La puteada argentina Tomando como base el caso real de El Loco de la Ruta -un asesino serial de prostitutas que perpetró sus crímenes en la ciudad de Mar del Plata a fines de la década del noventa-, La Plegaria del Vidente es una película de género que responde claramente a las características del policial negro...
Olas sangrientas con muchas sospechas Un policial nacional con buena factura técnica que se articula a partir de una serie de asesinatos de prostitutas cometidos en la ciudad de Mar del Plata. El director Gonzalo Calzada (quien antes había filmado Luisa con Leonor Manso) sigue al pie de la letra los códigos del thriller, basándose en la novela de Carlos Balmaceda que, a su vez, se apoya en hechos reales que pusieron en jaque a la policía. En La plegaria del vidente entran en juego varias situaciones y personajes que se ven acorralados por las dudas y el misterio. El Vasco (Gustavo Garzón), un policía de pasado oscuro y presente incierto, comienza la investigación del caso junto a su compañero (Fabio Aste) y Riveros (Vando Villamil), un periodista de policiales. En la trama también aparecen una médica forense (Valentina Bassi) y Mauro (Juan Minujín), un ciego con videncias que vive aislado en una casona de la playa y presagia lo peor. Completan el elenco de este sombrío rompecabezas Guillermo Marcos, como el jefe de la policía; Victoria Carreras, en el rol de una prostituta que corre peligro; y Rodolfo Ranni, ícono del género nacional de los años ochenta con sus films El Desquite, En Retirada y La búsqueda. El relato hace gala de un montaje ágil, feroz por momentos, para mostrar la situación de desprotección de las víctimas luego de la aparición del primer cadáver del llamado "Loco de la Ruta". Si hay algo atrapante en el film es el foco de las sospechas que recaen sobre todos, ya que el Vasco no sólo enfrenta a un despiadado asesino serial, sino que también sufre las presiones de políticos y de su propio departamento para descifrar el misterio. Con una fotografía lúgubre que retrata los fantasmas personales del protagonista, un constante juego entre figura y fondo que sirve para desdibujar la identidad del criminal y cruerpos que hablan, el Vasco intentará desentrañar, junto al espectador, las pistas que lo conducirán a la identidad del villano de turno. Por momentos, la película abruma al espectador con muchos detalles y datos a partir de una trama que esconde varias vueltas de tuerca y cabos sueltos, pero el resultado es positivo y arriesgado (el espectador sabrá por qué) en este policial made in Argentina que genera incertidumbre, miedo y dolor. Las olas sangrientas vienen con fuerza y muchas sospechas.
Maratón de la muerte Siempre resulta interesante aproximarse a una película argentina que incursiona en el cine de género y, más aún, cuando se basa (se inspira) en hechos reales. La plegaria del vidente, transposición de la novela homónima a cargo de su propio autor, Carlos Balmaceda, reconstruye una serie de asesinatos de prostitutas ocurrida en la Mar del Plata de los años '90 que en principio fueron atribuidos al misterioso "Loco de la ruta" y que tuvo un fuerte eco mediático en aquella época. En la elección de los personajes -El Vasco, un experimentado y torturado detective ya demasiado cansado y algo decadente, de esos que están de vuelta de todo (Gustavo Garzón); y Riveros (Vando Villamil), un veterano periodista experto en casos policiales- hay un intento de trabajar sobre ciertos códigos del film-noir, búsqueda que se amplifica en la fotografía de una Mar del Plata completamente alejada de La Feliz soleada y veraniega: sórdida, lúgubre, opresiva. Lo que no me terminó de convencer de la puesta en escena de Calzada -un director con amplio dominio de la técnica de su oficio- es su tendencia a la acumulación (de datos, de detalles, de vueltas de tuerca, de personajes, de planos...). El realizador opta por un patchwork visual (casi un collage) construido mediante un montaje que por momentos remite a aquellos tempranos videoclips de la MTV. Así, con esa edición taquicárdica, se pierde espesor dramático, se dilapidan climas bien concebidos, se deriva demasiado la atención y en ciertos pasajes se termina abrumando al espectador. Hay, también, ciertas dosis de sadismo (en la línea de las sagas de El juego del miedo y Hostel), con amputaciones y desmembramientos de cuerpos, y una tendencia a la estilización exacerbada, al regodeo esteticista. Calzada (Luisa) se rodeó de buenos intérpretes (en algunos casos, no del todo aprovechados en personajes secundarios sin demasiado desarrollo), como Valentina Bassi (una médica forense), Juan Minujín (un vidente solitario que es acechado por imágenes apocalípticas) y Rodolfo Ranni (un corrupto que parece importado directamente de los policiales ochentistas de Juan Carlos Desanzo). Precisamente, la corrupción política y policial aparece como trasfondo de un thriller que, si bien no resulta del todo redondo y convincente, tiene unos cuantos atributos valiosos que lo convierten en una opción para tener en cuenta. Necesitamos más cine de género en la Argentina...
