Psicoquinesis devaluada. El caso del proyecto más reciente de Mark Hartley es sumamente peculiar, considerando todas las aristas involucradas: hablamos de un documentalista/ historiador cinematográfico australiano especializado en vertientes olvidadas y clásicos de culto de su país, al que algún productor aventurero -más el organismo estatal de turno- juzgó “calificado” para afrontar la remake de Patrick (1978), film que él mismo había analizado en la excelente Not Quite Hollywood: The Wild, Untold Story of Ozploitation! (2008), vista en un BAFICI hace tiempo. Si bien de antemano la actualización en cuestión y el responsable de llevarla a cabo parecían corresponder, el resultado final lamentablemente dista mucho del éxito presagiado. Ahora bien, el “detalle” que nadie tomó en cuenta es que el director en términos prácticos no poseía experiencia en ficción y definitivamente no contó con el poder suficiente para modificar el anodino guión del debutante Justin King, otro ejemplo de lo que ocurre cuando se conserva la estructura primordial aunque ya sin el pulso narrativo ni los recursos simbólicos de antaño, hoy por hoy extintos. Llegado este punto debemos señalar que la propuesta original tampoco era una joya ni mucho menos, no obstante tenía ese encanto desquiciado, entre bizarro e hipnótico, de aquella “clase B” australiana de las décadas de los 70 y 80 que nos regaló un puñado de realizaciones que escapaban a todo facilismo. Se podría afirmar que se mantiene la trama diagramada por el mítico Everett De Roche, padre de varias obras maestras del período como Long Weekend (1968), Harlequin (1980), Roadgames (1981) y Razorback (1984): Kathy Jacquard (Sharni Vinson) es la nueva enfermera del Instituto Franklin, un establecimiento psiquiátrico dedicado al “cuidado” de pacientes en estado vegetativo, léase en coma o con funciones cerebrales nulas. Allí conoce al inefable Patrick Thompson (Jackson Gallagher), un muchacho misterioso y con poderes psicoquinéticos que se muestra tan interesado en comunicarse con ella como en devolverles determinados favores a las autoridades del lugar, hostigamiento y objetos filosos mediante. Los problemas se multiplican a medida que avanza la historia y de a poco se filtran hacia la dimensión formal: los diálogos son en extremo banales, la transición entre escenas resulta patética, la sobreabundancia de “bus effect” empobrece la película, los CGI huelen a plástico y la reutilización de estereotipos está encarada desde una torpeza irritante, sin una sola novedad significativa a la vista. La primera mitad en especial funciona más como un catálogo de lugares comunes del mainstream contemporáneo que como una oda al cine visceral de Oceanía, lo que uno podría esperar de Hartley. Recién con el montaje paralelo del desenlace el opus recupera en parte un aliento algo estéril, francamente devaluado…
Para mediados de los 70 había aparecido Carrie (1976), la cual había puesto de moda a los sicópatas con poderes telekinéticos. Surgieron montones de clones - ninguno de demasiada calidad - y, entre los pocos destacados del pelotón, figuraba una modesta producción australiana. Patrick (1978) estaba escrita por el prócer del cine fantástico australiano Everett De Roche - autor de títulos como Link, Razorback (Destructor), Arlequín, y la notable Fin de Semana Salvaje -, estaba dirigida con cierto nervio y al menos tenía una vuelta de tuerca novedosa al tema - un sicópata en estado de coma, el cual había desarrollado super poderes telekinéticos -. 25 años después llega esta remake, mucho mas prolija en lo técnico, pero mucho mas rutinaria en términos narrativos. Los efectos especiales serán mejores pero se ha perdido el sentido de clima, con lo cual la versión 2013 de Patrick carece de personalidad y termina siendo una película de terror común y silvestre, una más del gigantesco montón que atestan las estanterías de los videoclubes todos los años. Nunca ví el filme original, así que terminé wikipediándome sobre el tema. Al parecer la fidelidad es bastante notable y los cambios que le han hecho a la nueva versión consisten en trasladar al Patrick del título, de un hospital común a una clínica aislada en algún lugar remoto de Australia - la cual se ve excesivamente tétrica y parece salida de algún capítulo de Silent Hill, con paredes oscuras y plagadas de tintes rojizos, lo que la hace ver como si estuvieran bañadas en sangre -, hacer que el muchacho sea producto de una serie de pruebas con una droga experimental, y mutar al doctor principal en una especie de científico loco obsesionado con "despertar" a pacientes comatosos a cualquier precio - incluso utilizando métodos ilegales -. El cast es bastante bueno: está el delicioso Charles Dance, el cual puede componer villanos hasta en sueños; Rachel Griffith, la que sigue estando tan estirada como en El Sueño de Walt Disney (¿acaso no tiene otra expresión posible?), y la sorpresa es Sharni Vinson, una chica de ojazos enormes y profundos, carentes de pupila y que pareciera salida de un manga japonés. La Vinson se defiende muy bien en el papel, siendo éste su primer protagónico de importancia. El problema con Patrick es la dirección, la cual parece enviciada con todos los lugares comunes del cine de terror. Gente que aparece en cámara súbitamente, personajes siniestros insertados ridículamente en la trama (como el chiflado con el cuerpo quemado, cuyo único propósito es hacer de Deus Ex Machina durante el climax del filme), miradas sospechosas, teléfonos que suenan de repente, ruidos inesperados... es una galería de sustos baratos que terminan arruinando las posibilidades de la obra. No es que Patrick tuviera que ser una maravilla, pero en manos de otro director hubiera resultado menos obvia. Tan sólo en la secuencia pre créditos nos damos cuenta de lo rutinario que va a ir todo esto. Esos cinco minutos - que deberían ser espeluznantes - sólo se basan en tomas torcidas de cámara, efectos de la banda de sonido, y decorados artificialmente creados para parecer siniestros. El horror no surge como algo natural y cercano sino que es pre fabricado y artificial, y el fuerte tufillo a Silent Hill - enfermeras encerradas en un lugar siniestro - resulta distrayente. La progresión del relato tampoco ayuda. A medida que se acerca al final, el filme va perdiendo su escasa credibilidad en haras del efectismo - Charles Dance devorando sapos vivos, gente achicharrándose contra instalaciones eléctricas de alta tensión, o tipos que hacen clavados desde un precipicio... junto con sus autos -, y nunca termina de asustar. Todo es tan rebuscado que resulta mas bizarro que shockeante. Resulta difícil recomendar la versión 2013 de Patrick; yo creo que era una buena oportunidad para hacer un thriller común y pasable, pero el filme se va en poses y exageraciones, y el director nunca demuestra tener talento como para crear shocks novedosos. En todo caso es un serie B carente de inspiración, el cual lastima el prestigio del filme original al hacer cosas rutinarias y enviciarse con el estilo. Es una macana, ya que los ingredientes que aquí figuran eran buenos, lástima que el cocinero terminó por arruinarlos al mezclarlos sin la mas mínima gracia. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/patrick.html#sthash.tPbg5fEX.dpuf
