Con Florencia Peña, luces y sombras de la televisión basura La película de Maxi Gutiérrez, aun sin encontrar el tono exacto, desnuda miserias de los participantes de un programa de televisión a partir de sucesos inesperados que mueven piezas (o mejor dicho, sillas), y desde allí reflexiona sobre los tiempos vigentes en donde el rating es el mandamás. Marcela (Florencia Peña) es la eterna panelista de un programa de chimentos vespertino que agobiada por el paso del tiempo y por las exigencias que el propio miedo le impone: mantenerse joven a como dé lugar, mantener la cabeza agachada (excepto que se lo pidan) y sólo reaccionar frente a cámaras si la indicación precisa llega, a punto de ser despedida por el maquiavélico conductor del ciclo en el que participa (Favio Posca) y envuelta en una serie de “fortuitos” accidentes, verá cómo su suerte comienza a cambiar a expensas de las vidas de otros. Así, La Panelista (2020), sosteniéndose en las logradas actuaciones de sus protagonistas, comienza a transitar la delgada línea entre el absurdo, la farsa y el grotesco, sin poder mantener a lo largo de todo el relato la precisión necesaria para evitar caer en el trazo grueso sinsentido, en donde por momentos, inevitablemente, se sumerge. Pero esto no es el resultado de una dirección errónea, al contrario, es tal vez en la construcción del universo en donde presenta a sus personajes, y desacertadas elecciones como postproducir efectos de “sangre”, que comienzan a multiplicarse algunos elementos que afectan al total de la propuesta. Asimismo, la falta de desarrollo del personaje central, que por momentos se la pincela como una gran caricatura de figuras que pululan en el ámbito televisivo, y por otro se la estereotipa de una manera burda y con trazo grueso, no permiten empatizar con el devenir dramático y la transformación que la acontece. Con sus fallidos, el guión, escrito a cuatro manos entre el propio Gutiérrez (Tokio, El vagoneta en el mundo del cine), Jorge Maestro, Gonzalo Salaya y Azul Lombardía, se permite jugar con un análisis de la televisión basura, esa donde por dos historias de Instagram puede hacer que una panelista consiga una cirugía estética, y también esa en donde se pueden sentar en un mismo piso a una amante despechada y la mujer engañada de algún galán en decadencia. Pero es cuando La panelista decide no juzgar a sus personajes, sin profundizar en aspectos inherentes a ellos y en ciertos castigos “morales” impartidos, que el humor surgido de la incorrección con la que se presentan situaciones dictaminaba el camino y el tono a seguir. La película aquí se pierde, normalizando todo, con comportamientos subrayados y la justificación del accionar de algunos personajes, al debilitar premisas que podrían haberse reforzado. El elenco secundario que acompaña a Peña, con destacadas labores de Soledad SIlveyra, Favio Posca, Campi y Diego Reinhold, entre otros, juega dentro de los parámetros impuestos por la propuesta. La ácida mirada sobre el universo televisivo, en el que transitaron sus carreras y que hasta hoy en día la protagonista posee un espacio de características similares al que se presenta, les permite revisar conceptos y valores con los que seguramente se toparon en algún momento y que, a la distancia, no hacen otra cosa que revalidar su lugar en ella.
“La panelista” de Maxi Gutiérrez. Crítica. El verdadero jefe es el rating. Nunca un subtítulo fue tan acertado, el circo de la realidad. Conductor, panelistas, primicias, tandas, solo una porción del vocabulario perteneciente al mundo de la televisión. Por más que las maneras de consumo cambien, la televisión se sostiene en la magia del vivo, ese halo de misterio donde nadie sabe muy bien que va a pasar, pero las posibilidades son infinitas. El próximo jueves 5 de agosto llega a las carteleras de todo el país “La panelista”. La película de Maxi Gutiérrez, que supo leer el universo de la pantalla chica, donde no nos reímos de ella, nos reímos con ella. Marcela es panelista en uno de los programas más vistos de la televisión, al menos por ahora, ya que el conductor le informó que no continuará en el equipo. Ante su inminente salida, se cruza en simultáneo con otro panelista, con la primicia más candente del momento. Por traspiés no intencionales, se ve involucrada en la muerte de su compañero. ¿Aclarar la situación o ser la primera en dar la noticia?. El rating siempre gana. El programa de Tato Bores, dinosaurios vivos, la pelea de Mauro Viale y Samid, Fernando Peña apuntando con un arma a Mirtha Legrand y personajes como Guido Kaczka, momentos inolvidables que nos transmitió la pequeña cajita luminosa. En muchas familias el último integrante de la cena era la televisión, acompañando en las buenas y las malas. Y mucho antes que cualquier red social estuviera en estado embrionario, ya