Cada película de Matteo Zoppis y Alessio Rigo de Righi representa una bestia diferente. Paradójicamente, el equipo técnico de Re Granchio (2021) es similar al de Il solengo (2016) y al de Belva Nera (2013), las obras anteriores de este dúo creativo. Las tres coproducciones también comparten otras circunstancias. Se ambientan en Viterbo, Italia. Inician con cazadores hablando sobre relatos de otras épocas, unas más remotas que otras. Y así como los dimes y diretes abordaban en esa ocasión la cuestionada existencia de una pantera en Belva Nera o del “jabalí solitario” Mario de Marcella en Il solengo; acá estos lugareños nos dan una primera impresión de Luciano, el protagonista “borracho y loco”. Eso sí, de inmediato lo conocemos nosotros de vista. Luciano también está enamorado y el papá de su amada les hace la guerra. Hablemos ahora de algunas diferencias con las obras previas. Las tres películas son coproducciones ítalo-argentinas y por primera vez Zoppis y Rigo ambientan parte de la historia en este país latinoamericano. Además Vittorio Giampietro compuso las bandas sonoras de las tres. Sin embargo su repertorio de instrumentos y melodías cambia para esta ocasión. Las notas en espiral del saxofón de Il Solengo son más dilatadas acá y las acompañan tambores y flautas. Acá hay también escenas de cantos tradicionales mientras allá era música compuesta sin voces ni coros. Allá ficción y documental se entremezclaron. El registro documental consistía en las narraciones de los lugareños. Y claro, toda narración busca veracidad cuando a fin de cuentas el discurso siempre delata al sujeto que habla. Por esto acá los relatos son interpretados por actores y algunos cazadores actúan en las historias. La obra está dividida en dos capítulos y es visible una técnica interpretativa en ellos. Luciano está interpretado por un artista performativo, Gabriele Silli, quien aparenta ser dos personajes diferentes. Así este juego de disfraces le ofrece a los realizadores la oportunidad de afianzar sus ficciones camuflando lo documental. A partir de una leyenda que conocieron grabando sus dos películas anteriores, estos cantos y engaños de paisanos adquieren voz propia y ya no desde la sorpresa como con la vida de Mario. Acá hasta la gama de colores en la propuesta visual de Simone D’Arcangelo es más amplia. Junto a las estepas, los árboles y las cuevas que aparecían allá; se suman ríos, mares, peñascos y caminos pedregosos. Acá la calidez del hogar es menor y la soledad se hace más palpable. Y los varios rojos de esta obra multiplican los sentidos simbólicos. Roja es la muerte, la violación, la promesa de un tesoro en la forma de un cangrejo. Rojizos también son el agotamiento, la tristeza en las venas oculares de Silli, y las paredes del bar donde Luciano se desahoga con vino y canciones. Y finalmente en esta obra premiada hay más parodia. Las citas a los géneros del western ironizan a Boccaccio, Pasolini y Herzog con planos llenos de posibles lecturas y relecturas como el cuidado a no caer en preciosismos. Aunque esos autores emergen como influencias comprobables, Zoppis y Rigo abordan puntillosos la ambigüedad de narrar desde la vida tan particular de seres sumamente foráneos a lo citadino. Por ese reflejo invertido, como el del rostro de Luciano en el lago al inicio de la obra, la filmografía del dúo ahonda en los vericuetos de narrar y describir. Y si es cierto que esta es una obra similar a un cangrejo que no va para adelante ni para atrás sino un poco para todos lados, como indica Diego Lerer [enlace]; lo será desde la metáfora y la técnica. Con una constancia similar a los movimientos laterales de cámara utilizados en medio del verdor, el dúo acompaña a estos personajes errantes, observados u observadores. Y lo hacen enfrentándolos a las contradicciones instintivas y narrativas de sus errancias.
La reciente ficción de los italianos Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis, la cual tuvo su paso en la edición pasada del Festival Internacional de Cine de Mar Del Plata, une dos continentes a través de una interesante historia de fin de siglo XIX.
e Granchio» se presenta en la sección Competencia Internacional del festival tras su paso por la quincena de realizadores de Cannes, donde ha cosechado muy buenas críticas. Rigo de Rihi y Zoppis en la dirección y guión presentan aquí la historia sobre un particular hombre y su devenir. Un grupo de cazadores y copas de vino de por medio son el puntapié inicial para que la leyenda de Luciano comience a desarrollarse en la pantalla grande. Italia, fines de siglo XIX: A Luciano lo señalan como un loco y un borracho. Deambula con su mal aspecto,sucio y desalineado y si no fuera el hijo del médico del pueblo no se sabe ya que le hubieran hecho. Luciano se enamora, pero ese amor prohibido desencadena una tragedia en manos del protagonista, por lo que se obligado con ayuda de su padre a trasladarse a Tierra del Fuego, donde decide buscar un tesoro. «Re Granchio» se estructura en dos partes, separadas desde lo narrativo por títulos que hacen alusión a ello. La primera parte presenta al protagonista del film y su entorno. Allí, la poesía, los mitos, y el drama del amor prohibido toman protagonismo para dar paso, en la segunda parte, a un western que transcurre en Tierra del Fuego, donde Luciano se adentra en un viaje junto a mercenarios para encontrar un lugar mítico que podría devolverle la ilusión que perdió. Rigo de Righi y Zoppis enmarcan estos dos contextos y sus tramas de forma impecable, y si bien algunas escenas y pasajes se vuelven repetitivos y monótonos, es valioso desde el guión hacia donde gira la historia en su segunda parte. La locación cambia así como la vida del protagonista, hay una transformación, un cambio de dinámicas que enriquece el filme. La fotografía, la edición de sonido y la música hacen de «Re Granchio» una película muy disfrutable en la pantalla grande. Opinión: Muy buena.
