La unión no hace la fuerza Basada en un historia real, la película de Niki Caro McFarland: Sin Límites (McFarland, 2014), trae a Kevin Costner como Jim White, el líder de un equipo de corredores que con esfuerzo y voluntad pudieron posicionar al pequeño pueblo de inmigrantes latinos del título entre los mejores de USA. White es un coach que ve como su carrera sufre altibajos como consecuencia de su temperamento. Ante la mínima falta de respeto de uno de sus alumnos brota de ira y termina siendo reubicado en otros escenarios. Al llegar a McFarland, entiende que tiene la última oportunidad de adaptarse a un ambiente lejano a él y su familia, donde no comprende el idioma, pero logra igualmente compenetrarse con sus vecinos tras la posibilidad de armar un equipo de cinco corredores para entrar a una competencia estatal. Cada uno de los jóvenes tendrá sus problemáticas y junto a él verán como con –mucho- esfuerzo se pueden superar los obstáculos y alcanzar las metas. McFarland: Sin Límites está llena de clichés y lugares comunes, al hacer del multiculturalismo una bandera políticamente correcta que termina por conformar un discurso poco jugado. Será sólo gracias a la presencia de Costner, María Bello (su mujer) y Morgan Saylor (su hija) que el film aporta algo interesante a los estereotipados papeles que interpretan. El contraste entre culturas, cargado de sentimentalismo, ubica al argumento en la línea de películas que intentan presentar al otro como un extraño pero que termina por ayudar al protagonista a definirse en su misión de vida. No hace mucho Disney estrenó Un golpe de talento (Million Dollar Arm, 2014), con el deporte como vector y la otredad como impulsor de la historia, y en la que también actúa una estrella (Jon Hamm) como principal atractivo. Hay una clara intención corporativa de presentar al trabajo en equipo de las clases más bajas como lo necesario para mantener un statu quo, porque si bien la pasión y el esfuerzo se logran comunicar, todo lo anteriormente mencionado le resta fuerza a una historia que ya ha sido contada infinidad de veces y que sólo suma por Costner y compañía.
McFarland es una pequeña ciudad en baja California, donde la población latina o hispánica, según el censo del 2010, superaba el 90 por ciento. Ese dato ya se anticipaba en 1987, cuando la historia que este film trae, mostraba la integración étnica del lugar. Un espacio alejado, áspero, donde el trabajo de la tierra es el principal sustento local, es el escenario de una trama donde se dan cita el deporte, la superación y la solidaridad. El entrenador White (Kevin Costner) llega a McFarland luego de una experiencia desafortunada en Boise. La verdad es que es un hombre simple, pero como todos, en algún momento reacciona. Y siendo docente ese tipo de detalles hay que cuidar. Luego de un problema con el equipo de fútbol debe reubicarse y el destino no es muy alentador. Como ya dijimos, este poblado está plagado de mexicanos y el choque cultural se hace evidente ya en su entrada al lugar... Pero White, luego de sondear su trabajo (como profesor de Educación Física) y pelearse con un colega, solicita entrenar un grupo de la escuela en cross-country. Disciplina que eligen las escuelas pudientes del sistema, nadie cree que su objetivo pueda cumplirse. Sin embargo, su buen ojo le permite darse cuenta que en sus alumnos hay potencial para el deporte. Son recolectores de verduras y frutas, pero además corren rápido. Con algo de entrenamiento podrían intentar dar el golpe. Entonces Jim se decide a juntar voluntades y con un poco de astucia logra ponerse al frente de 7 chicos de preparatoria que realmente, harán historia en el deporte. Niki Caro (cuyo máximo logro como directora fue, sin dudas, "North Country") elige rodar para Disney el clásico film de superación donde el esfuerzo es premiado con el éxito. El sueño americano es alcanzable y los vínculos entre los integrantes del equipo son centrales para el logro. Todo prolijo, bien contado y sin grandes matices. El guión de Grant Thompson peca de sostener "el gran sueño americano" presente en todo momento. Los chicos de la banda (con Carlos Pratts a la cabeza) son simpáticos pero bastante planos actoralemente. Costner hace un rol parco, donde luce poco, lo justo para hacer su personaje creíble, pero no memorable. María Bello como su esposa está mejor, pero no hace la diferencia tampoco. Pasa que "McFarland" no requiere más que estos estereotipos, la de los americanos que deben aprender (o recordar) de otra cultura, valores y estrategias para destacarse en alguna actividad. Aquí los pocos gringos aprenden de los latinos muchas cosas. Entre ellas, está la importancia de la familia y el respeto por el diferente. Políticamente demasiado correcta, "McFarland" (historia real, por supuesto) es una cinta aceptable aunque de a ratos anodina. Levanta al final (obvio) aunque por momentos parece un panfleto pro-integración latina, ahora que dicha comunidad va aumentando exponencialmente su número en USA. No es una gran película pero si consigue transmitir sus intenciones de una manera honesta.
