Las trampas del amor La comedia no se divide por países o décadas. Una comedia funciona o no funciona, lo demás es secundario. Así que empecemos por lo importante, y luego sí, por puros cinéfilos, sigamos con lo segundo. Permitidos funciona, es una comedia graciosa, es una comedia bien filmada, no es la mera ilustración de unos diálogos divertidos, Permitidos es una buena película de forma completa. Una pareja que está feliz, juega inocentemente en una cena, con la posibilidad de que haya una cláusula de infidelidad aceptada entre ellos. La palabra es permitido, y se refiere a la muy poco probable posibilidad de que una persona famosa elegida se cruce en la vida de ellos. Estos permitidos son lejanos, así que solo se trata de una broma. Un mero chiste abre la puerta del desastre. Porque para eso se han inventado los conflictos dramáticos y para eso las grandes comedias. Para que lo improbable se vuelva una realidad y los personajes se ven inmersos en un sinfín de problemas no calculados. El problema venía anunciado desde el título. Los permitidos se vuelven realidad. Los terceros en discordia más inesperados se hacen presente. Ariel Winograd, director de Mi primera boda y Vino para robar, ya ha demostrado que conoce de sobra el conflicto de pareja y domina muy bien la comedia. Su estilo, cuidado en lo visual, y siempre con buen ritmo cinematográfico, se va a afinando título tras título hasta convertirlo en un experto en el género. ¿Pero qué género es ese exactamente? Winograd trabaja como pocos en el cine actual, la screwball comedy. Una de las grandes noticias dentro del cine argentino del siglo XXI, es que por primera vez conviven todas las formas posibles de hacer cine. Y una de esas formas es retomar las mejores herramientas e ideas de la comedia clásica. Tanto la norteamericana como la nacional. Hay en Permitidos tanto de screwball comedy de Hollywood como de la Edad de oro del cine argentino. Aquellas comedias tenían varias características, una de ellas era la de la idea del rematrimonio, como describe de forma insuperable Stanley Cavell en su libro La búsqueda de la felicidad, donde habla de este género. En estas películas, los protagonistas empezan la historia juntos, como una pareja feliz, para luego separarse por diferentes motivos, buscar nuevas historias y finalmente volver juntos con votos renovados y la convicción del amor y el deseo mutuos. En las década del 30 y 40 en Estados Unidos y en las décadas del 40 y 50 en Argentina, varios directores, guionistas y estrellas mostraron los conflictos de pareja de forma sofisticada pero sin drama, a puro pasos de comedia. Muchos directores derivaron con los años de estos films, pero los mejores siguieron siendo los originales. En Estados Unidos algunos de estos títulos fueron Casados y descasados (1941) de Alfred Hitchcock, Lo que sucedió aquella noche (1934) de Frank Capra, La pícara puritana (1937) de Leo McCarey, La historia de Palm Beach (1942) de Preston Sturges, La adorable revoltosa (1938) y Ayuno de amor (1940) de Howard Hawks, entre otros. En Argentina algunos ejemplos son La rubia del camino (1938) de Manuel Romero y muchas comedias del maestro de la Screwball comedy, Carlos Schlieper, como El retrato (1947), Esposa último modelo (1950), Mi mujer está loca (1952), Cuando besa mi marido (1950) son ejemplos perfectos de screwball comedy. Estas comedias sexuales mostraban siempre a la pareja en riesgo. O se terminaban de conocer y debían romper compromisos previos o eran un matrimonio roto que había que volver a unir. La sexualidad era una parte clave de la trama, y eso las diferencia de la comedia romántica. Además de un humor absurdo poco realista, otra diferencia importante. Un ejemplo: En Casados y descasados, la pareja jugaba con la idea de si se volverían a casar si de repente no estuvieran casados. Él, sabiendo que eso no pasaría, contesta que no. Esa misma tarde, ella se entera de que por un error legal, no están verdaderamente casados. Ahí arranca una comedia con terceros en discordia que cumple con todas las reglas del género. Algo de eso hay en Permitidos, claramente. En aquellas comedias, todas ellas feministas, la mujer y el hombre tenían un peso equivalente, no estaban inclinadas hacia uno u otro. Un gran problema de estas comedias en Argentina durante muchos años (posteriores al período mencionado), eran el descuido del personaje femenino, la falta de profundidad en su retrato, la ausencia de deseos y objetivos. Esta cuenta pendiente del cine argentino se ha recuperado en los últimos años y Permitidos es un ejemplo perfecto de screwball comedy. Más cerca de Romero y Schlieper que las comedias nacionales de las décadas que separan a aquella época de la actual. Otro gran ejemplo de screwball comedy, verdaderamente brillante, es Voley, dirigida por el protagonista de Permitidos, Martín Piroyansky. Aunque Voley era una comedia coral, las ideas de la screwball estaban presentes. No es raro que trabajen juntos Winograd y Piroyansky aunque Permitidos sea el trabajo más importante que han hecho juntos, ambos son fundamentales para la trama. Y como en toda buena comedia de esta clase, la actriz protagónica también es fundamental. Sin esa protagonista no hay comedia que logre funcionar. Y Lali Espósito cumple con creces el desafío. Espósito, actriz y cantante muy popular con una carrera importante en programas televisivos de mucho rating, ya había probado suerte en el cine pero es aquí donde creo que logra el tono exacto de una gran comediante. Ser gran comediante significa ser gran actriz. Ella y Piroyansky se lucen en sus papeles, son personajes que se hacen querer, tienen carisma, y a la vez son muy graciosos sin pasarse nunca de registro. En un país donde la comedia tiende a ser grotesca, ellos actúan de manera más clásica, más funcional al guión que su propio show personal. Otro acierto de la película son los personajes secundarios, el cliché del clásico forzado no acá no está. Los personajes están muy bien todos, desde los de papeles más pequeños a los terceros en discordia, Liz Solari (absoluta revelación en comedia) y Benjamín Vicuña. La sumas de tantas buenas actuaciones solo puede atribuírsele al director, capaz de sacar de todos lo mejor. El guión, de Julián Loyola y Gabriel Korenfeld es también el vehículo para que todos puedan lucirse. Hacer screwball comedy no siempre es sinónimo de éxito, los espectadores no necesariamente prefieren una comedia más adulta, más arriesgada y con tantos problemas. Una screwball comedy es una versión más seca y compleja de las comedias románticas, aun cuando coincidan en muchos puntos. Si quieren llamar a Permitidos comedia romántica, no hay problema, pero ser más específicos es una forma de elogiar sus virtudes más profundas, aquellas que la conectan con esos clásicos no superados de la historia del cine. Y otro elemento que conecta esta película con los clásicos es la belleza de sus imágenes, el cuidado que tiene para la puesta en escena. Esto no es televisión filmada, esto es cine.
La nueva comedia argentina Hay un antes y un después en la comedia romántica argentina con Permitidos (2016), ¿por qué? porque en el tratar de emular a la nueva comedia americana deja de lado el costumbrismo habitual de este tipo de films con sus estereotipos (aunque sin prescindir del código local criollo), apostando por una renovación en el género. El tiempo dirá si esta renovación es positiva o negativa para el cine nacional. Uno de los “criollismos” es el "permitido" del título: la posibilidad de ser infiel con consentimiento previo de la pareja formal siempre y cuando sea con un famoso inalcanzable. Claro que lo imposible sucede sino, no habría historia. La pareja que componen Mateo (Martín Piroyansky explotando al máximo su personaje usual) y Camila (Lali Espósito, haciendo catarsis al modo de Valeria Bertuccelli y Erica Rivas) se quiebra cuando él conoce a su actriz favorita (Liz Solari), motivo que habilita a su novia a encontrarse con su permitido (Benjamín Vicuña). Por suerte las cosas no quedan sólo ahí, siendo el asunto de la “infidelidad permitida” el disparador y no el conflicto principal de la película. El verdadero problema surge con la viralización de las imágenes en las redes sociales. La publicidad, la televisión, Facebook y Twitter producen una imagen social que los personajes no pueden manejar en un principio pero que aprenden a utilizar de modo lucrativo después (algo que los famosos ya tienen bastante claro). Es interesante porque a modo de gag y casi sin proponérselo, la película expone el costado más nefasto de los seres humanos con la mediatización de la imagen, hecho naturalizado en el universo de frivolidad del film pero que se extiende con las intenciones mainstream de Permitidos. A este asunto se le suman los condimentos de la mencionada nueva comedia americana: diálogos escatológicos con infinidad de referencias sexuales y un humor físico que deriva a la comedia de acción. Permitidos no inventa nada: sabe cómo combinar las virtudes de películas argentinas anteriores, y lo hace bien. Toma la catarsis femenina de Un novio para mi mujer (2008), el asunto de la imagen mediática de Me casé con un boludo (2016), y los personajes sin inocencia de Relatos salvajes (2014), siendo esto último crucial. No hay ningún personaje bueno per se (una de las claves de la comedia romántica convencional son los personajes naif): todos son despreciables en algún punto. En esta fusión de condimentos, sumados a los elementos de la nueva comedia americana, Permitidos es eficaz por más que desborde en algunos lapsos por el exceso de situaciones. Lo es porque su fin de entretenimiento liso y llano la aleja de la moralina conservadora tradicional. Dato novedoso a destacar, aunque como dijimos en un principio, será el tiempo y la taquilla quienes tengan la última palabra.
Permitido reírse. Todos alguna vez fantasearon con alguien famoso que sería su “permitido”, aquella persona con la cual no podrían dejar pasar la oportunidad de tener un romance, no importa la situación amorosa en la que se encuentren. Supongan que están en una relación, y que su fantasía se vuelve realidad, que su permitido se predispone a comenzar algo con ustedes. ¿Qué harían…? Martín Piroyansky y Lali Espósito los sumergirán en una catarata de risas, mientras ustedes contestan la pregunta.
En "Permitidos", la vida de una pareja joven se altera cuando inesperadamente y, a partir de un robo, él se topa con la mujer de sus sueños. Martín Piroyansky acierta con el tono de su personaje. Que las fantasías se hacen realidad no es algo nuevo y mucho menos en el terreno de la comedia. En Permitidos, la vida de una pareja joven, Camila -Lali Espósito- y Mateo -Martín Piroyansky-, se altera cuando inesperadamente y, a partir de un intento de robo, él se topa con la mujer de sus sueños, Zoe -Liz Solari-, una infartante estrella del mundo del espectáculo. Su "permitido" ideal surge den una cena de amigos y se convierte en una situación muy tentadora que le -y les- traerá un sinfín problemas. Con este punto de partida, el director Ariel Winograd -Cara de queso, Mi primera boda y Vino para robar-, que explora con humor los conflictos de pareja y maneja los resortes del género como pocos, tiene un material que juega con las coincidencias, el absurdo y las complicaciones de una pareja que conocía una vida apacible y feliz. El producto funciona desde su primer momento y tiene claro el público al que apunta, con un relato alimentado por el cruce de situaciones inesperadas, viralización de imágenes en las redes sociales y personajes extravagantes. Tal el caso del "permitido" de Camila, encarnado por Benjamín Vicuña, un millonario bastante particular, o la villana, con un rol a cargo de Maruja Bustamante, que deviene el relato en una comedia de acción y locura. Todo resulta más enmarañado que al principio en esta historia en la que también aparece un joven ladrón -Abel Ayala-. La comedia encuentra buenos y graciosos momentos gracias a las desgracias de sus personajes, y Martín Piroyansky, -que antes había trabajado con Winograd- resulta uno de los actores más versátiles de su generación -también director de Voley-, acá con un papel que lo aleja del carisma al que suelen acostumbrarnos los personajes del género. El resultado es una comedia bien ejecutada ágil, con sólidos recursos técnicos y un delirio al que tendrá que jugar el espectador, en medio de patos, gansos y un amigo más inteligente de lo que aparenta. Mientras tanto, Lali Espósito explota su faceta de actriz y la seducción se adueña del film.
Heredera del ritmo y calidad de las comedias Hollywoodenses, la nueva película de Ariel Winograd sorprende desde su frescura y naturalidad representada por el carisma de sus protagonistas, Lali Espósito y Martín Piroyansky. La feliz pareja de Camila y Mateo, en cena con amigos, juega con la posibilidad remota de una regla de infidelidad… un permitido. La improbable chance que una celebridad acceda a un encuentro carnal. Tan lejano que se lo discute coloquialmente. Pero… como sin conflicto no hay película, los permitidos se harán realidad. Con el detalle puesto tanto en lo visual como en los dialogos, Winograd construye una comedia de ritmo ligero pero que no se siente liviana. El film nos involucra lo suficiente en el conflicto dramático para que nos termine importando el destino de los protagonistas. Por supuesto que hay Apatow, algo de Farrelly Bros. y pinceladas de comedia screwball al estilo Howard Hawks y Frank Capra. Pero con cinco películas (Cara de Queso, Mi primera Boda, Vino Para Robar, Sin Hijos) Winograd viene mostrando un estilo propio cada vez más pulido y forjado en la solidez del guión (En Permitidos, Julián Loyola y Gabriel Korenfeld) y el cuidado de la fotografía, algo poco frecuente en comedias nacionales. ¿Será Lali la reencarnación de Niní Marshall?, puede ser, ¿y Piro, nuestro Woody Allen? ¿porqué no? Permitidos podría ser un antes y después en las comedias locales, esperemos que la taquilla acompañe esta clase de apuesta, el antídoto perfecto a las “Bañeros” y “Me casé con un boludo”.
