Salir al mundo A Hortensia (Camila Romagnolo) la protagonista del film que lleva su nombre, le pasan muchas cosas, o mejor dicho, le pasan cosas que no son las que ella espera y anhela que le pasen. Empleada en un comercio que vende productos e indumentaria para caza, acepta el maltrato diario por parte de su empleador y clientes. Su único refugio que encuentra posible a la rutina es el regreso a su hogar junto a su padre y su perro Perroni. Pero cuando su progenitor fallece, víctima de un accidente doméstico con electricidad y su heladera (dos de sus obsesiones), se encuentra ante la disyuntiva de verse sola en el mundo y tener que valerse por sí misma en la búsqueda de sus sueños. Un día encuentra una carta que ella misma se había escrito de niña, en la que se recuerda dos claros objetivos a cumplir para poder alcanzar la felicidad de adulta: “conseguir un novio rubio como papá” y “diseñar el zapato más hermoso del mundo”. Shockeada por la información comienza un periplo por las diversas zapaterías de la ciudad, copiando modelos, imaginando ver expuestos sus productos, y también aceptando la invitación de un ex compañero de la escuela primaria o la de un vendedor de zapatos para ver si ellos pueden ser los príncipes que la saquen del pozo en el que se encuentra (a pesar que uno de ellos no es rubio como indicaba la carta). Hortensia (2015) es una película pequeña, que se apoya en la gran composición y fuerza de su protagonista femenina principal. Los directores Diego Lublinsky y Álvaro Urtizberea saben esto, y otorgan un delicado y minucioso trabajo de reconstrucción de época que evoca a cierto período histórico indeterminado, y que potencia el misterio de su propuesta: la que se funda en un universo retro único lleno de electrodomésticos y heladeras Siam. La elección de determinados colores que brotan en la pantalla con una paleta sobria y estilizada, los directores logran despegar la imagen de la escena, enfatizando determinados aspectos y solapando otros, lo que permite buscar la creación de un estilo diferente dentro del cine local, con un trabajo en el encuadre impecable. Claro que hay un momento del film en el que los conflictos narrativos se evaporan. El relato se estanca por la repetición incansable de los dos hechos principales. Pero superada esa meseta, Hortensia logra imponer una estética propia en un relato que ahonda en el universo femenino con la historia de una joven que supo ser feliz en su propio mundo de sueños y que ahora debe enfrentarse a la cruda realidad de crecer de golpe.
Ingenua, torpe, fóbica y a su manera querible, Hortensia (Camila Romagnolo) es una antiheroina “perfecta”, que bien podría haber salido de una película de Aki Kaurismäki, Wes Anderson, Martín Rejtman, Roy Andersson o Jacques Tati. La protagonista es una joven con algo de Amélie que ha perdido hace poco a su padre (murió electrocutado con una heladera Siam) y vive sola en una casona con su perro, sus traumas y un patético novio, mientras sueña con diseñar zapatos no convencionales. Tragicomedia contradictoria (tragedia deforme, comedia asordinada) ambientada en un no-tiempo y un no-lugar (transcurre en un pasado impreciso y apuesta por un arte de lo más extraño con, por ejemplo, muchas cabezas de animales embalsamados), Hortensia resulta por momentos algo fría, artificial y manierista con sus planos “raros” e hiper estilizados, pero así y todo mantiene un tono y construye un mundo propio con una excentricidad y una audacia que la hacen casi siempre fascinante. Entre tanto realismo social, entre tanto film solemne e “importante”, esta comedia absurda que reivindica a personajes perdedores y hasta algo freaks que escapan de las nociones habituales de normalidad resulta no sólo una rareza sino también una bienvenida sorpresa.
Una comedia absurda, con una estética cuidadísima, grandes actores y una historia entre naif e imposible que desnuda soledades, traiciones y necesidades de afecto. Jugada y redonda. Vale la pena no perdérsela.
