Aquellas refriegas en el Pacífico Roland Emmerich en Midway: Ataque en Altamar (Midway, 2019), su último trabajo, hace exactamente lo que se espera de él cuando se pone “serio” porque la temática de fondo lo requiere: aquí tenemos una catarata de escenas de acción rimbombantes poco imaginativas y personajes de cadencia unidimensional, aunque por lo menos vale aclarar que aquellos patéticos detalles de humor bobo -correspondientes a la faceta light de su factoría- hoy desaparecen casi por completo en el desarrollo narrativo de turno. Si bien muchos lo suelen considerar una versión “superadora” de otros directores ridículos y/ o hiper mediocres como los inefables Michael Bay y Uwe Boll, lo cierto es que el señor tuvo un comienzo de carrera bastante decente con una digna trilogía de films clase B, Moon 44 (1990), Soldado Universal (Universal Soldier, 1992) y Stargate: La Puerta del Tiempo (Stargate, 1994). Pero como una cosa no quita la otra, también debemos recordar que prácticamente todo lo que hizo luego del bodriazo de Día de la Independencia (Independence Day, 1996) puede catalogarse como propuestas muy fallidas que ni siquiera despiertan el disfrute pasatista culposo de antaño porque al alemán le tocó desempeñarse en la era digital y por ello lo que en otras épocas pudiesen haber sido engendros estúpidos pero simpáticos hoy se convierten en mamarrachos repletos de CGI, situaciones trilladas y diálogos tan estereotipados que provocan más incomodidad que risa. De todas formas, el caso que nos ocupa es de lo más extraño porque hablamos de un proyecto personal de Emmerich que venía siendo pospuesto por falta de financiamiento desde los 90, algo que lo obligó a recolectar el presupuesto -100 millones de dólares- de manera independiente y entre una serie de inversores particulares. Justo como su título lo indica, la propuesta es un retrato muy ambicioso de la Batalla de Midway de junio de 1942 entre Estados Unidos y el Imperio del Japón, incluyendo además toda la andanada de escaramuzas previas que llevaron a la Guerra del Pacífico -dentro del contexto macro de la Segunda Guerra Mundial- a un punto de inflexión con la victoria casi definitiva de los yanquis sobre los nipones: así las cosas, tenemos escenas más o menos extensas que cubren el Ataque a Pearl Harbor, la Batalla de la Isla de Wake, la Batalla del Mar del Coral y la Batalla de Dutch Harbor, todos peldaños fundamentales de la escalera. El conflicto en cuestión giró en torno al control de la base militar norteamericana en las Islas Midway y se explicaba por la aspiración japonesa de neutralizar a la flota yanqui para que los nipones tuviesen “vía libre” en lo que respecta a sus cruentas operaciones en Asia. El bastante aparatoso guión del testaferro de Emmerich, Wes Tooke, ofrece un relato coral con muchos personajes históricos entre los que se destacan los dos líderes antagónicos, los Comandantes en Jefe Chester W. Nimitz (Woody Harrelson) e Isoroku Yamamoto (Etsushi Toyokawa), y el infaltable “héroe común y corriente”, ahora el Teniente Richard Best (Ed Skrein). En favor del film se puede decir que las secuencias de acción aéreas/ navales son entretenidas (lo redundante de fondo está compensado por la pompa marca registrada del germano) y no hay una historia romántica omnipresente destinada a contentar al público femenino (la inexistencia de detalles del corazón forzados no nos libra de intercambios tontuelos entre los personajes, otro de los grandes fetiches del tremendo Roland). Se nota a la distancia que lo que Emmerich tenía en mente era una versión aggiornada de gestas soporíferas chauvinistas en sintonía con El Día más Largo del Siglo (The Longest Day, 1962), ¡Tora! ¡Tora! ¡Tora! (1970) y la relativamente similar Midway (1976), sin embargo la precisión histórica general y el retrato respetuoso de las tropas japonesas no pueden ocultar el hecho de que la película jamás sale de una medianía cualitativa tambaleante que para colmo no remarca con suficiente énfasis que la figura bélica más importante de la Guerra en el Pacífico no fue ningún yanqui sino el mismo Yamamoto, un militar legendario que revolucionó la aviación naval y el uso estándar de los portaaviones en las refriegas…
La batalla de Midway fue un conflicto aeronaval que se desarrolló entre el 4 y el 7 de junio de 1942. Seis meses después de que Japón bombardeara Pearl Harbor y marcara así el comienzo de la participación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. La victoria norteamericana fue clave para el desarrollo de la guerra y cambió definitivamente el curso de la misma. El cine ha tenido acercamientos previos al conflicto, muy anteriores a la película que se estrena ahora. Hubo film japoneses pero en occidente esta batalla se conoce por dos grandes títulos: Midway (1976) de Jack Smight y el extraordinario cortometraje de John Ford The Battle of Midway (1942) ganador del Oscar a mejor documental. Este nuevo film ofrece todo lo que uno puede imaginar de una superproducción dirigida por Roland Emmerich, tanto en lo bueno como en lo malo. La película arranca con Pearl Harbor, no solo para ofrecer una base emocional fuerte para que toda situación eufórica vinculada con la guerra no sea vista de forma negativa, sino también para aprovechar y mostrar algunas escenas espectaculares extras. Un elenco con varias grandes figuras permite que se sostengan momentos no del todo inspirados y en particular Woody Harrelson como Chester Nimitz, comandante en jefe de la flota estadounidense del Pacífico, logra algunos excelente momentos. El resto son caricaturas muy simples con escenas poco logradas cuando no implican acción. No, no está todo mal, no todo es indiferente, pero queda claro que es una historia difícil de contar, como bien había demostrado el film de 1976, cuyo elenco era gigantesco, lleno de verdaderas estrellas. Sin duda es apasionante el combate aeronaval y Midway es memorable. Tanto en las estrategias japonesas como norteamericanas, hay mucho por contar y aprovechar, pero en el cine las historias en primera persona funcionan mejor y es necesario a veces darle ese toque de melodrama que funcione como película. Pero entonces llega John Ford, y recordamos que en Fuimos los sacrificados (1945) se podía hacer todo y al mismo tiempo una obra maestra. ¿Y por qué John Ford puntualmente? Porque John Ford es uno de los personajes secundarios de la película. Cuando los japoneses atacaron Midway Ford estaba con su equipo y sus cámaras filmando un documental. Como bien se muestra en la película, Ford se negó a esconderse en un refugio y siguió filmando, esto le permitió conseguir tomas increíbles y también algunas heridas de guerra producto del ataque que filmó. Ford es mostrado como un cineasta y un valiente en la película de Emmerich. Busquen las imágenes que Ford plasmó en su cortometraje, porque incluye a muchos combatientes que no sobrevivirían a la batalla de Midway. No solo es impactante, también es fordiano de punta a punta. Roland Emmerich, asociado a superproducciones taquilleras sin demasiado interés cinematográfico, tiene varios films logrados, además de importantes bodrios, aunque no se sepa, ha hecho algunos films pequeños también. Esta película entra en ese concepto mastodóntico sin sustancia con el que se lo suele encasillar. Para los amantes de la Segunda Guerra Mundial y los combates aéreos, la película ofrece un espectáculo digno de una pantalla grande, bien grande.
