Importante el estreno temprano de La obra secreta, el próximo jueves 18, en este enero caluroso de Buenos Aires. Y esperado film, por varios motivos de los que me voy dando cuenta mientras la veo. Antes que nada, es el primer largometraje dirigido por la historiadora, videoartista, curadora y maestra Graciela Taquini, frecuente colaboradora de este sitio. Reconocemos y admiramos sus cortos de videoarte y el lugar que Graciela se ha ganado en la cultura argentina. Después, es el nuevo opus de Televisión Abierta, productora formada por el tandem Cohn-Duprat y el guionista, actual director del Museo Nacional de Bellas Artes, Andrés Duprat. Su película inmediatamente anterior, El ciudadano ilustre, tiene sus seguidores y sus otros tantos detractores resultó uno de los tanques del 2016 logrando nominaciones aspirativas al Oscar y a los Goya. Lo que también resulta interesante del estreno de La obra secreta es que de algún modo se podría ver como un bonus track de El hombre de al lado, tal vez la más lograda de las películas del trío creativo, película que daba a conocer algo no muy conocido por el público: que en la ciudad de La Plata existía una casa planeada por el gran arquitecto suizo Le Corbusier. Allí, la ficción giraba en torno a un conflicto entre vecinos, un refinado diseñador gráfico y un hombre bastante particular. El diálogo con El hombre de al lado se produce través de varias citas autoreferenciales en exceso: la aparición de su protagonista Spregelburd en las pantallas de los televisores, y un afiche de la película colgado en la casa misma. Seguramente no tardarán las curadurías que juntarán ambas películas para su proyección. La obra secreta está dividida en tres secciones que se alternan a lo largo de sus 66 minutos: el paseo por las calles de La Plata de un Le Corbusier ficcionado, las visitas guiadas que hace un intolerante arquitecto que encarna Daniel Hendler y por último, los sucesivos planos fijos de los distintos rincones de la casa con rigurosa descripción y horario en modo gráfico en la pantalla. Una pedagogía en la que la película insiste porque es su objetivo central: hablar de la famosa casa, única obra de Le Corbusier en Latinoamérica, declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 2016. En La obra secreta la mano de la Taquini-video artista no tarda en aparecer: las imágenes de la recreación del viaje en barco que trae a Le Corbusier a la Argentina en 1929 para dar una serie de conferencias son intervenidas con efectos digitales. Tampoco se demora en surgir la Taquini-historiadora del arte: una voz en over en francés cita rápidamente el texto del que saldrán las citas centrales sobre arquitectura “Precisiones. Respecto a un estado actual de la arquitectura y el urbanismo”. El fantasma de Le Corbusier recorrerá desde la terminal de La Plata las calles de esa ciudad caracterizada por su trazado diagonal, inciertamente racional, lanzando una idea fundamental: la arquitectura es una actividad mental, pero también es un hecho plástico. La relación entre lo útil y lo bello de las teorías lecorbusianas se refuerza con esa elección estética de los efectos digitales visuales y sonoros, sólo elegidos para estas escenas. También está la historiadora del arte en las clases con diapositivas que dicta el arquitecto guía de la casa Curutchet. Aunque, tal vez, la sección de ficción que protagoniza Hendler sea la menos feliz, básicamente porque lo ve forzado en un papel que no parece irle muy cómodo. Se ve claramente en la escena del diálogo no-diálogo que tiene hacia el final con el personaje de Le Corbusier. Su rayana admiración se convierte allí en intolerancia hacia el propio admirado. La Casa Curutchet, construida en 1949, fue proyectada por el célebre arquitecto suizo como vivienda para un médico platense y su familia. Ellos nunca vivieron mucho tiempo en el lugar. Y la casa que actualmente es la sede del Colegio de Arquitectos de la Plata ya tiene en el cine argentino su segunda película, y está muy bien.
