Ambiciosa propuesta de Camila Toker (actriz, directora, “Ana y los otros”, “Upa”, “Upa 2”), un logrado policial negro en el que Punta Indio es el escenario para narrar la pesquisa sobre la muerte de la mujer que da nombre al título y un misterioso diamante que esconde una maldición. En la línea de Lynch y también de Larsson, el laberinto que imaginó Toker está liderado por una enigmática y fuerte mujer (Pilar Gamboa) que deberá transitar y desandar los pasos de Maier para encontrar la manera de vender una vieja estancia maldita. Los personajes van y vienen y las referencias a clásicos proliferan, pero la hábil dirección construye un puzzle hipnótico que convierte a la propuesta en una de las gratas sorpresas de la temporada. Cuidada y estilizada producción.
El bruto y el diamante. La actriz y directora Camila Toker confiesa en la presentación de este opus su afición por las lecturas de novelas policiales de Raymond Chandler, además la curiosidad que despierta la mitología subyacente en todo pueblo, con esas historias arraigadas a las creencias como basamento de una manera de preservar secretos o relatos acerca de actos horrendos. Policial a secas pero con aires de western son dos de las directrices que enmarcan La muerte de Marga Maier, fiel al ABC de todo relato donde aparece el cuerpo de la susodicha Marga gracias a la sudestada y a un río que parece no amedrentarse de esa letanía contagiosa, para remover viejas heridas del pasado sobre una galería de personajes que desfilan durante noventa minutos por la calesita de los sospechosos de siempre. Gracias a la ficción y al despojo de toda exhibición realista, la historia fluye en su verosímil porque hay un policía que realmente investiga. Viene de otro pueblo y no está contaminado por el ritmo cansino de Punta Indio, espacio rural por excelencia que la cámara de la realizadora recorre en una inquietud que contrasta con la parsimonia de los lugareños o de los convidados de piedra, provenientes de otras tierras, tales como la heredera de la estancia Julia (Pilar Gamboa, excelente como siempre), el bruto o poco lúcido Jorge o Pelagatos (sorpresa de William Prociuk) o un extraño coleccionista de diamantes brasilero apellidado Reis (Ivo Muller), sin olvidar claro está al dueño del pueblo Don Alejandro, en la piel de un correcto Luis Machín. Pareciera que en los pueblos chicos no hay burocracia cuando se trata de crímenes y esa pequeña ventaja repercute en la tarea del policía de a pie, en su oficio y paciencia para escuchar cada testimonio y hacer las cosas que se deben cuando se busca esclarecer la muerte de una supuesta víctima inocente, con un móvil débil detrás del misterio. Camila Toker logra impregnar no sólo la atmósfera sino el ritmo pausado a una estructura narrativa donde la mirada está focalizada en los detalles de la puesta en escena y en la importancia de cada personaje (muy buenos secundarios de Mirta Busnelli y Anita Pauls) no por lo que dice o muestra sino por lo que oculta. Tal vez el género policial es el mejor pretexto para desnudar las miserias humanas y en este caso la idea de maldición depositada en un diamante engarza perfecto con la ambición que siempre se paga mucho más caro de lo que realmente ofrece. La gracia de todo es que a la hora de definir quién vive y quién muere todos corren el mismo riesgo.
Un policial dirigido por Camila Toker que escribio el guion con Anne-Sophie Vignoles. Un historia con muchos atractivos, con una joya y una maldición, en un entorno muy sugestivo, con buenos actores, pero con algunos cabos sueltos que no terminan de redondear bien una promesa tentadora. Una sudestada devuelve a Punta Indio el cadáver de una mujer que ha sido degollada con un diamante. Justo ese dia llega un forastero brasileño que tiene como misión rescatar una joya por encargo de un peligroso mafioso. También ese día llega la heredera de la finca que administraba con plenos poderes la muerta. Un estanciero que se rodea de guardaespaldas y al que Luis Machin le otorga la frialdad peligrosa que solo el sabe darle a un personaje, una señora que lo sabe todo y su hija casi vidente, Mirta Busnelli siempre eficaz y sugetiva su hija en la vida real Ana Pauls. Un “primo” de la administradora muerta que vivía con ella en una relación perversa. La dueña encarnada con contundencia por Pilar Gamboa. Y si algo falta es una leyenda de terror para las mujeres herederas y la susodicha joya tallada como un puñal. Sin embargo con tan ricos personajes y y caminos abiertos a la sospecha el resultado no resulta bien armado y se complica sin razón. Aunque a pesar de sus defectos tiene buenos climas y momentos bien logredos.
