Peter Lord es -junto a su socio Nick Park- una de las cabezas de Aardman, la notable productora británica que creó personajes entrañables como Wallace y Gromit. Luego de un par de incursiones no del todo logradas en la animación digital (Lo que el agua se llevó y Operación regalo), la factoría inglesa intenta con ¡Piratas! Una loca aventura un regreso a las fuentes; es decir, a la animación stop-motion más artesanal. El resultado -sin llegar a las cimas de Pollitos en fuga- es bastante alentador. La trama aquí es lo de menos (las desventuras de un querible antihéroe con una patética tripulación y un codiado perico que debe demostrar sus condiciones y valía para poder ingresar al concurso del "pirata del año"). Lo que realmente importa es la capacidad de sorpresa, el uso inteligente del humor, la calidad de la animación y esa capacidad única para desarrollar vertiginosas y delirantes escenas de acción que desafían las leyes de la física y la capacidad de asombro. Bienvenida, pues, la vuelta de Aardman al juego que mejor juega y que más les (nos) gusta.
¿Vamos a ver una de piratas? Sería la propuesta para los chicos (bastante actual gracias a la saga de Piratas del Caribe). Está claro que hay códigos que conforman el lenguaje "pirateano" para que la fórmula funcione. Patas de palo, ron, loros, algún infiltrado, la ley y por supuesto, un tesoro. La última producción de Aardman Animations, responsables de Lo que el agua se llevó (2007), Wallace y Gromit, Pollitos en Fuga (2000) y la muy buena Operación Regalo (2011), toma todos estos elementos y los combina con su particular estilo de Stop Motion. Es cierto que esta vez combinan CGI en todos los escenarios en donde se desarrolla la acción, pero no hace a la cuestión...
Luego de sumergirse en la realización de "Arthur Christmas", película de animación hecha por computadora, Aardman, productora creadora de "Wallace & Gromit", vuelve al stop motion para brindarle al público una propuesta original, divertida y visualmente impresionante.
Piratas es un simpático regreso de los estudios Aardman al arte de la animación con plastilina y arcilla que en el pasado brindó grandes historias como Pollitos en fuga y Wallace & Gromit: La maldición de los vegetales. El nuevo film no está al nivel de esas producciones y se nota que el director Nick Park no trabajó personalmente en esto, pero es una propuesta dentro de todo entretenida, al menos durante la mayor parte de la historia. Una cosa que me llamó la atención de Piratas es que creo que se trata de la producción más políticamente incorrecta de Aardman. La película tiene un humor mucho más acido y negro que otras producciones de esta compañía, a tal punto que tuvieron que cambiar una escena del film que no cayó bien en Europa (ver Dato Loco). Es como que los guionistas estuvieron un poco más filosos. Es muy raro encontrar un film inglés que apunta comercialmente a un target familiar y se burla con saña y malicia de la monarquía inglesa. En este caso trabajaron con personajes reales como Charles Darwin y la Reina Victoria que no quedan precisamente bien parados. Piratas es una buena película de Aardman pero no es lo mejor que brindaron en el cine. El inconveniente que tiene pasa por una cuestión argumental. La trama comienza muy bien pero hacia la mitad de la película surgen algunos baches narrativos donde se vuelve algo aburrida. El problema es que tiene demasiadas escenas de diálogos donde los personajes se la pasan planeando cosas y la diversión se estanca y puede resultar un bodrio, sobre todo para los más chicos. Después cuando se acerca la resolución de la historia la película recupera el entretenimiento otra vez. Creo que esto tuvo que ver con el hecho que el film es una adaptación de una saga literaria “Pirates!”del autor inglés Gideon Defoe. La película condensa los primeros dos libros y combinaron dos tramas sin demasiada necesidad, cuando se podrían haber concentrado en una historia concreta. Lo mejor de este estreno es el tremendo trabajo de realización que es impresionante. Todos los detalles que tienen los personajes, tanto en sus vestuarios como en sus rasgos personales y los escenarios realmente te dejan impactado. Este tipo de animación donde sobresale un espíritu artesanal, que perdieron en la actualidad la mayoría de la producciones realizadas íntegramente en CGI, cuya estética es similar en todos los filmes, requiere un trabajo descomunal de dedicación y paciencia que no se puede dejar de destacar. Al margen de esas cuestiones argumentales mencionadas, que me parece afectaron un poco a la trama, Piratas es una buena obra de los estudios Aardman que merece su visión.
