El negocio de la guerra eterna Dejando de lado el hecho de que La Verdad a Cualquier Precio (Route Irish, 2010) se estrena en Argentina con ocho años de retraso en otro de esos casos casi surrealistas del mercado cinematográfico de nuestro país, lo cierto es que siempre se agradece la llegada a la cartelera de una obra del enorme Ken Loach, uno de los pocos directores socialistas trabajando en el circuito internacional contemporáneo del séptimo arte. Si pensamos lo que han sido sus dramas obreristas históricos, centrados en la denuncia de todos los desastres provocados por el capitalismo a nivel de las familias de los sectores dominados por la alta burguesía y sus socios políticos, el film que nos ocupa al mismo tiempo respeta esa tradición y la encauza a un andamiaje retórico poco habitual dentro de la larga carrera del británico: hoy descubrimos gratamente que el señor vuelca el devenir narrativo hacia lo que podríamos definir como un thriller de venganza hecho y derecho, cuyo corazón está vinculado al accionar de los repugnantes contratistas militares a los que los gobiernos del Primer Mundo recurren para “hacer la limpieza” luego de las consabidas invasiones en Medio Oriente con vistas a eliminar los focos de resistencia y comenzar con el latrocinio. La trama se concentra en la cruzada encarada por Fergus (Mark Womack), uno de estos “soldados de la fortuna” al servicio de un conglomerado de seguridad privada, vigilancia y reconstrucción de zonas devastadas. En Liverpool, en 2007, al protagonista no le convence la explicación que sus jefes le brindan en torno a la muerte de su mejor amigo, el también mercenario Frankie (John Bishop), quien aparentemente falleció como consecuencia de un ataque en suelo iraquí cuando estaba de servicio en camino al aeropuerto de Bagdad -vía la peligrosa Route Irish, la carretera de turno- para recoger a un periodista español. Con la culpa latente a cuestas porque Fergus fue precisamente quien persuadió a Frankie de aceptar el trabajo en función de su jugosa paga, desde el momento en que llega a su poder un celular enviado por el difunto el hombre comienza una investigación con el objetivo de descubrir la verdad detrás de la tragedia y hacer justicia. Fergus contrata a Harim (Talib Rasool), un músico iraquí, para que le traduzca los mensajes del teléfono pero lo que ambos encuentran es mucho más importante: un video del asesinato de toda una familia a manos de Nelson (Vortre Williams), un viejo colega de Fergus, hecho del que fue testigo Frankie. Ahora comprendiendo que su amigo tomó el celular de una persona que filmó todo lo acontecido y que Frankie amenazó a viva voz con divulgar los homicidios, lo que implicaría que a la compañía privada a cargo se le podrían caer de inmediato los contratos que posee con el estado inglés, el protagonista se decide a hilar cada vez más fino para determinar si todo se produjo de manera aleatoria o si Nelson efectivamente asesinó a Frankie para tapar sus acciones o si sus superiores, Walker (Geoff Bell) y Haynes (Jack Fortune), fueron los verdaderos responsables de la muerte para salvaguardar los intereses económicos de la empresa. El excelente guión de Paul Laverty, colaborador infaltable de Loach desde hace más de 20 años, ofrece como contrapunto de la pesquisa la incipiente relación entre Fergus y Rachel (Andrea Lowe), la viuda del fallecido, un vínculo que nace del dolor y que se impone como un “cable a tierra” para ambos entre tanto maquiavelismo capitalista, mentiras entrecruzadas y un encubrimiento que salta a la luz cuando Fergus contacta a Tommy (Russell Anderson), otro contratista en Irak, que le confirma que nada quedó en los registros del incidente en cuestión y que hoy Nelson es una figura de temer. Una vez más el glorioso naturalismo descarnado y detallista del realizador está orientado al retrato de un puñado de personajes que no son más que marionetas de un gobierno y de unos grupos económicos a los que sólo les importa manipular a la plebe para utilizarla como carne de cañón en “aventuras” cuya única finalidad es acrecentar sus riquezas, sus delirios despóticos y su capacidad de control, ejemplos de un parasitismo que no tiene fin porque traiciona su propia esencia bajo una lógica caníbal de seres humanos que destruyen a seres humanos. Loach se hace un festín desmenuzando el negocio de la guerra eterna por parte de las potencias centrales y su industria bélica asociada, un cónclave siempre presto a señalar un nuevo enemigo unilateral para que se reinicien los engranajes del saqueo (petróleo y demás recursos energéticos), la usura (las burbujas financieras se magnifican con el negocio de la reconstrucción de naciones arrasadas y la perspectiva de apuntalar regencias títeres de Estados Unidos y Europa) y finalmente el posicionamiento geopolítico predador (la expansión de las milicias a países vecinos -mediante bases e “intercambios” de tropas y armamento- deja la puerta abierta a la siguiente invasión y a la siguiente masacre). Gracias a la independencia de Loach para con el mainstream de nuestros días, en buena medida un enclave bobalicón y convalidante de las injusticias aquí denunciadas a través de la producción de películas fascistoides, huecas y/ o lobotomizadoras, La Verdad a Cualquier Precio sin duda termina siendo un oasis de la militancia cinematográfica en pos de una sociedad mucho más igualitaria y justa que la presente, empezando por reconocer la violencia ejercida por los estados actuales contra sus ciudadanos de menores recursos y -en el caso del Primer Mundo- contra sus homólogos de países empobrecidos y asediados tanto por las