Quimeras de la marginación Uno de los elementos unificadores de la excelente Good Time: Viviendo al Límite (Good Time, 2017) es la desesperación del protagonista de la faena en cuestión, una excursión por las zonas menos amigables de New York a lo largo de un puñado de horas que abarcan principalmente la noche. La película, dirigida por los hermanos norteamericanos Josh Safdie y Benny Safdie, es un verdadero cóctel adrenalínico que sabe tensar la acción a través de un devenir suburbial de lo más inesperado y agresivo, en todo momento cargado de influencias cinematográficas muy claras: aquí desfilan detalles varios del Stanley Kubrick de Casta de Malditos (The Killing, 1956), el Sidney Lumet de Tarde de Perros (Dog Day Afternoon, 1975), el Martin Scorsese de Después de Hora (After Hours, 1985), el Tom Tykwer de Corre, Lola, Corre (Lola Rennt, 1998) y el Nicolas Winding Refn de la maravillosa trilogía compuesta por Pusher (1996), Pusher II (2004) y Pusher III (2005). La propuesta comienza con una sesión de terapia, en la que Nick Nikas (el propio Benny Safdie) está siendo tratado por sus problemas mentales, que es interrumpida a los gritos por su hermano Connie (Robert Pattinson). La acción de golpe corta a los dos robando con máscaras 65.000 dólares de un banco, una operación que marcha bien hasta que en la huida -dentro de un auto- explota una bomba de polvo rojo escondida en la bolsa con el dinero. Los muchachos logran lavarse pero eventualmente son perseguidos por la policía y Nick termina detenido luego de estrellarse contra un ventanal. Con la angustia a cuestas, Connie utiliza el dinero del atraco para pagar la fianza no obstante le faltan 10.000 dólares porque muchos billetes están manchados. Después de recurrir infructuosamente a su novia Corey (Jennifer Jason Leigh), el protagonista decide buscar y sacar él mismo a su hermano cuando se entera que ha sido internado en un hospital por una paliza en una pelea con otros presos. Mediante un prodigioso trabajo de cámaras, basado fundamentalmente en primeros planos continuos para los diálogos y tomas más amplias e hiperquinéticas para las persecuciones callejeras, los realizadores exprimen al máximo una idiosincrasia general sustentada en un encadenamiento casi pesadillesco de acontecimientos vinculados con las quimeras de progreso y “paz en familia” de los sectores marginados de la sociedad, para los que la delincuencia es la única salida viable en un sistema capitalista que se la pasa triturando expectativas. Es en esa serie de improvisaciones al paso -y muy inteligentes, por cierto- que encara Connie donde la película consigue destacarse por sobre cualquier opus criminal semejante porque el realismo sucio trabajado evita las poses cool tarantinescas y pone el énfasis en el hecho de que sabemos poco y nada del personaje central más allá de que su objetivo -rescatar a su hermano de las fauces omnipresentes del estado- lo es todo para él. Entre luces de neón, planos tambaleantes, una catarata de puteadas, los imprevistos más triviales y una gloriosa banda sonora a cargo de Daniel Lopatin aka Oneohtrix Point Never, con una fuerte impronta de Tangerine Dream, Good Time: Viviendo al Límite demuestra ser una odisea indie old school cuya intensidad asimismo depende tanto del guión de Josh Safdie y Ronald Bronstein como de la interpretación de Pattinson: los primeros se valen de la inestabilidad de la realidad concreta que nos rodea y el pragmatismo en pos de sobrevivir (la escena del “semi estupro” es un claro ejemplo al respecto), y el segundo se alza con la mejor actuación a la fecha de su carrera, un trabajo que lo eleva a la cúspide de su profesión y lo termina de despegar definitivamente de esos comienzos como galancito adolescente (el desempeño del británico llega incluso a superar sus colaboraciones recientes con cineastas como David Cronenberg, Anton Corbijn, James Gray, David Michôd y Werner Herzog). A decir verdad ya casi no se hacen películas para ser recordadas sino con vistas a sólo ser consumidas como cualquier otro producto del capitalismo actual destinado a oligofrénicos (sea en el ámbito del mercado tradicional o el de festivales internacionales), por lo que el film que nos ocupa logra brillar con la llama del viejo cine de género de autor, ese que hacía de sus muchas limitaciones su bandera con el fin de construir una experiencia lo más vehemente posible, sin los automatismos de la corrección política y la estupidez del querer caerle bien a cada bendito segmento de la comunidad. De hecho, el tono hipnótico de la obra -y esa exasperación a la que nos referíamos anteriormente- la emparenta con la extraordinaria Búsqueda Frenética (Frantic, 1988), de Roman Polanski, otro representante de los thrillers que fagocitan a la indómita aleatoriedad suburbana para plantear un esquema narrativo cercano al tiempo real y los pormenores del saberse a la merced de extraños…
Imperdible y espectacular film que cautiva desde el primer fotograma. En esta producción todo es impecable, sólido y brillante. El guión hipnotiza al espectador con un ritmo dinámico que nunca decae y con una trama que...
Primero la Familia. Connie tiene una meta en la vida: cuidar a su hermano Nick. Está convencido de ser el único que realmente tiene ese interés como prioridad, en contraste a un entorno donde considera que está siendo maltratado e incomprendido por padecer una discapacidad que le dificulta relacionarse con el resto de la gente. Por ello no guarda cariño por su familia ni por el psiquiatra al que le obligan a asistir. Su sueño es poder llevarlo a otro sitio, pero necesita un dinero que no tiene: es así como organiza un asalto a un banco para conseguirlo, tras lo que Nick termina herido y en la cárcel. Para desesperación de Connie, sabiendo que su hermano no está preparado para defenderse por sí mismo en prisión y tiene muchas chances de terminar muy mal en poco tiempo, el botín del banco no es suficiente para la fianza. Debe embarcarse en una cruzada para conseguir el dinero restante, sin importarle mucho a quien tenga que usar o perjudicar en el camino. Ya no brilla al sol: Con una fuerte impronta de cine independiente que no debe confundirse con hacer las cosas a las apuradas, la historia de Good Time podrá parecer simple pero no pierde nunca el ritmo. Construye tensión constantemente arrojándole problemas a un protagonista que, si bien no sabemos casi nada de su pasado, demuestra suficiente inteligencia como para avanzar usando más la astucia que la fuerza. No es el clásico genio criminal que saquea un casino de forma estrafalaria, es solo alguien que está al borde de la sociedad, sin terminar de caerse afuera de ella pero sin muchas oportunidades de meterse del todo. Lo interpreta de forma más que decente un Robert Pattinson ansioso por sacarse de encima la mochila de ídolo adolescente que le dio fama, y ser tomado más en serio como actor. Sin embargo, aunque con el correr de los minutos va mostrando facetas cada vez más antiheroicas que le agregan volumen, no logra desprenderse de una base algo caricaturizada. Ese es un problema aun más notorio en los numerosos personajes secundarios que lo acompañan, quienes están más de una vez al borde de lo verídico. No hay mucho interés en construir personajes complejos porque se prioriza la agilidad de una trama que debe llenar una noche; algunas situaciones que se sienten algo forzadas podrían haber sido mejor justificadas con personajes más definidos o no tan insinuados. Visualmente explota bastante bien el uso de la noche y las calles de la ciudad, creando un clima que transmite marginalidad sin hundirse de lleno en el mundo criminal. A su vez hace uso de demasiados planos cortos que ocultan el entorno, sin llegar a la claustrofobia pero remarcando la situación de apremio constante del protagonista y su gradual descenso a la desesperación ante cada plan fallido. Conclusión: Mezclando correctas dosis de drama familiar y thriller marginal, Good Time presenta una narración con buen ritmo, interpretaciones correctas y una propuesta estética que no destaca pero aporta.
Good Time, película de los hermanos Ben y Josh Safdie, narra la historia de dos hermanos que roban un banco. Luego de varias vicisitudes, este desfalco es frustrado y el hermano menor Nick Nikas, interpretado el director del film Ben Safdie que construye un personaje que padece trastornos mentales, es encarcelado. Debido a eso Constantine Nikas (Robert Pattinson) se embarca en una odisea en el submundo de la ciudad de Nueva York en un intento cada vez más desesperado y peligroso de sacar a su hermano de la cárcel. En el transcurso de una noche llena de adrenalina, Constantine comienza un loco descenso hacia la violencia y el caos mientras compite contra el reloj para salvar a su hermano y a sí mismo. Son destacables las actuaciones de los intérpretes componiendo personajes que no son planos, como sería lo propio en un film fundamentalmente de acción, sino con profundidad psicológica, contradicciones y vaivenes. A esto ayuda mucho el guión escrito por el otro director, Josh Safdie y Ronald Bronstein, que convierten la historia en suspenso psicológico. Es interesante pensar que esta película trata sobre un amor destructivo, una relación entre dos hermanos casi obsesiva, que aleja al hermano con problemas de una posible mejora de su estado de salud y lo conduce a su propia debacle. Sin embargo esta sugestiva línea queda eclipsada y queda a mitad de camino en el intento, ya que lo que sobresale es la gran violencia subyacente en el relato. Asimismo, el guión abunda en clichés y situaciones esquemáticas, no justificadas narrativamente, que hacen perder verosimilitud a la historia, aunque son tapados una y otra vez por el vértigo audiovisual. Las imágenes forman un torrente visual que genera una catarata de nerviosismo viceral, con una cámara que pocas veces se queda quieta, y está en permanente búsqueda, produciendo una movilidad extenuante. Sin embargo son destacables el excelente diseño sonoro, y la música que obtuvo el Premio Soundtrack en el Festival de Cine de Cannes 2017. En suma, la película pretende dar un enfoque novedoso al género, pero se queda a medio camino y finalmente se convierte en una película más del mismo. Aconsejada solo para los amantes del cine de acción vertiginosa.