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La pregunta es: si tu pareja tiene un amor platónico y de pronto se le da estar con él, se lo “permitís”? Y obvio que no cuenta como infidelidad… Dicho así suena fácil, total quién va a tener la oportunidad de conocer a su amor imposible tan fácilmente? Bueno, a Mateo (Martín Piroyansky) le pasó. Mateo y Camila son una pareja consolidada. Llevan 8 años juntos, son muy amigos, se divierten y se están por mudar a otra casa. En el medio de una charla con una pareja amiga (Gastón Cocchiarale y Anita Pauls), luego de ir al cine y ver una película de Zoe del Río (Liz Solari), sale la pregunta sobre los “Permitidos”. Y ahí Camila (Lali Espósito) dice aplaudir a su novio si consigue una cita con Zoe. Al día siguiente y por accidente Mateo conoce a Zoe. El film tiene excelentes diálogos y recursos (twitter, whastapp a la orden del día) y muy buenas actuaciones. En lo personal, tenía más vista a la Lali cantante y realmente quedé sorprendida con su actuación. Fresca, divertida y creíble mostrando que la comedia le sienta muy bien. Me encantó verla pasar por distintos estados: la tipa abogada, tranquila; la tipa sacada por un cartel en la calle, la bromista, la puteadora, la sexy. Muy buen laburo! Mateo le sienta tan bien a Martín como Martín a Mateo. Es tan natural, creíble y gracioso que engancha y seduce incluso a Zoe del Río, una modelo y actriz de esas que “nadie se puede levantar” o por lo menos no, un tipo común. En venganza y gracias a la ayuda de una fanática del personaje de Benjamín Vicuña, Camila consigue conocer a su permitido Joaquín Campos. Tanto Benjamín como Liz logran crear ese personaje que parece inalcanzable y perfecto y cuando lo conocés ya no es como pensabas. La película propone una historia original con buenas actuaciones, buena dirección y recursos para pasar más que un grato momento en donde no faltarán las risas. Seguramente, muchas parejas saldrán de allí preguntándose quién es su permitido y si lo habilitan. Vos, aceptarías un “Permitido”?
En los últimos años la comedia argentina tuvo una importante y necesaria renovación. Estas películas beben de la influencia de la Nueva Comedia Americana, pero sin caer en la mera imitación, evitando el guiño para conocedores y sí adaptando el timing, los tópicos y la esencia a una impronta nacional. Ariel Winograd es parte fundamental de esta reinvención del género. Desde Cara de Queso, su ópera prima, presenta a seres transitando con dificultad la madurez, pero siempre valiéndose de un humor que mira a directores como Judd Apatow, Greg Mottola, Nicholas Stoller y Adam McKay, entre otros, y sin perder el eje de una mirada personal. Su quinta película, Permitidos, confirma sus preocupaciones y su talento. Camila (Lali Espósito) y Mateo (Martín Piroyansky) conforman una joven pareja que recién comienza a convivir. Un noviazgo a prueba de todo, sin duda. ¿Sin duda? Durante una cena con amigos surge una charla sobre una cuestión actual: los permitidos. ¿Con qué famoso tendrías permitida una aventura? Mateo menciona a Zoe Del Río (Liz Solari), la bella actriz del momento. Días después, el muchacho impide el robo a una chica… que resulta ser Zoe, y será el comienzo de una inesperada relación. Por supuesto, no pasa mucho tiempo para que Camila se entere. Su explosión de furia la convierte en un personaje mediático, y anunciará su permitido: Joaquín Campos (Benjamín Vicuña), performer, activista ecológico y galán maduro. No tarda en vincularse con su elección, que parece ser un príncipe de cuento. Sin embargo, Camila y Mateo aún sienten algo el uno por el otro, y deberán tomar decisiones cruciales para rescatar la relación. Impulsos, enredos y equívocos son el motor de una comedia romántica acerca de las relaciones sentimentales en el mundo actual. Un mundo donde proliferan Internet, YouTube, redes sociales, smartphones, emojis, aplicaciones, WhatsApp… Las desventuras de Camila y de Mateo (y la de todos los personajes) están muy influidas por los recursos tecnológicos a la hora de ser descubiertos con sus permitidos o popularizados de manera repentina. Y aquí se desprende otra temática: la imagen que los medios virtuales proyectan sobre una persona y lo que la persona es en realidad, y cómo a veces resulta inevitable aferrarse a la ilusión, a la pose, con tal de obtener determinados objetivos. Todo esto, en medio de gags, romances inesperados, una subtrama policial y otras sorpresas. Martín Piroyansky sigue dejando en claro que es el actor argentino de comedia del siglo XXI. Como Seth Rogen, Jay Baruchel, Jason Segel o Paul Rudd en la factoría Apatow, posee una presencia y unos movimientos que encajan perfectamente en este estilo de películas. Viene trabajando a las órdenes de Winograd desde el comienzo, pero aquí tiene el primer y muy esperado protagónico en su filmografía. Además, las series y películas que dirige (principalmente Voley) permitieron el nacimiento de la denominación Nueva Comedia Argentina, que tiene con qué para consolidarse. Lali Espósito es la gran revelación del film: aunque ya tenía experiencia en programas de televisión con buenas dosis de humor, en esta oportunidad interpreta a una chica real que lidia con problemas extraordinarios, y a partir de allí surgen los momentos graciosos. También es muy convincente en las escenas románticas y dramáticas, señal de que su carrera actoral no conoce límites. Liz Solari y Benjamín Vicuña, los permitidos en cuestión, encarnan a actores delante y detrás de cámara; son pantallas que a veces ocultan algo mejor de lo que parecen, y a veces no. Y al igual que en sus anteriores largometrajes, Winograd sabe exprimir lo mejor de hasta el último actor secundario, como se nota en las breves pero desopilantes intervenciones de Pablo Rago. Permitidos es un nuevo y notable ejemplo de comedia nacional con un dinamismo y una frescura propias de las que llegan de Hollywood, pero estupendamente adaptadas a estas tierras. El desparpajo y la química entre Lali Espósito y Martín Piroyansky es determinante para convertirla en una película divertida, actual y que deja fantaseando con qué famoso querríamos vivir una relación.
Una screwball comedy posmoderna. Permitidos, la última película de Ariel Winograd, conocido principalmente por Cara de Queso: Mi Primer Ghetto (2006), Mi Primera Boda (2011) y Sin Hijos (2015), narra la crisis de pareja entre Camila y Mateo. Desde los créditos se hace una síntesis del vínculo alegre y alocado entre ambos mediante el recurso del back-projecting, con un recorrido en moto que funciona como metáfora del trayecto de la pareja, situándonos así en el universo de la taquillera dupla compuesta por Lali Espósito (Camila) y Martin Piroyansky (Mateo). En una de las secuencias iniciales la pareja va al cine, produciéndose así el fenómeno del “cine en el cine”, en donde los novios de la ficción (dentro del gran relato) se separan como metáfora que anticipa la futura crisis, creando estructuralmente dos niveles de lectura. Inmediatamente después de esa escena, en una conversación con otra joven pareja amiga, hablan de sus “permitidos” y lo que para Camila será una fantasía, Mateo lo tomará muy en serio. A partir de allí la felicidad de dicha relación, que ha ido creciendo con el tiempo, hará que se trastabillen todos los proyectos de una vida juntos. Una vez planteado el problema, Permitidos despliega una sucesión de casualidades, enredos y mentiras que parece no tener final. Este último aspecto es el que nos permite, junto con su tono de comedia, vincularla a la screwball comedy. Dicho género, surgido durante el cine clásico norteamericano, fue reinterpretado en Argentina por directores como Carlos Schlieper, recibiendo el nombre de “comedia sofisticada”, “alocada” o “de enredos”. En esta screwball comedy posmoderna las redes sociales jugarán un papel fundamental, evidenciando la relevancia que han cobrado las mismas en la vida cotidiana. Recurso “de moda” que en el cine nacional quizás ha comenzado con el episodio de “Bombita” de Relatos Salvajes (2014). Entre los enredos es notable la cita a una de las películas románticas más reconocidas de los últimos lustros, cuando Mateo se inmiscuye en el rodaje de una actriz a quien venera, lo que remite a una escena de Un Lugar Llamado Notting Hill (1999). Lo paradoja de quien escribe fue azarosamente haber visto justo el día anterior -mediante el portal Odeon, el “Netflix nacional”- el film El Crítico (2013), en el cual su protagonista, un crítico de cine, odia las comedias románticas, ya que considera que están construidas a fuerza de clichés y situaciones extrañamente idílicas. En este caso, Permitidos por momentos se burla adecuadamente de los clichés de las películas románticas, utilizándolos a favor, pero por otro lado abusa de los mismos, sobre todo llegando el final. En consecuencia, esta comedia romántica que ha comenzado de forma perspicaz y entretenida, entrada la mitad se vuelve algo reiterativa y pierde su potencia original: llegando el desenlace falsea encanto, abusando de los enredos y extendiéndose en consecuencia más de lo que “debería”. A pesar de ello, la propuesta resulta entretenida para el espectador, haciéndole pasar un buen rato y divirtiéndolo gracias a su constante comicidad. Los que esperan ver cantar a la estrella teen del momento, Lali Espósito, estarán satisfechos no sólo por una escena en la que efectivamente canta con ímpetu, sino también porque la comedia siempre le queda muy bien. La interpretación de Piroyansky es más que correcta pero no deslumbrante como en otras oportunidades. Con respecto al resto del elenco coral, hay un abuso de cameos que saturan al espectador. Sin embargo, cabe destacar el excelente casting, no sólo en los personajes principales sino también en los secundarios, como los padres de la pareja: en el caso de Camila, su padre (Guillermo Arengo), y en el caso de Mateo, la típica “idishe mame” (Miriam Odorico), resaltando así -al elegir los géneros opuestos- los vínculos edípicos, pues la madre de Camila no aparece y tampoco el padre de Mateo. La exageración es una constante en toda la película, en donde no sólo abundan los cameos y enredos, sino que además nos encontramos con un final apoteósico.
EL SCREEWBALL ESTÁ VIVO Y ES ARGENTINO Un chiste al pasar en una cena de parejas enciende el motor de historia. La idea la tira en la mesa una amiga de la protagonista y es la siguiente, existen famosos, estrellas del espectáculo o de la música, con los que se puede tener sexo estando uno en pareja sin que el encuentro pueda ser considerado una infidelidad. Cuando Camila (Lali Espósito) escucha la teoría le dice a su novio Mateo (Martin Piroyansky) que si él logra tener sexo con su permitido ella lo aplaudiría. En la escena siguiente Mateo se cruza accidentalmente con Zoe del Río (la extremadamente bella Liz Solari) y comienza una historia disparatada en la que se ponen en juego distintos conceptos de pareja, sobre la vida, sobre los medios. Para sumarle confusión a la cosa Camila se va a topar con su permitido, el actor Joaquin Campos, interpretado por Benjamin Vicuña, que se carga al hombro una auto parodia desopilante y se luce además porque uno de los mejores chistes de la película. Todo esto sin que baje en ningún momento el ritmo infernal del relato. El quinto largometraje de Ariel Winograd (Sin hijos, Vino para robar, Mi primera boda, Cara de queso -mi primer ghetto-) tiene destino de éxito popular y la buena noticia es que las herramientas con que lo construyó son nobles y están vinculadas a lo más clásico del cine. En los años treinta nació un género en Hollywood que se conoce como películas de re matrimonio o screewball. Son comedias alocadas, con personajes femeninos fuertes, con tramas disparatadas y que terminan generalmente con el reencuentro de la pareja protagonista. Permitidos es claramente un film que pertenece a ese género, lo homenajea y lo respeta. No es la primera vez que en la filmografía de Winograd se refleja su amor por el cine clásico o por el imaginario de ciertos grandes directores como Blake Edwards en Vino para robar. En este caso, claramente el referente es Billy Wilder. Pero si Permitidos funciona como funciona es porque todo está en armonía y los interpretes de lo que Winograd cuenta saben de comedia tienen un ritmo envidiable para el asunto. Lali Espósito y Piroyansky son la pareja ideal y de ahí para abajo todos están bien y se lucen como corresponde a esas historias que siempre envidiamos en las que hasta el último de los personajes es interesante y tiene un mundo propio. Pasa con Pablo Rago y el médico inescrupuloso que interpreta y con Maruja Bustamante, una figura del under y del off Corrientes transformada en una fan a la que el galán que interpreta el galán Vicuña le mete una orden judicial que le prohíbe a la desquiciada acercarse a menos de quinientos metros. Permitanse ver Permitidos, que la van a pasar bomba. PERMITIDOS Permitidos. Argentina, 2016. Dirección: Ariel Winograd. Guión: Gabriel Korenfeld y Julián Loyola. Elenco: Lali Espósito, Martín Piroyansky, Liz Solari, Benjamín Vicuña, Guillermo Arengo, Anita Pauls, Gastón Cocchiarale, Maruja Bustamante, Abel Ayala, Pablo Rago.Producción: Ricardo Freixa, Joana D’Alessio y Nathalie Cabiron. Duración: 116 minutos.
Se escribe otro muy buen capítulo en la llamada “Nueva Comedia Argentina” (NCA) de la cual este año ya tuvimos otro gran exponente con Una noche de amor, de Hernán Guerschuny. Ahora llega el momento de la quinta obra del gran realizador Ariel Winograd en la que es tal vez su película más ambiciosa desde la puesta en escena y la que tiene el ojo más vigía por la popularidad de su protagonista femenina. Permitidos parte desde una premisa tan común como universal: una charla que todas las parejas del mundo han tenido y me alegra mucho que sea un film nacional el que explore con humor esa temática. La película juega con lo inverosímil y se adueña de ello sin caer en lo absurdo y eso es algo para destacar porque se mantiene a lo largo de todo el metraje a raíz de la fuerza de su gran elenco. Lali Espósito, la chica del momento y de la cual se encuentra hablando todo el mundo, hace un gran laburo que se disfruta aún más cuando “está sacada” y putea de lo lindo aún cuando sobreactúe un poco porque queda muy bien y hace reír. Sin embargo, de la dupla protagónica me quedo con Martín Piroyansky si tuviera que elegir porque es imposible como hombre no empatizar con él pese a sus errores. Tiene un par de secuencias muy divertidas solo con expresiones de su cara y explota muy bien la actitud loser que se convierte en héroe. Otro aspecto para destacar es como la película se burla del medio y de los famosos, ya sea con todos los clichés de los personajes de Benjamín Vicuña y Liz Solari o con la fan psicótica. Hay mucha química entre todos y se explota mucho. Ahí radica lo mejor del film y motivo por el cual va a enganchar a la audiencia. A mi gusto personal no es el mejor film de Winograd (seguirá siendo Cara de queso, 2006) pero película a película demuestra su crecimiento como realizador y aquí se luce en algunos planos que tranquilamente podrían no estar por ser una comedia. Lo único que no me gustó es algo del desenlace de la historia pero que no puedo contar porque sería un spoiler. Permitidos es una gran comedia argentina que no defraudará a quienes busquen divertirse y pasar un buen rato en el cine.