Una de piratas, como las de antes Diversión de la mano de los creadores de “Pollitos en fuga”. El Pirata Capitán está algo preocupado. Desde hace veinte años que no puede ganar en el concurso del Pirata del año. Se entiende viendo lo ingenuo que es, la poca suerte que tiene y la clase de gente que tienen en la tripulación de su buque. Pero la máxima que asegura persevera y triunfarás es la que mejor le calzará. Casi, casi como a Peter Lord, codirector de esta ¡Piratas! Una loca aventura , y creador de Pollitos en fuga , desde la productora Aardman ( Lo que el agua se llevó ). La animación con muñequitos, en la que Wallace & Gromit fue buena precursora moderna, tiene sus bemoles. Es a la vez encantadora, pero poco realista. La historia de un pirata que ataca a un barco en el que viaja el mismísimo Charles Darwin y a quien está punto de lanzar por la borda, pero éste descubre que el “perico” que el Capitán lleva sobre su hombro es en realidad una especie que se creía extinguida... Y que con ella el Capitán puede ganar suficiente fortuna como para poder empardar al pirata Pata de Palo, entre otros, y lo llena de ambición. Lo curioso -o no tanto, viniendo de estos ingleses que saben cómo reírse de sus, cómo diríamos, próceres- es que el malvado de la historia es el propio Darwin, que planea robar el pajarito para quedar bien con la otra villana del relato, la reina Victoria, quien -esto sí que es curioso- odia a los piratas. Realizada para ver tanto en proyecciones comunes como en 3D, el humor simple y con guiños para el público adulto es lo que la convierte, por momentos, irresistible. Claro que a veces el ritmo no se sostiene, y cuando los más pequeños en la sala empiezan a inquietarse, es termómetro de que no todo funciona lo bien que debería. La solidaridad es uno de los muchos valores que la película ofrece a los chicos. El equivocarse, que es humano y no sólo condición de los piratas, y el poder dar vuelta la hoja, el saber descubrir dónde está la bondad, el sentido de pertenencia, sea a lo que fuera... Así como en Wallace & Gromit el ladero del protagonista era más inteligente que él, el esquema se reitera. Con una animación que ha mejorado a pasos agigantados, no tiene catarata de gags ni la genialidad de Pollitos en fuga , pero es un buen aliciente: qué chico no querrá ver otra peli como ésta...
Un film divertido y tierno para que disfruten chicos y adultos en igual medida Esta es, oficialmente, la primera película de los estudios Aardman que utiliza la tecnología 3D para el stop-motion . Pero lo cierto es que extraoficialmente desde los tiempos de Wallace & Gromit los personajes y las historias creadas por los artistas ingleses Peter Lord y Nick Park son en algo más que en dos dimensiones. Una cualidad extra aportada por la animación cuadro por cuadro de esos muñequitos de piel de plastilina y los guiones que siempre respetaron sus orígenes. Los personajes de Aardman son británicos hasta su médula plástica y los protagonistas de ¡Piratas! Una loca aventura no son la excepción. Aunque no se estrene en la Argentina la versión original en la que Hugh Grant le prestó su voz al Capitán Pirata, el personaje no pierde ni un ápice de su espíritu inglés aunque hable en castellano. Allí está él junto a su tripulación, un grupo humano que se deleita con todas las tareas de la piratería pero que, sobre todo, disfruta de una buena pata de jamón cortada por la espada de su líder. Alegres y algo inocentes a pesar de su ocupación sanguinaria, Pirata y los suyos no son grandes saqueadores, ni tienen los cofres llenos pero aun así aspiran a ganar el trofeo de pirata del año. Una gesta tan atrevida como imposible de conseguir, especialmente si se trata de competir con gigantes de los siete mares como Black Bellamy y Liz, una sexy capitana con la voz de Salma Hayek. Humillado por sus pares y desesperado por ganarse el respeto de su tripulación, el Capitán Pirata hará de todo por elevar su perfil en el mundo de la piratería. En esa búsqueda se cruzará con un joven Charles Darwin, más interesado en su mala suerte con las mujeres que en sus teorías evolucionistas. Ambientado en una era victoriana no demasiado apegada a la realidad histórica, el film pasa de una situación a otra con el ritmo propio de una comedia de enredos un poco absurda. La colección de bromas y situaciones graciosas resultan tan disfrutables para el público infantil como el adulto que hará esfuerzos por no perderse detalle del elaborado diseño de cada una de las escenas de la película. Aunque cuenta con un conjunto de personajes divertidísimos encabezados por el capitán de tupida barba roja, la gran cantidad de escenas de acción le quitan algo de espacio para desarrollarse. Es que en poco menos de una hora y media el héroe pasa de ser el hazmerreír de los mares a convertirse en el pirata con el mayor botín, para volver a ser un descastado que cuelga la espada para dedicarse a vender ropa de bebé por las calles de Londres. Aunque suene algo ridículo-porque lo es-, todo lo que sucede en ¡Piratas! Una loca aventura divierte, fascina. Ya sean los abordajes en el medio del océano -una de las mejores secuencias del film-, o la visita a la cámara de los tesoros del imperio británico del que el film se burla constantemente.