Los hermanos Safdie nos ofrecen un film indie que se encuentra entre los thrillers de la vieja escuela y el cine de autor. “Good Time” representa una pequeña sorpresa dentro de los estrenos de la semana que nos recuerda un poco a “Tarde de Perros” de Sidney Lumet y al cine de Nicolas Winding Refn (en especial a “Drive”) en su forma de presentar ese entorno urbano totalizador y condicionante para los protagonistas. La película nos muestra esa parte de New York más marginada y menos conocida donde se destaca lo callejero y un sector social relegado. Es en aquel escenario donde Connie Nikas (Robert Pattinson) se embarca en una odisea en pos de conseguir dinero para poder pagar la fianza que deje a Nick, su hermano con problemas mentales (Ben Safdie), en libertad. Cabe destacar que el sujeto termina en prisión luego de un torpe robo a un banco del dúo consanguíneo que buscaba recursos económicos para escapar de una realidad que los tenía apresados en un contexto desfavorable. La película no para un segundo. Desde el comienzo arranca con un ritmo frenético cuando Connie saca a Nick de una sesión de terapia alegando que lo estaban maltratando. A partir de allí, comenzará un viaje donde no sabremos demasiado sobre los personajes salvo lo justo y necesario. Connie quiere salvar a su hermano a toda costa, primero intenta por la vía “legal” y luego buscará sacarlo de la cárcel con medios poco ortodoxos. El largometraje es sencillo pero efectivo, con un guion trabajado que lleva al personaje de Robert Pattinson a través de un tour de forcé implacable. No tendremos mucho background para conocer a Connie, pero sí se nos presentará la motivación de este antihéroe que quiere salir de un sistema que le impide progresar. Pattinson compone un papel soberbio en lo que podríamos llamar su mejor trabajo hasta la fecha. Sorprende su habilidad para interpretar a este sujeto que, cual héroe de tragedia griega, tiene su destino adverso prácticamente fijado. Otra de los puntos altos de “Good Time” tiene que ver con el espléndido trabajo de cámara logrado para contar la historia, intercalando primeros planos que se meten en la intimidad de los personajes con planos generales perfectos para retratar las persecuciones nocturnas y desenfrenadas. Todo esto es acompañado por luces de neón y una banda sonora vibrante compuesta por Daniel Lopatin (“Oneohtrix Point Never”), que logra insuflar al relato de una estética musical bien marcada por medio de algunas melodías electrónicas con aire ochentoso repletas de sintetizadores. No por nada la banda sonora ganó el Soundtrack Award 2017 en el Festival de Cannes. “Good Time” es una película emocionante que no dejará indiferente a ningún espectador. Un relato bien narrado e interpretado que busca redimensionar al thriller con un sello personal de los hermanos Safdie.
Good Time: Viviendo al Límite (Good Time), ¿un lindo rato o una temporada en la cárcel? En inglés existe la expresión “doing time”, hacer tiempo, cumplir una condena. Es un horizonte que los protagonistas contemplan durante toda la película. En los primeros minutos, Connie y su hermano Nick asaltan un banco. El atraco termina con el auto de escape estrellado y Nick en un patrullero. Connie, que logró escapar, intentará rescatarlo durante una noche interminable. Hay varios tiempos, entonces: el de la cárcel y el de las veinticuatro horas de la trama. El tiempo está siempre presente, no como lindo rato sino como cuenta regresiva. Good Time es un film claustrofóbico, de insistentes primeros planos y un ritmo arrollador. Es, además, una experiencia deliberadamente molesta, casi insoportable, asfixiante. Connie recorre calles, barrios pobres, hospitales, parques de diversiones; nosotros, desde nuestras butacas, apenas recorremos su rostro. El fondo está casi siempre fuera de foco. La ciudad es un sinsentido, un paisaje quebrado, vagas formas arquitectónicas, luces fluorescentes y televisores prendidos. Connie está desesperado y no tiene tiempo -siempre el tiempo es lo que falta, incluso más que el dinero, que también escasea- para entender lo que ocurre a su alrededor. La estética remite a la de otro periplo nocturno, el de La Larga Noche de Francisco Sanctis (2016). En aquella película, el fondo, que tampoco se ve claramente, es lo indecible, el terrorismo de Estado que se esconde en las sombras. En Good Time, mientras tanto, no hay un contexto de dictadura, pero sí de precariedad económica. Desde el principio del cine, al menos en Estados Unidos, las historias sobre criminales son, en general, sobre el sueño americano. “Making it”, como dicen los estadounidenses. Llegar al paraíso de riqueza, a la mansión y el auto, que guardan un valor que va más allá de lo material. Son objetos sagrados, que justifican una vida. Sin embargo, se trate de La Ley del Hampa (Underworld, 1927), Los Violentos Años Veinte (The Roaring Twenties, 1939), El Padrino (The Godfather, 1972), Érase Una Vez en América (Once Upon a Time in America, 1984) o Gánster Americano (American Gangster, 2007), estas historias suelen tener la forma de una tragedia griega. “The rise and fall”, el éxito y la caída. En Good Time, ya no hay tiempo para una tragedia. Ni éxito ni caída, sólo una meseta de monotonía y mediocridad. Criminales de poca monta, para quienes el sueño americano siempre será un sueño. El éxito económico es una posibilidad ajena al presente, una conclusión que nunca llega. Las vidas de los personajes son, entonces, caminos inconclusos. Y las actuaciones evocan esta naturaleza inacabada: no encierran a los personajes en sentidos unívocos, sino que los dejan abiertos a lo desprolijo e impredecible. Robert Pattinson, que se calza las zapatillas de Connie, es un nervio expuesto, pura ansiedad y energía. Su personaje de Crepúsculo (Twilight), la saga adolescente sobre vampiros y licántropos, quedó en el espejo retrovisor. En Good Time, es un actor vital, que no parece estar actuando sino reaccionando instintivamente. Lo mismo ocurre con el resto del elenco. Jennifer Jason Leigh, como la novia del protagonista, es un pozo de neurosis y fragilidad que recuerda a la Gena Rowlands de Una Mujer Bajo la Influencia (A Woman Under the Influence, 1974). Y Ben Safdie, que además co-dirige el film con su hermano Josh, interpreta a Nick, un hipoacúsico con una discapacidad intelectual. Sus escenas parecen arrancadas de un documental. No se nota el esfuerzo de una interpretación, sólo su rostro. Cuando aparecen los créditos, no podemos decir que logramos conocer a estos personajes. En noventa minutos de película, o veinticuatro horas en la narración, no es posible conocer a nadie. Apenas alcanzamos a intuir un antes y un después. ¿De dónde vinieron estas pobres almas? ¿Y hacia dónde van? Es la diferencia entre el cine y las series. El cine no puede competir con las veinte, treinta o cincuenta horas que tienen las series para desarrollar personajes. Algunas películas no lo entienden y nos brindan personajes encorsetados, que deben aprender lecciones y evolucionar en brevísimos instantes. Otras, como Good Time, aceptan las características del medio y dejan que los personajes existan libremente en la pantalla.
Escenas de la América disfuncional. La dupla de hermanos-cineastas neoyorquinos integra la corriente más vital del cine indie estadounidense. Aquí presentan una historia que vuelve una y otra vez sobre la locura, el desacople, aquello que no termina de encajar en la sociedad de su país. Heredera del cine de John Cassavetes, la corriente más vital del cine indie estadounidense vuelve una y otra vez sobre la locura, el desacople, la inestabilidad, aquello que no termina de encajar o encaja mal en la sociedad de su país. Realizadores como Sean Baker, Alex Ross Perry, Wes Anderson, ocasionalmente Noah Baumbach o los hermanos Duplass. Películas como Tangerine, Analizando a Philip, La reina de Marte, Los excéntricos Tenenbaum, Greenberg, Cyrus, The Puffy Chair. Parte esencial de esa corriente son, desde fines de la década pasada, los hermanos Josh y Bennie Safdie, treintañeros judíos y neoyorquinos, de quienes en la Argentina se estrenó uno de sus cuatro films de ficción a la fecha, y ahora otro. La que se había estrenado fue Daddy Longlegs (2009), opus dos de los hermanos y segunda de sus películas en exhibirse en la Quincena de Realizadores de Cannes. Ahora llega, de puro milagro o tal vez por contar con Robert Pattinson al frente del elenco (¡atención, chicas, concurrir en masa, la pasarán bomba!), Good Time, que aquí lleva el añadido Viviendo al límite, como para inyectarle un poco de adrenalina a la cosa. Aunque más que adrenalina, lo que tiene esta historia de dos hermanos (delante y detrás de cámara) es lo señalado más arriba: desajuste, asincronía, disfunción, ningún sueño para esta sociedad americana de comienzos del siglo XXI. Usando los primeros planos y el rostro del actor como palanca, la escena inicial mete al espectador casi bajo la piel de Nickolas (interpretado por Ben Safdie, el más joven de los hermanos), joven discapacitado mental a quien un psicólogo somete a un test. El psicólogo está en las antípodas de lo que podría ser el típico nazi de internado. Tiene pelo largo y desprolijo, es tan amable y psicológicamente correcto como el protocolo le indica que debe ser. Pero delante suyo hay un paciente que sufre notoriamente, al que por su dificultad congénita le resulta difícil entender la situación, las preguntas y el objetivo de éstas. Y a quien, sobre todo, en determinado momento le resbala una lágrima. Para el psicólogo, esa lágrima no existe, porque no forma parte del test. Para la cámara sí: la registra en primer plano. PUBLICIDAD La situación, sumamente incómoda (la actuación de Safdie es excepcional, hasta el punto de que quien sepa que es uno de los dos directores podría llegar a inquietarse un poco) es interrumpida de golpe por el brusco ingreso de una persona, que abre la puerta sin golpear primero. Se trata de Connie (Pattinson), que viene a llevarse de la clínica a su hermano Nick, sin más. A Connie y Nick, que son de familia griega (como Cassavetes), los esperan dos máscaras, una bolsa para el dinero y una sucursal bancaria: Connie no lleva una vida se diría que regular, pero los Safdie ni se molestan en explicitarlo. No les importa. Nick no es el compañero de asalto ideal: todo el tiempo en el banco quiere sacarse la máscara, porque tiene calor. Esto es muy típico de Good Time (título irónico si los hay para una película que no cree en paraísos): no se sabe muy bien si las escenas son absurdas, trágicas, cómicas o patéticas. Esto es llevado al extremo con el rescate del hermano que resulta no ser el hermano (notable el actor que aparece aquí, un narigón cuyo nombre se ignora). Pero en la estructura rapsódica de Good Time también hay lugar para una secuencia protagonizada por una neurótica Jennifer Jason Leigh (¡qué novedad!) y su mucho más loca madre, que no le habilita la tarjeta para pagar la fianza de Nick. Y otra con Connie y su nuevo socio, intentando recuperar un botín de un parque de diversiones, mientras en el auto los espera una adolescente afroamericana a quien Connie estuvo a punto de llevarse a la cama (se la llevó, en realidad, pero los interrumpieron). La película no parecía estar por rasgarse las vestiduras por esta relación de un adulto con una menor. ¿Una película amoral? Ponele. ¿Quién dijo que las películas tienen que ser morales? En la previa Heaven Knows What (2014), los Safdie ensayaron una fotografía nocturna llena de luces de neón pero oscura, sin brillos, como eco para su historia de amor entre heroinómanos. Aquí vuelven sobre el mismo planteo, siempre en manos del DF Sean Price Williams, que también tuvo a su cargo la iluminación de La reina de Marte y Analizando a Philip. El resultado vuelve a ser una suerte de sordidez urbana moderna, acompasada por el tecno acidón de Daniel Lopatin, que funge bajo el nombre de Oneohtrix Point Never. La palabra clave de todo esto, refrendada por la circularidad del relato, parece ser Never. Y mientras tanto ese nunca llega, a sobrevivir como se pueda.
