Jugando con muñecas Pascal Laugier es uno de los pocos verdaderos autores del cine de terror del nuevo milenio con un bagaje de características propias que se pueden resumir en el preciosismo formal, la visceralidad de la narración, comentarios sociales muy perspicaces y una vocación por confiar en el espectador, a quien deja la interpretación última de lo visto, ya sea en lo que atañe a determinados pasajes del relato o a gran parte del film en cuestión. Sus primeras tres películas nos brindan un fiel testimonio de ello: Saint Ange (2004) fue una interesante aunque despareja reformulación de los cuentos góticos de espectros, en la que se destacaba un desenlace prodigioso, Martyrs (2008) constituyó una de las epopeyas centrales del extremismo europeo, regalándonos una crónica tétrica sobre la depravación humana y los delirios místicos de la alta burguesía, y finalmente The Tall Man (2012) fue una propuesta brillante sobre una vieja “idea” de los fascistas, “¿qué tal si les quitamos los hijos a los pobres y se los damos a familias pudientes?”, lo que generó un thriller de misterio genial. Hoy tenemos ante nosotros su cuarto largometraje y su segundo opus en inglés, Pesadilla en el Infierno (Ghostland, 2018), un trabajo decididamente inferior a The Tall Man pero aún atractivo y portador de un poderío retórico bastante inusual en el mainstream lavado de nuestros días, casi siempre orientado a la asepsia de los fantasmas o una corrección política que coarta el mismo núcleo del horror, un enclave volcado a molestar al público a través del inefable arte de apelar a los instintos más básicos -o crueles/ perversos- del ser humano. En esencia la película es un slasher con una fuerte impronta psicológica que nos entrega la historia de las hermanas Beth (Emilia Jones) y Vera (Taylor Hickson), dos adolescentes que junto a su madre Pauline (Mylène Farmer) se trasladan a una inhóspita casa de una tía fallecida fanática de las muñecas. La mala fortuna pronto toca a la puerta y se presenta bajo la apariencia de dos intrusos, una travesti y un retrasado mental fornido, que las atacan de manera salvaje, no obstante Pauline ofrece resistencia y termina matando a los psicópatas. Los años pasan y Beth, que siempre admiró al gran H.P. Lovecraft y la literatura de terror, efectivamente se convierte en escritora y cosecha varios bestsellers. Una llamada telefónica de su hermana solicitando ayuda a los gritos, quien permaneció con su progenitora en la casona de los hechos, la hace regresar y así descubre que Vera habita un jaulón de madera en el sótano y que revive una y otra vez la noche del encuentro con los chiflados… aunque por supuesto no todo es lo que parece. La trama unifica la dialéctica de la flagelación corporal más brutal de las décadas del 70 y 80 con ese sustrato de tormento emocional al que el director y guionista es tan adepto y que ya había utilizado en sus films previos, un combo que le permite crispar los nervios con mano maestra, poner en acción algo de ese gore marca registrada y nuevamente jugar con las expectativas del espectador casual porque cuando los rasgos formales parecen apuntar hacia determinada comarca, el señor suele dar vuelta el asunto con el objetivo explícito de profundizar una vertiente narrativa alternativa. Aquí en especial el realizador traza un muy interesante contrapunto entre la idiosincrasia opuesta de las dos hermanas, con Beth propensa a la pasividad y a la dependencia para con su madre y Vera mucho más enérgica y hasta en cierta medida un poco prepotente con Beth, cuyos mundos imaginarios poseen más entidad que la realidad que la circunda. Mientras que casi cualquier otra obra semejante contemporánea hubiese volcado el devenir hacia el melodrama más burdo y facilista, Laugier en cambio apuesta por un verosímil coherente y sumamente honesto, destinado a subrayar que las heridas siempre dejan marcas en la piel -o en la psiquis- que no pueden ser borradas (el trauma está trabajado desde un respeto muy sutil) y que el infantilismo en los adultos es peligroso porque tiende a la cosificación y el sadismo (se agradece el paralelo entre las muñecas de la tía y las mismas protagonistas, convertidas en juguetes con vida por el dúo de dementes, a su vez ejemplos de una sexualidad alimentada por un suplicio también insólito en el cine de nuestros días). El francés nos propone una montaña rusa maravillosa que por primera vez no incluye los comentarios sociales de antaño, ahora compensando el faltante con una exploración bien astuta en torno a los mecanismos reflejos de los seres humanos para sobrellevar situaciones límite de diversa índole que nadie quisiese atravesar pero que pueden llegar a suscitarse…
