Todo sobre mi madre El notable último largometraje del cineasta canadiense Denis Villenueve (Polytechnique; Maelstrom), bastante desconocido por estas tierras, promete ser unos de los estrenos dramáticos más impactantes de esta temporada. Nominada al Oscar como mejor película en lengua extranjera, aborda la problemática de las guerras religiosas en Oriente Medio y los estragos que estas producen en las individualidades. Tiene una riqueza narrativa tal que, a medida que transcurren los minutos, se va transformando en un film demoledor que culmina dejándonos sin aliento y con pocos recursos para elaborar livianamente lo visto por más de dos horas. El conflicto central parece sencillo, y hasta poco novedoso, pero el producto final está muy lejos de eso. Los gemelos Marwan, Jeanne (Mélissa Désormeaux-Polin) y Simon (Maxim Gaudette), presencian la lectura del testamento de su madre (Lubna Azabal) y ahí se enteran de que tienen un padre y un hermano, a quienes deben buscar en el lejano oriente para entregarles dos sobres y recién ahí poder sepultar el cuerpo de su madre para que ella pueda descansar en paz. La historia es una impecable adaptación de la pieza teatral de Wajdi Mouawad. Los diferentes momentos del relato están separados en capítulos, que se titulan en rojo y están tan perfectamente concatenados que no implican, para nada, un quiebre en lo que se viene narrando. Rodada en Québec y Jordania, goza de un esplendida fotografía que retrata los escenarios naturales, a través de imponentes planos, donde estos hermanos, primero ella y luego él, van en busca de sus orígenes, no sólo para cumplir con el deseo materno, sino también para reconstruir su identidad y entender un poco más a esta madre fría que muere en la mudez absoluta. Los primeros minutos son de altísimo nivel cinematográfico; imágenes de un orfanato de niños militarizados, y de fondo la oscura pero preciosa canción de Radiohead “You and Whose Army”. La melancólica voz de Tom Yorke nos anuncia que vamos a presenciar un film absolutamente emocional, donde nos sumergiremos en alguna dolorosa experiencia humana. Ambientada en dos tiempos, presente y pasado, a través de los distintos flashbacks, vamos a recorrer el camino inverso del tiempo, que estos gemelos hacen hacia su propia prehistoria, y a ser testigos de aquellos acontecimientos que los antecedieron. En ningún momento se aclara en qué país del Oriente Medio estamos, solo sabemos que es una guerra feroz, entre cristianos y musulmanes, en los años setenta, colmada de ideales, fanatismos, pero también de traiciones y venganzas. El trabajo interpretativo de Lubna Azabal (la madre) es simplemente brillante, ya que se pone en la piel de esta revolucionaria, en sus años jóvenes, y logra trasmitir con notable fidelidad la desesperación en la que termina envuelta. El papel de la hija también está muy logrado, a cargo de Mélissa Désormeaux-Polin, muchacha que nos conmueve ante cada revelación que va hallando. El personaje de Simon es el más flojo de los protagonistas; no está a la altura de su madre y hermana y su aparente frialdad y negación no terminan de convencer demasiado. En algún que otro momento, el film nos remite a la maravillosa película francesa Ser Digno de Ser, en especial en una escena bastante impactante, que es el núcleo del conflicto en el largometraje galo. De todos modos, no hay que negar que, a veces, este rico guión se detiene, queda un poco estancado, y en la primera mitad se torna algo lento, no se sabe bien hacia dónde apunta el relato; pero en la segunda parte las piezas del rompecabezas comienzan a encajar, el enigma se empieza a develar y el asombro es tal que el cuerpo nos empieza a doler. El desenlace es abrumador, nos roba las palabras como si fuese el efecto de algo traumático, que no deja resto al lenguaje para tramitar ese real vivido y nos identifica, irremediablemente, con el mutismo de la protagonista. Incendies es una obra intensa, inquietante, profunda, que aborda las vivencias más dolorosas de las que se puede llegar a tener conciencia, sin obscenidad, ni exhibicionismo, lejos de todo tipo de sensacionalismo y melodrama, pero generando una empatía emocional donde el espectador reconstruye la historia como si se tratase de un gran thriller de suspenso.
En busca del tiempo perdido El film canadiense Incendies ha generado una respuesta de considerable importancia, con críticas elogiosas en todo el mundo y la candidatura al Oscar extranjero. Basado en la obra teatral del nativo libanés Wajdi Mouawad, emigrado a Canadá, es el tercer film del quebequés Denis Villeneuve y el primero suyo en estrenarse en los cines de Argentina. Se trata de un visceral melodrama familiar con trasfondo bélico: al morir su madre, Nawal, emigrante en Canadá proveniente de un país nunca nombrado de Oriente Medio, los gemelos Simón y Jeanne Marwan reciben del escribano amigo de la familia dos sobres que su madre les ha legado para que se los entreguen a su padre, al que creían muerto en la guerra, y a su hermano, de cuya existencia ellos nunca habían tenido noticias. Jeanne, que es matemática, acababa de recibir un consejo de su maestro: no comenzar un problema a partir de datos desconocidos. No obstante, la hija parte inmediatamente en busca de lo que no conoce, a investigar el paradero de su padre, en una suerte de viaje al pasado, ya que en la tierra natal de su madre conocerá su durísima historia, que ella nunca les había revelado. Por su parte, Simón no accede fácilmente al pedido póstumo, resentido con una madre que siempre ha actuado extrañamente. Pero cuando Jeanne toma conocimiento de hechos reveladores que los involucran directamente, él se le une en ese viaje iniciático hacia los propios orígenes. Villeneuve -y el autor de la obra, Moawad- trabajan Incendies como un thriller de investigación, a la manera del Edipo Rey de Sófocles, para llegar a la revelación de la propia identidad. Estructurada en varios capítulos que se desarrollan en distintos tiempos, a medida que los hijos avanzan desde el presente hacia el pasado de su madre, se despliega la historia de Nawal en flashbacks paralelos. Villeneuve adhiere así a la tendencia actual de contar una (muy larga) historia en diversas líneas narrativas, evitando la dirección única. Embarazada por amor siendo muy jovencita, su familia le arrancó a Nawal el niño por haber quedado deshonrados, y ella debió ir a la ciudad a educarse. Allí se compromete políticamente y años después, estallada la guerra civil, parte tras ese hijo que ha quedado en zona de guerra, a quien busca por años. Nawal pasa años en prisión, donde es sometida a todo tipo de vejaciones, a pesar de lo cual ejerce su resistencia cantando en su celda, por lo que se la conoce como La Mujer Que Canta. La actriz Lubna Azabal encarna a esta mujer en tres momentos muy diferentes de su vida, y pasa de la pureza inicial a la fuerza combativa, y de allí al desasosiego del fin de su vida, cuando la verdad se le muestre tan tremenda que sólo el amor podrá sobrellevarla, rompiendo el hilo de la cólera. Se dice en un momento que no se puede desafiar lo inevitable. Incendies puede ser leída como el desarrollo de un mito moderno sobre los lazos de sangre, inspirado en los griegos, aunque por momentos derrapa peligrosamente hacia el culebrón. La omisión el nombre del país donde transcurre la tragedia apunta a hacer de la historia un conflicto universal. Por supuesto puede tratarse del Líbano, que sufrió una guerra civil desde los ´70 a los ´90, pero también se ve escrito en un vidrio el nombre de Palestina, y varias veces vemos la bandera de ese país, los nombres de las ciudades mencionadas pertenecen a distintos países árabes, pero en realidad las amplias y bellas panorámicas fueron filmadas en Jordania, donde existe realmente el campo de refugiados que se ve en el film. Hasta las coincidencias, que podrían resultar poco realistas, poseen un valor mítico. Por otro lado, son muchos los países asolados por guerras de religión, con sociedades paralizadas por el horror. Las devastadoras consecuencias de la guerra –civil, para colmo- superan lo que el ser humano estaría dispuesto a tolerar. El film carece de sutilezas: masacres, violaciones, torturas, todo parece haber atravesado el cuerpo de Nawal, a quien sus hijos conocen íntimamente por primera vez después de su muerte. Por sobre todo, estamos frente a una elocuente película sobre la desolación de la guerra, que mueve a la reflexión.