Los hermanos sean unidos Hay películas que transmiten la urgencia del relato con una verosimilitud única. Hay otras que se quedan en la sucesión de hechos y anécdotas sin poder, entre ambos, consolidar una historia potente y generar la tensión necesaria para continuar expectantes ante la pantalla. No es el caso de Good Time: Viviendo al límite (Good Time, 2017), de los hermanos Ben Safdie y Joshua Safdie, hábiles y eficaces narradores que pueden superar el mero registro cuasi documental y algunas convenciones de género, para transmitir las vívidas reacciones de dos hermanos que ven cómo su suerte, de por sí ya maltratada, cambia de un momento a otro. La cercanía que logran los directores con sus personajes, además, posibilita que el espectador quede a la espera de obstáculos y resoluciones, y más obstáculos y más resoluciones, luego de un desafortunado robo a un banco, que se resuelve en el encarcelamiento de uno de los dos protagonistas. A partir de allí los Safdies nos llevan a un catálogo de equívocos que van generando un inevitable descenso al infierno en el que Constantine (Robert Pattinson), tratará a toda costa, de conseguir la clave para sacar a su hermano (Ben Safdie) del mal momento que le toca atravesar en la cárcel. Si bien el relato por momentos cae en convencionalismos, la imposibilidad de escapatoria del mismo, hace que el nerviosismo y la virulencia con la que se narra y se registra, terminen por construir un verosímil aún más potente, más allá de los estereotipos. Good Time: Viviendo al límite aprovecha elementos del thriller para avanzar en un análisis de las clases olvidadas, de aquellos que deben pelear día a día no sólo por el pan, sino por poder mantenerse dentro del sistema aún a su pesar. Si al verla se percibe cierta “cruza” de Trainspotting (1996) con Corre Lola corre (Lola rennt, 1998), es porque el principal imán de la película es Pattinson, que compone con gran talento a este ladrón de cuarta que lo único que hace es comprometerse y comprometer aún más a su hermano a cada paso que da en sus intentos de sacarlo con una fianza. El universo de personajes secundarios, la amante utilizada (Jennifer Jason Leigh), la joven seducida (Taliah Webster), el ladrón involucrado por error (Buddy Duress), el guardia que estaba en el lugar y en el momento equivocado (Barkhad Abdi), la abuela que sólo quiere lo mejor para sus nietos (Rose Gregorio), suman los conflictos necesarios para que la acción avance. Una dinámica con un proceso está presente en toda la película, y que tiene que ver con la utilización de lo verbal como refuerzo de la narración, mecanismo utilizado por algunos realizadores como Guy Ritchie (Snatch: Cerdos y diamantes), que además permiten sumar mayor velocidad a la progresión con una edición vertiginosa. El nerviosismo, la banda sonora estridente que sincopa aún más las imágenes y escenas, el decadente mundo que se detalla con urgencia y sin filtros, potencian las actuaciones, logradas con un tono único. Tal vez por eso Pattinson desanda las peripecias de Constantine, para ayudar a su hermano, con un nivel interpretativo pocas veces visto en su carrera. Esto no tiene que ver sólo con su actuación, sino por su irreconocible phisique du rol y por la estratégica decisión de componer el personaje desde un naturalismo, alejado de lugares ya visitados, que refuerzan aún más decisiones del guion y estilísticas de este gran film.
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PATTINSON, ¿QUÉ TE PASÓ? Un thriller neo noir de esencia independiente que puede cautivar a las grandes audiencias Benny y Josh Safdie son directores del desencanto juvenil y lo urbano. Se ganaron un lugar de culto en el cine indie americano con su thriller romántico Heaven Knows What (2014), pero Good Time (2017) pegó el salto a lo grande cuando estuvo nominada para la Palma de Oro en Cannes este año. De estética neo noir y una banda sonora synthwave que quita el aliento, la película es un drama que no para nunca y nos presenta a Robert Pattinson como nunca lo vimos. Solo por eso último merece mucho la pena. Connie (Robert Pattinson) quiere mucho a su hermano Nick (Ben Safdie, quien además de dirigir, actúa), que tiene un retraso madurativo lo suficientemente agudo como para que peligre su vida si decide seguir los pasos de su hermano. Decidir es una palabra muy fuerte en su vida, de todas formas, ya que el personaje de Pattinson lo termina arrastrando a robar un banco. El acto criminal no sale como fue planeado y, pronto, Nick termina tras las rejas y Connie se decide a hacer todo lo posible por liberarlo. Y cuando digo todo, es todo. No es la primera vez que vemos a Pattinson en un papel que rompe con la ñoñez de Crepúsculo. Le fue bien en sus participaciones con el director David Cronenberg, Cosmopolis (2012) y Maps to the Stars (2014), por nombrar algunas, pero nunca había tenido un protagónico tan tenaz. Su personaje va perfecto con el mundo de la película, oscuro y de bajísimo estirpe. Good Time (2017) es un retrato del costado más inmundo y sucio de Nueva York y Connie es el arquetipo que transita esas calles, el avatar de generación desilusionada, que ya no cree en los valores de familia ni en la estabilidad económica o que los tiene distorsionados. El crimen y las drogas son moneda corriente en su día a día y la impulsividad y el egoísmo su lenguaje para lidiar con las demás personas y las distintas situaciones. Good Time (2017) es un thriller urbano que pisa el acelerador en varias ocasiones, aunque se detiene por momentos para dar un relato más detallado, crudo y humano de las vidas del bajomundo. Termina siendo una película de ritmo irregular, pero que sorprende justo en el momento en que sentimos que no va a ningún lado y aunque el final es predecible para Connie, resulta satisfactorio ver el destino de Nick, en una escena final que resignifica varios puntos. La odisea de Connie por salvar a su hermano parece una tragedia moderna llena de tretas y obstáculos que vencer y está orquestada de manera maravillosa a nivel visual, con tonos fluorescentes, neón por doquier y una estética heredera del cine de crimen de los 70, de directores como Martin Scorsese (que, de hecho, va a producir la nueva película de Benny y Josh Safdie). La banda sonora de sintetizadores retrofuturista proyecta la intensidad con la que avanza el thriller y es de ritmo tan agitado como la vida en las calles y los actos vandálicos de Connie. Los Safdie no escapan del cine de género, por lo que la película no deja de tener una impronta “de autor”, pero el elenco con actores y actrices de renombre –además de Pattinson está Jennifer Jason Leigh– y el ritmo llevadero, hilado por crímenes uno tras otro como si estuviesen guionados sobre rieles, hacen de Good Time (2017) una película para más audiencias que todo lo anterior que vimos de sus directores. Robert Pattinson encarna los males de un retrato crudo, pero atrapante del infierno que pueden ser los barrios bajos de Nueva York. Visualmente cuidada y de banda sonora electrizante, solo decae un poco en el segundo acto.
Estrenada en la Competencia Oficial del último Festival de Cannes, esta nueva película de esos héroes del cine independiente norteamericano que son los creadores de Daddy Longlegs y Heaven Knows What (Josh también filmó en solitario The Pleasure of Being Robbed) los muestra incursionando por nuevos rumbos, ya que se desmarcan de los diálogos del mumblecore y de los personajes excéntricos para ofrecer un intenso thriller que se apodera de las calles de Nueva York y le permite a Pattinson demostrar ahora sí que es mucho más que un actor carilindo sin demasiadas facetas. Si bien ya había demostrado algunas cualidades actorales en, por ejemplo, dos películas dirigidas por David Cronenberg (Cosmópolis y Polvo de estrellas), David Michôd (El cazador), Werner Herzog (Queen of the Desert) y James Gray (Z: La ciudad perdida), Robert Pattinson nunca logró destacarse demasiado ni mucho menos desmarcarse del estigma de ser el galán insípido de la saga Crepúsculo. Por fin, de la mano de los hermanos Josh y Ben Safdie -auténticos héroes del cine independiente neoyorquino-, salió de esa suerte de letargo, de su impronta entre lánguiday fría, para conseguir en Good Time: Viviendo al límite la mejor actuación de su carrera aportando todo el nervio y la energía a un personaje en el que además está casi irreconocible desde lo físico. El intérprete londinense es Connie Niklas, un ladrón de bancos de Queens que debe hacerse cargo de su hermano Nick (interpretado por el propio Benny Safdie), que padece ciertas discapacidades mentales. La primera media hora de Good Time... es notable: Un asalto a una sucursal bancaria, la fuga y una bomba de pintura que les explota a los ladrones cuando abren el bolso con la plata conforman una secuencia de acción y humor absurdo extraordinaria. Nick es atrapado y enviado a la cárcel de la isla de Rikers. Comenzará entonces una carrera contra el tiempo en la que Connie deberá ir por todo y contra todos para liberar a su hermano. Sin embargo, con el correr de los minutos la película pierde algo de fuerza y deriva hacia subtramas y aspectos poco desarrollados o no del todo logrados, aunque por suerte el desenlace está a la altura de lo mejor del film. Además, aun con sus altibajos, Good Time... nunca pierde la apuesta por el delirio y la potencia narrativa con la música de sintetizadores y beats de Oneohtrix Point Never (aka Daniel Lopatin) de fondo. En ese sentido, además del estilo de cine-guerrilla de los Safdie que se apropian de las calles de Manhattan y Queens, y del apuntado aporte de Pattinson y el resto del elenco, es para destacar la fotografía del siempre talentoso Sean Price Williams que permite sumergirse en esas Calles salvajes neoyorquinas que remiten a la primera época de Martin Scorsese (también hay algo en el film del cine de Nicolas Winding Refn y Michael Mann). Una provocativa, arrasadora y por momentos deforme (en el buen sentido) combinación entre el thriller y el drama familar de espíritu cassavetiano. Se trata, en definitiva, de una alianza satisfactoria para ambas partes entre un actor (Pattinson) en busca de nuevos desafíos con directores arriesgados y una dupla (los Safdie) que intenta salir del micromundo del mumblecore de bajo presupuesto y exclusivo consumo festivalero para incursionar en el cine de género y apuntar a audiencias más masivas. Misión cumplida, entonces, para todos.