Comedia única Todo lo que le sucede a la protago nista se cuenta desde una puesta en escena particular, y con humor. Es una comedia con toques, ¿cómo definirlos?, extraños, muy fuera de lo común, aunque Hortensia no sea nada fuera de lo común. El personaje del título es una típica perdedora. A la muerte de su padre embalsamador, Hortensia también le suma otras pérdidas. La de su trabajo, primero, y la de su novio, que decide irse con una amiga. Así, Hortensia decide prestarle atención a una carta que se había escrito a sí misma un tiempo atrás -puede ser diez años, o una semana- y se pone manos a la obra con lo que se había comprometido: conseguir un novio rubio como era su padre, y diseñar, fabricar el mejor par de zapatos. Las excentricidades de los personajes del filme de Diego Lublinsky y Alvaro Urtizberea son la marca de la película. Y, a la vez, parecen tan naturales que parecieran normales. Hortensia no abre la palanca de la heladera Siam de su casa más que con un palo, y a la distancia. mientras allí, en el suelo, sigue el dibujo de la silueta de su padre, que murió electrocutado. A Hortensia le pasan muchas cosas, la mayoría porque las busca -se enamora de dos hombres, uno rubio, el otro no-, pero otras, más por omisión. El tono, que a veces campea por el melodrama, la ausencia de utilización de una columna musical para remarcar las escenas, el encuadre casi surgido del armado de los cortometrajes, y las actuaciones, particularmente de Camila Romagnolo, sobre quien cae el peso de toda la historia, todo hace a una puesta en escena de un estilo cómico único.
Aprender a soltar La protagonista, Hortensia, es una chica sensible y solitaria, algo introvertida. Y es, también, una hermana lejana de Amelie y de algunos personajes de Wes Anderson. Esta comedia deadpan y absurda de la dupla Diego Lublinsky y Alvaro Urtizberea trabaja a pura estética visual y dialéctica (los diálogos son toda una construcción en sí misma, más que el diseño de arte vintage) el drama habitual sobre aquellos niños eternos que deben soltar las manos de sus padres y crecer. Pero también, utiliza toda una serie de cruces y referencias más como una brújula que como un freno a su propia creatividad e imaginación. Si Amelie era una fronteriza a toda prueba, Hortensia es una chica que se aferra a algo pero eso no le impide tomar decisiones y transitar un camino de búsquedas y equivocaciones. El viaje de Hortensia es, en definitiva, uno más convencional de lo que la apariencia del film indicaría. Pero como dicen, lo que importa es más el viaje que el destino, entonces Lublinsky y Urtizberea se divierten con un universo lunático, repleto de situaciones que descolocan la construcción más tradicional del cine narrativo. En ese juego entran también las actuaciones, y ahí están algunos de los desacoples de la película: hay decididamente una marcación hacia la parquedad. Y en esa fricción entre lo verbal (eléctrico) y lo físico (apagado), deudor un poco del cine de Aki Kaurismaki -al que se homenajea explícitamente en los últimos bellos planos del film-, el que mejor sale parado es David “Toto” Szechtman, con su rubio zapatero que sabe colocar sus líneas de diálogo en ese espacio abstracto donde una simple frase como “pero yo quería café” se convierte en una humorada notable. Hortensia es, a veces, más apuesta que propuesta: los primeros minutos están ganados más por la selección de planos novedosos y la dirección de arte, y cuesta bastante ingresar en su propuesta. Sin embargo, a medida que avanzan los minutos y especialmente hacia el final, cuando la travesía de la protagonista se siente más emocional que cerebral, acomoda sus piezas y consigue una energía liberadora tanto para el personaje como para la propia película. Y así como ella logra soltar la mano del fantasma de su padre, el film toma distancia de las referencias y construye algo sumamente original. Una comedia realmente novedosa para un cine argentino que parece, en el humor, estar tomado por un mediocre costumbrismo televisivo.