podíamos saber que pasaba en la privacidad de la farándula. Mucho le debemos a ella, ya que mucho nos dio. Como si de una ensalada bien prepada se tratara, aqui tenemos un poco de todo, un poco de comedia, otro de thriler, algunas cositas de policial negro. Pero todo mezclado con una mano hábil. Acompañado a su vez por un elenco de lo más variopinto, Florencia Peña, Favio Posca, Campi y Soledad Silveyra, por nombrar algunos. Que también se amalgaman a la trama, haciendo exactamente lo que la película les solicita, en el momento justo. Las referencias, los “homenajes”, de y para la televisión se agrupan por momentos. Un Posca muy lúcido, toma fragmentos de todos los conductores de programas de chimentos, de algunos más que otros, para formar su personaje. A su vez, Florencia Peña consigue encarnar aquella necesidad de fama que parecen contagiar los medios masivos de comunicación. Darlo todo por tan solo 15 segundos de fama, como decía el controversial Andy Warhol. Si bien contiene muchos momentos cómicos, en escencia tenemos un asesinato, si hay un muerto hay una investigacion y bajo estos paradigmas vemos como la fotografía lo captura todo con un alo de misterio. Cuando el programa de televisión termina, la parrilla de luces se apaga, para darle lugar a una iluminación mucho más puntual y narrativa, que llena los camerinos, o la casa de la panelista. Acompañado a su vez, por una cámara que sabe muy bien que debe mostrar para exacerbar la intriga. A veces burla, otras crítica, a la televisión, la película de Maxi Gutiérrez surfea por esta ola de manera sublime. “La panelista”, te hace reír, pero cuando las carcajadas culminan, las reflexiones comienzan. Analizar porque nos reímos de algo muchas veces es más importante que el objeto de burla. Y conseguir generar esto es muy difícil, por esta razón hay que celebrar y alentar a quienes mediante sus producciones lo logran. Y muchos más si lo hacen tan bien. Calificación
Crímenes Faranduleros Película sobre cómo cualquier cosa sirve para generar rating, se dobla en pos del espectáculo. Dulce comedia negra sobre los chimentos presentes en el mercado televisivo, con giros inesperados”. La Panelista, 2019. Sigue a Marcela Robledo (Florencia Peña), panelista de un reconocido programa de chimentos, descubre una noticia que puede cambiar su vida y la historia de la televisión, desenmascarando la doble vida del querido y respetado galán Osvaldo Lebló (Diego Muñoz). Está a punto de perder su lugar en el panel del programa de espectáculos y ésta es su oportunidad de evitarlo. Pero su compañero Ricardo Toledo (Diego Reinhold) quiere dejarla fuera de la primicia. A partir de ese instante la vida de Marcela dará un vuelco, se convertirá en la panelista del momento pero deberá enfrentar la feroz competencia del conductor del programa, la estrella de Televisión Jorge “Chiqui” Marconi (Favio Posca), los celos de sus compañeros de panel (Campi y Daniela Ramírez), las amenazas del Jefe de Seguridad del canal (José Luis Giogia) y las exigencias de la Gerenta de Programación Claudia (Soledad Silveyra). ¿Hasta dónde llegará Marcela con tal de no perder la fama y el éxito alcanzados? Empezando con la dirección general, la película presenta un ambiente turbulento, digno de su género: Sumando la sátira respecto al manejo de los personajes en contextos de popularidad poblacional dado su estatus en el medio. Todo es glamoroso, para luego ofrecer una incómoda sorpresa con los giros narrativos que rompen las expectativas generadas anteriormente. La música posee un nivel decente, composiciones que van in crescendo con los momentos claves. Es extravagante, adecuada para ser el ambiente auditivo de un panel de televisión dónde el morbo y la acción importan más que otra cosa, sumando el factor policial tocado a continuación. Buenas piezas, usadas de la forma indicada, aunque no tienen un sello muy identitario en su composición per sé y sirven más cómo un apartado acompañando todo lo demás. Con respecto al guion, el film funciona no solo cómo una comedia oscura sobre el mundo de la farándula, sino cómo un “thriller” policíaco respecto a un suceso impactante para el espectáculo argentino con la protagonista cómo principal motor del susodicho. El ritmo es su más grande acierto: Frenético y manteniendo un objetivo claro de principio a fin con tal de generar angustia, intriga y risas oscuras. Cada giro de trama es bien construido y logra que entendamos todo lo que ocurre de antemano para que nada se sienta forzado. “Film sorprendente para el concepto que contiene, comedia que acierta en el clavo junto a una serie de giros misteriosos, colaborando de manera armoniosa para entregar al público un contenido más que cuidado en ejecución. Sinceramente, una gratísima sorpresa ver el resultado, recomendable en su totalidad."