FANTASÍAS LOCAS Y REALIDADES DOLOROSAS El estreno argentino mas esperado porque una de las protagonistas esta en un momento de esplendor de su fama como actriz y cantante, con fans fieles que auguran un éxito de taquilla. Pero si a eso se le suma un tema que ya es de discusión de los argentinos y a un experto en el género como es Ariel Winograd, las garantías de suceso aumentan. El guión no se queda en el enunciado del titulo y la frase gancho y avanza sobre el mundo de redes sociales, la avidez de la fama y sus peligros, la hipocresía publicitaria, los acomodaticios, el mundo de valores. Interesante mezcla, donde brilla como siempre Martín Piroyansky, con muy buena química con Lali Esposito muy efectiva, con un ángel único, y que al igual que Benjamin Vicuña se permiten reírse de sus roles y criticarlos. Lo que propone el titulo es que con los deseos hay que tener cuidado porque las fantasías pueden volverse realidad y dejarnos, por ende sabor amargo. Los “soñados” son Benjamin Vicuña, actor con preocupaciones ecológicas y Liz Solari, que sorprende y bien, como la modelo del momento en un mundo superfrívolo. Todos los ingredientes para una comedia que funciona con enredos, equívocos y delirios, con buena producción y un ritmo que no decae. Entretenimiento asegurado y tema de charla después…
Camila y Mateo son jóvenes, adinerados, profesionalmente exitosos y aparentemente se aman mucho…como Rachel y Ross en Friends. Una noche, en una tertulia junto a una pareja amiga, surge el tópico de los “permitidos” y cada uno conjetura las posibilidades de estar con un famosa/o inalcanzable….como Rachel y Ross en Friends. Sin embargo, lo que al principio era pura fantasía, se convierte en realidad luego de que en un evento fortuito Mateo conoce a Zoe Del Río (Liz Solari), su actriz “permitida”…como Ross e Isabella Rosellini en Friends. Insisto con esta comparación no porque crea que esta película sea un vil plagio de la famosa sitcom, sino porque estamos ante un cambio de paradigma en la comedia argentina, cada vez más lejano de su inspiración italiana y muchos más cercano a la nueva comedia americana de las últimas décadas. Ariel Winograd es uno de los principales,o sin ir más lejos el principal exponente de este tipo de humor en el cine argentino, y lo ha intentado plasmar con mayor o menor éxito en sus trabajos previos (Cara de Queso, Mi Primera Boda, Vino para Robar, Sin Hijos). Permitidos es sin lugar ha dudas un paso más en esa dirección y posiblemente una de las mejores películas en adoptar el ritmo y la impronta yankee para la comedia. Si el film funciona, es en buena parte gracias a la química de sus protagonistas. Contra todos los pronósticos Esposito y Piroyanksy conforman una pareja verosímil y con buen timing para los diálogos y los gags. El tandem protagónico conforma una pareja con la que es fácil simpatizar -a pesar de sus amplios privilegios económicos- y son un buen contraste ante las personalidades extravagantes de sus “permitidos”. En este sentido, Winograd, Julian Loyola y Jonathan Kleiman (guionistas) se encargan de resaltar las figuras de Liz Solari y Benjamín Vicuña como seres frívolos y muy alejados de una realidad cotidiana. Esto es clave ya que de lo contrario el concepto del film no funcionaria, sólo estaríamos viendo un montón de gente famosa teniendo sexo con otro montón de gente famosa. Salvo, claro, el caso de Piroyansky, el personaje pseudo nerd/hipster del cuál el film adscribe y juega con la imposibilidad de que esté en una relación con Liz Solari. Sin mensaje por favor: El guión a cargo de Loyola y Jonathan Kleiman no busca anquilosarse en el comedia romántica clásica sino que apela a un humor menos apologético y más absurdo que se adecua muy bien al tono y a los personajes construidos. Es así que tenemos chistes sobre zoofilia o sexo anal en la tercera edad bien integrados a la trama sin una búsqueda de impactar solo porque es “zarpado”. Estos momentos, bien escritos y dirigidos, junto a un argumento simple y fácil de seguir generan un ritmo ligero en los dos primeros actos. Para el acto final hay demasiado hincapié en el absurdo y el desenlace termina siendo un divague que poco tiene que ver con el argumento anticipado en la primera hora. No obstante, éste no es el peor desacierto de la cinta sino la insistencia innecesaria de subrayar una especie de moraleja sobre la utilización de la imagen y el cuerpo para fines comerciales. No porque no haya un punto válido sobre esa temática, sino porque es tremendamente contradictorio con una película donde solo vemos gente linda frecuentando y utilizando los productos que financiaron la producción. Es realmente llamativo la cantidad de chivos que metieron (comparable a una producción de Michael Bay), y uno entiende las dificultades económicas para financiar un proyecto de este calibre pero es intolerable si el mensaje es “anti-publicidad” o “anti-objetualización de la mujer”. Y no se queda ahí, sino que los “antagonistas” son pobres, cantan cumbia o tienen sobrepeso. Una lástima siendo que estos soliloquios y mensajes políticamente correctos solo ocupan un breve fragmento del metraje y no parecen ir de la mano con el espiritu y el humor de la película. Conclusión: Pese a algunos desaciertos y una dosis innecesaria de moralina, Permitidos es una comedia entretenida con buenas perfomances y algunos muy buenos chistes.
El problema de las fantasías. Ambientada en una Buenos Aires for export, donde todo luce tan prolijo y aséptico que podría ser cualquier ciudad, Permitidos, quinta comedia al hilo del director Ariel Winograd en diez años, cuenta la historia de una joven pareja de clase media acomodada que se ve obligada a superar la prueba más difícil a la que siempre está expuesto el amor: la de la fantasía. Camila y Mateo se acaban de mudar juntos y parecen ser una de esas parejas sólidas que disfrutan de la mutua compañía. Hasta que durante una cena con amigos, después de ir al cine, surge el tema de los “permitidos”. Esto es, aquellos famosos inalcanzables con los que cada uno fantasea y le permitiría al otro tener una noche de placer sin que la consumación represente infidelidad ni merezca reproche alguno. Por supuesto, basta con que el informal acuerdo sea verbalizado para que la fatalidad intervenga, permitiendo que Mateo conozca a su estrella de cine favorita y, lejos de las falsas superaciones, termine ardiendo Troya. La gracia inicial de Permitidos se sostiene sobre todo en la verosímil cotidianeidad de clase media que construyen entre sus dos protagonistas, la ascendente figura televisiva Lali Espósito y el cada vez más sólido Martín Piroyansky. La química entre ambos permite que su relación se desarrolle con plácida ligereza cuando la pareja atraviesa sus mejores momentos, pero que cobre un peso y una energía furiosa cuando la cosa empieza a correr barranca abajo. Paralelamente, la película consigue redondear un inicio entretenido, alcanzando el clímax durante la primera mitad del segundo acto, cuando se desarrolla el comienzo del enfrentamiento entre Camila y Mateo, para ir perdiendo peso a medida que las situaciones desatadas se van resolviendo menos atentas a la gracia que al respeto por ciertas predecibles convenciones. Aun así Winograd luce sólido en su labor en el terreno de la comedia, redondeando un producto aceptable. Por su parte, Espósito se muestra encantadora en el rol de chica de palabrota fácil y armas tomar, aunque aún debe controlar ciertos excesos. Comentario aparte merece la labor de Piroyansky, en cuya figura farsesca se sostiene gran parte del andamiaje de Permitidos. Aunque se ha demostrado capaz de rendir en cualquier género, de un tiempo a esta parte consiguió construirse a sí mismo como un referente de la comedia nacional, llegando incluso a dirigir su propia película, Voley (2014). Actor fetiche de Winograd (formó parte de los elencos de todas sus películas), en cuya filmografía se puede constatar su evolución, pasando de componer al mejor personaje secundario de Mi primera boda (2011), a consolidarse aquí como protagonista y un comediante ineludible del cine argentino.
Crítica emitida por radio.
Publicada en edición impresa.
En Permitidos, Camila y Mateo son novios. Una noche, cenando con una pareja amiga, surge el tema de la infidelidad y cada uno menciona un elegido famoso (imposible) con quien tendría permiso para una noche de amor. Días más tarde, accidentalmente, Mateo conoce a su permitida, una bella actriz. A partir de este hecho fortuito se desencadena una larga serie de desopilantes complicaciones que impedirán que Mateo y Camila vuelvan a estar juntos. La comedia de Ariel Winograd cuenta con varios puntos a favor, el principal, la pareja protagonista: Lali Esposito que es puro carisma y luminosidad y Martín Piroyansky cuya gestualidad y tonos son fundamentales para los momentos de mayor humor. Otro gran acierto es la calidad de los actores de reparto, bien delineados y cada uno con su momento de lucimiento. El guión, que tiene bases clásicas arranca potente y se desinfla en el último acto, en donde el desenlace resulta abrupto y poco creíble. Por lo demás, Permitidos es una comedia destinada al gran público, que vale la pena ver.
Así como en Hollywood existe la llamada Nueva Comedia Americana, en Argentina se viene gestando de a poco la Nueva Comedia Argentina, un grupo de películas de las cuales la filmografía de Ariel Winograd es un evidente destacado. Mi primera boda, Vino para robar y Sin Hijos son los últimos logros de este director que apuesta por cambiar, con cada nuevo proyecto, caminos bastante transitados en el género local. Permitidos es su film más ambicioso hasta ahora, el más cercano a una comedia norteamericana hecha y derecha y, aunque las comparaciones son odiosas, no deja de sentirse como una traducción local de algo que se vería con actores de élite en los países del norte. Como idea y como producto, Permitidos debería funcionar a las mil maravillas. Una joven pareja -Martin Piroyanksy y Lali Espósito- vive un idilio amoroso y parecen ser tal para cual con una convivencia absolutamente entrañable. Pero luego de una noche con amigos, y en plena discusión de las cualidades interpretativas de la actriz y modelo Zoe del Río -una hermosa y totalmente en personaje Liz Solari-, se escapa la palabra permitido: una licencia con cierta persona inalcanzable. Minutos después de la explicación, lo inesperado sucede y una serie de enredos dispara la trama hacia adelante. Con una pizca de Nothing Hill y mucha picardía nacional, el guión de Julián Loyola y Gabriel Korenfeld arroja a dos personas comunes a la vorágine de la socialité artística local, que nada tiene que envidiarle a otros medios. La bajada de línea y la satirización de las estrellas que tenemos es sublime, y cada capricho y modismo resalta mucho y ayuda a dinamizar el concepto narrativo que llegado al tercer acto deviene en situaciones muy forzadas y poco graciosas. Piroyansky ya directamente filma sin esfuerzo el papel de despistado que tanta fama le generó. Es nuestro Seth Rogen y los zapatos le encajan perfectos. El foco de la tormenta en este caso es el gran protagónico en la pantalla grande de Espósito, abonada a las comedias televisivas y un furor musical entre sus fanáticas. Permitidos la ayuda a alejarse un poco de esa figura angelical y picarona que siempre tuvo, para entrar a un nuevo nivel de su carrera. Piensen en el traspaso que tuvo Miley Cyrus y sabrán por donde viene su evolución. Aunque tiene carisma de sobra y es una loable comediante, Lali solo sobresale cuando la historia la empuja a su lado más histérico, sacada de sí misma, y es en esos momentos en donde realmente brilla. Por el lado de los permitidos famosos, Solari se presta por completo a la parodia que es su actriz, mientras que lo mismo hace Benjamín Vicuña con su armónico e hilarante Joaquín Campos. El combo que promete Permitidos sobresale de a ratos, cuando no está atado a limitaciones del género. Los guionistas han visto muchas comedias americanas y adaptaron muchos chistes de allá, pero dándoles sabor local. A veces funciona y otras son muy forzados, lo que le quita autenticidad a la película terminada. Eso y que tiene graves problemas para cerrar la trama, cuyo foco narrativo se va por la tangente hasta extremos insospechados. Pero ello no quita que sea disfrutable de a ratos, en dosis justas, antes de desplomarse por el peso de las decisiones que la historia les hace tomar a sus protagonistas.
