La realidad con tono de fábula. El punto de partida es el conmocionante caso de Giuseppe Di Matteo, el hijo pre-adolescente de un ex mafioso devenido colaborador de la Justicia italiana, secuestrado en 1996 y, tras un encierro de casi dos años, estrangulado por sus captores que posteriormente disolvieron su cuerpo en ácido. Los directores Fabio Grassadonia y Antonio Piazza recrean los sucesos con un tono ostentosamente lírico, poniendo el foco en una compañera de escuela que, enamorada del chico, lucha para encontrarlo. Desde el comienzo el film invita a una inmersión por sensaciones intensas: el pibe bebiendo agua fresca, las ramas de los árboles sacudiéndose, la calidez del sol y los rumores de la noche crean un clima ligeramente bucólico que responde a lo que viven Giuseppe (Gaetano Fernandez) y Luna (Julia Jedlikowska), envueltos en un progresivo deslumbramiento mutuo. Los directores muestran ese estado de manera idílica, en tanto un aire a fábula de la que habla el título va brotando con las apariciones de un perro amenazante, un caballo y un búho que –como el agua misma con la que comienza Luna, una fábula siciliana– parecen representar la convivencia de individuos y elementos integrando naturalmente, con su vitalidad y sus presagios, un mismo universo. Mientras tanto, fugaces señales van insinuando amenaza. La fotografía de Luca Bigazzi y los ambientes (amplios, excesivos) por donde se mueven los personajes, tienden al artificio. Esto abarca también ciertas caracterizaciones, como la de la madre de Luna. La historia que cuenta la película es simple pero la estética de Grassadonia-Piazza la conduce a la grandiosidad. Hay momentos en que los seres retornan a situaciones ya vividas, se salta en el tiempo atravesando espacios diferentes (agua-aire, realidad-sueño) y tanto la muerte como la vida se manifiestan a cada paso y de distintas maneras. “Creemos que cuando uno se enfrenta con historias protagonizadas por chicos debe hallarse una ventana que permita algo de esperanza” han declarado los directores: la decisión es respetable e incluso comprensible, ya que el hecho original es demasiado cruel como para volcarlo de manera realista. El problema es que, en algún momento, comienzan a almibarar demasiado el relato: para los sueños y ansiedades de la juvenil pareja el mundo semimágico condicionado por determinaciones de los adultos parece pertinente (más aún por desarrollarse en Sicilia, tierra recorrida por antiguos mitos y fantasmas), pero en su segunda hora, cuando la historia de Giuseppe va acercándose a la tragedia, los suntuosos movimientos de cámara y la banda sonora resuelta a doblegar emocionalmente al espectador suenan efectistas. Se agregan algunos simplismos para retratar a Luna (su rebeldía está dibujada con trazos gruesos, incluyendo el hecho de que sólo le interesen chicos “raros” y sensibles como ella) y un tramo final que se extiende innecesariamente. Luna, una fábula siciliana tiene méritos, pero si hablamos de historias de secuestros en el cine italiano vale la pena recordar lo que han sabido hacer, con menos edulcoramiento, los jovialmente veteranos Paolo y Vittorio Taviani (en Due secuestri, segundo episodio de Tu ridi, 1998) y Marco Bellocchio (en Buongiorno, notte, 2003). Por Fernando G. Varea
Lo etéreo en lo real La tarea que se proponen los realizadores y guionistas Fabio Grassadonia y Antonio Piazza en Luna: Una Fábula Siciliana (Sicilian Ghost Story, 2017) no es precisamente fácil: en esencia pretenden construir un retrato de tono preciosista, sensible y meditabundo de uno de los crímenes más siniestros perpetrados por la mafia siciliana, el secuestro y homicidio de Giuseppe Di Matteo, el hijo de 11 años de Santino Di Matteo, un ex miembro de la Cosa Nostra que en 1993 cayó preso y se transformó en un “arrepentido” -léase testigo para la fiscalía- en el caso del asesinato en 1992 del juez antimafia Giovanni Falcone. Desde ya que sus antiguos socios no vieron con buenos ojos que comenzara a desembuchar detalles varios de la poderosa organización, por ello mismo decidieron hacérselo saber raptando a su primogénito y amenazándolo con matarlo si seguía colaborando con el gobierno italiano. Para trabajar el tema, Grassadonia y Piazza optaron por la introducción de un personaje ficcional y una historia romántica centrada en el vínculo entre el joven Giuseppe (Gaetano Fernández) y la también adolescente Luna (Julia Jedlikowska), ambos compañeros de colegio en un pequeño pueblo siciliano rodeado por un bosque. Un día Giuseppe deja de asistir a la escuela, circunstancia que sólo despierta preocupación en Luna ya que el resto de los habitantes del lugar sucumben en la indiferencia, el silencio o ese negacionismo típico de los adultos más necios y cobardes. A medida que se incrementa la inquietud de la niña, quien comienza a experimentar visiones sobre el padecimiento de Giuseppe y su amor platónico para con el muchacho, de a poco vamos descubriendo los detalles de la captura y un cautiverio cuyas condiciones se agravan sistemáticamente durante los meses venideros. El film, gracias a su sutileza, termina siendo un experimento tierno e interesante que requiere de toda la paciencia y atención posibles del espectador, principalmente debido a que el desarrollo narrativo es muy lento y está apuntalado en la esplendorosa fotografía de Luca Bigazzi, un profesional conocido por sus trabajos con Paolo Sorrentino. Como decíamos antes, el pulso en general está vinculado con la amalgama de lo onírico/ etéreo y el realismo sucio más doloroso, el que involucra maltrato contra un pequeño; lo que asimismo nos lleva a uno de los terrenos predilectos del séptimo arte desde siempre, el de la “lectura infantil” en torno al mundo de los adultos, algo así como un proceso de apertura, descubrimiento, angustia y triste adecuación en el que estallan buena parte de las certezas acumuladas a la fecha y se desvanecen las concepciones más idealistas del devenir social. Hay que concederles a los directores el mérito de describir a rasgos generales los hechos sin maquillaje y a pesar de ello tener la templanza suficiente para tratar de buscar un sustrato de poesía en medio de esta industria de la muerte mafiosa (la cual, por cierto, no es más que otro brazo del capitalismo genocida y hambreador de siempre), y lo mismo se podría decir de lo bien que está incorporado a la historia el personaje de Jedlikowska, una suerte de “testigo anímica” de lo sucedido, atormentada tanto por la desaparición en sí como por la inoperancia de todas las figuras de autoridad que la circundan (padres, profesores, la propia policía, etc.). Otro punto positivo pasa por la decisión de enfatizar el encantador lazo de Luna con su mejor amiga Loredana (Corinne Musallari), en términos prácticos la única que la acompaña en su pesquisa en pos de Giuseppe. Ahora bien, lamentablemente Grassadonia y Piazza al mismo tiempo se muestran demasiado propensos a alargar sin necesidad las situaciones y a caer en ciertas redundancias conceptuales -a nivel de las metáforas- en especial en el último tramo del metraje, cuando el horror se asoma de manera ominosa ya sin alicientes. A diferencia de las alegorías fantásticas/ históricas/ agridulces del enorme Guillermo del Toro, aquí el relato a veces se siente con pocas ideas y sin la imaginación que prometía en un principio. Incluso así, Luna: Una Fábula Siciliana es un film atrapante y por momentos hipnótico, capaz de combatir la crueldad con un amor de acento místico…
Fabio Grassadonia y Antonio Piazza dirigen y escriben esta película basada en un caso real que comienza como una historia sobre el primer amor para luego retratar un mundo oscuro en el Sur de Italia. Luna y Giuseppe son compañeros de escuela y una tarde se encuentran e inmergen en un bosque que parece encantado. Entre nervios y un coqueteo inocente, Luna y Giuseppe pasan la tarde y deciden que van a volver a encontrarse. Ambos regresan con una sonrisa inevitable en su rostro y vaya uno a saber cuántos sentimientos corriendo en sus venas. Si bien desde una primera instancia la relación entre Luna y Giuseppe parecía ser difícil de concretar, pues los padres de ella le prohíben acercarse a él porque saben que su padre está relacionado con el mundo de la mafia y les parece muy peligroso, Luna es de las primeras en notar que de repente él desaparece, como si se hubiese evaporado de la nada. Y no encuentra respuestas en la escuela, donde se ausenta varios días y a nadie parece importarle, ni tampoco en la casa de él, donde ni siquiera le abren la puerta. Luna es quien va a ir guiando el relato. Una joven decidida que no está dispuesta a quedarse quieta ni con las dudas. Necesita saber dónde está Giuseppe. Pero el mundo en el que vive es mucho más grande y complicado y oscuro de lo que imagina. Y eso de a poco comienza a desestabilizarla. “Luna: una fábula siciliana” está contada con un tono de cuento de hadas oscuro aunque no hay mucha magia más que la de lo que Luna siente y sueña y se imagina. Hay ganas, de nosotros y de la protagonista, de que todo se torne más mágico, de que puedan ser rescatados y vivan felices para siempre. Sin embargo, la vida no es así, y Luna se va encontrando cada vez más cara a cara con un mundo que no comprende. En esta película de dos horas de duración, en algún momento se la empieza a sentir algo recargada especialmente desde lo narrativo a nivel visual. No obstante, la fotografía de Luca Bigazzi es uno de los puntos más fuertes del film, quizás junto a la interpretación de Julia Jedlikowska como Luna. Extraña, fascinante, oscura. “Luna: una fábula siciliana” es una película que mezcla géneros y con ellos crea diferentes sensaciones. Aunque algo despareja, logra contar una historia real y triste de un modo mágico y totalmente inesperado.