“Re Granchio” de Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis. Critica. ¿El primer western del fin del mundo? Francisco Mendes Moas Formando parte de una competencia internacional muy variada y de alto nivel tenemos a “Re Granchio”. Se trata de la tercera película que hacen Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis en colaboración. En este caso es la primera ficción que realizan. A lo largo de su filmografía, utilizan como nexo a un grupo de cazadores que se junta a comer y contar historias. Como esta contaba con pocos datos verificables, eligieron ficcionalizar en lugar de hacer sus clásicos documentales. Los viejos cazadores recuerdan la historia de Luciano. El borracho del pueblo al cual su rebeldía contra el príncipe lo lleva a realizar actos que derivan en una muerte. Se escapa a Argentina, más precisamente a Tierra del Fuego. Allí, junto a unos piratas, buscará un tesoro escondido. Esto le permitiría volver a sus tierras ya como una persona de bien y no como un paria. La película se divide en dos partes. Un inicio en Italia, donde transcurren los hechos que lo llevaran al exilio. Y la otra, ya en Tierra del Fuego, durante la búsqueda del tesoro. Lo que se mantiene en ambas son los imponentes paisajes, bellamente capitalizados por la cámara. Junto con unos vestuarios de época que nos transportan inmediatamente al siglo XIX. Sabiendo mantener aquella suciedad que pareciera clasificar a los campesinos o a cualquiera que no perteneciera a la clase alta de la época. El detalle de las uñas largas y llenas de tierra, las barbas desprolijas, hacen a los personajes tanto como la ropa que llevan puesta. Con un ritmo pausado se desarrolla la trama, que al llegar a las tierras más australes del mundo, se convierte en un western patagonico que no tiene nada que envidiarle a películas como “First Cow”. Esta “fábula febril”, como fue denominada en su presentación, invita a sumergirnos en su mundo. “Re Granchio” de Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis, se toma su tiempo para acomodarnos en tiempo y lugar. Además de utilizar a un paria como protagonista y lograr transmitir las motivaciones que mueven a este personaje, a priori, tan detestable.
De la charla de un grupo de viejos cazadores en la Italia de fines del siglo XIX surge la historia de Luciano, joven barbudo y generalmente ebrio empeñado en abrir una puerta que la autoridad decide mantener cerrada. “Quiero vivir como me parezca” se defiende, durante la primera parte de un film en el que confluyen la calidez del sol, la frescura del agua, los impulsos instintivos, las canciones autóctonas, la cría de animales, lo salvaje y lo bucólico, trayendo a la memoria algo del cine de los hermanos Taviani (El sol sale también de noche) y Ermanno Olmi (La leyenda del santo bebedor). En determinado momento, comienza un segundo relato en Tierra del Fuego, el culo del mundo (así aparece en un texto sobreimpreso), con Luciano como sacerdote salesiano, lidiando con otros exploradores y buscadores de oro en busca del mismo botín. Esta parte, hablada en castellano, en la que los imponentes paisajes patagónicos –magníficamente aprovechados por el director de fotografía Simone D’Arcangelo– son atravesados por enfrentamientos y disparos a la luz del día, tiene un efecto menos arrebatador, aunque hay sinceridad y encanto suficientes a lo largo de todo el film.
