Entre la camada de cineastas argentinos dedicados al cine fantástico y de terror, Laura Casabé se ganó un lugar de privilegio gracias a sus largometrajes El Hada Buena: una fábula peronista y La valija de Benavidez. También hizo ruido con su corto La vuelta del malón, de 2010, que inspiró su tercera película: Los que vuelven. La acción transcurre en Misiones, a principios del siglo XX. Julia (María Soldi), la esposa del patrón de una estancia (Alberto Ajaka), le pide a la selva, a La Iguazú, que se devuelva la vida a su hijo, nacido muerto. El milagro sucede, pero las consecuencias serán trágicas. Este detalle crucial de la trama es apenas el punto de partida del film, que tiene una estructura no lineal y, sobre todo, está provisto de muchas capaz. Por un lado, es una variación del cuento “La pata del mono”, de W.W. Jacobs (en el que Stephen King se inspiró para su novela Cementerio de animales); lo que perece en la jungla suele resucitar, aunque con propósitos más oscuros. Como si La Iguazú pudiera manifestarse y castigar más directamente a través de esos cuerpos. Casabé logra plasmar esta premisa mediante un clima cada vez más enrarecido, en el que por momentos hasta la vegetación parece viva. Algunas escenas recuerdan a los mejores momentos de I Walked with a Zombie, obra maestra de Jacques Tourneur. También hay explosiones de sangre y violencia, pero la directora se encarga de que nunca dejen de ser funcionales a lo que está contando. Al igual que en sus films anteriores, Casabé demuestra su capacidad para construir microcosmos con sus propias leyes, con sus propias miserias y esperanzas. En este caso, recrea una época y un entorno en el que la supuesta civilización se comporta con crueldad e intolerancia (contra las tierras, contra los aborígenes, contra las mujeres), y en el que la naturaleza responde de la manera más brutal. Por el lado del elenco, María Soldi sobresale gracias a una presencia magnética y por interpretar a una mujer que anhela ser madre y debe lidiar con la desesperación y la pérdida. Soldi deja en claro su talento para llevar adelante ella sola una película. Tampoco se queda atrás Lali González, la actriz paraguaya que se hizo conocida por su protagónico en 7 cajas; ella transmite la fiereza de un personaje que padece varios cambios. A través de una estupenda historia de horror, con un riguroso trabajo de arte y fotografía, Los que vuelven habla sobre la tensión entre leyenda y modernidad, e indaga en los aspectos más primales del ser humano.
Inicio/Cine/Terror social en la selva misionera. Crítica de “Los que vuelven” de Laura Casabé. CineCine de generoCine de género fantásticoCriticaEstrenosFestival Internacional de Cine de Mar del PlataFestivales Terror social en la selva misionera. Crítica de “Los que vuelven” de Laura Casabé. Bruno Calabrese 11 noviembre, 2019 0 35 Terror y suspenso en la Competencia Argentina del 34° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. La directora nos propone en film que cruza el melodrama histórico y el suspenso bajo la espesura de la selva misionera. Por Bruno Calabrese. Una mujer ruega por el regreso a la vida de su hijo a una enorme cascada de agua. Sus ruegos son escuchados por la Iguazú, la madre del día y la noche, y el bebé abandona la muerte en un llanto ensordecedor, como el potente sonido de la inmensa cascada misionera. El poder de la Iguazú está prohibido, según el mito y romper ese pacto está prohibido. “Los que vuelven” es relato de terror inmerso en un tiempo muy lejano. Épocas de colonización, en donde las tribus originarias eran esclavizadas por los patrones. Donde las esposas de los patrones usaban corsets y eran asistidas de manera permanente, hasta para desvestirse. El espesor de la selva misionera, tanto de noche como de día le dan el marco ideal a una película que tiene zombies, rituales paganos y leyendas aborígenes. Con influencias de films como “The Witch” de Robert Eggers, en lo sonoro y en la puesta en escena, así como en la fotografía, la película está narrada en tres capítulos en diferentes espacios temporales, generando una intriga mayor para lo que será un violento final. “Los que vuelven” juegan con la idea del terror sobre el hombre blanco de sus sometidos. La venganza de los indígenas que fueron aniquiladas o esclavizadas. Una impactante película, que se hace fuerte en el impacto visual y sonoro de la selva misionera, pero que a la vez sorprende como una reflexión sobre el terror social en Argentina y Latinoamérica. Puntaje: 80/100.
