“Halloween Ends” Crítica La noche final de Halloween no impacta como sus antecesoras, dándole un cierre con sabor amargo. Halloween Ends es el final de la nueva trilogía que comenzó en el 2018, de la mano de David Gordon Green 40 años después de una obra maestra creada por John Carpenter. La dirección y el guión siguen a cargo de David Gordon Green, al igual que la producción realizada por Jason Blum. Cuatro años después de los eventos sucedidos en Halloween Kills Laurie está viviendo con su nieta Allyson y terminando de escribir sus recuerdos. Michael Myers no ha sido visto desde entonces. Pero a pesar de que Laurie trata de vivir otra vez de una manera diferente, Hoddonfield es presa de la histeria colectiva por el miedo que Michael Myers ha provocado. Esto trae consigo nuevos sucesos que harán que la paz de Laurie sea alterada nuevamente. Solo cambia de forma En esta nueva entrega Laurie Strode tiene una vida mucho más pacífica escribiendo sobre su pasado y lo que sufrió por culpa de Michael Myers. Por otro lado, Allyson se volvió algo solitaria, pero está tratando de afrontar su vida luego de la muerte de sus padres y amigos. Pero a pesar de que ambos personajes quieren superar su miedos y traumas, en Halloween Ends se siente que ya no son los mismos, ambos perdieron la esencia que emanaban en las dos películas anteriores. Es como si Laurie y Allyson fueran dos personajes nuevos, muy extraños y ajenos a sus orígenes, lo que quita mucho dinamismo a la historia. Por otra parte, hay otro personaje que toma las riendas y comienza a provocar terror de una forma inconsciente. Una mala suerte de Jeffrey Dahmer que parece ser poseído por la maldad de Michael Myers. A pesar de que Rohan Campbell, quien encarna a este personaje, no lo hace mal, no aprovecharon un mejor desarrollo para él, no lo suficiente para que pueda ser realmente bueno. Por lo que también, se siente desfasado de lo que quiso mostrarnos el guión, como si fuera una segunda película en ocasiones. El regreso A pesar que Gordon Green vuelve como director y guionista, parece que lo hecho en las anteriores dos entregas no llegó a acoplarse a esta nueva. Parece muy ajena a las demás y es como si solo hubieran estrenado Halloween Ends para terminarla de una vez por todas. No tiene un final digno, no para ser el final de una trilogía al menos. Se desperdiciaron muchos personajes potables y, es más, se tiró por la borda lo que habían construido en base a Hoddonfield contra Michael Myers en Halloween Kills. Un problema que esta saga viene repitiendo de décadas anteriores, es el mal cierre de sus personajes y principalmente, el de su antagonista, que es la figura central de todo el relato. Desde la maldición de la espina, hasta la maldad encarnada, siguen sin estructurar bien a uno de los personajes más icónicos del cine del horror. En resumen La película dirigida por David Gordon Green solo trae de regreso a Laurie Strode y Michael Myers para cerrarla de una forma nada elegante. No se siente como un final verdadero, es como si fuera una película de “terror” más. The Shape (La forma), The boogeyman (El hombre del saco) o El mal encarnado, como muchos otros nombres que este gran personaje tiene, no es más que un mero complemento en esta entrega. No da el espectáculo que dio en Halloween (2018) o Halloween Kills. A pesar de que Jamie Lee Curtis cierra a su personaje, al igual que Andi Matichak, interpretando la nieta Laurie Strode, no es un buen final. Decepciona ver como el tren se descarrila en la última estación. Sí cabe destacar como Blumhouse Productions continúa ambientando el cine del horror, con grandes efectos, tanto prácticos, como especiales y en cómo saber poner al espectador en un pueblo chico, con un infierno grande. De forma gráfica, ambiental y musical, en cual se encuentra el mismísimo John Carpenter, Halloween sigue siendo la misma de siempre, pero en todo lo demás falló y por lejos.
Esta vez coincidieron el calendario real y el de la ficción. Los 44 años que separan a la primera película de Halloween, creada y dirigida por John Carpenter en 1978, de este episodio final equivalen con exactitud al tiempo vital de su gran protagonista, Jamie Lee Curtis, dentro de esta historia. Curtis tenía 19 años cuando se enfrentó por primera vez como Laurie Strode a un temible y enmascarado psicópata llamado Michael Myers, perpetrador de asesinatos seriales cada vez más horripilantes, enmarcados de manera deliberada alrededor de los festejos de la Noche de Brujas. Este cierre cumple por fin con todas las expectativas que se abrieron en 2018, momento en que David Gordon Green volvió directamente a las fuentes de la historia original de Carpenter, que reasumió un lugar influyente como productor ejecutivo, autor de la banda sonora (junto con su hijo Cody) e “inspirador” de la trilogía final. Esa influencia queda bien a la vista en esta eficaz conclusión que corrige el decepcionante rumbo del episodio anterior, Halloween Kills: la noche aún no termina, lleno de esquematismos, conductas previsibles y fórmulas rutinarias. Se dirá ahora que esa transición sirvió nada más que para preparar el terreno de un muy logrado desenlace, cuya mayor virtud es la de mostrarse genuinamente carpenteriano. Toda la trama de Halloween: la noche final está atravesada por el gran tema del cine de Carpenter: la representación del mal. El gran personaje es Corey Cunningham (el excelente Rohan Campbell), a quien vemos en el prólogo, cuatro años atrás, como artífice involuntario de una tragedia ocurrida en plena Noche de Brujas. Corey es otro hijo dilecto de Haddonfield, la pequeña ciudad de Nueva Jersey en la que Myers ejecuta todas sus horribles tropelías. Sabemos por lo que pasó en la película anterior que el asesino enmascarado logró escapar una vez más después de ejecutar a la hija de Strode. Lo que sugiere el recorrido final de este largo relato es que el terror no se reduce a la presencia temible de un único criminal al acecho. Haddonfield ahora parece completamente poseída por ese espíritu maligno. En este nuevo contexto, Myers ya no expresa solamente la imagen de un homicida de carne y hueso que parece indestructible. Su corporalidad ahora aparece completamente difusa, extendida por todas partes como una suerte de energía diabólica. Ahora entendemos por qué a Myers se lo identifica en los títulos finales como “The Shape”, palabra del inglés cuya traducción literal es “la forma”. También alude a términos como presencia, fantasma o espíritu. El mal deja de pertenecer solo a una persona y empieza a extenderse como idea. Puede adquirir otro rostro, pero sobre todo múltiples configuraciones. En ese sentido, Halloween: la noche final nos lleva más de una vez al recuerdo de Christine (1983), una de las obras maestras de Carpenter. Arnie (Keith Gordon), el protagonista de esa película, tiene un visible aire de familia con Corey Cunningham, y el parecido entre ambos parece completamente deliberado. La exposición a esa corriente maligna deja a la mayoría de los personajes de este capítulo final completamente a merced de este impulso inmanejable. Como ocurre siempre en las buenas historias, cada uno tiene algo importante que decir; ante todo, dejar a la vista cuál es el motivo que en algún momento los llevará a convertirse en víctimas. Las mejores escenas de la película aparecen cada vez que se activa el movimiento de esa cadena mortal. Hasta Laurie Strode, que parece estar de vuelta de todo, corre el riesgo de sucumbir a esa maquinaria. Mucho más comprometida se muestra su nieta Allyson (Andi Matichak), para quien Corey funciona como un imán irresistible. Hasta que Green y, seguramente, también Carpenter, nos recuerdan que Halloween se escribió en el cine durante más de 40 años y Laurie (con las marcas del tiempo reflejadas cada vez más en la magnífica y encallecida expresión de Curtis) recurre a la memoria como único antídoto posible a la amenaza definitiva de un enemigo perpetuo. En este capítulo final, la idea del mal queda representada con mucha sutileza a través de la visible degradación del modo de vida tradicional en la geografía profunda de Estados Unidos. La historia concluye tal vez del modo en que Carpenter la imaginó desde el comienzo. Como una celebración que nace de la manera más inocente y empieza a transformarse en otra cosa cuando aparecen, invocadas por el destino, fuerzas oscuras e incontenibles. El mal en estado puro.
