A punto de cumplirse los diez años de la desaparición física de Roberto Fontanarrosa, dibujante, escritor y humorista gráfico rosarino, una de las figuras más destacadas de la Argentina, y figura popular sin discusión, se estrena “Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo” en su homenaje. La película surge de una propuesta de Juan Pablo Buscarini, quien impulsó este proyecto y tentó a varios directores rosarinos a sumarse a él. La idea era hacerlo adaptando historias de Fontanarrosa, sin traicionar su espíritu y conservando su magia. Gustavo Postiglione, Héctor Molina, Néstor Zapata, Hugo Grosso y Pablo Rodríguez Jáuregui aceptaron el reto. El film está compuesto por cortometrajes, cinco protagonizados por actores que en su mayoría son santafesinos, y tres cortos de animación que se van intercalando entre ellos. Los cuentos se fueron seleccionando en base a que permitían un buen despliegue visual, y eran muy buenos, pero también posibles, en cuanto a presupuesto, ya que éste era acotado a pesar de contar con el apoyo del INCAA y productoras locales. Los cortos que conforman el film son “Vidas privadas”, dirigido por Gustavo Postiglione, con las actuaciones de Julieta Cardinali, Gastón Pauls y Jean Pierre Noher; “No sé si he sido claro” dirigido por Juan Pablo Buscarini protagonizado por Dady Brieva; “El asombrado” dirigido por Héctor Molina y con las actuaciones de Darío Grandinetti, Claudio Rissi, Catherine Fulop y Mario Alarcón; “Sueño de barrio” dirigido por Néstor Zapata y protagonizado por Pablo Granados y Chiqui Abecasis y Raúl Calandra; “Elige tu propia aventura” dirigido por Hugo Grosso y protagonizado por Luis Machín y “Semblanzas deportivas” dividido en tres cortos de animación dirigidos por Pablo Rodríguez Jáuregui. Cada uno de los cortometrajes está muy bien realizado y con actuaciones impecables. Algunos son más logrados que otros. En conjunto hay un buen funcionamiento general, pero tal vez se deberían de haber ubicado en diferente orden que el que presenta la película, poniendo el más divertido y contundente que es “No sé si he sido claro” hacia el final y no al comienzo. Pablo Rodríguez Jáuregui tuvo a su cargo los tres cortos de animación. Uno que abre el film, otro que lo cierra y otro intercalado entre los demás cortometrajes. Para lo cual tomó una selección de las “Semblanzas deportivas” que Fontanarrosa dibujó y escribió para la revista Fierro y las recreo respetando su estilo en totalmente, y de una manera muy lograda. La película fue producida por Carrousel Films en coproducción con la Fundación Nueva Generación Argentina, y cuenta con el apoyo del Instituto Nacional de Ciencias y Artes Audiovisuales (INCAA), la Bolsa de Comercio de Rosario, las áreas de cultura de los gobiernos de la provincia de Santa Fe, de la Municipalidad de Rosario y capitales privados locales. Podemos decir que es un film muy bueno, cuidado, de alta calidad técnica, que nos reencuentra con un creador que supo plasmar el espíritu argentino en sus personajes e historias. Para pasarla bien y recomendar.
Ídolo con pies de barrio. Con Roberto Fontanarrosa (1944/2007) cada uno elige su propia aventura: reírse con los chistes gráficos que publicó en distintos diarios y revistas, divertirse indefinidamente con la vitalidad del uso que hacía del idioma gauchesco su personaje Inodoro Pereyra, valorar la mirada paródica que subyacía bajo la dureza de su creación Boogie el Aceitoso, adentrarse en la lectura de sus cuentos cargados de picardía y anécdotas, reconocerse en la pasión del humorista rosarino por el fútbol y su devoción por la amistad, admirar la humildad que mantuvo aún siendo una figura pública reconocida en distintas partes del mundo… O todo eso junto. Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo se interesó por sus relatos, encargando a seis realizadores rosarinos la tarea de representarlos. Lamentablemente, la decisión de que participaran sólo directores de largometrajes de ficción con estreno comercial (Julia Solomonoff, Rodrigo Grande y Fito Páez no pudieron sumarse) dejó afuera a jóvenes que han dado muestras de capacidad con sus cortos y mediometrajes: Federico Actis y Juan Francisco Zini, por ejemplo (que formaron parte de distintas ediciones de Historias breves con Los teleféricos y Los invasores, respectivamente), u otros, podrían haber aportado frescura. Con los cineastas finalmente reunidos, abordando cada uno un cuento diferente (salvo el segmento de animación, que se divide en tres), se obtuvo como resultado un producto simpático y desparejo, en buena medida ganado por un aire nostálgico. El espacio que transita el film tiene algo de geografía perdida en el recuerdo de los mayores, con antiguos clubes y casas de barrio, partidos de fútbol no mercantilizados y bares nocturnos sin sobresaltos. El rescate que el conjunto hace –deliberadamente o no– de esos elementos lo lleva a dar protagonismo a hombres de vidas grises y modestas, poniéndose de su lado con cierta compasión, sin subrayar su posible patetismo. Algo plausible, en principio, en estos tiempos de reconocimientos varios para una película como El ciudadano ilustre (2015, Duprat/Cohn), en la que personajes similares son claramente ridiculizados. La visión adoptada parece razonable: era lo que Fontanarrosa hacía. El humor del Negro no llegaba a ser verde pero tampoco era blanco, nutrido de chanzas que agregaban viveza a relatos que parecían salidos de conversaciones con amigos en la sobremesa de un asado. Esa mezcla de desparpajo y sensibilidad se advierte a lo largo de las dos horas de película, y puede decirse que allí reside su principal fortaleza. Al mismo tiempo, el excesivo respeto a los textos la conduce, por momentos, hacia un resbaladizo terreno cercano al conservadurismo. Sospechar de las intenciones de una mujer atractiva, inquietarse ante la probabilidad de enfrentarse con una travesti, hacer bromas con un hombre vestido de mujer o con la gordura de un pibe parecen resabios de una época en la que no se hablaba de bullying ni se alzaban pancartas con la expresión Ni una menos. El propio Fontanarrosa, con sus chistes, sabía reflejar estos cambios que atravesaban nuestra sociedad, y para muestra basta señalar aquél en que alguien se lamentaba en voz alta por la permanencia de prejuicios, al ver el cartel de una Academia de Danza que pedía bailarines asegurando “Absoluta reserva”. La película no se permite aggiornar la socarronería e idealización de ciertos tipos humanos que sobrevuelan algunos de los cuentos tomados, por eso provocan cierta incomodidad las alusiones a las provocaciones de la chica víctima de una supuesta violación (más allá de que se indique que la acción transcurre en 1980) o las penurias de un inocente muchacho con un pene desproporcionado (cuyo destino trae a la memoria lo que le sucedía al personaje de Gerard Depardieu en La última mujer, aunque en la película de Marco Ferreri el hecho no tenía nada de gracioso). “Ustedes bien saben cómo son los barrios, ese culto que existe por el machismo, por la cosa viril”, sostiene en un juzgado el amigo de este último, sin que nadie ponga en duda esos valores y como si la situación se desarrollara en un tiempo pretérito, sensación que acentúa al comentar que leyó una información en la revista Maribel. Respecto precisamente al trabajo de adaptación, así como hay modificaciones en Vidas privadas, de Gustavo Postiglione (que ensancha la revelación que el cuento se reserva para el final), y El asombrado, de Héctor Molina (que ubica como protagonista, con resultados discutibles, a un actor que supera en veinte años al de su personaje), en otros casos la sujeción al texto es tal que el mismo es directamente leído o narrado, por un actor o un locutor, por lo que la gracia termina dependiendo exclusivamente del original, sin elaboración posterior. Esto no implica dejar de admitir el entusiasmo que Dady Brieva pone en su monólogo y el tono más que apropiado que Miguel Franchi le da a las Semblanzas deportivas, en este caso con los reconocibles monigotes dibujados por el propio Fontanarrosa cobrando algo de movimiento por obra y gracia de Pablo Rodríguez Jáuregui. Proyecto impulsado por el productor y realizador Juan Pablo Buscarini (1962, Rosario), es precisamente su episodio No sé si he sido claro el que ostenta mayor precisión y acabado formal, en comparación con los de algunos de sus colegas, que contienen raptos de ensoñación no expresados claramente o ambientes algo indefinidos. La aspiración de Buscarini es loable y la película exhibe valores: a los ya mencionados, pueden añadirse la inalterable eficacia del joven Juan Nemirovsky más el aprovechamiento de la simpatía de Pablo Granados y Chiqui Abecasis en Sueño de barrio (Néstor Zapata), la serenidad con la que Luis Machín se hace cómplice del espectador sin pasarse de listo en Elige tu propia aventura (Hugo Grosso), el cruce de realidad y representación de Vidas privadas (las discusiones entre personajes y el teatro han interesado siempre a Postiglione), y el cariño con el que Molina plasma en El asombrado las preocupaciones de su medroso freak sin burlarse de él. Estos dos últimos se ven beneficiados con la sobriedad de Jean Pierre Noher y los disfrutables encuentros de Darío Grandinetti con Claudio Rissi. Por Fernando G. Varea
Con el mayor de los afectos Fontanarrosa, lo que se dice de un ídolo, surge de una propuesta de Juan Pablo Buscarini, quien convocó a directores rosarinos para sumarse a esta película donde se adaptan historias del dibujante, escritor y humorista. No es la primera vez que los cuentos de Fontanarrosa son llevados al cine. Tenemos antecedentes como Memoria de un wing derecho, que se transformaría en la película animada Metegol (2013), y Cuestión de principios (2009) dirigida por Rodrigo Grande. Al cumplirse diez años de su partida, llegan estos seis cuentos para rendirle homenaje y acercarnos más aún a su obra. Los relatos del humorista que se transportan a la pantalla grande son No sé si he sido claro, con la dirección de Juan Pablo Buscarini y protagonizado por Dady Brieva y Gastón Cochiarale; Vidas Privadas, realizado por Gustavo Postiglione, con Gastón Pauls, Julieta Cardinali y Jean Pierre Noher; Sueño de barrio, dirigido por Néstor Zapata y actuaciones de Pablo Granados, Chiqui Abecasis y Raúl Calandra; El Asombrado, con dirección de Héctor Molina, con Dario Grandinetti, Claudio Rissi, Catherine Fulop y Mario Alarcón; Elige tu propia aventura, realizado por Hugo Grosso y protagonizado por Luis Machín, Kate Rodriguez, Quique Pesoa e Ivana Acosta; y Semblanzas Deportivas, en versión animada con Pablo Rodríguez Jauregui en la dirección y la voz de Miguel Franchi. Si bien se encuentra una notable disparidad entre unos y otros relatos, es comprensible que sea de esa forma dado lo difícil que resulta la sinergia entre piezas con distintas tonalidades, ritmos y géneros narrativos. Y sin dudas las animaciones son las que prevalecen: las ilustraciones repartidas entre los títulos (obra de Melisa Lovera) y Semblanzas deportivas posibilitan identificarnos más con Fontanarrosa. Otro punto valioso es Miguel Franchi como actor de voces, una persona autorizada en el arte del encubrimiento detrás de varios tonos. Fontanarrosa, lo que se dice de un ídolo, es una agradable composición donde se entremezclan valiosos artistas, que va más allá del film que los reúne y nos permite buscar en esa nostalgia que sin dudas no teníamos olvidada.