oligarquías autóctonas como por sus “compinches” de siempre de las empresas transnacionales. El convite va más allá de simplemente enfatizar la brutalidad de la guerra porque logra poner de relieve a cada uno de los agentes que intervienen en este reparto del botín cual pandilla de maleantes de un western norteamericano, por supuesto sin dejar pasar el papel fundamental que asimismo tienen los yanquis en esta serie de barbaridades (tortura constante de prisioneros, asesinatos por doquier, operaciones solapadas en cualquier región, bombardeos cruentos, impunidad internacional, etc.). A partir de una exquisita actuación de todo el elenco y una fotografía cruda y necesaria, Loach vuelve a entregar un trabajo que se ubica a años luz en materia de una conciencia política acorde con la lucha de clases y en favor de los desposeídos, sin maquillar las atrocidades cometidas por los estados y el capital y condenándolas en pos de que se llegue a una unidad social que permita dar de baja a esta ristra de ególatras dementes, homicidas y mezquinos que nos siguen gobernando…
Película de Ken Loach que llega con atraso, directamente al cine Cosmos, en la mirada sobre el misterio tras la muerte de un soldado de elite, y la pesquisa que realiza uno de sus compañeros, hay un intento por humanizar un conflicto que atraviesa países y generaciones. La imposibilidad de sostener la tensión hasta el último fotograma, y la disparidad de las actuaciones, hacen que “Route Irish” no logre cumplir con las premisas que en el arranque prometía.
Ocho años después de su estreno, llega a la Argentina, y más específicamente al cine Cosmos-UBA, la película británica titulada “La Verdad a Cualquier Precio” (“Route Irish”, en inglés, conocida como una de las carreteras más peligrosas de Bagdad). La misma se centra en Fergus, un contratista privado que regresa a su país, para enterarse que Frankie, su mejor amigo y compañero, murió en Irak. Sin aceptar la explicación del fallecimiento por parte de sus superiores, comienza a desentrañar la verdad de lo sucedido. El director Ken Loach es reconocido por su estilo realista, con una gran acentuación en lo social y una crítica al capitalismo. Ejemplo de ello fue su más reciente trabajo “I, Daniel Blake” (2016), donde un hombre cae enfermo y debe luchar contra el sistema burocrático para conseguir una asistencia médica estatal. En esta oportunidad, y siguiendo con su línea discursiva, el realizador británico busca indagar y poner en evidencia el trabajo que realizan los contratistas privados en países de Medio Oriente, con el objetivo de sacar provecho económico. Esta crítica la plasma a partir de una ferviente investigación del protagonista, quien como indica el título del film, hará cualquier tarea que esté a su alcance para llegar a la verdad. Si bien ya desde prácticamente el comienzo de la cinta se puede dilucidar el desenlace del conflicto, es decir, saber quién mató a Frankie y cuáles fueron sus intenciones, lo que interesa en esta historia es más que nada el trayecto hacia dicha resolución. Ver cuáles son las consecuencias y secuelas que deja la guerra en las personas, sobre todo viéndolo desde la mirada de un negocio redituable. Al director no le tiembla el pulso a la hora de abordar esta temática de forma profunda y arriesgada, exponiendo la violencia tanto bélica como la propia de los soldados en su vida cotidiana. El clima que presenta el film es de constante tensión, alternando imágenes del pasado y las peligrosas e inhumanas tareas de los soldados, con la búsqueda del verdadero culpable en el presente. La ambientación y la música acompañan de buena manera a un elenco no tan conocido pero que se amalgama de una forma sólida, mostrando la camaradería del ejército y el frecuente empuje. En síntesis, a pesar de que la resolución ya se sepa prácticamente desde el inicio del film, Ken Loach supo construir una buena crítica sobre los beneficios de la guerra y la falta de escrúpulos que tienen aquellos al mando, a partir de una historia fuerte, crudamente abordada y que mantiene atrapado al espectador.
Un estreno postergado que por suerte ahora puede verse. Se trata de una película de Ken Loach, de 2010, titulo original “Route Irish”, un camino peligroso de Irak, seleccionada para Cannes, para un director que ya ganó el palmares en dos oportunidades, la ultima con “Yo, Daniel Blake”, la primera con “El viento que acaricia el prado”. Es un film que tiene la estructura de un policial, con suspenso constante, pero a la vez desnuda una realidad poco conocida de la guerra en Irak. Porque cuenta lo que ocurre cuando un hombre ante la muerte en acción de su amigo del alma, que siente como falsa la versión de los hechos. Los dos fueron contratados por una compañía de servicios de seguridad personal, que operaron durante la guerra con total impunidad, con mucho dinero de por medio, que es el gran atractivo para hombres entrenados en esos menesteres. El amigo muerto protesta y quiere denunciar la masacre de civiles, una familia y dos chicos más, y el protagonista tiene sospechas firmes de que fue asesinado por sus contratistas para evitar escándalos. Pero en el proceso de investigación, con libro de Paul Laverty, queda al descubierto como se manejan esos hombres armados, acostumbrados a la justicia por mano propia y a las decisiones empresariales a cualquier precio. Una realidad difícil de digerir que muestra sin concesiones, con un relato lleno de pliegues de luces y sombras y tensión constante. Pero también es una seria reflexión sobre la corrupción, los enjuagues políticos, y la violencia solo generando mas de lo mismo.