Un grupo de viejos cazadores se reúne para comer, beber, cantar, charlar y compartir viejas leyendas de la región. Una de ellas es la de Luciano, hijo del doctor de un pueblo de la región de Tuscia (Viterbo) entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Para algunos, “un santo”; para otros, “un noble”; para el resto, “un loco”; para todos, un borrachín empedernido. Tras ese arranque documental, la más pura ficción. Historia de amor y aventuras (o desventuras), Re Granchio reconstruye la historia de un antihéroe, un tipo desaliñado, sucio, de tupida barba y siempre con una botella al alcance, pero también un rebelde frente a los poderosos, un impostor, un hombre desinteresado en el dinero y un enamorado. Esta primera parte “dialoga” con la filmografía de Alice Rohrwacher (Lazzaro felice) con sus mitos, tradiciones y su homenaje a exponentes del cine italiano como Pier Paolo Pasolini, Ermanno Olmi o los hermanos Paolo y Vittorio Taviani. Una tragedia en medio de una celebración santoral con Luciano como responsable hace que sea enviado al fin del mundo -o, como se titula la segunda parte, "In culo al mundo"- y entonces veremos al protagonista, ahora con el nombre de Antonio Maria de la Vera, sacerdote de la orden salesiana, entre marineros, mercenarios y buscadores de oro en la isla de Tierra del Fuego. Esta segunda mitad es una auténtica búsqueda del tesoro (supuestamente robado de un barco de la corona española) y aquí podemos encontrar ecos de La película del rey, de Carlos Sorín; Jauja, de Lisandro Alonso; y tiroteos dignos del mejor western clásico. Aunque por momentos luce un poco derivativa o con demasiados tiempos muertos, el resultado de Re Granchio (rey cangrejo) es -a tono con su protagonista- embriagador. Hay en el tratamiento visual y sonoro (son notables el trabajo del fotógrafo Simone D’Arcangelo y los aportes musicales de Vittorio Giampietro), en el uso de muchos actores no profesionales (como el omnipresente Gabriele Silli), en la recuperación de historias de la tradición oral, en la exaltación de épicas olvidadas y en la reivindicación de estos perdedores múltiples materiales de los que se nutren las películas más nobles y fascinantes. El cine como una odisea, un viaje en el tiempo, una aventura, una revelación.
Texto publicado en edición impresa.
«La leyenda del Rey Cangrejo» postula la odisea como eco de lo humano, que una leyenda no es más que las sombras del pasado engrandecidas para entretenimiento de los presentes. La trama la enmarca una reunión de amigos ya entrados en años que discuten sobre una comida y unos buenos tragos la historia pasada a través de generaciones del hombre que se atrevió a rebelarse contra la realeza italiana. La realidad de Luciano, allá por fines del siglo XIX, es en espíritu similar a la persona que las palabras y los años convirtieron en mito popular. Sí, su personalidad se destaca por su rebelión con tintes un tanto más violentos que lo que sus pares querrían; pero hay un tanto más de pasiones, tragos y kilómetros entre lo que fue y dicen de él. Tampoco es un juego de contrastes lo que plantean los directores Matteo Zoppis y Alessio Rigo de Righi, sino más bien un estudio exhaustivo sobre lo que lleva al espíritu de un hombre a realizar hechos que vale la pena relatar durante siglos. En su esencia, la historia puede trasladarse a un adolescente moderno, un artista contemporáneo, un inmigrante o cualquiera sea el espejo en el que se la elija ver. Aunque claro el escenario elegido para realizarlo es la Europa que chocó imperialismo con vanguardia, con los suficientes galeones encallados, oro y cangrejos para que valga la pena acompañar su travesía. Toda cinta de época exige un trabajo de producción y arte monumental, que en este caso trascienden lo efectivo para entregar un retrato tan artístico como verídico. El trabajo de fotografía logra un resultado similar, con un relativo minimalismo seguramente producto de las colaboraciones anteriores del dúo de dirección en un par de documentales. Ciertamente es en lo técnico una de las mejores posibilidades con las que uno puede encontrarse al ver el primer esfuerzo de ficción de cineastas que vienen del documental, con todas las fortalezas que puede trasladar como consecuencia y prácticamente ninguno de los posibles vicios. Aunque sin dudas lo que más puede sorprender es el total control que los directores, doblando como guionistas, tienen sobre la narrativa del film. «La leyenda del Rey Cangrejo» no es una película usual, y logra una potencia que escapa a producciones que están muy lejos de las posibilidades de las industrias de cine argentino o incluso italiano. Pero sin dudas es también consecuencia de una historia y espíritu en común que une no solo a ambos pueblos sino a la cultura que tienen con el cine, teatro, literatura y arte en general. Es un drama tan romántico como tenso que se ensucia lo necesario para encontrar la belleza adecuada. De Italia a Tierra del Fuego, es una historia de piratas, curas, borrachos, príncipes y cangrejos con todos los ingredientes imaginables y no tanto como para que no le quede grande llevar la palabra Leyenda en su título.
La Leyenda del Rey Cangrejo no es solo fascinante por su puesta en escena, también es potente en el sustrato que se esconde detrás de las historias, que nos hablan de las segundas oportunidades y, finalmente, también de amor, a través de un interesante y exigente ejercicio de estilo que reivindica la transmisión de esas leyendas populares.
Nuevamente la dupla conformada por Allessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis se aventuran en la oralidad como fundante de mitos y tradiciones para desarrollar un atrapante y pictórico relato en el que un detestable personaje deberá transformarse para recuperar su propia identidad. A la bella fotografía se le suma la pericia de los directores, quienes logran hacer actuar a intérpretes no tradicionales con actores profesionales con un óptimo resultado.