A la medida de Costner. Un actor que se vincula fácilmente con las historias deportivas y que carece de su cinismo en su actuación y en su personalidad, se carga esta trama llena de humanidad y emoción. Jim White (Kevin Costner) es un entrenador de fútbol americano juvenil que se ha quedado sin trabajo. Ha tenido un problema con sus entrenados, jóvenes norteamericanos irrespetuosos, poco comprometidos con el deporte. En ese incidente inicial están las primeras ideas de la película. Los jóvenes norteamericanos no valoran lo que tienen, no pelean para obtener mejores resultados. Pero White y su familia van a redescubrir el sueño americano cuando él consigue un trabajo en McFarland, California. Al llegar al pueblo descubre que no hay WASP (blanco anglosajones protestantes) sino una población íntegramente conformada por inmigrantes mexicanos y sus hijos. Allí White será profesor en un colegio secundario y con algo de desgano les dará clases de educación física a los adolescentes del lugar, también muy escépticos acerca del nuevo profesor "Blanco". Estos jóvenes estudian pero también trabajan a destajo en los campos como agricultores, nada les es gratuito, nada les resulta fácil. Cuando White descubra que tienen un gran talento para correr, se le ocurrirá la absurda idea de formar un equipo de cross country con los jóvenes de la escuela. Tampoco White sabe nada de entrenar corredores. Todos deberán aprender. Con esa consigna sencilla, tradicional, con la clásica historia del equipo de “tapados” que debe luchar por encontrar su lugar, la directora Niki Caro arma una historia muy emocionante, llena de humanidad, construida alrededor de personajes nobles. Claro que Kevin Costner es el actor para esta clase de películas. Tanto por la facilidad con la que él se vincula con las historias deportivas, como por la carencia de cinismo en su actuación y su personalidad. Porque una de las cosas que caracteriza a McFarland es su falta de cinismo. No hay película menos cínica este año que la que aquí comentamos. Es difícil que una película de deportes lo sea, más cuando se trata de esta clase de equipos, pero igual llama la atención en los tiempos cínicos que corren, que una película tenga esa nobleza directa chapada a la antigua. Y una bajada de línea extra: la película es la más contundente y clara defensa de los mexicanos inmigrantes en Estados Unidos. De hecho el título original es McFarland USA aludiendo a la idea de que es este pueblo mexicano el que mejor entiende la idea del sueño americano. El esfuerzo, la ética, la confraternidad, todos valores que la película defiende. La película es una agradable sorpresa con una postura política y humana transparente y con uno de los más americanos actores que tiene el Hollywood contemporáneo.
Honesta y emotiva mirada al deporte. Ejemplo perfecto de lo que en la jerga del cine se conoce como crowdpleaser (películas amables diseñadas para agradar a toda costa), McFarland es de esos productos que conmoverán hasta las lágrimas al segmento de público más emotivo e irritarán hasta el enojo a los más cínicos. Suerte de cuento de hadas inspirado en un caso real, este film producido por Disney y dirigido por la neozelandesa Niki Caro (Jinete de ballenas, Tierra fría), McFarland reconstruye la historia real de Jim White (Kevin Costner), un maestro sin empleo que en 1987 llega con su familia al decadente pueblo californiano Central Valley, cuya comunidad es casi íntegramente de origen mexicano. Una vez vencidos los inevitables prejuicios iniciales, Jim descubrirá que varios de los alumnos de la escuela tienen capacidades poco habituales para las carreras de largo aliento y se convertirá, así, en el entrenador del equipo de cross country. Será el comienzo de una épica deportiva, pero -claro- también de fuertes implicancias sociales. Más allá de algunos pocos excesos y golpes bajos, Caro mantiene el film dentro de un tono noble y honesto, apoyado en la jerarquía de Costner y Maria Bello (la esposa del protagonista). ¿Qué es una apuesta dominada por la corrección política, que aboga por la integración en un país marcado en muchos casos por la xenofobia como los Estados Unidos? Puede ser. Pero McFarland es, también, un sólido entretenimiento, que -por suerte- excede el marco de las buenas intenciones.
Una vez más, Disney se despacha con uno de esos cuentos de hadas que le salen tan bien. Los condimentos: algo de lo que podría considerarse ‘elemento exótico’ (ahí entran las tradiciones e iconografía mexicanas que desfilan por el pueblo que le da título al film) y el choque cultural que eso provoca ante la llegada de una familia bien gringa; el elemento deportivo (hoy, carreras de cross country) y el clásico componente ‘underdog’, de un equipo que tiene todas las de perder pero intentará sobreponerse a los obstáculos. El año pasado fue “Million Dollar Arm”, y no quiero entrar otra vez en el reparo de cómo Disney se engolosina con lo exótico, no desarrollándolo con profundidad o llevándolo, en su defecto, al lugar del estereotipo caricaturesco. En este caso, “McFarland, USA” no sale airosa de un trabajo que, entiende uno, podría requerir de un hilado más fino. No estamos hablando de “Slumdog Millionaire”, aquel film donde la fantasía justificaba prácticamente todo, sino de una historia con un tono reposado, realista que, sin embargo, en las manos de Niki Caro, sostiene a flor de piel la ilusión con un exceso de cursilería cuestionable. Caro –como Lasse Hallstrom, por tirar un lacrimógeno predilecto de la casa- conquistó Hollywood a base de emotividad y misticismo. Hablo de “Whale Rider”. Luego es probable que haya pisado un poco en falso, pero (y aquí nos metemos en el terreno de la apreciación personal) hoy Disney le permite volver a lo que le sale mejor, y la neocelandesa lo resuelve con eficacia y soltura. Claro que se pierden algunas cosas en el camino, como el desarrollo de ciertos personajes en pos de una concentración hacia la hazaña central de la historia. Claro que hay secuencias de montaje de más (alguno de los entrenamientos) o largas (el lavado de autos); ni hablar de golpes de efecto visuales y auditivos de los cuales la directora abusa sin dudarlo un segundo (incontable la cantidad de planos detalle de las zapatillas de los corredores, ralentis innecesarios, miradas sostenidas y música que empalaga). Pero da la –grata- impresión de que ella siempre sabe dónde está lo que pregonaba aquella hermosa canción de Don Henley: The Heart of the Matter; el corazón de la cuestión, el quid del asunto. Se da cuenta, en varias escenas que podrían perder por repetitivas, de que las palabras muchas veces sobra y hay momentos en los que el silencio es imprescindible. Además –y esto aquí no es menor- está Kevin Costner. Él es el protagonista absoluto, entiende todo, nunca abusa y en esa magnífica economía de recursos, termina por amplificar una emoción que, al menos en esta ocasión, resulta genuina.