La verdad de los difuntos “La muerte nunca es el final de una historia”, es lo que le dice uno de los personajes de esta intrincada ficción a uno de los protagonistas. Así podría resumirse el disparador de esta interesante producción canadiense, que fue nominada al Oscar a mejor film extranjero. Escrito y dirigido por Denis Villeneuve, Incendies (2009) se plantea como un relato de suspenso para luego abrir su juego a un drama familiar enmarcado en un contexto de profunda violencia y odio religioso. Es esa combinación, ese desafío que asume su director, lo que transforma una compleja trama de suspenso en un relato que funciona como discurso en favor de la igualdad y la tolerancia. El drama de los protagonistas se remonta a la históricamente problemática región palestina. No al actual y siempre sonado conflicto palestino israelí, sino a las sangrientas disputas anteriores entre la población de origen islámico y los cristianos ortodoxos. Los mellizos Jeanne y Simon Marwan viven en Canadá y acaban de perder a su madre, Nawal, una inmigrante libanesa con un oscuro y enigmático pasado. Pero la difunta les tiene una última sorpresa: ha dejado una carta a cada uno, que deben entregarle al padre que creían muerto, y a un hermano del que nunca tuvieron conocimiento. Jeanne comienza un espeluznante camino de regreso al violento pasado de su madre y su familia, en un Líbano que aun hoy sigue resquebrajado por una larga y cruenta tradición de luchas religiosas. Luego junto a su hermano, llegará a reconstruir y conocer una increíble historia familiar. Una vez que el director plantea la travesía que debe emprender Jeanne y más tarde Simon, la trama arranca con dos tipos de saltos, los temporales y los espaciales. Por un lado, la joven debe dejar Canadá y trasladarse al país de su madre para comenzar a rastrear personajes, lugares y situaciones que los lugareños no quieren recordar. A su vez, el film alterna el presente con el pasado a partir de largos flashbacks que ilustran la intrépida vida de una mujer valiente y sufrida. Es cierto que Villeneuve narra una historia compleja y llena de testimonios y personajes que fácilmente podrían enmarañar al espectador, pero sabe dosificarles la información a los protagonistas –y al espectador- para mantener un increcendo justo en la tensión y el suspenso. Si bien el relato se adentra en un complejo drama familiar, nunca abandona el suspenso y su final es difícil de anticipar. Allí el acierto narrativo de Villeneuve surte efecto. Su espectador devoró ansioso una dura e intrigante madeja de relaciones familiares en un contexto que no hace otra cosa que mostrar la estupidez y monstruosidad del ser humano.
Dura y cruel búsqueda en el paraíso de la guerra. El director elige una estructura y una forma de narrar la historia muy certera mostrándonos y a su vez ocultándonos inteligentemente el pasado dentro del presente en esta dramática obra. Hay momentos con ritmos teatrales, los cuales sirven para tomar respiro y procesar lo que estamos viendo. Eso indica un excelente manejo de tiempos y espacios dentro del film. Los hilos narrativos nos muestran la historia de una hija buscando a su hermano en una tierra avasallada por la guerra, y también los pasos de su madre, que antes de morir le deja como recado encontrarlo. El escenario de la búsqueda es una pequeña porción entre Gaza, el Líbano e Israel, una porción de tierra bañada en sangre en un pasado y envuelta en fuego en el presente. Odios y luchas fundamentalistas en nombre de dios son el tema principal en esta película cruel y realista, con escenas sorprendentes (como la de un micro en medio del desierto), y una fuerza vertiginosa y arrolladora en memorables actuaciones. Esta película es una clase de cine en cuanto al lenguaje cinematográfico. Maneja el suspenso, impacta, sorprende y fascina por su trasfondo narrativo. Al verla uno como espectador está obligado a pensar, a dejarse llevar inteligentemente por los hechos que suceden uno a uno, en un relato inquietante y emotivo. Este juego entre el pasado y el presente, la búsqueda inquietante de la protagonista siguiendo los pasos de su madre, esta tan bien de guion y plasmada en la pantalla, por Denis Villeneuve, que nos transporta al interior de la cruel historia
Mapa del corazón humano en carne viva En general, este tipo de cine es el que se aleja del entretenimiento puro y comercial, y elige contar una historia tremendamente humana, profunda y de gran impacto emocional. Una categoría donde el director y su equipo eligen abordar un relato y le dan un marco histórico y cultural preciso que permite desplegar una paleta brillante ante la cual no se puede ser indiferente. Esto tiene lugar pocas veces en nuestra cartelera. Pero, cada tanto aparecen cintas que hay que celebrar porque su llegada es absolutamente esencial para el fiel cinéfilo. Llega la multipremiada "Incendies" y concita toda la atención de la prensa especializada porque se sabe que no es una película más. Film que llega con excelentes antecedentes (nominada al Oscar como Mejor película en habla no inglesa y ganadora en Varsovia y Toronto) y que confirma absolutamente todos sus valores a lo largo de su metraje. "Incendios" es un viaje, único y vibrante que no deben perderse aquellos fanáticos del cine de categoría. Está basada en una obra de teatro de un autor que vivió un exilio parecido al de sus protagonistas, Wajdi Mouawad.. La historia se presenta de manera extraña, cuando dos gemelos, Jeanne y Simon (Melisa Desormeaux-Poulin y Mauxim Gaudette) deben enfrentar una cita con el notario encargado de leer el testamento que dejó su madre, Nawal (Lubna Azabal), quien ha fallecido súbitamente. Dentro de los primeros minutos del film, este escribano que debe informar a los hijos de la difunta de su última voluntad, (Remy Girard, muy sólido) sabe que nada será fácil a partir de ese momento. Nawal sirvió muchos años a su cargo y él posee cierta información que sus hijos no, con lo cual, cuando ellos se enteren que tienen un hermano y que su madre ha pedido que lo busquen y le entreguen una carta, el desconcierto ganará la escena. Hay un secreto familiar fuerte en la vida que llevó esa mujer y en su legado ella deja claro que no tendrá paz en su descanso hasta que sus hijos hayan dado con su hermano. En este pedido, dice que deberá ser enterrada boca abajo, en símbolo de deshonra, si es que sus vástagos no llevan a cabo la tarea pedida. Jeanne acepta el desafío y parte a desentrañar e investigar sobre la vida de su madre en sus años jóvenes mientras que Simon se niega y prefiere esperar en Canadá novedades de la búsqueda. De aquí en más, la película combina flashbacks que traen la historia de Nawal, desde muy joven, (y de la cual no queremos anticipar nada para no develar el misterio) y la díficil búsqueda que realiza su hija en la primera parte para reconstruir, desde la nada (creció casi sin información sobre este pasado) un universo tremendamente peligroso en el que recorrerlo significa atravesar incendio tras incendio y despejar cada incógnita sobre las cenizas de cada recuerdo. Nawal vivó en el Líbano, donde en su época fue cristiana y defendió esas ideas, dentro de una feroz lucha ideológica contra los musulmanes. Esa confrontación cobra una dimensión enorme en "Incendies", es el corazón del film, si bien lo humano es enorme, la trascendencia del guión se nutre de este mensaje, la guerra y las creencias afectan el destino de las familias, de maneras tan violentas que hoy en día, sin estar allí, nos cuesta imaginar. Ponerse en contexto es lo que permite vivir la película como una brasa pura y abrigarse en el fuego que genera, si bien Denis Villenueve elige no dar mucha precisión sobre ciertos lugares, es fácilmente reconocible el sector geográfico que transita y los habitantes que pueblan ese espacio. A lo largo de 130 minutos que no decaen en ningún momento, seremos testigos de revelaciones increíbles en un recorrido íntimo, duro y desgarrador que habla de lo que a los individuos nos pasa en el corazón, con el amor hacia cada uno de nuestros semejantes, a distintos niveles. "Incendies" habla de dolor y de elecciones, de lo perdido y de la gracia de vivir. Y cuando ya nos parece que nada más nos puede sorprender, nos regala un final exquisito, digno cierre de una enorme película. Creo que es una película que no hay que perderse. De lo mejor de los últimos tiempos y una gran sorpresa en cartelera.
Búsqueda frenética Dos gemelos deben hallar a un hermano y a un padre que creían muerto en un relato atrapante. Un filme que se base en una obra teatral y que a los monólogos les haya encontrado la punta desde la que crear situaciones en imágenes propias, no poéticas, ya es un acierto. Y que en la trama casi detectivesca en que quedó convertida Incendies se incluyan temas como la búsqueda de la identidad, el terrorismo, una guerra civil, la violación sistemática y el genocidio es un gran hallazgo de Denis Villeneuve, un hombre para tener en cuenta en el cine canadiense. Comienza mostrando a los gemelos Jeanne y Simon incrédulos ante el testamento que dejó su madre Nawal Marwan, y en veredas bien distintas ante lo que vendrá. A ella le dan un sobre cerrado, que deberá entregar a su padre (a quien creían muerto), y a Simon, uno a su hermano, del que no tenían noción de que existiera. Jeanne es la que emprende el vaje a Medio Oriente -no se aclara, pero se trataría de El Líbano, aunque en una vetana se lee Palestina...-. La película se estructura entre ese viaje de Jeanne (y el posterior de Simon, al descubrir su hermana un hecho terrible en la vida de su madre) y varios flashbacks contando distintos momentos en la vida de Nawal. Lo que obliga y permite ver a Lubna Azabal componer al mismo personaje, pero no sólo en distintas edades sino también en diferentes etapas de su vida. Podrá ser una enamorada, una activista, una presa que es violada, una madre en silencio. Azabal es el corazón de la historia, y las revelaciones cercanas al final del metraje -que pese a ser de 130 minutos jamás se resiente- hacen repensar una y otra vez las escenas y las circunstancias en las que la protagonista debe (sobre)vivir penurias y dolores. Villeneuve consigue con Azabal impresionar al espectador, trasladarlo en el tiempo y hacerlo sentir tanto el horror como la necesidad de reparación, de justicia, como de hallar las propias raíces. Si bien Incendies no es un filme estrictamente “de actuación”, son ellas las que llevan la historia a buen puerto. Aclamada y premiada en distintos festivales, Incendies puede seducir tanto al público masivo ocmo a aquél más cinéfilo. Abre debates, hace reflexionar, genera suficiente intriga, sabe dosificarla: es una película que se sigue con constante interés, que parece dialogar con el espectador, algo que no es muy frecuente en las carteleras de estos días, de material más del tipo consuma y olvide.
