Vocación por asustar De un tiempo a esta parte somos testigos de una suerte de renacimiento del cine de terror y suspenso de autor de la mano de realizadores como David Robert Mitchell, Robert Eggers, Jeremy Saulnier, Fede Álvarez, Cory Finley y Ari Aster, y en simultáneo de una reconversión -algo lenta pero firme- del aparato mainstream en general desde el fetiche de los fantasmas hacia un regreso al viejo y querido slasher, lo que por supuesto constituye un progreso porque pasamos del sustrato higiénico de los espectros vengadores tracción a CGI a la sinceridad artesanal de los cuchillos penetrando algún que otro abdomen. La movida, que responde al agotamiento de estos refritos del J-Horror y al hecho de que los slashers son muy baratos en términos presupuestarios, lamentablemente se enmarca en un contexto ideológico asexualizado y pueril en el que se habla mucho y se hace -y se exhibe- poco. Hell Fest: Juegos Diabólicos (Hell Fest, 2018) es un típico ejemplo de los productos de esta fase de transición, esos que no se deciden a empardar el nivel de gore y desnudos de los representantes insignia del subgénero de las décadas del 70 y 80 y al mismo tiempo se muestran demasiado conservadores a escala formal como para incluir alguna variante sobrenatural que rejuvenezca al formato, en sintonía con las recientes y disfrutables Feliz Día de tu Muerte (Happy Death Day, 2017) y Verdad o Reto (Truth or Dare, 2018), o vuelque el asunto hacia el costado sexy/ morboso en serio, esquema visto en las también rescatables Better Watch Out (2016) y The Babysitter (2017). La historia se concentra en la visita durante Halloween de un grupo de seis jóvenes, tres chicas y tres chicos, a un parque temático de terror, lo que desencadena el acecho del loquito con máscara tétrica de turno. Aquí estamos ante la segunda propuesta de Gregory Plotkin, un cineasta bastante mediocre que viene de entregar la impresentable Actividad Paranormal: La Dimensión Fantasma (Paranormal Activity: The Ghost Dimension, 2015), y por ello se entiende que el film incluso teniendo el potencial de destacarse, se quede en una medianía cualitativa que no pasa de las buenas intenciones y la colección de estereotipos de toda índole: precisamente, resulta interesante que se retome la premisa de Carnaval del Terror (The Funhouse, 1981), de Tobe Hooper, para jugar con la frontera entre la realidad y la ficción por un entorno que invita a la confusión y a que nadie le asigne importancia a los ruegos de ayuda, no obstante la ejecución no termina de aprovechar el binomio compuesto por la “vocación por asustar” de los actores del parque y la propia del psicópata, siempre camuflado entre los primeros. Dos puntos a favor de la película son la mínima presencia de Tony Todd, veterano del género y famoso por interpretar al villano de Candyman (1992), y la química palpable entre el elenco, en especial la correspondiente a las amigas Natalie (Amy Forsyth) y Brooke (Reign Edwards). Sin ser mala aunque tampoco llegando a un eventual “aprobado”, Hell Fest: Juegos Diabólicos es una obra anodina, rutinaria y apenas entretenida que debería haber sido menos políticamente correcta para con el género femenino (el horror no se lleva bien con la mojigatería, la cual peca de pusilánime), debería haber apostado por desnudos concretos en vez de verborragia aséptica infantiloide (por suerte aquí, dentro de todo, no encontraremos esa catarata de frases bobaliconas de otros enclaves del mainstream) y debería haber incrementado la locura para dejar de lado una progresión muy monocorde y previsible (la única verdadera excepción es el desenlace, uno que reafirma aquello de que los sádicos son esquizofrénicos y se ocultan en la esterilidad de los clichés de la burguesía).
Hell Fest Juegos Diabólicos: Festival de muertes ya vistas. Llega un nuevo slasher al cine que aterra a jóvenes en un parque de diversiones de terror. Nos metemos a ese tipo de parque con temática de terror junto a un grupo de amigas y amigos que a veces son insoportables. Ellos serán atormentados por un hombre enmascarado que los persigue toda la noche, y el cual comienza asesinando a alguien dentro de una atracción de terror. Así comienza la película, con una muerte no muy original y presentándonos a estos jóvenes charlando sin nada de especial en ellos, más que algún amorío que termina con una de las primeras muertes. Un simple y llano slasher que parece haber llegado años tarde. Natalie (Amy Forsyth) holgazanea con sus amigas Brooke (Reign Edwards) y la hasta a veces intolerable Taylor que interpreta Bex Taylor-Klaus, (a quien quizá reconozcan de The Killing). Ellas con sus respectivas parejas, Quinn (Christian James) y Asher (Matt Mercurio), además del interés de Natalie, llamado Gavin (Robby Attal) son invitadas a ir un parque de diversiones con temática de terror, lleno de nombres evidentes del género. Mientras ellos hacen chistes sobre los sujetos disfrazados que se cruzan, asustándose bastante pero sin que el espectador lo sienta igual, el enmascarado asesino se presenta. (Con una máscara creada por Tony Gardner, el mismo de las caretas de Scream y Happy Death Day). El homicida es el cual con solo su presencia puede incomodar al público, al igual que algunos chistes de los personajes que pueden ser vergonzosos. La máscara tiene tintes espeluznantes, en este sujeto que toma cada objeto que encuentra, desde un martillo de feria gigante, hasta un picahielos para realizar sus crímenes, algo que haría sentir orgullosos a asesinos como Jason Voorhees y Michael Myers. Pero no opten por el optimismo ya que las muertes no son insólitas como lo fueron las de ellos años atrás. Solo una de ellas es dónde se destaca el dolor del personaje. Las demás solo llenan huecos del guion. A pesar de ser 5 guionistas, con dos destacados como Seth M. Sherwood (Leatherface-2017) y Akela Cooper (Luke Cage y otras series), y otros tres habiendo escrito para televisión entre series y películas no muy conocidas, parece que no se divirtieron al exprimir la premisa de la película. Tenían un buen asesino y personajes atrapados en un lugar aterrador. Se necesitó un argumento más convincente, con un juego de “temer a lo real” más elaborado, ya que los personajes no cooperan con esto y el final, interesante, solo intenta realzar esta temática un poco tarde. Los “jump scares” pueden satisfacer a algunos, pero no acompañan el sentimiento que sentiríamos al entrar a una de estas fatales atracciones, ya que no logra crear un ambiente estremecedor constante. Sumadas las situaciones de separación de los personajes poco creativas y estables que arruinan ciertos momentos, básicamente el terror real no conmueve ni hace creer que podríamos estar ahí adentro. El director Gregory Plotkin además fue el editor de este film, y otras buenas películas como Get Out (2017), Happy Death Day (2017) y director de Actividad Paranormal: Dimensión Fantasma (2015). Él parece que se queda en el medio entre una película bien filmada y algo más arriesgado. Con más presupuesto que “Buscando El Terror” (2014), hace perder esa verosimilitud que podría alcanzar el film. En este caso se enfoca mucho más en ser una película directamente slasher, con algo de suspenso, humor para algunos, y momentos esperables. Sin dejar de ser divertida, siendo algo obvio para el espectador que va a ver este tipo de películas. Personajes vacíos, muertes, sangre y un asesino interesante.