Pesadilla en el Infierno: Delirio cautivador. Pascal Laugier trae su nueva película con los componentes clásicos del terror pero con una vuelta de tuerca interesante, dándole un golpe de aire putrefacto que honra y atrae a los fanáticos del género. Cuando uno escribe historias con un comienzo, desarrollo y final, se adentra en ese mundo para hacer catarsis, o solo para despejar su mente de otros males de la realidad u otras miles de razones más personales. Lo importante es que el lector, o en este caso espectador, también entre en ese mundo. El director y guionista Pascal Laugier logra que nos metamos en este ambiente aterrador y desesperante, para a la vez sentir lo que las protagonistas sufren. Una de las personajes, Vera, es fanática de Lovecraft, quien junto a su hermana, Beth y su madre Pauline heredan una casa que pertenecía a su tía. El film comienza con algunos clásicos “jump scares”, o esos cambios bruscos en la música o situaciones que pueden asustar a alguien. Pero a los pocos minutos ya presenciamos el terror y exasperación, cuando en la primera noche en la casa, ellas son atacadas por extraños en la casa. Entonces se enfrentarán a estos asesinos, uno que parece un bebe ogro gigante, y otro un hombre vestido de mujer que maneja un pequeño camión de golosinas. Podría parecer como la clásica película de terror, pero el film es atravesado por cambios en la linealidad, habiendo saltos en el tiempo que no marean, además de bastante imaginación, originalidad, problemas psicológicos y bastante sangre. El director Laugier siempre coloca a fuertes protagonistas mujeres en sus films. Desde la reconocida Martyrs (2008) con Morjana Alaoui y Mylène Jampanoï, o The Tall Man (2012) con un gran trabajo por parte de Jessica Biel. En este caso, gracias a los saltos en el tiempo, las dos hijas tienen diferentes edades, por lo que las interpretan diferentes actrices. Se destacan en ambas puntas, desde las más pequeñas como Emilia Jones (Vera) y Taylor Hickson (Beth), hasta las más adultas como Anastasia Phillips (Skins) quien interpreta a Beth y Crystal Reed (Teen Wolf, Skyline, Gotham) como Vera. Ésta última quizá resaltando un poco más que las demás debido a su capacidad de representar tanto angustia como alegría sin recurrir a la sobreactuación. Ambas hermanas tienen una relación que evoluciona a la par que la película se torna mucho más oscura y desesperante. Todo eso siempre unidas por las situaciones, y acompañadas por la buena actuación de la madre Pauline, interpretada por Mylène Farmer, que es mayormente reconocida por trabajar en la musicalización de películas, siendo actriz ocasionalmente. En este film, como en sus anteriores, el director sigue enfocándose tanto en la fragilidad humana como en la fragilidad psicológica, apreciando los rastros que dejó en The Tall Man. La supervivencia mezclada con esos psicópatas monstruosos (Aplausos para Kevin Power y Bob Archer) que aterran a nuestras protagonistas, son la base de esta pesadilla. También el director continua mostrando una buena fotografía, con una paleta de colores siniestro característica, ahora gracias a Danny Nowak. El maquillaje está realizado de forma precisa, con las caras y manos sucias de sangre, otra particularidad de las películas de Pascal, salvo que en este quizá no sea tan sangrienta como The Martyrs, pero sí es inquietante. Hay escenas de torturaciones que tienen una puesta de escena aterradora con muñecas alrededor, además de todos los adornos de la casa que incomodan a cualquiera. La banda de sonido es algo que se destaca en esta película, sincronizada de forma estupenda con los sustos como también con los momentos de desesperación, acompañando al dinámico ritmo de la película que no aburre para nada. Lo que nos mantiene despiertos y atentos a la pantalla es esa vuelta de tuerca impuesta por el guion de Pascal Laugier, dejándonos ganas de saber cómo se resuelve esa peripecia. Al jugar con la mente de una de las chicas, la película tiene un potencial de incertidumbre, de hasta dudar de si eso sucede o no, lo que entretiene al espectador.
Esta inquietante producción franco-canadiense coloca nuevamente al director Pascal Laugier -Martyrs- como un cultor del género de terrorcon su potente cóctel de violencia. En Pesadilla en el infierno las jóvenes hermanas Beth y Vera heredan, junto a su madre, un viejo caserón de una tía fallecida y coleccionista de muñecas. La presencia de una camioneta en la puerta con dos personajes siniestros que ingresan al hogar se anuncia como el comienzo del horror. Algo similar vimos recientemente en Los extraños 2: Cacería nocturna, pero este filme instala el suspenso entre títulos estilo "home invasion" y tortura con dos feroces "serial killers": el ogro gigantesco y la asesina trans. La acción se desarrolla 16 años después del trágico suceso ocurrido en esa casa, cuando Beth, quien se ha convertido en una exitosa escritora en Los Angeles y es amante de Lovecraft y Vera, que no superó el trauma, se unen una vez más en este "tesoro heredado" y comienzan a suceder hechos extraños. La película tiene una estructura narrativa atrapante y cuenta con elementos que el público seguidor de emociones fuertes espera: muñecas siniestras, presencias asesinas, un casa fantasmagórica que asusta y pesadillas enhebradas con astucia gracias a un guión tramposo que se guarda giros inesperados y que coloca a la historia patas hacia arriba. Perturbadora y con el espíritu slasher de los años setenta y ochenta, Pesadilla en el infiernocumple sobradamente con las expectativas y obliga a poner doble cerradura en este encriptado juego macabro.
Pascal Laugier es la mente detrás de una de las películas de género más aterradoras y repulsivas de los últimos tiempos, “Mártires”, film que le permitió sumar adeptos y posibilidad de desarrollar proyectos. En esta oportunidad la propuesta es fallida, porque si bien arranca con fuerza, con una escena inmersiva de la que es imposible escapar, la narración luego se estanca en el lugar común del acecho del mal que antecede a una vuelta de tuerca que se supone original. Estridente, con actuaciones que penden de un hilo, Laugier pisa en falso con este híbrido.