La verdad a cualquier precio: retratos de Medio Oriente La investigación de la misteriosa muerte de un soldado inglés en Irak es el epicentro de La verdad a cualquier precio, thriller político de resonancias bélicas dirigido por Ken Loach, presentado en Cannes en 2010 y que llega a las salas argentinas ocho años después. Pese a ese tiempo transcurrido, no ha perdido actualidad y la mirada de Loach, que en otras de sus películas se ve condicionada por algunas gruesas pinceladas en el retrato de sus personajes o un exceso de descripción en la concepción de sus entramados narrativos, aquí adquiere concisión y firmeza gracias al amparo del género y el gran uso de los vacíos espacios interiores y los tensos exteriores documentales. Fergus y Frankie han sido amigos toda la vida. Comparten todo: vivencias adolescentes, formación militar, ambiciones personales, amores secretos. La muerte de Frankie durante un confuso ataque terrorista en una peligrosa ruta del desierto iraquí dispara una dolorosa búsqueda sobre las verdaderas causas de ese atentado, los oscuros motivos que persiguen las empresas que ofrecen mercenarios a los ejércitos de ocupación y la despiadada masacre de las poblaciones civiles en los países de Medio Oriente. Loach y su habitual guionista Paul Laverty recuperan eficazmente la tradición de Costa-Gavras o Gillo Pontecorvo, sin exacerbar heroísmos y trayendo la guerra a las costa de Liverpool con la misma dureza del campo de batalla.
A casi ocho años de su estreno mundial en Cannes llega al cine Cosmos-UBA este potente relato antibélico del ya mítico director británico de Agenda secreta, Riff-Raff, Tierra y libertad, Pan y rosas y La canción de Carla. En su enésima participación en la Competencia Oficial del Festival de Cannes (antes ganó la Palma de Oro por El viento que acaricia el prado y luego lo haría con Yo, Daniel Blake), Ken Loach presentó en 2010 Route Irish, un durísimo alegato contra la intervención británica en Irak y Afganistán que ahora se estrena en una sala con el título local de La verdad a cualquier precio. A partir de la investigación que un amigo y la viuda de un soldado asesinado en la Route Irish del título -una ruta que va del aeropuerto a la Zona Verde de Bagdad, considerada la más peligrosa del mundo-, este guión de Paul Laverty expone con absoluta contundencia y sin concesiones el inmenso negocio que las corporaciones privadas hacen con la guerra y el poder absoluto que tienen los mercenarios contratados por ellas para operar en esas zonas. La verdad a cualquier precio se ubica en la vertiente más política de la filmografía de Loach justo después de haber rodado la comedia Looking for Eric. Implacable e impiadosa a la hora de exponer la escalada de violencia y las consecuencias de la venganza del ojo por ojo, se trata de una película sin sutileza, pero con mucha valentía.
Mediano film de Loach aunque con su garra El film había sido preestrenado en Pantalla Pinamar antes que en la propia Inglaterra (lo presentó su protagonista, Andrea Lowe), y se ocupa de la participación de veteranos de guerra en las empresas de reconstrucción. Para tener bien en cuenta: esta película inglesa, del maestro Ken Loach, se vio en Pantalla Pinamar 2011 antes que en la propia Inglaterra. La presentó, a sala llena, su protagonista femenina, la rubia Andrea Lowe. Recién después la vieron los ingleses. Lujos que supimos darnos y hemos perdido. Se vio de nuevo en el British Arts Centre, año 2014, dentro de un completísimo ciclo con entrada libre dedicado a Ken Loach. Y ahora, al fin, se estrena en Buenos Aires. Pasaron muchos años, pero, por suerte, no está envejecida. Su título original, "Route Irish", alude al camino entre el aeropuerto de Bagdad y la parte más beneficiada por la reconstrucción. Como se sabe, después de ciertas guerras vienen las empresas de reconstrucción, y afines. Y muchos ex soldados veteranos de esas guerras pasan a trabajar como personal de seguridad. Pero la cosa es más enredada, y más perversa. La Irish es una ruta peligrosa. Esta no es una película bélica, ni posbélica, pero tiene unas buenas peleas. Tampoco es policial, pero alguien investigará en Londres la muerte de su amigo. Como en su recordada "Agenda secreta", Loach apunta para arriba. Y el amigo que quedó vivo y con cargo de conciencia, qué vamos a hacer, apunta para el lado de la viuda. Aclaremos, tampoco es una película de amor. Y no es la mejor del maestro, pero igual vale.