La entrada es gratis, la muerte también. Hell Fest, Juegos diabólicos del director Gregory Plotkin, responsable anteriormente de Paranormal Activity; dimensión fantasma, es un nuevo slasher. Es una película convencional que lamentablemente no supo aprovechar todos los condimentos del cine del terror para romper con las estructuras conocidas del género. El argumento sigue sus cánones, Natalie va a visitar a su amiga Brooke a su ciudad, junto a un grupo de amigos asisten a una fiesta de Halloween con pases VIP llamada Hell Fest; previo a la visita el espectador observa un asesinato en una fiesta en Orange Grove unos años antes; redundante o no, uno de los personajes secundarios recuerda el acontecimiento del pasado y advierte a la protagonista antes de ingresar a la fiesta. En Hell Fest, un asesino enmascarado logra infiltrarse entre los trabajadores para satisfacer su pulsión de matar constantemente, oportuna en un ámbito idóneo donde abundan máscaras entre los invitados para pasar desapercibidos hasta que irrumpan los gritos, la sangre y el terror. Respecto al guión de Blair Butler y Seth M. Sherwood resulta un tanto confuso no tener certeza de la verdadera motivación del asesino para cometer esas atrocidades, así como la elección de las víctimas. Cabe destacar el magnífico decorado que durante una hora y media, (menos mal que no les llevó más tiempo) nos sube a un tren fantasma lleno de simbologías y elementos propios del terror, monstruos, ojos gigantes, carnicerías, etc. Y una iluminación de neón que juega constantemente con el contraste. Hell Fest, juegos diabólicos, a pesar de su falta de originalidad es un film que va a lograr entretener al público.
El laberinto del slasher. Los sustos fáciles son el aire que respiran interminables subgéneros dentro del cine de Terror. ¿Qué sería de algunas de sus películas más representativas sin ese momento que hace saltar de la butaca a los espectadores, donde una melodía disonante se combina con una sorpresa en pantalla para asustar a varios desprevenidos? Viéndolo de ese modo, a cualquiera le resultaría inicialmente cautivante una propuesta como la de Hell Fest: Juegos diabólicos (Hell Fest, 2018), donde un asesino enmascarado ataca a sus víctimas en un parque de diversiones con el horror como temática protagonista, pero del dicho al hecho… Todo comienza con la visita de Natalie (Amy Forsyth) a su amiga de toda la vida Brooke (Reign Edwards), con quien no se ve hace mucho tiempo y espera pasar un apacible fin de semana. Por supuesto los planes cambian cuando el grupo de amigos de Brooke compra entradas para Hell Fest, un parque itinerante lleno de atracciones espeluznantes diseñadas para pasar un agradable momento huyendo de monstruos disfrazados y perdiéndose en laberintos oscuros decorados con calaveras, zombies y demás elementos de utilería barata. La cuestión se pone áspera para Natalie y los suyos cuando un psicópata con una máscara (quien gracias a los créditos del final nos enteramos que se llama El Otro) empieza a seguirlos por el parque con fines sangrientos y poco amistosos. La cinta marca el segundo opus del director Gregory Plotkin tras Actividad paranormal: La dimensión fantasma (2015), pero el grueso de su carrera estuvo dedicado hasta el momento a la edición, donde en el último tiempo colaboró con ¡Huye! (2017) y Feliz día de tu muerte (2017). Es difícil encontrar algo similar a un “sello autoral” en Ploktin cuando se lo pone al mando de producciones tan pasteurizadamente estandarizadas. Seguirá siendo un enigma al menos en el corto y mediano plazo si esto se debe a limitaciones propias o a aquellas impuestas por la producción. Sin ánimos de spoilear, quien haya visto el trailer de este film y tenga un conocimiento apenas básico del subgénero slasher probablemente ya pueda hacerse una idea bastante clara sobre con qué se va a encontrar. Sin dudas tener al mítico Tony Todd como suerte de maestro de ceremonias en este parque del horror es un gran atractivo, lástima que el film no le saque más el jugo y su participación quede reducida a un guiño (si está en el trailer no es spoiler, chiques). El resto del reparto se compone de caras jóvenes de la televisión norteamericana, interpretando a personajes tan bidimensionales como olvidables, cuyo único rasgo positivo es permitirnos imaginar cuál será su destino trágico: decapitación? ahorcamiento? desmembramiento? cuestión que no es mérito de los intérpretes sino responsabilidad absoluta de la mente de los espectadores y del nivel de atención que decidan invertir en el relato. Refiriéndonos al asesino en cuestión, aquel llamado El Otro, su falta de motivación podría dejarse de lado. El subgénero ha demostrado en más de una ocasión que saber el “por qué” no siempre garantiza mayor eficiencia. Muchas veces la maldad más pura no conoce justificaciones e igual funciona, como demostró la más reciente iteración de Halloween (2018), en particular cuando el yeite suele radicar en ver cómo este sujeto despacha a sus víctimas de las formas más horrorificamente variadas, amén de los motivos. Precisamente esto último sufre una fuerte contradicción en el film, ya que llegado un punto de la trama el apuro por cerrar la historia puede más que el gore y algunas muertes tienen tratamiento express, privando al espectador especializado de esos momentos en los que todo debería ser sangre, tripas y mutilaciones. ¿Cuál es el sentido de omitir las atrocidades de un slasher? La ambientación es sin dudas uno de los puntos altos en Hell Fest, con este parque que tiene sin dudas potencial para convertirse en terreno fértil dentro del Terror. Es una pena que no se lo explote a fondo y todo se resuma a laberintos oscuros con algún monstruo saltando siempre desde las sombras, repasando todos y cada uno de los tropos concebidos por el género. Hay una mirada interesante sobre la desensibilización de lo más jóvenes respecto de la violencia y sobre el miedo como estimulante (ecos tal vez de la primera Scream de Craven). Es decir, algo que se percibe peligrosamente cotidiano y genera una falsa sensación de seguridad, obviamente hasta que las papas queman. El film habría adquirido otro nivel de profundidad de seguir ese camino. El público menos exigente con este tipo de productos probablemente pueda saciar su sed de sustos en pantalla grande, pero los más demandantes sólo rescatarán algún que otro destello ingenioso a medio cocinar.