Dos hermanas adolescentes con su madre (la estrella pop francocanadiense Mylène Farmer) se dirigen a una casa heredada de su tía. El paraje es inhóspito, amenazador y hay no pocos elementos siniestros, incluso un perturbador camión rosa en el camino. Sí, claro, se desata el infierno, con unos atacantes de un nivel de maldad y sadismo deforme y multiforme. Y dieciséis años después, la adolescente aspirante a escritora, devota de Lovecraft, conoce el éxito? y hay un llamado y vuelta a la casa ¿Qué pasó? ¿Y qué es lo que pasa? ¿Y qué es lo que puede llegar a pasar? No es esta una película lineal; tampoco es una en la que importe demasiado encajar lógicamente los bucles y las vueltas y retorcimientos diversos. Pesadilla en el infierno -vaya título abundante- es una propuesta sensorial, o mejor dicho de ataque sensorial: la violencia se hace frondosa, los golpes son contundentes, lo ominoso se vuelve base rítmica. Esta es una película de Pascal Laugier ( Mártires), uno de los nombres de la renovación extremista del terror francés en el siglo XXI. Y en esta coproducción entre su país y Canadá, hablada mayormente en inglés, reafirma sus credenciales como orquestador contundente, inteligible y hasta virtuoso de acción con altísimos niveles de sadismo. Sus habilidades como organizador narrativo no son tan elogiables, pero ese rol no parece ser una prioridad en su programa de shock.
Su desarrollo comienza bien, la casa está llena de muñecas rotas y horribles, pasillos y objetos escalofriantes, una atmósfera gótica y las protagonistas casi todo el film se pasan gritando, corriendo y hay miedo en sus rostros. La trama te ofrece algunas sorpresas y una vuelta de tuerca, el gore está presente en varias secuencias, contiene un buen ritmo, una buena iluminación, fotografía y dirección de arte. Ideal para los amantes del género y las nuevas generaciones. Cuenta con las actuaciones de Mylène Farmer, (la popular cantante en Francia) y Crystal Reed (la actriz que viene de la serie Teen Wolf) y dentro del elenco: Taylor Hickson (“Deadpool”), Emilia Jones (“Piratas del caribe: Navegando aguas misteriosas”), Rob Archer (“Pixels”), Adam Hurtig (serie para TV “Channel Zero”) y Anastasia Phillips (serie para TV “Anatomía de Grey “).
Es la cuota de terror de la semana, para un público fanático de las emociones fuertes, con torturas, violaciones, manoseos y terror. Y si esto fuera poco, lo que hace el director y guionista Pascal Laugier, es una original vuelta de tuerca, que le permite una doble apuesta. A una casa convenientemente poblada muñecas de todos los tamaños y fealdades, con mucho empapelado florido y lúgubres ambientes, llega una madre con sus dos hijas. Heredaron la propiedad de una tía y creen que allí encontraran la paz. Invadida por personajes siniestros, uno super-obeso y super-cruel, dirigido por otro con aspecto de “bruja andrógina”, ellas padecerán lo indecible. Pero para la chica con condiciones de escritura eso parece ser el comienzo de una novela exitosa, hasta que recibe el llamado de su hermana, que sigue en la casa, ella acude y el horror vuelve a comenzar. Por eso hablamos de plato no apto para estómagos débiles.
Juego de muñecas El director francés Pascal Laugier fue el encargado de dirigir y escribir Pesadilla en el infierno. Cuenta una historia atrapante de entrada, ya que no tarda ni diez minutos en arrancar, donde vemos a una madre (Myléne Farmer) con sus dos hijas adolescentes, Beth (Emilia Jones) y Vera (Taylor Hickson) instalarse en una antigua casa. Si bien pareciera algo visto anteriormente (el hogar está lleno de muñecas antiguas), se aleja correcta y rápidamente del cliché para adentrarse en la narración. Lejos de jugar con espíritus o razones paranormales, el peligro se encuentra en dos seres humanos (Kevin Power y Rob Archer) que irrumpen en la vivienda de las protagonistas. De forma perturbadora, dan a entender sus psicópatas gustos con las muñecas antiguas. Un guion que se destaca por sus giros narrativos, donde la película se vuelve sumamente interesante, con argumentos válidos para mantener el verosímil, sin sobrepasar lo anormal. Pone en duda al espectador con el clásico “juego” de no saber lo que es real y lo que es imaginario para los personajes. Con respecto a la fotografía hay un trabajo muy bien logrado, acompañado por el sonido como arma fundamental en el género. Con el mismo, se logran varios de los sustos “traicioneros” y crean un ambiente perfecto para la relación entre suspenso y sorpresa. Con la dirección, la elección de casting, y el montaje terminan cerrando un círculo muy agradable para el tipo de largometraje.
La historia comienza en una ruta, cuando madre e hijas (Pauline, Vera y Beth) dejan su pasado atrás para mudarse a la casa de una tía que falleció y de quien heredan la enorme y tenebrosa morada llena de muñecas y otros objetos igual de tenebrosos. En la ruta, un camión de golosinas las pasa tocando bocina de manera algo violenta, pero todo queda en la nada. Ellas siguen su camino. A Beth le gusta escribir y ama a Lovecraft y a todo lo relacionado con el terror, de hecho en el viaje, aprovecha para leerle su cuento a su madre ante la indiferencia de Vera, tan distinta a su hermana... Lo que no imaginan las mujeres es lo que les espera la primera noche en su nuevo hogar cuando dos desquiciados entren para cambiar sus vidas para siempre. No tiene ningún sentido adelantar más contenido (porque desde esa misma noche, conocerán el horror). La acción no da respiro, suceden cosas permanentemente en tiempo presente y pasado a través de flashbacks y me gustaría, que si son fanáticos del cine de terror lo vivan en carne propia. Porque por fin, llegó a nuestro país una muy buena buena película del género, que me mantuvo entretenida durante todo su desarrollo, con varios giros y sorpresas, con buenas actuaciones, excelentes rubros técnicos en cuanto a maquillaje, vestuario y recreación de cada una de sus épocas que se pueden seguir sin problemas. Muy buena fotografía, puesta en escena y música. Todo bajo la dirección de Pascal Laugier, la recomiendo. ---> https://www.youtube.com/watch?v=XlT6kss7WE0 ---> TITULO ORIGINAL: Incident in a Ghost Land ACTORES: Crystal Reed, Anastasia Phillips, Mylène Farmer. GENERO: Terror . DIRECCION: Pascal Laugier. ORIGEN: Canadá, Francia. DURACION: 91 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años con reservas FECHA DE ESTRENO: 31 de Mayo de 2018 FORMATOS: 2D.
