Crítica publicada en Youtube.
¿Qué legado se le puede dejar a los seres queridos cuando uno ha cosechado a lo largo de la vida más de lo que se esperaba? ¿Cómo saber que a horas de irse aquellos con los que hemos compartido el camino verdaderamente son los que valían? En esta oportunidad, delante y tras las cámaras, en su segunda película como director, Russell Crowe impulsa un apasionante relato sobre la despedida de un hombre en medio de una última partida de póker.
El multimillonario jugador de póquer Jake Foley (Russell Crowe) les brinda a sus mejores amigos la oportunidad de ganar más dinero del que jamás hayan soñado, en una noche que nunca olvidarán. Pero para jugar, tendrán que revelar algunos de sus secretos más oscuros, y a medida que avance la noche, descubrirán el motivo real por el que participan. Tal la síntesis argumental del filme, que no es errónea, pero tampoco exacta. Con forma de prólogo nos presentan a nuestros protagonistas como mejores amigos pre adolescentes, escena que se podría situar a fines de los años ´70. Son cinco jovencitos en la Australia rural, obsesionados por el juego del pocker. Después de nadar en una cantera idílica, un matón local los desafía a un juego. Algo muy similar a lo que sucedía en el filme “Cuenta Conmigo” (1986). Salto temporal mediante, nos encontramos con Jake, transitando el final de sus cincuenta años
Dirigida, escrita y protagonizada por Russell Crowe, "Juego Perfecto" mezcla thriller y drama pero resulta pretenciosa por la cantidad de temas que aborda. De qué se trata? 👉 La acción se desarrolla en Sydney y comienza mostrando un grupo de mejores amigos en la década del 70' formado por Jake Foley (Crowe), Andrew (RZA), Michael (Liam Hemsworth), Paul (Steve Bastoni) y Alex (Aden Young) en la juventud, nadando y obsesionados con los naipes. Ya en la adultez, Jake es presentado como creador del póker en línea y se ha transformado en multimillonario. Viudo, se volvió a casar con Nicole (Brooke Satchwell) y tiene una hija de su primera unión, Rebecca (Molly Grace). Lo que sigue es la organización, sin motivo aparente, en una de las propiedades del magnate, de un último juego de cartas entre los viejos amigos en el que van a develarse algunos secretos. Para sumarle adrenalina, esa misma noche, el conjunto es atacado por un trío de ladrones que intentan llevarse el valioso arte que hay en la casa. El problema del film es el intento de abarcar varios puntos, algunos interesantes, pero que no logran ser tratados en profundidad y con la voz en off del protagonista, plagada de frases aleccionadoras. Conclusión: 👉 Una película con buenas intenciones y un buen elenco que lamentablemente se queda a mitad de camino.
Ocho años pasaron del auspicioso debut como director de Russell Crowe con Camino a Estambul, un drama que mostraba los coletazos de la Primera Guerra Mundial eludiendo, aunque no siempre lográndolo, los momentos melodramáticos en pos de una apuesta intimista que el actor (también cara visible de su ópera prima) se ponía al hombro con solvencia. Por lo tanto, cuesta creer que el neozelandés haya escrito, dirigido y protagonizado Juego perfecto, un thriller anticlimático y tedioso al que le interesan más los mensajes zen que la construcción de un largometraje de acción hecho y derecho al que Crowe no se le anima. El actor interpreta a Jake Foley, un multimillonario que reúne a sus amigos de la infancia para un juego de póquer que sirve de excusa para que el grupo, lejos del mundanal ruido, pueda compartir secretos que cargan desde hace años. La primera secuencia del film, á la Cuenta conmigo de Rob Reiner, delimita los rasgos de los personajes e incluso presenta al villano de turno, pero con una sensiblería que no logra fusionarse con lo que vendrá luego: un robo a ese refugio que termina uniendo a los amigos que se protegerán mutuamente como si no hubiese pasado el tiempo. Crowe coquetea con diversos géneros pero no se compromete con ninguno, y su personaje, quien luego busca convertirse en la brújula moral de la historia, no es más que una hoja en blanco, el líder menos carismático posible. Ni thriller ni película de atraco: en Juego perfecto las secuencias de acción son tan pueriles que rozan lo vergonzoso.
