A la espera del carnaval Todo puede resignificarse o no con la llegada del carnaval y más aún en un pueblo con todas las características del “nopasanadismo” paisajístico de muchos filmes, que retratan lo rural o lo interior, sujetos a una iconografía particular. Los ausentes (2016), ópera prima de Luciana Piantanida, propone desde el vamos al espectador un desafío que procura sacarlo del letargo de la butaca y hacerlo trabajar. Trabajar en el sentido más amplio del término, porque la mínima trama de este relato, dominado por la ambigüedad y la idea de ausencia como hilo conductor, requiere en primer lugar una entrega a los climas construidos desde el artificio cinematográfico, y en segundo a preguntarse sobre el pasado de un puñado de personajes, leasé una pareja joven en plena disolución, un hombre extraño que llega en busca de su mujer y otro que pretende cerrar un ciclo de vida, tras la pérdida de su amante. Todos ellos, parecen compartir simplemente un espacio, un tiempo y el dolor.
De larga trayectoria como guionista y productora, Piantanida debuta en como directora de largometrajes con una película inquietante y pesadillesca. Coguionista de un par de films de Adrián Caetano (Mala, NK: la película), asistente de dirección de Néstor Frenkel (Vida en Marte, Construcción de una ciudad) y productora de La larga noche de Francisco Sanctis, Luciana Piantanida debuta en la realización de largometrajes con el thriller rural Los ausentes. De ausencias se componen los presentes de sus cuatro protagonistas: una joven pareja al borde de la separación (Jimena Anganuzzi y Agustín Rittano) que espera su primera hijo y regentea una fonda, un silencioso hombre que llega en busca de su mujer y pide alojamiento (Jorge Prado) y otro que sufrió un accidente y ahora trama un plan al respecto (Alberto Suárez). Todos ellos confluirán en un pequeño pueblo bonaerense en vísperas del Carnaval. Rodado en la localidad de Beguerie, ubicada en el partido de Roque Pérez, el film relata el encadenamiento de sucesos personales de los personajes y la tensa interacción entre ellos. Interacción dominada por el silencio y lo oculto. Piantanida construye un relato que absorbe la quietud y la tensión generadas por la predominancia de lo no dicho, que aquí opera como barómetro del malestar que los acecha. Los ausentes se vuelve algo cíclica en su propuesta estética y narrativa, pero mantiene un carácter regido por lo inquietante y lo pesadillesco. Es justamente allí donde parecen vivir estos personajes. Son, al fin y al cabo, víctimas de sus propios monstruos.
Son contadas las cosas que están claras cuando transcurre Los ausentes y no mucho más se sabrá luego del último fotograma. Es que el debut de Luciana Piantadina -habitual guionista de Adrián Caetano- se inscribe en una reciente camada del cine local, que opta por filmar el interior del país despojándolo de los estereotipos campestres y que prioriza los climas y los riesgos formales en detrimiento de la acción dramática.
Los Ausentes es la ópera prima de Luciana Piantanida, guionista de algunas producciones de Adrián Caetano y productora ejecutiva de La larga noche de Francisco Sanctis. En este caso, la directora construyó un relato (demasiado) tranquilo que transcurre en el olvidado pueblo de Carlos Beguerie (provincia de Buenos Aires). Allí ocurren tres historias en paralelo con una temática en común: la ausencia. El leitmotiv de esta historia –una que la directora afirmó haber soñado durante el verano del 2002, cuando escribió la primera versión– es que la ausencia no se manifiesta siempre de la misma manera. Los tres protagonistas sufren la carencia (de bebés no-nacidos, de mujeres desaparecidas, de despedidas prematuras) con experiencias muy diferentes. De esta manera, Los Ausentes se configura como una película que trabaja las emociones desde un enfoque realista, pero salpicada con tintes oníricos. La suma de imágenes ambiguas y situaciones extrañas generan un aire de inquietud, de ensueño, de misterio. Aunque el carnaval esté por llegar, hay poco movimiento en el pueblo, es fantasmal, etéreo. La película tiene apenas unas pinceladas de diálogos y grandes paisajes de un lugar recóndito, un pueblo 30 km tierra adentro que parece funcionar al margen de la ley. La ausencia… de trama: La película es técnicamente correcta, y los actores están bien en sus roles (destacándose especialmente Jimena Anganuzzi como “La Gringa”). El problema es que el argumento resulta demasiado insípido y tiene un ritmo excesivamente aletargado. Durante gran parte nos vemos expuestos a largos planos fijos, sin acompañamiento musical ni diálogo. Ciertamente se buscó adaptar la forma al contenido: la película es tan silenciosa y serena como el pueblo mismo. Por eso mismo, para el espectador casual termina por convertirse en una experiencia más parecida a un documental que a otra cosa. Si hay algo que puedo aplaudirle, es que Los Ausentes se las ingenia para mostrar sutileza en algunos puntos fundamentales de la historia. Al haber poca exposición narrativa, quien no esté prestando atención puede no captar la verdadera naturaleza de la relación entre la Gringa y su novio, qué le sucedió a Jafa (Alberto Suárez) (y cuál es su plan) o por qué Tania (Jorge Prado) se esconde religiosamente en un gallinero todos los días. Conclusiones: Ganadora de varios festivales nacionales e internacionales, Los Ausentes es un proyecto maduro que logra representar el sentimiento de melancolía a través de una tríada de historias de gente común. No es, sin embargo, una película para cualquiera. Su ritmo lento y un argumento sedante no la hacen particularmente entretenida para quienes busquen algo con acción y movimiento.