Luego de la decepción que significó la última entrega, Halloween: La Noche Final es un cierre más acorde a la importancia que tiene la saga para el género. No causa miedo ni asusta, tampoco apela al jump scare pero está llena de nostalgia gracias a los sutiles guiños que tiene diseminado, no solo de la propia franquicia sino de otras obras de Carpenter
Come on, baby (and she had no fear) And she ran to him (then they started to fly) They looked backward and said goodbye (she had become like they are) ¿Quién es la máscara? La escritura una película es difícil pero -como yo lo veo- escribir cualquier nueva iteración de una franquicia con más de veinte años de historia debe ser directamente imposible: ¿cómo soportar la presión de una horda de fanáticos, de una productora preocupada por preservar la rentabilidad de la marca, de la propia autoexigencia (especialmente, si uno admira la susodicha propiedad)? A todas estas presiones, internas y externas, se suma una tremenda dificultad: la existencia de secuelas, reboots y continuaciones selectivas frente a las cuales, inevitablemente, nuestras ideas serán comparadas. Dos opciones quedan: resignar toda pretensión de originalidad y entregarse a la inútil tarea de intentar calcar un original -algo que salió bien no sólo gracias al talento de sus creativos sino a la existencia de un contexto muy específico y determinado-, o procurar extraerle agua a las rocas aun a costa del error, la reprobación y el ridículo. En esta flamante trilogía de Halloween dirigida por David Gordon Greene podemos encontrar un poco de las dos cosas: desde el homenaje reverente de Halloween de 2018 -que inició una manía insoportable y confusa de bautizar estas tardías secuelas con el mismo nombre que la original-, copiando casi beat por beat la estructura dramática del clásico de Carpenter, hasta el intento de arrojar una reflexión de índole más contemporánea sobre el trauma de una comunidad en Halloween Kills, película de estupidez tan insondable como la maldad de Michael Myers. En Halloween: La noche final conviven, felizmente, ambos mundos: por un lado, el afecto (más que la reverencia) por la original y por todo el corpus de John Carpenter; por el otro, la propuesta de nuevas ideas, personajes y situaciones que alimentan y expanden las mismas nociones que hicieron a Michael Myers uno de los máximos íconos del género de horror. Si el entusiasmo de Gordon Green y sus (¡tres!) co-guionistas con el material resulta palpable a pesar de las torpezas, inconsistencias y (muchos) subrayados, cabe preguntarse si no hay, en esta empresa, algo de soberbia. ¿Por qué un director que se manifiesta como admirador de la obra de Carpenter necesitaría tres películas, cuando el maestro apenas necesitó una? Y más allá de ser una estrategia de venta (que cada tanto debe encontrar alguna manera de presentarnos lo habitual como algo nuevo), ¿no es pretender demasiado para un director que bautizó a su Halloween igual que la original, arrogarse ahora la capacidad de darle fin? De alguna manera, Halloween: La noche final responde a esa pregunta. Y se la puede pensar (también a la trilogía completa) como un gran detour, un rodeo en el cual Gordon Green y sus (¡tres!) guionistas recogen las migas de pan de lo aprendido por el camino y logran una película de Halloween extrañamente íntima, intermitentemente fallida, llena de corazón, que consolida su identidad en la certeza de que nunca podrá alcanzar a John Carpenter y se encuentra a sí misma cuando decide dejar de hacerlo. La trama encuentra a Laurie Strode (Jamie Lee Curtis, indestructible y decidida a insuflarle dignidad a cada uno de sus planos a puro carisma y oficio) todavía viviendo en Haddonfield en compañía de su nieta Allyson (Andi Matichak). Si bien Laurie ha logrado superar su reencuentro con Michael Myers, su desaparición todavía la preocupa. No es el único fantasma que la acosa: también está el estigma de una parte de la comunidad de Haddonfield, gente mezquina y prejuiciosa que la culpa por el persistente vínculo que la une con el asesino. Laurie y Allyson no son las únicas habitante de Haddonfield que sufren el rechazo de la comunidad: en su camino se cruza Corey (Rohan Campbell), un joven con dificultades para socializar que fue culpado por la muerte accidental de un niño durante -lo habrán adivinado- la noche de Halloween. Allyson encuentra en el tímido Corey la posibilidad de un amor y de un futuro diferente, pero Laurie -quien al principio alienta el vínculo- pronto empezará a desconfiar cuando comprende algo fundamental: no todos pueden contemplar el rostro de la oscuridad y salir buenos. Y en Haddonfield la oscuridad tiene una cara -mejor dicho, una máscara- muy concreta. Un elemento que posiblemente logre alienar al espectador que consume este tipo de películas por sus componentes más elementales (asesinatos cruentos en orden creciente de originalidad, sustos efectistas, estereotipos de personajes desagradables que podemos odiar con la certeza de que pronto veremos morir) es que Halloween: La noche final es, a lo largo de un tramo muy largo de su extensión, una soap opera. Y una muy buena, más deudora incluso de Twin Peaks que de la película de Carpenter. Los elementos están ahí: el pueblo aparentemente idílico infectado de violencia y deseoso de chivos expiatorios; el mal absoluto en estado latente, no tan poderoso por su poder individual sino por su capacidad de corromper; el amor como una aspiración imposible de concretar, una emoción pura cuya constante es la frustración y el desengaño. Quizás Halloween: La noche final, que respira notablemente bien como obra individual y nos hace preguntarnos por qué necesitábamos dos películas antes de llegar a este punto, es la única secuela que David Gordon Green necesitaba hacer. Es la primera en la cual parece acercarse a Carpenter de una manera que luce más orgánica, menos programada, y aun así consigue apelar al imaginario contemporáneo. Cada una de las secuelas de Gordon Green parece responder a un diagnóstico del estado del mundo: Halloween de 2018 era un intento (un poco forzado) de vincular la historia de Laurie con el #MeToo; Halloween Kills procuraba advertir sobre los peligros de la irracionalidad colectiva; Halloween: La noche final podría leerse como la historia de origen de un incel, una advertencia sobre cómo la crueldad de una comunidad enajenada por el daño engendra siempre más daño. No ha sido una empresa desdeñable: ha sido intentar hacer lo que todo gran relato de horror hace, tomar las ansiedades contemporáneas y verterlas en un recipiente conocido para obtener un nuevo sentido. El problema es que lo que para Carpenter era intuitivo acá resulta pensado, masticado. ¿Y qué nos hace perder el miedo, sino aquello que podemos racionalizar? En este punto, Gordon Green acomete la mejor decisión posible: se asume como un imitador y se desenmascara (de manera bastante literal) a sí mismo para devolverle a Michael Myers su potencia simbólica, aquella que no proviene de su cuerpo aparentemente indestructible (el rumbo equivocado por Halloween Kills) sino de su persistencia en nuestro imaginario (más concretamente, en nuestras pesadillas). Regresa a la idea que vuelve a Michael Myers tan terrorífico: la idea de un recipiente vacío, un agujero negro donde cabe todo el mal del mundo. Y en ello, convierte a Halloween: La noche final en una película de genuino terror sobre la proliferación del mal. Es irónico que una trilogía que presumió tanto de traer de vuelta a algunos de sus nombres fundadores (a Jamie Lee Curtis, a John Carpenter, pero también a Nick Castle, el primer actor en ponerse la máscara de Michael Myers) concluya con que su elemento más icónico es algo más irreductible que cualquier hombre. Que siempre habrá Michael Myers mientras alguien quiera ponerse su máscara, aquel rostro que nos permite renunciar -en su inexpresividad- a todo aquello que nos hace humanos.
Cuando John Carpenter estrenó Halloween en 1978, ¿quién iba a prever todo lo que generó y que aquel universo no dejaría de expandirse? Así surgieron secuelas, una remake y una secuela de esa remake… sin olvidar Halloween III, que toma un camino diferente e interesante, pero salvo por un fragmento televisivo (la primera parte existe dentro de la tercera), prescinde de la estrella de la saga. Michael Myers, el asesino silencioso y de máscara pálida. Una metáfora del Mal absoluto. De todos aquellos proyectos, ninguno fue tan ambicioso como la trilogía dirigida por David Gordon Green, con el regreso de Jamie Lee Curtis como Laurie Strode y Carpenter en el rol de productor ejecutivo (junto a Curtis) y de encargado de la banda sonora junto a su hijo Cody Carpenter y Daniel Davis. Halloween de 2018 es una continuación directa de la original y muestra el reencuentro entre Michael y Laurie, que ya no son hermanos como en películas previas. Ella ahora es una mujer paranoica, que vive armada y ya no teme enfrentarse a The Shape, tal es la denominación del Michael enmascarado. También se muestra la relación de Laurie con su hija, Karen (Judy Greer), y su nieta, Allyson (Andi Matichak), que pasan del escepticismo a la lucha. Por supuesto, Myers nunca muere y todo sigue en Halloween Kills. Aquí, Gordon y su coguionista, Danny McBride, exploran las ramificaciones del Mal en el poblado de Haddonfield, Illinois (escenario de las carnicerías de estas historias), al tiempo que entregan un festín de sangre y violencia, con el regreso de más personajes clásicos -incluyendo flashbacks donde se recupera a Sam Loomis, el psiquiatra de Michael que supo encarnar Donald Pleasence, aunque ahora por otro actor- y un generoso recuento de cadáveres. Así como Halloween (2018) y Halloween Kills proponen algo distinto entre sí -aunque sin apartarse de una línea directriz clara-, Halloween: La noche final también conforma su propio núcleo. No traiciona su condición de slasher, pero recupera un rumbo más intimista e incorpora elementos de otros géneros. Pasan cuatro años del fatídico 31 de octubre de las dos películas anteriores, que culminó con Myers asesinando a Karen. Laurie vive con Allyson y escribe un libro donde reflexiona sobre el calvario que le tocó. Se muestra esperanzada y de buen ánimo, pero sabe que carga con un estigma. Los pocos sobrevivientes de Myers la señalan como la responsable de haber traído el Mal. En este aspecto, el primer tramo del film tiene mucho de drama de personajes bien ejecutado y con un elenco a la altura. En paralelo, y desde la primera secuencia, se nos presenta a Corey (Rohan Campbell), un adolecente nerd y tranquilo. Sus aspiraciones y su salud mental terminan en la nada cuando provoca la muerte accidental del chico que debía cuidar durante la noche de Halloween de 2019. Queda en libertad, pero padece el señalamiento de sus vecinos y el bullying de los más jóvenes. Esta subtrama, que converge con la principal, también incluye drama, pero pronto deriva en el thriller psicológico: un Corey malherido es atrapado por Myers, que permanece oculto -y poco activo- en el desagüe debajo de un puente (Las similitudes con el Pennywise de It son evidentes y muy atinadas). No lo mata porque ve algo en sus ojos. El muchacho deviene lacayo, capaz de evolucionar en un bogeyman por sí mismo. Allyson se siente atraída por él (entiende lo que es ser una triste figura pública) y Laurie descubre su incipiente naturaleza oscura, pero ni eso podrá impedir la tragedia. Una vez más, Green sabe recuperar recursos que Carpenter y su equipo supieron ejecutar en la película del ‘78 -puestas de escena, planos, iluminación, movimientos de cámara, vestuario; la musicalización con “(Don´t Fear) The Reaper”, de Blue Oyster Cult, etc.-, no sólo para demostrar lealtad y continuidad, sino para darles una vuelta de tuerca. Incluso los guiños al propio J.C. están lejos de ser caprichosos o de apostar al simple fanservice. Por un lado, al principio del largometraje, Corey y el chico miran por televisión La Cosa de Carpenter, que remite a cómo la pequeña Lindsey (Kyle Richards, que retoma el papel como hiciera en Halloween Kills) miraba la primera versión cinematográfica de la historia, The Thing from Another World, producida -y dirigida, sin acreditar- por Howard Hawks, ídolo de Carpenter. En ambos casos, la cita cumple una función narrativa. Con respecto a Halloween: La noche final, anticipa cómo la Amenaza puede adoptar más de una forma, también familiar, y ramificarse sin cesar aún cuando parece ser destruida. Por otro lado, la subtrama de Corey funciona como una nueva versión encubierta de Christine. Para empezar, el apellido de Corey es Cunningham, como el de Arnie en aquella película basada en la novela de Stephen King. Ambos tienen madres castradoras, ambos trabajan con vehículos, ambos son contaminados por la Amenaza y también pasan a provocar desconcierto y muerte a su alrededor. Las víctimas consisten en quienes se atreven a molestarlos. Además, la oscuridad que los invade también revela su costado más libre, más atractivo, aunque el destino siempre es el peor. Inevitable detenerse en Michael Myers/The Shape. Ahora es más como un ogro de cuento de hadas, que precisa de matar otra vez con continuidad para recuperar energía. Aunque no le da uso a su cuchillo hasta bien entrado el film, su omnipresencia perturba a cada rincón de Haddonfield (en realidad, eso ya pasaba en la Halloween de Carpenter, confirmando que todo ya fue dicho en esa oportunidad, y esquivando el trazo grueso). Su extraño vínculo con Corey puede verse como la de maestro y alumno, en su vertiente más retorcida. Provista de un tercer acto a la altura de las expectativas -y más allá también-, Halloween: La noche final apuesta por la audacia y sale victoriosa. Se sabe que representa la despedida de Green, de Curtis y hasta de Jason Blum como productor (ya no tendrá los derechos), pero como bien escribe Laurie, el Mal nunca muere y adopta otras formas.