Dibujante de sonrisas´ El universo de las historietas e historias de Roberto Fontanarrosa necesitaba ser plasmado en una pantalla grande, tras haberse hecho el intento hace varios años de adaptar algunos de sus cuentos a la pantalla chica por la TV pública, incluido Sueño de barrio, elegido en esta ocasión entre otros gracias a la iniciativa de Juan Pablo Buscarini y su convocatoria a otros directores para reunir en este film, compuesto por seis cortometrajes la esencia de lo que fuera la mística del dibujante rosarino, lamentablemente fallecido hace ya casi una década. Como toda propuesta de carácter colectivo, los desniveles existen. Aunque debe reconocerse que de una selección variopinta, condicionada por la puesta en escena en la pantalla grande y un presupuesto no demasiado abultado, cada una de las propuestas cuentan con algún elemento atractivo ya sea desde el apartado visual como en lo referido a las actuaciones, con rostros más que conocidos y populares, entre quienes se encuentran por ejemplo Dady Brieva, Claudio Rissi, Luis Machín, Dario Grandinetti o Julieta Cardinali por citar a los más emblemáticos. Sin olvidarnos de la presencia de Gastón Pauls o Jean Pierre Noher, ambos protagonistas junto a Cardinali de Vidas privadas, sin lugar a dudas el mejor cortometraje, dirigido por el rosarino Gustavo Postiglione. Si hay algo que destaca a este film colectivo es la riqueza de contenido y la mezcla insustituible del costumbrismo, elemento genérico que el padre de Boogie El Aceitoso (también llevado fallidamente a la animación cinematográfica hace varios años atrás) sabía desplegar en sus pequeños relatos, con excelentes remates en el tercer acto. Tampoco deja de aparecer el humor rayano con lo absurdo para generar otro tipo de vertiente, que tomó como cosmos propio el mundillo del fútbol y su folclore tradicional que en esta oportunidad llega en los segmentos animados que se intercalan entre las historias. De la idea absurda como la del hombre que no hace sombra, en la que Dario Grandinetti se apropia de un personaje escrito a su medida, a la picardía de trasladar los legendarios libros de Elige tu propia aventura en una trama que juega con las desventuras de un hombre sediento de sexo, en la piel de Luis Machín, la marca indeleble del estilo “fontanarrosesco” se aprecia y disfruta en ese derrotero tragicómico que atraviesa a todos sus personajes, queribles, nobles e inolvidables. Tan inolvidables como sus criaturas para quienes no queda otra frase que la acuñada del perro Mendieta, ladero incondicional de Inodoro Pereira: “… que lo parió”.
La vuelta de un Maestro Con un formato similar al que propuso en 2014 la nominada al Oscar Relatos Salvajes, Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo es un largometraje que en sus 113 minutos de duración compila ocho relatos basados en cuentos del mítico autor rosarino. La propuesta está a cargo de seis directores que comparten ciudad de origen con Fontanarrosa y que se repartieron las adaptaciones de los cuentos “No sé si he sido claro”, “Vidas Privadas”, “Sueño de Barrio”, “El Asombrado”, “Elige tu propia aventura” y “Semblanzas Deportivas”, esta última parte dividida en tres cortos de menor duración que, desde la animación, le dan a la película ese toque futbolero tan presente en la pluma del Negro. Siguiendo con el paralelismo con la obra de Damián Szifrón, vale decir que no hay elementos tangibles que unan a cada parte en que está dividida la obra. Ni escenarios, ni personajes compartidos, ni hechos que le den cierre a una parte para iniciar otra. Cada relato empieza y termina con un clásico fundido a negro a modo de separación aunque claro, las semejanzas, por más sutiles que sean desde algunos rasgos recurrentes o temáticas que se revisitan, terminan saliendo a la luz a partir de ese autor común que las agrupa y que tenía un estilo tan particular. Desde el género, muy fácilmente podríamos catalogar a la película como una comedia dadas las características de los personajes de todos los relatos. En mayor o menor medida, el humor dice presente a lo largo de toda la obra aunque no de la misma forma ya que podemos encontrar bromas chabacanas, momentos tragicómicos, humor sutil, chistes con doble sentido y situaciones completas en general que promueven la carcajada de distintas maneras y desde orígenes diversos. Sin embargo, una vez más, dentro de la variedad surge el vínculo. Y en este sentido esto se percibe desde el tono bien argentino, bien autóctono que se nota en todas las historias de la película, tanto en la forma de sus temáticas como por su contenido. Otro elemento recurrente, tal vez el principal, tiene que ver con algún rasgo, a veces más sutil a veces más literal, que desde el realismo mágico o la fantasía que se pega mucho a lo mundano marca la pauta de cada fragmento de la obra. Ya sea por un hombre que no proyecta sombra, una pareja que sin casi moverse está en su casa y en un escenario teatral al mismo tiempo, un personaje con un atributo físico ridículamente desmesurado, una comisaría que tiene jurisdicción sobre los sueños, un hombre que puede elegir su propia aventura o las proezas deportivas que de tan milagrosas que aparentan, se parecen a la realidad, la película navega por estas aguas que se la dan de irreales pero que desembocan en reflexiones tan aplicables a la vida que nadie puede dejar de sentirse identificado. Desde lo actoral, el elenco está a la altura en todo momento aunque cabe destacar la química que se produce entre Gastón Pauls y Julieta Cardinali en “Vidas Privadas”, la enorme naturalidad con que Dady Brieva hace reír en “No sé si he sido claro”, la sobreactuación bien entendida de Pablo Granados y Chiqui Abecasis en “Sueño de Barrio”, la seriedad casi imperturbable con la que Darío Grandinetti y Claudio Rissi protagonizan varios de los momentos más graciosos de la película en “El Asombrado”, el talento camaleónico de Luis Machín que también dice presente en “Elige tu propia aventura” o el estilo tan particular de Miguel Franchi para narrar las distintas “Semblanzas Deportivas”. Y técnicamente también hay algunas perlitas dignas de mención como las transiciones y planos secuencia de “Vidas Privadas”, los efectos visuales en las sombras de “El Asombrado” y directamente toda la estética animada de “Semblanzas Deportivas” que le da vida en más de un sentido a los dibujos del Negro Fontanarrosa. El estilo de uno de los artistas más queridos de los últimos tiempos que, siempre respetando la esencia de su obra, transportan a la pantalla los directores Juan Pablo Buscarini, Gustavo Postiglione, Néstor Zapata, Héctor Molina, Hugo Grosso y Pablo Rodríguez Jáuregui desde su rosarina heterogeneidad hacen de Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo una obra ágil, ecléctica, bien argentina y disfrutable tanto para los fanáticos del Negro como para los que lo vayan a descubrir en esta película.
Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo: Así es el barrio. De la mano de 6 directores rosarinos encabezados por Juan Pablo Buscarini (El Inventor de Juegos) esta recopilación de grandes cuentos del “Negro” le brinda un homenaje sentido y entretenido por demás a uno de los escritores más populares de nuestro país. Poco más de 10 años pasaron de la muerte de Roberto Fontanarrosa, rosarino hasta la médula, habitué del bar El Cairo y fanático de Rosario Central, el Negro tiene un sinfín de historias que podrían haber sido adaptadas para este film, hasta podríamos decir que su bibliografía amerita la creacion del Universo Cinematográfico de Fontanarrosa, pero lamentablemente nos tenemos que quedar con 6, uno para cada uno de los directores rosarinos cuyos cortos se compilan para formar este largometraje. Los elegidos son: Vidas privadas, dirigido por Gustavo Postiglione en el cual Julieta Cardinali y Gaston Pauls son una pareja en crisis. No sé si he sido claro, es dirigido por Juan Pablo Buscarini, la mente detrás de todo el film. En este cuento Dady Brieva relata en un magistral monologo el incidente ocurrido en el club del barrio. El asombrado es dirigido por Héctor Molina y protagonizado por un Darío Grandinetti con un defecto físico bastante peculiar. Sueño de barrio, de Néstor Zapata sigue la investigación de Pablo Granados y Chiqui Abecasis sobre el polémico sueño de un joven. Elige tu propia aventura, dirigido por Hugo Grosso es exactamente lo que describe el título, inspirado en los típicos cuentos infantiles, Luis Machín tendrá que decidir como terminar su noche en Brasil. Por último, Semblanzas deportivas, está compuesta por 3 cortos animados dirigidos por Pablo Rodríguez. Tal vez el título de “elige tu propia aventura” sirva mejor que ninguno para describir está película. Considerando toda la obra del rosarino, en estos segmentos hay algo para cada espectador, lo hay para quien busca misterio, romance, amistad, riqueza y miseria humana. Todo está empapado de ese ingenio característico del negro para hacer de cualquiera un personaje fascinante, ya que estos resultan familiares, en un vecino o pariente, pero siempre con esa vuelta de tuerca extra que los vuelve memorables. Este film es recomendado para cualquiera que guste de la escritura de Fontanarrosa, entretenido de principio a film, cargado con una dosis obvia de nostalgia pero a fin de cuentas una celebración del legado de un gran escritor que merece seguir siendo homenajeado para siempre.
Tras cumplirse diez años de la partida física del negro Fontanarrosa, llega a los cines esta película, compuesta e inspirada en diversos cuentos del reconocido y popular autor rosarino, en la que el espectador tendrá frente a sí un largometraje vocacionalmente gracioso. “Vocacionalmente”, porque el humor es el ingrediente fundamental que pretende sostener la película, algo que en algunos pasajes de la misma lo consigue y en otros tantos no. Se trata de seis cuentos repartidos en cinco episodios fílmicos y una animación que veremos en tres fragmentos separadas. A priori todas contienen una propuesta impregnada de cotidianeidad barrial y algún hecho particularmente desopilante que valdrá de sostén dramático. Si en la película “Relatos Salvajes”, el hilo conductor de los relatos es el perfil salvaje de los personajes, en la película “Everything You Always Wanted To Know About Sex (But Were Afraid To Ask)”, de Woody Allen es el sexo y en “Intolerance” de Griffith es la intolerancia, de existir en esta película sería solamente la magnífica imaginación de Fontanarrosa, pues no hay muchos puntos en común entre las historias más que un humor considerablemente machista, a mi entender. Entre los puntos destacables de la película, están la particular originalidad de cada uno de los relatos, en donde interactúan momentos inteligentes, naturales, bizarros y cómicos (lo más recomendable es no conocerlos y sorprenderse en el momento con cada uno de ellos). Como punto de partida, es algo más que interesante para los relatos y además algo muy identificable con las películas con las que uno suele asociar a Woody Allen. Por otro lado, sin lugar a duda, ni desperdicio, el cuento sobresaliente es aquel que protagoniza Dady Brieva: “No sé si he sido claro”. Además de las tres animaciones que componen otro punto alto de la película, pertenecientes al cuento: “Semblanzas deportivas”. Otro aspecto positivo, es que ningún cuento es lo suficientemente aburrido como para que al menos no nos riamos una vez o lleguemos a pensar en plena sala de cine “¿Cuánto faltará para que termine?”, si no que por el contrario, todos tienen algún momento cómico, amoldado a la duración final exacta. Entre los aspectos reprochables, se puede cuestionar el por qué de la elección de los cuentos que componen a la película, y en algunos casos, al elenco que los integran. Sin la más mera intención de juzgar la calidad profesional de todos los excelentes actores que trabajan, pareciera que algunos personajes no encajan con el actor designado. Por otra parte, en varios pasajes se pierde el ritmo del relato y pareciera ser responsabilidad de un montaje equivocado o una inclusión de planos y gestos que poco suman cada vez que se quiere buscar resaltarse un momento cómico. El cuento que peor adaptado está es sin duda “Sueño de barrio”, aquel donde actúa Pablo Granados y Chiqui Abecasis. En éste lamentablemente falla todo. Sobretodo si se trata de un cuento tan famoso, y al que incluso han resignificado notablemente, cambiándole nada menos que un detalle en el final del mismo. Cada evento que colabore en mantener vigente la figura de Fontanarrosa me parece excelente, como sus cuentos, dibujos, entrevistas y conferencias, y si bien la película dista muchísimo de la obra del Negro, es un loable homenaje que además regala incontables momentos de risa para pasar un buen rato.
Son seis cuentos, con seis directores diferentes. Un homenaje al humor, los delirios y la creatividad de un autor único. Quizás lo que mas brilla son sus “semblanzas deportivas” realizadas por animación por Pablo Rodríguez Jáuregui con la voz de Miguel Franchi. Pero en realidad hay para todos los gustos: En “Elige tu propia aventura” dirigida por Hugo Grosso brilla especialmente Luis Machín, siempre magnífico. Y algo parecido ocurre con “El asombrado” y el trabajo conmovedor de Darío Grandinetti, dirigido por Héctor Molina. Gustavo Postiglione cuenta con muy buenos actores para acertar con “Vidas privadas”. Menos redondas se ven “No se si he sido claro” y “Sueño de barrio”. Pero en conjunto arman una película para reencontrarse con el mundo creativo de “lo que se dice un ídolo”.
El legado del Negro “No tengo intención de trascendencia, yo quiero que la gente se ría, hacer reír, como lo hicieron conmigo Chaplin y el Negro Olmedo”, afirmaba el célebre dibujante, escritor y humorista Roberto el Negro Fontanarrosa. Varios de sus cuentos han sido trasladados a la pantalla grande, como los casos de Memoria de un wing derecho que se convirtió en Metegol (2013) , dirigida por Juan José Campanella Cuestión de principios (2009), que llegó al cine con el mismo título y contó con la dirección de Rodrigo Grande. El Negro también brindó su talento artístico a través del diseño de los personajes de los largometrajes animados Martín Fierro, la película (2007) y Boogie, el aceitoso (2009). Y diez años después de su muerte, su legado llega a los cines por medio de seis cuentos adaptados al séptimo arte que funcionan como las piezas de un rompecabezas que se ensamblan y reconstruyen las obras del ídolo popular. Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo (2017) es un largometraje constituido por seis cuentos del dibujante, escritor y humorista Roberto Fontanarrosa, adaptados y dirigidos por seis directores de cine rosarinos y representados por actores que dan vida a los entrañables personajes de las historias del Negro. No sé si he sido claro, dirigido por Juan Pablo Buscarini y protagonizado por Dady Brieva y Gastón Cochiarale; Vidas Privadas, a cargo de Gustavo Postiglione, con las actuaciones de Gastón Pauls, Julieta Cardinali y Jean Pierre Noher; Sueño de barrio, con la dirección de Néstor Zapata y las interpretaciones de Pablo Granados, Chiqui Abecasis y Raúl Calandra; El Asombrado, dirigido por Héctor Molina, con Dario Grandinetti, Claudio Rissi, Catherine Fulop y Mario Alarcón; Elige tu propia aventura, a cargo de Hugo Grosso y protagonizado por Luis Machín, Kate Rodriguez, Quique Pesoa e Ivana Acosta; y Semblanzas Deportivas presentado en formato animado con la dirección de Pablo Rodriguez Jauregui y la voz de Miguel Franchi. El largometraje funciona como un rompecabezas en el que cada relato contribuye a su construcción y armonía a lo largo de su desarrollo. Aunque todos los cuentos llevan consigo el espíritu del ídolo popular y mantienen el mismo tono de humor, se presentan diferencias en cuanto a ciertas decisiones que tienen que ver con el cómo contar cada historia. Si bien en todas hay transvisualizaciones, es decir, se plasma en imágenes lo que expresa el narrador oralmente, hay casos en los que quién cuenta los acontecimientos es un personaje, como el interpretado por Dady Brieva en No sé si he sido claro, y otros en los que se combinan los discursos de los sujetos ficticios y un narrador que está por fuera del universo en el que ocurren las acciones. Cada una de estas formas depende de la búsqueda en cada circunstancia, logrando la fluidez en el conjunto. “De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. (…) No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy muy bien por pagado cuando alguien se me acerca y me dice: “Me cagué de risa con tu libro””, opinaba el Negro. Y su búsqueda también se trasladó a la pantalla grande ya que los relatos rescatan y recrean el humor de las historias de Fontanarrosa, algunos incluso invitan a la reflexión, gracias a las precisas direcciones y destacadas actuaciones. Entre los cuentos representados sobresalen Semblanzas Deportivas, No sé si he sido claro y El Asombrado. “Sería pretencioso de mí suponer que voy a cambiar el mundo”, expresaba Roberto Fontanarrosa. Sin embargo, el Negro logró ganarse un lugar en el corazón de cada uno de los argentinos a través de sus historias. Sus cuentos logran ser llevados al cine por medio de las seis historias que componen Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo, en las que si bien hay pequeñas diferencias estilísticas y narrativas entre una y otra, logran constituir un dinámico largometraje que rinde el comprometido homenaje que el Negro merece.