Con posible influencia del neorrealismo italiano, una historia que revaloriza los espacios naturales y resalta la avaricia del hombre por el poder. Conocida en su idioma original como Re Granchio (The Tale of King Crab), nuestro protagonista Luciano (Gabriele Silli) se encuentra rodeado de personas que no lo comprenden, un amor que parece no corresponderle (interpretada por Maria Alexandra Lungu) y un tesoro oculto en un lugar inexplorable, cuasi inaccesible. Sin embargo, no piensa darse por vencido tan fácilmente aunque parezca estar en una encrucijada todo el tiempo. Escrito y dirigido por Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis, el ritmo es lento, pero efectivo. Necesario para comprender el trasfondo más allá del contexto visual. Dividido en dos capítulos, dos escenarios dispares que forman parte de un mismo viaje. Por un lado, La Italia de fines del siglo XIX, un castillo y su zona rural donde el contraste social no tardará en hacerse notar. Y por el otro, La Argentina en El Fin del Mundo, un sacerdote que esconde el mapa entre sus anotaciones hacia el oro mientras exploradores de edades y contexturas físicas distintas se dirigen al mismo rumbo. Un film coproducido entre Italia, Francia y Argentina, cuyo score de Vittorio Giampietro nos marca el tempo de la acción entre instrumentos de viento y percusión. Mientras la fotografía de Simone D’Arcangelo juega con el contraste entre las locaciones internas y externas ante tonos fríos y cálidos, planos que simulan ser salidos de una pintura, el recurso del zoom-in y zoom-out (acercamiento y alejamiento) en los momentos de tensión y la imagen inicial filmada en doble exposición son los ingredientes que marcan un estilo, convirtiéndolo en algo personal. También, hay que destacar la actuación de Dario Levy que podemos apreciar en el segundo acto, un hombre que suele quedar encasillado en diversos papeles que, en esta ocasión, es creíble sin caer en la exageración. En fin, una película de 100 minutos que pareciera ser contada (quiero creer) entre trovadores y juglares de la tercera edad, pasando de generación en generación de manera oral. De ahí, en cierta forma, cobraría sentido el título.
Una coproducción italo-argentina, dividida en dos capítulos, que es la primera obra de ficción de Alessio Rigo de Righi y Matteo Zopis. Ellos se meten de lleno en la leyenda del título contada por un grupo de campesinos en la era actual. Uno de ellos advierte que se trata de un “cuento oscuro” con mucho de fantasía y una base real. La de un hombre borracho, hijo de un médico, que observa la vida campesina en un pequeño pueblo, donde le dueño de la región decide cerrar un paso que utilizan los pastores. Animado por el amor que siente por una fascinante muchacha, una relación que su padre no aprueba, tomará decisiones drásticas que lo arrastran a la tragedia, igual que el padre de la muchacha. Esa mezcla de justiciero valiente y supuesto loco terminará en el capítulo segundo, la parte argentina, en Tierra del Fuego buscando un tesoro español rodeado de maleantes y de muerte. Lo que comienza con una ambientación rural que recuerda los films de los hermanos Taviani, de Ermanno Olmi, con caras increíbles y climas tan bellos, emotivos y trágicos, culmina en una odisea tipo western, una aventura desesperada por el oro, tan parecida en el deseo como la historia amorosa imposible del comienzo. Entre las dos se contruye un film atractivo, interesante, elaborado con preciosismo y calidad.
"La leyenda del Rey Cangrejo": un hombre que fue muchos hombres La nueva película de los realizadores de "Il solengo" confirma con creces el talento de Zoppis y Rigo de Righi para erigir universos al mismo tiempo familiares y extraños, por momentos de una belleza y un poder evocativo sobrecogedores, reconstruyendo una poética de la aventura que puede antojarse extinta. En el inconsciente cinéfilo, la tipografía, espesor y diseño de los títulos de apertura de La leyenda del Rey Cangrejo disparan de inmediato recuerdos de la década del 70. El rodaje en fílmico, cuyas marcas y “defectos” aparecen en pantalla esporádicamente, no hacen más que apoyar esa sensación de viaje temporal. Son precisamente otros tiempos, aún más lejanos, los que recrea el nuevo largometraje de la dupla integrada por el italiano Matteo Zoppis y el ítalo-estadounidense (residente en Argentina desde hace muchos años) Alessio Rigo de Righi, quienes vienen reelaborando la tradición de los relatos orales desde el mediometraje Belva nera (2013) y el largo Il solengo (2015). Ese elemento vuelve a ocupar un lugar central en Rey Cangrejo, cuyo título es explicado bien avanzada la proyección, aunque en esta oportunidad la impronta de la ficción les gana la partida a las capas documentales, siempre presentes en su obra. Escrita por ellos mismos, con la colaboración de Alejandro Fadel (Muere, monstruo, muere) en la segunda parte de lo que podría describirse como un díptico, la película tiene como protagonista a un hombre de barba tupida y ojos verde esmeralda (el actor debutante Gabriele Silli) llamado Luciano. “Luciano era un loco. Luciano era un noble. Luciano era un santo. Luciano era un borracho”. Luciano era todo eso y mucho más, según se desprende del relato construido por varias voces desde la actualidad: un