La Inocencia de la Araña es una comedia negra, ópera prima de Sebastián Caullier, un cineasta que ha participado con un cortometraje en Historias Breves y que ha tenido otras pequeñas incursiones en el mundo cinematográfico. Un film fábula que podría bien haber sido un librito La fábula cuenta la historia de dos pre adolescentes que asisten al colegio en Formosa y, que al comienzo de clases, se enamoran de su nuevo profesor de biología. Sin embargo, éste, por cuestionas obvias de edad, no se enamora de ellas y se enamora de un personaje muy poco profundo, la profesora de gimnasia. Las niñas, que viven un mundo místico paralelo, hacen unos ritualcitos poco atractivos visualmente para conquistar el corazón de su profesor pero como es de esperar, fallan. El film cuenta las peripecias de estas chicas que lo persiguen de acá para allá, lo espían y buscan impedir que la pareja –que más bien es despareja, poco emocionante y muy forzada- fracase. De las 5 materias significantes del cine, según Christian Metz, el film se apoya excesivamente en una, el sonido fónico grabado: las palabras del film. Podés ver la película de espaldas a la pantalla porque todo lo que pasa es relatado por las voces de las dos protagonistas en sus diálogos constantes y explicativos. Las nenas, que no tienen la culpa de cómo fueron dirigidas ni de los diálogos, pareciera que leyeran los textos en vez de vivirlos y lo hacen sin una pizca de espontaneidad. La falla desde el guión es que los textos son totalmente explicativos y anticipatorios. Las nenas evocan verbalmente cuál es el plan a seguir y, lo que le queda a la dirección y a la puesta es ejemplificarlo. No alcanza con buenas intenciones El film se rodó enteramente en Formosa, con actores formoseños, excepto Juan Gil Navarro, el codiciado profesor de biología. Que el cine plante bandera en otras provincias es un logro para la cinematografía argentina y es un comienzo de descentralización de los recursos tanto económicos como humanos y técnicos. Sin embargo, esto no justifica que la selección de guiones para rodar sea tan poco pretenciosa, o bien poco supervisada. Increíblemente la sinopsis resulta tentadora, pero el cuerpo de la historia es monótono. Si hablamos de ritmo narrativo, piensen en un metrónomo: es siempre igual. La intriga del film se agota muy rápidamente y nada de lo que sucede acarrea un riesgo, o bien una emoción o un sentimiento. Hay bellísimas películas con conflictos pequeñitos que resultan mágicas, pero en este caso, esa búsqueda no resultó atractiva. La puesta de cámara y la fotografía se destacan buscando la originalidad y la composición que oscila entre lo bello y lo simpático-risueño, pero narrativamente no son grandes sostenes. Conclusión Quiero creer que comprendo las intenciones del film: generar ternura con una fábula de niñas pero a la vez cierta comicidad por las cosas que se les ocurren a ellas y revelar el pensamiento mítico que sobrevive en ese pueblo. Este contexto pueblerino enriquece lo visual y es curioso para los foráneos. Sí creo que es un acierto de la producción buscar estas “historias mínimas” de nuestra propia geografía, pero narrativa y estructuralmente la película se pierde en un cuento que no logra conmover.
Comedia negra formoseña sobre dos amigas y compañeras de colegio (Lourdes Rodas y Renata Mussano) que hacen lo imposible para que el nuevo maestro de biología (Juan Gil Navarro), del que están obsesivamente enamoradas, se separe de la exuberante profesora de educación física, a la que odian profundamente. Más allá de ciertas situaciones que no fluyen como debieran, el film está contado con bastante rigor desde el punto de vista, la perspectiva y la lógica del universo preadolescente, no exento de elementos oscuros y consecuencias trágicas. Un más que digno exponente de un cine del interior que avanza en cantidad, diversidad y calidad.