Tomando como punto de partida el caso real del secuestro y la posterior muerte de Giuseppe di Matteo, un preadolescente hijo de un mafioso arrepentido que comienza a trabajar como informante de la justicia, “Luna: Una Fábula Siciliana” busca retratar esta historia de una manera onírica y ficcional. Para ello, se centra en Giuseppe y Luna, dos compañeros de colegio que tienen una relación muy peculiar y que luego de una tarde juntos el joven desaparece misteriosamente sin dejar rastros. Tras días sin ir al colegio, Luna tomará un rol protagónico a la hora de llevar a cabo su búsqueda, una tarea que a muchos parecería no importarle. “Luna: Una Fábula Siciliana” no se caracteriza entonces por explorar este caso de la mafia de una manera realista, sino que lo hace mezclando el argumento con tintes fantásticos, oníricos, y sobrenaturales. Al tratarse de unos niños protagonistas, de los cuales uno de ellos padece una tortuosa situación, se busca suavizar o plasmar de una manera más sutil los hechos pero con igual intensidad. La fotografía compuesta por Luca Bigazzi cumple con un rol principal dentro del film, transmitiendo la personalidad y el estado anímico de los protagonistas a través de los paisajes y los espacios cerrados. Se puede observar mucha oscuridad en cada uno de los cuadros, que nos generan una sensación sombría y siniestra. Sin embargo, por momentos no se puede apreciar de la mejor manera a las personas u objetos que se muestran, teniendo que prestar más atención de la necesaria. En cuanto al elenco, hay que resaltar el trabajo realizado por la joven Julia Jedlikowska, quien interpreta a una adolescente, con todo lo que eso conlleva: las emociones a flor de piel, la rebeldía, las ganas de luchar, la idealización, la concreción de los sueños. A modo de crítica, se puede decir que el film tiene una duración excesiva, por encima de las dos horas, y por momentos se vuelve un poco repetitivo. No es una historia fácil a pesar de su aparente simpleza y requiere de la atención del espectador. Es por eso que su extenso tiempo puede resultar algo abrumador o pesado. En síntesis, “Luna: Una Fábula Siciliana” cuenta de una manera original una historia interesante, a través de un drama con tintes fantásticos y oníricos. Con una excelsa fotografía y buen liderazgo de su protagonista, se torna un poco pesada debido a su longitud y algunas repeticiones.
Una de las sorpresas de la última cinematografía italiana, que, en esta oportunidad, aprovecha el mix de géneros para construir un relato sobre el amor de dos pre adolescentes en medio de un oscuro secreto, que, además, está inspirado en un hecho verídico. Alejados de lugares comunes y clichés, los directores Fabio Grassadonia y Antonio Piazza, reinventan el realismo mágico, con reminiscencias al mejor Guillermo Del Toro, pero sin perder de vista su identidad e idiosincrasia.
Una fábula de amor trágica. Son incontables las veces que un hecho real, triste y dramático, sirve de disparador para realizar una película. Esta, se inspira en el caso de secuestro de Giuseppe Di Matteo, el hijo de 12 años de un colaborador de la justicia contra la mafia siciliana, que fue raptado por los Corleonesi, para obligar al padre a retractarse. Y el final no fue para nada feliz, mejor nos ahorrarnos los detalles. Lo que no es frecuente es el modo que eligen los realizadores para integrar este hecho macabro en un relato, donde la fusión de géneros (suspense, horror, romance y fantástico) y la poética de las imágenes, causan un impacto conmovedor sin caer nunca en lo escabroso. La trama comienza mostrando a dos adolescentes coqueteando, conquistándose. Dos seres muy especiales que están psiquicamente conectados. Cuando parecen estar llegando al punto máximo de unión, el joven desparece, es secuestrado por la mafia italiana. A partir de aquí, su compañera hará lo imposible por encontrarlo. Ella lo presiente, lo siente, lo ve sin mirar. Experimenta sueños premonitorios y sensaciones mágicas, que le indican que está vivo. Lo que nunca se dará cuenta, es que en sus visiones el destino ya está escrito. Lo que comienza siendo una historia de amor ingenua, se convierte en un tour de forcé emocional. Como los sueños, el relato se deconstruye y va adquiriendo sentido hacia el final. Los directores italianos nos ponen en la mesa fragmentos que tendremos que ir asociando libremente para descifrar la historia. Elementos fantásticos y mágicos, doppelgangers, el amor y la tragedia, estructuran este relato sensible, alejado de esa noción cliché romántica de la mafia.
En el bosque En Luna, una fábula siciliana (Sicilian Ghost Story, 2017), Fabio Grassadonia y Antonio Piazza narran un hecho verídico pero desde un enfoque distinto al acostumbrado. El secuestro y posterior asesinato del hijo de un arrepentido de la mafia es el disparador para mezclar la realidad con la imaginación de dos niños envueltos en una situación extraordinaria. Luna (Julia Jedlikowska) está enamorada de Giuseppe (Gaetano Fernandez), su compañero de escuela. Poco después de que ella le entrega una carta en la que revela sus sentimientos, el niño es abordado por unos sujetos que parecen policías y nadie más vuelve a verlo. Los días pasan y Luna no logra comunicarse con su pretendiente. Desafiando a su madre, a la maestra y a una comunidad que mira para otro lado, la pequeña lo buscará hasta las últimas consecuencias. Para entender el contexto en el que transcurre la película y el tratamiento del tema por parte de los directores, es necesario remontarse a los años en los que la mafia comenzó a verse acorralada por las fuerzas de la ley. La década del noventa sería decisiva. Luego del asesinato del juez Giovanni Falcone y más tarde el de su colega Paolo Borsellino, las autoridades decidieron dar caza a los “hombres de honor”. Amparados bajo la ley antimafia Rognoni-La Torre, los exintegrantes de la Cosa Nostra declararon como arrepentidos y comenzaron a entregar a sus compañeros. Uno de ellos fue Santino Di Matteo, el encargado de planear y ejecutar el atentado contra Falcone bajo las órdenes de Giovanni Brusca. Para hacerlo cambiar de opinión, este último mandó a secuestrar a Giuseppe, hijo de Santino, que luego de pasar dos años en cautiverio fue asesinado y su cuerpo diluido en ácido. La película que abrió la Semana de la Crítica de la última edición del Festival de Cannes y tuvo su preestreno en el 32 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata gira en torno a este hecho atroz. Pero los directores se basaron también en el relato Un caballero blanco, de Marco Montessola, para desarrollar un relato dramático insertado en un mundo oscuro donde habitan monstruos y los inocentes son víctimas de fuerzas que no pueden controlar. Desde los primeros minutos queda claro que la película no es sobre la mafia. Luna, una fábula siciliana se aborda como un relato fantástico donde la protagonista deberá sortear obstáculos si quiere volver a los brazos de Giuseppe. Los realizadores logran dotar a la película de una atmósfera fantasmal y cargada de símbolos donde el peligro reside en el bosque que Luna, cubierta por un abrigo rojo, deberá atravesar. El atractivo del film radica en que el tratamiento elegido para encarar la historia no le resta dramatismo a lo que sucedió. Por el contrario, Grassadonia y Piazza ofrecen una visión distinta sin evitar mostrar los detalles más escabrosos. Sin embargo, hay algo de luz sobre el final.
