Lo que te mantiene alerta y a la expectativa es ver si el final que estás sospechando va a hacer "ese mismo", ya que en el fondo tenés la esperanza de que sea algo revolucionario o muy original. La desilusión viene cuando...
La rubia Sarah Michelle Gellar, en otra peli pedorra, empieza a enloquecer cuando su marido y el hermano de este, quedan en coma tras un accidente de auto. La cosa es que el cuñado despierta diciendo que es, en realidad, su esposo. Hagámosla breve: parece de terror, pero es de amor. Sacá tus propias conclusiones.
Una singular historia es la que viven Jess (Sarah Michelle Gellar), su esposo Ryan (Landes) y el hermano de este, Roman (Jarret). El matrimonio se lleva de maravillas, pero comparte su casa con Roman, quien acaba de salir de la cárcel. La relación entre este y Jess no es muy buena y las actitudes del cuñado incomodan a la mujer. Por un lado, el vínculo que une al matrimonio es especial; abunda el romanticismo, la simpleza, la sinceridad y los rodea un ambiente de calma. Ambos son frescos y espontáneos. El personaje de Jarret, en cambio, es oscuro; sus actitudes son ambiguas y parece cubierto por una coraza que no deja ver más allá de su rostro. Con falta de tacto y comentarios irreverentes, demuestra poco interés por generar vínculos afectivos, tanto con su cuñada como con su propia novia, a quien impone sus reglas. Pronto un accidente automovilístico dejará al borde de la muerte a los hermanos. Inesperadamente Roman revive, pero en su cuerpo pareciera que es el espíritu de Ryan el que habita. A partir de allí, entre la lucha del hombre por convencer a su ¿esposa? de quién es él, y a través de algunos flash backs que surgen en una sesión de hipnosis, los directores mezclan en este drama el suficiente suspenso (ese que tan bien supieron sostener en The Ring) con una buena porción de mística, como para hacer de este un film atrapante y convencer de que lo que allí sucede es susceptible de ocurrir realmente. Otra vez la claridad ilumina las escenas entre Jess y ¿Ryan? ¿Roman?, en un intento por volver a la vida normal. Los fundidos en blanco que encadenan tomas son significativos y correctamente utilizados, aportando misterio y confusión. Una muy buena actuación la de Gellar (Verónika decide morir; Buffy, la cazavampiros), que se desenvuelve en este protagónico con soltura. También la de Paul Jarret, quien debe interpretar a dos personajes opuestos entre sí y lo hace a la perfección. Es interesante cómo aprovechan los directores el estado de coma de los personajes como recurso para, a partir de ello, jugar con la fantasía del espíritu que está presente o no, de los cuerpos como simples portadores de un alma u otra. Manejan con destreza también la manipulación por parte del que vuelve de ese estado de inconsciencia sobre la mente de los demás, para obtener lo que desea desde hace mucho. Si bien puede parecer una historia descabellada, la manera en que está aquí planteada deja abierta la posibilidad, incluso hasta el final, de que sea cierta.
MI CUÑADO Sarah Michelle Gellar se hizo conocida por su personaje en la serie de televisión "Buffy, la cazavampiros", por la que ha cosechado gran popularidad en los 90s. En los últimos años ha sido convocada para protagonizar remakes de filmes de terror orientales como "El grito" y "El grito 2". En este caso, "Personalidad múltiple" (cuyo título en inglés es "Possession") está basada en la película de Corea del Sur "Addicted" y cuenta una historia interesante, poco probable, pero válida para el género de suspenso al que pertenece. Jessica es una exitosa abogada, felizmente casada con Ryan, un sentimental hombre que le manda flores y cartas románticas, y todos los días le recuerda el amor que siente por ella. Sin embargo, algo tiñe la realidad de ambos: Roman, el hermano menor de él, ex presidiario violento, convive con ellos hasta que encuentre un lugar dónde vivir. Y eso le molesta a ella, ya que éste le hace frente en todas las ocasiones que puede. Pero sorpresivamente, Jessica tiene la desdicha de ver cómo ambos hermanos caen en coma tras un accidente en auto. Cuando su cuñado despierta, le dice que él es realmente su marido, y actúa como tal, convirtiéndose en un hombre frágil, sensible y tierno. Descolocada ante tal situación y con su verdadero esposo sin despertar, la joven mujer intentará entender lo que sucede, sucumbiendo ante el amor profesado por el nuevo hombre que tiene enfrente, y desconociendo que, detrás de todo, algo oscuro se esconde. Planteado como un thriller, el filme tiene bastante del género dramático, centrándose en las sensaciones de su protagonista femenina y la nueva realidad que se le presenta, con todas sus incertidumbres y el terrible desvelo que le provoca su titubeante presente. Coprotagonizada por Lee Pace y Michael Landes, y dirigida por Joel Bergvall y Simon Sandquist, la película es buena en su factura técnica, y si bien es recurrente en algunos golpes de efecto, resulta bastante entretenida y hace que el espectador se ponga en los zapatos de Jessica, sintiendo el mismo desconcierto que ella. La breve duración (85 minutos) ayuda mucho a la efectividad del guión, permitiendo que el espectador no sufra de alargamientos innecesarios, que tiren por la borda el buen suspenso generado.