Se sabe que “Midway” resultó para su director, Roland Emmerich una de las películas independientes más caras de la historia al terminar costando 100 millones de dólares. “Midway” fue producida por Wes Tooke y cuenta ésta batalla, desde dos puntos de vista diferentes, Estados Unidos y Japón, las luchas políticas entre ambos países, incluyendo las historias de algunos de los personajes. Como se basa en una historia real, después se puede leer qué fue de la vida de cada uno de los soldados más importantes que se representaron. El problema es que el film mezcla demasiados personajes y muchos conflictos, entonces la trama pierde interés, hasta que finalmente llega la Batalla de Midway, el enfrentamiento entre la Flota de los Estados Unidos y la Armada Imperial Japonesa que cambió el curso de los acontecimientos durante la Segunda Guerra Mundial. El elenco es bien interesante, nombres como Patrick Wilson (Edwin Layton), Luke Evans (Wade Mc Clusky), Aaron Eckhart (Jimmy Doolittle), Mandy Moore (Ann Best), Dennis Quaid (William “Bull” Halsey), Ed Skrein (Dick Best) el único que desarrolla un poco más su personaje y Woody Harrelson (Chester W. Nimitz), dan vida a los personajes que lamentablemente no llegan a obtener el desarrollo que comenté anteriormente. El film cuenta con excelentes efectos visuales, además del gran elenco, pero falla en la forma de narrar la historia. Visualmente impactante, con secuencias aéreas muy bien filmadas, buen sonido, y un plus por el reconocimiento a los que lucharon en la batalla. En definitiva, lo técnico y actoral muy bien, pero... emocionalmente vacía. De todas formas, es recomendable para los amantes del género bélico e historias basadas en hechos reales. ---> https://www.youtube.com/watch?v=JJ1CX0d4E8s ---> TITULO: Midway: ataque en Altamar TITULO ORIGINAL: Midway DIRECCIÓN: Roland Emmerich . ACTORES: Patrick Wilson , Woody Harrelson, Luke Evans. ACTORES SECUNDARIOS: Ed Skrein, Darren Criss, Dennis Quaid, Nick Jonas, Jake Weber, Aaron Eckhart. GUION: Wes Tooke. FOTOGRAFIA: Robby Baumgartner . MÚSICA: Harald Kloser, Thomas Wanker. GENERO: Histórica , Bélica . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 138 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años DISTRIBUIDORA: Diamond Films FORMATOS: 2D. ESTRENO: 28 de Noviembre de 2019 ESTRENO EN USA: 08 de Noviembre de 2019
El rescate de héroes Es notorio y a la vez esclarecedor que películas como Midway… expongan las limitaciones, antes que las virtudes, de directores como Roland Emmerich. También, que cualquier película de corte bélico como esta nueva lectura de aquella batalla naval y aérea que introdujo a la potencia de los Estados Unidos en la guerra necesita de un drama de carácter épico para funcionar. Y eso no llega a concretarse en ninguno de los personajes de esta película fallida, a pesar de contar con actores de talla como Aaron Eckhart, Woody Harrelson y Luke Evans dentro de un elenco gigante. No hay empatía posible con sus historias más que nada por la falla de guion y tal vez la riqueza se consolidaba en personajes secundarios como por ejemplo el de John Ford, mientras buscaba registrar para el cine esa batalla memorable, a sabiendas que podía perder la vida durante esa búsqueda temeraria del mejor plano. Pero era evidente que Roland Emmerich no iba a darle énfasis a esta subtrama y sí apelar a cuanto lugar común existe para reforzar la idea vetusta del héroe norteamericano aunque es justo decir sin el maniqueismo habitual contra el bando japonés. Simplemente decir que Midway… cuenta con un par de buenas secuencias de batallas con cierto esmero por parte del director de Día de la Independencia, es más que suficiente; que la dosis de adrenalina y emoción se cumplen a medias pero ese grado de ostentación y mega producción en cada encuadre y detrás del proyecto con sabor a Hollywood es sumamente dominante y por ello más que empalagoso.
Crítica emitida al aire en Zensitive Radio
Fiel a su espíritu épico, grandilocuente, apabullante, el alemán Roland Emmerich reconstruyó a gran escala (con un presupuesto de 100 millones de dólares que le permitió un portentoso despliegue de efectos visuales para coreografías aéreas y navales) la batalla de Midway ocurrida en junio de 1942 y considerada un punto de inflexión en la evolución de la Segunda Guerra Mundial. En ese sentido, puede afirmarse sin reservas que la nueva película del director de Día de la Independencia, Godzilla, El patriota, El día después de mañana y 2012 cumple con creces con las expectativas de aquellos que quieren ver espectaculares escenas bélicas. El problema surge, precisamente, entre enfrentamiento y enfrentamiento. El engranaje dramático, los pasajes “intimistas”, los momentos en que se deciden las estrategias militares, los diálogos con apelaciones heroicas, las actuaciones sin sutilezas (el elenco es notable, pero cada una de las figuras parece estar puesta en la trama como una fichas sobre el tablero del T.E.G.). De estructura coral, Midway pendula entre el punto de vista del bando estadounidense y el de los japoneses (con mucho más espacio para los primeros, claro) y, dentro de una narración que incluye a decenas de personajes con grandes intérpretes en pequeñas participaciones, tiene como protagonistas a Dick Best (Ed Skrein), el mejor piloto de la armada y líder de un escuadrón capaz de concretar las mayores hazañas en medio del fuego enemigo. Los otros personaje con cierto (no mucho) desarrollo son el también piloto Wade McClusky (Luke Evans), el oficial de inteligencia Edwin Layton (Patrick Wilson) y el líder en estrategia militar Chester Nimitz (Woody Harrelson). El resto es puro espectáculo de batallas por los aires y las aguas del Pacífico (imponentes los ataques a los portaaviones japoneses). Tras la humillación de Pearl Harbor, llegará la revancha de Midway con una exitosa resolución en la que (esto es Hollywood) hay tanto de estrategia militar como de intuición y azar. Lo dicho: si el espectador pretende un film serio y profundo como los que han propuesto directores como Steven Spielberg, Terrence Malick, Clint Eastwood o Kathryn Bigelow, Emmerich no es precisamente un continuador de esa tradición (aunque se permite un simpático homenaje a John Ford). El suyo es un cine clase B, pirotécnico y superficial, para consumir con un balde de pochoclos y sin demasiadas exigencias.
Hollywood va y viene y vuelve sobre esta batalla, la de Midway, que marcó un hito en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Tras la devastadora acción japonesa en Pearl Harbor -que también tuvo sus películas hollywoodenses-, el enfrentamiento aéreo y naval en la zona de Midway, en el Pacífico, en buena parte decidió el destino de la Guerra. Y ahora es Roland Emmerich, el alemán de Día de la Independencia, aquella Godzilla de los ’90, 2012 y tantos tanques el que se pone detrás de las cámaras para reconstruir los hechos. Y lo hace con lo que sabe: mucho presupuesto, un sentido de la heroicidad de sus protagonistas (todos los personajes son reales) y aprovecha el despliegue presupuestario en las escenas de combate. Aunque en algunas escenas los efectos o las maquetas se alejen de la realidad -uno se da cuenta-, los ataques sobre los portaaviones nipones por parte de aguerridos pilotos de avión y el terrible bombardeo a la flota estadounidense en Pearl Harbor en más de una oportunidad deja al espectador, sino en estado de éxtasis, al menos con la boca abierta. El espíritu es el del patriotismo y -si cabe- el entretenimiento, como suele hacer Emmerich. La cosa se desinfla un tanto cuando la trama no pasa por la acción y ahí hace un poco de agua. El protagonista, si bien Midway es un filme de estilo coral, es, como en Día de la Independencia, un piloto. Dick Best (Ed Skrein, malvado en Deadpool y visto en la reciente Maléfica: Dueña del mal) es tan certero a bordo del avión como con sus palabras en un portaaviones. Hay más pilotos, encarnados por Luke Evans y hasta uno de los Jonas Brothers, Nick. El oficial de Inteligencia Edwin Layton es interpretado por el usualmente eficaz Patrick Wilson (El conjuro), el héroe Jimmy Doolittle es Aaron Eckhart. Y Woody Harrelson y Dennis Quaid son el comandante Chester Nimitz y William ‘Bull’ Halsey, respectivamente. La película está contada también dese el punto de vista japonés. Aunque, claro, en menor medida. El sentido del honor no es propiedad única de los estadounidenses y los orientales son tratados con respeto, aunque con diferencias. Resumiendo: son casi dos horas y veinte de despliegue y pirotecnia, en un clima bélico que no le hará perder la atención, tampoco, al balde de pochoclo. Ambos aquí se complementan.