"Juego perfecto": de perfección, poco y nada. La nueva película como director del protagonista de "Gladiador" mete en una olla un poco de todo lo que encuentra mano. Y el guiso le sale mal. Aunque conocido en casi todo el mundo por sus trabajos como actor, en especial desde que El informante (1999), Gladiador (2000) y Una mente brillante (2001) le significaron tres nominaciones consecutivas para el Oscar y una estatuilla por su Maximus en la película de Ridley Scott, el neozelandés Russell Crowe despunta cada tanto el vicio de la dirección. Así lo hizo en 2014 con Camino a Estambul, un melodrama orgullosamente demodé que seguía el viaje de un padre (el propio Crowe) desde Australia hasta Turquía para encontrar y enterrar los cadáveres de sus tres hijos caídos en acción durante la emblemática batalla de Gallipoli de la Primera Guerra Mundial. Y así lo hace ahora con Juego perfecto, que se presenta como la historia de un jugador profesional de póker que desarrolló uno de los primeros sitios online de apuestas y ahora, forradísimo en plata, se pasea por una vida majestuosa como un ánima tristona y una voz gutural susurrante. ¿Qué le pasa al bueno de Jack Foley? Se verá a medida que vaya cocinándose este guiso oceánico hecho con retazos de subtramas de mil películas ya vistas. Si en Camino a Estambul Crowe aparecía como un realizador con plena confianza en los mecanismos más trajinados de los dramas de época, aquí luce como alguien que nunca sabe para dónde ir. O, peor aún, como alguien que ambiciona narrar algo que ni él parece saber muy bien qué es. Todo arranca con una típica secuencia de un coming-of-age, esto es, con un par de chicos andando en bici durante una tórrida tarde de verano. A la vera de un acantilado se junta el grupete de amigos para jugar a las cartas –por guita, obvio-, hasta que viene un matoncito digno de una high-school movie para robarles el botín. Los pibes huyen tirándose al río, el malo los putea y promete encontrarlos: todos felices y contentos. Corte a un presente con Foley (Crowe) ajustando los últimos detalles para una noche de juego con aquellos amigos, no sin antes pegarse un alto viaje de ayahuasca o alguna sustancia similar, guiado por un gurú que habla con la sabiduría ancestral de un señor Miyagi oceánico. Pero no será, desde ya, una noche cualquiera, porque la idea es apostar fuerte con los chicos devenidos en adultos muy distintos entre sí: uno ahora es ministro, otro anda en modo hippie, el tercero lleva una vida apacible como padre de familia... Que las apuestas tengan varios ceros –cortesía del dinero que Foley repartió entre todos–- es el síntoma inequívoco de que Foley se trae algo entre manos y que, quizás, el póker sea una excusa. Y lo es, pues de allí en adelante Juego perfecto mete en una olla un poco de todo lo que encuentra mano: la voluntad algo perversa de Jack de empujar a los jugadores hasta más allá de sus límites éticos, las confesiones ventiladas cuando el alcohol empiece a correr –que uno se quiere suicidar, que al otro lo extorsionan con un video encamándose con una chica, y así-, algún intento por recurrir a la emotividad más crasa manoteando una enfermedad terminal, secuestros, robos, y una venganza que de tan imposible se vuelve irrisoria, como casi todo en este juego que de perfecto tiene poco y nada.
Russell Crowe es el motor de este film entretenido y pochoclero. Es el protagonista y director de un argumento donde se habla de ludopatía, con protagonistas adictos al juego de poker, que muestra el ascenso al poder de casi todo un grupo de amigos, apostadores desde pequeños. Especialmente dos se transforman en hipermillonarios cuando le venden un software de vigilancia a distintos países. El personaje central organiza lo que será su despedida, las secuencias iniciales ayudan a la comprensión de lo que ocurrirá: viudo de su primera mujer, padre de una adolescente, dueño de todo lo que puede pagarse, jugador al fin, organiza una partida final. Primero tienta a sus invitados, su objetivo es conocer sus secretos, y vaya si lo logra. Pero en vez de venganza habrá magnanimidad, con complicaciones con un grupo armado que ingresa a su mansión con sed de cuadros valiosos y también venganza.