“La Muerte de Marga Maier” se sitúa en Punta Indio, un poblado con pocos habitantes, en el cual todos se conocen. La llegada de un extraño forastero, el regreso de la heredera de una de las estancias y la muerte de una mujer pondrán el lugar patas para arriba. El film nos propone una serie de sucesos que se relacionan entre sí a través del misterio. La directora sabe manejar muy bien el ritmo de la cinta y el desarrollo del argumento, que poco a poco va develando sus detalles. Pone un manto de sospecha sobre todos los personajes, cuyos matices son muy interesantes. El policial negro se combina con el misticismo del pueblo y los rumores de una maldición, para hablarnos de las miserias humanas que traen consigo estos pueblerinos. Ninguno está exento de esa energía de Punta Indio que los consume. Es por eso que la historia no puede ser separada de su contexto. La locación propuesta en el film sirve para crear un ambiente lúgubre, solitario, duro, y alejado de la civilización, enmarcando la forma de ser de los protagonistas. Lo mismo ocurre con la música, la cual genera un clima propicio para la trama. El elenco está conformado por Pilar Gamboa, una actriz que siempre se encuentra a la altura de los papeles que le toca interpretar, ofreciendo esa mezcla de fortaleza y vulnerabilidad. La acompañan actores de renombre en nuestro país como Luis Machín y Mirta Busnelli, entre otros actores secundarios (Ivo Müller, Alberto Suarez, William Prociuk) que componen un elenco coral intrigante que funciona. En síntesis, “La Muerte de Marga Maier” es un policial negro que combina el misterio con el suspenso y el misticismo, a través de un ritmo pausado pero profundo. Con un buen desarrollo del argumento, un clima propicio y un elenco sólido, el espectador se verá atrapado hasta el final del film para ver realmente quién estuvo involucrado en este asesinato. Puntaje: 3,5/5
La muerte de Marga Maier, de Camila Toker Por Gustavo Castagna Un crimen, varios sospechosos, un paisaje geográfico acorde a la intriga y la incertidumbre ocasionado por el hecho en sí mismo, algún hálito del género fantástico que se entromete en las costuras del policial, un caso a resolver a cargo de la ley de compleja resolución. O de una ley que parece ajena a una postura ética frente al mundo. Con esos condimentos temáticos y formales, dirigidos a conformar un rompecabezas que oscila entre el whodunit y una historia que tiene más de una cercanía con los relatos breves de “Variaciones en rojo” de Rodolfo Walsh, la actriz Camila Toker propone su primera película a solas y dentro del territorio de la ficción. En efecto, La muerte de Marga Maier, en ese paraje de estancieros, pulperías, campo traviesa, policías violentos e hipotéticos herederos y / o compradores de los bienes de la difunta, en esos climas turbios e inquietantes, repletos de personajes dignos de temer, la película entrega sus mejores momentos: ciertos atmósferas y tensiones internas, cruces y sospechas, relatos sobre maldiciones y un diamante desparecido gobiernan en más de una oportunidad el devenir del relato. Del otro lado de la balanza, las relaciones que se establecen entre los personajes, en varios zonas narrativas, aparecen como forzadas, enfáticas en la acumulación de palabras que alejan el interés que se pueda tener debido a la búsqueda del responsable de la muerte de Marga Maier. Esos traspiés se traslucen en la exposición de un guión que se empantana en datos inútiles y menores y en ir desovillando una trama que necesita de un mayor rigor visual que reemplace a la palabra escrita, eficaz pero hasta cierto punto. Todos los personajes son sospechosos en medio de una narración que divaga entre la certeza y el desinterés que describen determinadas escenas. Ocurre que en más de una oportunidad, la historia deja de interesar, inclinada a exhibir una tipología de personajes genéricos de inmediato reconocimiento y solo eso, desde la cáscara del estereotipo, sin profundizar demasiado en complejidades. En ese punto, el plantel actoral, encabezado por la excelente actriz Pilar Gamboa, se esfuerza por no escaparse del verosímil que requiere estar contando una historia policial en donde los sospechosos son los de siempre. O todo lo contrario. LA MUERTE DE MARGA MAIER La muerte de Marga Maier. Argentina/Brasil, 2017. Dirección: Camila Toker. Producción: Martín Cuinat, André Gevaerd, Pablo Ingercher Casas, Francisco Pittaluga y Alezandre. Tastardi. Fotografía: Ben Battersby . Música: Fernando Tur. Intérpretes: Pilar Gamboa, Luis Machín, Ivo Müller, Mirta Busnelli, Sergio Boris. Duración: 104 minutos.