Deuda de amistad El nombre del director inglés Ken Loach probablemente llegara a oídos del gran público en estas latitudes por primera vez el año pasado cuando estrenara su muy aclamada Yo, Daniel Blake, película que alrededor del mundo cosechara 30 nominaciones a distintos premios de los cuales ganó 25. Tal vez de la mano de esa reciente popularidad es que llega a nuestros cines otra de las 51 producciones que ha dirigido Loach a lo largo de su carrera. Se trata de Route Irish, un film de 2010 que de forma muy cruda aborda el tema de la amistad en tiempos de guerra. Con una estética muy similar a lo visto en Yo, Daniel Blake -bien minimalista y despojada de rebuscados recursos fílmicos- Route Irish aborda la relación de amistad de toda una vida entre dos hombres de mediana edad al momento en que uno de ellos encuentra la muerte de forma prematura. Fergus (Mark Womack) nunca ha tenido mucho éxito en términos laborales y cuando su participación como contratista en la guerra de Irak le devuelve como saldo poco dinero y el deceso de su mejor amigo Frankie (John Bishop), siente que su vida carece de cualquier tipo de motivación. Sin embargo, mientras se la agarra con todo aquel que le dirige la palabra mientras encuentra la forma de pasar por la etapa de luto por la muerte de su amigo, algunas incongruencias y puntos oscuros empiezan a surgir respecto a lo que verdaderamente pasó el día que murió Frankie. Motivado por la culpa que siente porque él fue quien convenció a Frankie de acompañarlo en su empresa bélica y ávido de saber la verdad sobre el fin de la vida de la única persona que le diera un significado a su vida, Fergus iniciará una errante y desorganizada investigación con el fin de darle algún tipo de cierre a esta situación que lo atormenta. Un rasgo muy característico de este director, que en este caso vuelve a aparecer nítidamente, consiste en darle a este tipo de historias un clima muy gris, apagado, como si la atmósfera que rodea a los personajes fuera un reflejo de lo que están experimentando y la desesperanza que acompaña a cada uno de sus actos. Y es gracias a ese manejo inicial de los climas que la película nos prepara para los cambios que en este sentido sufrirá cuando veamos a sus protagonistas, en clave de flashback, en situaciones más agradables. La relación que desde siempre unió a Fergus con Frankie, la aparición de la esposa de este último, la forma en que este y otros acontecimientos afectaron su amistad sin poder eliminarla y el fatídico lapso en Irak que vuelve a desembocar en un Fergus solitario, animado solamente por descubrir lo que realmente causó la muerte de su amigo son los elementos que irán delineando una trama que conmueve desde la intensidad de la relación entre sus protagonistas y suscita intriga a partir del misterio de la muerte de uno de ellos. Con un muy buen trabajo protagónico de Mark Womack, la película consigue generar ese interés a partir de lo que su personaje va descubriendo al tiempo que encuentra los momentos justos para sustentar ese relato en un contexto que incluye y analiza temas como la amistad, los pequeños sueños con que la gente carente de esperanza se conforma, la apasionada forma que tienen de afrontar la pérdida de esos sueños y el elemento de la guerra que acá también dice presente de forma cruel, inmisericorde y, sobre todo, teñida de secretos, conspiraciones y corrupción.
El cine Cosmos (UBA) exhibe La verdad a cualquier precio (Route Irish, 2010), película que nunca había sido estrenada en Argentina. Una oportunidad única para conocer en un mismo film, los dos pilares del cine de Ken Loach: La pérdida de un ser y la lucha contra las instituciones. Dos amigos. La guerra. Una muerte. La angustia por perder a un ser querido que se transforma en escenario político donde se librará la batalla contra el leviatán. Ese monstruo doctrinario y del estado absoluto descripto por Thomas Hobbes, muta en la corporación del ejército en este film del director británico. La historia esta vez nos traslada a la guerra de Irak, en la zona de Route Irish, lugar donde muere el soldado ingles Frankie (John Bishop), durante una misión, en condiciones muy dudosas. Fergus (Mark Womack), su “hermano de corazón”, será el encargado de buscar hasta el hartazgo las razones de su fallecimiento. El detonante es un celular que llegará a sus manos. En él hay una filmación que bien podría ser exacto reflejo del escandaloso video filtrado por Wikileaks alla por 2007, donde se muestra cómo un helicóptero de las fuerzas americanas derriba a civiles en Bagdad. El personaje de Bishop, es de esos protagonistas al que nos tiene acostumbrados Ken Loach durante toda su filmografía. El hecho que corrompe una vida, el breve duelo. Y después la lucha. Siempre la lucha. Los casos de Bob en Como caídos del cielo (Raining Stones, 1993), Steve en Riff Raff (Riff Raff) o el de su última realización, Daniel Blake, son emblemáticos. Cada uno desposeído de su dignidad a manos del estado, que quita y burocratiza el bienestar de las personas. Lo más llamativo, que logró con la experiencia, es que el realizador nacido en Nunenton, tiene la habilidad de hacer política sin hablar de la misma explícitamente en sus películas. Sin sesgos partidarios ni tendencias específicas, el director logra hacer de su cinematografía, un bastión en defensa de la condición humana y los derechos que tienen las personas por el solo hecho de haber nacido en el mundo. Si bien esta producción es menor dentro de su filmografía, se agradece que se estrenen materiales de este tipo, aunque el film haya tenido estreno mundial en el 2010. Las temáticas de Loach son siempre actuales, no pasan de moda. Podríamos proyectarla dentro de diez años más, y no perdería vigencia. Algo que habla muy bien del curtido director, y muy mal de los sistemas democráticos.