Coach White Kevin Costner y los films deportivos son como el fresco y el dulce de batata, como Guillermo y Palermo, como la pizza y la cerveza. Juntos se complementan, se fusionan y crean una especie de amalgama del celuloide inclasificablemente hermosa que camina hacia la gloria con el éxito asegurado. Es que Costner puede ser, con una presencia única, desde un amateur golfista que llega a las finales del US Open (Tin Cup, de Ron Shelton), pasando por un manager de NFL que busca por todos los medios posibles no perder su puesto (Draft Day, de Ivan Reitman), para terminar en su última película (McFarland, de Niki Caro), donde interpreta a un inexperto entrenador de Cross-Country que intenta cambiar la vida de unos chicos con un futuro nublado. McFarland es un pueblo de California habitado en su mayoría por latinos. Allí no hay menúes con grasosas hamburguesas o costillas de cerdo a la barbacoa, no suena Bruce Springsteen en las calles, no existen grandes cadenas de supermercados, pero sí encontraremos tacos o enchiladas a raudal, Luis Miguel para presentar un curioso desfile y una despensa que no cierra hace bocha de años. A fines de los 80’s llega Jim White (Costner) a McFarland, un entrenador universitario de fútbol americano que llega allí para encausar su tumultuosa carrera. ¿Y con qué se encuentra? Con que su temperamento le vuelve a jugar una mala pasada y es expulsado del equipo de fútbol americano. Pero no todo está perdido: analizando las aptitudes de un grupo de jóvenes, se le ocurre la idea de ingresarlos en la competencia estatal de Cross-Country (una modalidad del atletismo), a pesar de la inexperiencia de todos los participantes. Después de varios traspiés, decepciones y discriminación por doquier, ahí van el bueno de White y sus muchachos haciéndose camino al andar, intentando que las diferentes culturales convivan y se complementen para conseguir el deseado premio y un futuro más promisorio. McFarland tiene todos los lugares comunes de las películas deportivas pero hay en ella una solidez narrativa y un cúmulo de buenas intenciones que la hace digna de valorar. Hay dos films con los cuales McFarland tiene fuertes puntos de contacto y casualmente ambos están basados en historias reales y tienen al básquet como piedra basal deportiva. El primero es Juego de Honor (Coach Carter, de Thomas Carter). Allí un encendido Samuel L. Jackson luchaba contra el sistema educacional para entregarle a sus jugadores un futuro universitario que al comienzo del año lectivo era inimaginable. El segundo es Ganadores (Hoosiers, de David Anspaugh), donde un descomunal Gene Hackman (te extraño todos los días, Gene, dejá la poesía y volvé a actuar, por Dalma y Giannina te lo pido) llegaba a un hostil pueblucho de Indiana luego de algunos problemas de conducta. El deporte como instrumento principal para conseguir un futuro universitario y la conflictiva construcción de la figura del entrenador son los puntos donde McFarland se toca con los mencionados films deportivos. Kevin Costner a sus 60 años sigue teniendo ese fuego sagrado propio de las grandes estrellas. La película que ahora nos convoca posee en la inoxidable figura de Kevin Costner su jugador franquicia para destacarse. Costner sigue teniendo, con sus 60 primaveras recién cumplidas, ese fuego sagrado propio de las grandes estrellas. María Bello, consistente y bella como siempre, encabeza el elenco secundario que acompaña muy bien al medular director de Pacto de Justicia (western fundamental y obligatorio). Bien por McFarland que consigue transmitir a nuestros corazones deportivamente frustrados esa mística que por dos horas nos hará correr y correr para ser los campeones estatales de Cross-Country. Gracias, Kevin Costner por otra buena película deportiva en tu inestimable carrera.
Crítica emitida por radio.
Está inspirada en una historia real ideal para emocionar: entrenador despreciado consigue un puestito en el pueblo del título, descubre que los chicos del lugar, hijos de mexicanos, que tienen que trabajar duramente, tienen la habilidad de correr. Se le ocurre armar un equipo de cross-country y armar un sueño épico. Lenguaje tradicional, melodrama.
Usted preguntará por qué corremos. Pese a ser una historia contada ya de mil maneras, “McFarland” emociona e interpela desde otro lugar. Correr ya está de moda, pero ojalá sea más que una moda esta avanzada del cine sobre historias que, por fin, dejan de estigmatizar a los latinos estadounidenses respetando su realidad. McFarland: sin límites, cuyo título original (McFarland, USA) era necesario respetar, logra algo de esto sin ser un tratado social ni una bajada de línea, lo que le da más méritos todavía. Es un cruce de mundos la película de Niki Caro. El profesor John White (Kevin Costner) está peleado con los jóvenes alumnos de su país, con su cultura. Despedido de varios puestos, recala con su familia en McFarland, California, un pueblito olvidado donde estudian los hijos de inmigrantes mexicanos, definidos como invisibles. Recolectores agrícolas que trabajan de sol a sol mientras van al secundario. Huyendo de los gringos, con su simbólico apellido, White tendrá su experiencia latina. En esa mezcla, que a veces tropieza, es cierto, con algunos estereotipos, está el fuerte de la película. White no deja de ser un gringo, pero escucha, y se conmueve con estos jóvenes invisibilizados. Y juntos avanzan en un relato colectivo, aprendiendo a correr en un equipo de cross country, que podría ser cualquier equipo. Hace rato que los estadounidenses vienen debatiendo el fin del sueño americano. Romper esa etiqueta, tiene que ver con la economía pero también con la cultura del consumo superfluo a la que han sometido, con gusto, a sus nuevas generaciones. En ese sentido, la película podría llamarse, también, McFarland: Baires. Corren y corren los chicos, empujados por la cultura del trabajo y el esfuerzo, y los dramas familiares y la necesidad de ser visibles, y corren contra la corrosión del carácter de las sociedades modernas. Siguiendo el título original del filme, podríamos pensar que son más USA que la otra USA, porque persiguen un sueño con esfuerzo, como dirían nuestros abuelos inmigrantes. Por suerte éstas son segundas lecturas, y la película se queda allí, en McFarland, con una historia emotiva, épica, que dicen fue real, allá, en 1987. Irrepetible. ¿Motivos para correr a verla? Kevin Costner, la historia y la inevitable reflexión. ¿Por qué correr? ¿Por qué motivo deberíamos correr?