Un tenso thriller pueblerino a cargo de la codirectora de la saga UPA! Codirectora de UPA! Una película argentina (2007) y UPA 2! El Regreso (2015) y actriz representativa de la primera etapa de Nuevo Cine Argentino gracias a sus participaciones en Sábado, Ana y los otros y Los suicidas, Camila Toker vuelve a incursionar en la realización (aquí en soledad) con este tenso thriller sobre un crimen ocurrido en uno de esos típicos pueblos del interior del país en donde (aparentemente) no pasa nada. La acción comienza con el crimen y la posterior aparición del cadáver de Marga Maier, una solitaria anciana dueña de una imponente estancia que está hace años a la venta. El hallazgo sorprende a toda la comunidad de Punta Indio y sobre todo a Julia (Pilar Gamboa), la heredera de la propiedad, justo cuando ha llegado un potencial comprador alemán. La ¿casualidad? despierta sospechas en el comisario (Alberto Suárez) y su asistente (Sergio Boris), quienes a partir de ahí comienzan una investigación con cada vez más sospechosos (un sobrino, el recién llegado, un poderoso hacendado local). El caso se complejizará aún más cuando también descubran que ha desaparecido un diamante supuestamente maldito. La muerte de Marga Maier conforma su estructura policial adoptando los puntos de vista de los principales involucrados, para conformar así una compleja telaraña cuyas redes pueden (o no) llevar a algún lado. Toker construye un clima inquietante mediante el uso de planos cerrados y una cámara en mano que, además, le imprime urgencia y dinamismo a un relato de “pueblo chico, infierno grande” que, es cierto, se ha contado mil veces, pero sigue dando tela para cortar.
La muerte de Marga Maier: un thriller en Punta Indio El diálogo entre dos aventureros brasileños a bordo del helicóptero que en el comienzo sobrevuela un paisaje tropical habla de diamantes, más precisamente de una joya en torno a la cual se anticipa un peligroso juego de intereses. El destino al que se dirigen parece remoto, pero está próximo a Buenos Aires. Es Punta Indio, aquí aderezado con el exotismo de una fiesta carnavalesca, donde Camila Toker quiso ambientar esta incursión suya en el policial, género que admira como la buena fanática de Raymond Chandler que confiesa ser. Puede imaginarse que no pasarán muchos minutos hasta que entre en escena el cadáver de una mujer joven y bella, con una herida mortal en el cuello y una larga historia en torno de herencias, codicia, adictos al juego y maldiciones que persiguen a las mujeres de una familia de estancieros. Una de ellas es la protagonista, interpretada por Pilar Gamboa. Además del responsable del asesinato de quien era la dueña de la estancia, la desaparición del diamante es el misterio central del film, cuya trama gana en complicaciones -no siempre claramente expuestas- a medida que entran en escena otros personajes del nutrido elenco que incluye al brasileño Ivo Muller, (Tabú, de Miguel Gomes). La originalidad no es el fuerte el del relato, pero sí cabe destacar el desempeño de los actores. Hay también buenos aportes en los rubros técnicos, en especial en la fotografía, el montaje y la ambientación.
¿Quién mató a esa señora? Buenas actuaciones y un logrado clima de misterio en un policial que peca de convencional. En su segundo largometraje como directora en solitario, Camila Toker (actriz y codirectora de las dos partes de UPA! ) eligió contar un policial clásico: aquí hubo un asesinato y hay que descubrir quién lo cometió. Al estilo de Twin Peaks, todo transcurre en un pueblo chico (Punta Indio) y un comisario de la ciudad cabecera del partido llega para investigar el crimen, topándose con policías locales ineficientes y una lista de sospechosos que, en este caso, está plagada de arquetipos. Empezando por el tonto del pueblo, sobrino de la difunta, y siguiendo por el hombre fuerte del lugar, dueño de gran parte de las tierras y jefe de un par de matones. También hay una “femme fatale” (la heredera de la estancia en la que vivía la muerta, que llega al pueblo con la intención de vender su propiedad) y un misterioso forastero (un brasileño que dice estar interesado en comprar una estancia en el lugar). Tampoco falta la tabernera chismosa y su extraña hija, que se expresa como un oráculo. Por sus locaciones y sus personajes este policial rural tiene, además, un aire de western, subrayado por la música compuesta por Fernando Tur. Que sirve para reforzar lo más logrado de la película: el clima. Hay misterio, hay intriga, está la sensación de que algo está por pasar en cualquier momento. Un aporte fundamental para que esto ocurra lo hace la geografía del lugar: un ominoso paisaje ribereño, con sus zonas boscosas y descampados, con caserones decadentes por aquí y por allá. En síntesis, un escenario ideal para una historia de estas características. Para darle credibilidad al asunto, también cumple correctamente su función el elenco surgido del teatro off, encabezado por un Luis Machín que vuelve a mostrar por qué lo convocan tan seguido -quizás a su pesar- para componer hombres desagradables y malvados. Toker y su coguionista, Anne-Sophie Vignolles, hacen los deberes y siguen las pautas del género al pie de la letra. Tal vez demasiado: a La muerte de Marga Maier le falta la audacia necesaria para salirse, aunque sea un poco, de los carriles convencionales y, así, establecer un código propio dentro de ese lenguaje conocido.