Texto publicado en edición impresa.
Midway tiene la vibra de una película bélica de antes y a los que les guste ese género saldrán muy complacidos. Pero yo la encontré muy desalmada. En ningún momento pude conectar con los personajes y eso me restó bastante. Que la mayoría del protagonismo recaiga en el pseudo ignoto Ed Skrein no le hizo bien al film. Y no por su falta de fama, sino por su carencia de carisma. Lo mismo me pareció con el resto del elenco. La gran mayoría de ellos excelentes actores, tales como Woody Harrelson, pero aquí no les creí en ningún momento, lo que hizo que nunca me conectara. Ahora bien, todas las secuencias de acción son espectaculares. Roland Emmerich vuelve a demostrar que es uno de los mejores en lo suyo, o sea, destrozar todo. Ya sea cine catástrofe propiamente dicho, invasiones extraterrestres o recreaciones históricas, sabe darle un gran realismo. Desde lo visual es impresionante, y al tener varias secuencias de acción se disfruta aún más y ayuda a que no se haga pesada. El clímax es de esos en los cuales casi no pestañás y justificás los momentos lentos previos. Sin embargo, tras haber pasado varios días de haberla visto, me doy cuenta de que recuerdo más el vacío de los personajes que el despliegue visual. Y eso es lo importante de un film, y que aquí no se consiguió.
Desde que los Estados Unidos de América se convirtió en una nación independiente en 1776, han estado involucrados en numerosos conflictos bélicos. La paz solo se mantuvo por dos quinquenios, uno en el siglo XIX y otro en el siglo XX. La batalla de Midway, que debe su nombre a las cercanías del archipiélago donde se libró el combate aeronaval, fue un punto de inflexión en la Guerra del Pacífico que libraron americanos y japoneses en la Segunda Guerra Mundial. El atolón Midway, llamado así por estar a mitad de camino entre Asia y América, se encuentra situado al noroeste de Hawaii, su ubicación representaba un punto estratégico para la armada nipona. Una vez más, el cine de Hollywood recurre a aquella heroica contienda como lo hizo en el año 1976. En la actual versión se repiten algunos personajes de la realizada por Jack Smight. El almirante Nimitz de Henry Fonda queda en manos de Woody Harrelson, el contralmirante de Glenn Ford pasa a un segundo plano en la piel de Jake Weber, mientras que el personaje central del capitán Garth que representaba Charlton Heston, es reemplazado por el teniente Best a cargo de Ed Skrein. Midway: Ataque en altamar, destaca la heroicidad, exalta los valores patrióticos, prioriza la defensa del estado en relación a la familia, en un clima bélico donde reina la confraternidad y la disciplina. Por su temática y apelación a los sentimientos, se asemeja a aquellas películas bélicas que surgieron tras la caída de las Torres Gemelas o que acompañaron la invasión a Irak, un llamado a la población a enrolarse en las fuerzas armadas. El director Roland Emmerich, especialista en grandes producciones donde se conjugan lo bélico, la acción y la aventura (Día de la Independencia – 1996, El patriota – 2000, El día después de mañana – 2004), intercala con destreza las escenas en espacios cerrados en los navíos, oficinas de comando o en el ámbito familiar, con aquellas que transcurren en el terreno de combate con panorámicas de las flotas navales o las escuadrillas aéreas. En los ataques, tanto el de Pearl Harbor como el de Midway, logra espectaculares momentos de tensión que inquietan al espectador, a través de la combinación de primeros planos de los pilotos en las diminutas cápsulas de los cazas, la desesperación al defender de los que repelen el bombardeo sumada a la angustia en el desbande, y la frialdad de los comandantes imperiales tan propensos al sacrificio y la inmolación. Por otra parte, Emmerich evoca la participación del legendario director John Ford mientras filmaba La batalla de Midway (1942), un documental que ofrece el modo en que percibía Ford el valor de la batalla. La autenticidad que buscaba, se evidencia en la escena en que cae al suelo producto del bombardeo e incita al camarógrafo a seguir filmando, hecho que queda reflejado en el corto, al saltar el marco de la película de 16 mm dentro del mecanismo de la cámara a medida que se sucedían las explosiones. Un entretenimiento muy bien filmado que hacen llevaderas las casi dos horas y medias de duración, que solo podrá molestar a aquellos que reniegan de la exacerbación del triunfalismo yankee. Valoración: Buena.
La guerra según Roland Emmerich, es la propuesta de "Midway: Ataque en Altamar", otro film que propone una visión heroica de los caídos estadounidenses, y lo hace queriendo imitar el estilo de los film bélicos de los años ’50. De vez en cuando aparece un film bélico que ofrece una mirada diferente sobre un hecho histórico que tiene, como mínimo, dos bandos. Alguno que cuestiona el belicismo per se, o las políticas de Estado que llevaron a esa situación; o que trata de rescatar a los pequeños héroes anónimos de pequeñas misiones; o nos habla de las heridas psico sociales que deja el campo de batalla; o mínimamente busca una alegoría artística imponente que la aleja de la mera propaganda. No es ese el caso de "Midway: Ataque en Altamar", el nuevo film del alemán más yanquirizado, Roland Emmerich. No podíamos esperar menos. Un hombre que puso al mismísimo presidente de los EE.UU. a pilotear un jet contra los aliens, y a otra presidente años después inmolándose por su país en el segundo ataque extraterrestre; que hizo viajar a un lagarto gigante de Japón a EE.UU. porque consideraba que el Madison Square Garden era un buen lugar para incubar; y suele poner a ciudadanos comunes y silvestres a salvar las papas de todo un país frente a catástrofes naturales que solo se emperran con ese territorio. Ese es Roland Emmerich, y ahora, por segunda vez (luego de abarcar la guerra civil norteamericana en "El patriota", quizás uno de sus mejores films), vuelve al clima bélico con "Midway: Ataque en Altamar". La batalla de Midway fue un conflicto marítimo en el Océano Pacífico en el marco de la Segunda Guerra Mundial entre el 4 y el 7 de junio de 1942, y se considera que entre el bombardeo a Pearl Harbor y esta batalla se decidieron los pasos siguientes y definitivos de la guerra frenando la expansión de Japón como potencia bélica. No es casual, si en un film tenemos que buscar paralelismos para saber qué podemos encontrarnos en "Midway: Ataque en Altamar", es Pearl Harbor aquel panfleto de Michael Bay que intentó aprovechar la oleada histórica de "Titanic" para contar una historia de amor tripartita con el famoso bombardéo naval como fondo, y figurita para lanzar risibles frases y alegorías pro estadounidenses. Aquí no hay una historia de amor, por lo menos no una con los tintes telenovelescos de conflicto como en aquella. Lo que sí hay es un punto de vista disperso entre varios personajes, algunos en el campo de batalla arriba de los barcos y los aviones, otros tomando decisiones en tierra firme, y otros (o mejor dicho otras) como los civiles sufrientes por tener a sus parejas dando combate, aunque orgullosas de la valentía de sus novios/maridos. El guion de Wes Tooke intenta hacer un fresco desde varios lados, partiendo desde el sorpresivo ataque japonés en la base de Pearl Harbor. EE.UU. y Japón