El horror tiene cara de diversión No es novedad que dentro del terror, y más precisamente dentro del subgénero Slasher, los parques de atracciones del horror sean el escenario de historias de adolescentes que van a divertirse y terminan muertos de miedo. O peor. Hell Fest: Juegos diabólicos (2018) recurre a este ambiente y brinda al espectador más nostalgico una nueva dosis de este afán macabro de disfrazarse y asustar a la gente por amor al arte. Un asesino enmascarado encuentra en un parque de atracciones de terror el lugar ideal para llevar a cabo los más salvajes crímenes. Un grupo de jóvenes -entre los cuales está Bex Taylor-Klaus, a quien vimos en la serie spin off de Scream– es asediado por esta misteriosa persona que se escabulle fácilmente. Los amigos primero creen que todo es parte del mismo juego, pero luego irán descubriendo que quizá este personaje tenga algo que ver con el crimen de una chica en ese mismo lugar hace algún tiempo. Todavía hay quienes se siguen animando a recrear el subgénero que encontró su época dorada en los años 80. No obstante, previamente a esa década se vieron algunos ejemplos de películas de temática referida a los parques de atracciones, por ejemplo El gabinete del Dr. Caligari (1920), una de las obras maestras que llevaron el expresionismo alemán al cine. Otro exponente interesante fue Freaks (1932), más ambientado en el entorno circense, sobre la venganza de un grupo de fenómenos como consecuencia de castigos varios. Más hacia los 80 vendría La casa de los horrores (1981) y posteriormente La casa de los 1000 cuerpos (2003) de Rob Zombie. El background para las producciones modernas fue tan amplio que hoy día los híbridos siguen aflorando. Hell Fest: Juegos diabólicos, del director de Actividad paranormal: la dimensión fantasma (2015), tiene varios plus. Uno de los más importantes sin duda es la participación breve pero potente de Tony Todd, aquel rostro emblemático e inolvidable de Candyman (1992). El otro es la dirección de arte: entramos en los recovecos de este parque que consiste en laberintos, luz ultravioleta y colores chillones. Como si se hubiera tomado una referencia directa de atmosferas del cyberpunk y del neón. Así el film se convierte en algo muy atractivo visualmente, por más que la historia se reduzca a un par de sustos con un ritmo narrativo más bien lento.
En épocas de Halloween otro asesino enmascarado llega a la pantalla en este relato de terror que sigue la fórmula de exitosos "slasher" de los años setenta y ochenta. Hell Fest se desarrolla en una feria dedicada al terror donde los visitantes son asustados por diferentes monstruos y atracciones. Un grupo de adolescentes llega al lugar para divertirse y pronto descubre que un extraño personaje enmascarado no forma parte del staff del evento y empieza a desparramar sus víctimas en una noche en la que la diversión se confunde con los alaridos reales. Con ecos de Carnaval del terror -Fun House, 1981-, la película dirigida por Tobe Hooper, Hell Fest retoma ese escenario para que los personajes vivan emociones intensas, entregando un producto que no escapa a las reglas del género y que encuentra momentos logrados como la escena de la guillotina o la adolescente atrapada en el baño del parque junto al asesino. No hay nada nuevo bajo el sol y al parecer al director Gregory Plotkin-quien antes filmó la olvidable Actividad Paranormal: La dimensión fantasma y fue también editor de Huye- no parece preocuparle demasiado, convirtiendo a sus criaturas -uamigos y una pareja que planea su reencuentro en el lugar- en presas de un asesino despiadado que se mueve como el Michael Myers de Halloween. El acertado diseño de arte conduce a los visitantes hacia un tren fantasma plagado de sustos y al espectador a una amenaza que se hace real con el correr de los minutos y de la que parece difícil escapar. El cazador y sus presas entran en un juego diabólico que abre la puerta para una continuación en esta historia que no disimula sus fallas -las dos chicas en lugar de escapar se meten en el túnel del infierno- pero entrega un entretenimiento liviano para los seguidores del género. En el film de terror de Hooper, el slogan era "Paguen para entrar. Recen para salir", que acá se sigue al pie de la letra con su estilo "gore" y acumulación de cadáveres.
“Hell Fest – Juegos Diabólicos” es el más reciente experimento del subgénero slasher del terror cinematográfico que Hollywood tiene para ofrecernos. Lamentablemente no tiene mucho para otorgar, y para colmo llega poco tiempo después de la última entrega de la saga “Halloween”. Está dirigida por Gregory Plotkin, producida por Gale Anne Hurd, con guión de Seth M. Sherwood, Blair Butler, y Akela Cooper. La historia en principio tiene una premisa relativamente original: la acción transcurre en el contexto de un parque de diversiones temático que recorre distintas ciudades en Estados Unidos. El tema del popular establecimiento es, obviamente, el terror. Una escena introductoria al asesino enmascarado (Stephen Conroy) nos muestra su sencilla pero eficiente estrategia; aprovechando la ambientación del Hell Fest encuentra y mata a sus víctimas sin arriesgar sospechas. A continuación conocemos a nuestros protagonistas post-adolescentes, como es de esperar: Natalie (Amy Forsyth), quien se reencuentra con su mejor amiga Brooke (Reign Edwards), y su compañera de cuarto Taylor (Bex Taylor-Klaus). Más tarde se suman al grupo los respectivos novios de Brooke y Taylor, Quinn (Christian James) y Asher (Matt Mercurio), y un amigo de ellos, Gavin (Roby Attal). Los seis se embarcan en una salida al parque infernal (con pases VIP y todo), con la excusa de festejar el reencuentro pero también para que Gavin y Natalie puedan conocerse y ver qué onda. Claramente la noche no sale como esperaba ninguno de ellos, ya que también asiste el asesino (acreditado sencillamente como El Otro). Más allá de su premisa y escenario, “Hell Fest” no presenta prácticamente nada nuevo para los seguidores del slasher. Si bien el subgénero no se caracteriza por su profundidad a niveles de historia o mensajes, hay ejemplos de obras que hacen un esfuerzo por presentar personajes atractivos, giros o simplemente violencia gráfica gratuita como para garantizar el entretenimiento del público – podemos pensar en diferentes sagas, desde “La Masacre de Texas” hasta “Saw” (“El Juego del Miedo”), pasando por “Scream” o “Nightmare on Elm Street”. El problema del guión (increíblemente escrito por tres personas) es su linealidad y el hecho de que con el correr de la trama se vayan cumpliendo una tras otra las convenciones más esperables dentro del estilo. Recién sobre los segundos finales del film recibimos el elemento más revelador sobre El Otro, ya muy tarde y sin mucha relevancia, tal vez dejando abierta la posibilidad de una secuela. Plotkin realmente hace lo mejor que puede con el material que recibió, así como los jóvenes actores y actrices. Quizá lo más desaprovechado sea el trabajo de producción de Hurd, conocida por su labor en “The Walking Dead”. El parque en sí es la mayor atracción y lo mejor logrado, presentándose inicialmente como algo “tradicional” (incluyendo hasta juegos de kermese inofensivos), para después introducirnos a otro sector, mucho más perturbador, rozando el mal gusto por partes. Todo presenta trabajos de maquillaje, ambientación e iluminación excelentes, que a su vez dan la excusa para gran parte de los jump scares de la película. Otro gran elemento desaprovechado es la presencia de Tony Todd, conocido por sus papeles en “Candyman” y “Destino Final”, quien aquí no tiene mucho más que un cameo como el maestro de ceremonias del Hell Fest. Para resumir, “Hell Fest” puede llegar a entretener un rato – y de a ratos – siempre y cuando no nos hagamos demasiada ilusión.