Cuenta con un buen elenco que casi siempre rinde. La película tiene: suspenso, traición, tensión, momentos enigmáticos y toques de policial negro. Su trama va generando buenos climas y nos ofrece una buena fotografía. La atmósfera que se genera resulta asfixiante, inquietante y por momentos se utiliza la cámara en mano para darle más realismo y si bien su ritmo por momentos es pausado y quedan algunas situaciones sin resolver, es atractiva. Tiene algo del cine de David Lynch.
Una mujer vuelve a la estancia famliar de Punta Indio para venderla, pero cuando llega descubre que la casera fue asesinada. Hay vaqueanos, terratenientes, policías de provincia, forenses de pocas palabras y personajes que saben más de lo que dicen, en torno a una muerte que termina por inscribirse en una vieja maldición familiar. Demasiados personajes contando, diciendo, lo que sería más entretenido ver, frente a una cámara que se mueve injustificadamente y un relato que deja cabos sueltos o desaprovechados. Quizá con las pretensiones más acotadas, esta película podría haber redondeado más su material, tan intrigante como atractivo.
Misterio en Punta Indio La actriz, guionista y directora Camila Toker se sumerge en un relato policial en la sórdida La muerte de Marga Maier (2017), una co-producción entre Argentina y Brasil rodada en su mayoría en Punta Indio, localidad del nordeste de la provincia de Buenos Aires. Un cadáver aparece a orillas del río. La difunta es Marga Maier apoderada de una enorme estancia de la zona. Julia (Pilar Gamboa), su heredera, llega al pueblo con intenciones de vender. La policía investiga y empieza la danza de personajes oscuros, y misterios alrededor de ellos junto a una maldición envuelta alrededor de un diamante. Con una cámara en constante movimiento demostrando la inestabilidad de los hechos, Camila Toker sigue de cerca a sus personajes por el denso espacio que los rodea. Los planos cerrados los acosan del mismo modo que los acontecimientos. Los interiores se muestran oscuros y los espacios abiertos laberínticos. La atmósfera lúgubre queda logrado formalmente para plantear la intriga. Toker incursiona en el formato policial pero filmado como si se tratara de una película de John Cassavetes, con cierto estilo de improvisación y búsqueda formal. Esta apuesta experimental produce dos efectos contrarios: por un lado funciona por la ambigüedad expresada por sus protagonistas (Luis Machín, Sergio Boris, Mirta Busnelli) y por la descripción asfixiante que propicia el espacio rural donde se desarrollan los hechos; mientras que, por el otro, la trama carece de un ritmo fluido para fortalecer un género que, por momentos, se reciente en el trayecto hacia su resolución final. Hija del nuevo cine argentino, Toker suelta temas y dilemas en este ejercicio genérico, que invita al riesgo y augura un aire renovador en las convencionales estructuras narrativas.