Agrias nuevas formas (de explotación). El cine de explotación de los 60 y 70 era justamente eso; explotaba los pocos recursos al máximo y narraba cierto tipo de historia sensacionalista o fantástica para sacarle el mayor beneficio económico posible. Ahora algunos lo fetichizamos y nos conformamos con cierta estética, cierto grano, ciertos colores, y le damos un valor que entonces no tenía, e incluso tal vez seamos más indulgentes con muchas de aquellas producciones que con algunas mediocres actuales. Porque así como hubo geniales, hubo horribles y miles de grises. Claro que lo interesante de muchas de aquellas exploitation era su desfachatez, sus -a veces- historias de los márgenes, y esa bola deforme de subgéneros que hacía gala de una gran imaginación generacional. La Patrick original del fanático de Hitch, Richard Franklin (director de la también genial y subvalorada Psicosis 2), formó parte de ese mundo salvaje y delirante del cine de explotación australiano. Y uno de los pocos tipos en el mundo que tenía las credenciales para rendirle tributo era Mark Hartley; un director investigador, consumidor de cine clase B y gran conocedor del ozploitation -nos regaló el documental Not Quite Hollywood- y que hasta fue al mismo colegio que Franklin. Y justamente por estos motivos es que la nueva Patrick nos desconcierta. Porque aunque sea sumamente fiel a la original en términos de trama, se aleja mucho en forma y espíritu. Algunos de los logros de la vieja Patrick eran la originalidad de una historia de amor mutante y la locura que transmitía el duro rostro de Robert Thompson, sumado a un soundtrack por momentos ridículo pero efectivo y en consonancia con muchas películas de horror y giallos de esa década, y esa atmósfera de producto genuino que emanaba de los actores y los escenarios tan lejanos a la cuidada e impoluta estética de mucho horror actual. Y cerca de ese pulido horror contemporáneo se ubica esta nueva versión, incluso desde la cara de modelo del nuevo demonio. Este nuevo horror barato (generalmente americano, aunque este no sea el caso) tiene en común con el viejo exploitation el querer facturar gastando poco; pero está lejos, lejísimos, en audacia y creatividad. Además de la actitud pulcra, Patrick modelo 2013 comparte algunas características con este nuevo y -generalmente- fallido horror ATP. A saber: golpes de efecto a lo pavote, planos de corta duración, actuaciones pésimas y una desafortunada utilización de los efectos digitales. Sin embargo, se desmarca de la factoría “plata rápida” en un punto fundamental para el género: la música. La banda de sonido compuesta por el maestro Pino Donaggio logra climas extraños, acompaña un registro por momentos cercano al buen cine de Argento y se acomoda bien a la historia de amor con aires góticos que imprime Hartley en esta nueva Patrick. La historia es la misma que en la original (una nueva enfermera conoce al paciente en coma con poderes telequinéticos), los primeros cinco minutos son fabulosos, y el papel del doctor y de la opresión de las instituciones (en este caso un nosocomio pero bien podría ser el manicomio de Atrapado Sin Salida o cualquier otra) vuelven a ser fundamentales. Y claro que es más audaz esta producción de género popular que muchas bazofias actuales sin alma como Extrañas Apariciones 2 o Heredero del Diablo, pero no alcanza. De remakes menores e innecesarias está lleno el mundo, compañeros, y hubiera sido magnífico ver algo más cojonudo. De todos modos, esta nueva versión, con sus altibajos, y a pesar de estar más cerca del derrotero actual que del otrora rabioso momento, tiene más cine que muchas otras que cortaron gran cantidad de tickets en este pésimo año para el horror.
Patrick, remake de la película de 1978 con el mismo nombre, llega a nuestras salas. Y lo único interesante es que está Charles Dance (a.k.a: Tywin Lannister). “Patrick quiere que le hagan una p…” Esta peli al principio me tenía interesado, sobre cuando leí la sinopsis y vi que era un thriller con tintes de terror. Aclaro por las dudas que no soy un gran fan de ese género, pero si del suspenso. Patrick arranca con una enfermera llamada Kathy Jacquard (Sharni Vinson) la cual, por lo que entendemos a los 10 minutos de su aparición, quiere borrar de su vida un quilombo que tiene con su futuro esposo (típico), y por eso se mete en una especie de clínica para pacientes en estado vegetativo. En esta clínica lo único que tiene que hacer es limpiar a los allí internado e inyectarles cosas cada vez que vea que algo raro está pasando. Hasta ahora parece todo bastante aburrido. Pero hasta que aparece Patrick. Y por “aparece” nos referimos a la cámara mostrándonos un primer plano de su cara todo el tiempo para hacernos entender de que esta en la habitación. La cosa se pone interesante cuando el Dr. Roget (Charles Dance) intenta a través de métodos no tan ortodoxos despertar a estas personas. Y sí, adivinaron! Patrick es el “conejillo de Indias”. Al parecer Patrick, en parte gracias a este tratamiento por lo que entendí, puede hacer cosas onda Carrie: mover objetos, tipear en la computadora, matar gente, etc. Osea, nada sacado de la galera pero que si se hubiese manejado de otra forma capaz que zafaba. Ninguna de las interpretaciones es algo especial, incluso nada tiene que envidiarles el muchacho que interpreta a Patrick y se pasa toda la película inexpresivo tirado en una cama, ya que su rol consiste en escupir un par de veces y estar acostado todo el tiempo en una camilla poniendo cara de nada. Salvo Charles Dance, que hace que cada escena en la que aparece sea un poco más digerible. Sharni Vinson hace un papel irritable y muy mal actuado, al igual que todos los demás actores. Los diálogos son todos forzados, dignos de una peli porno. Incluso hay momentos en los que pensas “Bueno, ahora es cuando empiezan a tener sexo!” por que, fuera de joda, hay situaciones que no tiene sentido alguno. Tampoco nunca está demás aclarar que la inteligencia de los personajes es casi nula. La dirección no se queda atrás, los planos son un tanto pobres y para ser sincero hay muchos cortes de una escena a otra que no se entienden y nos dejan con un gran vacío. ¿Me falto algo acá en el medio o ya termino esto? A su vez, la música (Dios, la música!) se adelanta en todo a lo que va a pasar. Lo cual no es la idea en el suspenso ya que la música debe acompañar a la acción y no adelantarse. Pero imagino que a los seguidores del género les va a copar, ya que por su estilo recuerda mucho a otras clásicas cintas de terror. Con respecto al título que acompaña a esta opinión, “Patrick quiere que le hagan una p…”, fue uno de los dos momentos más graciosos de la peli ya que Patrick se las ingenia para que todos los enfermos hablen y griten que necesita que lo masturben. El otro momento gracioso fue el final, pero no podemos decir que esa haya sido la intención. Conclusión Patrick es una película que intenta hacerle honor al género de terror clásico, pero que no cumple por sus malas actuaciones y sus fallidos intentos de contarnos una historia que no puede sostenerse por si sola. Con el correr de los minutos vamos perdiendo el interés y comenzamos a fijarnos cada vez más en todos los errores que tiene el film.