La guerra hecha un culebrón sensacionalista La mayor originalidad de esta coproducción entre Canadá y Francia –nominada al Oscar al Mejor Film en Lengua no Inglesa 2011– es hacer foco no en la guerra árabe-israelí, sino en una más intestina e igualmente feroz: la librada, en Medio Oriente, entre cristianos y musulmanes. Guerra que, tal como la película muestra, tiene sus raíces en el prejuicio racial, artículo no precisamente escaso en la zona. El problema es la forma elegida para mostrarlo, haciendo nudo en un culebrón familiar desvergonzadamente sensacionalista. Tema que se impone investigar, el de la absorción, por parte del cine alguna vez llamado de qualité –que si de algo se cuidó siempre fue de lesionar el así considerado “buen gusto”– de elementos propios del trash, el culebrón, el más desaforado cine de explotación. Dirigida por el canadiense Denis Villeneuve y basada en una obra teatral del libanés (radicado en Canadá) Wajdi Mouawad, Incendies se cuida de no dar nombre al territorio al que alude. Sin embargo, tanto la procedencia del autor como el conflicto en sí (en ningún país de la zona cristianos y musulmanes se enfrentaron jamás con el grado de virulencia con que a partir de los años ’70 lo hicieron allí) hacen pensar en El Líbano. El relato enlaza dos tiempos: un presente en el que dos hermanos reciben un encargo póstumo de su madre, y el pasado de aquélla, que la hija evoca en el curso de su viaje por Medio Oriente. El testamento que Nawal Marwan (Lubna Azabal, vista en Exilios y Paradise Now) lega a los hijos incluye dos cartas, que deberán ser entregadas en mano a los destinatarios. Uno es su padre, al que creían muerto; el otro, el hermano que no sabían que tenían. Simon (Maxim Gaudette), que no se muestra particularmente conmovido con la muerte de su madre, no está dispuesto a cumplir con un último deseo demasiado comprometedor. No es el caso de Jeanne (Mélissa Désormeaux-Poulin), que en Medio Oriente reconstruirá, gracias a los testimonios de quienes la conocieron, el terrible destino de Nawal, segregada por sus vecinos musulmanes por haber cometido la herejía de tener un hijo con un cristiano. Como ella deviene guerrillera musulmana, más tarde serán los cristianos los que la vejen sostenidamente en prisión. Su torturador, llamado especialmente para hacerse cargo de esa tarea, es un personaje clave tanto del pasado de Nawal como de su futuro. Hay algo de la teoría de los dos demonios en la muy alegórica doble pesadilla que Nawal ha debido afrontar, antes del alivio del exilio. Y es de una peligrosa superficialidad política la idea de una mujer que se hace guerrillera para cumplir con una venganza personal. Pero eso tal vez sea lo de menos. A lo largo de las más de dos horas de metraje, este film largamente premiado (por los críticos cinematográficos de Vancouver, en la Semana Internacional de Cine de Valladolid) y ensalzado (“magistral, extraordinario, ineludible, impresionante, demoledor”, son calificativos críticos que recoge la gacetilla de prensa) no ahorra escenas como la de la ejecución de un niño por la espalda, rocambolescas vueltas de la vida que ya ni las tiras televisivas se permiten, o ideas dramáticas como que el hijo sea, durante años y sin saberlo, el violador de su madre. Teniendo en cuenta los incendios críticos que Incendies ha provocado, es de esperar que ningún crítico extranjero haya comparado al muchacho con Edipo.
Un rompecabezas absorbente Con el aval que supone su inclusión como candidata por Canadà a la mejor película extranjera en los últimos Oscars, premio que al final recayó en la danesa En un mundo mejor (In a better world, Sussanne Bier, 2010) se presenta Incendies, último trabajo de Denis Villeneuve, realizador que goza de cierta reputación tras las buenas acogidas que tuvieron sus anteriores trabajos Maelstrom y Polytechnique. Incendies está directamente basada en la obra Scorched, escrita por el libanés Wajdo Mouawad, quien aquí ejerce a su vez tareas de co-guionista junto a Villeneuve. Se trata de una obra dura, áspera, sin contemplaciones, que narra a partir de un drama familiar las vicisitudes de una guerra, la del Libano, y sus crueles consecuencias. La adaptación cinematogràfica que ha abordado el director canadiense capta en toda su esencia la crudeza y brusquedad de una historia que pone los pelos de punta: la de una madre de gemelos que, una vez fallecida, pide a través de unas cartas póstumas que investiguen sobre la existencia de un padre y un hermano de los que ellos no tenían conocimiento. A través de la singular pesquisa familiar iremos conociendo de primera mano y mediante atinados flashbacks los trágicos acontecimientos vividos por esta aguerrida mujer, víctima y verdugo de un conflicto mostrado con extrema rudeza (en ocasiones demasiado extrema, como ocurre por ejemplo con las imágenes expiditivas en las que asisitimos a asesinatos indiscriminados de niños). De todas formas, a pesar de la violencia traumàtica que muestra, estamos ante una película poderosa, inquietante y lírica a la vez. La fuerza de lo que se nos explica es tal que oculta todos los errores que se pueden encontrar. En el debe de la función podríamos aducir un cierto afán por enseñarnos de forma demasiado explícita la cara más tremenda de la situación. Algunas redundantes escenas escabrosas no aportan nada a la hora de explicarnos aspectos que ya se sobreentienden sin la necesidad expresa de cargar las tintas más de lo necesario. Con todo y con eso nos encontramos ante una propuesta arriesgada que merece tener toda la suerte del mundo en taquilla. La interpretación de Lubna Azabal, actriz belga de quien tuvimos noticia en Paradise Now y Red de mentiras, sabe transmitir con su mirada todo el horror y la rabia de quien vive en primera persona tan tremebundo vía crucis. Mientras tanto, el film también acierta al presentarnos la figura de los dos hermanos gemelos, metidos a improvisados detectives cada uno con su propia idiosincracia: mientras Jeanne enseguida se identifica con el sufrimiento de su madre (sobre todo cuando vive en primera persona el rechazo de un pueblo que ni perdona ni olvida), Simón se muestra mucho más escépico, y aunque de entrada parece no querer participar de la indagación -inducida por su difunta madre- paulatinamente, y a medida que vaya descubriendo la terrible verdad, se verá inmerso sin remediarlo en una espiral de sentimientos encontrados y confesiones verdaderas. Y por si todo esto fuera poco Villeneuve nos aboca a un final antológico y edificador. ¿Puede nacer el amor del dolor más profundo?. Esta pregunta queda marcada a fuego en la mente del espectador y, desde luego, con los tiempos que corren un epílogo que invite a la reflexión ya es digno del aplauso más absoluto. Recomendable a los amantes del buen cine sin concesiones.
Anexo de crítica: Este film del canadiense Denis Villeneuve, nominado al Oscar como mejor película extranjera, es un contundente retrato de las consecuencias atroces de las ideas fundamentalistas al mismo tiempo que una denuncia sobre las terribles cicatrices que dejó una guerra como la del Líbano en el seno de una familia fragmentada y separada por el odio, ese hilo invisible que solamente puede destruirse conociendo la verdad. Esa minuciosa reconstrucción de la verdad y la identidad es la plataforma narrativa en la que Villeneuve demuestra una vez más su enorme capacidad para contar historias crudas y sin concesiones, valiéndose de la gran actuación de Lubna Azabal y de un elenco sólido...
Anexo de crítica: La ambiciosa Incendies (2010) analiza las consecuencias de los eternos conflictos en Medio Oriente y se destaca principalmente por el estupendo trabajo de la protagonista Lubna Azabal. Con un desenlace demasiado forzado, el director Denis Villeneuve pone en evidencia la naturaleza teatral del material y convierte lo que hasta ese momento había sido una propuesta realista en una obra abstracta que para colmo termina mordiéndose la cola. Aún así el film no deja de despertar interés y condena al oscurantismo en todas sus vertientes, sean cristianas o musulmanas...