grupo de hombres, en su mayoría ancianos, reunidos alrededor de una mesa. El hombre y sus tiempos. Luciano y sus luchas: el alcohol, el amor, los derechos personales y sociales. Luego de ese prólogo en el que los hechos se confunden con los mitos y la descripción somera se adorna con detalles de toda índole, la anécdota se traslada hacia finales del siglo XIX (o comienzos del XX) para encontrarse con el protagonista, el hijo del único médico de un pequeño pueblo de campo, enfrentado ideológicamente a las prácticas de un príncipe que marca los días y las noches de los habitantes del lugar. Es el caprichoso cierre de un paso para los animales de pastoreo lo que provoca un conflicto cuya escalada tiene consecuencias imprevisibles pero inevitables para todos los involucrados. En el primer capítulo de La leyenda del Rey Cangrejo hay ecos del Pasolini de la Trilogía de la vida, aunque marcados por la prosa y no tanto por los versos, con un grupo de actores y actrices no profesionales tildando los diálogos con un acento a mitad de camino entre el naturalismo y la declamación autoconsciente. Los campesinos tienen miedo pero Luciano no, y su romance prohibido más la enemistad con los soldados del amo del castillo derivan en tragedia y exilio. Re Granchio, estrenada el año pasado en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, sorprende con un corte abrupto a mitad de camino. Un subtítulo afirma que lo que está a punto de verse y oírse ocurre en “el culo del mundo”. Así, el relato se traslada a Tierra del Fuego, donde Luciano ha reinventado por completo su existencia, corriendo detrás de un tesoro de la corona española escondido en algún lugar por el capitán de un navío. La pantalla se llena de imágenes que remiten sin escalas al universo del western y al cine del Werner Herzog más aventurero, poblado por hombres cuyas ambiciones van siempre de la mano de la locura. Entre aguas ponzoñosas, leyendas selk'nam, hombres rudos y armados, riscos peligrosos y un cangrejo que hace las veces de brújula viviente, en la segunda parte del film se habla en estricto español, mientras la búsqueda del tesoro va acompañada de traiciones, alianzas, recuerdos del pasado reciente y la inextinguible búsqueda de riquezas y honores. Luciano es otro pero no ha dejado de ser el mismo de antes, y los recuerdos de otra vida, de ese amor que no se ha podido olvidar, tal vez por estar unido indisolublemente a la culpa, se entremezclan con los temores y riesgos del presente. La leyenda del Rey Cangrejo confirma con creces el talento de Zoppis- Rigo de Righi para erigir universos al mismo tiempo familiares y extraños, por momentos de una belleza y poder evocativo sobrecogedores, reconstruyendo una poética de la aventura que puede antojarse extinta.
En el programa " Aventura para la tierra de uno", el periodista Javier Erlij comenta en los estrenos de la semana: La leyenda del rey cangrejo ( Estreno en salas)
El fascinante viaje temporal que recupera la tradición oral Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis escriben (con la colaboración de Alejandro Fadel) y dirigen este film estrenado en la Quincena de los realizadores de Cannes que también pasó por el festival de Mar del Plata. La textura del fílmico sobrevuela la imagen de La leyenda del Rey Cangrejo (Re Granchio, 2021) película ítalo argentina que propone un viaje en el tiempo. Unos ancianos cuyos expresivos rostros nos recuerdan al neorrealismo italiano o a los films de Pasolini (y porqué no a Todo por 2 pesos) conversan en el bar de un pueblo sobre Luciano (Gabriele Silli), el hijo del Doctor con problemas con el alcohol, enamorado de la pretendiente del príncipe. La historia se reconstruye en la charla y rápidamente podemos adivinar el carácter de leyenda, de mito, de inventiva que tiene el cuento. Un recurso ya utilizado por la dupla de directores en sus anteriores trabajos. La acción se traslada en el tiempo que bien podría ser a principios del siglo XX o fines del XIX. La fantasía mitológica del no tiempo ni espacio prima en la historia. Del mismo modo los acontecimientos gozan de licencias . Es la capacidad de los directores de Il Solengo (2015) de trasladarnos a una época donde las coordenadas espacio temporales que conocemos quedan suspendidas. Pero también de evocar un mundo fantástico, donde la magia se desprende de la realidad como en los films de Alice Rohrwarcher (Las maravillas, Lazzaro Felice). La tragedia y el milagro, lo posible y lo increíble, lo bello y lo feo, el noble y el campesino, el loco y el apasionado, lo mundano y lo sagrado; son opuestos que conviven en este fascinante universo representado. Con poesía, imaginación y encanto, la historia salta en el tiempo y nos traslada “al culo del mundo” como anuncia un subtítulo. Ese espacio es Tierra del Fuego en Argentina, con sus montañas y zonas silvestres casi desiertas que emulan los tiempos de los buscadores de tesoros propios de un western. Allí reaparece el protagonista bajo la figura de un cura muy particular. La leyenda del Rey Cangrejo toma características de varios relatos existentes pero logra crear algo único y fantástico. Con el encanto de lo divino surgido de lo rústico cuenta esta historia tan humana como la necesidad de la narración para darle sentido a lo inexplicable.