Terror a control remoto Patrick no está muerto, aunque parece. Es el comatoso de lujo en una oscura clínica de la Australia profunda y su director, el doctor Roget, lo usa para realizar experimentos en telequinesis. El problema para Roget (Charles Dance), y para sus asistentes, es que Patrick (Jason Gallagher) es un psicópata y usa sus poderes para algún que otro asesinato. Con su última enfermera muerta, Roget contrata a Kathy (Sharni Vinson), cuya belleza no escapa a nadie, menos a Patrick. El aspecto más interesante de esta película de terror australiana es la relación de enfermera y paciente: mientras Kathy intenta ayudar a Patrick a salir de su estado vegetativo, Patrick desea a Kathy de todas las maneras posibles. En el medio, el muchacho querrá eliminar a cualquiera que interfiera en su amorío, desde el novio de Kathy hasta el mismo doctor Roget. Con su mente en control remoto maneja autos a distancia, levanta el voltaje de aparatos y habla por boca de otros (en el clímax, todos los pacientes comatosos despiertan gritando: “Patrick quiere su pajita”). La película es una remake de un film australiano de culto de 1978 y, pese a un buen empleo de los efectos especiales, no escapa a todos los clichés del film de género.
Sueño eterno y telekinesis Remake del film australiano homónimo que dirigió Richard Franklin en 1978 aprovechando la fiebre de películas como Carrie y La Furia. La nueva Patrick comienza con un clima intrigante y de misterio de la mano del realizador Mark Hartley, quien ambienta la acción en una remota clínica privada que alberga a pacientes en coma. Allí se encuentra Patrick (Jackson Gallagher), un muchacho que permanece en ese estado (ya se sabrá por qué!), sometido a los experimentos del neurólogo Roger (Charles Dance, de Games of Thrones) y bajo la estricta mirada de su hija Matron (Rachel Griffiths). Sin embargo, la nueva enfermera Kathy (Sharni Vinson, la acriz de Cacería Macabra) establece un vínculo particular con Patrick, quien se comunica a través de sus poderes psíquicos, y se desata el caos. Patrick se nutre de la atmósfera gótica de los clásicos del género y se notan las influencias de directores como Brian De Palma y Darío Argento en lo que hace a los macabros planos detalle o la atmósfera que comienza a respirarse en el lugar. Pero con el correr de los minutos todo se torna poco eficaz, previsible y hasta las muertes lucen antiguas. Los acordes musicales del experimentado Pino Donaggio -colaborador de De Palma- sólo sirven para potenciar los climax en determinadas escenas. Con los ojos abiertos y el cuerpo inmóvil, Patrick escupe, mueve objetos, ataca a los personajes que se acercan a Kathy, habla a través de una computadora (en la orginal lo hacía con una máquna de escribir) y hasta se excita ante los estímulos de la joven que lo limpia y cuida. Los flashbacks reiterativos no hacen más que tratar de explicar lo que ya se entiende y los buenos deberes del cineasta caen al precipicio en la última media hora de esta revisión de un exitoso material. Telekinesis, crímenes, reflejos fantasmales y el poder de la mente en primer plano.
Aires telequinéticos Patrick es la remake (australiana) de un film de culto (australiano) de los 70. Una enfermera cae en un hospital donde tratan enfermos en coma. Este instituto está bajo el control del Dr Roget (Charles Dance, villano de El Ultimo Gran Héroe y padre de los hermanos Lannister en la serie Game Of Thrones), un hombre que en su afán de lograr avances neurocerebrales utiliza maneras non sanctas de investigación. Y está Patrick, un joven postrado en una cama que es diferente a los demás (no se vayan a asustar): tiene poderes telequinéticos. Sobre el tópico de la telequinesis hay tela para cortar. Carrie y La Furia (Brian De Palma, 1976 y 1978 respectivamente) junto con Scanners (David Cronenberg, 1981) son referencias absolutas del terror telequinético. El clásico de animación ciberpunk Akira (Katsuhiro Otomo, 1988) y la más reciente Poder sin Limites (Chronicle del 2012) son otros variantes sobre el tema. Éstas últimas, aún cuando no estén enfocadas al género del terror, comparten un profundo espíritu de violencia. En todas siempre es palpable esa fuerza invisible destructora que decanta en algún estallido de frustración y cólera. Es desde esa rabia reprimida, convertida en brutal canalización telequinésica, de donde surge el temor. En este caso, la versión de la telequinesis de Patrick es intrascendente. Las demostraciones del poder temido nunca logran inquietar. Apenas una quemadura, unas puertas que se cierran (¿corriente de aire telequinético?) y el aggiornamiento mediante unos celulares como antenas para extender el radio de alcance (¿telequinesis celular?), pero ese joven atrapado en una cama nunca logra infundir espanto. El director de Patrick es el australiano Mark Hartley. En su filmografía existen un par de grandes aciertos documentales: Not Quite Hollywood, The Wild Untold Story of Ozplotation (2008) y Machete Maidens Unleashed! (2010). En estos documentales, sobre el cine más crudo de Australia y Filipinas, se puede disfrutar (y sufrir) escenas increíbles, personajes únicos y un cine absolutamente descontrolado y desatado. Uno puede ver que a Hartley le encanta el cine. Eso se transmite en los documentales y se percibe en algunas ideas visuales de Patrick. Sobre el tópico de la telequinesis hay mucha tela para cortar en la historia del cine. El problema parece ser que tanto recorrido por fórmulas cinematográficas terminó pegándole de manera equivocada, su cine carece de ideas y de un estilo propio. Su cámara intenta ser virtuosa pero se la nota calculada y apática, de manual. Aún así, en ese intento es donde se puede encontrar cierto placer a lo largo de la película. Porque donde Patrick adolece realmente es en el relato. La narración fluye torpe, estableciendo situaciones endebles que quedan lejos de infundir miedo. Los personajes tampoco juegan un papel interesante. La relación tortuosa entre el Dr Roget y su hija (encargada de enfermeras del instituto) queda a mitad de camino. La idea de “científico loco” también es superflua. La calma de Dance nunca se rompe y la locura queda archivada. Nuestra protagonista, la enfermera Kathy Jacquard (Sharni Vinson), deja de interesarnos al poco tiempo. Patrick se puede resumir en una situación: un inmenso vidrio se clava en el brazo de la enfermera Kathy, minutos después, ella está golpeando una puerta con ese mismo brazo. Lo que debió ser brutal termina siendo irrisorio, pura inconsistencia telequinética.
