Jordan Peele ha logrado algo bastante inusual en esta era del cine, especialmente en el americano. Considerado un rayo de esperanza dentro de la industria, el famoso escritor de sketches cuenta ahora con tres obras con un buen balance entre historia y dirección, y que además, se superan a sí misma. Get Out, su opera prima, se puede considerar como un proyecto pequeño y directo. Us, por su parte es una obra arriesgada y valiente dentro del género. Nope, la película que nos compete, es un reversionado al mismo cine moderno hollywoodense. Tres vertientes diferentes que están unidas atreves del mismo hilo. Sea la supremacia blanca, nuestros demonios interiores o un alíen, el director advierte a gritos la presencia inmediata de un mal mayor. Seis meses después de que unos objetos cayeran del cielo y le produjeran la muerte a su padre, los hermanos OJ (Daniel Kaluuya) y Emerald Haywood (Keke Palmer) dueños de un rancho, están convencidos de que un extraterrestre, que se esconde en una nube, es el responsable de la desaparición de sus caballos y de extraños apagones. Lejos de salir corriendo, Emerald ve una oportunidad millonaria si logran documentar al “objeto no identificable”, mientras que OJ se toma a pecho la lucha, como en el lejano oeste. Es de destacar que en está película Peele muestra una maduración en algo que ya venia haciendo bien, el suspenso. Desde el primer minuto la historia se empeña en poner a los personajes en situaciones tensas que, en la mente de un tipo que hizo algo como Us, es claro que puede pasar cualquier cosa. La técnica es más efectiva que en sus dos primeras películas. Sin embargo, esta es solo una capa del film, ya que es razonable decir que Nope destaca porqué toma todo el horror que el director ha venido trabajando, lo contextualiza en un western (el final es un hermoso homenaje a Sergio Leone y Ennio Morricone) y le suma Tiburón, Jurassic Park, Indiana Jones, ET y Encuentro cercanos del tercer tipo. Sí, sin ningun aviso, aparece en pantalla Spielberg en cada momento. En otra palabras, aparece la ciencia ficción, la aventura, la comedia, el drama familiar, el contacto, entre otras cosas. Aparece un revisionado al blockbuster. En los detalles está la maestría dicen algunos, para Peele los detalles pueden venir en distintos tamaños, desde comentarios como “hubiera votado a Obama si se pudiera volver a hacer”, o en canciones como Fuck the police, o incluso, en subtramas como es el caso de Nope. Desde el primer momento, y gracias a una genial historia de un Chimpancé asesino, el director va dejando piezas del rompecabezas de la película. Además del trabajo del autor, el éxito de la película viene en primera parte por el trabajo Hoyte Van Hoytema, el ya fiel director de fotografía de Nolan con trabajos en Interstellar, Specter, Dunkirk, Ad Astra, Tenet y próximamente en Oppenheimer. El suizo atrapa con primeros planos a los personajes sin dejar un lado lo basto del cielo. En segunda parte por los efectos especiales que no distraen. Y por últimos en las actuaciones, especialmente en la de Keke Palmer que a pesar de ser irritable por momentos, es el corazón de la película. Kaluuya por su parte personifica al héroe del oeste de pocas palabras. Nope es un gran acierto por donde se lo mire. Consolida a Jordan Peele como un narrador, perfecciona su trabajo en el género e incluso se atreve a jugar con los límites de este. Otra demostración que el blockbuster puede ser original y a la vez entretenido.
La espectacularización de la realidad Si nos concentramos en la fetichización con respecto al espectáculo social y sus profundas ramificaciones en nuestros días se puede aseverar que obedece a un triple proceso histórico que abarca distintas aristas, a saber: en primera instancia tenemos el morbo ancestral del ser humano o tendencia patológica hacia lo desagradable o macabro cual pulsión de muerte llevada al extremo por el cerebro sobredesarrollado y un egoísmo que no se queda atrás, de allí que los animales no caigan en nuestra crueldad y puedan soñar sin desembocar en los delirios diurnos de hombres y mujeres, en segundo lugar viene la mentada sociedad del espectáculo que surge con la masificación escalonada de la imprenta desde el Siglo XV y se extiende hasta la catarata de soportes visuales y sonoros de los Siglos XIX, XX y XXI, evolución que trajo consigo la constante importación de los parámetros de la ficción oral y literaria al nuevo “producto estrella” del capitalismo, la noticia, y la metamorfosis en commodities de la información, los datos técnicos y sobre todo el tiempo de ocio, por ello el séptimo arte primero y la TV luego pasaron a hegemonizar la atención de los flamantes consumidores ya que la dimensión óptica -y más desnuda y directa- de la vida sobrepasa por mucho en importancia a lo etéreo del lenguaje y la comunicación, y finalmente, ya en tercera posición, está la cultura contemporánea del emprendedurismo y pavadas semejantes que llevan a que legiones de imbéciles ventilen sus cuerpos, sus vidas, sus posesiones, sus relaciones románticas y sus coloridos intereses en Internet en general y las redes sociales en particular, en este caso en esencia hablamos de un discurso compensatorio de derecha para que los desempleados -totales o parciales- “se las arreglen solos” porque el mercado laboral ya no puede incorporarlos como en otras épocas a raíz del reemplazo tajante del trabajo por la automatización, la mitomanía y especialmente la especulación como fuente de riqueza, dejando a los mortales en el limbo de engrosar eternamente el ejército de reserva de trabajo -sin posibilidades de salida- y tener que venderse con actitudes patéticas a la vista de todos. Las diversas facetas de los procesos de espectacularización de la realidad constituyen el núcleo central de la nueva película de Jordan Peele, ¡Nop! (Nope, 2022), una faena bastante agridulce porque por un lado claramente supera lo hecho por el señor en ocasión del guión de la muy floja Candyman (2021), propuesta sermoneadora y redundante dirigida por Nia DaCosta sobre la gentrificación, el rol socializador de las leyendas y la martirización en el folklore afroamericano urbano, y por el otro lado cae varios escalones por debajo de sus dos realizaciones previas en calidad de director y guionista, nos referimos por supuesto a las superiores ¡Huye! (Get Out, 2017), film acerca del racismo tácito y la apropiación cultural de los burguesitos blancos de seudo izquierda, y Nosotros (Us, 2019), otra aventura de sustitución de identidad aunque extendida a toda la comunidad debido a que el eje temático principal era una inequidad vinculada a los elitistas de los nichos o burbujas de confort y su total desconocimiento para con el sufrimiento de sus iguales/ doppelgängers de los estratos populares menesterosos o menos favorecidos. ¡Nop!, en cierta medida, llega para cerrar una trilogía de terror social de autor como ya casi prácticamente no existe en el mainstream descerebrado, tedioso e hiper banal del presente, una odisea más que digna que una vez más está inspirada en La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone, 1959-1964), la maravilla humanista e irónica por antonomasia del querido Rod Serling, y que en esta ocasión retoma la premisa de la familia en crisis topándose con una presencia de otro mundo de Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (Close Encounters of the Third Kind, 1977), epopeya de Steven Spielberg, el motivo de los animales gigantescos haciendo de las suyas de Jurassic Park (1993), también de Spielberg, los tenebrosos “ángeles” de Neon Genesis Evangelion (Shin Seiki Evangerion, 1995-1996), clásico del anime televisivo de Hideaki Anno, algo de la nostalgia de Súper 8 (2011), de J.J. Abrams, y el leitmotiv de la arremetida en espiral de los extraterrestres sobre habitantes rurales de Señales (Signs, 2002), de M. Night Shyamalan. A pesar de que el guión de Peele juega con tópicos como el miedo al exterior social en un contexto semejante al de la pandemia del coronavirus, la desintegración familiar luego de la muerte del patriarca, el escapismo pueril que pondera todo lo fantástico desconectado por completo de la praxis mundana y sobre todo aquella distancia ideológica entre el burgués y el lumpen del vulgo que se creen superiores a la fauna y la flora que los rodean, por un lado, tanto el que las utiliza como un recurso como ese otro que adopta una actitud soberbia o condescendiente, y el resto de la población que respeta a los animales y la naturaleza en general como seres distintos que no deben humanizarse, por el otro lado, a decir verdad, como decíamos anteriormente, la trama se centra en una espectacularización homologada a la explotación mediante una serie de personajes que deben lidiar con una entidad alienígena símil criatura salvaje que caza a cualquiera que la mire de frente para deglutir de inmediato a la presa de turno y escupir después el material inorgánico, así nos topamos con un par de hermanos negros que se dedican a entrenar caballos para producciones cinematográficas y televisivas, Otis “OJ” Haywood Jr. (Daniel Kaluuya) y Emerald “Em” Haywood (Keke Palmer), la segunda buscando fortuna en Hollywood y el primero tratando de mantener a flote el rancho luego del óbito del progenitor de ambos (Keith David) por una moneda de cinco centavos que cae con furia desde el cielo y se le clava en un ojo, y con Ángel Torres (Brandon Perea), un empleado de una tienda de electrónica fanático de los ovnis que les instala unas cámaras a los Haywood, y un ex intérprete infantil que les compra caballos a los hermanos y les ofrece quedarse con la finca de la parentela y todos los corceles, Ricky “Jupe” Park (Steven Yeun), quien creó un parque temático del Lejano Oeste bautizado Jupiter’s Claim para exprimir un hecho muy traumático de su infancia, cuando en 1998 un chimpancé, el mono titular de la sitcom Gordy’s Home (CGI sobre Terry Notary), masacró a tres actores en el set de filmación al sobresaltarse por el estallido de un globo con helio. Desde el vamos conviene aclarar que a Peele se le va un poco la mano con la duración general y que el señor asimismo abusa de los tiempos muertos y/ o instantes dilatados de suspenso y tiende a abarcar más de lo que aprieta, aquí más que nunca demostrando una ambición conceptual que en ocasiones no deriva en un análisis minucioso de los múltiples pivotes que ofrece el relato, sin embargo el trabajo del elenco es estupendo, destacándose en especial el desempeño de Kaluuya, Palmer, Perea y Michael Wincott como Antlers Holst, un director de fotografía que es invitado al rancho de los criadores y entrenadores de caballos para documentar las apariciones del alienígena adepto a esconderse entre las nubes del firmamento, criatura territorial y depredadora bautizada Jean Jacket, amén de un buen desarrollo del latiguillo de la transformación de lo real en entretenimiento a través de unos Haywood que alquilan y venden animales para la industria del espectáculo, un Park que explota aquella tragedia de Gordy’s Home -el simio es asesinado de un tiro poco después de finiquitado el ataque- y encima alimenta al bicho estelar con caballos en un show, y unos Torres y Holst que se suman a la idea de los hermanos de conseguir una imagen potable del visitante espacial para inmortalizarse y resolver sus penurias financieras, una misión que se vuelve difícil porque el animal volador y cuasi espectral afecta a los aparatos eléctricos y por ello se hace necesario una cámara analógica con manivela símil sarcasmo retro en la era del culto a lo digital incorpóreo. Más allá del evidente y descarado plagio en materia de las similitudes estéticas entre el Jean Jacket con forma de medusa y/ o pulpo -durante casi todo el film se asemeja a un platillo extraterrestre clásico pero en versión achatada posmoderna- y algunos de los ángeles de Neon Genesis Evangelion, la película recupera en su excelente final la iconografía del spaghetti western y cuenta con la madurez suficiente para burlarse del canibalismo mercantilista y de la falta de ética dentro de Hollywood y en una sociedad global contemporánea para la cual la vida propia y la del prójimo cada día valen menos…
ALTA EN EL CIELO ¡Nop! es la tercera película de Jordan Peele que, además, se presume como una película bisagra en su filmografía. Desde el misterio de los aparatos discursivos que proponen las vías publicitarias (posters, teaser trailers, trailers, etc.), la cuota de ambición estaba ya inoculada. Vaya que eso se materializa. El prólogo presenta un off que pertenece a un diálogo de una sitcom, lo que sigue después es de lo más aterrador que se haya visto este año. Por supuesto Peele, como inteligente narrador que es, desovilla esta subtrama avanzada la narración principal. Sin ser una película con situaciones claves que podrían atentar contra una experiencia, hay de todos modos ideas que sí invitan a la sugestión prematura si se conocen de antemano. La historia de Eadweard Muybridge (como el precursor en materializar la idea de capturar imágenes y ponerlas en forma secuencial) desde un costado racial es, quizás, la única alusión revisionista histórica de Peele. Lo cual puede entenderse desde un prisma de nuevos tiempos, no necesariamente mejores, pero sí ya distanciados de las películas de hace un par de años que solo le hablaban al presidente saliente de Estados Unidos. No es casual que desde ¡Huye! muchos trataron de copiar y emular una fórmula discursiva (inexistente, por cierto), entre ellos el propio Spike Lee y su ranciedad en Da 5 Bloods. La sensibilidad de ¡Nop! toma el rumbo del cine, su reproductibilidad técnica y, principalmente, su carácter receptivo. El azar es un concepto ajeno al cine de Peele (al menos en esta primera trifecta), es de esa forma que la idea de un cielo amenazante tiene diferentes lecturas. La primera es la de una invasión extraterrestre, la conclusión a la que arriban los dos personajes principales, OJ y Em Haywood (Daniel Kaluuya y Keke Palmer, respectivamente), hermanos dueños de un rancho de caballos en la profunda California. Ambos pretenden sacar un rédito económico al tratar de captar imágenes de lo que podría ser un OVNI que merodea unas sierras. Las ideas originales ya no existen, lo que sí tenemos son novedades; algunas pueden ser variaciones ligeras o más libres. ¡Nop! es un compendio de referencias y citas, pero para su director es más importante trazar una línea deforme sobre un mapa ya conocido, digerido y recontra estudiado como lo es la estructura de Tiburón. El cine que cuenta una historia sobre sí mismo podría considerarse casi un género propio porque posee cualidades y recurrencias propias, aquí hay una mirada sobre esa obsesión del hombre por la documentación y el espectáculo articulados. El western, en la categoría del género cinematográfico por antonomasia, ocupa en la narración un espacio dramático fundamental que se presenta -también- en términos de entretenimiento extinto, en más de un sentido. Siendo una película de Universal Pictures, otra película del estudio que aparece señalada sin ser nombrada es Terror bajo tierra, en forma refractaria hacia el cielo, en especial durante la segunda hora. Jordan Peele propone en ¡Nop! una nueva fase de su cine, en esta instancia más preocupado por hilar fino desde un concepto el funcionamiento del cine desde dos perspectivas que por horrorizar en la construcción de un entramado social, urgente y autoconsciente con el cine de terror. Hay en ciertos pasajes un gusto por la aventura, en lo que puede ser un final que probablemente decepcione al que está acostumbrado a una fiesta de colores y pirotecnia como nos tienen acostumbrados los blockbusters más temerosos de escaparle a la comodidad. Siempre ávido por minar detalles, aquí Peele -entre tantos que se podrían destacar- ofrece la presencia de Michael Wincott (la mejor voz del cine), en un regreso que lo tiene como un director de fotografía símil Christopher Doyle embebido en la locura de la tradición, la innovación y el arte. ¡Nop! es una invitación a rever antes que ver, un logro absoluto en el panorama desencantador del cine contemporáneo.