Las excusas no se filman. Esta es una película de factura reciente que pasó casi por completo desapercibida, aunque detrás del proyecto se encuentre ni más ni menos que Russell “Gladiador” Crowe. Analizando el caso, ¿vamos a valorar el mérito del neozelandés de haber escrito, dirigido y protagonizado este filme? Veamos… La famosa frase “quien mucho abarca, poco aprieta” acá se cumple completamente. Crowe es un actor de enorme talla que se le puede perdonar cualquier cosa, pero este no parece ser su año. No sólo lo vimos en la nefasta Thor: Amor y trueno, en la que tuvo una aparición para el olvido, sino también en este filme que, dicho sea de paso, es una historia que hizo con colegas amigos para salvar el trabajo grupal de un proyecto ajeno malogrado. Una buena acción de su parte que desde luego no asegura de ningún modo la calidad artística de un producto por demás indeciso en sus intenciones. Ahora, y esto hay que decirlo, la trama es lo más flojo porque si bien tenemos a un ludópata que promete a otros amigos ganar cantidades inimaginables de dinero a cambio de revelar oscuros secretos, la película toma rumbos diferentes donde parece confirmarse que todo se hizo sobre la marcha, sin un guion terminado. Seguramente se buscó salvarlo en la edición, pero la post producción no siempre obra milagros. ¿El resultado? Un filme que más allá de la excelente camaradería instalada en el rodaje no peca de volverse confusa a la hora de verla, donde la historia se va disparando para diferentes direcciones que, en definitiva, no conducen a nada. Una pena porque el tráiler prometía, incluso con algunos planos muy bien compuestos, pero a la hora de ver el filme el juego cambia por completo. En tiempos donde cuesta acudir al cine con la multiplicidad de opciones que despliegan las plataformas de streaming, Juego perfecto está lejos de ser una tentación para el espectador promedio. Dura una hora y media que se vuelve eterna y no lo salva ni siquiera un elenco integrado por caras conocidas como Liam Hemsworth, la española Elsa Pataky y el multifacético RZA que por lo visto estaba en deuda con Russell luego de que éste colaborara con su debut como director en El hombre con los puños de hierro (2012).
Juego perfecto (Poker Face, Estados Unidos, 2022) es una película dirigida y protagonizada por Russell Crowe. El actor interpreta a Jake Foley, un multimillonario de la tecnología que organiza una partida de póker con sus amigos de toda la vida, con quien siempre, desde adolescentes, jugaban cartas con él. Pero Foley parece tener un plan que va mucho más allá de la partida. Secretos del pasado y del presente, cuentas pendientes y una serie de revelaciones que irán apareciendo poco a poco. Sin anticipar las vueltas de tuerca sí es importante destacar que la trama, que se ve prometedora en un comienzo, en realidad un historia muy por debajo de su ambicioso comienzo. Crowe le pone el rostro sin dificultad al rol principal a punto tal que por momentos parece estar a punto de convertirse en una especie de obra autobiográfica. Con algo de ego y sin un guión muy sólido, Russell Crowe dirige su segundo largometraje. No se entiende mucho la motivación para hacerla, salvo que con la pequeña y simple reflexión que la película arroja el actor se sienta feliz y a gusto. Definitivamente una obra muy pequeña y sin relevancia.