Patrick es la remake de un clásico del Ozploitation, nombre con el que se designó a la apasionante movida cinematográfica que tuvo lugar en Australia, durante las décadas del ´70 y ´80. Fueron propuestas que surgieron del cine independiente y contribuyeron a renovar especialmente los géneros de acción, terror y ciencia ficción. En el siguiente link pueden encontrar una lista de películas esenciales que recomiendo buscar dentro de este estilo (Ver nota). El caso de Patrick fue muy interesante porque en 1978 le dio una vuelta original al concepto de los slasher films, que habían comenzado a explotar en los Estados Unidos con La masacre de Texas (1974), Black Christmas (1974) y Halloween, estrenada el mismo año que la película australiana. La particularidad que tuvo esta producción del director Richard Franklin fue que el asesino era un joven en estado vegetativo, quien mataba personas desde la cama de un hospital a través de la telequinesis. El film se hizo con muy poca plata y aunque desde los aspectos visuales era muy limitado, lograba enganchar al espectador con la trama y el suspenso que generaba la narración del director. En Australia no funcionó comercialmente pero resultó un enorme suceso en Estados Unidos y Europa y con el tiempo se convirtió en una película de culto. También es muy recordada la banda sonora que estuvo a cargo del guitarrista de Queen, Brian May. En 1980 se estrenó la continuación clandestina, Patrick Still Lives, dirigida por el italiano Mario Landi. Un film que poco tenía que ver con la producción original y era muy jugado en materia de gore y violencia extrema. La remake que llega esta semana a los cines afortunadamente resultó una película mucho menos estúpida. La dirección corrió por cuenta de Mark Hartley, un documentalista que brindó filmes muy interesantes en los últimos años relacionados con el cine. Hartley fue responsable de Not Quite Hollywood (2008), que se centró en la movida del Ozploitation, y hace unos meses estrenó Electric Boogaloo, la historia de la productora Cannon, que brindó clásicos memorables en los años ´80 con Chuck Norris, Michael Dudikoff y Charles Bronson. Me pareció interesante lo que hizo el director con la remake de Patrick porque no se limitó a refritar la producción original, sino que abordó la trama por otro camino. La nueva versión dejó de lado el subgénero slasher para trabajar el conflicto como un típico thriller gótico que trae al recuerdo los filmes de la productora Hammer en los años ´70. La estética de la Hammer está muy presente en esta película y se puede apreciar claramente en todo el trabajo que tuvo la fotografía y la ambientación de los escenarios que evocan claramente el estilo visual de aquellas producciones. Hartley le rindió homenaje al film original con varias referencias concretas a lo largo de la trama, pero al mismo tiempo abordó este relato desde una óptica diferente. La narración es mucho más dinámica que la versión de 1978 y la actriz Sharni Vinson (Cacería macabra) interpretó con convicción el rol de la enfermera Kathy Jacquard. En esta ocasión la música estuvo a cargo del compositor italiano Pino Donaggio, recordado por su labor en clásicos del cine como Venecia rojo shockin (1973), Carrie (1976),Vestida para matar (1980) y Aullidos (1981). Su la labor para la remake fue muy buena y es un aspecto del film que tampoco pasa desapercibido. Ahora bien, no esperen encontrar grandes momentos de sustos ni una película apasionante que los inspire a coleccionarla en Blu- ray. Como mencioné antes, la trama se encaró más por el lado del thriller que del terror sangriento. Sin embargo, frente a toda la basura que se estrenó en el último tiempo, con las infumables propuestas de posesiones demoníacas y fantasmas resentidos, Patrick está bien hecha, cuenta con un reparto decente y dentro de todo se deja ver.
Muerto pero no tanto Patrick (2013) es un referente del buen momento que atraviesa el cine de terror australiano, producción que viene en ascenso año tras año y que encuentra en la Clase B del género su formato de representación. Aquí será la remake del clásico homónimo de 1978 anclado en la telepatía, su espacio de expresión. Kathy Jacquard (Sharni Vinson) es una enfermera inexperta que entra a trabajar a un misterioso Instituto Psiquiátrico, comandado por el Doctor Roget (Charles Dance de la serie Games of Throns). En el lugar se hacen estudios experimentales con enfermos terminales, entre los cuales se encuentra Patrick, un joven en coma que tiene extraños y peligrosos poderes telequinéticos. Lo interesante de esta serie de producciones australianas es que parecen ir en contra de las temáticas y formatos realizados por los films de Hollywood en la actualidad. Cuando hoy en día se apela cada vez más a un terror menos efectista, aséptico a cualquier intención de grandilocuencia, las películas producidas en tierras de canguros buscan exacerbar sensaciones y redoblar la apuesta en materia de espectacularidad. Pero no un espectácuilo sofisticado, estéticamente elocuente, sino plagado de tripas y sangre, al mejor estilo cine de explotación australiano, del cual la versión original formó parte. La Patrick contemporánea que dirige Mark Hartley es pura representación. Es el mismo formato de cine de explotación pero con mayor presupuesto, por ende las sensaciones tiñen la pantalla de rojo. No hay ningún acercamiento al realismo o a la simpleza en esta oportunidad, todo será sangre a montones, música incidental y efectos (especiales, de sonido, visuales) para recrear sensaciones. Australia viene acercando su producción genérica a festivales y ciclos específicos, pero ahora se anima a traer sus películas a la cartelera local, con ese aire de cine de explotación tan característico, y una fuerte pasión por la construcción efectiva de historias cargadas de violencia, sangre y sexo. Y Patrick, sin ser una genialidad, se disfruta en ese sentido.