Después de la bellísima Il Solengo, la dupla Rigo de Righi-Zoppis crea esta película extraordinaria que narra un viejo cuento de amores encontrados y clases enfrentadas, y una especie de western de tesoros perdidos en Tierra del Fuego, todo al seguir a un noble con trágico destino que deviene cura buscador de tesoros. Dicho de otro modo, una de las películas del año sin la menor duda.
LA FÁBULA Y LA NATURALEZA Revisitación de géneros, leyendas ancestrales, un cangrejo en medio de la tundra en Tierra del Fuego que conduce a un tesoro, una comunidad en la región de rural de Tuscia, Italia, un combo alentador que podría conducir al desastre y contrariamente se vive como una experiencia alentadora. Esta fábula en forma de díptico es un dato estimulante, una especie de ovni en una serie de repeticiones contemporáneas. Una libertad infrecuente es la que evidencia La leyenda del rey cangrejo, que se atreve a meter una ficción autónoma con sustrato oral, de esas que tanto gustan desde tiempos inmemoriales. Hay un personaje llamado Luciano en una pequeña comunidad italiana, un descarriado a fines del siglo XIX que se atreve a enfrentar al príncipe del lugar, pero que en un gesto de rebeldía no se da cuenta de que ha incendiado un castillo con alguien adentro. Para evitar la cárcel, se va “al culo del mundo”, a Tierra del Fuego, y allí comenzará el otro relato, donde el protagonista intentará hallar un tesoro. Lo interesante es la manera en que los directores (documentalistas) incorporan como parte estructural un sustrato oral y popular, y lo hacen poniendo como marco a los lugareños y las canciones que recorren el lugar. Uno de ellos dice que los hechos pueden ser narrados con cincuenta palabras, hasta que llegan otros y le agregan cien o ciento cincuenta, y entonces la verdad se diluye. Lo que vemos responde a ello. La base puede ser una anécdota real, pero lo que cuenta es el agregado, una amalgama de aventuras, luchas de clase, historias de amor, de poder, de ambición y de muerte, incluido un cangrejo que puede conducir a la fortuna. Desde el principio se advierte una sabia conjugación entre una mirada exploratoria del espacio del pueblo italiano y una progresiva inserción de los elementos ficticios. Además, la impronta del western no tarda en asomar aunque en clave despojada y asumiendo la posibilidad de recrear duelos desde un lugar donde la magia y la leyenda tienen cabida. Las dos geografías recorridas por el mismo personaje no son ajenas a los delirios de poder y a las febriles búsquedas de la salvación a través del oro.Si el proyecto es fascinante, lo es también por la puesta en escena y por cómo aprovecha los escenarios naturales integrándolos a los personajes, no para reiterar poses o asegurar belleza donde existe originalmente, sino para buscar (acaso) imágenes descontaminadas, un gesto similar a ese aventurero que siempre ha hecho honor a la conquista de lo inútil, Werner Herzog.
Una travesía en el fin del mundo: un western filosófico sobre la búsqueda de un consuelo que nunca llegará, de un tesoro hecho de codicia, venganza y muerte.
El errante que va por todo aunque no tenga nada La tradición oral suele ser tan bastarda como sus personajes. Nadie sabe quién creó esas historias pero tienen vida propia.“La historia principal es de 10 palabras, el otro cuenta 15 y después llegan hasta 50 o más palabras” dice uno de los parroquianos veteranos mientras apuran un trago con sus amigos en un bar de Italia.Los directores de “La leyenda del Rey Cangrejo” adoran ese tipo de relatos que nacen en un lugar y viajan en el tiempo sin destino conocido. Y en este primer filme de ficción, luego de dos documentales, se remontaron hasta un pueblo de Italia en el siglo XIX para meterse en la cabeza de Luciano, más conocido como el borracho, hijo del doctor, y que anda perdido por la vida. “Me siento vacío” le dice a su padre cuando lo rescata de otra noche de alcohol. Luciano es la metáfora del hombre que busca algo que nunca encuentra, y que a la vez no se resigna por no encontrarlo. Es más, tampoco dejará que lo pisoteen por pensar distinto. Y por allí fueron estos jóvenes directores. Porque representaron en esa Italia llena de sumisiones y prejuicios, a la eterna lucha entre patrón y empleados, o entre el poder y los oprimidos. Luciano se enamora de la hija de Severino y no entiende por qué motivo no puede vivir ese amor. De pronto una tragedia lo llevará a huir de su pueblo. No sólo porque el príncipe quiere matarlo, sino porque todos están convencidos que el borracho perdido mató a una persona. La acción siguiente continúa en Tierra del Fuego, un lugar al que los realizadores decidieron identificar con un capítulo titulado “En el culo del mundo”. Ahora Luciano aparecerá como un sacerdote errante. No busca un amor, pero sí un tesoro en medio de la fiebre del oro. Y asegura que él es el mapa para llegar a ese objetivo, pero de la única manera que se puede encontrar el punto exacto es siguiendo los pasos del cangrejo. El filme muta en un western de culto que evoca a Sergio Leone. Y dispara varias metáforas para reflexionar.
