Recital por la inclusión La serie Glee que emite la señal Fox desde el 2009 se ha convertido en un verdadero fenómeno, al punto de que varias estrellas de la música ofrecieron sus temas para que los jóvenes intérpretes los recreen. Al igual que en Justin Bieber: Never say never, queda claro que la maquinaria se pone otra vez en marcha para mostrar "como se construyen nuevos ídolos de la música". En Glee 3D el tema de la inclusión es prioritario a lo largo de los ochenta minutos de metraje y el director Kevin Tancharoen (el mismo que llevó la serie Fama a la pantalla grande) se preocupa por remarcarlo. Altos, delgados, gordos, enanos, heteros o gays (como el testimonio de un chico que cuenta que se enamoró de su compañero de colegio) pueden formar parte del show y del éxito. Y se entiende aunque no hace falta aclararlo en todo momento. El documental despliega su arsenal de cámaras para mostrar lo que sucede en el recital: buenas voces, covers, temas populares y las infaltables coreografías que llevan adelante los integrantes de The Warblers. Este recital que sigue su marcha entre gritos, público de todas las edades y explosiones de humo blanco, será sólo disfrutado por los fans de la serie, que conocen y vida obra de los actores, pero de cine tiene sabor a poco....
Lo aman y lo odian, pero nadie es indiferente a Glee. Creado por Ryan “Nip/Tuck” Murphy, Ian Brennan y Brad Falchuk, este programa de televisión nació como la contracara de High School Musical: una estudiantina con canto y baile, pero en la que los protagonistas son los losers de la escuela, o al menos los más inusuales. Nuevas Direcciones, el club Glee de la preparatoria McKingley (gracias a la serie descubrimos que hay Clubes Glee en todos los colegios estadounidenses) está compuesto por un inválido, una gorda (dos, en realidad) y un gay, entre otros. Personajes que expresan su dolor y sus deseos a través de covers de canciones famosas y de musicales de Broadway, a la vez que compiten en certámenes intercolegiales.
El perro que se muerde la cola Gran revelación catódica del último trienio, Glee pasa a la pantalla grande en Glee 3D, La Película (Glee: The 3D Concert Movie, 2011), adaptación que, lejos de limitarse a refractar el éxito y prestigio de la serie, busca la explicación y validación de su propio fenómeno. El resultado tiene, por momentos, la pestilencia de un libro de autoayuda. La información oficial asegura que Ryan Murphy declaró que la idea principal de Glee 3D, La Película es “brindar la oportunidad a todos aquellos seguidores que no pueden comprar entradas o asistir a los espectáculos, de ver y sentir la experiencia de la presentación”. Bueno, el alma mater fue por más y al retrato de un concierto le adosó presuntos testimonios reales de fanáticos que superaron los escollos de la discriminación y la baja autoestima gracias a Rachel (Lea Michele), Kurt (Chris Colfer) y compañía. Hijos dilectos del fenómeno 3D y la tecnología digital, los recitales en pantalla grande enfrentan pocos o nulos desafíos. Al fin y al cabo, la cuestión no pasa tanto por la cautivación de nuevos espectadores como por la fidelización de los fanáticos y admiradores del cantante o pseudoartista de turno. Cuesta entender, entonces, la razón ideológica y cinematográfica que impulsó a Kevin Tancharoen a alter(n)ar el espectacular –se ve un auténtico espectáculo- recital de los integrantes del coro con diversas comprobaciones del paliativo emocional que significa el programa para una audiencia habitualmente ajena al buen trato en el mundo catódico. Así, una porrista enana que asistió al baile de graduación con la estrellita del equipo local de fútbol americano, una fóbica social que encontró la armonía en las vivencias de Britney (Heather Morris) y un homosexual adolescente desfilan por la pantalla cual testimoniantes de programa religioso de la trasnoche del cable. El efecto es doble. Por un lado, se le quita ritmo y vértigo a un show impactante, con coreografías milimétricas captadas por cámaras cuyos movimientos están milisegundos por delante de la acción, permitiéndole al espectador una amplia y jugosa observación del escenario. Pero además, como si no alcanzara con comprobar que la voz de Rachel es un auténtico prodigio, parecería que los mismos ideólogos no confían en el material que tienen entre manos ni en el producto original, y necesitaran adosarle una norma de calidad que certifique su carácter imperecedero. Así, Glee 3D, La Película es como un perro que se muerde la cola, un artefacto que se vanagloria en sus condiciones en lugar de mostrarse tal cual es y dejar que el público decida. Y ellos, que irán a ver sus ídolos cantar y bailar, no necesitan que nadie les diga de qué se trata. Muchos menos la propia película.