Publicada en edición impresa.
Los directores de la consagratoria Salvo regresan al sur de Italia para otra inquietante película que vincula el amor, lo fantástico y el accionar de la mafia. La Semana de la Crítica del último Festival de Cannes eligió como película de apertura la nueva realización de estos dos directores italianos que hace unos años habían ganado el Gran Premio de esta sección con Salvo (2013). Ya en esa, su ópera prima, sorprendían por la solidez con la que incorporaban el paisaje a su relato y por la construcción sonora que aportaba misterio a la narración (en ese caso, muy pertinente además por cuanto la protagonista femenina, raptada en un ajuste de cuentas mafioso, era ciega). Nuevamente la historia se vincula -de alguna manera- con la mafia. ¿Podría no hacerlo? Es claro que para Grassadonia y Piazza incorporar el entorno a su deriva cinematográfica implica, siempre, tener a la mafia como parte del paisaje del Sur de Italia. Lo que comienza bellamente como el encuentro sutil, temeroso, cargado de nerviosismo y tensión, entre dos adolescentes, compañeros de escuela, se transforma y va mutando en una historia de amor trágico, con componentes mágicos o sobrenaturales. Inspirada en el caso de Giuseppe di Matteo, secuestrado durante meses por la mafia en 1993 para tratar de impedir que su padre obrase como informante de la Justicia en su contra, la potente relación de la pareja de enamorados funciona como fábula que se abre a lo fantástico. Potente y lírica, lo que funcionaba perfectamente en Salvo acá se pierde un poco en la reiteración de los excesivos 122 minutos de metraje. Sin embargo, la apuesta a la abstracción (el inicio recuerda al de L’amico de famiglia, de Paolo Sorrentino) y la libertad para cruzar los géneros son datos que se agradecen en el ámbito del algo alicaído escenario del cine italiano contemporáneo.
Luna: Una fábula Siciliana, una tragedia vuelta relato poético Cuando fue secuestrado por la mafia siciliana, Giuseppe Di Matteo tenía apenas 12 años. Corría 1993 y la sociedad italiana recibía esa impactante noticia que veinticuatro años más tarde retomarían, para llevarla al cine, Fabio Grassadonia y Antonio Piazza, los mismos de la celebrada Salvo (2013), otra historia de mafiosos, pero más seca y terrenal que Luna: Una fábula siciliana, exhibida y elogiada en la Semana de la Crítica de la última edición del Festival de Cannes y en el reciente Festival de Mar del Plata. El desenlace real de aquel secuestro tuvo tintes macabros, pero el foco de la película no está puesto estrictamente ahí. Con pericia y mucha imaginación, los directores apuestan en su relectura por la cruza del thriller con la historia de un romance adolescente de aliento shakespeariano y la fantasía gótica. A medida que el relato avanza, la conexión sobrenatural entre los dos jóvenes protagonistas se hace más patente, una deriva que enriquece el notable trabajo de fotografía y de sonido. Sugestivo, sombrío, melancólico y recargado de simbolismos, este film atípico plantea más interrogantes que certezas y se interna en los paisajes de la fábula y los cuentos de hadas de los hermanos Grimm. Transforma una realidad tortuosa e inapelable en una poética epopeya contra la violencia, el silencio y la complicidad abordada con la coraza indestructible del amor.
Un cuento de hadas mafioso El secuestro de un adolescente por la Cosa Nostra en los años '90 es el punto de partida de esta historia fantástica. El punto de partida es un hecho real ocurrido en los años ‘90: el secuestro de un adolescente a manos de la Cosa Nostra siciliana. Pero la segunda película de Fabio Grassadonia y Antonio Piazza (directores de Salvo, 2013) no intenta ser una reconstrucción histórica fidedigna de ese caso. En cambio, combinan el horror de la mafia con elementos fantásticos y la magia del primer amor para dar como resultado un cuento de hadas tan poético como escalofriante. Luna está dejando de ser una nena y convirtiéndose en una adolescente típica: rebelde y enamorada. Está a punto de vivir un romance de esos que nunca se olvidan, por ser el primero y contar con la desaprobación de su madre. Y sí, esa relación la marcará a fuego, pero por su imposibilidad: Giuseppe, su principito azul, desaparecerá sin dejar rastros. Esta fábula -o historia de fantasmas, de acuerdo al título original: Sicilian Ghost Story- transcurre en un clima enrarecido, ominoso, desde el principio hasta el final. Los animales y la naturaleza (los directores citan a Hayao Miyazaki y La noche del cazador, de Charles Laughton, como referencias) juegan un papel fundamental para alejar la narración de la crónica policial y acercarla a los cuentos infantiles, al estilo de El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, aunque aquí todo está más sugerido. Una lechuza, un perro feroz, un bosque, una gruta, un lago, una madre parecida a una madrastra, van tejiendo una red de fantasía que sostiene un fino equilibrio con los hechos más prosaicos de la vida pueblerina. Después de todo, la omnipresencia -invisible pero tangible- de la mafia es casi de orden sobrenatural. Y tiene efectos espeluznantes sobre una sociedad que, ante la desaparición de un chico, sigue su rutina como si nada. Por eso Luna se refugia en su ensueño de Caperucita Roja: la única forma de lidiar con una historia que de otro modo sería intolerable.
El 23 de mayo de 1992 la familia Corleonesi de la Mafia siciliana asesinó al juez Giovanni Falcone, quien ese año procesó a 475 gángsters en un proceso judicial histórico. Uno de los criminales que participó de ese crimen fue Santino Di Matteo, quien tras su arresto se convirtió en un informante de la policía y reveló todos los detalles del atentado al magistrado. En un acto de venganza la familia Corleonesi en noviembre de´´92 secuestró al hijo del gángster arrepentido, Giuseppe Di Matteo, de 11 años. El chico estuvo prisionero 779 días y el trágico final de esta historia eventualmente derivó en la caída del capo mafioso Giavanni Brusca, quien se estima habría asesinado cerca de 200 personas a lo largo de su carrera criminal. En Luna, una fábula siciliana, los directores Fabio Grassadonia y Antonio Piaza toman la premisa del caso Di Matteo para narrar una historia de amor desarrollada a través del realismo mágico. El experimento que propone el film es raro pero resulta muy interesante. La trama se centra en el punto de vista de Luna, una joven adolecente enamorada de su mejor amigo, quien un día desaparece misteriosamente de la escuela. El chico se llama Giuseppe y al igual que el joven de la vida real es un aficionado a la equitación. Luna entonces inicia su propia investigación para tratar de averiguar qué pasó con su novio en un pueblo donde nadie se inquieta por la desaparición de personas. La particularidad del relato es que los realizadores utilizan alegorías fantásticas que toma elementos de los cuentos clásicos de los hermanos Grimm y hasta el mito de Perséfone de la mitología griega. El lirismo del film y el modo en que aborda el realismo mágico resulta muy interesante y es inevitable establecer una comparación con El laberinto del Fauno de Guillermo del Toro, ya que ofrecía una propuesta similar. Lamentablemente los directores de Luna carecen de la imaginación del cineasta mexicano y en especial su talento como narrador. Un inconveniente de esta película es que cuenta con una narración extremadamente lenta que pone a prueba la paciencia del espectador. Grassadonia y Piaza tardan una eternidad para establecer el conflicto y esto puede ser un problema para algunos espectadores. Luego cuando los elementos fantásticos empiezan a cobrar fuerza y la historia entra en un terreno más oscuro, el film se vuelve interesante. Aunque las alegorías a los cuentos de hadas se vuelven redundantes, debido a la falta de imaginación de los directores, la película consigue ser atractiva gracias a la excelente fotografía de Luca Bigazzi y la protagonista Julia Jedikowska. Lo mejor de esta película es que los directores no tienen reparos en retratar los elementos más escabrosos del caso Di Matteo, con el objetivo de retratar la brutalidad y sadismo de la Mafia siciliana. Ante tantas producciones clásicas que glorificaron en la cultura popular a estos delincuentes, la historia de Luna nos recuerda que no existe nada remotamente admirable en estos personajes nefastos. Una muy buena propuesta del cine italiano para tener en cuenta.