Un thriller psicológico de primer nivel mezclado con un slayer sumamente sádico, que desorienta hasta al aficionado del cine de terror número uno. Una madre soltera de nombre Pauline (Mylène Farmer) decide mudarse a la casa de su tía recientemente fallecida, junto con sus dos hijas adolescentes, Vera (Taylor Hickson) y Beth (Emilia Jones). En la casa a donde se mudan, se encontrarán con el extraño fetiche de su tía de coleccionar muñecas antiguas, de esas muñecas que asustaron a todos alguna vez. Ya instaladas, su casa se verá allanada por una banda de los criminales más bizarros que intentarán apoderarse de las pequeñas hermanas. Años más tarde, las hermanas que decidieron separarse durante un tiempo, deberán volver a encontrarse para librase de algo que quedó pendiente en esa casa repleta de muñecas. A simple vista, esta peli podría caer en los lugares comunes del cine de terror. Fantasmas, posesiones y espíritus del mas allá. En esta oportunidad, ese primer pensamiento, no podría estar mas alejado de la realidad. Lejos de ser una obra predecible y común, Pesadilla en el Infierno es un thriller psicológico de primer nivel mezclado con un slayer sumamente sádico, que desorienta hasta al aficionado del cine de terror número uno. Con más de un plot twist dentro de su guión, el director y escritor, se las ingenia una y otra vez para asegurarse de que este sea su film más reconocido. Con un escenario que podría tranquilamente ser cliché, estos giros que se producen, despabilarán a más de uno. Con una influencia totalmente “Lyncheana”, el guiño más retorcido que esta peli tiene es claramente hacia la mundialmente famosa Mulholland Drive (2001) de David Lynch. En cuanto a las actuaciones y personajes, el primer acto se encarga de describir a cada uno de sus participes de la mejor manera. La menor de las hermanas, fanática de las historias de terror y la mayor, con un espíritu rebelde se encargan de producir una química que a lo largo de los años en el cine, nunca deja de funcionar. Cabe destacar que al producirse una elipsis temporal bastante grande, la esencia en ningún momento de pierde. Las cuatro actrices se encargan de englobar una personalidad al personaje cumpliendo de gran manera. Los antagonistas, Kevin Power y Rob Archer merecen una distinción a parte. Totalmente bizarros y sádicos, se encargan de dar una imagen totalmente terrorífica desde el primer minuto que aparecen, transmiten el horror personificado. La mayoría de las buenas películas de terror son aquellas que constan con buenos antagonistas, llámese Scream (1996), Viernes 13 (1980) o Halloween (1978) y este es uno de esos caso.
Ese texto en placa es lo primero que vemos, antes de la primera escena en Pesadilla en el infierno. Pascal Laugier no se anduvo con vueltas a la hora de homenajear, y nos lo hace saber explícitamente desde el primer segundo. Con cuatro películas en su haber, todas enmarcadas en terror y suspenso, Laugier es recordado principalmente por su segundo opus, Mártires (Martyrs), película de culto, estandarte del gore galo de mediados de la primera década del Siglo XXI. Lo que normalmente se recuerda de aquella película, que el año pasado tuvo una insufrible remake estadounidense (PUEDEN LEER NUESTRA REVIEW AQUÍ), es sus extremas escenas de sangre y tortura, siendo catalogada a veces como una de las películas más fuertes de la historia del cine (en nuestra nota sobre “Películas difíciles de mirar” te contamos más sobre ella). Pero más allá de esa exagerada adjetivación que la emparenta con contemporáneas como La frontera del miedo, Al interior, o Alta Tensión, lo que destacaba a Mártires era una búsqueda estética muy particular, casi hacer arte pictórico desde la sangre, algo de lo que carecía su remake y por lo cual falló. Pesadilla en el infierno quizás no repita un gore tan extremo (aunque algo hay), pero redobla la apuesta sobre hallar el terror a través de una búsqueda estética. Slasher, giallo, terror psicológico, terror onírico, literatura hecha cine. Pesadilla en el infierno tiene de todo y va mutando, repasando buena parte del terror de los años ’60 y ’70, décadas en las que el género pegó el gran salto; y por supuesto, repasando al autor que homenajea desde la primera placa. Laugier quiere volver al terror clásico, y lo grita a voz pelada. Atrapadas No es sencillo decir de qué se trata Pesadilla en el infierno, pero hagamos la prueba. Pauline (Mylène Farmer) se dirige junto a sus dos hijas adolescentes, Beth (Emilia Jones) y Vera (Taylor Hickson) a una casa alejada en un bosque, perteneciente a una tía ya fallecida. Beth, que tiene aspiraciones como escritora y admira a Lovecraft, es hostigada por su hermana Vera pues considera que capta toda la atención de su madre. La relación entre ellas no es la mejor. En la primer noche en la nueva casa, son visitadas por el camión de helados que ya se habían cruzado en la ruta. De allí bajan un grupo de asesinos que irrumpen en el hogar, y… Beth (Crystal Reed) se despierta años después como una autora de terror consagrada, con muchos traumas ocultos y un best seller, considerado obra maestra que relata ficcionalmente lo que vivió (el título de la