Darwin y el filibustero: de plastilina somos Si alguien cruzó ya a Abraham Lincoln con vampiros (la película respectiva se estrena en unos meses), por qué no se podría hacer lo mismo con los piratas y Charles Darwin. La idea se le ocurrió a mediados de la década pasada a un escritor llamado Gideon Defoe (apellido inmejorable a la hora de navegar, con naufragios o no) y tuvo tanto éxito que inauguró una serie, extendida hasta hoy a cinco títulos. Después de algunas experiencias con la animación computada (Lo que el agua se llevó, Operación regalo), con ¡Piratas! Una loca aventura, el estudio británico Aardman Animation (míticos creadores de los geniales Wallace & Gromit) ingresan al mundo del 3D. A la vez que regresan a su gran especialidad: la animación cuadro a cuadro de figuras de plastilina. Debe decirse, sin embargo, que lo nuevo de Aardman se parece más a una de Dreamworks que a una de Aardman. Más allá de sus ínfulas, El Pirata Capitán no tiene mucho éxito a la hora del abordaje. Desde barcos fantasmas hasta otros llenos de apestados, parecería que el Pirata Capitán se especializa en asaltar las tripulaciones más menesterosas de las Antillas. Una de ellas lleva a bordo a un naturalista de grandes patillas, que dice llamarse Charles Darwin y queda patitieso al descubrir que el loro del barbado intrusor no es en verdad un loro, sino el último dodo (ave rara del Indico, dice la Enciclopedia Británica) sobre la Tierra. Con aviesas intenciones, el patilludo convencerá al barbudo de presentarse en la Academia Real, donde los más grandes de la época (mediados del siglo XIX) presentan sus más brillantes inventos y descubrimientos. Es allí donde la Reina Victoria –que si algo odia, casi tanto como al sexo, son los piratas– mostrará su interés en la exótica avecilla, convirtiendo al Pirata Capitán en su protegé. Lo cual no ayudará a mejorar precisamente su fama entre sus pares. A diferencia de sus clásicos, que trabajan sobre el modelo del cine de aventuras (incluyendo Pollitos en fuga, dirigida por Peter Lord, también está al frente de ésta), ¡Piratas! es, como Shrek y derivados, una parodia, apoyada sobre un cúmulo de guiños, anacronismos y referencias a la actualidad. Desde la presencia de “Así hablaba Zaratustra” y “London Calling” en la banda sonora, hasta los cameos de época (Jane Austen, El Hombre Elefante) y, sobre todo, de otras épocas (un pirata al que llaman Rey porque se viste como Elvis, el sueño del protagonista de presentarse en un show de televisión y así al infinito), ¡Piratas! descansa sobre el mismo sistema en el que suelen apoyarse las películas de Dreamworks (no por nada aparecen, en un par de escenas, algunos de los protagonistas de Madagascar). Un sistema en el que el chiste apela a un espectador al que se supone pegado a la tele. Dos aclaraciones. La primera es que hay, sí, un gran personaje: el simio al que Darwin tiene por mayordomo y al que el doblaje (la película se estrena en Argentina sólo en versión doblada) llama Mayormono. A falta de lenguaje, el educadísimo Mayormono habla “por tarjetas”, que incluyen toda clase de divertidísimos sonidos y onomatopeyas. La segunda aclaración es que a la mayoría de los colegas ¡Piratas! les gustó, por lo cual tal vez sea que este crítico estaba en un mal día cuando la vio. Nunca se sabe.
Animación con inteligencia y humor Con el disparate como estrategia principal, la nueva obra de Peter Lord recobra lo mejor de la animación en stop motion. La técnica y el lenguaje depurado conforman un film muy divertido para grandes y chicos. Peter Lord, el director de ¡Piratas!... ya había entrado en la historia del cine de animación por haber fundado nada más y nada menos que los estudios Aardman, en Inglaterra, donde nacieron personajes como Wallace y Gromit, y donde el propio Peter Lord dirigió Pollitos en fuga. Animaciones en stop motion (cuadro a cuadro) para personajes en plastilina han sido su mayor identidad visual y sus películas logran, incluso en la era digital, deslumbrar por su belleza e inocencia a los espectadores de todo el mundo. ¡Piratas! Una loca aventura es otra comedia de aventuras del estudio que mantiene la base de los personajes en plastilina y le agrega fondos y efectos (como el océano) más modernos tecnológicamente. El resultado es impactante, pero no sólo por la técnica, sino por la capacidad de Lord de construir un film con un lenguaje depurado, bello. Estéticamente más rico que el común del cine comercial contemporáneo. El Pirata Capitán (en inglés la voz de Hugh Grant) es un pirata fracasado, con un grupo de leales –y estrambóticos– marineros más un ave fiel que completa la imagen más depurada de los piratas. La Reina de Inglaterra es su peor enemigo y el desdichado Pirata Capitán no tiene tampoco entre sus colegas el respeto o la admiración que él sueña. Pero los vientos están a punto de cambiar y al cruzarse con un científico algo loco, el Pirata Capitán comienza a soñar con la posibilidad de alcanzar su máxima meta: convertirse en “El pirata del año”. Esta base disparatada es el punto de partida del film, pero hay que decir que, siendo leal a los libros de Gideon Defoe en los que se basa, el disparate aumenta porque el científico es el mismísimo Charles Darwin. Él y su mayordomo mono se enredarán con los piratas y se cruzarán con otros personajes como Jan Austen y hasta el mismísimo Hombre elefante. No es fácil lograr que una comedia que apunta principalmente a los niños haga reír con inteligencia a un adulto, pero esto ocurre con ¡Piratas! Los chistes son inteligentes, divertidos y de una sofisticación poco habitual. Hay en eso una coherencia. La película de Peter Lord tiene un altísimo nivel estético, y una imaginación visual refinada y su sentido del humor es equivalente. Esto, que quede claro, sin perder nunca el objetivo de ser una película para todo público y conformar a los espectadores de todas las edades.