En Italia esta filme fue estrenado como “Sicilian Ghost Story” (Una historia siciliana de fantasma) porque en su contenido atraviesa varios géneros, el recuerdo de un hecho horroroso ocurrido en 1993, cuando el poderío de la mafia en Sicilia estaba en su cenit, una historia del descubrimiento del amor preadolescente y un mundo de oscuros fantasmas para cumplir deseos imposibles. El hecho de la realidad, fue el secuestro de un chico de 12 años, hijo de un mafioso arrepentido que declaró ante la justicia, que estuvo cautivo durante 779 días, reducido a pocos kilos, trasladado a distintos escondites, asesinado y su cuerpo disuelto en ácido. Ese horror, ese fantasma del pequeño Giuseppe Mateo se unió la idea de un cuento de Mario Mancassola, donde la fantasía se hacia presente en la realidad y dio como resultado el guión que escribieron los directores Fabio Grassandona y Antonio Piazza. Dos chicos, descubren el comienzo del amor en un bosque. Se dan el primer beso. Para Luna y Giuseppe es un camino nuevo. Al poco tiempo el chico desaparece y Luna se niega a permanecer quieta y en silencio como el resto del pueblo y se desespera por encontrarlo. En ese ambiente adulto de crueldad infinita y corrupción del poder, acallado por el terror, ella no se detendrá. Desciende a una oscura realidad, fantástica, donde ella sueña a Giuseppe y el sueña a Luna por eso pueden comunicarse. Esa fantasía es la única respuesta, la última lucha, la reserva moral contra un tiempo enviciado. Esa mezcla de géneros seduce al espectador, que asiste a esa imágenes poderosas que mezclan la muerte y la esperanza, el plano de lo real y lo irrealizable que se influyen mutuamente y logran un film poderoso, fascinante, de denuncia y de una poesía que nunca atenúa los datos mas crueles del caso. A lo sumo lo subliman de la mano de la poesía y el talento. La protagonista, Julia Jedlikowska es un verdadero descubrimiento. No se la pierda.
En la cuna de la mafia, una de fantasmas. Oscura y refinada historia de ribetes fantásticos, tiene como gran tema la pérdida de la inocencia. La película admite reminiscencias del cine de David Lynch y Tim Burton, pero los directores, por momentos, se engolosinan con su tono poético. Los títulos de películas con nombre propio son una pesadilla para una distribución nacional (y hasta regional) siempre adepta a incluir términos que cumplan la doble función de resultar “atractivos” para el público y dar una idea básica del contenido y el tono del relato. ¿Qué es, por ejemplo, Joy? La historia de superación de una madre soltera que lucha contra viento y marea para hacerse un lugar en medio de una industria machista y misógina. Ok, entonces acá se llama Joy: el nombre del éxito. ¿Y The Post? La recreación a cargo de Steven Spielberg de una investigación periodística en los 70 relacionada con ocultamientos gubernamentales durante la Guerra de Vietnam llegará en febrero con el subtítulo “Los oscuros secretos del Pentágono”, como para que se entienda bien de qué va el asunto. Con la elección de Luna, una fábula siciliana en lugar del Sicilian Ghost Story original, armaron un problema donde no había. Así como estaba era perfecto, fiel a esta oscura y refinada historia de ribetes fantásticos -David Lynch y Tim Burton asoman como referentes ineludibles- con la pérdida de la inocencia como gran tema. Hablar de Sicilia, al menos en términos cinematográficos, remite invariablemente a la mafia y su amplio linaje de hombres dispuestos a todo con tal de proteger el negocio. Incluso a secuestrar al hijo adolescente de un soplón, aislarlo y torturarlo física y psicológicamente durante dos años para, como cierre, ahorcarlo y descomponer el cadáver en ácido, tal como ocurrió con el joven Giuseppe Di Matteo a mediados de los ‘90, cuando los tentáculos de la Cosa Nostra llegaban a todas las esferas del poder siciliano. Pero los directores Antonio Piazza y Fabio Grassadonia –que presentaron el film en la última edición de Mar del Plata– no toman ese hecho para recrearlo. No hay nada en Sicilian Ghost Story que remita a los recursos habituales del cine basado en hechos reales: como indica el título, es una historia de fantasmas, no sobre la mafia. Los acontecimientos son el puntapié para un abordaje periférico proveniente del punto de vista de Luna (Julia Jedlikowska), la muchachita enamorada de Giuseppe que no dejará de buscarlo hasta las últimas consecuencias. “Alejate de esa familia”, ordena papá cuando Luna dice a dónde fue, todo ante la atenta mirada de una madre suiza con aspecto de bruja. El de estos chicos es, como el de Romeo y Julieta, un amor contrariado que marcha a contramano del contexto y de las imposiciones familiares rumbo a una tragedia inexorable. La cocina de la mafia permanece en un fuera de campo que el film nunca abandona, funcionando como contexto donde lo real se entremezcla con la fantasía hasta volverse un todo indivisible. Deliberadamente artificiosa en la construcción de sus amplios espacios, con esos bosques que, gran angular mediante, devoran a la pequeña Luna, Sicilian Ghost Story ostenta una seguridad inhabitual para una segunda película. Una virtud a la vez que problema, en tanto Piazza y Grassadonia tienen tanta confianza en su material -y, sobre todo, en la forma lírica y poética de disponerlo en pantalla- que por momentos se engolosinan. Como en esa larga media hora final donde lo fantasmagórico se vuelve bello y la oscuridad muta en luminosidad ante la certeza de un amor para toda la vida.
Inocencia interrumpida. Llega a los cines argentinos la película italiana Luna, una fábula siciliana. Basado en hechos reales, el film relata una historia profunda, donde el amor y el horror conviven en partes iguales. ¿De qué se trata Luna, una fábula siciliana? Luna (Julia Jedlikowska) y Giuseppe (Gaetano Fernandez) son dos adolescentes de 13 años que van juntos al colegio en un pequeño pueblo de Sicilia. Ella está enamorada de él y su amor es correspondido. Giuseppe desaparece en el bosque y Luna es la única que parece decidida a encontrarlo. Los vínculos con la mafia sellan un pacto de silencio. Luna transitará la oscuridad de sus sueños en busca de Giuseppe. Inocencia interrumpida Luna, una fábula siciliana es de esas pequeñas películas que irrumpen para ofrecer algo distinto. Casi como el trabajo delicado de un artesano, los directores Fabio Grassadonia y Antonio Piazza crearon un film profundo, original y de una factura técnica gloriosa. Lo primero que quiero destacar de esta película es su historia. Cuando pensamos en cine sobre la mafia, nuestra cabeza se llena de imágenes violentas y sanguinarias, de tipos rudos y armas de balas infinitas. Luna, una fábula siciliana es todo lo contrario. Es una historia de amor adolescente que se ve trunca cuando él es secuestrado por la mafia. Es una película introspectiva, de silencios, donde el dolor es más una herida que se desgarra en silencio, en vez de un grito desesperado. Las imágenes de Luna, una fábula siciliana Pero si hay una cosa que destaca de Luna, una fábula siciliana son sus imágenes. La cámara es osada y no teme ir por encuadres diferentes (¡al fin!), posarse en una lechuza o tomarse el tiempo para mostrar el horror sin violines dramáticos. La fotografía acompaña de manera exquisita. Si viéramos más films con la impronta visual de esta película italiana… el cine sería muy distinto. Es de esas películas que te recuerdan que el cine es arte. Arte puro, cuando quiere. Ver o no ver Luna, una fábula siciliana Además de una imagen prodigiosa y una historia original, Luna, una fábula siciliana es una película bien actuada y con un conflicto claro. Es también un auténtico drama y hay que estar dispuesto a él. Al ser un film que prefiere los silencios y los detalles por sobre la espectacularidad, las dos horas que dura, por momentos, se pueden sentir. Aún así, su estupenda poesía lo compensa. Vale la pena. Puntaje: 8/10 Título original: Sicilian Ghost Story Duración: 126 minutos País: Italia / Francia / Suiza Año: 2017
Luna: Una fábula siciliana, de Fabio Grassadonia y Antonio Piazza Por Jorge Barnárdez Un hecho policial verídico es el punto de partida para esta fascinante película italiana que llega a una cartelera plagada de grandes lanzamientos y a la vez, a punto de tomarse un descanso de fin de año. Si bien el cine italiano ya no tiene el poderío de antaño, algunos de sus estrenos suele dar en centro del gusto de los espectadores argentinos, si es que existe semejante categoría. En la vida real el caso que cuenta Luna, una fábula siciliana conmovió a la sociedad italiana, en tanto la historia comenzó con el secuestro de un niño de 13 años por la mafia y mantenido en cautiverio durante más de setecientos días. El realizador Fabio Grassadonia escribió un relato con mucho de poesía y toques fantásticos, tomando como centro de la historia a una chica amiga del secuestrado que se niega a aceptar esa desaparición, pero que se aparta de la investigación de carácter policial para meterse en el mundo de lo onírico y lo fantástico. Hay mucho de la serie Stranger Things y un poco del surrealismo que supo hacer grande al cine italiano. No es un camino sencillo el que eligieron los responsables, pero la verdad es que el espectador se ve inmerso en una extraña imaginería siciliana, que por momentos llega a ser bastante poética. Rara y un poco desconcertante pero indudablemente creativa y sólida Luna, una fábula siciliana puede ser una buena opción para aquellos que no se sientan demasiado atraídos por ninguno de los lados de La Fuerza. LUNA: UNA FÁBULA SICILIANA Sicilian Ghost Story. Italia/Francia/Suiza, 2017. Dirección y guión: Fabio Grassadonia y Antonio Piazza. Intérpretes: Julia Jedlikowska, Gaetano Fernández, Corinne Musallari, Andrea Falzone, Federico Finocchiaro, Lorenzo Curcio, Vincenzo Amato, Sabine Timoteo, Filippo Luna, Rosario Terranova. Producción: Carlotta Calori, Francesca Cima, Massimo Cristaldi y Nicola Giuliano. Duración: 122 minutos.