Para los amantes del terror esta cuota semanal viene con una fórmula que le saca el jugo un planteo simple. El consabido grupo de adolescentes decide ir a un parque temático de horrores, un gigantesco lugar donde se vive un Halloween eterno. Con sustos por doquier donde centenares de actores con máscaras de monstruos o asesinos famosos asustan a los participantes y “asesinan” a extras en paroxismos de sangre que terminan en risas nerviosas. Un verdadero inventario de todos los lugares que ponen los pelos de punta: cementerios, trencitos del terror, laberintos de espejos, escenas a escala de crímenes famosos. Todo bien pero un asesino real, que sabe como esconder un cuchillo, engaña a los controles, se pone su mascara casera y comienza a desparramar cadáveres. Y nadie se asusta porque están convencidos de que trata de una misma broma macabra. Simple pero efectivo. Especialmente porque el asesino se obsesiona, como corresponde con una protagonista, que duda todo el tiempo sobre lo que ve y cuando está en peligro ni la policía la protege. No hay mucho ni sobre el asesino, ni una pizca de profundidad en los otros personajes. Simple y cuadrado, bien compaginado y con un par de secuencias muy bien logradas. Nada del más allá ni pactos diabólicos. Queda todo servido para una secuela.
El género slasher vuelve de a poco a las pantallas de los cines, revitalizando un poco a aquellos ansiosos de ver asesinatos, sobre todo de adolescentes, y un asesino peculiar.
Dirigida por Gregory Plotkin, llega la cuota de terror de la semana. La historia sucede en un pueblo al que llega una Feria de diversiones temática, todo puesto al servicio de que los adolescentes disfruten el sabor agridulce del miedo y el ser perseguidos, sabiendo que nada de eso es cierto. El parque cuenta con atracciones diversas que conllevan a un único fin: correr por los laberintos y encontrar a cientos de personajes disfrazados como zombies o asesinos con máscaras o sin ellas, pero maquillados. En eso hay que darles la derecha, el diseño de producción es increíble, todo es espectacular, es impresionante la imaginación del equipo de producción para no repetirse y encontrar tanta variedad en la materia. La acción comienza cuando Natalie (Amy Forsyth) llega al pueblo a visitar a su mejor amiga, Brooke (Reign Edwards) y ésta le propone ir al parque en compañía de su actual compañera de cuarto, la no tan simpática Taylor (Bex Taylor-Klaus) y sus parejas Quinn (Christian James) y Asher (Matt Mercurio), más el objeto de deseo de Natalie (y viceversa) llamado Gavin (Robby Attal). Al principio, todo muy divertido, hasta que aparece, un hombre, que inmediatamente se pone una máscara (muy buena, por cierto) y comienza a matar indiscriminadamente. Acá vienen las fallas en el guión, por comienza la matanza? Cómo elige a sus víctimas? Qué lo lleva a eso? Preguntas sin respuesta...hay algunos momentos de tensión, pero no llega a cumplir el objetivo que esperaba. --->https://www.youtube.com/watch?v=ZAjBp6pGQE8 CALIFICACION: Apta mayores de 16 años FECHA DE ESTRENO: 15 de Noviembre de 2018 FORMATOS: 2D.
Hell fest: juegos diabólicos es una película de terror de subgénero slasher, dirigida por Gregory Plotkin, un director con una larga experiencia como editor que realiza su segundo largometraje, después de Actividad paranormal: dimensión fantasma. Su elenco está conformado por Annie Forsyt, Reign Edwards, Bex Taylor- Klaus, Roby Attal, Christian James y Matt Mercurio, un grupo de jóvenes cuyas carreras comenzaron en televisión. El actor más conocido es Tony Todd,protagonista de Candyman, en un papel secundario. Esta película cumple con todos los lugares comunes del slasher, porque se trata de un grupo de jóvenes que deciden pasar la noche de Halloween en un parque de diversiones llamado Hell Fest, ambientado como si fuera el infierno. Y se convierten en víctimas de un asesino serial enmascarado como muchos de los trabajadores del lugar, cuyos crímenes se disimulan con la utilería. La excusa para que esto ocurra es que Natalie (Annie Forsyt) se convierte en testigo del asesinato de una joven. Lo mejor de la película es la presentación de este asesino, del que no sabemos su nombre ni vemos nunca su cara, porque en los momentos en los que no lleva puesta la máscara lo vemos de espaldas. Así como también es muy ingeniosa la idea de que las armas que utiliza para llevar a cabo los asesinatos sean elementos que encuentre dentro de la feria, como un cuchillo que roba de un puesto de comidas. También se nota que Gregory Plotkin, su director, tiene una larga experiencia como montajista, porque el montaje es fundamental para la construcción de climas de suspenso y el remate con escenas de violencia, que muestran el gorejusto y necesario. Otra cosa que vale la pena destacar es el parque de diversiones, locación ideal para este tipo de historias que ya fue utilizada en Carnaval del terror, porque logran que el mismo espectador sospeche de todo, y se sorprenda al descubrir que algunos de los crímenes son reales y no forman parte de una puesta en escena. En conclusión, Hell fest: juegos diabólicos, es una película de terror que aplica correctamente una fórmula muchas veces vista en un contexto ingenioso. Y esto lo logra sin tomar riesgos estéticos ni aportar ideas que permitan hacer ver en su director a un posible autor. Por eso el resultado es efectivo, porque entretiene al espectador haciéndolo pasar un rato agradable, ya que cumple con lo que le promete.