Primero, algunos datos del fenómeno: desde su estreno en 2009, la serie televisiva Glee es uno de los grandes éxitos de la cadena Fox: ha tenido audiencias de hasta 9 millones de personas en su país, ha ganado dos Globo de Oro, ha llegado a las consolas de videojuegos más populares y hasta ha generado una serie de libros. La lógica no es nueva: programas como High School Musical , American Idol y Operación Triunfo han seguido caminos parecidos, multiplicando los negocios a su alrededor a partir de una idea simple y concreta: la ambición de ser famoso que buena parte de la gente joven, y no tanto, tiene en la era de la globalización (a propósito, la ochentosa Fama , que hizo el camino inverso -del cine a la TV-, sería algo así como la abuelita de estos nietos supermillonarios). Glee también ha generado una tipología de seguidores, los gleeks , cuya reivindicación central es el reclamo de oportunidades para todos, incluyéndolos a ellos, los raros de la clase. En torno a esa fantasía de inclusión gira Glee , y la película es puramente un artefacto celebratorio del suceso televisivo. Se trata de una serie de números musicales estereotipados, repetitivos y sumamente demagógicos que despiertan en la masa de fans reacciones parecidas a las que provoca un pastor electrónico. No se entiende muy bien por qué la película se exhibe en 3D (los números musicales están filmados de tal forma que no se aprovecha el formato), salvo por cuestiones comerciales (complicar la piratería) o puramente de "moda". Aunque los seguidores de Glee no son solamente desconocidos con hambre de popularidad -Suri, la hija de Tom Cruise y Katie Holmes, es una fan declarada, y artistas como Rihanna, que han visto crecer sus ventas en casi un 200% a partir de que sus canciones se incluyeran en el show, también han manifestado su obvia adhesión-, la película está básicamente dirigida a ellos, los que en muchos lugares del mundo -la Argentina incluida- se reúnen en clubes y acuden agrupados a las funciones. Son ellos también los que defienden a capa y espada el proyecto ante la menor crítica, aunque sea la más evidente: Glee incorpora a su encandilador universo a los que se han sentido discriminados alguna vez por diferentes razones -elecciones sexuales, discapacidades físicas, simple timidez para tratarlos sobre todo como consumidores. En ese sentido, funciona como síntesis acabada de las estrategias del capitalismo global para fabricar sueños.
Esta popular serie, que ya va por su tercera temporada gracias al trío de Ryan Murphy, Ian Brennan y Brad Falchuk y de la cual ya hablamos varias veces, llega a los cines esta semana para el disfrute de los gleeks de todo el mundo. Y el tema de Journey “Dont’ Stop believin'” convertido en un gran hit varios años después sirve de apertura para esta especie de película, que sigue una moda ya empezada por otros como Justin Bieber y U2: recrear recitales con partes documentales en la pantalla grande y, en algunos casos, con el beneficio de la utilización del 3D para que podamos sentir un poquito que estamos ahí. Porque en gran parte de estos 84 minutos podremos disfrutar de muchas de las canciones reversionadas más famosas que dieron las primeras dos temporadas de Glee sumado a que podremos ver a los chicos en el backstage (siempre manteniendo los papeles que cada uno de ellos hacen en la serie) y también nos harán conocer un poco a sus fervientes fanáticos, haciendo hincapié en la historia de tres personas; una adolescente porrista con enanismo, un homosexual que recientemente salió del clóset y una jovencita con síndrome de Asperger. La película va saltando entre estas distintas temáticas, por lo cual puede que sientas que se pierde el ritmo más veloz y alegre de sus performances cuando de repente pasan a contar la historia de alguna de estas personas que cuentan cómo sienten que, gracias a la diversidad vista en la serie, ellos pueden ser más aceptados por lo que realmente son y abrirse al mundo. Puede parecer exagerado, demasiado empalagoso o muy marketinero, pero no termina siendo muy diferente a varias de las historias que vemos todas las semanas en nuestros televisores gracias a los personajes que ya conocemos de Glee, como Kurt y Blaine (la pareja homosexual) o Artie (un adolescente paralítico). Estos temas de inclusión a los que la serie ya nos acostumbró puede que sean lo único que por momentos sobra en esta película, que se encuentra mejor ubicada en las secuencias que vemos arriba del escenario y que son gratamente mejoradas por las nuevas tecnologías, ya que el 3D, algo que en lo personal nunca me sumó mucho a la hora de elegir una película, en este caso funciona perfectamente logrando una mejor sensación a la hora de ver a “New Directions” o a los “Warblers” cantando, bailando y dando ganas de que uno mismo se pare arriba de su butaca y se ponga a levantar las manos mientras canta “Valerie” (Amy Winehouse), “Loser Like Me” (una de las canciones propias de Glee) o “Jessie's Girl” (Rick Springfield). La lista de temas es casi perfecta, reuniendo la mayoría de las canciones más populares que se utilizaron en las dos primeras temporadas pero siempre dejándote con ganas de que hagan un par de temitas más, como casi cualquier recital. Las coreografías son impecables como siempre, el vestuario y la puesta en escena nos recuerdan a nuestros capítulos favoritos de la serie, y las voces de los chicos son increíbles, mostrando una energía y una fuerza digna de cualquier banda o solista y demostrando que deben pasar horas, días y semanas practicando ya que no fallan en ningún momento, mostrando el verdadero fuerte de toda la serie: la hermosa selección de canciones, con esa gran mezcla entre temas de moda y clásicos de todas las épocas, y su forma de versionarlas. No por nada después de sólo una temporada muchos músicos les dieron el pase libre a Ryan Murphy y Cía. Para que tomen las canciones que quieran de ellos y las usen en la serie. Puede que nos haga falta la visita de algunos grandes personajes de Glee como la malísima Sue Sylvester (A mi parecer el mejor personaje de la serie, personificado por Jane Lynch) o Will Schuester (Matthew Morrison), pero para el fanático hay un invitado sorpresa del cual no voy a contar nada. Buenas canciones y coreografías en un escenario grandioso y lleno de fanáticos que gracias a sus gritos nos hacen sentir parte del show que está impecablemente filmado gracias a muchísimas cámaras puestas por todos lados y la dirección de Kevin Tancharoen. Personajes y canciones que amamos en una película/concierto que casi es sólo para Gleeks (así llamados los fanáticos de esta popular serie), con algún que otro golpe bajo para recordar algunos de los temas que toca la serie, pero con mucha música que nos va a hacer salir del cine cantando.