Cómo lidiar con un mercenario noble Exhibida en competencia en el Festival de Cannes 2010, la película de Loach está planteada como un thriller actual, pero con un protagonista con aires de héroe trágico griego. Como sucede con todo cineasta realista, Ken Loach se nutre de todo aquello que vive y respira (historias reales, voces, expresiones, fraseos, gestos, modulaciones) y tiende a perder personalidad, a indiferenciarse, cuando debe remplazar todo ello por ficción. Había sucedido en su momento con Agenda secreta –que no estaba mal, pero era tan impersonal como una serie–, con La canción de Carla, que parecía filmada por un comité internacional de apoyo a la revolución nicaragüense y, según afirman los pocos que la vieron (en Argentina ni se estrenó), con Looking for Eric, “la de Cantona”. Al año siguiente de ésta –algo así como una comedia fantástica con porro y Eric Cantona (enumeración de la que lo que puede resultar familiar a Loach es el fútbol)– el realizador de Tierra y libertad volvió a territorio familiar, aunque no tanto, con Route Irish, un thriller sobre dos amigos, ex combatientes en Irak, y el misterio sobre el asesinato de uno de ellos. Route Irish, que se estrena con el título La verdad a cualquier precio en el cine Cosmos, fue parte de la competencia oficial del Festival de Cannes en… 2010. Cada uno juzgará si el hiato de ocho años está justificado. Lo que no parece justificado es la inclusión de Route Irish, en su momento, en la competencia oficial de Cannes, hecho exclusivamente atribuible al fanatismo que por el cineasta siente el director artístico de ese festival, Thierry Frémaux, que llegó al punto de incluirla incluso no estando terminada. Cosa que había sucedido antes con Apocalypse Now! y Con ánimo de amar, para poner un par de ejemplos. La historia del film Nº 23 del realizador de Yo, Daniel Blake (su último a la fecha, ganador de la Palma de Oro) podría ser la de cualquier thriller bélico producido al otro lado del Atlántico. En el frente iraquí acaba de morir un combatiente llamado Frankie, a quien velan en Liverpool, su ciudad de origen. De allí es también su mejor amigo, Fergus (Mark Womack), quien se retiró del frente antes que él y carga con un sentimiento de culpa que no lo deja dormir: fue él quien convenció a Frankie de ir a Irak. A propósito, conviene aclarar que ambos no son soldados al servicio del Estado, sino lo que actualmente se llama “personal de seguridad contratado” y antes se denominaba lisa y llanamente mercenarios. Como gente de izquierda, no les resulta nada fácil a Loach y su guionista de cabecera, Paul Laverty (junto a él desde La canción de Carla, 1996), lidiar con un héroe mercenario al que se le atribuyen condiciones de nobleza, a la vez que se negocia con un género netamente hollywoodense, el thriller, del cual se toman ciertos tópicos y se permutan otros. Fergus es algo así como un mercenario con conciencia, que no piensa tolerar la masacre injustificada de una familia iraquí y para quien la amistad vale más que cualquier cosa (aunque no le parece mal heredar la rubia novia de su amigo). Hay una muerte sospechosa y una investigación a cargo del héroe, como corresponde a cualquier thriller, un par de empresarios (los contratistas privados), que tratándose de una película de Ken Loach no sería raro que escondieran alguna responsabilidad grave y un cantante iraquí en el exilio que representa la voz de los explotados. La investigación es algo dispersa y no particularmente intensa, como si Loach no se sintiera muy cómodo con este tipo de relato. Lo más interesante de La verdad a cualquier precio es su último tramo, ya que allí Fergus, nombre que en la mitología celta designa al vigor y la fuerza, patea el tablero y, perdido por perdido, para resolver la muerte de su amigo decide recurrir a lo que sabe. En ese punto sí, el espectador se ve en problemas, ya que aquél al que hasta entonces había seguido como héroe se comporta ahora como un profesional de la muerte ajena, que no sabe de códigos ni miramientos. “¿Está bien lo que está haciendo?”, será la pregunta, y como de costumbre estará equivocada, ya que lo que importa es quién es y por qué lo hace. El cine no es una escuela de conductas sino una máquina de relatos, en la que los personajes actúan, y queda a cargo del espectador evaluar cómo y por qué lo hacen. En última instancia, de cualquier manera, Fergus no es un asesino sino un trágico, que se encamina hacia la nada con la ceguera y determinación de un héroe griego.