ESTADO DE SITUACION La discreta comedia que es Permitidos funciona, esencialmente, para realizar un diagnóstico de buena parte del sector más industrial, masivo y hasta televisivo del cine argentino actual, que venía consolidando su hegemonía en la difusión, distribución y recaudación de manera avasallante en los últimos años del kirchnerismo (demostrando que todo eso de la pluralidad, la diversidad de voces y la lucha contra los monopolios era para la tribuna de aplaudidores) y que en estos primeros meses del macrismo ha encontrado un socio fenomenal en la gestión del INCAA, presidida por Alejandro Cacetta (quien no tiene muchos problemas en colocarse como socio productor de este proyecto, en una clara incompatibilidad de funciones con su labor pública). Lo que se aprecia es una acumulación de rasgos cada vez más consolidados, lo cual en este caso no es particularmente auspicioso. Rasgo 1: al igual que con Sin hijos, el director Ariel Winograd vuelve a quedarse llamativamente atado a la premisa que dispara el relato. En este caso, una pareja, Mateo (Martín Piroyanski) y Camila (Lali Espósito) que está en un momento ideal, a punto de mudarse, que una noche tienen una cena con otra pareja amiga, donde surge el tema de los “permitidos”, de ese famoso con el que podrían tener una noche de pasión sin que fuera considerado una infidelidad. Obviamente, sucede lo (in)esperado: Mateo se cruza de casualidad con su permitida y ahí comienzan a sucederse los malentendidos, enredos, mentiras y más malentendidos. El problema no es que haya una premisa, porque todo relato cinematográfico en mayor o menor medida la necesita. El inconveniente pasa porque lo único que queda es ese disparador, con una narración errante que no termina de configurar un mundo, una historia sólida y un conjunto de personajes que realicen un camino coherente. Es cuando menos llamativa la dispersión del film, cómo amaga con ser una comedia de rematrimonio, para luego separar de manera abismal las líneas narrativas de sus dos personajes centrales y finalmente juntarlos a las apuradas en los últimos minutos. Al igual que Dos más dos o Me casé con un boludo, Permitidos sabe cuál es el concepto desde el cual partir, pero no tiene claro cómo resolver ese conflicto inicial. Rasgo 2: Permitidos es, a pesar de la estructura dual que se podría entrever en su esquema narrativo, un film de capocómico, o más bien, capocómica, porque la mayoría del peso cómico termina recayendo en Espósito, con un Piroyanski muy apagado a partir de un personaje con unos cuantos rasgos ingratos. La comicidad que se construye, sumamente dependiente de lo que puede dar la estrella, es, al igual que en los films de Suar o Carnevale, primariamente televisiva: la puesta en escena de Winograd no parece ser capaz de desarrollar lo humorístico a partir del movimiento, el montaje o un transcurrir de lo temporal, con lo que se limita a dejar estática la cámara para que Espósito dé lo mejor de sí misma. Y hay que reconocerle a la actriz que brinda unos cuantos momentos donde la fragilidad puede dar rápidamente paso a la furia incontenible, otorgándole una pátina de sinceridad avasallante y a la vez definitivamente graciosa. Pero son sólo eso: momentos, pequeñas instancias donde se intuye que había materia prima actoral para algo mucho más potable y complejo. Escenas como la del karaoke o la de la catarsis frente al cartel de publicidad muestran posibilidades y hasta logros desde lo actoral, pero grandes límites desde la dirección y el guión. Rasgo 3: ya hemos hablado otras veces de los universos morales que han sabido construir directores como Juan Taratuto, Juan José Campanella o Carnevale. Son mundos repletos de personajes incoherentes, que toman decisiones cuando menos problemáticas, de las que es difícil volver, pero de las que las narraciones nunca se hacen cargo, porque lo que importa es llegar al final, de la manera que sea, sin importar los costos, como si fuera gratis engañar, mentir o manipular. Y no, no es gratis. En Permitidos no se llega a los extremos antes mencionados: el personaje de Camila, con sus idas y vueltas, con sus altas y bajas, no deja de tener un mínimo refugio moral del cual agarrarse, un hacerse cargo de ciertas acciones justo antes de caer al precipicio. Ahora, lo de Mateo es, cuando menos, difícil de justificar, en especial un gesto hacia su mejor amigo y compañero de laburo que ni al Campanella de Luna de Avellaneda se le hubiera ocurrido. De eso, querido Mateo, no se vuelve tan fácil… Rasgo 4: si películas nacionales como Corazón de León son una apología extrema del universo de las clases altas, con una fascinación y regodeo digno de mejores causas, Permitidos es otra vuelta por ese mundo inalcanzable para la mayoría de nosotros, pobres seres ordinarios, aunque con una pequeña vuelta de tuerca: el relato va desplegando, de forma cuando menos desordenada, una visión crítica y ácida sobre lo efímero de la fama, los enunciados publicitarios y televisivos, los dobles discursos de los famosos y las fantasías que se construyen desde ciertos imaginarios, particularmente en las redes sociales. Hay, es innegable, una mirada más inteligente que en Me casé con una boludo, pero aún así no deja de ser limitada y superficial, porque son meros apuntes metidos forzadamente en el medio de una película que quiere contar demasiadas cosas al mismo tiempo, que siempre ocurren dentro de un contexto donde el lujo y la riqueza son la norma imperante. ¿Desde qué lugar se habla entonces? ¿Con qué voces y rostros? Esos problemas Permitidos no los termina de resolver. Rasgo 5: hablábamos de voces, rostros y de mundos, lo que da para preguntarse lo siguiente: ¿qué mundo es el que muestra Permitidos? ¿Qué voces y rostros lo habitan? Difícil saberlo, porque en el film no hay personajes, sino apenas esbozos de estereotipos, y el universo que ocupan es pura cáscara. No hay un pasado o un futuro claro para los protagonistas, apenas un presente efímero y una sucesión de acciones y conflictos que la película se encarga de forzar, haciendo avanzar el relato a los tropezones, contando con un puñado de secuencias decentes. Tampoco hay personajes de reparto que sean capaces de insinuar un mundo más amplio; apenas figuras decorativas que son manipuladas en pos de los designios de la trama, como el de Liz Solari, que nunca queda claro si es una tonta egoísta o una pobre mina que necesita urgentemente un hombre cariñoso a su lado. Podemos volver a ver films como Vóley (de Piroyanski) o Vino para robar (de Winograd y con Piroyanski), y darnos cuenta de que están habitados por personajes con diversas capas en sus conductas, que llegaron a las instancias de conflicto por razones válidas y verosímiles, y cuyas existencias nos importan, porque queremos que crezcan, que aprendan, que se quieran, que ganen. ¿Realmente ansiamos que Mateo y Camila vuelvan a estar juntos? ¿Nos importa su destino como pareja? Algunas preguntas es mejor no responderlas… Rasgo 6: seguramente films como Corazón de León, Dos más dos o Me casé con un boludo serían exitosos aún teniendo críticas negativas, pero no se puede dejar de resaltar el rol de acompañamiento que ha pasado a tener un sector mayoritario de la crítica, a diferencia de otras épocas más combativas y menos conformistas. Es un acompañamiento en verdad acrítico, plagado de textos mal escritos, sin sustento para justificar los juicios de valor y donde se realizan asociaciones con exponentes del cine clásico con total arbitrariedad, básicamente porque queda fenómeno acumular referencias. No se trata de una cuestión de gustos: es que no hay reflexión -aún en clave positiva- sobre los aspectos narrativos, genéricos y estéticos, sólo una catarata de elogios. Permitidos continúa esa saga donde la crítica argentina lo que menos hace es proponer nuevas lecturas y aproximaciones. Así, el que se consolida como el cine nacional y definitivamente popular se muestra cada vez empobrecido, y la crítica argentina no se queda atrás.
Permitidos: una comedia sobre la guerra de los sexos Con Cara de queso, Mi primera boda, Vino para robar y Sin hijos, Ariel Winograd se ha convertido en uno de los directores argentinos más prolíficos y dúctiles dentro de un género a la vez tan difícil y popular como el de la comedia. Con Permitidos -su cuarta película en cinco años- se arriesga bastante más que en sus trabajos anteriores con resultados no siempre convincentes, pero con múltiples hallazgos que se agradecen. En principio, hay que indicar que Permitidos tiene conflictos, situaciones, personajes y diálogos más extremos y provocadores que sus films previos. Así, cuando la película funciona lo hace en un terreno mucho más audaz y disfrutable. Pero, al ser un poco menos sólida, menos clásica, menos contenida que, por ejemplo, Sin hijos, sus desajustes, sus lagunas, sus resoluciones por momentos forzadas también se notan más. Construida al servicio del histrionismo de Lali Espósito , una multifacética estrella juvenil con pocos antecedentes en el cine, pero con facilidad para desenvolverse con naturalidad (hasta se "permite" cantar un bolero totalmente descontrolada en una lograda escena de karaoke), y de la torpeza querible de ese habitual antihéroe que es Martín Piroyansky (a esta altura un auténtico álter ego de Winograd), Permitidos es una película "de concepto" (excelente para el marketing) con varios pasajes de brillo en el ámbito del humor físico y verbal, pero que deja también cierta sensación de insatisfacción por sus desniveles y un desenlace que no está a la altura. Camila (Espósito), una abogada que trabaja en el estudio de su padre, y Mateo (Piroyansky) son novios ("llevan 8000 años juntos", exageran quienes los conocen, aunque llevan "sólo" ocho) y han empezado a convivir. Una noche, durante una cena con una pareja de amigos (Gastón Cocchiarale y Anita Pauls), surge el tema de los "permitidos", que consiste en contar con el permiso del otro para tener una aventura fugaz con alguien famoso, inalcanzable. Fantasía imposible hasta que... resulta posible. Mateo conoce de manera fortuita a la modelo del momento, Zoe del Río (Liz Solari), y hasta termina pareciéndole un héroe a ella. Unos coqueteos, alguna foto provocadora y las redes sociales (de fuerte presencia y uso algo torpe en la trama) se encargarán del resto. El protagonista se convertirá en un "mediático" felicitado por otros hombres (incluidos su jefe y compañeros en la agencia de publicidad donde trabaja) y odiado por muchas mujeres, Camila incluida, por supuesto. Así, en medio de esta suerte de guerra de los sexos, la joven herida en su orgullo iniciará una campaña personal que incluirá desde apariciones en talk-shows televisivos hasta un intento de seducir a su propio permitido, Joaquín Campos (Benjamín Vicuña). Hasta aquí el planteo central de un film con múltiples connotaciones sexuales y un lenguaje bastante cargado de insultos que remiten más a la Nueva Comedia Americana (Piroyansky podría ser una versión local de Seth Rogen) que a la que habitualmente se ve en la Argentina. Cuando aparecen personajes más extremos (como la desquiciada líder de un club de fan que interpreta Maruja Bustamante) la película gana en irreverencia y negrura. Cuando transita por carriles previsibles, termina siendo una comedia romántica de rematrimonio más complaciente y tranquilizadora.
El cineasta Ariel Winograd (“Sin hijos”, “Mi primera boda”, “Vino para robar”) vuelve a convocar a Martín Piroyansky; en esta ocasión como protagonista junto con Lali Espósito, que tiene carisma y suele complacer a sus fans. Esta es una clásica comedia de enredos, de amores y desencuentros. Contiene mucho humor y es ideal para los seguidores de gran parte de este elenco convocante. Resulta rápida, picaresca y fresca, el problema está cuando algo poco probable se puede hacer realidad y se pone a prueba. Uno de los inconvenientes que tiene el film radica en que llegando al final no logra sostenerse y se hace repetitivo.
Se estrena Permitidos, la nueva comedia de Ariel Winograd, que confirma su precisión para manejar el timing humorístico apoyado por un elenco bien aprovechado y un guión sólido. Hacer reír es más difícil que hacer llorar, reza un refrán popular en el universo artístico. La comedia es un género bastante previsible que se deja llevar muchas veces por fórmulas reiterativas. Desde los orígenes del cine este género ha sufrido de innumerables ataques por parte de los críticos más snobistas. Hasta que por supuesto, llegaron Lubitsch, Wilder, Edwards, Woody Allen y Mel Brooks, entre otros, y ha ganado mayor respeto. Pero hoy en día se hace cada vez más difícil hacer reir sin caer en el humor grosero, en el subrayado, en el final sentimentaloide que, incluso, no pocas veces deriva en innecesarios golpes bajos. El cine argentino comercial se divide entre el humor burdo y televisivo, filmado a las apuradas con estrellitas parodiando lo mismo que hacen en la caja boba, o la comedia más sentimental, que cae en todas las trampas emotivas, y aun peor, también se tropieza con un formato audiovisual televisivo. Sin embargo, hace ya varios años, un realizador consigue evadir todas estas trampas, sin perder de vista la masividad del producto. Ariel Winograd ha construido su filmografía en base a figuras, explotando su fisic du rol, pero principalmente con buenas historias, buenos guiones, que no solamente se nutren de estructuras narrativas sólidas, con algunos puntos de giro sorpresivos, sino también son inteligentes y permiten al realizador mantener un ritmo fluido, el timing humorístico constante, y explotar los recursos cinematográficos para construir una puesta en escena cinematográfica, disfrutable, tanto por la empatía que se genera con el espectador, como por la colorida estética audiovisual. Winograd es un perfeccionista de los encuadres, del sonido, de los colores, de los movimientos de cámara y tiene el perfil bajo para mantenerse invisible, no presumir de dicho talento para narrar, principalmente, con imágenes, como los grandes maestros de la edad dorada de Hollywood. Porque si Mi primera boda remitía a la clásica comedia de enredos de los años ´50, Permitidos es una sátira de los fines de los ´60 y principios de los ´70, un poco más picaresca, pero elegante a su forma, respetando una fórmula completamente absurda de principio a fin. El verosímil pende de un hilo, y este, es un código que queda claro desde la secuencia de títulos, porque de la utopía del conflicto –un chico común que con un golpe de suerte se “levanta” una actriz y modelo- se abre un abanico de situaciones cada vez más ridículas, que transforman el film en una obra completamente imprevisible. Pero esto proviene del ingenio del guión. No solamente es la intuición de un realizador talentoso, capaz de crear un universo propio alrededor de los personajes. Cada detalle en Permitidos suma, y esa atención sobre cada personaje secundario, sobre las diversas subtramas que se van acumulando, en vez de saturar encuentran un equilibrio hacia el humor más efectivo. Winograd sostiene el tono durante casi dos horas. Ni Judd Apatow y la Nueva Comedia Americana, influencia contemporánea directa de este film, logran que sus películas tengan una fórmula pura sin caer en alguna reflexión sentimental. Por el contrario, Winograd regresa al cinismo que lo caracterizó en su obra de culto, Cara de queso, y apunta sus dardos al mundo de la fama, al cholulismo, a la exposición de la imagen mediática, a la explotación de la imagen como producto de comercialización. Es irónico que un realizador con vasta experiencia en publicidad decida realizar un largometraje que critique el universo publicitario. Pero el director es sútil, y esconde sus objetivos debajo de la narración para que el tema no tome protagonismo sobre los personajes. Y acierta. Repleta de gags, la autoparodia se transforma en un gran vehículo para que el elenco se destaque. No solamente consigue notables interpretaciones de la pareja protagónica, Martín Piroyanski –que al fin logra ser el principal de una película del director- y Lali Espósito –explotando su histrionismo y demostrando que tiene un talento innato para la comedia- sino también todos los secundarios sorprenden en sus breves instantes para burlarse de su propia fama o estereotipo, desde Liz Solari, Benjamín Vicuña –definitivamente su mejor actuación- Maruja Bustamante o Guillermo Arengo hasta Gastón Cocchariale, Abel Ayala, Miriam Odorico y Ariel Pérez de María, haciendo un especial apartado para Pablo Rago, que se devora cada minuto en pantalla.