McFarland es la mejor película deportiva que brindó Disney desde Milagro (2004), protagonizada por Kurt Russell, que narró la hazaña del seleccionado norteamericano de hockey sobre hielo en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1980. Desde fines de los años ´90, el estudio viene incursionando en este subgénero dentro de sus filmes live action con historias basadas en hechos reales. A partir del éxito que tuvo en el 2000 The Rookie (Dennis Quaid), Disney incrementó la producción de esta clase de propuestas que por lo general funcionan mejor en los Estados Unidos. En esta oportunidad la trama se centra en el primer equipo de corredores Cross Country de la escuela secundaria de McFarland. Una ciudad rural de California donde el 90 por ciento de la población es de origen latino. La gran mayoría de las familias viven de la actividad agrícola y tanto la ambientación como la cultura del lugar está más relacionada con México que con los Estados Unidos. En 1987 el entrenador Jim White (interpretado en el film por Kevin Costner) creó el primer equipo de carreras Cross Country de esa ciudad al descubrir que un grupo de alumnos del colegio secundario presentaban grandes condiciones para el atletismo. El film se centra en los orígenes de ese primer equipo, cuyos logros tuvieron un enorme impacto en la comunidad de McFarland. La dirección corrió por cuenta de Nikki Caro, responsable de esa gran película de Nueva Zelanda que fue Jinete de ballenas, estrenada en el 2002 En este proyecto hizo un gran trabajo con el desarrollo de los personajes y el ambiente social en el que se desenvuelven sus vidas. En ese sentido es uno de los dramas deportivos más sensibles que produjo Disney y la labor de Caro fue clave en esta cuestión. Kevin Costner presenta una muy buena labor dramática en rol del entrenador Jim White y se destaca especialmente con el discurso motivador que le da a sus alumnos al final del film, cuyo mensaje va más allá de las competencias de atletismo. Costner además formó un buen equipo con los jóvenes actores latinos que interpretan a los corredores de McFarland, quienes no contaban con experiencia en el cine. Este es otro aspecto del film donde fue importante el trabajo de la directora. Más allá de ser una propuesta muy entretenida, una característica especial de esta producción es que el conflicto se enfoca en el tema de la inclusión social a través del deporte. En este caso, un grupo de chicos que estaban completamente marginados del sueño americano y una educación universitaria, por medio del atletismo no soló encontraron una oportunidad para superarse en sus vidas, sino que además consiguieron que la generaciones posteriores tuvieran las mismas oportunidades. Un tema que no se había trabajado en otros dramas deportivos de este estudio con tanta solidez y representa uno de los ganchos más interesantes de esta propuesta. McFarland resultó una grata sorpresa de Disney y merece su recomendación.
Una floja película norteamericana que disfraza de clasicismo su falta de ideas. Me gusta el cine clásico y no considero que la originalidad sea un valor en si mismo. Prefiero Cuando Harry conoció a Sally a Blue Valentine (aunque me gustan las dos). “Pa’ novedad, lo clásico”, dice el refrán. Las fórmulas de Hollywood tan vapuleadas por ciertos espectadores que después corren a ver bodrios europeos con pátina artística son la cuna y el hogar del cine. Un autor que logra contar su historia ateniéndose a esas reglas es como el poeta que fabrica su música y sus ideas dentro del rígido corsé de un soneto. Dicho todo esto, también es cierto que cuando el clasicismo resulta un refugio para la mediocridad y la falta de ideas, todo se transforma en un tedio insoportable. Y esto es lo que pasa con McFarland: Sin límites. A priori, una película sobre un deporte (en este caso, el cross-country o running a campo traviesa) con protagonistas humildes que logran escapar de su vida miserable gracias a su sorpresiva capacidad para correr, con la ayuda de un entrenador que ya ha fracasado demasiadas veces y se está jugando sus últimos cartuchos, resulta irresistible. Y más si ese entrenador está interpretado por Kevin Costner y la historia está inspirada en hechos reales. Jim White (Costner) es un entrenador de fútbol americano que después de perder los estribos varias veces con sus jugadores termina como profesor en un pueblo perdido de California con una población de más del 90% de latinos. El pueblo es el McFarland del título, y allí va a vivir con su muy rubia familia: su mujer (Maria Bello) y sus dos hijas (Morgan Saylor, la hija de Brody en Homeland, y Elsie Fisher). Pronto White descubre que los chicos no tienen disciplina para jugar al fútbol pero que son muy veloces (no tienen auto y van corriendo del colegio a sus casas y a trabajar los campos) y por lo tanto podrían competir en cross-country. Después de convencer al director de la escuela y a pesar de que no tiene experiencia como entrenador de ese deporte, arma el equipo y se pone a trabajar. Lo que sigue obedece a la fórmula al pie de la letra: empiezan perdiendo, terminan ganando; algunos desertan por culpa de sus familias problemáticas, pero regresan; la hija adolescente se enamora del líder del equipo; la mujer odia el pueblo y termina haciéndose amigas y queriéndose quedar; cuando el equipo empieza a ganar, a White le ofrecen un puesto como entrenador en una ciudad mejor pero él decide quedarse; etc, etc, etc. Todo avanza prolija y correctamente, como si estuviéramos asistiendo a la puesta en escena de un guión de ejemplo, el guión rotulado “película deportiva 1”. Ningún personaje tiene vida, ningún conflicto emociona y Kevin Costner tampoco logra inyectarle carisma a una película tan árida como el paisaje en el que se desarrolla. Hacia el final incluso se cumple con el ritual de mostrar a los personajes reales de la historia y recién ahí uno toma consciencia de que lo que acabamos de terminar de ver nos debería haber emocionado. No ocurrió y, para ese momento, ya es demasiado tarde.