Comedia absurda con sello argentino Comedia absurda, rara, diferente a todo, Hortensia puede ser una experiencia difícil para el espectador más tradicional, pero no para quien busque algo diferente. La película, dirigida por Diego Lublinsky y Álvaro Urtizberea tiene una protagonista que haría parecer a las chicas Almodóvar señoritas comunes y corrientes. La historia empieza a fin de año. El padre de Hortensia muere electrocutado abriendo la heladera y ella tiene, a partir de eso, pánico hacia el artefacto. Pierde el trabajo y durante la fiesta del 31 su novio la engaña. Desconsolada, encuentra un sobre con un mensaje que ella misma escribió a los trece años. El mensaje dice: “Objetivos para ser feliz: casarme con un chico rubio como mi padre y diseñar el zapato más hermoso del mundo.” Este mensaje infantil es lo que la moviliza a una cruzada apresurada y disparatada por cumplir esos dos objetivos. Hortensia apuesta al absurdo, a un artificio que por momentos podrá resultar teatral, aun cuando sus recursos no abandonen nunca lo cinematográfico. Lleva unos minutos adaptarse al tono de la película, raro, de intencional distanciamiento, pero a medida que avanza la trama, comienza a disfrutarse. Para marcar similitudes –casuales o no, claro- Hortensia está estéticamente emparentada con el cine del director alemán R. W. Fassbinder y en el ámbito local con Martín Rejtman, pero más con Fassbinder, incluso en la paleta de colores fuertes que los realizadores eligen. Hay escenas que un espectador dispuesto a ver algo diferente sin duda disfrutará. Momentos de genuina comedia absurda, imágenes y situaciones disparatadas. Estéticamente resulta diferente a todo lo que uno ve en el cine habitualmente. Ese es uno de sus mayores méritos, sin lugar a dudas. La recomendación queda hecha. Entre tanto cine argentino solemne, creído de sí mismo, alentado vaya a saber porque falta de criterio estético, Hortensia hasta resulta luminosa. Vayan y prueben, si les gustan los primeros films Almodóvar, para buscarle una última similitud, esta película también les va a gustar.
30° MDQ Film Fest: “Hortensia” de Diego Lublinsky & Álvaro Urtizberea (2015) Aunque hemos visto varias óperas primas en competencia, esta vez se trata de directores experimentados que presentan una historia concebida hace una década. Hortensia es una joven que vive en los años ’60 en un mundo inocente que recuerda la estética de “Amélie“. Sin embargo, la vida de esta muchacha dará un vuelco cuando su madre la abandone el día de año nuevo, luego de la muerte de su padre. Rodeada de los animales disecados de su padre taxidermista, y con única compañía de su perro, encuentra una carta que se había escrito a ella misma en su niñez. En ella especifica una lista de objetivos necesarios para ser feliz: encontrar un novio rubio y diseñar el zapato más hermoso. Utilizando estas ridículas premisas, seguiremos a Hortensia en sus pasos para alcanzar sus metas y volver a ser feliz. Ambas están relacionadas, puesto que el primer rubio que conoce será empleado de una zapatería. Se trata de una comedia de aire vintage que provoca risas por el absurdo de la inocencia de estos personajes que parecen niños en cuerpo de adultos. La construcción del ambiente recuerda por momentos a Wes Anderson, aunque con colores saturados y una paleta que capta la atención de la vista. Sin embargo, la estética aparece diluida con un cierto tono casero que amenaza con ser intencional en este mismo juego de inocencia que plantean los personajes. Es una novedad que el cine argentino nos brinde una comedia que apunta a un público más intelectual en lugar del clásico chiste fácil; aunque no por eso carece de momentos de drama. Las interpretaciones no destacan especialmente, mientras no vemos una excesiva expresividad. Pero no resulta tan molesto, ya que no se trata de una aventura emocional sino absurda y naif. Divertida, aunque no cautivadora; su mejor mérito es lograr imponer una propuesta distinta en el cine argentino que estamos acostumbrados a ver. Ni puro drama ni humor en la edad del pavo, una película dominguera que provoca risas aunque no carcajadas. Nostálgica y moderna a la vez, bizarra pero delicada. Para mirar tomando mate una tarde de fin de semana. *”Hortensia” forma parte de la Competencia Argentina de la 30° edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Agustina Tajtelbaum