Este jueves llega a las salas de cine “La panelista”, una coproducción argentino – chilena de la mano del director Maximiliano Gutierrez (“Eso que nos enamora”, “Tokio”), que pone el foco en los limites inimaginables que cruza una panelista de un programa de chimentos para intentar mantenerse en el lugar que cree que merece. La película cuenta con un variado elenco que tiene a Florencia Peña como protagonista, acompañada por Favio Posca, Soledad Silveyra, Diego Reinhold, Laura Cymer, Gonzalo Valenzuela, entre otros. Que la televisión se maneja por el rating momento a momento, y que sus realizadores son capaces de cualquier cosa por llevarse los mejores números de rating de su franja es algo que todos sabemos. Que en los programas de chimentos el panelista que trae la noticia “más importante” (en función de lo que a ese programa le interesa, claro) es el que puede tener más minutos en pantalla en comparación con el resto, también. Gutierrez decide llevar esas premisas a la pantalla grande a través de la historia de Marcela Robledo, una panelista de un programa de chismes que descubre una noticia que la puede transformar en la estrella del canal: la verdad sobre lo que le aconteció a un galán chileno es una primicia que ella tiene y que decide contar. Los límites que cruza, sin embargo, son demasiado riesgosos. Si bien la trama es básica, uno podría esperar de la película una comedia ácida sobre lo que sucede puertas adentro de un canal, con ciertos guiños y porque no “criticas” al mundo del espectáculo y de los panelistas, el rating, la competencia, los “casting sabana”, etc. Sin embargo “La panelista” se arriesga mucho más y el saldo no es positivo. Gutierrez lleva las situaciones que relata la película a un extremo tal que la torna inverosímil. Los hechos que acontecen son tantos y tan continuos que no se hace hincapié en ninguno de ellos, pues son tratados con una superficialidad que repele. Los personajes, casi caricaturescos y sin profundidad, responden a estereotipos obvios y previsibles: el conductor estrella egocéntrico que no quiere ser reemplazado, la panelista que tiene su lugar por su relación con el líder del equipo, la oportunista que daría cualquier cosa por conseguir ese puesto que anhela, el “serio” del equipo al que no le dan el lugar que desea porque sus informes no rinden, y así cada uno de los roles. Si la idea era mostrar que este tipo de programas se rige por principios que son repudiables no hubiera sido necesario relatar una historia tan siniestra como ridícula (es decir, de acuerdo a la RAE “Que por su rareza o extravagancia mueve o puede mover a risa”). “La panelista” intenta enmarcarse a partir de un determinado momento de la trama en un thriller – pues el devenir de los diferentes acontecimientos así podrían haberlo permitido – pero todo acontece de forma tan efímera, superficial e intrascendente que esa intención queda en el camino, pues lo que menos genera “La panelista” es estremecimiento o emoción.
Dicen que la televisión es una "picadora de carne". Y Maximiliano Gutiérrez expone este mundo de rating y competitividad llevado al extremo en el film "La Panelista". Marcela Robledo (Florencia Peña) es eso, una de las panelistas del programa de chimentos conducido por el arrogante Jorge "Chiqui" Marconi (Favio Posca). Marcela, por razones que se sospechan, sabe que va a perder su lugar, pero no puede dejar que eso suceda. En paralelo, otro integrante del panel, Ricardo Toledo (Diego Reinhold) va a ser despedido por desinteligencias con el conductor. El principio de varios hechos desafortunados comienza con la primicia sobre el galán del momento, Osvaldo Lebló (Diego Muñoz) y una accidente que lo involucra. Esta primicia le da a Marcela la oportunidad para sobresalir y asegurar su trabajo, aunque le cueste caro. Tiene un as en la manga y hará lo que sea para lograr su propósito. "La Panelista" analiza desde el absurdo ascensos y caídas de los integrantes del programa, con vueltas de tuerca que rozan el policial negro. El peso del guion cae casi por completo en Florencia Peña, quien hace un buen trabajo Suman credibilidad Soledad Silveyra en su rol de directora de programación, Martín Campilongo como el periodista rezagado que busca su lugar, y los mencionados Diego Reinhold y Favio Posca. El film tiene un ritmo vertiginoso y cuenta con un buen elenco. Es una lástima que las situaciones que atraviesa su protagonista sean tan poco creíbles
No es sencillo retratar desde la ficción un universo donde precisamente lo ficticio está a la orden del día. El tema central de La panelista es el detrás de escena de un programa de interés general –donde todos hablan de cualquier temas, más allá de que los dominen o no– muy similar al que se ve en cualquier momento, en cada vez más más canales de la televisión argentina. Y de la televisión, justamente, proviene el grueso del elenco, en lo que es un intento por (re)vincular las audiencias de ambas pantallas. Marcela (Florencia Peña) es una de las panelistas de un programa de chimentos conducido por Chiqui (Favio Posca), un hombre cruel, despiadado y exitista, como todos (y todas) aquí. Atravesada por los mandatos estéticos de la televisión, en la primera escena ella negocia una cirugía plástica a cambio de menciones al aire, mientras que sus compañeros intentan lucirse a como dé lugar. Ninguno de ellos puede atribuirse un matiz positivo, incluyendo la directora del canal (Soledad Silveyra). En un contexto donde a nadie le interesa la información ni el dato duro, sino el petardismo y las acusaciones gratuitas, la supuesta muerte de un actor chileno exhibe la peor cara de todos ellos y del programa, con lágrimas forzadas y mensajes emotivos, mientras se siguen los números de audiencia. Una mirada tan descarnada como obvia sobre la cocina televisiva. En su parte central, la película cambia ese rumbo grotesco para abrazar el thriller, un cambio de tono sorpresivo pero que refuerza el espíritu crítico de un film al que, sin embargo, se le notan las costuras. Porque a La panelista le interesa más señalar las miserias televisivas, con su apego por lo efímero e intrascendente, que construir un relato sólido, con personajes desarrollados que sean algo más que portadores de valores negativos.