Predictable local romantic comedy Permitidos tackles proven formula and falls flat Points: 5 Camila (Lali Espósito) and Mateo (Martín Piroyansky) have been a happy couple for many years. They live together and enjoy every minute of it. In fact, they seem to have been made for each other. One night, while having dinner with another couple, they talk about their fantasies, about affairs they would like to have. You know, the so-called “allowance” or “free-passes”: famous actors, actresses, gorgeous models, and so on, that a regular person could fulfil their fantasy with, if given the chance, without counting it as cheating. After all, it would be just one exception with someone who’s nearly impossible to hook up with. That is until Mateo accidentally runs into his ideal woman, Zoe del Rio, a famous and beautiful model. What happens is that a thief tries to snatch her bag, and Mateo prevents the robbery and gives Zoe her bag back. Believe or not, Zoe is instantly drawn to Mateo, so they exchange phone numbers and agree to meet later on — without Camila knowing, of course. That triggers an unfortunate chain of events and, because of infidelity, love will be at stake. Such is the stuff that the latest film by Ariel Winograd (Mi primera boda, Vino para robar, Sin hijos) is made of. Structurally speaking, his new romantic comedy is well narrated to a certain point. Then again, it’s not that difficult to tackle an already known and proven formula. So the challenge is in getting it right. Which Permitidos doesn’t do because it has its good share of flaws. We’re talking about a considerable lack of originality in character design, a high degree of implausibility on many levels, uninspired gags that go for easy laughs, rehearsed performances that never come fully alive, and an overall sense of predictability — and not in a good way. It’s generic stuff, and as such it’s meant to follow established conventions, but they have to be very well executed as to achieve a good effect. Even Piroyanski, who’s quite a resourceful actor, is often little credible — though he has some good moments as well. Espósito is perhaps more convincing, but only from time from time too. As for the chemistry between them, there’s no problem to be found there. The problem is that, as the film unfolds, most of the situations and vicissitudes the characters undergo get more and more farfetched, even for the film’s own logic. Let alone a conservative, somewhat moralizing attitude toward infidelity, but maybe that’s not to be taken too seriously. As for the cinematography and the editing, they are merely correct, whereas the bland musical score is frankly off-putting. Permitidos is mainstream fare and so you shouldn’t expect it to be an innovative auteur work. But even mainstream fare does get a lot better than this. Production notes Permitidos (Argentina, 2016). Directed by Ariel Winograd. Written by Julián Loyola and Gabriel Korenfield. With Lali Espósito, Martin Piroyansky, Liz Solari, Benjamín Vicuña. Cinematography: Félxi “Chango” Monti. Running time: 107 minutes. @pablsuarez
Una pareja con química La nueva comedia de Ariel Winograd es la más graciosa de sus películas, una screwball no común en Argentina. Brillan Piroyansky y Lali Espósito. Ariel Winograd siempre se movió dentro de los límites de la comedia, pero esos límites son tan amplios como el mundo. Desde el coming of age de Cara de queso hasta la comedia romántica más blanca de Sin hijos, pasando por el policial de Vino para robar, Winograd bebe del manantial inacabable de la comedia americana para contar historias de acá. Entre sus virtudes se destaca su trabajo con los actores. Desde la elección -o descubrimiento- hasta el timing para los diálogos y la química, cosas fundamentales para la comedia. Y digo descubrimiento porque fue en Cara de queso -su ópera prima- donde debutaron Martín Piroyansky, Martina Juncadella e Inés Efrón, hoy nombres ya reconocidos. Permitidos es quizás su película más graciosa porque se inscribe en eso que se llamó screwball comedy, una variante más surreal y disparatada de la comedia romántica en la que el acento está puesto más en lo cómico que en lo romántico. Probablemente se hablará hasta el cansancio de Carlos Schlieper, el exponente argentino más importante del screwball, y lo que demuestra eso es que hay que remontarse a los años ‘40 para encontrar algo siquiera parecido a Permitidos en nuestro país. Acá las comedias siempre fueron comedias románticas clásicas u otra cosa totalmente distinta, más virada a lo bizarro, policial o clase B. Camila (Lali Espósito) y Mateo (Piroyansky) son una pareja de veinteañeros simpáticos que se aman y se divierten juntos. Un incidente callejero pone a Mateo frente a la bella y aparentemente inalcanzable actriz Zoe del Río (Liz Solari), que para su sorpresa lo invita al rodaje de una publicidad y después a una fiesta y después a su casa. Mateo ama a su novia, pero Zoe del Río es su “permitido”: su personaje famoso con quien su novia le permite tener sexo si se le presenta la improbable oportunidad. La historia avanza por carriles cada vez más disparatados, que incluyen redes sociales -bien utilizado el recurso, cosa no tan común-, programas de televisión, ironías sobre el show business y hasta elementos de policial, aunque el germen de la comedia romántica -porque las screwball pertenecen, después de todo, a ese género- permanece inalterable: el deseo del espectador de que los protagonistas terminen juntos. Esto funciona particularmente gracias a la química entre Piroyansky y Espósito. De Piroyansky no sorprende su efectividad -acá en un plan más parecido al de su película Voley que al comic relief de las otras de Winograd- pero Lali Espósito merece un párrafo aparte. Su talento para la comedia es impresionante y va más allá de su carisma. Es una gran actriz. Putea gracioso, se banca un monólogo y aunque es linda puede no hacer de “la linda” (acá eso está reservado a Liz Solari, que también actúa muy bien). En la dupla con Piroyansky uno imaginaría que el gracioso es él y la “centrada” es ella, pero acá es casi al revés. (Casi, porque centrado no es ninguno, esto es una screwball.) Mérito de Lali Espósito, del guión y de Winograd que vio en ella la pasta y supo sacarle el jugo.
Las comedias argentinas industriales de los últimos años tienen todas un mérito ineludible. Hay alguien (el guionista, el director, el productor) a quien se le ocurre una idea tan redonda como vendible, una especie de apuesta segura al éxito que va más allá de lo que después se filme. Pasó con ME CASE CON UN BOLUDO –cuyo título, nos guste o no, se vende solo– y también sucede con PERMITIDOS, la nueva comedia de Ariel Winograd, que juega con la idea de los famosos inalcanzables con los que los miembros de una pareja se permiten fantasear sin que la concreción de ese deseo sea tomado como infidelidad. El motor, el “gancho”, en cada caso es tan sólido y potente que las películas arrancan a toda velocidad, impactando de lleno en cada giro narrativo. El problema aparece luego, promediando ambos filmes, cuando la idea en sí debe dar paso a otra cosa y el asunto entra en un terreno más pantanoso. Aquí el sueño imposible de conocer a un “permitido” sucede y eso desata la acción del filme. Camila y Mateo son una pareja que se lleva muy bien, comparten un similar sentido del humor y están a punto de mudarse juntos tras ocho años de noviazgo. En una charla con amigos surge el tema en cuestión y cada uno dice cuál es el famoso con el cual soñarían tener al menos una noche de placer “permitida” por el otro. Pero no se imaginan que muy poco después de eso, Mateo se topará (literalmente) con Zoe del Río (Liz Solari), una diva del cine y la publicidad nacional a quien salva de un robo callejero y se ve involucrado en su mundo ya que, por motivos no del todo claros, ella está fascinada con él. Tarde o temprano Camila se enterará del asunto y allí comenzará la segunda parte de esta trama que, en más de un sentido, tiene similitudes con la de Adrián Suar en lo que respecta a los engaños, trampas y venganzas cruzadas entre miembros de una pareja, con el mundo del espectáculo y los famosos como fondo. Comedias de rematrimonio ambas –calificación que les cabe por su estructura narrativa–, las películas se centrarán en ver si las parejas pueden salvarse tras los desaciertos, errores y dislates que irán cometiendo sus miembros. PERMITIDOS, decíamos, tiene un gran arranque. Lali Espósito tiene una energía y espontaneidad contagiosa, lo que le da a la comedia un toque muy humano y vital. Y Martín Piroyansky ya es un especialista en esta suerte de personajes “woodyallenescos” en los que la confusión y la culpa se mezclan con el humor y el entusiasmo de un tipo que no puede creer la suerte que tiene: tener que decidirse entre Lali Espósito y Liz Solari, digamos… Gracias a su conquista, Mateo se hará famoso y poco después le tocará a ella su parte en el asunto de los “permitidos”, con Joaquín Campos (Benjamín Vicuña), un pretencioso actor, como su partenaire. La película de Winograd (cuyo mejor y más sólido filme para mí sigue siendo VINO PARA ROBAR) comienza a morderse un poco su propia cola promediando el relato, sin encontrar una forma demasiado creíble o convincente de rearmar y cerrar las puertas abiertas de la trama. En todo momento surgen situaciones humorísticas imprevisibles (tanto Piroyansky como Espósito tienen dotes para generar escenas brillantes usando el cuerpo, los gestos y la química entre ambos), pero la trama va derrapando hacia lugares cada vez más improbables y menos interesantes, lo que genera una última media hora un tanto reiterativa. De todos modos, el talento de los protagonistas, su innegable química y la acidez casi brutal de la primera parte convierten a PERMITIDOS en una comedia atractiva que, lamentablemente, va perdiendo fuerza con el correr de los minutos. Es que una gran idea no siempre se transforma mágicamente en un gran guión y la transición entre una cosa y otra parece ser el gran problema de las comedias argentinas que intentan funcionar según el esquema clásico hollywoodense. Eso sí, tal como sucedió con UN NOVIO PARA MI MUJER en su momento, apostaría a que la idea central de PERMITIDOS –la idea, no el guión– está encaminada para ser vendida internacionalmente. Y que, si está dignamente adaptada, funcionará comercialmente aquí, allá y en todas partes…
Risa a puro hashtag Lali Espósito y Martín Piroyansky vuelven a funcionar como dupla en la comedia de Ariel Winograd. Pese a cierta desprolijidad en su último tramo, Permitidos es una comedia desaforada con una mirada aguda sobre la obsesión por la fama. Mucha era la expectativa en torno al nuevo filme de Ariel Winograd, director que creció exponencialmente desde su ópera prima Cara de queso (2006), pasando por la impecable Vino para robar (2013) hasta la simpática Sin hijos (2015). Con Permitidos, Winograd demuestra pisar con absoluta confianza el género cómico. No sólo lo entiende, también lo merodea, lo inspecciona y busca maniobras para que una clásica comedia de enredos conecte problemáticas sociales contemporáneas. Que este malabar salga bien es meritorio. Se parte de una premisa simple: Mateo y Camila son pareja hace ocho años. Charlando con amigos, nace la idea del “permitido”, una celebridad con la que podría concretarse un affaire sin contarlo como infidelidad. Esta anécdota vaga se pone en práctica a través de caprichosos ases del destino. La película funciona como un relojito fosforescente, con chistes naturales y surtidos y una superpoblación de personajes secundarios que son una delicia, como la fan del galán interpretado por Benjamín Vicuña, o un ladrón con ganas de catapultarse con su grupo de cumbia. Esta multiplicidad se entrelaza hábilmente porque cada escena es atravesada por un único vector: los trastornos de la fama, tanto para los que la tienen como para los que la ansían. Allí radica la seducción del filme además de su buen estado cómico; Winograd crea una sátira sobre la cultura mediática, no pierde oportunidad para ironizar sobre los videos virales, las redes sociales, los programas de espectáculos, el arte masivo y elitista, las manías de la farándula y toda esa fauna que la rodea. En su cruzada, el director es acompañado por un elenco inspirado, bajo la misma sintonía y sin miedo a la autoparodia. Esta dupla protagónica ya había trabajado junta en la serie web Tiempo Libre, y acá reivindica su química y credibilidad. Martín Piroyansky posee un don curioso: ser carismáticamente insípido, mientras que Lali Espósito deslumbra transitando cualquier matiz emocional. El timing desquiciado de Permitidos empieza a tartamudear sobre su último acto, condición triste dado los grandes momentos obtenidos. En su urgencia por cerrar el caudal de historias, el filme evapora su imaginación cruel para ajustarse a un manual básico de guion. Así, las conductas de los personajes y las situaciones se ven forzadas para llegar a un clímax con otro registro, como si una película alternativa, más tosca y básica, se incrustase justo en el desenlace. La bajada moral explicitada por uno de sus protagonistas es deserotizante e innecesaria. Aún así, Permitidos amortigua sus dos horas de duración y logra una de las más punzantes críticas al elixir de la fama. Motivo extra para verla: el chiste del hashtag #LaSacadaDelCartel se inmortalizará como el “Filmáme esto, Néstor”, de Relatos Salvajes.