Ese oscuro objeto del deseo La ópera prima de Sebastián Caullier comienza como una comedia y de a poco se transforma en una historia llena de suspenso, con toques de terror inclusive. La pretendida inocencia que vende el film al comenzar adquiere tintes de humor negro insospechados. El resultado final es una “comedia” distinta, divertida y bien narrada. La inocencia de la araña (2011) transcurre en una pequeña ciudad de la Provincia de Formosa. Allí llega Manuel (Juan Gil Navarro), un biólogo que decide volver a su ciudad natal para dictar clases a alumnos de un colegio secundario. La llegada del profesor despierta un enamoramiento cuasi enfermizo en dos particulares adolescentes de la clase (Renata Mussano y Lourdes Rodas), y a partir de allí este hombre se transformará en el centro de sus vidas. Por su parte Juan entabla una relación con Ana (Gabriela Pastor), la profesora de Educación Física de las chicas y a quien las dos detestan. Embelesadas y muertas de amor por este hombre las muchachas están dispuestas a todo para atraer a su presa, sin importar quién o qué se interponga en su camino. Juan carga con él una más que peculiar mascota: una araña bastante grande, más parecida a una tarántula, a quien tiene un gran aprecio. Para que sus alumnos se familiaricen con ella, decide dejarla en el colegio para que ellos la cuiden. Este simpático animal adquiere de a poco una notable función dramática. El título del film por lo tanto toma esta presencia para jugar con el sentido de la totalidad. A pesar de querer conquistar al hombre de sus sueños, la seducción nunca aparece como una opción para las muchachas. Su bronca hacia Ana se manifiesta en esta necesidad de querer ser mujeres para seducir a Manuel pero no poder dejar de ser niñas. El objeto de su deseo es por ende inalcanzable y la frustración angustiante. Si bien la sexualidad no es un tema que el director decide desarrollar, esta fuerte tensión consigue darle peso dramático a una historia que podría ser un simple juego de chicos. La historia que propone el film es muy ingeniosa y la atención del espectador nunca decae. Pero son las dos adolescentes que protagonizan el film las que sostienen la particular comicidad de la película. A pesar de su inexperiencia como actrices consiguen los matices necesarios para que el espectador logre entrar en el clima de suspense que propone el director. Caulier realiza una fuerte apuesta en este film al otorgarle los papeles protagónicos a estas dos novatas y jóvenes actrices, pero no sólo sale airoso sino que sabe aprovechar sus debilidades para los fines de su historia.
Uno de los subgéneros más perturbadores es el de los niños siniestros. ¿Quién puede imaginar hechos aberrantes de parte de un chico con cara de “yo no fui”? Desde la olvidada La Mala Semilla hasta La Huérfana, pasando por las versiones de La Profecía y de El Pueblo de los Malditos y ¿Quién Puede Matar a un Niño?, de Narciso Ibáñez Serrador, infinidad de pequeños demonios supieron copar la pantalla grande. La Inocencia de la Araña es el aporte nacional a la causa.
Inquietante y levemente perturbadora, La Inocencia de la Araña contiene logros creativos en la faz argumental, pero también desfasajes dramáticos y actorales que perjudican el conjunto. El guionista y director Sebastián Caulier ofrece aún así una auspiciosa ópera prima, en la que la idea de un temprano y perverso despertar amoroso de dos niñas, expuestas a contradictorios mandatos adultos y a dudosas leyendas mágicas de la zona, se destaca. Una araña, al igual que otro film nacional reciente, La araña vampiro, de Gabriel Medina, se transforma en un singular y metafórico eje que atraviesa la historia. En un colegio formoseño un nuevo y seductor profesor de biología lleva en una jaula de vidrio una tarántula para desarrollar experimentos, un gran amor suyo que hasta lleva un risueño nombre propio: Ofelia. Luego accederá a un vínculo real con una atractiva y superficial colega que ocasionará los celos de dos alumnas con una fértil imaginación y capacidad de trabajo para intentar separar a toda costa a la pareja. Dichas maquinaciones desembocarán en un cadalso, que sorprende y redimensiona la anécdota. Correctamente plasmada y enriquecida por un convincente protagónico de Juan Gil Navarro (un actor que debería ser más convocado por el cine), el film tiene como contrapartida la inexpresiva participación de las niñas (lugareñas y debutantes) que deben llevar a cuestas el mayor peso dramático de la historia.