¨Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo¨ es un homenaje cinematográfico que se estrena a diez años de la muerte del escritor rosarino, en manos de seis directores de esa ciudad santafesina. Cinco cuentos y las semblanzas deportivas se suceden en un conjunto de cortometrajes que, como es de esperarse, son dispares en su calidad artística. Los cuentos ¨No sé si he sido claro¨, protagonizado por Dady Brieva (dirigido por Juan Pablo Buscarini), ¨El asombrado¨, con Dario Grandinetti, Claudio Rissi y Catherine Fulop (dirigido por Héctor Molina) y ¨Elige tu propia aventura¨, con Luis Machín (Hugo Grosso) son los más destacados: el humor y las ocurrencias del ¨Negro¨ funcionan mejor, con frescura cotidiana e irrupciones a menudo brillantes. En estos dos primeros, el espectador podrá reír a carcajadas (Brieva y Rissi están desopilantes) a partir de elementos constantes de la obra de este autor. Las semblanzas deportivas -único momento animado- se destacan más por sus dibujos que por su brillantez. (También emitido por AM 910, Radio La Red y Radio Uno, FM 103.1)
Publicada en edición impresa.
Rosario siempre estuvo cerca y Fontanarrosa, también. Película episódica, con separadores animados sobre glorias pasadas del fútbol, esta película, de seis episodios, demuestra que la habilidad con la pluma del escritor sigue intacta, aún, a pesar de su transposición. Algunos de los relatos funcionan mejor que otros, pero en la totalidad del visionado, el corpus se presenta como una sólida muestra de realizadores que intentan homenajear, con grandes actores de la escena local, a un filósofo, un pensador, un ser fuera de serie que nos pintó como somos, muy a pesar nuestro. Atentos a “El Asombrado” con Darío Grandinetti y Catherine Fulop, “Vidas Privadas”, con Gaston Pauls y Julieta Cardinali y “No sé si he sido claro”, con Dady Brieva.
Encontrando el brillo en el ingenio y la sencillez. Hermoso tributo a Roberto Fontanarrosa llega a las salas de cine. A diez años de su partida se estrena este merecido homenaje, conformado por seis cortos dirigidos por seis directores rosarinos. “Semblanzas deportivas” en formato de animación -dividido en tres partes- realizado por Pablo Rodríguez Jáuregui con la voz en off de Miguel Franchi. “No sé si he sido claro” dirigido por Juan Pablo Buscarini con Dady Brieva. “Vidas Privadas” dirigido por Gustavo Postiglione con Gastón Pauls, Julieta Cardinali, Jean Pierre Noher. “Sueño de barrio” dirigido por Néstor Zapata con Pablo Granados, Chiqui Abecasis, Raúl Calandra. “El asombrado” dirigido por Héctor Molina con Darío Grandinetti, Claudio Rissi, Catherine fulop, Mario Alarcón. “Elige tu propia aventura” dirigido por Hugo Grosso con Luis Machín, Kate Rodriguez, Quique Pesoa. La narración de los cuentos, la factura técnica, el talento elegido (donde todos se lucen) el humor y la pluma del autor hacen de “Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo” un film adorable. Muy recomendable, cine nacional hecho con el corazón.
Seis realizadores rosarinos filmaron historias originales del popular autor en una irregular propuesta concebida a diez años de la desaparición del creador de Inodoro Pereyra y Boogie, el aceitoso. El 19 de julio se cumplieron 10 años de la muerte del escritor y dibujante rosarino Roberto Fontanarrosa y pocos días después se estrena este film-homenaje que ofrece cinco historias con actores y otros tres cortos animados de Pablo Rodríguez Jáuregui que están ubicados al comienzo, en el medio y al final. Las casi dos horas de relatos inspirados en creaciones originales de El Negro dejan un sabor agridulce, contradictorio. Es que a las inevitables irregularidades de este tipo de propuestas episódicas se les suman ciertas tendencias al costumbrismo ramplón y una mirada machista (cuando no directamente conservadora) heredada en muchos casos del propio autor que no le hacen demasiado favor al resultado final. Eso no quiere decir que Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo carezca por completo de valores y hallazgos. Lo mejor -pese a lo artesanal y casi minimalista de su animación- son las Semblanzas deportivas dedicadas a las desventuras del desdichado goleador de River Juan Carlos Fumetti, al rudo zaguero de Chacarita Virginio Rosa Camargo y al obeso arquero de Vélez El Chancho Volador. El fútbol siempre ha sido uno de los temas favoritos del autor y aquí Rodríguez Jáuregui logra replicar el humor absurdo de las historias de estos entrañables antihéroes. En el terreno de la ficción con actores lo más destacado es el corto No sé si he sido claro, de Juan Pablo Buscarini (que se ríe de los prejuicios, leyendas urbanas y lugares comunes masculinos ligados al tamaño del pene con un “duelo” entre un gordito y un enano en el marco de un club de barrio), mientras que los más flojos son Sueño de barrio, de Néstor Zapata (la reconstrucción de un caso “policial” en una comisaría con un sobreactuado elenco encabezado por Pablo Granados, Chiqui Abecasis y Raúl Calandra); y la algo torpe propuesta de Elige tu propia aventura, de Hugo Grosso, sobre las fantasías eróticas -y los dilemas- de un hombre gris (Luis Machín) en un bar en plena madrugada. En cambio, son bastante logrados los resultados de Vidas privadas, único acercamiento puro al drama a cargo de Gustavo Postiglione con personajes (Julieta Cardinali y Gastón Pauls) que pendulan entre dos dimensiones como el realismo puro y el artificio de la representación teatral; y El asombrado, de Héctor Molina, con un simpático duelo actoral entre Darío Grandinetti y Claudio Rissi en medio de una historia con ciertos elementos fantásticos (un hombre cuyo cuerpo no tiene sombra) y la telebasura de fondo. Más allá de los apuntados desniveles, ninguno de los relatos da vergüenza ajena y todos tienen un nivel formal de digno para arriba. Se trata, en definitiva, de un merecido y loable homenaje a Fontanarrosa concebido por artistas de la propia ciudad que lo cobijó, tanto en la cancha de Rosario Central como en las mesas del bar El Cairo. Como debía ser.
Homenaje a medias A la mayoría de los cortos de la película le falta la gracia de los cuentos. Una de las grandes habilidades de Roberto Fontanarrosa como escritor era su capacidad para captar el habla oral y llevarla al papel. Un arte tan exigente como el de trasladar un texto escrito al plano visual, una tarea cuya dificultad aumenta cuando lo que hay que poner en escena son situaciones humorísticas o absurdas. Porque muchas veces -como sucede con tantos cuentos de Fontanarrosa- la gracia no está tanto en la situación en sí, sino más en cómo está contada, y entonces las palabras son insustituibles. Una imagen vale más que mil palabras: a veces sí, y muchísimas veces no. Esa es la barrera contra la que se chocan la mayoría de los cortometrajes de este homenaje al autor rosarino, a diez años de su muerte. Son cinco cuentos y tres historietas llevados a la pantalla por seis directores nacidos en Rosario o vinculados de algún modo a la ciudad: Elige tu propia aventura (Hugo Grosso); Vidas privadas (Gustavo Postiglione); Sueño de barrio (Néstor Zapata); El asombrado (Héctor Molina); y No sé si he sido claro (Juan Pablo Buscarini), y animaciones a partir de tres episodios de Semblanzas deportivas, por Pablo Rodríguez Jáuregui. Estos últimos son, a la vez, los únicos sobre fútbol y los más logrados. Porque Fontanarrosa está ahí: están sus trazos y sus palabras, sin más mediación que una técnica de animación simple y las voces de algunos de los personajes. Vemos, en cuerpo y alma, al Chancho Volador, a Virginio Rosa Camargo y al Conejo Fumetti viviendo sus aventuras futbolísticas. Quedó dicho: la cuestión se complica al crear un nuevo mundo a partir de las meras palabras del autor de Uno nunca sabe. El que sale airoso es Buscarini, que eligió al narrador ideal -Dady Brieva y su tonada campechana- para su corto . En los demás, falla el tono. Postiglione dijo que Fontanarrosa siempre le pareció “anticinematográfico”: tenía razón.