Bajos fondos A pesar de estar basada en un caso real, el del loco de la ruta que mataba prostitutas en Mar del Plata hace algunos años, La plegaria del vidente. como ya deja suponer su título, está marcada por una fuerte voluntad estética. Después de un prólogo que introduce elementos sobrenaturales, la película se despliega plenamente (y se lo hace saber al espectador) dentro del campo del noir: una voz en off narra y reflexiona sobre lo que vamos a ver. Un periodista que ama las historias de crímenes y la noche marca el tono: habrá truculencia, almas perdidas, esas cosas. Sin embargo, el periodista no es el protagonista de esta historia, sino el detective Bilbao, interpretado por Gustavo Garzón, un hombre recto en medio de la policía corrupta y torturado por su pasado. Hay un asesino serial. Los elementos están dispuestos. Sin embargo, para ser una película con tan obvia inspiración genérica y clásica, a La plegaria del vidente le falta claridad en su narración. La realidad se mezcla con las visiones del vidente ciego. El plano se sacude en una interminable e insoportable cámara en mano. Las muertes se apilan pero la investigación no avanza. Las vueltas de tuerca se apilan (sobre todo hacia el final) sin rigor. Pasamos de un personaje a otro sin que terminemos de entender su relevancia, sin que ninguno llegue a desarrollarse. Apenas tenemos un crimen (que no forma el patrón de un asesino serial) y ya contamos con tres teorias conspirativas sobre quién está detrás de todo. Las líneas se cruzan sin más explicación que los diálogos explícitos hasta lo burdo. En medio de este desorden aparecen cada tanto imágenes que, casi por el costado, logran capturar algo interesante: ambientes, pasillos, calles nocturnas. Hay un sustrato de realidad que vibra debajo del entramado de la película, pero tan pronto como vemos algo de eso (de la mano, más de una vez, de la actuación de Victoria Carreras), de nuevo estamos metidos en la trama que intenta complicar a la bonaerense a la vez que cruza historias privadas y venganzas personales. En el centro de todo esto está Gustavo Garzón, que lleva adelante la película y en buena medida logra sostenerla hasta el final. Contenido en buena parte del metraje, Garzón le presta a La plegaria del vidente su enorme fotogenia, aumentada por las arrugas que parecen multiplicarse hasta el infinito en sus primeros planos. Personaje un poco demasiado explícito, un poco repetitivo, el detective Bilbao funciona porque, a diferencia de todos los demás de la película, se mantiene relativamente guardado y logra crear así, paradójicamente, un personaje con cierto espesor. Pero por cada momento en el que lo vemos actuar sin explicarnos la motivación de cada una de sus escenas, por cada escena en la que actúa sin que sepamos del todo por qué, hay otra en la que una caricatura de policía sobreactúa su corrupción en un plano turbio, tembloroso. Lo que podía haber de interesante en algunas de las imágenes de La plegaria del vidente, lo que promete como trabajo no del todo logrado la actuación de Garzón quedan finalmente aplastados por una película que no termina de aprovechar sus materiales y, temerosa de no ser clara o tal vez de perder por el camino el interés del espectador, enrosca y enchastra todo a la vez que está constantemente explicando con diálogos lo que las imágenes apenas llegan a insinuar: lo que podría haber sido un buen policial.
La ciudad infeliz Policial sobre crímenes ocurridos en Mar del Plata. Estos asesinatos tuvieron su fama. Ocurrieron en Mar del Plata, con prostitutas como víctimas. Los medios hablaron de El loco de la ruta , pero muchos sospecharon que la policía estaba involucrada. Carlos Balmaceda escribió una ficción, La plegaria del vidente . Gonzalo Calzada la llevó al cine. El resultado es un filme estilizado, ambientado en una Mar del Plata ominosa y opresiva, con buenas actuaciones -sobre todo, de Gustavo Garzón- y mayor eficacia a la hora de generar suspenso que al resolver enigmas. Los puntos de vista sobre estos crímenes en serie son múltiples: el de El Vasco (Garzón), un detective resentido, decadente y obsesionado; el de Mauro (Juan Minujín), un vidente que creer intuir los asesinatos; el de Natalia (Valentina Bassi), una forense que cada vez se involucra más en el caso; y el de Riveros (Vando Villamil), un periodista de policiales -demasiado arquetípico, aunque, claro, hablamos de cine de género-, el que toma el relato general de la historia. Bajo una impronta general de filme negro, Calzada le da a la película un ritmo frenético -en el que abundan las vueltas de tuerca, lo que no siempre es bueno-, a través de un montaje muy fragmentado y tomas con excesivo movimiento de cámara. Las atmósferas son logradas. También las actuaciones, tanto progatónicas como secuandarias, entre las que aparecen Mimí Ardú como fiscal y Rodolfo Ranni -¿un guiño, mezcla de cariño y humor, a los policiales de los años ‘80?- como jefe de la Bonaerense. El filme no sólo ofrece diversos puntos de vista: lo mismo hace con las líneas de su trama, que combina corrupción política/policial, con rencores personales y elementos fantásticos; tal vez, los que se resuelven de un modo menos convincente. Pero, más allá de sus altibajos, La plegaria... responde al reclamo de más cine nacional de género. Y lo hace con nobleza, convirtiendo a una ciudad emblema del descanso de los argentinos, en un sitio tan marginal y oscuro que podríamos hablar de la otra Mar del Plata, así como podríamos hablar de las otras Argentinas.
Policía torturado por la pérdida de su pequeña hija y la separación de su esposa, el Vasco vive en un infierno personal, aunque todavía cree en la justicia. Así se verá envuelto en un tenebroso suceso ocurrido en Mar del Plata donde, a orillas del agua, comienzan a aparecer cadáveres descuartizados de prostitutas y, secundado por un periodista policial y por un extraño y solitario vidente, iniciará una ardua investigación. En principio, todo indica que esas muertes son ajustes de cuentas, pero pronto descubren que hay políticos y policías complicados, y que incluso la muerte de su hija no era ajena a aquello que estaba ocurriendo. Pocas veces la cinematografía local se internó en el género policial negro, y esta vez el realizador Gonzalo Calzada, que ya había dado muestras de indudable eficacia en Luisa, su primer largometraje, demostró que sobre la base de un muy buen guión de Carlos Balmaceda (adaptado de su novela, finalista en el premio Planeta) se puede lograr. El director logró el clima necesario, por momentos sangriento, otros fuertemente dramáticos, que pedía esta historia. La trama, sostenida por un excelente montaje, va jugando una partida que obligará tanto al policía como a quienes lo secundan a enfrentar sus propios pasados, a remover viejas heridas y a conectarlos con sus propias verdades. El impecable trabajo de Gustavo Garzón, sumado a las buenas intervenciones de Valentina Bassi, Vando Villamil y Juan Minujín convierten este film en una novedad en nuestro cine, novedad que surge de la elección de un tema sórdido tratado con notable eficacia por un realizador que supo comprender la manera de mostrar el horror a través de los espejos deformantes de la realidad.