Esta es una de esas películas que la crítica “especializada” la tira flores, incluso las personas más adeptas al cine europeo aplaude de pie. A mí no me paso nada de eso, es más me quise ir más de una vez del film (en parte era por culpa de la pareja que se le ocurrió llevar dos, si DOS, bebés a ver una película italiana dramática) Dos niños que se declaran su amor, el hijo de la mafia, ella hija de una familia trabajadora. Escenas lentas y sin sentido durante el comienzo, el medio y el final de la película (quiero aclarar que son sin sentido para mí, quizás algún espectador más cercano de este tipo de cine puede ver las metáforas y todas esas cosas que yo no veo) Una historia de amor a lo Shakespear por momentos, donde ella deja o quiere dejar todo por él, para rescatarlo de ese secuestro en el que está. Se ven pero no se ven. Están pero no están. Varios diálogos vacíos. Escenas estiradas sin sentido. Creo que se podría haber hecho un film idéntico o mejor en la mitad de tiempo y no esos eternos 122 minutos (creo que fue la primera vez en mucho tiempo que saco el celular para ver la hora, sí, así de aburrido) No solo el drama es parte de esta historia, también la fantasía y el thriller. La mafia siciliana en su máximo esplendor. La actriz principal por momentos logra transmitirnos su tristeza, pero es la única que se podría rescatar del elenco. Los elementos fantásticos ayudan a hacerla un poco más llevadera a la película, pero también se vuelve predecible y uno ya sabe que va a pasar al final, debo admitir que me sorprendió un par de veces, pero en realidad creo que era mi deseo que ese sea el final…pero no! Mi recomendación: Solo para los adeptos del cine europeo, podrías darle una chance sino te gusta pero no te la recomiendo. Mi puntuación: 3/10
Lamentablemente, igual que mucha producción europea, el cine italiano no tiene frecuente estreno en Argentina. Desde las buenas películas de Paolo Sorrentino (La grande Belleza o Juventud), las de Enrico Oliveri (Viva la liberta), o de Giusepe Tornatore (La mejor oferta), este año la sorpresa fue la buena Dulces sueños, de Marco Bellochio los seguidores de este cine que son muchos deben conformarse con la cada vez más instalada Semana del Cine italiano. Todo sabor a poco. - Publicidad - En este fin de año, Luna, una fábula siciliana estrenada el jueves pasado, viene con un trayecto interesante dado su paso por Cannes. Se trata de la segunda obra del dúo Fabio Grassadonia y Antonio Piazza (Salvo), extrañamente nombrada fábula en su título de estreno, cuando el titulo original habla de fantasmas (Sicilian Ghost Story). Raro el titulo de estreno y raro el del original porque ni es fábula ni hay fantasmas. Tal vez sea que se trata de una ficción para adolescentes, construida desde el punto de vista de la joven Luna o de la del joven Giuseppe, de modo anárquico ciertamente, y cuya historia remite a un caso real del que nos enteramos casi hacia el final. En los breves minutos iniciales se presenta una historia de amor que se desarrolla en un bosque y se ve rápidamente amenazada por un perro feroz. Sigue en una pista de equitación en la que Giuseppe aparece como un príncipe de cuento de hadas. El primer beso. Un momento de entrada a un prado de flores en la que Luna parece perderse. Y la desaparición de Giuseppe. Todo estirado durante largos minutos en los que no se sabe qué pasó con el chico. Un cambio abrupto de enunciación nos coloca en un auto, un secuestro y la referencia a un padre que debe sacrificarse por la vida de su hijo. Salto que a la película le va a costar algún cambio de rumbo. No tarda en aparecer una lechuza, que conectará con algo extraordinario, una visión alucinada en la que todo se transforma en un laberinto deformado: por su uso excesivo de lentes angulares, o encuadres expresivos o visiones de bosques y fondos de agua. Con normativa de cuento de hadas pero con poco de conciencia crítica hacia un secuestro real que duró más de dos años y que terminó muy mal, tal como informa el crédito final. Luna, una fábula siciliana resulta excesivamente larga, y cargada de ambiciones formales, ampulosa y distanciada de un espectador al que deja en un lugar peligrosamente cómodo y poco estimulante.
Ausencias y pubertad A los ojos de una púber, la realidad puede resultar tan cruel e incomprensible como aquellas historias que proponen las fábulas con moralejas. El escorpión y la rana por ejemplo, funciona simplemente por la moraleja pero si nos ceñimos a lo verosímil encontraríamos demasiadas concesiones a esa aventura. Pensar en todo caso que el sapo negocia con el escorpión para que ambos puedan cruzar el río -ignorando que la naturaleza es más importante- es un interesante modo de avivar ciertos peligros que puedan suscitarse en la mente de un niño o adolescente rebelde para no desobedecer mandatos y abandonar de ese modo castrador la idea de cruzar metafóricamente hablando al otro lado del río. Desde esa plataforma, la propuesta de Luna… recoge la crónica de un hecho real para transformarlo por un lado en un melodrama de intensidad, que tiene por protagonista a una pre adolescente, Luna, quien se obsesiona por la búsqueda de Giuseppe, compañero de escuela e interés amoroso, desaparecido bajo dudosas circunstancias y con indicios de vendetta mafiosa detrás. Como suele ocurrir en el tránsito de adolescencia, la rebelde alumna en primer lugar desafía a las autoridades y a sus propios compañeros cuando todos buscan los medios para que desista en su búsqueda de Giuseppe. Salvo una amiga, aliada con quien comparte sus inquietudes y temores con la cuota de confianza necesaria para no ser descubierta tanto por sus padres como por los adultos que han dado por perdido al muchacho, igual que la policía. Las virtudes de este film de los directores Fabio Grassadonia y Antonio Piazza se consolida en la construcción de los mundos subjetivos de la protagonista, el real es mucho más oscuro que el imaginado. Umbral que encuentra en los sueños el caudal de la imaginación para aislar la historia y resumirla en una emotiva tragedia amorosa. Hay muchos elementos ricos en peso dramático como por ejemplo la ausencia y los modos que encuentra la protagonista para traer a Giuseppe al relato, un coqueteo con elementos de la fantasía encajan perfecto en el tono no solemne y explotan las posibilidades del verosímil al extremo. La belleza contrastada con lo lúgubre generan atmósferas y climas sugestivos para que la historia encuentre cauces de expresión y los límites se desdibujen en transiciones de enorme eficacia. Un doble motivo de festejo por tratarse de una película italiana que escapa al estándard que últimamente aterriza en las salas porteñas y por estar frente a un film profundo, crudo y conmovedor a la vez.