Un interesante elenco en una trama intensa Hay algo que esta ópera prima de Luciana Piantanida, coguionista de dos películas de Adrián Caetano (Mala, NK: la película), asistente de dirección de Néstor Frenkel (Vida en Marte, Construcción de una ciudad y productora de La larga noche de Francisco Sanctis, claramente consigue: transmitir inquietud y disparar enigmas a lo largo de una trama enrarecida, cargada de angustia y desasosiego. La historia se desarrolla en las vísperas del Carnaval en un pueblo de provincia y en ella confluyen una pareja en pleno proceso de disolución, un misterioso hombre que llega en busca de la mujer que lo abandonó y el sobreviviente de un accidente que trama un oscuro plan. Trabajando con imaginación e inteligencia la luz, apoyada en el buen desempeño un elenco muy sólido y restringiendo espacialmente la acción a un entorno sombrío y asfixiante, Piantanida construye eso que muchas veces es utilizado como excusa para justificar la chatura: una película "climática" que confía más en la sugestión que en las explicaciones que clausuran sentido.
INQUIETUDES Y MISTERIO Los personajes viven en un pueblo perdido en vísperas de de carnaval tienen cuentas pendientes con las ausencias: Una pareja al borde la separación con la ilusión de un hijo que no llega. Un hombre que busca desesperadamente a su mujer que lo abandono. Y el sobreviviente de un accidente que harto de la burocracia toma una decisión extrema, con la ayuda de los otros seres solitarios. La directora Luciana Piantanidal retrata con eficacia el clima de misterio y amenaza pero a veces el relato tropieza con la confusión y la falta de datos que motivan a esos seres.
PUEBLO MISTERIOSO Opera prima de Luciana Piantanida, con notorios antecedentes como guionista, productora y asistente de dirección, la historia de Los ausentes se ubica en la geografía de un pueblo con cuatro personajes como centros operativos del relato. La acción, por su parte, anuncia un próximo carnaval que servirá como detonante del relato y como aclaración de un sistema narrativo que descansa en tiempos muertos, en una poética arraigada al minimalismo y en un cuadro de pequeñas situaciones con su correspondiente crecimiento dramático. Ausencias hay de sobra en la descripción de los cuatro protagonistas: una pareja en crisis encargada de un bar con habitaciones (ella es Jimena Anganuzzi, gran actriz y excelente trabajo), un hombre que pregunta constantemente por su mujer y otro que sobrevive a un accidente. El dispositivo dramático planificado por la directora elige un tono grave y pausado para la mayoría de las situaciones, con silencios que atañen a diversos estados de ánimo y una perfección minuciosa en los encuadres de la cámara, acompañados por una banda de sonido y una luz tenue que también actúan como protagonistas, en éstos casos, de carácter formal al servicio de la historia. Trabajo minucioso con la cámara que (per)sigue incansablemente a los personajes por esas calles de tierra y hasta en interiores austeros y despojados. La apuesta de Los ausentes, en ese sentido, es arriesgada y de alcance limitado en sí mismo, marcada por la duración de cada toma. El dispositivo, en este punto, atrapa y agobia al mismo tiempo, aclara y deja de hacerlo en determinadas situaciones, suma información cuando solo lo necesita y le entrega más de una pregunta que debe contestar (o plantearse) el mismo espectador. Heredera de un cine argentino de alto riesgo estético, con incidencias dramáticas que oscilan entre los tempos narrativos de Lucrecia Martel y las decisiones de puesta en escena de Lisandro Alonso, Los ausentes es un film misterioso, por momentos errático y supeditado a ese dispositivo, en tanto, en varias zonas, resplandece como luminoso y concreto desde sus intenciones iniciales. Es decir, se está ante un film que desde la primera escena jamás traicionará sus propósitos temáticos y formales. LOS AUSENTES Los ausentes. Argentina, 2015. Dirección y guión: Luciana Piantanida. Fotografía y Cámara: Federico Lastra. Sonido: Abel Tortorelli. Arte: Ana Wahren. Montaje: Ezequiel Santiso. Música: Gustavo Yomha. Intérpretes: Jimena Anganuzzi, Agustín Rittano, Alberto Suárez , Jorge Prado, Claudia Cantero, Elvira Onetto. Duración: 96 minutos.