Sangre y cuerpos destripados en La Feliz Primero fueron las noticias que informaron sobre los sádicos asesinatos de “El Loco de la Ruta” en una Mar del Plata lejos de los lobos marinos y las postales veraniegas. Luego vendría el libro de Carlos Balmaceda y ahora le toca a la película de Gonzalo Calzada, que tiene dos ejes protagónicos: El Vasco (Garzón), investigador con un pasado y presente tumultuoso y violento, y Riveros (Villamil), periodista de policiales metido en casos de corrupción, prostitución callejera y chanchullos políticos. Con esa base argumental acorde al film noir, la película suma otros personajes, secundarios y satelitales: el ciego que encarna Minujín, la forense a cargo de Valentina Bassi y, citado en buena parte del desarrollo y presente en la última parte, el irascible Alemán que personifica Rodolfo Ranni, salido de alguna cinta de los primeros años de la democracia (En retirada, La búsqueda, El desquite). En realidad, La plegaria del vidente es efectismo puro, como los policiales de los ’80, con la suma de un montaje ríspido donde se percibe la crudeza de los asesinatos, sangre al por mayor, cuerpos destripados y un minucioso trabajo de posproducción. En efecto, la película –excesiva en todo sentido, para bien o mal del relato–, con múltiples tramas que pueden interesar o no (la relación entre el no vidente y la forense poco aporta), y el efecto e impacto visual por encima de la narración, son los ítems en los que descansa la enmarañada historia policial. Pero hay un eje temático que funciona: la necesaria amistad entre el Vasco y Riveros con el telón de una ciudad sórdida, de calles llenas de putas, policías corruptos y sangre derramada. Eso sí: los aspectos visuales parecen extraídos de la estética videoclipera de finales de los ’80, con ese montaje elusivo y directo al mismo tiempo que rememora otros excesos, aquellos que el salvaje Oliver Stone construyera en Asesinos por naturaleza. Cuando la adrenalina visual baja un par de tonos y el Vasco y Riveros, entre puteada y puteada, teorizan sobre los cadáveres destripados, la película se aleja de la pirotecnia visual y de sus autoconscientes y virtuosos formalismos.
Cine de género con mayúsculas Con La plegaria del vidente (2011) el policial argentino demuestra que ha regresado a lo grande. La segunda película de Gonzalo Calzada (Luisa, 2008) combina el thriller psicológico, el film noir la acción, el suspenso y hasta elementos del cine de terror con una búsqueda estética poco frecuente en el cine de género local. La historia está basada en un hecho real ocurrido en Mar del Plata durante el año 1996 cuando una serie de prostitutas aparecieron muertas al costado de la ruta. Lo que empezó con la teoría de un asesino serial, apodado por el periodismo como “El loco de la ruta”, terminó en un ajuste de cuentas entre la policía y una organización dedicada a la trata de personas. ¿Pero el asesino serial existió? Eso es lo que trata de demostrar la película desde la ficción. La plegaria del vidente, adaptación de la novela homónima de Carlos Balmaceda, se centra en tres personajes centrales que serán quienes hilvanarán el relato cinematográfico. Por un lado tenemos a un obscuro y traumático comisario (Gustavo Garzón) a cargo de la investigación. Un segundo personaje será el periodista en la piel de Pompeyo Audivert, una especie de relator off que desde su posición averiguará y tratará de demostrar la propia hipótesis de los sucesos. Mientras que el último integrante de este trío será el vidente (Juan Minujín) al que hace referencia el título y quien desde visiones sobrenaturales será la otra pata en la resolución del caso. Con estos tres personajes protagónicos Gonzalo Calzada construye milimétricamente un policial negro en donde todas las piezas encajan a la perfección para no dejar cabos sueltos. Como todo film de género posee todas las características propias que lo identifican y que lo hacen atractivo, pero sobre todo tiene un gran trabajo visual producto de un delicado cuidado estético. Hay una puesta en escena expresionista donde la imagen saturada al máximo y la utilización de escenarios transfigurados de la realidad dan la sensación de la tenebrosidad que la historia requiere. Por momentos la sensación es que no estamos frente un film de ficción sino frente a un documental que reconstruye los hechos reales. Hay cierta impronta de aquel programa emblemático de la televisión argentina que se llamó El otro lado y que Fabián Polesecki llevaba adelante como una especie de periodista investigador cuyo alter ego recae ahora en el personaje de Pompeyo Audivert,algo imposible de no relacionar. La plegaria del vidente es un film en donde se destacan todos los elementos que hacen a que el resultado final sea brillante. Desde las actuaciones (Victoria Carreras está extraordinaria en un personaje muy chiquito pero desequilibrante), el soundtrack, la mezcla del sonido, el arte y la fotografía para concluir en un vertiginoso montaje. Todo llevado adelante por la mano de un director que entendió el género y que a pesar de no contar con grandes capitales se las ingenió para utilizar todos los recursos cinematográficos a su alcance. Si le gusta el cine de género no puede perderse esta obra maestra del cine argentino que devuelve al policial a la cima de la pirámide.