Los directores italianos Antonio Piazza y Fabio Grassadonia reconstruyen en Luna, una fabula siciliana, el crimen de Giuseppe Di Matteo, un niño secuestrado y luego asesinado por la Cosa Nostra en Sicilia, solo que esta vez se alejan del horror y mezclan la realidad con una profunda fantasía. Desde su nacimiento y ascenso al poder al margen de la ley, el cine retrató diversas versiones de la mafia italiana. Con nostalgia, reprobación, moralismo, pero por sobre todo, fascinación. Los cineastas Fabio Grassadonia y Antonio Piazza, crecieron en Sicilia durante los años ochenta y noventa, cuando la Cosa Nostra tenía un poder económico y militar total. En ese difícil contexto hubo gente que aprendió a sobrevivir o a cerrar los ojos, mientras que otros buscaron una forma de cohabitación. Hubo un hecho en particular que impactó de tal forma a la sociedad siciliana, que ambos lo adaptaron en clave de ficción. “Dedicado a Giuseppe Di Matteo (1981-1996), el chico secuestrado por la Mafia, mantenido prisionero por 779 días, estrangulado y luego disuelto en ácido”, reza la placa final de Luna, una fabula siciliana. A pesar de estar basada en un hecho real, el segundo largometraje de los directores narra otra perspectiva al horror ejercido en esos años. A través del cuento, “Un cavaliere blanco”, escrito por Marco Mancassolla, construyen una fabula sobre el primer amor, la perdida de la inocencia y la unión de ambos como lucha contra la corrupción. Un relato que abarca diferentes aristas y que profundiza el realismo fantástico. Giuseppe es el hijo de un importante miembro de una familia, que en un interrogatorio policial, rompe la ley de silencio siciliana y proporciona nombres y datos de integrantes de la mafia. La traición de su padre lo convierte en el perfecto chivo expiatorio y una victima inocente de un sacrificio siniestro y alienante. Luna, su compañera de colegio y eterna enamorada de él, se niega aceptar su misteriosa desaparición. Lo encuentra en sus sueños y su espíritu esta presente en cada momento. Su desconsuelo será el motor que inicia una búsqueda desesperante por encontrarlo. El destino de Giussepe ya esta escrito, pero el amor de Luna reconstruye su alma y se torna en una presencia sobrenatural que la protege. Juntos emprenden un viaje emocional y sensorial entre el mundo de los vivos y los muertos. La particularidad del film es que no se queda con la simple descripción de un caso policial sino que lo convierte en una fabula poética sobre el primer amor adolescente. La mirada de los jóvenes se revela contra el mundo cotidiano y se traslada a un universo paralelo. Luna y Giussepe se encuentran allí para destruir sus identidades previas y evadir el contexto terrible del secuestro, eso les permite crear otro final donde sus almas se unen para siempre. Y aunque ambos atraviesan experiencias terribles, nunca se olvidan de su humanidad y jamás traicionan sus valores. La muerte, la soledad y la impotencia forman parte de un dolor interminable y que van estar siempre presentes a lo largo de su historia. Otra de las características es que utiliza la representación de un búho como testigo de todos los acontecimientos y que al mismo tiempo es el narrador secreto de la historia ya que empieza y termina con su imagen.
HORRORES QUE NO SON CUENTO Giuseppe Di Matteo era el hijo de un integrante de la mafia siciliana que se sumó a un programa del Estado para denunciar a los suyos. Lo que se conoce como un soplón. La respuesta de la mafia fue la de secuestrar al chico -tenía 10 en ese momento-, mantenerlo cautivo durante dos años, estrangularlo y finalmente disolver su cuerpo en ácido. Luna, una fábula siciliana aborda esa historia real ocurrida en los 90’s en Italia pero alejándose todo lo posible del retrato tradicional de un biopic: por lo tanto no tenemos un seguimiento riguroso de los hechos, ni siquiera una narración cronológica. Fabio Grassadonia y Antonio Piazza, desde la dirección, reconstruyen ese episodio adosándole la textura de uno de esos cuentos clásicos que escondían en simbolismos y metáforas el horror y la perversión humana, incluyendo en la operación lúdica a una caperucita roja como heroína. Si los cuentos tenían esa capacidad de releer los miedos de sociedades pasadas, esta película recrea esa estética para repeler horrores más contemporáneos. El punto de vista que sigue la película es el de Luna (Julia Jedlikowska), compañera de escuela y enamorada del malogrado Giuseppe (Gaetano Fernandez). Por eso que los hechos policiales aparezcan de manera tangencial y la película se permita toda la libertad posible para contar un cuento que es de lo más truculento. Es su mirada adolescente, su encandilamiento, la que habilita los excesos poéticos de la película, la que también sostiene la construcción de esa madre en un personaje de caricatura, casi una bruja de los hermanos Grimm. Los adultos que aparecen en el film siempre lo hacen bajo la óptica de la protagonista, que a partir de la tragedia romántica que la abruma y la obsesión para que se busque a Giuseppe comienza a sumergirse en un universo interior, repleto de elementos mágicos que funcionan como canalizador de la angustia de lo real. Si bien podemos acusar a Grassadonia y Piazza de abusar de recursos poéticos y de excederse en ciertos simbolismos, no se puede decir que Luna, una fábula siciliana no sea un film decididamente arriesgado y provocador, que aún siendo riguroso en su forma es bellamente libre para reconstruir una historia real y trágica con las herramientas del cine y sin dejar de lado lo incómodo. En todo caso, ante un cine italiano que se balancea entre comedias televisivas de lo más berretas y autores consagrados en la última recta de su carrera, la presencia de esta dupla es revitalizante para una cinematografía bastante adormecida. Hacia el final la película busca tranquilizar un poco pensando en cierta metafísica del amor que se convertiría en eterna. Pero de fondo, en el último plano, se pueden ver las ruinas de un país cuya historia parece erigirse sobre los fantasmas de las generaciones pasadas. De esa circularidad donde la muerte es moneda corriente parecen querer escapar Luna y su mundo fantástico.
En la mejor línea de todo el film, un personaje dice: “¿Sabes qué dicen en Rusia? Que cada vez que hay un momento de silencio, nace un policía”. El otro responde: “Aquí nace un mafioso”. El diálogo es entre dos amigas adolescentes; una de ellas, Luna, está profundamente enamorada de Giuseppe, su primer amor. La escena es poderosa porque en ese pasaje el pesimismo es ubicuo y la expresión alude a un determinismo social que evapora cualquier atisbo de esperanza. La aseveración nace del dolor y el desencanto: Giuseppe no aparece, nadie quiere buscarlo y Luna ya no sabe qué puede hacer. Dedicada a la memoria de Giuseppe Di Matteo, secuestrado por 779 días para que su padre dejara de delatar a miembros de la mafia, los directores Fabio Grassadonia y Antonio Piazza reconstruyen el evento matizándolo con una historia de amor juvenil y elementos fantásticos.
Siempre se dijo que no hay que juntarse con los malos. Que el que mal anda, mal acaba. Aceptar estos consejos es difícil. Mucho más si uno es adolescente y está enamorado. Como está Luna (Julia Jedlikowska), que vive en Sicilia con sus padres, va a un colegio donde uno de sus compañeros es Giuseppe (Gaetano Fernandez), y se atraen mutuamente. Lo que se intuye como una idílica historia de amor se modificará drásticamente con el secuestro del muchacho. Este hecho también provocará un cambio de carácter en Luna y va a complicar mucho la relación con sus padres, especialmente con su madre a la que desoye sus consejos. Ella tiene a su mejor amiga Loredana (Corinne Musallari) como aliada en su cruzada para poder entender y descubrir lo que le pasó a Giuseppe. La película dirigida por Fabio Grassadonia y Antonio Piazza cuenta la historia verdadera de lo ocurrido con el hijo de un mafioso arrepentido, que se convirtió en informante de la policía. Porque lo raptó la mafia siciliana en 1996 y lo mantuvo cautivo 779 días. Pero no está narrado de un modo clásico. Sino como un cuento fantástico, donde lo irreal y lo real conviven de manera armónica para suavizar un poco el drama padecido por el adolescente. El film transcurre con dos relatos en forma paralela. Por un lado, Luna, que, en su mente, los sueños y la realidad se mezclan constantemente, para reflejar el “exterior” del cautiverio. Porque ella, con su tenacidad, busca fervientemente, y hace todo lo que está a su alcance, para encontrar a Giuseppe. Hurga no sólo en el bosque cercano a su casa sino también, en su imaginación. Y cree lo que sueña. Por otro lado, el chico en su celda, sufre el maltrato día a día, por lo que recurre a “volar” con sus pensamientos para escapar de allí y encontrarse con la chica. De algún modo ambos están privados de su libertad. No importa quien está adentro o afuera. Uno está atado al otro, unidos por sus pensamientos y deseos. El deterioro físico y mental de ellos va incrementándose con el correr del tiempo y no hay quien lo frene. Dentro de una gran labor cinematográfica, valorada por sus elementos técnicos, especialmente la fotografía, la iluminación y el sonido ambiente, exacerbado en ciertos momentos. Junto a la actuación de los personajes principales, todos medidos y dirigidos con precisión, se contrasta con la reiteración de los momentos de ensoñación por parte de ambos como un modo de edulcorar la tormentosa historia, que termina siendo no del todo beneficioso para el resultado final.
