Naturaleza Muerta es el primer largometraje de Gabriel Grieco, de quien ya vimos una gran cantidad de cortos a lo largo de los años en este mismo festival. Parte película de suspenso o misterio y parte slasher (de otorgarle un porcentaje podríamos decir que es 60/40), la cinta fue filmada en las provincias de La Rioja y Neuquen y cuenta en su elenco con gente como Luz Cipriota, Amin Yoma, Juan Palomino, Nicolás Pauls y Mercedes Oviedo. El film parte de una premisa tan interesante como difícil de obviar ¿Que sucedería si alguien, en modo de venganza, comienza a asesinar a sangre fría en nombre de los animales? Mediante un prólogo a-la-Scream, Grieco nos pone en clima. Julia Cotonese (Oviedo), hija de un empresario de la carne, es acechada en su casa por alguien que interrumpe su cena (obviamente, un plato de carne y achuras), y luego de una breve persecución por el bosque, es historia. Rápidamente el foco pasa a Jazmín Alsina (Cipriota) una periodista que luego de una re estructuración en el programa para el cual trabaja imagina que quedaría al frente del mismo. Pero las cosas no salen como lo planeado, y así Jazmín no solo no se queda con el puesto que deseaba, tambien la mandan al interior del país a cubrir una nota sobre la relación entre el excremento de las vacas y el efecto invernadero. Tanta suerte tiene Jazmín (o no en realidad) que junto a su camarógrafo van a parar el mismo pueblo en el que desapareció Cotonese y donde un maniático asesina a seres humanos carnívoros. Mientras Jazmín cubre la noticia que le asignaron, comienza a interesase tambien en la desaparición de esta chica, que podría resultar una noticia más interesante y que le daría algo de prestigio como periodista. Pero metiendo la narices en donde no debe, se terminará viendo envuelta en este espiral de sangre, muerte y venganza animal. Grieco no se anda con medias tintas y nos entrega una película que desde ya puedo asegurar que dividirá las aguas. Con un fuerte y marcado mensaje en contra del maltrato animal, la cinta busca impactar para concientizar. Más allá de nuestro hábitos a la hora de comer, el mensaje llega y es difícil de obviar. Olvídense de las sutilices, la cinta nos manipula descaradamente y nos obliga a cuestionarnos la doble moral que gran parte de nosotros tenemos respecto a este tema. El tratamiento que se le da es muy similar al que sucedía con las cintas slasher de los años ochentas, en la que (muchas veces injustificadamente) se las tildaba de moralistas porque todos los personajes que tenían sexo, consumían drogas o realizaban actos impuros, eran asesinados a sangre fría por algún loco enmascarado. Bueno, aquí imaginen algo similar solo que en lugar de sexo o drogas, lo que te lleva a la tumba es tu hábito alimenticio. En ese sentido, Naturaleza Muerta es directa e impactante, y logra que nos resulte imposible ignorarla. Como dije previamente, gran parte de la película se desarrolla como una cinta de misterio con Jazmín intentando develar que hay detrás de la desaparición de Julia Cotonese. Más allá de algunos altibajos en la narración en donde la cosa se puede tornar un poco monótona, quizás lo más llamativo está en ciertos comportamientos del personaje de Cipriota, quien a pesar de ser una periodista seria en busca de prestigio ni siquiera titubea a la hora de quedarse con evidencia clave del caso o en llamar a su camarógrafo en lugar de la policía cuando encuentra el cuerpo de alguien que fue brutalmente asesinado, y para ese entonces la cosa ni siquiera había empezado a ponerse difícil. Es durante el último acto cuando Naturaleza Muerta se transforma en un slasher propiamente dicho. Si pensaban que hasta el momento la película carecía de la sangre y violencia característica del género, durante los último minutos tendrán más que suficiente. También tendrán lo que probablemente sea la escena más impactante dentro del terror nacional en toda su historia, escena que si sos de impresionarte con facilidad te costará mucho trabajo digerir. La resolución muy difícilmente nos tome por sorpresa más allá de algún intento para persuadirnos, pero para ser honestos es el mejor camino por el que podrían haber optado ya que así la película termina por cerrar su tesis. Como extra tenemos un epílogo tan genial como divertido que es tambien uno de los puntos más altos del relato. Conclusión Con un paisaje vistoso y exótico para el terror nacional y buenas interpretaciones de todo su elenco, Naturaleza Muerta es una interesante, y a veces impactante, propuesta de género que tiene sus errores y sus virtudes. Quizás, para algunos, su mensaje salga de manera directa y agresiva sin sutilezas de por medio, aunque creo que esa es la intención de Grieco y su equipo. Pero escucharlo o no depende enteramente del espectador.