La verdad a cualquier precio, de Ken Loach Por Gustavo Castagna Recién hace un par de meses vi Yo, Daniel Blake, hasta ahora la última película de Loach (hoy 81 años) y al terminarla me preguntaba el porqué de la demora en la visualización. No sé aun el motivo ya que pocas veces el director inglés me defraudó con su cine de trazo grueso y contundente, se trate de la descripción de un marco social (en general, clases medias baja o clase sobreviviente) o, en todo caso, poniendo el dedo crítico en la política de su país, trazando thrillers en donde las corporaciones se imponen y acosan al individuo. Sintetizando: desde los inicios con Pobre vaca (1966), allá en la coda del free cinema inglés, Loach nunca me pareció un cineasta superior pero tampoco un nombre descartable, tal como viene opinando un sector de la crítica en los últimos tiempos. Caídos del cielo, Agenda secreta, Mi nombre es todo lo que tengo, Riff-Raff y Ladybird, Ladybird –aun sobre la base de recuerdos- son títulos más que recomendables. En una línea media, sin destellos de puesta en escena y aferrándose a una narración por momentos divagante en cuanto a la selección de flashbacks, transcurre La verdad a cualquier precio, Route Irish el original, filmada hace casi ocho años, donde el cineasta explora con mirada profunda y quirúrgica al lado oscuro de su sociedad cuando se toman decisiones extremadamente políticas relacionadas a la muerte y el encubrimiento. La trama ofrece a dos amigos pertenecientes a la SAS (Fuerzas Armadas Especiales) en medio del conflicto bélico con Iraq. Un cadáver será el disparador argumental de la historia a través de la investigación que inician la viuda y el amigo del soldado fallecido. Loach confía en su particular telaraña narrativa, por momentos compleja y digna de seguir con atención, en otros, confusa y al borde de la autocomplacencia y la gratuidad formal. Como si el guión solo se sintiera cómodo con una estructura de “rompecabezas”, La verdad a cualquier precio fluye a los tropezones, con momentos de tensión y otros más que nada supeditados al poder de la palabra. En medio de esas oscilaciones narrativas, Loach vuelve a clavar su mirada ácida y crítica al poder británico y a las corporaciones que mandan a la muerte a un montón de individuos con tal de llevar la paz a un mundo siempre en conflicto por culpas propias más que ajenas. LA VERDAD A CUALQUIER PRECIO (Route Irish). Gran Bretaña / Francia / Italia / Bélgica / España, 2010). Dirección: Ken Loach. Guión: Paul Laverty. Fotografía: Chris Menges. Edición: Jonathan Morris. Diseño de producción: Fergus Clegg. Intérpretes: Mark Womack, Andrea Lowe, John Bishop, Geoff Bell, Jack Fortune, Talib Rasool, Craig Lundberg. Duración: 109 minutos.
Parece que a los directores socialistas también les gustan los géneros. No todo es lucha de clases para Ken Loach y en La Verdad a Cualquier Precio, que se estrena con ocho años de retraso y se distancia de la zona más conocida de su cine (Riff Raff, Tierra y Libertad, El Viento que Acaricia el Prado), prueba suerte con el thriller. Loach y su guionista, Paul Laverty, saben que el cambio supone un reacomodamiento: no pueden volver sobre el eterno motivo del pueblo levantado en armas contra un poder injusto o hacer que sus personajes discutan largamente los fundamentos de la sociedad. Filmar un thriller exige respeto hacia algunas reglas que los realizadores tratan de cumplir como pueden: el uso de los diálogos como vehículo de información, dosificación de la intriga, primacía del relato por sobre cualquier comentario acerca del estado del mundo. La cosa no les sale tan mal, y por momentos hasta funciona bastante bien. El estilo de Loach le da a la historia un notorio aire de realismo, pero sin sus tradicionales subrayados: Fergus, un mercenario que trabajó en Irak, investiga la muerte dudosa de su amigo Frankie durante un ataque en la route irish, uno de los caminos más peligrosos del país. La película empieza con una escena atípica: amigos, familiares y colegas de Frankie se reúnen en un pub a la salida del velorio y discuten los detalles de la muerte entre chopps de cerveza. El director demuestra que siempre tuvo un ojo atento a la construcción de personajes y de espacios: Fergus vive solo en un departamento vacío y sin muebles, tiene únicamente una mesa, algunas valijas militares, un teléfono en el piso y una cama plegable. Los movimientos de Fergus de un lado a otro del departamento para preparar café o guardar algo son de una tristeza discreta y certifican el talento de Loach para describir el universo material de sus personajes. Pero, como no podía ser de otra manera, en La Verdad a Cualquier Precio no tardan en aparecer discursos sobre la desigualdad, la injerencia británica en Medio Oriente y la impunidad de los grupos mercenarios. La pesquisa de Fergus lo conduce a un celular que Frankie había guardado con videos que muestran cómo él y sus compañeros asesinan por error a una familia entera que iba en un taxi detrás de ellos y a dos chicos que vieron lo que pasó. El thriller se vuelca hacia la crítica política y el relato pierde la consistencia del principio: la intriga cede ante la repartición de culpas y responsabilidades. El estilo del director exhibe sus limitaciones: hacer cine de género requiere una gimnasia narrativa importante, y Loach y Laverty llevan años de filmar cine político sedentario. La película se resiente, como si los músculos no le respondieran, y el dúo se decanta por el recurso que mejor conocen: la denuncia. Como en el tramo final de Yo, Daniel Blake, en La Verdad a Cualquier Precio Loach se guarda uno o dos giros que vienen a imprimirle a la narración el vértigo que Laverty no supo construir por otros medios. El thriller vira hacia la película de venganza y el guionista modifica súbitamente al protagonista ante los ojos del público: hacía falta un golpe de efecto, no importa qué tan arbitrario, cualquier cosa con tal de sacudir un poco al espectador antes de que abandonara la sala. La narración se vuelve un dispositivo de denuncia y el género se desdibuja. Es lo más parecido a una confesión: como si Loach y Laverty dijeran que bueno, que trataron pero no pudieron, así que vuelven a lo que les sale.