Nuestro y de nadie más Del amor a la obsesión puede haber un largo y espinoso camino. O puede ser fugaz, invasivo, sin límites. Y peligroso. La inocencia de la araña se desarrolla en la tierra natal de su director, en esta ocasión Formosa. El realizador Sebastián Caulier viaja introspectivamente hacia su infancia, identificándose en Camila y Daniela, dos estudiantes de 12 años que se enamoran perdidamente de Manuel (Juan Gil Navarro), un tímido profesor de Biología, recién llegado de Buenos Aires, que dictará clases en un colegio donde todos miran hacia el costado de la indiferencia. El enigma del imaginario infantil, con su compleja trama y procesos de elaboración a cuestas, se apodera del argumento donde la fantasía y lo platónico cruzan la delgada línea hacia un oscuro universo de celos, envidias, magia y... ¿pero a qué se debe este cambio? A la mujer que conquistó a Manuel, Ana, la profesora de gimnasia, encarnada por la también formoseña Gabriela Pastor. Ella será la “presa” de las chicas y, su musa, Ofelia, la tarántula-mascota de Manuel. Como todo lo que rodea al profesor, el arácnido es objeto de análisis y devoción de las niñas. Ver como lo alimentan (con insectos y hasta un ratón bebé) anticipa la cruel metáfora de su macabra búsqueda: poseer al profesor. Las nenas (Lourdes Rodas y Renata Mussano) no son actrices y, aunque a veces ingresan en un guión muy pausado, cumplen un buen rol protagónico. Eso sí, a veces las “persecuciones” e intromisiones con su profe son más que ficticias. La historia de este filme sale a flote, sin caer en un análisis psicológico de la obsesión de los niños. Capturen esta imagen: la danza de las chicas alrededor del fuego.
Solas contra el mundo Dos amigas (Lourdes Rodas y Renata Mussano), viven en un pueblo pequeño de Formosa y se enamoran del nuevo profesor de biología (Juan Gil Navarro). Estas amigas no solo son muy unidas, sino que también parecen estar aisladas del resto de sus compañeros. Por momentos da la sensación de que tienen su propio mundo, en el que despliegan sus fantasías y celebran sus propios rituales. El codiciado profesor pronto se convierte en el centro de sus vidas, y conquistarlo parece ser su único objetivo. Primero intentan captar su atención convirtiéndose en las mejores alumnas de la clase, para luego terminar espiándolo, persiguiéndolo día y noche, y hasta practicándole magia negra. Para hacer las cosas más complicadas, una mujer llega a la vida del profesor, nada menos que la odiada profesora de gimnasia (Gabriela Pastor). Ahora las niñas tienen dos objetivos, no solo conquistar al profesor, sino también eliminar a quien se ha metido en el medio. El suspenso de la película radica en que no sabemos realmente de qué pueden ser capaces estas chicas; si estamos ante dos niñas inocentes, que no tienen verdadera conciencia de lo que hacen, o si son mucho más peligrosas de lo que parecen. El guión es simple pero efectivo. Sin embargo, algo falla en la narración, una enorme parte de la película se consume en los diálogos entre las amigas, pero parece que todo el tiempo estuvieran relatando lo que les pasa, como si leyeran los textos, o los dijeran de memoria, y así no es posible creerles lo que dicen, ya que no reflejan emociones y no parecen dos personas que están viviendo una obsesión. Tanto Juan Gil Navarro como Gabriela Pastor están correctos en sus personajes. La fotografía y la música logran un clima interesante, que refleja esa quietud de pueblo donde parece que todo es tranquilo, pero al mismo tiempo transmite la sensación de que hay algo escondido que no es tan apacible como parece.
La maldad infantil existe Dos chicas preadolescentes se enamoran de un hombre, con consecuencias trágicas para él, que había viajado de Buenos Aires a su Formosa natal con la ilusión de rehacer su vida. "La inocencia de la araña" es una historia con cierta originalidad. Un maestro de biología, Manuel Colman (Juan Gil Navarro) tiene como mascota a una tarántula que mantiene encerrada en una caja de cristal y lleva a todos lados con él. El primer día que tiene que dictar una clase, en el que fuera su colegio de infancia, lleva con él a Ofelia -así se llama la tarántula-, lo que provoca rechazos, curiosidades y acercamientos entre los alumnos. En la provincia la mayoría de la gente se conoce y de inmediato dos de las alumnas simpatizan con su maestro, pero éste a su vez, se encuentra de casualidad con la maestra de gimnasia, en un boliche al que va una noche para distraerse y conocer gente. LOS CELOS La joven y el maestro muy pronto se enamoran provocando los celos en el dúo de alumnas, que comienzan a preparar una venganza, la que tendrá varios pasos. El primero hacer un ritual de brujería, en el que incluyen fotografías de uno y otro de los enamorados y lo posterior, es asustar a la mujer, introduciendo la famosa Ofelia, la tarántula, en un lugar impensado. Lo que vendrá después es un desenlace fatal, que no sólo dejará marcado al maestro, que llegó a ese lugar con la ilusión de radicarse en la que fuera la casa de sus padres y comenzar un ciclo como docente. Sebastián Caulier, el director del filme, utilizó buenos recursos narrativos para acentuar la tensión y el suspenso que encierra esta trama en la que la ingenua y siniestra perversión puesta en práctica por las alumnas, termina diezmando las ilusiones de dos adultos jóvenes. "La inocencia de la araña" tiene el acierto de estar contada de manera simple y directa y es un relato certero, en el que se destaca una admirable actuación de Juan Gil Navarro (Manuel Colman), junto a las pequeñas Lourdes Rodas y Renata Mussano.