El llamado panelismo es un fenómeno que se desarrolla desde hace unos años en la televisión argentina (también mundial) y consiste en programas, infinidad de programas, de todos pero todos los canales, con un conductor o conductora rodeado de un grupo de personas que ofician de opinadores sobre un sinfín de cuestiones. El formato obedece a diferentes razones, pero tal vez la principal es que se trata de envíos baratos, sin los costos de las ficciones o de programas periodísticos con un mínimo de rigor. Ahora bien, lo antes dicho es bastante conocido, casi obvio, y es sobre la misma obviedad es sobre la que se monta La panelista, una película que recorre cada uno de los ítem que a priori se espera de un relato centrado en la cuestión de la tv basura, esto es: los escándalos, la ambición sin límites, el todo vale, la necesidad de figurar a cualquier costo, el despotismo, los canjes, etc. A priori el punteo no debería ser arbitrario, el punto es que como siempre en cualquier obra es el cómo. Y la puesta se decide por la estridencia, así, sin reparos. El ruido del guión, de las interpretaciones, hacen honor a el tema central de la película, aunque hay que decirlo, agrega elementos del thriller, aunque siempre sobre el mismo chirrido. Así que de lo que se trata es de un thriller estridente o una comedia que primero aturde y luego llega al policial. Florencia Peña es Marcela, una panelista del montón que hace lo suyo en el programa de Chiqui (Favio Posca), mal bicho, peor jefe, desalmado hasta más no poder y una de las estrella del canal que dirige Claudia (Soledad Sylveira). Desde el comienzo, Marcela está detrás de un canje para una cirugía que le disimule el inevitable paso del tiempo y poder permanecer en el panel que comparte con otra mujer más joven (amante del conductor), otro que cubre los “policiales” y uno más, otro que está a punto de comenzar su propio programa. Todos los personajes corresponden a algún estereotipo de la televisión, casi sin matices, al igual que la historia, que ofrece lo esperable. Sin embargo, hay un accidente, luego otro pero con desenlace fatal, un asesinato y después hasta un caso de gatillo fácil. Es ese vuelvo el que le insufla algo de originalidad al relato (es inevitable recordar con cierta nostalgia Todo por un sueño, de Gus Van Sant con Nicole Kidman), pero claro, el problema sigue siendo cómo, en una película en donde solo sobresale Campi, que se le nota madera para dar más allá del papel que le tocó como un panelista que quiere ser respetado en el rubro policial. LA PANELISTA La panelista. Argentina/ Chile, 2021. Dirección: Maximiliano Gutiérrez. Guión: Maxi Gutiérrez, Gonzalo Salaya, Azul Lombardía y Jorge Maestro. Intérpretes: Florencia Peña, Favio Posca, Martín “Campi” Campilongo, Soledad Silveyra, Diego Reinhold, Laura Cymer, Gonzalo Valenzuela y José Luis Gioia. Fotografía: Hugo Colace. Montaje: Agustín Rolandelli. Música: Octavio Stampalia. Duración: 90 minutos.