Fábula tan tierna como estrafalaria Una jovencita poco preparada debe enfrentar la vida casi de golpe. Quizá le ayude, o no, la idea de concretar dos sueños adolescentes. En el intento irá consolidando un mundo propio, y podrá salir al mundo exterior. Eso es lo que cuenta esta fábula burlona, inventada por una gente que viene del "Magazine for fai" y que hoy descubre lazos (no sanguíneos pero sí sentimentales) con Aki Kaurismaki, Pierre Etaix y otros artistas similares. Para nuestro cine, "Hortensia" es tan rara como un gorrioncito rosado. Así de chiquito, tierno, frágil, y estrafalario. Sólo que el color predominante es otro. El canto también es otro. Al comienzo hay una seguidilla de desgracias expuestas de tal modo que causan gracia, y al mismo tiempo piedad. Luego, una serie de situaciones ridículas que cada personaje vive como en trance, con cara de triste, resignado, o directamente abombado. Y por último, un cambio de ambientes y colores, con un final medio pavote pero coherente y liberador. Y si Hortensia se siente liberada, tranquila, segura y bien acompañada, somos felices por ella y por el resto de la troupe y también por el público que acompaña toda la película con una sonrisa de ternura. Todo esto transcurre en un pueblo que parece de comienzos de los 60 en Provincia o Pampa Gringa, donde se oye algo así como un tango finlandés cantado en quién sabe qué lengua, los muchachos se apasionan moderadamente por un deporte nada masivo, y la única chica despabilada enseña cómo llamar la atención durante los bloques publicitarios. Por supuesto, también pasan otras cosas raras, todas con la mayor naturalidad. Intérpretes, Camila Romagnolo, Paula Carruega, Agustín Scalise, David Szechtman y el perro Simón, que encarna a Perroni. Guionista, Alicia Giménez Guspi, un poco en la línea de la "Prótesis" que escribió para María Meira. Autores, Diego Lublinsky, Alvaro Urtizberea (director y productor del cuento fantástico "3 minutos", también ambientado en un pueblo del interior). Dirección de arte, montaje y otros aportes, David Bisbano, el de "Rodencia y el diente de la princesa". Coproducción entre todos. Artistas consonantes, los ya citados y Wes Anderson, el Esteban Menis de "Incómodos", incluso un poquitito Jean-Pierre Jeunet, y algunos otros amigos de las fábulas.
En una temporalidad alternativa Si el absurdo y la singularidad de su entonación son los signos más evidentes de Hortensia desde el minuto uno, no lo son menos las múltiples referencias a universos cinematográficos (absurdos y singulares) de otros realizadores de diversas procedencias, de Aki Kaurismaki a Wes Anderson y del Jeunet de Amélie a Martín Rejtman. No se trata de rebuscar y fiscalizar correlatos y linajes sino de hacer notar el obvio diálogo que la ópera prima de Diego Lublinsky y Alvaro Urtizberea (ambos con amplia experiencia previa en la televisión y, en el caso del segundo, también como productor cinematográfico) establece con algunas de las películas de esos autores. Como la heroína del exitoso film protagonizado por Audrey Tautou, Hortensia (Camila Romagnolo) vive un presente triste y rutinario cuando decide enfocar su existencia en la persecución de un objetivo. En su caso, dos objetivos: conseguirse un novio rubio y diseñar el zapato más bello del mundo. Es que su padre ha muerto recientemente, electrocutado con una heladera marca Siam –uno de los gags/guiños que definen ese humor absurdo, jugado usualmente en un registro bien deadpan—, y para colmo de males ha perdido su trabajo de vendedora en una armería.Anclada en una temporalidad alternativa que parece congelada en algún momento entre los 50 y los 60 –una temporalidad de diseño de arte, no tanto reconstrucción de época como construcción de un imaginario visual sobre ese período—, Hortensia se mueve entre sillones vintage de diseño americano, tocadiscos de púa cerámica y vestidos de corte recto. Y los animales disecados de su padre, taxidermista de renombre, que le dan a los ambientes de la casa un aire entre lúgubre y opresivo. Hortensia, la película, está marcada por los encuadres usualmente simétricos de esos decorados y objetos de utilería (y algunas pocas locaciones, como tiendas y veredas de barrio), a tal punto que durante los primeros veinte o treinta minutos de metraje parecería que esos elementos terminarán por aplastar cualquier atisbo de emoción o juego narrativo. Al mismo tiempo, el estilo de humor elegido por Lublinsky y Urtizberea es uno de los más difíciles de llevar a buen puerto y las primeras escenas (incluido el festejo de fin de año que termina en la ruptura de la protagonista con su novio) no parecen indicar que el film vaya a brillar por su precisión cómica.Algo ocurre, sin embargo, durante la segunda mitad y Hortensia logra encontrar en el ritmo monocorde y algo perezoso, y en su sabor siempre agridulce, un punto de anclaje sobre el cual navegar con cierta comodidad e incluso finura. En particular luego de que el par de pretendientes de la joven comienza a entablar una amistad que parece profunda, a pesar de sus diferencias y posiciones encontradas en el duelo sentimental. Es cierto que el registro de algunos actores no está siempre en sintonía con el del resto del reparto y que el abuso en términos narrativos de un personaje no humano (un perrito con un aire al de El artista, casualmente o no) atentan contra esos logros. Pero la película, a pesar de esas falencias y de su flanco derivativo, encuentra finalmente una manera modestamente personal e interesante de construir un mundo y a un puñado de criaturas para habitarlo.