Con un retraso de ocho años se estrenó, exclusivamente en la sala Cosmos UBA, La verdad a cualquier precio, uno de los últimos trabajos del octogenario director británico Ken Loach que, junto a su habitual guionista Paul Laverty, indaga en las cicatrices que dejó la guerra de Irak. Ridley Scott, Clint Eastwood y Ken Loach comparten algo más que la cartelera porteña. Son fieles a un estilo particular, a una forma de narrar clásica, sólida. Aún con irregularidades en sus respectivas filmografías, mientras atraviesan su octava década, los tres siguen estrenando obras cada año o año y medio. Y a pesar de que el realizador de Tierra y libertad ha anunciado más de una vez su retiro, siempre regresa y depara alguna sorpresa. A ocho años de su estreno en Cannes, La verdad a cualquier precio tiene la marca de Loach. Más cercano al thriller político de Agenda secreta, pero sin abandonar el universo de la clase trabajadora de Yo, Daniel Blake, el director se interna en las consecuencias de la guerra de Irak con una crítica hacia los contratistas británicos que vislumbraron un futuro inmobiliario enorme sin importar la vida de los habitantes de Bagdad. Si bien los crímenes de esta última guerra fueron mejor representados en el pasado -especialmente en la olvidada Samsara de Brian DePalma-, lo que presenta de “original” Loach es un punto de vista alejado de los cánones del cine de Hollywood. El protagonista es Ferguss -extraordinario Mark Womack- un ex soldado que pasa sus días en pubs, intentando olvidar el pasado. Sin embargo el pasado vuelve a él. Su mejor amigo de la infancia, Frankie, aún trabajando en Medio Oriente como guardaespaldas de contratistas privados, es encontrado muerto en la Route Irish, uno de los caminos más peligrosos de la zona verde. Lo que para la mayoría fue un acto desafortunado, producto de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, para Ferguss podría haberse tratado de un atentado perpetrado por sus propios compañeros. Con ayuda de la viuda de su amigo -Andrea Lowe- el protagonista intentará develar la verdad, a través de videos encontrados en un celular y conversaciones por Skype con testigos. Por medio del suspenso, Loach y Laverty construyen un relato que contribuye a mostrar las injusticias y los abusos que los soldados anglosajones realizaron sobre los habitantes iraquíes con total impunidad y deseo de sangre. Lamentablemente, el film no le escapa a los clisés y los lugares comunes de este tipo de historias y, con el pasar de los minutos, se va tornando más obvio y previsible lo que va a suceder. Si bien es atractiva la evolución que atraviesa el antihéroe -de investigador privado a vengador anónimo-, también llega un punto que el personaje roza lo absurdo y grotesco, alejándose del comportamiento verosímil construido durante la primera hora de metraje. Pero Loach es un narrador experimentado de la vieja escuela y, más allá de sus excesos, La verdad a cualquier precio, por más que se sienta vista y su temática esté sacada del diario de ayer -no ayuda su demora para estrenarse-, es un producto sólido y sin fisuras graves. El mensaje que pretende dar es claro y efectivo: en la guerra hay más de una víctima y el dinero no puede comprar la desolación de perder a la persona que se ama.
