Remake de la película uruguaya del 2010 (elegida en su país de origen para competir en la 84° entrega de los Premios Oscars en la categoría "Mejor película extranjera"), que si bien mejora algunos aspectos narrativos, desaprovecha la talentosa actriz protagónica, no proporciona buenos sustos y carece de intensas escenas de suspenso.
Detrás del éxito de Open Water, aquella tensa película en tiempo real estrenda en 2003, estaba el dúo de Chris Kentis y Laura Lau que, con ningún pelo de tontos, importaron el éxito más resonante de la historia cinematográfica de Uruguay y la adaptaron sin mucha pena ni gloria para la platea norteamericana en Silent House. La misma se revela como un refrito que arregla un par de cosas de la original pero que sigue siendo incoherente y vacía en contenido una vez terminadas las desventuras de la protagonista. Inteligentemente editada para que asemeje a una toma continua de casi 80 minutos, la película se apoya en este poco recurrente formato para tranmsitir miedo en tiempo real al espectador y sentir en carne propia las mismas vivencias que la joven e ingenua protagonista. La casa misma es una gran protagonista; una mansión costera vieja, decrépita, venida a menos, sin electricidad, cayéndose a pedazos y cerrada a cal y canto: una escenario ideal para este tipo de propuestas. Técnicamente es irreprochable la tarea de los directores, porque encontraron una locación tétrica y le sacaron el jugo a esas habitaciones oscuras y húmedas; cada sonido, cada paso, cada movimiento se siente real y amenazador, y la sensación de desasosiego se va incrementando a medida que corren los minutos y la posibilidad de un escape decrece. Silent House está potenciada en gran manera por el protagónico de Elizabeth Olsen que, a diferencia de Florencia Colucci en la original, está más sosegada y no recurre tanto a la sobreactuación, haciendo su papel mas creíble y, de alguna manera, más entendible en su accionar. Eventualmente, la prueba de fuego de dicha propuesta es sin lugar a dudas el guión, el desenlace de esta historia que divide aguas y casi siempre son más los detractores que los defensores. En reconocimiento de la remake americana, el confuso final uruguayo tiene un poco más de sentido y explicación en este segundo acercamiento, pero aún así se siente como una oportunidad desperdiciada y una salida demasiado facilista a una trama que apuntaba a un poco más. Algunos tomarán al final como una traición por sobre la premisa y el truco de filmación. Muchos se encontrarán un poco extrañados por la manera en la cual la película se resuelve, ya que hay un punto y aparte después de que la gran sorpresa es revelada. Gustará o no gustará, pero en Silent House hay unos cuantos buenos sustos (aunque de manual) con un competente elenco, y una idea que vale la pena revisitar o descubrir por primera vez.
La casa del miedo es un film más que disfrutable, ya que tiene un muy buen argumento, un final inesperado, buena dirección y fotografía, un suspenso continuo y buenas actuaciones con un protagónico excelente. Para aquellos impresionables o que están cansados de las nuevas películas de terror donde abundan el sadismo, la violencia extrema o los baños de sangre, La casa...