Patrick comienza como una entretenida y modesta película de horror psicológico, para terminar en un esperpento clase B que hasta le daría escozor al canal SyFy transmitir en un fin de semana sin mucha actividad. La trama, levantada de la original del año 1978 de un pequeño clásico australiano, tiene lugar en una aislada clínica psiquiátrica, donde una esbelta enfermera -Sharni Vinson, la heroína total de You're Next- se propone hacer una residencia médica. Un paciente llama su atención sobremanera, el joven comatoso Patrick -Jackson Gallagher- quien tiene una musculatura agraciada para un paciente postrado y tiene el mal hábito -entre otros mucho peores- de escupir para comunicarse, cual código Morse con saliva. Poco a poco, la curiosidad de la joven Kathy la irá envolviendo en un ambiente enrarecido y siniestro, en el cual Patrick es amo y señor. No hay problema alguno en traer de vuelta un clásico que en su momento debe haber funcionado. Lo que de ninguna manera funciona, por más loable secundario que se traiga a colación -el frívolo Charles Dance, la aún más gélida Rachel Griffiths-, son las ideas o giros argumentales en este siglo. Con la llegada de nuevas tecnologías, lo que antes era interesante ahora es paupérrimo y ciertas vueltas de tuerca colisionan duramente con la realidad que propone el film de Mark Hartley. No hay manera de subsanar una primera mitad que propone un juego psicológico de sobresaltos bien desperdigados y personajes con cierta ligereza -la enfermera Williams, un gran acierto y una gran caracterización de Peta Sergeant- para una segunda mitad abundante en efectos sangrientos de bajo presupuesto que harían orgullosa a la productora underground Asylum. Tener una locación tétrica, un elenco con muchas ganas de complacer y una trama medianamente llevadera parece que no sirve de nada cuando el guión tambalea tanto como lo hace el de Patrick. Es muy difícil recomendar una propuesta que en verdad bastardea al género del que proviene, así que en este caso, dejen descansar al comatoso muchacho en las salas de cine y si algún día están aburridos, encuéntrenla -con algo de suerte- en SyFy.
Entre la vida y la muerte Kathy, una joven y hermosa enfermera, es convocada para hacerse cargo del cuidado de un número de enfermos en coma. Aunque ignora que su predecesora fue víctima de un misterioso y violento ataque, intuye algo inquietante en su nuevo trabajo, pero se dedica a atender solícitamente a Patrick, único sobreviviente de un accidente familiar cuya sospechosa historia clínica comenzará a investigar. El realizador Mark Hartley y el guionista Justin King se basaron para relatar su historia en un thriller de 1978, y el resultado es un film que posee todos los elementos de terror que pide este género. Rica en realces góticos, la historia va hilvanando ese marco de misterio que le presta el bien estructurado guión. La muy buena labor de Sharni Vinson, como esa enfermera sumida en la desesperación, la excelente fotografía y la música, que puntúa con espeluznantes notas, elevan la calidad del relato que se convierte, sobre todo para los entusiastas de este género, en un plato fuerte y atractivo.
En una clínica psiquiátrica Ni el clásico y shakespeariano Charles Dance la sostiene. Todo es de segunda, hasta los efectos especiales y la pobre Sharni Vinson hace lo que puede, ayudada por los escalofríos del chico Jackson Gallagher (Patrick). Una chica joven, enfermera con ganas de trabajar, encuentra la posibilidad de incorporarse a una clínica psiquiátrica pequeña. Un personal un tanto inquietante y un paciente en coma, joven, bello con el que el dueño de la clínica hace experimentos, es con lo primero que se encuentra la joven. La buena de Kathy descubre cierta reacción en Patrick y comienzan a comunicarse. Al principio bastante mal. Pero ni el doctor Roget, ni la enfermera Cassidy parecen querer ayudarla y las cosas no van a mejorar. Al contrario, el horror va a ser el próximo visitante de la aislada clínica Roget. ‘Patrick’ es una remake de una película australiana de 1978 bastante exitosa. Pero aquí las cosas empeoraron. LUGARES COMUNES Filme de terror que empieza más o menos bien, con lugares comunes, pero aceptablemente negra. Bruma, música estrepitosa de Donaggio, Charles Dance como el doctor Roget -en versión Drácula con delantal blanco- y una troupe de enfermeras nada confiables. Encerrado en una habitación, el mencionado Patrick, es un monstruo de rostro bello y mente irreproducible. Los elementos están dados y hay que desarrollarlos. Pero la película va cayendo en el ‘gore’, la exageración, la repetición y hasta la ridiculez. Ni el clásico y shakespeariano Charles Dance la sostiene. Todo es de segunda, hasta los efectos especiales y la pobre Sharni Vinson hace lo que puede, ayudada por los escalofríos del chico Gallagher (Patrick).
Remake innecesaria El filme se basa en uno del mismo título, australiano, sobre un joven en estado vegetativo en un hospicio. El director Mark Hartley se hizo conocido por haber dirigido Not Quite Hollywood (2008), un documental sobre el cine australiano de bajo presupuesto de los años ‘70 y ‘80, un fenómeno desarrollado en paralelo a aquella Nueva Ola australiana que tuvo a nombres como los de Peter Weir o Bruce Beresford entre sus emergentes más notables. De todo el material que tuvo que ver para realizar su premiado documental, Hartley eligió hacer la remake de Patrick, una película de 1978 dirigida por Richard Franklin (responsable de, por ejemplo, Psicosis 2: El regreso de Norman). Todo transcurre en remoto paraje donde hay un antiguo convento que fue reconvertido en clínica para pacientes en estado vegetativo. Hasta ahí llega Kathy, en busca de un trabajo de enfermera. Su tarea será hacerles cuidados paliativos a todos los comatosos, al servicio del misterioso director del establecimiento y su extraña hija. Uno de los pacientes, Patrick, parece no estar tan desconectado del mundo. Si segundas partes (casi) nunca fueron buenas, a las remakes les debería caber un axioma aún más lapidario. Hay excepciones. Sin haber visto la original, se puede asegurar que Patrick no lo es. Por empezar, trata de recrear una atmósfera de terror clásico (casona tétrica en el medio de la nada, imágenes religiosas siniestras, tormentas, cortes de luz) pero esto convive con iphones y Macs de última generación: algo no encaja. Y menos todavía cuando la estética remeda a una película clase B de los ‘70. En este contexto, se hace uso y abuso del recurso del sobresalto. Cada veinte segundos, alguien toca el hombro de la protagonista, o alguna sombra se le cruza por delante, o hay un portazo producto de una corriente de aire. A la quinta vez, reina el hastío más que el susto. Los años, además, no vienen solos. Quizá alguna de las escenas terroríficas haya sido novedosa en su momento, pero 33 años después envejecieron feamente. Y si a esto se le suma que la historia va avanzando con un giro forzado tras otro, la conclusión es que Patrick jamás debería haber vuelto.