El thriller inmaduro Personalidad Múltiple (Possession, 2009) pretende involucrarnos en una trama fantástica con ecos de romanticismo que bien podrían evocar a esa cima cinematográfica llamada Vértigo (1958). Sin embargo, pronto constatamos que, lejos de una buena película, siquiera un digno remake, estamos, más bien, ante un drama de sobremesa. Jess (Sarah Michelle Gellar) es una joven que vive con su marido y el hermano de éste. Ella disfruta de un idílico romance con el primero pero debe soportar las actitudes violentas del deudo hasta que, tras un accidente de coche, ambos quedan en coma. Cuando su cuñado despierta, éste asegura que es realmente su cónyuge y la película tornará del drama romántico al thriller psicológico. Basada en la película Jungdok (2002) del surcoreano Young-hoon Park, la cinta remite a los filmes de terror oriental que tanto éxito tuvieron a comienzos de la década pasada y que pasaron a engrosar la lista de remakes de Hollywood. A su vez, podemos decir que Personalidad Múltiple sufre, desgraciadamente, la misma suerte que sus predecesoras. Es un triste hecho pues, ya desde el arranque, la obra recurre a un clasicismo y una elegancia en la puesta en escena ciertamente sorprendentes. Se nos introduce de forma ágil en la temática, se presenta a los personajes con habilidad y nos da con certeza el tono del relato. Sin embargo, pronto las alegrías se diluyen y comenzamos a sospechar que todo el peso de la ‘industria’ a caído a plomo sobre el guión: el hermano manitas, romántico y educado frente al chapuzas, macarra y violento; la chica morena tierna y delicada contra la rubia fogosa y despiadada o una pueril escena de amor con los tortolitos besándose sobre una mesa enfrentada a una secuencia de sexo contra la pared por parte de los antagonistas, son algunos de los manidos trucos recorridos por el texto. Estos lugares comunes, lógicamente, arrastran a la película a la obviedad y nos hacen intuir la evolución de unos personajes poco desarrollados. Ni siquiera con la ayuda del susodicho giro argumental, los suecos Joel Bergvall, Simon Sandquist (Invisibles, 2002), máximos responsables de la obra, evitan caer de lleno en un dramón insufrible e increíble más propio de la peor televisión que de un serio género cinematográfico. Es una lástima que el talento narrativo que muestran sus directores quede anulado por el endeble guión y los tópicos ‘made in Hollywood’ tales como el cursi flashback sobre los enamorados en Japón o las inanes peleas entre la protagonista y el hermano de su amado tras el accidente. Unas broncas que le llevarán a más de uno a pensar que la otrora protagonista de Buffy la cazavampiros (Buffy the Vampire Slayer, 1997-2003) no ha acabado de superar la adolescencia.
Ese extraño e inquietante conocido Jessica (Sarah Michelle Gellar) es una mujer afortunada. Con su carrera profesional en continuo progreso y un matrimonio maravilloso, es la envidia de sus amigos y conocidos. Incluso es la envidia de su cuñado Roman (Lee Pace), un hombre violento y siniestro que habita en la misma casa con Jess y su hermano Ryan (Michael Landes), que pese al vínculo fraternal es el opuesto exacto de Roman. Sensitivo y romántico, Ryan no ha dejado faltar ni un solo día los gestos de amor a su mujer, que pese a la incómoda presencia de Roman sólo puede sentir gratitud hacia la vida. Pero todo cambia el día en que un accidente inesperado termina con los dos hermanos, Ryan y Roman, en estado de coma. Devastada, Jess debe sobreponerse a la tragedia y a la sensación de incertidumbre: es muy posible que ninguno de los dos sobreviva. Sin embargo, meses después del accidente, Roman despierta y comienza a comportarse de forma extraña. Desconoce su propia historia y afirma que sus recuerdos corresponden a los de Ryan; incluso su trato hacia Jess es diferente. A partir de ese momento, la joven comienza a transitar un camino tortuoso para adaptarse a la presencia física del cuñado tan temido, a la par que éste demuestra día a día no ser quien parece ser. ¿Habrá posibilidades para la supervivencia de un amor como el de Jess y Ryan en estas circunstancias? No es de extrañar que en su país de origen, y pese a que Sarah Michelle Gellar ha sabido convocar público, esta cinta haya pasado directamente a DVD sin estreno comercial. La dupla Bergvall-Sandquist ofrece una película morosa, de buena factura y promisoria en cuanto a lo técnico, pero cuyo guión previsible, por momentos fallido, no llega a interesar ni dentro del género ni por fuera de él. No hay actuaciones sobresalientes ni puntos cercanos al clímax, ni espacios para que el espectador se sorprenda. O sea: falta prácticamente todo lo que hace a una buena cinta de suspenso. Por su giro en el último tramo de la historia, se podría comparar en cierto modo a "Premonición", cinta de suspenso (aquí vendida también de forma errónea como "thriller") protagonizada por Sandra Bullock y Julian McMahon. También, al igual que esta última, se habla de un final alternativo (posiblemente se pueda hallar en el DVD). Pero resulta difícil imaginar que otro cierre pudiera levantar un poco este filme técnicamente correcto, y aún así, irremisiblemente ordinario.