Cuidado con lo que deseas. Si en otros tiempos evangelizar implicaba imponer una creencia sobre otra, aunque con jerarquías diferentes en base al discurso de dominación, en la nueva película dirigida por la directora Laura Casabé, Los que vuelven, las creencias se afincan no sólo en una desigual relación de poder sino además en la dependencia ante fenómenos que exceden el control de los personajes. Así, el valor intrínseco de una leyenda y de cierta idea mágica para traer al plano terrenal a los muertos entra en tensión con un relato de terror clásico, donde la culpa y la expiación se tensan en la cuerda endeble que separa la razón de la locura. La locura que se expresa en este caso de maneras violentas remite a aquellas manifestaciones desatadas en escenarios selváticos cuando el principio dialéctico entre civilización y salvajismo encontraban el espacio orgánico justo en ese inhóspito teatro de la crueldad, también llamado naturaleza. La idea de haber llevado a la extensión de la selva misionera esta historia donde el rol de la mujer de principios de siglo se ve sumamente opacado por el reinado de los hombres, no sólo dueños de la tierra y de los mensúes que alteran el equilibrio de la vegetación, resulta más que acertada teniendo presente el peso de la traición por un lado y de la tradición por el otro. Como si se tratase de reflejar un doble juego de venganza y redención en un espejo aumentado por el exotismo del paisaje y la fuerza de la hostilidad de la naturaleza. Otro detalle no menor es haber elegido una ruptura del tiempo cronológico del relato con fines dramáticos y para favorecer la construcción de los micro universos en el que cada personaje crece exponencialmente. Al igual que ocurriera con La valija de Benavídez (2016) los postulados del género dicen presente y se acomodan -estructuralmente hablando- en otras ideas no necesariamente relacionadas al género para hacer de la mixtura el mejor puente entre realidad y no realidad, aspecto que hace de la introducción de elementos fantásticos su mejor aliado porque el elenco (María Soldi, Alberto Ajaka, Lali González, entre otros) sabe acompañar tanto en los climas como en los momentos de anticlímax. Sangre, culpa, revisionismo, maternidad, deseo, desde la ambigüedad de la locura explotan en esta película perturbadora y atrapante que merece reconocimiento por partida doble: en lo técnico y en lo estético.
Susurros de verdad Una metafórica mirada que avanza más allá del ojo simple y observador. Los que Vuelven (2019) ambientada en América del Sur, 1919, tierra donde los guaraníes fueron asesinados, desterrados o reducidos a servidumbre. Julia (María Soldi), esposa de Mariano (Alberto Ajaka) un terrateniente yerbatero; da a luz a su hijo muerto. Desesperada, le ruega a Kerana (Lali Gonzalez, 7 Cajas, 2012), su criada indígena, que le pida a Iguazú, la madre del día y la noche, que lo traiga de vuelta a la vida. La criatura vuelve, pero no vuelve sola. La directora y guionista Laura Casabé (La Valija de Benavídez, 2017), genera una atmósfera atinada de terror y suspenso. El film cuenta con una excelente fotografía y el trabajo con las locaciones naturales es inmejorable. Sin embargo y con respecto al guión, si bien cae en una meseta por ciertos tramos, notando cierta soltura, destaco la franqueza, en una intención buscada y lograda, exponiendo su estilo como realizadora. Las actuaciones acompañan gratamente destacándose la de su protagonista Lali González, un personaje muy bien logrado. "Mundo distópico con cierto tinte diferente con respecto a la dañiña y dueña natural mano del hombre. Un film que cumple lo que promete."
Folklore sangriento en Los que vuelven. Crítica El próximo jueves 1 de octubre "Los que vuelven" se estrenará en Cine.ar TV a las 22 horas, repitiendo el sábado a las 20 horas. En simultáneo estará disponible de manera gratuita en la plataforma Cine.ar toda la semana. Francisco Mendes Moas La última película de Laura Casabé nos lleva a un lugar incómodo, fuera de nuestra zona de confort. Lejos de las calles y jaulas de cemento, el espectador es transportado al pasado, a los huecos más recónditos de la selva misionera. Pero siempre tocando temáticas vigentes como la maternidad, la desigualdad social y de género. Todo comienza cuando Julia (Maria Soldi) queda embarazada de Mariano (Alberto