se encontraban en plena negociación, y ese ataque recrudece las relaciones hasta cortarlas. A partir de ahí, comienza un juego de ajedrez en el que siempre Estados Unidos quedará como el heroico que trata de defender a la sociedad de un irracional ataque. Todo hasta llegar a este nuevo ataque japonés que da título, y en el que los norteamericanos finalmente saldrán triunfantes, sin por eso no sufrir importantes bajas. Emmerich no es un hombre que sepa de sutilezas, y el novel Tooke parece haber estado a sus experimentadas órdenes. En "Midway: Ataque en Altamar" podemos encontrar todo lo que nos esperamos de un film propagandístico, eso sí, tuvieron el decoro de no mostrar excesivamente la bandera; probablemente sea redundante con las cosas que tenemos que escuchar. No sabemos si en el film hay una suerte de autoconsciencia, pero a segundos de iniciado, lo primero que escucharemos es “Esto es ridículo”, casi anunciándonos lo que estamos por ver. Luego, acercándose el final, alguien dirá “Esto está por terminar”, en fin. La idea de propaganda de "Midway: Ataque en Altamar" es la de crear dos bandos con posiciones bien diferentes. Por un lado, los estadounidenses son ciudadanos de bien, con familias bien constituidas, un futuro por delante, son galantes, y tienen el heroísmo marcado a fuego. Por el otro, los japoneses son entre pérfidos, inconscientes, o plantean una obediencia debida, de cumplir con su déspota líder aunque no estén de acuerdo, y su sacrificio no será heroico sino inconsciente por un valor sin peso real. Alcanza con ver la recreación de la mítica frase “hemos despertado a un gigante dormido” para ver cómo será el resto del film. Aún con esto, casi irónicamente, la película está dedicada a soldados y marines estadounidenses y japoneses. Quitando la propaganda de lado. "Midway: Ataque en Altamar" responde por un lado a un estilo de film bélico clásico, como aquel que hizo furor entre los ’50 y ’60 con actores como John Wayne y Errol Flynn. La recreación de época apunta a ser detallista, aunque a veces es un poco recargada. Pero como esto es un film de Emmerich, no puede privarse del bombardeo actual, y un efecto que hace que la propuesta esté pensada para el 3D y la pantalla grande, inmensa. En palabras claras, todo repiquetea digitalmente y se nos viene encima. El elenco es numeroso y se divide entre actores clásicos como Patrick Wilson, Dennis Quaid, Aaron Eckhart, y Woody Harrelson (con un aplique capilar que lo asemeja mucho a Rutger Hauer), y otro más joven como Luke Evans, Keean Johnson, Nick Jonas, Darren Criss, o Mandy Moore. Ninguno destaca ni se empantana. "Midway: Ataque en Altamar" no es una película de actores. Obvia, morosa, y por suerte, no excesivamente larga, debemos decir que posiblemente no quede en el recuerdo de los mejores films bélicos de la historia. Como entretenimiento, para quienes no hacen análisis subcutáneos, la propuesta cumple, básicamente porque ya sabemos con que bueyes ara el señor Emmerich y no se le puede exigir más a esa legendaria yunta...o si?
Mucho ruido y pocas nueces Llega una nueva película bélica a la cartelera argentina y se trata de Midway: ataque en Altamar, un film que retrata la batalla naval más grande de la historia de los Estados Unidos y que viene a traernos una experiencia marcada por escenas explosivas pero que luego de que el humo se disipa no queda mucho más que resaltar. El alemán Roland Emmerich es el director de esta superproducción hollywoodense, un hombre marcado por proyectos taquilleros tales como Día de la Independencia (1992), Godzilla (1998) y El Patriota (2000). La increíble suma de 100 millones de dólares fue la que se necesitó para poder desplegar todo el potencial en efectos visuales y así retratar de forma creíble tal batalla épica. Para ubicarse en contexto histórico, la batalla de Midway se da post ataque de Japón en la bahía de Pearl Harbor, dándole inicio a la participación de EE.UU en la segunda guerra mundial en junio de 1942. Algo que se le ha criticado mucho al cine de Emmerich es la deficiencia en las reconstrucciones de hechos reales, aquí por lo contrario los detalles están bien señalados pero… muy mal narrados. Otra decisión errónea fue la de crear tantas subtramas ya que no permite terminar de empatizar con ningún personaje. El soldado Dick Best (Ed Skrein) y el oficial de inteligencia Edwyn Layton (Patrick Wilson) fueron los que tuvieron más minutos en pantalla y así los que más se pudieron destacar entre el mix de buenos actores que había. La actuación que no pude creer en ningún momento fue la de Woody Harrelson y es una lástima porque le podría haber agregado un gran condimento, y en su lugar se sintió como un personaje que realizó nada más porque estaba obligado a cumplir un contrato. Lo más destacable sin lugar a dudas son los efectos especiales que te ayuda a ir sobrellevando tal bodrio narrativo. Las escenas de lucha tanto en el aire como en el mar, son impresionantes, el sonido de los disparos y de las explosiones te hace entrar en un clima de tensión que solo se podría apreciar yendo al cine. Midway: ataque en Altamar es una película que no quiere quedar en la historia como película de culto y que solo se plantea como objetivo entretener un rato al espectador, esa es la visión de Emmerich pero si la comparamos con otras propuestas bélicas termina quedando muy atrás por un millón de cuestiones.
De Roland Emmerich ya conocemos su proverbial gusto por la grandilocuencia sin pudores y la espectacularidad visual, sobre todo en su abordaje de inverosímiles relatos de ciencia ficción y catástrofes que están a punto de destruir el planeta. Pero en algunas de sus últimas películas ( Anónimo, Stonewall) abordó historias más pequeñas y búsquedas de explicaciones a escala humana sobre hechos históricos. Este nuevo acercamiento a uno de los hechos más importantes de la Segunda Guerra Mundial para Estados Unidos trata de congeniar ambos enfoques. Cuarenta y tres años después de La batalla de Midway (1976), todo un clásico del cine bélico, Emmerich vuelve a los mismos hechos ocurridos en el frente del Pacífico luego del ataque a Pearl Harbor para recrear la batalla feroz entre estadounidenses y japoneses desde una mirada que busca comprender las motivaciones y las conductas de ambos contendientes. Lo hace sin engañar a nadie. Con su tradicional trazo grueso, sin la mínima sutileza, pero con la suficiente honestidad como para que entendamos sin vueltas hacia dónde va cada personaje y cuál es su lugar en la historia. Es tan sencilla esta búsqueda que no se preocupa cuando alguno de los personajes de este relato coral (como el de Aaron Eckhart) se pierde en el camino. El gran atractivo de la película pasa por las batallas aéreas, fortalecidas por excelentes efectos digitales.
El ataque a Pearl Harbor fue lo que determinó el ingreso de Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial. Sobre esto se hicieron varias películas y se lo ha retratado muchas veces en la gran pantalla, pero aparentemente era necesario volverlo a hacer. Midway cuenta la historia sobre la estrategia militar que le permitió a la primera potencia mundial ganar ventaja sobre Japón y en el Pacífico. Una película obvia, aburrida, larga por demás y que pretende justificar las bombas a Hiroshima y Nagasaki.