Un adictivo juego entre la vida y la muerte El thriller cumple con lo esperado y más Hay vidas que pueden cruzarse y amores que se transforman en desafío. Esto le ocurrirá a Jess, una mujer casada con Ryan, un hombre hogareño que sabe hacer feliz a su esposa. De pronto ese mundo se desmoronará para Jess, ya que su esposo y Roman, su cuñado, sufrirán un terrible accidente que los convertirá en un par de seres al borde de la muerte. La existencia de la mujer comienza a transformarse en un calvario, ya que ve rodar su felicidad hacia el más profundo abismo, pero inesperadamente Roman despierta de su estado de coma e insiste en que Jess es su esposa. Frente a esta extraña situación, ella comienza entonces a pensar que el espíritu de su esposo ha vuelto en el cuerpo de su cuñado y deberá entonces luchar por comprender ese misterio. Los directores Joel Bergvall y Simon Sanquist lograron convertir a esta trama en un atractivo thriller por el que transitan sueños, pesadillas y situaciones incomprensibles para esa Jess que no llega a entender del todo lo que está sucediendo a su alrededor. A ello se le deben sumar las buenas actuaciones de Sarah Michelle Gellar, que lleva sobre sus hombros todo el peso de la trama, y de Lee Pace y Michael Landes, quienes como el esposo y el cuñado, supieron compenetrarse con sus por momentos ambiguos personajes. El clima dado por la fotografía y por la música son otros sólidos apoyos para que esta casi siniestra aventura logre el entretenimiento y el suspenso requeridos, elementos a los que apostó el dúo de realizadores. Sin escapar de los convencionalismos del género, Personalidad múltiple cumple acabadamente con todos los elementos de aquel público que se deja tentar por los más recónditos caminos de la fantasía más extraña, y con estos aditamentos no saldrán defraudados frente a este juego entre la vida y la muerte que debe enfrentar su espantada protagonista.
Con John Woo la cosa habría sido distinta Si hubiera caído en manos de John Woo, Personalidad múltiple pudo haber sido otra Contracara. Pero en lugar de tratar el disparate con más disparate, que es lo que debe hacerse, los realizadores suecos Joel Bergvall y Simon Sanquist intentan disimularlo. El resultado no podía ser otra cosa que lo peor de ambos mundos: un disparate carente de locura, de insolencia, de imaginación. Bergvall y Sanquist llegaron a Hollywood de la mano de su ópera prima, lanzada aquí en DVD con el título Invisible. Como lo haría más tarde y con mucho más talento su compatriota Tomas Alfredson en Criatura de la noche, en aquella película ambos trataban la angustia adolescente por vía del fantástico, trayendo del más allá a un tímido chico de secundaria que, convertido en fantasma, se vengaba de los pesaditos del cole. Seguramente en vista de ese antecedente, en Hollywood les ofrecieron un guión basado en el viejo truco del hermano malo que toma posesión (o eso parece) del hermano bueno, ocupando su lugar y seduciendo a su esposa. Escrito por un tal Michael Petroni, el guión está tan sobrecocido que, para producir ese intercambio, hace chocar a ambos hermanos (¡uno contra otro!) en un accidente automovilístico, en medio de un camino despoblado. De allí en más, Roman (el malo) da signos de haberse convertido en Ryan (el bueno), mientras éste permanece en coma. Con buen tino, Jess, esposa de Ryan (Sarah Michelle Gellar, única actriz conocida del elenco) se resiste a creer el visible disparate (que la película insinúa explicar por la fusión de la sangre fraterna, en el momento del accidente). Hasta que termina optando por el dale que va, y se entrega al odiado cuñado. Da la impresión de que a los directores suecos ni se les pasa por la cabeza tratar semejante disparate de un modo que no sea serio. Con lo cual no sólo anulan la única salida posible para la película, sino que le quitan al espectador toda posibilidad de diversión. Además de en términos de entretenimiento, Personalidad múltiple es aburrida incluso intelectualmente. Porque el maniqueísmo debe ser la más plomo de las concepciones filosóficas, y si en algo se basa esta película es en diferenciar sin matices al malo del bueno, anulando toda posibilidad del más mínimo contagio entre ambos. ¿Y Sarah Michelle Gellar? La reina del aburrimiento facial, sin duda.