La excelencia de la sencillez Comenzamos con el plano de un mar, extenso, de oleaje apacible. Luego un cruce -uno de varios a lo largo de los 66 minutos del largometraje- entre el video arte y el cine. El pretexto es un viaje en tren y desde las ventanas, paisajes de colores que se difuminan, que ensucian en cierto modo la imagen y quitan nitidez. Pero durante el viaje, la voz en off de un perfecto francés le da vida a fragmentos y citas para resumir un pensamiento en un texto “Precisiones. Respecto a un estado actual de la arquitectura y el urbanismo”. Este es el primer viaje que atraviesa el universo de La obra secreta, debut cinematográfico de la video artista Graciela Taquini, quien además cuenta con la producción del tándem Cohn-Duprat y el guión de Andrés Duprat. A los pocos minutos, esa voz de acento francés encuentra la referencia en el tiempo y el espacio; se trata del testimonio del arquitecto suizo Le Corbusier, quien había visitado Argentina en 1929 para dar una serie de conferencias y durante ese viaje, se dispuso a un recorrido de un sólo día por las calles de la ciudad de La Plata. Regresado de Argentina, recibe un encargo para la construcción de la casa Curuchet, bajo el objetivo de crear una vivienda doméstica y el consultorio de un respetado doctor, obra que con el avance de las décadas, coros de admiradores y detractores por igual, ha sido considerada una de las mejores creaciones del suizo y además la única huella palpable de su arte en Latinoamérica. No es un dato menor que la casa Curuchet nunca fuera vista por su creador, quien mandaba sus planos al arquitecto de confianza de la familia Curuchet, por lo cual la propuesta de Taquini habilita desde el campo de la imaginación un viaje caleidoscópico en el contexto actual del desastre urbano con la presencia espectral de un Le Corbousier, mientras su voz revive en cada paso por rincones de la ciudad de las diagonales. Sin embargo, el protagonismo de este film sin lugar a dudas es el de la propia casa Curuchet que como dato de color y en un meta lenguaje se vincula directamente con otra película del tándem que no es otra que El hombre de al lado. Y si llevamos el juego de correspondencias para extenderlo al personaje guía interpretado por Daniel Hendler, un arquitecto que se encargó de estudiar minuciosamente la obra del suizo pero además dedicarse a difundirla desde las visitas guiadas, su única fuente económica, toca la puerta sin pedir permiso la referencia directa con la película En el fondo del mar, del realizador Damián Szifrón, en la que Hendler interpretaba en ese caso a un obsesivo estudiante de arquitectura. Entonces para sumergirnos en este atrapante film, que amalgama estilos y además tiene su costado didáctico que no va en detrimento de la ficción, resulta más que alentador el entramado conceptual detrás de la anécdota de Hendler y su recorrido por la casa Curuchet con ocasionales curiosos, que consiste en el rol de la mirada en el espacio y el tiempo. Algo así como el juego dialéctico de la objetividad y la subjetividad a partir de la introducción de una cámara que transita en distintas horas del día por la casa sin la presencia humana. Se adueña del espacio y detiene el tiempo para condensarlo en el instante irrepetible de la mirada. Y se conecta con el tiempo desde la voz en off, aunque también desde los diferentes viajes de esta travesía sensorial. El desdoblamiento es otro pretexto que encuentra la representación en la introducción de la visita guiada donde Elio Montes (Daniel Hendler) “se adueña” de la silueta de un Le Corbusier a escala, de cartón y dibujado, se pone en sus anteojos para presentar a Elio Montes llevando la idea de representación al extremo cuando la fuerza de la verdad sobre la obra del suizo está a la vista en la casa y no en la interpretación antojadiza de un guía especializado que procura dejar su sello en las explicaciones técnicas y apreciaciones personales. El elemento vital en la arquitectura orgánica de Le Corbusier, sin lugar a dudas es la luz y de esa nutriente Graciela Taquini abreva en lo que respecta a la imagen y a las sombras, que cambian con las horas del día. También desde la voz en off se pondera la idea de dibujar para aprender a mirar y se refuerza la sencillez como signo de excelencia y austeridad, aspecto que rompe con el esteticismo de la belleza por la belleza misma y lo reemplaza por la armonía y la simetría de orden matemático y desde un concepto arquitectónico humanista, claro está. Múltiples viajes, el del lenguaje cinematográfico con sus limitaciones y virtudes, el de los recursos narrativos al alcance de la creatividad cuando se busca abarcar un personaje sin definirlo y revivirlo en cada plano con el poder de la mirada que lo escruta y lo recorre, como una obra secreta, maravillosa e inconclusa.