Este filme consta de todas las variables para ser visto y reconocido en festivales de cine. En términos de recordado Anibal Vinelli, “Una película festivalera”. En principio trabajado desde la pura estética, dirección de arte, fotografiá, los movimientos de cámara, los encuadres y el diseño sonoro, principalmente en la primera parte del relato incluyendo canciones tradicionales que solo relatan lo que ya es mostrado. Lo cual establece una profusión innecesaria, salvo desde la pretenciosidad del producto. El filme abre en una supuesta actualidad, en el que un grupo de cazadores se reúne en un bar y uno de ellos comienza a contar la historia de Luciano. El espacio temporal del relato se ubica a fines del 1800, en la zona rural de Vejano, provincia de Viterbo, no muy lejana de Roma. Luciano es el hijo “descarriado” del doctor del pueblo, borracho, dueño de una barba larga prolijamente “desidiosa”, tildado de loco, enamorado desde siempre de Emma (Maria Alexandra Lungu), amor que parece correspondido, ella es la hija de un pastor (Severino Sperandio) quien se opone a la relación ya que su hija fue prometida al príncipe del pueblo, dueño de la región. Luciano así se enfrenta a ambos personajes. La tragedia esta anunciada. Para establecer esto los directores se toman una hora, repitiendo información, haciendo incapie en la estética, mas grandilocuente que justificada. El filme consta de dos partes muy bien identificadas, la primera con el subtitulo de “La Fechoria de Sant Orsio”, termina en la desgracia que obliga a nuestro antiheroe a exiliarse en Tierra del fuego. El segundo capitulo lleva por nombre “En el Culo del Mundo”, Luciano es ahora el cura Antonio quien se cruza con cuatro aventureros en la búsqueda de un tesoro oculto, así como cambia el paisaje, también se modifica la estructura, pasando a configurarse como un western. Posiblemente en esta segunda parte aparezca lo mejor y lo peor del filme, lo malo esta directamente relacionado a los nuevos personajes, todos argentinos, mas bien nítidamente porteños, con una impronta tipo siglo XX, sin el Che y el boludo, típicos de la segunda mitad del 1900. Sumándole que el personaje recuerda su vida pasada en Italia, dando cuenta de todo lo importante que sucede en la primera parte, por lo cual esta pierde la importancia establecida dentro del relato. El filme con todos los elementos incluidos para ser reverenciado en festivales, en realidad aburre, esto sucede a partir de los veinte minutos de comenzado, hasta ese momento el estilo atrapa, pero luego redunda. Como dice el periodista y critico de cine Luciano Castillo, director de la cinemática de Cuba, existen los cortometrajes, los mediometrajes, los largometrajes y los tediometrajes. Esta producción se enrola en la ultima clasificación. Un dato más, particularmente me parece que el cangrejo que muestran es una centolla, pero a quien le importa. Calificación: Regular
Un grupo de viejos cazadores recuerda, mientras beben, la historia de Luciano: un personaje legendario, un bastardo loco y justiciero. La primera parte de la película transcurre en el pequeño pueblo de Tuscia, Italia, a fines del siglo XIX. Luciano es un borracho, un loco que sacude las estructuras de su comunidad ya que no le importa encajar en ninguna de ellas. La rebelión ante la autoridad y un amor prohibido desencadenan una tragedia. Una sensibilidad de otra época pero vista desde el presente. Ahora en su condición de criminal, Luciano es exiliado a la lejana Tierra del Fuego donde, junto con un grupo de despiadados buscadores de oro, se embarca en la búsqueda de un mítico tesoro, que al mismo tiempo es el camino de su redención. La película se ve diferente a casi todo lo que se hace en el cine argentino. Esa pasión aristocrática por los aventureros del siglo XIX se ha plasmado en varios films nacionales, siguiendo esta maravillosa clase de relatos. Aquí el romanticismo de otra época, algo de western y mucho de aventuras se conjugan para construir un relato que se ve algo pretencioso y acartonado en la primera parte pero apasionante y profundo en la segunda. No es accidental ese cambio, pero se posterga demasiado el momento en el cual la película se explica y justifica su visión. La leyenda del rey cangrejo tarda en mostrar su juego pero vale la pena la paciencia.