Comedia despareja, zafada, risueña, con poca sustancia argumental y algunos buenos momentos. Empieza bien, sin exageraciones, creíble, movediza y fresca. Pero de a poco entra en un espiral de imposibles que acaban en un final para el olvido. Los actores están bien, aunque adopten un registro exagerado que les quita gracia. Lali Espósito aporta desenfado, pero suele pasarse de rosca con su lenguaje y sus modos. Y Piroyansky, siempre talentoso, a veces subraya demasiado los mohines de esa cara lista para el asombro que parece convocar a la farsa y el desamparo. El filme tiene un buen punto de partida. En una cena con amigos, Camila y Mateo, que hace que están listos para empezar a convivir tras un largo noviazgo, empiezan a jugar con los “permitidos”, una licencia amorosa que consiste en contar con el permiso del otro para tener una aventura fugaz ( o una fantasía) con alguien famoso, inalcanzable. Pero la casualidad hace que Mateo entre en la vida de la gran modelo del momento, que era su “permitido”. Y todo cambia: sus amigos lo envidian, su jefe lo idolatra y Camila lo echa. Y a partir de allí, el despecho, la venganza y lo enredos entran en escena. La historia empieza a sonar forzada y el humor sólo se asienta en el lenguaje de Winograd, demasiado burdo y grosero, muy emparentado con la nueva comedia americana, donde la escatología y el mal gusto han reemplazado al ingenio. Una Buenos Aires cinco estrellas es el telón de fondo a esta viñeta alocada que depende más de las situaciones que de la historia. Permitidos es la cuarta película en cinco años de Ariel Winograd, un hombre que había dado pruebas de sus búsqueda en “Con Cara de queso”, “Mi primera boda”, “Vino para robar” y “Sin hijos”, un humorista con buenas ideas apuntes. Es cierto, a veces payasea demasiado y se apoya más en el efecto ocasional que en sus personajes, pero sin duda viene haciendo un aporte valioso a un género siempre difícil
Permitidos es un producto redondo que está hecho para divertir y lo logra. Tiene una excelente dupla protagonista que pese a lo que uno puede creer previamente por el carisma o popularidad totalmente distinta de uno y de otro, acá están totalmente sincronizados. La película se apoya totalmente en ambos personajes y cada no hace lo suyo muy profesionalmente. Lali Espósito acá simplemente actúa y pone toda su frescura en el personaje, lejos de la imagen que tiene de cantante pop. Tiene momentos sublimes y es una de las encargadas de hacer reír al espectador en distintos momentos. Martín Piroyansky hace lo que mejor sabe hacer, con sus personajes totalmente creíbles y seguramente escritos pensando en el. Pero acá tiene además el toque canchero que es genial. Los actores secundarios están bien, donde Solari cumple con su papel de diva... lo de Vicuña es bien absurdo y dentro del contexto de la realidad del actor es muy gracioso. Muy bueno el poco tiempo que aparece Rago y los amigos de la pareja protagónica. La dirección de Winograd está muy bien y seguramente el clima logrado en la filmación es lo que logra que fluya todo. Es curioso que tiene muchas puteadas pero están bien colocadas y son necesarias a la historia y los personajes de hoy día en nuestra sociedad. Aplaudo los títulos de apertura, pero mucho más los de cierre. Que bueno que se fijen en esos detalles. Lahistoria tiene unos momentos de divague, pero la peli es redonda, dura lo necesario y saca risas en la sala. Permitidos es un muy buena película para disfrutar en pareja o amigos en una sala, sin importar la edad de quienes vayan a verla.
El sueño que es una pesadilla Todo cambia de sentido cuando lo que surgió en una forma fortuita se convierte en realidad. Aquel que se imagine que "Permitidos" sirve para replantearse la libertad sexual en la pareja está minimizando el abanico temático que dispara la última película de Ariel Winograd. Sin ser una obra maestra del séptimo arte, el filme protagonizado por Lali Espósito (Camila) y Martín Piroyansky (Mateo) plantea cómo desde una situación insignificante se puede llegar a algo que cambie radicalmente la vida de una persona y de una pareja. Todo comienza cuando en una charla de amigos alguien plantea cuál sería el "permitido" de cada uno, o sea esa persona tan irresistible e inalcanzable que si te diera el sí, tu novia o novio no tendría derecho a reclamar nada. Mateo afirma que su elegida es Zoe del Río (Liz Solari) y Camila, casi obligada, indicará a Joaquín Santos (Benjamín Vicuña). Todo cambia de sentido cuando lo que surgió en una forma fortuita se convierte en realidad. Planteado como comedia, los protagonistas viven momentos dramáticos cuando quien era el amor de su vida duerme con una estrella. En ese quiebre, Winograd encontrará el hueco para hablar de las miserias de las redes sociales y el universo mediático, del poder de la televisión, de los doctores truchos (impecable rol de Pablo Rago); del fanatismo desmedido de algunos líderes de los clubes de fans; de la extravagancia de los actores y la falta de valores de los que se dicen artistas. Para reírse y charlar de todo esto a la salida del cine.
Una nueva apuesta del director Ariel Winograd en el humor, con una significante diferencia respecto a sus anteriores películas: la renovación generacional del dúo protagonista. En esta oportunidad, Lali Espósito, debutante en el cine, y Martín Piroyansky, ya una cara conocida en varias vertientes del género -incluso dirigió “Voley”, comedia adolescente-. A pesar de ser, por este cambio, una película joven, Winograd se las arregla para hacerla universalmente graciosa y hace reír a todo el mundo. Camila (Lali Espósito) y Mateo (Martín Piroyansky) son una pareja joven que en charla con sus mejores amigos comienzan a hablar de los “Permitidos” de cada uno. El término, que muchas personas recordarán por la lista que hace un personaje en serie norteamericana “Friends”, se argentinizó y hace referencia a un famoso que por su carácter de inalcanzable, es el “permitido” de la persona que lo nombra y un encuentro sexual con aquel objeto de deseo no significa infidelidad, pues la pareja del que nomina, en la suposición de la fantasía, lo acepta. Zoe Del Río (Liz Solari), una hermosa actriz que aparece en todas las películas y campañas publicitarias que existen, es el permitido de Mateo. “Si te da bola Zoe, te aplaudo”, le dice la novia, dando el permiso necesario, sin pensar que el joven, milagrosamente, se cruza con su rubia debilidad y aparenta ser su héroe cuando atropella sin saber a quien resultó ser el ladrón de su cartera. Por ser una figura pública, en los medios y las redes sociales se viralizan las fotos de Mateo como nuevo novio de Zoe, por el torpe ocultamiento que hace el galán a su novia. El punto de inflexión es el orgullo, el ego lastimado de: “¿Cómo hiciste para que te dé bola?”, lo que disparará la pelea entre ambos. En un ambiente en el que la polémica es reina de la televisión, a la despechada la invitan a un programa de espectáculos, tras un video en el que se descarga por la exposición de su ahora enemiga (un descubrimiento de Winograd, Lali insultando en nivel Federico Luppi). Todo se sobredimensiona cada vez más hasta el punto en que los antes enamorados ahora se odian y la aparición del actor amante de los animales Martín Campos (Benjamín Vicuña), como el permitido de Camila, no hará más que complicar las cosas. La comedia se torna íntima en varios puntos. Primero, presentándonos a dos personas comunes y corrientes (igualmente adorables y en un punto odiables al mismo tiempo) contraponiéndolos al mundo de la farándula. El problema del orgullo, el mal manejo de las situaciones, y el complejo de inferioridad, son tomados tan naturalmente que es imposible no empatizar con esos conflictos a nivel humano, más normal que lo que suponemos. En último lugar, los gags no son obras maestras del humor, sino chistes que cualquiera ha hecho o podría hacer, pero en un guión tan llevadero, lejos de ser un defecto es un acierto y permite la carcajada cómodamente. Piroyansky como carta asegurada para la comedia y la grata revelación de Lali (esta chica sabe hacer de todo) y Vicuña haciendo humor, son las bases en las que su director se apoya para entender que es el gran pionero de la nueva comedia argentina.
Ariel Winograd tiene una gran virtud: conoce las reglas del juego que juega, la comedia romántica cinematográfica. Conoce otra cosa, que es la ley de oro del género: lo “vernáculo”, lo “nacional”, lo “idiosincrático” no es ni debe ser el centro, sino apenas el telón de fondo sobre el que se mueve un conflicto universal. Aquí se enfrenta a un dilema moderno: una pareja bien avenida (Martín Piroyanski y Lali Espósito) bromea sobre el “permitido”, ese famoso con el que se tendría sexo sin que la pareja de uno se enoje. La broma va bien hasta que él conoce y tiene la posibilidad de estar con su “permitida”. Hay algo divertido en pintar las contradicciones de la pose “moderna” de la generación de millenials más maduros, hay un buen oído para cómo se habla en estas pampas. Pero respecto de Vino para robar o Sin hijos, hay también una dispersión mayor, un cierto regodeo en la disgreción que hace que la película pierda efectividad. No es grave, pero parece un paso en falso respecto de trabajos anteriores.
Esta producción nacional, intento de comedia de enredos, se pierde a partir de la pobre construcción, por momentos bastante inverosímil, de sus personajes centrales, principalmente el de Mateo (Martin Piroyansky), donde, por su parte, Camila (Lali Esposito) tiene el beneficio de su intérprete, quien parece que puede hacer todo, y todo le sale muy bien. Prestar atención a las escenas de canto y la que se muestra desquiciada frente al afiche de una publicidad. Si bien la estructura en la que intenta sustentarse es clásica, la elección de las posiciones y movimientos de cámara son más que correctos, lo mismo sucede con la dirección de arte y la fotografía, el producto final que en conjunto quedó a medio camino. Lo no creíble, ya sea desde los diálogos vacuos, superfluos, al igual que las situaciones,son casi omnipresentes a lo largo de toda la narración. . Camila y Mateo conforman una pareja que funciona bien, en apariencia. Un día, cenando con amigos, surge el tema de los “permitidos”. Todos nombran un “elegido famoso” con quien podrían tener una noche de amor sin que fuera considerado infidelidad. Y Mateo, insólitamente, conoce a su permitida. Liz Solari y Benjamín Vicuña, los permitidos elegidos, actores famosos, casi representándose a si mismos, delante y detrás de cámara, en la exposición como burla. El director también utiliza el texto para satirizar los espacios televisivos que hacen foco en las vidas de los famosos, la cocina de los mismos queda expuesta bastante rústicamente. Lo mismo sucede con el acercamiento hacia el arte en general, lo que podría haberse realizado con mejor desarrollo y escritura. Nada es demasiado grave y nada es novedoso, hace raíz en infinidad de comedias inglesas, francesas y hollywoodenses, al mismo tiempo que se reconoce su origen argentino. Algunas aperturas y exposición de temas quedan sin desarrollar en demasía, algunos ni cierran y otros terminan siendo explicado verbalmente al final. Es una comedia romántica, buenas actuaciones de los secundarios, en los que el director demuestra su capacidad de dirigir y conocer el tiempo exacto para cada escena, Sólo para pasar el rato, nada que quede en los anales de la cinematografía argentina.
Desde hace varios años, el cine argentino viene experimentando un crecimiento en la calidad de sus producciones; evidente resultado del cambio generacional que nos trae a nuevos directores, nuevos actores y mejoras en el apartado técnico. Sólo basta nombrar películas como El Clan, Abzurdah, La Patota, o Una noche de Amor, para ejemplificar lo variadas que son sus propuestas. Permitidos forma parte de esta modernización que está viviendo la industria cinematográfica local. Dirigida por Ariel Winograd (Vino para Robar) y protagonizada por el genial Martín Piroyansky (Voley, Abril en Nueva York) y la bomba Lali Espósito (Esperanza Mía, Solamente Vos), se trata de una moderna y divertida mirada sobre el mundo de las relaciones sentimentales. Mateo (Piroyansky) y Camila (Lali) son una joven pareja que, tras 8 años de noviazgo, finalmente deciden dar el gran paso e irse a vivir juntos. Durante una salida con amigos, surge el tema de los "Permitidos": aquellas personas famosas (e inaccesibles) con quien podrían pasar una noche romántica sin que se considere como una infidelidad. Bromeando sobre esto, ambos eligen a sus "Permitidos", sin imaginarse que una serie de hechos fortuitos los pondrá a prueba: por una mera casualidad del destino, Mateo conoce a su "Permitida", Zoe del Río (Liz Solari), ambos pegan onda (onda que se quieren dar) y es así como todo se complica. Esta premisa, que resulta bastante simple, le otorga a la cinta el marco ideal para que la pareja protagonista se destaque en lo que mejor saben hacer: comedia. Que no quepa la menor duda: son precisamente ellos, la dupla estelar, los que sobresalen en esta producción. Lali Espósito sencillamente la rompe interpretando roles de comedia; es su mejor faceta y hace años que lo demuestra. No hay que cometer el error de dejarse llevar por el prejuicio de que es "la chica del momento", o porque sea cantante, o porque haya salido de "la escuela" de Cris Morena. Lali es realmente una profesional. Es graciosa, carismática y una excelente puteadora (cualidad que no cualquier actor tiene y que es indispensable en el habla hispana para transmitir cercanía con el público: Lali te putea de lo lindo). ¡Si incluso cuando sobreactúa (algo con lo que juega todo el tiempo) le queda bien! Hay una escena en particular donde sufre un ataque de ira y hace gala de todo su repertorio de habilidades. En definitiva, Lali te hace reír y, de paso, te hipnotiza cada vez que aparece en escena. Por su lado, Martín Piroyansky es otro crack que sabe explotar todas sus cualidades. Utilizando su manera de gesticular, su postura corporal, y sus caras, transmite todo el tiempo lo que la situación y la escena necesitan. Su personaje va a ser parte de las secuencias más divertidas, pero en todo momento (a pesar de lo inverosímil que puede ser el hecho de salir con una celebridad) hace que te sientas identificado con él. Los personajes secundarios también se destacan (aunque en menor medida), sobre todo los "permitidos" Liz Solari y Benjamín Vicuña, ambos una clara una sátira de la excentricidad de los famosos. Entre ambos, el que se impone es Vicuña interpretando a Joaquín Campos, un actor sensible y amante de los animales (los ama literalmente), que resulta ser el permitido de Camila. La historia nos plantea problemas que son comunes a la ruptura de cualquier pareja, como la manera tan dispar de atravesar "el duelo" por parte de hombres y mujeres (y como son vistos por una sociedad machista). Todo mostrado de una manera muy liviana, pero honesta. Winograd nos trae una propuesta simple, divertida (gracias a la actuación de sus protagonistas) y con un ritmo que no deja baches. El problema surge hacia el final, con un tercer acto que resulta ser lo más flojo del film: se produce una situación bastante ridícula, la historia toma un giro absurdo, y todo se vuelve menos creíble y fuera de lugar. No obstante, considerando que se trata de una comedia dirigida a un público joven y popular, estas falencias no son tan importantes. Permitidos no va a dejar ninguna huella en la historia del cine, pero cumple con su función de entretener. Aprovechá para llevar a tu novia, a la chica que te gusta (juntas no en lo posible, aunque suena divertido...), o a tus amig@s al cine; como digo siempre, no hay nada mejor que eso. Y te aseguro que la van a pasar muy bien. VEREDICTO: 7.0 - LALI PARA TODOS Y TODAS Si bien la historia de Permitidos es un tanto zonza, las actuaciones hacen que te olvides de todo. La dupla que hacen Lali Espósito y Martín Piroyanski, y su manera de insultarse mutuamente, es genial. Una lástima que hayan elegido el camino del absurdo, ya que si hubieran optado por explotar un poco más lo complicado de las relaciones, y la manera en que actuamos y somos vistos en la sociedad, seguramente hubiera sido un producto más redondo.