La contagiosa alegría de vivir y cantar El film no es otra cosa que el registro de un concierto en vivo de este grupo que, de perdedores, ya tiene muy poco. Con un gran uso de la tecnología 3D, el espectador se sentirá parte de la audiencia y coreará más de un éxito. De forma explosiva y espectacular, la serie Glee –que salió al aire por primera vez en el año 2009– se convirtió en un éxito sin precedentes que pasó de dominar la televisión a instalarse en el mercado musical batiendo todos los records imaginables en ventas. Lo que finalmente desemboca en esta película que no es una ficción, sino el registro documental en formato 3D de la gira del joven elenco. Si acaso la serie invitó desde su origen a superar los prejuicios y apostó a la integración y la inclusión, hay que decir que este documental hace lo mismo. El más desconfiado de los espectadores, el más cínico de los críticos deberá vencer sus prejuicios y rendirse frente a la evidencia. La clara potencia de esta película y el carisma de los cantantes arrasan con todo, tan simple como eso. Canciones memorables con nuevos arreglos y un despliegue visual arrebatador. En cuanto a la experiencia del 3D, la intención de los realizadores es clara y emblemática. En la película uno no siente que está en el escenario, sino que se ubica con el público. Excelente idea para usar el 3D y mostrar no la fantasía de estar arriba, sino la alegría de estar presenciando el concierto. Las primeras dos canciones ya son capaces de arrancarle una lágrima de emoción a cualquiera y las historias que se van contando a lo largo de la trama refuerzan el espíritu que anima a la serie y a esta película. Sí, Glee es un gigantesco negocio, pero lo es a partir de sostener un discurso humanista noble, valioso, vital. La sensación que trasmite Glee 3D es la de desear vivir. Mucha gente, muchos adolescentes, habrán sentido en algún momento que el mundo les daba la espalda y los dejaba sin luz, Glee captó esa angustia y a la vez captó la euforia y la energía de la gente. Con una selección de algunas canciones extraordinarias y otras no tanto, la película es un huracán de fuerza y emoción. La aparición sorpresiva de una gran actriz (que también trabajó en la serie) es un regalo extra para este concierto película que se pasa volando. No es sólo el show lo que conmueve, es el discurso detrás de ese show. Glee 3D logra algo muy difícil de transmitir en el cine: la alegría de vivir. No deberíamos subestimarlo.
Con la magia intacta La película registra los conciertos de los protagonistas de la serie. Justo cuando al musical estaban al borde del KO, apareció allá, por el 2009, en la cadena Fox una serie llamada Glee . Creada por Ryan Murphy, Glee devino en menos de lo que los jovencitos del club de canto de la secundaria McKinley protagonistas pueden hacer covers (que van, a lo Shuffle de iPod desde la A de Abba a la Z de, obvio, Jay-Z) un fenómeno mundial. Y un “fenómeno” talle XL que abarca desde participaciones de Britney Spears a fotografías subidas de tono de Terry Richardson, desde el confesado fanatismo de Madonna a la más mínima micropartícula de merchandising posible. Glee vino, escuchó (sobre todo pop y musicales), realizó una versión ultraestilizada de su playlist y, finalmente, conquistó. Glee 3D es quizá la prueba más violenta de esa gleezación del planeta. No es una ficción, siquiera un documental de la ebullición Glee , sino simplemente el registro de dos días del Glee Live! In Concert Tour. De hecho, el nombre original es más que sincero: Glee: The 3D Concert , es decir, ninguna otra cosa que la filmación en 3D del show que recrea en vivo momentos de la serie. (Alerta, fanáticos: la archienemiga Sue y el profe Mr. Schue no aparecen, sí está Gwyneth Paltrow recreando su participación). Lo poco que se muestra del detrás de escena en el filme de Kevin Tancharoen es a los “favoritos” (la Rachel de Lea Michele, la Brittany de Heather Morris y el devenido ícono gay Kurt de Chris Cofler) jugando a ser sus personajes catódicos incluso en los camerinos. La otra veta “no show” es quizá la más polémica y en ella se narran, de forma torpe y que termina involuntariamente ridiculizándolos, instantes claves en la vida de fanáticos de Glee que poseen ciertas dificultades. Pero esa línea del documental permite la aparición de un niño prodigio, un milagrito que imita de espaldas y tal cual un número de la serie. Es más, ese pequeño muestra aquello que los actores van a trasladar a la pantallota a pesar de la torpeza del director para capturar su potencia: acá hay real talento, capaz de generar momentos tamaño cine desde la interpretación tan sentida como mercachifle de una lista de temazos (Aretha Franklin, Kate Perry, Britney, Beatles y así, hasta que dejen de mover la patita). Podría considerarse al filme como un producto “para fanáticos” pero hay instantes, como el momento Don’t Rain on my Parade , que demuestran que la magia de Glee está intacta y que vale la pena, para cualquiera, perderse en un poco de glamour y de canciones más grandes que la vida.