Con pulso poético, que toca de modo consciente al cuento de hadas, Luna: una fábula siciliana recrea el hecho traumático que significara el secuestro y muerte del niño Giuseppe Di Matteo (tenía 13 años), a manos de la mafia siciliana, en 1993. Sin caer en voluntad alguna omnisciente o sapiente de todo detalle, el film de la dupla Fabio Grassadonia y Antonio Piazza -los responsables de Salvo, de 2013‑ prefiere la recreación libre, se aleja de los datos documentales, y permite al film revolotear alrededor de la figura de su personaje. Así como lo hiciera el director Steven Shainberg en Retrato de una pasión, de cara a la fotógrafa Diane Arbus, enmarcada en una imaginería de cuño carrolliano, otro tanto sucede aquí. Pero a diferencia de ese film norteamericano, los realizadores italianos optan por una figura paralela, que sea contrapunto y principal protagonista. De esta manera, Luna es quien sigue a Giuseppe desde un primer momento, en secreto. La secuencia inicial ya expone las piezas del drama: un sendero guía a los niños a un bosque, a su belleza y silencio, hasta que el rugido de un rottweiler provoque la ruptura y constituya el mal presagio. Como si fuera el lobo feroz del cuento, el perro guardián sabrá esperar una segunda oportunidad. Los realizadores italianos optan por una figura paralela, que sea contrapunto y principal protagonista. Luna, por su parte, convive con una edad que la inquieta, que le plantea diferencias con sus padres: él es atento con ella, pero todavía la mira como la niña que está dejando de ser; la madre, por otro lado, es una especie de figura de cera vieja, que se desvencija mientras trata de parecer lo que irremediablemente no puede. En otras palabras, una familia que se sostiene por costumbre, con este fusible que es Luna, entregada a un enamoramiento prohibido. Es decir, todos saben qué hay detrás de Giuseppe pero nadie lo dice. Un secreto a voces con el que Luna tendrá que pelearse y dilucidar. Será ella, justamente, quien pregunte desesperada en la escuela por la ausencia prolongada del compañero. El pupitre permanece vacío, pero nadie parece tomar demasiada atención al hecho. A excepción de ella. Esta invisibilidad trocará en sueños, porque Luna -su nombre lo indica‑ los invoca. Descansa en ellos y les cree. Si el mundo adulto no puede o no quiere dar respuesta, será entonces el camino de ese sendero compartido, soñado, el que la guíe de otras maneras. Al hacerlo, Luna pone en jaque al tejido social, la pelea será ardua. Puesto que se trata de cine, ningún medio mejor para materializar esta posibilidad: ¿dónde comienza o culmina el sueño? No tiene sentido precisarlo. De este modo, la película da razón también al título original: Sicilian Ghost Story alude a fantasmas. Ellos pueden ser verazmente invocados por el cine, que les materializa y devuelve a la vida. El film guarda, por otro lado, un parentesco notable con una de las obras maestras del argentino Carlos Hugo Christensen: en Si muero antes de despertar, film de 1952, el realizador versionaba los miedos infantiles a partir de un relato de William Irish. Con maestría, Christensen adentra al espectador en un derrotero de caramelos tristes, con presagio mortuorio. El niño protagonista era testigo desesperado de la ausencia de sus compañeritas de escuela, secuestradas a la salida del colegio pero resguardadas por el silencio disimulado de los mayores, incapaces de dar respuesta. A la búsqueda de ellas, entonces, se dirige el pequeño, tras las huellas de una historia que le dirigirá hacia la misma morada del lobo. El desenlace es excelente, de un temor a punto de volverse realidad. Así como en aquel film, Luna: una fábula siciliana elige un ánimo nocturno, de pinceladas amarillas, azules, hermosas pero roídas por un clima de sótano. Luna es una soñadora, está enamorada, se da cuenta de que los adultos no son lo que dicen o parecen. Es una pieza de reloj desajustada, capaz de reanimar el entorno y vivificarlo. En suma, ella es una ebullición que lleva a preguntar acerca de ese otro estado de ánimo, aletargado y engrilletado, que debe haber sido ese otro niño, espejo de este relato y de nombre Giuseppe, a quien está dedicada con amor la película.
ESENCIAS RECONOCIDAS Una superficie rocosa que se vislumbra en la mezcla de destellos dorados y en tonos tierra, el eco ensordecedor de una gota al caer y una cámara que se desplaza, por momentos, en forma envolvente y pausada sobre esa textura enigmática, atrapante y de dificultosa identificación. ¿Una cueva? ¿Un sótano? ¿Un sitio irreal? La respuesta se explicita en la última parte de Luna, una fábula siciliana, aunque las marcas estuvieron a la vista todo el tiempo. Pero el hecho de rastrearlas y volverlas reconocibles –este es sólo un ejemplo– se convierte en una de las propuestas principales de los directores italianos Fabio Grassadonia y Antonio Piazza a lo largo de esta película. Para llevarlo a cabo, primero combinan el suspenso con la fantasía a través de la interacción de los numerosos motivos y el uso de los detalles que resignifican el pasaje de uno a otro en cada aparición y los vuelve un todo indivisible. Por ejemplo, las estrellas dibujadas en el sobre que le da Luna a Giuseppe y las luces de las linternas con las que ella y su amiga se comunican devenidas en pequeños puntos luminosos, el caballo que le remite al chico, el corte del pelo de varios personajes o el uso del azul (para teñirse, el agua, la noche y el veneno de las ratas), entre otros. Luego lo acentúan a partir del juego de dos aspectos: por un lado, uno más ligado a lo psíquico a través de las pesadillas/ visiones/ imaginación de Luna –se alude a ellas pero jamás se les da un nombre específico– que la conectan con la búsqueda del chico; por otro, uno asociado a los relatos orales y del imaginario popular que permiten identificar al bosque y al lago como espacios “mágicos”, misteriosos, sobrenaturales de los cuentos y las fábulas (el dibujo en la pared del cuarto de la joven termina por subrayarlo). De esta forma, los sitios actúan tanto como centros de contacto para el traspaso o fusión de los géneros como de comunicación entre las esencias de ambos adolescentes. Si bien la película está dedicada a Guiseppe di Matteo, el hijo de 13 años del ex miembro de la Cosa Nostra Santino di Matteo, que estuvo secuestrado durante 779 días por la mafia en los años 90 como castigo por el arrepentimiento de su padre y la cooperación con la policía, los directores le imprimen un giro gracias al cambio constante de los universos, de los géneros y del condimento romántico –tal vez, un poco forzado por momentos– para mantener en vilo el transcurrir del secuestrado, del entorno, las conexiones y los intentos de hallazgo del paradero del joven. “Para mí si sueñas con algo, significa que puede existir” le confiesa en la carta que él guarda como amuleto durante su cautiverio. En esa frase está la clave de Luna, una fábula siciliana porque, a final de cuentas, sueño y realidad devienen en ese todo indivisible; en el desafío de identificar y creer en las marcas que están al alcance de la vista. Por Brenda Caletti @117Brenn
Una pareja de niños sale de la escuela y se adentra en el bosque. Él juega con una mariposa. Ella lleva consigo un sobre rojo que más tarde le entregará. Luego que Giuseppe (Gaetano Fernández) la salve de los ladridos de un rottweiler convirtiéndose en su héroe, ella accede a un pequeño paseo abordo de su motocicleta. Alrededor de esa escena, la inocencia flota en el aire, especialmente en el amor de estos pequeños de trece años representado en un primer beso que tuvo como testigo a un caballo.