De carne somos… Para los que venimos bogando desde hace mucho tiempo por un cine argentino de género, cualquier intento que logre llegar a la cartelera autóctona, por más elemental o limitado que sea, resulta bienvenido e imprescindible en lo que respecta a ganarle terreno al díptico histórico de nuestro país (los dramas de alcoba pretendidamente “serios” y los productos televisivos destinados a explotar la popularidad de las “figuras” de turno) y a esa tercera pata que terminó licuándose bajo el peso de sus propias fórmulas (hablamos del nuevo cine argentino de la década del 90 y la profesionalización de una escena alternativa, capaz de abrirse camino esquivando -a veces- los clichés de la legitimación estatal y/ o festivalera). Si bien con el transcurso de los años aquel cúmulo de realizadores cayó en todos los vicios que solía criticar, mudándose a una frontera difusa entre el mainstream y la comarca indie, en paralelo surgió una camarilla que puso sus fichas en la verdadera revulsión del séptimo arte, léase la tríada compuesta por el terror, el suspenso y la ciencia ficción. Así las cosas, estos directores que crecieron a la sombra del mejunje de influencias de lustros pasados, pudieron aunar la doctrina del “se hace lo que se puede” con las preocupaciones formales de sus homólogos de geografías lejanas, colaborando en el trajín con un pequeño grano de arena para visibilizar estos films con vistas a que reciban el apoyo que merecen y necesitan. En términos prácticos Naturaleza Muerta (2014) es una versión trash del cine ecologista contemporáneo, en sintonía con The East (2013) y Night Moves (2013), pero adoptando la estructura de los slashers ochentosos y algunos detalles de los relatos detectivescos. El opus de Gabriel Grieco comienza con el ímpetu maltrecho de la notera Jazmín (Luz Cipriota), a quien envían a un enclave perdido del interior para investigar el papel del metano de los excrementos vacunos en la acentuación del efecto invernadero. Desde ya que se topa con desapariciones, asesinatos varios y un psicópata vegano que gusta de cargarse a individuos nefastos de nuestra argentinidad carnívora (en esencia, los lelos del lugar y un empresario). Más allá del feminismo implícito de las “scream queens” y su contraparte, la estupidez de los hombres que las acompañan en sus faenas cotidianas (en este caso, un camarógrafo bastante bobo), la película en cuestión no se toma tan en serio a sí misma y llegando al final nos ametralla con la escena más comentada hasta la fecha, una masacre que incluye inserts de Earthlings (2005), una actualización de los mondos de los 70. A pesar de cierta torpeza inicial en lo referido al desarrollo de personajes, a posteriori Grieco le saca el máximo provecho a la tensión en torno a la amenaza que se cierne sobre Jazmín, redondeando una obra derivativa aunque disfrutable que de a poco se acerca al sarcasmo y la desfachatez…
Slasher bien argento Promocionada felizmente como “el primer thriller vegano de la historia del cine”, Naturaleza muerta (2014) es una película divertida y original al presentar a un grupo de vegetarianos como fanáticos religiosos. El tema, llevado al ridículo, se intercala con muy buenas herramientas de realización a la hora de construir un relato que tiene todo lo que un film de terror debe tener. La ópera prima de Gabriel Grieco, presentada en el Festival Internacional de Cannes (Francia) abriendo el ciclo “Midnight Galas” (muestra de películas latinoamericanas del género fantástico y terror), cuenta la historia de una joven periodista de televisión (Luz Cipriota) que visualiza la oportunidad de obtener un ascenso, al investigar el paradero de la hija de un importante empresario ganadero, desaparecida en el interior del país. El pueblo al que se dirige se divide en dos: por un lado la familia Cotonese, amante de la carne, y por otro un grupo vegetariano radical que trata de convencer a cuanto humano se tope en el camino. Enmarcada dentro del exquisito subgénero slasher, la película de Grieco utiliza muy oportunamente los elementos visuales con los que trabaja. ¿Qué mejor que mostrar tripas, sangre y desmembramientos en un ambiente que vive de la comercialización de la carne? ¿Qué mejor para horrorizarse de animales descuartizados que un grupo de ecologistas vegetarianos? Así planteados los opuestos, Naturaleza muerta instala la disputa y tensión en pantalla. La primera mitad, la trama policial gira alrededor del misterioso asesinato, mientras que en la segunda se lanza definitivamente al slasher más duro. Grieco apela a recursos del terror ultra conocidos (la protagonista sexy y solitaria en un universo varonil, la filmación casera de la protagonista al meterse en una propiedad deshabitada, puntos de vista provenientes de la oscuridad, etc.) para estructurar un film que no sorprende pero funciona. Lo original de la película está en cambiar los tradicionales elementos y adaptarlos ingeniosamente: el silencio de un pueblo trasladado al interior del país, la locura irracional a la militancia de radicales grupos ecologistas y el horror de la mutilación de la carne a un universo de frigoríficos. Naturaleza muerta tiene un sutil sentido del humor que se huele en cada extremo, donde las presencias de Juan Palomino y Nicolás Pauls como “hombres de campo vegetarianos” suman a una propuesta descabellada. Además, claro, de contar con uno de los psicópatas más icónicos de los últimos tiempos. Y no es un dato menor.
Desde la aparición de Plaga Zombie, en 1997, el cine fantástico argentino fue creciendo de manera lenta pero poderosa. De películas caseras, hechas sin dinero pero con sobrada pasión y talento, fue evolucionando a producciones más ambiciosas y cuidadas tanto desde lo formal como en lo referente a los guiones. Concretamente dentro del terror, Daniel de la Vega y Adrián García Bogliano se fueron haciendo de un nombre gracias a obras oscuras y perturbadoras, que trascendieron fronteras e inspiraron a otros cineastas. García Bogliano le supo añadir giros y elementos que le daban toques de originalidad. Un camino similar es el que tomó Gabriel Grieco con Naturaleza Muerta. Jazmín (Luz Cipriota), una joven y ambiciosa periodista de televisión, llega a un poblado para una nota sobre el efecto invernadero, pero enseguida se interesa por cubrir un hecho más llamativo: la misteriosa desaparición de una muchacha de la zona. Pronto dará con un heterogéneo grupo de personajes, algunos a favor del veganismo, otros cultores de la carne… y en el medio, más desapariciones, más asesinatos y un individuo con el que no te gustaría cruzarte. Con larga trayectoria haciendo cortos, videoclips y avisos publicitarios, Grieco se despacha con su ópera prima, en donde deja en claro su fanatismo y entendimiento del suspenso y del terror; los momentos de tensión y de violencia son buenas pruebas de ello. El director mezcla una intriga en un ambiente rural -contexto que suele darles un clima especial a estas historias- y el cine slasher, ya que aparece un asesino enmascarado del estilo de Michael Myers (Noche de Brujas), Jason Voorhees (las secuelas de Martes 13) y Leatherface (El Loco de la Motosierra y sus continuaciones). Un verdugo que, lejos de masacrar libremente a quien tenga la mala suerte de cruzarse en su camino o a jóvenes con hormonas en ebullición, extermina con un propósito concreto, inusual… y hasta de carácter militante. Luego de un prólogo aterrador y de un comienzo interesante, deudor del más inspirado Dario Argento, la película se concentra en su faceta más policial, pero cae en una extensa meseta narrativa, de la que logra levantarse gracias a una serie de secuencias gore. Luz Cipriota es toda una revelación como scream queen, en un elenco donde también participan Nicolás Pauls, Amin Yoma (también coguionista y productor), Juan Palomino y Nicolás Maiques. Aún con sus fallas, Naturaleza Muerta es la prueba de que el género fantástico nacional no detiene su marcha y que puede sobresalir cuando se le suman vueltas de tuerca poco habituales en un género donde, aunque no lo parezca, aún es posible intentar algo novedoso.