“Patrick” gótico no supera al original pero se disfruta Inmediatamente después del éxito de "Carrie", la telekinesis y otros fenómenos paranormales por el estilo se convirtieron en asuntos de interés masivo. Dado que las posibilidades del tema aún no han sido exploradas debidamente, se entiende el impacto que provocó en 1978 la producción australiana "Patrick", dirigida por Richard Franklin (que será eternamente recordado como el talentoso caradura que se atrevió a resucitar a Norman Bates, es decir Anthony Perkins, para "Psicosis II") sobre un argumento de Everett De Roche que combinaba traumas terribles y pasiones adolescentes, amplificadas por el detalle de que el protagonista, Patrick, estaba desahuciado y en estado de coma. La nueva versión intenta reemplazar con una estética gótica y distintos detalles aggiornados a la tecnología del siglo XXI la contundente fantasía morbosa-hospitalaria que convirtió en un éxito de taquilla mundial al film original (que incluso llegó a tener una secuela totalmente trucha producida en Italia). No hay manera de reemplazar los temibles sonidos de una máquina de escribir setentista, pero esta remake se las arregla con todos los sonidos molestos de celulares y computadoras. Además, la enfermera estelar Rachel Griffiths se juega entera en comunicarse con el joven comatoso, llevando sus manos a lugares prohibidísimos incluso para enfermeras nocturnas como Gloria Guida. Es que la trama intenta volver todo el asunto más melodramático y pasional de lo necesario, dejando que el humor negro aparezca recién hacia el final, casi demasiado tarde. Fuera de broma, esta remake no esta mal del todo, y se disfruta cuando se pone gótica a full, y cuando el suspenso se apoya en la banda sonora de Pino Donaggio.
Telekinético El horror llega esta vez con un filme que exhibe un buen nivel en cuanto al tono y la estética que propone. La historia -nada novedosa, se trata de un remake del filme homónimo de 1978- cuenta cómo un joven llamado Patrick que está en coma, es capaz de provocar situaciones por demás espeluznantes en la clínica privada donde se encuentra. Una nueva enfermera llega para reemplazar a la que antes ocupó su lugar. Las condiciones de trabajo incluyen estrictas instrucciones de confidencialidad y reserva. El dueño del lugar es un veterano médico dedicado a la experimentación con pacientes cerebralmente muertos, de los cuales Patrick es su favorito. La recién llegada manifiesta un inmediato interés en el joven y hasta considera que él intenta comunicarse con ella, pero no tardará en toparse con el siniestro doctor, quien somete a Patrick a despiadadas prácticas médicas. Para bien o para mal, el relato se apega demasiado al original y resulta en un ejercicio de clasisismo dentro del género, algo que no molesta pero lo limita. La direccion de arte es destacable, y las actuaciones están a la altura de la propuesta.
La remake de una película australiana de l978. En el centro de la escena, un paciente en estado de coma desde hace 25 años, con poderes telepáticos, un medico desquiciado, su hija y la enfermera. El terror se instala rápidamente. Para los que amar el género.
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Hace casi treinta y seis años Australia parió uno de los thrillers de horror sobrenatural más bizarros de todos los tiempos: Patrick, cuyo tagline en español rezaba "una experiencia alucinante". Y realmente lo era, al menos de un agudo sentido del absurdo: la historia de un psicópata que seguía matando desde el estado vegetativo de un coma clínico a través de su telekinesis era, cuando menos, novedosa, aún si fuese por todas las razones equivocadas. En su momento, hubo gente que rió, gente que se asustó (cuesta creerlo, pero debe haber habido) y con el tiempo hubo aún mucha más gente que olvidó lo que había visto en la pantalla grande. El VHS, primero, y muchos años después el documental Not Quite Hollywood le otorgaron al film de Richard Franklin el honor de convertirse en auténtica "película de culto". Traducido para quien entiende del tema, esto no conlleva adjetivos como "buena" o "mala, sino que, por el contrario, muchas veces es capaz de ubicar a un film más allá del bien y del mal. La historia simpática de Patrick pudo haber terminado ahí pero, un mal día, alguien tuvo la genial idea de resucitar al muerto...mejor dicho, al asesino "en coma". El resultado de esa mala idea es una película de mismo título, argumento y momentos absurdos, sólo que esta vez bastante menos graciosos. Aún para la clase B y el exploitation, cuando se notan demasiado "los hilos" que hacen bailar al títere (o la intención del mismo), lo que se supone chistoso se convierte en netamente estúpido, y en el estado cinematográfico actual donde no hay excusa para los malos efectos especiales (ahí estuvo Fede Álvarez hace ya cuatro años para demostrarlo con su corto Panic Attack!), un mal recorte de pantalla verde croma no hace reir sino llorar. Y Patrick es un llanto innecesario que se hubiese podido evitar.
Basta de remakes Remakes, sagas, remakes, sagas, remakes. A eso se redujo en los últimos veinte años gran parte de la industria cinematográfica, no sólo de los Estados Unidos. Donde antes reinaba aquello de “segundas partes nunca fueron buenas”, ahora no sólo se impone pensar más en la continuidad que en la individualidad de las películas (las sagas), sino que hasta es deseable ni siquiera pensar, habiendo tanta idea ajena dando vueltas (las remakes). ¿Para qué romperse el mate creando una historia original si es más rápido y más barato agarrar el trabajo ajeno, cambiar de lugar tres cositas y filmar lo mismo, pero adaptado al que se supone es el gusto del espectador actual? Atención: esta no es una diatriba contra sagas y remakes, porque que las hay buenas, las hay. Sin embargo, se nota enseguida cuando estos formatos son abordados con audacia e inteligencia y cuando se trata de un trámite burocrático. El caso de Patrick, película australiana dirigida por Mark Hartley, se emparienta con esto último.Película de terror basada en un original de 1978, también de Australia, Patrick le permitió a su director, Richard Franklin, mudar a Hollywood su carrera. Poco después sería responsable de una de las segundas partes más innecesarias de la historia del cine, la de Psicosis, ya que ni el guión, ni el currículum del nuevo director, ni el reparto, ni nada justificaba extender el universo Bates más allá de Hitchcock. Con el cadáver del maestro aún tibio (don Alfred murió en 1980), Psicosis II se estrenó en 1982.Salvando las distancias, el caso de Patrick tiene similitudes con esa historia, en tanto la nueva versión es obra del mismo productor de la original, Antoni Ginnane; que se estrena a poco de la muerte de Franklin y que hasta incluye un par de actores secundarios del reparto original, esta vez en papeles más secundarios todavía. La historia es igual: Patrick es un joven en estado vegetativo internado en una clínica, donde un estrafalario doctor lo utiliza para crueles experimentos. Con la llegada de una nueva enfermera, Patrick manifestará ciertos poderes paranormales y a través de ellos creará un extraño vínculo con la chica. La nueva versión es más perversa, más sangrienta, más subrayada y menos sutil que la original. En resumen, más acorde con los tiempos que corren. Es que, por desgracia, se toma las cosas más en serio que la de Franklin, que se dejaba ver con una sonrisa en los labios. Como punto a favor debe destacarse la presencia de Charles Dance, actor inglés cuya cara recordarán de inmediato los cinéfilos atentos, uno de esos secundarios que nunca se sabe por qué no han tenido más suerte que acabar penando por subproductos por el estilo. El cine no siempre es justo.