A diez años de la desaparición física del genial Roberto Fontanarrosa, el “negro” para los amigos, se estrena este filme homenaje basado en cuentos y relatos de su propia autoría. Seis relatos llevados a puerto por sendos directores, el “alma matter” del proyecto Juan Pablo Buscarini deja para si “No se si he sido claro”, quien hace la traslación de un monologo a un cortometraje en el que se despliega el cuento y no lo traiciona en su esencia Muy bien realizado, en el cual sorprende la performance de Daddy Brieva como el actor principal. Continua en ese orden las “Semblanzas deportivas”, donde los reconocibles personajes dibujados por Fontanarrosa cobran vida y calor de la mano de Pablo Rodríguez Jáuregui, y pasión en la voz de Miguel Franchi. Cada director hizo uso desde su propia mirada que nunca será la del lector individual, pueden tener semejanzas, por eso la mirada de Gustavo Postiglione sobre “Vidas privadas” es demasiado personal, ese entrecruzamiento entre dos ficciones y una obra de teatro, sostenidas por una realidad posible, para nada virtual, es una jugada arriesgada de la que sale bien parado, pero pierde un poco de la fuerza dramática del texto original, tampoco nada grave. Las muy buenas actuaciones de Luis Machin y Dario Grandinetti en “Elige tu propia aventura” y “El asombrado” respectivamente, son las que le dan rienda suelta a los textos. El primero, jugado como un inofensivo perdedor por naturaleza, y el segundo, con el plus de la química que se produce entre Grandinetti y el genial Claudio Rissi. Posiblemente el menos logrado es “Sueños de Barrio”, dirigido por Néstor Zapata, sea a causa de querer sostenerse en la simpatía y empatía que genera el actor, dejando de lado la rigurosidad narrativa del autor para establecer la ironía, a diferencia de la estupidez humana, o la locura si se quiere. Fue el rosarino universal quien consiguió seducir, como muy pocos, humor de por medio y como vehiculo, con humildad y maestría, el sentimiento popular frente a las cinco cosas a las que pareciera reducirse la vida: el amor, la amistad, la pasión, la locura y la muerte. El problema que se suscita en este tipo de producciones de múltiples segmentos, cuentos, responsables, no es la perdida de unicidad, acá otorgada por el autor, sino lo desparejo entre ellos en los resultados finales. Pero vale el intento, y sobre todo la intención. A diez años de la desaparición física del genial Roberto Fontanarrosa, el “negro” para los amigos, se estrena este filme homenaje basado en cuentos y relatos de su propia autoría. Seis relatos llevados a puerto por sendos directores, el “alma matter” del proyecto Juan Pablo Buscarini deja para si “No se si he sido claro”, quien hace la traslación de un monologo a un cortometraje en el que se despliega el cuento y no lo traiciona en su esencia Muy bien realizado, en el cual sorprende la performance de Daddy Brieva como el actor principal. Continua en ese orden las “Semblanzas deportivas”, donde los reconocibles personajes dibujados por Fontanarrosa cobran vida y calor de la mano de Pablo Rodríguez Jáuregui, y pasión en la voz de Miguel Franchi. Cada director hizo uso desde su propia mirada que nunca será la del lector individual, pueden tener semejanzas, por eso la mirada de Gustavo Postiglione sobre “Vidas privadas” es demasiado personal, ese entrecruzamiento entre dos ficciones y una obra de teatro, sostenidas por una realidad posible, para nada virtual, es una jugada arriesgada de la que sale bien parado, pero pierde un poco de la fuerza dramática del texto original, tampoco nada grave. Las muy buenas actuaciones de Luis Machin y Dario Grandinetti en “Elige tu propia aventura” y “El asombrado” respectivamente, son las que le dan rienda suelta a los textos. El primero, jugado como un inofensivo perdedor por naturaleza, y el segundo, con el plus de la química que se produce entre Grandinetti y el genial Claudio Rissi. Posiblemente el menos logrado es “Sueños de Barrio”, dirigido por Néstor Zapata, sea a causa de querer sostenerse en la simpatía y empatía que genera el actor, dejando de lado la rigurosidad narrativa del autor para establecer la ironía, a diferencia de la estupidez humana, o la locura si se quiere. Fue el rosarino universal quien consiguió seducir, como muy pocos, humor de por medio y como vehiculo, con humildad y maestría, el sentimiento popular frente a las cinco cosas a las que pareciera reducirse la vida: el amor, la amistad, la pasión, la locura y la muerte. El problema que se suscita en este tipo de producciones de múltiples segmentos, cuentos, responsables, no es la perdida de unicidad, acá otorgada por el autor, sino lo desparejo entre ellos en los resultados finales. Pero vale el intento, y sobre todo la intención. A diez años de la desaparición física del genial Roberto Fontanarrosa, el “negro” para los amigos, se estrena este filme homenaje basado en cuentos y relatos de su propia autoría. Seis relatos llevados a puerto por sendos directores, el “alma matter” del proyecto Juan Pablo Buscarini deja para si “No se si he sido claro”, quien hace la traslación de un monologo a un cortometraje en el que se despliega el cuento y no lo traiciona en su esencia Muy bien realizado, en el cual sorprende la performance de Daddy Brieva como el actor principal. Continua en ese orden las “Semblanzas deportivas”, donde los reconocibles personajes dibujados por Fontanarrosa cobran vida y calor de la mano de Pablo Rodríguez Jáuregui, y pasión en la voz de Miguel Franchi. Cada director hizo uso desde su propia mirada que nunca será la del lector individual, pueden tener semejanzas, por eso la mirada de Gustavo Postiglione sobre “Vidas privadas” es demasiado personal, ese entrecruzamiento entre dos ficciones y una obra de teatro, sostenidas por una realidad posible, para nada virtual, es una jugada arriesgada de la que sale bien parado, pero pierde un poco de la fuerza dramática del texto original, tampoco nada grave. Las muy buenas actuaciones de Luis Machin y Dario Grandinetti en “Elige tu propia aventura” y “El asombrado” respectivamente, son las que le dan rienda suelta a los textos. El primero, jugado como un inofensivo perdedor por naturaleza, y el segundo, con el plus de la química que se produce entre Grandinetti y el genial Claudio Rissi. Posiblemente el menos logrado es “Sueños de Barrio”, dirigido por Néstor Zapata, sea a causa de querer sostenerse en la simpatía y empatía que genera el actor, dejando de lado la rigurosidad narrativa del autor para establecer la ironía, a diferencia de la estupidez humana, o la locura si se quiere. Fue el rosarino universal quien consiguió seducir, como muy pocos, humor de por medio y como vehiculo, con humildad y maestría, el sentimiento popular frente a las cinco cosas a las que pareciera reducirse la vida: el amor, la amistad, la pasión, la locura y la muerte. El problema que se suscita en este tipo de producciones de múltiples segmentos, cuentos, responsables, no es la perdida de unicidad, acá otorgada por el autor, sino lo desparejo entre ellos en los resultados finales. Pero vale el intento, y sobre todo la intención.
Crítica emitida por radio.
Roberto Fontanarrosa era dueño de una gran habilidad para balancear el humor con la emoción y, naturalmente, con un gran sentido crítico e irónico. Pero, por encima de todo, es un narrador que consiguió la faena de tomar lo cotidiano y volverlo una historia extraordinaria, o por lo menos algo que cuando te lo cuentan no te deja indiferente, sobre todo por la manera en que te lo cuentan. Ese estilo es el que consiguieron capturar los realizadores detrás de cada uno de los cortos que componen Fontanarrosa: lo que se dice de un ídolo. Las Partes: No sé si he sido claro: El primero de los cortos comienza con la historia de un encargado de club de barrio citado como testigo ante un tribunal. El hecho delictivo en cuestión involucra a uno de los socios del club, conocido en el barrio por tener un órgano sexual de inusual tamaño. El desarrollo narrativo del corto es remate tras remate tras remate, siempre involucrando el descomunal tamaño del miembro del socio en cuestión. Entre el ritmo fluido y el uso de los eufemismos con muy cómicos resultados, hacen que la antología empiece con el pie derecho. Mucho de esto tiene que ver con la interpretación de Dady Brieva, no solo por la manera en que entrega los diálogos sino por el lenguaje corporal que utiliza a lo largo de la narración. Vidas Privadas: Un matrimonio, compuesto por un empresario exitoso y su mujer, pelean en los confines de su departamento a raíz de una indiscreción cometida por esta última. Las complicaciones surgen cuando se suma a la discusión el dramaturgo que aparentemente está escribiendo sus vidas. Lo que le otorga comicidad a este corto es el lenguaje exageradamente formal que utilizan sus protagonistas. Los chistes funcionan de un modo directo, pero estas exageraciones elegantes del habla hacen que se revalorice el remate. Gaston Pauls, Julieta Cardinali y Jean Pierre Noher sostienen con mucha habilidad este episodio, pero si tuviésemos que contabilizar puntos, la posta se la llevan la pareja formada por los dos primeros, otorgándoles una capa extra de exageración llevando al relato a buen puerto. Sueño de Barrio : Una familia ––padre, madre y la muy atractiva hija–– van a una comisaria a realizar la reconstrucción de un delito sexual cometido hacia esta última en manos de un muchacho. ¿El problema? Dicho delito es en realidad solo una fantasía sexual ocurrida en un sueño. Este es un corto que fácilmente pudo haber caído en una excusa, ya que pasa de lo lógico a lo exagerado, y hacia el desenlace duplica la apuesta hacia lo bizarro. No obstante, lo que hace que funcione es que no pierde de vista por un solo minuto el objetivo concreto: develar que fue lo que pasó… en el sueño. Otro detalle que contribuye a su funcionamiento es la hábil actuación de Pablo Granados, toda una sorpresa. El comisario que le toca interpretar, si bien no se aleja de sus parodias en Videomatch, cuenta con suficiente carnadura para que el espectador vea al personaje que interpreta aquí en concreto y no haga asociación alguna con interpretaciones anteriores. El Asombrado : Un traductor descubre de un día para el otro que no puede proyectar sombra. Las complicaciones surgirán cuando una conductora de la televisión se entere de este problema y lo quiera convertir en una estrella. Este corto si bien parece estirar mucho una premisa peculiar, y si bien consigue risas en el tratamiento mediático que involucra al personaje, el acierto recae más en cómo trabaja la comedia respecto de las asociaciones psicológicas que tiene su condición. Desde el costado interpretativo, el humor se sostiene mucho mediante el rostro sin expresión (lo que se conoce como deadpan comedy) de Dario Grandinetti, y alcanza su potencial en las escenas que comparte con Claudio Rissi, quien da vida al psicólogo que trata al personaje. Elige tu Propia Aventura: Un hombre solitario en un bar debe elegir entre dos mujeres, sorteando en su cabeza los pros y los contras que cada conquista puede tener. Cualquiera que intentó hacer una conquista se va a sentir identificado con el protagonista de este cuento, donde hace o dice lo que sea con tal de conseguir su meta. Si bien su desarrollo no es tan efectivo en comparación a los demás cortos, sí lo es el remate de sus elecciones. La interpretación de Luis Machin es bastante efectiva a los usos del relato, sabiendo transmitir esa falsa seguridad del pseudo macho cabrío que lo es en su cabeza, pero no tanto en la realidad. Semblanzas Deportivas: Empezando, promediando y cerrando Fontanarrosa: lo que se dice un ídolo, tenemos tres cortos animados con el fútbol como universo principal. Los momentos más conmovedores de la antología los vamos a encontrar aquí, y si bien no parece tener a la comedia como prioridad, tampoco la deja de lado: una de las carcajadas más potentes puede que les salga durante uno de estos segmentos. El Todo: Si tuviera que decir un componente que une a todos los cortos, mas allá de pertenecer a un mismo autor, es que en cada uno hay -con más o menos sutileza dependiendo del corto- una necesidad muy consciente de hacer notar la puesta en escena a la hora de contar la historia, pero no sólo cinematográficamente, sino como cuando alguien le cuenta el cuento a un conocido sobre algo que le acaba de pasar. Cada uno de los cortos consigue sumergirte en una atmósfera única que solo podría existir en esa historia o en ese punto de vista; algunos se valen de recursos teatrales y otros se valen de recursos más dignos del realismo mágico. Es precisamente este detalle el que me hace decir que esta película es un acierto. Los relatos, a nivel guion, son bastante directos, mientras que las novedades y los aportes parecen venir más de la actuación y el aspecto técnico. Es el cómo aplicaron el espíritu de Fontanarrosa a estos dos aspectos, lo que hace de esta antología algo verdaderamente disfrutable. Conclusión: Fontanarrosa: lo que se dice un ídolo es una antología que se prueba no solo entretenida, sino emotiva y desternillante. Una obra que guarda un enorme respeto hacia las palabras del autor, y llega a muy buen puerto de la mano de inmersivas labores técnicas y actorales.