Arquitectura, arte y poesía La Obra Secreta (2018) es un film donde el protagonista es un espacio, la Casa Curutchet, la única obra en Latinoamérica, ubicada en la ciudad de La Plata en la provincia de Buenos Aires, del arquitecto y urbanista suizo Charles-Édouard Jeanneret-Gris, más conocido como Le Corbusier, el seudónimo que utilizó para escribir algunos artículos de la revista de arte y arquitectura L’Esprit Nouveau. Dirigida por la artista, curadora y pionera del campo del videoarte Graciela Taquini en base a un guion de Andrés Duprat (El Ciudadano Ilustre, 2016), Director del Museo Nacional de Bellas Artes, la película sigue el derrotero de Elio Montes (Daniel Hendler), un arquitecto fanático de la obra y las ideas de Le Corbusier, devenido en guía de la Casa Curutchet. A su vez, la narración también sigue la llegada a la ciudad de La Plata del propio Le Corbusier (Mario Lombard), que varios años después de su muerte decide visitar la obra que proyectó para la vivienda y consultorio del médico cirujano Pedro Domingo Curutchet y su familia, obra encargada al arquitecto modernista argentino Amancio Williams, con quien Le Corbusier mantuvo una asidua correspondencia epistolar. En las visitas guiadas a la casa y en tiempos muertos Elio despliega su conocimiento de la obra del famoso teórico de la arquitectura modernista mientras narra su historia y su fascinación con la obra de Le Corbusier. A la par, Le Corbusier recorre la ciudad de La Plata como un espectro del pasado magnetizado por los descubrimientos de las costumbres de la vida contemporánea, los cambios sociales y las nuevas técnicas y tecnologías, acercándose a una de sus obras menos conocidas pero más emblemáticas de su estilo y sus ideas arquitectónicas. Asimismo, en su intempestiva caminada Le Corbusier expone algunas de sus ideas sobre la relación entre la arquitectura, el arte y la poesía, tomadas de entrevistas y textos que expresan algunos de los principales conceptos de su singular pensamiento. Taquini y Duprat crean una obra de ficción con una composición musical minimalista de Diego Bliffeld (El Artista, 2008) sobre un encuentro imposible e imaginario alrededor de una extraordinaria obra que estuvo abandonada durante muchos años y cobró notoriedad en el público general gracias al éxito del film escrito por el propio Duprat, El Hombre de al Lado (2009), dirigido por los realizadores Mariano Cohn y Gastón Duprat. A través de La Obra Secreta y el personaje de Montes, Taquini y Duprat indagan, cuestionan y discuten con las ideas y las obras de Le Corbusier mientras admiran los atributos estéticos y pragmáticos de la Casa Curutchet con fotos, explicaciones y diversas anécdotas sobre la influencia del arquitecto modernista en la arquitectura vanguardista actual. Así como Le Corbusier personifica el mundo las posibilidades donde la arquitectura puede realizarse y desarrollar sus ideas sobre el habitar el personaje de Elio Montes refleja las dificultades y los escollos que se presentan a los arquitectos para realizar ese sueño. Recluido en el único reducto que el arquitecto suizo dejó en perdido en Argentina, la frustración y la imposibilidad de realizar su ideal ponen a Elio ante una angustia demasiado soportable, una repetición alegre pero poco inspiradora que dispone una realidad contemporánea cerrada y soporífera que induce al sosiego y cancela las ideas de innovación, el progreso y al individuo como centro de la obra reemplazado sin ambages por la ganancia y el lucro a costa de la vida.
La obsesión de los hermanos Duprat por la casa Curuchet termina por desplegar una producción dirigida por Graciela Taquini que amalgama géneros, construyendo un relato inclasificable. Daniel Hendler interpreta a un guía que acompaña a los visitantes de la casa, mientras relata la vida y obra de Le Corbusier, sueña con construir una vivienda con las mismas características universales y únicas del arquitecto.
Una vuelta de tuerca Si hay algo que no se puede decir de La obra secreta (2018) es que la artista visual Graciela Taquini, que a sus 75 años debuta en el cine, no encontró una forma original de documentar una historia real a través de la ficción. La obra secreta se centra en la figura de Le Corbusier y la única obra que el reconocido arquitecto francés realizó en Latinoamérica: la casa Curutchet, ubicada en la ciudad de La Plata y que sirvió como locación central de la película El hombre de al lado (Gastón Duprat y Mariano Cohn, 2009), escrita por Andrés Duprat, responsable también del guion de este trabajo. La trama se articula a través de dos personajes Por un lado Elio Montes (Daniel Hendler), un arquitecto admirador de la obra de Le Corbusier que trabaja como guía en la casa que el arquitecto diseñó a la distancia y nunca conoció. Mientras que por el otro se cuenta una hipotética llegada de Le Corbusier a la ciudad de La Plata actual. Ambas historias derivan en tres líneas narrativas: la figura y el pensamiento del arquitecto francés, su influencia sobre el arquitecto argentino devenido en guía, y un análisis exhaustivo de la obra a través de un recorrido por la reconocida casa. La unión entre Taquini, figura indiscutible del video arte y las artes electrónicas, con Andrés Duprat, arquitecto, curador de arte y autor de numerosos guiones, entre ellos el de la premiada El ciudadano ilustre (2017), origina una propuesta que le escapa a todos los lugares comunes de la clásica docuficción, donde en la mayoría de los casos se ficciona un hecho real y se lo entrelaza con material de archivo. En La obra secreta la ficción sirve como puente para, a partir de ésta, abordar no solo un análisis de la arquitectura de la casa Curuchet sino también la figura del propio Le Corbusier, de manera didáctica, entretenida, con la información necesaria y sobre todo a partir de un formato netamente cinematográfico que deleitará tanto a expertos en el tema como aquellos que quieran empezar a indagar en el fascinante mundo del arte y Le Corbusier.
