria desde adolescente como bailarín, coreográfo y productor/realizador de TV (DanceLife, 2007). La adaptación de Allison Burnett y la puesta en escena de Tancharoen han priorizado el ritmo por sobre cualquier otra cosa banalizando de esta forma la problemática adolescente que tan bien logró canalizar Parker en su momento. Si los números musicales compensaran en parte la pérdida de densidad dramática estaríamos hablando de un musical light en la senda de una High School Musical pero en esta obra lamentablemente no hay ni una escena memorable. Sí, ni una sola... Uno de los errores más evidentes del guión es no haber logrado darle consistencia y autonomía a cada período lectivo de los alumnos. En cuestión de minutos pasamos de las audiciones al “Freshman Year" (1er. año), "Sophomore Year" (2º año), "Junior Year" (3er. año) y "Senior Year" (último año) sin lograr hacer una descripción válida entre ellos. Las mismas limitaciones corren para los personajes de Jenny (Kay Panabaker), Marco (Asher Book), Denise (Naturi Naughton), Victor (Walter Perez), Malik (Collins Pennie), Alice (Kherington Payne), Neil (Paul Iacono), Kevin (Paul McGill) y Joy (Anna Maria Perez de Tagle). Los actores aportan su frescura, calidad (Payne es una excelente bailarina y Book y Naughton dos cantantes consumados) y buenos recursos expresivos pero los estereotipos que construyó Allison Burnett nos les permite levantar vuelo ni siquiera en sus pequeños instantes de lucimiento personal. Del elenco original sólo repite una desconocida –por lo obesa- Debbie Allen quien encarnara a la profesora de danza Lydia en el filme y la serie de los 80, mientras que ahora interpreta a la directora del colegio. La esbelta imagen de Allen de hace tres décadas y la decadencia física que revela en la actualidad no denota solamente el despiadado transcurrir del tiempo: he aquí una metáfora perfecta que se puede hacer extensible a un musical que nunca debería haberse revisitado (no así, al menos). La voracidad comercial de Hollywood lo hizo otra vez... ¿hasta cuándo?
Atacar en demasia a Fama sería meterse con una película inofensiva que se deshace por su propia ineptitud. ¿Cómo hacer interesante en estos tiempos de proliferación de reality shows televisivos sobre talentos artísticos una película que, precisamente, habla de cómo se construye ese talento a partir del trabajo y la educación? Cuando Fama se estrenó, a comienzos de los 80, el film podía ser más o menos interesante -confieso que no vi el original-, pero es indudable que había en esos pasillos de la New York Academy of Performing Arts algo interesante y que generaba curiosidad. Partiendo de un pésimo guión y una dirección indecorosa, nada de eso ocurre con esta pálida remake. La historia es sabida: cuatro años en la vida de un grupo de estudiantes de baile, actuación y música. Sus frustraciones, sus triunfos, sus broncas, sus miedos, sus represiones, sus luchas. Nada de eso estaría mal, por más que se haya visto cientos de veces, si el director Kevin Tancharoen se hubiera preocupado, al menos, por construir un personaje atractivo. Apenas algunos diálogos puestos en boca de los profesores sobre que al talento hay que acompañarlo con esfuerzo resultan acertados. Lo que hay son una serie de lugares comunes y clichés hechos personas. El cliché puede funcionar en otro género. Pero aquí, donde se reclama algo de humanidad para poder comprometerse con esos personajes que atraviesan una dura etapa de aprendizaje, es imposible de sostener. Lo peor de esta película, más allá de ser mala, es que básicamente lo que pasa frente a nuestros ojos no nos importa. Y, para aumentar el fracaso, lo terrible es que estamos hablando de un grupo de jóvenes artistas que tienen que comenzar a recorrer su camino. Fama falla en todos los estamentos donde intenta hacer pie. Las historias de vida de sus personajes no pasan de la etapa embrionaria, el montaje es espantoso, impidiendo tanto que los conflictos se construyan como que las coreografías puedan ser disfrutadas, las canciones son insustanciales y su puesta en escena se parece a las acartonadas producciones musicales de la ceremonia del Oscar. El film es solemne y, para peor, solemne en su propio vacío. Hablar además del conservadurismo con el que son retratadas algunas relaciones sentimentales en el film sería meterse demasiado con una película inofensiva que se deshace por su propia ineptitud. La anécdota del final sobre la llegada a la cima, la libertad del artista y la eternidad del talento se derrumba por la ineficacia de la propia propuesta: si gente tan talentosa apenas pudo lograr este film tan deshilachado estamos fritos. Si el futuro del espectáculo es lo que muestra Tancharoen podríamos predecir, ya mismo, la muerte de todas las artes.