novela, Incident in a Ghostland, da nombre original a la película). Sus sueños de escritora se han cumplido, hasta logró formar pareja. Pero una llamada telefónica la alerta y la hará regresar a aquella casa ¿Qué pasó con su madre y su hermana? Esta idea, que ya de por sí daría para el desarrollo completo de una película, es solo el inicio de algo mucho más complejo y desconcertante. Laugier maneja su guion con mano firme, confundiendo al espectador, instalándolo en un zona extraña, en la que más de una vez no sabrá qué es lo que está sucediendo. Sin embargo, genera la suficiente tensión y atracción como para mantenernos siempre atentos. Con pinceladas de drama y sin apurar los hechos, el segundo acto puede parecer algo alargado o aletargado, quizás el más confuso, pero será necesario para que los personajes crezcan y retomen fuerzas para un tercer acto descarnado. De todos modos, cuando pareciera que nada sucede, allí siempre habrá un golpe de efecto, un susto como para espabilarnos. Parque de atracciones Valiéndose de una impronta estética llamativa y original que recuerda a los circos de antaño, a las referencias de una niñez arruinada, y con encuadres propios del giallo; Laugier creó una suerte de laberíntico parque de diversiones macabro, un mecanismo de cajas chinas, alrededor de la casa. La puertas se abren y no se sabe qué puede salir de ellas, de dónde va a salir algo, y cuándo se terminarán esos largos pasillos. El terror también es un vehículo para hablar de otras cuestiones, y así Pesadilla en el infierno plantea un drama familiar e interno en la relación entre dos hermanas antagónicas. También la posibilidad de encontrar un refugio en el cerebro. Beth y Vera serán víctimas con las que rápidamente nos identificaremos y sufriremos con ellas. Allí sabemos que estamos frente al director de Mártires. También es interesante el concepto detrás de los asesinos, no tan icónicos, pero sí atemorizantes. Conclusión Pesadilla en el infierno exige una especial atención por parte del espectador. Juega con su percepción e invita a adivinar por dónde vendrá el próximo efecto. Con buenos personajes y una estética de terror construida sobre imágenes artesanales, nos convence de que lo que importa no es encontrar siempre el rumbo, sino la cantidad de sacudidas que tengamos durante el viaje.
El director de la impactante “Martyrs” (la original del 2008, no la poco inspirada remake norteamericana), Pascal Laugier, regresa con otra película de terror que pone en el centro a jóvenes que serán explotadas de las peores maneras. “Pesadilla en el infierno” empieza como muchas películas de terror. Madre y dos hijas se mudan a una casa heredada por una tía que falleció. Una casa vieja que y llena de escalofriantes muñecas antiguas. Sin embargo, el terror vendrá desde afuera cuando dos extrañas y curiosas personas invadan la casa y las ataquen. Es así que a los pocos minutos de empezada la película, Laugier (que además de dirigir, escribe) ya apuesta a un terror muy potente. Si bien vemos a la madre defenderse y a sus hijas de aquel terrible ataque, la película luego muestra a la hermana menor ya de adulta convertida en la exitosa escritora de terror con que fantaseaba ser de pequeña. Pero aquel ataque deja muchas secuelas en la familia y de a poco se nos va revelando qué sucede realmente, qué pasó, qué puede pasar ahora. No conviene adelantar mucho más sobre la trama sin embargo sí es importante resaltar que Laugier apuesta a un terror brutal, explícito y que de todos modos no se siente gratuito. Porque detrás hay una buena historia para contar, una historia sobre salvarse a través de la creación de mundos, por medio de la escritura principalmente en estos casos (en una metáfora explícita pero precisa una máquina de escribir termina cumpliendo un rol fundamental). Porque Beth, esta hermana menor y retraída y ferviente admiradora de H.P. Lovecraft, siempre prefiere vivir en ese mundo de fantasía que se crea y que su hermana mayor detesta porque siente que se vuelve cada vez más aislada y lejana. “Pesadilla en el infierno” quizás peca a la hora de magnificar los golpes de efectos a través del sonido. Hay muchas imágenes y escenas que sin la necesidad de un fuerte sonido extradiegético agregado funcionaría igual o incluso mejor. Son impactantes por sí misma. Estamos ante una gran película de terror pero sólo apta para que ellos que realmente disfrutan de sufrir, aunque acá nadie sufra tanto como esas jóvenes protagonistas con las cuales Laugier es cruel y brutal. Dos personajes femeninos que no tienen otra opción que enfrentar lo que les sucede. Otro punto a favor es la creación de estos villanos, dos personas sobre las cuales sabremos poco y nada y sin embargo resultan aterradores y verosímiles. “Pesadilla en el infierno” es una propuesta de terror jugada y diferente a la mayoría de las películas de género que se estrenan a lo largo del año, que resultan más bien olvidables. Y en el medio, nos entrega diferentes homenajes a clásicas películas de terror como “Children of the Corn” y “El Resplandor”. Es inquietante y perturbadora y muy bien lograda y además nunca decae, por lo tanto sumamente recomendable.