Hell Fest no pasará a la historia como el slasher que revolucionó el género ni mucho menos, pero sí es una película que se deja ver de gran manera y deja abierta la puerta para una posible nueva franquicia. No hay dudas de que el morbo siempre funciona. En la vida cotidinana, como en una sala de cine. Y es por eso mismo, por el morbo, que las películas que muestran la muerte como un juego, tienen tanto éxito a la hora de vender entradas Si se ponen a investigar por ahí, la mayoría de las grandes sagas slashers tienen numerosas secuelas y el camino de la franquicia suele ser bastante similar a todas. Por ejemplo, teniendo en cuenta el reciente estreno de Halloween (2018), la franquicia creada por John Carpenter tiene un total de 11 entregas, contando secuelas, remakes y reboots. ¿La calidad? Se podría decir que solo dos de esas 11 son buenas, la original de 1978 y la última, que todavía sigue en cines. Pero algo que las hizo perdurar en el tiempo, fue el de querer renovar e inventar entrega a entrega, nuevas matanzas, desmembramientos y personajes que no merecen morir, pero aún así, queremos que así terminen. Eso es el slasher, o suele serlo. Un asesino misterioso, un grupo de jóvenes que no parecen tener ninguna obligación y adultos que… brillan por su ausencia y relevancia. Siguiendo estos parámetros llega Hell Fest: Juegos Diabólicos un slasher clásico que tiene como escenario principal un parque de diversiones de terror que solo abre en la noche de Halloween. A esta noche de miedo y terror asistirá nuestra protagonista Natalie (Amy Forsyth), una joven estudiante que no le da mucha importancia a las fiestas, pero que en esta oportunidad se verá obligada a asistir luego de que su mejor amiga Brooke (Reign Edwards), le consiga pases VIP para la famosa fiesta. Junto a ellas irán Taylor (Bex Taylor-Klaus), Quinn (Christian James), Asher (Matt Mercurio) y Gavin (Roby Attal). También, asistirá una extraña persona que se dedicará a hacerle la noche imposible a los protagonistas, cuando se dedique a querer eliminar a nuestros protagonistas uno a uno. ¿Podrán sobrevivir a esta noche de terror? Dirigida por Gregory Plotkin (Paranormal Activity: The Ghost Dimension, 2015) esta peli tiene varios aspectos positivos y otros que sería mejor no mencionar, pero ahí vamos. Empezando por lo malo, la película tiene un ritmo tan lento que no se termina de generar el ambiente necesario para el susto. El film juega todo el tiempo con la acción pasiva del asesino de turno, que llamaremos “el enmascarado”. Siempre se sabe donde está, sus intenciones e incluso a quien quiere matar en cada momento, pero se la pasa gran parte de la película sin hacer nada. Da la sensación que el enmascarado, juega al mismo juego de la desesperación que Mike Myers, pero este nuevo personaje es muy poco efectivo. De hecho, tal es el homenaje que la máscara que utiliza el personaje, es casi una del mismo The Shape, pero derretida. La calidad de las muertes son malas, no son para nada elaboradas y no hay sorpresa. Viendo lo positivo, el escenario seleccionado sí convence. Incluso dan más ganas de ver y recorrer ese parque temático, que ver como nuestros protagonistas tratan de escapar de este misterioso serial killer. También la construcción de los personajes están en el punto de desarrollo para este tipo de películas. Ya con su primer aparición en cámara se los pueden diferenciar fácilmente e incluso sentir empatía con alguno de ellos. Los actores son todos desconocidos, salvo por algunos papeles secundarios en otras películas o series, no son de tener un gran pasado actoral. Esto termina repercutiendo de manera positiva y amigable, por decirlo de alguna manera.
La nueva película de Gregory Plotkin, "Hell Fest: Juegos diabólicos" es un slasher con pocas pretensiones que gana al recurrir a las fuentes del género. En el juego del casino, no siempre el que hace la apuesta más grande es el que gana; alcanza con apostarle unas fichas al número correcto. Cuando se escriba la recopilación histórica de los slashers, es probable de Hell Fest: Juegos diabólicos no tenga su propio capítulo, es más, quizás hasta se olvidan de mencionarla. Ni siquiera sería raro su omisión en las listas de lo mejor del género del año. Pero en sus casi hora y media, construye un producto sólido, entretenido, cumplidor en varios niveles, y - lo que es mucho decir hoy en día – que no menosprecia la inteligencia del espectador. Olvídense del famoso festival de hardrock anual del mismo nombre, no tiene nada que ver. "Hell Fest: Juegos Diabólicos" homenajea a muchos de los clásicos del género, en especial a "Halloween" (que con su nueva y excelente secuela está más en boga que nunca); sin necesidad de recurrir al gancho directo de calcar escenas, o ubicar la acción dentro de décadas anteriores. Homenajea desde el respeto y el clima. Natalie (Amy Forsyth), llega a Orange Groove, a visitar a su amiga Brooke (Reign Edwards). Junto con Taylor (Bex Taylor Klaus) reciben pases VIP para visitar una ferie de horrores, o parque de diversiones temático de terror, llamado Hell Fest. Las tres asisten junto a las parejas de las dos últimas, Quinn (Christian James), y Asher (Matt Mercurio), y un amigo y posible interés romántico para Natalie, Gavin (Robby Attal). La noche comienza normal, a pura diversión. Pero hay un dato que advierte Taylor, hace años, ocurrió un asesinato en el mismo lugar, y el cadáver fue disimulado durante días como una atracción más. Ahora, en los juegos, oculto entre los personajes que trabajan para asustar, se esconde nuevamente un asesino; con una máscara simple pero atemorizante, que planea revivir esa noche, e ir por más. Vaya uno a saber por qué, este personaje se ensaña particularmente con Natalie, a quien empieza a acosar (no tan) desde las sombras. No busquen excusas, ni explicaciones, en "Hell Fest: Juegos diabólicos" no hay demasiada historia, y para ser sinceros, tampoco la necesita. Gregory Plotkin (Actividad Paranormal 5) y el grupo de ¡seis! guionistas aprovechan al máximo el ambiente para crear la idea de caos e indefensión permanente. El asesino puede ser y estar en cualquier lado, te pueden estar persiguiendo, y hasta asesinando, y el resto ni notarlo. También recaen en el uso y abuso del susto falso. Al asesino lo veremos deambulando entre los transeúntes, perdiéndose entre la masa, no siendo advertido. También presenciaremos la obsesión que toma por Natalie y el pavor que va creciendo en ella, la única que nota no todo está bien. Inmediatamente esto, sumado a otros datos de estilo, nos hará recordar a Halloween, y su teoría del Boogeyman social. No hay abundancia de chistes, ni humor que nos haga pensar en una comedia. Sí una liviandad reinante, dejándonos en claro que esto es un producto para adolescentes. Las muertes, salvo una bastante gráfica, no son explícitas, pero cumplen con lo necesario, y van sumando ritmo a esta historia de locaciones medidas y claustrofóbicas, y una atmósfera de temor permanente. Los seis personajes no están del todo bien desarrollados, ni poseen un gran carisma desde el guion, siendo la experimentada en el género Bex Taylor Klaus, y la protagonista Amy Forsyth, quienes más se lucen en lo suyo. La locación, si bien no es del todo original - con un clásico como Funhouse, y exponentes dignos como la Carnaval de almas noventosa, The House October Built, y hasta el díptico found footage Hell House – está bien aprovechada y la distingue. Hay cuidado en los detalles para hacer ver que ese parque y sus atractivos aportan mucho a la situación. Lo diáfano de la feria, la diversión que se mancha de sangre, el clima de descontrol, y los personajes estrafalarios (con una simpática participación de Tony Todd), están ahí, sumado al montaje rápido y el neón parpadeante en la noche. La construcción de escena, sin mucho esfuerzo, es lograda y ayuda al clima necesario. Una última escena llamativa, y a modo de inteligente “vuelta de tuerca” termina de configurar el resultado satisfactorio. "Hell Fest " no sorprende, pero tampoco aburre, y no subestima. Simplemente es una película que entrega lo que promete, crea un buen clima de terror barato - pero para nada menor -, entretiene sin engañar (pese a que unos cuantos sustos falsos menos hubiesen estado bien), y termina siendo mejor de lo esperado, colocándose por encima de una media bastante baja. Perderse en sus trucos es un juego que vale la pena probar.