Por Agustín Villegas La comedia negra siempre garpa. La película se adentra en lo mas abyecto del mundo televisivo retratando la historia de Marcela Robledo (Florencia Peña) una panelista televisiva en decadencia que de repente se entera la noticia que podría catapultarla al éxito. La película cuenta con un variete de estrellas argentinas como Flavio Posca haciendo del narcisista conductor televisivo Chiqui Marconi, Soledad Silveyra como la cabecilla del canal en donde se desarrolla la historia, Diego Reinhold en el rol del rival de Chiqui, Ricardo Tobledo y un Campi que se luce en drama como un periodista y abogado mas vivo que todos los demás juntos. Jose Luis Giogia, Diego Muñoz y, en forma de cameo, Diego Ramos completan el reparto. La idea de hacer una comedia de humor negro en el infame mundo televisivo nacional suena como una genialidad, y mas para gente como yo que se deleita de morbo viendo como en los medios se disfraza inmoralidad de moralidad y como temas banales son tratados con una seriedad que termina comprando al televidente, y hasta por momentos la película exprime conceptos que quedan piolas en una historia que tiene como contexto este mundo. Lamentablemente le falto pulir algunos detalles y muchos de los chistes buenos se quedan a mitad de camino por querer tomar un rumbo mas serio del que estaban planteandonos. Las actuaciones son mas que aceptables, lo que deja en claro que el laburo de dirección esta aprobado. Florencia Peña está hermosa y su tipo de laburo encaja perfecto con el personaje, lo mismo el resto. Flavio Posca no suele gustarme pero acá pasa lo mismo que con Florencia, el personaje le queda genial. Soledad Silveyra le pone garra y despliega carisma al punto de hacer su latiguillo algo pegadizo y no forzado. Aunque el que brillo a mí parecer fue Campi, realmente espero que su carrera actoral evoluciones de acá en adelante y le brinden desafíos mas copados … Ultimamente escribo cosas que jamás pensé que iba a escribir, pero bueno, mejor. El problema que tengo es mas con respecto al tono, se vuelven muy solemnes en base a la trama central, dejando de lado la comedia para meterse en el thriller. Ambos aspectos de la película, tanto el humor como la tensión, estan bien hechos en forma individual pero entrelazados hacen que la película se torne inestable y se pierdan detalles. Ademas hay algunas subtramas que pudieron haber terminado con mejores remates. Por otro lado el final oscuro de la historia me pareció fresco y distinto a lo que se vió, no entrare en detalles pero probablemente al espectador promedio lo deje medio desubicado acostumbrados al tipo de finales que esperan de una película con éste reparto de comediantes. ¿La recomiendo? Sí. Es divertida, tiene enganche y buenas actuaciones … Pero con un concepto como este se pudo haber hecho algo mas jugado y crítico con respecto a un mundo muy jugoso para pinchar. Calificación: 7/10
Los problemas de la televisión de hoy en día y hasta los sucesos “bizarros” que ocurren allí son llevados a la pantalla grande con mucho humor – negro por momentos – en “La Panelista”, la nueva película de y dirigida por Maximiliano Gutiérrez. La película nos mete de lleno en el día a día como panelista de Marcela Robledo (Florencia Peña) en el programa que conduce Chiqui (Favio Posca). Ella no resalta en el programa, se caracteriza por su carisma y simpatía, y espera su día de suerte hasta que, finalmente, llega. Marcela se convierte en dueña de una primicia que con solo decirla puede lograr que tanto su carrera como su vida den un giro de 360°. Claro que toda esta situación tiene un trasfondo bastante complicado ya que la protagonista pondrá en juego más de lo que debería, cruzándose en su camino a la fama con varios personajes y conflictos. Con respecto a las actuaciones, la fusión de Favio Posca y Campi fue lo mejor que tuvo la película. Cada uno logra mucha empatía con cada una de sus participaciones, siendo fieles a los personajes, logrando impactar con su propio sello. Ambos dan su propio “toque” y eso se disfruta desde la platea. Además, el guión los ha favorecido con grandes momentos y eso fue muy enriquecedor. Por el contrario, siento que el guión no ayudó 100% a que Florencia Peña se destaque a nivel actoral más allá de contar con un divertido personaje A través de una escenografía sencilla y acorde a la temática, en “La Panelista” podemos disfrutar de una divertida historia que no pierde el hilo en ningún momento y entretiene. Admito que me hubiera encantado si se desarrollaban en profundidad otros personajes como el de la talentosa Soledad Silveyra. Invito a que vayan al cine a disfrutar de esta nueva apuesta del cine argentino para reírnos de nuestra televisión. “La Panelista” es una película que mantiene al espectador atento y expectante a todo lo que sucede y que, sin dudas, hace reír al público gracias a las elocuentes comparaciones que podemos hacernos en nuestra imaginación al pensar nuestra televisión actual. Cualquier similitud con la realidad no es pura coincidencia.