Relato inquietante en tierra de “payés” La araña, una tremenda tarántula, es inocente. Tampoco percibe diferencias entre lo moralmente bueno y lo malo. La nena más chica todavía es bastante inocente. Pero con el tiempo quizá desarrolle alguna rapidez para la malicia. Su amiguita, levemente más alta, es bastante rápida, maliciosa, y mala. Ambas, con el resentimiento propio de las más chiquitas de la clase, se juntan a chusmear sobre las más grandes. Y la más grande es la profesora de gimnasia, bien desarrollada, rápida, maliciosa, mala y dominadora. Y de mala fama. El profesor de biología, un tremendo buenote, encima lindo, es inocente. Tales son los personajes, tales sus posibilidades. La araña en su casa de vidrio sin tapa, el profe en una casa vieja sin tomar precauciones, la acción en una localidad formoseña vecina al monte, tierra de payés, donde se juntan las alimañas, las tormentas, y los corazoncitos de extraños razonamientos. ¿Qué nena no se enamoró sanamente de algún profesor joven, y no hizo cosas insanas para que ninguna otra mujer se le arrime? Relato inquietante, protagonizado por dos criaturas. Medio perversas, eso sí. Y lo que podría jugar en contra de la realización, la actuación tipo lectura recitada de las nenas, nos desarma con la doble ingenuidad de los personajes y sus intérpretes. También hay dobles comentarios, de las chicas que idealizan al hombre, y de la música que nos advierte o nos divierte, según convenga a los sucesos en trámite. Que la película pudo ser mejor, es cierto. Pero apunta bien, sigue a los pequeños clásicos de la extrañeza, y cae simpática. Sobre todo cuando se advierte que tiene un único actor de experiencia, Juan Gil Navarro, y que todo el equipo y el propio director son debutantes. El susodicho director, también guionista, se llama Sebastián Caulier. Un nombre a tener en cuenta.
Malas Semillas Siempre serán bienvenidas las propuestas nacionales de género provengan de donde provengan pero paralelamente a esta afirmación llega otra que va de la mano y que tiene que ver estrictamente con el terreno de la crítica y del análisis del producto final. Una cosa son las intenciones loables y otra muy distinta los logros detrás de esas intenciones. La inocencia de la araña es una película fallida por varias razones que no pueden dejarse de lado. En primer lugar la historia no aporta absolutamente nada nuevo ni original a la trillada película de chicas adolescentes obsesionadas por el profesor de turno, quienes en un increscendo de travesuras que terminan en actos peligrosos y presas de un pensamiento mágico propio de la edad –ambas tienen doce- buscan poseer a Manuel (Juan Gil Navarro), llegado desde Buenos Aires para hacerse cargo de la clase de biología y ávido conocedor de las tarántulas y más precisamente de su mascota Ofelia, que lo mira desde la pecera quizá tan obsesionada como sus alumnas Camila y Daniela (Lourdes Rodas y Renata Mussano), una manipuladora sobre la otra. Ellas hacen todo juntas, son las mejores en la clase de biología y dentro del grupo despotrican contra las chetas y mucho más aún contra la profesora de gimnasia, Ana Ovejero (Gabriela Pastor), quien rápidamente seduce al profesor y se convierte en enemiga pública número uno de las niñas. El gran defecto de esta película dirigida por el formoseño Sebastián Caulier radica en el casting al volcar toda la responsabilidad del relato en dos niñas que no son actrices y que carecen de naturalidad a la hora de hablar o decir el texto de un guión que lejos de apelar al coloquialismo redunda en frases altisonantes, algunas es cierto provenientes del mundo adulto que las protagonistas repiten en este juego de parecer algo que no son. El registro elegido, mezcla de tono picaresco con ciertos atisbos de comedia negra, tampoco ayuda dado que la acción se reduce al ámbito escolar y demora bastante en explotar hacia la tensión que la situación reclama. No es coherente desde el punto de vista narrativo el camino de transformación de lo que comienza siendo un juego de niñas (hacen dibujos con corazones, sacan fotos y hasta recurren a la magia negra para hechizar al maestro) a lo que termina desencadenando que por razones obvias no revelaremos pero no hace falta pensar mucho para adivinar el derrotero del film. Lo mágico y lo platónico se entrecruzan en esta historia pero de manera muy esquemática y paradójicamente infantil cuando en realidad lo infantil debería haber sido el mundo interior sin psicologismos y no el tratamiento cinematográfico.