Con una botella de ron y el Yo-Ho-Ho El cine de animación es, discutiblemente, donde se aglomera la mayor cantidad de ocurrencia estética. Su potencial inventivo se expande a la par del desarrollo tecnológico que posibilita la inserción de nuevos artilugios y nuevas técnicas. Las manos juiciosas de los artistas se encolumnan detrás del detalle y no lo pierden de vista nunca. Si lo impecable pudiera adquirir alguna forma, sería una muy similar a esta. Existe, luego de la irrupción lucrativa de numerosos resultados afamados, una rivalidad taciturna entre la animación stop-motion y los contenidos digitalizados del CGI. La tendencia de la primera hacia lo caricaturesco y la evidente intervención humana en su aspecto artesanal contra los personajes computarizados de la segunda, que buscan la emulación más aproximada a las facciones humanas. Piratas! Una loca aventura (The Pirates! A Band of Misfits, 2012), así como la mayoría de los productos animados, decide diferenciarse de esa disputa ya que no le pertenece. Ese contraste entre máquina y humano parece sólo estorbar en las conciencias de los fanáticos y algunos sectores informativos. Afortunadamente, el género animado parece invitar constantemente a separarse de las estructuras y a ignorar a las convenciones. Avatar (2009) pudo demostrar que la animación digital puede operar como el condimento de singularidad necesario para transformar un escenario real y humano en otro irreal y fabuloso. Lo mismo, pero con un stop-motion maravilloso, hizo Wes Anderson en Vida Acuática (The Life Aquatic with Steve Zissou, 2004). Piratas! Una loca aventura Adhiere elementos de ambos estilos y logra avenir esas diferencias en un híbrido colorido. Por momentos fantasioso y por momentos increíblemente realista. Luego de más de veinte años recorriendo los siete mares, Capitán Pirata (Hugh Grant) decide desembarcar con su tripulación para postularse al premio más prestigioso en la ilegalidad marítima: El Pirata del Año. Su deseo de reconocimiento queda inmediatamente opacado cuando, en ascendentes demostraciones de poder, sus competidores comienzan a llegar al lugar citado. Conciente de su falta de merecimiento, Capitán Pirata se lanzará en la aventura más importante de su vida. La película tiene su cuota de humor, por supuesto. Y ya que se trata de una producción esencialmente inglesa, aquella gracia la proporcionan algunos de los referentes más distinguidos. Martin Freeman, de la superlativa serie televisiva The Office (2001), Ashley Jensen, de la aún más superlativa serie Extras (2005) y David Tennant , de Doctor Who (2005). Entre sus muchos méritos, la película se encarga de devolver la temática pirata a la comedia y al público infantil. Siguiendo en la misma línea técnica de Pollitos en fuga (Chicken Run, 2000) el film demuestra la inopinada capacidad que poseen un poco de plastilina y una computadora.
El antihéroe está en apuros Son los mismos creadores de "Pollitos en fuga" y "Wallace y Gromit", que disfrutáramos en televisión. Con personajes de arcilla, bellamente diseñados y una reconstrucción histórica concienzuda y humorística. "Piratas! Una loca aventura" cuenta la historia de un verdadero antihéroe del mundo bucanero, un pobre pirata que nunca pudo lograr un éxito en su "carrera" y "muere" por ser consagrado como el "Pirata del año". El sueño de monedas de oro y una mujer como "La carnicera del Caribe", comehombres piratesca de dientes afilados, impetuosa y bella, no dejan de inquietarlo. Cansado por las bromas de su colega Black Bellamy, sobre su viejo bergantín, que nunca pudo renovar y luego de frustrados asaltos a todo tipo de barcos piratas, desde "vegetarianos" y "apestados por la plaga" hasta "fantasmas", nuestro antihéroe pondrá rumbo a Londres, en busca de aventuras y el preciado oro, alentado por su tripulación y con la buena compañía de su perico Polly. ESPECIE EXTINGUIDA Lo que menos imagina el espectador es que en su viaje, el buen pirata Capitán, encontrará a Charles Darwin, al Hombre elefante y la reina Victoria y hasta su encantador perico adquirirá nobleza, al descubrir el prestigioso autor de "El origen de las especies", que el loro es un Dodo, especie extinguida muchos años atrás. "Piratas!. Una loca aventura" es un relato animado, divertido, con diálogos inteligentes y personajes deliciosos. Entre ellos, el pirata Capitán y su fiel asistente Segundo, la tripulación que lo ama, el mono Darwin, algo así como el mayordomo de los clásicos ingleses; la regordeta Victoria y su secreta pasión por los platillos extravagantes, son constante motivo de risa. A lo mencionado se suma una perfecta reconstrucción del Londres victoriano, con sus tabernas, sus castillos siniestros y hasta etéreos globos aerostáticos llevando a nuestros héroes a la aventura y raudos velocípedos, desfilando por las calles.