Ajaka). Kerana (Lali González) su sirvienta, la atiende con plantas que consigue al pie de una cascada, donde la presencia de la Iguazú es más fuerte. El niño nace muerto, por lo que Julia pide a la deidad que le devuelva la vida. Tras los resultados, más que extraños, Kerana desaparece junto con el bebe, dejando a su propio hijo atrás. Las consecuencias no tardarán en llegar a la vida de la familia terrateniente yerbatera. Narrativamente la película se divide en tres capítulos no lineales, pero que, yendo y viniendo en el tiempo, se complementan entre sí. Sumado esto, la correcta fotografía que logra resaltar los bellos paisajes mesopotámicos de las cataratas. Muchas veces disminuyendo a los protagonistas en el paisaje, dejándolos como miniaturas rodeadas de naturaleza. A su vez, el despliegue de arte nos sitúa correctamente en tiempo y espacio. Tanto maquillaje, vestuario y peinados van acorde al momento histórico en que transcurre la historia. Los efectos prácticos son acordes al género y la sangre no se hace desear. Aun así, todo pasa a segundo plano tras una decapitación que impresiona por su realismo y verosimilitud visual. Empero, el aspecto técnico que más resalta es la mezcla de sonido: desde su capacidad para generar climas de los más inquietantes, hasta el llanto del bebe Iguazú, el cual emula el estrépito de la catarata. En un inicio podría parecer una película de zombies misioneros que vienen a llevarse al hijo de Kerana. Definirla de esta manera sería un error, en primer lugar es la deidad Iguazú, madre del día y de la noche, la que pareciera controlar a las personas. Por lo que más que zombies, son personas poseídas. En segundo lugar, no se contagian unos a otros mediante mordidas, ni buscan alimentarse de los seres vivos. La naturaleza crea su propio ejército, compuesto por nativos originarios. Los mismos que usa Mariano (esposo de Julia) como mano de obra esclava en sus campos yerbateros. De esta manera, la naturaleza parece defenderse de los invasores que atentan contra su equilibrio. Relación que la película deja muy marcado: lo nativo y lo invasor no deben mezclarse, ya que cuando lo hacen las consecuencias son severas. Como cuando Julia pretende recibir ayuda de la Iguazú; o mismo su conexión con Kerana, la cual Mariano se encarga personalmente de destruir. A las mujeres protagonistas, además del poder que ejerce Mariano sobre ellas, las une maternidad. Julia desea a toda costa ser madre, y Kerana cría a Jara en casa de su patrón. Tan es así que cuando desaparece con el hijo de Julia, esta última cría al hijo de su sirvienta como suyo; negando toda su herencia nativa para transformarlo en un criollo burgués. Bella y aterradora por igual, “Los que vuelven” logra generar un ambiente asfixiante manteniendo al espectador atento en todo momento, tratando los tópicos aún actuales, y no tanto, como sólo las películas de terror pueden hacerlo. Calificación Dirección Montaje
“Los que Vuelven” tiene sus génesis en el cortometraje rodado en 2010, titulado “La Vuelta del Malón”. Convertido en película, fue desarrollado tomando elementos propios del monte misionero para trazar una película de género fantástico, que fusiona el melodrama histórico, anclándose en un imaginario 1930. Relatándonos el devenir de una familia para la cual trabajan un grupo de mensúes, la directora Laura Casabe rompe la linealidad argumental y convierte a la historia en una suerte de ‘caja de muñecas’ de intriga, trabajando con el punto de vista y la noción de saber, en la focalización del espectador, resignificando ideológica y narrativamente lo contado al inicio. Al correrse tangencialmente del realismo narrado, la selva y su fuerza natural (también su incertidumbre climática) se convierte en un protagonista extra, donde los espíritus que la albergan se posicionan como elementos extra del relato. Un viaje sensorial, hipnótico, que sumerge al espectador en una atmósfera que se apoya en Leo Martinelli, creador de sonoridades e instrumentos propios de la zona que, en su uso, generan el tipo de sensorialidad necesaria a la propuesta. Asimismo, podemos observar una fotografía contrastada, que revela una selva lluviosa e interiores oscurecidos, en búsqueda del relato realista de época que representa, quizás inspirados en los climas lumínicos de algunas pinturas de Ernesto de la Cárcova.