El cineasta estadounidense Jordan Peele conquista el terreno de los blokbusters norteamericanos con su tercera película. «¡Nop!» («NOPE» en su idioma original) cumple con los requisitos de toda cinta masiva, sin perder la esencia de autor que porta su filmografía. El largometraje relata la historia de dos hermanos que habitan un rancho, en las afueras de California, criando caballos para uso televisivo. En dicho lugar hacen un descubrimiento tan insólito como aterrador. Recomendamos no ahondar más en la trama y asistir a las salas con la menor cantidad de información posible. Para quienes no recuerden a Peele, refresquemos la memoria: es una actor y comediante estadounidense, de extensa trayectoria, que comenzó a guionar historias en el 2016 con la película «Keanu». Ya en 2017, hizo su debut cinematográfico como director de «Get out» y el reconocimiento mundial no tardó en llegar. Se lo catalogó, junto a Ari Aster y Robert Eggers, como uno de los estandartes del «nuevo terror» más orientado a lo psicológico que a lo explícito. En 2019 estrenó su segundo film titulado «Us». Dicha obra reafirmó su capacidad para crear suspenso y le sumó el atributo de la originalidad en sus historias. Detalle no menor en la era de los reboots, remakes y franquicias. A continuación, analicemos por qué creemos que su última cinta es la más «pochoclera» sin perder la esencia del autor. En primer lugar, la obra está dividida en un primer y segundo acto, basado en el misterio y el suspenso, y un tercer acto que hace un vuelco narrativo apoyándose en la aventura y la acción mucho más directa. Ese cambio de ritmo se realiza con presteza y no propone dificultad alguna. En ese sentido, se vuelve la cinta que mejor se adapta a un público no habituado al cine críptico que acostumbra la nueva corriente del terror/suspenso. Por otro lado, es una obra plagada de guiños a la cultura cinéfila. Incluso, inicia con una magnífica referencia a uno de los primeros experimentos audiovisuales (realizado en 1878), diseñado por Eadweard Muybridge, en donde se ve a un caballo corriendo. Asimismo, al verla, recuerda cintas como «Signs» (2002), «War of the Worlds» (2005) y muchos Western de antaño. Resulta muy interesante la excelente combinación de elementos que nos presta cada género cinematográfico. Percibimos constantemente la incomodidad del suspenso, el misterio de la ciencia ficción, la soltura de los momentos cómicos y la genial dualidad entre la asfixia del terror y la inmensidad de las vastas llanuras de un rancho en el medio de la nada (escenario clásico del western). Por otra parte, nada de esto podría llegar a buen puerto si no fuera por el maravilloso manejo de su equipo técnico. La fotografía de Hoyte Van Hoytema («Her», «Interstellar», «Dunkirk», «Tenet», etc.) es de una calidad sublime. A eso se le suma un diseño de efectos especial que, a pesar de no poseer el realismo de films como «Dune», no desentona para nada y permite mantenerse dentro de la ilusión que propone el director. El soundtrak, compuesto por Michael Abels (compositor de todas las películas de Peele), es la frutilla del postre. Es una especialista en crear atmósferas densas y oscuras, hace un uso magistral de los silencios, las deformaciones sonoras y los golpes atonales. Al mismo tiempo, lo contrasta con estruendosas baladas muy similares a lo que nos regalaba el legendario Enio Morricone. Realizar una crítica nos limita a dar un breve pantallazo de los puntos positivos, pero tranquilamente se podría hacer un artículo completo dedicado únicamente al desglose de los elementos mencionados en el párrafo. El realizador no solo se dedicó a crear atractivas secuencias audiovisuales. Se encargó de introducir, sutilmente, críticas al actual sistema de entretenimiento y espectáculo que habita en las redes. Plantea una pregunta tan simple como reflexiva: ¿Qué estás dispuesto a hacer para entretener? También, indaga sobre la obsesión de «capturar lo imposible», tal como se lo describe en la película. Trabaja esa idea sobre el campo de lo audiovisual, de la mano del personaje interpretado por Michael Wincott, y sobre el área de lo natural, exponiendo la imposibilidad de domesticación sobre ciertas fuerzas de la naturaleza. La grandilocuencia del film no nos permite disfrutar del todo las correctas performances de los actores. Pero de todas formas queremos remarcar el gran trabajo de Daniel Kaluuya, Keke Palmer, Steven Yeun y Brandon Perea, que sostienen las dos horas de duración sin ningún problema. En conclusión, «¡Nop!» nos recuerda que se pueden seguir haciendo blockbusters con contenido crítico y que no sea puro papelitos de colores. Enigmática, hipnótica y dinámica, es una perfecta oportunidad para introducirse en la filmografía del director. La cinta manipula al espectador a su antojo, con un excelente manejo de la atmósfera. Jordan Peele culmina su tercer largometraje de manera notable.
Los inquietantes minutos iniciales de ¡Nop! introducen al espectador a una experiencia fascinante que seguramente lo convencerá de la magia y del muy buen pulso de Jordan Peele. Entrar en la nueva película del director estadounidense exige atención y dejarse llevar a través de viñetas que en algún momento, terminarán por darle un sentido a un relato que en principio deja algunas imágenes de impacto que son difíciles de borrar, historias inconexas y misterios que crean un clima apasionante. Un chimpancé en un set de una sitcom donde claramente ha ocurrido una tragedia, un espectáculo casi circense con clima de western y algunas cuestiones más que mejor no revelar. En el centro de todo esto dos hermanos que trabajan domando caballos para hacerlos trabajar en la industria del cine. Oj Haywood (Daniel Kaluuya) y su hermana Esmeralda (Keke Palnmer), han perdido a su padre, el fundador de la empresa que a la vez era descendiente del primer jinete negro que apareció en una serie de fotos a finales de 1800. Ella es la encargada de contar esa historia a los clientes de la empresa, a los que suma el recuerdo de su tatatatarabuelo que trabajo con el inventor de lo que fue uno de los primeros aparatos que sirvieron para vara fotos en movimiento. En ese caso fue para comprobar si los caballos al correr llegaban a estar con las cuatro patas en el aire y el experimento demostró que oficialmente los equinos llegaban a estar en el aire al largarse al galope tendido. Pero ahora los hermanos no viven juntos y negocian los caballos que les quedan. A medida que avanza el relato todo parece raro y el clima enrarecido de todo el asunto recuerda ciertos tonos de las películas de M. Night Shyamalan como Señales, pero no es esa la única referencia que va a apareciendo y se capta que Pelle tiene mucho cine encima, como lo demuestra también la referencia a Steven Spielberg con Encuentros cercanos del tercer tipo. A la obsesión por lo que ocurre en donde tienen a los caballos y en el predio cercano, esa especie de parque temático sobre el oeste donde están ocurriendo cosas extrañas, se le suma un fotógrafo obsesionado con la captura de imágenes y se entiende la referencia al antepasado de OJ y Esmeralda. Lo que aparece es una nube que cambia de forma y que parece haberse aposentado en la zona. Para esa altura de la película, ya está claro que hay una presencia fantástica que no vamos a revelar pero que nos va sumir en innumerables situaciones virulentas y enigmáticas. Y también para ese momento, los amantes del género (no estamos seguros de que genero porque hay algo de western -incluso la música remite levemente al spaguetti western-, el terror, el cine fantástico o el cine sobre el cine), ya estará atrapado por la historia que posiblemente sea la mejor de las tres de Pelle, que confirma que tiene un futuro digno de atención. Es posible que el último tercio de la película no termine de convencer al espectador porque ese suele ser el resultado de las películas de este estilo. A nosotros nos fascinó hasta el final y los invitamos a no perderse esta película en la sala cinematográfica que le quede cerca porque el cine de estas dimensiones debe verse en una pantalla grande, con buen sonido y dejándose llevar por las manos de esos magos que pueden ser los directores que como Jordan Pellee. ¡NOP! Nope. Estados Unidos, 2022. Guion y dirección: Jordan Peele. Elenco: Daniel Kaluuya, Keke Palmer, Steven Yeun, Brandon Perea, Michael Wincott, Keith David y Wrenn Schmidt. Fotografía: Hoyte Van Hoytema. Edición: Nicholas Monsour. Música: Michael Abels. Distribuidora: UIP (Universal). Duración: 130 minutos.
Un examen de cómo el espectáculo da forma a nuestra cultura El director Jordan Peele regresa con ¡Nop! para salvar al cine, si es que acaso el cine necesita ser salvado de algo, y nos trae tres géneros perfectamente vinculados en una película con 135 minutos que no pesan para nada. El nuevo trabajo del director neoyorquino tiene la cercanía de una película que no se sabe hacia dónde puede disparar. Esto es lo primero a afirmar a la hora de empezar esta opinión en forma de reseña. Haciendo un poco de historia, Peele rompió bastante los esquemas con ¡Huye! (2017), y si bien algunas malas lenguas dicen que toma prestados múltiples elementos de otros films, la verdad es que representa una muy buena construcción general de la sorpresa a través de un guion bastante redondo y que, obvio, funciona. Luego de la fallida, según mi humilde opinión, Nosotros, el director vuelve con todo en excelente forma, tomando tres géneros narrativos y desarmándolos a gusto, en un ejercicio maravilloso de cine. En ¡Nop! el manejo del ritmo de acción, la construcción del miedo y su incidencia en las secuencias que movilizan al mismo tiempo a los personajes como al espectador, son perfectamente deliciosas. Herramienta de funcionamiento la de la estructuración del tiempo de un relato que, contrariamente a lo que se cree en raptos de snobismo bastante comunes, no es mala palabra. La muestra de coincidencia entre western-terror-ciencia ficción logra el efecto deseado, y toma en cada punto y en cada circunstancia durante la duración del film la parte que le toca, cubriendo el avance de lo que se narra. Extraterrestres, un peligro que en un inicio no es posible registrar a simple vista, la vida en medio de un paraje solitario y difícil, y el enfrentamiento a la amenaza (acaso esta última la definición por defecto del western) son las puntas que ¡Nop! toma y reparte a modo de cartas de un mazo mágico. El elenco es fantástico por donde se mire: Daniel Kaluuya, Keke Palmer, Brandon Perea, Steven Yeun y Terry Notary, entre otros, hacen su parte para generar el relato que con justeza recomiendo ver tan pronto les sea posible.
Es una película sorprendente, crítica e imaginativa, que entretiene mucho con los caminos y atajos que toma. La historia de dos hermanos que se reencuentran con la muerte del padre, sin que nos enteremos del porque esa relación están dañada, los pone en situación de mantener un legendario rancho que entrena caballos para el cine y la televisión. Una ocasión que le permite a Jordan Peele practicar sus dardos contra la industria hollywoodense, la utilización de animales, la necesidad de los humanos de buscar dinero y fama, y si pasan por una experiencia de dolor o inusual transformarla en un negocio. Una actualizada visión de “Como plaga de langosta” donde no se salva ni el mito del oeste norteamericano, ni el legado de los vaqueros negros. Pero si bien en los meandros de la narración aparecen episodios sangrientos luego lucrativos, el peor de los enigmas se avecina. La más salvaje de las visiones de ciencia ficción, con un despliegue de efectos y producción, con una imaginación para mostrar lo horrible dentro y fuera de campo, como una voracidad desatada que viene de otro mundo. “Y como todo lo salvaje, puede ser domesticada” asegura el protagonista que se juega por entero para probarlo. Con una actuación medida y significativa de parte de Daniel Kaluuya, el desborde de Keke Palmer, acompañados por Steven Yeun, Brandon Parea y Michael Wincott, todo el elenco es destacable. Peele con su guion y dirección nos pasea de la belleza de un paisaje cautivador al agujero negro del terror.