Un grupo de personas, un asesino que se encarga de ir liquidándolos de a uno, una protagonista que se mete donde no debe, todas las reglas del terror cumplidas a rajatabla. Todo esto sonaría como una extrañeza para el cine argentino hace no más de diez años. ¿Se acuerdan cuando hablábamos del incipiente cine de género en nuestro país? Lo primero que hay que remarcar sobre Naturaleza Muerta es que estamos en presencia de la consagración definitiva del terror argentino; una película que nos invita a no conformarnos con menos. Gabriel Grieco sabe de pelearla desde abajo, director de varios cortometrajes entre los que podemos contar la co-autoria (junto a dos nombres fundamentales como Pablo Pares y Nic Loreti) de los míticos cortos de Nathan, el peluche asesino; hace su debut en el largometraje cumpliendo nuevamente su doble rol de director y guionista. El hombre parece que sabe de lo que habla, y desde los pocos minutos de Naturaleza Muerta las grandes referencias se hacen evidentes. Una mujer (Mercedes Oviedo) sola en su casa, se encuentra cenando un jugoso plato de achuras; el aire es raro, sabemos que algo no está bien. A los pocos días llega al pueblo Jazmín Alsina (Luz Cipriota) una periodista que esperaba ser nombrada como titular del programa de noticias, y no, es enviada a hacer una nota sobre la contaminación de las heces vacunas. Pero el destino quiere que sea ella quien encuentre la billetera de Julia Cotonese (Oviedo), que desde aquella noche se encuentra desaparecida. De manera oculta y sin informarle ni siquiera a su camarógrafo (Ezequiel de Almeida), Jazmín inicia una investigación paralela sobre lo sucedido, pero se topará con una verdad que no podrá soportar. En el pueblo parecen rendirle un fuerte culto al vegetarianismo y veganismo, por lo que personas como los Cotonese o el ganadero interpretado por Nestor Sánchez no son personalidades muy queridas. Hay varios sospechosos, y Jazmín cuenta con la ayuda, para resolver el misterio, de un activista (Amín Yoma) que entre otras cosas tiene una ONG (dice integrada por él solo) para concientizar sobre el no consumo de animales. Son varios los aciertos de Naturaleza Muerta, tanto estéticos como narrativos. En primer lugar, el constante in crescendo que propone. La tensión se crea de a gotas, se hace un inteligente uso del fuera de cámara sin que resulte a manipulación hasta llegar a una escena que funciona como una bisagra, uno de los momentos más shockeantes que recuerdo haber visto en la filmografía local. Grieco sabe cómo colocar la cámara, como crear un clima ominoso permanente y como ir dosificando la información visual de modo justo. En este aspecto también es remarcable que se trata de uno de los pocos films que supo utilizar coherentemente el uso de cámaras fijas de seguridad o cámaras en mano (El llamado found footage), en contados momentos y para crear un momento de caos e incertidumbre medida que no resulta ni desmedido ni incongruente con la lógica de las situaciones. El argumento, que se propone también como un fuerte alegato en contra del maltrato animal (verla en conjunto con la reciente "El Patrón" de Sebastián Schindel asegura no probar un bocado de carne en un largo período) es perfectamente funcional como móvil de terror. Si bien no destaca totalmente en su originalidad (las referencnias son muchas y recoconocibles) cuenta a su favor con un asesino serial logradísimo dispuesto a convertirse en un ícono local temprano, con personajes con características bien delineadas (con el aporte de interpretaciones convincentes de todo el conjunto) y con un ritmo permanente que descansa tanto en la agilidad del relato como en el interesante montaje que otorga virtuosismo sin convertirse en “videoclipero”. " Naturaleza Muerta" es un slasher de manual, pero en el mejor sentido de la palabra, es un film altamente entretenido, divertido, que sabe aprovechar a su favor varias “inconducencias” en los hechos, que maneja un humor sutil y varias escenas para mantenernos atentos y aferrarnos a la butaca. Lo mejor que se puede decir es que recuerda a las mejores épocas del slasher, a aquellos films a los que de cierta manera homenajea, y no lo hace desde un lugar de inferioridad, se para de par a par y sale airoso, como un film inteligentemente sangriento. Seguidores del género (local, extranjero, ya no importa), tienen una cita obligada. Recomendable.
Soy una cobarde por excelencia. De verdad. De esas que el simple silencio o el personaje siendo claramente espiado por una cámara subjetiva ya me dan ganas de largarme a llorar. Pero algo tienen los slashers que todas las veces quiero ver qué me proponen. Este subgénero que dicen tendría su primera expresión en Psicosis, trata de estos personajes que gustan de elementos punzantes para asesinar a sus víctimas, generalmente mujeres y generalmente con fines moralistas (lo cual a mí me encanta porque la lógica es que matar es mejor que lo que hacen ellos). No son los tipos más sociables lo cual se entiende porque si no, no se explica que guste hacer brochette de la gente. Como buen referente de estos nuevos slashers ecológicos, hay un fuerte mensaje en “Naturaleza muerta” que tiene que ver con el maltrato animal. En este caso contra las familias ganaderas de una localidad perdida (que para remarcar todos te dicen que son "gente de mierda") que el espectador conoce a través de Jazmín, una chica a la que le quitaron la posibilidad de ascender laboralmente dentro del noticiero en el que trabaja y la mandan a entrevistar al autor de un libro que habla de lo mucho que contamina el ganado, o sea, algo así como la Siberia laboral del periodismo. A partir de esto, se irá relacionando con el espacio donde se dio una desaparición de la hija de uno de los ganaderos más importantes de la zona. Respondiendo a cuestiones de género, tenemos un primer asesinato que es extenso y en una zona no urbana, con pocos vecinos, a una mujer con reducidas chances de salvarse. A esto sumamos que la nueva heroína debe ser igual de impactante pero mucho más intuitiva. Si esto no te enamora, tenemos secuencias de títulos al menos estilo cine clase B de los 80s. El claro mensaje ecológico hace que el tagline "Primer thriller vegano" le vaya como anillo al dedo. No sólo tenemos estudiantes comentando sobre esto sino claras explicaciones de cómo hemos elegido ser carnívoros por imposiciones sociales. Una tendencia global pero acá muy bien usada, con la fórmula del género aplicada con un inmenso amor al séptimo arte. Gabriel Greco en su ópera prima y su co escritura del guión hacen un uso inteligente de los recursos en una película que te mantiene al vilo de la butaca. El elenco, encabezado por Luz Cipriota, también responde a lo que necesita el guión: ella impactante y molesta por la situación inicial, lleva directamente a ponerla como la heroína, con su wing man, el pueblo que no conoce y todo que se podemos pedir para condimentarlo. Y, por fin, personajes con una motivación que te parecen lógicas porque se da el contrato con el tipo de cine. Tiene una cámara nerviosa, lindas persecuciones, por momentos simula la cámara de un celular, usan zoom (AMO el zoom en el cine de slashers) una cuestión predatoria con un mensaje que no es para estómagos sensibles. Quiere causar un impacto y lo logra. Destaco la música que sin ella, el cine de terror, poco terror causaría. Pero sobre todo porque combina a Cerati, Spinetta, Airbag y composiciones originales, originadas para ponerte los pelos de punta. Hacía mucho que no lo pasaba tan bien (bueno, mal, pero se entiende que es lo que el cine de terror pide) con una peli de este género. ¡Larga vida al cine de género argentino!