En este tercer largometraje de Laura Casabé, después de El hada buena, una fábula peronista (2009) y La valija de Benavidez (2016), la directora indaga por primera vez en el género de terror ambientando la historia en una selva misionera salvaje de comienzos del siglo XX. La película, que ya se había estrenado oportunamente en la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, podrá disfrutarse en la nueva modalidad de autocine (San Isidro) además de en CineAr TV. Antes de la primera escena, Los que vuelven hace referencia a un ser, entidad, figura mítica de los guaraníes. Se trata de la Iguazú y es definida en estos términos: “Desde el inicio de los tiempos ella habita el corazón del monte. En cada gota de agua, es dadora y destructora a su capricho y voluntad. Sabemos que invocarla está prohibido. Y romper ese pacto trae consecuencias”. Esta leyenda local es la estructura que determina sucesos provocados sin duda por su llamado y consecuencias posteriores, pero también todo lo que acontece en las relaciones entre ese pueblo originario y sus opresores terratenientes. Mariano (Alberto Ajaka) y Julia (María Soldi) son un matrimonio poseedor de una plantación de yerba mate. La relación entre mensúes originarios de la zona y los descendientes de colonizadores resulta de una tensión que prepara el caldo de cultivo ideal para la emergencia de lo ominoso y lo siniestro. Con pocos recursos, la directora logra generar ambientes y atmósferas que van desde la sensación de opresión a la emergencia de un terror más basado en la sugestión que en lo monstruoso como algo palpable. A este vínculo central, se suman la relación entre Kerana -interpretada por Lali González, actriz de 7 cajas-, y Julia, así como entre Kerana y Mariano. Esto complejiza y enriquece la trama histórica ya que permite adentrarnos en el rol que la mujer eurocéntrica y nativa desempeñan en la época. No estamos adelantado ningún misterio al hablar de los muertos que retornan. No está aquí el suspenso de la película, además de que resulta ser un elemento presente desde los primeros minutos. ¿Qué estatuto darle a esa entidad en este film de época? El muerto que retorna y reclama, puede ser también aquí la historia de un pueblo que se revela y hace del victimario la víctima, como si pudiera fantasearse un final diferente para los pueblos originarios luego de la Conquista del Desierto. Pero también, ese no muerto es la manifestación de la delgada línea entre la civilización y barbarie, como si se tratara de dos polos intercambiables. Lo interesante es que las lecturas respecto del estatuto del muerto que regresa es de una amplitud inquietante que no se agota en dos o tres opciones. Está claro que no son zombies al acecho, ni siquiera podría decirse que la venganza está como prioridad en todos ellos. En definitiva, esos seres ya estaban muertos en vida y también son la representación que el hombre blanco ya tiene de ellos (los salvajes) antes de que sean muertos que reviven. Metáfora y figuración, por un lado, literalidad por el otro, Los que vuelven combina de manera eficiente lo histórico y social con las pautas del género de terror y de suspenso. Si se demanda a la película una adscripción al realismo social, el espectador podría sentirse decepcionado si el explotado está caracterizado de una manera demasiado fantasiosa –poseído por la Iguazú digamos-. Al contrario, si solo se le exige a la trama monstruos y muertos, se perderá la dimensión histórica que la historia retrata. Así que no hay que dejarse engañar con la idea de que se trata de un film de género (terror) que invita a una modalidad de recepción clara. Al contrario, dejemos las expectativas en casa y sorprendámonos en el espacio abierto del autocine. LOS QUE VUELVEN Los que vuelven. Argentina, 2019. Dirección: Laura Casabé. Intérpretes: María Soldi, Lali Gonzalez, Alberto Ajaka Guión: Paulo Soria, Lisandro Bera, Laura Casabé. Montaje: Luz López Mañe, Daniel Casabé. Diseño de sonido: Santiago Fumagalli. Dirección de fotografía: Leonardo Nermo. Producción: Alejandro Israel. Música: Leo Martinelli. Productora: Aji Molido. Co-producción: Lo que quedaba films, Mostra, Monte Cine. Duración: 92 minutos.
Con la excusa del cine de género, y en este caso histórico, Laura Casabe se permite construir una potente historia sobre mujeres que pudieron, de alguna manera, doblegar mandatos, hacer su camino, y, principalmente, tener una gran sororidad entre ellas. El terror social como disfraz de una película que dialoga con la actualidad y la agenda de género.
FANTASÍA Y TERROR EN LA SELVA En su nueva película, Laura Casabé recurre a los mitos de la región para construir un relato de género con elementos fantásticos y de terror. “Iguazú” es la madre del día y la noche para las culturas guaraníes, y a ella es que una madre le pide que le regrese a su hijo muerto: que finalmente volverá, pero no lo hará en solitario. Con múltiples aciertos, Los que vuelven es una película que nuevamente pone muy alta la vara del cine de género argentino. Hay varios motivos para recomendar esta película. La historia es un mito que utiliza a la naturaleza y los aborígenes como personajes fantásticos. Sirve también como muestrario de las diferentes clases sociales, inclusive mediante un diálogo entre varios personajes nos enteramos quiénes manejaban el negocio de la yerba en esa época. Si siempre se pide al cine nacional que lo autóctono se mezcle con la estructura de los géneros más populares, Los que vuelven lo consigue y crea unos personajes que meten miedo, como unos aborígenes zombificados o poseídos. La película se divide en tres actos y tiene un arranque impresionante, con una muy buena presentación de personajes y algunos climas remiten a La bruja, como aquella escena en que el niño Manuel ingresa a la selva. A Laura Casabé le gusta el género y no los menosprecia, les pone vida a sus personajes y genera que el público se interese por lo que está viendo. La selva es un protagonista más y en algunos pasajes del último acto, le sirve a la directora para generar climas que realmente asustan.