Russell Crowe interpreta a un magnate ludópata del negocio del poker que tiene una enfermedad terminal y que como despedida decide juntar a su grupo de amigos a pasar una noche que resulta más que agitada. Tras perder a su esposa y quedarse solo con su única hija, Jake Foley se abocó a generar millones en el mundo del poker. Los días que le quedan son contados. El plan que trama tiene como protagonistas a sus amigos de la infancia, pero las cosas no salen según lo esperado y la velada se transforma en una serie de situaciones cargadas de acción al irrumpir en la mansión un puñado de delincuentes. Dirigida y protagonizada por Crowe, «Poker face» no tiene ningún matiz ni recorrido dramático que sostenga su interés, los hechos suceden sin asombro ni niveles de profundidad. El filme es básico y su guión no le aporta otra cosa más que lugares comunes. ¿Qué sucede con la carrera de Crowe? Luego de su personaje absurdo en Thor love and thunder ahora lo vemos en un rol con demasiados clichés y sin ningún vuelo creativo. Integran el elenco Liam Hemsworth y Elsa Pataki, dos papeles lineales y monotonos. Un filme con sabor a poco que no tiene chances de subsistir demasiado en la cartelera porteña.
Juego perfecto es una película fallida que Russell Crowe hizo a las apuradas para evitar que 280 personas se quedaran sin trabajo en el medio de la pandemia. La historia es así. En el 2014 el actor australiano debutó como director en The Water Diviner, un film decente que pasó por los cines argentinos y tuvo su mayor mérito en la estupenda fotografía de Andrew Lesnie, colaborador de Peter Jackson en la trilogía de El señor de los anillos y El Hobbit. Tras la muerte de Lesnie en el 2015 Crowe decidió no emprender más trabajos como realizador. El año pasado unos productores amigos acudieron a él para que los ayudara a concretar un proyecto que se encontraba en una situación caótica. El guión era malo, no habían podido conseguir un reparto y sólo tenían contratado al equipo técnico, cuyos miembros esperaban el inicio del rodaje. Pocos días después del fallecimiento de su padre, Crowe tuvo cinco semanas para conseguir un elenco, re-escribir el guión, preparar su personaje como actor y tomar las riendas de la realización. Russell convocó a un par de amigos conocidos, entre ellos Liam Hensworrth, Elsa Pataky y el rapero RZA a quien había ayudado en el 2012 cuando el músico debutó como director en The Man with Iron Fist, y a las apuradas se concretó la filmación. Es interesante conocer la historia detrás del film ya que el producto final que encontramos en el cine es un resultado de todos los inconvenientes que hubo en este producción. Juego perfecto es una película aburrida donde nunca termina de quedar en claro la clase de historia que se deseaba narrar. El primer acto presenta una meditación sobre la muerte con un multimillonario que enfrenta una enfermedad terminal. Crowe parece elaborar una especie de catarsis por la muerte de su padre pero luego cambia el tono del film para presentar un misterio sobre jugadores de póker. Una idea que no se llega a desarrollar ya que la película de la nada luego se transforma en un thriller de acción con unos villanos acartonados que invaden la casa del protagonista con el fin de concretar un robo. En apenas 90 minutos, se que sienten como dos horas y media, Russell presenta tres películas en una que no tienen conexión entre si y deriva en una experiencia frustrante plagada de incoherencias. Una de las más llamativas es el desconcertante casting de Liam Hensworth, quien podría ser el hijo de Crowe y en el film encarna a un amigo de su infancia. La dirección nunca le encuentra la vuelta al género del thriller y el resultado final es un film soporífero cuyo visionado se puede evadir en una sala de cine. Cabe destacar a modo de dato loco que la vivienda donde se desarrolla la trama es la misma que se usó en la reciente remake de El hombre invisible de la productopra Blumhouse.