Jordan Peele estrena su tercera película y muestra un deseo de ir un poco más allá, luego de sus dos primeros títulos bien de género, enfocados en el cine de terror. Cuando apareció ¡Huye! (Get Out, 2017) el actor convertido en director y guionista Jordan Peele sorprendió a todos. Una película de verano estrenada sin ambiciones de prestigio que fue un éxito de taquilla y comenzó un lento pero firme camino hacia la temporada de premios. Jordan Peele fue nominado al Oscar a mejor director y ganó el Oscar a mejor guión por ese, su primer film. ¡Huye! también fue nominada al Oscar a mejor película. El contenido de sátira social fue sin duda lo que más benefició a Jordan Peele con respecto al tema premios, sin embargo su película había triunfado inicialmente al funcionar tan bien en la taquilla. Luego de ese inesperado doble reconocimiento dirigió un segundo film de terror, Nosotros (Us, 2019), que aunque no tuvo el mismo impacto del film anterior, igual tuvo el favor del público. Ambos títulos tenían como género principal el terror, pero ambos tenían elementos y temas de la ciencia ficción. Ahora en ¡Nop! (Nope, 2022) cambian las proporciones y la ciencia ficción se vuelve más fuerte que el terror, aunque debido al suspenso de la trama el sentimiento de miedo se mantiene en toda la historia. La ciencia ficción, la de la década del sesenta en adelante, tiene una tendencia a ser menos ligera que el terror, algo que en ¡Nop! también se nota. Luego de un prólogo en un estudio de televisión que tendrá una explicación más adelante, la historia pasa a los hermanos Haywood, OJ (Daniel Kaluuya) y Emerald (Keke Palmer), los encargados de un rancho donde cuidan caballos entrenados para películas y publicidades. Las cosas no han marchado muy bien últimamente, desde la muerte del padre de OJ y Emerald, pero todos sus problemas quedan de lado cuando descubren una fuerza misteriosa proveniente del cielo. No se sabe que es ni de donde proviene, pero afecta el comportamiento animal en su cercanía. No son los únicos en ese lugar remoto que han descubierto esta presencia. Ricky Park (Steven Yeun), es una ex estrella de la televisión -de ahí el prólogo- que lleva adelante un pequeño parque temático del viejo oeste cerca del rancho de los Haywood. Jordan Peele intenta aquí volverse más sofisticado, construir un relato más minucioso, pero que en realidad termina siendo más superficial. Le lleva una hora de película armar un clima que se apaga una y otra vez, porque el ritmo cinematográfico está en las antípodas de la tensión de los largometrajes anteriores del director y guionista. Aunque sea pretenciosa, la película tiene una estructura estándar y un final absolutamente común. El guión está cargado de pistas que tendrán su valor a medida que avance la trama, trucos muy convencionales en una película que busca no serlo, al menos en su primer tercio. Le suma una serie de reflexiones acerca del cine, en toda una línea que no llega a transformarse en algo interesante. Un director apasionado en busca de la imagen perfecta, en un personaje secundario que si no hubiera estado la historia no cambiaría en nada. ¡Nop! es inferior a ¡Huye! y Nosotros porque es más pretenciosa y mucho más entretenida. Pero a la vez, contrario a lo que su ambición plantea, es notablemente más banal y menos compleja. Tiene algunas buenas escenas y una resolución insuficiente. El director declaró estar influenciado por muchos largometrajes que no mencionaremos aquí para no rebajarlos en una comparación que no merecen. Aunque Peele sí mencionó también a la película Señales, de M. Night Shyamalan y ahí sí se ve la influencia. Ni por asomo logra los mejores momentos de aquel film, tan solo se parece en el armado misterioso de la trama. Por otro lado, Jordan Peele podría caer en lo mismo que Shyamalan, si pasan de películas efectivas a otras pretenciosas y ridículas a la vez. El tiempo dirá. Para terminar, hay que decir que todas las referencias al cine de Sergio Leone son gratuitas y carecen de sentido alguno.
`¡Nop!' es la última película de Jordan Peele, protagonizada por Daniel Kaluuya, reconocido actor con el cual el director ya había trabajado en `Get out' (2017). A sus 43 años, Peele se consolida película a película como un director de terror particular que aborda el género con propuestas novedosas e interesantes, algunas más logradas que otras, pero la mayoría de ellas con una mirada muy clara sobre lo que se quiere contar y cómo. En esta oportunida relata la historia de O.J y su hermana Em, quienes tras la muerte de su padre en Agua Dulce, California, deben cuidar el rancho y tratar de mantenerlo a flote. `¡Nop!' no tarda en adelantar al espectador que algo extraño está por ocurrir, como una especie de advertencia. Tras ciertos eventos desconcertantes e inexplicables, los hermanos descubren que en los alrededores de su campo ocurren hechos en el orden de lo sobrenatural: algo escalofriante e inexplicable circula por el cielo y provoca que la electricidad deje de funcionar y los animales se comporten extraño. ¿Un ovni? ¿Un fenómeno climático? ¿Un monstruo? Tanto los protagonistas dentro del filme como los espectadores en sus butacas se preguntan qué es lo que sucede, y ese desconcierto le da sentido a la película, por lo cual no se revelará en esta crítica más detalles sobre el argumento. POTENCIA VISUAL Si bien en una primera parte la historia por momentos se torna densa y monótona, desde la mitad y hasta el final atrapa la atención del espectador con escenas de gran potencia visual que logran que la película se vuelva hipnótica. La música (Michael Abels) y el trabajo con el sonido extradiegético, tan importante en este tipo de filmes, complementan la trama. Los efectos visuales -rubro técnico indispensable en este trabajo- son impecables y se aprecian en la pantalla grande. `¡Nop!' alterna con inteligencia la ciencia ficción y el terror. Es, sin duda, una película con el sello del director, que no defraudará a los seguidores de su filmografía y del género.
"¡Nop!": cuando lo salvaje se niega a ser domesticado. "¡Nop!" es la película en dónde lo fantástico se expresa de forma más libre dentro de la filmografía breve pero potente de Peele, que utiliza elementos muy reconocibles de la cultura popular de los Estados Unidos como “armas” para terminar con la amenaza exterior. La fama de Jordan Peele como cineasta creció mucho y muy rápido. En solo cinco años y a partir de su exitoso debut con ¡Huye! (2017), que le valió un Oscar como guionista, además de recibir otras tres nominaciones, incluyendo una para él como director, Peele se convirtió en uno de los más influyentes hombres de Hollywood. Y todo desde géneros considerados menores como el terror o el fantástico y con apenas dos películas. Gran parte de ese prestigio se debe a que sus trabajos no estaban exentos de filosos comentarios o lecturas políticas, vinculadas a la discriminación que sufre la comunidad negra en los Estados Unidos y al lugar al que sus miembros suelen estar relegados, en la base de la pirámide social. Y esa es una de las grandes diferencias que ¡Nop!, su tercera película, muestra en relación a aquellas otras (la segunda fue Nosotros, de 2019). No es que el asunto esté ausente y hay escenas donde esa incomodidad de ser negro en un país políticamente blanco se deja sentir con fuerza, pero no ocupa un lugar central. En ese sentido, ¡Nop! es la película en dónde lo fantástico se expresa de forma más libre dentro de la filmografía breve pero potente de Peele. Eso en parte se debe a que también es la más convencional de las tres en términos de estructura y la menos original en cuanto a lo estrictamente narrativo, aunque eso no la convierte ni en una película peor ni menos entretenida que las anteriores. Pero puede percibirse como un intento del director por salirse del gueto de la temática racial, para apuntarle a un público más amplio. Por eso puede decirse que, aun cuando los espacios protagónicos siguen siendo ocupados por personajes negros, interpretados por Daniel Kaluuya y Keke Palmer, e incluso los roles secundarios son representativos de distintas minorías (el actor coreano Steven Yeun y el latino Brandon Perea), ¡Nop! es la película más “blanca” de Peele. No son las únicas diferencias que esta película registra en relación a sus predecesoras. Si las otras podían resultar graves, sobre todo en relación a su conciencia política y a la necesidad de crear universos complejos y novedosos, ¡Nop! se propone como un entretenimiento más ligero. La elección de la temática extraterrestre es un indicador claro en ese sentido; la presencia del humor, elemento ausente en las previas, es otro. Decisiones que no le impiden a Peele comenzar la película con la carnicería que provoca un mono actor en un set de televisión, donde mata a todo el mundo. Lo salvaje negándose a ser domesticado será el eje de este relato donde los protagonistas son dos hermanos, última generación de una familia de entrenadores de caballos para películas que se remonta al origen del cine. Es imposible no ver en ¡Nop! los reflejos de Señales (2002), película que cierra la virtual trilogía del M. Night Shyamalan “bueno”, que también integran Sexto sentido (1999) y El protegido (2000). No es solo su temática: también están el escenario del paisaje rural; el seno familiar como núcleo de poder; la fe como camino para aceptar aquello que se oculta en lo evidente (el famoso “believe” usado por los extremistas de la ufología). Incluso la lógica de sus desenlaces, donde elementos muy reconocibles de la cultura popular de los Estados Unidos acaban funcionando como “armas” para terminar con la amenaza exterior. En esa apropiación por parte de la comunidad negra de símbolos como el cowboy, históricamente asociado al avance de lo blanco, introduce en la obra de Peele algo parecido al orgullo de ser estadounidenses a pesar de todo. Pero una crítica de ¡Nop! no estaría completa si no se mencionara el extraño diseño elegido para el alienígena de turno, que podrá fascinar por su originalidad a algunos, como decepcionar a muchos otros por su carácter poético. Porque, sí: puede haber poesía en el diseño y el director y guionista no se priva de utilizarla, quizás como una extravagante forma de homenaje al cine mismo.
Con momentos perturbadores, que se mezclan con diálogos irreverentes y situaciones absurdas que le dan un toque humorístico a la película (sello del director), ¡Nop! tiene guiños a películas como La Guerra de los Mundos, Señales de Shyamanlan o las películas de ciencia ficción de los años 50
Animales Salvajes (y cósmicos). Somos apenas un pequeño destello en la inmensidad del universo. Un universo que contiene miles de formas de vida, entre ellas la humana. Una especie que puede ser más peligrosa que cualquier otra. Y Jordan Peele nos lo recuerda en su nueva película, Nop. Una verdadera fiesta visual que alterna entre el humor, la crítica social (por supuesto), el suspenso, la ciencia ficción y el surrealismo. El realizador sale de su zona de confort para hacer algo distinto, aunque su forma de narrar tenga una estructura reconocida. La primera escena, es escalofriante. Y evoca al terror propiamente dicho. En un set de filmación de una comedia televisiva, vemos como unos de sus protagonistas, un simio, enloquece y ataca ferozmente a sus partners humanos. De allí pasamos a un rancho en California, en donde OJ Haywood (Daniel Kaluuya) y su padre, adiestran caballos para producciones cinematográficas. Mientras entrenan a los nobles animales, comienzan a caer objetos de cielo, y uno de ellos mata al patriarca (literal). A partir de este extraño suceso, OJ y su hermana Esmerald (Keke Palmer), caen en cuenta de que un fenómeno inexplicable ocurre en sus tierras. Inexplicable y sumamente peligroso. Además de nuestros protagonistas, aparecerán otros personajes para dar forma a este relato que cabalga a merced de varios géneros. Está presente el humor absurdo; hay climas de suspenso; lo sobrenatural y la ciencia ficción; la aventura y el western. Peele tiene resto para amalgamar todo esto y salir airoso. Un imaginario de universos tan temerarios (el rancho, el parque temático, un set de filmación), como fascinantes. Lo cotidiano y lo fantástico aquí se fusionan con su suma naturalidad, así como todas las tramas que se presentan, aunque por momentos no lo parezca, terminan cobrando sentido a medida que avanza el film. Una vez más Peele demuestra que es diferente a la hora de realizar cine de género. Que asume riesgos y busca un espectador activo, al punto de someterlo a situaciones límites. Que es tan (o más) salvaje que los animales de su nueva película.
¿Cine clase B con un presupuesto de casi 70 millones de dólares y trasfondo satírico? ¿Western contemporáneo siempre con caballos en el centro de la escena? ¿Ciencia ficción con invasión alienígena incluida? ¿Película de suspenso y momentos de terror? Todo eso y mucho más se combina en el tercer largometraje del director de ¡Huye! (2017) y Nosotros (2010). Entre universos tan disímiles y distantes como los de, digamos, M. Night Shyamalan y Ed Wood, con escalas en Alfred Hitchcock, Denis Villeneuve y el Steven Spielberg de Encuentros cercanos del tercer tipo, Jordan Peele demuestra que es uno de los pocos autores actuales con el suficiente poder como para filmar lo que quiere (y cómo quiere), a riesgo incluso de defraudar expectativas tanto de cierto segmento significativo del público como de los propios ejecutivos y compañías que lo financian. Bienvenida sea de antemano esa libertad incluso con ciertas dosis de capricho y arbitrariedad, ese desparpajo, esas ínfulas y esa capacidad de provocación. Es que, más allá de apelar a la imaginería del género más clásico como el western (los protagonistas son dos hermanos, interpretados por Daniel Kaluuya y Keke Palmer, que se dedican a criar caballos en una compañía heredada de su padre que está en absoluta decadencia), Peele propone en esencia una reflexión (reivindicación) sobre la épica de hacer cine sin medir las consecuencias. Es cierto que en principio ellos quieren registrar las imágenes de los extraterrestres para ganar dinero y fama, pero las presencias en la segunda mitad de un nerd techie llamado Angel (Brandon Perea) y sobre todo de un veterano director de fotografía (Michael Wincott) le dan al relato una impronta si se quiere herzogiana. En su guion Peele apela al horror de la sociedad estadounidense en varios terrenos (desde una sitcom televisiva que en 1998 termina con el set literalmente cubierto de sangre hasta el uso de animales amaestrados en la industria audiovisual) y trabaja con un notable despliegue visual en varias locaciones (desde el rancho familiar donde se crían a los caballos hasta una suerte de parque de diversiones con iconografía de western). Los efectos visuales del francés Guillaume Rocheron, la edición del estadounidense Nicholas Monsour y la fotografía del suizo-sueco-neerlandés Hoyte van Hoytema en 65mm se combinan a la perfección para que ese esteta, coreógrafo, showman y autor sin límites ni prejuicios que es Peele nos sumerja en un universo sobrenatural y reconocible a la vez para una inquietante película que por momentos divierte, en otros aterra y siempre fascina.