El truco de la hazaña deportiva Nueve meses atrás, la filial local de la distribuidora Disney estrenó una película construida sobre la base del carácter integrador del deporte, pero también de una concepción del multiculturalismo ramplona, plena de prejuicios y lugares comunes. Su título era Un golpe de suerte y estaba protagonizada por un empresario deportivo (Jon “Don Draper” Hamm), que encontraba la salvación económica –la única que parecía importarle, hasta que se da cuenta de que lo fundamental son los vínculos humanos– en un grupo de indios dispuestos a aprender el arte del béisbol. Los indios eran, claro, brutos, ignorantes e inocentes, pero más buenos que Lassie y estaban siempre listos para favorecer la conversión del antihéroe. Cámbiese béisbol por maratón, empresario por profesor de secundario venido a menos, indios por mexicanos y el resultado será más o menos similar a McFarland: sin límites.Basado en, ay, “hechos reales” ocurridos en el pueblo del título a fines de los ’80, el sexto largometraje de la neozelandesa Niki Caro (Jinete de ballenas) está cargado de buenas intenciones, contado con placer y pleno conocimiento de su rumbo narrativo, esto último gracias a la elección de un subgénero siempre pródigo en historias de autosuperación y redención como el deportivo. El par de adjetivos cuadra a la perfección con la historia del profesor y coach de fútbol americano Jim White (Kevin Costner), marginado de su puesto después de trompear a un jugador. De su puesto y también de la ciudad, ya que las autoridades deciden trasladarlo a un pequeño pueblo llamado McFarland, una suerte de Little DF ubicado en el sur californiano. La comunidad es pobre, la mayoría de los chicos trabaja como jornalero y, por si fuera poco, todos, pero todos, hablan español. La concepción de una otredad peligrosa y amenazante no se hará esperar, poniendo a la familia White a la defensiva.Pero a medida que avanza el metraje, la desconfianza muta en respeto y amistad, más aún después de que el coach vea en aquellos jóvenes desamparados una potencial llave para triunfar en las competencias de crosscountry estatales y, claro, mostrarles que hay vida más allá del arado y la cosecha. Lo que sigue es un relato clásico de enfrentamiento a las adversidades con todos los vaivenes habidos y por haber. Vaivenes que van desde el padre que no acepta que su hijo corra y el pibe que flirtea con la nena, pasando por los surgimientos de una empatía recíproca entre el clan White y la comunidad y del apoyo popular a los deportistas, todo hasta llegar a un grand finale cuyo resultado difícilmente resulte inesperado.
Del pecado de ira a la redención. Desde "Carrozas de fuego", las películas sobre atletas que se autosuperan y ganan carreras no han traído demasiadas novedades. De hecho, esta "McFarland" se parece bastante a una especie de versión extendida de la reciente opera prima de Angelina Jolie, "Inquebrantable" sobre un delincuente juvenil italoamericano que termina ganando una medalla en las Olimpíadas de Berlin en 1936 antes de ir a la guerra y ser capturado por los japoneses. Tal vez la diferencia que aporta "McFarland", si bien no es demasiado grande, es que el protagonista no es un corredor sino el entrenador. Kevin Costner tiene una debilidad por películas con elementos deportivos como "El campo de los sueños" o la reciente "Decisión final", de Ivan Reitman, que sólo conocimos en DVD. Aquí Costner compone a un hombre que, por sus problemas de ira, ha perdido varios trabajos y termina en una escuela del pueblito californiano al que se refiere el título, donde básicamente se enfrenta a unos jóvenes chicanos de clase baja que, por la dureza de sus vidas diarias, tal vez estén en mejores condiciones para convertirse en atletas que cualquier otro chico de colegio. La directora neocelandesa Niki Caro cuenta bien esta historia real que pone el énfasis en el choque cultural entre este hombre blanco (que para colmo se apellida White, lo que da lugar a una serie de chistes) y esos adolescentes de ascendencia mexicana no especialmente interesados en lo que el protagonista les propone. Claro, eso sólo en un principio, si no no habría película. Bien filmada, y razonablemente amena, aunque muy poco imaginativa a cualquier nivel, "McFarland" se deja ver, pero puede funcionar mejor en la pantalla chica.