En la orilla del río de un apacible y pequeño pueblo bonaerense llamado Punta Indio, donde rara vez sucede algo fuera de lo común que altere la tranquilidad permanente de los habitantes, aparece flotando, envuelto en una manta, el cuerpo de Marga Maier (María Inés Aldaburu), una mujer madura, encargada de administrar la estancia Los Coronillos, cuya dueña es Julia (Pilar Gamboa), quien la heredó de sus padres, y tiene la mala suerte de llegar a esta propiedad que detesta justo cuando a Marga la encuentran muerta. También, desde Brasil, llega al lugar un traficante de joyas, Ricardo Reis (Ivo Müller), con la misión de robar un diamante muy especial, con forma de arma, llamado Cruz del Sur, casualmente propiedad de la familia de Julia. El relato se desarrolla en forma clásica. El comisario Pereyra (Alberto Suárez) es el encargado de la investigación, quien, ayudado por otros policías de la zona, quiere realmente saber lo que ocurrió. La tensión es permanente, no da tregua, al agregarse otro sospechoso al caso, Jorge (William Prociuk), sobrino de la víctima y vive en la estancia. Por último, Don Alejandro (Luis Machín), también despierta sospechas porque se mueve como el gran hacendado del pueblo, y, pese a ser un lugar tranquilo, lo custodian dos matones. El entramado de la historia va en aumento, nadie sabe que pasó, y hay muchos interrogantes sin respuestas. El único que muestra interés en resolver el crimen, es el comisario, los demás viven en la indiferencia absoluta, lo toman como un gran inconveniente. Hay ciertos puntos oscuros que empañan la realización, como es el caso del brasileño que no cumple con su cometido, sólo trata de quedar bien con todos, y únicamente es un sospechoso más que no modifica la narración en absoluto. Tal vez, el mayor inconveniente sea la cantidad de personas involucradas en la causa, todas con una gran preponderancia, que distraen el foco de atención y empalidecen la resolución final. La directora Camila Toker incursiona en el género policial con todas las armas conocidas para producir esta película, utilizando estructuras narrativas típicas para sostener el clima y el ritmo del relato, además de los arquetípicos personajes, mezclados con las dudas y la intriga permanente de quién la asesinó y por qué,al ser todos sospechosos, y tener un motivo para hacerlo, y, por último, si lo que aparenta ser la verdad, es realmente la verdad.
Dos niños encuentran el cuerpo de una mujer, con un corte en el cuello, traído por la sudestada. La policía llega hasta el lugar y reconoce a Marga Maier. El mismo día, Julia Victorica (Pilar Gamboa) vuelve a la estancia Los Coronillos por un posible comprador brasileño, Ricardo Reis (Ivo Müller). Luego del encuentro, la noticia del crimen llega hasta ellos.
En las amenas y excelentes clases que Ricardo Piglia desarrolló en torno a Borges, transmitidas en su momento por la televisión pública, se refirió a una anécdota en la que David Viñas desafiaba al establishment académico destacando su preferencia por Rodolfo Walsh. Piglia le daba la razón a Viñas y lo justificaba refiriendo a que era un hombre de izquierda, pero agregaba que no hubiese sido posible la literatura de Walsh sin Borges. Evidentemente, más allá de las abismales distancias ideológicas que separaban a ambos escritores, coincidían en la pasión por un género: el policial; también concebían el relato desde estructuras microscópicas capaces de ofrecer aquel momento decisivo para los personajes en busca de la verdad o de un destino que los determine. Camila Toker aúna de algún modo las tramas y los ambientes de estos dos autores en pantalla, y La muerte de Marga Maier cruza de modo interesante una geografía desolada de pulperos, estancias y guapos con una intriga policial propia de tahúres. Imágenes de un western criollo mezcladas con ambientes cerrados y propensos al misterio, parecen darle vida a un filme ambicioso en sus propósitos pero que no necesariamente exhibe resultados del todo satisfactorios. Pero antes, premiemos la ambición. Si hay un rasgo que define a la película de Toker es no temer al ridículo y apostar por los géneros, salir de la abulia urbana a la que nos tiene acostumbrados gran parte del cine argentino y atreverse a otros escenarios, en este caso, un pueblo llamado Punta Indio. Todo comienza con el hallazgo de un cadáver que ha traído la sudestada durante la mañana. Quienes lo encuentran son chicos (como en aquel ameno film de Hitchcock, ¿Quién mató a Harry? de 1955, donde las cosas terribles sucedían de día). No está “envuelto en plástico” como el de Laura Palmer de Twin Peaks, pero sí fuertemente atado con sogas a una cobija y con un visible corte en el cuello. Se trata de Marga Maier, de la estancia de Los Coronillo (en el pueblo todos se conocen) que está a la venta. Toker elige la fragmentación a partir de una sucesión de planos para demarcar el ambiente y los personajes que se sumarán: la heredera, el sobrino de la víctima, un comprador alemán, un patrón temible y cínico, y los policías que investigan. Los otros, los personajes que bordean la historia, se desplazan y observan resguardando los secretos de un lugar espectral, abierto a una naturaleza tan inconmensurable como misteriosa. Cuando la cámara abandona la opresiva mirada de los interiores, se engalana abriendo la perspectiva por senderos de hojas secas. Las caminatas de Julia (Pilar Gamboa) con su piloto y anteojos negros recuerdan los trayectos de los giallos de Sergio Martino o Dario Argento, al igual que la inclusión de objetos propios del género (en este caso, un diamante utilizado para cortar el cuello), un par de flashbacks en los que el voyeurismo se acentúa y la música de cuna camuflada que acompaña varias secuencias. Los planos generales, cuando no son familiares a un western criollo, se consagran al policial. Lo notable es la fluidez del pasaje de uno a otro sin intermediación alguna. De aquí, la riqueza y la ambición de Toker cuyo tono moroso y atmosférico marca la incerteza del marco, una elegante forma de materializar la quietud pueblerina y sus extravagancias contenidas (por momentos se ve a un lugareño tocando la guitarra que parece el extraño habitante del pueblo de Deliverance, la genial pesadilla americana dirigida por John Boorman en 1972). Hay una verdad repartida en trozos según las criaturas que habitan el pueblo, un cúmulo de secretos y supersticiones, una barbarie latente que contrasta con la veracidad policial (al comisario le gusta que le hablen sin rodeos). “Está todo muerto acá” dice un personaje entre las sombras de un espacio hogareño residual, y se podría pensar que el relato también agoniza progresivamente. No se trata de buscar necesariamente verosimilitud (si hay algo que la película resuelve bien es eludir el color local), pero sí de establecer resortes narrativos un poco más sólidos que los que se ven, sobre todo en la parte final. En este sentido, da la sensación de que no queda resuelto si la pretensión es narrar una historia o trazar un cuadro de atmósferas inquietantes. Y si este último punto resulta más estimulante, cierta disparidad en el manejo del ritmo y algunos diálogos afectados resienten una historia cuyo prometedor título anunciaba más de lo que finalmente ofrece, como si la sangre del filme fuese chupada por un vampiro. Esto, sin embargo, no empaña su audacia. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
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Julia Guitar La Muerte de Marga Maier (2017) es la tercera película de Camila Toker en el rol de directora luego de la saga de UPA! Una Película Argentina (2007) y UPA! 2 (2015), codirigidas junto a Tamae Garateguy y Santiago Giralt. En aquellas producciones Toker ha demostrado ser capaz de manejar un gran sentido del humor y mucha ironía; en esta nueva película parece investigar un nuevo registro ligado al suspenso y la creación de climas de tensión que hacen su mayor aparición en el uso de los planos secuencia que dialogan con una sórdida banda sonora. El comienzo del relato propone una lectura que de ahí en mas será marcada por lo siniestro y la venganza de la mujer a la que han callado, perpetuada en el personaje de Julia. El exterior y el interior se tensionan al máximo en el momento en que un disparo anula la calma del verano eterno brasilero. Cual película hitchcockiana, además de una “mancha” también hay un objeto que funciona como atrezzo especial: un tal diamante llamado Cruz del Sur. Una joya que es a la vez causa y efecto de muerte, y símbolo de una maldición trágica, en su sentido literal de tragedia, ya que afecta a una familia por generaciones. Al estilo de tragedia griega, se puede pensar que hay un coro representado en uno de los pueblerinos que, como una epifanía, hace sus apariciones tocando una guitarra de caja con sonoridad country y balbuceando notas a lo Bob Dylan. Tampoco falta el oráculo en la hija de la cantinera local que posee un fetiche al estilo de la mujer del tronco de Twin Peaks, ni el tonto del pueblo que, en el tópico del mundo del revés donde el pueblo es chico pero el infierno es grande y la policía es inepta, el fool no es tan tonto como parece. Más allá de esto, se puede decir que el film se inscribe en el género del thriller o suspenso y, por qué no con pinceladas de western feminista a lo Johnny Guitar (1954), de Nicholas Ray, en el que, para romper convenciones, la mujer es de armas tomar. Como toda película de género, su interpretación e identificación dependen de las expectativas que el espectador fue construyendo en cuanto a la historia del género y su experiencia con el mismo. En este sentido, hay una posición espectatorial que el género exige a su público para entrar en su código, y en este caso, La Muerte de Marga Maier exige total atención a las marcas de enunciación que son las que le dan al espectador las verdaderas pistas para resolver el crimen. Las respuestas -o mejor dicho, las preguntas- están en el relato y no en la narración. El espectador puede unir la secuencia del disparo inicial con la entrada imponente del personaje de Julia a Punta Indio, de anteojos de sol, manejando y fumando con la música a todo volumen, y así la ultima secuencia cobra más dramatismo y se transforma en el apogeo final de caminata triunfante y al mismo tiempo sonámbula de una mujer que cierra el relato maldito. Altman sostenía que la existencia de los géneros alimenta el bienestar del espectador, ya que éste sabe de antemano que todo se arreglará al final o no, dependiendo de las convenciones de cada género. La Muerte de Marga Maier es una película interesante, ya que le entrega al espectador un culpable y un relato posible, pero también lo deja con sórdidas imágenes que ponen en tensión esa posible resolución.