La muerte y la naturaleza La mayor virtud de "Naturaleza Muerta" (Argentina, 2014) de Gabriel Grieco es la clara intención de componer un relato de género con pasión y esfuerzo. En el refrito de thrillers y slashers ochentosos el director puede sumarle una visión personal y particular que trasciende y supera el mero relato de terror del asesino persiguiendo a la heroína mientras a su paso todos caen muertos. La trama del filme conjuga además un mensaje concientizador sobre el consumo de carne animal y hasta en ese reflexionar adulto hay una posición diferente que hace que la película pueda superar cualquier obstáculo técnico con el que se encuentra. "Naturaleza Muerta" narra la historia de Carla (Luz Cipriota) una periodista que ve como se le escapa de las manos la posibilidad de conducir el noticiero central y es enviadad a un pequeño pueblo del interior del país a realizar una serie de notas relacionadas a la producción ganadera. Pero en el lugar se topa con el misterio de la desaparición de algunos miembros de la comunidad por lo que decidirá desentrañar la historia desde su lugar y asumiendo riesgos que la pueden llevar a la muerte. Grieco construye un guión sólido en el que aporta las contrafiguras necesarias para que Carla (Cipriota) pueda erigirse como la heroína del filme con una gran composición de la actriz que recuerda a Gale Wathers (Courtney Cox) de Scream. Un terrateniente vegano (Nicolas Pauls), un investigador ganadero (Juan Palomino) y dos excéntricos e insistenten miembros de una ong vegana que promueve en, vaya contradicción, un lugar ganadero el no consumo de animales, son los estereotipos con los que la joven deberá lidiar para sacar adelante su investigación. Película de género con una fuerte dosis de conocimiento del género, "Naturaleza Muerta" se inscribe dentro de una linea de películas que intentan recuperar el terror como posibilidad de narrar otras historias, porque aquí los asesinatos son sólo el puntapié inicial para hablar de otras cosas, como el consumo, el trabajo y la vida en pequeños pueblos. Grieco resuelve con soltura en su debut algunas cuestiones que en otras manos hubieran caído redundantes y trilladas, pero además lo hace con una habilidad para la dirección de actores y la puesta en escena en paisajes naturales que le suman mucho a la propuesta. El resultado es un slasher autóctono con mensaje y principalmente la habilidad para entretener y mantener el suspenso hasta la última escena. PUNTAJE: 8/10
Simplemente sangre Presentada por la gacetilla de prensa con el incomprobable rótulo de “el primer thriller vegano de la historia del cine”, Naturaleza muerta es una propuesta irregular, cautivante cuando apuesta por la locura y el subgénero slasher, pero fallida en su vertiente policial. La ópera prima de Gabriel Grieco se sitúa en un pequeño pueblo ganadero al que llega una joven periodista (Luz Cipriota) para cubrir un evento menor relacionado con la contaminación generada por las heces de la vaca. Una vez allí descubre un caso más cautivante relacionado con el manto de silencio que cubre la muerte del hijo de un poderoso hacendado, iniciando una investigación que involucrará a un grupo ecologista local que lucha contra el consumo de carne vacuna. Durante la primera hora, Grieco desanda los caminos del policial acompañando a la periodista durante la investigación y el seguimiento de los posibles sospechosos y pistas, todo desarrollado de forma torpe y trillada. Pero sobre el último tercio Naturaleza muerta recupera el espíritu de los slashers ochentosos más clásicos desatando un baño de sangre desaforado y creativo. El verdadero espíritu del film se devela –y revela– demasiado tarde.
Un thriller sobre comer o ser comido. La primera secuencia de Naturaleza muerta deja en claro que el director Gabriel Grieco vio Scream, de Wes Craven, que a su vez era una película que había mirado otras películas. Pero lo destacable de la primera secuencia de Naturaleza muerta es que, además de citar y homenajear, demuestra un manejo seguro de la cámara y, sobre todo, de la amenaza del fuera de campo. Luego de eso se establece, con brevedad y contundencia, el conflicto de la periodista que protagoniza el film. Y llegan los títulos, con color y hasta lógica -la salida de la ciudad, la frustración- de road movie norteamericana de los años 70. Lo que sigue lamentablemente no está a la altura de este comienzo: un thriller sangriento con psicópata y discurso vegano acerca de una posible venganza animal. Su mayor defecto es girar en falso y en demasía sobre premisas endebles de investigación, con las razones de los sospechosos expuestas con demasiada rigidez y didactismo. La narración se debilita cuando se siembran con torpeza casualidades y encuentros de pistas, y sobre todo cuando se pretende más misterio del que puede proporcionar un punto de partida atractivo, pero que no ofrece en la película mayor elaboración ulterior: asesinatos contra ganaderos y/o carnívoros. De todos modos, la capacidad de la película para explotar su tema aporta algunos diálogos que podrían haber sido el modelo y no la excepción: la de la periodista (Luz Cipriota, que entiende cómo no exagerar demasiado el gesto en el cine de género) con el ganadero, o los banales entre ella y el camarógrafo. Con esos diálogos, el comienzo ya descripto, una canción bien ubicada y la buena utilización de los exteriores, Naturaleza muerta exhibe su respeto cinéfilo por el cine de género.