Pasaron cuatro años, pero es como si no hubiera pasado nada. Michael Myers sigue detrás de Laurie Straude, como en la primera Halloween -que tal vez no fue la mejor, porque la segunda, dirigida como la original por John Carpenter también tenía lo suyo-, pero por suerte ésta será la última. Les ahorro plata para el estacionamiento: no pasa nada en los créditos finales. Así que cuando comiencen los créditos, a menos que quieran escuchar por enésima vez la musiquita de Carpenter, no esperen a que Michael (re)aparezca. Decíamos que habían pasado cuatro años desde el final de Halloween Kills: La noche aún no termina, la segunda de la nueva trilogía debida a David Gordon Green (está rodando la nueva de El exorcista), y que no tuvo necesidad de existir que no fuera la necesidad de seguir facturando y usufructuando con Laurie, Michael y el recuerdo -ya no otra cosa- de los fanáticos de todo el mundo. No empieza mal No empieza mal Halloween: La noche final. No, no está Michael (Nick Castle, que vuelve a interpretarlo en esta trilogía, y no lo había hecho desde la original). Corey (Rohan Campbell) es el “niñero” de un chico al que los padres se lo dejan a su cuidado en Haddonfield. Corey no parece tenerle miedo a nada, pero el chico en cuestión es, cómo decirlo, un poquito denso. Algo no terminará bien esa noche, y a partir de allí habrá que estar atentos a Corey más que al niño. Yo sé por qué se los digo. Pasa más de media hora para que Halloween: La noche final se asemeje a las otras películas de la saga. ¿Esto es bueno o es malo? Para los amantes del slasher, los que solo quieren cuchilladas, sangre a borbotones y saltos por efectos de sonido, seguramente no. Para quienes confíen en que el cierre de la saga -si realmente termina; parece que sí- les deje algo más que cadáveres, probablemente sí. Pero es solo un espejismo. Porque el desarrollo de los 111 minutos terminará por decepcionar a unos y a otros. Por el tiempo perdido para los primeros -esos más de 30 minutos del comienzo- y por toda la proyección para los segundos. Porque a medida de que el relato avanza -es una manera de decir-, uno desde la platea puede imaginar por qué Corey actúa como lo hace, preguntarse por qué la máscara de Mike está avejentada, por qué Laurie casi no grita y por qué pagamos una entrada para ver esta película. Para ese entonces, ya todo es cualquiera. No hay explicación para el comportamiento de los nuevos personajes. Ya sabemos que los jóvenes que le hacen bullying a Corey terminarán como terminaban los que tenían sexo a escondidas de sus padres en las películas de terror de los años ’70 y ’80. Pero hablemos de Jamie Lee Curtis. Ella aparece como productora ejecutiva del filme. ¿Hacía falta hacer esta película? ¿No le hacía mejor, a ella, y al fan, esperar a que alguien escribiera un guion, no mejor, sino al menos bueno, como para cerrar la saga iniciada hace 44 años? Laurie está sobreponiéndose -bah, como siempre- del trauma de sentirse acosada por el asesino serial que es Michael Myers -no Mike Myers, el comediante de El mundo según Wayne-, y de la muerte de su hija. Vive con su nieta mientras le da los apuntes finales al libro en el que relata y detalla su experiencia con el asesino. Y todos sabemos que, se llame o no La noche final, va a haber un encuentro entre Laurie y Michael. Es inevitable. Lo que se podía evitar era que fuera entre anodino y reiterativo. La primera Halloween marcó, fue un mojón en el cine de terror, algo que La noche final, no. Es más, podemos decir sin sentirnos afligidos o apenados, que por fin termina.
Trece películas de Halloween son más que suficientes. Digamos que sobran doce. Nos hemos adaptado poco a poco a la proliferación de secuelas, precuelas y remakes, por lo que aceptamos la mediocridad de la mayoría y festejamos las aceptables como si se tratara de algo tan importante como el original. Noche de brujas (Halloween, 1978) de John Carpenter es un excelente film de terror y un antes y un después dentro del género. Ninguna secuela, por lograda que haya sido, se le acerca ni un poco al film original. David Gordon Green se hizo cargo de la saga en el año 2018, dirigiendo una trilogía que termina ahora con Halloween: La noche final (Halloween Ends, 2022). El esfuerzo por dotar de identidad a los personajes y la historia es enorme y hay aciertos parciales pero nunca totales. En este enfrentamiento final que anuncia el título está el mayor interés de una película despareja, que pasa de momentos aburridos y sin gracia a una pequeña ola de crímenes en continuado con bastante efectividad. Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) ya no sabe qué actitud tomar con Michael Myers y se dedica a convertir toda su memoria en un libro que cuenta la historia. Pero el pueblo donde ella vive con su nieta ha ido enloqueciendo y la consideran responsable de la maldad que atraviesa las calles y que parece incluso ha llevado a otros a realizar actos monstruosos. La trilogía final tiene las características de las secuelas actuales. Parece remake, reboot, homenaje y análisis del film original. La autoconciencia que posee este tercer film es notable. Recordemos que estos films derivan directamente del primero e ignoran todos los demás. La película parece ser un desarrollo teórico acerca de la naturaleza del mal y de cómo este puede envenenar a una comunidad como la de Haddonfield, Illinois. Cada momento parece estar pensando en ese aspecto, aunque encuentra contradicciones e incoherencias por todos lados. Juega con la idea de que el victimario ha sido primero víctima, pero lo hace sólo para terminar poniendo las cosas en orden, aún cuándo haya planteado ese tema de forma muy clara. “La forma”, como se lo menciona en los títulos al personaje de Michael Myers parece ser más metafórica que literal y su presencia es aquí más el símbolo de la locura que el asesino temible que todos conocimos. Nuevamente, se trata de un ensayo final sobre Halloween y como tal es incompleto y no tiene sentido alguno para los que no conocen los cuatro films de los que deriva. Las escenas finales son una ridiculez total que insiste en el homenaje a la serie. Es fuerte verlas y se entiende cuál es su significado, incluso parece una gran ceremonia para los amamos el género. Pero en términos estrictamente cinematográficos y a pesar de sus logros parciales, el mejor homenaje que se le podría haber hecho al film de John Carpenter es no haber filmado ni una sola secuela. La música original sigue produciendo más miedo que todas ellas juntas y, desde ya, agradecemos que estos films le permitan a Carpenter tener un pasar económico estable dentro del mundo del cine actual que hace años les ha dado la espalda a sus nuevos proyectos.