Good Time: viviendo al límite, film vertiginoso e inmersivo La película más tensa, más vertiginosa, más deslumbrante de los hermanos Safdie (los mismos de Daddy Longlegs y Heaven Knows What; The Pleasure of Being Robbed es sólo de Joshua) marca también su consagración definitiva en el cine estadounidense. Ahora apadrinados por Scorsese y con el protagónico de Robert Pattinson, los Safdie demuestran que los posibles desajustes de su cine previo no se debían a balbuceos estilísticos, sino, tal vez, a simple escasez de medios. En Good Time, historia de dos hermanos en la senda del crimen -un camino nada brillante, aunque no jugado del lado cómico-, nos metemos en el robo a un banco, en una persecución, en la posibilidad de esconderse, en un intento de rescate y en un encadenamiento de fallas tragicómicas. Y el uso de "nos metemos en" no es casual: en el cine de los Safdie estamos cerca de los personajes, casi con ellos, ubicados en planos medios cortos o primeros planos, aunque siempre con aire a los costados. El uso de la pantalla ancha -2,35:1- les permite a los directores nunca abandonar el contexto: sus criaturas viven en una Nueva York alejada del glamour terrenal; siempre cerca de caer, están cargados de una desesperación vital y moral como la del cine de los setenta; si hasta la música de Daniel Lopatin -alias Oneohtrix Point Never- por momentos recuerda la compuesta por John Carpenter para su inolvidable Asalto al precinto 13.
Mucho más que una de hermanos delincuentes Robert Pattinson debe rescatar a su hermano con discapacidad, luego de un robo que sale peor de lo que esperaba. Suele suceder. Los criminales de poca monta, los que roban apenas para sobrevivir, y no tienen contactos, al menos en las películas, sufren como condenados. Al menos eso le sucede a Connie (Robert Pattinson), el hermano de Nick, un joven con trastornos mentales, al que el primero inmiscuye en un robo. El atraco no sale lo bien que Connie había planeado, él logra escapar de la persecución policíaca, pero su hermano, no. A partir de entonces, la película de los hermanos Benny (que interpreta a Nick) y Josh Safdie seguirá a uno y a otro, pero más que nada a Connie, quien tratará por todos los medios -a su alcance, y también los otros- de liberar a su hermano. Good Time, aquí con el subtítulo agregado Viviendo al límite, que le calza tan a bien a este filme como a la nueva de Star Wars, por ejemplo, es una de hermanos. Pero no una más de hermanos. Tampoco a la usanza de Rain Man, donde uno de ellos tenía una discapacidad. Good Time es, ante todo, un thriller. Que protagonizan dos hermanos, lo que le da al filme un tono. Que podría ser otro, en distintas manos. También hay algo de Después de hora, de Scorsese, con Connie deambulando por la noche entre hospitales buscando a su hermano. Hay una jungla allí afuera, y allí dentro de cada casa y cada cuarto de hospital, que los directores de Heaven Knows What saben combinar y conjugar en relación a los protagonistas. No vamos a decir que lo de Robert Pattinson es una revelación, porque el actor que se hizo conocido por la saga Crepúsculo ya dio muestras de tener ojo clínico a la hora de elegir guiones del cine independiente, sean o no dirigidos por David Cronenberg... No le pesa llevar adelante casi toda la película, por la que apostó desde su inclusión en la competencia por la Palma de Oro en Cannes este año. El aporte de la banda de sonido es casi tan importante como la edición, entre rasante y tajante, lo mismo que la iluminación, casi naturalista. Y la construcción de los personajes secundarios demuestra tanta carnadura como los protagonistas. Uncut Gems será lo próximo de los hermanitos Safdie. ¿Quién los producirá? Martin Scorsese...
Good Time – Viviendo al límite: Trepidante “road movie citadina” de los Safdie. “Digo cualquier cosa, y después olvido. Tú lo sabes -sonríes-, pero yo sigo a tu lado en la desesperación que te procuro”. Emily L (1987) – Marguerite Duras Ha sido, personalmente, todo un hallazgo este film de los hermanos Ben y Joshua Safdie, que entendemos, en sus anteriores películas, han sabido visualizar las historias mininas con una cámara como impávido testigo, volviéndolos cultores del cine indie por antonomasia en las abarrotadas calles de la anónima New York. Y que ahora, de alguna manera, se suman a la cinematografía mainstream, aunque sin olvidar, por lo que he podido ver posteriormente, ese espíritu de independencia en cuanto a construcción de la historia y de los personajes. Hallazgo que nos lleva a renovar, también, nuestros votos con Robert Pattinson y la elección que ha venido haciendo de sus últimos proyectos como particularmente este, en el que brilla con una transformación actoral tan digna como jugada. Ronald Bronstein y Joshua Safdie, sus guionistas, construyen una historia capaz de las miserias mas bajas como de los heroísmos menos convenientes, elaboran solapadas interpretaciones de la desesperación como motor, de la culpa como combustible y la tragedia de los nadie, los anónimos como ruta. Al inicio del film, esa primera escena juega una interesante primer mano, al mostrarnos al hermano de Coonie, Nick (interpretado por un increíble Benny Safdie) en medio de una sesión de terapia en la que no solo se muestra incomodo, sino también reticente a ser catalogado; anticipo decíamos, de algo que observaremos en el resto de los personajes. Ese ser, puesto en palabras que otros dibujan, no quiere que escriban lo que dice como otros no querrán ser interpretados por lo que ves. Y entonces, Nick, es rescatado por su hermano, un casi desconocido, en lo físico y particularmente vocal, Pattinson, intentando llevarlo a una completa liberación que comienza con un robo. Una de las mejores escenas, eso está más que claro es el atraco, aunque no es la única que brilla en esta road movie citadina, si la que mejor plantea de manera casi hasta diríamos mordaz la aventura de los hermanos Nikas. Chapucero robo que deja entrever las capacidades de resolución de unos sujetos a la deriva de sus vicios y anhelos y que es el puntapié inicial de todo lo que ocurrirá luego, que está muy lejos de las reivindicaciones o los prejuicios de los directores y guionistas. Casi como si de un documental se tratara, es un retrato frío y metódico el que presenciamos, que con un elenco contundente nos proporciona un show de personajes dignos y sólidos. Somos testigos del descenso a los infiernos de uno y la anodina y casi miserable salvedad del otro que, sin lamentos ni pretensiones, exponen a nuestro criterio. En fin, un film sorprendente que en su minimalista propuesta se vuelve una gran película, una capaz de conmover sin provocar y exponer sin ventilar las miserias humanas. Los hermanos son hijos de su desesperación, de sus ansias de libertad, de la construcción exquisita que hacen los directores. Perdida en la cartelera ante tanto tanque, es un film que brilla por luz propia y que sabrá hacerse un lugar en lo mejor de los estrenos, y si no, siempre habrá alguien dispuesto a dárselo en justa medida.
Estar apadrinados por Martin Scorsese y haber sido elegidos para la competencia oficial del Festival de Cannes 2017, esas solas credenciales les son suficientes a los hermanos Joshua y Ben Safdie como para hacerle a uno levantar las cejas de puro interés. Good Time es una verdadera proeza que, con astucia, construye una dinámica película de robos con complicaciones, que en el camino reivindica completamente la edulcorada carrera del galán Robert Pattinson. Que no los engañe el título, los buenos momentos que prometen son sarcásticos, al menos para los personajes. Es la platea la que tendrá un buen momento viendo desarrollarse uno de los peores atracos bancarios en la historia de los atracos bancarios cinematográficos. Y no es que abunde el humor. Lo hay, en dosis medidas pero nunca extremas. Pero la historia de vida de los hermanos Nikas no es una comedia, aunque los enredos que los siguen como sombras lo haga parecer así. El Connie de Pattinson es un muchacho nervioso y volátil, quien no tiene mejor idea que usar a su discapacitado hermano menor Nick (Ben Safdie, protagonista, director, guionista y editor, todo un hombre orquesta) para cometer un asalto a plena luz del día. Las cosas no salen como planean y pronto Connie necesitará una buena suma de dinero para sacar a su hermano de la cárcel, ya que si no lo hace Nick terminará como papilla en el correccional Rikers, con su frágil estado mental siendo un factor vital para apurar dicho trámite violento. En el transcurso de una sola noche ocurre la carrera contrarreloj de Connie, en donde éste acude a métodos poco ortodoxos para salvar a su hermano menor de una sentencia segura. A este antihéroe cuasi villano sólo lo redime el amor filial que le profesa a Nick y la necesidad de ayudarlo es el motor fundamental del film. Se la ha tildado a Good Time de vertiginosa, pero está algo lejos de serlo. El ritmo precipitado de conseguir algo en apenas horas me remite siempre a la excepcional Corre Lola Corre, donde una colorada rojo furioso Franka Potente debía recolectar una exorbitante suma de dinero en minutos. Acá el detalle desenfrenado lo aporta la rugiente música de Oneohtrix Point Never (ganadora a menor Banda de Sonido en Cannes) y el tempo que ofrecen los hermanos Safdie es menos una caída de la cima de una montaña rusa y más un lento pero seguro ajuste de tuerca. La travesía suburbana de Connie lo lleva a lugares impensados y sorpresas de guión varias, en donde cada situación le genera un impedimento que resuelve como puede. Él no es una luminaria criminal y eso mismo refleja la cara de perplejidad de un sobresaliente Pattinson, quien clava la bandera bien alto con este personaje y se quita de encima finalmente el estigma del vampiro brillante de hace un lustro atrás. No vamos a decir que está irreconocible, pero su cambio de actitud demuestra que es un buen actor después de todo, sin la pereza actoral que demostró en la saga Twilight. Ben Safdie es un gran apoyo para Robert en la caracterización del especial Nick, donde nunca recae en lugares comunes de gente con discapacidad mental, y los secundarios también brillan como una siempre explosiva Jennifer Jason Leigh como la novia MILF de Connie que parece estar en una tragicomedia, madre octogenaria y todo, o la jovencita Crystal de la debutante Taliah Webster que se ve arrastrada a la vorágine del protagonista. Good Time es la misma definición de un mal viaje lisérgico. Todo lo que puede salir mal lo hace, todo bañado con luces de neón, primerísimos planos para captar la reacción de los personajes y música de sintetizadores que abruma los sentidos. Es una radiografía de la bajeza criminal neoyorkina, un testamento a lo que la gente puede hacer por necesidad y urgencia, al estilo de vida que uno elige para sí y, en definitiva, una película que coloca a los Safdie como verdaderos etnógrafos de una clase social marginal.