Los silentes. Los Ausentes es la primera película de Luciana Piantanida pero no su primera experiencia en el cine (fue coguionista del thriller Mala de Adrián Caetano, por ejemplo). Como sucede con otros primerizos en la dirección, aquí aparecen ciertos vicios de pretensiones que operan a modo de catarsis. La historia, ambientada en un pueblito del interior profundo de la provincia de Buenos Aires, presenta cuatro personajes: una pareja que regentea una pequeña cantina cuya relación pende de un hilo, un forastero que busca desesperadamente a su mujer, y un hombre que vuelve al pueblo luego de un accidente que lo dejó inconsciente durante un buen tiempo. La propuesta de Piantanida es redundante en acentuar largos tiempos muertos en los que la única comunicación entre los personajes es gestual (especialmente la de la pareja), paradójicamente los mejores diálogos son esos silencios porque cuando las palabras aparecen poco tienen para sumar ya que se hacen presentes sólo para superar un letargo de incomodidad. Jimena Anganuzzi es la columna vertebral de la película, su personaje es el nexo entre los personajes y es el que carga con los momentos dramáticos más intensos dentro de una historia maniobrada por los climas, las atmósferas y, principalmente, por lo no dicho. En la estrategia cíclica hay un descuido por la inmensidad del espacio. Ese pueblo cuasi fantasmagórico -que nunca se adosa a los hechos ni a los personajes- es simplemente un lugar donde se desarrollan las situaciones, ni siquiera hay un juego lúdico con el contracampo, concepto que se materializa tibiamente en algunos pasajes a partir de un tratamiento sonoro focalizado en realzar los silencios de los personajes. La preocupación de esta ópera prima oscila entre las pesadillas acechantes que sufren los personajes y la circularidad visual, que falla como concepto con vistas a construir un relato sobre las pérdidas, enfatizando qué pueden hacer los presentes para “completar” lo desaparecido, el peor de los miedos.
En una reciente entrevista con la directora Luciana Piantanida la revelación del origen de “Los Ausentes” (2016) es la explicación para que el filme tenga aún más sentido en el aparente desorden que plantea. Durante varios meses Piantanida se puso como objetivo escribir escenas oníricas de una carilla y luego, al reunirlas todas, buscó un nexo que permitiera transformar esas “islas inconexas” en una historia que sugiera, muestre, revele algo que se puede suponer desencadenado de, justamente, pesadillas o sueños. Protagonizada por Jimena Anganuzzi, Agustín Rittano, Alberto Suárez y Jorge Prado, la ópera prima de Piantanida, quien debuta en el cine luego de más de una década de experiencia como guionista, técnica, asistente de dirección, producción ejecutiva y mucho más, está ambientada en un pequeño pueblo perdido en lo profundo de la provincia de Buenos Aires, un lugar quedado en el tiempo y donde nada, en apariencia, acontece. Y cuando un evento como el carnaval, o una tormenta, o una celebración, es esperado porque no hay otra cosa más que hacer que participar de él por inercia, también en esos acontecimientos pueden desencadenarse las más terribles tragedias. Así, en esa espera de algo, los tres personajes protagónicos se relacionan, cada uno con sus particularidades y dolores, ausencias y fantasmas, con los que conviven a pesar de todo y siguen mirando para adelante. Un hombre devastado que regresa a buscar a su esposa, un hombre que acaba de perder a su mujer en un accidente y una mujer que observa incrédula e impávida la inevitable disolución de su pareja, ese es el mundo de los ausentes. Las ausencias afectivas que golpean a los protagonistas, son el eje narrativo central de sus personajes, quienes deambulan en la vida carentes de sus seres queridos más cercanos o de personas por venir que ya no están, que murieron o desaparecieron de sus vidas, y que además de estar muy presentes en sus mentes, los impulsan a hacer cosas y moverse desesperadamente para intentar aliviar sus penas rápidamente a pesar de todo. Los climas oníricos sugerentes, la falta de información que generan suposiciones en la historia, hacen que “Los Ausentes” sea una película compleja para el espectador por el estado de atención que debe tener frente a la pantalla. La disrupción del relato, es un punto a favor del filme, porque además requiere que se completen ausencias que, seguramente fueron decididas por la directora para que en su totalidad el filme funcione. Si los tres personajes protagónicos son presentados como golpeados por la vida, y que viven escapando de sus fantasmas, incómodos, encerrados en sus miedos y paranoias, inquietos y descontentos con su realidad, a pesar de eso constantemente lucharán con su presente buscando una salida a esas ausencias que los agobian, aún sin saber cuál es el camino correcto para salir de su incomodidad.
Puede que por sí solo el nombre de Luciana Piantanida no suene demasiado pero mientras trabajó como guionista de algunas películas de Adrián Caetano y como productora ejecutiva de “La larga noche de Francisco Sanctis” (ganadora en el BAFICI), ahora presenta su ópera prima, la cual, claro, escribe además. “Los Ausentes”, que empieza como una película de terror, tiene una historia muy pequeña a la que accedemos de a poco, por partecitas, se nos revela a su tiempo. Observamos a una pareja joven que espera un hijo, y a dos hombres que buscan alojamiento, uno que perdió a su mujer (literal, se la pasa buscándola), y otro que tuvo un accidente y trama algo que todavía no sabemos qué es. Estos tres personajes se encuentran en vísperas de Carnaval en un pueblo de provincia. Rodada en Beguerie, Piantanida aborda su película desde lo onírico, casi pesadillezco. Por eso no todo lo que vemos lo entendemos siempre, o accedemos a algunas cosas sólo por partes. Además la fotografía opta por pocas luces (natural o artificial) y en general se está casi en penumbras. Los sonidos también juegan un papel preponderante, algunos ambientales y otros distorsionados justamente como si estuviéramos en medio de una pesadilla. Es así que en escenas de multitudes, la cámara se acerca a algún personaje, recortando mucho de lo que rodea. La tensión y esta atmósfera onírica están construidas muy bien, sin dudas se perciben desde el primer minuto. Pero la trama que se va desvelando a su tiempo en algún momento cae en escenas reiterativas o que no aportan más que para el hincapié de mantener este clima tan especial. Recién en el último minuto se respira aire fresco, mientras que antes más allá de la cámara seguir principalmente a esos tres personajes (de la pareja se enfoca en la mujer, interpretada con mucha solvencia por Jimena Anganuzzi) lo estético distancia un poco. Una propuesta interesante, una historia rodeada de misterio, “Los ausentes” es fiel al estilo que propone. No obstante en algún momento la poco más de hora y media que dura la película también comienzan a pesar, como ese aire denso al que apuesta la película. Lo sensorial prevalece, y a la larga la trama termina revelándose mucho más sencilla de lo que uno esperaba.