Amor por la arquitectura como expresión de la sensibilidad humana, por las proporciones matemáticas en tanto clave de la belleza, por el dibujo que le niega espacio a la mentira, por la obra de Le Corbusier, por la Casa Curutchet… De las películas que Andrés Duprat escribió y que su hermano Gastón y Mariano Cohn produjeron y/o dirigieron, La obra secreta es sin dudas la propuesta más amorosa (o amorosa a secas, sin adverbio aumentativo). Acaso este punto de inflexión en la filmografía de los autores de Yo Presidente, El artista, El hombre de al lado, Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo, El ciudadano ilustre se deba a la intención de homenaje por parte del guionista, y al aporte de la artista y curadora Graciela Taquini que dirigió esta original fusión entre documental, ficción y videoarte. El largometraje gira en torno a dos personajes: el ignoto arquitecto Elio Montes, fanático de Le Corbusier que trabaja como guía y atípico cuidador de la Casa Curutchet, y el maestro suizo que en 2017 abandona las aguas donde pereció en 1965 para recorrer la ciudad de La Plata, que visitó una sola vez en 1929. Convertido en una entrañable versión holográfica, el bautizado Charles-Edouard Jeanneret-Gris transita las diagonales platenses hasta llegar a la vivienda y consultorio médico que diseñó a mediados del siglo XX a pedido del doctor Pedro Domingo Curutchet. El trailer adelanta el encuentro con el discípulo oriundo de Montevideo, igual que el actor que lo interpreta: Daniel Hendler. Como Montes, Andrés Duprat estudió Arquitectura en la Universidad Nacional de La Plata y conduce un espacio destinado a la divulgación artística. A juzgar por las características de La obra secreta, también es ferviente admirador “del Corbu” como dice Elio cuando promociona los souvenirs de la visita. Además de rendirles tributo al padre de La máquina de habitar y al arte que consiste en proyectar, diseñar, construir, remodelar hogares, el guionista reivindica la relación –en general inquebrantable– que los simples mortales establecemos con nuestros maestros. He aquí otro motivo por el cual el film resulta amoroso. Andrés Duprat, Taquini y el asistente de dirección Jerónimo Carranza combinaron con inteligencia y sensibilidad elementos del documental, la ficción, el videoarte. Constituyen el soporte pedagógico 1) las hermosas fotos que Mario Chierico le sacó a la Casa Curutchet; 2) las imágenes de archivo que muestran las Casas de la Weissenhof-Siedlung, el complejo Capitolio de Chandigarh, el Museo Nacional de Bellas Artes de Occidente de Tokio, la Unidad de Viviendas de Marsella, la cabaña de vacaciones en los Alpes Marítimos entre otros palacios concebidos por Le Corbusier; 3) la interesante selección de textos originales del arquitecto suizo; 4) las explicaciones de Elio mientras guía las visitas. Por su parte, la ocurrencia del encuentro entre Montes y el ideólogo del Modulor, la caracterización friki o freaky del primero, la representación holográfica del segundo, la proyección de postales de La Plata actual a la par de los créditos finales concretan el propósito de entretener además de informar y enseñar. La obra secreta también invita a la reflexión. Las dimensiones histórica, social, estética, matemática, espacio-temporal de la arquitectura, la vivienda como variable de bienestar, el arte como disciplina rigurosa y no como mera actividad decorativa, las limitaciones de la formación académica son algunos de los temas que abordan Le Corbusier a través de sus textos y/o Montes a través de sus parlamentos. Por su parte, Duprat y Taquini señalan el contraste y eventuales contradicciones entre el pensamiento lecorbusiano y nuestro presente, por ejemplo cuando deciden ilustrar la definición de ciudad contemporánea (“hermosa catástrofe”) con un plano general del holograma caminando por una calle cortada por una manifestación política. Los realizadores también abren la discusión en torno a la ¿necesaria o improcedente? separación entre el artista como sujeto creativo y como sujeto político, por lo tanto con simpatías partidarias a veces indigestas. En esta propuesta generosa en guiños (atención, admiradores de El hombre de al lado), la sociedad creativa entre Andrés Duprat y Taquini parece inspirada en la relación laboral entre Le Corbusier y nuestro Amancio Williams mientras duró la construcción de la Casa Curutchet: el maestro suizo eligió a su colega argentino para que dirigiera la obra diseñada a distancia, y aceptó las modificaciones que éste le sugirió con tino. Este paralelismo alimenta la hipótesis de que Taquini influyó en la decisión de retratar con piedad la obsesión e intransigencia de Elio, así como en la representación posmoderna de Charles-Edouard Jeanneret-Gris. La ópera prima de Taquini se rodó a principios de 2017, en apenas cuatro semanas, con un equipo técnico y un elenco reducidos (además de Hendler, actúa Mario Lombard que encarna a Le Corbusier con la preciosa voz de Roland Bijlenga). Como muchos diseños del arquitecto homenajeado, esta película es una pequeña gran obra hecha a escala humana.