Por amor al jamón Así como de este lado del Atlántico los estudios Pixar funcionan casi como una garantía en el mundo de la animación, del otro lado del océano los estudios Aardman vienen forjando una gran tradición de películas (cortos y largos) realizados en su mayoría con la técnica del stop-motion. Es difícil definir la fórmula que los ha llevado a producir esta serie de películas íntimas, cómicas, tiernas y dulcemente anárquicas, pero ¡Piratas! Una loca aventura confirma una vez más que estos chicos saben lo que hacen. Peter Lord vuelve a dirigir después de la pequeña gran maravilla que fue Pollitos en fuga en el año 2000, primera incursión del estudio en el largometraje. Una vez más encontramos esas caras y expresiones que ya conforman algo así como la huella de identidad de Aardman. Más allá del gran trabajo en la animación, del uso impecable de la cámara y de la fluidez narrativa, dos elementos resultan esenciales en Piratas: el humor y los personajes. El humor, como en toda película de Aardman, sobra. En cada plano, en cada secuencia los chistes se multiplican, se acomodan en un segundo plano, como al pasar, o estallan en plena pantalla (como una gigantesca ballena que viene a aterrizar frente a nuestras narices), se modula, funciona siempre con el timing perfecto, aparece de forma inesperada, con planos cortos y risas que crecen por acumulación. Los chistes de Aardman no son laboriosos, no cuestan, no se siente el esfuerzo que implicó su preparación: aparecen como un pez con sombrero y siguen su curso. Ese humor se alimenta de lo absurdo (en la tradición del humor inglés), de lo anárquico (la villana de esta película inglesa no es otra que la mismísima reina Victoria, gran encarnación de las jerarquías monárquicas y tradicionalistas del país), también de lo metatextual. Pero si Piratas se ríe hasta cierto punto de las tradiciones de los relatos de piratas y su iconografía, no lo hace de la forma canchera que ha patentado ya una saga como Shrek, sino con todo el amor y la iconoclastía de, por ejemplo, Los muppets: un relato "infantil" que no subestima a los niños y tampoco se desespera por llenarse de guiños para los adultos. El otro elemento, como en toda gran película clásica, son los personajes. Definidos en principio con trazos simples (el pirata con bufanda, el pirata albino, el pirata de las curvas sospechosas), estos anti piratas no crecen por profundización sino simplemente por afecto. En esta familia embarcada, el centro es, como se anuncia desde el principio, algo así como la mascota pirata: el "loro". Fuente de ternura infinita, este loro será el centro de la trama improbable de la película, de la crítica a Inglaterra y de esta familia que debe atravesar la disolución para volver a formarse más fuerte. Por debajo de esta historia de piratas fluyen otras historias, otros relatos, que se superponen en una superficie brillante y atractiva. Por otro lado, la técnica del stop-motion alcanza una plena sensación táctil gracias al 3D. A diferencia de la animación por computadora, que intenta aprovechar la dimensión extra para darle profundidad a un mundo compuesto por 1 y 0, el stop-motion se logra a través de un mundo real (aunque pequeño) que se posa frente a la cámara cuadro por cuadro. En este mundo hiperreal, el 3D agrega capas y superficies y nos acerca de una forma nueva a este universo ficcional.
Hacen reír delirantes filibusteros animados Aardman, la productora de «Wallace and Gromit» y de la popular pelicula «Pollitos en fuga» intenta con estos piratas de plastilina unir la vieja técnica de stop motion animation con las nuevas posibilidades del cine 3D digital y una temática bucanera que está en boga desde el éxito de la saga de Disney «Piratas del Caribe». La estereoscopia le sienta bien a estos muñequitos de piratas ridículos, pero después de un rato el asunto se vuelve un poco repetitivo. Tal vez sea que la historia sobre la búsqueda de un premio al pirata con mejor botín no ayuda mucho, especialmente dado que el delirio que surge del guión de Gideon Defoe (basado en una novela suya) distorsiona la idea de ver una película de piratas en clave humorística-surrealista animada, ya que en realidad la trama es cualquier otra cosa, con el mismísimo Charles Darwin uniéndose a los piratas para alternar el premio pirata con un premio zoólogico al descubrir un ave milenaria perdida. Realmente, con todas las posibilidades del stop motion y un buen presupeusto se podría haber hecho algo más espectacular dentro del género de las películas de filibusteros en vez de irse por las ramas. De todos modos hay que reconocer que hay momentos visuales impactantes, y algunos chistes muy graciosos, especialmente los que involucran a una reina Victoria armada de un complejo sistema de seguridad virginal, a modo de animadísimo cinturon de castidad. Las voces en castellano no están mal pero sin duda sería más interesante escuchar las de gente como Hugh Grant, Brenda Gleeson o Salma Hayek, pero para eso habrá que esperar al DVD, parece.