Un crimen, un enigma, y un pueblo lleno de sucesos extraños. La muerte de Marga Maier es una verdadera sorpresa refrescante dentro de la cartelera de estrenos locales. Camila Toker tiene una extensa carrera como actriz emergente de la camada del Nuevo Cine Argentino. Pero siempre será recordada como parte de aquel trio de directores, junto a Santiago Giralt y Tamae Garateguy, que nos regaló la magia burlona de ¡UPA! Una Película Argentina. La muerte de Marga Maier es su cuarta película, y en ella, pese a un enfoque a primera vista más “serio”, podemos encontrar mucho de lo que pareciera ser un sello. Sin lugar a dudas estamos frente a un film muy original. La historia comienza de modo potente, un helicóptero recorre una zona limítrofe entre Brasil y Argentina, una charla incómoda entre tres, una muerte sin más. La Marga Maier del título efectivamente está muerta; pero no es aquella muerte que se nos mostró en el inicio. Su cuerpo es hallado arrojado al río y tiene una herida mortal de arma blanca. Mientras la policía investiga, al pueblo llega Julia (Pilar Gamboa), heredera de los Victorica, que busca a Marga sin saber de su deceso. La idea es vender la finca que fue utilizada como vivienda familiar a un forastero, Ricardo (Ivo Müller); aunque todo quedará trunco cuando se enteren de los hechos recientes. Esta introducción servirá para que el guion co-escrito entre Toker y Anne Sophie Vignolles nos presente a una gama de personajes que rodean ese Punta Indio cargado de misterio. El Comisario (Alberto Suarez) y el Oficial Mendez (Sergio Boris) serán los encargados de investigar, y cada vez el caso se enrarece más. Ahí están entre otros Don Alejandro (Luís Machín), un hombre poderoso encargado de las ventas de las fincas; las cantineras Felicia y Nelly (Mirta Busnelli y Ana Pauls); y Jorge (William Prociuk), el sobrino de Marga que actualmente vivía en esa casa, con un pasado en común con Julia. No conviene adelantar mucho de lo que puede suceder, solamente lo que ya se sabe de antemano, la codicia maldita alrededor de un diamante conocido como Cruz del Sur, que sobrevoló toda la tragedia Victorica tendrá mucho que ver. Hay un misterio a resolver, sin embargo, no estamos frente a una tradicional película en este estilo. La muerte de Marga Maier posee un clima juguetón, lúdico, que más de una vez incomoda, y que siempre resulta sumamente atractivo. Hay ahí algunos apuntes que nos harán recordar para bien a la mítica Twin Peaks, con esos habitantes que guardaban más de un misterio. También un acercamiento más lindante al segundo film de Toker, Ramanegra que al díptico ¡UPA! Más allá de estas referencias y similitudes, La Muerte de Marga Maier resulta una completa evolución en la filmografía de Camila Toker. Se nota una madurez narrativa, ciertas inquietudes en la búsqueda de imágenes, y un armado de esquema actoral bien delineado. La cámara se encuentra en permanente movimiento, buscando encuadres, profundizando en los detalles, indicándole al espectador qué debe observar. Hay determinados momentos como la llegada de Julia, el interrogatorio a las dueñas del bar, o la fiesta cuasi pagana, que quedan grabadas en la retina sin necesidad de profundizar en diálogos redundantes. La historia atrapa, y aunque su resolución pueda ser adivinada, no resta que durante su desarrollo jamás pierda su enfoque. No estamos solo frente al misterio de una muerte (y la relación con lo que vimos al principio), estamos frente al misterio de los habitantes de un pueblo. El conjunto actoral logra momentos sobresalientes. Los talentos de Machín, Busnelli, Boris, Suarez, y Walter Jakob (el forense) son probados y no fallan. William Prociuk sorprende con un personaje de varias capas siempre convincente. Pero quien se roba la escena es esa actriz en constante crecimiento que es Pilar Gamboa. Julia es un personaje diferente a todo lo que le vimos hacer a la actriz de El Incendio. Algo de femme fatale, algo de heroína, algo de detective, de fragilidad y de ambición. Julia es un personaje al que cuesta sacarle la ficha, y Pilar Gamboa la interpreta con convicción, con gestos medidos pero marcados, con la postura corporal erguida. La muerte de Marga Maier se permite sorprender hasta con una banda sonora que irrumpe con una guitarra como un personaje más (algo similar a lo que recordamos en Loco por Mary). Juega con la estética, se mueve, y sin embargo nunca pierde su sobriedad y elegancia de recursos cuidados. Lo mejor que puede decirse de una película así es que no estamos frente a una más; que es un viaje que bien vale la pena emprender.