Nunca toques esa heladera La idea de anomalía atraviesa el pequeño universo de Hortensia -2015-, así se llama la protagonista además, quien vive sola tras la trágica muerte de su padre, al quedar electrocutado por abrir una heladera Siam. El elemento no es para nada casual y ancla la historia a un tiempo no definido, pero que remite al pasado donde los recuerdos están presentes no desde el flashback propiamente dicho, sino desde los detalles que se manejan en la puesta en escena. El cine de Martin Rejtman parece encontrarse con el de Aki Kaurismaki en el pasillo y de esa charla imaginaria emerge esta película, con un tono asordinado que vira al absurdo cuando busca el humor, pero que también se encarga de construir una galería de personajes atípicos que aportan esa rareza necesaria para que el relato escape de ese realismo que pretende tocar pero de manera tangencial. El fuerte de Hortensia lo constituye su protagonista, capaz de transmitir desde su mustia expresión rasgos que la hacen querible y por los cuales se logra comprender su sufrimiento en este tránsito de duelo, en sus miedos que se multiplican en la casa y en el intento de búsqueda para poder cumplir una lista de sueños que la conectan tanto con su infancia como con las posibilidades de un futuro sin la presencia de su padre. Hortensia vale como apuesta de cine argentino capaz de crear un tono propio y sin quedar atado a esquemas tradicionales tanto en lo que hace a la comedia como a la tragedia que son dos de los elementos principales que se cruzan en la trama y explotan de las maneras menos esperadas.
“CON HORTENSIAS EN LA CASA, LAS SOLTERAS NO SE CASAN” Diego Lublinsky y Alvaro Urtizberea presentan Hortensia, una película agradable que explora el duelo de una joven que no puede superar su edipo. Ambientada en un pasado estético y obligado a retratar los tópicos típicos de “aquella época”, el filme logra reconstruir escenas en un tono vintage que mezcla sentimentalismos con nostalgia. A Hortensia se le muere el padre por culpa de la electricidad, abrir la legendaria heladera Siam con los pies mojados no fue la mejor idea; y su madre se fue para no regresar porque “el fantasma del fallecido aún merodeaba los pasillos”. Además, la echaron del trabajo por su torpeza y su novio la dejó por la mejor amiga, que encima, le debe dinero. Es diciembre y mientras la gente festeja la llegada del nuevo año, Hortensia sabe que su única relación confiable es la que tiene son Perroni, su fiel amigo can. En auténtica soledad, Hortensia sabe que es lo que tiene que hacer: recuperar aquella vieja carta que se envío a sí misma para abrir sólo en caso de emergencia. Con dos objetivos específicos fijados por ella misma (pero hace muchos años atrás) y con la silueta del cadáver de su padre aún dibujado en el piso de la cocina, el camino desgraciado recién empieza. Muerto su padre (su gran y único amor) ¿cómo podrá continuar? Su padre era taxidermista y así como su profesión, la casa familiar se tiñó de perennidad. Aquellos animales inertes, pero inmortalizados en la plenitud de su belleza, no representan más que una realidad que apremia: el tiempo pasa y Hortensia sigue soltera. Y es el tiempo, justamente, y la profunda soledad lo que marcan esta historia de constante desamor. Lublinsky y Urtizberea ponen en escena una historia que retrata el tránsito por el duelo de una joven con sueños indefinidos y un alma solitaria. Refugiada en el sótano de su casa donde los restos de un animal aún aguarda su turno para ser embalsamado, Hortensia trama un plan: cumplir sus dos objetivos los cuales la invitan a tener una nueva vida un poco menos ermitaña. Por Paula Caffaro @Paula_Caffaro