Calaveras de plastilina “¡Piratas! Una loca aventura” renueva el humor y la magia en altamar. Todo parece divertido en esta película de animación basada en dos libros infantiles, cómicos, de piratas. Según el editor de esas novelas, el autor las escribió para convencer a una muchacha de que abandonara a su novio por él. No logró conquistarla, pero al menos atrajo a la industria del entretenimiento. Uno de los fundadores de un estudio dedicado a la animación en plastilina se interesó en transformar dos de esos libros en ¡Piratas! Una loca aventura. Estamos hablando de Peter Lord, conocido también por realizar Pollitos en fuga, por producir los populares unitarios para televisión y el largo de Wallace & Gromit, La batalla de los vegetales. ¡Piratas!... tiene toda la magia de esa técnica desarrollada hasta la genialidad por estos artistas. La historia es la de un grupo de piratas de segunda categoría, comandados por un sujeto que se encuentra frustrado por no haber podido ganar nunca el concurso de Pirata del Año. El desafío está por realizarse una vez más, y los competidores, dueños de enormes botines y mejores barcos, parecen ser demasiado para él. Al ver herido su orgullo por las burlas, decide cumplir con su sueño a cualquier costa, incluso si la reina Victoria le ha puesto precio a su cabeza o si la versión caricaturizada de Charles Darwin, el gran científico, se cruza en su camino y amenaza con echarlo a perder todo torpemente. ¡Piratas! tiene mucho, pero mucho humor, tanto en los diálogos entre los personajes, como, arrolladoramente, a través de las interminables posibilidades creativas que brinda la plastilina, que además le confiere a todo un clima de calidez típico de lo hecho a mano. Temas como la amistad, el compañerismo, la rebeldía, la valentía, y la lealtad, están presentes en el relato, pero lo importante no es sólo que la película pueda revivir esos valores, sino el cómo lo hace.
El Capitán, su tripulación, el científico y la reina Los estudios de animación Aardman, que dieron al cine joyas como "Pollitos en fuga" o "La batalla de los vegetales" (y otros títulos no tan logrados como "Lo que el agua se llevó") vuelven a la carga con su bagaje de personajes entrañables, animaciones sorprendentes y escenarios, vestuarios y ambientaciones de enorme calidad técnica y artística. En este caso, todo este andamiaje está al servicio de la narración de una historia que entrecruza las aventuras de un grupo de piratas y la presencia de la reina Victoria de Inglaterra con las andanzas del mismísimo Charles Darwin. Es conocida la capacidad de los artistas de estos estudios para producir filmes técnicamente irreprochables y además, para narrar historias con gran solvencia; y, como siempre, para aderezar los relatos con pequeños guiños destinados a los adultos que van al cine para acompañar a los pequeños, a los que teóricamente está destinada la película. Y aquí es donde puede percibirse un tropiezo de la producción: si bien las líneas elementales de la trama pueden seguirse sin dificultad, hay una serie de escenas demasiado dialogadas y estáticas que, seguramente, aburrirán a los espectadores más chicos. Es cierto que las escenas de acción, las persecuciones y las caídas (y los efectos en 3D) están sabiamente colocados a lo largo del relato como para divertir a los niñitos y para regocijar a los que ya no lo son, y que los personajes siempre tienen una salida original o un gesto divertido como para sostener la atención del público, pero de a ratos la acción cae en pozos que conspiran contra el impacto final del filme. No se trata, por cierto, de uno de los mejores títulos de los inventores de Wallace y Gromit, pero es cierto que las imágenes son deslumbrantes y la puesta en cámara de cada una de las secuencias es admirable; la historia entretiene a pesar de las lagunas de ritmo y el saldo general es satisfactorio. Ocurre que quienes vayan al cine impulsados por el recuerdo de los grandes filmes de Aardman deberán resistir a la tentación de comparar esta nueva entrega con las inolvidables producciones que cimentaron la fama de los estudios británicos.
Por fin la productora de animación Aardman, una de las casas más importantes de las últimas tres décadas, cuyo emblema son Wallace y Gromit, ha dejado de lado –en gran medida– la animación digital para volver a sus hermosos muñequitos de plastilina, campo donde no tienen competencia. Estos “Piratas…” son una banda de personajes enormemente divertidos, en un film que saca partido de esa sensación lúdica que tienen las criaturas de arcilla, lo que le permite al director (un grande de la animación llamado Peter Lord) incluir buenos gags de humor negro sin que molesten ni rompan el tono amable del film. Aquí simplemente se trata de un capitán tras el premio del Pirata del Año, y de una crítica contra el poder absoluto y falto de imaginación en reivindicación de la libertad y el juego. Es decir: lo que intentó la tercera película de la serie “Piratas del Caribe” y no logró, dada su elefantiasis presupuestaria y su absoluta falta de humor. Aquí todo es un juego constante sin perder el hilo de una narración precisa, y de algún modo Aardman también se corrige a sí misma: después de algunos años tratando de “adaptarse” a las técnicas digitales, el regreso al “stop motion” tradicional muestra que sus historias requieren de esos juguetes coloridos, de esas criaturas que uno imagina que se pueden tocar. Bello en diseño, preciso en “timing” cómico, ajustado en narración y humorístico por todas partes, este film es una sorpresa en el estandarizado mundo del cine familiar de gran presupuesto.