Denis Villeneuve propone un viaje hacia el origen del odio en un imaginario lugar de Medio Oriente Incendies, film de sobrecogedora potencia y vigoroso impacto emocional, apunta a una coyuntura en que colisionan la tragedia familiar, el drama personal acerca de los propios orígenes y los vestigios de un sangriento conflicto político-religioso en un imaginario país de Medio Oriente. Si éste no es identificado es porque el canadiense Denis Villeneuve prefiere abstraerse de la realidad histórica -un campo minado, según suele calificárselo- y aspirar a una dimensión mítica. Las atrocidades de las guerras civiles son las mismas; similares el odio que se retroalimenta, el encarnizamiento de la lucha entre fundamentalismos, las tragedias que viven los que son alcanzados por ellas, combatientes o no. El film, que promueve la reconciliación sin ahorrar crudeza en la descripción de los enfrentamientos, intenta descubrir el origen del odio concentrándose en un caso personal. La historia -tomada de una pieza teatral del canadiense de origen libanés Majdi Mouawad- ofrece el siempre eficaz formato de una investigación detectivesca, que en este caso se duplica porque por una parte avanza del presente hacia el pasado tratando de reconstruir una vida de la que poco se sabe y por otro, se asiste paralelamente a la descripción cronológica de los hechos tal como sucedieron: la terrible trayectoria de una mujer que ha sido víctima y también verdugo, que algunos se niegan a recordar y en otros ha dejado el recuerdo de su inagotable capacidad de resistencia y el canto con que se acompañaba en las largas jornadas de cárcel, interrogatorios y torturas. Una breve escena pone en marcha la historia. Dos gemelos canadienses asisten a la lectura del testamento de su madre y se enteran que les ha dejado dos cartas que los muchachos deberán entregar a sus destinatarios en el país donde ella nació y pasó gran parte de su vida. Una es para el padre, que ellos creían muerto; la otra para un hermano mayor del que jamás habían tenido noticia. La muchacha decide viajar de inmediato: confía que esa travesía podrá ayudarla a explicar los enigmas que rodeaban a su madre y desentrañar su oscuro pasado. Su hermano la seguirá tiempo después, cuando ya la investigación haya desentrañado los primeros enigmas. Como en los films de detectives, cada paso (cada lugar de la región que los hijos visitan en busca de algún rastro o de algún testimonio sobre su madre, sobre la identidad y el paradero del padre, o sobre el destino del presunto hermano) trae una nueva revelación. El hilo se tensa cada vez más, los descubrimientos destapan otros frutos, cada vez más amargos y desgarradores, del odio, hasta que por fin se desemboca en la tragedia. Villeneuve ha hecho un admirable trabajo de adaptación. Debió encontrar una traducción visual suficientemente potente y sugestiva para reemplazar la contundencia y el lirismo de las palabras de Mouawad y contó para ello con el magnífico trabajo de la cámara, la precisión del montaje y la impresionante máscara de Lubna Azabal, cuya sensibilidad hace transparentes los mil estados extremos por los que atraviesa su personaje, del amor al odio y del martirio a la fiereza, sin ocultar tampoco sus contradicciones ni perder la coherencia a lo largo de un retrato que abarca treinta años. También son notables los desempeños de Melissa Desormeaux-Poulin y de Rémy Girard, el recordado protagonista de Las invasiones bárbaras.
Fuegos de invierno Un desierto quemado, arrasado. Esa clara imagen es la que da comienzo a la película Incendies. Inevitable no pensar en la locura de borrar lo poco que existe en un desierto. Lo único para destruir ahí es al hombre (y sus construcciones) y de eso es lo que trata, de la destrucción del otro, de el hombre, de la mujer, del espíritu mismo. Dos hermanos gemelos (hombre y mujer) se encuentran con un notario en una oficina, su madre ha fallecido y les entrega un cometido para que ella pueda descansar en paz : encontrar a su padre(que creían fallecido) y a un hermano (del que desconocían su existencia). La hija comienza la búsqueda pero su hermano es reacio a remover el pasado, y a intentar comprender el porque su madre era extraña y distante. Este pasado a recorrer no es cualquiera, la señora. Marwan procede de algún país de oriente medio (sin nombres, sin explicaciones, sin especificaciones geográficas), de ahí en más nos sumergimos en la cruda escalada de violencia tan reconocible de ese territorio. La búsqueda del presente desteje el pasado y las secuencias de la hija se intercalan con las de su joven madre, permitiéndonos descubrir conjuntamente quién era esa mujer que culminó su vida trabajando durante dieciocho años como secretaria de un notario en las calmas tierras de Canadá. Durante las dos horas del film retornamos a un pasado implacable, repleto de violencia y horror, un pasado que siempre es visible en el presente con solo leer los diarios. Por momentos este duelo religioso en que se ve metida la señora Marwan (por haber nacido ahí, por ser parte de una de las facciones por herencia y por pura represalia posterior) nos resulta demasiado irracional e incomprensible por no llegar a comprender en profundidad que es lo que impulsa a cada uno de los bandos más que la idea religiosa, transformándose en matas a los míos, mato a los tuyos, esa idea de muerte por muerte quizás podría haberse desarrollado mejor y no ser solo un frenesí de guerra religiosa. Termina siendo un inclemente melodrama familiar con rasgos trágicos propios de la Grecia antigua que incrementa su interés a medida que nos hundimos más y más en la historia, no limitando los momentos de violencia, algunos de una dureza extrema. La resolución un tanto forzada resalta el carácter metafórico del film, mostrando que la tragedia y el sufrimiento acompañan a la humanidad desde el comienzo de los tiempos, trocando nombres, pero con hechos que suceden sin lugar a dudas, en algún lugar de esta tierra.
Cuando el notario Lebel les explica a Jeanne y Simon Marwan la última voluntad de su fallecida madre, los gemelos se sorprenden al recibir un par de sobres - uno para el padre que creían muerto y otro para un hermano que no sabían que existía. En esta herencia enigmática, Jeanne ve la clave de la retirada emocional de su madre durante las últimas semanas de vida y emprenderá un viaje a Medio Oriente buscando desentrañar su historia familiar. Nominada en la última edición de los premios Oscar en la categoría Mejor película extranjera, que finalmente se llevó la danesa In a better world de Susanne Bier, Incendies es la nueva realización del canadiense Denis Villeneuve. Separada en capítulos que dan cuenta de las distintas etapas del camino, la historia sigue dos viajes, el de Nawal Marwan, el cual comienza cuatro décadas atrás, y el de su hija Jeanne en el presente, tratando de cumplir con el deseo póstumo de su madre. Tras un impactante comienzo, con un chico devorado por la guerra mientras el "You and whose army?" (¿Tú y qué ejército?) de Radiohead inunda la pantalla, se abre una historia familiar teñida de oscuros secretos que ya no pueden ser ocultados. Una madre distante, que para completar su desapego emocional tras un determinado acontecimiento permanece en un estado catatónico hasta su muerte, reparte sus bienes entre sus dos gemelos y deja instrucciones precisas sobre cómo dar entierro a su cuerpo. El baldazo de agua fría que los hermanos reciben al escuchar el testamento de boca del notario tiene su réplica en el espectador, son tan contundentes las palabras de la mujer que el conflicto se dispara ni bien comienza la película. Un padre que se creía muerto y un hermano cuya existencia desconocían es el panorama que se les presenta a los jóvenes, y es Jeanne quien emprenderá un viaje en busca del pasado familiar, revelando facetas de las que nada sabía. Una historia que empieza con amor y rápidamente se tiñe con el odio y la segregación, una mujer que forja su vida al calor de la guerra civil entre cristianos y musulmanes. Villeneuve adapta la obra teatral Scorched, del libanés Wajdi Mouawad, y desarrolla una película fuerte de alto contenido emocional. Sus más de dos horas de duración no pesan en ningún momento, se trata de un filme que no encuentra escollos en el camino y que logra ser más interesante a medida que transcurre, tarea que era difícil considerando su gran apertura. El detalle que no cierra del todo tiene que ver con los años de los personajes, fundamental para que el desenlace tenga su coherencia, los cuales no terminan de cuadrar y si lo hacen es en una forma algo forzada. Fuera de esto, que no deja de ser un detalle, se trata de una muy buena película: una tragedia griega en el Medio Oriente.
Historia con la fuerza de una tragedia griega Montreal, oficina del escribano Jean Lebel, cuya vieja empleada acaba de morir, tras pasar sus últimas semanas hundida en quién sabe qué reflexiones. Ella dejó a sus hijos un testamento estremecedor, pese a los esfuerzos del propio notario para disuadirla. Ahora, él toma esa última voluntad como algo casi sagrado, y cuidará que se cumpla: los hijos deberán hallar al padre, a quien desconocen y suponían muerto, y al hermano mayor, cuya existencia simplemente ignoraban. Como se ve, la madre nunca les contó ciertas cosas. El detalle es que era una refugiada. Ellos crecieron en Canadá, pero nacieron en un país del Cercano Oriente, al que ahora habrán de conocer. La historia es impresionante, con el atractivo de los viejos relatos de intriga y el espanto de las noticias más o menos contemporáneas de guerra. En este caso, aunque la obra no lo diga nunca, y bautice con nombres ficticios los diversos lugares donde transcurre, es evidente que alude a la guerra civil libanesa de los 70 y 80 entre musulmanes y cristianos maronitas, con los palestinos refugiados en los campos como chivo expiatorio. ¿Por qué no lo dice? Pues, porque aquello fue tan enredado, con tantos grupos y grupúsculos de variable posición, que no valía la pena andar confundiendo al espectador. Lo importante es que el odio era inmenso, las revanchas continuas, la paz despreciada. Por otra parte, esto bien pudo haber ocurrido en los Balcanes, Ruanda, Colombia, cualquiera de esos lugares donde una chica enamorada de quien no le conviene sufra lo que no se merece, se endurezca hasta convertirse en otra persona, y al mismo tiempo guarde en su interior un corazón de madre. Suficiente con eso. No corresponde contar demasiado, ya que aquí vamos de sorpresa en sorpresa igual que los hijos, que al final descubrirán al padre y al hermano, y también su verdadero origen, pero sobre todo descubrirán quién era su madre, y de qué madera estaba hecha. Lo único que cabe anticipar es el buen nivel de las actrices Lubna Azabal y Mélissa Désormeaux-Poulin (no hace falta decir qué personaje hace cada una), y el preciso manejo del director Denis Villeneuve, que hábilmente nos hace pasar por alto algunos detalles ajenos a la propia lógica de la historia, empezando por la referida exigencia testamentaria. Ni hablemos de la resolución, que analizada en frío se hace medio inverosímil, pero así como se presenta tiene la fuerza de una tragedia griega y la aceptamos totalmente. A señalar, también, las alusiones teológicas en la mención de dos problemas matemáticos (Siracusa y Chanisberg) y la libertad habida en la adaptación: nadie sospecharía que esta película se basa en una obra teatral de puros monólogos poéticos (la hizo el líbano-canadiense Wajdi Mouawad y también es buena). En resumen: obra fuerte, con algunas trampitas, realmente bien hecha. Fue candidata al Oscar por mejor film extranjero, en marzo último.