Reseña emitida al aire
LA MALA TELEVISIÓN La panelista es una comedia negra centrada en el mundo de la televisión, con un personaje (o un grupo de personajes) que busca ascender sin importarle cómo. A la protagonista, Marcela (Florencia Peña), la oportunidad de ascenso le llegará accidentalmente y a partir del asesinato de un compañero del programa. Esto, y con este tono entre cínico y misantrópico, lo hemos visto muchas veces en el cine. Y la película de Maxi Gutiérrez no se corre demasiado del molde. Por lo pronto, sabemos que este tipo de historias tienen dos finales posibles: la corriente siniestra en la que el personaje amoral logra su objetivo y termina en la cima o la corriente moralista, donde finalmente el personaje sufre algún tipo de aleccionamiento por sus actos. Por lo pronto, una vez que La panelista muestra sus cartas y pone a andar su premisa, solo esperamos ver qué camino toma la historia. Lo que importa, como siempre, es el recorrido. Por lo general el cine usa a la televisión para señalar con el dedo toda su trivialidad, como si en el cine las mediocridades, los espíritus competitivos, los talentos discretos, los arribistas, no formaran parte del paisaje. Sin embargo en La panelista hay toda una vuelta de tuerca que podría haber puesto a la película en un terreno de autoconsciencia y metalenguaje más que interesante. Todo el reparto, con ligeras excepciones, está integrado por actores y actrices que se han hecho populares en la televisión; incluso algunos de ellos integrantes de programas como los que el film de Gutiérrez señala con absoluto escarnio. Sin embargo eso no lleva a la comprensión de esas criaturas, sino más bien todo lo contrario, a una suerte de concierto de hijaputeces propias de alguna comedia insociable de Robert Altman. Por lo que uno tiende a reflexionar, mientras mira la película, si esta gente es feliz haciendo lo que hace. Seguramente esto no tenga que ver con la película, pero esa es una seña también de que algo falla en La panelista para que pensemos en otras cosas mientras los personajes se mueven en la pantalla. No se puede decir que Gutiérrez no tenga algunas ideas visuales. Hay unos travelling por los pasillos del canal que funcionan narrativamente y algún momento, como el de la revelación de un dato clave mientras el programa dentro de la película está al aire, que mantiene cierta tensión. El problema de La panelista (o uno de los problemas) es que si la comedia negra le sale más o menos, en determinado momento la película gira hacia el thriller, acumulando giros improbables y situaciones forzadas como todo el clímax donde definitivamente lo que pasa en la pantalla es inverosímil. Con eso pasan dos cosas: por un lado, que la película pierde el mínimo rigor que había logrado desde su puesta en escena que intenta ser ajustada, pero por el otro -y más importante aún- que pone en evidencia que quiere decir cosas sin importarle muy bien cómo. Y ahí, inconscientemente, termina cometiendo el mismo error que su protagonista. La influencia de la mala televisión es tal, que termina empantanando a una película que intenta burlarse de la mala televisión.
El mundo competitivo de la tele, donde los protagonistas de mucha vacuidad y competencia, pelean codo a codo por sus minutos de fama y de canjes, con un individualismo exacerbado y egos explotados. En ese mundo, un tanto resumido con trazo grueso, pero con una mirada punzante e irónica el director y coguionista Maximiano Gutiérrez, (en la escrituran están Gonzalo Salaya, Azul Lombardía y Jorge Maestro) construye con mucha eficacia y sentido popular un policial negro que da pasos seguros desde el principio hasta el final. La idea fue cubrir cada papel con figuras muy famosas, como el caso de Soledad Silveyra como una productora implacable, o Diego Reinhold como un panelista más. O Gonzalo Valenzuela, José Luis Gioia o Diego Ramos. Todos reconocibles y detectables. Pero el trío protagónico está compuesto por Florencia Peña con un personaje muy bien construido, impávido y letal al mismo tiempo, Campi con un rol bien definido que lo muestro en un registro poco habitual a su conocido humor, y Favio Posca. El suyo es un rol con pocos matices pero el actor sabe darle un toque feroz muy a tono. Una comedia popular, destinada al gran público, que mezcla competencias varias con cadáveres que avanza con una buena progresión y es en definitiva un buen entretenimiento.
"La panelista": juego de espejos Tal vez no haya mejor forma de ofrecer un retrato crítico de la televisión que ponerle un espejo adelante y eso es lo que hace el guionista y director Maximiliano Gutiérrez. Como una de esas cajitas de música hechas con pedazos de espejos. Una de esas en las que al levantar la tapa aparece una bailarina que da vueltas mientras suena “Para Elisa”, pero que adentro esconde un mecanismo de relativa complejidad que contrasta con la simpleza de su apariencia. Así se puede definir a La panelista, opera prima de Maximiliano Gutiérrez, protagonizada por Florencia Peña. Es cierto que no se trata de una obra de alto cine, pero no hace falta llegar a eso para que una película esté realizada con oficio, resulte aceptablemente eficaz en términos dramáticos y constituya una opción entretenida. Netflix y sus Salieris están llenas de producciones internacionales que con muchos más recursos que La panelista no consiguen lo que esta logra: mantener al espectador atento. La película está ambientada en el infernal universo de la televisión, de cuyos círculos el peor es el de los programas de chimentos, hábitat natural de esa especie convertida en plaga que son los panelistas. Una de ellas es Marcela, una mujer obligada a pelear en varios frentes. Por un lado, contra los años que se le vienen encima y amenazan con devaluar su figura, el bien más preciado en un espacio definido por el axioma legrandiano de “como te ven, te tratan”. Por el otro, con las dificultades de sobrevivir en un ecosistema caníbal en el que todos son depredadores y depredados a la vez. Uno de los gestos más interesantes de La panelista proviene del casting. Es que para darle cuerpo a sus criaturas ha recurrido a un grupo de intérpretes muy conocidos en la tele y casi nada en el cine. Eso, que puede generar suspicacias, acaba revelando inesperados potenciales. No solo por la labor de Peña (que exhibe algunos recursos que no son los que habitualmente explota en la tele), sino por el tono homogéneo y verosímil del elenco. Con picos como el de Martín Campilongo, habitual comediante, quien compone a un oscuro e intimidante columnista de policiales. Con la amenaza de su jefe de no renovarle el contrato para la próxima temporada, Marcela entra en crisis y termina teniendo una disputa por una primicia con el panelista estrella del programa, quien esa tarde se despide para comenzar una carrera como conductor. La cosa termina en tragedia y lo que parecía avanzar hacia la sátira o la farsa pega un volantazo hacia el thriller, aunque La panelista no es una de Hitchcock, claro, y sus giros a veces son muy simples. Aún así se convertirá en un baile de máscaras en el que es imposible confiar en nadie. Es cierto que, por ritmo y estética, la película por momentos luce “televisiva”, pero eso no necesariamente debe verse como un defecto, sino como una decisión. Al fin y al cabo, La panelista se propone como un juego de espejos, de reflejos engañosos e imágenes distorsionadas. Y tal vez no haya mejor forma de ofrecer un retrato crítico de la televisión que ponerle un espejo adelante, con una bailarina que da vueltas en el medio sin terminar de entender bien para qué.