Desde la espesura de la selva misionera, «Los que vuelven» surge para poner de relieve el aniquilamiento de los pueblos nativos y el papel pasivo atribuido a las mujeres, problemáticas que continúan resonando en el espacio latinoamericano, y que, al menos en el imaginario, encuentran su revancha. Dicen que la selva defiende a quienes la conocen. Y eso sucede porque las leyendas y los mitos de las poblaciones nativas giran alrededor de la fuerza del entorno natural, al que le tenían tanto respeto como admiración. Sin embargo, ese hábitat fue testigo del asesinato, destierro y reducción a servidumbre de aquellas comunidades. En ese contexto histórico se sitúa «Los que vuelven», una película que vehiculiza el cine de terror a través del melodrama familiar y el género fantástico. Dirigido por Laura Casabé, quien participó del guión junto a Paulo Soria y Lisandro Colaberardino, el film se posa en los inicios del siglo XX, donde las heridas de la colonización en Misiones están a flor de piel. Julia (María Soldi), esposa de un terrateniente yerbatero llamado Mariano (Alberto Ajaka), da a luz, pero su hijo nace sin vida. Desesperada por haber perdido a su tercer descendiente, le pide a la Iguazú, madre del día y de la noche, que se lo devuelva. Y, aunque el niño regresa, no lo hace solo. El elenco lo completan Lali González, Javier Drolas, Edgardo Castro y Cristian Salguero. Sin lugar a dudas, «Los que vuelven» logra transmitir la sensación de inmersión que genera un ambiente tan magnético como la selva. Y lo consigue gracias a la elección de la música, elaborada por Leonardo Martinelli a partir de instrumentos de la zona del litoral. Si bien eso le imprime identidad a la película, no sería suficiente sin la incorporación de actores locales, que permiten darle completud al efecto de verdad que el film busca comunicar. Por otro lado, desde la ejemplar construcción del prototipo de macho conquistador la película despliega una crítica férrea hacia aquella figura. Tal es así que se muestra con claridad la diferencia entre la mentalidad del guaraní y la del terrateniente. De esta manera, se deja entrever cómo el personaje de Mariano se considera legítimamente autorizado a tomar de la tierra todo lo que él desea. Así, el respeto por la naturaleza se reemplaza por la extracción indiscriminada de sus frutos. Las creencias locales son desprestigiadas por ese hombre pudiente, y reducidas a la conversión por la cultura católica. El dialecto propio de la región es relegado, y casi penalizado. Señores, Iglesia y escuela, una vez más, unidos en favor de convertir y civilizar. En la otra esquina, bajo el sometimiento y la subordinación a las que se las sumía, se encuentran las mujeres. «Los que vuelven» tiene el mérito de llevar a la pantalla a dos protagonistas femeninas que, aunque pertenecen a distintos estratos, logran constituirse como espejo. Entonces, Julia, la mujer blanca, ve como su voz no tiene peso dentro de la hacienda, y que su papel se reduce meramente a procrear niños. Es, así, un bien más del terrateniente. Al igual que Kerana, la mujer nativa. Más allá de esto, ambas están unidas por dos cuestiones: el deseo materno y el respeto por la diferencia. De esta forma, Julia no antepone su clase social a la relación que tiene con Kerana; más bien la reconoce a ella y a sus tradiciones. Y ésta última se identifica con el dolor y la lucha de su patrona, a quién se siente incentivada a ayudar. «Los que vuelven» presenta majestuosamente el terror social que inunda a los poderosos; aquel que nace con la posibilidad de sublevación de los oprimidos. La película elige saciar la sed de venganza y empoderamiento que rodea a los sometidos y marginados. Con una fuerte carga ideológica, se desarrolla un relato que resuena en el presente latinoamericano, y que busca ensordecer a aquellos que intentan acallarlo. En síntesis, «Los que vuelven» es un producto notable y relevante, que construye una profunda reflexión sobre los mecanismos opresivos y los sujetos que los padecen. Con actuaciones acordes, una fotografía poderosa y una musicalización particular, la película logra insertar al espectador en los parajes misioneros, e inundarlo de lo que ocurre allí. Dicen que la selva defiende a quienes la conocen. Pero, a su vez, el film ha demostrado que ellos reivindican a la tierra que los vio nacer, y a aquellos que la han valorado. Y es en ese amparo mutuo donde, finalmente, logran liberarse.