Esfuerzos que reciben premios Nadie imaginó el éxito que acompañaría la creación de Ryan Murphy y sus amigos para la cadena Fox. "Glee", empezó como una serie televisiva con humor y música, interpretada con adolescentes. Pero no los bellos adolescentes, porristas y Mr. Joven, tradicionales protagonistas de las continuidades televisivas convencionales. Estos eran chicos inteligentes, comunes algunos, ligeramente "nerds" otros, pero de irresistible personalidad en general y dispuestos a asumir su futuro, que obligaba a la reflexión sobre temas como la timidez, la maternidad precoz, la discriminación, el acoso escolar. Así la serie ganó todos los premios y las miradas se centraron sobre los jóvenes integrantes del coro del Instituto McKingley. Ryan Murphy también se ocupó de la música de la serie. GIRA EXITOSA Ahora llegó el filme que muestra a los chicos en acción, protagonistas de una exitosa gira y que no solamente presenta a los adolescentes bailando y cantando sus conocidos temas, sino también el backstage de la gira, intimidades de su personalidad y algunos tipos de seguidores tan adolescentes entusiastas como ellos. La película dirigida por Kevin Tancharoen, el mismo de "Fama" y "Mortal Kombat" transmite alegría y buenas ondas, entusiastas imágenes, ritmo constante y muchísima fuerza. Sus personajes cantan y bailan con sus limitaciones físicas, con sus personalidades que tienen todos los defectos y los no defectos de los chicos comunes. Lo bueno de este grupo es que hacen lo que saben hacer sin prejuicios, más allá de sus problemas de imagen, diciendo en sus canciones que aunque fueron discriminados por latinos, o mirados de otra manera por sus kilos demás, o su condición gay se destacan y llevan adelante sus sueños con todo el esfuerzo del mundo. Paralelamente, la película se ocupa de algunos admiradores que tomaron la serie "Glee" como modélica en su vida. Es el caso de una jovencita destacada en deportes que padece de enanismo y otra chica cuyos problemas psíquicos no pudieron impedir su progreso. Seis millones de canciones vendidas, cien personas en gira permanente, diez millones de álbumes vendidos hablan de un sueño "Glee" convertido en realidad, pero, fundamentalmente, un sueño que transmite sueños y fuerza a chicos de todas las clases sociales, con todos, o ningún problema físico, latinos, orientales y occidentales, blancos, negros, amarillos, gordos y flacos, pequeños o altos. Un grupo luminoso.
La fiesta de los perdedores Manual cantado de autoayuda para adolescentes marginados, una escenografía desplegada a medida de las fantasías de admiración que prometen salvar para siempre la autoestima maltratada de los raros del curso. Los personajes de Glee les debían a sus fans una edición extraordinaria de sus éxitos y las grabaciones de la nueva temporada no les dejaban tiempo disponible para armar una gira. Entonces pensaron para ellos un concierto cinematográfico en 3D, una fiesta de perdedores que se filmaría ante muchos miles de ellos y se compartiría en cines con el resto del mundo. La ocasión fue en Los Ángeles y a los clips musicales sobre fondo de telón rojo y bajo lluvia de papelitos, los mecharon con una selección de testimonios de gleeks reales, chicos y chicas que relatan en primera persona cómo cambiaron sus vidas sociales, afectivas y familiares después de convertirse al credo. Rachel, Fin, Kurt, Puck, Quinn, Mercedes, Brittney, Santana, cantan todos los chicos, solos o acompañados, como si llegaran recién de un recreo de la William McKinley High School, en jeans y zapatillas, emocionados por su propia voz y sintonizados como debe ser con el juego de brillar para ser vistos. La película que dirige Kevin Tancharoen conserva las marcas de la serie en los cuadros musicales y los magnifica en la escala de un show montado para que se luzcan en su propia luz, fresca y desprejuiciada, como si nada estuviera ensayado. El esfuerzo sin embargo no aporta nada nuevo. Glee en cine tiene lo mismo que en televisión, sin las tramas dramáticas, claro, pero suma varias (por momentos demasiadas) devoluciones testimoniales de los fans injertadas en el relato sin otro objetivo que el de subrayar lo que el fenómeno convirtió en himno: los impopulares también pueden ser especiales, la belleza de los sentimientos está más allá de cualquier defecto y el pop obra milagros para redimir a los bichos feos. Glee 3D es el concierto en vivo que los fans de la serie no verán más que en cine. Eso quiere ser y cumple con la misión. Están todos los éxitos: Don’t stop believing , el bis con Somebody to love , I wanna hold your hand , Gwyneth Paltrow como invitada especial –en anticipo de lo que Ryan Murphy ya está soñando como musical sólo para ella– Empire state of mind , Brittney en Slave for you . Todo lo conocido, mejorado con demasiada sutileza por el 3D, que pasa casi inadvertido. Apta para muy fanáticos y para recién llegados a la devoción. El gancho es precioso: la música suena más fuerte que esa parte del mundo que les grita que no son nada. Los perdedores resisten cantando, bailando, brillando.