La película arranca como una sátira de la televisión. Lo hace con conocimiento del tema y aun para los que no entiendan los guiños que el film tiene, queda en claro que describe un mundo despiadado y mediocre. No se refiere a toda la televisión, sino puntualmente a la de chimentos. El director pone casi toda la carne en el asador en las escenas iniciales, pero lamentablemente la puesta en escena no mantiene el mismo nivel de dedicación. Un presupuesto limitado se adivina a cada momento. La sátira troca rápidamente hacia comedia negra y con ese cambio surge la esperanza de una película más sofisticada. Pero allí se encuentra con dos problemas: en primer lugar una protagonista sin ninguna gracia, incapaz de lograr una escena graciosa y al mismo tiempo sin chances de generar empatía alguna con los espectadores. El otro problema es que la película pega un giro más y decide volverse policial, dejando de lado ese humor en el guión que parecía ser el tono más efectivo. Los realizadores pueden haber visto otros films sobre los ascensos despiadados en televisión, como por ejemplo Todo por un sueño (To Die For) de Gus Van Sant, pero si fue así no queda del todo claro. Lo que sí es obvio es que buscan un espíritu hitchcockiano en muchos momentos. No es mala idea, pero una vez más el problema es la actriz. En una película de Hitchcock no importaba quien fuera el personaje, siempre queríamos que se saliera con la suya. Acá eso no pasa en ningún momento de la película.
La panelista es una tragicomedia negra, muy atípica en el panorama reciente del cine argentino, que retrata sin sutilezas un mundo muy reconocible. Lo que se retrata aquí es el mundo de la TV que se asoma a la realidad de la manera más frívola que pueda imaginarse, habitada por seres mezquinos, calculadores y sin escrúpulos, dispuestos a emplear cualquier medio (hasta el más cruento) con tal de sacar ventajas, alimentar sueños de fama y fortalecer así sus espacios de influencia y poder. Como los personajes no pueden (y no quieren) escapar a todas esas tentaciones, la trama los envuelve en situaciones cada vez más complicadas, con hechos de sangre incluidos, y los arrastra a conductas extremas, casi surrealistas, que facilitan la construcción de la sátira y permiten, de paso, tomar conveniente distancia de cualquier riesgo de comparación directa con experiencias de la vida real. El relato sufre por la confusión de acentos (estamos ante una coproducción argentino-chilena) y unas cuantas vacilaciones en la progresión de situaciones y diálogos, pero a la vez tiene muy bien claros sus propósitos y logra expresarlos con bastante convicción. Hay varios aciertos de casting (Florencia Peña, Campi, Posca, Silveyra), mucha ironía autoconsciente y la sensación de que con algunos ajustes y menos apuro en la resolución de unas cuantas escenas los resultados hubiesen sido todavía más satisfactorios.