Diferencias de clase, machismo, mitos, tradiciones y leyendas ligadas a los pueblos originarios... Bajo un envoltorio de cine de género (y aquí se coquetea con varios), Laura Casabé (La valija de Benavídez) construye una mirada de fuerte espíritu político. No hay bajadas de línea desde lo discursivo, pero las injusticias y la violencia están por momentos en el trasfondo y en otros directamente en primer plano. Del melodrama familiar de tintes históricos (transcurre en una plantación de yerba durante la década de 1920) a explosiones gore muy cerca del final, Los que vuelven -basada en el cortometraje La vuelta del malón (2010), de la propia Casabé- narra con impronta feminista una dura historia con eje en la maternidad que luego apela a elementos del orden de lo fantástico y lo sobrenatural. Hay fantasmas y muertos vivientes (la directora habló del legado del cine de George A. Romero) para ir de lo telúrico al horror. La sufrida heroína de este relato estructurado en tres episodios (La pesadilla de Julia, El secreto de Kerana y Vuelven) es Julia (María Soldi), quien no está dispuesta a perder un embarazo más y apela a los poderes mágicos de la Iguazú, que acepta sus ruegos y le devuelve la vida a su bebé que había nacido muerto. Claro que, según las creencias de esos parajes misioneros (impresionantes las cascadas de las cataratas y la selva de fondo), el costo de ese milagro puede ser demasiado difícil de sobrellevar. Julia está casada con Mariano (Alberto Ajaka), un poderoso patrón de estancia que se maneja con mano dura e impunidad. Es el exponente de una sociedad machista y en la que impera la explotación del más débil (en este caso los trabajadores de origen guaraní). Más allá de algunos pasajes que lucen un poco recargados y forzados en sus resoluciones y de varios actores de relieve (Javier Drolas, Edgardo Castro, Cristian Salguero) no del todo aprovechados con papeles bastante esquemáticos, Los que vuelven tiene un alto vuelo visual (valioso aporte del DF Leonardo Hermo) y ciertas secuencias de indudable maestría formal y potencia dramática que la convierten en una bienvenida rara avis dentro del cine argentino reciente.
Hay muchas fortalezas para destacar en esta película independiente argentina que utiliza con imaginación códigos y recursos del cine de terror y el gore para contar una historia cruzada por las desigualdades sociales, el machismo, la ambición y los abusos de poder. Laura Casabé despliega a lo largo de 90 minutos cargados de una tensión que no afloja una cantidad generosa de buenas ideas visuales y sonoras que le permiten aprovechar al máximo un paisaje exuberante y sugestivo, el de la selva misionera. También consigue el desempeño impecable de un elenco que le aporta diversos matices a un cuento sombrío ambientado en los años 20 y estructurado en tres partes que no se ajustan a una cronología convencional pero sí funcionan muy aceitadamente en términos dramáticos, dosificando información y revelando enigmas con buen timing para sostener el interés del espectador. En el territorio despiadado y salvaje de Los que vuelven, las mujeres parecen destinadas a sufrir en silencio. Sin embargo, será la potencia de una antigua mitología guaraní que gira en torno a los poderes de una deidad femenina -la Iguazú, cuya invocación, se nos advierte como prólogo, siempre es peligrosa- la que cambie por completo esa lógica y propicie el regreso de los muertos para saldar las cuentas pendientes de los creadores de un mundo tan brutal como la sangrienta venganza que finalmente se desata en este relato oscuro y fantástico.
Laura Casabé dirigió su primer largometraje autofinanciado El Hada buena, una fábula peronista en 2009 (luego de varios años de idas y vueltas para poder finalizarlo) y en el 2016 con el apoyo del INCAA filmó La valija de Benavidez, alcanzando ese camino virtuoso de los directores independientes que llegan a las salas de cine comerciales (además de Netflix). En el medio, entre delirios de la Plop!, hizo un cortometraje que fue galardonado en sendos festivales: La vuelta del Malón, una suerte de mezcla del cine de zombies con las cuestiones de la otredad indígena. Ese corto, basado en la obra de Angel de La Valle de 1892 se siguió gestando en la cabeza de la directora, lo que nos trae a Los que vuelven. América del Sur, 1919. Los guaraníes fueron asesinados, desterrados o reducidos a servidumbre. Julia, esposa de Mariano, un terrateniente yerbatero, concibe a su tercer hijo muerto. Desesperada, le ruega a Kerana, su criada indígena, que lo traiga de vuelta a la vida. La criatura vuelve. Pero no vuelve sola. La cuestión de género siempre está presente en la obra de Casabé, así que leyendo la sinopsis por arriba entenderíamos que el largometraje mantiene las bases del corto que vio nacer la idea: un abrazo (manteniendo distancia social hoy) con el cine de George Romero, con muertos volviendo a la vida para representar una idea política específica escondida entre los intersticios del género fantástico. Un clásico de cada década, desde la guerra fría, hasta la era de la sobre-información. Pero es un poco más que eso… Los que vuelven discute sobre la otredad, sobre la idea del indígena como servidumbre, la barbarie contra la civilización, el rol de la mujer, la concentración del poder en pocos, la xenofobia, y el miedo a perder a quienes más amamos. ¿Hay zombies? Sí, más en línea con White Zombie que con lo propuesto por Romero; no hay un chamán que convoque a estas almas, podría ser una diosa o directamente la Madre Tierra. Pero esa es la excusa argumental, la razón por la que los indios comienzan a emigrar de los campos de yerba hacia la profundidad de la selva, el miedo primigenio a vientos de cambios que ven que se avecinan. Y claro, los terratenientes blancos y heterosexuales no quieren perder a sus sirvientes, aquellos que hacen el trabajo real. Y hay una mujer deseseperada, Julia (María Soldi), que tiene un hijo pero ve truncada la posibilidad de tener un segundo. Y ante la tragedia de otro hijo no-nato decide refugiarse en la magia, trayendo consecuencias devastadoras para su círculo. A destacar el trabajo de actuación con figuras no tan reconocibles de primera mano, pero con mucha experiencia y oficio que acompañan y potencian el relato, haciéndonos sentir que hay verdad en lo que se cuenta. Y la selva, ese espacio que se termina convirtiendo en un protagonista más. Como todo inconsciente colectivo, hay una suerte de hilo rojo invisible que va uniendo obras contemporáneas, y Los que vuelven tiene un hipervínculo con Las Furias, película de Tamae Garateguy que abordaba temas muy similares en diferentes épocas. Y no sorprende que esas voces, esa necesidad de traer desde los márgenes temas como el rol de la mujer, los lugares de privilegios de los hombres heterosexuales y blancos, la persecución histórica a los pueblos originarios, la decisión de la mujer sobre la maternidad, y otros temas que se encuentran en discusión en la agenda actual venga de dos mujeres con fuerza y algunos largometrajes encima como directoras. Porqué tanto en cultura como en la sociedad, todo cine también es político.