Desilusión en tiempo real Siguiendo la línea de la popular franquicia Actividad Paranormal (2007) donde se promociona un miedo “real”, La casa del miedo (Silent Hoiuse, 2012) juega con la técnica del plano secuencia para contar durante 85 minutos una historia en tiempo real. Pero ni la técnica ni la historia se destacan en esta remake de la uruguaya La casa muda (2010). La película cuenta la historia de Sarah (Elizabeth Olsen ) que junto a su padre y su tío se encuentran en su antigua casa de veraneo realizando restauraciones para ponerla de nuevo en el mercado. En poco tiempo se dará a conocer que no están solos en este lugar y que algo habita el precinto. Desde ese momento Sarah tendrá que enfrentarse en una lucha contra oscuras presencias, lo que la llevará a descubrir oscuros secretos escondidos detrás de las paredes de la casa. La casa del miedo es una remake de la película uruguaya La casa muda, la cual recibió excelentes crítica y tuvo bastante difusión internacional. Aun así, la versión norteamericana no logra trasmitir la fuerza de la película uruguaya sino que intentó adquirir sus puntos fuertes y adaptarlos para un público norteamericano, lamentablemente sin éxito. La historia se desarrolla periódicamente exponiendo poco a poco pedazos de la trama que tiene escasa fuerza narrativa. En la resolución, cuando se explica el misterio de la casa, estallan demasiados elementos al mismo tiempo y hay un cambio brusco en el abordaje de la historia, lo cual hace que el final se perciba forzoso, poco original y simple. Para los amantes del genero de terror La casa del miedo no presentara ninguna novedad. En raras ocasiones se logra un ambiente de verdadero suspenso y los pocos momentos de miedo que hay se obtienen con recursos, ya trillados como reflejos, sonidos estruendosos que interrumpen el silencio y la oscuridad absoluta. Para el ojo entrenado del público de terror no significa una verdadera novedad. La iluminación tenue y música de suspenso solo ayudan a reforzar la idea. El publicitado logro de La casa del miedo se centra en el extenso plano secuencia en el cual está (supuestamente) rodado el film. Aunque en varias ocasiones se pueden percibir momentos donde se generó un corte. El plano secuencia esta planeado de principio a fin, lo cual, en vez de trasmitir la ilusión de que todo esta pasando al frente de nuestros ojos, nos remite a la idea de que todo esta demasiado planeado. Las actuaciones, en ciertos momentos, son extra coordinadas y poco fluidas y dan la impresión de error y poca precisión por parte de los actores. Elizabeth Olsen lleva a cabo el rol de la joven chica "corriendo por su vida" bastante bien, pero al final, cuando tiene que demostrar sus verdaderos dotes actorales, sobreactúa sin lograr un genuino cambio dramático en su personaje. Al final, La casa del miedo resulta ser otra remake hollywoodense con poco poder narrativo, que ni siquiera logra trasmitir su único propósito: atemorizarnos.
Remake de la célebre película uruguaya “La casa muda”, basada libremente en una historia real, nos llega esta película estadounidense. Filmada en lo que simula ser un largo plano secuencia, pero que en realidad son varias tomas de 10 minutos luego editadas para dar la sensación de continuidad, es, por lo menos, algo diferente a lo que el cine de terror nos tiene acostumbrados. Por supuesto no es original ya que es un remake, pero el hecho de que simule suceder en tiempo real le da un atractivo especial. A diferencia de la versión uruguaya, que fue filmada con una cámara Canon EOS 5D Mark II Digital SLR, en 4 días, con un presupuesto de seis mil dólares y en tomas continuas, por lo que no requirió edición alguna, el remake estadounidense posee una filmación y edición más profesional. De los directores que realizaron ”Open Water” (Mar Adentro) el film trata sobre una familia compuesta por un padre, tío e hija, que se alojan por unos días en una casa en las que ellos solían vivir años atrás, con el objetivo de arreglarla, ya que vándalos la habían destrozado, para luego venderla. Durante los 85 minutos que dura el film nosotros vamos a seguir a Sarah, la hija, interpretada por Elizabeth Olsen, la hermana menor de las fatídicas mellizas Olsens, en lo que es su debut actoral. La casa que tienen que arreglar tiene todas las ventanas tapiadas, no posee luz eléctrica, ni teléfono y tampoco hay señal de celular. Básicamente el lugar ideal para una historia de terror. Y el miedo arranca desde temprano cuando Sarah comienza a escuchar ruidos extraños en la casa. Todo empeora cuando su padre desaparece, y nosotros no tenemos ni la más pálida idea de que está sucediendo. Y se detiene, el miedo, por lo menos para mí, luego de los primeros 60 minutos, cuando empezamos a saber qué es lo que está pasando. No puedo explicar que sucede, pero durante la primera hora la atmósfera del film era extremadamente tensa, insufrible, yo estaba en el fondo de mi butaca preparándome para el próximo gran susto. Luego en lo que debería ser el clímax del film todo cambió, y lo que arrancó como una de las mejores películas de terror que he visto en los últimos tiempos, terminó decepcionando de gran manera.