Este es un plato casi demasiado fuerte, incluso para el más aguerrido fan del terror. El director francés Pascal Laugier está al mando de esta pesadilla en la que unas jóvenes están a merced de un tipo horrible con pasiones sádicas y pedófilas, por lo que hay que estar preparado para las cosas mas aberrantes. Pero claro, por otro lado, tal vez todos estos horrores sólo sean fantasías autodestructivas de una de las protagonistas, que de golpe despierta en otro lado como una famosa autora de best sellers de literatura fantástica que escribe "para no volverse loca". O por supuesto, tal vez esa personalidad de escritora sea lo que no existe. O tal vez nada de esto exista, o vaya uno a saber. De lo que no cabe duda es de que Laugier intenta plantear más cosas de lo razonable, pero lo hace apoyándose en ideas visuales originales. No cabe duda que quien espere más de un buen par de sustos fuertes no podrá pedir que le devuelvan la plata de la entrada. En el elenco aparece la alguna vez llamada Madonna francesa, Mylene Farmer, cuyo personaje la pasa casi peor que el resto de las criaturas que pululan por esta tierra fantasmal.
Justo cuando creías que era seguro mudarse a una alejada casa de campo llena de horribles antiguas muñecas, insectos muertos y un delicado diseño floral de decoración llega Pesadilla en el infierno (Incident in a ghostland, 2018), un violento giro del director francés Pascal Laugier sobre una retorcida invasión a domicilio. Una madre y sus dos hijas (Beth y Vera, opuestas en cuanto a personalidad), se mudan a la casa heredada por una tía difunta. En su primer noche en la nueva casa, dos extraños intrusos irrumpen en el hogar y la madre los confronta en defensa de sus hijas. Esta noche deja traumas en las hermanas adolescentes y sus diferencias se acentúan aún más, Beth se convierte en una aclamada escritora de terror y tiene una familia perfecta en Los Angeles, en tanto Vera no pudo superar el mal rato y está sumergida en la locura. ¡Pero no! ¿Fue solo una pesadilla? Al menos eso nos hacen creer cuando Beth se despierta aproximadamente una década después en una cama confortable. No solo es que ella está felizmente casada y tiene un bebé, sino que es autora un libro, un macabro best-seller titulado “Incident in a ghostland” que aborda en detalle cada instante de lo ocurrido aquella violenta noche. Sucede que ella recibe una llamada urgente de su hermana Vera, quien sigue viviendo en esa alejada casa con su madre, que la lleva a regresar y visitar la fuente de su trauma de niñez. En tono con la filmografía de Laugier (no escuchen esas críticas de misoginia que está recibiendo el francés, esto es ficción y no un manual sobre como vivir), 2 mujeres son puestas a prueba y el límite es marcado por la destreza psicológica que estas posean o en caso extremo, hasta donde sus cuerpos resistan. Pesadilla en el infierno no es Martyrs en cuanto a gore y salvajismo, es verdad que estamos ante una película que coquetea con la porno-tortura y toma la violencia física como una parte importante del relato, pero en forma mucho más depurada, con otro estilo, del barroco, del gótico y de un Lovecraft que inspira a Beth en la escritura (hay cameo y mención del gran escritor); tomemos eso como un punto de partida para caracterizar a los grotescos villanos: un repugnante gordo que huele vaginas para saber si la víctima está en etapa de menstruación (si son muñecas o humanos, eso es secundario) y una oscura señora que parece salida de Van Helsing. Podríamos resumir Pesadilla en el infierno en un combo letal: Melanie Martinez + Rob Zombie + Lovecraft. Es verdad que a Pascal Laugier le encanta mostrar en detalle a mujeres sufriendo, esta vez redobla la apuesta con un ogro sádico y pedófilo… ya lo dijeron en las arenas del coliseo y he aquí la cuestión ¿no hay que darle al público lo que el público quiere?
Pesadilla en el infierno es otro exponente de la escuelita de cine misógino que caracteriza la filmografía de Pascal Laugier. Un realizador que en la primera década del siglo 21 formó parte de la corriente del terror extremo europeo que brindó numerosas películas perturbadoras como Alta tensión (Alexande Aja), Frontiers (Xavier Gens) y El interior (Julien Maury). De todas esas producciones la más fuerte fue probablemente la obra de Laugier, Martyrs, que tenían un nivel de sadismo y violencia que en el momento de su estreno generó mucha polémica. Su nuevo trabajo presenta un thriller psicológico que tienen los elementos clásicos de sus historias. Laugier por lo general trabaja con personajes femeninos que suelen ser mujeres débiles, que están al servicio de los villanos de turno para ser torturadas y violadas en situaciones de violencia extrema. Esta película no es la excepción y cuando un psicópata ataca a una de las protagonistas no basta con que la golpee sino que el director tiene que mostrar en detalle como el rostro de la joven se transforma en una masa de carne deforme. Si bien este film es mucho menos sangriento que Martrys ese regodeo del cineasta por el sadismo está presente en su nueva producción y eso podría resultar chocante para algunos espectadores. La paradoja de este estreno es que encuentra sus mejores momentos cuando evade las situaciones de tortura porno y se concentra en los aspectos psicológicos del conflicto. Laugier en este caso logra construir con solidez el misterio de la trama con dos líneas argumentales paralelas que se desarrollan en el pasado y el presente. Una fórmula que resulta efectiva para mantener el suspenso a lo largo del film. También se luce el excelente trabajo en el diseño de producción de la casa en la que ambienta la trama, en la que se nota una clara influencia de La masacre de Texas de Tobe Hooper, Los decorados y el trabajo de fotografía de Danny Nowak consiguen crear una atmósfera tétrica muy sólida que convierte al escenario principal en un lugar claustrofóbico y aterrador. Por otra parte, las interpretaciones de las dos protagonistas, Emilia Jones y Taylor Hickson son muy buenas y generan que los momentos más intensos sean incómodos de ver. El problema con el cine de Laugier es que el director no puede evitar excederse con las situaciones de violencia que impiden disfrutar a fondo la historia. Me refiero a los típicos momentos del cine de explotación de los años ´70, que Lucio Fulci solía filmar en Europa y que el cineasta francés convierte en escenas trilladas de mal gusto. Pesadilla en el infierno se ve afectada por esta cuestión, además de un giro sorpresivo que se vuelve predecible debida a las numerosas películas que trabajaron el mismo concepto en el pasado. No obstante, los amantes del terror extremo probablemente la disfrutarán con más entusiasmo que aquellos espectadores que no comulgan demasiado con este tratamiento del género.