Durante décadas los cinéfilos y expertos en cine argentino hablamos de la ausencia de ciertos géneros en el cine nacional. El terror, el cine fantástico en general, era uno de ellos. Pero el siglo XXI, con los cambios tecnológicos pero también culturales, trajo todo un circuito de films que se sumergen en las ideas y la estética del terror desde los más variados estilos y puntos de vista. Los que vuelven es otro ejemplo de esto. América del Sur, 1919. Los guaraníes fueron asesinados, desterrados o reducidos a servidumbre. Julia, esposa de Mariano, un terrateniente yerbatero, concibe a su tercer hijo muerto. Desesperada, le ruega a Kerana, su criada indígena, que lo traiga de vuelta a la vida. La criatura vuelve. Pero no vuelve sola. Con esta idea la película arma una historia que tiene buenos y malos momentos y que en su afán de abarcar mucho a veces pierde un poco el rumbo y su energía inicial se dispersa. No falla en la creación de climas, evocación directa del terror sugerido que va desde los films producidos por Val Lewton en la década del cuarenta hasta John Carpenter años después. La premisa tiene también concepto clásico tan bien explotado por Cementerio de animales. En cuanto a la denuncia social la sutileza no es como la de los casos mencionados. En una larga tradición de cine que describió la explotación del hombre por el hombre en el norte argentino, Los que vuelven quiere lograr ese discurso metido dentro del cine de terror. Lo logra a medias, aunque no le falta ambición cinematográfica y demuestra respeto por el cine de terror.
El argumento de esta nueva propuesta de Laura Casabe, se ubica en los inicios del siglo XX en la selva misionera. Allí la protagonista, Julia, luego de que su hijo naciera muerto ruega a La Iguazú para que le devuelva la vida a ese niño muerto sin ver el mundo. La súplica se hará realidad, pero el costo por ello será la furia del mal y la tragedia. Podríamos pensar, o esperar que se desarrollara con la narrativa mítica de los relatos de terror o mitos populares de la Mesopotamia, y tiene algo de ese espíritu pero la estructura fragmentaria y no cronológica la complejizan alejándola del relato estructural clásico. Hay un espíritu que flota en el filme en cuanto a la estética de la leyenda, como narración histórica y fundante. A la vez que claves discursivas de un relato más contemporáneo buscan dar pie en el formato estructural del filme. El fantástico es un territorio que a la realizadora le genera interés. Ella expresa una búsqueda personal por encontrar procedimientos, temas y formas audiovisuales que le permitan generar climas de desplazamiento de lo real hacia lugares más perturbados, subjetivados e indefinidos en su forma real o no real. En La valija de Benavidez la sangre y la violencia no eran moneda de cambio, aquí, en Los que vuelven la narración está teñida de crueldad, de una violencia más explícita visualmente. Describe las reglas de un mundo salvaje y abusivo sobre los más débiles, narrado de forma estilizada en la geografía del género del terror. El personaje protagónico, Julia, encarnada por María Soldi se presenta solvente en su desempeño, expresiva sin caer en obviedades. Ella carga la mochila del relato sobre sus hombros de principio a fin y lo hace con gran entereza. La selva es una protagonista indiscutible, y la plástica del filme se sostiene como expresiva y atrayente gracias a la labor fotográfica de la película y su despliegue de colores, encuadres y uso del campo focal y la perspectiva. El otro lado de la trama es la asociación, buscada, con una idea de terror más de corte social, como entrando en el terreno de lo simbólico en cuanto a la propuesta de género del relato. Por Victoria Leven