Incendies es una película canadiense que deja al espectador con un nudo en la garganta, es de ese tipo de films que pasan horas y horas y uno aún sigue pensando en ella y replanteándose situaciones y momentos; desconocemos como reaccionar ante semejante historia. Denis Villeneuve nos retrata la historia de la familia Marwan en dos tiempos paralelos. Por un lado los gemelos Jeanne y Simón, quien luego de haber fallecido su madre deciden recurrir al escribano para develar el testamento; allí descubren que poseen un hermano desconocido y un padre que creían muertos. Por otro lado, a medida que ellos investigan la vida de Nawal Marwan, la conocemos a ella en su país de origen, Líbano y en sus momentos de juventud, el film recrea las situaciones que van descubriendo sus hijos. Con una forma particular de narrar, el director logra que el espectador se mantenga en vilo durante las más de dos horas que dura el film. Es atrapante en parte, gracias a los recovecos por los que se va metiendo el autor, escenas insospechadas tanto para el espectador como para los propios protagonistas. Incendies es un thriller, es un drama, es una historia de amor y desamor, de guerra y de paz, es una tragedia griega que rememora a Sófocles. La historia de Nawal es dura y no tiene medias tintas. Una mujer que se arriesgo para defender sus valores e ideales, sin importar consecuencias. En una época en que la situación de Oriente era de por sí complicada, la mujer se consideraba un ser sumamente inferior y Nawal nos demuestra otra cara de la misma moneda. La guerra y sus crímenes, las luchas de una mujer y luego de una familia. Incendies está basada en la obra de teatro de Wajdi Mouawad; y bien podría ser una historia verídica; es una película verosímil, y considerando lo que está pasando en el mundo actual, quizás hasta sea demasiado naif.
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Edipo en forma de culebrón qualité Un primer comentario sobre Incendies obliga a la definición contundente: se trata de un film ambicioso, debido a su trama principal y a la importancia que tienen sus múltiples subtramas. El segundo comentario, completa el anterior: como película pretenciosa que no oculta sus intenciones, Incendies tiene momentos de interés y otros no tanto. Dos extraños sobres reciben los hermanos gemelos Jean y Simon a propósito de la muerte de su madre, razón por la cual, primero ella y luego él, deberán escarbar en el pasado oculto de su progenitora, viajando a Medio Oriente, a un país no identificado, un paisaje atroz que padece una cruenta guerra civil. El cineasta canadiense Villeneuve, en su cuarto film y primero que se estrena en la Argentina, estructura la historia a través de capítulos que designan los nombres de los personajes principales. El cóctel temático y formal es explosivo y tiene munición gruesa y liviana: escenas de torturas y flagelaciones, Sófocles tratado de manera subliminal, música de culebrón de segunda mano, fotografía paisajística que recuerda a ciertos films de qualité como El paciente inglés, interpretaciones gélidas que transmiten un incómodo distanciamiento en el espectador. Y, por supuesto, la turbia sensación que Incendies está contando una tragedia, perdón, Tragedia, en mayúsculas. En esa mélange de estilos e intenciones desmedidas, la película fluye sin inconvenientes a través de sus más de dos horas, cuestión que termina resultando un punto a favor pese a los reparos ya enunciados. En efecto, Incendies, derrotada como mejor film extranjero en el último Oscar, es una película que puede interesar por su acumulación, nunca desde el perfil bajo y la voracidad por manipular sin vueltas las emociones del público. Y termina ganando por ir al frente sin vergüenza alguna.
Cada uno con su infierno Varias son las formas de abordar un filme con estas particularidades, que detallare a continuación. De entrada debo decir que actúa como la excepción que confirma la regla, no funciona el famoso dicho de Charles Chaplin “La vida es una comedia vista de lejos y una tragedia vista de cerca”. Esta es una de esas películas que entrar en algunos detalles de los sucesos narrados le quita al público la posibilidad de ir descubriéndolo, de correr el velo con su propia mano, o en este caso con la mirada atenta. Esto es así por la sencilla manipulación que ejerce el realizador del filme con el espectador Abre con un hermoso plano general de un monte de características similares al Monte de los Olivos, con toda la significación del caso, y mientras la cámara va realizando un travelling en retroceso, nos encuadra la imagen por una ventana de un cuarto. Allí empezamos a notar un cambio en el manejo de la luz hacia tonos más oscuros, no sólo por tratarse de la diferencia de exterior e interior sino por los objetos que empezamos a percibir. Es inmediato. Vemos objetos parciales (donde se trabaja la gestalt, la parte por el todo) con una fuerte iconografía militar, luego niños, para situarnos en la escena. Vemos a un militar rapando la cabeza de uno de esos niños, y éste que mira a cámara, ¿Busca complicidad? ¿Nos hace participe?, ¿Nos acusa? Luego, finalizada la película, se resignifica esa mirada de ese niño. Tenemos la sensación de haber sido meros observadores de una realidad que nos circunda pero que creemos que ni nos roza. Esta es la otra de las manipulaciones del realizador. La estructura elegida es la de recorridos paralelos, en tiempos y espacios diferentes, con idas y vueltas constantes, pero trabajadas en especies de capítulos sin número, nominados con nombres propios. En principio parecería ser que funcionaría como tipo de presentación de los personajes, pero este juego es más abarcativo por la simple historia. En este juego, y a medida que avanza la crónica, es que damos cuenta de una historia terrible en que vamos reconstruyendo el relato con los datos que manipuladoramente nos va entregando, es que se hace insoportable seguir viendo, y al mismo tiempo nos instala el deseo de continuar con el sólo fin de transformar en certeza esos elementos que nos constituyen en la duda. El relato se centra en la recuperación, reconstrucción, del rompecabezas que fue la vida de Nawal Marwan (Lubna Azabal), una mujer cristiana de origen libanés, aunque nunca nombren el país de Medio Oriente en que transcurre la mayor parte de la acción, y este trabajo es encomendado a sus hijos gemelos luego de su muerte ocurrida en Canadá. Si de secretos de familia se habla, nada mejor que un notario, personaje importante en la vida de esta mujer, para entregarles a estos dos jóvenes hermanos sendas cartas con pedidos específicos. A su hija Jeanne Marwan (Mélissa Désormeaux-Poulin) le pide que busque a su padre que esta vivo, y a su hijo que trate de encontrar a su medio hermano Simon Marwan (Maxim Gaudette). Parafraseando al film de Andre Cayatte “Cada uno con su Infierno” (1977), se podría decir que estos últimos deseos de su madre intentaran ser justificados sobre el final del filme, casi en la ultima frase, demasiado tarde y demasiado poco. Ella, la hija, acepta el desafío, pero el joven cree que son delirios o locuras de su madre, quien murió luego de una situación de extremos stress, por lo que quedo en estado casi de psicosis catatonica. En esa búsqueda de la prehistoria familiar de su madre, transcurrida en medio oriente desde la década del 70 hasta los 90, ella ira recuperando a su madre e ira viendo, y a medida que avanza en la investigación ira viviendo los pesares de su progenitora. Tal grado de obstinación de la joven Jeanne termina por obligar a su hermano a que cumpla con la parte que le corresponde. Todo es en realidad un largo camino descenderte hacia el averno. Cada dato que nos van incorporando esta en línea con la profundización del drama, como decía Oscar Wilde, ,,,”Hay dos tragedias en la vida, una en no conseguir lo que se desea, y la segunda es conseguirlo”.. La duración de 130 minutos no se siente, el relato es ágil, tiene un alto nivel actoral, muy buena fotografía y muy buen diseño de arte. Pero, como dije al principio, lo que se hace intolerable es el recorrido del mismo, sobre todo el último giro de la historia. Esta advertido
El dolor de los otros. Incendies camina sobre el filo de la navaja entre la tragedia contemporánea y el thriller familiar, entre los lugares comunes del cine más prestigioso de Hollywood y una narración afianzada en la tradición literaria. La película fascina y exaspera al mismo tiempo. Denis Villeneuve reflexiona sobre la muerte, la reconciliación, la identidad y la confrontación intergeneracional. La crónica familiar del comienzo da lugar rápidamente a una tragedia cargada de conflictos políticos, sociales y religiosos, con hijos ilegítimos, asesinatos sangrientos, venganzas y violaciones, que desembocan en una reinterpretación trash del mito de Edipo con grandes títulos en letras mayúsculas de color rojo sangre. La película cuenta la historia de dos gemelos canadienses que descubren, tras la muerte de su madre, que tienen un padre y un hermano en Medio Oriente. Lanzados sobre sus rastros, descubren el pasado de su madre, Nawal Marwan, en un país árabe destrozado por la guerra entre musulmanes y cristianos. Entre flashbacks y vueltas de tuerca dignas de una telenovela sensacionalista, el director ordena un tour de force narrativo que, gracias a la omnipotencia del guión, completa todos los casilleros y no deja ninguna zona de sombra. La repetición de los planos de choque, la superabundancia de música occidental en Medio Oriente (Radiohead a fondo con imágenes en cámara lenta) y el abuso de los primeros planos generan una explotación del dispositivo emocional que atrae la simpatía, el drama y las lágrimas pero aleja el misterio y la intensidad. Denis Villeneuve licúa el horror en beneficio de la belleza del plano. La escena de la explosión del colectivo resume sus intenciones. Un niño corre de un lado a otro de la pantalla hasta que, sobre el final, un hombre de la milicia cristiana lo ejecuta por la espalda. Luego, por un raccord de movimiento, vemos como Nawal Marwan hunde sus rodillas en la tierra. Enseguida, por un corte franco y un salto de eje de 180 grados, la vemos inmóvil y aturdida, al costado del colectivo incendiado. El rostro de la actriz, con los cabellos al viento en primer plano, revela un hilo de sangre perfectamente centrado en su mejilla, mientras una impresionante columna de humo negro se desprende del colectivo en llamas en el fondo del cuadro. El equilibrio impecable de la composición y la espléndida fotografía conforman un espectáculo visual que obnubila y deja en un segundo plano lo que representa: personas (muchas de ellas aún vivas) quemándose en un colectivo. La matanza queda eclipsada por la cosmética, por la belleza plástica de la imagen y por el sufrimiento sugestivamente encuadrado.