En su breve carrera como director, Jordan Peele logró despertar la atención de críticos, observadores y estudiosos por dejar expuestos inquietantes planteos sobre temas cruciales de la sociedad estadounidense actual desde un lugar en el que se mezclan la conciencia social y una combinación bastante original de géneros cinematográficos bien reconocibles. Desde una ópera prima de inmejorables resultados (¡Huye!) y una segunda película mucho más pretenciosa y menos lograda (Nosotros), Peele arriesgó nuevas mezclas entre la comedia y el terror para hablar del racismo que aflora encubierto por todas partes, la crueldad del sistema económico predominante y la impostura de ciertas instituciones, entre otros asuntos sensibles a la mirada de un director demasiado preocupado por dejar en claro que lo suyo es despertar conciencias dormidas y encender debates. ¡Nop! (Nope! en el original inglés) es una expresión corregida y aumentada de la misma búsqueda. El título de la tercera (y todavía más ambiciosa) película de Peele refleja nuestra reacción inmediata frente a todas aquellas cosas que están mal y parece imposible resolver, porque superan nuestras fuerzas. Si efectivamente las superan es porque, entre otras cosas, nos sentimos muy pequeños e impotentes frente a estas grandes cuestiones. Entre ellas, el cine mismo. A esta altura, a Peele ya no le alcanza decir lo que piensa a través del cruce de géneros. Necesita referirse ahora al cine en un sentido amplio y recurrir a pequeñas ayuditas de colegas a los que parece mirar con respeto y admiración. El Steven Spielberg de Tiburón y Encuentros cercanos del tercer tipo, y el M. Night Shyamalan de Signos y El fin de los tiempos son referencias insoslayables de una película con unas cuantas escenas impactantes y algunas ideas visuales muy atractivas, pero que al mismo tiempo carga sobre sus espaldas con el peso de las argumentaciones de un director que parece demasiado convencido de su propia importancia. Al igual que en Nosotros, ¡Nop! Empieza con una cita bíblica. “Y echaré sobre ti inmundicias abominables, y te envileceré, y te pondré como espectáculo”, dice el texto inicial, tomado del libro del profeta Nahúm, que vaticina la caída de la ciudad asiria de Nínive. En este caso el castigo se cierne sobre la propia iconografía de Hollywood, incapaz de reconocer sus propios pecados y dispuesta a persistir en ellos. Todo lo que ocurre tiene como escenario principal una vistosa propiedad rural cercana a Los Angeles. Allí, por varias generaciones, una familia de raza negra lleva adelante un espacio de crianza y entrenamiento para caballos que se emplean en producciones cinematográficas. Los hermanos OJ (Daniel Kaluuya, actor fetiche de Peele) y Emerald (Keke Palmer) Haywood llevan adelante el emprendimiento tras la muerte de su padre (Keith David), víctima de una sorpresiva lluvia de escombros, primera muestra del apocalipsis que está por llegar. El callado e intuitivo OJ no tardará en descubrir una especie de conspiración intergaláctica a la que no sería ajena el parque temático sobre temas del viejo Oeste que funciona al lado de su propiedad y pertenece a Ricky Park (Steven Yeun), estrella infantil de la TV cuya carrera colapsó cuando participaba de la grabación en vivo de una sitcom y un chimpancé descontrolado provocó una masacre. Ricky fue el único sobreviviente. La amenaza tiene los contornos cada vez más visibles de uno de esos platos voladores que veíamos en las series de los años 60 y 70 como Los invasores. La lucha de los Haywood (acompañados por un experto en tecnología y un veterano camarógrafo) contra esa máquina extraterrestre de engullir personas y cosas exhibe unas cuantas muestras de esplendor visual, tan ingenioso como vacío. Peele prefiere sacar a la cancha toda la potencia de sus ideas (representadas con la ayuda de extraordinarios efectos visuales y ópticos) antes que incorporarlas a una trama más inteligible, menos caótica. Más que un narrador convencido del poder de una buena historia, Peele es un gran audiovisualista que va hacia adelante con la confianza absoluta de que la fuerza de esas imágenes logrará la mejor explicación posible. Pero no todo es tan fácil de entender. Peele mezcla obsesiones, preguntas, tesis e influencias de una manera tan arbitraria que con frecuencia nos hace perder la brújula y extraviar la comprensión del eje del relato. Hay fascinación y desconcierto por partes iguales en la tercera obra de un director cada vez más peligrosamente enamorado de la acumulación como método.
El protagonista y el director y guionista de ¡Huye!, Daniel Kaluuya y Jordan Peele, vuelven, pero no necesariamente renovados, ni ¡Nop! es una película como para refregarse las manos de entusiasmo. Kaluuya tiene un emprendimiento de animales amaestrados, que hereda de su familia y en el que trabaja desde hace años, y que vienen ofreciendo a los estudios de TV y cine en Los Angeles. Algo cae del cielo, y termina matando a su padre (breve aparición de Keith David). Como entiendo que mucho de lo que se ve y cuenta en ¡Nop! no debería spoilearse, y debería dejarse a los espectadores descubrir, vamos a saltearnos eso, y vamos a decir sencillamente que la combinación de western, filme de suspenso, ciencia ficción y hasta con pasos de comedia muestran a Pelle como a un tipo arriesgado. El no arriesga, no gana. Pero aquí Peele no gana. Y el público, tampoco. Cuando estrenó ¡Huye! (2017), la respuesta fue unánime: Jordan Peele, su director y guionista, era todo un descubrimiento para las grandes ligas de Hollywood. Era el debut como realizador de cine del actor, la película sobre el joven afroamericano acosado por la familia blanca de su novia tuvo múltiples candidaturas al Oscar -incluido mejor filme y director- y Peele terminó agradeciendo una estatuilla al mejor guion original. Como suelen los Académicos palmear la espalda de los directores-guionistas del cine independiente en el que ven proyección a futuro. Ya lo habían hecho, entre tantos otros, con Quentin Tarantino. Y muchos vieron en Peele una reencarnación y/o mejoramiento de lo que en su momento saltaron a decir que era M. Night Shyamalan cuando estrenó Sexto sentido. Si a Shyamalan lo llamaron “el nuevo Spielberg”, al poco tiempo el mote debió guardarse ante la irregular carrera del director de El protegido, sí, pero también de El fin de los tiempos y Después de la Tierra. Ni tanto ni tan poco Pero volvamos a Peele, que a dos años de ¡Huye! estrenó Nosotros (Us), en 2019. ¿Se apuró, nos preguntamos algunos? ¿No debió pulir aún más el guion de la película con Lupita Nyong’o y Elisabeth Moss, sobre estos visitantes extraños que acosaban a una familia? Bueno, tuvo más tiempo para crear ¡Nop!, en el que confluyen su gusto por el terror o deberíamos decir el suspenso algo subido de tono, con la ciencia ficción. Y el resultado deja bastante que desear. Peele sabe plantear -como Shyamalan: en eso sí se parecen- las tramas de sus historias. Todas tienen un gancho desde las primeras imágenes. El problema surge en ¡Nop! cuando, a medida que va desarrollándola, no solamente la atención enflaquece, sino que el espectador puede llegar a hacerse la maldita pregunta que ningún cineasta quisiera escuchar desde la platea. “¿En serio?” Peele abre una subtrama ni bien arranca la película, con un mono asesino en una serie de TV. Luego tendrá su por qué. Pero pareciera subestimar al público (única alerta de spoiler, salteen al próximo párrafo, aunque no sea para tanto): ¿Es que nadie se da cuenta que hay una nube quieta, en el cielo, durante semanas? La película tiene buenos efectos especiales, golpes de efecto -que no son lo mismo- en el sonido y una historia que se desinfla. Ah, además, es larga.
El director Jordan Peele, del que viéramos la muy buena “Huye” (2017) y “Nosotros” (2019), nos presenta lo que podía llegar a ser el final de una trilogía. El filme abre presentando dos tramas, sin embargo rápidamente desplaza a una de ellas a una sub – trama que jugaría las veces de alegoría de la primera, al mismo tiempo que se encauza como una vertiente que tiende a evolucionar sobre la historia principal. En primer lugar un chimpancé, estrella de un programa de televisión, en
Inclasificable propuesta de Jordan Peele que, una vez más, bucea en los temores más profundos de la sociedad americana para construir un relato que arranca con sonidos lejanos de una sitcom, atraviesa el terror y termina jugando con la ciencia ficción, no sin antes multiplicar y multiplicar referencias a la cultura popular y, también, homenajear al cine.
Luego de "Get Out" (2017) fue el turno"Us" (2019) en la carrera de Jonathan Peele, director con estilo propio que ahora llega con "NOP!" ("Nope!", 2022), un thriller que además combina suspenso y ciencia ficción. Todo comienza con la historia de dos hermanos, Otis Jr. (Daniel Kaluuya) y Emerald Haywood (Keke Palmer), quienes comprueban con estupor que entre las nubes de su rancho familiar se oculta una amenaza mortal. Jordan Peele vuelve a convocar a Daniel Kaluuya (Get Out) y se unen al reparto Palmer y Yeun. Ellos serán los encargados de descubrir algo insólito y escalofriante cerca del rancho en el Valle Santa Clarita, al sur de California. La propiedad fue heredada por que los hermanos cuando muere su padre (Keith David), de una manera peculiar. Allí la familia se ocupa de la cría y adiestramiento de caballos para ser usados en rodajes, y cerca del lugar hay un Parque Temático para disfrutar en familia llamado Jupiter’s Claim que posee una granja y otras atracciones cuyo dueño y anfitrión es Ricky “Jupe” Park (Steven Yeun), una ex-estrella infantil que experimentó una tragedia que pretende olvidar cuando era el protagonista de una serie. Estas historias se cruzan cuando OJ y Emerald vislumbran en su enorme propiedad fenómenos inexplicables. Para lograr un registro de las mismas compran unas cámaras en Fry´s Electronics donde conocen a Angel Torres (Brandon Perea). Este se ofrece a ayudarlos con la instalación pero luego se une a los Haywood para descubrir el misterio. Completamente desorientados convocan también a Antlers Holst (Michael Wincott), un director de fotografía a punto de retirarse que se suma con el equipo necesario para registrar lo que está pasando. El cuarteto vivirá experiencias aterradoras al intentar descubrir qué es lo que los amenaza desde el cielo. Lo que comienza tímidamente se transforma en una sorpresa tras otra, con gran tensión, ya un sello de Peele, gran director, que no sólo ofrece entretenimiento y suspenso, sino una original historia de enorme imaginación plagada de imágenes imborrables.
Una cualidad del director Jordan Peele es que sabe vender con intriga los conceptos que trabaja en sus películas. Después se le puede objetar la calidad de los guiones y el vicio de forzar sus opiniones políticas en todos los proyectos que genera, sin embargo la previa antes del estreno de un film es interesante por la ambigüedad que presentan los avances promocionales. Hasta el momento en que empieza el espectáculo nadie tiene en claro de que va el film y esa es una sensación muy placentera que se perdió en el cine de norteamericano. La buena noticia es que en esta oportunidad Don Peele tuvo la piedad y cortesía de darle un descanso a sus trillados comentarios sociales centrados en la perpetua victimización de la comunidad negra norteamericana. Un tópico que expresó con la sutileza de una topadora en Get Out, Us y los fiascos de las remakes de Twilight Zone y Candyman que nadie recordará en el futuro. En ¡Nop! al menos hizo el esfuerzo de proponer algo diferente con el fin de no repetirse a sí mismo como realizador y explorar otros territorios. Más que una propuesta de terror se trata de un thriller que evoca la vieja ciencia ficción de Hollywood (la gran amenaza que persigue a los protagonistas no podría ser más retro) con guiños al cine de John Carpenter, Spielberg y a la primera época de M. Night Shyamalan, antes de convertirse en un Lord Sith. Peele trabaja el contenido de horror con muy buenas ambientaciones que evaden los jumpscares para construir situaciones de tensión más sólidas. Sobresale especialmente una referencia muy divertida que incluye al clásico de Dan Alioto, UFO Abduction (1989), una pionera del found footage que quedó en recuerdo por la desopilante representación de unos extraterrestres enanos. Tras un primer actor pausado donde el director se toma su tiempo para presentar a los personajes principales luego el conflicto se vuelve más entretenido y hacia el final Peele se anima a explorar otros géneros como el cine de aventuras, la acción e inclusive el western. La película no está exenta del comentario social que en este caso se relaciona con la explotación comercial de las tragedias y el maltrato de animales en la industria de Hollywood. Dos temas interesantes que tal vez podrían haber tenido un poco más de profundidad y en la trama se limitan a darle un contexto al ambiente de donde provienen los personajes principales. En lo referido a la puesta en escena y los aspectos más técnicos ¡Nop! es impecable y sobresalen especialmente los efectos de sonido y la soberbia fotografía de Hoyte Van Hoytema (frecuente colaborador de Chistopher Nolan), quien podrían aspirar a una nominación al Oscar. La labor que presenta en todas las secuencias nocturnas es alucinante y dentro de este campo sobresale dentro de lo mejor del año. En lo referido al reparto Daniel Kaluuya (Get Out) y Keke Palmer se complementan muy bien en los roles protagónicos y consiguen sacar adelante el espectáculo. La gran sorpresa es que Peele rescata la figura de un actor criminalmente subestimado como Michael Wincott, recordado por sus villanos memorables de los años ´90. Aunque su nombre tal vez no sea tan conocido la mayoría de la gente lo recuerda como ese gran Guy de Gisbourne que compuso en la película de Robin Hood (la de Kevin Costner) de 1991. Wincott está excelente en esta historia con un personaje que probablemente representa al tipo más simpático de su filmografía. El tema con esta producción es que se disfruta mucho durante su visionado por la intriga de conocer la resolución del conflicto. Sin embargo cuando empezás a digerir y analizar más a fondo el argumento, la película se desarma como un castillo de arena producto de las numerosas inconsistencias y cuestiones que quedan sin resolver. Peele es un buen realizador que sabe ofrecer productos cuidados en los aspectos técnicos pero sus guiones no terminan de convencer y deterioran a menudo propuestas que podrían haber sido muy superiores. ¡Nop! dentro de todo se deja ver y hasta resulta entretenida si llegás a la butaca del cine con las expectativas extremadamente moderadas.