De cómo White se convirtió en Blanco McFarland: sin límites es una película para reseñar en piloto automático. Bajo el sello Disney, una historia de superación personal enmarcada en el ámbito de una competencia deportiva y con una celebración del diferente, simpática y sin demasiada dificultad formal para el multitarget. Así como se presenta, otro de esos films hechos con un guión corregido por integrantes de Naciones Unidas – División Cine Para Bienpensantes. Todo esto, repito, si uno se pone el piloto automático, tan habitual en esta actividad. El piloto automático en la crítica de cine es muy placentero, porque básicamente no hay que hacer ningún esfuerzo intelectual. Pero trabajemos un poco, esforcémonos que no es tan duro. Y pensemos un poco lo que este film de Niki Caro nos pone por delante, para ver que es todo bastante más complejo de lo que parece. McFarland: sin límites muestra a una familia norteamericana blanca que, por problemas laborales del padre, recala en un pueblito del sur de California perdido en los radares del capitalismo. Allí habitan mexicanos, que trabajan en las cosechas. Una sociedad que arrastra las costumbres de su tierra, pero que las decodifica -obligatoriamente- al nuevo espacio que ocupa: la interrelación cultural se da por decantación, no hay necesidad de subrayarla. Y hay un “dejar ser” por parte del Estado norteamericano porque, en definitiva, este puñado de personas son las fuerza laboral que la burguesía precisa, aunque sea como espejo donde envanecerse. Hasta ese lugar, pues, llegará este hombre y padre de familia, profesor de educación física, junto a su esposa y sus hijas. El choque será tenso en un comienzo, generado más por los prejuicios propios que por lo externo. Aunque, está claro, ¿quién es el extranjero en esta situación? En una película de estas características, el extranjero sería el que viene de afuera, el bruto, el ingenuo al que hay que educar. Aún con un toque saludable de autoconsciencia sobre su mirada primermundista, el año pasado otra de Disney, Un golpe de talento, nos hablaba un poco de eso. Pero aquí la educación circulará en otras direcciones: serán Jim White (fabuloso Kevin Costner) y su familia quienes tendrán que incorporar y asimilar la cultura ajena. Como en Gran Torino, donde el intolerante que interpretaba Clint Eastwood terminaba aceptando al otro como un par, esta es una película que apuesta por la integración con riqueza de conceptos, que valoriza la impronta del inmigrante, que no se va en ideas banales de multiculturalismo vendible a lo Comer, rezar, amar. Para tratar de comprender al otro, Costner va y trabaja un día en la cosecha, como los mexicanos. Y les reconoce después, por cómo le duele el cuerpo, que ese fue el peor día de su vida. Es decir, labura, pone el hombro, no se hace un viajecito a la India para ver qué lindo el templo de moda y luego subir las fotos al Facebook donde se lo ve rezándole a una religión que desconoce, mientras espera el disparador automático de la cámara de fotos. Y por si no se entiende, hay otro detalle más sustancioso: White -que progresiva y paradójicamente va convirtiéndose en Blanco- y su familia redescubren esos valores oxidados y más mitológicos que reales del “sueño americano” a partir del sentimiento de una población extranjera afincada en su propio país. No de gusto, McFarland lleva por subtítulo en el original USA, es decir, una reafirmación de que ese lugar, construido sobre la base de la integración, la tolerancia y el cruce de raíces, es la Norteamérica que alguien soñó alguna vez, pero que finalmente no fue. Esa apelación a lo idílico es notable, y se potencia con una magistral secuencia donde el himno estadounidense va adoptando un registro folklórico y la imagen, una sustancia diáfana. McFarland: sin límites se define así como una película sobre un paraíso perdido, que no es otra cosa que un país soñado por muchos y padecido por varios. Todo esto dicho, por si hacía falta, con una claridad expositiva abrumadora, con una narración que fluye perfectamente y con la comodidad que ofrecen las buenas historias deportivas para que el relato descanse sobre sus espaldas. Y sobre la espalda de Kevin Costner, el más clásico de los actores contemporáneos, dueño de una dignidad y nobleza -como se ha dicho- heredada del western y que combina perfectamente con la poética de los films deportivos. En McFarland: sin límites las emociones son las del equipo de improbables luchando contra las adversidades. Claro que hay algunos clichés, claro que hay rasgos exagerados, claro que hay algunas villanías un poco innecesarias. Pero el centro del film de Caro es la integración y la aceptación del otro, y eso se logra no sólo porque se lo sugiere con precisión, sino porque hay una fidelidad y un respeto por la lengua, las costumbres y los modos del otro que no es de abundar en el cine de Hollywood. Una sorpresa.
La historia de Jim White (Kevin Costner), un hombre que al perder su trabajo consigue a desgano un puesto de maestro de educación física en la escuela de una comunidad habitada únicamente por mexicanos dedicados por completo a la agricultura. Sin embargo al descubrir la habilidad y velocidad de muchos de sus alumnos a la hora de correr, un nuevo panorama se abre para el profesor y sus discípulos. Estamos antes una cinta familiar sobre la integración y la superación personal. KEVIN COSTNER todo un especialista en historias fílmicas alrededor del mundo del deporte, se mueve como pez en el agua en esta historia de la vida real, adornada con elementos Hollywoodenses (como una historia de amor paralela a la trama principal que recuerda a la clásica premisa de Romeo y Julieta) Aunque cuenta con una adecuada banda sonora, si algo se destaca en el filme es la presencia de la voz de JUANES, un condimento latino atinado y de buen gusto.
Un entrenador llega a la secundaria de un pueblo pobre, una comunidad latina en los EE.UU. Los pibes corren mucho y ahí el entrenador piensa en crear un equipo de carreras a campo traviesa. Y lo hace y vienen los esfuerzos y los triunfos. O sea, un film deportivo más. O lo sería si no fuera porque el centro del film es Kevin Costner, que tiñe cualquier película de dignidad, de ironía y de emoción como pocos actores contemporáneos. Si algo queda en la memoria de McFarland es gracias a Costner.