Esperabamos este film con bastante expectativa. La verdad es que la industria nacional, gira siempre sobre tópicos y géneros similares, con lo cual la llegada de "La plegaria del vidente" genera algún revuelo. Históricamente no generamos thrillers ni films noir con todas las de la ley en estos tiempos (en los 80 si, recuerdo), es como si no estuviese en nuestro ADN "cinematográfico" (por decirlo exageradamente), cosa que no sucede con los dramas, por ejemplo. Por eso, esta producción de Gonzalo Calzada es una película necesaria. Más allá de su acabado final, la intención por transitar un camino arriesgado y el enfrentar escenarios no tan convencionales para nuestro cine, es absolutamente valiosa. La historia es la de un asesino serial que comete sus crimenes contra prostitutas en una ciudad balnearia. Partiendo de la novela de Carlos Balmaceda, finalista del premio Planeta sobre "El loco de la ruta", tenemos una ficción que juega con las aristas abiertas de uno de los casos más memorables de la historia criminal en los 90'. El héroe que responde a los cánones del género es el Vasco (Gustavo Garzón), detective comprometido con la tarea pero alcohólico y en una mala etapa de su vida, quien se topa con un primer cuerpo (una mujer de la calle estrangulada) que lo sorprende a pesar de ser un veterano del sistema. A poco de comenzar a transitar la investigación, iremos conociendo a un cronista de policiales (Riveros) y a un vidente extraño (demasiado, Mauro) quienes desde su propia visión de los hechos, comenzarán a recibir indicios de lo que puede estar ocurriendo, como antesala de la siniestra secuencia de muertes que se aproximan. La cuestión será ver si este sádico trabaja solo, o si hay una organización detrás que lo ampara, o de la cual forma parte... Muchas pistas, demasiada saña con las víctimas (cada cuerpo que aparece aumenta la tensión y fortalece los miedos primarios de manera ostensible) y una red que camufla los movimientos del posible criminal encuadran una intriga digna, bien planteada (mejor fotografiada) y relativamente conviencente de Calzada, el hombre detrás de las cámaras. Desde ya, contaba con un cast de lujo: Rodolfo Ranni (volviendo a corporizar esos fantasmas ochentosos que permanecen intactos!), Juan Minujín (cineasta y protagonista de "Vaquero"), Vando Villamil y la siempre vigente Mimí Ardú, todos sintonizados en la dirección correcta. Es cierto que en algunas secuencias, (sobre todo las persecuciones), el montaje no nos cerró tanto, así como tampoco la sobreabundancia de pistas que se van desplegando de una manera que ni Adrián Paenza podría decifrar pero, eso no quita méritos a esta "Plegaria del Vidente", sabemos que se hace camino al andar. Es natural que probando se encuentre el camino adecuado. Quizás ustedes encuentren el resultado final del film lejos de los estándares americanos del género. Pero recuerden que si esta propuesta "prende", muchos más directores y productores locales se sumarán a la movida. Este cronista (que ve mucho cine nacional), está feliz de que rompamos con los dramas y atendamos a los intereses de un público ávido por otro tipo de propuestas. Apostemos a ello.
Una serie de extraños hechos Misteriosos asesinatos en las playas atlánticas son la clave a dilucidar para ‘Vasco’ Bilbao, maduro investigador, un hombre conflictuado, con pasado complicado y la seguridad que va a poder atrapar al que llaman ‘El loco de la ruta’. PASOS BASICOS Para este caso tendrá un periodista policial que lo ayuda y la colaboración de un vidente del que se cuentan experiencias que nadie puede explicar. A su alrededor, un pequeño mundo de personajes como la médica forense, que le facilita la tarea y figuras casi ausentes durante el día, pero vivas en la noche de Mar del Plata, las prostitutas y ese submundo que todos ocultan. Por sobre todos ellos, la extraña figura del policía corrupto llamado ‘El alemán’. La película de Gonzalo Calzada, como buena novela negra, se centra en la figura del antihéroe representado por el ‘Vasco’, duro investigador policial, que deberá llevar adelante este caso que aparentemente pareciera tener las apariencias de un ajuste de cuentas. Un segundo cadáver y un tercero complican la investigación y todo hace suponer que no sólo hay un asesino serial, sino una serie de ‘fantasmas’ policiales y políticos que presionan la investigación. La serie de crímenes se convierte en una verdadera telaraña, difícil de resolver. Filme de género que sólo pretende cumplir sus pasos básicos, la adaptación de la premiada novela del mismo nombre de Carlos Balmaceda, finalista del importante premio Planeta de 1999, en su versión en cine, alcanza un buen ritmo narrativo y ciertos momentos que recuerdan la serie del fallecido Fabián Polosecki, que era capaz de ingresar a los peores lugares con la naturalidad de los verdaderos periodistas y generar otra realidad. Pero los mayores logros de la película están en la elección de locaciones y gente desconocida que permite apreciar otra Mar del Plata, oculta y temible, gracias a la fotografía de Abel Peñalba y el diseño de producción de Sergio Fernández. Mar del Plata brinda una nueva imagen, no la ciudad playera, de postales y sombrillas al sol, sino la que esconde un cierto misterio y lo inmostrable. LOS LOGROS El filme de Gonzalo Calzada presenta un correcto Gustavo Garzón como el investigador, Fabio Aste en su segundo en la aventura junto con un excelente Vando Villamil, en el papel de Riveros. Un reaparecido Rodolfo Ranni y la solvencia de Valentina Bassi como la forense, junto a una muy buena Victoria Carreras y la siempre eficiente Mimi Ardú. Filme negro que nuevamente entrelaza el crimen con la connivencia policial y la política, ‘La plegaria del vidente’ es un testimonio desparejo, de buen diseño estético pero abundante en cabos sueltos que sostiene un buen ritmo y algunos momentos de impacto, basados en un argumento tomado de la vida real.