Desde Formosa y con el sabor de esa tierra, nos llega la ópera prima de Sebastian Caulier, drama centrado en la relación de dos alumnas enamoradas de un apuesto profesor que desde Buenos Aires llega a su escuela. Algunos colegas hablan de "La inocencia de la araña", como una comedia negra. Me resisto a verla así, ya que creo que la línea de trabajo presenta una historia de suspenso, con apuntes serios sobre las motivaciones que las protagonistas tienen y más que sonrisas, en cierta manera, hay cierta tensión en el relato y algunos apuntes oscuros sobre las fantasías infantiles a los que hay que prestarle atención. Manuel (Juan Gil Navarro), es un docente de biología nuevo en el colegio de dos amigas que son de las más aplicadas de su grupo (y no casualmente, están siempre aisladas del resto (Lourdes Rodas y Renata Mussano). Las chicas están fascinadas con lo apuesto de su profe y fantasean mucho con él. Arman altares, hacen muñequitos, dibujos, etc... Se enamoran, perdidamente de Manuel pero a poco de iniciado el período escolar, se toparán con un problema serio. La profesora de Educación Física, Ana (Gabriela Pastor), rápidamente desarrolla un interés romántico con su objeto de deseo y eso les hará ruido a las chicas. Es más, la veran como un obstáculo en su fantaseada relación con su amor, por lo cual comenzarán una silenciosa guerra contra ella, de consecuencias difíciles de imaginar... El planteo de la historia es bastante sencillo: las chicas tienen un desorden emocional y van probando diferentes técnicas de acercamiento con Manuel, en principio, pero cuando la relación de él con Ana progresa, las cosas se ponen más complejas y las estrategias para despejar el camino comienzan a ponerse serias. Decíamos que la idea es interesante, la estructura del relato es bastante lineal y previsible, pero su mayor falencia es la falta de intensidad en los roles de las protagonistas femeninas. Más allá de esfuerzo de Rodas y Mussano, sus roles no terminan nunca por generar la intensidad dramática necesaria para dar fuerza y cuerpo a la historia. Se las escucha vacías, en varios pasajes, como leyendo sus líneas y no logran captar el interés de la audiencia. Gil Navarro apela a todo su oficio para sacar adelante su papel y cumple como profesor desconcertado que se enamora y no logra entender que sucede a su alrededor. En favor de "La inocencia de la araña" (título que hace referencia a un arácnido que el profe tiene como mascota), hay que decir que describe bien el ritmo cansino de la vida provinciana y su progresión lógica se logra ver clara. Si, le falta fuerza y consistencia al relato, siendo que podría haber sido un thriller oscurísimo de épicas proporciones con otro elenco (o más locura en las acosadoras). El balance es desparejo y nos deja pensando que un cast diferente y alguna vuelta de tuerca en el guión habrían generado un producto más redondo.