Fontanarrosa revive en ocho cuentos con sabor rosarino A modo de homenaje, ocho cuentos de Fontanarrosa fueron llevados al cine por un grupo de directores, artistas y técnicos de su ciudad natal. Con algunos invitados, para no pecar de localistas. El conjunto permite apreciar el buen nivel del cine rosarino, y la maravillosa capacidad que tenía el Negro para absorber cualquier forma de exposición escrita o verbal, y aprovecharla del modo más regocijante. Juan Pablo Buscarini hace "No sé si he sido claro", delicia de narración oral bien ilustrada, con Dady Brieva como el testigo que no puede ser más explícito por respeto a las damas presentes. Gustavo Postiglione, "Vidas privadas", cambiando al escritor del cuento original por un dramaturgo. Néstor Zapata, "Sueño de barrio", gozoso juego de representaciones donde la policía procede a la reconstrucción de un hecho "delictivo" propio de los enamorados (con elenco totalmente rosarino, lo que contribuye a su frescura). Héctor Molina, "El asombrado", cuento irónico del tipo tan apagado que ni sombra proyecta hasta que una mujer lo ilumina. Hugo Grosso, "Elige tu propia aventura", risueña versión para adultos con un viajero indeciso entre dos mujeres. Y al comienzo, al medio y al final, Pablo Rodríguez Jáuregui hace la fiel animación de tres "Semblanzas deportivas", esos dibujos terribles donde un viejo periodista radial desgranaba patéticas y emocionantes historias. La última es el cierre más indicado para salir del cine contento y triste a la vez, directo a la librería.
Comienza con una correcta animación de las “Semblanzas deportivas” donde nos cuenta los fracasos de un goleador, Juan Carlos Fumetti, un zaguero de Chacarita y un obeso arquero de Vélez. Continúa desarrollando varios cuentos (“No sé si he sido claro”, “Vidas privadas”, “Sueños de barrio”, “El asombrado” y “Elige tu propia aventura”) con distintos directores, contando con un gran elenco, duelos actorales, algunas historias más logradas que otras y absurdo. Te vas a divertir, pensar y emocionar. Un gran homenaje al escritor y humorista rosarino Roberto “Negro” Fontanarrosa (1944-2007).
Aldea rosarina La cartelera porteña se renueva con la película Fontanarrosa, Lo que Se Dice un Ídolo (2017). A diez años de su muerte, el director rosarino Juan Pablo Buscarini centra la génesis del proyecto en capturar y transmitir al espectador la capacidad de observación (visual y auditiva) que convirtió a Roberto Fontanarrosa en emblema de la literatura argentina. Bajo esta premisa Buscarini –El Ratón Pérez (2006), El Inventor de Juegos (2014)- invita a re(descubrir) la impronta, única e irremplazable, del humorista gráfico creador de las famosas viñetas Inodoro Pereyra y Boogie el Aceitoso que dieron origen al género literario de los relatos futboleros. Como así también, replicar su gran talento, pasión, textura y capacidad narrativa para componer personajes sólidos cuyas voces y sentimientos cobren vida en la mente del lector después de haber leído sus populares libros El Mundo ha Vivido Equivocado, No Sé si he sido Claro y Las Malas Palabras. Para ello, Buscarini reúne a cinco colegas rosarinos (entre ellos Gustavo Postiglione, Héctor Molina, Néstor Zapata, Hugo Grosso y Pablo Rodríguez Jáuregui), y bajo el lema Seis cuentos, seis directores, una película, buscan, cual efecto antología de relatos, reproducir la magia de “el Negro” con seis cortos basados en su obra literaria. Cabe recordar que Juan José Campanella fue pionero en llevar sus cuentos a la pantalla grande con Metegol (2013), basada en “Memorias de un wing derecho” donde un jugador de madera cobra vida. La estética fusiona la pasión del autor por las letras con su amor por el fútbol, y sumerge al espectador en la estética de lo popular a través de un mix de relatos ficcionados que reúnen las múltiples visiones de concepción del mundo de Fontanarrosa: su prosa, su amor por la ciencia ficción, las semblanzas deportivas, el absurdo, las charlas de café, las mujeres y el barrio como extensión de la identidad. Este formato, por momentos recuerda a Relatos Salvajes (2014), de Damián Szifrón cuando en seis episodios sus personajes cruzan la delgada línea de la violencia y pasan de civilización a barbarie. Si bien, aquí no hay un género específico, tiene cierto arraigue con la comedia negra, y el producto final reúne los relatos en un simple juego donde la literatura y el fútbol encuentran un punto común: ambos dependen de la exigencia para producir placer. De esta manera, podemos dividir las temáticas en dos bloques: Lado A, historias de barrio; lado B, la vida misma. Ambos lados forman parte del mismo cassette que refleja la particular estética de Fontanarrosa para hablar de las cinco cosas esenciales en la vida: amistad, amor, pasión, locura y muerte. En esta sintonía, cada director eligió la historia que más marcó su vida con el objetivo de reproducir desde su propia mirada la mística que les aportó. A grandes rasgos, los cortos llevan los nombres de sus cuentos. El lado A es un biopic que representa la “rosarinidad” mediante frases distintivas y los colores con que “El Negro” pinta su aldea. En esta sintonía, Buscarini dirige “No sé si he sido claro”, protagonizado por Dady Brieva, basándose en expresiones tales como “Te digo más”, “Usted no me lo va a creer”, “No sé si he sido claro”, del segundo libro de Fontanarrosa. Por el mismo sendero trasciende “Sueño de barrio”, de Zapata, con actuaciones de Pablo Granados, Chiqui Abecasis y Raúl Calandra, para retratar anécdotas peculiares que transcurren en clubes y comisarías rosarinas. Entretanto, se intercalan tres segmentos animados de “Semblanzas Deportivas”, fiel al estilo de la revista Fierro, dirigido por Rodríguez Jáuregui con la voz de Miguel Franchi. Incluye el cuento imbatible “19 de diciembre de 1971” del libro Nada del otro mundo donde se retrata el día que el equipo rosarino dirigido por Ángel Labruna le ganó 1 a 0 a Newell´s en la semifinal del torneo nacional gracias al famoso gol de palomita del jugador Aldo Pedro Poy. Es formidable la manera en que cinco minutos transmiten la mágica historieta que dio inicio al mito del Viejo Casale, un hincha empedernido, que los “canallas” consideraban amuleto y cábala para ganar los clásicos; motivo por el cual lo secuestran y llevan a la cancha hasta el día más feliz de sus vidas en que salió campeón y el viejo murió feliz de un infarto. El lado B se ancla a historias que reflejan su visión del amor. Por ejemplo, el corto “Vidas Privadas”, dirigido por Postiglione, con Gastón Pauls, Julieta Cardinali y Jean Pierre Noher, inspirados en cómo posiciona a la mujer de su último libro “El rey de la milonga” como un “fastidio” para el hombre, y viceversa en función a sus a objetivos antagónicos. Con el mismo tinte, Grosso realiza “Elige tu propia aventura”, basado en el libro El mundo ha vivido equivocado, donde evoca el mágico momento de la conquista femenina, a través del personaje interpretado por el actor rosarino Luis Machín; mientras observa desde la barra de un bar a dos mujeres (Kate Rodriguez e Ivana Acosta), se (re)pregunta a cuál de las dos acercarse, nace la típica incógnitas peyorativa “¿Y si…?”, en detrimento a las atrocidades que su mente dispara factibles de ocurrir si habla. La situación, a su vez, rememora la mítica mesa de los galanes en el bar El Cairo, donde se encontraba con amigos a charlar y se inspiraba en la gestualidad de las personas para sus personajes. Por su parte, Molina dirige “El Asombrado”, con Darío Grandinetti, para abordar las reseñas del libro El mayor de mis defectos: el complejo de Edipo y de re(conocimiento) frente al espejo. También actúan Claudio Rissi, Catherine Fulop y Mario Alarcón. Párrafo aparte para el elenco, que logra la magia buscada en una obra excepcional, llena de vida. Así, Fontanarrosa, Lo que Se Dice un Ídolo consigue su propósito: introduce al espectador en los ojos de “El Negro”, permitiendo que empatice con su universo literario (tres novelas y más de diez volúmenes de cuentos) y, sobre todo, con Rosario. Sin duda, este futbolero de alma supo captar la esencia de las bellas cosas simples en su tierra natal mediante el contacto permanente con sus calles y su gente para servirse de ellas como fuente de inspiración. Su impronta dejó un legado: un nuevo género literario que creó junto a Osvaldo Soriano en detrimento al pre-concepto de Borges y Cortázar sobre el fútbol como algo trivial. Roberto Fontanarrosa falleció a los 62 años, pero su obra sigue más latente que nunca.