Para muchos argentinos ajenos a la arquitectura, El hombre de al lado significó una puerta de entrada a la obra de Le Corbusier. Aquella mordáz mirada sobre el mundo del arte y el diseño tenía como escenario a la Casa Curuchet, única construcción en Latinoamerica del arquitecto suizo, que con su estructura vanguardista cobraba relevancia como un personaje más del film.
La artista Graciela Traquini debuta como directora con esta curiosa película escrita por Andrés Duprat, una especie de híbrido entre documental y ficción sobre la figura del arquitecto suizo Le Corbusier. El film tres líneas narrativas (por así decirlo): por un lado, la figura del arquitecto reflexionando en francés sobre el arte y la vida a través de las calles de La Plata retocadas digitalmente; por otro la de un arquitecto (Daniel Hendler) devenido en guía y su forma de trabajar con la gente, intentando ser más simpático de lo que le sale mientras recorre una y otra vez la Casa Curutchet; y por el último, simplemente fotografías de arquitectura tomadas por Mario Chierico que terminan de ilustrar los conceptos. A nivel narrativo lo más interesante está sin dudas en Elio, este personaje interpretado por Elio. Porque además de ver repetidas veces su modo de guiar la visita y contar lo mismo una y otra vez, también nos introduce de a ratos a su vida personal relacionada con la figura del arquitecto, cómo llegó a él y cómo de estudiar arquitectura terminó trabajando de guía. Si bien no estamos ante un personaje precisamente querible o encariñable (es algo intolerante y por momentos hasta patético, como cuando quiere seducir a una de las visitantes), el carisma del uruguayo le brinda mucha frescura a una película que fácilmente podría haber caído en un producto pretencioso y snob. Es que más allá de lo ambicioso de conjugar estos diferentes registros y líneas, de abordar a una figura que por ahí alguien ajeno a la arquitectura ni siquiera conoce, el film cuenta con una efectiva simpleza reforzada por la voz en off de este Le Corbusier y su modo de amar la arquitectura desde el mismo momento en que se toma un lápiz y se pone a dibujar. Por último, resaltar el gran momento que es ese reencuentro final, o esos reencuentros finales. El admirador con su admirado, y el arquitecto con la casa que diseñó pero nunca pudo ver en persona. “La obra secreta” es una película interesante en su modo de homenajear al arquitecto, por sus formas y maneras de conjugarlas. Es también la forma que encontró Traquini de hacer cine a través del arte que conoce, de cuestionar y discutir ideas con sus personajes, un experimento que salió sin dudas muy singular, en el mejor de los sentidos.
Una atractiva mixtura de géneros le permite a su directora Graciela Taquini elaborar este film que envuelve tres historias: La del famosísimo arquitecto Le Corbusier con sus conceptos y pensamiento vivo. La fantasmal visita que realiza a La Plata para conocer la única obra que diseño en Latinoamérica y nunca vio terminada, la bellísima casa Curutchet. La historia de un arquitecto Elio Montes, fan de Le Corbusier, que recorrió el mundo viendo sus obras, que dejo su profesión y ahora es guía de esa única casa. Y a través de varias visitas turísticas, nos sorprende con una detallada y minuciosa información que revaloriza cada rincón de esa vivienda. El autor del guión es Andrés Duprat, arquitecto y guionista que ya tomo ese casa como escenario en el film “El vecino de al lado” dirigido por Mariano Cohn y Gastón Duprat que aquí ofician de productores. Daniel Hendler compone con pasión y angustia existencial a ese arquitecto que dejo su profesión para ser guía de esa casa espectacular. Mario Lombard es Le Corbusier. Toda una reflexión sobre la belleza, los concepto revolucionarios y modernos, la admiración y los cuestionamientos.