Una película amable y diferente, a veces descompensada por su diseño de arte y su voluntad de transcurrir en un mundo indiscernible. Gran comienzo, exposición de una tesis fetichista. La textura de las imágenes en súper 8 reenvía lo visto al pasado, irrecusablemente. Esa forma de color es memoria. Hortensia de niña juega con su padre, un taxidermista. Además, en esa imagen-recuerdo se introduce otro signo idiosincrásico: el calzado. Animales y zapatos, o la figura del padre y el lugar de los novios; he aquí las coordenadas simbólicas de la vida psíquica de Hortensia. Ese preámbulo solamente sirve para referenciar el presente del filme: Hortensia es joven y trabaja en un local de ventas de objetos usados. No se lleva bien con el dueño y pronto se quedará sin trabajo. Pero eso es lo de menos: su padre ha muerto electrocutado. Deceso ridículo y tono general del filme: la heladera Siam fue la “asesina”, lo cómico sustituye a la tragedia. De ahí en más el relato se circunscribirá a dos cosas: encontrar un novio rubio y confeccionar un zapato perfecto: signos de infancia, signos edípicos que siguen determinando la conducta de Hortensia. Dos operaciones que tienen un objetivo sin locución: olvidar la muerte del padre. Hay que decir que la palabra “objetivo” es aquí un organizador conceptual del filme, incluso cuando un objetivo no siempre responde a una necesidad. De lo que se trata aquí es de ver cómo filmar un duelo hasta despedirse del fantasma paterno, que merodea en los sueños de la protagonista. Hortensia podría resumirse así: seguimiento de un duelo en clave de absurdo y abstracción. El mundo imaginado por Diego Lublinsky y Álvaro Urtizberea es amablemente psicótico. La realidad impura y desbordada que está antes de la ficción, el tiempo concreto y las marcas de lo social quedan suspendidos, pues un universo de diseño copa las escenas. Todo tiene un lugar específico y una función, incluso si es extravagante: lo sucio, la pulcritud, los objetos, los cuerpos. El espíritu obsesivo de la puesta en escena (primerísimos planos de objetos, encuadres enrarecidos, concepto cromático general) propone un mundo como diseño. Hasta los planos generales de un río rodeado de árboles lucen desnaturalizados. En el mejor de los casos, Hortensia remite al cine de Wes Anderson y Martin Rejtman, en el peor, al cine de Jean-Pierre Jeunet. Es justamente la prepotencia del diseño lo que por momentos desdibuja a los personajes corriendo el riesgo de ser casi átomos nerds decorativos y en movimiento que se desplazan por una maqueta concebida por un demiurgo complacido por su arquitectura. En Anderson, el diseño suele ayudar a que lo excéntrico se desnude como una experiencia adaptativa propia de sujetos vulnerables; en Hortensia, el diseño no viene siempre a ponerse al servicio de un sentimiento identificado que los directores desean filmar; el diseño es por momentos su propio objetivo, la lógica autosuficiente del disponer los planos. Dicho de otro modo, no siempre se equilibra el antinaturalismo de las conductas y la organización del espacio enrarecido, y acaso humorísticamente enajenado, con un posible acercamiento al sentimiento predominante de la protagonista, en ocasiones desdibujado, el cual tiene estrictamente que ver con la aceptación de la muerte del padre. Es por eso que cada aparición de Perroni, el simpático perro de Hortensia, desestabiliza el control de diseño, siendo él el responsable involuntario de que el pequeño azar que necesita toda película insufle de otro matiz el orden de todas las relaciones. Eso no impide reconocer el empeño de los realizadores por darle sustancia a un mundo paralelo en el que existen tanto la tristeza y la soledad como la pasión masculina por el lanzamiento de bala y los perros que tienen un sexto dedo.