Fallida en su simplicidad Formosa. Colegio. Adolescentes. Dos amigas de doce años que no pertenecen al núcleo dominante del curso y que detestan a la profesora de gimnasia. Llega un nuevo profesor de biología, "fachero", que tiene una tarántula como mascota. Las dos adolescentes se enamoran del profesor, con todo el amor-fijación-devoción-obsesión que se puede tener a esa edad. El profesor de biología y la profesora de gimnasia comienzan un romance y las dos adolescentes comienzan a atentar contra el romance. La inocencia de la araña es una película simple. Y fallida en su simplicidad, transparente en sus defectos, que están encadenados. Tiene muchas situaciones estiradas, conversaciones que podrían haberse resuelto con mayor velocidad, con diálogos más concentrados. El estiramiento acarrea otro problema: a mayor cantidad de líneas de diálogo, las actrices adolescentes parecen recitar con cada vez menor fluidez sus diálogos. A ese empantanamiento narrativo, que exacerba los desajustes actorales, contribuye además la excesiva frontalidad de los planos.Las situaciones de pausa y de estiramiento y también la falta de un criterio más certero en las elipsis probablemente estén motivadas por el mayor defecto de la película, el defecto estructural: La inocencia de la araña sufre de escasez de situaciones y de personajes. Para sentirse cómoda en el formato de largometraje, la película necesitaba más personajes secundarios y más núcleos narrativos. Con mayores elementos, quizá, los saltos de tono de comedia romántica a comedia negra habrían quedado menos atropellados, y quizás hasta se habrían logrado atenuar los patinazos argumentales y de puesta en escena de los últimos minutos. Como si fuera una película cuyo rodaje respetó la cronología del relato y hubo que terminarla con poco tiempo, La inocencia de la araña se va desgastando a medida que pasan los minutos: las mejores ideas, los mejores diálogos, la mayor fluidez, la puesta en escena más meditada están en el primer tercio. Sí, hay méritos en esa película, algunos de hecho inusuales para el cine argentino. En primer lugar, la película de Sebastián Caulier no se preocupa por el "color local" o el pintoresquismo: lo que se muestra de Formosa tiene que ver con las acciones de los personajes, no con la secretaría de turismo del lugar o con la necesidad de "vender pobreza" a festivales. Hay también unos cuantos buenos momentos entre el profesor de biología y la profesora de gimnasia: Juan Gil Navarro y Gabriela Pastor son creíbles cuando permanecen en la comedia liviana, en los diálogos en los que se torean con algo de ironía. Cuando tienen que lidiar con situaciones de peligro o simples molestias -que son adelantadas en exceso por la música- lamentablemente se apagan y, como esta ópera prima, pierden vivacidad e interés.
Dos nenas y su primer gran amor El nuevo profesor de Ciencias Naturales, intepretado por Juan Gil Navarro, irrumpe en una escuela y dos chicas de 12 años se enamoran perdidamente de él. Entre la inocencia, el humor negro y la latente posibilidad de la muerte. Pocas veces el cine argentino reflejó con inteligencia y sabiduría los años de la pre adolescencia como ocurre en La inocencia de la araña, personificada por dos nenas de 12 años (Rosas, Musano) que se enamoran del nuevo profesor de Ciencias Naturales (Gil Navarro). La geografía es la de la provincia de Formosa y el ambiente es el colegio, la calle, algún bar aledaño y la casa del docente. Un personaje fluctuará entre los tres principales: la atractiva profesora de educación física (Pastor), motivo de odio extremo para las niñas. A la manera de Juegos prohibidos, clásico del cine francés de los '50, pero con una problemática diferente, el punto de vista y el sujeto narrador de La inocencia de la araña es el lugar que ocupan las niñas, sus miradas, sus reflexiones, sus alegrías y fastidios frente al entorno, el descubrimiento del docente al que aman y la furia que les provoca la relación que este establece con la profesora de gimnasia. Pero el tono elegido por el cineasta Sebastián Caullier en su ópera prima (su único antecedente era un corto de Historias breves 5), oscila entre la inocencia de las situaciones y la construcción de un mundo de juegos, rituales y dibujos que proponen las niñas para observar, acaso rozar cuando esté dormido, a ese oscuro y novedoso objeto de deseo. Acercándose al cine de Lucrecia Martel pero sin optar por el erotismo visual como imperiosa necesidad, pero también escarbando en los miedos y las decisiones del Polín de Crónica de un niño solo del gran Favio, aun cuando la crueldad pasa por otro lado, la película de Caullier, por si fuera poco, le escapa a la explicación pedagógica y a la certeza psicoanalítica. Son dos nenas –estupendos trabajos de ambas no-actrices- que decidirán el futuro de la particular relación. Y, como se sabe, entre la inocencia y el humor negro hay un solo paso. Y entre los jueguitos preadolescentes y la posibilidad de muerte no median tantos obstáculos. Bienvenida sorpresa del cine argentino de fin de año.
La mirada de dos niñas que repiten las supersticiones del mundo adulto donde se mueven, que se transforman en nada inocentes ejecutoras de una venganza para alejar del profesor del que están enamoradas, a la adulta que consideran su rival. Buen punto de partida, pequeñas actrices que cumplen, aunque no convencen.