POINTS: 6 It’s Carnival in a godforsaken small town somewhere in Argentina. Moré (Agustín Rittano) and Gringa (Jimena Anganuzzi) are a young couple whose love life is not what you’d call flourishing. It seems tediousness and a pervasive sense of dissatisfaction rule their everyday life. The prospect of having a child is where their hopes lie, but even that may not happen. Yet at least they have a house to live in — even if shabby — a room to rent, and some sort of diner — actually, diner is too big a word for just a bunch of scattered tables and chairs in a large room. An odd man, Tania (Jorge Prado), arrives in town looking for a woman who nobody knows a thing about. He looks exhausted, worn out, and has no money at all. For the time being, Moré and Gringa allow him to stay at the extra room they have. He says he’ll pay them as soon as he has some money. And then there’s Jafa (Alberto Suárez), another strange man whose partner, another unknown woman, died a couple of years ago, or so. He seems to have been in some sort of accident and it’s very hard to know what he wants because all he does is file forms and follow formalities for some unidentified legal purpose, which nonetheless is clearly related to his dead partner. So you have two absent women — one dead and one missing — at the centre of these men’s lives, and soon another absence will affect the already gloomy life of the young couple. You could say that in this scenario the bodies that aren’t where they should be can paradoxically be more present than if they actually were present. Absence can cause unbearable pain if it’s prolonged for far too long. Los ausentes (“The Absent Ones”), the debut film of Luciana Piantanida, is ambitious. Not in its scope since it’s a low-budget small production indie feature, but it’s ambitious in the story it wants to tell and in how it wants to tell it. Because its chief theme is never detailed, but rather hinted at, or subtly suggested — in the best of cases. Consider that the manner in which the absences affect the protagonists is sometimes shown by what they do, whereas other times it’s almost completely hidden by their silence. Much of the conflict resulting from that takes place in the characters’ souls, and so that can never be filmed. But it can be referred to. So it is the detailed observation of the meaning of their minor actions and lack of reactions where you can have a glimpse of what’s happening. In a sense, Piantanida’s opera prima succeeds in telling a story about individuals lost in their search for bodies very likely impossible to find. Thanks to its moody naturalistic cine-matography and an expressionistic sound design Los ausentes creates a languid, bleak atmosphere that makes you feel what the film opts to not explicate. You do have a sense of being there and that’s an achievement. At the same time, there’s an effectively eerie effect resulting from the contrast between the naturalistic cinematography and the expressionistic sound design. In visual terms, there are also over a dozen shots that go for a poetic edge rather than realism. Which is also an asset. In a different sense, Los ausentes faces some problems. It’s a slow burner that, as all slow burners, pays off at the very ending. As though it were an epiphany — but it’s not quite one — all pieces fall into place and the final picture makes perfect sense. However, it’s perhaps too slow, even for a slow burner. From time to time it does gain momentum and that’s when the narrative becomes slightly more dynamic and the film’s emotional impact deepens. But it too occasionally loses momentum — and I guess this is involuntary — and Los ausentes is motionless. In terms of style, there’s a difficulty with maintaining a cohesive editing, but this also has to do with the narrative itself. Since Piantanida often favours a strong use of ellipsis rather than expository transitions (which makes sense with the whole notion of absence explored) then a methodical approach should also be used. But here you perceive that there’s more of an intuitive manner in creating the ellipsis than any method, which doesn’t always work and it surfaces an uncomfortable unevenness. Occasionally, some confusion in the narrative also arises. Nonetheless, all in all, Los ausentes is a film that’s to be praised for its goals and assets, rather than put down for its flaws. Above all, it’s an opera prima and it does have an appealing sense of narrative freedom that’s quite creative and personal. Production notes Los ausentes (Argentina, 2014) Written and directed by Jimena Piantanida. With Jimena Anganuzzi, Agustín Rittano, Alberto Suarez, Jorge Prado. Cinematography: Federico Lastra. Sound: Abel Tortorelli. Editing: Ezequiel Santiso. Running time: 95 minutes. @pablsuarez