Fame School Musical Si antes de ver la película crees que hacer una remake de Fama no aporta nada, tenés razón: no sólo no aporta nada sino que es una versión rebajada, infantil e ingenua que sorprende por resultar, con una diferencia de casi 30 años, en un material cargado de un moralismo en la construcción de la imagen que denota lo mucho que se ha vulnerado al espectador juvenil. Con todo lo que uno pueda pensar sobre el film Fama de Alan Parker, esta versión no deja de parecerse a un esbozo primario de videoclips insertos dentro de un film sin sustrato ni profundidad alguna. Por decirlo de alguna manera, la diferencia entre Fama y esta versión del 2009 es que la de 1980 tenía un director mientras que la que nos ocupa es digna de un aprendiz, con errores groseros de guión, montaje y, por supuesto, dirección. Y, para colmo de problemas, es una película que no sabe a qué espectador apunta: ¿Es el de High School Musical y tantos reality shows norteamericanos, o es el que procura entender que subyace detrás de la vida en un conservatorio?, ¿tiene un enfoque donde prima lo musical o el subtexto dramático? Podemos responder una pregunta, está dentro de la categoría PG-13, por lo tanto apuntaba al público de HSM. Mala suerte para los chicos que se convencieron de lo mismo. La reseña hubiera finalizado en el primer párrafo de no ser que todavía hay cosas que decir sobre este film fallido. Advertir que el target era el de HSM no es arbitrario, la narración visual de Fama 2009 contiene la estética formal de un videoclip sin demasiado vuelo creativo y la de los reality shows onda Operación Triunfo, por decir algún producto que ha llegado a nuestro país. Travellings en 180° y 360° absolutamente innecesarios, reencuadres con zoom constantemente, carencia de silencios que maticen un atmósfera dramática y, sobre todo, una dirección de actores tan precaria como la forma de tratar de capturar cierta belleza que envuelve algunas coreografías. Esto implica que este atributo del film queda completamente desperdiciado por Kevin Tancharoen a la hora de capturar la imagen. Continuando con el derrotero están los imposibles diálogos y la carencia de un sustrato social que ilustre a los personajes. Sabemos que tienen problemas, pero es imposible sentir empatía alguna por lo que les sucede porque el drama aparece aislado e inofensivo, la única historia que aparece medianamente profundizada es la de Denise Dupree (Nuturi Naughton), cuyos padres insisten en imponerle una visión artística que dista de serle productiva. Pero la resolución de esta historia es risible con un ojo y una porquería con los dos. El resto es un montaje coral paupérrimo sin conexión alguna que pretende imitar al film original manteniendo la continuidad de la música como un enlace asincrónico o directo. Pero no sólo se trata de un desastre técnico, tampoco importan demasiado las historias porque carecen del más mínimo sustrato dramático o cultural. La visión clasista del film de Alan Parker, profundizando en conflictos sociales que colisionaban dentro de un conservatorio aparecen aguados en esta versión. Son chicos que vienen de una clase trabajadora porque en algún plano vemos al padre de uno de ellos como carnicero o porque vemos a Jenny (Kay Panabaker) apresurándose para llegar a un subte. Y llegamos al punto del sexo. En serio, comparada con el film original, aquí parecen chicos castrados. O más bien, antes que los chicos, hay una castración del film. La juventud y la adolescencia que aparece en esta película son tan imposibles como los vampiros de Luna Nueva. Esto obviamente resta verosímil: no por lo que aparezca en pantalla sino por aquello que ni siquiera se implica. Para quienes quieran comparar, también está la secuencia del intento de que una de las protagonistas haga una película porno, fíjense como está hecho y verán las enormes distancias que hay entre un director como Parker y un vendedor a una franja que comprende desde los 13 años. Profundizar y golpear más es innecesario. Ni siquiera me preocupa si es un film con subtexto conservador o liberal, sencillamente esta hecho de una manera horrible con personajes como la “hispana buena onda”, el “nerd” y el “emo suicida”, además de una pareja central a lo HSM. Mejor olvidar, y que Tancharoen vuelva a dirigir a Britney Spears.