Los fantasmas de Sarah Sarah (Elizabeth Olsen) llega junto a su padre y su tío hasta su antigua casa de la que deben retirar cosas varias y basura. El primer problema con el que se encuentran es que no hay electricidad y por ello el tío sale en busca de un electricista. Las ventanas están tapiadas y todo es oscuridad en el interior. Linternas en mano, padre e hija recorren la laberíntica casa repartiéndose tareas. En un momento determinado, el padre debe salir de la casa y Sarah se queda sola. A partir de ese momento, cada ruido, cada sombra comienza a inquietar a la joven. No pasa demasiado tiempo hasta que Sarah se siente en peligro, amenazada por extraños sonidos y una invisible presencia. La propuesta no tiene mucho de novedosa, pero el lenguaje cinematográfico elegido ayuda a provocar cierta inquietud en el espectador. Se trata de un filme rodado en lo que técnicamente se llama "plano secuencia", esto es: filmado en una única toma, sin cortes, respetando el estilo de la versión original "La Casa Muda". Claro que esto es así en apariencia, dado que hay algunos cortes bien empalmados, solo perceptibles si se presta atención al detalle. Lo destacable en este caso es la puesta en escena y la labor de producción que obliga a disponer de todo lo necesario para garantizar la continuidad, casi como si se tratara de una pieza teatral registrada en vivo. Gracias a este montaje el espectador pasa a ser testigo absoluto de lo que acontece, como si acompañara a la protagonista en su tortuosa experiencia, corriendo por la intrincada y tenebrosa casa en busca de una salida. Claramente no estamos ante un derroche de originalidad, pero el relato tiene una resolución que al menos no resulta insultante y ofrece una factura más que decente.
Mi venganza esquizoide Sin lugar a dudas dentro del ámbito cinematográfico la llamada “toma secuencia” es uno de los recursos formales que más trabajo, dedicación y planeamiento requiere por parte de los responsables máximos del film en cuestión, siempre una mixtura heterogénea de singularidades superpuestas que incluye al realizador, el guionista, el director de fotografía y el equipo técnico en general. Elementos tales como la ausencia de cortes, la utilización extensiva de travellings, la construcción sincrónica de la escena y un continuo retórico de insospechadas proporciones son los rasgos característicos de un mecanismo enunciativo que algunos consideran innecesario y otros reservado sólo a los virtuosos del séptimo arte. Obviando la eterna discusión del narcicismo de los cineastas, hoy podemos esbozar una mínima tipología al respecto: por un lado tenemos las obras que juegan con la ilusión y van introduciendo cortes de manera más o menos solapada en la línea de la primigenia La Soga (Rope, 1948) de Alfred Hitchcock, por el otro están los intentos de edificar una suerte de ballet meticuloso símil El Arca Rusa (Russkiy Kovcheg, 2002) de Aleksandr Sokurov, y finalmente lo más probable es que nos topemos con “propuestas parciales” que se jactan de incluir por lo menos una toma secuencia a lo largo de su desarrollo, como ocurre con Ojos de Serpiente (Snake Eyes, 1998) de Brian De Palma y sus extraordinarios minutos iniciales. La profusión de los “falsos documentales” masificó el uso del subterfugio en el terror aunque en este caso orientado hacia las cámaras en mano, la escasa iluminación y el “atajo” del empalme cuando la pantalla se ennegrece por completo, lo que por cierto suele ser un pivote estándar del subgénero. Respetando este paradigma de representación, aquella pequeña maravilla intitulada La Casa Muda (2010) descollaba no tanto por su ejecución sino más bien por cómo el director Gustavo Hernández había conseguido que el recurso pasase desapercibido en el contexto de un relato centrado en una venganza esquizoide con fuertes reminiscencias del slasher norteamericano y el J-Horror de fantasmas furiosos. Nuevamente la remake hollywoodense pretende copiar escena por escena a la original sin llegarle ni a los talones: La Casa del Miedo (Silent House, 2011) es un producto sin alma, tan redundante como carente de ideas. Si bien sobrevivieron las sutilezas y el tono melancólico, Elizabeth Olsen no posee la frescura amateur de Florencia Colucci, la trama suaviza el episodio desencadenante del trastorno psicológico y hasta se reduce la duración de planos fundamentales de la realización uruguaya; todas alteraciones prototípicas para “adaptar” el devenir al supuesto gusto/ temperamento del público estadounidense. En vez de profundizar en la desazón, el convite sólo entrega inercia y automatismo comercial…
La vieja receta del cine de suspenso Cuando Sarah, su padre y su tío llegan hasta una sombría mansión levantada en un paraje solitario, no es difícil adivinar que dentro de esa casa ocurrirán cosas extrañas. Y efectivamente ocurren. La muchacha descubre primero un misterioso agujero en la pared, luego escucha siniestros gemidos y poco después advierte que sombras pasan raudamente frente a sus ojos. La historia repite la vieja receta a la que tantas veces recurrió la cinematografía norteamericana en este género: suspenso, sustos, algo de sangre, un misterioso pasado y un final que intenta ser esclarecedor. Remarke del film uruguayo La casa muda, de Gustavo Hernández (2011), esta nueva versión poco agrega a aquella producción casi olvidada, ya que las directoras se dejaron tentar por describir la trama en tiempo real presentada como un plano secuencia en el que la protagonista sufre todo tipo de persecuciones. Lo que nunca logran es el suspenso que el entramado requiere y en su búsqueda abusan de los primeros planos del rostro de Sarah. La labor de Elizabeth Olsen es, sin duda, lo más atractivo de la película, ya que todo el peso de la anécdota recae sobre ella, mientras que el resto del reparto, la música y la fotografía no escaparon a la mediocridad de este entramado que, posiblemente, tenga algún interés para los fanáticos del género.