SEMBLANZAS DEPORTIVAS Los tres cortos de animación dirigidos por Pablo Rodriguez Jáuregui bajo el título de Semblanzas deportivas y ubicados por separado dentro del largometraje son todo lo que vale la pena recordar de este largometraje. No es que las otras historias sean todas malas –algunas lo son- sino que son estos tres cortos los que tienen la identidad suficiente como para conmover al espectador. Lo demás es una seguidilla de cuentos adaptados sin demasiada gracia y que, en muchos casos, solo nos hacen pensar en que un texto más interesante les dio vida. Corramos un manto de piedad sobre esos cortos que van de lo irrelevante a lo malo y volvamos a Semblanzas deportivas. Jáuregui adapta el mundo de Fontanarrosa con una animación elemental, simple, idéntica a la de las historias del autor y logra con esa pureza que las historias se impongan, acompañadas por un estilo sobrio y respetuoso de su origen. Los tres protagonistas de estas semblanzas son uno héroes (o antihéroes, como se los quiera ver) tan grises como conmovedores. Desde lugares imposibles que combinan coraje, inocencia y generosidad, se imponen con sus actos y logran arrebatarle el corazón a los espectadores. Ojalá hubiera más historias así en esta película o en el cine. Con su tono inverosímil, casi fantástico, los cortos de animación son por lejos lo más humano y complejo de la película. El verdadero espíritu de Fontanarrosa y la muestra de un talento no pretencioso como el del director Pablo Rodriguez Jáuregui. Ellos deberían tener su propia película completa.
A diez años de la muerte del Negro Fontanarrosa, este homenaje del cine argentino reúne a seis directores para trasladar a imágenes seis de sus cuentos. Como en todo largo hecho de cortos, el resultado es irregular. Con puntos altos en las animaciones de sus estupendos dibujos, desopilantes en los relatos de fútbol, y menos logrados en algunos que se sienten demasiado pegados al texto. Claro que con esos textos en off, llenos de sutileza, inteligencia y esa particular capacidad del autor para capturar el habla de la calle, la película en conjunto, y más allá del homenaje oportuno, se disfruta.
La distancia de la letra a la pantalla. La película reúne cinco historias basadas en algunos de los cuentos del rosarino, en las que sendos directores se atreven al desafío de transportar a la pantalla su mística narrativa. El resultado final, como suele ocurrir en esta clase de reuniones, es desparejo. Volveré y seré película. A diez años de su muerte, la figura del Negro Roberto Fontanarrosa reapareció en la memoria colectiva, reencarnada en el cuerpo de los artículos y números especiales que los suplementos de cultura y las revistas le han dedicado. Con justicia, ahí se lo recuerda o bien como uno de los más grandes historietistas y humoristas gráficos de la rica historia de esos géneros en la Argentina, o se vuelve a reclamar por su un lugar dentro del panteón literario, espacio al que las miradas académicas o críticas le tienen prohibida la entrada. Pero parafraseando aquel enunciado de la liturgia peronista, Fontanarrosa también ha vuelto en el cine, a través de una serie de relatos adaptados al formato del cortometraje que, reunidos bajo el título de Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo, le dan forma a una película colectiva. La película incluye cinco historias basadas en algunos de los cuentos del rosarino, en las que sendos directores se atreven al desafío de transportar a la pantalla su mística narrativa. El resultado final, como suele ocurrir en esta clase de reuniones, es desparejo, con algunos de los cortos acercándose más que otros al objetivo. Vale aclarar que el cuento que da título a la película (“Lo que se dice un ídolo”, del libro de 1983 El mundo ha vivido equivocado) no se encuentra entre los adaptados. En cambio la nómina incluye a “Sueño de barrio”, dirigido por Néstor Zapata; “Vidas privadas”, por Gustavo Postiglione; “Elige tu propia aventura”, por Hugo Grosso; “El asombrado”, por Héctor Molina, y “No sé si he sido claro”, de Juan Pablo Buscarini. Además de tres piezas animadas en las que Pablo Rodríguez Jáuregui, conocido animador rosarino, le da vida a tres episodios de Semblanzas deportivas, clásica serie de historieta que parodiando el tono nostálgico de cierto periodismo deportivo rescataba las historias absurdas de deportistas olvidados. Una de las claves del éxito en este tipo de adaptaciones resulta de hallar la forma de convertir en acción los recursos literarios. A partir de ello, los trabajos que consiguen distanciarse más de dicho tono acaban siendo los más logrados cinematográficamente. Debe destacarse en primer lugar la versión de “El asombrado”, logrando poner realmente en escena la vida de ese hombre que no proyecta sombra, interpretado por Darío Grandinetti. Más o menos en el mismo nivel están “Vidas privadas”, donde un par de personajes teatrales se le van literalmente de las manos a su autor y a los actores, con buenos trabajos de Gastón Pauls, Julieta Cardinali y Jean Pierre Noher; y “No sé si he sido claro”, en el que Dady Brieva cuenta frente a un juez la historia trágica del pibe con el pito más largo del pueblo. Más lejos queda “Sueño de barrio”, cuyo tono costumbrista lo deja más cerca del sketch televisivo que del cine, siendo “Elige tu propia aventura” el que peor suerte le toca. Ahí el paso de un lenguaje a otro se convierte en un problema irresoluble que se corporiza en la voz en off omnipresente que lidera el relato, marcando su dependencia de la letra escrita.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
A 10 años de su muerte, seis directores rosarinos homenajean a Fontanarrosa. Cinco cortos actuados y varios separadores proponen un acercamiento a su obra. Concebido con la voluntad de homenajear al historietista y escritor rosarino, Fontanarrosa: lo que se dice un ídolo propone un recorte de seis piezas sobre el total de su obra cuentística, de lo que resultan cinco cortos actuados y una serie de separadores animados correspondientes a las semblanzas deportivas del autor. El mito de artista de Fontanarrosa es muy fuerte y está intensamente arraigado en nuestro cultura popular, al punto de que su icónica letra se ha transformado en una tipografía instantáneamente reconocible, el trazo de su dibujo se ha vuelto parte de nuestro paisaje simbólico y sus temas, universales (el amor de pareja, el donjuanismo, las habladurías barriales, los mitos deportivos), parecen dominios de su propiedad. El homenaje fílmico que constituye este cosido de cortos convoca su trazo como dibujante, se sirve de su inconfundible caligrafía y aborda esos temas fontanarrosescos, datos que a priori parecen indicar que la tarea está bien hecha. Eso es cierto, pero el resultado se asemeja demasiado una tarea bien hecha: los cinco cortos actuados parecen contaminados por una frialdad impropia del humor de los cuentos correspondientes, como si en cada caso se hubiera fallado ligeramente al blanco apuntado por la versión original, algo que se hace muy evidente en la sensación de vacío que producen los finales de cada historia. Fontanarrosa era un cuentacuentos virtuoso: desentendido de las teorías sobre el género, parecía obedecer al capricho de contar de la manera más cómica posible la ocurrencia que pasara por su cabeza. Quizás separar esos caprichos de su inconfundible voz narrativa y llevarlos a la pantalla sea una tarea destinada de antemano a la imposibilidad. Pero hay, además, la sensación de una falta de voluntad autoral, que quizás se deba a que cada pieza está dirigida por un realizador distinto. Y la sensación de que la producción contó con un mínimo de recursos. Luis Machín compone una versión bastante desangelada del calentón cavilador de Elige tu propia aventura (para adultos); la fantasía metaliteraria Vidas privadas pone a Julieta Cardinali y a Gastón Pauls a discutir, frente al dramaturgo que los compone, sobre las intimidades que ella ha ventilado en sus sesiones de terapia grupal; en Sueño de Barrio, Pablo Granados encarna a un comisario empeñado en reconstruir, con la familia, el imputado y sus subalternos, un sueño erótico indiscretamente chismorreado por el soñador; asfixiado por una woodyallenesca madre, Darío Grandinetti sintomatiza sus problemas mediante la falta de sombra; finalmente, Dady Brieva comparece ante un juez para contar la historia de un hombre bonachón y masculinamente superdotado que se juega más que plata en una competencia de tamaño con (sí, señores, sí) un enano. El repaso de las historias puede dar la sensación de que el filme es más divertido de lo que realmente es, aunque hay un par de decisiones verdaderamente cómicas y alguna de las sembalanzas deportivas, sostenidas en la fusión de humor y patetismo con que Fontanarrosa pensaba el deporte, tironean alguna lágrima.