Hellfest es una película de terror que fue masacrada por la prensa norteamericana hace unos meses con un ensañamiento exagerado. No representa uno de los mejores estrenos del año dentro de este género pero es una propuesta clase B que el fanático del subgénero slasher puede llegar a disfrutar. Gregory Plotkin, quien dirigió el bodrio, Actividad paranormal: Dimensión fantasma (la entrega final de esa saga) en este caso construye un film con todos los elementos clásicos de las historias de asesinos enmascarados de los años ´80. Su obra no reinventa esta temática y contiene todos los clichés familiares que se relacionan con estos relatos, pero en materia de entretenimiento funciona muy bien. El concepto de la trama está bueno y probablemente hubiera resultado mejor con un guionista más creativo. Plotkin desarrolla el relato con personajes adolecentes intrascendentes, cuyas muertes generan indiferencia porque no se establece ninguna conexión con ellos. El espectador simplemente se limita a ser testigo como caen de a uno bajo el cuchillo del psicópata de turno hasta que queda la tradicional “final girl”. No hay alusiones a las motivaciones del villano y tampoco se explica por qué se obsesiona con un grupo puntual de adolescentes en un parque de diversiones donde hay miles de personas. Un detalle que vale la pena destacar de esta producción es la imponente labor que hicieron en el diseño de producción. La decoración de los diversos escenarios que se presentan en las atracciones del parque es increíble por todos los detalles macabros que contiene y dan ganas que el parque Hellfest existiera en serio. Recién en la escena final el director Plotkin le añade un giro muy interesante al villano que con un guionista decente podría brindar una futura continuación. La película deja abierta esa posibilidad pero la concreción del proyecto dependerá de la recaudación internacional que consiga. Reitero este punto, Hellfest no es un gran estreno de terror pero para los nostálgicos del slasher tradicional puede resultar un pasatiempo entretenido.
Muchos interrogantes se generan a partir de ver esta producción audiovisual, la primera es preguntarse ¿qué quisieron hacer? Como esto no tiene respuesta válida surge la inevitable ¿para qué la hicieron? En este caso la respuesta se podrá encontrar en la taquilla y en la posibilidad abierta de una segunda parte, siempre y cuando la respuesta de las boleterías sea positiva. Aunque lo dudo. Tratando de enrolarse en la temática del terror, todo termina siendo un catálogo de lugares comunes de los peores lugares comunes del género. Una más, el filme comienza con tres jóvenes deambulando por unos pasadizos armados en la feria del terror, algo así como “El tren fantasma”, pero caminando una de ellas se aísla, se pierde, y termina siendo la primera víctima en el “filme” del asesino serial, ese que sabemos las estuvo siguiendo toda la noche. Corte. Años después en otra localidad otro grupo de jóvenes, tres parejas, dos constituidas. van a pasar la noche a una feria idéntica a la de la primera secuencia, esto es todo dialogado hasta el punto de repetir oralmente lo que el espectador acaba de ver. Que la chica sola decida ir porque va el chico que le gusta, y además sea la protagonista, el chico que está solo tiene idénticas razones invertidas, nunca se había presentado semejante idea. Todo es demasiado previsible en el desarrollo del filme, se presenta algún momento de genuino terror, pero todo se basa en exabruptos sonoros que intentan sobresaltar al espectador, lo que logra pues desde el diseño de la banda de sonido la música es omnipresente tratando de crear climas, funciona como una especie de sordina sobre el ruido producido, lo cual da cuenta de lo rudimentario del montaje sonoro. Lo mismo sucede con la dirección de arte haciendo foco en la luz y el color, estos están trabajados en función de no ver demasiado, nunca empleado de manera narrativa, o si ya se ve que sea simplemente de mal gusto y por momentos incongruentes. Como ejemplo, todo transcurre en una feria donde lo real desaparece, los utensilios son falsos y la propia escenografía está puesta a recrear un espacio que genere pánico, en una misma secuencia el malo, con mascara y todo, toma un hacha de una maqueta de cartón, pero el arma es real, segundos después la heroína o la victima principal, en el mismo espacio físico, tratando de hacerse de un elemento para defenderse dice que todo es falso. El guión en tanto diálogos, es así, ayuda nada, nunca a de esperarse en este tipo de cintas nada del orden de la inteligencia, pero tampoco tan burdo u obvio, como dicen los jóvenes de hoy en día. Si a todo esto le agregamos las demasiado poco convincentes de las actuaciones, entonces tenemos cartón lleno. Sólo resta ir viendo cómo se van sucediendo temporalmente, en cuanto desarrollo, las muertes, se podrían hacer apuestas para que, aunque mas no sea, una sensación de suspenso se haga presente. Volviendo a las preguntas ¿Por qué razón los malos de éste tipo de películas nunca corren?, Caminan despacio, y siempre alcanzan a sus víctimas que se la pasan corriendo. ¿Por qué los acechados siempre se dirigen hacia la fuente de sonido que les produjo el sobresalto, miedo, etc.? De algunas de estas dudas pueden encontrarse respuesta, de ¿por qué alguien recomendaría ir a ver esta película?, es todo un misterio
Una noche para el infarto “Hell Fest: Juegos Diabólicos” (Hell Fest, 2018) es una película del género slasher dirigida por Gregory Plotkin y escrita por Seth M. Sherwood, Blair Butler y Akela Cooper. Protagonizada por Amy Forsyth, el reparto se completa con Reign Edwards, Bex Taylor-Klaus, Christian James, Matt Mercurio, Roby Attal, Courtney Dietz y Michael Tourek. Luego de estar bastante tiempo alejada por estudios y trabajo, Natalie (Amy Forsyth) regresa a la casa de su mejor amiga Brooke (Reign Edwards), que ahora vive con Taylor (Bex Taylor-Klaus). Para disfrutar de la noche de Halloween, las tres deciden ir al parque temático ambulante “Hell Fest” junto a Quinn (Christian James) y Asher (Matt Mercurio), respectivos novios de Brooke y Taylor aparte de Gavin (Roby Attal), joven que consiguió los pases VIP y está enamorado de Natalie. Todo es diversión y sustos hasta que, en uno de los juegos, Nat ve a una chica correr y esconderse como si su propia vida dependiera de ello. Segundos después un hombre enmascarado la descubre y, al sujetarla, la mata con su cuchillo. Impactada por lo que acaba de presenciar, sus amigos