Los pecados de la Salchicha "Ser". El cine hollywoodense se ensaña en seguir haciendo "remakes", o sea retomando guiones probados de filmes que en su momento llamaron la atención del gran público. Y por más que hoy exista alrededor de cualquier producción, una mayor y mucho más costosa capacidad de promoción, suele pasar que no sirve, algo y mucho de todo esto acontece con esta versión actual del exíto de 1980. Claro aquella tenía atrás a Alan Parker, un director con talento, y sin llegar a ser una notable peli era al menos bien llevada a puerto con canciones pegadizas, o algunas coreos bastante llamativas para entonces. Hoy es distinto. Aquí no pasa nada de nada. La idea de contar en 107 minutos el correr de 4 años con un grupo de alumnos supuestamente "dotados" de cierta capacidad en danza, canción y actuación, no es muy feliz que digamos. No se ahonda en los personajes, todo es light, todo se parece a las salchichas SER que no tienen gusto a nada y que son puro envase llamativo, todo llega ahi nomás y luego se esfuma sin mayor data, algo así como tirar escenas a la marchanta, y por peor sin coreos atractivas, o canciones que puedan ser minimamente llegaderas. de las actuaciones tampoco hay mucho por decir, hay una insoportable Kay Panabaker -esos engendros del merchandising propio del canal Disney-, y el resto de los chicos aprendices en el oficio de las artes no tienen ni ángel ni atracción, salvo que resaltan cierta histeria y mamarrachismo. Al final de la peli original de los 80 -en el dia de la graduación- estaba ese tema inolvidable llamado: "I Sing The Body Electric", y uno aún recuerda como también el cuadro del baile grupal callejero con el tema principal, ni por tapas ocurrirá con esta, ya que al salir de la sala o minutos antes para cuando lleguen los créditos finales, uno habrá dado por olvidado todo. El hecho que este filme haya tenido recaudaciones muy bajas y salga rapidamente de las carteleras es ya un claro ejemplo de como viene esta versión, donde tampoco están ni Angelo, ni Coco, Bruno, ni el maestro Shorofsky o el balarín negrito Leroy. Si quieren fama busquen aquella version original, que es tan solo un clásico pero que se deja ver mucho mejor que esta vacua y gélida actual.
Las remakes cinematográficas implican al escribir el guión, si no se tiene la intención de dejar la impronta social de una época, el tener la capacidad de mantener la vigencia de todos sus personajes, y sobre todo la de las situaciones de la obra original, algo que, por lo que se ve en pantalla, le resultó difícil a la guionista Allison Burnett cuando tuvo que reescribir las historias de los jóvenes que ingresan llenos de ilusiones a las escuelas de arte estadounidenses. El guión tiene escenas que resultan algo confusas, ligeras y poco elaboradas. Seguramente, esas marcaciones escénicas fueron las que dificultaron la puesta del realizador Kevin Tancharoen para lograr un trabajo fluido y ameno además de no poder situarlo en un espacio de tiempo definido, aunque Burnett separó la trama principal en cuatro temporalidades, las que abarcan los años de estudio para facilitar la forma de mostrar la evolución de vida de los personajes, aunque éstos resultan anticuados en sus reacciones.. En el tercer milenio treinta años después de la primera versión, encontramos jóvenes con otras estructuras sociales, habituados a acceder a la ayuda psicopedagógica y con una impresionante carga de información desde la llegada de internet a los hogares, además de tener la capacidad de intercambiar ideas en forma permanente mediante los teléfonos portables (o celulares como los llamamos en la Argentina), lo que implica una forma diferente de arrastrar su propia historia y encarar lo que la vida les presenta. El realizador tuvo que dirigir a actores cuyos physique du rol están alejados de la imagen de los adolescentes, porque tienen una apariencia cercana a los treinta años de edad, quitándoles la frescura y espontaneidad de los jóvenes que todavía muy cerca de la pubertad descubren lo arduo que resulta integrarse a una sociedad que aún mantiene ciertos prejuicios respecto a la profesión de los artistas, y en proyección a todos los que deciden ganarse la vida con lo que les gusta hacer. La trama oscila entre mostrar superficialmente los conflictos personales de los alumnos y profesores o darle fuerza a los cuadros musicales, casi todos integrados a la continuidad de los sucesos. Pero la música de Mark Isham no impacta, y el espectador sólo se lleva el recuerdo de las dos canciones de la primera versión que están insertadas en esta remake. Aunque el remix de la canción “Fama” puede resultar un poco lento. Las subtramas no cerradas de esta obra cinematográfica seguramente serán con lo que los espectadores se identifiquen, sobre todo los estudiantes de artes escénicas, porque es sabido que en la vida de un artista todo comienza después que se terminó de aprender la profesión, si es que alguna vez se termina de hacerlo. Esta recreación puede resultar atractiva a quienes quieren ser famosos rápidamente y a los amantes de las obras musicales.