Un thriller vegano. Con un tema polémico pare el país más carnívoro del planeta construye un thriller lejos del panfleto. Naturaleza muerta tiene un doble mensaje, pero su logro es que nos centremos en uno solo. Si la opera prima de Gabriel Grieco apunta sus cañones marketineros definiendo el filme como un thriller vegano, finalmente gana el thriller. Y se agradece. En ese sentido, la primera escena es de temer. Una joven hacendada, en su casa adornada con animales embalsamados, pincha un jugoso chorizo que reacciona y le mancha la ropa. Mientras se va a cambiar desparramando belleza advierte una presencia extraña. Sale a la galería, encuentra un plato lleno de gusanos y grita. Primeros planos, huida y desaparición en un paradisíaco e infernal pueblo del norte. De allí saltamos a Buenos Aires, donde a Jazmín (Luz Cipriota), una ávida notera de TV, es enviada contra su deseo a cubrir un tema menor, según ella. “El efecto que causa la mierda de las vacas en el planeta”. Obvio, saltará rápido a la misteriosa desaparición de personas en este pueblo agrícola-ganadero asediado también por Dan (Amin Yoma), un curioso vegano que recorre el mundo con razones para dejar de comer carne. Y están los Cotonese, la familia ganadera cuya hija desapareció. “No son buenos vecinos, cazan, y se fotografían con animales degollados”, dirán por allí. En ese contexto de veganos que azuzan discursos como si estuvieran haciendo la revolución, se suceden más y más muertes. Y la notera linda que quiere llegar a conductora sobrelleva el miedo en pos de su objetivo, desentrañar el misterioso origen de estas muertes. Misterioso escenario de muerte, sangre e imágenes crudas en el que es difícil empatizar con cualquier personaje y en el que todo se filma. ¿Qué pasa en el cine de terror que casi todos apelan al metalenguaje de las camaritas? Hay escenas sobreactuadas, otras bizarras, un guión enredado y ciertos asuntos previsibles, pero también hay riesgo, y en el contexto del thriller local, un riesgo necesario. ¿Los veganos? Dejan su mensaje, pero no pierden su estigma fundamentalista. Pero ojo, ya están por todos lados, y tal vez vuelvan para vengarse.
Lo presentan como un thriller vegano, pero el director Gabriel Grieco que busco el estilo trash de los ochenta, encuentra un sangriento y pueril devenir que poco aportar´s a sus teorías, con periodistas inconcebibles y fanatismos varios.
El terror ecológico es un subgénero muy divertido que en el pasado brindó películas memorables. Por lo general se tiende a confundir bastante el concepto de estos filmes y cualquier historia de terror y ciencia ficción que se relaciona con el medio ambiente enseguida se la cataloga dentro de este estilo. El terror ecológico de verdad por lo general presenta historias donde el hombre se enfrenta a una amenaza que pone en jaque su existencia, debido a los daños que generó en el medio ambiente. En el link de esta reseña pueden ver ejemplos claros de esta cuestión. Naturaleza muerta es la primera película de horror argentina que juega con esta idea y fusiona conceptos del eco terror con el slasher ochentoso, el clásico subgénero de asesinos seriales. Yo no la ubicaría dentro del terror ecológico, ya que los villanos no son animales ni plantas, sino un grupo de psicópatas vegetarianos que matan gente relacionada con la actividad ganadera. Es otra onda. El director Gabriel Rieco comienza la narración de su ópera prima con un excelente prólogo que logra capturar a la perfección la atención de los espectadores por el dominio que presenta del suspenso. Toda la ambientación y la fotografia de esa primera secuencia es fabulosa. La presentación del conflicto y los personajes está muy bien realizada y se nota que detrás hubo un director que entiende muy bien el concepto del slasher en el cine de terror. Hacia la mitad del film la narración de Grieco cae en ciertos baches narrativos donde ese suspenso que se había generado en un comienzo pierde fuerza. Sin embargo, Naturaleza muerta vuelve a ser entretenida cuando entra en acción el pariente argentino de Leatherface. Más allá de la sangre y las persecuciones de los psicópatas, la película trabaja ideas interesantes relacionadas con la actividad ganadera y el abuso de los animales. El tema de los vegetarianos radicales es genial porque te lo podés encontrar con frecuencia en la vida real. En mi caso siendo vegetariano desde hace varios años me resultan insoportables alguno de estos sujetos intolerantes que tratan de cambiar la cabeza de la gente por la fuerza. El típico vegetariano radical, aunque no salga a matar personas como el villano de este film, te quema la cabeza con videos y fotos de animales asesinados en las redes sociales. Por otra parte, estos sujetos tienen la tendencia de creerse seres superiores frente a quienes siguen una alimentación carnívora. Como ocurre con los villanos de este estreno, la intención del mensaje que predican es positiva pero derrapan en la manera en que expresan sus convicciones. Debo destacar en Naturaleza muerta el gran trabajo de Luz Cipriota, quien resultó toda una revelación en esta propuesta de terror. La actriz lleva adelante con mucha convicción el rol principal y sorprende con algunos momentos dignos de una experimentada Scream Queen. En estos días donde el cine de horror únicamente pasa por los bodrios hollywoodenses de siempre con los fantasmas y la posesiones satánicas, el trabajo de Gabriel Grieco ofrece un poco de aire fresco a la cartelera con una propuesta entretenida.