la convencen de que el hecho solo era parte del juego para atemorizarla, por lo que definitivamente la muerte fue ficticia. Sin embargo, desde ese momento el señor enmascarado no se detendrá hasta matar uno por uno a este grupo de amigos. Hace poco llegó a las pantallas “Halloween” y ahora volvemos a tener otra cinta del mismo género donde el psicópata tiene características parecidas a Michael Myers. Ya sea desde el diseño de su máscara hasta su accionar, que se da sin tener motivos concretos, el espectador sabe de antemano que, cuando el asesino entra en escena, la muerte está a la vuelta de la esquina. Resulta fácil que el slasher se estanque y se convierta en más de lo mismo, por eso es para destacar la ambientación que se le dio a Hell Fest. El parque de atracciones terroríficas está diseñado con tal atención al detalle que dan muchísimas ganas de teletransportarse para conocer ese lugar. Muchísima gente disfrazada, laberintos súper originales, pasadizos, carritos tenebrosos, brazos cortados, una mujer tirada con venas que le sobresalen, entre otros, logran que la atmósfera sea de lo más atractiva. Sumado a esto, el humo, la fotografía oscura y las luces de neón verdes y rojas ayudan a que la experiencia sea completa. Aunque las primeras muertes estén bien logradas (una en particular puede llegar a impresionar), pareciera que para el final al director se le acabaron las ideas ingeniosas. Es una lástima que en el último tramo la fuerza y credibilidad que venía manteniendo la historia se pierda por completo, utilizando policías que se ponen manos a la obra tardísimo (lo típico) o una protagonista que se vuelve súper inteligente de la nada. No obstante, “Hell Fest” no es una mala película para los que les gusta este género. Tan efectiva como efímera, el objetivo de entretener se cumple con creces.
Con una presencia estética y una estructura narrativa que recuerda al viejo cine de horror clase B, Hell Fest tiñe de rojo la pantalla con una trama que no busca ser más de lo que ofrece: un festín de carnicería humana dentro de un festival con atracciones para asustarse. Es en parte en su búsqueda de rememorar la banalidad del género, que pierde en el camino justamente lo entrañable de los recursos de susto barato, pero gana en lo que a explícitas muertes y grandes escenarios se refiere. El film parte de una premisa simple: un grupo de chicos y chicas será perseguido por un asesino enmascarado al asistir a la noche más terrorífica en el festival de horror que da título al film. De allí en más, no tardarán en sucederse una a una las muertes, las cuales tienen como factor positivo la originalidad un tanto burda de las mismas. Cada una se ve relacionada temáticamente con algunas de las atracciones de la feria, como un personaje que recibe el golpe de un mazo en el rostro en el típico juego para probar su fuerza, otro que es torturado en un laberinto o una joven que se verá aterrorizada en una guillotina. Lo que ocurre con el film es que la sucesión de muertes es alternada entre los espaciosos momentos en que el asesino de turno se hace notar acechando al grupo, más interesado tal vez en estar presente para la cámara que para los protagonistas. El hecho de que, dentro de su corta duración, gran parte del film esté dedicada a ver sin mucha gracia cómo los adolescentes se divierten en el parque se vuelve algo tedioso. No obstante, en dichos momentos el entretenimiento puede llegar de la mano de algunos de los escenarios y atracciones. Si bien no es un elemento que logre asustar —aunque el susto no es un elemento que juegue un rol sino más bien el de evidenciar la variedad de muertes— los distintos juegos del parque le otorgan al film un cambio de estética y entorno constante, lo que termina de darle, por poco que sea, una impresión de estar ante un desarrollo que cambia constantemente gracias a la diversidad de espacios donde sucede la historia. En definitiva, Hell Fest: Juegos Diabólicos es realmente eso, un juego para visionar las distintas actividades horrorosas que se pueden encontrar dentro de una historia que no espera sorprender ni ofrecer nada más que unos cuantiosos litros de sangre para los que disfruten de ello.
El subgénero slasher (anglicismo que significa cuchillada o corte) es muy simple en su premisa y muy difícil en su ejecución. Simple porque cuenta con pocos elementos (la máscara, el cuchillo, la música) y el argumento siempre es el mismo: un asesino enmascarado mata a jóvenes con un cuchillo. Difícil en su ejecución porque hay que conocer muy bien este subgénero para combinar con creatividad sus escasos elementos y hacer que la trama resulte interesante. Hell Fest: Juegos diabólicos es un buen slasher justamente porque su director Gregory Plotkin demuestra conocerlo (prueba de ello son las ingeniosas citas a clásicos como Carnaval del terror, Los extraños y Halloween de John Carpenter, entre otros) y porque se las ingenia para no hacer una película mecánica y de fórmula. Vale aclarar que es imposible que un slasher no parezca de fórmula, ya que en su esencia lo es. Que la historia transcurra durante la noche de Halloween marca una referencia obvia y obligatoria. Esta vez, un asesino serial con una máscara escalofriante convierte un parque temático de terror en su recreo personal, aterrorizando a un grupo de amigos que intentan salvar sus vidas y las de los otros clientes, quienes creen que todo es parte del espectáculo. Por lo general, en los slashers las víctimas son demasiado idiotas. Hell Fest: Juegos diabólicos no es la excepción, y quizás esa marcada característica de los personajes pueda confundir. Pero a medida que el filme avanza va ganando en profundidad, en dramatismo, en seriedad. Si bien su trazo grueso hace pensar que se trata de otra tonta película de sustos, son los momentos más concentrados los que demuestran la inteligencia del realizador para generar tensión y que dan la pauta de que estamos ante un filme bien ejecutado. Plotkin compone un par de planos hipnóticos y le da a los personajes y a la historia el tiempo necesario para que el suspenso y la desesperación crezcan, y para que el espectador vea cómo el asesino juega con sus víctimas. Hell Fest: Juegos diabólicos está filmada con solvencia y hace un uso inteligente de los colores y la música, que contribuyen a que el laberinto en el que se pierden los personajes en ese parque temático llamado Hell Fest sea verdaderamente terrorífico. Una película simple, directa y efectiva, casi como el filo de un cuchillo.