Uno de los aspectos más interesantes de ¡Nop! fue su campaña publicitaria y el misterio que la atravesó. Jordan Peele se convirtió en un referente del cine de terror y suspenso, primero con su gran (y oscarizable) ópera prima Get Out (2017), seguida por la más que entretenida y escalofriante Us (2019). Así que, para su tercer film, se empleó la intriga digna de sus tramas pero en el marketing. Nadie sabía de qué se iba a tratar. Amén de su llamativo título y su poster que no apuntaba a un lugar seguro. Lo cual tuvo un doble filo sin dudas. Ya que por un lado la expectativa generada fue enorme y por otro el peligro de no estar a la altura. Así que esta reseña respetará eso y no mencionará nada que tenga que ver con la historia, lo cual es muy difícil. Si tengo que comparar con sus películas anteriores, ésta es la que menos disfruté de Peele. Tal vez me jugó en contra su marketing… Ahora bien, su construcción funciona a la perfección cual reloj suizo. El conflicto va in crescendo y te atrapa en todo momento. Pero le falta el fuerte impacto que tuvo sus trabajos previos donde el golpe de efecto se daba de manera más natural y aquí se siente que se busca todo el tiempo. Hay sobresaltos y tensión, pero no alcanza para lo que la prensa cataloga como “el nuevo Shyamalan” o “heredero de Hitchcock”. El elenco encabezado por Daniel Kaluuya está más que correcto. Empatizás con ellos desde el primer instante, desde lo más básico hasta sus aspectos poco ordinarios, tales como su historia familiar. En definitiva, ¡Nop! es una gran propuesta de suspenso terrorífico que aumentará la tensión de los espectadores en una sala de cine en comparación a una TV.
La tercera película de Jordan Peele, ¡Nop!, es su mejor película hasta ahora (las dos anteriores son ¡Huye! y Nosotros). Y es la mejor porque es la más arriesgada y libre, la más enigmática y desafiante, y porque es en la que más se detiene a pensar su arte narrativo y los efectos insensibilizadores del espectáculo. Por supuesto, los géneros y sus mecanismos están presentes (el terror, la ciencia ficción y el western), pero nunca son lo más importante, porque la cuestión central pasa por el intento (radical) de Peele de reinventar el cine poniendo el foco en los espectadores ansiosos de espectáculo, su verdadera materia prima, la que amasa secretamente mientras cuece a fuego lento efectivas escenas de misterio y de suspenso. Por otro lado, es la primera vez que Peele se sale del eje de la temática racial (aunque no falta el castigo a los blancos), decisión que marca cierta madurez en su carrera. Acá no hay política explícita, ya que la idea misma de ¡Nop! parece ser que no haya nada literal y directo por debajo de la epidermis cinematográfica que el director despliega con apabullante pulso de maestro del género. Si la alternativa planteada por el estado actual del cine-espectáculo es filmar lo imposible, “un mal milagro”, o lo nunca antes visto para seguir entreteniendo, Peele nos dice que quizás no nos merecemos tamaña empresa, o peor aún: quizás filmar lo que nunca se filmó conlleve pagar un costo humano altísimo. Como todo cineasta que pretende cambiar la historia del cine, Peele necesariamente se apropia de sus orígenes para crearse una mitología personal. La primera imagen en movimiento, según ¡Nop!, fue la de un negro montando un caballo, tatarabuelo de los personajes principales, los hermanos OJ y Emerald Haywood, interpretados por Daniel Kaluuya y Keke Palmer, quienes viven en uno de esos ranchos donde se entrenan caballos para las películas, en un pueblo desolado ubicado en el centro de California. OJ (Daniel Kaluuya) trabaja con los caballos, como lo hacía su padre Otis (Keith David), pero su vida cambia cuando descubre que al frente de su rancho se esconde un ovni, o lo que parece un ovni, una entidad extraterrestre que empieza a abducir (o a devorarse) a los caballos. Es cierto que Peele recurre al subterfugio de la ciencia ficción y del terror cósmico para defender su inclasificable propuesta, pero esto es justamente lo que le da el toque desestabilizador y provocador a ¡Nop! Además, Peele hace dos películas en una; o mejor dicho, empieza con una película secundaria que es mejor que la principal: la de un mono que enloquece en una sitcom en 1998. Sin embargo, Peele no elige la historia del mono porque es una historia mucho más segura, que pisa terreno firme y que muestra lo que siempre vimos (tiene los mejores planos del filme, los más terroríficos), sino la de esa especie de platillo volador hambriento y lo que hacen los hermanos OJ y Em por conseguir la “toma imposible”, con todos los riesgos que eso implica. Peele nos dice que el espectáculo provoca la insensibilización del espectador y que filmar lo imposible implica un sacrifico: perder algo a cambio de conseguir lo que nunca antes se vio. Filmar como un acto de valentía puede tener consecuencias graves. El plano final es tan enigmático como toda la película. ¡Nop! es maravillosamente hermética, una rareza que hay que celebrar enmudecidos.
Joran Peele vuelve a ejercer como director, luego de los éxitos de Get Out y Nosotros, esta vez trayendo a los cines argentinos ¡NOP! Un film que cuenta con las actuaciones de Daniel Kaluuya, Keke Palmer, Steven Yeun, Brandon Perea, Keith David y Michael Wincott. ¡NOP! Narra la historia de OJ Haywood un entrenador de caballos que vuelve a reencontrarse con su hermana luego de la extraña muerte de su padre. Mientras OJ intenta recomponerse económicamente para salvar su rancho algo comienza a acechar los cielos tejanos, él y su hermana harán todo lo posible para poder captar una imagen del extraño platillo volador que surca los cielos. A gusto personal ¡NOP! se encuentra entre por debajo de Get Out y por encima de Nosotros, y tal vez con esto comiencen las divisiones de aguas. ¡NOP! Es una película más cercana al misterio paranormal de Shyamalan que dentro del género de terror y las dos obras anteriores de Jordan Peele encajaban muy bien en el género. Ya sabemos que este director tiene tantos amantes como retractores y en el caso de ¡NOP! es posible que ocurra una inversión, estoy casi seguro que a muchos de los que no les gusta el cine de Peele disfruten de la cinta y, tal vez, aquellos que venían apoyándolo sientan que ¡NOP! es bastante liviana. Sin embargo, el film, tiene una historia atrapante e interesante, dándole una buena vuelta de tuerca a la temática OVNIS. Hay que aclarar que ¡NOP! es producida, escrita y dirigida por Jordan Peele, por lo tanto, recae en él los aciertos y los fallos de la película. Comencemos con los aciertos, que son varios, como les comentaba antes la película tiene una originalidad con respecto a la temática que plantea y se siente como un aire fresco dentro del género, también si leemos entre líneas veremos que el film esconde un mensaje sobre el cine, e incluso sobre la fotografía, poniendo en juego aquello que puede filmarse y lo que no. Continuando con el trabajo de la dirección se nota la mano de Peele, ya que presenta tomas bien cuidadas y una fotografía que logra cautivar al espectador. El guion también está pulido, sin embargo, en ese punto recae la principal falla ¡NOP! y es su duración. Sus dos horas terminan sintiéndose pesadas luego de la revelación de la trama, por lo cual, el tercer acto se estira demasiado sin necesidad y pecando de abrir algunos focos narrativos que no terminan de cerrarse y esto no puede obviarse teniendo en cuenta el resultado final. Otro acierto de ¡NOP! son las actuaciones, las cuales todas cumplen, incluso el personaje insoportable de la hermana de OJ interpretado por Keke Palmer. Steven Yeun cumple con creces y Daniel Kaluuya se banca el protagónico diferenciándose con su actuación en Get Out, ocurre lo mismo con Michael Wincoot, quien interpreta a un excéntrico director de cine. Para finalizar con las cosas buenas que hace ¡NOP! hay que decir que cuenta con una muy buena banda sonora, que acompaña tanto las escenas de tensión como de distensión. ¡NOP! es una gran recomendación para ver en la pantalla grande, es una película disfrutable tanto para quienes les gusta el cine de Peele como para aquellos que no. Si te gusta la temática OVNIS es una cinta obligada.
TEMBLORES EN EL CIELO Con el antecedente de las dos primeras películas de Jordan Peele, lo que propone ¡Nop! puede desconcertar. En los meses previos al estreno, los avances y los posters fueron bastante crípticos, pero lo que quedaba en claro era que, sea cual fuera la amenaza o el misterio, venía de arriba. Del cielo. Quedaba la duda, con cierto prejuicio, sí, pero también con conocimiento de las intenciones y obsesiones de Peele, sobre cómo una historia de extraterrestres iba a entroncar con la crítica social y la cuestión racial. Lo cierto es que ¡Huye! fue un debut auspicioso para Peele como director; una película ingeniosa que funcionaba mejor cuando se entregaba al desparpajo, que cuando pretendía dar cátedra y engrosaba el trazo de su discurso. No sabemos si el antes comediante se creyó el rol de salvador negro de Hollywood (como la crítica lo encumbró), pero a partir de esa película su nombre empezó a aparecer asociado a producciones tan profesionales como patoteras, abrumadas ideológicamente. Productos como Lovecraft Country o la nueva Candyman, prometedoras en la superficie pero, finalmente, víctimas de tener que portar un mensaje antes que una historia. Por suerte para nosotros, esa incógnita llamada ¡Nop! se revela como una película donde Peele parece más consciente de sus capacidades, trabajando lo racial sin desbordes y concentrándose en el espectáculo. Moviéndose del terror hacia la ciencia ficción, con un uso noble de los géneros: no como instrumentos panfletarios (de una causa, o de la necesidad del director de mostrarse como un artista elevado), si no como el territorio ideal para hablar del Cine con mayúsculas, que es el tema de fondo de ¡Nop! La historia es la de dos hermanos, O.J. (nombre que le sirve a Peele para hablar de racismo con un chiste sutil), interpretado por Daniel Kaluuya, y Emerald (Keke Palmer), dueños de un rancho donde entrenan caballos actores. Herederos de un linaje que los remonta a los inicios del cine, con un antepasado que fue el primer jinete filmado, los hermanos sobreviven a la crisis del negocio mientras lidian con la muerte del padre (Keith David), fallecido en circunstancias extrañas al comienzo del film. Cuando una noche O.J. avista entre las nubes lo que podría ser un plato volador, Emerald decide capitalizar el descubrimiento. Capturar en imágenes el fenómeno y venderlas al mejor postor. A partir de ahí, con los intentos por llevar a cabo el plan y los personajes que empiezan a cruzarse, la película propone un recorrido por algunos exponentes del imaginario sobre ovnis y monstruos. Encuentros cercanos del tercer tipo, Tiburón y la presencia innegable de Terror bajo la tierra, con una criatura que opera de manera similar a los graboides, pero cambiando la tierra por el cielo. Claro que el diálogo que Peele entabla con esas películas no se agota en la referencia, si no que le sirve para oponer la tradición con la actualidad, y preguntarse sin nostalgia si acaso el pasado fue mejor. La misma tensión aparece con los distintos formatos con los que se intenta documentar al monstruo, desde cámaras de vigilancia con la última tecnología hasta una vieja cámara de fotos en un parque de atracciones. Y es en ese parque donde se cifra el intercambio más profundo entre el hoy y el ayer, con ese espectáculo que parece construirse sobre los escombros de otra época. Si nuestra intención es hilar más fino, podemos pensar que en ¡Nop! el cine aparece como patria y como amenaza, un lugar donde el afán por domar a las bestias -literales y simbólicas-, por capturar absolutamente todo, puede tener consecuencias terribles. Es una de las lecturas posibles que se pueden hacer a la subtrama del chimpancé y el programa infantil, que abre la película de manera acertada e inquietante. Incluso si quisiéramos ir más profundo con lo expresado sobre “patria” y “amenaza”, podría pensarse en la lucha de estos dos hermanos negros contra una criatura del espacio, como una alegoría de Peele sobre la lucha real de la comunidad negra dentro de la historia de Hollywood; ya no hablemos de la historia de Estados Unidos. Pero quizás sea ir demasiado lejos, porque en definitiva lo mejor de ¡Nop! es que termina funcionando como una de esas películas en las que se referencia. A pesar de los excesos discursivos que se le pueden reprochar, lo cierto es que la apuesta de Peele como realizador es visualmente impecable (el aspecto de tela de la criatura es discutible, aunque quizás esté inspirado en una pantalla de proyección), consistente en la narración, imaginativa y, lo mejor: permeable a los momentos de locura y de humor, como ese choque acelerado de manos entre Em y O.J. antes de salir de cacería. Apoyado en intérpretes que parecen ideales, contrastando la pesadumbre de Kaluuya con la explosividad de Palmer, más la colaboración ajustada de los demás que aparecen por ahí, ¡Nop! da forma a personajes que sí terminan importando. Individuos que transitan la aventura con el peso de sus legados, y la posibilidad de hacerse cargo de ellos, cabalgando a toda velocidad por el desierto. No sé qué nos deparará Jordan Peele en el futuro, y tal vez se merezca un “qué pesado” por su rol como productor. Pero cuando vuelva a sentarse en la silla de director, que sepa que ahí estaremos.