Midway representa uno de los trabajos más decentes que brindó el director Roland Emmerich en los últimos años. Se trata de un proyecto muy personal del cineasta que desde los años ´90 intentaba concretar y eventualmente se convirtió en una de las producciones independientes más caras en la historia del cine norteamericano, al contar con un presupuesto de 100 millones de dólares. Este hecho de la Segunda Guerra Mundial ya tenía su antecedente en aquella película de 1976, que contó con un reparto de lujo, con Henry Fonda, Charlton Heston y Toshiro Mifune, pero con secuencias de acción que eran un pastiche de escenas tomadas de otros filmes bélicos. La reconstrucción de los hechos tampoco fue muy acertada, un tema que le generó una recepción negativa del público y la prensa. La versión de Emmerich corrige estas cuestiones con una sorprendente rigurosidad histórica que narra en detalle el contexto de lo que fue una batalla naval clave en este conflicto. El director de Día de la Independencia despojó a su relato de exaltaciones patrioteras, melodrama o situaciones estúpidas como las que incluyó Michael Bay en Pearl Harbor, con la recordada transfusión de sangre con botellitas de Pepsi. Midway inclusive es austera hasta en los momentos de la victoria, donde no vemos la clásica escena con los militares norteamericanos a los abrazos. Dentro de la filmografía del cineasta alemán se posiciona claramente como su obra más madura, donde sobresale un enorme respeto al tratamiento de las fuerzas japonesas, a cuyas víctimas también se les dedica el film. A lo largo de la trama podemos seguir el desarrollo de los hechos desde las dos perspectivas junto con las estrategias militares que implementó cada bando. A Emmerich tal vez se le extiende demasiado la introducción porque previamente retrata el ataque a Pearl Harbor más la represalia norteamericana que fue la Operación Dolittle y la batalla del mar del Coral. En consecuencia, los hechos de Midway recién llegan en la parte final cuando la duración se empieza a sentir en la butaca. En lo referido al tratamiento de la acción, un campo que domina el director, en general el nivel es muy bueno. Si bien hay escenas donde se percibe claramente el uso de CGI, Emmerich tampoco abusa de esta cuestión y varios momentos de la gran batalla se pueden disfrutar sin pensar en esta cuestión. La trama es narrada a través de un ensamble de personajes donde el reparto brinda una labor correcta. Tal vez la excepción es Dennis Quaid, quien abordó su personaje como si estuviera en una película de los años ´50 y quedó más sobreactuado que el resto de sus compañeros. Debido a que la narración del director no se enfoca en ningún personaje en particular nunca se llega a establecer una conexión emocional con los protagonistas y esa podría ser otra debilidad para resaltarle al film. El piloto de combate que interpreta Ed Krain (Juego de Tronos), por sus hazañas documentadas e historia de vida, es el único que consigue despertar una mayor simpatía. Midway tal vez no quede en el recuerdo entre las grandes producciones bélicas de la última década pero es una propuesta ideal para ser disfrutada en una pantalla de cine.
"Midway: ataque en altamar": un pirómano anda suelto El director de "Día de la Independencia" y "Godzilla" vuelve a demostrar su pasión por la destrucción masiva, ahora inspirado en un hecho histórico. A Roland Emmerich, se sabe, le gusta que todo explote. Desde el tándem Día de la Independencia(1996) y Godzilla(1998), el cine de este director está íntimamente ligado al despliegue audiovisual pirotécnico, a las llamas mastodónticas (o hielos glaciares, como en El día después de mañana) devorando todo a su paso, al regocijo de la destrucción masiva de ciudades y hasta del mundo entero (la elefantíasica 2012) por el placer mismo de la destrucción. En el medio siempre hay personajes chatos, definidos a puro trazo grueso y con una humanidad tendiendo a cero, intentando sobrevivir. Pero el alemán sabe que la sumatoria de esas partes puede dar como resultado un espectáculo de esos que la crítica suele catalogar como “placeres culposos”; esto es, películas de alto contenido grasoso, con un espíritu berreta trasvestido de superproducción de Hollywood, que sin embargo entretienen a fuerza de asumirse como tal. De allí, entonces, que en una buena porción de su filmografía anide un núcleo deliberadamente humorístico. Un humor que en su último trabajo, Midway: ataque en altamar, aparece en dosis homeopáticas. La batalla de Midway sucedió a principios de junio de 1942 y fue clave para configurar el mapa de del Pacífico de cara al periodo más álgido de la Segunda Guerra Mundial. Pero el punto cero de película es el ataque a Pearl Harbor de diciembre de 1941, puntapié para la incursión bélica de los Estados Unidos. Una elección que permite, por un lado, dar una marco “emocional” a lo que vendrá, a la vez que demostrar que aun el Emmerich más “serio” es un pirómano no diagnosticado. Superado el bombardeo inicial, Ataque en altamar se entregará a registrar un periplo de más de siete meses a través de los ojos de tres protagonistas: el inevitable working class hero que encarna el Teniente Richard Best (Ed Skrein) y los Comandantes en Jefe de ambos bandos, el norteamericano Chester W. Nimitz (un Woody Harrelson con poca pimienta) y el japonés Isoroku Yamamoto (Etsushi Toyokawa), el mismo que luego de Pearl Harbor vislumbró que no habían hecho otra cosa que despertar a un gigante dormido. Como ocurre con casi todas películas del director de El ataque –otro delirio que imaginaba al mismísimo Presidente de los Estados Unidos coleando una limousine en los jardines de la Casa Blanca y reventándose a tiros con un grupo de terroristas–, el guion es torpe, atolondrado y no precisamente sugerente. Emmerich se siente visiblemente más cómodo filmando escenas de acción aéreas y navales espectaculares que moldeando las emociones de ese grupo de hombres movidos por el sentido del deber. Lo de “hombres” es literal, en tanto no asoma mujer dramáticamente relevante en las más de dos horas de metraje. Una decisión discutible en términos de representación de género, pero que tiene sentido si se piensa que, de haber estado allí, muy probablemente hubieran cumplido el rol de partenaires románticos de los soldados y, por lo tanto, endulzado una trama que si hay algo que no necesita es justamente azúcar. No hay demasiadas sorpresas en un recorrido narrativo que va desde los preparativos para el contraataque, tanto en el océano y el aire como en las oficinas desde donde Nimitz coordina el movimiento de tropas, hasta la coronación de Best -término que en inglés significa “el mejor”, como para confirmar por enésima el desprecio de Emmerich por la sutileza- como héroe de guerra. Debe agradecérsele al alemán la ausencia de ese patrioterismo de cotillón de la Escuela de Michael Bay, un director con quien comparte varios puntos de contacto, sobre todo su pulsión por el gigantismo, el ruido y las explosiones. Lo Midway es una gesta grupal antes que institucional. Lo único que falta a estas alturas del partido: que un director irreverente y desfachatado empiece a creer en el peso de las Instituciones.
Al oír un poco la premisa de Midway, uno siente que se acerca a ser una versión en largometraje del tercer acto de Pearl Harbor (de Michael Bay). Conocida como la batalla en la isla del Pacifico, fue un episodio bélico que significó una victoria decisiva para Estados Unidos ante Japón, apenas iniciada la incursión del país del norte en el conflicto. Sin embargo, tenemos que señalar que la propuesta del alemán Roland Emmerich, a pesar de sus baches, resulta más entretenida que la de Bay. Perros de Guerra. La película es, dentro de todo, entretenida. Ello a razón de eficientes escenas de acción llevadas adelante por protagonistas carismáticos. Nos preocupamos por sus fracasos o éxitos: claro está, al menos por aquellos que el guion se molesta en desarrollar. Dicha cuestión trae a colación la pulseada interna que presenta Midway entre ser respetuosa con los hechos (y personajes) históricos, y el entregar una película entretenida. Esta última es quien termina ganando, poniendo en sonora evidencia lo apurados que estaban para cerrar arcos argumentales. Midway muestra los dos lados de la guerra, no solo en el antes sino en el durante y el después. Un intento de multidimensionalidad noble, pero que queda perdido en el camino por la pulseada recién mencionada. En lo visual, como es de esperar, es donde sobresale. Con un extenso uso de los efectos visuales y un atento montaje, el film consigue mucha de la tensión que la hace un buen espectáculo. El rigor histórico puede llegar a ser cuestionable, pero no se le puede negar a Emmerich que algo ha logrado en las emociones del espectador: imposible no frustrarse, por ejemplo, cuando un torpedo pierde el blanco enemigo por escasos milímetros. En materia actoral, destacan Ed Skrein como el carismático protagonista, Luke Evans como su segundo al mando, Patrick Wilsoncomo el oficial de inteligencia que debe diseñar la estrategia, y un Woody Harrelson austero pero eficiente. Hay otro grupo de actores que si bien sucumben ante el poco desarrollo que les da el guion, eso no quita que hayan ofrecido labores por lo menos prolijas: tal es el caso de Dennis Quaid como el comandante, o un Aaron Eckhartque incluso siendo el más perjudicado de este grupo termina siendo bastante digno. Mandy Moore, como la esposa del personaje de Skrein, y Nick Jonas, como un descarado artillero, no tienen muchos defectos interpretativos pero tampoco tantas virtudes. Esta crítica no puede evitar pensar hasta dónde ese escaso desarrollo de personajes, ese “mucho abarca, poco aprieta” de arcos narrativos, es culpa del guion y hasta dónde es culpa del montaje. Porque en cuanto a ritmo, como un todo, le sobran veinte minutos; pero uno siente que si los cortes hubieran continuado habrían hecho más daño que beneficio.