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Una escena: Mateo, el protagonista, trabaja en una agencia de publicidad. Cuando sube de puesto, Rama, su amigo, le propone una idea; a Mateo le gusta y le asegura que va a tener éxito con el jefe. Más adelante, Mateo le lleva la idea al jefe y le dice que es suya, ante la mirada atónita de su amigo, que lo observa desconsolado a través de una puerta de vidrio. Pero el relato no había sugerido en ningún momento que Mateo fuera capaz de semejante traición, más bien era al revés: se lo presentaba como amigo leal. El guion tampoco da cuenta de un cambio que justifique ese gesto: parece que hubiera que narrar algo a cualquier costo, algo que exhiba la caída moral del protagonista, y que para eso no se reparara en las reglas del mundo construido; la caída impone una decisión narrativa que quiebra con el orden de la ficción. Permitidos trabaja mayormente así: la película está por encima de los personajes, estos no son más que estrellas ocasionales del espectáculo. A pesar del talento para la comedia que demuestra la dupla de Martín Piroyanski y Lali Espósito (lo de él ya se sabía, lo de ella, no tanto), la mayoría de los chistes dependen menos de sus dotes que de la puesta en escena o del montaje, como la transformación de Mateo en la fiesta a la que lo lleva Zoe del Río, cuando pasa de mostrarse rígido a bailar desaforado en pocos segundos por obra de un corte abrupto y del uso de la cámara lenta. El mismo recurso se utiliza cuando Mateo cree que finalmente puede acostarse con Zoe, pero solo se trata de un sueño: el montaje y el ralenti, además de una mirada a cámara, construyen el chiste. El humor ya no surge de la actuación de Piroyanski, el actor es apenas otro de los materiales con los que la película diseña sus gags. Con Lali Espósito pasa algo similar: la escena en la que Camila enloquece frente a un cartel de Zoe tenía todo para ser un momento cómico fuerte, pero los gritos, las puteadas, la exageración y el barroquismo forzado a los que se somete la actriz le restan efectividad al conjunto; ella sabe que actúa, el público también. En cambio, Espósito demuestra un timing enorme cuando se le permite estaren reposo, como cuando Mateo regresa a su casa sin saber que Camila descubrió su encuentro con Zoe: Espósito habla bajo y con frases cortas, la cámara se limita a encuadrar a la pareja y la comicidad surge de esa economía; cada breve insulto que susurra Camila funciona mucho mejor que la catarata de puteadas de la escena del cartel. La película logra un ritmo muy bueno que se mantiene hasta que la trama empieza a complejizarse: la premisa original, simple pero poderosa, se enreda en las idas y vueltas del guion, que ya no se toma el tiempo necesario para construir y aprovechar cada situación. La entrada a la fundación de Joaquín Campos o la falsa convalecencia de Mateo solamente podrían haber ocupado bastante más tiempo, pero el relato, que se mueve a una velocidad vertiginosa, las utiliza para arrancar uno o dos chistes y pasar a otra cosa. El guion prioriza los sobresaltos narrativos y los personajes parecen arrastrados por un torrente de desencuentros del que ya no pueden salir; la trama avanza y Camila y Mateo quedan reducidos a unos pocos rasgos inteligibles, perdiendo el espesor que habían ido esbozando en la primera mitad. En este sentido, una de las fortalezas iniciales se vuelve un problema cerca del final: Piroyanski y Espósito tienen química, reaccionan muy bien entre sí, el estilo de uno dialoga perfectamente con el del otro y esa reunión representa el gran motor cómico de la película. La separación, aunque se trate de un momento central en la comedia romántica, los aleja demasiado tiempo haciendo que el ritmo se resienta, y los amantes ocasionales (los permitidos en cuestión: Liz Solari y Benjamín Vicuña) no exhiben demasiada carnadura como para tomárselos en serio: Zoe es apenas una farandulera que vive de fiesta en fiesta, y Joaquín no pasa de una sátira sobre los actores comprometidos y que defienden causas. Por otra parte, los personajes secundarios, convención sine qua non de cualquier comedia, prácticamente no importan: ni la pareja amiga de Paula y Rama, ni el papá de Camila acompañan a los protagonistas, apenas si los siguen y aparecen de tanto en tanto para justificar giros narrativos; Piroyanski y Espósito tienen que hacer todo ellos y separados la cosa resulta todavía más difícil (para colmo, se desaprovecha a la madre de Mateo, que tiene una aparición breve pero fulgurante, con unas pocas líneas rápidas intercambiadas con la empleada que están entre lo mejor de toda la película). La escena final certifica un cambio de registro: de la comedia del comienzo, romántica, casi de rematrimonio, se pasa a un grotesco que amontona desordenadamente la parodia (al cine, a otras comedias), la sátira (a la farándula, a los medios) y hasta un comentario sobre las la sociedad y las apariencias, como si la película creyera que no le alcanza con la historia que tiene entre manos y necesitara salir de su relato para hablar sobre el mundo, como si necesitara señalar la artificiosidad de la televisión o la impostación del ambiente del arte contemporáneo y sus festejantes, reírse del estereotipo del médico garca y del pibe chorro (una apuesta incorrecta y arriesgada para el cine argentino). Nada de eso está mal, pero Permitidos se abre a tantos intereses que descuida su punto de partida y a la pareja protagónica; la comedia, un complicado arte del tiempo y la oportunidad, se vuelve poco precisa en medio de ese desorden de ideas, de giros narrativos y de referencias a la actualidad.
Crítica emitida por radio.
Se sabe: la comedia está ahí para que podamos reírnos de lo más espantoso. En este mundo donde se da por sentado que todas las personas normales nos consideramos feas y ante la imposibilidad de coger con estrellas inalcanzables y modélicas, lo hacemos con personas reales como nosotras (es decir feas, o con suerte medianamente lindas), el planteo de Permitidos no disuena: ¿con qué famoso cogerías si pudieras tomarte una licencia de la monogámica fidelidad? Una pareja compuesta por Mateo (Martín Piroyansky) y Camila (Lali Espósito) es la encargada de demostrar el problema, lo destructivo que sería si esa barrera entre mortales y famosos se adelgazara hasta permitir que un chico como Mateo -aquí poniéndole el cuerpo a la idea de incogible al que solo la novia, obnubilada por el amor, se llevaría a la cama- sedujera a una modelo como Zoe del Río (Liz Solari), dueña del raro y preciado atributo que constituye en nuestra cultura el hecho de no tener “un gramo de grasa”. Como lo hizo en Mi primera boda con las comedias de fiestas de casamiento, en Permitidos el director Ariel Winograd (Cara de queso, Vino para robar) sigue a rajatabla el modelo de la comedia norteamericana del tipo Pase libre (2011), aquella película donde Owen Wilson y Jason Sudeikis conseguían que sus esposas les dieran una semana de libertad para tener sexo con quien quisieran sin consecuencias. Pero acá, todo surge de una especie de malentendido: cuando Camila dijo que no le importaba si su novio llegaba a tener relaciones con Zoe del Río, lo hizo solo basada en la certeza de que tal cosa era imposible. La película se apura a explicar la situación en dos o tres escenas iniciales torpes, más interesadas en plantear el juego (algo así como una invitación a salir del cine discutiendo con amigos, “¿Y cuál es tu permitido?”) que en construir un mundo en el que puedan moverse sus personajes. Chistes hay muchos, y algunos son mejores que otros: Lali Espósito es una buena comediante como lo demostró en Esperanza mía, y su escena de gritos frente a una cartel publicitario es realmente buena; Martín Piroyansky tiene un papel más sobrio pero su presencia siempre es efectiva. Liz Solari como la modelo a la que todos quieren coger pero nadie lo hace y Benjamín Vicuña como el permitido de Camila, un actor zen y preocupado por el medio ambiente que recuerda al Hansel de Zoolander, aportan un toque grotesco a ese mundo que para los comunes mortales de la película -es decir aquellos que no salen en la tele- está lleno de brillo pero solo hasta que lo miran más de cerca. Otras subtramas, como la traición de Mateo a su mejor amigo, parecen algo arbitrarias y algunas, como la de la presidenta del club de fans de Joaquín Campos interpretada por Maruja Bustamante que es un punto de delirio más que bienvenido, están directamente desperdiciadas. Es lógico que el cine argentino procese la tradición de la comedia estadounidense porque es lo que más se consume en la actualidad, pero hay modos más originales de hacerlo y ahí están comedias como Voley de Martín Piroyansky o todas las películas de Ana Katz para demostrarlo.
Ariel Winograd, director de “Permitidos”, tiene una vasta e interesante filmografía en su haber, especialmente en el género de la comedia. Habiendo iniciado con un excelente primer corto “100 % lana” y, continuando con largometrajes que sorprendieron gratamente en el manejo del humor y el trabajo preciso del guión, tales como su ópera prima “Cara de queso”, “Mi primera boda”, “Vino para robar” y “Sin hijos”. Teniendo en cuenta este curriculum fílmico, la apuesta por el disfrute de su última película no debía fallar, más aún contando con un dúo protagónico como Lali Espósito y Martín Piroyansky. Sin embargo y a pesar de la frescura y talento de los jóvenes actores, la película cae en lugares comunes, en un guión que abusa de las malas palabras como si pareciera carta segura para la risa del público, en homenajes que bordean la copia (demasiadas similitudes en escenas que refieren a clásicos de la comedia americana e inglesa) y sucede lo peor que puede pasarle a una historia, ser completamente inverosímil, aún sabiéndose ficción. El argumento cuenta sobre Camila y Mateo, una pareja en instancias de comenzar a vivir juntos, completamente enamorados, tiernos el uno con el otro, en el decir y en el hacer, hasta que un hecho externo pareciera destruir así sin más todo ese supuesto amor por el otro. En una salida con una pareja amiga, Rama y Paula (Gastón Cocchiarale y Ana Pauls), luego de ver una película donde ya la crisis de pareja se muestra como adelanto de lo que vamos a ver en nuestros protagonistas, los cuatro amigos charlan sobre una de las actrices en cuestión del film, Liz Solari, y surge el tema de “el permitido“, que ya se había explayado en un genial capítulo de la recordada serie “Friends“, donde uno de sus protagonistas, incluso llegaba a plastificar una lista con sus famosas permitidas, esto funciona así si tu permitido/a accede a tener una relación, no cuenta como infidelidad hacia tu pareja, justamente por estar permitido. Ahora bien, como idea disparador puede funcionar para una comedia liviana que no busca más que entretener. No obstante, desde los títulos ya sabemos que vamos a asistir a algunos absurdos, e incluso a una burla de chiclés de este tipo de comedias. El problema se suscita cuando no se termina de definir la postura del film, e incluso sabiendo del absurdo, se llega a un extremo de situaciones inverosímiles que atentan contra el fluir del relato. En referencia a los actores, todos están correctos, entre ellos destaca Espósito con la espontaneidad que suele tener; en cambio, a Piroyansky lo vemos repetido y sin lucirse. El hecho de un guión algo flojo y rebalsado de cameos y canjes que pueden llegar a darnos la idea de asistir a un gran comercial insertado en una película, termina por dar un resultado muy por debajo de lo que se esperaba de un gran director como lo es Winograd. Por otro lado, el desenlace se ocupa de la crisis de la pareja, cuando Mateo logra conquistar a su permitido y, a su vez, Camila de manera algo torpe y casual, logra lo mismo con Joaquín (un Benjamín Vicuña demasiado ridiculizado). Los estereotipos de la chica excedida en peso como presidenta de un fans club, la inteligencia cool y ficticia de quienes trabajan en agencias de publicidad (ámbito donde trabaja Mateo junto a su amigo Rama), el pibe chorro que es líder de una banda de cumbia son todos puntos que restan en una comedia que no logra su cometido y se excede demasiado en duración de metraje y en segundas líneas de argumento que ralentizan y distraen de la historia principal. Está presente la inspiración del director en la comedia americana, sin embargo teniendo en cuenta todo lo filmado hasta aquí, pareciera que Winograd logra mayor eficacia en un cine más íntimo o personal, de hecho “Cara de queso“ y “Mi primera boda“ tuvieron su origen en situaciones personales del director y, su resultado en calidad de comedia es mucho mayor a la tan esperada Permitidos.