Nope es una de las películas de terror más interesantes del año, que tiene una mezcla con ciencia ficción. Por momentos desborda de originalidad, pero es despareja en su narrativa, y quizás muy rara para el público común. Aquí la crítica escrita más formal; en el link la crítica radial, más informal, completa en los reproductores de audio solo, o de YouTube con video. ¡Nop! Es una película distinta, es un filme de terror con mezcla con ciencia ficción, que cuenta una historia particular, poco habitual; tiene una búsqueda de la originalidad y de la sorpresa que puede ser muy interesante. Es definitivamente una película divisiva, rara, de esas que tienen la capacidad de dejar anonadado al público. Jordan Peele vuelve a la dirección de cine con su tercer largometraje luego de huye, y de nosotros, dos películas que también tenían su rareza, y sus particularidades; huye, también ganó el oscar al mejor guion, este nuevo filme definitivamente no va a ganar el oscar al mejor guion. No tiene la crítica social tan afinada como aquella otra película, y definitivamente no funciona de la misma forma la historia, que es una mezcla de drama, terror suspenso, y misterio; que gira en torno a dos hermanos negros, cuyo padre ha fallecido recientemente, y tienen que seguir su negocio, el de entrenar caballos para cine y también venderlos. Esa muerte ha generado una crisis en el negocio, y están viendo la forma de generar nuevos recursos, viven en un rancho en el cual crían esos caballos, en dónde empiezan a pasar fenómenos extraños, y empiezan a sospechar que son extraterrestres. Esto hace que pretenden filmarlos para tener evidencia incontrovertible de vida extraterrestre, y de esa forma hacer mucho dinero. El problema es, que acercarse al fenómeno en cuestión tiene sus riesgos; hasta ahí es lo que diremos, porque gran parte de la magia de la película es no saber de que se trata, de ver cómo funciona el misterio, y de ver como finalmente se resolverá todo. La película tiene un comienzo muy lento, dónde probablemente alrededor de la primera hora pasa muy poco, y se toman mucho tiempo para generar el seteo del conflicto, la presentación de los personajes, y otras cuestiones; lo cual hace que cuando empiece la parte más interesante y más terrorífica, la película ya está herida, y a uno lo agarra cansado; sin embargo la segunda parte del fin levanta mucho con respecto a la primera, y mantiene la tensión hasta el final, con un par de escenas realmente buenas; una de ellas que genera una tensión notable en el espectador. Sin embargo, más sobre el final, como que pierde un poco la vocación por querer asustar, y se resuelve de una forma que está más cercana en la acción y el suspenso, que el terror. Nope es un filme que no es para cualquiera, y no sé si haya algún tipo de público objetivo, o algún tipo de público identificable, al cual uno puede decir “esta película es para ese público”. No llega a ser cine arte, como si podríamos decir de otro de los estrenos de terror recientes, “Men”, pero tampoco es una película popular, por la rareza que tiene, y la búsqueda de originalidad de la misma, además de la narrativa lenta en el comienzo. Sin embargo, cómo es tan original su planteó, además lanza una idea sobre cómo podría ser la vida extraterrestre, que es realmente muy interesante y muy original; y que probablemente nunca se haya visto en cine antes, lo cual puede generar un efecto de parecer una gran película para cierto público, cómo también, a otro público le puede parecer un gran bodrio. Este no es un filme fácilmente clasificable, ni tampoco que se pueda recomendar abiertamente según el criterio de este crítico; pero definitivamente es una película interesante, y quién quiere ir a verla, sobre todo si tiene cierta experiencia cinematográfica, no se lo va a desalentar, ya que encontrar algo original en el cine hoy, en día es un merito que no es menor, quizás hasta un milagro. Véala a su propio riesgo. Cristian Olcina
El libro Un crimen argentino, de Reynaldo Sietecase –cuyo valor principal estaba en el hecho de rescatar el singular caso de un asesinato seguido de desaparición curiosamente no perpetrado por militares represores en 1980, es decir, en plena dictadura– comienza explicando qué hizo el homicida con el cadáver de su víctima. Claramente, además de convertir sucesos reales en una novela, el interés del periodista rosarino era bucear en la personalidad del criminal, a tono con lo turbio de la época. “Cuerpos que se borran para siempre” es la tercera oración disparada al comenzar el relato: como otros miles en los mismos años, con métodos igualmente o más crueles. La película, procurando el suspenso, prefiere convertir el dato (los motivos por los que no aparece el cuerpo del secuestrado) en una revelación casi final. No es el único cambio: entre otras cosas, hay personajes interesantes descartados (como la equívoca tía) y utiliza como cierre una expresión inocua, algo canchera, en vez del “Nadie desaparece así nomás” que un personaje dice a otro en el original, ironía inquietante aún si se piensa en casos ocurridos años después de la dictadura, como el de Julio López. El film, de hecho, no es perturbador, y centra su interés en la búsqueda de pruebas para condenar al sospechado. En ese sentido, desecha tópicos propios del género policial, ya que la iluminación no crea una atmósfera enrarecida, el único personaje femenino importante aparece desprovisto de misterio, y los diálogos tienden a las puteadas antes que a intercambios capciosos. La recreación del Rosario de 1980 tiene sus aciertos, pero el director parece haberse limitado a cumplir con el profesionalismo que se espera de una producción de este tipo, desentendiéndose de imprimirle un estilo propio y sin conseguir la solidez de, por ejemplo, La parte del león (1978, Adolfo Aristarain), por mencionar un policial argentino realizado en su momento por un director debutante. Aquí hay algunas decisiones formales con criterio dudoso (como la manera de mostrar a los interlocutores en secuencias de conversaciones), así como es errática la dirección de actores: Rita Cortese es la única que logra darle un poco de vitalidad y gracia a su episódico personaje; Nicolás Francella y Matías Mayer (que ya habían trabajado juntos en Maracaibo, de Miguel Ángel Rocca) no aportan mucho más que su simpatía; a diferencia de Luis Luque –más contenido que de costumbre–, Alberto Ajaka se desmadra bastante en su estereotipado policía inescrupuloso (lejos de notables trabajos suyos como el de El silencio, de Arturo Castro Godoy); en tanto Darío Grandinetti solo ocasionalmente logra dibujar con malicia y atractivo a su abogado, cuyas experiencias de vida incluyen una activa vida nocturna y un paso por la cárcel. Una fugaz persecución automovilística y el escape del personaje interpretado por Juan Nemirovsky son momentos eficaces, en comparación con otros que retrotraen a cierto argentino sensacionalista de mediados de los ’80, como ese comienzo en el que la voz en off del dictador Videla se funde injustificadamente con una escena de sexo, o una secuencia de tortura que incomoda no solo por la crueldad que obviamente conlleva, sino porque a la víctima de la historia (y a las víctimas del terrorismo de Estado) casi no se los ve sufrir en el transcurso del film. El torturado posteriormente pretende denunciar esos apremios ilegales, recibiendo como respuesta que no es víctima sino victimario, algo sin dudas arriesgado. Bien distinto es el caso del tercer largometraje de Jordan Peele después de Get out (2017) y Us (2019), que parte de determinadas fórmulas del género cinematográfico que aborda (lo que en inglés suele denominarse horror movies) para desplegar una serie de ideas divertidas en términos narrativos. Esto lleva inevitablemente a que el tema central se disperse, o que cueste delimitarlo (yendo de la discriminación racial y social hasta diversos momentos de la historia del cine, la variedad de formatos y registros audiovisuales, la sordidez que puede esconder la gestación de una simpática sitcom, o la conexión con fenómenos extraterrestres), pero sin ceder a la confusión y manteniendo la tensión durante poco más de dos horas. No faltan las casa como trampa y refugio, las luces que imprevistamente se apagan, el temible silencio como síntoma de presagios, ni los lazos de solidaridad que van surgiendo entre los personajes: los hijos de un legendario entrenador de caballos (Daniel Kaluuya y Keke Palmer) con el arisco empleado de una tienda (Brandon Perea) cuya novia –no casualmente– lo abandonó al ingresar al mundo del espectáculo, un actor coreano con un pasado traumático (Steven Yeun, visto en Okja y Burning), y un director de fotografía capaz de llevar su curiosidad por lo exótico hasta las últimas consecuencias (el canadiense Michael Wincott). El conjunto es abigarrado pero vivaz, con una puesta en escena sin pasos en falso. El colorido parque de atracciones es atravesado por situaciones de angustia y soledad. Cierta presencia animal o fenómeno paranormal, que empieza a asomar en determinado momento, es de una extraña belleza plástica. Los crímenes que provoca un simio supuestamente amaestrado en un estudio de TV –probablemente la secuencia más escalofriante de ¡Nop!, que se anticipa al principio– permanecen, lúcidamente, fuera de campo. Y asoman sutilezas, sobre espionaje y cámaras de seguridad, o las aspiraciones de salvarse económicamente captando imágenes inéditas, así como detalles que denotan alarma a la vez que completan el friso argumental (como el rostro de la mujer sobreviviente de la desastrosa experiencia televisiva antes mencionada). Tal vez el título algo insípido y la división en capítulos sean flancos débiles de este film ambicioso, aunque ligero a la vez. Por Fernando G. Varea
La historia de los afroamericanos en los Estados Unidos es el guion de una película de terror. Nadie lo vio tan claro como Jordan Peele, que en sus dos primeras películas (Get Out, 2017 y Us 2019) puso en escena los miedos y traumas de su comunidad e invirtió la imagen que al país le gusta dar de sí mismo con un cine-espejo que reflejaba las miserias y patologías escondidas en el inconsciente colectivo norteamericano. Nope (¡Nop!) está atravesada por la función que cumplieron los negros dentro de la industria cinematográfica, pero el director está menos enfocado en abordar cuestiones raciales que en hacer una radiografía de la cultura contemporánea: un sistema que todo lo convierte en espectáculo y en el que las personas se entregan voluntariamente a la mirada del Otro.