Dos brasileros que hablan sobre recuperar un valioso diamante funcionan como introducción al policial que luego presenta a Marga Maier muerta, cuyo cadáver arrastró, devolvió, sacó a flote la sudestada. Estamos en Punta Indio, en un pueblo chico donde todos se conocen y que tiene una historia antigua. La aparición de Marga se da el mismo día que Pilar Gamboa, la flamante dueña de las tierras que ella administraba, llega al pueblo con la convicción de vender todo lo que la ate a un lugar que no asocia con momentos felices. Un par de detectives, un sobrino de Marga, un poderoso vecino, y la dueña de un pueblerino restaurant junto a su hija son parte de la galería de personajes que se van a ir conociendo un poco más a fondo a medida que la película se sucede, que algunos secretos salen a la luz. El último eslabón es el brasilero, el forastero, el interesado en comprar esas estancias. “No pasa el tiempo acá dentro. Está todo como muerto”, dice la protagonista, una Pilar Gamboa convincente en su poderosa interpretación. Un lugar anclado al pasado, lleno de recuerdos y ninguno feliz. Como si fuera poco, una maldición. Un poderoso diamante que perteneció a su familia pero sólo ha traído desdicha a cada una de las mujeres de esa familia. Se descubre que el diamante desapareció y que Marga podría haber sido asesinada con él. Con una cámara en mano, siempre inquieta, nerviosa, es que Camila Toker dirige su segundo largometraje en solitario. La realizadora sabe generar climas, oscuros, misteriosos, intrigantes como la figura de la propia Marga. Pero en algún momento, entre tanto personaje y senderos posibles en el relato, el film termina sugiriendo más que otra cosa y no puede evitar tornarse tan confuso como recargado. Además de Gamboa, en el elenco se destacan y la acompañan un Luis Machín tan eficiente como siempre en esos personajes que generan una incomodidad inmediata, y Mirta Busnelli como la dueña del restaurante y aquella que mejor recuerda la y las historias que guarda el pueblo, a ella la acompaña además Anita Pauls como su hija también en la ficción, una especie de vidente. Aunque atractivo y sugerente, y cumplidor de muchas de las normas del cine de género policial, La muerte de Marga Maier se alza como un interesante y curioso film. Sin embargo no termina de desarrollar con éxito un guion algo recargado, y allí a su galería de personajes. Sus climas y ese singular escenario elegido colaboran para un resultado cautivante aun en sus flaquezas narrativas.
Abandonando sus raíces en el cine independiente la actriz Camila Toker presenta La muerte de Marga Maier, su nueva película en coproducción con Brasil. De la unión de los dos países nace un thriller rural que tiene todos los elementos necesarios para generar intriga y mantener al espectador expectante hasta su resolución. Luego de una fuerte sudestada que sacudió al pueblo la noche anterior, aparece en las orillas del río el cuerpo sin vida de Marga Maier. Junto al cadáver llegan: Ricardo Reis (Ivo Muller), un forastero brasileño con un negocio pendiente, el desconocido comisario Pereyra (Alberto Suárez) dispuesto a resolver el caso y Julia Victorica (Pilar Gamboa), heredera de la estancia administrada por la difunta y luego de años sin pisar el lugar. Marga Maier no es ninguna desconocida dentro de la comunidad y su crimen sorprende a los habitantes de Punta Indio. Entre diferentes testimonios y declaraciones se reaviva el rumor sobre Cruz del Sur, un diamante desaparecido y que porta una maldición sobre la familia Victorica. La muerte de Marga Maier de Camila Toker La historia no se queda en la comodidad y va mutando a cada segundo. Las diversas miradas van a aportando varios puntos de vista, cada habitante del pueblo tiene algo que contar. El constante movimiento de la cámara permite mostrar cómo cada personaje se va mezclando en el espacio. El único problema es la escasa información del pasado de cada uno, ya que de alguna manera influye en conocer el motivo del crimen. Pero lo que sí tiene a su favor es la perfecta elección del elenco, que cuenta con brillantes actuaciones entre las que se destaca, principalmente, la de Gamboa. Tampoco se quedan atrás con sus participaciones especiales Mirta Busnelli y Luis Machín que, a pesar de jugar siempre el papel de villano, nunca deja de sorprender. La muerte de Marga Maier permite a Toker contar una historia sin estructuras clásicas y que funciona perfectamente con su locación. La estética de los paisajes abiertos, el pantano, el río y los cielos atrapantes son los que convierten a Punta Indio en el principal protagonista. Y que junto a los demás personajes van entramando un policial con tintes de western que atrapa al público desde el principio.