Una casa con historia El hombre de al lado, la mejor película en la carrera de Gastón Duprat y Mariano Cohn, tenía no dos sino tres presencias excluyentes: el diseñador obsesivo, sofisticado y bastante snob interpretado por Rafael Spregelburd, su rústico vecino, encarnado por Daniel Aráoz, y el hábitat del primero de esos personajes, la Casa Curuchet, única obra en toda Latinoamérica del famoso arquitecto francosuizo Le Corbusier, emplazada en uno de los márgenes de ese perfecto cuadrado llamado La Plata. Más allá de tratarse de una obra independiente, La obra secreta puede ser vista también como una coda o extensión de aquel largometraje, más allá de la particular simbiosis de los talentos involucrados. A un guion escrito por Andrés Duprat, hermano de Gastón –ambos ex estudiantes de arquitectura, precisamente en la capital de la provincia de Buenos Aires– se le suma la dirección de Graciela Taquini, leyenda viviente del videoarte, tanto en el terreno de la realización como en el de la investigación y la curaduría, quien debuta ahora en el cine de ficción. O no tanto: la película es, en partes iguales, juego creativo con algo de cine experimental, retrato de un personaje de ficción obsesionado con un prócer de la arquitectura y visita minuciosamente guiada a esa casa de varias plantas y algún que otro secreto escondido a los ojos de quien no sabe mirar. Dos actores interpretan a las figuras centrales del “relato”. Por un lado, Mario Lombard hace las veces de un Le Corbusier redivivo, viajero espaciotemporal que llega a La Plata en un tren fantasmagórico y se pasea por la ciudad de las diagonales como un avatar extemporáneo, sacudido por los efectos digitales introducidos por Taquini para desestabilizar la imagen. Por el otro, Daniel Hendler es el encargado de darle vida a Elio Montes, arquitecto retirado de la actividad profesional y especialista en la obra del creador del sistema de medidas llamado Modulor, responsable a su vez de conducir el recorrido turístico-cultural en las habitaciones y pasillos de la Casa, convertida en sede del Colegio de Arquitectos y pequeño museo desde hace varios años. Ficción y realidad, realismo y fantasía, objetividad y subjetividad conviven, se abrazan y se separan en los poco más de sesenta minutos de La obra secreta, que gana en originalidad e interés cuando es apreciada como un particularísimo documental sobre arquitectura: no hay aquí, desde luego, voces en off, cabezas parlantes o explicaciones sesudas por fuera del discurso encendido de Montes/Hendler, que en más de una ocasión parece más interesado en abordar a una bella visitante que en aclarar ciertos detalles del diseño o la estructura edilicia. En otras instancias, acompañando prolijos travellings o imágenes fijas (cortesía del fotógrafo Mario Chierico) de las diversas estancias, su discurso intenta aclarar las razones de la sorpresa del visitante, ya sea por la baja altura de los techos o la escasa intimidad de los dormitorios. Cada tanto, textos selectos del propio Le Corbusier –transcriptos y leídos en estricto francés– ponen de relieve sus ideas modernas y revolucionarias, en contraste con la abigarrada superposición de fachadas y esquinas de la urbe que envuelve a la particular morada.
Dirigida por Graciela Taquini y escrita por Andrés Duprat (El ciudadano ilustre), llega a las salas de cine La obra secreta, película que recorre la Casa Curutchet, construida por Le Corbusier, el máximo exponente de la arquitectura moderna. Todo comienza con la “llegada” del arquitecto Charles-Édouard Jeanneret-Gris -más conocido como Le Corbusier- a la ciudad de La Plata. Allí recorrerá las calles de la capital de la provincia de Buenos Aires con un único objetivo: visitar la Casa Curutchet, la única obra que realizó en Latinoamérica y que nunca pudo conocer en vida. Mediante su voz en off, el suizo nos irá relatando su mirada sobre cómo concibe la arquitectura. Sus declaraciones, tomadas de sus escritos y entrevistas, no sólo nos harán conocer más a fondo a este urbanista, sino que además mostrarán el paralelismo entre sus pensamientos y las calles de la ciudad. Con una estética psicodélica, y entre múltiples efectos y colores predominantes -recurso que parece utilizado más por mero capricho que con una finalidad en sí-, EL arquitecto del siglo XX recorrerá el mundo tal como se lo conoce hoy en día. Por otra parte, la película nos presenta a Elio Montes (Daniel Hendler), un arquitecto fanático del trabajo realizado por Le Corbusier. Él es el encargado de realizar las visitas guiadas a aquella vivienda construida entre 1949 y 1953. Entre visitas, Montes contará cómo inició su amor por la arquitectura, pero sobre todo hablará de su fascinación por Le Corbusier, a quien concibe como una especie de Dios. Las escenas de las visitas guiadas permiten dar pie para desarrollar la base principal de la película: la Casa Curutchet, la cual fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el 2016. En los recorridos no sólo se mostrará hasta el mínimo detalle de cada habitación, sino que Montes aportará los datos duros y dará a conocer el significado de cada cosa allí presente. Además esto se complementará con las fotografías que Mario Chierico tomó de aquel lugar.