Tocar lo inalcanzable Él es judío, publicista, “cara de batata” (como le dice su suegro) y se mueve en un scooter. Ella es goy, abogada en el estudio de su papá (con vista a la Torre de los Ingleses), anda en auto y parece venir de una familia más pudiente. Él es medio raro y medio loser, y ella querible pero un poco pelotazo (en estas páginas desarrollamos alguna vez el concepto de heroína pelotazo en la comedia romántica estadounidense). Hasta ahí, si estuviésemos unos años atrás, podríamos pensar en una cinta con Ben Stiller y Sandra Bullock. Pero estamos hablando de una cinta argentina y alguno, cuando ve cajas de mudanza al principio, en un clima distendido, se preguntará si lo que viene es la contracara jocosa de “El incendio”, de Juan Schnitman. Y podría ser, al menos en el sentido en que la mudanza es el menor de los problemas. Y ya que estamos, podríamos pensar que es el encuentro del universo judeoporteño que Winograd ya abordó en tono de comedia diez años atrás en “Cara de queso -mi primer ghetto-”, donde inició su colaboración con Martín Piroyansky, y la comedia romántica argenta al estilo Juan Taratuto, a quien le encantaría tener una Lali Espósito en un elenco (el cameo de Liniers parece una sátira de las apariciones en “Me casé con un boludo”). Fantasías Pero vayamos a los bifes. El guión, de Julián Loyola y Gabriel Korenfeld (sobre idea de este último), nos cuenta las desventuras de Mateo Borisonik y Camila Boecci, novios y convivientes desde hace tiempo, enamorados, pero sin meter mucha reflexión sobre el futuro. En una salida de cuatro con Rama (compañero de trabajo de él) y su novia Paula, sale a la luz la fascinación de Mateo por la actriz Zoe del Río. Paula mete el dedo en la llaga y le pregunta si es su permitido. ¿Qué vendría a ser eso? Un famoso tan lejano que de darse la chance de conocerlo e intimar no sería considerado infidelidad. Mateo dice que sí, y que seguro que el de Camila es Joaquín Campos, ese actor fachero que se la pasa ayudando animalitos (una especie de galán bonachón al estilo Facundo Arana, pongámosle). Todo sería parte de la chacota cotidiana... hasta que, sin querer, Mateo termina evitando un robo a Zoe, la conoce y empieza a frecuentarla. Camila explota, y también tendrá, luego de muchas vueltas, la oportunidad de conocer a su permitido. En el medio habrá periodismo de farándula, médicos avivados y especuladores de todo tipo, tratando de sacar alguna tajada entre la televisión basura y la contemporánea circulación viral de las cosas. Ése sería el planteo general, ingenioso y más crítico de la sociedad espectacularizada que “Me casé con un boludo”, por nombrarla de nuevo, ya que la tenemos cerca y la vio bastante gente. Podríamos criticar que llegado determinado momento la línea argumental empieza a ramificarse, complicándose en situaciones y sumando nuevos personajes, pero dentro de todo la suspensión de incredulidad ya se ha generado y el constructo funciona, gracias a la pericia de Winograd, a unos diálogos bastante afilados y a la solvencia del elenco. Chicas bien Cuando decimos elenco debemos decir, ante todo: Mariana Espósito, Lali para todo el mundo. Porque la comedia romántica no funcionaría sin una química especial de la protagonista femenina con su partenaire, con el resto del cast y, fundamentalmente, con el público. Lali enamora porque es bonita (“muy mucho”, dirían los abuelos), pero terrenal: es petisa, de voz arrabalera, y el insulto chabacano le queda bien (es un poco así afuera de la pantalla, por lo que parece). Por eso, puede decir “la puta que te parió” con el ritmo mántrico del Tano Pasman, o la respuesta infantil de “¿Qué foto? La de tu culo y mi choto” como las chicas guarras con las que fuimos a la escuela (y nos gustaban): en síntesis, putea como si fuera la nieta de Luppi, Alterio o Soriano. Y hasta tiene un momento en el que pone el canto al servicio de la escena. Y esa terrenalidad está explotada en el par opuesto que se construye con la Zoe de Liz Solari: la Indiecita explota ese costado de femme fatale inalcanzable de cartel publicitario, capaz de llevar a los hombres a perder la erección de puro perfecta. No la pusieron por histrionismo, así que cumple: verla haciendo twerking en minishort y top brilloso sin corpiño es para la antología. Ya que estamos en el tema, va una crítica sobre el tema vestuario: tal como lo expresara la gran Scarlett Johansson, una escena de sexo con el corpiño puesto es inverosímil... o es poco erótica, dentro y fuera de la pantalla. Galanes y perdedores Del lado masculino, Piroyansky pone todas sus armas al servicio de la faena con bastante éxito, aunque por momentos parece costarle seguirle el ritmo a Lali. O quizás porque está un poco corrido de registro, al trabajar la comedia desde un tono más cercano al del Nuevo Cine Argentino, entre los silencios y la cara de nada (él mismo dirigió un par de cintas en esa tónica). En el caso de Benjamín Vicuña, se aviene a reírse de sí mismo, de su condición de galán, para interpretar a un ídolo careta y vacío atrás de la fachada; como en el caso de Solari, el peso dramático no está en él, pero cumple. Entre los secundarios reporta Gastón Cocchiarale como Rama, el único por debajo de Mateo en la cadena alimentaria, en dupla con Anita Pauls como la veleidosa Paula. También Guillermo Arengo en la piel del padre de Camila, uno de los que quiere colgarse de la fama. Maruja Bustamante tiene sus altos y sus bajos como la fan de Joaquín, debido al exceso de lo que el guión le termina pidiendo a su personaje. Abel Ayala por ahí acepta cierto estereotipo de ladrón que canta cumbia, como El Kun (¿se reirá Sergio Agüero con el apodo?). Pablo Rago tiene sus apariciones como médico chantún, y Chang Sung Kim cumple la función de jefe malo y picaresco de las películas de los Sofovich, como Marcos Zucker en “Departamento compartido”, por poner un ejemplo. En síntesis: una película entretenida, una comedia romántica y bizarra de los tiempos de las redes sociales... y de las careteadas sin tiempo.
Hacer comedia no es cosa fácil. Y menos aún en el cine argentino industrial, donde este género tiene una larga tradición que se divide entre lo clásico y lo fallido. El costumbrismo, ciertas pretensiones de mensaje solemne, y un humor que deambula entre el lugar común y la contención; son algunas de las características más frecuentes de las comedias de factoría nacional. Permitidos viene a refrescar el panorama con una fórmula que si bien no reinventa el asunto, al menos logra sacudir sus convenciones. Al frente de este subidón está Ariel Winograd, director de títulos como Cara de queso, Mi primera boda, Vino para robar y Sin hijos. En los últimos diez años, el realizador ha explorado el territorio de la comedia, adicionando certeras pinceladas de romance y acción. En esta oportunidad, se anima a subir la apuesta de desenfado, dando rienda suelta a una batería de gags desmesurados. El resultado es una película burbujeante de comienzo a fin. Un entretenimiento eficaz que fluye con ritmo sostenido y una lograda química entre sus protagonistas. En lo que va de 2016, el cine nacional ya estrenó al menos dos artefactos cuyo desarrollo no logró superar el escueto disparador propuesto en cada trailer. Uno de esos engrendros se llamó Me casé con un boludo, el otro fue El hilo rojo. Afortunadamente, Permitidos no se agota en su gancho promocional: una pareja que se da el "permitido" de tener un affaire con un objeto de deseo inalcanzable. Mateo (un Martín Piroyansky que se reafirma como el antihéroe más querible del cine argentino actual), está obnubilado con la belleza de la estrella Zoe del Rio (Liz Solari). Mientras que Camila (una Lali Espósito a todo motor carismático y algunos explosivos desbordes), apuesta por el elogiado actor Joaquín Campos (Benjamín Vicuña). Que ambos logren concretar su encuentro con su amor platónico no es el meollo del asunto. Las situaciones más desopilantes de esta comedia pasan por la incontrolable exposición de la vida privada en las redes sociales y los programas de chimentos. Un desliz de infidelidad es algo que toda pareja puede sentarse a charlar, pero la cosa se complica cuando la trifulca queda a merced de la siniestra mirada pública. Ariel Winograd acierta en no contaminar su comedia con mensajes o bajadas de línea, y nos zambulle en la irrefrenable vorágine de situaciones absurdas por las que atraviesan sus personajes. Por el tinte escatológico y exagerado de la mayoría de los gags, se podría decir que Permitidos es heredera del estilo de la Nueva Comedia Americana. Pero no sólo eso. Al atravesar los protagonistas unos cuantos pasajes desmesurados, sobre un trasfondo social caótico; esta película podría tener también una suerte de conexión con el cine de Álex de la Iglesia. Sin llegar a llegar a la genial mixtura de acidez y desmadre del director español, Winograd se las ingenia para redondear una historia juguetona en la que se filtra un suculento combo de frivolidad y miserias. Que esta propuesta no tenga mayores aspiraciones que la de ser un buen divertimento, no significa que estemos hablando de un producto estéticamente descuidado. La dirección de fotografía del talentoso Félix Monti, responsable de la imagen de títulos como Mi primera boda, El secreto de sus ojos, La niña santa y La historia oficial; da en la tecla justa de esa textura entre luminosa y kitsch, que se ha transformado en la quintaesencia de toda película romántica. Por último, ninguna comedia recibe su certificado de gracia si sus personajes secundarios no funcionan. Más allá de los eficaces Solari y Vicuña, también brillan Gastón Cocchiarale y Anita Pauls (interpretando a la pareja amiga de los protagonistas); y por sobre todo, ese huracán llamado Maruja Bustamante (dramaturga, actriz y directora de vasta experiencia teatral), aquí interpretando a Soledad, la fan psicótica del personaje que encarna el galán chileno. Permitidos es mucho más que un vehículo de lucimiento para la figura del momento, Lali Espósito. En su debut protagónico, la princesa pop de la escena nacional vuelve a dar muestra de su potencial e indiscutible carisma. Todavía no cumple 25 años y ya es una estrella, algo que el periodismo vernáculo no está dispuesto a terminar de aceptar. Winograd, Piroyansky y Espósito lo hicieron. La comedia comercial del cine argento se asoma al desenfado. Y a juzgar por el debut en primer lugar de la taquilla, podrá darse el gustito de ir por más. Permitidos / Argentina / 2016 / 106 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Ariel Winograd / Con: Lali Espósito, Martín Piroyansky, Benjamín Vicuña, Liz Solari, Maruja Bustamante, Gastón Cocchiarale, Anita Pauls y Pablo Rago.
Todos hablaron de Permitidos, la película de Ariel Winograd. La inclusión de torbellino Lali Espósito convirtió a esta comedia romántica en un alud de comentarios y de impresiones. Los exegetas se transformaron en críticos y el público, fan del adalid femenino, osado – como todo fan- se volvió mercenario ante cada crítica desfavorable o festivo en las redes sociales si las reseñas adulaban a la ídola de las teens. Voy a admitir que por todo esto que mencioné en el exordio anterior tardé en escribir esta breve, brevísima, opinión sobre la película que muchos han apodado “La Comedia Argentina del año”, mote que considero un tanto sobredimensionado y me ocuparé de esto en los párrafos siguientes. Ariel Winograd es bueno para hacer comedias, defendí en su momento con actitud ferviente Mi Primera Boda, soy de las que arengan que el director anuncie la secuela de su opera prima Cara de queso y finalmente hice una crítica positiva de la GRAN Sin Hijos. Winograd maneja el tiempo del género con una rapidez inusual en las comedias nacionales, y tiene un sentido del humor símil a grandes de la Nueva Comedia Americana (NCA) como Apatow (Virgen a los Cuarenta,Ligeramente embarazada), Todd Phillips (¿Qué pasó ayer?) y Stoler (Forgetting Sarah Marshall,Buenos Vecinos), que influenciados por la gran Saturday Night live, crean películas guarra, con chascarrillos escatológicos, y con un espiritú adolescente tardío (los personajes son los llamados kidults, adultos que nunca crecen). Por eso en Sin Hijos – para mí la mejor de sus comedias- el dilema de la protagonistas femenina es “NO KIDS” ante la idea de un futura incursión en la maternidad. Winograd recoge la motorización de la NCA y le da impulso telúrico. Sus personajes están llenos de vitalidad, son impulsivos, gritones, histéricos, pero para nada irritantes. Tienen “sangre” en las venas – festejo este tipo de personajes antes que los depresivos jovencitos de la camada del Nuevo Cine Argentino- y exponen cada sentimiento de manera graciosísima. Por eso Permitidos, su nueva comedia, era una película esperada por mí, más allá de que Lali Espósito fuese su protagonista. Yo fui al cine a ver Permitidos por Winograd. Permitidos plantea un tema interesante, y lo introduce de manera abasalladora en los primeros minutos de metraje. La presentación de los personajes – a Winograd le sale muy bien estas cuestiones- comienza en los créditos iniciales: Camila (Lali Espósito) y Mateo (Martín Piroyansky) son una pareja joven, ellos viajan en el Scooter Vintage del protagonista masculino, Camila y Mateo se divierten haciendo malabares en la motito, la gracia les sale bien. Es imposible no sentirse motivado con esta secuencia de arranque, la complicidad entre ambos traspasa la pantalla: Camila y Mateo son una pareja que se entienden y eso lo deja bien sentado desde el comienzo. Permitidos empieza con todo. Los jóvenes tienen un gran comienzo con las charlas de pareja, son enérgicos y la química entre ambos es increíble. Piroyansky es uno de los mejores actores del género, de eso no hay duda, pero la gran sorpresa es Lali Esposito. Además de que es bellísima – definitivamente lo suyo es el cine- le hace la segunda a Piroyansky de forma tal que la pareja resulta atractiva. El cuentito es sencillo: pareja de jóvenes que sucumben por una “permitido” (¿con que famoso te dejaría acostar tu pareja sin que se pudra el rancho?). El chiste de ¿cuál es tu permitido? se vuelve tangente con la aparición de Zoe del Rio (Liz Solari), una actriz/modelo que engancha hasta la médula a Mateo. Con ese encuentro, comienzan las situaciones de comedia, chistes divertidos sobre si un “chico común” se puede levantar a una celebrity como la blonda. El permitido no es tan “permitido” para Camila quien se abate ante la noticia. Hay una escena que me paralizó el corazón por su dureza y realismo, la risa deriva en una mueca de pena por estos dos amantes que se van a separar: Camila lo encara en la casa a Mateo, discuten de una manera alocada, pero los ida y venidas, las miradas, los llantos y las palabras de desamor – Esposito y Piroyansky tienen que volver a trabajar juntos- son de una bravura apabullante. Uno se ríe, pero también los compadece y es un mérito – MERITAZO- de Winograd quien crea en esa escena el clima perfecto. La historia de pareja, ese relato que sostienen impecablemente los protagonistas, se desvanece promediando la mitad de la película. La comedia romántica muta en un delirio que resulta poco interesante y aburre. Después de la escena – hechas para las fans de Lali- en donde la veinteañera se pone un tanto nerviosa ante una foto de Zoe del Rio – muy bien Liz Solari interpretando a una frívola, aunque espiritual actriz- la película comienza a desplazar los roles protagónicos de Espósito y Píroyansky y pone en escena historiales transversales. La segunda parte de Permitidos, absolutamente coral, pierde sentido y comicidad. La parodia hacia los medios de comunicación, desvanece la historia de amor entre Camila y Mateo. Permitidos, entonces, se queda en la mitad, una pena, y lo digo hasta con pesar, porque Winograd es quizás uno de los mejores directores argentinos de comedia. Eso sí, la dupla Epósito/Piroyansky es prodigiosa, así que esperamos verlos en una “revancha” para contarnos otra historia de amor.
Winograd vuelve a destacar en el género que más le queda, la comedia. Como frutilla de un postre repleto de éxitos, el realizador ha creado una historia que no intenta hacer una crítica social ni de las relaciones de pareja (aunque lo logre), sino divertir en poco mas de hora y media e, insisto, es uno de los filmes que quedarán en la historia de la comedia argentina.