Vivir y morir en medio del infierno “Incendies” es un film centrado en la figura de una mujer que ha tenido una experiencia vital compleja y desgarradora y que al momento de morir, deja un testamento con algunas instrucciones para sus hijos, que serán quienes tendrán la tarea de reconstruir la historia de su madre, para cumplir con su último deseo y al mismo tiempo para develar los misterios de sus orígenes. Basado en una obra teatral del libanés Wajdi Mouawad, el director canadiense Denis Villeneuve desarrolla la anécdota en capítulos diferenciados unos de otros por un título que refiere a las distintas instancias de la narración. Diseñado a partir de una concepción trágica, el guión va dando saltos en el tiempo, engarzando situaciones del pasado que afloran a partir de la investigación que emprenden los gemelos, Simone y Jeanne, los hijos de Nawal, la mujer que acaba de morir. Todo comienza en Canadá, lugar en el que el grupo familiar ha vivido los últimos años, adonde los tres llegaron como refugiados provenientes de la convulsionada zona del Medio Oriente. Hacia allá deberán volver los jóvenes para intentar hallar al padre de ambos y a un hermano mayor perdido. La muchacha es la que encara la búsqueda de manera más entusiasta, pero finalmente se le unirá el hermano y entre ambos desentrañarán una compleja trama de violencia, dolor y desarraigo, que al final del camino se revelará como un secreto muy perturbador y difícil de asimilar para los sobrevivientes. Mediante el recurso constante del flashback, el espectador se va enterando paso a paso del periplo de Nawal, desde su apasionada juventud hasta sus últimos días, a través de paisajes signados por la violencia étnica y religiosa, donde no importa mucho para el relato la precisión de lugares geográficos ni de fechas sino que lo importante son las situaciones existenciales por las que la mujer atraviesa. De modo que si bien la acción se ubica en la región del Medio Oriente, el enfoque propuesto apela más bien a un paisaje metafísico, en donde ocurren cosas entre los seres humanos que se dirimen mediante la violencia, como protagonista casi excluyente, en donde el amor y el surgimiento de la vida se abren paso pese a todo, en medio de circunstancias no muy propicias y hasta desesperantes. Propuesta inquietante El filme muestra una sucesión de situaciones límite, pero que en ese contexto, son cotidianas, son el pan y las lágrimas de cada día. ¿Cómo se adapta la mente humana al horror permanente? ¿Qué lugar se le puede dar al amor en medio de inimaginables torturas? ¿Qué pasa con los niños que nacen y crecen en un ambiente de extrema violencia, donde muchas veces son alejados de sus padres y no conocen nada que se parezca a la ternura? “Incendies” toca muchos temas verdaderamente significativos que plantean interrogantes filosóficos, morales, religiosos, políticos, culturales y un largo etcétera, sin ofrecer respuestas cómodas ni fáciles. Por momentos, el espectador se verá arrojado al mismo infierno, tal y como parece sentirse Nawal durante casi toda su vida, en la que al final recibirá la última estocada, el golpe de gracia, que terminará por desintegrar definitivamente su psiquis y su salud. Lo que parece querer decir esta obra con su propuesta tan inquietante es que cuando se pierden todos los límites y las fronteras se convierten en un hervidero confuso de pasiones descontroladas, en las personas se hace carne ese conflicto al punto de llegar a vivir verdaderas tragedias de una magnitud insospechada.
El poder de resistir Es un thriller político-psicológico que muestra las secuelas que deja la guerra, en una mujer que logró resistir a la tortura, las violaciones y la humillación de grupos fundamentalistas. Cuando ella muere dos de sus hijos, un joven y una chica, que son gemelos, reciben el testamento y dos sobres que, según se especifica, son para entregar al padre, al que creían muerto y a un hermano, que no sabían que existía. A partir de ese momento comienza una extensa travesía de los jóvenes por ubicar a esos familiares a los que desconocen, a la vez que el filme va intercalando escenas que detallan lo que fue la vida Nawal, madre de los gemelos. ELEMENTOS CLAVES Basada en la pieza homónima del dramaturgo, actor y director libanés Wajdi Mouawad, radicado en Canadá, desde 1983, la historia se apoya en tres elementos claves: la resistencia de la mujer, que es apresada y torturada luego de haber asesinado a un líder cristiano; la memoria y el pasado que intentan aprehender los hijos, para descubrir los por qué de ciertos comportamientos de su madre y el accionar de grupos guerrilleros apostados en distintos lugares y enfrentados entre sí, aunque pertenezcan a una misma religión, llaménse cristiano, islámicos o judíos. En síntesis de lo que el espectador es testigo, es de la travesía de vida de esa mujer, que primero tiene un hijo de un refugiado palestino, al que sus hermanos terminan asesinando; la huida de ella de la casa familiar en un pueblo con su hijo al que deja en un orfanato y nunca más sabe de él, hasta que la casualidad hace que lo descubra en un lugar inesperado y las violaciones de las que es víctima en una cárcel en medio de una contienda bélica en Medio Oriente. "MAPA" GENETICO El guión se divide en distintos segmentos narrativos y cada uno de ellos recibe un nombre, a veces refiere al de una ciudad o al de una persona y lentamente el espectador, junto a los hijos de la mujer, van reconstruyendo un pasado hecho de "fragmentos" de anécdotas, de testimonios, de deducciones. "Incendies" es una película que conmociona, al observar hasta dónde es capaz de resistir al dolor un ser humano, a la vez que despierta polémica por las múltiples contradicciones, impensadas, en muchos casos, que es capaz de provocar la guerra. Filmada entre Québec y Jordania, el director escapa, quizás, a cualquier definición política, o ponerse a favor de uno y otro grupo, en cambio lo que intentó dejar en claro es cómo los hijos son capaces de reconstruir un mapa "genético" que esconde innumerables misterios y claroscuros. Con una narración fluída, un realismo visceral, e intenso, sin apelar al melodrama, la película describe quizás como ninguna otra, un drama de nuestro tiempo y refiere a la identidad perdida fruto de la guerra. Lubna Azabal, en el papel de Nawal, la madre logra una actuación excelente, apoyada en sutiles matices interpretativos de gran exigencia emocional. En igual medida es el desempeño de Mélissa Désormeaux-Poulin y Maxim Gaudette, en los personajes de los gemelos Jeanne y Simon.