“LUNA, UNA FÁBULA SICILIANA” Una fantástica fuga de lo inenarrable Ignacio Andrés Amarillo iamarillo@ellitoral.com En 2011, Marco Mancassola publicó el libro de cuentos “Non saremo confusi per sempre” (“No estaremos confusos para siempre”), con el que se ganó el Premio Fiesole Narrativa Under 40 por retomar desde la fantasía los hechos más dramáticos de las noticias italianas. De uno de esos cuentos, “Un cavaliere bianco” (“Un caballero blanco”) se prendieron los realizadores Fabio Grassadonia y Antonio Piazza para su segundo largometraje conjunto. De ese cruce entre fantasía y realidad sacan el combustible de la narración, que se desarrolla en una permanente fusión de registros. Esto le da a la película una serie de desplazamientos, raíz de unas tensiones que dejan al espectador en permanente incomodidad. El título en nuestro país habla de una fábula, pero el original, en inglés (algo peculiar, siendo una coproducción ítalo-franco-suiza) nos remite a una ghost story, una de esas arquetípicas historias de fantasmas como para contar en el bosque, con la linterna abajo del mentón, arrancando con “sabían que una vez un chico...”. Desaparecido Estamos en los ‘90, en una villa siciliana rodeada de bosques y colinas. Luna es una chica avispada pero sensible, que está terminando la escuela primaria, y “bebe los vientos” por Giuseppe, un muchacho con cara de bueno al que le gustan la naturaleza y la equitación. Se apoya en su amiga Loredana, porque su madre está en contra del acercamiento al chico: su padre está preso por mafioso. La fascinación empieza a ser mutua, pasando de las cartitas con dibujos al primer beso. Pero la oscuridad se hace sentir en todo momento, y explota cuando Giuseppe es tomado como rehén para que a su padre no se le ocurra delatar a viejos compañeros: la historia se basa como dijimos en un caso real, el de Giuseppe Di Matteo, que no desarrollaremos aquí para no spoilear la trama. En ese mundo donde la mafia es una parte del paisaje, como las colinas o las ruinas griegas (Sicilia era parte de la Magna Grecia, y sí, se captura la belleza de ese paisaje), Giuseppe desaparece y a nadie parece importarle. Primero es un banco vacío en la escuela, pero parece que todos tienen una idea al respecto. “Giuseppe no está. ¿Qué hiciste tú?”, dicen los volantes que reparte Luna, la única a la que parece importarle la ausencia. La historia se abrirá entonces a dos puntas, y es allí donde la dimensión fantástica empezará a superponerse sobre el hecho concreto. Cruces y pasajes Hablamos de incomodidad, aunque quizás uno de los mensajes de la cinta es que nada más incomodo que la realidad más cruda. La verdadera tragedia de nuestro tiempo es cotidiana, banal, carente de épica. Pero es traumática, y el trauma es insoportable: para los protagonistas pero también para el cine, parecen decir Grassadonia y Piazza. ¿Cuáles son las “técnicas” que nos permiten evadirnos del trauma? Diría David Lynch (el de “Mullholland Drive” o “Carretera perdida”): en principio, la “fuga psicogénica”: un escape a la ensoñación, la fantasía o la locura ante una realidad inaceptable. Desde otro lugar, Guillermo del Toro (desde obras como “El espinazo del diablo” o “El laberinto del fauno”) aportaría: la salida narrativa es el cruce fantástico con correlato y efectos en el “mundo real”. En ambas fuentes, beben los directores y guionistas, en el cruce artístico del que estábamos hablando. De Lynch toman la recurrencia de lugares retenidos en el recuerdo: el interior del bosque, la linde de este, el embarcadero. También el forzamiento de la suspensión de la incredulidad (como en el clímax de la historia, en una carrera que pasa por esos lugares) y el recurso de poner elementos del cine de terror donde parecería que no van: la forma opresiva de filmar el bosque (alguno pensará en “La bruja”), la mirada subjetiva externa (¿quién mira?), la aparición que se mueve entre los árboles, la nota pedal en la banda sonora, que genera una tensión en el espectador. De Del Toro toman la preadolescencia (ese momento en que los niños perderían la conexión con lo sobrenatural, antes de volverse definitivamente adultos), el ser de conexión entre los dos mundos (la libélula en “El laberinto del fauno”, aquí el búho, que aparece desde el principio junto a otro elemento clave, el agua) y la acción misteriosa que permite resolver la historia con los diferentes “pasajes” para los protagonistas. Tampoco se descuida ese lado, el de los ritos de pasaje: Luna está dejando atrás la infancia, y hay una faceta de coming-of-age: la rebeldía ante los padres y los primeros escarceos amorosos, uno relacionado con el otro. Los momentos de ternura y el estallido rockero con Smashing Pumpkins (una marca de época) nos dan algún respiro. Porque también está el lado oscuro, más allá del artificio, la tragedia banal y cotidiana nos son mostrados con pocos (y dramáticos) elipsis y fuera de campo. Hallazgos El director de casting, Maurilio Mangano, hizo la hazaña de hallar a los jóvenes protagonistas, debutantes en las lides cinematográficas: Julia Jedlikowska y el hispano Gaetano Fernández, palermitanos a pesar de sus apellidos. Jedlikowska (descubierta en su escuela y la última que consiguieron) soporta todo el peso dramático como Luna: el amor, la furia, la tristeza, la esperanza, le pertenecen, con un rostro que sostiene los primeros planos y se hace querer por la cámara. Fernández se hace cargo de la doble presencia de su personaje, como el muchacho bonachón y como el prisionero estoico. Entre los secundarios se destaca otra jovencita, Corinne Musallari como Loredana, único sostén espiritual y en la acción de Luna: la hija del quesero que se volvió dura con un padre manolarga y varios hermanos varones. La suiza Sabine Timoteo encarna una madre de la protagonista desesperante, sinuosa en sus modos, que apenas deja entrever un costado humano. Filippo Luna le pone el cuerpo al mafioso encargado de la mayor parte de la operación, mientras que Vincenzo Amato se hace cargo del padre de la niña, un hombre bueno pero débil de carácter. Tres jóvenes más debutaron en el filme, con fugaces apariciones: Federico Finocchiaro (Calogero, un noviecito de Loredana), Andrea Falzone (Nino, su primo medio personaje) y Lorenzo Curcio (Mariano, el compañero de curso cruel pero por inmaduro). Con esos rostros y cuerpos los directores esbozan una tragedia que, finalmente, puede tener alguna épica, o al menos darle un sentido a lo inenarrable. “Luna, una fábula siciliana” “Sicilian Ghost Story” (Italia-Fracia-Suiza, 2017). Guión y dirección: Fabio Grassadonia y Antonio Piazza, sobre el cuento “Un cavaliere bianco” de Marco Mancassola. Fotografía: Luca Bigazzi. Música: Anton Spielman y Soap&Skin. Edición: Cristiano Travaglioli. Diseño de producción: Marco Dentici. Elenco: Julia Jedlikowska, Gaetano Fernández, Corinne Musallari, Vincenzo Amato, Sabine Timoteo, Filippo Luna, Lorenzo Curcio, Andrea Falzone, Federico Finocchiaro, Antonio Prester, entre otros. Duración: 126 minutos. Apta para mayores de 16 años. Se exhibe en Cine América.
Una chica desaparece misteriosamente y un joven decide ir tras ella. Lo que implica introducirse en un universo totalmente fantástico, no poco terrorífico. El título es preciso: es una fábula, el mundo siciliano florece y da marco y credibilidad al cuento, y giran por allí los fantasmas, Hay un romanticismo nada despreciable y un enorme cuidado por la imagen y la sugestión que vuelven recomendable esta pequeña película.
La mafia no enamora Es una historia de amor, es un relato fantástico y también un crudo alegato sobre la mafia. “Luna, una fábula siciliana” parte de un hecho real ocurrido en el sur de Italia en 1993, cuando secuestraron al adolescente Giuseppe Di Matteo y lo mantuvieron en cautiverio durante 779 días. Fabio Grassadonia y Antonio Piazza parten de este drama para hacer foco en un relato que tiene al amor y a la esperanza como eje, pero también a esa lucha por ir en busca de lo que uno cree y siente hasta las últimas consecuencias. En el afiche de la película se lee “si sueñas con algo significa que existe”, y vaya que es acertada la frase para el derrotero de Luna. Ella se enamora de Giuseppe, un compañero de colegio, que es de otra clase social y representa a lo prohibido. No sólo se opone la familia de Luna, sino que todos saben que el padre de Giuseppe es un soplón de la policía. Y la mafia no perdona. Un día lo secuestran a Giuseppe y parece que a nadie le interesa, pero Luna se enfrentará a todo y a todos para saber dónde está su enamorado y qué hicieron con él, aunque su vida también corra peligro. Hay un giro hacia lo fantástico que por momentos es excesivo, pero el filme mantiene hasta el final un equilibrio entre la denuncia, lo poético y lo romántico.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.