Honestamente, no sé si lo que acabo de ver fue formidable o simplemente una porquería. En realidad ése es el problema constante de los filmes de Jordan Peele: después de Get Out todo lo que ha dado parecen fabulosos ejercicios de estilo con historias a medio cocinar. Hay momentos ridículos y momentos de tensión que te dan ganas de aplaudir de pie; genialidades y burradas diseminadas por todo el relato, y una sensación general que el viaje es bárbaro mientras dura pero al final te termina decepcionando. Pasaba lo mismo con Us – el hito anterior de Peele -, solo que acá la idea tiene (para mis gustos personales) mas gancho. En general adoro los escenarios únicos. Algo tipo Duro de Matar donde todas las situaciones de tensión transcurren en un solo edificio. Acá el escenario es gigantesco pero no por ello no deja de ser claustrofóbico, limitado y desesperante – un valle en medio de la nada, como si estuvieras en un lugar perdido de Dios y nadie pudiera venir a socorrerte aunque precises desesperadamente ayuda y estés a los gritos pelados -. Peele hace un uso espectacular del valle de Agua Dulce – un lugar semidesértico lleno de colinas y con un aire tan limpio que puede verse (y oírse) a kilómetros de distancia -. En sí Nope empieza como una versión dark de Encuentros Cercanos del Tercer Tipo, luego deriva en una versión blaxploitation de Señales y termina mutando en una versión lisérgica de Tiburón (!!). El clima es intenso y las cosas que pasan son shockeantes, así que uno no tiene dramas en comprar la premisa (sobre todo, cuando uno se entera realmente de qué va la cosa) y aceptar todo lo que Peele quiera vender durante el viaje. El drama es que, para llegar al núcleo del asunto, Peele se bambolea de un lado a otro con subtramas que no importan un pomo (o que están traídas de los pelos), amén de que la mayoría de estos personajes son detestables. Keith David es un patriarca algo prepotente que apenas dura un par de escenas, Daniel Kaaluya se lo ve estancado y aburrido, y el personaje de Keke Palmer es abominable – es tan vaga y egocéntrica que te crispa los nervios -. Claro, Papi tiene un rancho que alquila caballos amaestrados para películas de Hollywood pero últimamente la cosa no va muy bien; la Palmer es la hija inútil llena de gases de colores en la cabeza y Kaaluya es el pobre laburante que tiene que fumarse a todo el mundo ya que es el único que pone el lomo. Por suerte con el paso del tiempo los personajes se vuelven mas tolerables. En sus rondas de prensa acerca del filme Peele ha insistido en que ¡Nop! se trata de una sátira sobre nuestra fascinación sobre el espectáculo, aun cuando se trate de uno morboso. Bravo, te felicito!: si ése era el mensaje que pretendías transmitir, te aclaro que hiciste un pésimo trabajo porque al espectador – por sí mismo – le resulta imposible deducirlo. Por ejemplo la inclusión de un ranchero asiático (Steven Yeun) – que fuera estrella infantil de sitcoms hace décadas hasta que ocurriera una tragedia en un set de filmación a causa de un chimpancé descontrolado – es tan bizarra y descolgada que no termino de captarla. En sí (y para mi) la aparición de Yeun y su show ranchero solo sirve de carne de cañón para que se luzca la cosa freak que acosa desde los cielos al rancho de Palmer y Kaaluya. Pero jamás se me ocurriría relacionarlo con una fascinación morbosa que tiene el público con cualquier tipo de imágenes que los medios transmitan – desde un blooper violento hasta terroristas decapitando gente frente a cámara o viendo sangrientos choques automovilísticos en vivo -. En todo caso si ésa era la intención de Peele – incluyendo un shockeante párrafo de la Biblia: “Y te bañaré con abundantes inmundicias tu cuerpo; te haré despreciable y te convertiré en un espectáculo” -, lo siento Jordan: tu mensaje es confuso y bizarro. Acepto la intención – creo que merecería una gran tratamiento cinematográfico el cómo el morbo de la gente ha mutado con el paso de los años hasta carecer de limites y absorber sin filtro todo tipo de atrocidades que los medios exponen, aceptándolo con indiferencia o como si fuera una película de Hollywood -, pero no acepto el cómo me lo intentás vender. Es posible que la anécdota sobre Gordy – el chimpancé que se chifló y mató a medio elenco en el set donde trabajaba Yeun cuando era chico – merecería un filme para sí mismo; pero así como está es un emparche bizarro pegado a una historia que a veces es dispar y otras veces resulta fascinante. En realidad todo pasa por esto: el patriarca David muere, Kaaluya y la inútil de Palmer quedan a cargo del rancho de su viejo y, de pronto, descubren que los caballos comienzan a desaparecer y que hay una nube que permanece fija frente a su propiedad. Pronto la nube se revela como el escondite de un OVNI, el cual se mueve con fascinante gracia sobre las colinas – y recrea esos momentos de Encuentros Cercanos donde el plato volador oscurecía pueblos enteros con su sombra mientras deambulaba en una noche de luna llena -. Como los hermanos andan en la mala, piensan seriamente (!!) en capturar esa cosa en video y venderla a los medios… algo completamente estúpido considerando que hoy en día cualquier flaco con una PC mediana, una GPU y un programa de efectos especiales te puede hacer un Día de la Independencia sin ser siquiera un estudio de Hollywood y con una veracidad que te pasma (ya no es como en los setentas donde la gente abría la boca con fotos y filmaciones de OVNIs… aunque la mitad fueran tapas de ruedas de auto). Traen al nerd de la tienda de electrónica, el trío sigue al objeto en las noches y terminan descubriendo cosas inquietantes. Y para capturarlo como debe (ya que el OVNI larga un pulso EMP que apaga todo dispositivo digital, incluyendo cámaras y celulares) deciden traer a un cineasta a la antigua (el diabólico Michael Wincott), el que filma en celuloide las andanzas del objeto. (Alerta spoilers) Lo que sigue bordea entre lo brillante y lo bizarro, especialmente cuando Kaaluya deduce que la cosa es en realidad un depredador territorial que ha decidido asentarse en su rancho. Esto da pie a algunas secuencias formidables (it’s raining men!) y otras mas o menos, como el intento de Yeun (que ha descubierto la naturaleza del bicho) por controlarlo como si fuera un animal salvaje de su espectáculo de rodeo que pudiera domesticarse. Todo da pie a una versión 2.0 (a lo Peele) de las mejores rutinas de la segunda mitad de Tiburón, incluyendo criaturas cuyo paradero podés descubrir porque tienen sogas con banderines en la boca o van apagando muñequitos que flamean con su pulso EMP (y te permite deducir por dónde anda) (¿se acuerdan de los barriles amarillos haciendo bip?). Y cuando el bicho se muestra en toda su gloria, parece la interpretación bíblica original de un ángel (no un monaguillo bonito en traje blanco y con alitas sino un bicho gigante lleno de ojos, brazos y alas – ¿se acuerdan de Noé con Russell Crowe? – o de algo salido de Neon Génesis Evangelión – que es la obvia inspiración que Peele ha explicitado en sus ruedas de prensa -). La macana con todo esto es que, en vez de buscar venganza contra el bicho por haber matado a su padre (defecando miles de objetos puntiagudos a kilómetros de altura, los que cayeron a tierra como si fuera metralla y rebanaron al pobre David en pedazos), los hermanitos viven obsesionados con filmar a la criatura y sacar unos pesos… cuando lo que yo hubiera escrito es poner un caballo cargado con dinamita y hacer que el bicho se lo trague y explote como corresponde, cobrando sangre por sangre. Pero el final que eligió Peele es tan, tan, tan traído de los pelos que no termina por satisfacer a nadie (fin spoilers). Si ¡Nop! es recomendable… depende de sus gustos y de su paciencia. La primera mitad está llena de adornos y divagues, una narrativa tan difusa que solo entretiene en momentos aislados de tensión. Luego sí se vuelve un espectáculo fascinante, siempre y cuando compre la naturaleza real del objeto volador. El final decepciona, pero no deja de ser un viaje plagado de momentos intensos que pocos cineastas en la actualidad son capaces de crear. Es posible que la intención final de Peele haya sido la de crear un espectáculo viral – trailers con poca data, escenas visualmente impactantes, humor bizarro, misterios Shyamalanescos -, incluso el título suena a chiste (es el latiguillo que repiten todos los protagonistas cuando ven que deben jugarse el pellejo en alguna situación de m… que es inevitable y extremadamente peligrosa). Yo creo que Peele lo logra pero, como en el caso de Us, precisaba otro par de ojos para pulir cosas del libreto y, en especial, darle un cierre satisfactorio a la historia en vez de ser la crónica de dos YouTubers desesperados por dinero a los cuales la muerte de su amado padre le importa mucho menos que la fama y la guita fácil.
Jordan Peele y un híbrido entre la ciencia ficción, el terror y el western El director y guionista presenta su tercera película luego de sorprender al público con su largometraje "¡Huye! (Get Out, 2017)" y continuar con el género de terror en "Nosotros (Us, 2019)". Sin embargo, a pesar del tono solemne que suelen tener dichos géneros, debido al pasado actoral de Peele dentro de la comedia, el relato posee también constantes gestos irónicos y humorísticos. Hasta el momento el autor ha realizado obras muy originales, creando su propio estilo narrativo y estético. Sus universos diegéticos siempre proponen algo inquietante que sale de la norma, para sin ser de este mundo hacer lo extraordinario presente. Este rasgo es el centro de la trama en ¡Nop! (Nope, 2022), en donde en un rancho de California (Estados Unidos), ambientado en la actualidad, comienzan a suceder hechos extraños: los caballos que allí viven comienzan a tener un comportamiento caótico y desaparecen personas en zonas cercanas. Los dueños de la propiedad, dos jóvenes hermanos OJ (Daniel Kaluuya, quien ya había protagonizado la ópera prima del director Get Out) y Emerald Haywood (Keke Palmer) detectan que las peculiares alteraciones provienen de lo que ellos creen que es un OVNI-objeto volador no identificado- justo encima de su propiedad. Debido a la crisis económica que atraviesan, y ante la fascinación deciden registrar el fenómeno con el fin de poder obtener de ello un redito monetario, sin importar el riesgo que esto implica. La búsqueda por la interacción con esa fuerza desconocida hará que el horror se incremente, pero desde lo fantasmagórico, desde el juego con su presencia-ausencia. Los pares opuestos componen simbolismos que atraviesan toda la trama: extraterrestre/terrestre, cielo/tierra, presencia/ausencia, analógico/digital, pasado/presente, suerte/infortunio, caballo negro (“Lucky”) /caballo blanco (“Ghost”). Todo esto parece simple así descrito, pero lo cierto es que una vez más el director demuestra desde el inicio, a través de un prólogo situado en 1998, que tiene un excelente manejo de la intriga y del suspenso. Puesto que allí, siembra el misterio a través de la tragedia acontecida en un exitoso programa de televisión familiar, del que participaba un simio, el cual desencadena repentinamente una tragedia sangrienta. Al respecto, la enunciación se tomará su tiempo en develar qué fue lo que realmente ocurrió y su presunta conexión con el tiempo presente del relato. No azarosamente se trataba de una sitcom (comedia de situación), un género televisivo dominante, ya que uno de los puntos del metalenguaje del filme es reflexionar respecto de las industrias culturales y el consumo de masas. Uno de sus protagonistas Ricky “Jupe” Park (Steven Yeun), en aquel entonces una estrella infantil y actualmente dueño de un rancho temático de entretenimiento llamado “Jupiter´s Claim” (“reclamo de Júpiter”) cercano al barranco de los Haywood, aprovecha la tragedia para lucrar con ella y también para enmascarar su propio recuerdo de los hechos. Lo que le cuenta a la gente y el tono cómico de su exhibición dista bastante de su trauma infantil. En consecuencia, según avanza la acción en un nivel de lectura en donde subyace la tesis social, la película cuestiona la mirada, a tal punto que desde el rol de espectadores seremos cómplices de aquello que el relato tanto critica. Por lo tanto, como es característico del cine de Peele hay una fuerte crítica a la sociedad norteamericana en varios aspectos: al intento de dominio superior de la humanidad por sobre la naturaleza, al morbo, a la necesidad constante del consumo de entretenimiento y a la industria del espectáculo. En adición, al igual que en otras obras del realizador, se expone el racismo. Lo cual se ejemplifica con la afirmación de la familia Haywood de que son descendientes del jinete que figura en la secuencia del fotógrafo Muybrigde, cuyos experimentos se consideran un antecedente del cinematógrafo. Es decir, que se exhibe la invisibilidad de los afroamericanos que la historia oficial edificó sobre su participación desde su génesis. Por ende, puede interpretarse que el “OVNI” ya sea con forma de nube, nave, medusa o barrilete, es algo dinámico y volátil que condensa lo sublime en términos kantianos (o “milagro malo” según el filme), aquello que resulta de la inmensidad de la naturaleza y que a pesar de ser abrumador no puede dejar de contemplarse. De forma tal que en ello se condensa la codicia de la humanidad y su deseo de generar “opio para las masas” a través de su explotación. En conclusión, a pesar del atinado gesto cómico del desenlace, el final resulta emocionalmente poco potente y aquello que el relato se había encargado de representar como amenazante, se desdibuja demasiado rápido. Quizás porque el largometraje no logra mantener aquel terror nocturno durante los episodios diurnos de clausura. En adición, empero de que los personajes carecen de cierta profundidad psicológica, ¡Nop! posee algunas reflexiones interesantes sobre su contexto de producción y su ritmo dinámico hace que resulte entretenido.
Reseña emitida al aire en la radio.
Dos residentes de un remoto pueblo en el interior de California realizan un descubrimiento tan insólito como escalofriante…
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
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Película soberbia, divertida, aterradora y fascinante. Un entramado de secuencias extrañas, raras, fantasiosas conforman un abordaje de indudable aroma western, ambientado en las afueras de Los Angeles. Una banda sonora con ecos al gran Ennio Morricone adorna la propuest, algo oscuro está pasando entre las colinas. La luz se corta, un aire raro surca las alturas. Lo imposible se hace real. Los malos milagros se cumplen: los hermanos Haywood no están solos. “Nop” es autoría del cineasta neoyorkino Jordan Peele, un emblema contemporáneo del terror, gracias a films como “Get Out” (2017) y “Us” (2019); también es guionista de la nueva versión de “Candyman” (2021), quien aquí utiliza el punto de partida de su nuevo relato desde un encantador guiño a los orígenes de la historia del cine. Los experimentos sobre la cronofotografía del realizador Edward Muybridge (en “The Horse in Motion”) sirvieron de base para el posterior invento del cinematógrafo (inaugurado en 1895), futuros avances tecnológicos y hasta estudios anatómicos. El enlace histórico no pudo ser colocado de forma más magistral. La referencia preciosa nos adentra en una historia que no tarda en tomar su color; incomodidad, estupor y miedo rezuman a cada instante. Algo cotidiano puede virar en una amenaza anómala, inquietante y temeraria. En otras palabras, la presencia aberrante dentro de un contexto de lo más habitual. Esa es la premisa de un realizador que se nutre de referencias al cine de Jeff Nichols (“Take Shelter”, “Midnight Special”), también de atmósferas cercanas a Steven Spielberg o M. Night Shyamalan. Secuencias inmersivas nos llevan a percibir la tensión de lo macabro, mientras una espléndida dirección de fotografía congela la esencia de un Hollywood que parece sobrevivir a la invasión de superhéroes. Peele se convirtió en una de las principales caras del terror en muy poco tiempo, apenas un lustro. Aquí, reafirma sus credenciales y nos convence rápidamente. El viento sopla y la postal cobra dantesca forma. La sutileza del director siembra señales desde el título original: la expresión idiomática de negación al que refiere podría ser un tipo de interpretación más explícita (¡no, no, no!), si bien cierto sentido oculto puede descifrarse a partir de la sigla que describe una invasión alienígena. “Nop” es pura metáfora y metacine. Abundan mensajes encriptados que no caen en lo pretencioso. Fotografía y cine son lenguajes imbricados en el centro del argumento. La nave espacial dispara sin flash: no miremos a sus ojos y sobreviviremos. Imperioso resulta seguir la pista y prestar atención a los detalles. Tarda en desatarse el misterio, pero una vez que se echa a andar una maquinaria escalofriante (inclusive cayendo presas de ciertas bromas que consiguen asustar) seremos intrusos atestiguando algo aterrador. No faltarán, a lo largo de las dos horas de metraje, teorías conspirativas acerca de historias de alienígenas ancestrales acalladas por los medios de información. La documentación desclasificada por el gobierno americano es una fuente de inagotable interés; ten cuidado con lo que deseas, dice el refrán, o puede que la ambición se convierta en el peor error del cual no despertaremos jamás. Puede que la imposición de nuestra fuerza se vuelva en contra. No es el morbo el que condena a la condición humana, si bien la revelación de un vil espectáculo nos convertirá en víctimas de aspecto freak. Más tarde que temprano seremos residuos lamentándonos. Un ser colosal nos hace sentir insignificantes y a la deriva, acaso preguntarnos qué sentido tiene la vida. Incluso podríamos ser capaces de hacer un sacrificio con tal de capturar una instantánea histórica. El film construye una atmósfera sombría que no desestima aires de comedia sutilmente incorporados. Distanciándose del mensaje social y de su reflexión acerca de temáticas de índole, Peele busca otros horizontes conceptuales sin prescindir de sus huellas estéticas más conocidas. Un parque de diversiones pronto puede mutar en un festín de horror y sangre. Las marcas autorales se multiplican. Encontramos aquí a un director que sabe explotar las bondades de la cámara (foto) cinematográfica. La cosa espacial asemeja a un ojo gigantesco que todo lo ve. ¿Estamos siendo vigilados de modo omnisciente? Una nube estática siembra dudas, al tiempo que la naturaleza es convertida en un espectáculo. “Nop” alterna registros de VHS, mientras el instinto animal devora a los de su especie y lo subliminal adquiere sustento. Dominación, aniquilación, depredación. Reflejos y simbolismos que espejan las conductas impulsivas. ¿Lidiamos con la furia de seres semejantes o inferiores a nuestra superioridad? A quienes hacemos ‘funcionar’ a nuestro rédito y beneficio. Peele ha dado, una vez más, en el centro de la diana.