En lenguaje chimentero, una primicia jugosa La película de Maxi Gutiérrez critica las frivolidades de la televisión basura empleando la sátira y el ingenio para presentar una historia atrayente en la pantalla grande. Existe el periodismo de Espectáculos y el periodismo de chimentos. Si el primero se dedica a indagar, comunicar y analizar las novedades y fenómenos de todo el amplio espectro cultural, el segundo representa lo que se conoce como televisión basura. Los magazines de archivo -para muchos, la cloaca del oficio- y quienes los integran, conductores y opinólogos vanidosos, cuya única misión es perseguir primicias inmiscuyéndose en las vidas de las celebridades de turno, son el objeto de crítica de La panelista. El director Maxi Gutiérrez logra una notable sátira llena de personajes fácilmente reconocibles y le da la oportunidad a Florencia Peña de explorar un registro diferente a los usuales roles cómicos con los que se ganó a su público. Marcela Robledo (Florencia Peña), panelista de Imprudentes -un programa de chimentos con clarísimos guiños al histórico Intrusos- descubre una noticia que puede cambiar la historia de la televisión, desenmascarando la doble vida del respetado galán Osvaldo Lebló (Diego Muñoz). Está a punto de perder su lugar en el panel y ésta es su oportunidad de evitarlo. Pero su compañero Ricardo Toledo (Diego Reinhold) quiere dejarla fuera de la primicia. La ambición ciega a Marcela y la lleva a cometer un atroz delito que la convierte en protagonista de una pesadilla digna del prime time. En el drama televisivo los horrores se magnifican con efectos de sonido, las emociones se fingen, la ficción se confunde con la realidad, los protagonistas usan máscaras de frivolidad y el único jefe es el rating. Maxi Gutiérrez entiende a la perfección la dinámica carnicera del medio llevándola a una parodia humorística con tintes de thriller. Combinación refrescante a la que pocos cineastas se le animan; uno de los más reconocidos en la materia es Alex de la Iglesia. Lejos de los personajes estereotipados que le marcaron una sólida trayectoria en la comedia, Florencia Peña ofrece una lograda interpretación en la que aflora su costado dramático permitiéndole humanizar a su personaje, minoría en una industria históricamente varonil. A Peña se le un talentoso elenco entre los que se destacan Campi (en un simil Paulo Kablan del periodismo de investigación) y Favio Posca, con su divertido histrionismo característico. En lenguaje chimentero, La panelista es una primicia de lo más jugosa.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
Marcela Barrios (Florencia Peña) lleva varios años atrapada en ese paso previo a la verdadera fama sin poder dar el salto, en parte por su propia banalidad y también por estar bajo un jefe paranoico y autoritario (Favio Posca) que sabotea a cualquiera que amenaza con lucirse más que él. Un golpe de suerte le da su oportunidad de destacarse en el programa donde sabe que tiene los días contados, cuando casi por accidente descubre la verdadera historia detrás de la muerte de un querido actor al que todo el país está llorando. Pero su compañero Ricardo Toledo (Diego Reinhold) recibe la información al mismo tiempo que ella, provocando una discusión sobre quién debería dar primero la noticia al aire, en la que Toledo muere accidentalmente. En vez de buscar ayuda, la panelista entra en pánico y decide ocultar el cuerpo; una decisión que le permite dar la primicia y convertirse en el centro de atención por varios días. Por lo menos, hasta que alguien descubra lo que realmente sucedió con Toledo. La Panelista, la primicia y el muerto Voy a comenzar con una confesión: la lista de nombres del elenco de La Panelista me alcanzó para prejuzgarla como otra comedia burda argentina más, de esas que cada tanto la industria local saca para explotar la fama de un par de caras conocidas sin preocuparse mucho en el producto que están haciendo. Pero La Panelista tiene poco que ver con eso, porque es una comedia negra y bastante ácida sobre el mundo de la televisión, que usa un crimen para exponer las miserias de sus personajes. No deja de tener evidentes problemas de recursos y algunos vicios televisivos, pero marca la diferencia con un estilo de dirección que apuesta a contar con imágenes un guion bastante sólido, el cual va plantando información que más tarde será necesaria y para que eventualmente todo suceda por algo. Desde la jefa de programación capaz de tirar a cualquiera abajo de un tren por un punto de rating, al guardia de seguridad que conoce los secretos de todo el mundo desde su oscuro bunker, pasando por el conductor despótico que no pasa un día sin abusar de su posición, La Panelista retrata un mundo frívolo y salvajemente competitivo donde nadie es del todo inocente, por lo que tener personajes al borde de la caricatura no llega a ser completamente inverosímil. Es creíble que hasta cierto punto estén desapegados de la realidad general. Todos ellos encarnados por un elenco de tradición televisiva quienes, aunque no terminan de deshacerse de los vicios clásicos del formato, sorprenden con interpretaciones más contenidas y verosímiles de lo que prejuzgando por sus nombres podría esperarse. Entre los costados más endebles de La Panelista están los que suele tener cualquier película con más ambiciones que presupuesto, sobre todo algunos detalles del vestuario o la ambientación donde se nota mucho el artificio y que el trabajo de fotografía no puede ni intenta disimular. Eso se hace un poco más notorio cuando el director Maximiliano Gutiérrez (Tokio) despliega algunas pretensiones estéticas poco frecuentes en este tipo de producciones: hay planos continuos que recorren varios espacios con personajes entrando y saliendo de cuadro con un buen ritmo y fluidez, contrastando con la rusticidad de la imagen general, pero que igualmente alcanzan para vislumbrar cierto potencial que no termina de desarrollarse en La Panelista aunque está a la espera de una buena oportunidad para terminar de florecer.