Una mirada a la segunda guerra mundial, a la reacción de EEUU luego del ataque de PearL Harbour, con todos los tics de las viejas películas, más efectos especiales que se notan demasiado, y protagonistas casi todos héroes estereotipados que escriben páginas de grandeza. Un film de esta época pero con la mentalidad de los films de guerra que exaltaban el patriotismo en plena posguerra. Roland Emmerich tiene un gusto por lo ampuloso y carece de matices y sutilezas. Y aunque en el film tome personajes reales y los japoneses están políticamente correctos en su representación, ninguna lectura de conflictos interiores o angustias engrandecen a esos hombres de mandíbulas cuadradas, determinados a la victoria, con la pintura del heroísmo como única característica. Wes Tooke en su guión supone que el espectador sabe de términos marinos y tácticas, lo que hace que el argumento importe menos y como casi la mitad de la película son lluvias de balas, vuelos y explosiones eso poco importa. El elenco reúne a actores conocido, Patrick Wilson- el mejor personaje, el hombre de inteligencia que advirtió que el ataque a Pearl Harbour estaba por acontecer y nadie lo escuchó, y desaprovechados Woody Harrelson, Ed Skrein, Luke Evans, Dennis Quaid, Aaaron Eckhart, y un poquito de lucimiento para Nick Jonas. El conjunto de esposas abnegadas tiene como representante a Mandy Moore. Lo demás puro efecto efímero y no demasiado lucido.
Transcurre el año 1942 y Estados Unidos se desayuna un ataque de las tropas Japonesas sobre las bases Americanas de Pearl Harbor en plena Segunda Guerra Mundial. El señor Roland Emmerich se encargó de dirigir esta película sin privarse de nada como ya nos tiene acostumbrados en su extenso listado de grandes piezas cinematográficas como "El patriota", "El día después de mañana", "Día de la independencia" y "Godzilla". Pero ahora tiene una tarea un poco más arriesgada: tiene que reconstruir (nuevamente) la decisiva batalla aérea y naval de Midway. Esta historia ya fue proyectada en la gran pantalla en 1976 siendo una de las mejores películas de guerra de ese momento. Volviendo al 2019 y al hecho que no escatimaron en gastos, podremos ver en la cinta grandes figuras como Woody Harrelson, Luke Evans, Mandy Moore, Patrick Wilson, Aaron Eckhart, Nick Jonas y Darren Criss, entre otros. A pesar de que el guión es bueno, la dirección de actores fue un poco pobre y la mayoría de las interpretaciones quedaron desdibujadas. En el afán por querer mostrar una lucha ruidosa y llena de explosiones no se logra que el espectador pueda terminar de salir de una situación para meterse en otra. Aparte de lo dicho, me pongo de pie para aplaudir el arte. Se cuida cada detalle y podemos transportarnos a la época al instante. Los outfits, ya sean los uniformes o de civil, son perfectos, las locaciones y utilería son excelentes. El director no abusa de planos detalle ni de planos generales para mostrar situación y/o acciones, sino que aplica distintos montajes en toda la cinta que logran contar una buena y entretenida historia que no cansa en ningún momento. La películas bélicas en su mayoría son buenas y esta no se queda atrás. Buenos momentos, arte y fotografía hacen que "Midway: batalla en el Pacífico" compita con otros clásicos, no solo por el gran reparto sino también por el contexto dramático que la envuelve. 138 minutos de película parecen mucho pero sinceramente resulta muy llevadero y no se torna densa ni laxa. Es una proyección que se puede disfrutar siempre y cuando te guste la historia y sobre todo las batallas, sean por agua o aire, ya que de eso Midway tiene de sobra. Por Keila Ayala
El cine será un espectáculo de masas o no será nada. Esta parece ser la máxima del alemán Roland Emmerich en cada una de sus películas. El director de tanques como Día de la Independencia, Godzilla y El día después de mañana ya puede ser considerado uno de los grandes autores de Hollywood, sobre todo porque un plano suyo se distingue de acá a la China. Pero es un autor de los que prefieren crear divertimentos que apunten al corazón de la popular antes que a ganarse las cinco estrellitas de la crítica especializada. Midway: Ataque en altamar, su nuevo título de alto voltaje presupuestario, recrea la batalla que marcó el destino de la Segunda Guerra Mundial. Después de los bombardeos de Japón a Pearl Harbor, Estados Unidos decide realizar un contraataque aéreo y naval en la zona de Midway, un plan táctico y estratégico ejecutado con mucha valentía, heroicidad y, por supuesto, sed de venganza. Japón despierta a un gigante dormido y Emmerich lo filma con muchos efectos especiales, pulso catastrofista y personajes que se la juegan a morir por su patria. El filme es, antes que nada, un entretenimiento con los elementos habituales del género bélico, manejados con la soltura y el conocimiento de alguien que ama los artefactos estruendosos con escenas de acción a quemarropa. El héroe principal es Dick Best (Ed Skrein), el piloto que encabeza la osadía en el Pacífico. Su convicción y su personalidad, más su talento para pilotear aviones lanzatorpedos harán la diferencia e inclinarán la balanza para el lado norteamericano. A Dick lo acompañan otros pilotos igual de valientes que él y el oficial de inteligencia Edwin Layton, interpretado por el siempre efectivo Patrick Wilson. También están el aguerrido Jimmy Doolittle (Aaron Eckhart) y los comandantes Chester Nimitz (Woody Harrelson) y William “Bull” Halsey (Dennis Quaid). Además hay un simpático homenaje al maestro John Ford, que funciona como un regocijo para los más cinéfilos. Si bien exuda patriotismo maniqueo y despilfarra efectos visuales a dos manos, Midway: Ataque en altamar logra transmitir el sentimiento de sus personajes y el drama de la guerra, que sumados a la potencia explosiva de algunos tramos hacen que la película se disfrute tanto como el balde de pochoclo con el que hay que acompañarla. Lo bueno es que las escenas de los ataques a los portaaviones son un prodigio de la acción cinematográfica. Lo malo es que los pocos desarrollados personajes femeninos dejan a las mujeres como algo decorativo, salvo por el personaje de Mandy Moore, esposa de Dick, a quien se muestra como una mujer con personalidad y capacidad de influencia. Aunque la película también asume el punto de vista del bando nipón, siempre es para mostrarlos como enemigos antipáticos y orgullosos. Lo que le importa a Emmerich es resaltar el patriotismo yanqui en una batalla que marcó un hito en la historia del siglo 20 y entregar un espectáculo con pocas sutilezas y mucha adrenalina, que entretenga y emocione al espectador desprejuiciado.