Los caminos de la vida Lo que se presenta, a priori, como el hecho más increible es que "Incendies" con su trama episódica y de una construcción compleja, de ese mecanismo de relojería necesario para mantener un buen suspenso en la trama, es la adaptación al cine de una obra de teatro. Nada más lejos de lo que uno conoce como teatro adaptado al cine que, generalmente, tiene como lugar común el encierro en un sólo ambiente -que apenas se airea con una pequeña excusa del guión- y la abundancia de diálogos con una especial retórica y que generlamente explican -casi subrayademente- diversos hechos de los personajes. Por suerte, y asombrosamente, nada de eso aparece en "Incendies", la obra de Denis Villeneuve que ha sido nominada al Oscar como Mejor Película extranjera y exitosamente presentada en diversos festivales internacionales. Esta coproducción franco-canadiense hace foco en las esquirlas personales que ha dejado la guerra, en particular, la desarrollada en Medio Oriente presentando el fuerte conflicto religioso entre cristianos y musulmanes. La estructura en episodios y el relato fragmentado que va y vuelve en el tiempo y nos retrotrae al pasado mientras salta repentinamente al presente hace que la propuesta se torne aún más interesante con esta estructura de relato. En el centro de la historia está la muerte de Nawal Marwan (una impresionante composición de Lubna Azabal), una mujer con una particular historia y un derrotero personal completamente desconocido, que se irá construyendo como un extraño e inquietante rompecabezas a lo largo de la película, tanto por su propia voz, su propia mirada, como por las piezas, las miradas y los registros que van aportando los distintos personajes. Un escribano para el cual ella trabajó por muchísimos años (Rémy Girard, el padre de "Las Invasiones Bárbaras") será el encargado de comunicarles el testamento de su madre a los hermanos Jeanne y Simon Marwan (Mélissa Désormeaux-Poulin y Maxim Gaudette). Ambos tendrán una misión que parece simple: entregar dos sobres. Esos sobres serán el disparador de revelaciones inesperadas. Uno de esos sobres está destinado a su padre quien ellos pensaban que ya había muerto. El otro, aún más sorprendente, es para un hermano, cuya existencia, ambos desconocían por completo. Y cuando se inicie esta recomposición de la historia personal, cada uno de los giros de este gran espiral, aportará un dato sorpresivo, un enigma que se devela ante sus ojos, redefiniendo por completo no sólo la historia de su madre -que se descubre como una perfecta desconocida para ellos- sino asimismo, la reconstrucción de sus historias personales. Interesante en la construcción del guión y en la puesta de Villeneuve, la historia no solamente mantiene el suspenso y relata un drama de tinte familiar sino que aprovecha para tratar algunos conflictos relativos a la historia reciente. "Incendies" pasa del camino del descubrimiento de la identidad, a la brutalidad de la guerra, atravesando el exilio, el compromiso de militar en ciertos movimientos, el peligro latente a cada paso, la pluralidad de las culturas y los enfoques y las heridas aún no curadas en la historia. Pero allí donde levanta vuelo, la trama gira una vez más para otra vuelta de tuerca, sobre el final, el tono de melodrama se tiñe de culebrón y esa última pieza del rompecabezas se vuelve como demasiado burda e innecesaria. Muy a pesar de eso, y en este punto, ya Villeneuve nos ha predispuesto al juego de armar este hipnótico rompecabezas, ocultando y mostrando información en el momento preciso, calando hondamente en cada uno de los personajes en busca de su propio destino, de cara al dolor frente a la verdad revelada. Allí donde el odio, la guerra y la brutalidad ponen en juego lo peor de cada ser humano, Denis Villeneuve sabe enhebrar imágenes de una belleza contundente o de virar enérgicamente para mostrarnos la realidad cruda y sin vueltas, como saben hacer los buenos directores: transportarnos por más de dos horas a vibrar con un relato fuerte y comprometido.
Luminosa y lacerante Se estrena "Incendies", profundo, polémico y multipremiado drama canadiense que ya se perfila como una de las mejores películas de este año. Basándose en una obra teatral del libanés Wajdo Mouawad, el director Denis Villeneuve logra un portentoso despliegue audiovisual que, conjugado con una atrapante temática reconciliadora y antibélica, no dejará a ningún espectador inalterado. “En el fuego vencido/ ya no hay rasgos humanos,/ no hay bocas gritando,/ no hay huesos destruidos,/ ni narices ni rodillas./ Todo se transforma/ en materia sombría/ untuosa y anónima donde intentamos/ leer en vano. La ceniza/ no tiene nombre./ Sin embargo la conocemos/ en lo profundo del esqueleto/ sin embargo cae, despacio/ y cubre nuestros rasgos”. (“La ceniza no tiene nombre”, Lasse Södeberg, Suecia, Estocolmo, 1931.) Desde su escena inicial, la película logra un efecto hipnótico y desestabilizador. Con el melancólico tema de Radiohead “You and whose army”, la voz cadenciosa de Tom Yorke recuerda sobre la alarmante capacidad del hombre para olvidar cosas. Mientras, observamos a un grupo de niños desarraigados a quienes, como en una procesión, les rasuran las cabezas una a una. La cámara lenta da una sensación de irrealidad, de ensueño. Pero de pronto uno de ellos mira fijamente a cámara; lo artificioso de la escena se ve resquebrajado por una súbita sensación de emergencia. Hay algo incómodo en ese rostro; su intensa mirada penetra, interpela al espectador señalándose a sí mismo: aquí estoy. Ese impactante comienzo da las pautas de que nos vamos a encontrar con una película concebida con muy buen gusto e impecable factura, y también con una atípica obra de autor, repleta de significación. La historia comienza en Canadá, en la actualidad. Tras un profundo mutismo, una mujer, Nawal (Lubna Azabal) muere. El notario Lebel (Rémy Girard), les lee a los hijos adultos Jeanne y Simon (Mélissa Désormeaux-Poulin y Maxim Gaudette) una extraña última voluntad, al tiempo que les entrega dos sobres cerrados. Deben encontrar a su padre, al que creían muerto, y a su hermano, cuya existencia ignoraban, y entregarles a ambos dichos sobres. Es así que la hija decide emprender una travesía por algún impreciso lugar de Oriente Medio y tiene lugar una pesquisa en la que empieza a comprender las terribles circunstancias que la precedieron y que determinaron su vida. De esta manera, la película se centra en Jeanne, su investigación de tipo policial en la que cada paso trae una nueva revelación, y paralelamente, en la madre recorriendo los mismos parajes, en una inhóspita guerra civil entre cristianos y musulmanes, mucho tiempo atrás, por los años setenta. El espectador, de esta manera, visualiza hechos de los que la hija nunca logra enterarse, o de los que sólo se enterará a medias, sin nunca poder completar la totalidad del cuadro. Los “incendios” del título, refieren al abrasador poder destructivo de las guerras y las masacres en general, aquellos que enquistan un trauma, anulan la expresión y amputan la capacidad de recordación, impidiendo un correcto registro histórico. A los estragos que calan tan hondo como para que sus secuelas se reproduzcan generacionalmente. La tarea de reconstrucción de la protagonista es terriblemente ardua; los testigos la destratan, se cierran en sí mismos y en principio se niegan a dar detalles sobre miserias pasadas. Si finalmente se llega a una resolución es, ante todo, porque el azar jugó a favor. Enfrentar fantasmas, deambular entre escombros, escrutar ilegibles cenizas de fuegos atroces, son las imperiosas tareas de semejante travesía. La omisión del nombre del país en que se ambienta la película busca dar una dimensión universal a la historia. La guerra civil del Líbano que hubo entre los años setenta y noventa se ajusta a lo descrito, pero en determinado momento en un vidrio puede leerse “Palestina” y varias veces puede verse su bandera. Los nombres de las ciudades que se mencionan pertenecen a distintos países árabes, y el campo de refugiados que aparece y los bellos paisajes semi-desérticos pertenecen a Cisjordania. En cualquier caso, los indicios son variados y hasta contradictorios, y es evidente la voluntad de anular la especificación geográfica. Incendies fue nominada al oscar a mejor película extranjera, premio que al final fue entregado a la danesa In a better World, de Susanne Bier. Pero vale decir que en cuanto al poder de impacto, difícilmente haya tenido un contrincante digno, y la película regala escenas inolvidables y devastadoras. Una brillante escena dentro de un autobús rememora al mejor Hitchcock y le agrega dosis de pavor y adrenalina; cerca del final, resulta único e inesperado un diálogo entre hermanos en el que tiene lugar una revelación matemática horrorosa. Incendies es de esas películas que llaman a la reflexión y a la sugerencia, pero también de las que exponen la creencia de que el cine llega y levanta vuelo cuando hay para ofrecer un guión poderoso, personajes fuertes, espectacularidad, cuidado y belleza formal. Luminosa y cortante como una hoja de afeitar, es también de ésas que duelen y dejan sus marcas. No es difícil señalar, de todas maneras, algunos elementos defectuosos. El intrincado guión plantea, desde el vamos, serios problemas de verosimilitud –¿para qué Nawal querría dejar semejante legado a sus hijos?, ¿y cómo podría darse tal acumulación de casualidades en tan errática pesquisa?-. A algunos espectadores les podrá sonar rebuscada la traumática historia de Nawal, pero también es la clase de anécdotas de las que se suele oír eventualmente y que invitan a recordar que la realidad suele ser más increíble que la ficción. La guerra, además, mueve muchas veces a ramificaciones abominables como las que se exponen. Una de las críticas más duras a la película que puede leerse en Internet fue publicada en Página 12 bajo el título “La guerra hecha un culebrón sensacionalista” y está firmada por la aguda pluma de Horacio Bernades. Aunque el autor comete el horrendo crimen de contar despreocupadamente y sin ninguna advertencia la fulminante vuelta de tuerca final, también hace valiosos apuntes: “Hay algo de la teoría de los dos demonios en la muy alegórica doble pesadilla que Nawal ha debido afrontar, antes del alivio del exilio. Y es de una peligrosa superficialidad política la idea de una mujer que se hace guerrillera para cumplir con una venganza personal.” El señalamiento no es menor, y cierto es que a muchos espectadores podría hacerles ruido. Está en cada uno resolver si puede desestimarse este aspecto teniendo en cuenta la imponente factura formal y estructural o si renegar de la película toda considerando el estridente detalle.