Otra forma de abordar el duelo. La cineasta, conocida por su labor como colaboradora de Adrián Caetano, hilvana tres historias de pérdidas con una estética que se aproxima a la del cine de fantasmas y un tono que se concentra en los estados alterados que los agujeros emotivos provocan en los deudos. Sugestiva ópera prima de Luciana Piantanida –conocida por su labor como colaboradora de Adrián Caetano, con quien escribió una decena de guiones–, Los ausentes ofrece una particular mirada acerca de los duelos y del sensible universo que se va edificando en torno de las personas obligadas a atravesarlos. Lo peculiar del abordaje que la película propone tiene menos que ver con un retrato realista de los paisajes del duelo, sino con el tono elegido para contarlo. Con una estética que muchas veces se aproxima a la del cine de fantasmas, tanto desde lo narrativo como desde lo visual y, sobre todo, lo sonoro, la directora y guionista consigue hilvanar tres historias de pérdidas que, sin sacarle el cuerpo al drama, prefieren concentrarse en los estados alterados que las ausencias y los agujeros emotivos provocan en los deudos. Lejos de regodearse en aquellas figuras retóricas del cine de terror que apuntan al sobresalto, Piantanida acierta al concentrarse en la construcción de climas enrarecidos que ponen de manifiesto el estado mental y emotivo de sus personajes, de cuyas historias tal vez no convenga adelantar demasiado, salvo que han perdido seres queridos muy próximos. Las tres historias transcurren durante el verano en un pueblo de provincia y ese clima resulta utilitario para el tipo de historia que la directora ha elegido contar. Hay algo del agobio estival que recorre toda la película y que puede notarse, por ejemplo, en el tipo de iluminación elegida. Sobre todo para las escenas nocturnas, cargadas de amarillos y anaranjados que ayudan a generar esa atmósfera de irrealidad que suele acompañar los momentos de grandes pérdidas. En esa misma dirección, el final de los tres relatos coincide con el inicio de las festividades del carnaval, espacio en donde lo onírico se cruza con lo siniestro, en un rito cuya potencia Piantanida ha sabido aprovechar para hacer confluir el cierre de los tres relatos. Con buenos trabajos de todo el elenco, Los ausentes construye una versión verosímil de esa alienación que produce el dolor de la pérdida. Un estado mental muy próximo a la locura, capaz de desfigurar la realidad hasta hacerla parecer propia de alguien que no es uno mismo. Ese estado de enajenación está presente en los tres protagonistas, todos ellos atrapados en diferentes laberintos. Uno, en los vericuetos kafkianos de la burocracia que le sigue a la muerte; otra en un espacio doméstico, cuyos rincones no hacen más que hacer aparecer una y otra vez aquello que ya no habita ahí. Y el último que, perdido dentro de su propia percepción, se obsesiona en perseguir los rastros de una ausencia. Tres formas de encierro que se vuelven evidentes en la forma en que Piantanida hace que sus criaturas vean al mundo, siempre espiando a través de puertas entornadas o de vidrios sucios que, de una u otra forma, acaban por deformar la realidad.
Jimena Anganuzzi, Agustín Rittano, Jorge Prado y Alberto Suárez protagonizan este intrigante drama, con tintes de relato policial, opera prima de la productora de “La larga noche de Francisco Sanctis”. La ausencia en LOS AUSENTES, de Luciana Piantanida, parece incluir otras cosas además de los personajes que, de algún modo u otro, cumplen ese rol en la ficción. La opera prima de la productora de LA LARGA NOCHE DE FRANCISCO SANCTIS es una película en la que la ausencia juega un rol determinante hasta en la forma, ya que su elusiva trama, su falta de diálogos y el uso constante del misterio la terminan convirtiendo en un objeto que coquetea con esa misma ausencia, con lo que está y no está ahí. Esa inteligente decisión de puesta en escena puede no ser la más accesible para los espectadores necesitados de “presencias narrativas” pero es completamente lógica para una película construida en torno a esos temas y, de hecho, tiene mucho en común con la forma de la citada película que la realizadora produjo. Piantanida comienza su filme de una manera sencilla, casi arquetípica: una joven pareja de pueblo que está esperando un hijo recibe la visita de un hombre desconocido (Jorge Prado) que busca una pieza para alquilar. Pese a la resistencia de ella (Jimena Anganuzzi), su marido (Agustín Rittano) termina aceptando al misterioso y algo huraño visitante. Por otro lado, un hombre evidentemente lastimado (Alberto Suárez) busca información respecto a lo que sucedió y, como el otro, también trama algo extraño. Mientras avanzan los preparativos para el carnaval, la pareja protagónica entra en crisis, y los otros dos hombres se embarcan en sus misteriosos y cruzados planes para lidiar con sus respectivas ausencias femeninas. Piantanida da pocos datos respecto a cuáles son esos planes y lo que prioriza es, como decíamos, esa atmósfera en la que la ausencia es el centro: son personas que tratan de hacer algo (investigar, buscar, esconderse, espiar) para tapar ese vacío existencial sin poder lograrlo del todo. Con un muy buen elenco y un gran manejo de la luz, los espacios y los silencios, la realizadora construye un filme minimalista y enigmático (tal vez un tanto demasiado enigmático) en el que la realidad y la fantasía parecen mezclarse y que avanza, como los personajes, con un fin claro pero con intenciones que no lo son tanto. Forma y fondo –si se puede seguir usando esa forma de análisis– se combinan a la perfección en el filme. Acaso no lo conviertan en uno demasiado accesible pero sí en uno acorde con su tema, sus objetivos y las ideas y emociones de sus intrigantes personajes.