Una de terror en las pampas Aunque parte de una premisa por demás interesante, la película abreva en demasiados lugares comunes del cine de John Carpenter, Sam Raimi y Wes Craven. De todos modos, se reserva un final a toda orquesta, una carnicería con su propio sello original. Como en casi todo el mundo, el estreno de películas de terror suele ser una apuesta segura en Argentina: difícil que alguna alcance a estar entre las más vistas del año, pero suelen dejar un aceptable margen de ganancia. Atentos a los títulos que llegan a las salas locales, sobre todo desde Estados Unidos, y viendo lo que ha crecido en los últimos años la producción local del género, es inevitable preguntarse por qué ese público dispuesto a pagar una entrada para ver películas muchas veces mediocres no responde del mismo modo cuando se trata de trabajos de artistas argentinos. La respuesta es compleja e implica cuestiones que tienen que ver no sólo con el valor artístico, sino también con problemas ligados a la promoción y la exhibición, los grandes males que conspiran contra el cine nacional, sin distinción de géneros. Pero para hablar del estreno de Naturaleza muerta, del debutante Gabriel Grieco, conviene concentrarse en lo estrictamente cinematográfico.La película parte de una idea que podría haber sido brillante: contar una de terror en el campo, territorio nacional por excelencia, tensando los intereses de un país ganadero en contra de la moralina biempensante de una comunidad vegana. En medio de eso, una periodista ambiciosa investiga la desaparición de una joven de familia terrateniente. Si bien es condición para el éxito del cine de terror conseguir esfumar los límites de la realidad a partir de la introducción de un elemento fantástico, uno de los grandes problemas del trabajo de Grieco es que ese esfuerzo se vuelve evidente, a veces casi grotesco, haciendo que el límite entre realidad y fantasía, en lugar de borronearse, se pegotee. Aun cuando se puede decir que existe cierta pericia en la creación de determinados climas por parte del director (que es además uno de los guionistas), hay una notoria falta de sutileza en el uso de algunos recursos fundamentales a la hora de hacer que el relato se vuelva verosímil. La mayoría de estos actos fallidos tiene que ver con la imitación de un modelo anclado en el cine clase B norteamericano de los años ’80, de Carpenter a Raimi pasando por Craven, estética que es una suerte de tierra prometida sin salida para muchos cineastas del género en la Argentina.El uso de cámaras rasantes en persecuciones que se repiten hasta que el efecto, ya de por sí gastado, se vuelve fórmula; el abuso de subjetivas que asumen el punto de vista del perseguidor; la insistencia de leitmotiv sonoros que prenuncian golpes de efecto que nunca ocurren son todos recursos que acaban por cubrir con una cáscara prefabricada una narración que podría haber sido mucho más efectiva. Ese potencial se manifiesta, sin embargo, de manera abierta en la escena que marca el clímax del relato, cuando el monstruo detrás de los crímenes finalmente aparece para desatar una muy lograda carnicería, que representa el único momento en el que Naturaleza muerta consigue releer de manera libre el cine slasher más ochentoso, para crear un mundo original y con verdadera potencia propia.
La venganza de la carne. Promovida de manera más que astuta como el primer thriller de terror vegano, Naturaleza muerta tiene más de un punto de contacto con las novedades genéricas de los últimos años en el cine argentino. Desde Diablo en adelante, pasando por toda una serie de películas afincadas en el horror truculento, la apuesta de Gabriel Grieco invita, por un lado, al misterio que ronda en un pueblo de provincia, y por el otro, a la exposición macabra y exterior que propone el slasher más crudo. La primera mitad es alentadora en la conformación del conflicto que tiene a una inquieta periodista como personaje principal (Luz Cipriota), junto a un grupo de lugareños de particulares características y esa extraña sensación que puede lograr un film de género en transmitir qué representa tenerle miedo al miedo. La venganza, los vejámenes, las mutilaciones y el cautiverio y agonía que padecen los secuestrados por un siniestro personaje viran la historia hacia el plano detalle, la delectación por la sangre que salpica el lente de la cámara y la exhibición (gratuita o no, eso dependerá de gustos) de una tortuosa cámara del horror, devenida en una especie de frigorífico de la muerte. Grieco, por otra parte, se aferra a un sistema narrativo heredado de la pureza del cine clásico y de aquellos films que gobernaron los años 70 y 80 en su vertiente gore que no necesitaba autodefinirse como una producción clase Z. En ese sentido, Naturaleza muerta es un exponente vital de la tipología genérica de los últimos años: un poco de suspenso, algo de terror explícito, entremezcla de seriedad y humor, una chica linda acosada por un lugareño y una particular lectura sobre el exceso de consumo de carne. Los vegetarianos y veganos ya tienen su película.
Crímenes de lesa animalidad, el primer thriller vegano La película “Naturaleza muerta” es una película arriesgada que juega con los códigos del thriller y, entretanto, traza una apología del veganismo. Naturaleza muerta llegó a la pantalla grande acompañada de un mote de doble filo: “thriller vegano”. Si bien el rótulo genera curiosidad por su cuota de novedad, también puede causar una decepción en los espectadores que fueron al cine seducidos sólo por el segundo término. Porque la ópera prima de Gabriel Grieco se preocupa, primero, por serle fiel al género y luego por sembrar las semillas del veganismo apologético en los canteros del argumento. Una periodista es enviada a un pequeño pueblo agrícola-ganadero para hacer una nota sobre los efectos del excremento de las vacas sobre la capa de ozono. Fastidiada y en plan de recuperar el lugar que cree merecer en su noticiario, Jazmín se embarca en una investigación más compleja: la desaparición de Julia Cotonese, hija de un empresario de la carne. La obsesión por la primicia lleva a la cronista a meterse en casas desoladas, siguiendo pistas encontradas por casualidad y con el auxilio de una cámara que le da confianza de talismán. Luz Cipriotta encarna con acierto al personaje principal. Su registro actoral crece proporcionalmente al terror y al suspenso, flaqueando apenas en las (pocas) escenas del noticiero, que son funcionalmente dudosas. Es su personaje el que trata de descubrir el origen de las desapariciones, siempre asociadas a la pista de la carne roja. La astucia de la trama está en multiplicar los sospechosos. Cada uno de ellos mantiene una postura diferente respecto a la práctica ganadera, e incluso la misma naturaleza (gracias a un efecto de cámara) parece atraer los ojos detectivescos sobre ella, como si las muertes se debieran a una fuerza secreta y siniestra. Volviendo al doble filo, Naturaleza Muerta es una película arriesgada porque busca agotar en un repertorio de personajes diversos los muchos modos atravesar el veganismo (incluyendo posturas pacifistas y patológicos fundamentalismos); pero por otro lado no se anima a extremar los pasajes habilitados por el tema que mejor le sientan al género: esos donde una mente perversa invierte el ejercicio de la crueldad entre el binomio hombre-animal. No obstante a esa dosificación sanguínea el thriller logra dibujar claramente su anatomía a lo largo de toda la cinta (dejando, tal vez, una colita de más hacia el final).