Por mi hermano, lo que sea Good Time: Viviendo al límite (Good Time, 2017) es una película dramática dirigida por los hermanos Josh y Benny Safdie. El primero de ellos la co-escribió y el segundo la protagonizó junto a Robert Pattinson. Compitió por la Palma de Oro en la Competencia Oficial del último Festival de Cannes, donde fue aplaudida de pie durante seis minutos. Luego del intento fallido de robar un banco, Connie (Robert Pattinson) logra escapar pero su hermano Nick (Ben Safdie), quien tiene una discapacidad mental, choca con una puerta de vidrio y es esposado. Sabiendo que la cárcel es uno de los peores lugares en el que Nick puede estar, Connie deberá conseguir el dinero que le falta para poder sacarlo de allí. Si hay algo para decir de esta película es que su título es totalmente irónico: no está hecha para que la pases bien en el cine sino todo lo contrario. Durante el transcurso de una noche Connie busca ayuda en diferentes personas, actúa por impulso y como espectador lo vemos hundirse cada vez más en un agujero que él mismo provocó. Los directores no se ocupan de darnos detalles sobre la vida de estos dos hermanos pero sí nos dejan en claro que Connie haría lo que sea para proteger a Nick. La determinación que le da Robert Pattinson a su personaje es notable y es gracias a esta producción que el actor logra alejarse de Crepúsculo (2008), saga que lo convirtió en una estrella hollywoodense. Aquí hace notar que puede meterse en proyectos independientes arriesgados y salir muy bien parado ya que en ningún momento al verlo actuar recordamos su faceta de vampiro enamorado. Desde el principio la película maneja un ritmo que no da respiro, con una gran secuencia de robo al banco que mantiene la tensión y nos introduce para lo que se viene. La violencia tanto verbal como física se palpa en cada escena por lo que no es una película fácil de ver y/o digerir; hay momentos en particular que impresionan y no dan ganas de seguir viéndola, no porque sea mala sino por lo fuerte de su temática. La fotografía de Sean Price Williams junto a la banda sonora de Oneohtrix Point Never logran meternos de lleno en una faceta pocas veces vista de la ciudad de Nueva York: más realista, salvaje y oscura. A medida que avanza la trama algunos hechos llegan a ser confusos y poco creíbles; la forma en la que el film está grabado, utilizando cámara en mano con primerísimos planos, consigue poner nervioso al espectador por la manera brusca de mostrar sus movimientos. La empatía hacia el protagonista es nula debido a que vive tomando decisiones erróneas o faltando el respeto hacia los demás, lo que genera que presintamos su destino. Good Time: Viviendo al límite se convierte en un largometraje difícil de recomendar ya que no es para todo tipo de público. Si estás preparado para ver un thriller intenso, fuerte y que se va a quedar con vos luego de salir de la sala, adelante. Para las personas impresionables, mejor dejarlo pasar.
Cine independiente con súper estrella, Good Time concursó en Cannes y es un ejercicio vibrante, con una cámara inquieta que juega con el foco y saca provecho del sorprendente carisma de su protagonista, un Robert Pattinson que definitivamente demuestra que es algo más que una cara bonita y sosa. En la línea de historias urbanas deseperadas del todo en una noche (de The Warriors a After Hours, de Taxi Driver a, porqué no, Todo en una noche), este film de los hermanos Safdie (Heaven Knows What, Daddy Longlegs) es una historia de hermanos, Connie y Nick Nikas, que roban la caja de un banco y son atrapados en la huida. En realidad, uno de ellos, Nick, que tiene cierto retraso mental. Durante las siguientes horas desesperadas, Connie hace todo lo que puede por no perderle el rastro e impedir que vaya a parar a la cárcel. Toca puertas de quienes podrían ayudarlo (una novia algo desquiciada), intenta conseguir el dinero para sacarlo y, en plena situación límite, comete errores cómicos: una bomba de pintura los deja teñidos de rojo, la mejor aliada que consigue es una nena embelesada por su sex appeal, se lleva a un tipo equivocado. Ese humor, nacido de las situaciones absurdas, casi de gag, le da a la película una personalidad especial, como si el thriller se apoyara, sutilmente, en la parodia. Y le suma vitalidad y humanismo a un film que, sin humor, se percibe frío, sin emoción (está claro que quiere a su hermano, pero ese vínculo apenas se observa) y vacío, con poco sustento en su para qué. En esa deriva de situaciones y personajes, como paradas en la carrera de Connie, Good Time abre subordinadas por las que la potencia de las secuencias iniciales se pierde. La adrenalina del bello Pattinson, en su mejor trabajo, es el mejor espectáculo que Good Time tiene para ofrecer, y no es poco.
Los directores, los hermanos Safdie son un emblema del cine independiente, Benny y Josh, logran con esta película el triunfo de una odisea nocturna, plagada de locura, nervios, momentos delirantes, y un ritmo enloquecedor que atrapa al espectador para no soltarlo nunca. El libro es de Joshua Sadfie con Ronald Bronstein. El protagonista excluyente y magnífico es Robert Pattinson y Benny Safdie es además su hermano de ficción. El film es un thriller desesperado de una noche en la ciudad de Nueva York. Comienza con un hermano con dificultades de entendimiento y de habla con un psicólogo que logra conmoverlo. Pero irrumpe su hermano con otros planes en la cabeza, se lo lleva, se hace cargo y lo obliga a robar un banco. El comienzo de la película es un prodigio de humor, acción y absurdo impecable. Ya con el botín en las manos, cuando abren el bolso un estallido de pintura los mancha y tiñe su destino. El hermano con dificultades va preso y el otro, tendrá una larga noche para conseguir la plata para la fianza. Es un hombre que no se detiene a pensar, que aprovecha cada recoveco de su suerte y utiliza a todos sin piedad, una preadolescente, un enfermo equivocado, un dato. Todo lo que ocurre es puro nervio, oscuridad, ritmo electrizante, puro estrés. La historia es incómoda, lo subraya la inquietud manual de las imágenes, la riqueza de las texturas de su fotografía, ese ambiente marginal, el acelerado descenso a los infiernos. Robert Pattison en una labor increíble, si pensamos en el lánguido vampiro de la saga crepúsculo. Sus decisiones siempre fueron correctas después de ese delirio de la fama. Aquí irreconocible, entregado, es él quien logra en definitiva la cohesión del film, que después de un comienzo brillante, por momentos pierde fuerza o ingresa en subtramas innecesarias. Pero ahí esta su protagonista en estado constante de desesperación, en el punto doloroso y sin retorno de una noche imprevisible y violenta, con matices y capas de construcción de su personaje.
Los hermanos sean unidos Good Time es una película independiente dirigida por los hermanos Safdie. En ella conocemos la vida de Connie (Robert Pattinson) y su hermano Nick (Benny Safdie). La historia la atraviesa Connie por Nueva York, en búsqueda de dinero para sacar a su hermano con retraso mental de la cárcel. La película es buena en todos los aspectos: una fotografía increíble, que es capaz de generar tensión y suspenso en la oscuridad de Nueva York. Un guion sólido al cual nada se le escapa, buen armado de personajes y de hilos narrativos. Actuaciones increíbles, sobretodo por parte del ex protagonista de Crepúsculo. Las secuencias de escape y persecución se sienten genuinas, generan un nivel de ansiedad necesario para este tipo de películas. La dirección de Good Time es perfecta. Crea un ambiente de adrenalina, movimiento y tensión en todo momento. La banda sonora hace un excelente trabajo para que funcione de tal manera. No peca de ser predecible ni mucho menos comercial a pesar de tener a Robert Pattinson como protagonista. En conclusión, Good Time: Viviendo al límite es una genialidad que debe ser vista. Dato de color: fue nominada a Palma de Oro en el Festival de Cannes 2017.
Good Time: Viviendo al límite, de Josh Safdie y Benny Safdie Por Mariana Zabaleta Vertiginosa, es claro que ciertos géneros están pasando por una etapa de crisis, nostálgicos nos podemos complacer con esta inyección de adrenalina. La tibieza, auspicio de una corrección política cada vez más opresiva, infecta las propuestas de thriller en la cartelera desde hace años. Suerte la nuestra el censor no puede contener a los hermanos Safdie, gambeteando los lugares comunes con la experticia y el ojo del cinéfilo que no se contenta con la simple cita. Gamberros suman al pibe Pattinson a una sesión de desbocada locura, ya habíamos detectado el brillo del joven actor en sus participaciones con Cronenberg. Cosmopolis y Polvo de estrellas rompieron con la acartonada patina teen, para mostrar las oscuras grietas desde las cuales Pattinson resurge como una de las nuevas promesas del cine actual. Desbocada carrera por la ciudad, la maquinaria policial no tiene un rostro determinado, acecha cada esquina estropeando los planes de Connie (Pattinson), mientras que el motor de su empresa nunca deja de ser leal. La fuerza centrípeta que Connie ejerce coloca varios personajes en orbita a su carrera, niña amante, chulos, bravucones, etc. Diseñados y puestos en escena de manera limpia y entrañable. La atmósfera de tensión nunca desciende, empresa compleja que recuerda las jóvenes propuestas del cine independiente danés de Nicolas Winding Refn, La trilogía Pusher cosechó fanáticos, haciendo escuela en el genero a la par de grandes como Lumet, Tykwer, y necesariamente Scorsese. La dupla Safdie se suma a esta pandilla con altanería. Como Connie mismo, para ser vándalo no solo hace falta tener agallas, hay que saber contar historias. Lujo aparte la hipnótica actuación de Benny Saftie, confrontando directamente al espectador volveremos a esperar encontrarlo en la gran pantalla. GOOD TIME: VIVIENDO AL LIMITE Good Time, Estados Unidos, 2017. Dirección: Josh Safdie y Benny Safdie. Guion: Josh Safdie y Ronald Bronstein. Interpretes: Robert Pattinson, Benny Safdie, Taliah Webster, Jennifer Jason Leigh, Buddy Duress. Duración: 101 minutos.