El Mal que nunca muere. Corría el año 1978 cuando el realizador, guionista y músico norteamericano John Carpenter redefine los patrones en el género del cine de terror con su película Noche de Brujas (Halloween). Creador también de la aterradora banda de sonido, Carpenter filmó una clásica historia de miedo, con el despiadado asesino serial de niñeras Michael Myers a la cabeza, siguiendo los códigos dentro del subgénero Slasher (ese donde se asesina adolescentes indiscriminadamente por sus pecados sexuales) y logrando un gran virtuosismo tanto narrativo como técnico. La producción se filmó en 12 días y contó con un presupuesto irrisorio de $320.000 dólares, aunque esto no impidió darle un importante nivel de calidad a la cinta, que con los años se transformó en icónica y un modelo a seguir para futuros realizadores que luego incursionaron en el género. La protagonista del relato es Laurie Strode, una inocente y virginal joven estudiante, que trabaja cuidando niños para poder pagar su futura carrera universitaria, papel que fue interpretado por Jamie Lee Curtis, hija de dos notorios actores hollywoodenses, el gran Tony Curtis y Janet Leigh, la mujer que es asesinada en la ducha en el clásico Psicosis (1960), de Alfred Hitchcock. Carpenter la tomó como punto de referencia para crear todo el clima de suspenso que acompaña a su Noche de Brujas. Jamie se transformaría gracias a este papel en la Reina del grito y la Final Girl (la chica inteligente que es la ultima sobreviviente de la matanza) por excelencia. La trama de Noche de Brujas comienza con un plano subjetivo (dónde nos ubicamos como espectadores en el punto de vista del niño Michael Myers, que asesinara brutalmente a su hermana vestido de payaso) filmado sin cortes. Es una presentación tan brutal como contundente del relato por parte de Carpenter, que nos irá poniendo en clima. Luego Michael será internado de por vida en una institución mental, pero al alcanzar la mayoría de edad escapará a las calles para reanudar impiadosamente su pulsión por matar. De todas maneras, la historia nos irá mostrando que Michael no es un maníaco más: es la misma personificación del Mal más absoluto y su destrucción parece imposible. Y así será a través del tiempo, hasta llegar a la aparente última película de la franquicia, Halloween: La noche final (David Gordon Green, 2022) nuevamente protagonizada por Jamie Lee Curtis, enfrentándose a Myers después de nada menos que 44 años. Han pasado 4 años desde los acontecimientos que se desarrollaron en Halloween Kills (2021), donde la hija de Laurie, Karen, fue asesinada por parte de Myers. Tras esta terrible tragedia familiar, ella trata de olvidar su espíritu de venganza y decide vivir más tranquila junto a su nieta Allyson (Andy Matichak), que ha perdido a sus padres y es enfermera. Todo parece más en calma en la pequeña ciudad de Haddonfield, los crimenes quedaron atrás y hasta Laurie se permite volver a enamorarse del sheriff local (Will Patton), pero esta aparente sensación de paz resulta ser sólo una ilusión. La región parece maldita y el inmortal Michael Myers volverá a acechar desde la más siniestra oscuridad. Halloween Ends es la tercera y última parte dentro de la nueva trilogía dentro de la historia original, producida por John Carpenter y Jamie Lee, que se completa con las películas Halloween (2018) y Halloween Kills y todas filmadas por el realizador David Gordon Green. Este nuevo renacer de este milenio de la saga logró acercar a nuevas generaciones al cine de terror, pero sin embargo con un contenido mucho más recatado respecto a escenas sexuales. Entonces, sin pecado ya no hay más castigo y la muerte se vuelve sin razón, casi mecánica y carente de contexto. La sangre mancha las calles de Haddonfield y esa será su eterna maldición. Sólo la presencia de Laurie (una grandiosa Jamie Lee Curtis), pertrechada de su entrega y valentía, quizás sea lo único que se necesita para terminar con el Mal que vive en su pueblo y parece no morir jamás.
La saga más veterana de las películas de terror nos entrega su nueva película y si bien su título original promete cerrar al menos una parte de la historia, nada asegura que no haya más episodios. Recordemos que la primera fue el primer film de bajo presupuesto dirigida por John Carpenter que eligió como protagonista a una muy joven actriz proveniente de la realeza de Hollywood: Jamie Lee Curtis, hija de Tony Curtis y Janet Leigh. En este caso ser hija de la protagonista de Psicosis significaba para el director una especie de guiño cinéfilo. En aquella primera película Michael Myers (un niño) asesina a su hermana mayor tras lo cual es detenido pero se escapa para intentar seguir con sus crímenes pero sobre todo para perseguir a Laurie Strode (Jaimie Lee Curtis) mientras que el médico que trata al asesino se va convenciendo de que Myers es el demonio personificado. Aquella película hizo fuerte a un subgénero del terror llamado «slayer» o «películas de asesinos con un cuchillo» si prefieren llamar las cosas en castellano. El éxito de Halloween hizo florecer muchas películas de este género pero la primera mantuvo su prestigio hasta estos días. Luego de aquel éxito hubo una segunda parte en la que se repetía mas o menos el mismo esquema y en la que Michael volvía a Haddonfield, Illinois (la ciudad donde se desarrollaba la primera). Después de esta entrega hubo una tercera donde ya no participaba Jaimie Lee Curtis y en la que la historia tomaba un giro particularmente bizarro y allí la historia de la saga se va difuminando. En total se hicieron diez películas con Michael Myers como protagonista hasta que en 2018 vuelven a la saga Curtis y el creador original como productor para una trilogía destinada a cerrar al menos la historia de Laurie y de su familia. Halloween es una saga que ganó prestigio, a pesar de algunas entregas poco afortunadas, y para este final ya podemos decir que la producción es un verdadero tanque de Hollywood. La nueva película tiene como director a David Gordon Green y un grupo de cuatro guionistas, entre los que está el director. Laurie está instalada en Haddonfield escribiendo un libro sobre su vida, comparte la casa con su nieta y ambas están retomando su vida luego de la última aparición de Michael Myers. Por supuesto que Michael vuelve a atacar pero antes de eso Laurie y su nieta se van a involucrar con un joven que en una confusa situación y mientras ejercía de «niñero» mata al chico que debía cuidar. No es que uno espere sutilezas en una película que básicamente es sobre un asesino que mata a cuchillazos o de maneras más truculentas pero lo de vincular a Laurie y la nieta con el nuevo posible psicópata de la ciudad es un poco mucho. Igual no importa demasiado porque funciona y uno va viendo que eso no puede terminar bien y ya cuando está claro que todo se encamina al desastre reaparece Michael Myers. Pese a lo que se suele llamar «conveniencias de guión» y que no regala muchos lujos Halloweens ends cumple con lo que los seguidores de la historia esperan y eso ya se agradece. HALLOWEEN Halloween Ends. Estados Unidos, 2022. Director: David Gordon Green. Intérpretes: Jamie Lee Curtis, Will Patton, Kyle Richards, Nick Castle, Andi Matichak y Rohan Campbell.
Cuatro años después de los acontecimientos de Halloween Kills, Laurie vive con su nieta Allyson (Andi Matichak) y está a punto de terminar de escribir sus memorias. Nadie ha vuelto a ver a Michael Myers desde entonces. Laurie, después de permitir que el espectro de Myers controlara su realidad durante décadas, ha decidido por fin dejar atrás el miedo y la rabia para dedicarse a vivir. Pero cuando acusan a Corey Cunningham (Rohan Campbell) de matar al niño al que cuidaba, se desencadena una cascada de violencia que obligará a Laurie a enfrentarse de una vez por todas con una maldad que no puede controlar. Tal reza la síntesis argumental, mas o menos correcta, el problema es que en tanto estructura narrativa se toma 40 minutos para presentación de los personajes, la mayoría ya presentados en las anteriores y casi ninguno desarrollado. Salvo el joven Corey Cunningham, con quien se toma su tiempo para darle no solo un desarrollo
"Halloween: la noche final": ¿se acaba la saga? solo por la funesta fama del número sino porque se trata de una cifra asociada a Martes 13, la otra gran franquicia del universo del slasher, el popular subgénero protagonizado por asesinos seriales con armas blancas. La noche final representa además el cierre de la trilogía dirigida por David Gordon Green, que comenzó en 2018 con Halloween, que no solo replicaba el título original, sino que eliminaba las secuelas intermedias, para continuar la historia 40 años después como si nada. En esta línea, Laurie Strode, la víctima original y némesis de Michael Myers, tiene una hija y además es abuela. Ya en Halloween KIlls (2021), el asesino logra matar a la hija de Laurie, haciendo que ahora viva sola con su nieta. Pero la nueva película no arranca ahí, sino que introduce un nuevo personaje: Corey, un joven estudiante que se gana la vida como babysitter y que en la noche de Halloween de 2019 mata accidentalmente al chico que estaba cuidando. Corey terminará enamorado de Allyson, nieta de Laurie, pero acosado por sus propios traumas jugará un extraño rol ante el enésimo retorno de Myers Aunque no está a la altura de la interesante relectura que Green conseguía hacer en el inicio de su trilogía, La noche final encuentra en Corey un elemento que permite algunos apuntes sobre las reacciones de quienes padecen algún tipo de victimización. Eso hace que Laurie y Corey se atraigan y se repelan a lo largo del relato, generando una de las líneas de tensión que lo articulan. Tales elementos permiten que la trilogía (¿y la saga?) lleguen de manera digna a su epílogo, donde todos los elementos se alinean para poner en escena el anunciado final. El mismo no solo viene a cerrar el trauma individual de Laurie, sino también el colectivo: el que sufren los habitantes del pueblo de Haddonfield, quienes desde hace 45 años soportan matanza tras matanza. Habrá que ver si a partir de ahora el cine los deja salir a celebrar tranquilos la Noche de Brujas.
Han pasado 44 años desde que en 1978 se inició la saga que catapultó a la fama a Jamie Lee Curtis como la niñera Laurie Strode con un simple título: "Halloween". A partir de ese boom llegaron varias secuelas, donde la protagonista, escapaba de la muerte a manos de Michael Myers una y otra vez. “Halloween, la Noche Final” es el cierre de esta saga, al menos para Curtis. Esta película funciona, y tiene todo lo que esperamos los amantes del género. Es cierto que hay algunos jump-scares que se ven venir pero el guion tiene vueltas de tuerca y si bien no hay tantas muertes como la franquicia nos tiene acostumbrados hay un par de escenas impactantes en este nuevo enfrentamiento Strode-Myers. La acción nos vuelve a situar en Haddonfield, en la clásica celebración de Halloween de cada año. Los padres de un niño, contratan como niñero al joven Corey Cunningham (Rohan Campbell) para poder asistir a una fiesta. Esa noche las cosas salen muy mal y todo cambia. El pueblo culpa a Corey y una sucesión de desgracias lo pone frente a frente con Myers y aunque al principio le teme, se convierte en su aprendiz. Por otro lado, Laurie lleva la carga de haber tenido una vida traumática, y a pesar de eso, pudo comprarse una casa, está escribiendo sus memorias y luego de perder a su hija Karen, vive con Allyson (Andi Matichak), su nieta, una enfermera que entabla una relación con Corey. El desenlace cuenta con una seguidilla de muertes que van in crescendo hasta llegar a la clásica batalla entre el bien y el mal. Todo esto capturado por la dirección de David Gordon Green, y buenas actuaciones que nos dejan, como saldo final, suspenso y el caudal de sangre al que "Halloween" nos tiene acostumbrados y que los fanáticos del gore van a disfrutar. Imposible no destacar la icónica música de John Carpenter.