Atrapante policial con final polémico Nunca se supo quién era «el loco de la ruta» que entre 1996 y 1998 mató una docena de prostitutas en Mar del Plata. Lo único concreto es que, en medio de las investigaciones, unos cuantos policías y hasta un fiscal terminaron presos por asociación ilícita para la explotación de mujeres, privación de la libertad y extorsión a varias de ellas, amén de otros delitos conexos. También presos, un cartonero y un carnicero con un historial bastante cercano a la figura de psicópata que el público imaginaba. De tres muertes se acusó a un suboficial, pero nada pudo aclararse: arrestado en una comisaría, el hombre tuvo «el beneficio de la fuga». ¿Quién es el criminal, o quiénes? A partir de los hechos concretos -la terrible forma en que quedaban los cuerpos de las desdichadas- el escritor marplatense Carlos Balmaceda imaginó una tesis bastante particular, y la expuso en una novela donde un comisario, un periodista especializado y un vidente van alternando sus observaciones, cada uno con su propio pasado maldito, que de algún modo le permite acercarse a la verdad. ¿Pero acercarse hasta dónde? La película que ahora vemos redujo esas observaciones a una sola voz, cambió con inteligencia la identidad de un personaje, es tan intrigante y atrapante como la novela en que se basa, y tiene un final que sorprende a todo el mundo. Un final bien hilvanado, aunque en algunos minutos clave la madeja parezca algo enredada. La gente sale discutiendo esos minutos. Se ha quedado atrapada entre lo que se sugiere y lo que se denuncia, lo que vemos y lo que no vemos. La historia policial está armada según ciertos cánones del cine negro, combinada con otros del cine de terror. La mezcla es fuerte, e incluye noches de bajos fondos, un narrador de amarga filosofía, un antihéroe solitario (pero mal acompañado), una médica forense de estómago fuerte, mucha gente corrupta o temerosa, y un vidente que percibe solo algunos hechos, los suficientes como para enfrentar su propio destino. Autor, Gonzalo Calzada, el de «Luisa». Protagonista, Gustavo Garzón, como un comisario digno de un dibujo bien amargo de Enrique Breccia. Lo rodean Valentina Bassi, Vando Villamil, Juan Minujin, Fabio Aste, en un papel de tipo ambiguo, Mimí Ardú, como la fiscal que llega hasta donde puede, y la ciudad de Mar del Plata. La otra ciudad de Mar del Plata. La que no conocen los turistas. Y los gateros que la conocen, cuando vean esta película van a perder las ganas por un tiempo.
Inspirada en un caso real, con la novela de Carlos Balmaceda como soporte, el director Gonzalo Calzada logra un potente policial, con climas del género, sugestivos escenarios en una Mar del Plata oscura, pecaminosa, violenta. Cuenta con los actores precisos, Gustavo Garzón, siempre preciso, los intensos Vando Villamil y Juan Minujin, y un elenco donde todos están en sintonía, para que el cine argentino retome la tradición de un policial negro que hay que ver.
Tomando como base el caso de “El loco de la ruta” -ese caso que conmovió Mar del Plata durante años y que está relacionado con la corrupción policial- el film es un intento para realizar un film de terror y suspenso en la Argentina, género que siempre amaga con cristlizarse. Hay buenas actuaciones y algunas secuencias que cumplen con la promesa que el tema propone. Pero también hay demasiados elementos y explicciones. De cualquier manera, un buen intento aunque no del todo logrado.
Tiempo hacia que el género policial estaba desaparecido del cine argentino. En realidad, técnicamente hubo un par de producciones cercanas (que quede claro, cercanas), como “El secreto de sus ojos” (2009) y “El gato desaparece” (2011), quizá también “Carancho” (2010). Pero lo que se dice policial. Nada. Al menos ninguna destacable y se sabe que la mente tiende a borrar malos recuerdos. “La plegaria del vidente” no va a cambiar la historia, pero en términos generales se presenta como algo saludable a la hora de analizarla. Bilbao (Gustavo Garzón) es un policía con códigos de incorruptible, sin llegar a ser un Sérpico. Digamos con dos o tres actitudes que lo eximen de culpa pero... Siempre hay un pero en estos casos y, fiel al cine negro, algo de su pasado no esta muy claro que se diga. Justo cuando se daba por vencido en la vida aparece un caso que lo despierta una vez más. Alguien comete asesinatos en serie a las prostitutas en la zona de Mar del Plata, y no parece haber mucho en común entre si. De hecho, desde el comienzo se instala la intriga en el espectador con el elemento complementario de recordar que existió realmente un caso recordado como el del “loco de la ruta” en esa misma zona. Por qué las están matando y por qué Bilbao quiere investigar, algo que mediticamente afectará la temporada veraniega y funcionará en el guión como un latente conflicto de intereses entre el poder político y la justicia. De por sí un factor que siempre juega a favor del buen cine si se saben manejarlos apropiadamente. Aquí es donde el director saca chapa de claridad de conceptos. La plegaria esta narrada por un periodista, Carlos Riveros (Vando Villamil) quien, fascinado y obnubilado por el oscuro mundo de la noche y de las criaturas que la viven, toma estos asesinatos como el aliciente perfecto para motivar su investigación. La elección de Gustavo Garzon es otro de los puntos fuertes. La determinación de su personaje le viene al pelo para desplegar su trabajo y lograr con el una rápida conexión con la propuesta estética, otro factor influyente en esta realización. Podemos discutir si la decisión de mostrar el lado “oscuro” de la noche marplatense es abandonada por algo más universal o no. Lo importante es que funciona. Los diálogos y un montaje vertiginoso, dejan ver un modo interesante de manejar un concepto más moderno. A su vez, la combinación de elementos fantásticos, cuando las riendas del protagonismo las toma el vidente Mauro Bramuglia (Juan Minujin), representan un riesgo del cual el realizador sale airoso. Por momentos “La plegaria del vidente” se acerca a productos del género como “Pecados Capitales” (1995) o “El coleccionista de huesos” (1999 ), por tomar dos ejemplos de montaje, música y fotografía oscura. Un cine que por su sencillez de ideas abre la puerta para darle una chance al entretenimiento bien filmado y casi sin fisuras. Es cierto, no descubre la pólvora y habría que recordar la importancia de no dejar algún cabo suelto, pero entre tanto cine experimental, a veces excedido en metáforas, esta realización queda en un lugar destacado del catalogo argentino en lo que va del año.