A diez años ya del fallecimiento del enorme creador de Inodoro Pereyra, llega Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo, un colectivo conformado por seis cortometrajes y ocho historias, divididos en episodios sueltos dirigidos cada uno por un director rosarino diferente. El resultado logra lo ideal, pintar de cuerpo entero al homenajeado. Los films episódicos son una especie en sí mismo. Pueden tener una idea conductora a lo largo de todos los relatos, o presentar historias diferentes. Tener un solo director o conformar un trabajo conjunto. Seguir una historia general, o ser definitivamente individuales. Desde Relatos Salvajes a Historias Breves el abanico es amplio, y el cine argentino recurrió a él incontables cantidad de veces. En esta oportunidad la excusa es el autor, Roberto Fontanarrosa, el negro, el emblema de Rosario, el responsable de saber pintar nuestra idiosincrasia de barrio mejor que ninguno. Aquel que nos dejó demasiado temprano aquel 19 de julio de 2007, y ahora a diez años de aquella fecha se pretende rendirle un merecidísimo homenaje. Para eso, se convocó a seis directores, que trabajaron de manera individual en seis cortometrajes, y el resultado es Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo, presentando ocho historias. ¿Cómo son seis cortometrajes pero ocho historias? Porque uno de ellos, Semblanzas deportivas, dirigido por Pablo Rodríguez Jáuregui, se divide en tres historias presentadas como viñetas animadas separadoras entre el resto de los cortometrajes de acción real. Justamente con uno de ellos abre la película, El “conejo” Fumetti, y su disyuntiva por rendirle al equipo al que pertenece o demostrar la devoción a su padre. Los otros dos serán Virginio Rosa Camargo (el mejor de los tres) y su decisión de cometerse goles en contra para que la hinchada vitoree a su madre; y El Chancho volador, un arquero que solo cumple su función de ser obeso hasta que el destino lo llame a una gran proeza. La animación respeta el estilo historietista y los trazos simples y exagerados de la pluma de Boogie, El aceitoso. E luso de la voz en off en tercera persona de Miguel Franchi, y la casi ausencia de colores, realzan esa idea de estar leyendo las historietas originales de Semblanzas deportivas. Funcionan a la perfección como descanso entre corto de acción rea. De estos el primero es No sé si he sido claro, de Juan Pablo Buscarini, llamativamente un director acostumbrado a la animación y el relato infantil, con un Dady Brieva en su mejor forma contándole a un juez las proezas y desgracia de un personaje muy particular del barrio. El doble sentido permanente, la gracia natural de los actores, y como siempre, la chispa propia de la historia, harán de este corto el punto más alto, con una carcajada que se pisa con la siguiente. Luego, será el turno de Vidas privadas, con Gastón Puls y Julieta Cardinalli como una pareja de clase media alta, atravesando una crisis, que discute… hasta que los interrumpe el director de la obra de teatro (Jean Pierre Noher) junto a los actores que los interpretarán. Un cortometraje ideal para los climas íntimos y desprejuiciados de Gustavo Postigliane. Pasa del drama y la estructura clásica teatral, a un grotesco en el que encontraremos la marca del autor. En este episodio podremos ver que Fontanarrosa era más que un narrador de historias cotidianas, su vuelo era muy superior. Los juegos de cámara que propone Postiglione se funden como un lenguaje más dentro de la historia. Tercero, llegará Sueño de barrio, de Néstor Zapata, en el que un joven deberá rendir cuentas frente a una comisaria frente a los actos cometidos hacia una chica, en un sueño. Un episodio cerrado, casi de sketch, muy gracioso y distendido, que se potencia por la soltura de Pablo Granados y Chiqui Abecasis como esos policías consternados. El asombrado, de Héctor Molina, será otro punto alto. Dario Grandinetti se luce (como siempre) como un hombre atribulado por no poseer sombra, claro vive opacado por la sombra de su madre. Claudio Rissi como su psicólogo, y Catherine Fulop como un interés romántico y estrella televisiva interesada en el fenómeno, acompañan más que correcta ente al actor de El lado oscuro del corazón. El episodio conjuga muchísima gracia, con una profunda emotividad y ternura. Por último, Hugo Grosso presenta Elige tu propia aventura, en la cual se vale de la potente voz de Quique Pesoa para narrar un relato con la estructura típica de los libros juveniles de los cuales toma el nombre. Luis Machin es un turista argentino en un caberet de Brasil que deberá decidir si pasa la noche con una mujer de tono ejecutivo que toma unas copas en el lugar, o con la bailarina desnudista (Kate Rodriguez). La estructura referencial a los libros es perfecta, Machin es un todo terreno, y las dos mujeres resuelven sus personajes con solvencia. Sumado a una puesta sencilla pero de interesante juego de luces propuesta por Grosso, es una buena forma de dar por culminada la función. Así, Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo, trasita los caminos de la comedia, ámbito en el que más se lo conoce al rsarino, pero también descubre esa faceta futbolera, pendenciera, de dramaturgo, y de una emoción a flor de piel. Cuando en cada una de las historias, más allá del grotesco, podemos encontrar identificación, es que se logró capturar esa esencia de observador de nuestra idiosincrasia, de escritura mundano. Es difícil que en un trabajo compuesto por ocho partes no encontremos alguna falencia, y lo cierto es que si bien hay algunos que explotan mejor por su excesiva gracia (los mencionados No sé si he sido claro y El asombrado), no hay que aquí un punto débil, todos tienen algo que se destaque. Sin necesidad de una gran puesta, con una correcta elección de textos, y un elenco que acompaña, Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo, invita a descubrir un autor, y en el camino a miraros a nosotros mismos en ese espejo distorsionado de la comedia cotidiana.
A diez años de la muerte del escritor y dibujante Roberto “El negro” Fontanarrosa, seis directores le rinden homenaje a su literatura y a su humor característico para consagrarlo en la gran pantalla en Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo. La capacidad casi sobrenatural para el humor y la simplicidad de las líneas de Fontanarrosa lo vuelven irresistible para las adaptaciones en el medio audiovisual. Pero no es fácil elegir un puñado de cuentos dentro de su extensa obra. La difícil elección les tocó a los directores Juan Pablo Buscarini, Gustavo Postiglione, Héctor Molina, Néstor Zapata, Hugo Grosso y Pablo Rodríguez Jáuregui. Cada uno tuvo que adaptar un cuento y a través de sus diferentes miradas conforman un largometraje que no sólo homenajea al escritor sino también a su lugar de origen: aquel Rosario que lo vio nacer en 1944 y que nunca pudo abandonar. Los cuentos son: “No sé si he sido claro” dirigido por Buscarini donde Dady Brieva se mete en la piel de Monfrini para prestar declaración ante un juez sobre un hecho inusual dentro de un club de barrio; “Vidas Privadas” de Postiglione donde se destacan las actuaciones de Julieta Cardinali y Gastón Pauls que dan vida a un matrimonio que tiene mucho para decirse en medio de dos realidades; “El asombrado” dirigido por Molina que muestra a Darío Grandinetti frente a un problema que parece no tener solución y que busca consuelo en su psicólogo interpretado por Claudio Rissi; “Sueño de barrio” de Zapata donde aparece un sobreactuado elenco encabezado por Pablo Granados y Raúl Calandra en medio de una comisaría para reconstruir un caso que no tiene nada de policial y “Elige tu propia aventura” que dirige Grosso protagonizado por Luis Machín quien debe lidiar con una difícil elección dentro de un bar. En el medio de estos relatos aparecen los cortos animados de Pablo Rodríguez Jáuregui que recrean tres “Semblanzas Deportivas” del gran escritor que siempre supo narrar los miedos y tensiones del fútbol de una manera casi romántica. La gran virtud de las historias es que captan la esencia del habla coloquial y la capacidad que tuvo Fontanarrosa en traducirla al lenguaje escrito. El espectador se queda expectante porque quiere saber cómo termina cada historia. Y ese es su valor central: la atención que genera un relato bien contado. Su gran adaptación se debe al elenco que tiene cada uno de ellos, que lograron darle vida a esos personajes que disfrazan con simplicidad algo tan complejo como la construcción de una jerga tan directa que resuena en los oídos. Sin embargo deja un sabor amargo el humor negro que recurre siempre a las costumbres machistas de la sociedad argentina. Dentro del largometraje los roles femeninos son accesorios que cumplen sólo la función de satisfacer al sexo opuesto, no hay contenido que demuestre lo contrario.