Temor a lo desconocido Hace unos años, una película uruguaya irrumpió en Cannes y causó sensación a partir de una llamativa premisa: La casa muda era una de terror filmada en una única toma, con un presupuesto de seis mil dólares, sobre una chica y su padre encerrados en una misteriosa casa. No hacía falta ser un productor de Hollywood para darse cuenta que, con muy poquito, se podía realizar una rentable versión norteamericana. La casa del miedo es esa remake, pero de entrada queda clarísimo que su bajo presupuesto no implica una chantada. Los cineastas y pareja Laura Lau y Chris Kentis ya habían demostrado en Mar abierto , donde trabajaron juntos como productora y director, que no es tan complicado hacer una gran película de terror con poca plata. La sencillez de Mar abierto se repite aquí: se mantiene la tensión en un único espacio (una casa de veraneo en un lago) ocultando al espectador el momento en que el peligro se hace realidad. La casa del miedo no está filmada en una única toma, pero igual transmite esa sensación de tiempo real gracias a los planos extensos que siguen a Elizabeth Olsen como si la cámara también la acechara. Los cineastas aprovechan como pocos el fuera de campo. El terror surge de lo desconocido, de lo que no se ve y se esconde en la oscuridad. La protagonista con su linterna recuerda a El proyecto Blair Witch , pero enseguida queda claro que el encierro forzado en una casa puede ser más espeluznante que errar por el bosque. Y un tenue ruido que quiebra el silencio causa más escalofrío que cualquier grito desesperado. Este juego de sutilezas propuesto por los directores expone la resolución burda del tercer acto de la película. El conflicto se esclarece con la sorpresiva irrupción de esa moralina que, en el mejor de los casos, el cine de terror sabe dosificar a lo largo de todo el relato. Así, sin lugar para ambigüedad alguna y poniendo el foco sobre el costado más oscuro de las relaciones familiares, La casa del miedo desecha ese terror insuperable que se produce por el miedo a lo desconocido.
Remake con ideas creativas Este sí es un caso raro: «La casa muda» era una original película de terror uruguaya sobre una chica atrapada en un caserón con las puertas y ventanas tapiadas debido a que está en venta, y acosada por un psicópata que hace cosas extrañas en el piso de arriba. Ahora esta remake es muy parecida en toda su primera parte, y aun cuando se ocupa de cambiar la trama dando vuelta todo el final, genera una sensación de déjà vu no demasiado atractiva, detalle que por supuesto afecta solamente a los que hayan visto el original uruguayo. En el caso de esta versión, la casa es mucho más grande y la chica protagonista (una eficaz Elizabeth Olsen) se la ve casi todo el tiempo sola, aunque también son víctimas de la situación su padre y su tío. La iluminación, punto clave para que el asunto funcione, está muy cuidada, aunque en algunos momentos clave copia plano por plano al film uruguayo, lo que vuelve un poco cansador todo el asunto para quien haya visto el film anterior. Sin embargo, cuando se separa argumentalmente de «La casa muda» y empieza a esbozar ideas propias esta «Silent House» realmente mejora y sorprende al espectador con una nueva subtrama que lleva todo el guión a otro tipo de psycho thriller. En este sentido se puede decir que estamos ante una digna remake estadounidense que no se conforma con repetir las cosas sino que aporta terroríficas ideas propias.