La historia no sólo es muy original sino que también es muy divertida ya que el humor no sólo lo encontramos en lo visual en secuencias muy disparatadas, sino que también en los diálogos inteligentes, ácidos e irónicos. La animación es de primerísima calidad y todo está cuidado hasta el mínimo detalle. Prácticamente el 100% de sus personajes son carismáticos y muy...
Los piratas sean unidos (con plastilina) Si algo se extrañaba en el mundo de la animación reciente era esa marca de autor de la casa inglesa Aardman: si bien Lo que el agua se llevó y Operación regalo -ambas en digital- mostraron algo (más la segunda que la primera), hay que reconocer que estas dos películas dejaron en evidencia que lo que terminaba de redondear la idea conceptual en la obra de Peter Lord, Nick Park y compañía era la faz artesanal de su puesta en escena. Sin sus muñecos de plastilina animados en stop-motion, pareciera que algo pierde vida. Y ¡Piratas! Una loca aventura, devuelve ese placer y esa sorpresa por la perfección formal que estos británicos logran con este tipo de animación. Claro está que a eso hay que sumarle el timing cómico ideal para desarrollar un humor que incluye a chicos y grandes sin demostrar un esfuerzo mayor para hacerlo, cierta subversión al burlarse de las instituciones (aquí la monarquía, la ciencia y la Historia, al incluir a Charles Darwin como un sujeto poco recomendable) y la inteligencia para hablar de temas importantes sin caer en solemnidades. Los trabajos de Aardman son endiabladamente divertidos y esta historia de piratas no lo es menos. Puede, es cierto, que los chicos de Aardman hayan perdido algo de efectividad en el camino: ¡Piratas! Una loca aventura lejos está de Pollitos en fuga o de Wallace and Gromit (incluso el último corto de Wallace and Gromit, A matter of loaf and death ya era bastante flojo), pero así y todo mantiene un nivel de calidad apreciable tanto en su forma como en el desarrollo de personajes y de la historia. También, podríamos decir, que la asociación con Dreamsworks dejó como lastre cierta recurrencia al humor pop, empezando por la banda sonora que incluye temas de The Who entre otros y también referencias intertextuales y anacrónicas: por allí aparecen Jane Austen y El hombre elefante, y un barco se puede estacionar en un muelle como hoy lo hacemos con un automóvil. Sin embargo, hay que señalar que lo que en Dreamworks es un objetivo y un fin en sí mismo, aquí es sólo un medio para hacer avanzar la historia. Lo que importa, en el fondo, es lo que pasa con el Pirata Capitán, su curiosa tripulación y su especial loro, tras el objetivo de convertirse en los mejores piratas del año, y cómo eso, de alguna manera, necesita de un grupo humano sólido. Un camino de aprendizaje por las vías del pirataje, que era más o menos lo que quería contar Piratas del Caribe en su segunda y tercera parte, y que a veces la hacía trastabillar por su carga de solemnidad. Aquí no, aquí todo es risa y chistes de precisión. Encaramado entonces en su objetivo de ser el pirata del año, el Pirata Capitán termina tras los pasos de un Charles Darwin algo pérfido, quien encuentra singular atractivo en el “perico” del pirata. Basándose en la serie de libros de Gideon Dafoe, Peter Lork y el codirector Jeff Newitt construyen un relato que tras la cortina del humor (siempre perfecto y sólido respecto del universo creado, nunca fuera de registro), trabaja temas como la ciencia como territorio para la aventura, el poder como recinto donde la imaginación y la diversión se ven cercenadas, y la amistad y el buen espíritu dentro del grupo humano (en ese sentido ¡Piratas! Una loca aventura parece bastante hawksiana) como valor fundamental para la subsistencia. El film es bastante inteligente para abordar estos asuntos y esconderlos en los diversos pliegues y niveles que contiene: bordada por lo genérico, la película juega con inteligencia a partir de los estereotipos, especialmente en la tripulación que incluye a piratas denominados como un concepto: están el Pirata con Gota, el Pirata con Bufanda, e incluso el Pirata de Sorprendentes Curvas, desplumando de un tiro aquel viejo recurso de la mujer que se inmiscuye en el barco pirata disfrazada y sin que nadie la descubra. Tal vez uno pueda decir que la anécdota de ¡Piratas! Una loca aventura es bastante mínima, lo que empequeñece al film y más allá de sus logros no reluzca tanto, pero lo que hace de esta, en definitiva, una película divertida pero sólo correcta es el hecho de que no deja de ser un film de piratas, paródico, pero de piratas al fin. Que se entienda: las películas de piratas no tienen nada de malo, pero comparada con Pollitos en fuga, que era un film sobre gallinas enmarcado en los recursos del cine carcelario, parece un producto rutinario y hasta ya visto. Igualmente, tiene la suficiente capacidad inventiva -ese mono mayordomo- como para sobresalir entre la media.