La apuesta fatal del actor de Gladiador Un thriller lleno de pretensiones que parece dos o tres films en uno y que no se decide de manera absoluta por establecer una identidad. Eso es Juego perfecto, la película dirigida por Rusell Crowe que arranca como IT, con la reunión infantil de amigos, y avanza en un mix falto de compás de John Wick y La purga. Esto último, claro, en base a las escenas de acción que lo constituyen sin una definición clara. El principal problema es el planteo en que establece una idea zen para sus personajes, pero después se pierde en su propio hilo de teórico optimismo intelectual. La nueva apuesta del neozelandés hace agua en más de un sentido y aporta poco y nada a la historia de la narrativa audiovisual. Este punto no sería tan relevante si no fuera por las teóricas intenciones que plantea Crowe, quien desea crear un cuento sublime con múltiples referencias y en cambio pierde el foco en cada punto de avance de la película. Una pena porque el trailer realmente promete, pero es justo decir que hemos visto eso en múltiples oportunidades y luego no pudimos dar crédito alguno a lo observado. Pura frustración, bah. ¿Para qué engañarnos? Realmente me cuesta comprender este tipo de cuestiones. ¿Qué lleva a un actor y director que a estas alturas presenta la suficiente experiencia como para no llevar adelante un fiasco de semejantes proporciones? ¿Qué lo moviliza a tal error? ¿El puro ego? Me temo que difícilmente podremos saberlo alguna vez. Otra cuestión inentendible es por qué no le dio «una vuelta de tuerca». Al menos en los papeles el guion es solamente suyo. No tiene que responder a nadie, en teoría. ¿No podía mover un poco más los hilos? La música de Matteo Zingales y Antony Partos, y la fotografía de Aaron McLisky no alcanzan para cubrir los baches que deja esta película fallida con el cine. En tiempos de Mundial, usaré una referencia futbolística para decir que espero que el bueno de Russell pueda dar vuelta el partido pronto.
Poker Face es una película interesante, pero que no explota todo el potencial que nos promete sus primeras secuencias, ir al cine a verla es una verdadera apuesta. En el link, la crítica escrita más formal; más abajo la crítica radial, más informal, completa en los reproductores de audio solo de Spotify o Soundcloud, o de YouTube con video. Juego Perfecto es una película protagonizada y dirigida por Russel Crowe, que cuenta la historia de un multimillonario que está enfermo terminalmente y llama a sus amigos de la infancia para hacer una última partida de póker. Él había hecho su fortuna primero con un programa para jugar al póker en línea, pero luego se hizo mucho más millonario aún, reconvirtiendo ese programa en otro para espiar a la gente y vendérselo a los gobiernos. De esta forma, sabe un montón de secretos de mucha gente, inclusive de sus propios amigos de la infancia, que están todos sucios de una forma u otra, entonces ha decidido contarlos en esta noche especial, mediante una serie de sorpresas, dónde primero van a jugar por millones al póker, pero luego van a ver algunas sorpresas macabras que tiene este personaje, donde el resto temerá por sus vidas. La película empieza muy bien, es interesante, está bien, es muy entretenida y nos mantiene el suspenso y el misterio muy bien la primera mitad del metraje. El problema es, que, en determinado momento, esta trama se mezcla con otra trama secundaria, donde un personaje quiere robar unos cuadros millonarios que hay en esa casa, aun sabiendo que él está adentro. Pero lamentablemente no se amalgaman bien ambas historias, ya que viene de una trama original y perversa, con misterio, a otra trama de un robo genérico con toma de rehenes como cualquier otro filme del género, abandonado prácticamente la trama inicial. Sin embargo, la película entretiene, tiene suspenso, cierra bien dentro de todo, pero nos deja más bien con gusto a poco. Especialmente por lo ya citado, pero también por algunos desaciertos en la dirección, que impiden generar más suspenso, o ir por las tramas más jugosas, y además por un comienzo de la película totalmente desacertado y desubicado, porque empieza cuando eran