Hay testamentos que vienen con sorpresas. Los gemelos Jeanne y Simon Marwan, no salen de su asombro ante el legado que les dejó su madre. A la muchacha le dan un sobre cerrado que debe entregar a su padre (a quien creía muerto), y a Simon, otro de las mismas características para que se lo haga llegar a un hermano cuya existencia desconocían. Jeanne emprende un viaje a Medio Oriente con la intención de rastrear el pasado de su mamá. Más tarde se sumará Simon a ese itinerario de tardíos descubrimientos. Jeanne ha creído ver en ese enigmático legado, la clave del empecinado silencio de su madre en los días previos a su muerte. Necesita exorcizar de alguna manera el pasado de esa familia de la que no sabe prácticamente nada. El film, premiado en Canadá y nominado al Oscar, recorre tópicos como la búsqueda de identidad, el terrorismo y el genocidio. Jeanne y Simon van a asomarse al infierno tan temido.
Amor Trágico Incendies es la última y mejor película del canadiense Denis Villeneuve, un tipo que filmó anteriormente otros títulos como Polytechnique y Maelström, de temáticas bastante fuertes, dramáticas y violentas a la psique del espectador. Incendies, no es la excepción. En un despliegue de planos muy bien filmados, tiene lugar la historia de Nawal Marwan, una mujer libanesa exiliada en Canadá que está muriendo, y que en su testamento ha dejado una serie de instrucciones extrañas que deben cumplir sus 2 hijos gemelos para que ella pueda descansar en paz. A uno de ellos, Simón, se le encomienda encontrar a su hermano (del cual no sabían su existencia) y entregarle una carta, mientras que a Jeanne, se le encarga encontrar al padre (el cual creían muerto) para también entregarle una carta. Entre el shock de estar anoticiándose de los nuevos eventos y los deseos de cumplir con la voluntad de su moribunda madre, los gemelos emprenden un camino que los llevará a descubrir las tragedias que debió vivir Nawal como consecuencia de la guerra entre católicos y árabes en Medio Oriente. El film explora la vida de una mujer víctima de la guerra y su dura transformación interna, que fue recrudeciendo a medida que el enfrentamiento se iba volviendo más violento y despiadado. Villeneuve nos muestra atrocidades sin anestesia, con un realismo endemoniado que le da ese toque bien desgarrador a la película. A su vez, nos muestra una persona movida por la desesperación y el odio... ¿o la desesperación y el amor....? ¿la mueve el amor o el odio? ¿o la mueve las dos cosas?. Con esta cuestión juega también el director, mezclando comportamientos que parecen estar ligados a los dos sentimientos que le dan fuerza para vivir. El cast está muy bien, pero la interpretación de la actriz Lubna Azabal es una cosa de locos... Esta belga, le da vida a una personalidad, a un carácter, a una templanza, que pocas veces se puede ver en la gran pantalla. Es realmente para disfrutarla. Es un film que por momentos presenta un ritmo lento, que a algunos se le puede volver un poco tedioso. Por otro lado, es una historia totalmente agobiante, dura y que afecta bastante, asique ¡CUIDADO a los sensibles!. Si te bancas la aspereza y estás acostumbrado al cine con ritmos más pausados, no te podés perder esta cinta que tiene drama y suspenso de altísima calidad.
Dos hermanos gemelos, Jeanne y Simon Marwan (Mélissa Désormeaux-Poulin y Maxim Gaudette) son citados por el notario de su madre Nawal (Lubna Azabal) para hacer la lectura del testamento y última voluntad de la mujer. Allí descubren que su padre –a quien creían muerto desde hace años- está en realidad vivo y que poseen un hermano mayor al cual su madre dio en adopción a los pocos segundos de haber dado a luz. La misión encomendada por su madre, es que ambos encuentren a sus familiares perdidos y les entreguen sendas cartas escritas por ella días antes de fallecer. Jeanne decide viajar de inmediato a Oriente Medio para reencontrarse con el pasado de una familia de la que no sabe prácticamente nada mientras que Simon, enojado por los caprichos póstumos de una madre que siempre se mostró distante y poco afectuosa con ellos, tardará un poco más en decidirse a recorrer el país de sus antepasados siguiendo los pasos de la juventud de Nawal. Esta adaptación de la obra teatral del libanés Wajdi Mouawad, es una historia profundamente dolorosa, llena de discusiones verbales y silenciosas… las contradicciones entre las dos maneras de ver el mundo que presentan estos hermanos, la displicencia de uno y el conmovedor interés del otro, colapsan de modo inevitable. Cada uno de ellos demuestra su pena de acuerdo a la relación que tuvieron con esa fría madre ya fallecida, aquella mujer carente de afecto que perdió gran parte de su humanidad en sus terribles años de juventud. “Incendies” nos pone frente a un imprevisto, a una situación fuera de todo plan que se convierte en el punto de partida de un viaje iniciático con el objetivo último de desvelar secretos, piezas de un extenso rompecabezas que sobrevivió al paso de los años y a la mudanza entre continentes. Este encuentro desgarrador –por parte de Nawal- e intempestivo -los gemelos- con la muerte pone a los personajes de cara a una realidad confusa, ardua de aceptar y de efectos secundarios difíciles de medir. Las escenas de Nawal escapando de su violento país son de una crueldad extrema que retratan palmo a palmo los horrores de la intolerancia y la bajeza humana en su más cruenta y espantosa expresión.
Fuegos cruzados El cuarto opus de Denis Villeneuve no aborda sólo el cruento enfrentamiento entre cristianos y musulmanes: los fuegos cruzados de Incendies también se dan entre registros antagónicos (naturalismo y pastiche, drama y thriller, denuncia política y fabulación rocambolesca) que el filme atraviesa con seguridad, más allá de algunos deslices cuestionables: ¿Hacía falta mostrar la ejecución de una niña para luego hacer sonar una canción de Radiohead? ¿Puede una exhibición tan explícita de la “violencia” convivir con una impronta esteticista y contemplativa? El argumento de la película es embrollado, y allí yace su secreto: una madre libanesa le deja a sus dos hijos canadienses un testamento con dos cartas, una para un supuesto padre de ellos y otra para un hermano desconocido a los que ambos jóvenes, un chico y una chica, deberán rastrear por los terrenos de Medio Oriente. A la vez, la historia va y viene en el tiempo desplazando las andanzas paralelas de la madre en el pasado y las de la hija en el presente, a la vez que se van desentrañando secretos devastadores, revelaciones dignas de una telenovela. Pero la audacia del director canadiense estriba en su capacidad para evadir los golpes bajos, haciendo del drama un auténtico drama (más bien una tragedia, y griega, ya que el mito de Edipo está a la vuelta de la esquina), aunque el espíritu rector sea el del thriller: así, a pesar de que la lectura más superficial del filme es la espiral de sangre causada por una guerra irresoluble y su influencia en los lazos humanos (“hay que romper el hilo de la ira”, se escucha por ahí), Incendies no es un filme “político”: el plano frontal que muestra a la madre Nawal (Lubna Azabal) disparando contra un líder cristiano devela un ánimo exploitation más cercano a los collages frenéticos de Olivier Assayas que a la reflexión sentida de Atom Egoyan. Ante todo, Incendies supone una máquina narrativa, una ametralladora episódica que resuena seca y llana como los desiertos que convoca; y todo gracias a un guión infalible al que sólo su aire ambiguo obliga a reprobar algunos excesos, un puñado de incendios que mejor cabría apagar.
Todas las familias tienen esqueletos en el armario. En algunas familias, los esqueletos están mas vivas que en otras… Imaginense estar frente a un escribano, que les va a leer el testamento de su reciente madre fallecida. Junto a ustedes su único hermano, mellizo. Mamá los crío sola, y siempre nos dijo que papa había muerto. Ahora, imagínense que este buen notario nos lee la carta de mamá, que dice que tenemos que encontrar a nuestro hermano y a nuestro padre. Eso es lo MENOS shockeante que sucede en esta película. Una historia que sacude los cimientos y el alma de cualquier espectador. Escrita y dirigida por el canadiense Denis Villeneuve, basada en una obra de un tal Wajdi Mouawad, esta historia se centra en dos hermanos que deberán viajar al corazón de una tierra fulminada por guerras que no entendemos. Donde niños y familias son tanto soldados, como victimas y victimarios. Los hermanos descubrirán que en algunos lugares de esta tierra la vida no vale nada. Y deberán desandar los pasos de su cansada madre, en un laberinto de odio y muerte, guiados por el amor infinito que ella les tuvo siempre. Ese amor será la única luz que tendrán en la oscuridad de la trama de esta historia, de la cual no puedo hablar mas sin arruinarla, y temiendo ya haber dicho demasiado. Con actuaciones realmente impecables, donde se destacan el duo madre e hija. Excelentemente filmada con una dirección de arte y fotografías que lo ponen a uno ahí mismo, en el medio de este interminable conflicto de Jordania, al Este de Europa. Con escenas tan bien logradas que deberán recordar volver a respirar, se los aseguro. Vi esta película a pedido de un amigo, casi hermano, la cual tuve en el estante (compu), durante meses, hasta que la vi. La sensación que me dejo en el pecho y en el alma, valen la pena el viaje. Incendies estuvo nominada al Oscar 2011 como mejor película extranjera, perdiendo la estatuilla a manos de la danesa Havnen. Les recomiendo solamente dos cosas, uno, véanla YA. Dos, no la vean solos, tengan a mano alguien para abrazar, lo van a necesitar.