Opera prima argentina que se estrena este proximo jueves en Buenos Aires. Aunque el deseo de su director habría sido escapar al “costumbrismo”, es imposible negar su propia impronta de formoseño dentro del film. Ya que esta historia sumamente particular, donde dos niñas de doce años, se enamoran de su profesor de biología -quien acaba de llegar de Buenos Aires- tiene mucho de las creencias de provincias. A medida que transcurren las clases, este amor imposible que ambas comparten y profesan va derivando en un relato tan natural como macabro. El enamoramiento de su profesor desencadena algo que comienza como un juego y finaliza en tragedia. Puede que la infancia sea un mundo extraño y complejo, donde generalmente se refrendan los modelos sociales, pero más que nada es un mundo donde la crueldad parece no tener límites. Sin adherir a ningún género en particular este film va generando un denso clima, por momentos incómodo, donde esta naturalidad de los niños de recurrir a rituales inofensivos irá tomando cada vez mayor impulso y compulsión. Creo que su director es quien mejor lo ha definido “En este cuento lo único real es lo idealizado, no hay mucha diferencia entre lo que se imagina y lo que se ve, entre el impulso y el acto, y el solo hecho de querer algo con muchas ganas es motivo suficiente para ir y agarrarlo. Las consecuencias no existen y, si existen, no importan.” Sebastián Caullier ha querido sacar a luz sus propios recuerdos y fantasías de niño, y las construcciones imaginarias que se reproducen en el interior de las familias, desembarazándose de las consecuencias morales. Llámese de los actos que se imponen dentro de la historia, que de hecho están muy lejos de conformar una fábula.
Enamoradas del riesgo El amor no sabe de religiones, de razas, de clases sociales y mucho menos de edades. Esto último habrán pensado dos adolescentes de Formosa, que conocieron a un profesor de Biología y quedaron perdidamente enamoradas. Manuel Colman, de él se trata, llega a su ciudad natal para ofrecer clases en un instituto secundario y todo va de maravillas. Más aún cuando conoce a Ana, una docente de Educación Física con quien entabla una relación amorosa. Pero lo que parece muy armónico siempre da con una tecla falsa. Es que Manuel tiene una particular atracción por una araña, a la que trata como si fuese un perrito faldero o un gatito mimoso. Y esa araña comenzará a tomar un especial protagonismo en toda la historia. Tanto es así que lo que en un principio pinta como una comedia, comienza a virar para una especie de trama de suspenso e, incluso, hasta tiene escenas en que muchos espectadores asociarán con el cine de terror. El director Sebastián Caullier, en su ópera prima, supo darle a este filme la suficiente dinámica narrativa para que la historia golpee en el momento justo y logre su objetivo. Con un buen tratamiento de la imagen, “La inocencia de la araña” se sostiene además por el oficio actoral de Juan Gil Navarro, el profesor en cuestión, quien mantiene el equilibrio interpretativo lo suficiente como para que no se note tanto la poca calidad expresiva de las niñas Renata Mussano y Lourdes Rodas. Queda la reflexión abierta sobre los límites del amor adolescente, y lo delgada que es la frontera entre la inocencia de un juego y un pacto macabro. “El profesor va a ser nuestro/sólo de nosotros/ y de nadie más” cantaban las chicas como si estuviesen jugando a la rayuela. Pero hay juegos que son peligrosos.
Básicamente "La inocencia de la araña" se plantea como una historia de obsesiones, de pérdida de límites, de reacciones enfermizas y desde el lugar que lo plantea, es realmente un lugar interesante y nuevo para el cine argentino, una zona poco visitada. Una apuesta fuerte. Sebastián Caulier en su debut cinematográfico, sitúa a la historia en un colegio secundario que seguramente tiene algunas reminiscencias y recuerdos de su propia infancia y adolescencia. El escenario fundamental es un colegio secundario formoseño en donde dos de las alumnas, Camila y Daniela, se enamoran de su nuevo profesor de biología. El profesor es Manuel (Juan Gil Navarro), quien vuelve a su ciudad natal desde una Buenos Aires en la cual no pudo ubicarse y por más que claramente detenta un perfil bajo, ese aire del "extranjero" que vuelve al pueblo lo hace doblemente intrigante y atractivo tanto para sus dos alumnas (el resto de la clase parece bastante apática con su presencia o con la de cualquier otro profesor) como para la gente del pueblo. Y en ese espacio de enamoramiento adolescente donde pueden mezclarse muchísimos elementos, Camila y Daniela, atraviesan todos los límites. Un espacio que contiene elementos de fantasía y de realidad, en un campo más imaginario que posible, internándose casi al borde del delirio, de lo platónico, de los amores imposibles, sin darse cuenta, las dos adolescentes comienzan a elaborar un espiral de celos, envidia y venganza que tiene en el centro de la