El primer gran triunfo de HORTENSIA es ubicarse en un registro bastante poco usado en el cine argentino: no es realista ni clásica ni literaria ni teatral. Se podría decir que funciona en una especie de territorio entre absurdo e hiperrealista, en un mundo que se parece bastante al nuestro, pero no del todo. Se la ha comparado con el tipo de cine que hace Wes Anderson y algo de eso hay… Hortensia es una chica que sueña con crear el mejor zapato del mundo y encontrar un novio rubio, ya que cualquier otra opción no es válida. Su padre acaba de morir, ella está un poco abandonada a su suerte en una casa que se cae a pedazos, acaba de separarse de su novio y su única compañía es su perrito. Pese al estado depresivo y al caos que la rodea (no toca ningún aparato eléctrico porque su padre murió electrocutado), ella anda siempre de punta en blanco, como recién salida de un aviso publicitario de 1965. A lo largo de la película su objetivo será conseguir ese ansiado novio (tiene dos candidatos que no la convencen del todo, por distintos motivos) y armar ese bendito zapato, aunque en realidad el problema es otro y tiene que ver con superar la muerte de su padre. Los dos muy diferentes “candidatos”, el ex novio, otra amiga con mañas similares, el perro en cuestión y algunos otros personajes con obsesiones peculiares (los torneos de lanzamiento de bala parecen ser muy importantes allí) compondrán las distintas variantes y tangentes de este peculiar relato que convence por la forma en la que las excentricidades de los personajes están tomadas con total naturalidad y en un tono afectivo –uno se encariña con ellos, por más bizarros que sean– y por momentos hasta encantador. Más allá de que peque de vez en cuando de preciosista (llamémoslo, el factor AMELIE), HORTENSIA es una rareza más que disfrutable del cine argentino reciente.
La fiesta de los rubios Hortensia es una especie de prima lejana de Amélie y de algunos personajes de Wes Anderson; algo tímida y bastante tierna que vive en un mundo donde cada personaje tiene alguna pequeña obsesión que lo hace único. Esta película dirigida por Diego Lublinsky y Alvaro Urtizberea y escrita por la rosarina Alicia Giménez Guspí, viene de competir en la sección Argentina del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata con muy buenas críticas de la prensa especializada. La historia comienza un diciembre perdido en el tiempo con una serie de hechos desafortunados; el padre de Hortensia muere electrocutado abriendo la heladera, al mismo tiempo que la echan del trabajo y descubre a su novio engañándola con su mejor amiga. En su desesperación, la joven encuentra un escrito que data de su niñez y dice: “Objetivos para ser feliz: casarme con un chico rubio como mi padre y diseñar el zapato más hermoso del mundo”. Y su vida recobra el sentido. Con la ayuda de su can, Perroni, su amigo Ismael y su grupo de rubios, Hortensia intentará superar el dolor de la muerte de su padre y así comenzar a escribir su propia historia.
Hortensia es una persona a la que le pasan, de golpe y sin aviso, muchas cosas malas. La acumulación está manejada con la distancia justa para que, en lugar de enfrentarnos a la tragedia, tengamos en su lugar una comedia que incluye cierto tono de caricatura amable. Lo que vale de esta película chica pero en ocasiones intensa es la pintura de época y de cierta gente entre los veintipico y treinta y pico, que aquí aparece retratada con una mirada precisa y cariñosa. Es cierto: hay algo quizás “new age” (incluso hay algo un poco “Amélie”, con perdón de la palabra) en cómo se va desenvolviendo la trama con ciertos recuerdos infantiles y el desarrollo de una amistad, pero al mismo tiempo eso es lo que produce la curiosidad permanente. Los intérpretes logran algo bastante difícil en el cine: parecer personas de verdad. El máximo problema, en última instancia, es que se notan los hilos del guión. Por lo demás, una experiencia agradable, más para la sonrisa que para la risa.