UN POCO DE TERROR FRANCÉS Pascal Laugier, el director de Pesadilla en el infierno, llegó a mi vida -y seguro que a la vida de muchos otros entusiastas del cine de terror- de la mano de Martyrs, una película que forma parte de ese grupo de películas del cine de terror francés que hace unos diez años sacudió al género que se estaba ahogando en un mar de adaptaciones occidentales de películas japonesas y un océano de remakes y secuelas de viejas glorias de los 70. Aunque no sabemos muy bien cómo, la oleada francesa se diluyó un poco rápido, probablemente ayudada por la crisis financiera global de 2008 y al círculo constante de crisis y reinvenciones en el que siempre gira el cine terrorífico. De todas maneras ese momento particular nos dejó un puñado de películas furiosas, que mezclaban acción, gore, torture porn, y rabia: Frontière(s) de Xavier Gens (2007), À l’intérieur de Alexandre Bustillo y Julien Maury (2007), La horde de Yannick Dahan y Benjamin Rocher (2009) o Haute tension de Alexandre Aja (2003) son algunos de sus buenos ejemplos. En Pesadilla en el infierno (el titulo argentino más desganado y genérico de la historia), Laugier demuestra lo que habíamos visto en Martyrs, es decir, que tiene una mirada sólida sobre el género y lo que quiere contar, y cierta sensibilidad para la manipulación de lo desagradable y lo que da miedo. Aquí lo que nos quiere contar funciona más o menos en dos registros, separados sin ninguna sutileza por un par de giros argumentales que, obviamente, no revelaremos. El primer registro es extremadamente realista y tiene varios puntos de contacto con el demoledor prólogo de Martyrs, que era lo mejor de la película, y es el que usa para contarnos lo que se nos dice en la sinopsis: un par de desquiciados atacan brutalmente a una madre y a sus dos hijas adolescentes que, sin embargo, logran sobrevivir milagrosamente. El otro registro más de film onírico o sobrenatural lo usa el otro lado de la cuestión que involucra lo que pasó después del ataque. El principal problema del film se encuentra inmediatamente después de la introducción, que es muy efectiva. A Laugier le cuesta unos cuantos minutos y un giro argumental, que para algunos resultará polémico, terminar de acomodar todas las cuestiones y encontrar el tono definitivo de la película que luego sí fluye sin problemas. Es que todo lo que Pesadilla en el infierno entrega luego son puntos positivos: es una película bien actuada, lo suficientemente bien como para que tengamos empatía por esos personajes desgraciados, y aunque no llega a las cotas de violencia explícita de las películas que mencionábamos antes, encuentra la dosis justa que necesita como para provocar lo que quiere provocar. Además tiene un final a la altura de las circunstancias. Pesadilla en el infierno probablemente no revolucione el género pero es capaz de sobreponerse a sus fallas y de confiar en lo que tiene para decir. Y Laugier hace algo que es básico pero que muchas películas contemporáneas olvidan, se acuerda de construir personajes y de que esos personajes sean el vehículo hacia la experiencia que nos quiere transmitir y no un mero receptáculo de violencia vacua y sin sentido.