EL ENEMIGO INTERIOR Algo que nos sirve a los críticos para analizar una película firmada por un autor consagrado es lo cronológico. Como habitualmente lo que nos llega es lo último, lo más nuevo, podemos pensar esa obra desde un lugar histórico que tiene que ver con su obra previa y cómo eso operó para que tal director decidiera filmar determinada película en este momento. Pero con La verdad a cualquier precio se nos abre una brecha: Ken Loach estrenó esta película en 2010 y su estreno nos llega tan tardíamente que en primera instancia deberíamos preguntarnos por qué y, en segunda instancia, pensar en qué andaba don Loach por aquel entonces. La verdad a cualquier precio vino luego de Looking for Eric y antes de La parte de los ángeles, es decir dos comedias en un sentido loachiano. Y tiene sentido: La verdad a cualquier precio es antes que una película un malestar, y rodearla de un poco de humor sirve para aminorar la acidez de un film en el que el mundo es un lugar poco habitable y terminal. En definitiva, lo de la mirada cronológica se confirma como una de las estructuras absurdas con las que los críticos analizamos el trabajo del otro, y en el caso de Loach es más significativo aún: su cine puede parecernos por momentos poco sutil y hasta de trazo grueso, y películas como La verdad a cualquier precio demuestran que es así, pero que al director poco le importa lo que se diga de él. En una de las primeras escenas de la película se sintetiza perfectamente el estilo inclasificable con el que Loach ha construido una carrera de cine político, social y humanista. Fergus (un intenso Mark Womack) va al velorio de Frankie (John Bishop), un contratista amigo suyo que murió en Irak. El cajón ha sido sellado porque el cuerpo estaba desfigurado, pero Fergus es bastante terco y se mete de noche en la iglesia, abre el cajón y puede acceder finalmente al cuerpo de su amigo. La cámara nunca muestra el cadáver, apenas una mano que asoma y Fergus lo saluda para despedirlo. La escena camina por una línea entre el pudor y lo morboso, entre la mostración y la sutileza, algo extraño que nos repele a la vez que nos genera cierta fascinación. Son esos momentos en los que Loach se confirma como director de un cine potente, aunque no exento de cierto trazo grueso en una tensión que pone en crisis nuestro propio discurso: ¿hasta dónde se puede llegar para denunciar determina situación, cuál es nuestro límite de tolerancia? En La verdad a cualquier precio esa dualidad entre lo grosero y lo sofisticado se da a cada momento. Lo que denuncia Loach en este caso es el accionar de empresas que van a hacer sus negocios a territorios en conflicto, cometiendo crímenes horrorosos y sacrificando a sus operarios en el camino. Pero más allá de algunos flashbacks que ponen en escena lo que sucede en Medio Oriente, a Loach le interesa lo que pasa puertas adentro en Inglaterra, con el accionar sin límites de fuerzas especiales que actúan entre las sombras. Ese es el verdadero horror que denuncia la película, y lo hace sin concesiones. La muerte de Frankie funciona como disparador de la tragedia, con Fergus poniéndose a investigar como detective en un film noir y descubriendo un entramado de poder corrupto, traiciones y muertes. Una violencia que no puede parar de engendrar más violencia y que está instalada muy dentro, aún cuando se pretenda hacer el bien, como aprende lacónicamente el trágico Fergus. Le película escrita por Paul Laverty (habitual guionista de Ken Loach) aprovecha su estructura casi de cine de género para que sus giros algo inverosímiles se toleren mejor, aunque no puede evitar que muchas veces la necesidad por decir algo atente contra la fluidez del relato. La verdad a cualquier precio es en definitiva una película despareja, aunque potente y honesta en la forma de señalar lo que señala.
Tuvieron que pasar más de 7 años, casi 8, para que la película La Verdad a Cualquier Precio (Route Irish) se estrenara en los cines argentinos, puntualmente en Buenos Aires. Esto es un dato sumamente curioso, teniendo en cuenta que esta cinta fue dirigida por Ken Loach, uno de los directores más interesantes de los últimos tiempos, que ha ganado prestigio gracias a clásicos como Agenda Secreta, Tierra y Libertad y Mi Nombre es Todo lo que Tengo, y lo ha sabido mantener en los últimos años con films como El Viento que Acaricia el Prado, Felices Dieciséis e inclusive Buscando a Eric, la cinta previa a esta, realizada en el año 2009. El nombre original de la película, “Route Irish”, hace referencia a una peligrosa carretera que une el aeropuerto de Bagdad, con la zona internacional de la ciudad. La historia se centra en la relación entre dos soldados británicos, Fergus (Mark Womack) y Frank (John Bishop), que han participado en la Guerra de Irak, y que han sostenido a través de los años una relación de amistad muy fuerte, compartiendo una situación de cuasi hermandad, incluso llegando a enamorarse de la misma mujer. La muerte de Frank, naturalmente golpeará a Fergus, transportándolo continuamente a sucesos que ha vivido en el pasado junto a su amigo y hasta quizás recriminándose en algún sentido. Una vez llegado a su país, y al funeral de Frank, disconforme con la forma en que se dio el deceso del mencionado, iniciará una búsqueda frenética para saber quien fue el responsable de la muerte, el por qué de la misma, y en que forma se dieron los hechos. A medida que vaya avanzando en la recolección de información, de datos sueltos, y atando cabos, Fergus tendrá que luchar contra variaciones en los relatos, mentiras múltiples, ocultamiento de información, amenazas que le pasarán de cerca, y circunstancias de toda índole, que entorpecerán el camino a la ansiada verdad. Rachel (Andrea Lowe), la mujer de la cual ambos estaban enamorados, ofrecerá su colaboración, también preocupada por la instancia vivida, aunque por momentos y también acongojada por la muerte de Frank, y por el clima tenso que todo lo acaecido genera, añadirá instancias de confrontación. Si bien la cinta tiene una dosis de compromiso político, siempre presente en el cine de Loach, y la historia tiene su buena línea argumental, dotado de ciertas matices que le brindan la fuerza necesaria, no llega a convencer del todo, siendo por momentos algo confusa, y en otros tantos, excedida. Es claro que el foco de La Verdad a Cualquier Precio está puesto en la guerra, y las secuelas que suelen darse en las mismas, pero también hay situaciones incluso innecesarias, que no son del todo funcionales en el desarrollo mismo del relato. No obstante, termina siendo llevadera, el final termina siendo acertado, y como toda película de Ken Loach, es un film válido de ver, que deja sus aporte a la causa, pese a no destacarse del todo en la extensa filmografía de este gran realizador.