Los responsables de este filme tuvieron la audacia de dejar al público con ganas de muchas más canciones (en medio de los créditos finales hay un pequeño bonus) pero supieron adecuar el metraje para que las intervenciones del público y los testimonios de gente corriente no convirtiesen una hora y media de alegría y cuidadas escenas musicales en un tenebroso freak show. Glee – La Película 3D no sólo confirma el potencial de la serie sino que consagra aún más a su figura central: la genial Lea Michele. “La razón de ser de esta gira fue salir y actuar frente a nuestros maravillosos fanáticos, que han apoyado nuestro programa desde el principio. Debido al limitado tiempo que teníamos para viajar durante nuestra pausa, sólo pudimos ir a muy pocas ciudades antes de que tuviéramos que volver al set”, contó el creador de Glee, Ryan Murphy en una reciente entrevista. “Sabíamos que no todos iban a tener la oportunidad de ir a uno de los conciertos. Por esa razón llevamos el concierto a los cines bajo la gloriosa experiencia que brinda la tercera dimensión”. Los gleeks, agradecidos.
Híbrido sólo para fanáticos de la serie “Glee” Sólo los fans de la serie «Glee» podrían interesarse en esta especie de documental de la versión en vivo del exitoso show del cable. Y sólo los fans más rabiosos podrían pasarla medianamente bien con este desvergonzado subproducto comercial que no cierra desde ningún ángulo. La serie, heredera de la vieja y nunca muy atractiva «Fama» de Alan Parker, y pariente cercana de los «High School musical» y otras variantes del cable, supuestamente tiene un mensaje de tolerancia hacia los nerds, que también podria implicar lo innecesario de autosuperarse, ya que de todos modos siempre va a estar todo bien. La película directamente apela al hipotético fanatismo incondicional del espectador, mezclando testimonios propios de los programas evangélicos televisivos -«Glee cambió mi vida» y cosas por el estilo- con números musicales diseñados sin una pizca de imaginación formal, tan pobre y mecánicamente como las grúas donde están ubicadas las cámaras que revolotean sin ton ni son a lo largo de toda la producción. Filmado durante la gira en vivo Glee Live in Concert Summer 2011 Tour, este híbrido no es ni un auténtico documental de un show, ni tampoco algún tipo de recreación escénica de un programa de ficción que intente elaborar aunque sea de modo elemental alguna trama. El superastro gay Chris Colfer, sin duda el más talentoso de todo el elenco, tiene su momento culminante entonando «I wanna hold your hand», y sólo queda preguntarse si alguien en la producción o los incondicionales a los que está dedicada la película tiene alguna mínima idea de lo nerds que Lennon y McCartney fueron en sus buenos viejos tiempos.
VideoComentario (ver link).
Seguramente usted sabe qué es “Glee”. Se trata de una serie de televisión que en la Argentina se puede ver en la señal de cable Fox. Es una especie de fenómeno en los Estados Unidos: gira sobre la vida en un “college” (ese trasunto del secundario a la Universidad) y de un grupo de estudiantes absolutamente heterogéneo, que tiene un club donde cantan y bailan. Hacen “covers”, pero lo interesante de la serie no es sólo la parte musical -abundante- sino también la mezcla de melodrama y humor absurdo que rompe cualquier molde en cualquier episodio, incluso tomando en solfa -a veces- la corrección política, sin por eso esquivarla del todo. “Glee” la película no es (repetimos: no es) un episodio de la serie o una ficción dentro del universo de la serie, sino uno -otro- de los recitales que, gracias a la fuerza de las nuevas tecnologías, puede mostrarse “como si uno estuviera ahí” en todo el mundo. En primer lugar, porque las versiones de las canciones “que sabemos todos” son perfectas. En segundo lugar, porque el universo de “Glee” está articulado alrededor del de la comedia musical cinematográfica, lo que hace que esta versión “recital filmado” sea más bien una recuperación de lo tradicional. Y en tercero, porque la fuerza de estos muchachos y la convicción -son más que buenos cantantes: son grandes intérpretes, y aquí se entiende la diferencia- son contagiosas. El cine no necesariamente tiene que contar una historia, o -mejor- siempre la cuenta: ésta es la de la conexión entre el mejor arte popular y el disfrute del espectador.