Una "remake" con poco horror Filme "de miedo", con tanto movimiento, idas y venidas, que terminan por marear, entretiene hasta la primera mitad, para luego hacerse reiterativo, moroso, a pesar de tanta cámara en mano. Remake de la película uruguaya "La casa muda", el filme de Kentis y Lau, cuenta la historia de Sarah, una jovencita que acompañada por su padre y su tío se reúnen para arreglar una casa de veraneo, ya ocupada por ellos otros años y que ha sido deteriorada por inquilinos recientes. La casa no ofrece ninguna confianza, es poco atractiva, exagerada en la cantidad de cuartos que la componen y bastante retirada, salvo una casa más o menos cercana de la que proviene una misteriosa chica, que dice ser amiga de la infancia de Sarah y que ésta no recuerda. Si a esto se suman una serie de ruidos que comienzan a producirse en el piso superior y otros extraños sucesos que no son precisamente tranquilizadores, la casa se convierte en un lugar ideal para tomar impulso y desaparecer. Los sucesos posteriores serán testigos de que la idea hubiera sido ideal, aunque el máximo secreto, fundamental para el futuro de Sarah, no podría haberse develado. LARGO SUFRIR Filme "de miedo", con tanto movimiento, idas y venidas, que terminan por marear, entretiene hasta la primera mitad, para luego hacerse reiterativo, moroso, a pesar de tanta cámara en mano. No hay hechos ni subtramas que ayuden para tanta enloquecedora huída de la pobre Sarah que se la pasa sufriendo y abriendo y cerrando una serie de puertas interminables. Con alardes formales de plano secuencia (larga toma sin cortes), la película tiene un final convencional, muy explicado y sólo se mantiene por la buena interpretación de la chica Elizabeth Olsen.
Terror clásico en la remake de un film uruguayo La joven Sarah se encuentra junto a su padre y a su tío trabajando en la restauración de una vieja casa derruída a la que planean vender una vez terminada la labor de reciclado. Pero a poco de comenzar, la rubia protagonista se cruza con situaciones que le complican no solo la tarea sino la existencia misma. ¿Casa embrujada, ocupantes al acecho o fantasmas irredimibles? La dupla de realizadores que hace casi una década parió la impactante Open Water (basada en su propia historia real) vuelve al ruedo con otro relato de horror, pero en este caso basado en una película uruguaya, La casa muda, opus de 2010 que trascendió por su buen mix de ideas cinematográficas y solidez narrativa. Lo que hicieron aquí Chris Kentis y Laura Lau es calcar estructura y formas, parados en una presunto plano secuencia (que no es tal, que denota el truco en varios momentos a lo largo de los 85 minutos de metraje), contando el cuento con oficio para el género y apelando a los pelos y señales históricos, que no por vistos en clásicos como The Haunting (y sus posteriores refritos) o la más reciente Rec, dejan de ser efectivos y apropiados para la ocasión. Silent House trabaja terror del bueno, con armas nobles más allá de algún engaño a la hora de plantear la historia y con una factura que logra provocar algo de ese terror que en otras épocas era rutina sentirlo en una sala de cine, y que hoy apenas aparece muy de vez en cuando en la pantalla grande.
Pinta como una más de terror de casa poseída por demonios que le hacen la vida imposible a sus moradores. En este caso hay una vuelta de tuerca interesante que saca a la película de la rutina de tantos argumentos parecidos y efectistas. Los amantes de susto lo sabrán apreciar.
Esta película es la remake innecesaria del film uruguayo La casa muda, que pudimos ver el año pasado. Un interesante experimento cinematográfico dentro de este género que se destacó por la interpretación de su protagonista. La verdad que estaba buena esa película, sin llegar a ser una joya del cine y los argumentos de los detractores nunca me terminaron por convencer. La versión yankee es básicamente la misma película que vimos hace un tiempo con algunos cambios desafortunados en la trama. Las modificaciones lejos de aportar algo interesante y creativo lo que hicieron es convertir al relato original en una propuesta más burda y predecibles donde los directores tenían la necesidad de explicar todo. El film uruguayo era un poco más ambiguo en la resolución del conflicto. La casa real donde se hizo el film original, por otra parte, era mucho más tenebrosa y brindaba un magnífico escenario para un relato de este tipo, algo que no ocurre con la de la remake. Lo mejor de esta nueva versión (y lo único para destacar) es el trabajo de la protagonista Elizabeth Olsen, quien brinda una tremenda actuación. El personaje principal de esta historia es muy desgastante a nivel físico y emocional y esta actriz que hace poco empezó a sobresalir en el cine hizo un gran trabajo. Claramente lo mejor de esta película. Los directores de Mar abierto, Chris Kentis y Laura Lau, se tomaron su tiempo para elegir un nuevo proyecto, pero esta remake no resultó la mejor opción. Seguimos en la espera de un buen film de terror para disfrutar en el cine.