Enamorados de Le Corbusier Este documental con algo de ficción muestra la Casa Curutchet, de La Plata, diseñada por el arquitecto suizo. A los 76 años, la artista visual Graciela Taquini, conocida por sus videos experimentales, debuta como directora de un largometraje inclasificable, que ella dio en llamar “docu-comedia”: La obra secreta es una extraña combinación de ficción y documental en torno a la Casa Curutchet, la célebre vivienda diseñada por Le Corbusier en La Plata. No es casual que una de las piezas arquitectónicas más distinguidas del país ya haya aparecido en el cine argentino como locación de El hombre de al lado, de Mariano Cohn y Gastón Duprat: la dupla de directores ahora se ocupó de la producción -junto a Fernando Sokolowicz-, mientras que el guión es de Andrés Duprat, que iba a dirigirla pero no pudo hacerlo por sus obligaciones como director del Museo Nacional de Bellas Artes. Entonces entró en escena Taquini. En la película hay tres personajes. Uno es el propio Le Corbusier (Mario Lombard), que hace un recorrido fantasmagórico por las calles de La Plata actual: ese paisaje urbano contrasta con sus ideas y definiciones sobre la arquitectura, recitados por una voz en off en francés. Otro es Elio Montes (Daniel Hendler), un arquitecto obsesionado por la obra del suizo que trabaja como guía de la Casa Curutchet. Y el tercero es la propia casa, que se puede apreciar en tomas fijas y en las visitas guiadas por Elio. En este último punto radica el mayor valor de La obra secreta, que abre las puertas de esa maravilla y permite admirarla aun a la distancia. La película también ensaya un acercamiento a los postulados de Le Corbusier, pero ahí -como en la historia de Montes- se queda a mitad de camino, porque tanto las explicaciones del guía como las frases del suizo parecen dirigidas a iniciados. Y entonces los parlamentos se vuelven tediosos, inasibles, más allá de algunas chispas con el sello humorístico de Cohn-Duprat (atención a las fotos del final con epígrafes en francés).
Esta es la ópera prima de la artista y curadora argentina Graciela Taquini. Este film nos hace ingresar a la única obra de Le Corbusier en la Argentina es la Casa Curutchet, una vivienda unifamiliar construida en la ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, entre los años 1949 y 1953. Su relato es como una fábula que nos da la posibilidad, de manera imaginaria, ver a Le Corbusier (Mario Lombard) viajando en tren en el siglo XXI en un espacio no realista, con una imagen imprecisa recorriendo distintos lugares, se escucha la voz en off en francés, con pensamientos, descripciones y frases de este artista que visitó la Argentina en 1929. Pero aquí el protagonista es la Casa Curutchet, en ese recorrido esta Elio Montes (interpretado por Daniel Hendler) un arquitecto que organiza visitas guiadas, con un toque ocurrente tiene la figura de Le Corbusier dibujada en un cartón que la utiliza en sus actividades, le otorga dinamismo, sus definiciones son didácticas, con toques de humor, con buen ritmo y una buena estética. Además va mostrando, enseñando y relatando distintas curiosidades de sus obras. Este personaje, Elio Montes, comparte con sus visitantes lo que decía la crítica de este artista que era un ser: egocéntrico, autoritario y mentiroso pero él dice que era un ecologista, un humanista en pleno siglo XX y un revolucionario preocupado por mejorar la calidad de vida. Pero a solas se da sus tiempos para cuestionarle parte de su vida. El guion es de Andrés Duprat (El Ciudadano Ilustre, 2016), Director del Museo Nacional de Bellas Artes Producción: Mariano Cohn, Gastón Duprat y Fernando Sokolowicz, Dentro de su desarrollo se hace alguna referencia al film “El hombre de al lado”.