Con más vértigo que espíritu, "Good Time: Viviendo al límite", de Benny y Josh Safdie, bucea en varios géneros en busca de un submundo que no se suele ver en pantalla. A fines del Siglo XX, con un cine argentino algo anquilosado y una camada de realizadores salientes de las nuevas escuelas de cine, surgió una movida muy popular que se conoció como el Nuevo Cine Argentino. Una propuesta que venía a renovar desde la independencia a un cine algo parado e industrializado en viejos esquemas e historias. Una de sus vertientes es la que recayó en historias del bajo Buenos Aires. Mostrar ese sector social que no se veía, que no tenía voz, mayoritariamente joven, de bajos recursos, y vidas arrastradas a la marginalidad. "Good Time: Viviendo al límite", de los hermanos Safdie, parece un exponente salido de esa camada, quizás tardía para nosotros, quizás expositiva de una crisis social que se vive actualmente en el país del norte. Constantine “Connie” Nikas (Robert Pattison) y su hermano Nick (interpretado por el director Benny Safdie) llevan a cabo el robo a un banco, pero nada sale como debería. Tras esto, Nick, el hermano menor, es encarcelado. Connie contará con una noche para tratar de liberar a su hermano, y para esto, su sumergirá cada vez más en un submundo de violencia y perdición, todo esto con el reloj que no para de marcar tic tac. La historia es sencilla y no presenta demasiadas vueltas. Es más suena, y es, una excusa para poner a los personajes en situación. Esa noche en el que cualquier acto violento (en el sentido amplio de la palabra) estará permitido. Tanto desde el guion del Josh Safdie (el que no actúa) y Ronald Bronstein, la puesta, y la fotografía de Sean Price Williams imperan la idea de caos desde la luces de neón, la oscuridad, la sombra, y lo sudoroso. Algunas escenas se alargan demasiado, pero en sí, hablamos de un film que no se detiene y fluye a ritmo de un vértigo venoso, casi al pulso de un latido. Safdie muestran cine de acción, clima de suspenso, e inevitable drama, en definitiva Good Tima: Viviendo al límite es un drama. Pese a contar con una historia sencilla, el ritmo y el clima impreso desde el guion y lo visual hacen que el conjunto se torne confuso. Cuesta seguirle el hilo, como si ese vértigo se trasladase al espectador produciendo agotamiento. Sus escasos 101 minutos de duración terminan por parecer en el cuerpo y mente mucho más. El submundo que los Safdie muestran, como era de esperarse, se plaga de clichés y lugares comunes, lo cual hace dudar de esa supuesta realidad que querrían mostrar. El muestrario que exponen pareciera apuntar hacia cierto lado, lo cual la hacen ideológicamente algo cuestionable. El vértigo y la adrenalina impresa en cada fotograma, con la ayuda del tiempo corriendo, colaboran en disimular una historia que, de tan pequeña, a veces no avanza, plantea una situación y en eso se queda. En realidad, su ritmo narrativo no es del todo parejo. Todo se reduce a Connie yendo de un lado a otro, manteniendo encuentros casuales, saliendo de una y entrando en otra. Una especie de bucle o círculo que provoca rutina, más allá, repetimos, de que todo avance rápido. Benny Safdie como Nick transmite los problemas que lleva su personaje; y en la relación tumultuosa entre ambos hermanos se encuentra lo mejor de la película. Robert Pattison encara uno de esos roles que sirven para huir del encasillamiento de galán. Si bien su labor no es brillante, le alcanza para aprobar y demostrar que puede hacer de otras cosas que no sean vampiros brillantes y buenotes. "Good Time: Viviendo al límite" presenta una propuesta que juega a lo marginal pero que no le escapa al lugar común y a la ideología ya conocida y cuestionada. Disimula a puro vértigo agotador una historia pequeña y algo rutinaria a la que le falta una mejor ilación. Un claro ejemplo de algo que suena mejor en los papeles que en la concreción de los resultados.
La noche se mueve Recibida con bastante entusiasmo por la crítica en su presentación durante el pasado Festival de Cannes (se llegó a hablar de Palma de Oro cantada para sus directores y actor principal, aunque a la postre hubiera más ruido que nueces), estamos ante un ejercicio frenético y demencial que hará las delicias de todos aquellos amantes de las emociones fuertes en forma de thriller. Dirigida y guionada por los hermanos Ben y Josh Safidie, este último también formando parte del elenco actoral) La película tiene una estética calculadamente cruda que refleja con propiedad el universo del protagonista, quien, aunque se trate de un criminal que utilice más de una vez la violencia, proyecta un aire de inocencia y dulzura que, sumado a las decisiones impulsivas y estúpidas que frecuentemente toma, dan como resultado un carácter sorprendentemente complejo para una obra que tiene más pretensiones de funcionar como ejercicio de estilo que como estudio de personaje. Robert Pattinson se parte literalmente la cara en un rol que lo aleja por completo de sus pulcras interpretaciones romanticoides. Quien lo acusa de ser un actor hierático que rara vez sabe transmitir emociones en sus caracterizaciones, comprobará que aquí tiene la capacidad de traer suavidad a una figura bastante bruta, manteniendo las buenas intenciones de Connie siempre palpables bajo su desesperación y sus coléricas explosiones (es curioso percibir cómo estamos al mismo tiempo convencidos de que él no haría mal a las personas que se cruzan por su camino, pero también de que tal vez fuera mejor no probar esta suposición). A su lado, Jennifer Jason Leigh alcanza un efecto similar con su personaje, que, aunque goza de apenas pocos minutos en pantalla, deja una fuerte y triste impresión de una mujer frágil psicológica y emocionalmente. Cerrando el elenco principal, Barkhad Abdi, actor revelación en la exitosa Capitán Phillips (Paul Greengrass, 2013) que aparece como prueba viva de las dificultades enfrentadas por las minorías para conseguir papeles relevantes en el cine. Sin conceder un minuto de descanso para el público durante sus adrenalíticos cien minutos de metraje, Good Time también desprende cierto aroma de desencanto melancólico que le hace muy bien al conjunto. El guión, que enfatiza la tremenda influencia que una persona puede tener sobre otra, se enfoca en la figura de dos hermanos que, aunque son muy distintos en naturaleza, están conectados por un pasado inestable y traumático que los convierte en unos tipos inadaptados con una frecuente conducta ilegal. Emocionalmente destrozado y a menudo con la mente un tanto confusa, Nick (Benny Safdie) se muestra como un joven bondadoso que necesita con desesperación ayuda psicológica. Ese apoyo esencial le fue dado por el Dr. Peter (Peter Verby), quien revela un interés dedicado en su caso, pero el trabajo se interrumpe sin previo aviso cuando el hermano mayor de Nick, Connie (Robert Pattinson), un delincuente errático, entra sin permiso y saca a su hermano de la habitación. Podríamos haber afirmado que estamos ante una de las películas del año, pero, por desgracia, el último tercio no está a la altura de los dos tercios anteriores. La aparición de nuevos personajes de los que no sabíamos nada entorpecen una narrativa hasta entonces bastante diáfana en sus intenciones. Parece que los hacedores del film no saben cómo rematar la faena, y todo empieza a girar sobre sí mismo con repeticiones y situaciones que rozan lo inverosímil e incluso lo cómico. Con todo y con ello, la atmósfera de alta tensión está muy lograda, con una banda sonora original firmada por el músico experimental Daniel Lopatin (cuyo nombre artístico es Oneohtrix Point Never) de las que quitan el hipo, unida a canciones de Iggy Pop y demás ejemplos de música electrónica que te llevan en volandas.
El amor es más fuerte Puede parecer engañoso desde su trailer hasta su afiche promocional, pero Good time es mucho más de lo que aparenta y trata de vender. El título no hace justicia en absoluto a su desarrollo, la historia que se presenta es oscura, pero no por eso es menos emocionante. Connie (Robert Pattinson) y Nick (Benny Safdie) son dos hermanos muy unidos. Mientras el primero busca a toda costa conseguir una vida que nunca tuvieron, el segundo tiene un retraso mental que le dificulta cada uno de los planes de su hermano. Un día planean un robo que sale mal y Nick es puesto en prisión, lo que llevará a Connie a tomar todas las medidas posibles para conseguir el dinero de la fianza y sacarlo de la cárcel. La adrenalina que atraviesa todo el metraje de Good time es simplemente apabullante, no hay manera de que se pueda salir de la sala sin los nervios rotos o al menos sin sentir un mínimo de compasión por los personajes, más allá de que sepamos de entrada que no estamos ante simples marginados de la sociedad. El aura que envuelve al filme en su totalidad es de oscuridad y confusión, la imagen se vuelve sucia por momentos, pero todo contribuye a la recreación de ese submundo que los hermanos Safdie supieron construir, con Pattinson a la cabeza, por primera vez redimiéndose y alejándose de la sombra de Crepúsculo. El guion lleva a la historia hacia un ritmo de pura vorágine en un principio, luego la narración se vuelve un poco tediosa con la incorporación de personajes secundarios que poco aportan al conflicto central, hasta que se llega a una conclusión tan vertiginosa como el inicio de la película. Si bien el relato es potente en sí mismo, son las actuaciones las que se llevan los aplausos. Robert Pattinson supo dar con un proyecto que le permitió explotar (y explotarse) todo el potencial que ya demostró en otras producciones como Cosmópolis de Cronemberg. La dupla que hace con Benny Safdie es grotesca, pero a la vez inspira ternura, son hermanos que se valoran y eso se ve en cada toma, cada escena, cada diálogo. Sin duda, Cannes fue el puntapié inicial que necesitaba esta película para poder surgir y correrse del mote “under” que pretendían inculcarle. Good time no es una simple propuesta indie, que lleva un actor conocido para captar un determinado público. Por lejos, es una de las mejores apuestas de lo que queda del año, teniendo todo a su favor, desde una narrativa poderosa y vibrante hasta unas actuaciones de primer nivel, junto con una fotografía que potencia todas y cada una de las facetas que esta película posee y de las que se regodea constantemente. A partir de ahora, solo queda vivir la experiencia de ver este filme con ojos desprejuiciados y sin temor a encontrarse con un shock duro pero gratificante.
Este es un clásico thriller de acción, el cual no decae nunca, con personajes bien construidos.Connie Nikas(Robert Pattinson, de gran actuación) es un estafador que quiere alejarse de Nueva York con su hermano interpretado por Nick Nikas (Benny Safdie) que tiene problemas mentales. Los directores se toman sus tiempos para describir a cada uno de los personajes, su entorno, se van creando muy buenas atmósferas, climas, goza de una gran estética, la textura de los colores están de acuerdo con lo que se quiere resaltar, están los crímenes y la pobreza en una ciudad y la relación entre hermanos. Dentro del guión en algunos momentos abundan los clichés y situaciones resueltas de manera simple. Se encuentra acompañada con la encantadora música de Oneohtrix Point Never, tiene un poco de similitud con el cine de Nicolas Winding Refn y una bella fotografía.