Luego de una muy decepcionante segunda entrega de este reinicio del clásico creado por John Carpenter, llega a nuestras salas Halloween: la noche final, donde veremos el final de la tetralogía (si tenemos en cuenta el nuevo canon). Así que sin más cháchara, veamos que tal salió esta “tercera” entrega. Ahora veremos como Laurie decidido rehacer su vida tras los acontecimientos del Halloween de hace cuatro años. Pero el mal nunca muere, y un encuentro final entre nuestra protagonista y la muerte se volverá a dar, pero no de la forma que todos pensaban. El año pasado tuvimos Halloween: Kills. Aquellos que me conocen saben que la puse entre las peores películas del año, debido principalmente a que el guion seguro que no pasaba de las veinte hojas, y con una Jamie Lee Curtis que solo pasó por caja grabando todas sus escenas en un día; y el colmo, un intento de moraleja final bastante ridículo para lo que es la saga en sí. Bueno, al parecer muchos pensaron igual, porque Halloween: la noche final cambia bastante con respecto a su predecesora. Esto lo decimos, porque de entrada se nos intenta dar una historia nueva, y no solo un fanservice que ate cabos y ya. En este sentido, al menos quien les habla, entiendo a donde quisieron apuntar con este planteamiento, pese a que en los créditos iniciales vi que había cuatro guionistas (ya sabemos que mientras más gente mete mano en el guión, peor sale). Pero habrán notado que use la palabra “intenta”. Y esto lo digo porque de buenas intenciones no se vive, y pese a tener un buen planteamiento, Halloween: la noche final a nivel argumental tiene varios baches, con momentos que rozan lo ridículo; y que incluso nos haría plantearnos la forma de actuar de los personajes, sobre todo, de aquellos que ya conocemos de entregas anteriores. Por suerte el trio compuesto por Jamie Lee Curtis–Andi Matichack–Rohan Campbell se cargan sus respectivos personajes a sus espaldas de muy buena forma, disimulando bastante las falencias que tenían en el papel, y dándonos personajes un poco más humanos, pese a las decisiones absurdas que viven tomando. En conclusión, Halloween: la noche final es un decente cierre para esta nueva trilogía (sin contar la entrega original). Debería ser la última, ya que en la vida todo tiene que terminar, y es hora que Jamie Lee Curtis se despida del papel que le dio fama mundial. Y si es con una correcta película, mejor que mejor.
Para los fanáticos de la saga, los que siguen a este asesino creado por John Carpenter desde que irrumpió en la escena del terror, en 1978, este final es un buen broche, con algunas pisadas en falso, pero con una escena masiva que debió ser el final a toda orquesta. Entretenida porque ahí está, para el ultimo adiós, Jamie Lee Curtis y sus reflexiones sobre el terror, la maldad y la posibilidad de una sobrevida digna, lejos de sobresaltos, y un Michael Meyers encarnado por James Jude Courtney que sobrevive y hasta contagia la presencia de la crueldad sin límites. Con un muchacho “influenciado” (Rohan Campbell) que se une a la nieta de Laurie, en un buen giro, pero que se delata cuando la veterana sobreviviente ve en la profundidad de sus ojos. En la dirección David Gordon Green, casi un experto en la trama, y en el guion Paul Brad Logan basándose en lo creado por Carpenter y Debra Hill, nos brindan un entretenimiento que funciona, con una importante despedida popular que llega justo. No es una gran película, pero cumple con su cometido. ¿O será que la frase que escribe el personaje de Jamie Lee Currtis deja una puertita abierta?
Se valora mucho las puertas abiertas por David Gordon Green en la nueva saga de Halloween. En su primera entrega, de 2018, vemos cómo reinventa a Michael Myers, entregando un slasher sólido, con una idea del personaje y de la franquicia que le hace honor al legado de John Carpenter. En aquella película se plantean varios caminos para seguir. Uno de ellos es la cuestión del Mal como algo contagioso, que se transmite a través de la máscara del villano. Las posibilidades que el director abre son más que bienvenidas: ahora el asesino puede ser cualquiera que se coloque la máscara. El otro aporte tiene que ver con el personaje de Jamie Lee Curtis, Laurie Strode, la exniñera perseguida que pasa a ser la perseguidora del enmascarado. Sin embargo, en Halloween KiIls (2021) empiezan las malas decisiones, ya que la película coquetea con lo sobrenatural y con planteos que la alejan de la esencia del personaje de Carpenter. La película muestra las hilachas y su incapacidad para elegir un camino sin hacer tantos amagues experimentales. En Halloween: La noche final, Gordon Green quiere hacer su Halloween III (1982), es decir, aquella entrega de la primera saga en la que no aparecen sus personajes principales, pero no se anima, o al menos no del todo. En el prólogo está la clave que luego no se aprovecha. Corey (Rohan Campbell) es el joven de 21 años que va a cuidar a un niño en una casa de Haddonfield. De pronto, el niño desaparece. Corey lo empieza a buscar y queda encerrado en una habitación de la planta alta de la casa. Cuando abre la puerta de una patada, el niño se encuentra justo detrás y lo mata. Como se trata de un accidente, Corey queda libre. Por otro lado, Allyson (Andi Matichak), la enfermera y nieta de Laurie, atiende a Corey cuando un grupo de jóvenes lo golpea. Así nace el romance entre ambos, hasta que por fin aparece Michael Myers como si fuera el payaso asesino de It. Aquí empiezan los enredos argumentales de Gordon Green, quien incursiona en un fallido juego de roles como si estuviera dirigiendo Scream, de Wes Craven. Cuando el director hace esto, el espectador empieza a ser testigo de cómo descuartiza la saga. Pero el de Gordon Green no es un gesto punk, que patea el tablero para desarmar una leyenda y volver a armarla. El realizador la despedaza porque no sabe qué camino tomar ni qué hacer. Y tras probar muchas variantes, crucifica a Michael Myers y le hace su vía crucis (incompresible la referencia a Cristo). Gordon Green agarra todos los pozos de la ruta del slasher sin dejar uno solo para la vuelta. A todas las puertas que abre las cierra de un portazo porque se da cuenta de que del otro lado no hay nada que no se haya hecho. Por ejemplo, cuando intenta hacer ese doble juego de personajes enmascarados se da cuenta de que se mete en el terreno de Scream, una saga que se cansó de pensar las posibilidades del género y de reflexionar sobre el mismo. Hay gestos destructores que rompen una película o una saga para armarla de nuevo. Pero Gordon Green está lejos de ese tipo de demolición vanguardista. La trituradora a la que somete a su personaje principal (y a la saga) tiene que ver más con su falta de ideas para darle un cierre que esté a la altura del clásico de 1978.
Por el camino oscuro Claramente Halloween Ends (2022), tercer producto fallido al hilo de David Gordon Green, funciona como una respuesta a las críticas que cosechó Halloween Kills (2021) entre la prensa y los fans de la franquicia, en esencia apuntando una y otra vez al carácter poco imaginativo del film, la redundancia slasher y un sustrato coral convulsionado/ desprolijo/ improvisado que abarcaba muchísimo más de lo que podía apretar a ciencia cierta a escala dramática, por ello más que regresar a Halloween (2018), una cruza apenas potable entre la tragedia de traumas de antaño, el thriller de venganza por encarcelamiento y el susodicho slasher de adolescentes bobos faenados sin cesar, Halloween Ends pretende ofrecer algo relativamente “nuevo” y por ello se impone más como una película independiente -algo insólito tratándose de un supuesto tercer capítulo, el final, de una trilogía- que como una continuación a toda pompa de lo visto con anterioridad, fundamentalmente el combate ya hiper cansador entre The Shape/ Michael Myers (James Jude Courtney) y tres generaciones de mujeres, léase la abuela Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), su hija y también progenitora Karen (Judy Greer) y la infaltable nieta jovencita Allyson (Andi Matichak), panorama que en última instancia nos deja con otro despropósito sin pies ni cabeza del cine mainstream contemporáneo que pretendiendo dejar a todos contentos desencadena exactamente lo opuesto, el desinterés del grueso del público y la furia volcada al olvido instantáneo gracias a otra prototípica indecisión en lo que atañe a la razón de ser de la propuesta en cuestión. La mentada “novedad” detrás de Halloween Ends, nuevamente escrita por Green y Danny McBride y ahora también por Paul Brad Logan y Chris Bernier, pasa por un esquema de melodrama lacrimógeno + bildungsroman o relato de aprendizaje en versión macabra + la fórmula “pueblo chico, infierno grande” modelo prosaico a lo Stephen King + epopeya de venganza por atropellos varios + construcción -o reconstrucción, lo que calce mejor a nivel conceptual- de un psicópata con una evidente “ayudita” de un exterior social sofocante, cruel y maquiavélico, este último ingrediente extraído de nada menos que Psycho II (1983), aquel muy digno corolario, dirigido por el australiano Richard Franklin y escrito por Tom Holland, del clásico de 1960 de Alfred Hitchcock. Green, un realizador de idiosincrasia indie que combinó dramones correctos con comedias francamente impresentables, en realidad no sabe qué hacer con la saga porque después del eslabón del 2018 de identidad conservadora o purista en materia de apegarse a las bases impuestas por Halloween (1978), uno de los trabajos menos interesantes de ese John Carpenter que imitaba a los giallos de Dario Argento y Mario Bava, el máximo responsable de esta flamante trilogía experimentó sin éxito alguno con el slasher muy caótico en Halloween Kills y ahora con una “crónica de origen” de un psicópata de corta edad que se mueve en relación de espejo con respecto al imparable The Shape, en términos de alumno/ maestro aunque sin profundizar demasiado en el asunto porque el gremio audiovisual actual adora el antiintelectualismo naif o baladí. Más de la mitad del metraje está dedicada, precisamente, a la historia de un personaje que nada tiene que ver con las dos realizaciones previas y que se abre camino como el núcleo dramático principal del convite, muy por encima de las mujeres o siquiera el célebre Myers en una hilarante jugada que enervará a los descerebrados que continúan esperando algo de Hollywood: Corey Cunningham (Rohan Campbell) es un muchacho que en 2019 trabaja de niñero en la casona de unos burgueses y mata accidentalmente a un purrete, Jeremy Allen (Jaxon Goldberg), después de que el chico lo dejase encerrado y el joven patease la puerta hasta empujar al mocoso de mierda desde lo alto de un balcón de una escalera interna, por ello es acusado de homicidio involuntario, eventualmente absuelto y tres años después, en 2022, aún se tiene que comer el basureo sistemático de toda la mini ciudad de turno del Estado de Illinois, Haddonfield, triste “oveja negra” que despierta el amor de Allyson, una enfermera que se quedó sin su madre por la masacre del opus previo y hoy por hoy vive con su abuela, a su vez reconvertida en escritora dedicada a sus memorias y preocupada por las tendencias revanchistas y el “camino oscuro” hacia el que se dirige Cunningham, quien pasa de simplemente querer abandonar Haddonfield con su noviecita a empezar a cargarse a todos los hijos de puta sádicos del pueblo una vez que se encuentra por casualidad con Michael, en pantalla literalmente viviendo en el sistema de drenaje y uniendo fuerzas con Corey para reventar a abusones, policías, vagabundos y compañeros de trabajo de la ninfa. A decir verdad lo único que funciona como es debido en Halloween Ends es -nuevamente- la música de sintetizadores ochentosos de Carpenter, su vástago Cody Carpenter y Daniel A. Davies, hijo del gran Dave Davies de The Kinks y ahijado de John, ya que las casi dos horas de duración se hacen insoportables y cualquier otra referencia al pasado resulta dolorosa y se siente debilitante en comparación cual osteoporosis artística crónica, desde las referencias al paso a The Thing (1982) y Hard Target (1993), de Carpenter y John Woo respectivamente, hasta las alusiones implícitas en el arco de desarrollo del personaje del eficaz Campbell, como la nombrada Psycho II -metamorfosis de victimario en recuperación a victimario consciente de por medio- o esa misma introducción que invierte el género sexual de la leyenda urbana de “la niñera y el hombre de arriba”, por cierto ya adaptada a la gran pantalla en Scream (1996), de Wes Craven, When a Stranger Calls (1979), de Fred Walton, y aquel opus primordial de 1978 que desencadenó esta catarata de continuaciones intercambiables en las que sólo se destacan las dos primeras con la curaduría de Carpenter, Halloween II (1981), de Rick Rosenthal, y Halloween III: Season of the Witch (1982), de Tommy Lee Wallace. Saturada de flashbacks innecesarios y diálogos reiterativos sobre los monstruos creados y esos otros que nacen así, Halloween Ends es un delirio total -y no de los buenos, los anarquistas- que pretende denunciar la hipocresía de una sociedad que juzga al otro sin mirarse al espejo en función de sus errores, debilidades y tendencias brutales…
Halloween Ends (Halloween: El Final) es la puesta en escena de una mutación: si Michael Myers es la materialización individual de un Mal abstracto, una vez desaparecido tendremos que ver lo que quizás siempre fue: la suma de los microfascismos que habitan en cada uno de los habitantes de Haddonfield.