Un título decente, correctamente ejecutado, pero más de lo mismo. Disney no es ninguna extraña respecto a las películas del deporte como metáfora de la superación humana. Aunque por el título a reseñar parecen no querer dar vuelta la ecuación narrativa; si todavía no se rompió, no lo van a arreglar. McFarland: Sin Límites aunque tiene las piezas guionisticas formadas y en su lugar, no es nada que no se haya visto antes. El Gran D.T. Jim White es un tosco entrenador que pierde su trabajo tras perder los estribos con uno de sus jugadores. El único lugar donde puede conseguir empleo es como profesor de educación física en un Colegio Secundario en el pueblo de McFarland, una comunidad de inmigrantes mexicanos que labran la tierra constantemente. El buen White se empieza a dar cuenta del peculiar talento para correr de estos muchachos y decide juntarlos para crear un equipo de Cross country. Las complicaciones surgirán obviamente no solo en la práctica del deporte sino de cómo esta empresa obstaculiza el trabajo que realizan para sus padres. McFarland: Sin Límites es un guion adecuado; no es una maravilla, hasta incluso es predecible. A pesar de que la única contra que le veo es que dura más tiempo del que debería, no puedo objetar muchas cosas de la construcción de su narrativa. Es el molde estándar de historia de superación por un lado, y por el otro, es sobre encontrar tu lugar en el mundo, aunque este sea un pueblito olvidado de la mano del Señor. Un caso de manual que siguen paso a paso. Es una historia que cumple y nada más. La base está ¿Estamos motivados? McFarland: Sin Límites tiene una apreciable dirección de arte y fotografía que captura la calidez y la sencillez del pueblo en donde viven los protagonistas. Por supuesto, el trabajo de cámara en las escenas de Cross Country esta a la altura del desafío, pero es generalmente sobrio. Por el costado de la actuación tenemos una igualmente sobria interpretación de Kevin Costner, nada que criticar pero tampoco mucho que admirar. Hay películas y películas para darle con un caño; esta no es una de ellas. Él se la banca lo suficiente. La que destaca un poquito más es María Bello, en el rol de la esposa del personaje de Costner. Los muchachos que dan vida a los corredores, a pesar de alguna que otra exageración en las escenas de más emoción, pilotean con suficiente dignidad sus papeles. Conclusión McFarland: Sin Límites es un titulo que a pesar de su predictibilidad esta decentemente armado. Si la eligen, mal no la van a pasar, pero si no lo hacen, no se van a estar perdiendo de nada.
El filme abre con la leyenda “basada en hechos reales”, ocurridos en un pequeño poblado de la Baja California, McFarland, cuya conformación poblacional arrojaba un 90 por ciento de latinos. Todo transcurre durante el año 1987 y gira alrededor de Jim Withe (Kevin Costner), un anglosajón por antonomasia, entrenador de fútbol americano, que llega con su mujer Cheryl(Maria Bello), y sus hijos Julie y Jamie (Morgan Saylor y Elsie Fisher, respectivamente), todos muy blancos ellos, él en busca de una nueva oportunidad, o de redención, el resto acompañando al padre es su desventurada vida. El encuentro con hombres de otra cultura, otros valores y otras necesidades, harán de un primer momento álgido un devenir prometedor. Ningún productor hollywoodense que se precie de tal se hará cargo de contar una historia de perdedores, situación que hace previsible todo el relato, y si el mismo no se torna aburrido en gran parte se debe a la muy creíble actuación de sus protagonistas empezando por el actor californiano, y siguiendo con el resto del elenco, destacándose Carlos Pratts en el papel deThomas. El otro punto alto es el guión, sin demasiadas vueltas de tuerca la previsibilidad inherente no lo soportaría, cuya dosificación de tensión, humor y calma están en perfecto equilibrio. Ese recién llegado a la secundaria del lugar, con primacía de latinos, cuyo equipo de fútbol es el peor del estado, sin probabilidad de mejorar pues todos son muy pequeños para ese deporte, aunque impuesto por la exigencia del ministerio de educación del Estado. Ante tal situación Jimdescubre que tienen una virtud, son muy buenos corredores a campo traviesa, por lo que conformará un equipo y cimentará un vínculo con los seleccionados, no sólo para competir en un campeonato de Cross-Country, sino también forjar un futuro. La cineasta neozelandesa Niki Caro, directora de muy buenas películas como “Jinete de Ballenas” (2002), “En tierra de hombres” (2005), dirige esta especie de drama deportivo que se basa en un artículo publicado en “Los Angeles Times” en el año 1997. La realización está al servicio de la historia, desde el diseño mismo de producción hasta la banda sonora o la dirección de arte, el diseño de vestuario y la fotografía, manteniendo un nivel muy parejo en todos los rubros. No va a quedar en los anales del cine, pero está bien hecha. Historia tierna, para algunos, conmovedora para otros, ya que el tema es la superación y el saltear los obstáculos que te presenta la vida.