La fama es puro cuento Es inevitable comparar este estreno, con su versión anterior dirigida por el talentoso Alan Parker, o incluso compararla con la versión televisiva. De las comparaciones -que siempre dicen que son odiosas, pero de hecho se hacen-, la primera pregunta que surge con fuerza es: ¿era necesario hacer esto?. Con tanto reality show en búsqueda de talentos escondidos, con tantas academias prefabricadas sponsoredas por alguna empresa que quiere promocionarse aduciendo su preocupación por la "cultura", ya vemos desfilar jóvenes talentosos por todos lados. Lo que en la película original de hace 30 años era entonces una idea relativamente novedosa, ahora ya se ha visto televisivamente hasta el hartazgo. Entonces se repite como un mantra: ¿era necesario hacer esto?. Y al no poder aportar nada nuevo, el debutante Kevin Tancheroen, naufraga con "Fama" en todas sus mínimas intenciones, aplanadas además por las exitosas "High School Musical" "Camp Rock" y otros éxitos similares de la usina Disney, con un target netamente adolescente. No alcanza utilizar la franquicia del título para imponerse con una película tan impersonal como desangelada. Alan Parker tuvo la capacidad de pintarnos ese universo de falta de oportunidades, toda la problemática de una época y los espejos de una generación (con temas tan discímiles como la homosexualidad, las drogas y la incansable búsqueda de los cinco minutos de fama a cualquier precio), la alta competetitividad en este rubro y el dolor de las frustraciones. En esta nueva versión absolutamente lavada y desganada, poco y nada de esto aparece, mostrándonos a cambio un musical con más puntos de contacto a cualquiera de los de Cris Morena. Hay un puñado de historias cuyo denominador común es la Academia, mostradas poco atractivamente, sin lograr que alguna de ellas capte nuestro interés, con muy poco desarrollo dramático, sin un eje rector, por lo que se pierde fácilmente la brújula y el interés una vez pasados los primeros cuadros musicales. "Fama" versión 2009, brinda una puesta mucho más televisiva que cinematográfica, una estética más cercana al video clip para montar algunos cuadros musicales en donde no hay ni mucho ingenio ni mucha originalidad. Con un par de canciones interesantes, incluida la nueva versión de "Out here on my own" -aunque diametralmente lejana al original de Irena Cara que aún hoy pone la piel de gallina- y un destacado para la escena de Megan Mullally en el canto-bar, el resto mezcla un buen capítulo de programa de búsqueda de talentos con coreos dignas de un "Bailando por un sueño" vernáculo. Se pasean sin demasiado para decir, actores talentosos como Debbie Allen, Kelsey Grammer o una gran estrella de Broadway como Bebe Neuwirth -en este caso, increiblemente sobreactuada- acompañando gentilmente con su prescencia, a los jóvenes talentosos de turno. Después de las dos horas de película no queda mucho más que salir tarareando la nueva versión de aquella canción famosa que comenzaba diciendo "Baby, look at me, and tell me what you see...." Y qué se ve? Un musical adocenado, pero que sin embargo, entretiene.