Naturaleza que sangra La ópera prima de Gabriel Grieco podría enmarcarse en esta nueva serie de films de género propios de la incipiente industria nacional cinematográfica. Si bien no es nuevo que se produzcan este tipo de películas en el país, desde la llegada del digital, y más bien desde el reimpulso tecnológico con que se cuenta hoy en día, podemos hablar de una incipiente producción local de cine de género. El terror, suspenso, thriller, y más que nada la ciencia ficción, son géneros a los que nuestro país dejaba en manos de producciones foráneas. Pero sólo en términos de producción, pues si hablamos de consumo, desde hace rato que nuestro público local se nutre con este tipo de films. El festival de cine Rojo Sangre, por decir nomas, con 15 ediciones a cuestas, es un conciso ejemplo de esto. Ahora bien, lo que antes podría constituir un tipo de cine que terminaba volcándose hacia el gore o el género más bizarro, fundamentalmente por falta de producción para crear escenas reales y verosímiles, actualmente se puede contar fácilmente con elementos que hacen posible que hoy nuestros films estén a la altura de producciones extranjeras. Un claro ejemplo de esto es “Ataque de Pánico”, cortometraje producido por el director Fede Álvarez, de Uruguay, quien accedió a los grandes estudios hollywodenses luego del éxito con el pequeño film, o mas cercano, el estreno local de Necrofobia, primera película de terror nacional que estrenó completamente en 3D. Pero adentrándonos en el film, que tuvo su premiere nada menos que en la última edición del Festival de Cannes, puedo destacar que el relato que mantiene es en esencia simple. La historia se centra en la investigación errática por parte de una periodista con ansias de ascenso, al haber desaparecido una adinerada joven.La periodista, por casualidad, se encontraba cubriendo una nota sobre los problemas que acarrean al planeta el consumo animal. Este indicio vegetariano que es lo que mueve y resuelve toda la trama de la película plantea un universo donde carnívoros y vegetarianos se enfrentan en distintos campos (léase,campos, literalmente), a ver quién controla la producción de alimentos. Esta batalla por dominar a la naturaleza comprende una metáfora más marginal que involucra al sistema de producción y consumo de alimentos, un problema general mundial que ataca a todos los estados. O, quizás, en sintonía más práctica, simplemente lo que la película quiere transmitir es esta gracia mundana de consumo carnívoro. En fin, la película entretiene, cumple las expectativas. Contiene los recursos necesarios y esperados de un film de este estilo, que ahonda entre el policial de suspenso y horror del slasher y cuenta con una gran y prolija realización técnica. Es destacable la labor de Luz Cipriota, y el debut protagónico de Amin Yoma. Como un buen asado en familia, Naturaleza muerta constituye un clásico y conocido ritual de factura nacional que deja probarse, prometiendo un film de calidad, que deja algo de sorpresa para el postre, pero sin lugar a la sobremesa.
NATURALEZA MUERTA es un thriller de suspenso y terror nacional ambientado en una zona rural, allí gente vinculada a la industria ganadera empieza a desaparecer. Se habla de una posible guerra económica entre ganaderos y agricultores. Pero una periodista que llega al pueblo por casualidad empezará a investigar. El principal sospechoso detrás de las desapariciones parece ser un grupo ecologista radical, pero la verdad podría ser mucho más aterradora. GABRIEL GRIECO joven cultor del fantástico vernáculo, debuta en el largometraje con este original filme que se vale de los clichés del género para narrar una historia con un fuerte mensaje ecologista. El realizador rinde homenaje a clásicos como SCREAM (de hecho la primera escena del filme parece una parodia de la cinta de WES CRAVEN) y también a las historias de asesinos enmascarados, brindándonos un último acto digno del cine slasher o Gore de los ochenta. En síntesis, una buena oportunidad de acercarse al cada vez más interesante cine argentino de género.
Te escupieron el asado Hay que reconocerle a Gabriel Grieco que en su opera prima originalidad no es lo que le falta. Estamos hablando de una película de terror que en su estructura y estética remite al slasher de los ochentas, con el tópico del “pueblo chico, infierno grande”, aunque el marco de la trama incluye una llamativa reflexión -o, teniendo en cuenta el epílogo, un llamado a la tolerancia- sobre nuestra cultura alimenticia, incluyendo vegetarianos pacíficos y veganos desquiciados, en un pueblo con una fuerte industria ganadera y estancieros chauvinistas poco propensos a abandonar sus hábitos cárnicos. El resultado es por momentos una película entretenida y con buenos climas, pero con un guión confuso y algunas deficiencias técnicas, además de un elenco irregular que no siempre fluye con el material. Sin embargo, no hay que dejar de remarcar la audacia con la que Grieco sobrelleva un concepto en boga desde una película cuyo género en nuestro país sigue siendo menor en las salas comerciales. Yendo a la historia en particular, ocurre en un pueblito de Neuquén que funciona como una sinécdoque del pueblo tradicional volcado a la actividad ganadera, en particular en nuestro país. Como tal, su cultura gastronómica se centra en el asado, el modelo para nada casual de los planos detalles que abren la película durante el episodio de la primera víctima, Julia Cotonese. Su desaparición y la curiosidad de una joven periodista (Luz Cipriota, interpretando a Jazmín Alsina) para nada interesada en la historia de color que fue a cubrir, son los disparadores de la trama algo forzada en sus mecanismos, en particular, la arbitrariedad en los puntos de vista y cómo adrede se tiran pistas falsas para generar un suspenso que es prácticamente inexistente a lo largo de todo el relato. Lo que nos lleva a advertir del “falso suspenso” es que no hay un margen de sospecha demasiado amplio. Pasada la media hora uno puede comprender quién apunta ser el asesino de la máscara. Por otro lado, la (poca) empatía que se puede experimentar por el personaje de Jazmín y los escasos matices que demuestra, afectan de forma determinante los momentos en que el personaje se encuentra más vulnerable. Pero mencionamos puntos de vista, y quizá el más polémico y arbitrario sea el que contiene las mejores y más violentas secuencias del film condensadas (que, no por casualidad, pasan en un establo abandonado). Lo que ocurre es que, al no estar presente el personaje de Jazmín de ninguna forma, todo su despliegue no es sólo forzado sino que le quita impacto a la secuencia posterior, en que nuestra protagonista recorre el mismo establo y el antagonista devela el plan detrás de los asesinatos. Uno de los elementos que mejor nos traslada a la intensidad que logra por momentos el film es la capacidad de Grieco para generar climas: subjetivas asfixiantes, una fotografía cuidada y una mezcla de sonido industrial recuerdan el amplio conocimiento del género que tiene su director. Pero más allá de esto, algunas secuencias de acción resultan demasiado confusas y se pierde ese cuidado que se tiene en secuencias más estáticas. Las persecuciones se tornan absurdas en el montaje y, en particular, el enfrentamiento final no parece tener continuidad entre los planos. En todo caso, una apuesta valiente que se torna entretenida a pesar de sus deficiencias, el film de Grieco encuentra en su concepto y el macabro plan del “loco de la motosierra” vegano algunas notas originales que, sin embargo, no logran rescatar la integridad de un film con actuaciones por momentos inexpresivas.