Personalidad múltiple es la remake del extraño film coreano Addicted, que fue un éxito moderado en Asia en el 2002. Una historia muy difícil de catalogar en un género en particular, ya que era dramón romántico, que también tenía suspenso y jugaba con elementos fantásticos. La película estuvo protagonizada por ese gran actor que es Lee Byung-hun (GI.Joe, The Good, The Bad, The Weird) al que algunos medios suelen llamar el Brad Pitt asiático. Esta versión norteamericana protagonizada por Sarah Michelle Gellar tuvo bastante problemas en lo que se refiere a la distribución y termino directamente en dvd en los Estados Unidos el año pasado. La remake dentro de todo tiene el mérito de no ser un refrito que calca escena por escena la obra original, algo que es patético y suele ocurrir a menudo. Esta versión se enfocó más por el lado del thriller, aunque tampoco es un film que te enganche por el suspenso precisamente. Desde la narración es un poco más dinámica que la película coreana, que por momentos se hacía aburrida con escenas lentas que alargaban el desarrollo del conflicto. Es una película distinta donde los personajes son más oscuros e inclusive el final resultó un poco más retorcido. El film coreano es mucho más emocional y dramático y hacía hincapié en la historia de amor entre los personajes principales. En Personalidad múltiple encaminaron las cosas por otro lado. Llegaron a filmar una conclusión que estaba más en sintonía con la historia coreana pero lo dejaron como extra del dvd. Estas son las clásicas películas que uno engancha en cable cada tanto y se la pone a ver sabiendo que si fueras al cine sacarías la entrada para otra cosa. Tampoco es tan terrible y Sarah Michelle Gellar tiene títulos peores en su filmografía, pero no es un film que uno recomendaría con entusiasmo.
¿Debo irme o debo quedarme? Remake norteamericana de un thriller psicológico coreano (Jungdok/Addicted, de Young-hoon Park), rodado por dos realizadores suecos como Joel Bergvall y Simon Sanquist (reconocidos cortometrajistas y directores de Invisible), Personalidad múltiple es un film digno y menor, que trabaja sobre una premisa no demasiado sorprendente (un triángulo amoroso entre dos hermanos opuestos entre sí y una abogada), pero que en líneas generales logra sostener con cierta nobleza la tensión, el suspenso y la intriga sin caer en demasiados efectismos ni golpes bajos. La cosa es así: Jess (Sarah Michelle "Buffy, la cazavampiros" Gellar) está felizmente casada con Ryan (Michael Landes), algo así como el marido perfecto. Pero la intimidad hogareña es permanentemente invadida por Roman (Lee Pace), hermano de él, un ex presidiario violento y psicópata. En una noche de lluvia, ambos hermanos sufren un accidente en un puente y quedan en coma. Un irreconocible Roman se recuperara y empieza a seducir a la atribulada Jess, comportándose (casi) como si fuese su hermano Ryan ¿Ha cambiado realmente? ¿Es todo un engaño? Por esos carriles transita Personalidad múltiple, un film con algunos pasajes potentes, ciertos climas logrados y poco más. Una película que no pasará a la historia, pero que, en definitiva, "se deja ver".