Halloween: La noche final es una película extraña ya que funciona como una continuación de las entregas previas, gestadas por la productora Blumhouse, pero al mismo tiempo elabora un reboot dentro de la trilogía. Todo el conflicto que vimos en la anterior, con la rebelión popular, lo tiraron al tacho de basura y tras un salto temporal de cuatro años la conclusión toma un camino diferente. Cuando pensamos que la saga ya no podía caer más bajo después del contenido de estupidez que brindó la última producción, Danny McBride y el director David Gordon Green levantan la apuesta de mediocridad con la presentación del sidekick de Michael Myers. Una especie de Dick Grayson psicópata que aparece de la nada misma y busca que el villano lo instruya en el oficio del asesino en serie con el fin de continuar su legado. El problema es que el Robin de Haddonfield se enamora de la nieta de Laurie Strode y ella desconfía del muchacho que tiene algunos problemitas. Esa es la excusa chapucera que crearon para justificar el enfrentamiento final entre los dos personajes clásicos. De las tres producciones que desarrolló Blumhouse con la franquicia esta es la peor de todas y se nota que los realizadores tiraron la toalla y se la sacaron de encima para cumplir un contrato. Nunca tuvieron un arco argumental bien planificado y lo fueron armando a medida que le daban luz verde a las continuaciones. De hecho, no es necesario tener vista las anteriores para seguir el conflicto ya que el argumento va por otro lado. Inclusive la versión de Laurie que interpreta Jamie Lee Curtis tiene muy poco que ver con lo que fue su trabajo en el primer capítulo de la trilogía. En esta entrega cuenta con una personalidad más sociable y parece jaber superado las tragedias del pasado. Salvo por la secuencia inicial que introduce al Robin psycho y maneja de un modo decente el suspenso, el resto del film carece de tensión y las secuencias de violencia son penosamente genéricas. Michael esta vez tiene un rol mucho más limitado y la verdad es que el duelo final con Laurie se trabajó mejor en Halloween 20, de 1998. La pelea en esta ocasión es redundante y cuenta con un epílogo ridículo que está en perfecta sintonía con el contenido de estupidez que prima a lo largo del film. Resulta evidente que la hicieron sin ganas y sobresale entre las peores producciones de la franquicia. Cabe destacar que los mismos realizadores de esta bazofia ahora van por la continuación de El Exorcista que tendrá a partir del año que viene su trilogía Blumhouse. Todos a los botes.
Un retorcido último capítulo para Jamie Lee Curtis Se trata del decepcionante final de la trilogía de David Gordon Green que trae de nuevo a Jamie Lee Curtis para enfrentar a su clásico villano. Se acordaron tarde de que había que hacer una última película con Jamie Lee Curtis y no tenían guión. La tercera parte de una trilogía que encima fuera épica y con el ansiado duelo final. ¿Pero cómo llegar a él? Halloween: La noche final (Halloween Ends, 2022) saca un conejo de la galera para reconstruir la ya trillada secuencia de crímenes del pueblo de Haddonfield (Illinois). Una historia que ya no contaba con jugo para extraerle. Así inventa una suerte de spin-off que conecte con la trama principal, entiéndase Michael Myers versus Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), para llegar a ese punto sobre el final. Pero lo hace con excesos de melodrama, un sobrio dramatismo y una pretenciosa moraleja. Vayamos a los datos concretos. Michael Myers aparece recién a los 40 minutos de proyección, cuando los fanáticos del serial killer ya se estaban preguntando si se equivocaron de película. Y aparece como un fantasma, una especie de personificación del mal que se traslada al accionar de otros personajes. ¿A cuáles? Corey Cunningham (Rohan Campbell) es un adolescente que accidentalmente mata al niño que cuida como niñero. Apertura de la película y presentación del personaje maldito, liberado por el juez pero con la condena social a cuestas que resulta peor que la legal. Y sino pregúntenle a Laurie o a su nieta Allyson (Andi Matichak), condenadas como el nuevo personaje por sus traumáticos pasados. Para colmo de males, y como si todo esto fuera insuficiente, Corey y Allyson empiezan a salir en una relación donde hay más de maldición que de amor. Pero el gran personaje es el pueblo de Haddonfield en una evidente -tal vez demasiado- metáfora social que expresa que “es el dedo acusatorio aquel que te convierte en monstruo y no una maldad intrínseca”. De ahí surge la mejor escena de la película, justamente por no tomarse demasiado en serio a sí misma, cuando Michael Myers entra a la radio y le corta la lengua al locutor. Un guiño a los medios de comunicación como reproductores de maldad en la sociedad. El resto es demasiado solemne, trágico y épico para ser una película de Halloween. Una manifestación ampulosa de una historia que se quedó sin tela para cortar. Por eso necesita sacar un personaje de la galera y dar todo un giro argumental tirado de los pelos para insertarlo en una trama cuyos protagonistas siempre fueron, y nunca debieron dejar de ser, Michael Myers y Laurie Strode.
Crítica publicada en Youtube.
En 2018 se estrenó el comienzo una nueva trilogía de «Halloween», una de las franquicias de terror más populares, interesantes y queridas iniciadas por John Carpenter en 1978, uno de los maestros de este género. David Gordon Green se puso al frente de este soft reboot, que nos ofreció una lograda primera parte, combinando nostalgia con un buen tributo a la historia original. La segunda entrega, «Halloween: Kills», fue más floja. Si bien introdujo un concepto interesante como es la construcción de la violencia social y cambió las reglas de juego con Michael Myers, tuvo algunos inconvenientes como que la protagonista estuvo bastante desdibujada. Ahora llegó a las salas «Halloween: La noche final», película que se sitúa cuatro años después de los acontecimientos de su antecesora, y que promete darle un cierre a esta franquicia. Ahora Laurie vive con su nieta Allyson y está escribiendo sus memorias. Desde ese momento en el cual la comunidad linchó a Michael Myers, no se lo ha vuelto a ver. Es así como ella decidió finalmente dejar atrás el miedo y la rabia y seguir adelante con su vida. Pero cuando acusan a Corey Cunningham de matar a un chico al que estaba cuidando, se desencadena una cascada de violencia que obligará a Laurie a enfrentarse de una vez por todas con una maldad que no puede controlar. Al igual que sucedió con el film anterior, quisieron seguir profundizando en la violencia social y, particularmente, se ahonda en cómo alguien bueno puede convertirse en malo o asesino a causa del bullying, las críticas y el destrato que puede recibir por parte de la comunidad. Además, se muestra la transmisión del mal de una persona a otra. Si bien podemos entender esta vuelta de tuerca que quisieron darle a la historia para no seguir siempre la misma fórmula, se le dedicó demasiado tiempo a desarrollar a un personaje totalmente nuevo en la franquicia, con el que no terminamos de empatizar demasiado, haciendo que no nos involucremos con lo que le pasa. Por otro lado, no se siente tanto la esencia de «Halloween», careciendo de persecuciones y enfrentamientos recurrentes entre Michael Myers y Laurie, como sucedía en otras oportunidades. Podemos entender que Michael pudo haber quedado debilitado luego del final de la cinta anterior, pero igualmente se lo redujo a muy pocas apariciones. Tanto él como Laurie fueron dejados de lado en gran parte del film, como había pasado con el personaje de Jamie Lee Curtis en la película anterior. Las acciones más importantes terminan pasando por otro lado. Cuando uno se propone a ver el final de una franquicia que comenzó hace años espera un relato de épicas proporciones donde el bien (encarnado en Laurie) y el mal (encarnado en Michael) confronten, pero esto no lo tenemos hasta los últimos 20/30 minutos de la cinta. Es ahí donde podemos tener un poco de esa chispa característica de «Halloween» con momentos de tensión, violencia y gore, pero no es suficiente para dejarnos conformes. Jamie Lee Curtis siempre se encuentra muy bien en este rol. En esta oportunidad, trata de cerrar un capítulo en su historia a pesar de sus miedos, su soledad y tener que vivir con la mirada del resto de la sociedad que, en vez de culpar a Myers de todos los males, la responsabilizan a ella. La actriz realiza un buen trabajo interno y dramático. El resto del elenco también se encuentra bien, a pesar de que se centra más que nada en dos o tres personajes. En cuanto a los aspectos técnicos todo es muy correcto. Contamos con la banda sonora característica que nos marca la presencia de Michael Myers como también la escenografía oscura y nocturna. A pesar de tener algunos jumpscares para impactar al espectador, tampoco resulta ser una trama demasiado terrorífica. Es decir, «Halloween: La noche final» tiene algunas ideas interesantes pero su ejecución no termina de convencer. Podemos entender que hayan querido ser más originales e innovadores o transmitir mensajes más profundos pero en el camino se perdió parte de la esencia del film. Podrían haber hecho una historia diferente que no se llamara Halloween y tal vez podría haber sido más eficiente. Esta cinta no se siente a la altura de lo que esperábamos de un cierre de trilogía ni franquicia, principalmente porque no se le da el lugar necesario a sus protagonistas.