MOJADAS DE OREJA EN EL PACÍFICO Cuando leí que se estaba haciendo una nueva versión de la batalla de Midway me pregunté por qué dejaron pasar tanto tiempo desde que se usara el evento bélico que diera pie a otro blockbuster multiestelar en 1976, con Charlton Heston, Henry Fonda, James Coburn y Toshiro Mifune, entre otros. Película que, sin ser una maravilla y atendiendo el contexto, me alucinó desde la pantalla de mi TV blanco y negro en sábados de súper acción a muy temprana edad. Luego recordé aquella soporífera versión de la historia más cercana que fue Pearl Harbor de Michael Bay y entendí por qué la historia “durmió” unos años más, al menos hasta que la encontrara Roland Emmerich e intentara aggiornar los hechos a una aventura bélica menos solemne pero, al mismo tiempo, más fidedigna en cuanto a la identidad de los personajes, que tienen sustento real más allá de la caracterización a cargo de los actores más de moda en el género de acción. Midway: ataque en alta mar narra la historia del desenlace del conflicto desatado luego del ataque de la flota japonesa a la base militar de Pearl Harbor y cómo llegan varios de los hombres del ejército norteamericano al combate describiendo su temperamento y habilidades por medio de sus problemas personales. Al mismo tiempo se cuenta el diálogo entre líderes (por Japón y EE.UU.) intentando llevar a buen “puerto” al conflicto aunque se les haga difícil desde lo diplomático y se da una breve mirada sobre el punto de vista japonés, al que se trata respetuosamente lejos de demonizarlo o de mostrarlo como a los villanos despiadados, más allá del patriotismo que el director imprime en la película. Este tipo de películas suele ser coral, y podría presumirse eso a partir del elenco, cuyos integrantes acostumbran ser por lo general protagonistas de sus propios films (Ed Skrein, Patrick Wilson, Woody Harrelson, Luke Evans, Aaron Eckhart, Dennis Quaid, entre otros), pero la realidad es que la estelaridad pasa por el personaje de Dick Best (Skrein) y su temeridad que al principio es un problema de conducta aunque termina siendo la salvación de muchos. Luego las participaciones del resto se va dosificando como para construir una historia en la que lo único importante es que el espectador empatice como mínimo con cada uno, como para que le duela lo que vaya a sucederles, aunque no necesariamente se trate de un desenlace trágico. Desde ya que no falta la pirotecnia y los efectos especiales en plena batalla, algunos excelentes, otros bastante notorios en el “truco” digital, pero disfrutables en su construcción y resolución final. Los vuelos de ataque y rasantes desde la cabina no son tan agobiantes ni tan realistas como en Dunkerque de Christopher Nolan, pero tampoco es la intención de Emmerich (El día después de mañana) hacer un alegato hiperrealista, sino una aventura bélica más digna de aquella que veía, como comencé diciendo, en aquellas tardes de sábado de súper acción. En definitiva, Midway: ataque en el mar no será recordada como un hito en la despareja carrera del director, que lejos quedó de clásicos de sci-fi como Stargate o la discutida pero taquillera Día de la Independencia, pero tampoco merece ser sepultada con críticas desfavorables cuando sólo se trata de una película bélica en la que lo que importa es el ruido de los casquillos, las ametralladoras y las explosiones cubriendo nuestros oídos al tiempo que nos enceguecemos con el fuego en la pantalla, promovido por nuestros actores taquilleros favoritos.
El título del filme hace referencia a la batalla naval que luego de producida, victoria yankee de por medio, cambio el curso de la guerra. Pero arranca antes. Año 1942, plena Segunda Guerra Mundial. Luego del destructor ataque japonés que destruyó Pearl Harbor la armada nipona tiene intenciones de invadir. Anticipándose a estos hechos, el Almirante Nimitz (Woody Harrelson), con la intención de mantener alejado el espacio del combate, decide un contraataque que en el filme hasta puede leerse o sentirse como acto de venganza. Todo lo anterior podría entenderse como una especie de sinopsis, pero en realidad estamos frente a una realización cuya preponderancia se establece en las escenas de guerra, batallas aéreas, navales, mucho ruido y pocas nueces. Todo aquello que debería sostener el relato entre bombas y metralla, o sea el guión, es de un nivel paupérrimo, los personajes principales son reales, la relación establecida entre ellos y los diálogos que deberían jugar a favor de su avance dramático nunca funcionan. Por lo cual todo el filme queda reducido a espejitos de colores, con mucho de efectos especiales, no siempre en el nivel que la tecnología actual lo permitiría, y en muchos pasajes se siente como falsa la imagen. El director alemán Roland Emmerich, el mismo de “Día de la Independencia” (1996) o “Godzilla” (1998), entre muchas otras producciones descartables, algunas por lo menos algo entretenidas, no logra en esta producción siquiera ese efecto. Ya sea por culpa de su extensión, dura 138 minutos, (le sobra media hora, mínimo), o endilgarle la responsabilidad del guión literario que no sirve para sostener el relato entre escenas de guerra, aburre. Ni siquiera el reparto de buenos actores puede ayudar en esto, y no es que no haya realizado el esfuerzo, salen airosos en lo que de ellos depende, pero no alcanza. La ausencia casi aterradora de desarrollo de los personajes hace que las actuaciones no puedan influir en los espectadores para sostener el interés. Ante una historia conocida, en que la previsibilidad no existiría, el texto fílmico como tal debería generar desde sí mismo un cierto interés. La idea de implementar algo de suspenso en situaciones de pura acción termina sintiéndose más ridículas que otra cosa, como ejemplo un torpedo que pasa a milímetros de un barco enemigo. (No vi a nadie “comiéndose” las uñas en esta, ni en ninguna otra escena similar). Eso sí, se toma su tiempo para presentarnos a Dick Best (Ed Skrein), el mejor piloto de la armada estadounidense, todo un Rambo de la Fuerza aérea, o su contrapartida Isoroku Yamamoto (Etsushi Toyokawa). el almirante nipón, (quien por suerte no está caricaturizado como el maldito japonés), también se suma a esta larga lista de actores desperdiciados Luke Evans, Dennis Quaid, Aaron Eckart o Mandy Moore como Ann Best, la esposa de nuestro héroe, que sino estuviese no se notaría. Algunas buenas imágenes, en un envase sin contenido, casi, casi otro fallido producto surgido del patrioterismo, o sea el patriotismo mal entendido yankee, aunque además, y sólo en el final, intente, sin lógralo, funcionar como homenaje a esos seres humanos de la vida real inmersos en el conflicto.
Aquí hay personajes que nos interesan, un cuento que vale la pena y generosidad visual mirada con la –aparente– ingenuidad de la clase B. Después de un par de películas alemanas no demasiado buenas, Emmerich hizo en los Estados Unidos un par de películas no demasiado buenas, pero al menos taquilleras, entre ellas “Día de la Independencia”. Parece que recién después fue aprendiendo y así logró algunas de las mejores películas de aventuras de los últimos años. Entre ellas la nada ingenua “2012” y la rara pero divertida “10.000 BC”, o la alocadísima “El ataque”. “Midway”, que narra la crucial batalla de la Guerra del Pacífico, no es tan buena como las que destacamos ni tan mala como “Día...”, pero muestra sobre todo lo que le gustan las escenas de acción masivas al germano. Si el aspecto actoral o dramático es más bien cercano al cotillón, podemos ver que se trata de una elección estética (discutible como cualquier otra) que alcanza para inyectarle drama a la pura abstracción de las bellas escenas de batalla, y no al revés, como supo ser la norma. En las antípodas de aquel despropósito que fue “Pearl Harbor” en 2001, aquí hay personajes que nos interesan, un cuento que vale la pena y generosidad visual mirada con la –aparente– ingenuidad de la clase B. Y eso, esa falta de pretensión discursiva o de moraleja es la que le otorga su encanto y nos permite disfrutar de la historia. Sí, algo aprendió Emmerich con los años.