Si uno no tuviera la vocación de medir todas las películas que ve con la misma vara (léase: poniendo lo máximo de conocimiento y criterio al servicio de desglosarlas y analizarlas), este comentario tendría sólo un par de líneas. Algo así como: “A la función privada de prensa asistió el club de fans oficial de Glee en Argentina. Terminada la proyección el aplauso fue elocuente”. Este hecho real colabora con el axioma:“Es para los fanáticos de…” pero no alcanza para saber si “Glee 3D. La película” está bien hecha o no. Debo decirle al respecto que este producto no puede ser analizado desde el punto de vista cinematográfico, aunque como hecho cultural lo sea. Si usted no está al tanto le comento que Glee es una serie de Fox que está entrando en su tercera temporada. La acción dramática se posa en un grupo de estudiantes secundarios unidos por una característica común: Son y se consideran “perdedores”. De hecho la señal con la que se manejan es la de formar una L (de Loser = perdedor) con los dedos índice y pulgar, llevarla a la frente. ¿Reclamará derechos de autor Pettinato?. Cada personaje atraviesa el conflicto de ser aceptado socialmente con alguna característica particular como, por ejemplo, ser gay y no poder decirlo, ser inválido, negro, tímido, gordo, etc, etc. Todos ellos encontrarán en la música, el canto y el baile el lugar en donde poder expresarse sin tapujos, encontrar amor, compasión, compañerismo y la ya consabida, y ansiada, inclusión, siendo aceptado cada uno como es. En medio de todo esto hay una tremenda parafernalia de castings de actores y actrices que conforman el elenco, millones de dólares en merchandising y en las cuentas de todos los involucrados. Por supuesto que detrás de la música hay super profesionales del medio como Adam Anders, el compositor y productor detrás de otros fenómenos como “High School Musical”(sreie de TV 2006/2011) o “Hannah Montana”(Serie de TV 2006)2011).. Glee es un fenómeno juvenil como alguna vez lo fue American Idol, o su versión vernácula Operación Triunfo. ¿O era Escalera a la fama?. Como sea. Ante la oportunidad de preguntarles a la creadora y a la presidenta del club de fans (Verónica Antelo y Valeria Massignani, respectivamente), cuál es el motivo de semejante fenómeno, la respuesta fue exactamente lo que se ve en la TV: Glee es una serie con historias de perdedores que a pesar de su condición pueden llegar al éxito, la fama y a triunfar. Cualquier semejanza con el sueño americano no es pura coincidencia. Ambas se encargaron, además, de subrayar que el baile y las canciones tienen tanta importancia como los protagonistas. No lo aburro más. “Glee 3D. La película” es el registro de un concierto que todo el elenco dio durante su gira por los Estados Unidos. Veremos números musicales de todos los “perdedores” (por separado y todos juntos), incluyendo una aparición de Gwyneth Paltrow cantando una de las canciones del repertorio. Todo este recital está cortado por dos tipos de inserts. Los obvios del backstage con los protagonistas tirándose bromas internas, y los más obvios aún que son los de la gente fuera del estadio antes de entrar al concierto, lugar en el que me gustaría detenerme por un instante. Ya dijimos que Glee es la historia de perdedores que llegan al éxito, razón principal por la cual tiene tantos seguidores. Pues bien, fíjese que los chicos elegidos del público para ser compaginados en “Glee 3D...” tienen las mismas características. Aparece una nena de no más de 15 años con una patología llamada Asperger (dificultades para interactuar socialmente), o un chico de no más de 16 que pudo salir del armario orgullosamente, sólo para citarlos como alguno de los ejemplos. Vale decir, es la gente de la producción buscando “perdedores” entre los asistentes. Perdedores con una historia horrible para contar y cuya solución parcial fue… Glee. Pregunta: ¿Hace falta aclarar que los descartados para la edición fue gente sin demasiados dramas? No quiero imaginar la cantidad de entrevistas a fanáticos “ganadores” fuera del escenario que la producción habrá hecho hasta llegar a las que aparecen en la película. Así que si lleva a la nena a ver a Glee cuando llegue a nuestro país, y lo entrevistan en las afueras del Monumental, ya sabe como la ven los creativos del show. Lo musical es impecable destacándose las tremendas versiones de “Somebody to love” y “Fat bottomed girls” (originales de Queen), “P.Y.T”. (original de Michael Jackson) y el leit motive de Glee, un tema muy pegadizo que se llama “Don’t stop believin’. ¿El 3D? Absolutamente desperdiciado. Intrascendente, ¡bah! Si usted quiere empezar a entender el fenómeno Glee comience por la TV. Esto es un concierto bien filmado, pero con pocas respuestas para los desinformados.