Con un cierre tan apoteósico como dramático llega el final de una histórica saga de horror y Jamie Lee Curtis sigue brillando como la última gran Final Girl.
Este slasher de David Gordon Green anuncia el final de la trilogía que el otrora realizador de artesanales joyas del cine independiente gestara a lo largo de la última etapa de uno de los villanos más temidos de la historia del cine. Fallidas sendas últimas versiones disminuían las expectativas a priori, “Halloween Ends” intenta sumergirnos, desde sus primeros minutos de metraje, en climas de tensión supremos. Un prólogo establece base y tesis de la cinta: la oscuridad de un pueblo consumido por la violencia predispone la conducta de sus habitantes. Aquí se tratan cierta metáfora sobre la naturaleza mal que no acaba de cuajar. La presente es una historia con giros que, si bien ilusionan con ciertos hallazgos formales, el factor inesperado se esfuma sabiendo que estamos ante una franquicia que difícilmente sorprenda por su contexto o desenlace. Perturbador, sádico, provocador, Green está listo para darle al público lo que este espera: hay enfrentamientos que no se hacen esperar; la sorpresa y la incomodidad pretenderán estar a la altura del cierre de ciclo. Con guiños al film original del maestro John Carpenter (estrenado en 1978) la actual revisión avala las bases del concepto original. Presenciamos el eterno retorno al suceso de la fatídica noche de Halloween, reflexionando acerca del trauma de la mítica Laurie (Jamie Lee Curtis). Un aire pervierte la atmósfera, mientras destellos autorales en la estilización de la violencia abrevan en lo gore y visceral. Un uso de música recurrente (la partitura corre a cuenta de John Carpenter y Cody, su hijo) incrementa el desasosiego y lo terrorífico, aunque resulta lamentable que la resolución de ciertas secuencias se incline por lo risible. La impostada dinámica de rejuvenecer una mirada que no caiga en la necesidad de regurgitar fórmulas pasadas termina por convertir el ritual mortuorio elegido en una farsa de tamañas proporciones. El miedo no contagia ni por transfusión sanguínea. La calabaza estalla en nuestras manos.
Y sí, un rato (largo) para que veamos la pelea de fondo Michael Myers-Laurie Strode, en último y definitivo -y sangriento- combate después de 45 años de dar vueltas por ahí. Los pros: momentos bien filmados, bien hechos, que permiten cierto entretenimiento. Los contras: otra vez sopa con una historia colocada para inflar una trama que solo se justifica por una secuencia. El realizador David Gordon Green es un director de calidad, o lo fue hasta que decidió -con Danny McBride, comediante- dar su visión definitiva del mito creado por John Carpenter (nunca jamás igualado). Pero como suele ocurrir con las remakes del cine del gran realizador de El enigma de otro mundo (y hemos visto otra The Thing, otra La Niebla, etcétera) es que no lo entienden y todo se reduce a “mirá cómo el pequeño pueblito teme a la llegada de un Mal que los castiga por sus pecados sin ningún remordimiento”, cuando en realidad Michael Myers es otra cosa no solo como ejercicio filosófico (la idea de que al mal se le ganan batallas pero solo al final la guerra) sino estilístico (Halloween, la original, incluso con sus crímenes, es una película poco sangrienta, más cercana a Psicosis que al gore). Gordon Green vuelve a caer en el “fan service” (hacer lo que un fan espera) sin construir una película de verdad, o un mundo.
El cine es Ir al cine. Ir a la energía del cine. Acercarse al sol del cine. Acercarse al poder del cine. A la felicidad del cine. Entregarse al cine. Eso permite la nueva película de David Gordon Green, la tercera de la trilogía de Halloween que desde 2018 ha continuado a la película original -dicho esto en más de un sentido- de John Carpenter de 1978. David Gordon Green, el director que empezó su carrera, y el siglo, con George Washington, All the Real Girls y Undertow y que hizo mucho más, como por ejemplo Prince Avalanche. David Gordon Green, un cabal director de cine en un siglo en el que las cosas que importan o importaban han mutado tanto que ya no parece importar ni siquiera el nombre de los directores; es notorio cómo van desapareciendo de los afiches y de los trailers). Este siglo ha cambiado tanto las condiciones de recepción del cine que cada vez se pone de manifiesto con mayor claridad la derrota de las concepciones de los grandes, se hace caso omiso del poder del arte del siglo XX, el arte de Hitchcock y Buñuel. Hoy, otra vez, se reciclan los debates que parecen obnubilarnos para después pasar merecidamente e importan los temas, los mensajes, la educación, el cine debate de las materias de educación cívica y de “formación ciudadana”. Bueno, jódanse: el cine sigue merodeando y todavía nos estremece y nos emociona por películas como Halloween Ends y no por la película necesaria. Halloween Ends, que debió ser “Termina Halloween” o “Halloween termina”, acá se ha estrenado como Halloween: la noche final, quizás para unirla con el título local de estreno de Halloween de John Carpenter de 1978, que fue Noche de brujas. O quizás a nadie le importó eso. Quizás lo que importe ahora en general sea “el nuevo terror” o el “terror elevado”, el terror de temas más identificables, el terror más de moda, el terror que te da un tema para discutir. Acá, como siempre en Carpenter -que anda muy presente en esta película y en esta trilogía- el tema es el mal. El mal el mal el mal espejo de mi corazón, esa es la perfidia. El mal en Michael Myers y el mal que irradia la forma de Michael Myers, el mal que atraviesa las relaciones en el pueblo. No todas, claro, porque los que están solos nunca están del todo solos, y ahí es cuando el cine sabe construir una gran historia de amor en el sendero de los clásicos del western -acá sí que están Hawks y Ford- con apenas minutos y reverberaciones. Gracias una vez más Jamie Lee Curtis, gracias otra vez Will Patton. Rostro, arrugas, miradas, desafíos, golpes, respuestas, movimientos de Jamie Lee Curtis obtienen respuestas positivas, enaltecidas, de la implacable fotogenia. Jamie Lee Curtis, es decir Laurie Strode, en una silla mecedora abierta de piernas y golpeando rítmicamente la pared. Laurie y una calabaza, Laurie y la pelea física. Laurie monumental, Jamie Lee Curtis monumental. Erotismo y violencia, Kiss Kiss Bang Bang, cine para homenajear a los setenta inolvidables, a Pauline Kael y a los sentidos implicados, a la euforia de saberse interpelado por una película de esas que se desprecian como innecesarias. Esas son las películas que hicieron el cine, las que realmente necesitamos para emocionarnos, para pedir más y más cine, las que nos llevan a otras películas, a Christine, a La cosa y a Martes 13 y las tradiciones que supieron ser novedades orgullosas y pasionales y no cálculos de ingredientes melindrosos. Las películas que nos hacen como espectadores, cuyo virtuosismo se evidencia invisible para los ciegos ante la luz y su capacidad de visibilizar y también de ocultar, de ponerse en pausa para retomar la acción. Cine que se mueve porque piensa de verdad, no porque afirma que piensa. El cine no se señala sino que es, porque el cine es antes de afirmarse como tal. En Halloween Ends importa la relación entre el personaje y los marcos de las casas, las casas y sus marcos para encuadrar, el movimiento que no pide permiso para ser motor (y esta es una película con muchos motores, una película nada híbrida). Importa el montaje que da paso a la acción virtuosa y no virtual, a la violencia que no teme mostrarse, a la adrenalina de una caída y el corte violento a los títulos iniciales del sinfín de calabazas demoníacas con la música, la música, la música imparable de uno de los grandes directores compositores (Carpenter como Eastwood como Chaplin). En Halloween Ends importa dónde poner la cámara en función del rostro y del cuerpo de los personajes, de sus interacciones, de sus movimientos, en planos no prefigurados por lo que la gente reconoce de la televisión sino por la llegada a los sentidos desde la tradición del cine: la liberación de los monstruos que sí tienen aspecto de monstruos -la transformación que siempre estuvo latente del personaje de Corey señala a un actor extraordinario- aunque no necesitan siempre la máscara, al menos no la visible. El humor y la violencia combinados, la tragedia que no niega la continuidad de la vida. Una película imposible pero que existe, aunque a juzgar por lo que se escribe sobre ella pocos la puedan ver, porque aparentemente estamos matando al cine, en procesión y con antorchas. Pero David Gordon Green, John Carpenter y Jamie Lee Curtis resisten, alumbran de forma asertiva el ser del cine, hecho siempre de luces que se explican solas, incluso cuando se presentan como sombras.