MORIBUNDO QUE METE MIEDO Innecesaria revisión de un film que en la década del 70 supo abrirse camino en el género. La historia es muy parecida: un joven en coma y un científico que experimenta con él. El film original tenía, además de la novedad, algo de comedia negra, pero ahora se ha transformado en un muestrario de crueldades chocantes que tratan de asustar. La casona promete lo de siempre: oscuridades, rostros inquietantes, ruidos raros, sorpresas. Por suerte para el moribundo, una linda enfermera se interesará mucho en su caso. Y con ella se podrá comunicar y vislumbrar una salida. Otra vueltita en torno de la vieja batalla del mal contra el bien en una clínica siniestra.
Una remake algo obsoleta Kathy (Sharni Vinson) remplaza a una enfermera que desapareció misteriosamente de una clínica psiquiátrica que atiende a pacientes en estado vegetativo en donde trabajaba. Allí, en ese lugar tétrico de una ciudad costera, Kathy comienza a tener señales de que algo no anda bien y entonces conoce a Patrick Thompson (Jackson Gallagher), en coma luego de un intento de suicidio, al que se lo somete a electroshock y sustancias que le inyectan; un cóctel explosivo que tendrá sus consecuencias. La inexperta enfermera queda fascinada por el enfermo, que comienza a comunicarse con ella a través de la telekinesis y la particular relación va creciendo a la par de la obsesión de Patrick para que nada ni nadie se interponga entre él y Kathy. Remake del film de Richard Franklin de 1978, la nueva versión está dirigida por Mark Hartley –documentalista, responsable entre otros títulos de la extraordinaria Not Quite Hollywood: The Wild, Untold Story of Ozploitation!–, que trasladó el relato a un hospital de estilo victoriano como los clásicos de los famosos estudios ingleses Hammer, especializados en films de terror. Por esto mismo, recurrió a todos los tics de este tipo de películas, es decir, sonidos extraños y sorpresivos, parpadeo de luces, sombras y claro, sangre. Bastante. Sin ninguna intención de resignificar la historia original y menos al tipo de cine en donde se encuadra, sin ser negativo el resultado es endeble y más allá de cierta efectividad, el proyecto tiene algo de obsoleto y sin razón que justifique este nuevo intento de un original que tampoco fue demasiado destacable.
Una joven enfermera puede poner su vida en riesgo cuando se enamora de un paciente en coma bastante especial. Una joven enfermera inexperta Kathy Jacquard (Sharni Vinson, “Step Up 3D”) luego de un desengaño amoroso viaja bastante lejos y acepta un empleo en una clínica. Allí se encuentran algunos pacientes especiales pero a ella le atrae uno en particular que se encuentra en coma y cuyo nombre es Patrick (Jackson Gallagher), su físico se encuentra deteriorado, comienza a sentirse mal por los experimentos que realizan el doctor Roget (Charles Dance, "Drácula - La leyenda jamás contada Drácula") un neurólogo, bastante siniestro y misterioso y su hija Matron Cassidy (Rachel Griffiths, “Blow”). Kathy comienza a notar que este joven puede comunicarse, piensa que puedo salvarlo e intenta ayudarlo. Todo se enrarece cuando Patrick utiliza su telekinesis, y a partir de ahí lo impensado, puede transformarse en un asesino en estado vegetativo, que había de cierto o de mentira, cuando Patrick puede generar una tempestad. Se van creando distintos climas y en todo momento, cada plano y secuencia acompañan las notas musicales del italiano Pino Donaggio. Basada en el film homónimo de 1978 de Richard Franklin, llega de la mano del director australiano Mark Hartley un documentalista conocido que además ha hecho videoclips, alguno de sus trabajos “Not Quite Hollywood: The Wild, Untold Story of Ozploitation!” (2008); "Machete Maidens Unleashed!” (2010) y ahora esta remake, haciendo su primera incursión en el género. En un comienzo contiene misterio e intriga bajo una atmosfera muy especial, pero a medida que van pasando los minutos esto no se sostiene, hay agujeros en el trama, momentos absurdos, cae en lugares comunes, con clichés conocidos, flashbacks reiterativos, actuaciones flojas y diálogos poco eficaces, previsible y tiene algunos toques al estilo Darío Argento pero débiles.
Se podría decir que ésta es otra innecesaria remake de un film anterior de la década del ‘70, período en el cual el género del terror comenzaba a rendir mejores dividendos, y éste filme australiano supo colocarse en un lugar de privilegio a partir de la respuesta de los espectadores de entonces, en un camino transitado varias veces. Pero los consumidores actuales de películas enroladas en el género del terror no la vieron, y en tal caso, a 40 años de distancia, se reirían de la primera versión si tuviesen la posibilidad de verla. La historia es la misma, la del joven Patrick (Jackson Gallagher) en estado de sueño profundo sin el más mínimo registro de conciencia, y un científico, Dr. Rogel (Charles Dance), que experimenta con él, siempre secundado por su asistente personal, Cassidy (Rachel Griffiths), eficiente colaboradora permanente que sabe de todos los secretos (después nos enteramos que es la hija), situación que modifica en algo el verosímil, pero que no produce nada a los efectos justificativos que se intenta desde su inclusión, El joven se encuentra, por una nunca explicada rara enfermedad, supuestamente internado en estado de coma en un pequeño hospital privado. Una joven y bella enfermera, Kathy (Sharni Vinson), recién separada de su marido (¿qué importancia tiene al desarrollo del relato esta información?, ninguna, pero la dan y redundan en ella), comienza a trabajar en el hospital, y Patrick intentará comunicarse con ella (yo haría lo mismo). El film queda definido como un gran repertorio de crueldades anormales con la sola intención no de asustar, tal seria el propósito original, sino de incomodar desde el registro visual al espectador. El espacio físico, la escenográfa donde se desarrollaran la mayor parte de las acciones entrega lo habitual, tenebrosidades varias; en tanto la dirección de fotografía se amplia en la iluminación de los rostros para mostrarlos inquietantes. Por último el diseño de sonido, con su estridente banda sonora, y los continuos ruidos de unos electrodos que parecen tener la firme intención de perforar el tímpano y trepanar el cerebro. Otra vuelta de tuerca en torno de la vieja batalla del mal contra el bien en una clínica siniestra, en donde la sangre a borbotones es la moneda corriente.