Una buena propuesta para toda la familia, ambientada en la época victoriana. Casi todas las historias de piratas nos fueron atractivas, esos hombres del mar que se dedicaron a asaltar los barcos, a buscar tesoros, a robar y porque no decirlo fueron los que conquistaron continentes y los colonizaron. Ahora llega para toda la familia ¡Piratas! Una Loca Aventura, de los productores de “Pollitos en Fuga”, una película animada dirigida por Peter Lord y Jeff Newitt, y la actriz mexicana Salma Hayek presta su voz a Cutlass Liz. La historia es algo sencilla, dedicada a los más pequeños. El deseo del“Capitán Pirata” es convertirse en el pirata del Año, llega a la Isla de Sangre y al encontrarse en ese lugar las cosas no son como las esperaba. Nuevamente en Londres, se debe enfrentar al científico Charles Darwin y a la Reina Victoria, es fea, odia a los piratas, adicta a la comida, una villana grotesca y a la vez algo graciosa, le encanta comer animales exóticos y puso una mirada muy especial en el loro del Capitán. El film es muy entretenido, atractiva y simpático, pensado para toda familia, de acción, como casi todas las películas de animación últimamente tienen un mensaje ecológico, la idea es que desde niño se comience a tener conciencia, guiños para los adultos, tiene todos los efectos que le ofrece el 3D pero tiene algunos baches narrativos, hace perder un poco al espectador adulto y aburrirlo.
Diversión en Stop Motion "¡Piratas! Una loca aventura" es una película divertida, amable, que a priori no atrae demasiado, pero cuando uno se deja llevar por la historia lo envuelve y lo hace pasar un buen rato de entretenimiento. No creo que sea tan fabulosa como exclaman algunos, sino que es un producto que vale la pena ver en cine y que creo será del agrado de los más chicos, aunque no es de esas producciones que uno termina llevando para siempre dentro suyo, sino más bien una linda peli para disfrutar el momento y pasar hacia otra cosa a los 5 minutos de finalizado el metraje. La versión latina no la recomiendo, escuchar a personajes ingleses hablando en neutro no favorece mucho el espíritu del film, sino que por el contrario, hace que se pierda un componente importante de su atractivo. Ya sé... me quejo siempre de lo mismo, pero cada vez más soy defensor de los idiomas originales. Imagínense sino, a Ricardo Darín puteando pero doblado al mandarín... ¿como que se pierde la esencia no? Acá pasa lo mismo. En fin, la historia es divertida y moderna, el pirata Capitán y su tripulación quieren ganar a toda costa el premio del "Pirata del Año", sobre todo para demostrarle a los demás piratas adversarios que son un grupo de granujas temibles y no el centro de las cargadas generales cómo suele suceder habitualmente. Esto los llevará a vivir una aventura que tiene algunos momentos realmente buenos y divertidos, aunque me costó mantener el completo interés hasta el final. Quizás el abuso de parodias a situaciones actuales que obviamente serían absurdas para la época de los piratas de la era victoriana resultó ser un arma de doble filo. En conclusión, creo que es una película que sin ser una maravilla y estar un poco lejos de la frescura de "Pollitos en Fuga" se deja ver y entretiene al punto tal de justificar la entrada al cine para disfrutarla. Los más chicos estarán seguramente más entusiasmados que lo adultos, pero es una buena opción para ver algo distinto a la animación que nos tiene acostumbrados Pixar.
Aardman + Piratas = calidad asegurada. El estudio inglés especializado en stop motion (Pollitos en fuga, Wallace and Gromit) logró nuevamente una proeza cinematográfica de la más alta calidad de animación. Con años de trabajo de producción -cada semana se realizaban poco más de cuatro segundos de metraje-, esta nueva historia combina humor, personajes creados artesanalmente y una reversión de la historia de la corona británica. El Pirata Capitán (cuya barba habrá vuelto loco a más de un animador) es un desafortunado corsario que no logra hayar el botin digno que le permita ingresar al concurso de Pirata del Año. Soñando despierto y gracias a un error de su fiel perico, ahora deberá enfrentarse a sus acérrimos rivales Black Bellamy y Cutlass Liz. Para alzarse con el premio, Capitán y su improbable tripulación de perdedores viajarán desde la Isla Sangrienta hasta Londres, donde conocerán a un perturbado Charles Darwin y deberán enfrentar el aberrante odio que la Reina Victoria siente por los dueños de los mares.