Por qué cantamos… y bailamos Nunca vi un capítulo entero de Glee, aclaro y digo esto porque entiendo que el dato es necesario para el lector. Dicho esto, me suelen irritar un poco las puestas musicales tipo entrega del Oscar, ya que me parecen demasiado artificiales y poco vividas. Obviamente, estos son los puntos fundamentales que me alejan de Glee, ya que la serie a mi entender estaba sostenida en esas puestas en escena donde la técnica manda pero la emoción se escabulle. Uno puede decir “qué bien cantan estos pibes”, pero ese bien cantar se acerca peligrosamente a un tecnicismo sin la vibración que es dable contenga el arte. Es decir, desde la técnica Luis Miguel canta mucho mejor que Leonard Cohen, pero quién puede dudar de que el canadiense emociona y es mucho más interesante y profundo como artista que el mexicano. Es por todas estas cuestiones que ver Glee 3D no era algo que me generara demasiada expectativa y, mucho peor, como buen cínico (si no, no podría dedicarme a esto de comentar películas: sepan disculpar colegas, todos somos cínicos) la película o el recital filmado estaba destinado a ser despreciado desde el vamos. Pero una de las virtudes que debe practicar el crítico es aceptar cuando aquello de lo que dudaba, lo sorprende positivamente. Y esto ocurre con Glee 3D, captura del concierto que los protagonistas de la serie dieron en algunos escenarios y que fue dirigido por Kevin Tancharoen, alguien que no tenía los mejores pergaminos con aquella remake infumable de Fama en su haber. Lo primero interesante del film es que no se trata de un capítulo estirado, sino de un recital filmado. Pero, más interesante aún, los intérpretes mantienen sus personajes, juegan a ser aquellos que del colegio saltan a la fama y se presentan en vivo. Entonces, sus características se mantienen en la forma en que encaran su presencia ante el público. Ese juego metatextual (son personajes de una serie que suponen, a su vez, ser parte de la realidad y no de la ficción), hace que el 3D luzca mejor porque lo que se propone es una cuestión inmersiva no en un sentido vivencial, sino en una interrelación entre los personajes y el público. Y esto es claro cuando la puesta en escena juega a colocar al espectador no en el rol del cantante que está sobre el escenario, sino ahí, en las gradas, mirando el show, disfrutando del espectáculo. Glee 3D se propone como una fiesta y hace partícipe al que mira. En este trabajo sobre la realidad y la ficción que ejecuta el film se suma otro elemento, que a la luz de los resultados termina siendo lo más convincente e interesante de Glee 3D. Y es que esa apelación constante al público se relaciona con una mirada directa hacia el fanático y seguidor de la serie: de lo contrario, estaríamos ante un concierto bien filmado, que sólo interesaría al que le gustan las canciones. Alternando entre tema y tema, aparecen por ahí tres jóvenes que han vivido experiencias particulares en sus vidas (y muchos otros que simplemente están ahí para expresar su amor por la serie): una porrista enana, un joven gay que sufrió el escarnio de sus compañeros en el colegio y otra que padece un síndrome que la lleva a recluirse y alejarse de la gente. Todos, y cada uno de ellos, reconocen que la serie les sirvió para aceptar su lugar en la sociedad. No dicen que la serie los salvó (de hecho algunos de ellos ya se había aceptado antes de que la serie saliera al aire), sino que de alguna forma acompañó su crecimiento o que sirvió para que otros se acepten o acepten al otro. Glee se identifica por la letra “L” marcada con el pulgar y el índice sobre la frente, algo que representa al “looser”, el perdedor. Y si bien por esta parte del planeta no tenemos tan identificado en la cultura popular lo cruel de ese pasaje llamado adolescencia, Glee universaliza el sentido de distanciamiento social que sufren muchos jóvenes. Y que aquí se lo diga por fuera de la ficción y centrándose en lo real, en esa gente que puede seguir una serie, por más naif o ingenua que parezca, no deja de ser un paso adelante en la búsqueda de una mayor tolerancia. Glee 3D lo dice desde el público y de frente al público, y lo hace con la alegría y energía que transmiten, ahora sí, el baile y el canto. Por este asunto es que Glee 3D pareciera, en realidad, una mirada distanciada de la serie por medio de la cual se termina aceptando el rol que le corresponde ante la sociedad: es como si Tancharoen tomara a la serie como algo no ficticio e intentara analizar su impacto, sin declararse como parte de ese objeto. En este trabajo de autoconciencia, el film justifica el baile, la música, el color y la energía de su propuesta como una forma de allanar el camino hacia aquellos que la pasan mal por correrse de lo que culturalmente se ha dado como establecido. Esa justificación de la comedia musical como un mundo mucho más abierto e inclusivo. Que algunos imbéciles no lo entiendan -y esto lo digo por lo que me tocó vivir durante la función del film-, y que se burlen cada vez que aparece la enana porrista en pantalla evidencia que el discurso elaborado por el hecho artístico no tiene por qué caer en el público correcto. Y también, que la gente termina interesándose por cuestiones diferentes a la idea principal que puede tener el artista. Pero en esa aparente contradicción, también hay parte de verdad: el arte permite muchas lecturas, y Glee 3D juega lúdicamente con ellas. Por esta vez, la técnica, la perfecta puesta en escena, fue superada por lo humano e imprevisto.