Alguna vez dijimos en estas páginas que no hay que confundir ingenio con inteligencia. Lo primero puede ser la manifestación de lo segundo, pero no siempre. Un buen truco es ingenioso, pero si no va más allá de eso, es solo un truco. Jordan Peele quizás sea inteligente, pero es siempre ingenioso: aquí narra la historia de un conjunto de personajes acosados por extraterrestres caníbales que viven justo encima de ellos. Como a cualquier ingenioso, a Peele no le falta humor, y así como tenemos momentos de gran angustia y horror, tenemos otros muy divertidos. Es el tono que hemos visto ya en ¡Huye! y Nosotros. Pero el cuento de terror tiene, siempre, una connotación (perdón por el término) metafísica. Inquiere por la muerte, la trascendencia, lo que hay -o no hay- más allá de la materia, lo atávico, etcétera. Jordan Peele, que tiene algo de M. Night Shyamalan en cuanto al uso de la “sorpresa” o del secretismo en torno a la difusión de sus historias (¡Nop! tiene bastante de Señales, dicho sea de paso) se preocupa más bien por la etnia de sus personajes, a todas luces un asunto superficial cuando la amenaza viene de más allá del mundo. Eso es lo que termina disolviendo gran parte del efecto del film, que cuando deja de lado tal cuestión es un sólido ejercicio de género.
Nope, o cómo Jordan Peele se reinventa con cada película Jordan Peele hizo una carrera en la comedia que dejó una marca: sus sketchs, su tono de voz y su sentido del humor son fácilmente distinguibles en un género que suele estar repleto de copias y repeticiones. Lo que sorprendió es que haya podido trasladar esto a un género tan particular como el terror y convertirse en una categoría en sí mismo. Desde su debut en la dirección y guion con Get Out logró tener a todos los espectadores ansiosos con sus próximos lanzamientos y lo que podía llegar a ser un fenómeno de una sola vez, se entendió como talento puro con su segundo film, Us. Ahora, tres años después, reafirma que lo que hace él no puede ser igualado ni comparado con las creaciones de nadie más en la industria. Vuelve a entrar en el terreno del terror, pero esta vez mezclado con la ciencia ficción y siempre acompañado de su tan característico sentido del humor. Nope parece subir la barra de lo que este cineasta puede lograr y, al verla, no solo se siente que estamos en presencia de una de las mejores películas del año, sino también de un futuro clásico, algo que ya había ocurrido con sus dos películas anteriores. En esta historia vuelve a trabajar con el ganador del Oscar Daniel Kaluuya, que entrega una interpretación brillante y demuestra una vez más que es uno de los mejores actores con los que cuenta Hollywood en este momento. Su personaje, OJ Hayworth -que no escapa a lo que supone ese apodo para una persona afroamericana-, queda a cargo del negocio familiar luego de que su padre muere de una manera completamente inesperada. Su familia, parte vital de la historia del cine, son los responsables de un rancho fundado por el jockey que montó el caballo en Race Horse, de Eadweard Muybridge, experimento visual considerado como el precursor del cine. OJ y Emerald, los únicos herederos del emporio Hayworth, tienen que lidiar con un negocio que no saben cómo llevar pero que no pueden dejar ir. Mientras él intenta mantener a flote el rancho, su hermana, interpretada por una desopilante y carismática Keke Palmer, quiere alejarse lo más que pueda de la herencia familiar, de la que siempre se sintió desplazada. Pero todo cambia cuando algo muy extraño empieza a ocurrir en el cielo: una nube que no se mueve y caballos que parecen estar desesperados. Ahora hay un objetivo que los une, poder captar esta aparición extraterrestre en cámara y hacerse ricos en el proceso. Daniel Kaluuya, Nope, Jordan Peele Como es de esperarse, esto no va a ser tan fácil y en el proceso de contarnos una historia tan sencilla como dos hermanos reconectando e intentado salvar el rancho con imágenes de UFOs, Peele introduce una trama fantástica de ciencia ficción y terror, cargada de comedia y con personajes que se corren del razonamiento que suelen seguir los protagonistas de estas historias: son personas racionales y lógicas que, al estar frente al peligro inminente, su reacción es decir «nop», y alejarse. Nope es una historia de hermanos, también es una comedia, una película de sci-fi con una creación completamente original y única; pero funciona además como una crítica consciente acerca de la industria cinematográfica, del uso que hacen los animales, y del cine de autor y lo que supone la «toma perfecta». Abarcar tantos temas podría haber sido contraproducente, como resultado se podría haber obtenido algo que, al querer hablar de mucho, termina contando poco, pero Peele demuestra que como guionista y director no tiene comparación y sorprende a cada minuto en una película constantemente entretenida, hermosamente filmada y con actuaciones que definen al género. Una cinta que se sigue pensando después de salir de la sala y que nos confirma que estamos en presencia de una de las personas más creativas de Hollywood en la actualidad. Por mi parte, no puedo esperar para volver a verla, así como descubrir cuál será el próximo proyecto de este comediante devenido en uno de los mejores directores, guionistas y productores de su generación.
Esta enigmática mezcla de western, ciencia ficción y cine de terror sigue a dos hermanos dueños de un rancho que son atacados desde el cielo por un misterioso ente espacial. La imagen es contundente, brutal. En el set de grabación de una sitcom, cuyos diálogos dan comienzo a ¡NOP! y usan por primera vez el título como enigmática referencia, un mono ensangrentado se sienta después de lo que parece haber sido una masacre. A su lado hay objetos tirados, una tribuna que la gente abandonó mientras un cartel pide aplausos y las piernas de una mujer, que se adivinan detrás de un sofá. Más adelante veremos la escena completa –ese evento tiene un antes y un después–, pero la presencia del animal, desafiante cual villano (o quizás héroe) de EL PLANETA DE LOS SIMIOS, es suficiente para introducir al espectador ante un dispositivo que se adivina peligroso. En ¡NOP!, su tercer largometraje, el director de HUYE! y NOSOTROS hace otra de esas combinaciones de géneros a las que ya nos tiene acostumbrados. El elemento fantástico (o de ciencia ficción) está presente, lo mismo que el horror, pero lo que aquí aparece de un modo novedoso es algo parecido al western. O, al menos, a mostrarnos un mundo y una serie de personajes que hacen de los códigos del Oeste su modo de vida profesional. Con ecos temáticos y formales de clásicos de Steven Spielberg (como ENCUENTROS CERCANOS DEL TERCER TIPO, LA GUERRA DE LOS MUNDOS o su producida POLTERGEIST), del costado más hawksiano de John Carpenter (hay un ASALTO AL PRECINTO 13 y un ENIGMA DE OTRO MUNDO escondidos por aquí) y, más específicamente, el M. Night Shyamalan de SEÑALES, la película de Peele se presenta como una relectura en clave analítica de los códigos y tradiciones de esos films. Dicho de otro modo: quizás sea una película que no tenga la efectividad, en términos de impacto y horror, de esos clásicos, pero es una que invita a pensar en todo lo que rodea a esas convenciones, a esos universos y a esos miedos. Cineasta analítico si los hay –sin ser experimental–, Peele nos acostumbró en sus películas anteriores a operar sobre el subtexto de un modo que no es usual en Hollywood. Su cine se preocupa tanto por los porqués de determinadas situaciones como del texto en sí, de la historia que nos está contando. Y progresivamente sus películas se han vuelto más inasibles, complejas, difíciles de interpretar de un modo tradicional como quizás uno lo podía hacer en HUYE!, que era una suerte de tesis sobre el racismo sistémico. Si NOSOTROS ya presentaba un juego de dobles y de espejos de alcances en apariencia interminables (como pasa cuando uno se pone en el medio entre dos espejos enfrentados), ¡NOP! parece abrirse aún más, yendo de lo racial a lo cósmico, de la cultura popular a, si se quiere, lo ecológico. Como diría un popular personaje de animación: «Al infinito y más allá». Aquí la conexión más obvia entre el thriller de suspenso que se presenta y el universo en el que viven los personajes es algo que podríamos llamar «el mundo del espectáculo», entendiendo por eso el cine, la televisión y hasta las atracciones de parque de diversiones. De hecho, unas de las primeras imágenes de ¡NOP! son las series de fotografías tomadas por Eadweard Muybridge, en el siglo XIX, y exhibidas a través del llamado Zoopraxiscopio, tecnología creada en 1879 y considerada una de las precursoras del cine. ¿El motivo? Esa primera imagen «cinematográfica» es de un hombre negro a caballo, quizás lo más parecido al primer espectáculo en materia de imagen en movimiento. Y también, como la imagen del sitcom del principio, un potencial primer caso de explotación. O.J. Haywood (sí, se hace llamar O.J., como Simpson) se dedica a entrenar caballos para que participen en películas, publicidades o programas de televisión. Tiene un rancho en medio del desierto (Agua Dulce, la población en la que viven, está a solo una hora de Los Angeles pero parece un paisaje lunar) y en él trabaja con su simpática y risueña hermana Emerald (Keke Palmer). Ambos dicen ser descendientes de aquel jinete de Muybridge, pero es una afirmación un tanto dudosa. El taciturno O.J. (encarnado por Daniel Kaluuya) fue testigo directo de la muerte de su padre, Otis (Keith David, referente del cine de Carpenter) por culpa de un evento inexplicable. Mientras estaban entrenando a uno de sus caballos (la película está dividida en episodios que llevan el nombre de cada uno de esos animales), extraños y puntiagudos objetos empezaron a caer del cielo, uno de ellos clavándose en la cabeza del veterano ranchero, que murió poco después. Poco después vemos a la dupla de hermanos con uno de sus caballos esperando para hacerlo «actuar» en una escena. Pese a las advertencias de O.J., ante un reflejo inesperado, el caballo se altera violentamente, algo que también había sucedido en el episodio «celestial» anterior. Es claro que algo raro está sucediendo en el ambiente y todo parece indicar que los animales son los primeros en darse cuenta. Pero pronto los humanos también. Bah, O.J. y Emerald, ya que al mejor estilo Shyamalan, raramente ¡NOP! va a dejar el rancho de los Haywood. Y luego, como en la profecía bíblica que abre la película (un versículo sobre Nínive del Libro de Nahum que predice la caída del Imperio Asirio a manos de Jehová y que cierra con la amenaza de «convertir a la ciudad en un espectáculo«), el cielo empezará a caer sobre la Tierra. O, quizás, sobre Hollywood. Es mejor no contar demasiado de los misterios, intrigas, personajes y curiosidades que irán apareciendo a lo largo de ¡NOP!. Lo que hay que saber es que se planteará como un intento de estos hermanos (y un par de colaboradores un tanto extravagantes) por entender qué es esa amenaza celestial que los persigue, afecta a los animales y termina haciendo estragos en un lugar cercano armado por Jupe (Steven Yeun, cuyo personaje se conecta con otra subtrama del relato) usando los modos más crueles de la cultura del show. También tratarán de hacer dinero con la ¿nave? ¿criatura?, filmándola. Y, si pueden, intentarán encontrar la forma de frenarlo. No es, en el modo spielberguiano, un alienígena amigable. No es tampoco, en el modo cine catástrofe, una invasión extraterrestre. Es algo más inquietante y en principio indescifrable, algo parecido a lo que dice la letra del clásico de Vox Dei citada al principio, casualmente una banda que ha hecho una carrera con temáticas bíblicas. ¡NOP! se pregunta todo el tiempo el significado de esa alegórica amenaza pero eso no corre en contra del suspenso y el terror, ni transforma a los personajes en analistas o comentaristas de sus hechos. Si bien es cierto que los resortes del género no están tan en primer plano como en sus anteriores películas, aquí también Peele va construyendo escenarios de tensión y horror atravesados por los espacios vacíos y la hitchcockiana imposibilidad de ocultarse de una amenaza que viene de arriba. Se trata de un equipo improvisado (uno de ellos es… director de fotografía) con una maquinaria ídem y sin demasiada idea de qué es lo que los amenaza ni cómo quitárselo, literalmente, de encima. No mirarlo puede ser una opción. Atacarlo de maneras impensadas, otra. Quizás hasta recitarle la letra de una canción infantil termine resultando una opción. Todo vale en el mundo según Peele. Lo más claro de este sugerente y enigmático, sí, espectáculo, es que se trata de una lateral crítica a la explotación, la crueldad y hasta el racismo de Hollywood usando los elementos propios que hacen de ese cine el más famoso y consumible en todo el planeta. Ver las contradicciones de la industria del entretenimiento no impide que Peele utilice esos mecanismos a su favor. A modo de un western revisionista con elementos de ciencia-ficción, su ¡NOP! («Nope«, el título en inglés, es una forma ligera, si se quiere, de decir que no, que uno también puede negarse a consumir lo que se le vende) funciona como sus otros films, poniendo en primer plano esa otra violencia que está implícita en los modos del cine masivo. El entretenimiento de unos es, muchas veces, el sufrimiento de otros.
La ambición de Jordan Peele hace que sus personajes decidan combatir al monstruo con cámaras analógicas y digitales. Encima nos pasea por cuanto género y referencia se le antoje. Dialoga con el cine y nada se siente forzado. Maravillosa.