Los extraños amores de una rubia cool Jess anda en problemas. Vive con su esposo y parece que es feliz, pero en el mismo lugar reside el hermano de él, que anda con el carácter alterado mientras muestra sus tatuajes para seducir a la cuñada rubia. Los hermanos se quieren y temen uno con el otro, pero en el fondo no pueden olvidar su origen en común. Por eso la mala suerte (ay, los azares del cine) hace que choquen entre sí , los autos queden destruidos y ellos entren en un estado de coma irreversible. O no, pues uno se recuperará pero parece haber perdido la memoria y tomará características del otro (el que se sigue en coma) para disfrute (o no) de la pobre Jess. Y así la cosa: la personalidad de un hermano va al otro pero el que trata de recordar algo tiene miedo que su pasado retorne. En fin, Jess sigue enamorado de uno pero el otro lo seduce, en tanto, la obre añora los tiempos felices a través de objetos que aparecen y reaparecen. Ideas sobre el cine, en este punto, en Personalidad múltiple no aparece ninguna. El guión parece salido de un laboratorio de lugares comunes y del imperio de las obviedades. La musiquita romántica acá, la que aterroriza para provocar algún sustito por allá. La puesta en escena (una falta de respeto a la definición) rinde culto a alguna revista de decoraciones y ni tampoco disimula su tono fashion, entre el romanticismo de postal de enamorados con las gaviotas de fondo y el culto al dinero, obsceno de por sí, que ostentan varias escenas. El trío actoral, por su parte, encabezado por “Buffy” Gellar y los hermanos en cuestión no manifiesta empatía alguna. En este punto se destaca algún momento protagonizado por el can de la pareja (o del trío) con cierto énfasis facial que supera a los intérpretes principales.
¿El cambio es una elección? La pobre Sarah Michelle Gellar sigue sin encontrarle un rumbo a su carrera y proyectos deficitarios como el presente no hacen más que confirmar sus problemas a la hora de hallar un film más o menos interesante. Por supuesto que en esta coyuntura juegan un rol central el encasillamiento y las pocas ideas de los productores de Hollywood: a partir del final de Buffy, La Cazavampiros, tanto desde la industria como de los márgenes independientes, no han cesado de ofrecerle el mismo papel de esposa treintañera acosada por fantasmas (lo paradójico es que sus lamentables intentos de hacer algo distinto generan aún más miedo). Con semejante título y una mínima sinopsis ya está todo dicho: Personalidad Múltiple (Possession, 2009) comienza presentándonos las tensiones existentes entre Jess (Gellar) y su cuñado Roman (Lee Pace), sin que su marido Ryan (Michael Landes) se preocupe demasiado al respecto. El ex presidiario abandona de golpe el hogar de la pareja, su hermano se marcha desesperado a buscarlo y ambos terminan en coma luego de chocar uno contra el otro en un terrible accidente automovilístico. El asunto empeora cuando Roman se despierta y afirma ser Ryan, situación a la que Jess paulatinamente se irá acostumbrando… Para aquellos que no lo sepan estamos hablando de una remake de una película surcoreana llamada Addicted (Jungdok, 2002), la cual por cierto era muchísimo mejor que este opus deslucido de los suecos Joel Bergvall y Simon Sandquist. Combinando el suspenso psicológico y el thriller sobrenatural, sin salir airosa en ninguna de las dos vertientes, la propuesta no llega a ser un mamarracho pero exuda torpeza durante gran parte de la narración y en conjunto no encontramos ni un gramo de originalidad. Los únicos puntos que merecen ser rescatados son las actuaciones y el segmento melodramático de la mitad. Al igual que El Día del Juicio Final (Unthinkable, 2010), Personalidad Múltiple salió en el mercado norteamericano como un “directo a DVD”: si hay apellidos de renombre esta falta de confianza suele ser un indicio de que la realización sufrió inconvenientes varios (ya sea desavenencias entre los responsables, disconformidad con el resultado final o simples dificultades financieras de las compañías involucradas). De hecho, Yari Film Group pidió la quiebra antes del estreno y así le regaló un poco más de mala suerte a Sarah Michelle Gellar, quien a esta altura se debe estar preguntando si el ansiado cambio es una elección...