escena a Manuel. Pero lo que se plantea desde un inicio con lineas argumentales interesantes, no puede sostenerse tanto por la debilidad de un guión que se estructura como demasiado básico y previsible, con una historia elaborada sólo desde la superficie y sin demasiado contenido, pero sobre todo por las actuaciones, que se conforman como el peor enemigo de la película. Exceptuando a Juan Gil Navarro, gran actor todo terreno que ya ha demostrado con creces que puede sostener distintos papeles y en distintas cuerdas, el resto de los actores suenan completamente disonantes a lo que quieren plantear las escenas y solamente él parece ser el único que está al servicio de la credibilidad de la historia. Ana (Gabriela Pastor) es la profesora de Gimnasia con la que este profesor de biología intenta recomponer su vida amorosa en esta nueva ciudad. Ella será el objeto de los "disparos", de los "dardos" de estas dos adolescentes perdidamente enamoradas, que intentarán por todos los medios alejarla de su objeto de deseo sin medir ningún tipo de riesgos. Siendo un rol fundamental para la historia que se pretende contar, Gabriela Pastor no logra darle credibilidad, exceptuando algunos pocos momentos en donde parece sentirse cómoda en los diálogos y las situaciones. En un marco de actuaciones que asemejan más un acto escolar que una construcción cinematográfica (hay dos escenas donde habla una profesora de castellano que lidian con la vergüenza ajena), el guión y la historia de Caullier pierden lamentablemente intensidad y logrando por momentos el efecto completamente contrario al deseado -en la función a la que asistí el público reía a carcajadas en momentos en donde la historia supuestamente planteaba un conflicto de tintes dramáticos-. Las dos adolescentes que tienen que llevar casi por completo el peso dramático de la historia, tendrán además que lidiar con un guión que las expone a situaciones poco convincentes (las intromisiones en la casa del profesor son completamente increíbles, por ejemplo). Pero tanto Lourdes Rodas como Renata Mussano, no logran tener la frescura que suelen reflejar en pantalla los actores infantiles. Sus lineas parecen no fluir claramente, como si el texto hubiese sido extremadamente memorizado y por lo tanto, pierden naturalidad e incluso tiene serios problemas en un esquema de pregunta-respuesta normal, donde aparecen silencios y pausas donde no debieran existir. Si bien Caullier apunta a darle toques negros a la historia que hacen que el ritmo no decaiga por completo, lo apuntado anteriormente respecto de las actuaciones hace que en todo momento el film no logre tomar cuerpo y construirse en un producto cinematográfico sólido, quedando más identificado con una experiencia amateur o como trabajo práctico de alguna escuela de cine. Y como trabajo práctico, quedaría casi desaprobado.
La trampa de la ingenuidad Prometedor debut de un director surgido de la mejor cantera que tiene el cine argentino hasta la fecha, el colectivo de Historias breves que periódicamente financia en Instituto Nacional de Cine (Incaa), espacio donde varios de los mejores cineastas jóvenes hacen sus primeros palotes. En esta ocasión, se trata de Sebastián Caulier, quien participó como director en la selección nacional de cortometrajes de 2009, y que luego llevó su cámara hasta su Formosa natal para hilvanar una muy interesante fábula. En esa ciudad del noreste del país viven dos amigas del colegio primario, que llevarán la voz cantante de la película. Ellas tienen una visión tan inocente de las cosas que muchas veces esa mirada desnudará las contradicciones del mundo, la mayoría de las veces, para provocar una sonrisa en el espectador. Ellas tienen una mirada tan literal de las cosas que, cuando el profesor de biología (Juan Gil Navarro) se enamore de la profesora de gimnasia odiarán a esa mujer que se robó al hombre por el que suspiraban, hasta el punto de tramar algunas acciones para sacarla del medio. Acciones sobre las que es difícil tener medida a cierta edad de la vida. Película inteligente, serena, sencilla, mechada con generoso buen humor, que se ganó estar entre las obras competidoras de la sección de cine argentino del último Festival de Cine de Mar del Plata. La inocencia de la araña es un título con aire a metáfora, que es una justa representación del planteo argumental de los autores. La araña en cuestión es una mansa pero sobrecogedora tarántula que el profesor lleva consigo de una provincia a la otra, para enseñarles a los niños sobre los arácnidos, y sobre la falsedad de las apariencias. La inocencia es la de esas dos niñas que, tejiendo una maraña de inofensivas maldades, chocan con la realidad que se esconde tras la fachada del mundo. Muy bien las actuaciones. Las de las colegialas, presuntamente actrices no profesionales, de gran naturalidad, mérito también de unos diálogos muy simples y chispeantes a la vez. La de Juan Gil Navarro y compañía, muy logradas.