Pueblo chico... Como toda película independiente, Los ausentes se caracteriza por un relato escaso de acción. Con escenas largas e interminables, la película busca lograr una atmósfera llena de drama e intriga, tanto en el tempo de la historia como en su escenografía y vestuario. Desafortunadamente, la narrativa está delimitada por una iluminación pobre y poco atractiva. Oscura en la mayoría de sus escenas, busca exacerbar lo dramático de la historia. Contrariamente, esto únicamente logra generar que las escenas y locaciones sean difíciles de distinguir y apreciar. Esta iluminación, mezclada con un uso incesante de escenas tomadas a través de distintos tipos de aberturas (ya sean ventanas o puertas), no incitan dudas e intrigas. Más bien genera en el espectador un sentimiento de molestia, dado que el uso de ese tipo de tomas se vuelve repetitivo a lo largo de la historia. En una hora y 35 minutos, se nos presentan a cuatro personajes, de los cuales dos nunca se nos dice el nombre. Se mueven a lo largo de la historia, interactuando entre sí pero casi sin emitir palabra. Como resultado, ciertas escenas llenas de dramatismo pierden impacto por su falta de interacción (tomemos por ejemplo la escena luego del hospital). La falta de diálogo, que puede ser una gran fuente de drama y tensión, simplemente genera letargo y poco interés. Además, nos movemos a lo largo de la historia esperando entender qué hacen esos personajes en ese pueblo y solo conseguimos quedarnos con las dudas. De este mismo modo, nos quedamos con más dudas que certezas sobre la relación de la gringa y su primo. Más allá del hecho de que son primos y están involucrados románticamente, una vez llegado el final no sabemos mucho más. Básicamente, una película que busco un estilo personal y profundo, con poca historia y muchas dudas sin resolver.
Los estancados Los ausentes (2014) nos introduce en una estructura narrativa onírica, donde la acción no sigue la lógica de causa-efecto del cine clásico sino que se desarrolla por asociaciones libres, de temáticas y formas estéticas. No por esto la ópera prima de Luciana Piantanida deja de ser narrativa, sino que los objetivos de sus personajes -anclados a un trauma interno que los aqueja- quedan fuera de plano. Los ausentes del título. La película sucede en el pueblo Carlos Beguerie, Provincia de Buenos Aires, y sigue a tres personajes: la Gringa (Jimena Anganuzzi), una joven que regentea con su novio Moré (Agustín Rittano) un paradero en el desolado pueblo. La pareja empieza a disolverse tras perder un bebé. Tania (Jorge Prado) se comporta como un fugitivo al huir día tras día de su habitación para espiar desde un gallinero a la mujer que lo abandonó, y Jafa (Alberto Suárez), víctima de un accidente donde fallece su pareja cae preso de la burocracia municipal donde pretende cambiar de sepultura a su amada. Tenemos tres almas en pena, datos suficientes para un film que no se explaya en explicaciones de ningún tipo y tiende a generar un sórdido misterio entorno a lo que sucede. La directora Luciana Piantanida, que forma parte de la productora Pensar con las manos junto a Francisco Márquez (La larga noche de Francisco Sanctis), Andrea Testa (Pibe chorro) y Maximiliano Schonfeld (La helada negra), realizadores de un cine complejo y comprometido, genera con Los ausentes un clima asfixiante donde el calor que agobia al pueblo somete a los personajes. Los colores y texturas de la puesta en escena ayudan a construir la idea de un no lugar, un espacio claustrofóbico detenido en el tiempo del cual los protagonistas no pueden escapar ni pueden verbalizar sus dramas. En este punto recuerda a Stalker, La Zona (1979) de Andrei Tarkovski, salvando las diferencias. En la reiteración de situaciones, bajo esta angustia existencial, se avecina la llegada del carnaval, momento de celebración social que supone la liberación del espíritu, motivo para diagramar un plan y resolver al menos uno de los conflictos asociados a las pérdidas sufridas por cada personaje. En esa búsqueda interior quiénes se convierten en ausentes son la Gringa, Tania y Jafa, los protagonistas del relato. Ausentes de identidad ante la falta de poder exorcizar sus dolores, y condenados por ende a la repetitiva rutina sin fin, aquella que los agobia y obliga a convivir con sus demonios. No estamos frente a una película de interpretaciones fáciles, mucho menos sencillas. La apuesta de la directora está en generar las condiciones para introducir al espectador en el clima de pesadilla que se palpa en ese pueblo fantasma. Por decisión o falta de claridad narrativa en Los ausentes se percibe más de lo que se dice y, en ese nivel sensorial, trasmite su discurso.