Estupideces múltiples Uno intuye que algo anda mal en Personalidad múltiple cuando en la primera escena Jess (Sarah Michelle Gellar) llega a su casa, una puerta está sospechosamente entreabierta y, tras efecto de la banda de sonido, entra el perro. No sabemos bien quién es la protagonista, no conocemos su vida, no entendemos qué pasa, pero los directores suecos Joel Bergvall y Simon Sandquist casi que nos obligan a tener miedo, a temerle a algo a lo que no podemos temerle por la sencilla razón de que no generamos todavía un vínculo con la historia, algo básico del thriller o del cine de terror. La noticia mala es que las cosas, de ahí en adelante, irán cada vez peor. La buena, es que esto dura apenas 80 minutos. El asunto es el siguiente: Jess está casada con Ryan (Michael Landes) y ambos conviven con Roman (Lee Pace), hermano de él y ex convicto, golpeador de mujeres, irascible, provocador con su pobre cuñada y, además, fumador empedernido de la clase de malo-malo, que fuma desnudo en la cama mientras charla con su amante, a la que obviamente golpea. Un día ambos chocan entre sí con sus vehículos, entran en coma, pero el que revive milagrosamente es Roman aunque con los recuerdos y la cabeza y los modos de Ryan. Y no sólo eso, además asegura ser el esposo de Jess. El conflicto, pues, pasa a la dama que tendrá que creerse el cuento, dudar de Roman o pensar en algo sobrenatural. Digamos que más allá de lo absurdo que parezca esto, bien podría la trama de Personalidad múltiple convertirse en un disparate de entrecruzamientos y sorpresas. Pero los directores Bergvall y Sandquist -autores de la original Invisible, que luego haría en Hollywood David S. Goyer- para algo son suecos, y se sabe que los suecos, de Bergman para acá, nunca se toman nada demasiado a la chacota. Son serios, fríos, distantes. Y se aplican a la historia con un rigor de thriller psicológico, aunque incurriendo en todos los clichés habidos y por haber para generar un suspenso que nunca llega porque, efectivamente, esta es una remake de un film coreano y, los asiáticos, son especialistas en mezclar los géneros hasta los límites del grotesco y siempre salir bien parados. Personalidad múltiple es básicamente un melodrama romántico con aspecto de film de terror. Los directores nunca se dieron cuenta del ridículo de la premisa y así les quedó esto. Para ser honestos, Personalidad múltiple es tan mala que es esa típica película a la que al crítico le gusta pegarle y destrozar aplicando todo el cinismo del mundo. Pero en este caso no sólo es fácil pegarle, sino que es necesario. Con sus recursos de thriller berreta -sobre todo la música que convierte cualquier hecho trivial en un peligro latente-, con su guión que obliga a los personajes a cometer cualquier estupidez, con sus arbitrariedades y su humor involuntario, con sus actuaciones inconsistentes y desganadas, Personalidad múltiple es lejos de lo peor del año. Y eso que sólo nos aplicamos a su escaso interés como film de suspenso y no hacemos ninguna lectura sobre el rol de la mujer y su aspecto social. No es necesario porque, sencillamente, su ineficacia la convierte en un producto inofensivo. Como dirían en el barrio, una soberana pelotudez.
¡Eutanasia ya! Personalidad múltiple pretende amalgamar el fantástico con el thriller y el melodrama romántico. Y lo único que consigue es una reidera película donde todo falla sin remedio. Un matrimonio joven completamente feliz y enamorado. Ella viviendo entre rosas mientras su esposo atento a sus requerimientos la llena de regalos y felicidad. Pero de repente deben albergar en el hogar dulce hogar al hermano menor de él que, ex convicto, enturbiará la alegría con su sola presencia, sus malos modales y su maldad explícita. Un día ambos hermanos sufrirán un accidente y quedarán en coma. Tiempo después el cuñado se recuperará pero ahora se muestra como el amantísimo cónyuge, actuando cariño y dando evidencias de ser quién dice ser a pesar de su apariencia. ¿Podrá ser viable una transferencia de cuerpos y almas? ¿Algo puede haber ocurrido en ese accidente que hizo que el cambio de personalidades fuera posible? Con semejante premisa Personalidad múltiple (remake yanqui de una película coreana: Addicted) pretende amalgamar el fantástico con el thriller y el melodrama romántico. Y lo único que consigue es una reidera película donde todo falla sin remedio. El suspenso se ve venir antes de acomodarnos en la butaca. Todo lo que suponemos puede ocurrir, ocurre previsiblemente. El guión hace agua y los actores no saben qué hacer con los parlamentos exigidos y las situaciones construidas. Una trama disparatada se toma con una seriedad propia de mejores causas. Exagerando, podríamos decir que si los cuñados se tenían ganas no era necesaria tanta vuelta. Difícilmente podamos rescatar algo de semejante producto. Aunque esperemos confiados hasta el último fotograma esperando un giro, una sorpresa, una idea que nos permita decir que no hemos perdido el tiempo inútilmente, será en vano. Y Sarah Michelle Gellar este año, en las pantallas argentinas, ha hecho un doblete de pesadilla primero con Verónika decide morir y ahora con esto.
Jess (Sarah Michelle Gellar} es una mujer con una vida casi perfecta, enamorada de su esposo Ryan (Michael Landes) quien en todo momento le demuestra su amor con mucho romanticismo, y siempre sorprendiéndola gratamente. Con ellos vive Roman (Lee Pace), hermano de Ryan, con una personalidad muy conflictiva, que los está observando permanentemente. Todo cambia cuando el esposo y cuñado de Jess sufren un terrible accidente y ambos hermanos terminan en coma con muy pocas posibilidades de sobrevivir. Hasta que un día Roman sale del estado de coma convencido que es el esposo de Jess, hecho en el que insiste dando pruebas de hechos privados vividos por el matrimonio de los cuales sólo ellos tienen conocimiento. Jess comienza a preguntarse que esconde este cambio de personalidad. La sospecha la lleva a un gran desafío. A partir de ese momento se van sucediendo una serie de situaciones confusas, con el entramado de una historia que no terminan de cerrar, con lo cual el misterio planteado carece de consistencia y los sucesos no resultan creíbles por su incoherencia. Es muy poco lo que se podría rescatar respecto a la labor del binomio de realizadores, quienes contaron con un soporte rutinario en lo técnico y la presencia de un elenco profesional que se limita a aportar su experiencia.