A los chori, a los chori El género recobrado (o algo así): Naturaleza muerta va hacia el género desde el primer fotograma; en principio, con una unción que resulta risible y pertinente en partes iguales. El género de terror, para la película que nos ocupa, parece en esos primeros minutos ser el de producción reciente, el de esos destellos perfectamente reticulados y seriados que inundan las pantallas y se pueden ver después, casi enseguida, en la televisión, con la falta legítima de atención que se les dedica a las cosas que olvidamos prácticamente mientras las estamos viendo. Naturaleza muerta abre con una chica en shorts apetecibles que se mueve en una casa inmensa en medio del campo, cuyas luces son lo único que se puede ver con claridad en la noche cerrada. La chica (Mercedes Oviedo, en una participación tan fugaz como competente) se sienta a la mesa a degustar un asado surtido que ha retirado amorosamente del horno. En cuanto se decide a ensartar el tenedor en un regio chorizo este le escupe proverbialmente la remera mínima. Esa escena naturalista, más propia de la publicidad de un removedor de manchas o de una comedia chusca, se acompaña en todo momento con música estruendosa que informa al espectador que está delante de un ejemplar esmerado del género al que la película pretende pertenecer mientras anticipa lo que sigue. La mujer va a limpiarse la remera y advierte un movimiento inadecuado en una casa de la que se creía la única ocupante. Entonces se da cuenta de que algo no está bien: en la casa efectivamente hay alguien, o algo, que la acecha. De modo que opta por salir corriendo despavorida a campo traviesa hasta que ese algo la alcanza y le proporciona, sin que lo veamos cabalmente, lo que podemos suponer que es una muerte espantosa. Ese es el prólogo de la película y también, hay que decirlo, su sección menos imaginativa. A partir de allí, luego de una presentación con carteles rojos muy simpáticos y un auto en la ruta, el director Gabriel Grieco parece disponer un mood diferente, menos burocrático, más aireado e intrigante. La protagonista real de la película es una periodista relegada en su trabajo que recorre un pueblo del sur argentino con su camarógrafo para ir a cubrir un caso que no le interesa a nadie relacionado con el poder contaminante de la bosta de ganado. En el medio se topa con el episodio de la chica desaparecida y adivina el filón noticioso capaz de sacarla de la postergación laboral en la que se encuentra. El asado de la primera escena no era un detalle casual destinado a complacer el espíritu nacional sino el elemento que vertebra el asunto central de la película. La periodista está diseñada a la manera de esas muchachas movedizas y pizpiretas del cine americano, que dan brazadas para salir a flote en un mundo de hombres. La película no es que mejore demasiado, pero se desprende con cierta soltura del mimetismo sin horizonte del principio para encontrar un paso con algún rasgo de originalidad y de ligereza, a mitad de camino entre la historia sórdida de pueblo chico y la aventura en pos del crecimiento personal con toques de humor de la protagonista. Luz Cipriota es una actriz muy bonita y se desenvuelve bien entre mohínes rigurosos y gritos de espanto lanzados con bastante solvencia. Naturaleza muerta se guarda una serie de truculencias de baja estofa para el último tramo (que incluye imágenes auténticas de faenamiento de animales), acaso a modo de concesión apresurada a la estética de “pornotortura” puesta en boga hace poco menos de una década. A esa altura resulta evidente que la película es también un monstruo un poco solitario y errabundo en busca de su verdadero rostro.
Escuchá el audio (ver link).
Escuchá el audio (ver link).
Slasher argento Naturaleza muerta (2013), la película de terror con evidentes referencias al slasher, es también un thriller del director Gabriel Grieco, al que algunos definieron como “vegano”; su ópera prima es una producción clásica del estilo, a la que admito le di pocas chances al principio y me costó un poco, pero revela y utiliza bien los elementos del género, y se redime de cara al final. ¿Cómo lo hace? Incorporando con justeza y recuperando dichos elementos como no había podido hacer bien al principio. Y es eso lo que sostiene a una película que se convierte en un buen exponente del género pero a la que le costó trabajar ciertas cuestiones que hacen a un mecanismo aceitado. Pero a pesar de un arranque tardío, al final funciona y es lo que importa. Los freaks son bien freaks y se nota. En eso no desentona, ni defrauda. Las escenas de acción y violencia, tanto como los efectos, están bien realizados, otro punto a favor. No suelo comparar cine de diferentes países, cada uno tiene puntos y realidades que tienen que ver con su historia y su forma de ver la vida y la realidad (además de muchísimos otros factores), pero, mea culpa, algunas veces en determinados géneros noto que le “banco” a producciones de otros países cosas que a algunas locales no. Entonces, punto para Naturaleza muerta que al final, y en una medición completa de lo que propone y al final logra, cumple con la invitación que realiza. El director sostiene la mirada crítica respecto del equilibrio entre el cuidado de la naturaleza, el vínculo con los animales y el medio y el desarrollo de la vida económica y social, como hizo recientemente con Respira, siendo también productor y de la mano del mítico Jorge Poleri en la producción ejecutiva (un nombre más que relevante en el cine nacional), además de la consultoría general. A eso le sumamos la asistencia de dirección de Fabián Forte y los importantes cameos. El elenco está compuesto por Luz Cipriota, Juan Palomino, Nicolás Pauls, Amin Yoma, Mercedes Oviedo, Berta Muñiz, Patricio Sardelli, Sabrina Carballo, entre otros. Los fanáticos del género se harán una panzada de sangre y vísceras… pero por favor, no le agreguen chimichurri. Puede costarles caro.