AUSENCIA SUSPENDIDA Un hombre visto de espaldas corre apoyándose más sobre uno de sus lados, otro se aprieta la venda del brazo izquierdo mientras se mantiene alerta a los ruidos externos y una chica fuma lejos de su casa, en un camino de tierra. Los tres personajes están sumidos en la oscuridad conformada por tonos amarillos, anaranjados y marrones, se perciben en espacios sin rasgos distintivos y por recortes; una lógica que se sostiene a lo largo de Los ausentes. Pero este es sólo uno de los lazos que la directora Luciana Piantanida utiliza en su ópera prima para vincular a los personajes. En realidad, dicha elección responde a un nexo mayor que es la pérdida, el vacío, el abandono y el silencio combinados con un marcado trabajo de la detención temporal y de lo oculto. De esta forma, prevalece el uso de esa gama de colores en oposición a los escasos empleos de la luz, como una manera más de intervenir el estado ausente, como una suerte de sueño/pesadilla frente al insomnio. Sumado a esto, el trabajo fragmentario de los personajes acentúa más la alienación, en un juego con la idea del espía y lo escondido. Los tres aparecen en múltiples escenas delimitados por la luz, por rendijas y se desenvuelven en lugares “secretos”, como la pequeña casa abandonada, los pasajes para llegar a la iglesia o las escaleras así como sitios comunes, que no pueden identificarse por su singularidad. A su vez, esta concepción se completa con la repetición de la apertura de ventanas y puertas ya sea porque alguien lo hace o por la misma acción del viento, una mezcla entre aquello que se debe mantener alejado y lo fantasmagórico. Si bien prima lo no dicho, la enajenación y el detenimiento temporal, por momentos ese despliegue se torna adverso: produce agotamiento, saturación, desaliento y un gran nivel de incertidumbre, como el espía que ya no puede distinguir con claridad aquello que observa. La llegada del carnaval como situación catalizadora restablece un poco a los personajes (y al espectador) del trance pero aún mantiene su lógica nebulosa, como el hombre que busca desesperado entre la muchedumbre el motor de su deseo. La pesadilla da una pequeña tregua para volverse más poderosa. Por Brenda Caletti @117brenn
En un pueblo ubicado en lo profundo de la provincia de Buenos Aires que tiene pocos habitantes, donde la mayoría de las calles son de tierra, los perros ladran por doquier, hay muchas casas abandonadas y el calor agobia durante los días de carnaval. La película narra tres historias en paralelo sobre los sufrimientos y padecimientos de los protagonistas. Esta ópera prima de Luciana Piantanida nos sumerge en la realidad anodina de la Gringa (Jimena Anganuzzi) y Moré (Agustín Rittano), un matrimonio que atiende un restaurante, a quienes el aburrimiento y el hastío dominan en sus vidas, como sucede en todo pueblo en el que no pasa nada, pero que al final pasan más cosas de lo que parece. Por un lado, llega al lugar un visitante raro, Tania (Jorge Prado), que viene con lo puesto, sin equipaje, cuya motivación es buscar a su mujer, y que va a dormir en una pieza de la casa de la pareja. Por otro lado, un vecino como Jafa (Alberto Suarez), quien lucha contra la burocracia para hacer el papelerío sobre la defunción de su mujer a la que perdió en un accidente. Alrededor de la Gringa giran las otras historias, donde cada uno de ellos sufren pérdidas, pero en vez de quedarse en casa deprimidos tratan de resolver los problemas a su manera, como puedan. Los relatos transcurre lentos, cansinos, lo que por momentos se vuelve incómodo y exaspera. Los silencios predominan en esta obra, las acciones y no acciones están por encima de los diálogos. Las imágenes retratadas por la directora son oníricas, hay momentos que no sabemos si lo que transitan los personajes son reales o sueños recargados por el calor, el aburrimiento, la quietud de vez en cuando quebrada por ruidos extraños demasiados notorios que se vuelven molestos, al igual que la repetición de planos de las puertas que tienen vidrios repartidos y que los personajes quieren ver través de ellos. Las actuaciones están medidas, acotadas, no hay grandilocuencias en concordancia con el ritmo interno que le impuso Luciana Piantanida a su realización, por lo que exige estar mucha más atento a lo que no se dice que a lo que si se dice.
AVERNOS PROVINCIANOS La ópera prima de la habitual colaboradora de Adrián Caetano, Luciana Piantanida, quien además fuera asistente de dirección de Néstor Frenkel y productora de La larga noche de Francisco Sanctis, está atravesada por el duelo. El tratamiento que hace del mismo sorprende teniendo en cuenta que Los ausentes es su debut como directora. La acción transcurre en un pequeño pueblo sin nombre (se trata de Beguerie, de menos de 500 habitantes, en el partido de Roque Pérez). No hay demasiadas referencias excepto que hace calor y se aproxima el carnaval, dato no menor si tenemos en cuenta que etimológicamente carne-vale significa “adiós a la carne”. Dicha festividad opera como paréntesis al orden terrenal, cotidiano y la ley natural se suspende. Tal es el tono conquistado por Piantanida, quien logra desde el primer plano que el espectador se contagie de ese estado particular que atraviesan los protagonistas del film, una mujer y dos hombres, y que sobreviene al perder a un ser querido. Gracias a un logrado tratamiento de la luz, el color y el sonido, esa experiencia próxima a la alucinación se vuelve palpable y se potencia con la sensación de agobio que desprende el verano pueblerino. Encerrados en la pérdida, los tres personajes deben lidiar con un mundo que se les vuelve inhabitable. Los intentos por dar con el objeto perdido se reiteran hasta la desesperación y es por ello que Los ausentes es, a pesar de algunas flaquezas narrativas, un llamativo drama con toques de terror sobrenatural.