CÓMO UNIR EL INDIE Y EL MAINSTREAM A PURO VÉRTIGO Los hermanos Benny y Josh Safdie, referentes del indie norteamericano, dan un paso al frente hacia la masividad en Good time: viviendo al límite, donde cuentan con una estrella como Robert Pattinson en el protagónico y donde profundizan, a partir de una estructura en tiempo real a lo Después de hora, en un cine de género energético y vital pero que no pierde nunca de vista su cuota autoral. Aquí dos hermanos -uno con evidentes trastornos psiquiátricos- roban un banco y las consecuencias serán un viaje por una Nueva York sórdida, neurótica y nocturnal que se aleja de la postal habitual. Lo positivo en Good time… es que ese cruce entre el cine casi de contrabando que hacen los Safdie y el roce con una ambición de cine popular no resta en ninguna de las supuestas puntas de la ecuación. Todo lo contrario, la estética subversiva, granulada, le adosa a esta suerte de buddy movie contenidamente disparatada un aspecto cinematográfico mayor, a la vez que la apuesta por un cine popular alejado de la pose festivalera le da libertad y diversión. La primera media hora debe estar, lejos, entre lo mejor que ha brindado el cine norteamericano en este 2017: todo arranca con un diálogo vibrante de primeros planos entre uno de los hermanos, Nick (Benny Safdie, uno de los directores), y su psiquiatra, un diálogo que tiene ecos también de uno de los padres del cine independiente norteamericano (porque el indie antes se llamaba independiente, vaya uno a saber…) como John Cassavetes. Allí irrumpe el otro hermano, Connie (Pattinson, en una actuación notable, la mejor de su carrera), y esa tensión con la que quiebra ese arranque será el hilo conductor del relato. Luego el robo, luego una bomba de pintura que estalla para potenciar esa paleta de colores increíble que el director de fotografía Sean Price Williams trabaja, luego la fuga y una película que nunca se detiene, que siempre encuentra giros creativos y divertidos para salir adelante, como el propio Connie. Una de las cosas que los Safdie logran con enorme convicción es la de devolverle al cine la despreocupación por el verosímil administrativo, ese que busca conectar todas las piezas con la lógica de un asiento contable. Aquí pasan cosas bastante curiosas, algunas improbables, pero la energía del relato nos lleva de las narices y nos impide preguntar a cada paso si lo que está sucediendo es coherente. El estilo cuasi alucinatorio de la narración justicia esa estructura lúdica. La referencia a Después de hora no es para nada gratuita, ya que el propio Martin Scorsese aparece primero entre los agradecimientos del final. Y aquella película emblemática de los 80’s y de este tipo de relatos donde un catástrofe se encadena otra catástrofe sirve de base para Good time: viviendo al límite, pero también lo hace aquel cine scorsesino de los 70’s donde cierta marginalidad invadía con una energía y una potencia inusitada. Si los Safdie parecen obsesionados con algunos referentes del cine norteamericano, especialmente de los 70’s y 80’s (hay aquí algo de Walter Hill también), el acierto en su mirada es licuar todo eso para construir un cine del presente. Good time: viviendo al límite podría haber sido realizada hace 25 años, pero es una película de hoy, vital, alejada del museo y la catedral. Que los Safdie hayan sido convocados para hacer una remake de 48 horas es una forma de confirmar estas filiaciones. Aunque claro, prejuiciosos como somos, lo que más nos llama la atención de la película es la actuación enorme y sorprendente de Pattinson. El actor, que para escapar del estigma de Crepúsculo ya se había probado con directores de otro palo como David Cronenberg, Werner Herzog, Anton Corbijn o James Gray, está aquí mucho mejor que nunca. Porque en su viaje con directores “prestigiosos”, igualmente no había podido sacarse de encima ese velo de languidez e introspección más propio de su vampiro atravesado por el Método. Por el contrario, en Good time: viviendo al límite se aleja de tics reconocibles y se presta corporalmente a una transformación absoluta, llevando la apuesta tensa y vertiginosa de la película, incluso, a su presencia en pantalla. Así, cuando el film de los Safdie caiga en algunas redundancias y reiteraciones, será el propio Pattinson el que sostenga el interés y nos revele el encanto fundamental de la película, lo que nos fascina: su vitalidad, energía, tensión, nervio, para sacar al indie y al mainstream del más absoluto sopor.
Good Time: Viviendo al límite es una película de derrotados, y no solamente por los dos hermanos protagonistas que, tras un fallido robo de un banco, no dejarán de sufrir inconvenientes de todo tipo. Las peripecias de los hermanos siempre están asociadas a un contexto a tono con la existencia desgraciada que les toca vivir. Los pacientes de un psiquiátrico, los reos de una cárcel, las familias desmembradas, los pacientes de un hospital público constituyen una mayoría sufriente y silenciosa que no participa del mundo de las riquezas y el resguardo de las instituciones. Los hermanos y todos estos hombres y mujeres son el reparto secundario de un sistema. En ese sentido, la abuela y su preadolescente nieta, que tienen un rol importante a mediados del relato y apenas subsisten en una pieza inmunda y oscura de Nueva York, son un poco el corazón oblicuo del film. La austera y casi mecánica solidaridad que emana de ellas no alcanza para contrarrestar la determinación social de estas criaturas y la desconfianza integral, pero el gesto existe y se desmarca momentáneamente de una sociedad despiadada.
Amores que matan Good Time: Viviendo al límite es un thriller sobre dos hermanos, uno de ellos discapacitado, que no termina de estar a la altura de su gran prólogo. Una de las virtudes de Good Time: Viviendo al límite es a la vez su mayor defecto. Son tan potentes los primeros 20 minutos (previos a la secuencia de títulos), y en particular la primera escena, que cuando la película empieza verdaderamente y vemos que va por otro lado, aunque mantiene el ritmo frenético del comienzo, en ningún momento nos terminamos de resignar a que la película sea otra. En esa primera escena está Nick Nikas (un sorprendente Benny Safdie, además codirector de la película junto a su hermano Josh), un joven que sufre una cierta discapacidad mental, dialogando con un psiquiatra (Peter Verby). El médico le hace preguntas para ver hasta dónde llega su discapacidad (“¿qué significa la expresión ‘más vale pájaro en mano que cien volando’?”, por ejemplo) y Nick responde con mucha dificultad. La cámara de los hermanos Safdie se cierra en el rostro y la mirada triste de Nick, que transmite la impotencia insoportable de saber que no está pudiendo entender del todo lo que le preguntan. Justo cuando vemos rodar una lágrima por su rostro inexpresivo, entra a la oficina con violencia Connie Nikas (Robert Pattinson en un papel consagratorio), su hermano, que se lo lleva del lugar ante las protestas del psiquiatra, que dice que esa no es manera de ayudarlo. Pero Connie adora a Nick, aunque su amor rotundo e incondicional sea en el fondo inconveniente para ambos. Ese parece ser el tema principal de las películas de los hermanos Safdie, ya sean thrillers como este o historias más indies familiares como la extraordinaria Go Get Some Rosemary, que se vio en el BAFICI hace siete años: la historia de un padre con dos hijos pequeños, un padre pésimo pero que los ama; una película tierna y dura a la vez, si eso fuera posible. Digo que Good Time es un thriller porque apenas Connie “rescata” a Nick de su terapeuta, lo lleva a robar un banco. Obviamente el robo va a salir muy mal, un poco por la pésima organización de Connie y otro poco por la torpeza de Nick, y después de unos minutos frenéticos y veloces musicalizados por el excelente Oneohtrix Point Never (el mismo de Adoro la fama, de Sofia Coppola), el hermano débil terminará preso. Recién ahí, a los 20 minutos de película, vienen los títulos. Después la película es otra, o quizás no: se mantiene el ritmo, la música, los personajes desangelados y algo torpes (brilla la adolescente negra interpretada por la debutante Taliah Lennice Webster), el tono de la imagen granulada y de neón al estilo Taxi Driver, pero desaparece Nick y, con él, esa relación de hermanos que había amagado con ser el centro de la película. Es cierto que en algún punto sigue siendo el centro, aunque fuera de campo: lo que sigue es el intento de Connie por sacar de la cárcel a su hermano, con tretas cada vez más torpes que lo van hundiendo en problemas cada vez mayores. El final de la película es circular, casi perfecto, y recupera la potencia del comienzo dando la ilusión de una película extraordinaria, honesta, contundente y consecuente. Pero al menos a mí me quedó el regusto amargo de que no terminó de estar a la altura de su prólogo.
Los directores provenientes del cine indie norteamericano entregan un intenso y enervante thriller acerca de dos hermanos que roban un banco y se meten en un problema tras otro. Un irreconocible Robert Pattinson se luce en este filme que recuerda a cierto cine norteamericano de los primeros años ’70. El arribo de los hermanos Safdie a Cannes fue una de las mejores noticias que ofreció el anuncio de los filmes en la competencia. Son dos hermanos que surgieron en el cine ultraindependiente de Nueva York hace una década y se fueron destacando en varios cortos y en largos intensos como DADDY LONGLEGS y HEAVEN KNOWS WHAT. En ese último filme empezaban a meter su cámara en micromundos cada vez más oscuros y densos de las calles de la ciudad. Se trata de una película centrada en un grupo de junkies. Ahora siguen en esos bajos mundos pero con una diferencia. Por un lado, porque si bien no modificaron demasiado su estilo de rodaje casi de guerrilla y callejero por las calles, ahora cuentan con Robert Pattinson como protagonista y, por otro, porqu cuentan con una estructura algo más parecida a la de un thriller. De todos modos, más allá de esas apariencias, sigue siendo un producto puramente “Safdie”. Pattinson y el propio Ben Safdie (dirigiéndose a sí mismo) interpretan a dos hermanos de Queens. El primero, Connie Nikas, es un low-life hecho y derecho, un hombre que si bien no queda muy claro a qué se dedica es obvio que la vida de los bajos fondos y los atracos son lo suyo. Su hermano Nick tiene algunos problemas mentales, disminución auditiva y una alta propensión a la violencia. Cuando empieza la película vemos a Nick en un instituto terapéutico donde está teniendo una sesión de “comprensión de lenguaje” en la que parece quebrarse emocionalmente y revelar una dura vida familiar. Pero de golpe llega allí su hermano –Pattinson en plan ladronzuelo intenso neoyorquino, una especie de hijo del Robert De Niro de MEAN STREETS o del Al Pacino de TARDE DE PERROS— y lo saca violentamente. Su plan es robar 65 mil dólares de un banco y lo lleva a su hermano a hacer el trabajito. La escena del robo es extraordinaria y da comienzo a lo que será una larga serie de desventuras que surgen a partir de allí: Connie y Nick roban el banco, escapan de la policía y descubren que dentro del bolso con dinero que allí le dieron había una “trampita”. Eso los lleva a la desesperación y a más corridas, que concluyen –en parte– con la detención de Nick tras un violento accidente. Eso llevará a Connie a hacer lo imposible por rescatar a su hermano de la cárcel, lo que implica usar el dinero que robaron –y cuyo destino parecía ser otro– para sacarlo bajo fianza. Pero no es suficiente plata. Lo que implica más intentos de robos, ventas de drogas, encuentros con personajes de ese submundo, confusiones y más y más problemas en lo que parece ser una versión aún más infernal y enervante de DESPUES DE HORA. En algún momento la trama irá llevando a Connie a meterse en aventuras cada vez más extrañas y alejadas de la posibilidad de rescatar a su hermano. Y si bien la intensidad y la furia de sus desventuras no bajan, la historia pierde un poco de peso con los nuevos personajes que van apareciendo. Es que, finalmente, lo más importante de la historia está en la relación entre ellos, por lo que al perderse un poco ese hilo narrativo la película empieza a quedarse sin un eje emocional que sostenga las caóticas complicaciones en las que se mete Connie. Un casi irreconocible Robert Pattinson se luce encarnando a uno de estos personajes de la calle que parecen vivir con los dedos en un enchufe todo el tiempo pero que a la vez son muy inteligentes en lo que hacen. O creen serlo. Safdie es una revelación en un papel complicado. Tan fuerte es su presencia que cuando desaparece por un tiempo de la trama se siente esa ausencia, esa química entre los hermanos. O, mejor dicho, entre un hermano que cree proteger al otro y saber lo que necesita (cuando en realidad es evidente que lo lleva por los peores caminos) y otro que lo sigue sin poder cuestionarlo nunca. Con una cámara nerviosa y encima de los personajes (del gran Sean Price Williams), música electrónica furibunda (de Oneohtrix Point Never), una extraordinaria combinación de actores profesionales (Jennifer Jason Leigh encarna a una “novia” de Patterson) con gente de la calle, y una estética que recuerda al New Hollywood de los años ’70, GOOD TIME es un frenético viaje a los infiernos neoyorquinos. Alejándose un poco de los pisos millonarios y el parque de diversiones de lujo en el que se convirtió Manhattan, la Gran Manzana sigue teniendo inmensos y enormes agujeros donde el tiempo parece no haber pasado y las cosas siguen tan complicadas como en esa década.