La tercera y última parte de estas secuelas y relecturas de la película de John Carpenter sigue lo planteado en la anterior, y de un modo bastante remarcado, pero con una presencia menor del icónico villano. «El mal no muere. Sólo cambia de forma», escribe Laurie Strode en el libro en el que se encuentra trabajando años después de su último encuentro con «the Shape», quien le arrebató la vida a su hija y escapó. 45 años después, ya no es la adolescente de 1978 sino una mujer traumatizada, fuerte y con un dolor a cuestas a causa de la pérdida, compartida junto a su nieta, Allyson, con quien convive. El pueblo de Haddonfield tampoco es lo que era. O quizás ya no puede ocultar lo que en verdad es. Sumido en la oscuridad y la violencia que lleva el nombre de Michael Myers, lo cierto es que la gente que ha decidido quedarse viviendo ahí llevan vidas poco agradables cuya mayor distensión a veces parece ser salir a divertirse un poco durante la noche de Halloween. En una primera escena que comienza de modo tradicional (revirtiendo la imagen de la niñera por la de un niñero), sucede un accidente tremendo de manera inesperada y Corey, el joven a cargo de cuidar a un niño mientras sus padres salían, se ve a sí mismo como lo ve el pueblo: un asesino. En una arriesgada pero curiosa decisión, será este el personaje que tome las riendas y se convierta en protagonista y/o villano. El mal como entidad parece ser el mismo pueblo, sus mismos habitantes. Michael Myers no aparece durante gran parte de la película y sin embargo siempre está omnipresente. La violencia forma parte del día a día y en el medio se encuentra Corey, que tras salir de prisión después de un año trabaja en la mecánica de su padre y vive con una madre que lo sobreprotege y lo cela. Tras un altercado con otros muchachos de su edad, Corey conoce a Laurie Strode y luego a su nieta, que inmediatamente sentirá algo distinto por él. Pero Corey está atravesando cambios más grandes que los hormonales, el mundo se le presenta hostil y de a poco abandona su estado sumiso y callado, hasta que el mirar el mal a los ojos lo define todo. Esta tercera entrega en cierto modo explota la idea que Gordon Green había dejado muy en claro en la anterior. De hecho no sólo la subraya, la remarca y la repite constantemente en boca de más de un personaje, sino que también parece un epílogo largo de lo que se planteaba allí. La idea de correr al villano personaje para abarcar algo más grande es interesante para el final de la saga, pero no está del todo bien ejecutada y eso le resta potencia. Es como si todo lo que John Carpenter (quien vuelve a aparecer con su música original y en diferentes homenajes sembrados a lo largo de todo el film) dejó bajo la superficie se su película, acá se excavara y se expusiera con carteles. No hay sutileza alguna con el tinte filosófico que aquí explota aunque sí se sienta la atmósfera densa y enrarecida de un pueblo perdido. La transformación de menos a más de este personaje es lo mejor construido del film. Entonces abandona un poco aquello que hizo a la saga: el villano enmascarado y la final girl (que sigue estando, pero con menor fuerza). Somos testigos de cómo el pueblo va cambiando a Corey, de cómo desde la culpa se lo va convirtiendo en aquello de lo que se lo acusa. Allyson lo acompaña sin saber hasta dónde se es capaz de llegar (aunque su personaje quede a medio camino). ¿Puede un lugar modificar a una persona, a una comunidad? ¿O la maldad es algo que llevamos intrínsecamente dentro hasta que algo o alguien lo hace salir? ¿Se puede escapar de lo que parece inevitable? Quizás, todos somos un poco Michael Myers. Jamie Lee Curtis queda un poco relegada aunque al final tenga su esperado nuevo encuentro. Y sin embargo se sucede de una manera un poco forzada, sin la emoción que generó el encuentro en la primera de Gordon Green, probablemente acentuado por todo el tiempo que había pasado en el medio. Jamie está tan fantástica como siempre, eso sí, capaz de regalar simples miradas y gestos que dicen más que lo que los diálogos subrayan a cada rato. Gordon Green se aparta y al mismo tiempo toma elementos propios de la original. Es como que se queda en el medio entre la nueva visión y el homenaje. En ese sentido es menos riesgosa que las versiones de Rob Zombie (que quien escribe banca principalmente por apropiarse a su antojo de lo que había en la original) y un poco más complaciente. Desde lo técnico y lo formal, es una película de terror bien hecha, pero sus problemas radican en lo narrativo, en su esqueleto. En ese guion que su director escribió junto a otras varias manos, las de Danny McBride, Chris Bernier y Paul Brad Logan. Entre giros interesantes, un buen uso del terror y un par de momentos brutales pero también un subrayado constante de ideas y una poco equilibrada galería de personajes que a veces no se terminan de aprovechar, Halloween Ends supone un final. Quizás no sea el final de la saga completa pero sí de una era en la cual Gordon Green (y la productora Blumhouse) homenajeó a Carpenter a su modo.
CON LA MÍNIMA A Michael Myers lo jubilaron con la mínima. Han pasado casi cuarenta y cinco años desde la maravillosa creación de John Carpenter y de uno de los personajes cinematográficos más terroríficos. Hoy nos toca asistir a una versión lavada y tan mala de todo aquello que hasta dan ganas de abrazarlo. Bueno, no sé… David Gordon Green cierra su trilogía con lo peor que se le puede tributar a la sagrada familia encabezada por Jamie Lee Curtis: falta de entusiasmo. Y esta falta de entusiasmo (que venía asomando en las dos anteriores) se desparrama por diversos caminos que van desde resoluciones incoherentes en el guión y falta de solidez en la construcción de ciertos personajes, hasta una arbitrariedad absoluta en las elecciones dramáticas. El resultado final es similar al comienzo de Blow Out de Brian De Palma, cuando los gritos de las víctimas son apenas quejidos lamentables. La primera tontera de la película es añadir a un joven, un tal Corey, una versión ridícula de estudiante que se gana la vida cuidando chicos. Una noche, un accidente provoca la muerte del pequeño a cargo y ya nada es lo mismo. La secuencia no está mal, sobre todo si correspondiera a otra historia, pero si hay algo que la torpeza de Gordon Green logra es desviar la atención y postergar lo más importante, lo que toda la hinchada reclama: ¡la aparición de Michael, la aparición del Mal! Y cuando aparece…es una versión de anciano que sale de los bajos fondos y necesita un socio para volver a “trabajar”. El problema es que, como ocurre habitualmente, el pibe quiere ganar más que el que enseña. No es la única decisión a contrapelo de una tradición y del sentimiento de euforia ante la calabaza iluminada y el piano inconfundible de la música original. Desde la tipografía elegida, la película evidencia un desgano que se traslada a las figuras femeninas de Laurie y su nieta. A diferencia de otras películas donde el terror aún es dignificado (It Follows, The Babadook) y pueden dar cuenta del miedo inherente a todo ser humano, Gordon Green nos pone a la heroína escribiendo un libro y explicando todo acerca del asunto. La misma desidia cabe para el enfrentamiento final. Siempre Halloween se vinculó con el western y Jamie Lee fue nuestra justiciera agazapada en el Saloon esperando tantas veces por su Karma. Se trata de una épica, un gesto que este final de saga arruina completamente, más cerca del Fuenteovejuna de Lope de Vega que del merecido cierre de una pesadilla. Los habitantes del pueblo de Haddonfield duermen tranquilos, pero seguramente saben que pudieron jugar mejor esta partida. Incluida Jamie Lee.
Halloween Ends cierra la trilogía que se había reiniciado en 2018 con la vuelta de jamie Lee Curtis en un thriller que no da miedo. En el link la crítica escrita completa y la crítica radial completa, más informal, en versión de audio o de video, en los reproductores de audio solo de Spotify, o de YouTube con video. Halloween es una película que cierra la nueva trilogía de Halloween empezada hace 3 años atrás con la remake por parte de la Blumhouse con la primera película que se llamaba igual que la original, Halloween; luego vino su film intermedio Halloween Kills y ahora cierra la historia con su final, Halloween Ends. Esta película cuenta el regreso del personaje de Michael Myers a matar en un pueblo luego de su ausencia por un tiempo, pero ahora sospechamos de qué otros personajes lo pueden estar ayudando. Nuevamente el personaje interpretado Jamie Lee Curtis se deberá enfrentar a este asesino para frenar la ola de homicidios qué está haciendo en el pueblo; esto traerá varias idas y vueltas por parte de los personajes, donde habrá personajes que no son lo que parecen, y donde habrá personajes que sufrirán distintos destinos, y de distintas maneras. La película es hecha por el mismo equipo que las anteriores, sin embargo no tiene para nada la misma calidad de la primera entrega, que era bastante buena, y género estas dos secuelas. Halloween: La Noche Final, como se llama en Argentina, como cierre tiene gusto a poco, y no tiene mucho terror, ni menos aún miedo residual al salir de la sala de cine, la película funciona para entretener y mantiene la tensión durante el metraje, pero sin grandes sobresaltos y sin escenas épicas o icónicas que la hagan sobresalir sobre otras películas de terror, o sobre la gran historia que ya hay sobre filmes de Halloween, saga que tiene a uno de los asesinos más icónicos en la historia del cine de terror. Sí han visto las otras dos, y les ha gustado, vean esta; si les interesa ver esta, vean la primera de Halloween de 2018 primero, que es buena idea, y luego corran su propio riesgo con las secuelas si les interesa. Cristian Olcina
Desde el prólogo se instala un concepto interesante que tiene todo para elevar la calidad de la franquicia. El problema es que David Gordon Green pierde el control de sus decisiones junto con el equilibrio de sus personajes.