Perla negra Película intensa si la hay es Personalidad múltiple. Ni bien empieza ya nos quiere hacer saber que algo grave va a pasar: música estruendosa, movimientos bruscos y otras sutilezas nos ayudan para que no nos agarre desprevenidos lo que sea que está por venir y, fiel a sus recursos, se mantiene igual, aunque nunca pero nunca pase nada. La cosa viene más o menos así: Sarah Michelle está casada con un bonachón que cada dos por tres le recuerda cuánto la ama con colgantes con papelitos adentro y luces especiales en la casa. Hete aquí que este buen muchacho tiene un hermano que vendría a ser como su doble maligno, lleno de tatuajes, ex presidiario y con muy pocas pulgas, un tipo jodido se podría decir (tan jodido es, que anda repartiendo cachetazos a lo Arnaldo André y golpeando cosas a troche y moche). Un buen día la tragedia toca a la puerta de esta pequeña familia disfuncional y los dos hermanos sufren un accidente en el que chocan entre sí (¡qué puntería!) y quedan en coma. El hermano maligno despierta y está convencido de que ya no es él sino el hermano bueno, y por sobre todas las cosas de que ama a la pobre dama en apuros que es Sarah Michelle. Si hasta acá esto parece la telenovela de las cinco es porque lo es, pero ese no sería ningún problema si al menos estuviese contada con un poquito menos de solemnidad. Es que parece que está de moda retroceder veinte años en el cine y volver a esos dramones pacatos al mejor estilo Atracción fatal. Ya había pasado con Chloe este año, con Julianne Moore como la esposa confundida que tenía un affaire con Amanda Seyfried y luego era castigada por su pecaminosa decisión. Las escenas de sexo púdicas, las cámaras lentas vergonzosas que muestran objetos caer como símbolo de lo que se rompe (en Personalidad múltiple el portarretrato con la foto de la feliz pareja se rompe más de tres veces y siempre vuelve a aparecer sano y salvo para una nueva caída), la música in crescendo todo el tiempo como marcando: acá se viene lo bueno, ¡mirá mirá! ,las ponen en la misma bolsa. Me resulta por lo menos extraño no sólo que se hagan, sino que se tomen en serio este tipo de películas (en algún sitio web cuyo nombre no voy a decir leí que Personalidad múltiple era chiquita y digna, ¿?). Porque si el pecado mayor fuese la torpeza narrativa que tienen se les podría perdonar, pero que no sean concientes de sus propias limitaciones es un poco preocupante, por más que uno la pase bien riéndose de estas películas en el cine.
Cierren todo y vamoló. Creo que voy a inaugurar una nueva categoría, un nuevo parámetro de medición, arbitrario, claro, pero no por eso menos ajustado: el momento “cierren todo y vamoló”. Personalidad múltiple atenta contra el verosímil de género durante todo su metraje. Un montaje opositivo y torpe, bruscamente maniqueo, establece cuál de los hermanos será el malvado y cuál el bueno hasta lo imposible, y desde dónde se encarará esa “posesión” que anuncia el título, la sorpresa: bien gracias. Una película que apuesta al suspenso, pero que desnuda desde el minuto cero todas sus intenciones, descubre los hilos y desafía al espectador a creer en eso que la película no puede construir como creíble. Los errores de progresión son tantos, la música tan inserviblemente explícita, que para cuando los dos hermanos chocan de frente, ¡entre ellos!, en una ruta, uno no sabe si reírse, levantarse de la sala, o repasar mentalmente la lista para el supermercado. Para ese entonces no hay ninguna posibilidad de que el personaje de Sarah Michelle “cara de nada” Gellar pueda convencer a nadie de que su marido (que ni siquiera está muerto) vive en el cuerpo del hermano más malo que la peste. Y como si todo eso fuera poco, ante la duda de tamaño hecho sobrenatural y para asegurarse bien que Sarah no le vaya a dar murra al espíritu equivocado, el plano tan mentado: un flashback nos sitúa en el momento del choque, ¡crash! Plano cenital, los dos tipos tirados sobre el gris asfalto. Ambulancia. Se alterna con planos detalle de una sangre espesa que se desprende lentamente de los cuerpos. Los brazos extendidos. Hasta… hasta que la sangre de uno y la de otro se encuentran, cual famosa imagen de Miguel Ángel. Plano cenital nuevamente. Corte a blanco. Aceleración del tempo musical. Revelación. La película sigue, de mal en peor, pero ya no hace falta más, cierren todo y vamoló.