Un homenaje al terror de los ochenta Durante la noche de Halloween, un asesino escondido debajo de una inquietante máscara causa el terror en un parque de diversiones. Mientras, un grupo de amigos tratarán de sobrevivir a la sed de sangre del psicópata, el resto de los ingenuos asistentes pensarán que todo forma parte de un show. Gregory Plotkin dirige esta película protagonizada por Amy Forsyth, Reign Edwards y Bex Taylor-Klaus que contiene todos los tópicos de las películas con "asesinos enmascarados" que hicieron las delicias de los amantes del género en los ochenta y que recuerda por momentos a la obra de culto Carnaval de Terror del maestro del género Tobe Hopper. Emulando las Halloween Horror Nights de Universal, el director recrea un evento de noche de brujas en un parque cargado de iconografía del género, una locación ideal para generar sustos y sobresaltos. No hay una historia muy elaborada, ni siquiera se ahonda en las motivaciones detrás del psicópata principal (aunque sobre el final del metraje hay una revelación muy inquietante y lograda); pero el filme funciona porque tiene buen ritmo, un acertado manejo del suspenso, y una sucesión de elaboradas y sangrientas muertes. Además se reserva la presencia en un pequeño pero escalofriante papel de Tony Todd el recordado actor de Candyman. Las atracciones del parque de por sí solas generan cierto escalofrío, cuando el realizador le adosa al serial killer, la adrenalina se dispara, generando un excitante combo de horror adolescente. Sin ser una maravilla, ni rebosar originalidad, Hell Fest: Juegos diabólicos funciona, entretiene y hará sobresaltar a más de un desprevenido espectador.
Gran parte de su desarrollo es en un parque de diversiones dedicado al terror, de ahí el título de la película. En un paseo por distintos laberintos y casas del terror, un grupo de jóvenes que solo buscan diversión, son perseguidos por un asesino enmascarado (al estilo Michael Myers de Halloween) que va tomando sus víctimas en este lugar y los visitantes creen que es parte del show. Se irán descubriendo ciertos enigmas dado que todo se encuentra referenciado bajo una idea simple, poco original, predecible y algo repetitiva, las actuaciones resultan correctas, por momentos mantiene cierta angustia y dramatismo, todo acompañado por una buena fotografía (José David Montero), es visualmente atractiva, técnicamente resulta interesante y entretenida para los fanáticos del género.
El juego entre copia y original parece ser cada vez más la clave de secuelas y reboots del terror. Hell Fest: juegos diabólicos encuentra una idea interesante que consiste en condensar toda una iconografía bajo la forma abstracta de un carnaval de horrores. Sin embargo, su urgencia por ser la nueva Halloween le juega en contra: sus recursos se agotan en esa primera instancia, en el salto repentino, el sonido estridente, la máscara del asesino, el grito de la final girl. La caja de trucos del director Gregory Plotkin no tiene el ingenio del homenaje a los clásicos ni la ambición crítica de la relectura del género, sino que apenas se mantiene con algo de pericia en los estrictos límites de una copia consciente.
GUIÑOS, GUIÑOS Y MÁS GUIÑOS La voluntad de construir franquicias también empieza a estar cada vez más presente en el cine de terror, condicionando los relatos hasta extremos impensados. Eso puede notarse de manera muy patente en Hell Fest: juegos diabólicos, que tiene un planteo con atisbos de interés: un asesino serial enmascarado que usa como territorio de caza un parque de diversiones cuya temática es el horror, despachando jóvenes con esmero y dedicación. Aunque claro, la autoconsciencia canchera invade todos los componentes narrativos y de la puesta en escena, tornando el film extremadamente previsible. La película de Gregory Plotkin (realizador de Actividad paranormal: la dimensión fantasma) no se interesa demasiado por sus personajes, a los que prácticamente toma como carne de cañón. De ahí que no sea sorprendente que todos sean un compendio de estereotipos superficiales: la chica algo tímida y estudiosa, pero deseosa de tener una aventura; el muchacho algo introvertido pero que le tiene ganas; y…dos parejas más que solo quieren asustarse un rato y están moderadamente calientes, porque en verdad el film es bastante pecho frío en su despliegue de sexualidad. Este esquematismo y moderación se traslada a todos los demás aspectos, porque las ideas de miedo y suspenso son escasísimas (hay una recurrencia constante a las súbitas apariciones para sacudir la modorra); predomina una sobreactuación de las reacciones (los protagonistas se asustan hasta por las cosas más tontas); y se impone un regodeo improductivo en la imagen del asesino observando o acercándose a los jóvenes a los que pretende exterminar. Eso no quita que, de vez en cuando, casi por casualidad, el film entregue algunas secuencias donde se nota un poco más de creatividad: una que se da en una especie de tren fantasma, que juega con la quietud forzada del personaje principal; otra en un baño que apela al fuera de campo y la información que tiene el espectador pero no la protagonista; y una última donde el rol de la máscara le juega en contra al asesino. Pero no hay mucho más que eso, porque el relato agota casi enseguida al parque de diversiones como concepto y al slasher como vehículo genérico, evidenciando una lectura sumamente superficial y una búsqueda de un público definitivamente muy conformista. Hacia el final, Hell Fest: juegos diabólicos se quiere hacer la perturbadora, buscando exponer la oscuridad dentro de los ámbitos de supuesta normalidad, pero su vuelta de tuerca se ve venir a kilómetros de distancia. Y para peor, queda muy evidente la necesidad de fondo, que es la de preparar el terreno para futuras secuelas, que esperemos que no pasen por los cines. En el medio, la ausencia de originalidad y riesgo es abrumadora, en un film repleto de guiños (cameo de Tony Todd incluido) pero que está lejos de asustar y ni siquiera funciona como entretenimiento retorcido.