La remake sin (tanto) respeto La original, La Casa Muda, se hizo conocida por una razón: sus 80 minutos estaban filmados en una sola toma con una cámara de fotos. Pero más allá de este dato digno de Imdb, la película no era buena: había un mayor interés en el recurso que en la historia misma (con vuelta de tuerca incluida). Era inevitable que tanto por la propuesta (una casa con aparentes presencias fantasmales) como por su atractivo formal, Hollywood la iba a adaptar a su idioma. Rápidamente, un año después se estrena La Casa del Miedo, que conserva tanto el argumento como su estilo de filmación. Los encargados de esta nueva versión son los directores de la muy interesante Mar Abierto (esa de la pareja abandonada en medio del océano a merced de unos tiburones). Y como en ese arriesgado film (que tardó más de dos años en hacerse y que contaba con un presupuesto acotado), acá también hay un desafío técnico. Los realizadores Chris Kentis y Laura Lau deberían estar tranquilos porque hicieron una película no sólo mejor que el original, más interesante y mejor ejecutada sino que incluso puede llegar a maquillar ciertos errores inevitables que trae consigo la primera versión...
Hace algunos años, no muchos, se estreno en nuestro país una producción uruguaya titulada “La casa muda”, que tenia la particularidad, y desde ahí fue promocionada, de estar filmada en un plano secuencia, tal como lo hizo en 1948 el gran Alfred Hitchcock, también hay otro ejemplo más contemporáneos como “El Arca Rusa” (2002) de Alexander Sokurov, ambas son dos maravillas. La segunda por el despliegue estético y como resultado darle un plus a un documental que de otra forma no tendría; la primera gana desde el suspenso que le otorgo al texto el maestro inglés. Esta realización, como en la uruguaya, se podría decir que el plano secuencia sólo ofrece un despliegue de talento en el manejo de la cámara “pour la galerie”. Pero no le agrega nada, sino que termina mareando, y cansando al espectador, porque la falla principal se encuentra en el guión y, por sobre todas las cosas, en la ausencia absoluta de verosimilitud. Un trío conformado por una joven, el padre y el tío llegan a una casa de campo para refaccionarla y venderla. La misma se encuentra tapiada, ventanas cerradas y no hay conexión de luz habilitada. Entonces deciden hacer los trabajo a la luz de linternas y faroles ¿? Todo lo que pasa después no se la creen ni los actores. Desapariciones, muertes, apariciones, fantasmas, muertos vivos, y toda una galería de elementos inherentes al género, pero de mala concepción y peor ensamble. Todo el filme segrega incoherencias narrativas, de construcción de personajes, del manejo de los espacios, de manipulación del espectador a través de mentiras, no de engaño, para finalizar con el fácil recurso de la explicación discursiva, incrementada por una enfermedad mental, producto de un pasado que se actualiza, toda una pavada, que hace que termine por ser un catalogo de lugares comunes.
En 1948 Alfred Hitchcock dejó sentada una notable innovación para la historia del cine con Festín diabólico, filmada en un aparente plano secuencia integral. Pero eso era imposible en aquella época por problemas de carga de celuloide, así que el gran Alfred la tuvo que hacer con varios cortes disimulados e inevitables. Luego llegó El Arca Rusa, impactante pero farragoso film de Alexander Sokurov, y hace un par de años el cine uruguayo sorprendió empleando esta técnica con La casa muda, notable experimento dentro del género de terror. Hollywood tomó nota de esa pieza y ahora ofrece esta remake que, al menos, no es una copia en carbónico del original, como ha ocurrido en otros casos. La interesante dupla de cineastas Chris Kentis y Laura Lau, responsables de la angustiante Mar abierto, rodada íntegramente en un marco acuático, vuelven a hacerse cargo de un asunto que demandaba un desafío técnico con La casa del miedo y en general salen airosos. Fundamentalmente le dan una vuelta de tuerca a la trama, agregando algunas atrayentes connotaciones perversas que en el film original de Gustavo Hernández sólo estaban sugeridos y algunos efectos medidos y oportunos. Por otra parte la actuación de Elizabeth Olsen es intensa e inquietante en grado sumo. Acá se nota más que el plano continuo es ficticio, pero bueno, no se puede con todo. El miedo de la casa está garantizado.