Esta coproducción italiano-argentina se divide en dos partes mientras sigue las desventuras de un hombre alcohólico, enamorado de una mujer comprometida con un príncipe, que debe huir a la Argentina a fines del siglo XIX. Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis, dos cineastas italianos que vienen ya hace una década forjándose una carrera y un estilo a partir de cortos y largos –como BELVA NERA e IL SOLENGO— que funcionan en una zona equidistante entre el documental y las leyendas campesinas de las afueras de Roma, debutan en el largo con RE GRANCHIO (titulada aquí LA LEYENDA DEL REY CANGREJO), una película que parte de similares inspiraciones pero se corre más decididamente hacia la ficción. Y los resultados son notables, reveladores, la aparición de una voz (dos, en realidad) que parece conectar tradiciones del cine italiano del pasado y el presente con otra línea estética más cercana al cine independiente argentino de antes y de ahora. ¿Cuál es la conexión de REY CANGREJO con la Argentina? Muchas. La película no solo transcurre aquí durante su segunda mitad sino que es coproducida por dos compañías locales. Y Alessio, uno de los directores, de hecho vive aquí hace ya muchos años y ha trabajado en distintos roles en muchas películas argentinas relativamente recientes. Cuando el film deposite a su extravagante protagonista en la helada Tierra del Fuego notaremos que estamos ante algo parecido a una versión italiana de JAUJA, con la que incluso comparte sonidista (Catriel Vildosola), entre otros miembros del equipo. Pero para llegar a eso pasan muchas cosas antes. RE GRANCHIO comienza, como los anteriores films de la dupla, con un grupo de veteranos del pueblo contando historias en una reunión que tiene lugar en la actualidad. Y pronto la película viaja hacía una de estas historias, comienza a narrarla. Es la saga de Luciano, el hijo del doctor del pueblo, un hombre alcohólico que, en la zona de Vejano (en la provincia de Viterbo, a solo una hora de Roma) era una suerte de paria de un en lugar dividido entre ricos y pobres, príncipes y «contadini». La leyenda dice que Luciano (Gabriele Silli, un artista visual y actor no profesional) era «un noble, un santo», alguien convertido en un mito por un terrible hecho en el que se vio involucrado y uno de los pocos rebeldes dispuestos a oponerse al amo y señor del pueblo. Y la película lo muestra, botella en mano, sucio, barbudo y desgarbado, tratando de entrar por la fuerza al cerrado palacio del príncipe e incomodando a todos con su harapienta presencia y su verba cuasi revolucionaria. Hay, sin embargo, algo que le genera algún tipo de inspiración: su nombre es Emma (Maria Alexandra Lungu, actriz de LAS MARAVILLAS, de Alice Rohrwacher, cineasta con cuyas películas REY CANGREJO claramente dialoga), una mujer que lo conoce desde chico y que lo quiere, más allá de las habladurías (se dice que estuvo en un manicomio en Roma) y de que no quede del todo clara la naturaleza de la relación. La conexión entre ambos le da a la película –que podría describirse como un film de aventuras y hasta una especie de mitológico western– las características de una historia de amor dulce y trágica, además de un núcleo emocional potente que se sostiene hasta el final. En un estilo que recuerda al de algunas películas de Pasolini (y con paisajes y situaciones que traen a la memoria el cine de autores italianos de los años ’70, de Ermanno Olmi a los Taviani), la película incluye una larga serie de canciones tradicionales y un uso del color y del zoom muy cercanos al cine de los ’70 (no sería exagerado compararlo con el cine de Leonardo Favio de la época, centrado también en cuentos y mitos populares). La leyenda de este «non sancto» bebedor crecerá cuando Luciano, en la celebración del San Orso y con intención de recuperar a su amada prometida familiarmente al príncipe, tome una decisión un tanto arriesgada que tiene resultados terribles y que lo llevará a exiliarse. Así concluirá la primera parte de un film dividido claramente en dos. La otra recuperará al protagonista del otro lado del planeta (de hecho, el episodio se llama «In culo al mondo«, innecesario traducirlo), en medio de la Tierra del Fuego, con otro nombre y a la búsqueda de un tesoro lleno de oro al que, aparentemente, solo se puede llegar guiado por los siempre extraños movimientos de un cangrejo. En un escenario muy diferente al anterior pero con personajes con algunas características similares, Luciano (que ahora es, o dice ser, el Sacerdote Antonio de la orden salesiana) se irá perdiendo más y más en la Patagonia más profunda, lidiando con otros exploradores y buscadores de oro (incluyendo a sus propios colaboradores) en busca del mismo botín. Y de algunas maneras misteriosas –en medio de la apabullante pero peligrosa belleza del lugar– una historia hará eco con la otra. Leyenda italiana de príncipes, doncellas y borrachos, western patagónico con aires herzoguianos con marineros, mercenarios y tesoros escondidos, RE GRANCHIO es cine en estado puro, salvaje, lleno de los mismos sueños románticos y las ambiciones épicas de su alcohólico protagonista. Es, también, una película que trabaja sobre géneros y homenajea estilos reconocidos pero que no lo hace como ejercicio de estilo sino como fuente de inspiración, tomándolos como bases desde las que fundar una nueva y personal poética cinematográfica. ‘El cangrejo nos marca el camino. Es por ahí«, dice el protagonista en un momento a los que lo acompañan en esa desatinada búsqueda de un tesoro imposible. Y bien podría estar hablando de la propia película que, como el cangrejo en cuestión, no va hacia adelante ni tampoco hacia atrás sino un poco para todos lados, abarcando distintos universos y tradiciones cinematográficas en su enredado y ambicioso recorrido en el que están presentes el pasado, el presente y también el futuro del cine.