"Dr. Cliché" Este thriller es la remake de la película de mismo nombre de 1978. “Patrick” es un paciente en coma en un hospital apartado donde se realizan experimentos de dudosa moral y legalidad, que muestra poderes telequinéticos. Kathy, la nueva enfermera, empieza a sospechar de que el paciente no está realmente en coma, y al ver los dolorosos experimentos a los que es sometido muestra compasión por él y desafía a su jefe, el Dr. Roget, interpretado por Charles Dance. Sin embargo, si esperan el nivel interpretativo que conocemos de Tywin Lannister en “Game of Thrones“, lamento decepcionados. Dance es un gran actor, pero el guión construye un personaje chato y no tiene siquiera demasiadas escenas para desarrollarlo. Obsesionado con un ideal, frío, calculador, y con desprecio por la vida de los demás; parece la versión médica del patriarca de Poniente. Los macabros dueños de la clínica se completan con la hija de Roget, Cassidy, interpretada por Rachel Griffits a quien probablemente recuerden de la serie “Six Feet Under“. Podrían haber sido tanto más. Cassidy, criada en silencio en medio de la nada entre pacientes en coma, hija de un científico loco, y por cierto nos enteramos que su alguna vez esposo se suicidó. Bastante material para que la nominada al Oscar haga algo memorable. Pero al igual que Dance, Griffits sencillamente no tiene tiempo de hacerlo. Lamento que estos dos, “los malos”, no hayan tenido el espacio para trabajar a sus anchas. Lo cual nos lleva a la enfermera Kathy que ocupa el 90% del tiempo en pantalla, Sharni Vinson. Está bien chicos, nosotros tampoco sabemos mucho de ella. Su interpretación fue aceptable pero no memorable, no agrega demasiado. Como drama estaría bien. La chica despechada va a trabajar a un lugar apartado para que, la verdad sea dicha, su ex no la moleste. Conoce a otro, pero el ex siempre estará ahí, y vuelven y ya. Mientras descubre que su jefe hace experimentos ilegales y amenaza con denunciarlo. Pero cuando tardíamente empezamos a saber de los poderes telequinéticos de Patrick, se vuelve el colmo de los clichés. No podemos evitar pensar en Carrie. Y es que la “Patrick” original, de 1978, fue la respuesta australiana a “Carrie” (Brian de Palma, 1976). Hasta nombrar la película con un nombre propio. El director de la vieja Patrick, Richard Franklin, mencionó que la estética era un homenaje a su mentor, Alfred Hitchcock. Poca originalidad en la de 1978, aún menos originalidad en la remake. Incluso el director convocó a miembros del equipo de producción original, y al compositor de cine que trabajó con la Carrie de 1976. Justamente hace poco vimos una remake de Carrie, con Julianne Moore y Chloë Grace Moretz, estrenada hace casi un año. Parece que hasta en la respuesta es poco original. Si quieren ver el estilo Carrie, vean a Carrie; y para el escenario Hitchcock mejor vean a Hitchcock. Para el guión Stephen King, lean a Stephen King. Lo mejor de esta película son los malos, que podrían haber hecho mucho más. Agustina Tajtelbaum
Sabía que no me iba a poder resistir... También sabía que me iba a arrepentir, pero bueno. Una fuerza superior me obligó a ver Patrick. Patrick es la remake yanki de un clásico de terror de la Ozploitation nacido en 1978. La trama va más o menos así: Kathy, una jóven enfermera, es contratada en una clínica privada que se dedica al tratamiento de pacientes comatosos. En la habitación 15, se encuentra Patrick. Un jóven en estado vegetativo, quién comienza a comunicarse con ella mediante el poder de su mente. La cosa se va a complicar cuando Patrick comienza a obsesionarse con ella, y no cuento más... La peli es una versión bastante fiel al clásico australiano. La diferencia más notable con la original es sin duda, el paso del tiempo. Las dos estaban ambientadas en su época contemporánea, y bueno... La medicina de hoy no es la misma que la de 1978 (a menos que te vayas a atender al Posadas). De todas formas, hay un tufillo vintage durante todo el film. Esto se nota en la decoración de la clínica, y sobre todo, en la música incidental y el tratamiento de los efectos de sonido. Sus recursos para asustar caen en la bolsa de lo que es la triste actualidad del cine de terror americano. Ruidos fuertes y mucho CGI berreta que sin dudas, es lo más flojo de la película. Las actuaciones también son muy flojas. Tenemos a Kathy, interpretada por Sharni Vinson que es un desastre, la típica mina linda insoportablemente pelotuda y mala actriz. Grita feo, no me gusta. Después tenemos a dos buenos actores que acá hacen agua. Por un lado Rachel Griffiths (Quizás la recuerden como Brenda de Six Feet Under) que interpreta a la jefa de las enfermeras, siempre con un palo en el culo, hasta cuando tiene que mostrar sentimientos, y por otra parte, lo tenemos al inglés Charles Dance (o Tywin Lannister) que es el director de la clínica. Un viejo ortiva y soberbio, que se nota que lo está haciendo de taquito. El que mejor parado sale de esta farsa es el jovencito Jackson Gallagher, que interpreta a Patrick, cuyo único rol consiste en estar postrado en una cama e inexpresivo durante una hora y media. En fin, no lo aclaré antes, pero odio las remakes. Con esta película fui a probar suerte sólo porque soy medio fan de la original. Creo que esta clase de películas no suma absolutamente nada, y lo que más bronca me da, es que la dirige Mark Hartley, un tipo que de cine choto de Australia sabe bastante (Jamás me voy a cansar de recomendar su documental "Not Quite Hollywood..."). VEREDICTO: 3.0 - OLVIDABLE Patrick es una película muy mediocre, con malas actuaciones, pocas ideas y excesos de mal CGI. Si te da curiosidad, bajatela. O mejor, bajate la original.