Remake sin sorpresas "La casa del miedo" es la versión norteamericana de un film uruguayo de terror ("La Casa Muda") que mezclaba lo fantasmagórico con acontecimientos de la vida real, donde no todo era lo que parecía a simple vista, logrando un entretenimiento austero pero efectivo. Sin ser una historia de lo más original, lograba introducir algunas vueltas de tuerca a la trama para posicionarse como un film respetable de la industria latinoamericana de cine. Esta nueva versión de los directores Chris Kentis y Laura Lau ("Mar Abierto"), tiene uno que otro momento bueno, mérito 100% de su protagonista, la joven Elizabeth Olsen, pero en la sumatoria de elementos termina cayendo en el mismo pozo del olvido y desilusiones que la mayoría de las cintas de terror de este último tiempo. En 1er lugar, es una remake de un film que ya hemos visto antes, sin sorpresas nuevas que agreguen valor real a esta nueva producción, y en el caso de que no la hayas visto todavía, presenta un tipo de subgénero del terror que resulta conocido por otros trabajos anteriores que gozaban de mayor calidad. Si les llegara a nombrar la peli a la que se asemeja la trama, les haría un spoiler gigante y no es la idea arruinarles la experiencia. Otra cuestión que le jugó en contra es la forma de hilar los acontecimientos que van sucediendo sin caer por momentos en situaciones ridículas, en las que se evidencia claramente una falta de cuidado para con los detalles. Algunos personajes de reparto totalmente intrascendentes, clichés clásicos del género y varias situaciones absurdas forman parte del paquete de descuidos que le bajó puntos a esta producción. Quizás los adictos al género que aún no hayan visto la versión uruguaya la encuentren aceptable y se contenten con algunas vueltas tuercas de la trama, pero si sos de los que ya la vieron y estás esperando que te sorprendan con algo original, no creo que esta sea una buena opción. Lo vuelvo a repetir, mejor andá a ver el film español "Mientras Duermes" que te va a aterrorizar mucho más.
La parte por el todo La casa del miedo es la versión norteamericana de La casa muda, aquella película uruguaya de terror estrenada el año pasado, que se promocionaba como la primera película filmada enteramente con una cámara de fotos digital y en un solo plano. Ya limitada desde sus premisas iniciales y con algunos problemas de guión y ritmo, La casa muda lograba algunos buenos climas y sustos bastante dignos, aunque no siempre podía escapar del tedio. Los responsables de esta remake Chris Kentis y Laura Lau (Mar abierto), eligen mantener casi todos los elementos del guión aunque haciendo algunos cambios importantes (agregan algunos personajes por ejemplo) y mantienen la premisa de filmar todo en un plano-secuencia. Esta última decisión quizás no sea del todo acertada, como recurso el plano-secuencia es de los más efectivos y bellos que se pueden utilizar en la creación cinematográfica, sin embargo requiere de una gran planificación y virtuosismo técnico. La casa del miedo (y también La casa muda) técnicamente son irreprochables; sí es cierto, hay algo de trampa, hay algunos cortes encubiertos en ambas pero el efecto está logrado. El problema es que la utilización de este recurso no es más que una premisa, o una auto-imposición, que sólo sirve a algunos momentos de la historia que se quiere contar, y en los demás momentos falla. Se confunde la parte por el todo, se utiliza un solo recurso dejando de lado otros que también hubieran servido para la narración de la historia de La casa del miedo. La sensación de tensión y clima enrarecido que surge de la filmación de los recorridos de Sarah (Elizabeth Olsen) por esa casa siniestra de su infancia se van diluyendo a medida que se sucede la película y como el plano-secuencia no se detiene, y estamos en el transcurso de tiempo real, a veces no pasa nada, el tedio nos invade y los autores deben recurrir al susto fácil para no aburrirnos del todo. Sostener la tensión más allá de los límites tolerables invita a la llegada del aburrimiento o el desinterés, misma sensación que me produjo el visionado de Hard Candy, esa película con Ellen Page y Patrick Wilson que apelaba a la tensión e incomodidad con tal desenfreno y falta de resolución que daba como resultado absoluta falta de interés en lo que pudiera pasarles a aquellos personajes. Hasta aquí quizás nos excedimos un poco en la explicación de las fallas de la película de Kentis y Lau. Hay algunas mejoras notables con respecto a la versión original, sobre todo en el guion. En La casa del miedo se integra mucho mejor la subtrama de perversión sexual entre los personajes. Por supuesto no es nada original para el género, pero sin dudas está mejor contado que en La casa muda. Además debemos referirnos un poco a la buena actuación de Elizabeth Olsen que está bastante sólida y contrasta un poco con el amateurismo de Florencia Colucci, protagonista de la versión original. Entonces digamos que La casa del miedo repite algunas fallas de la película que re-versiona, y sin embargo agrega cierta solidez a la trama y a las actuaciones. A pesar de esto, tiene también la desventaja de ser una remake y a los que hayan visto La casa muda, les pesará un poco estar viendo casi lo mismo.