chicos, se los ve como en el río, con un ambiente festivo, música movida y llenos de vida. Eso genera un tono mucho más ligero, como de película buena onda, y como que va a ser una historia juvenil, o de coming of age, pero cuando termina esa secuencia, que además termina con un tema muy movido arriba, empieza la parte de la actualidad, con otro tono totalmente diferente, mucho más dramático, más trágico, más serio y no coincide para nada con esa introducción; entonces se ha desperdiciado parte del metraje que debía sentar el tono de la película, esto se podría haber solucionado muy fácilmente con un pequeño prólogo de un minuto, donde el personaje diga que va a contar algo, que se está muriendo, o alguna cosa por el estilo de manera seria, y que siente el tono general del film, y luego ir a un flashback con la escena de juventud del pasado, entonces ahí entendemos que era otra parte más feliz de su historia, pero ya sabemos que la película va a ser drama; porque si no, así como está queda como un falso comienzo, donde parece que va a empezar una cosa, luego se arrepiente, y empieza otra distinta. Además, esa secuencia tiene el problema de que después no es referida claramente en las secuencias posteriores, entonces uno no sabe cuál es el personaje en versión adulta que corresponde con el personaje en versión joven, lo cual impide cualquier tipo de presentación de personaje en la escena del prólogo, y ni siquiera esta confusión está usada como para mantener el misterio, sino que simplemente parece mala dirección, es como que no se hubieran dado cuenta, o no les hubiera importado. Más allá de todo eso, la película funciona bastante bien como entretenimiento, nos hace hacer algunas reflexiones, es válida de ver, aunque con ciertas reservas, y no da como para recomendarla abiertamente. Podría haber sido un poker de ases, pero simplemente quedó siendo un par de reyes. Cristian Olcina
La apuesta fatal de Russell Crowe El actor de “Gladiador” dirige este film en el que interpreta a un magnate de los casinos online que busca saldar cuentas antes de morir. Juego perfecto (Poker Face, 2022) toma el género de apuestas para hablar de otra cosa, la redención de un millonario luego de ser diagnosticado con una enfermedad terminal. Para eso Jack Foley (Crowe) convoca a sus coequipers de juego (Liam Hemsworth interpreta a uno de ellos) para una última partida de cartas en donde los secretos salen a la luz. Paralelamente a eso unos ladrones ingresan en su propiedad y su mujer e hija adolescente quedan en peligro. El actor australiano, que ya había dirigido El maestro del agua (The Water Diviner, 2014), hace una segunda película en la que nunca encuentra el rumbo. Empieza apegada al género de apuestas con el glamour característico: autos de colección, lujosas mansiones, ostentación de poder, son de la partida. Pero el film da un vuelco hacia otro lugar, y el drama existencial se presenta en el personaje de Foley. Y a Russell no le da la expresión para transmitir los matices que la trama necesita. Esta densidad argumental le quita dinamismo y frescura a una trama que no encuentra su destino en ningún momento. Los hechos se suceden sin gracia ni razón de ser, mientras que todo se anuncia como una excusa para justificar la anhelada redención del protagonista. Ese juego que viene a reordenar la vida de sus seres queridos funciona solo de metáfora porque prácticamente no hay ninguna partida de cartas disputada. Como si una película de boxeo pudiese prescindir de la escena del ring. La película filmada en plena pandemia estuvo a punto de no realizarse. En palabras del propio Crowe “Estaba en un lugar particular porque mi padre había fallecido unos días antes de que surgiera esta pregunta: ¿intervendrás en un largometraje con cinco semanas de preparación antes de tu primer día de rodaje? El guión se ha convertido en un auténtico desastre, la película no tiene reparto, los decorados están sin terminar, estamos en una situación imposible... pero hay 280 personas que se quedarán sin trabajo, en una pandemia, si no dices que sí”. Una declaración que explica a la perfección el resultado final que vemos en pantalla.