La costumbre de in-ventar la realidad. Una nueva apuesta al cine de género, resultado de una adaptación de la novela homónima del marplatense Carlos Balmaceda, quien incursiona en el cine como co- guionista. La Plegaria del vidente (2001) está inspirada en un hecho real ocurrido en su ciudad natal en 1996, donde supuesta-mente un asesino serial mata a un grupo de prostitutas, acontecimientos nunca esclarecidos del todo y que devienen en un posible ajuste de cuentas entre la policía y un grupo de trata de blancas. Este segundo largo de Gonzalo Calzada, protagonizado por Gustavo Garzón, Mimí Ardu, Valentina Bassi, Juan Minujín, Vando Villamil y Rodolfo Ranni, surge a partir de la lectura de la novela, más precisamente de una escena donde aparece el cadáver de una prostituta estrangulada en las afueras de la ciudad, lo que dispara su deseo. La historia, -que en la novela está contada en primera persona- gira en torno a las subjetividades de tres personajes: El Vasco, un detective obsesionado con la muerte de su hija, quien trabaja junto con Natalia, una médica forense; Riveros, un periodista policial, y Mauro, un vidente, quien tiene el poder de ver fragmentos de los asesinatos, personaje que le aporta la dosis fantástica al film. Balmaceda se inicia en la literatura dirigiendo una revista de una cadena de supermercados marplatenses llamada Toledo. En 1985, su primera novela La otra muerte recibe la faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores y en el 2003 escribe El evangelio de Evita, la cual es adaptada al teatro por él mismo. Donde el escritor imagina lo sucedido en un viaje de Evita a Mar del Plata, posterior a la renuncia de su candidatura a la vicepresidencia. Existe el rumor, que en compañía de su confesor y amigo, el sacerdote jesuita Hernán Benítez, ella comenzó a escribir unas memorias que revelarían entretelones de su vida. Nadie sabe si esos escritos existieron en realidad, pero Carlos Balmaceda jugó a imaginar un contenido, con la idea de relevar las contradicciones de nuestro país, y lo logró. Actualmente acaba de escribir Manual de Caníbal, donde de alguna manera une sus orígenes, gastronómicos- culinarios, con su preocupación como periodista y escritor, que está centrada en cuestionar el valor de “verdad”, que el espectador/lector le atribuye hoy al discurso político, una construcción, que se hace realidad todos los días, en el escenario de los “medios de comunicación”. De allí, que esta ficción, que se estrena mañana en Buenos Aires tenga la pretensión implícita de contribuir, a que se entienda mejor la realidad en la cual vivimos, elección estética mediante, de trabajar con los códigos del cine- noir, en un thriller con una fuerte impronta de videoclips, edición, que para el género no resulta operativa por dos razones: la primera, porque se pierde el clima de suspenso, y la segunda, porque transitivamente se reduce un elemento fundamental, que es el dramatismo. Con el objetivo de sumarle realidad hay un pequeño exceso en algunas escenas en extremo sádicas, que aunque son parte del género, lo apartan de su eje de reflexión, que es la denuncia de la corrupción política y policial, de una Mar del Plata opuesta, también en extremo, a la del imaginario de “la feliz”. Imaginario que Carlos Balmaceda conoce a fondo como sujeto de su escritura, y como marplatense, sobre todo en su último libro, que es un repaso de los últimos 100 años de historia de nuestro país, al cual se suma un análisis de la violencia, y en el otro aspecto relevado, como yerno del Juez Pedro Federico Hooft, una personalidad conocida en la ciudad, no sólo como especialista en Bioética, famoso por su fallo a favor de la “muerte digna”, sino también como “el juez que dio salida al primer hábeas corpus, presentado a raíz de la llamada Noche de las Corbatas (Julio de 1977), liberando a uno de los abogados secuestrados, Camilo Ricci. Decisión que le valió un reconocimiento (que no volvería a repetir), y por lo que a posteriori fue cuestionado por más de 100 causas sea por acción u omisión a favor de la dictadura militar. Sabemos que las enfermedades brotan con las dictaduras, pero también sabemos de la intolerancia, que a veces tiene la democracia. Ambas forman parte de esa realidad, la que se nos da a conocer por los medios y aquella que el sentido común debería obligarnos a deducir. Un comisario Un periodista y Un vidente. Tres personajes, tres miradas en busca de “la verdad”, que probablemente nunca conoceremos, que los enfrenta a sus propias verdades, en una celebrada apuesta al género en el segundo film de un director, que ya comprobó talento con Luisa, interpretada por una multifacética y excelente actuación de Leonor Manso (2009).