El cine de terror es nutrido por directores consagrados, por otros que sólo se dan una vuelta (a veces con gran éxito) y por autores que, por un motivo u otro, no terminan de establecerse como pesos pesados del género. Este último caso parece ser el del francés Pascal Laugier. Su ópera prima, Saint Ange, de 2004, no tuvo gran repercusión, pero sirvió para insinuar su predilección por los oscuros secretos que resurgen en un ámbito intimista. Su segundo film, Martyrs, sí fue su verdadera carta de presentación. La historia de dos amigas atormentadas por un pasado de tortura y muerte surgió de una breve aunque poderosa corriente de neo-gore francés (con Alta tensión, de Alexandre Ajá, a la cabeza), pero resaltó gracias a su audacia visual e intelectual. Después Laugier no tuvo demasiada suerte: la anunciada nueva versión de Hellraiser nunca se materializó y The Tall Man, protagonizada por Jessica Biel, no satisfizo a los fanáticos. Pesadilla en el Infierno (Incident in a Ghostland) es su nuevo opus y la oportunidad de revalidar su talento. Beth (Emilia Jones) y Vera (Taylor Hickson), dos hermanas adolescentes, se mudan con su madre (la cantante Mylène Farmer) a una casa que acaban de heredar en las afueras de Illinois. Beth gusta de escribir historias de terror, de modo que la decoración antigua -siniestra, incluso- parece sintonizar con la vivienda, además de enojar a Vera. Pero la misma noche de llegada, dos extraños irrumpen para tratar de secuestrarlas, en una situación de locura y violencia. Años más tarde, Beth (Crystal Reed) es una autora de best sellers aterradores. Parece estar viviendo su sueño de juventud, junto a su marido y el hijo de ambos. Entonces recibe un llamado desesperado de Vera (Anastasia Phillips), quien quedó traumada por aquel nefasto episodio. Beth regresa con su hermana y su madre, que sigue viviendo en la casa donde ocurrió todo, y no tardará en hacer inquietantes descubrimientos. Laugier emplea una estructura similar a la de Martyrs, con tres actos distintos pero interconectados, y también repite varias ideas (de nuevo los personajes centrales son dos mujeres perturbadas por un hecho traumático), pero dentro de un entorno y una imaginería del cine de horror estadounidense de los años 70 y 80. Si bien Beth tiene como ídolo a H.P. Lovecraft, hay más guiños (dos, muy evidentes) a la obra de Stephen King, aunque evitando caer en el homenaje más burdo. El resultado, sin llegar a los niveles de brutalidad revulsiva de Martys, tiene lo suyo y no le da tregua al espectador. Hay vueltas de tuerca y detalles para prestarles atención, pero la película no se sostiene de eso y están integrados a la trama. Sobre el final aparece una broma fallida que, pese a todo, forma parte del sentido de esa escena y no arruina todo lo anterior. Las dos versiones de Beth se cargan la película al hombro, convirtiéndose en otro de los personajes femeninos Laugierezcos que, lejos de ser una víctima fácil, se propone hacerle frente a la amenaza. Tanto Emilia Jones como Crystal Reed podrían haber sido heroínas de films de Dario Argento. Pesadilla en Infierno confirma que Laugier, aun cuando no logra alcanzar o superar el nivel de su película más reconocida, tiene con qué para formar parte del panteón de los directores que vienen fortaleciendo el cine de terror actual.
La nueva película del francés Pascal Laugier resulta una verdadera gema de horror moderno cargada de momentos que crispan los nervios Una madre y sus dos hijas heredan el caserón de una tía fallecida, una vivienda lúgubre plagada de antiguos e inquietantes muñecos. La primera noche en la nueva morada, las mujeres deben enfrentar a dos intrusos que tocan a la puerta, unos psicópatas sedientos de sangre que intentarán someterlas. Tras escapar de esa experiencia traumática, la historia continúa varios años después con una de las niñas se convierte en una exitosa escritora. Al regresar a aquella casa, descubre terroríficos secretos que la remontan a aquella fatídica velada. Sin las secuencias explícitas de Martyrs (su película más famosa), el realizador Pascal Laugier logra construir una pesadilla fílmica plagada de momentos de puro horror. De todas formas, el gore está presente en la historia, al igual que ciertas secuencias de tono onírico que agudizan la experiencia. Película “Pesadilla en el infierno” Película “Pesadilla en el infierno” Hay además, una buena construcción de los personajes protagónicos, desde los dos salvajes atacantes hasta el trío de mujeres, obteniendo un contrapunto entre las dos hermanas dibujadas una como muy pasiva y la otra, con carácter avasallante. El argumento se guarda muchas sorpresas, incluido un inteligente giro que hace virar la trama hacia lugares insospechados. La dirección de arte, cargada, barroca, al igual que la presencia de los fantasmagóricos muñecos de porcelana recrean cierta atmósfera de "laberinto del terror" de feria que remonta inmediatamente a los slashers de los setenta, filmes que obviamente han inspirado al director. Película “Pesadilla en el infierno” Película “Pesadilla en el infierno” Excelente fotografía que aprovecha los claroscuros y las sombras expresionistas para que los sustos esparcidos durante todo el metraje funcionen. Con un ritmo más europeo que los clásicos del género, pero con pulso firme, Pesadilla en el infierno es una original y efectiva película de horror que desafía la valentía de los espectadores. Miedo.
Casi todas las semanas tenemos en las carteleras alguna película de terror. Es uno de los pocos géneros que funcionan de manera constante: dejaremos para el sociólogo o el psicólogo encontrar explicaciones. No siempre las películas valen la pena (sabe el lector asiduo de esta columna que aquí somos fanáticos de todo y de nada), y el caso de Pesadilla en el infierno es interesante porque tiene elementos que podrían transformarla en una interesante reflexión sobre el género, sobre el poder y el sentido del miedo en general, y otros en los que la crueldad gratuita parece reflejar una absoluta falta de empatía no solo por los personajes, sino sobre todo por los espectadores. La trama involucra a dos jóvenes y una madre que sufren un ataque traumático, el paso del tiempo en el que todas tratan de lidiar con aquello, y la reunión forzada donde suceden cosas extraordinarias que reflejan aquel horror. Una de las jóvenes, de paso, es escritora de libros de terror. Con un poco de imaginación, el amigo lector podrá más o menos ordenar las piezas y descubrir la trama. El problema no es ese (la originalidad, lo decimos siempre, está sobrevalorada) sino que en lugar de depurar la tensa cuerda de la realidad versus la ficción (tema de hoy si los hay), Laugier decide ver cuántas cosas horribles es capaz de mostrar. Y esa saturación de horrores simplemente anestesia lo que podría ser realmente un film perturbador, y solo se queda en grosero.
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