Luego de su paso por el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en la Competencia Argentina, Los que vuelven, de Laura Casabé, se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. Esta crítica fue escrita para la cobertura del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata de 2019. Los que vuelven, de Laura Casabé, es una atrapante obra que indaga en el tema de la maternidad, a través del cine de género. En esta oportunidad, la directora reversiona su cortometraje La vuelta del malón y lo lleva a la selva misionera, donde conviven diferentes culturas. Con cierta reminiscencia a la narrativa de Quiroga, la directora le da identidad y una vuelta de tuerca al género de zombies. Esta vez con una impronta política relacionada al exterminio y la esclavitud que el hombre blanco imponía a principios del siglo XX sobre los pueblos originarios. Julia (María Soldi), la esposa de un terrateniente (Alberto Ajaka), es testigo de cómo la selva se quiere llevar a su hijo. Mucho más no se puede decir porque la película depara estructuralmente más de una sorpresa. La creación de atmósferas y climas es notable. La fotografía, montaje, sonido, efectos especiales y maquillaje se aúnan para que el espectador entre en esa geografía hostil y misteriosa. La convergencia de leyendas y mitos rurales con la crítica sociopolítica acerca de una sociedad dominada por el patriarcado y los terratenientes que usurparon tierras, explotando recursos económicos con fines capitalistas, convergen en un relato inteligente que, a través de la fantasía, metaforiza el estado actual de la sociedad. Lo que narra Casabé es una radiografía contemporánea que nos lleva a reflexionar que la expropiación de los recursos naturales y a los pueblos originarios, el abuso de los hombres sobre las mujeres, no son temas de cien años atrás. Por otro lado, y de manera también simbólica, se puede leer una connotación implícita sobre el secuestro de hijos y bebés de desaparecidos durante la última dictadura. Envolvente, meticulosa en su factura técnica, quizás un poco solemne, y sobre todo muy climática, Los que vuelven es un trabajo magistral de una de las realizadoras más prometedoras del cine nacional contemporáneo.
El cine de género en nuestro país viene pisando fuerte y “Los que vuelven” es un claro ejemplo de este logro. Después de demostrar excelente ritmo narrativo en “La valija de Benavídez” (2017), Laura Casabé regresa con una fábula fantástica de la época colonial, ambientada en la selva misionera. Discriminación, abusos de poder y misoginia acaparan este relato, donde la naturaleza se toma venganza.
Terror fantástico, horror social El cine de género argentino sigue produciendo obras memorables. Con Aterrados (2017) y Muere, monstruo, muere (2018) a la cabeza, las películas nacionales de terror están pisando más fuerte que nunca. Todo esto se debe gracias a la autenticidad de sus historias, las cuales no pretenden emular escenarios hollywoodenses, si no que se construyen desde la propia identidad, con locaciones y ambientes que nos resultan cercanos. Los que vuelven (2019) toma el guante y se coloca bien en lo alto: es una de las mejores películas argentinas de género de los últimos años. Laura Casabé (El hada buena: Una fábula peronista) da un salto en su filmografía. Si bien La valija de Benavidez (2016) resultó atractiva y novedosa desde lo visual, en Los que vuelven el éxito se tiene que escribir con mayúsculas. Una película poderosa, atrapante y reflexiva. Una obra que te involucra, capaz de combinar un relato fantástico junto con la exposición de una sociedad patriarcal. El guion, coescrito por la directora junto a Paulo Soria y Lisandro Bera, es un acierto desde la estructura planteada (a través de capítulos), burlándose de la temporalidad y preocupándose por la cadena de hechos: las causas y las consecuencias. Ambientada en una Misiones en plena época feudal, el largometraje nos adentra en el mito de la Iguazú, espíritu invocado por Julia con el fin de que su hijo, nacido sin vida, resucite. A partir de allí, todo lo que sucede resulta extraño, terrorífico e impredecible. Una maldición comienza a azotar este lugar: los muertos del pasado regresan en busca de venganza. Tanto la música, compuesta por Leonardo Martinelli, como los silencios son elementos utilizados de forma tal que la tensión se apodera de nuestros sentidos. El vestuario, desde los primeros minutos, ya nos indica que estamos en presencia de una película de época. La primera escena ya prepara el terreno para una historia atemorizante. Y así, gracias a un reparto solido encabezado por María Soldi (Mi obra maestra), Alberto Ajaka (Lobos), Lali González (El jugador) y Javier Drolas (Las buenas intenciones), nos sumergimos en una ficción que no nos suelta. El triunfo de la sugestión, de la sutileza, se hace presente para darnos una de las películas de terror más comprometidas de los últimos tiempos, donde lo fantástico se combina con la responsabilidad histórica y social.