Policial argentino que logra mezclar el thriller psicológico, la acción, el suspenso y elementos del cine de terror. La ciudad de Mar del Plata es un importante centro balneario y puerto argentino ubicado en la costa del mar Argentino, en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, cuenta con un buen número de habitantes, fabricas, teatros, cine, restaurant, este centro turístico lo eligen muchos para tomarse un descanso, conocida popularmente como “La Feliz”. Tomando un hecho que sucedió en esa Ciudad, el talentoso director Gonzalo Calzada, lleva al cine “La plegaria del vidente”, basada en una novela de Carlos Balmaceda, se realizó una adaptación para darle vida a una historia policial pero ficcionada e inspirada que toma elementos del caso, logro reunir un interesante elenco: Gustavo Garzón, Valentina Bassi, Vando Villamil, Juan Minujín, Fabio Aste, Rodolfo Ranni, Mimí Ardu, entre otros. Cuenta cuando en los años 90 esa zona fue conocida por la aparición de cadáveres mutilados brutalmente de varias prostitutas en la ruta y también la desaparición de alguna, esta situación comenzó a generar terror. Ante la violencia de los hechos a este asesino serial se lo conoció como “El loco de la ruta”, quienes tienen la dura tarea de encontrar al culpable son: el detective “El Vasco” Bilbao (Gustavo Garzón), quien arrastra un difícil pasado, pero a pesar de todo cree en la justicia, un periodista Carlos Riveros (Vando Villamil) y un vidente ciego solitario Mauro Bramuglia (Minujín), se mezcla sus visiones con lo sobre natural. Esta es una dura tarea ya que detrás de los crímenes pueden estar involucrados policías corruptos u otras mafias, también puede estar vinculado al negocio de los prostíbulos, a medida que corre su narración se van tejiendo varios interrogantes. Pocas veces en nuestro país se explotó el género policial negro, (“La señal” de Ricardo Darín y Martin Hodara y próximamente “Todos tenemos un plan” de Ana Piterbarg, entre otras), pero por suerte para aquellos seguidores de estas historias llega al cine nacional esta película que se apoya en el relato en off, y nos da algunos datos del pasado; un personaje misterioso “El Alemán “, y qué relación o cuenta pendiente tiene con Bilbao, buen montaje, bastante sangrienta (lo requiere), momentos fuertemente dramáticos, algunas actuaciones impecables, otras pobres o desaprovechadas, varias escenas que agobian al espectador. Por momentos se mezcla con el estilo de otras películas como: “Asesinatos de Whitechapel” conocido como Jack el Destripador; "El estrangulador de Boston" “El Coleccionista de Huesos”; entre otras.
El miedo será mi hogar. La plegaria del vidente es un relato policial en el que habita un fantasma. La vitalidad extraída del film noir de la que hace gala, como si exhibiera un salvoconducto o una carta de recomendación –sus espasmos nocturnos, su sordidez recortada sobre un fondo de sentimentalismo romántico, el esmerado cataclismo del que emerge, a los tumbos y lleno de golpes emocionales, su tenaz investigador protagonista–, parece obrar a modo de tesis poética e instancia irrepetible del cine: el mal es una peripecia sin sentido aparente, un centro de gravedad hacia el que las imágenes se precipitan para perderse, sombrías y escandalosas, como si cayeran dentro de un agujero negro. El mal, en la película de Calzada, es un fantasma que ocupa transversalmente la escena y tarde o temprano los toca a todos. Policías, prostitutas, políticos, periodistas, cafishos, forenses, todos participan de la corriente de electricidad del mal y se deslizan hacia alguna forma terrible de destrucción. Incluso el vidente del título se mueve en el terror constante proporcionado por las imágenes oníricas que lo asaltan, esa obstinación que se mueve desde el fondo de su ceguera para traerle, una y otra vez, la maldición del que ve más que el resto, del que a su pesar traspasa la materia y alcanza un pliegue insospechado unos metros más allá. La película expone el caso de un asesino de prostitutas de Mar del Plata – el “loco de la ruta”, como consigna rápido la crónica de los diarios – para operar como cámara de resonancia de un malestar social sin nombre que por momentos parece salido del cine enloquecido de Sion Sono. La arrogancia y la contundencia en el trazo amenazante que recorre buena parte de La plegaria del vidente amaga con compartir algo de la feroz truculencia del japonés, antes de que sus trucos visuales y su barroquismo de postproducción la acerquen más a Pecados capitales o algún otro exponente parecido de la familia grunge. Pero, en realidad, Calzada da muestras de una gran habilidad para construir un policial terrorífico revestido de un minucioso look moderno, que atrasa algunos años pero que se las arregla para ofrecer una cuota de extrañeza nada desdeñable en el panorama del cine argentino. Aunque muchos de los personajes aparezcan mal delineados y la trama se vuelva confusa y poco manejable, la película es implacable en su tono generador de agobio, así como también luce desprejuiciada y audaz en el saqueo de anacronismos que aporten a su causa de sensación de disolución y hundimiento generales. La cámara se mueve en espasmos, los flashbacks estallan de colores titilantes, el montaje interpela el mundo mediante fragmentos melancólicos de luz saturada en los que las mujeres asesinadas parecen el preámbulo de alguna clase de catástrofe universal. El director tira toda la carne al asador en lo que respecta a la puesta en escena y le sale un objeto que resulta reconocible y desconcertante en partes iguales. La plegaria del vidente evita el dictamen moral y ofrece a cambio lo que aparenta ser un recordatorio poco sutil acerca de la precariedad del orden social.