Son las vísperas del Carnaval en un pueblo de provincia. Una pareja se empieza a disolver, un hombre llega en busca de la mujer que lo abandonó y el sobreviviente de un accidente trama un plan que los involucra a todos. Los Ausentes es la ópera prima de Luciana Piantanida, coguionista de films de Adrián Caetano (Mala, NK: la película), asistente de dirección de Néstor Frenkel (Vida en Marte, Construcción de una ciudad) y productora de La larga noche de Francisco Sanctis (2016). Desde el principio del proceso del largometraje se propuso indagar en un lenguaje que se sostuviera en el clima de la película pero que no por eso dejara de contar una trama. Trabajó con su equipo la idea de construir un material onírico, una película cuya materia prima sean los sueños. Contar la ausencia como si fuera una película de misterio. Es así que técnicamente estamos frente a un film sumamente correcto, pero peca de largos silencios y planos fijos con desmesura, que evitan mantener el buen ritmo de la película. Juegan un rol importante la banda sonora (sobre todo con los sonidos nocturnos exacerbados, los sonidos ambiente y los distorsionados), a la que acompañan el gran trabajo de iluminación y de la misma forma su ausencia, generando esos climas de ausencia. La actuación de Jimena Anganuzzi es la que mejor se ajusta en la película. No solo por tratarse su personaje de ser nexo con el resto, sino porque lleva sobre sus hombros los momentos más dramáticos e intensos y se defiende con total soltura. Los Ausentes es un trabajo sutil con algunos puntos fuertes dentro de su historia y escenas muy bien logradas, como por ejemplo la escena del baile de carnaval, pero en muchos momentos peca al dejar al espectador sacar sus propias conclusiones e interpretación de los hechos, y cuando no se presta la necesaria atención, llega el momento de vivir esa misma pesadilla que los personajes en ese pueblo de provincia.
INCOMPLETOS El ambiente de Los ausentes es onírico y sórdido. Encontramos allí a personajes indescifrables que desde la secuencia inicial podemos arriesgar que buscan algún tipo de redención. La ópera prima de la reconocida guionista y productora Luciana Piantanida surgió de un collage de ideas aleatorias que se fueron indexando con la técnica de cadáveres exquisitos. Tuvo un rodaje previo en 2009 pero se frustró por inconvenientes técnicos, económicos y meteorológicos. Un pueblo espera el carnaval mientras algunos hacen malabares para esconder lo que les duele: sus ausencias. Hasta de ellos mismos. Un bebé perdido, la burocracia después de la muerte y la indigencia giran en esta historia como planetas de galaxias diferentes… hasta que terminan alineándose para un mismo fin (y justo en el clímax de la celebración). Filmada en Carlos Beguerie, pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, la película otorga desde la locación esa extrañeza del foráneo. Y hace ley eso que dicen de “pueblo chico, infierno grande”. Hay una escena que no casualmente es en un bar (algunos los llaman los termómetros de los pueblos) donde la directora ubicó a parte de los responsables del film como extras, para resignificar el proyecto desde lo colectivo. Las actuaciones son muy buenas pero el protagónico de Jimena Anganuzzi es el que tiene más peso específico, tanto en convencimiento como en entrega. La fotografía es sugerente cuando se lo necesita y la música -original- sabe marcar bien lo que no nos dicen estos personajes, que haciendo una estadística rápida con la duración del film y el volumen del guión podemos decir que son gente de pocas palabras, que esconden mucho más de lo que demuestran. La fiesta y el dolor pueden terminar siendo la misma cosa. Las elipsis sobreabundan en una historia llena de ausencias y fantasmas, y al final tendremos que atar muchos cabos sueltos y aún así nos quedaremos pensando en información que falta. Toda esa confusión producida al espectador no se sabe capitalizar en un final que deja gusto a poco. Después de su primera experiencia como directora, esperamos de Piantanida nuevas películas que salgan de lo habitual y se trabajen con el mismo nivel de tenacidad e intensidad. Tiene un futuro muy prometedor.
Una pareja en crisis atiende el bar del pueblo -una especie de pulpería venida abajo- al cual llega un forastero misterioso en busca de hospedaje. Por alguna otra calle, un hombre se venda los brazos -secuelas de un reciente accidente- y sale a intentar resolver un trámite que parece imposible. El carnaval está cada vez más cerca, pero no se lo escucha. No hay comparsas en preparación, ni murgas que ensayen, ni ruidos de batucadas. Los habitantes están a la espera de la noche en que los bailes, la música y la espuma congelan la realidad por un rato. Los Ausentes es una historia donde todo se gesta. Un hijo, una ruptura, una celebración ocurren al mismo tiempo. Las ausencias aparecen representadas en fallecimientos, desapariciones y rupturas. Los duelos que cada una de esas situaciones ameritan, hablan de lo que perdura pero, también, a todo lo que ya no está.