En el 2010, el público argentino conoció la oscurísima comedia El Hombre de al lado, donde dos hombres (que no podían ser más distintos) tratan de coexistir como vecinos teniendo como escenario a la Casa Curutchet, la única que el célebre arquitecto Le Corbusier construyó en Sudamérica. La misma es como un tercer personaje de la película, e incluso es un símbolo de los temas que trata. Es un personaje que al parecer tenía más tela para cortar: sus realizadores regresan siete años más tarde, contando en La Obra Secreta la historia de otro personaje y su orgullo fanático y elitista por habitar un pedazo tan relevante de la arquitectura moderna. Una casa, dos sueños El arquitecto Elio Montes es un fanático de la obra de Le Corbusier. Mientras se desempeña como guía de la Casa Curutchet, reflexiona sobre la influencia que tuvo el célebre arquitecto en su vida. Paralelamente, Le Corbusier parece haber vuelto de entre los muertos y deambula por las calles de La Plata camino a visitar su única creación hecha de este lado del mundo. El guion de La Obra Secreta se propone moverse en tres frentes: la ficción, el documental y el videoarte. Si la película consigue resultados interesantes es por cómo logra que los tres formatos narrativos convivan entre sí y se nutran el uno del otro. Montes y sus actitudes fanáticas, que no pocas veces sacan risas, comprenden el tramo ficcional del film; la subtrama con el regreso de Le Corbusier, pixelado, bizarro y multicolor, es el tramo videoartístico; la historia en sí misma del arquitecto, sea en forma de entrevistas grabadas o con la información que transmite Montes, es el nexo documental entre aquellas dos. El ritmo de su narración es fluido, lo que hace que su duración de 66 minutos casi ni se sienta. En materia técnica, La Obra Secreta no presenta mucho rebusque ya que la idea es mostrar a la casa tal cual es. No obstante, los segmentos videoartísticos con Le Corbusier son un poco más elaborados y, debe decirse, un acierto notable para hacer creíble su “regreso” dentro de un verosímil tan arraigado en la realidad como el que propone la película. En materia actoral, Daniel Hendler sale lo suficientemente intacto del nada fácil desafío de ser a la vez personaje y narrador de la historia. El actor salta con gracia de un punto de vista al otro consiguiendo inspirar en el espectador el balance, por un lado, de respeto por su saber, y por el otro, cierto grado de patetismo por el exagerado papel que le concede a la vida y obra del arquitecto en su hacer personal. Conclusión La Obra Secreta es un experimento narrativo de muy dignos resultados. Una propuesta peculiarmente distinta que consigue lo que se propone. Si el espectador tiene inclinación por la arquitectura o desea ver una pieza complementaria a El Hombre de al Lado, le puede resultar interesante. Eso sí, lo que no hay que perder de vista es que aun siendo un experimento (y uno muy ambicioso en su propuesta), La Obra Secreta prioriza su guion. No lo descuida o desecha en pos de la “espontaneidad”, un pozo en el que muchas obras de su tipo caen inevitablemente y que esta película esquiva con mucha sutileza.
Elio (Daniel Hendler) estudió arquitectura, no del todo convencido de seguir esa carrera, sin tener la vocación a flor de piel. Tal esa así que nunca ejerció esa profesión. De lo que aprendió en la facultad, una sola cosa, o, mejor dicho, una persona le llamó la atención, lo que con el tiempo se transformó en una obsesión que le dio sentido a su vida, que es la de enseñar y divulgar la obra de quién, para él, fue el mejor arquitecto de la historia, el suizo Le Corbusier, un seudónimo de Charles-Edouard Jeanneret-Gris. Porque Elio prefirió no ser un arquitecto más, sino convertirse en el único guía que trabaja en la famosa casa Curuchet, ubicada en la ciudad de La Plata, y explicarles a los visitantes, a través de diapositivas y charlas, mientras recorren cada rincón del inmueble, cómo ideó, proyectó y diseñó la construcción de esta particular vivienda, única en Latinoamérica. La película, con guión de Andrés Duprat y dirigida por Graciela Taquini, nos introduce en un mundo de fantasía para contarnos lo que hizo y cómo realizó sus trabajos, aquí y en el resto del mundo, Le Corbusier. El film alterna entre observar cómo trabaja Elio y un personaje que encarna al reconocido arquitecto, a cargo de Mario Lombard, que camina las calles de La Plata como si fuese un fantasma, mientras reflexiona con la voz en off, en base a textos y conferencias brindadas por él mismo Le Cobusier, sobre lo que es la arquitectura, para que sirve, qué función cumple dentro de la sociedad, etc. apoyada esa idea por las imágenes distorsionadas y saturadas que tiene en los momentos en que aparece en pantalla. Con una propuesta cinematográfica original, que le da dinamismo a la narración, acertadamente optaron en hacer una ficción antes que un documental para que no sólo los arquitectos y alumnos estén de parabienes, sino que el público en general pueda apreciar la idea que logró llevar a cabo el homenajeado personaje europeo y no resulte ser un tedio académico apto sólo para entendidos.
Un viaje en barco simula la llegada de Le Corbusier (Mario Lombard) a la Argentina en su única visita del año 1929 para dar un conferencia sobre arquitectura y urbanismo en la ciudad de Buenos Aires. Será esa rápida pasada la que lo lleve a construir posteriormente, desde el exterior, su obra secreta, es decir, la única casa del arquitecto en este país y la única en América Latina.
Curiosa y entretenida película que es, al mismo tiempo, una lección sobre Le Corbusier y su único ejemplo en la Argentina -la Casa Curutchet, en La Plata- y de cómo el arte, o una obra, pueden volverse una obsesión o integrarse de tal modo a una vida que resulta indivisible de ella. Aquí hay un guía que explica la casa, la casa, y ese relación rara, observada con la distancia justa para evitar todo patetismo.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.