Podría, y con buen continente, recorrer el análisis de éste filme a partir del titulo original “Good Time” y pensarlo como una parodia, pero estaría falseando en términos del género al que se adscribe. Esta producción de los hermanos Benny y Josh Safdie es claramente un thriller con todos los elementos necesarios puestos en juego, con claras reminiscencias de realiaciones como “Después de hora” (1985) de Martín Scorsese, y en menor medida, y del mismo director, a “Taxi driver” (1976). El punto es que si bien todo se muestra a una proliferación de escenas con muy buen ritmo, nunca decae en tanto estilo y potencia narrativa, el fallo principal se encuentra en el guión, específicamente en la presentación y posterior desarrollo de los personajes principales. Lo cual hace que la trama se vaya desdibujando en medio de las subtramas que intenta exponer, que no termina de exhibir y menos desplegar. Connie Nikas (Robert Pattinson) es un delincuente de poca monta y peor suerte, que decide retirar a su hermano Nick (Benny Safdie) de una clínica psiquiátrica, donde esta internado, para asaltar un banco. De la mala suerte que les da de lleno contra el destino a los hermanos, a peores decisiones que van conformando un pesadillezco trillo nocturno y violento. Un robo que termina con Nick preso y hospitalizado, y Connie con la obligación de rescatarlo, tanto por la posibilidad que su hermano pueda confesar, impulsado por dos variables, entre la culpa por el resultado y el miedo de lo que pueda sucederle. El punto es que Nick es claramente un discapacitado mental, casi podría diagnosticarse como Débil Mental, con procesos de pensamientos demasiados lentificados, impulsivos, con incapacidad para la simbolización, la otra contrariedad es que Connie no es una luminaria tampoco. Aunque el texto los contrapone como uno muy por encima del otro, casi protector, pero a las decisiones que toma no lo aleja demasiado e injustifica la presentación de los mismos en representaciones de verosimilitud. Dicho de otro modo, si la idea es mostrar la crudeza de la violencia cotidiana en las grandes ciudades, la elección del perfil de los personajes impide que se identifique como idea primaria. Si es de mencionar que Robert Patinson se desprende de los personajes que lo hicieron famoso, el modelo para armar adolescente, hasta podría decirse que esta es la mejor actuación de su carrera, lo que ni implicaría bondades, el rictus facial y físico con el que circula a lo largo del metraje no tiene la más mínima variación, no hay otra expresión. En un punto más alto Bennie Safdie. también codirector de la cinta, le da otra carnadura a su personaje, en tanjto que los demás actores, entre ellos Jennifer Jason Leigh, tienen muy poco tiempo en pantalla y menor incidencia en el relato. El diseño de producción, la disposición de prevalecer la forma sobre el contenido, pulso en tensión, cámara nerviosa, cortes y montaje de planos cortos, de detalles en escenas de acción a la letanía cuando intenta instalarse en el drama. No aburre, es verdad, mantiene la atención del espectador a base de vertiginosidad y eso es todo un logro hoy en día.
En Heavens Knows Why (2014), anterior película de los hermanos Safdie, el lado B del sueño americano copaba las calles con homeless, yonquis y transas que apenas superaban la mayoría de edad, sin futuro en mente ni ambición alguna más que juntar unos pocos dólares para “pegar” la siguiente dosis de heroína. Así, el dúo neoyorquino consiguió unirse a las filas iniciadas por John Cassavettes colocándose -a la par de Sean Baker- entre las figuras más sobresalientes del cine independiente estadounidense actual. Sin embargo, no es sino con su quinta entrega, Good Time: Viviendo al límite donde la dupla sanguínea alcanza un nivel altísimo que -sin querer ser adivino – bien podría ser la cúspide de su carrera. La vitalidad y la potencia jovial de los directores encastra (¡ahora sí!) con un guion urbano, pero más que nada con un ritmo anfetamínico como cimiento, no apto para taquicárdicos, que bebe mucho de la cultura del videojuego. Luego de una pequeña intro con el rostro ido de Nikolas (Ben Safdie) en el consultorio de su psiquiatra (más adelante le sucederán planos detalle de otros rostros, porque Good Time es en consonancia con su claustrofobia narrativa, un largometraje de planos cerradísimos, casi sin aire que permita respirar) la trama se saltea todos los pasos que un filme de atracos debe tener mostrándolo a él y a su hermano Connie (Robert Pattinson) dentro de un banco en pleno modus operandi delictivo. Pero hay un detalle no menor: Nikolas sufre cierto retraso mental que lo hace pendular sin término medio de la incomprensión a la ira reactiva. Es una persona incapaz de cuidarse a sí mismo, o eso es lo que refleja el afán desesperado de un Connie ya prófugo por liberar a su hermano una vez que éste es apresado por la policía. La metrópolis neoyorquina con sus luminarias insomnes y sus pantallas encendidas durante las 24 horas alumbran los ojos de un Pattinson despreciable y amoral, muy lejos de la inmortalidad romántica que supo tener en Crepúsculo y cercano a una de las mejores actuaciones de su carrera. Connie es un personaje despreciable, con pocas luces. Actúa como un gamer impulsivo y equívoco que a cada nivel superado vuelve a caer en un problema aún mayor. Es el protagonista y centro de un espiral descendente que dura tan solo día, pero por la cantidad de secuencias que ocurren, y gracias a una música electrónica que prácticamente te lleva puesto haciendo que pasemos por alto varias inverosimilitudes, parece que ha transcurrido una semana entera. Good Time es urgente como Corre Lola Corre, pero sin metafísica y con mucho pesimismo social. Los Safdie despliegan un armamento visual amplio que va desde una imagen granulada y retro, hasta el uso del teleobjetivo y el zoom -éste último recurso reciclado directamente de esos programas de persecuciones policiales-. De este modo, no solo se suman a la lista de cineastas malditos que filmaron las alcantarillas de Nueva York como el Abel Ferrara de Un maldito policía o el Martin Scorsese de Calles Salvajes y Taxi Driver sino que también recuperan parte de su estética. Eso sí: aquí no hay espacio para redenciones, solo un game over brusco y frío como una luz de neón que acaba de apagarse. Por Felix De Cunto @felix_decunto
l cine de los hermanos Safdie (Ben y Josh) tienen una estética cinematográfica que me atrae, su belleza y atmósfera sombría genera en mí una particular atracción. El viaje alocado por los suburbios nos trasportaran a un viaje en tiempo real – como si fuera un gran plano secuencia- con un particular sentido del humor, bastante corrosivo por cierto. Su última locura cinematográfica, Good Time:Vivir al límite es una gran película. Estos directores sub 35, vienen desde el indie, relatando crónicas urbanas (recomiendo también Heaven Knows What la anterior), se meten con personajes marginados, pocos afectos al amor y nos sumergen en un playlist que marca el tiempo de la película. Oneohtrix Point Never es el que le pone el remolino musical a Good Time. Los Safidies nos presentan en la primera secuencia a Nick Nickas –Beny Sadfidie, el menor que también actúa- un joven con trastornos psiquiátricos, que permanece callado, con la mirada desatenta ante un terapeuta que pretende desentrañar su mente. Un rollo con su abuela, lo mantiene hermético. De repente irrumpe en esa escena, Connie Nikkas – Robert Pattinson- el hermano “violento”, desalineado, con una campera over size, y visiblemente alterado, intercepta al psiquiatra y se lleva a su hermanito de las narices, desde allí un raid delictivo que incluye una escena increíble de robo de bancos. Robert Pattinson quien ya nos dejó en claro que es un actorazo en The Rover del australiano David Michod, compone a un joven con una furia interna poderosa, un excluido de la sociedad, que arrasa con su temperamento. Los Safdie se detienen en los ojos inyectados de locura de Nick/Pattinson quien se devora este thriller y recorre los suburbios de Manhattan. El recorrido en metro y el encuentro de Pattison con otros delincuentes, lo envolverán en una subtrama, en donde la joya preciada es una botella de ácidos. Punto aparte, aunque sea seguido, pero Robert Pattinson y Beny Safdie hacen un trabajo actoral impresionante, el primero interpreta de manera brillante al hermano “mayor” autoritario, desagradable, pero fiel y el segundo contruye con natualidad un enfemo mental que se siente presionado por una familia disfuncional, la conjunción de ambos, hacen que Good Times sea un cierre perfecto de año. De yapa hay un papel secundario a cargo de Jennifer Jason Leigh, como amante de Nick que siempre deja el descubierto lo perfecta que es como actriz. Los Safdie llegaron para quedarse y festejamos por ello.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Crítica emitida por radio.