NADA QUE DECIR No apoyo las remakes de películas de horror debido a que muy pocas logran aportar o decir algo nuevo, algo que la versión original no había dicho previamente. LA CASA DEL MIEDO (SILENT HOUSE, 2011), revisión norteamericana de un fallido film uruguayo, no es la excepción. Tal vez sea porque ya LA CASA MUDA (2011) no aportaba mucho al género, pero extrañamente, ver la remake fue una experiencia más disfrutable. Aun así, sigue contando con las mismas fallas que terminan convirtiéndola en un producto inferior. Nuevamente, la historia es la de un padre y una hija que van a su casa de campo a arreglarla para poder venderla. Pero durante la noche, la joven debe enfrentarse al miedo, a la maldad y a un oscuro secreto del pasado. Todo esto sigue narrándose en “tiempo real”, en un muy bien trabajado falso plano secuencia (en el que no se distinguen los cortes). En LA CASA MUDA esto aportaba un exquisito y constante clima tensión que pocas películas actualmente logran crear tan fácilmente. Aquí, ese suspenso se construye aun mejor. También hay una dirección más estilística, un mejor aprovechamiento del sonido (y su construcción del fuera de campo), un uso controlado de los sustos a partir del elemento sorpresa y, sobre todo, una talentosa actriz protagonista (la bellísima Elizabeth Olsen, lo único bueno del elenco) capaz de bancarse la hora y media de película, casi en silencio y siempre aterrada. Pero el que haya disfrutado más LA CASA DEL MIEDO que LA CASA MUDA, no significa que la remake sea un producto acertado. Los primeros ¾ de cinta funcionan de maravilla gracias a que no es tan repetitiva o incoherente como la versión uruguaya (las decisiones que toma el personaje están justificadas y los recursos lumínicos se van renovando constantemente), lo que la vuelven más atrapante. Pero al igual que la original, todo el film se desmorona con el abrupto giro dramático final. Aunque está mejor explicado, este sigue dejando algunos cabos sueltos y a muchos espectadores decepcionados. Otra repetida falla es la decisión de filmar toda la película en una frenética cámara en mano documentalista. Al no ser una más del estilo PROYECTO X (2012) o PODER SIN LÍMITES (2012), dicho recurso estético no está justificado, distrae constantemente (al menos hasta que uno se acostumbra) y no permite al espectador abstraerse, dejando en evidencia que detrás de lo que se ve en pantalla hay un equipo de filmación y haciendo poco disfrutable la función. En resumen, LA CASA DEL MIEDO innova poco, su estética no es lo suficientemente oscura o tétrica, y a veces asusta menos que LA CASA MUDA, pero funciona mejor a nivel técnico y de actuación. Aun así, sigo considerándola una remake innecesaria ¿Qué sentido tenía volver a filmar (ahora en inglés) un interesante experimento uruguayo que prometía mucho pero entregó poco? ¿Plata? ¿La escotada remera de Elizabeth Olsen? Para decir algo nuevo seguro que no. Ninguna de las versiones tiene algo que decir.