Pochoclos y fuegos artificiales Durante la Segunda Guerra Mundial, seis meses después del letal ataque al puerto de Pearl Harbor por parte de la Armada de Japón, hecho que generó el conflicto en el Pacífico entre nipones y estadounidense, se libró la batalla de Midway, la cual ya ha sido llevada a la gran pantalla por otros cineastas. En esta oportunidad, la recreación de esta parte de la historia corre a cargo del director alemán Roland Emmerich, famoso por sus intervenciones en cintas de acción y catástrofe como "El Día de la Independencia", "Soldado Universal", "Godzilla" (1998) y "El día después de mañana", entre otras. Emmerich, uno de lo símbolos de las superproducciones hollywoodenses, apela a un drama bélico "a la antigua" pero utiliza todo el peso de la tecnología actual para crear monumentales y estruendosas escenas de acción. Explosiones y disparos, ataques aéreos y submarinos, escenas grandilocuentes y sin reservas; son el punto más destacado de esta cinta y, en definitiva, su fín. Por el lado narrativo, la película cae en repeticiones que podrían haber hecho un metraje más corto y dinámico, mientras que peca de cometer muchos "cliches" en la confección de sus personajes y sus acartonadas vidas personales. El increíble elenco que reúne este "tanque" -con Woody Harrelson, Patrick Wilson, Luke Evans y Ed Skrein como figuras más destacables en el relato- muestra una sólida actuación a pesar del flojo material con el que cuentan. Por otro lado, la efectiva banda sonora a cargo de Harald Kloser y Thomas Wanker es otro gran componente para las escenas de acción, mientras que la recreación de época resulta impecable. Quizás uno de los momentos más graciosos de "Midway" está en el homenaje al legendario director John Ford, quien participó como oficial de los servicios cinematográficos de la Armada y fue herido en combate. Posteriormente recibió el Oscar a Mejor Documental por "La Batalla de Midway", en 1942. La acción y los efectos especiales deslumbran, "Midway" está dirigida a ese público que busca sentarse, entretenerse con más de dos horas de explosiones sin otro objetivo que el entretenimiento. Aunque su falta de recursos en otros aspectos la vuelvan agotadora en su trayecto, la nueva cinta de Emmerich funciona según sus objetivos. Puntaje: 5,5/10 Por Federico Perez Vecchio
Portaaviones pisteando como si fueran bólidos de Rápido y Furioso. Tipos esquivando cazas japoneses como si fuera una de Star Wars. Perfomances horribles. Exceso de personajes e historias donde el espectador termina perdido y no sabe quién está en dónde ni haciendo qué. Efectos especiales mediocres que, por momentos, parece una de The Asylum (los amerizajes son patéticos). Diálogos indigeribles. Y la lista sigue con Midway: Ataque en Altamar, la última chupada de medias patriótica de Roland Emmerich. Considerando que es un director mediocre que solo tiene talento para el bochinche – léase, las escenas de acción -, Midway resulta increíblemente anodina, como si el germano hubiera perdido todo su mojo. Salvo un par de escenas, el resto es abrumador y tedioso y, como los personajes te importan un soto, el espectador pone emoción cero en las refriegas. Es casi como una de esas horrendas películas setentosas de cine catástrofe con cast largo como chorizo, historias cliché y cero interés en sus dramas hasta la llegada de las secuencias de los efectos especiales… con el plus de que acá, aún con la parafernalia de modernos CGI que exhibe la película, ni siquiera resulta minimamente interesante. El principal problema pasa por el protagonista, el cual es un ladrillo. Ed Skrein no tiene cara de héroe, es huesudo, y acá parece un zombie hablando a dos por hora. Su físico no impresiona, su perfomance es aún peor y cada vez que abre la boca es un bostezo. Pero Skrein no es el único ofensor de los sentidos en tal aspecto; Luke Kleintank ya había probado ser un mal actor en The Man in the High Castle y acá resulta inexplicable el por qué lo contrataron. Idem con Nick Jonas, aunque el tipo es mas simpático. Con los veteranos no va mucho mejor: Woody Harrelson va en piloto automático como el Almirante Chester Nimitz, Dennis Quaid parece Manolito con unas cejas exageradas para interpretar al Almirante Bull Halsey, y solo Luke Evans y Patrick Wilson salvan las papas, haciendo maravillas con papeles horrendamente escritos. Si el drama personal no funciona acá, es porque Emmerich hizo una película patriótica de los años 40 – de esas protagonizadas por Van Johnson o Jeff Chandler, no hablo siquiera de grandes estrellas -, esas cintas bélicas recargadas de estoicismo y diálogo disparado a lo ra-ta-tá donde primaban las acciones y los ideales antes que la humanidad de los personajes. Midway: Ataque en Altamar precisaba a un Spielberg, alguien que demostrara con lujo de detalles la carnicería de la guerra área y naval, que salpicara de tripas la pantalla y que hiciera del suspenso y los personajes bien desarrollados la clave de la trama, podando el aburrido ataque a Pearl Harbor del principio (porque, honestamente, hay que tener falta de talento para filmar sin gracia semejante carnicería que de por sí sola merece su propia película – ¿recuerdan Tora, Tora, Tora!?; ese era cine del bueno! -), omitiendo el raid de Jimmy Doolittle sobre Japón y enfocándose en el drama de adivinar a ciegas si los japoneses se van a cargar al resto de los portaaviones yanquis, dónde y cuándo. Tan solo la secuencia del descifrado de los mensajes encriptados japoneses debería haber sido el nudo de la película, generando un suspenso increíble por la perspicacia de los yanquis al mandar un mensaje falso sobre Midway – el problema en la bomba de agua de la base en la isla – y releerlo en los mensajes de la milicia nipona. Pero acá eso es vomitado al pasar en dos segundos, sin pena ni gloria, y se enfoca en la aburridísima vida familiar de Skrein, la aburridisima perorata militar de Skrein y el anodino heroísmo sobreinflado de Skrein, quitándole espacio al resto de los personajes. Digo: si la Midway original (1976) era mas que pasable y estaba hecha de requechos de documentales (sin efectos especiales propios como Tora, Tora, Tora!), ¿por qué diantres no hacer una remake textual y con mejores FX?. Pero no; acá se despachan con fruta como que los americanos fueron los primeros que quisieron hacer un ataque kamikaze (cuando el bombardero cae rozando el portaaviones del almirante Yamaguchi), pisteando portaaviones para esquivar bombas como si esas moles giraran 90º en 10 segundos, o los japoneses recién dándose cuenta de que los aviones americanos están al acecho cuando los tienen a dos metros de sus narices. La batalla de Midway fue crucial en la guerra del Pacífico. Los americanos – como todo en su época – tenían terribles aviones así como terribles tanques, torpedos que no funcionaban, maquinarias que andaban emparchadas y que solo eran eficientes por el heroísmo de sus pilotos. Si los americanos ganaron la guerra era por su impresionante maquinaria industrial que le permitía reponer maquinas así como entrenar pilotos en corto plazo – a los japoneses, carentes de recursos, le demandaba lustros poner a flote un crucero o, peor aún, un portaaviones -. En Midway los japoneses perdieron toda la plana mayor de sus pilotos mas experimentados – los mismos que atacaron Pearl Harbor y lucharon durante toda la expansión japonesa en Asia -, simplemente porque creían que eran inmortales e indestructibles y no habían encarado el entrenamiento de una generación de reemplazo. También en Midway quedó evidente que los japoneses se arriesgaron demasiado y perdieron casi toda la flota de portaaviones con lo cual pusieron pies en polvorosa y ni se arriesgaron a poner en peligro al acorazado mas grande del mundo, el Yamato, el cual tenía un enorme valor simbólico y apenas vio acción durante la guerra hasta que lo hundieron en 1945 cuando tuvo que hacerle frente a una flotilla de aviones yanquis sin cobertura aérea de respaldo. Pero nada de eso queda explicado en Midway: Ataque en Altamar; todo queda sepultado en el cliché del cine catástrofe y los elencos multitudinarios. Midway: Ataque en Altamar puede ser un entretenimiento pasable para los que le apasionan las películas de efectos especiales – Emmerich hizo una carrera de eso -, pero los puntos muertos dramáticos son casi insalvables. Y es tanta la falta de empatía que despierta Skrein que directamente rezamos para que algún artillero japonés le pegue, lo tire abajo y otro actor ocupe el centro de la pantalla. En los créditos finales amenaza con una secuela – ¿Midway 2: la Venganza? – y de seguro la veré porque me encantan las películas de la Segunda Guerra Mundial – que en esta época podrían tener un renacer ya que la magia de los efectos especiales podría crear escenarios monumentales de caos y destrucción con ejércitos masivos digitales (la batalla de Kursk, alguien?) – pero, si Emmerich no hace los deberes y si no consigue otro libretista, volveré a ponerle el pulgar abajo… como en este caso, en donde me seguiré quedando con la emparchada (pero mucho mas efectiva) versión de 1976 con Charlton Heston, Henry Fonda, Robert Mitchum y Toshiro Mifune (entre una tonelada de estrellas de la época) en los roles estelares.