Fosa séptica Llevar un caso emblemático como este a la ficción siempre es algo conflictivo y resulta una jugada de riesgo. El contexto de un caso como el de “El loco de la ruta” obliga a pensar la película en función de aquello que ocupó a diarios y noticieros a lo largo de varios años, sin que haya habido una resolución del caso. Sólo indicios. A esos indicios se aferra La plegaria del vidente, basada en la novela del mismo nombre de Carlos Balmaceda. El film es un policial negro y funciona dentro de esa lógica, aferrándose a estereotipos conocidos para explotarlos en un marco como la ciudad de Mar del Plata. La tensión y el suspenso se sostienen gracias a un nivel actoral convincente -a pesar de los altibajos- y un apartado visual donde se luce cierta atmósfera de opresión que recorre todo el film. Los problemas comienzan a aparecer cuando el relieve de los personajes roza la parodia o los diálogos se tornan reiterativos -y sí, “hundirse en la mierda” aparece en varias ocasiones-. Eso sin mencionar la resolución que, en su ambición por atar todos los cabos sueltos, apunta una hipótesis bastante inverosímil. La plegaria del vidente es una película que tiene la virtud de enganchar en función de conocer la resolución de la historia de “El vasco” antes que el caso en general, y eso es fortuito porque es donde se advierte una falencia que va a frustrar a más de un espectador. No le faltan atributos, pero donde más se podría explotar la originalidad, el relato cae hasta el poco interesante final, haciéndola una apuesta audaz por el género a nivel local donde las desprolijidades terminan atentando contra sus virtudes.
El hombre que soñaba que era una mariposa El filme es un gran policial negro argentino dirigido por Gonzalo Calzada (su único antecedente previo es el drama Luisa, con Leonor Manso) y basada en una premiada novela de Carlos Balmaceda (no confundir con Daniel Balmaceda, el historiador), que se inspiró en un caso policial, el del "Loco de la ruta", que fue célebre en su ciudad de residencia, Mar del Plata. La trama sigue los pasos de un asesino serial de prostitutas, investigado por un pertinaz comisario que no duda en enfrentarse a sus corruptos jefes, o acudir a un vidente ciego, para acercarse a la verdad. El motor no tan oculto es el pesado pasado de este inspector, quien perdió a su hija 20 años antes durante la investigación de un caso similar, que ahora parece marcar el regreso de su viejo rival. Muchos son los aciertos de este filme. Una historia que permite ir armando un rompecabezas intrincado, pero fácil de entender. Un excelente montaje de imágenes, que agrega significados impensados a la historia, y hasta le da realismo a las ensoñaciones del vaticinador. Buenas actuaciones, buena música, buena fotogorafía, buenas escenografías, y buen ritmo. Cabe advertir, de cualquier modo, que presenta algunas escenas fuertes por su contenido de violencia.
Una plegaria por un buen cine de género nacional "La plegaria de un vidente" es la nueva apuesta de nuestra cinematografía nacional que desde siempre ha pedido a gritos por la incursión en el cine de género. En este caso, se trata de un policial negro con reminiscencias al género fantástico donde lamentablemente aunque desearíamos estar ante una buena película, nos encontramos con una historia llena de baches, clichés y tramas confusas. En donde los personajes parecerían estar más concentrados en decir frases misteriosas y profundas que en resolver el caso. Desde el comienzo ya todo denota falsedad e impericia. La forma en que se narran los acontecimientos demostraría que sólo se preocupan en el desarrollo de las escenas como hechos independientes y no como piezas fundamentales para el armado de una buena historia. Por ejemplo, a la mitad de la película el protagonista comete un enorme error que podría perjudicarlo considerablemente. No sólo después no tendrá consecuencias ni leves o mayores, sino que además el tratamiento de la misma es tan sobredimensionado que tranquilamente podría ser el climax de la película. Su triángulo de investigadores compuesto por un vidente, un comisario y un periodista son los únicos que por lo menos presentan indicios de desarrollo en sus personalidades. El resto de los personajes de la película son completamente banales y unidimensionales. El protagonista anti-héroe, un famoso policía cuya primera acción en la película es la de beber de su petaca de alcohol para demostrar sus desgracias, por lo menos tiene algo diferente que lo acerque al espectador. Por otra parte, el vidente posee la maldición de ver futuros crímenes y, por lo tanto, vive solo y atormentado. Mientras que el periodista (el peor personaje de la película), describe con una innecesaria y torpe voz en off los diferentes aspectos negativos de la sociedad y sus protagonistas. Tal vez el mayor problema de la historia sea el vidente y toda la cuota de misticismo que este personaje le impregna a la película. Incluso la importancia de su participación en el relato nunca termina de ser concreta o verosímil. Encima, sus visiones son muy confusas y no presentan ningún tipo de progresión. Continuamente se repiten las mismas imágenes de las cuales no se entiende nada. Un logro que posee la película es su indudable capacidad de generar ambientes. El espacio en donde se mueven los personajes son oscuros y opresivos. También la fotografía, a pesar de no tener un registro constante, aporta lo suyo con una iluminación de muy fuerte contraste. "La plegaria del vidente" tiene como mayor logro invocar en el espectador argentino su deseo de que el cine nacional incursione en géneros a los cuáles no lo tiene acostumbrado.