Perdedores que brillan Esperada por sus televidentes y con muchas salas se estrenó "Glee 3D" esta semana en nuestro país. Para los fanáticos o seguidores de la serie (se emite por Fox) (actualmente en su tercera temporada), la película ofrece previsiblemente una selección de las canciones más populares de la segunda temporada (y obviamente el tema que los representa: Don´t stop belivin'), alternando entre performances grupales del club Glee y de los Warblers.En de remarcar que esta serie es de las más vistas en los Estados Unidos y tiene una audiencia global que crece día a día, superando hasta las propias expectativas de sus productores locales. Si conocés el espíritu de la serie (un grupo de chicos que se juntan en un espacio escolar a dramatizar canto), es seguro que irás a verlos.Aquí, los protagonistas tienen la posibilidad de demostrar su talento en presentaciones individuales y duetos. También era de esperarse, y agradezco que lo hayan hecho, que las interpretaciones de Rachel (Lea Michelle) superen a las del resto de los personajes. Sin duda, posee una voz privilegiada (es la más conocida del elenco y se perfila para superestrella) y el film se encarga de potenciar su talento. Pero eso no es todo. A su vez, "Glee 3D" aporta las experiencias reales de tres fanáticos que se inspiraron en los personajes de la serie para superarse como personas y relacionarse socialmente. Historias pensadas principalmente para el público norteamericano que sirven para difundir un mensaje de tolerancia y aceptación hacia los demás, introducir las canciones e “incluir” a los fieles televidentes consumidores del mundo Glee. Son estas pequeñas participaciones del público, las que en mi opinión aportan algo novedoso al espectáculo (mi preferido es el mini-Warbler) y no tanto las imágenes en 3D. Aquellos que no siguen la ficción también pueden disfrutar de un show – documental y escuchar buenas versiones de canciones que van desde clásicos de los Beatles y hits de Broadway hasta los íconos pop actuales como Lady Gaga, Pink y Katy Perry. En fin, Glee 3D cumple. Una sumatoria de voces talentosas, actores carismáticos, excelentes bailarines, algunos efectos en 3D y testimonios de fans que han mejorado sus vidas inspirados por los personajes de la serie. Mención especial para el público, en su gran mayoría adolescente, que cantó todas las canciones y aplaudió al final de cada una de las performances. Algo inédito en mi experiencia como espectadora.
Nerd Power Glee 3D Concert Movie es la inminente producción para la gran pantalla de la serie furor entre los jóvenes del mundo, en la cual un grupo de alumnos "Nerds" aprenden a sobrevivir en conjunto y expresarse a través de la música que se elabora en "New Directions", el coro que tan famoso se ha hecho en la vida real y que ya lleva vendido más de 5.5 millones de discos en el mundo. En el plano de lo cinematográfico, Glee no aporta absolutamente nada innovador más que un buen despliegue visual de sus performances simulando que los personajes son los que salen de gira, y no los actores y actrices que los interpretan. De esta manera logra interesar a sus seguidores, que seguro le reportarán una buena suma a las arcas de Fox y Ryan Murphy, creador de la serie. La estrategia es inteligente, ya que Glee se ha hecho muy famosa, entre otras cosas, por las temáticas que trata en sus temporadas, relacionadas con la sexualidad, la elección sexual, la baja autoestima, la discriminación, etc., todas cuestiones totalmente hipnóticas para los adolescentes. Por otro lado, acompaña esta nueva ola que declara "Ser Nerd es lo Más!", donde el típico deportista universitario popular no existe o de repente es un tipo sensible, como Finn, el personaje de Cory Monteith, acabando de esta manera con el estereotipo de lo que un joven popular y picante debería ser. En lo personal, creo que es entretenida y tiene sus muy buenos momentos coreográficos, aunque debo confesar que no soy un asiduo televidente de la serie. Algo que no me gustó, son las historias paralelas a las de los personajes de la serie, donde gente real con problemas físicos o de sexualidad se expone ante los espectadores que en realidad fueron a ver Glee en concierto, y en todo caso, las historias de los personajes de la serie. Creo que el recurso es un golpe bajo, que trata de agregarle un toque emotivo o dramático a un producto que en realidad está vendiendo otra cosa. En el plano de las presentaciones musicales está el fuerte de esta película, con interpretaciones de canciones famosas de Britney Spears, Katy Perry, The Beatles y más, todas con una puesta en escena impresionante en la cual se puede ver bien el espíritu Glee. En este sentido, es una "obligada" para los fans de la serie y de los musicales, que pasarán un muy buen momento y se divertirán como locos.
Cuando me enteré de que llevarían la serie Glee a la pantalla grande me pregunté con qué sorpresa me encontraría. Es bastante raro pensar en series como Doctor House, Lost, Two and a half man, etc siendo adaptadas para que un pequeño capítulo se extienda a 120 min. Aproximadamente, en un guión que se diferencie del de los episodios como para justificar su llevada a la pantalla grande. Tras una serie exitosa no esperamos menos que un guión cinematográfico super cuidado y exitoso también...