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McFarland: Sin limites con Kevin Costner como el líder de un equipo de corredores. Durante la década del ochenta, y primer mitad de los noventa, hemos visto cada tanto una de esas películas en las cuales un grupo de jóvenes sin mucho porvenir, tiene la suerte de cruzarse con una persona que los va a poder guiar hacia el camino del éxito que les permitirá tener la vida que tanto sueña con tener el espectador de cine promedio. Cuando me enteré del proyecto de McFarland, en el cual se iba a contar la historia real de un grupo de corredores mexicanos que son descubiertos por un semi fracasado profesor de gimnasia, debo reconocer que no me generó ningún tipo de entusiasmo. Mucho menos cuando me enteré que el personaje del profesor lo iba a hacer Kevin Costner. Y sin embargo, para mi sorpresa me encontré con un producto mucho más prolijo de lo que me imaginé. La historia arranca con un hecho que muestra como el entrenador de futbol americano de una secundaria popular de USA es despedido por un hecho que linda en los límites de la mala suerte, pero que tienen en definitiva que ver con problemas de carácter del personaje. Corte a: secuencia de títulos en la cual toda la familia caucásica de clase media americana comienza el descenso de clase mientras viaja al pueblo de McFarland, bien al sur de California, el único lugar donde el ahora rechazado entrenador pudo conseguir un puesto. Acá aparece la primera pista de porque esta película va a tener algo interesante para contar: el tema sobre el cual se edito la secuencia de presentación, habla sobre como todos los habitantes del continente americano somos americanos, y no solo aquellos que nacieron en los Estados Unidos. De ahí en adelante, como todo relato de este estilo requiere, la familia va a comenzar a entender que las cosas no son lo que parecen, y que las incomodidades a las que se tienen que acomodar, no son nada en comparación con los beneficios de poder tener una relación cercana con la comunidad. La gran diferencia que va a tener la película con aquellas que veíamos en otras épocas, es que acá el sueño americano está claramente alejado del objetivo de cualquiera de los habitantes del pueblo de McFarland y en el proceso de superación que algunos alumnos van a vivir, va a ser White (el personaje de Costner) el que aprenda sobre los valores más tangibles que tiene una comunidad, en comparación con la búsqueda del sueño de tener siempre algo mas grande, algo mejor, y nunca estar satisfecho. Una interesante propuesta para un público adolescente y joven, que no han sido tan expuestos a este tipo de relatos, como aquellos que vivimos el cine de la década del ochenta, que lo encontraran al mismo tiempo inspirador y emotivo.
McFarland, sin limites, es una película emocionante y reconfortante que te deja el corazón lleno. Kevin Costner vuelve a encarnar a un personaje relacionado con el deporte, y como es habitual, lo interpreta magníficamente. El guión tiene excelente ritmo y un buen gancho como para mantener...
Disney sabe hacer como nadie estas películas. Tienen la fórmula y la repiten. Historias basadas en hechos reales, filmadas con calidad y recursos, con al menos UNA estrella de Hollywood (aunque sea en decadencia) centradas en algún deporte (no importa cual), donde hay un “underdog” que compite “pese a…” (puede ser una enfermedad, una condición socioeconómica o una etnia discriminada) y gana, claro. En el proceso: un mensaje anti discriminatorio, una moraleja bien subrayada y THE END. Créditos. Una película para regalarle a padres y abuelos sin dudar.
Basado en un hecho real sucedido en 1987. Así que Disney supo apuntar con la mirada para llevar a cabo esta película, en donde un entrenador de atletismo luchará con su equipo hasta el final porque: “Si se quiere se puede”. Y Costner está muy bien en su papel, como todos los actores que se destacan con sus actuaciones y logran emocionar a la audiencia por más de dos horas.
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El otro Estados Unidos La factoría Disney tiene entre sus productos algunas divisiones especializadas en distintos tipos de públicos y sub géneros dentro de la propuesta familiar, que es su pilar principal. De esta manera tenemos las películas animadas que se hacen en conjunto con Pixar, las de superhéroes de Marvel, las basadas en cuentos clásicos llevados a acción real, las de la naturaleza y la hermana menos popular... las historias de superación (algunas basadas en hechos reales) dirigidas al público familiar más conservador. "McFarland" se ubica en este último grupo junto a títulos como "The Rookie", "Secretariat" y "Million Dollar Arm", entre otras. ¿Por qué es la hermana menos popular? Porque no presenta historias mágicas, de moda o con personajes atractivos para los niños. Son más bien narraciones de sucesos en Estados Unidos que llevaron a la superación de un personaje o varios de ellos. Va más dirigido a un público adulto con hambre de relatos de un mundo mejor. Dicho esto, me parece que "McFarland" es una historia que sin ser muy impactante, está bien llevada a la gran pantalla. El film nos ofrece las crónicas de Jim White (Kevin Costner), un profesor de educación física que por su mal temperamento se ve obligado a mudarse a un pueblito muy humilde de actividad agrícola y con 90% de población mexicana. Al principio odia el lugar y se odia por ponerse en esa situación a él y su familia. Luego comienza a trabajar en el colegio de la zona y nota que varios de sus alumnos, que han sido olvidados por el sueño americano, son grandes atletas en potencia por cómo corren todo el tiempo para llegar de sus casas al colegio y del colegio a sus trabajos. El core del relato está en como los protagonistas logran superar sus prejuicios y unirse para poner a McFarland en el mapa. Para una persona nacida en Manhattan, Nueva York, la experiencia de descubrir que en la periferia de USA hay pueblos bastante pobres con población de inmigrantes dedicada a la actividad agrícola puede resultar revelador, pero para un espectador de nuestros pagos, eso es moneda corriente. Acá se puede decir que la historia pierde un poco de impacto. Más allá de esto, el guión en general es bueno y provoca que uno se quiera involucrar con él. Por otro lado, Kevin Costner demuestra que es un gran actor y que puede seguir llevando adelante protagónicos exitosos. En esta cinta está muy convincente y bien acompañado por María Bello y Carlos Pratts. Como conclusión, diría que es un buen film sobre la superación del ser humano y como uniendo fuerzas puede llegar a cosas importantes. La historia no es de lo más original pero está bien contada y nos instruye un poco sobre un deporte del cual conocemos muy poco, el cross country.