APUESTA FALLIDA La ópera prima de Russell Crowe, Camino a Estambul, sin ser una maravilla, era una película con aire clásico y personajes que se definían a partir de sus acciones. Era un film de aprendizaje, sin grandes estridencias, donde los conflictos avanzaban fluidamente y sin arbitrariedades. Era un debut promisorio, y por eso Juego perfecto generaba algunas expectativas positivas. Pero esas esperanzas quedan defraudadas en un relato plagado de giros insostenibles. El relato se centra en un Jake Foley (Crowe), un jugador con talento innato para el póquer que supo explotar el boom de Internet y montar un negocio millonario, con un algoritmo que luego vendió a entidades gubernamentales militares. Sin embargo, esa riqueza parece no servir de nada frente a un futuro oscuro para él, ya que tiene una enfermedad terminal y su matrimonio se está derrumbando. En ese contexto, invita a sus mejores amigos (a los que no ve desde hace un rato largo) a una partida de póquer donde tendrán la oportunidad de ganar más dinero del que jamás soñaron. Pero claro, esa invitación trae condiciones especiales y motivos escondidos, que se irán revelando a medida que avance la noche, mientras surge, repentinamente, una conspiración -robo incluido- contra Jake. Hablábamos de revelaciones, y lo cierto es que Juego perfecto busca estructurar su trama alrededor de ese factor: a cada rato, una vuelta de tuerca que pone a los personajes -Jake incluido- en un lugar distinto, que implicará elecciones éticas que los pondrán en riesgo y a la vez los definirán identitariamente. Eso no está ni bien, ni mal: hay muchos thrillers dramáticos que recurren a esos mecanismos y el desafío pasa por la ejecución desde el guión y la puesta en escena. Ahí es donde la película de Crowe falla por completo: o redunda en explicaciones -en especial en sus primeros tramos, que amagan con ponerse contemplativos, para luego volcar toda la información posible en un puñado de segundos-, o toma decisiones de manera completamente arbitraria, sumando conflictos y giros porque sí, sin poner en contexto al espectador. Todo pareciera estar en función de decir muchas cosas, todas a la vez, sin un criterio definido y consistente. En esa acumulación de elementos temáticos y genéricos -hay una multitud de capas diferentes que rondan el drama y el thriller-, Crowe pareciera querer delinear una ambiciosa reflexión existencial que eventualmente no va a ningún lado o, más bien, a un callejón sin salida. Lo que podía prometer desde la premisa -todo estaba servido para un esquema lúdico de trampas y engaños- decanta en una estructura narrativa dominada por la solemnidad. Todo es pesado y aburrido en Juego perfecto y, finalmente, intrascendente. Se podrá reconocer que Crowe toma riesgos al ir por caminos distintos a los esperados, pero lo cierto es que esa apuesta sale muy mal y representa un retroceso importante en su incipiente carrera como realizador.
¡Cara de póquer se nos queda! El segundo largometraje dirigido por Russell Crowe, luego de incursionar tras de cámaras en “El Maestro del Agua” (2014), nos trae a la memoria cinéfila un tópico que el séptimo arte gusta de abordar: el universo de las apuestas. Recordamos un estilo similar en “El Rey del Juego” (con Steve McQueen), “Rounders” (con Ben Affleck y Matt Damon) y, más recientemente, “El Juego de Molly” (con Jessica Chastain). Partícipe de una de las debacles más resonadas del último tiempo, nos preguntamos que rastros quedan de la gran superestrella que conquistara Hollywood con su papel de Maximus en “Gladiador” (2000). Russell Crowe, doble ganador del Premio Oscar. ¿Qué queda, al fin? A decir verdad, poco y nada en pie. Una pobre dirección de actores, un montaje francamente amateur y un argumento de acumulados sinsentidos son las tres principales características de un film perezoso. Un cast con nula chispa (encabezado por Liam Hemsworth) se dispone a dar vida a esta reflexión impostada acerca del arrepentimiento y el sentido de la vida. Un cúmulo de personajes guardan un secreto y nos invitan a develarlo; pero cuesta entrar en juego. Crowe examina lo moral de la conducta humana, pero apenas roza la superficie. Un desenlace ridículo cobra forma de patético espectáculo, cuando el film ya había acumulado minutos de gracia sin pretenderla. Nos reímos del más triste paradigma. “El Juego Perfecto” está hecha con endebles hilos incapaces de sostener y plasmar plasmar en el relato la acción y la emoción que requieren un abordaje semejante. Lo predecible es aliado de Crowe; sin as bajo la manga la derrota es dolorosa.