Estadounidenses, surcoreanos y suecos, multiplicidad de nacionalidades para conformar Personalidad Múltiple, interesante thriller protagonizado por Sarah Michelle Gellar, la ex chica caza vampiros. Porque basándose en una película surcoreana de 2002 de Young-hoon Park titulada Addicted, la dupla de realizadores suecos integrada por Joel Bergvall y Simon Sanquist decidió recrear aquella película con resultados módicos pero manteniendo el interés hasta el final. Ambos cineastas habían llamado la atención de Hollywood con su film Den osynlige (Invisible), acerca de un estudiante que luego de un violento episodio descubre que se ha vuelto invisible para el resto del mundo. Aquí en Personalidad Múltiple, que en su título original, Possession, refleja mejor el espíritu de la historia, veremos una suerte de triángulo entre dos hermanos y una mujer en el que un accidente casi mortal de ambos hombres producirá un extraño enroque de personalidades. Las temáticas metafísicas parecen atraer a los nórdicos y acá tomaron el film de Park reformulando levemente la trama junto al guionista Michael Petroni, logrando aciertos y flaquezas, ya que mejoraron algún aspecto del argumento pero la sugestiva relectura del final no convence mucho. De todos modos las atmósferas creadas por los directores, los toques de suspenso y la buena interpretación dual de Lee Pace resultan atrayentes.
Lo importante es cómo Es verdad que no es una de suspenso para entendidos y que a poco de apagarse la luz uno puede ganar la apuesta a sí mismo sobre el final de la película. Pero también lo es que el gancho está en el cómo y no en el qué. Una chica linda vive con su esposo romántico demás y su cuñado disfuncional, de esos que erutan con un torneado torso desnudo y transpirado. Tras un accidente, los dos quedan en coma y ¿quién se despierta? El que no debería, que ahora dice que es el otro. Acá se pone interesante, en el cómo el cuñado hará para convencer a su cuñada de que no es él sino su hermano. Con ritmo de thriller y toques románticos, con una historia creíble y una puesta entretenida (a manos de directores suecos), el filme atrapa (igual que el aire acondicionado).
Suspenso básico en el taquillero rostro de Sarah Michelle Gellar que esta vez en vez de cazar vampiros afronta un desvío que cambia su vida. Volver al cine después de exámenes es un placer, elegir un film de suspenso en el que haya que pensar mucho no es lo ideal salvo tratándose de Personalidad Mútilple, estrenada el pasado 16 de diciembre, donde los lectores policiales y amantes del suspenso, podemos adivinar el final con poca astucia y mucho oficio. Personalidad Múltiple/Possession, narra la maravillosa vida de Jessica, Jess para los íntimos, (a cargo de Sarah Michelle Gellar, conocida en TV por su personaje de la chica caza vampiros). Ella tiene un matrimonio de esos que ya no se ven. Un amante esposo que reúne todos los tips del romanticismo, interpretado por Michael Landes, así Ryan es un amoroso marido que no deja ningún detalle fuera para que su matrimonio disfrute de las mieles eternas. Pero…siempre hay un pero, ambos deben compartir la casa con el hermano de él, Roman, interpretado por Lee Pace, que es un ex convicto que provoca inquietud en Jess que es una abogada exitosa y no necesita nada más para ser feliz. La desgracia decide cruzar la vida de la joven y los dos hermanos sufren un accidente que los deja en coma y a expensas de un milagro de sobrevida. Todo parece haberse desmoronado por completo hasta que para que el suspenso reine y no se imponga una tragedia, Roman despierta como si fuera Ryan, aduciendo que sus recuerdos le pertenecen, como así también sus afectos más íntimos. Hasta aquí reinaba el dramatismo y de pronto lo que se pone en juego es una expansión en donde los desvíos y el cruce de vidas llevan al espectador a un clima de suspense que sin alcanzar un clímax de los grandes, mantendría en vilo a la platea sino fuera por la previsibilidad que nos acecha desde el inicio. Que el film dure sólo 85’ ayuda a no caer en las temidas trampas de lo previsible absoluto y aunque las actuaciones no sean descollantes en ningún caso, son efectivas para una historia pasatista que puede considerarse buena por la altura del año en la que estamos pero que en modo alguno es la perla que buscan los amantes del género suspenso. La realización técnica es correcta y diciembre no nos deja una multitud de alternativas.