Un titulo con su humor en regla pero no tanto con su mensaje. Néstor Montalbano, de la mano de su trabajo en ciclos televisivos como Cha Cha Cha y Todo por 2 Pesos y películas tales como Soy tu Aventura y Pájaros Volando, se ha vuelto una garantía de humor bizarro en nuestra cinematografía. Pero si el humor es una cuestión subjetiva, lo bizarro puede llegar a ser, valga la redundancia, mas subjetivo que lo subjetivo. ¿Cómo está en el papel? Turman es un heredero que tiene todo lo que quiere, excepto pelos en la cabeza. El tiene una relación de amistad con Héctor, el portero de su edificio, quien debe hacer un viaje a su pueblo natal con motivo del cumpleaños número 105 de su abuela. Lo que es un dato al pasar, se vuelve un motivo de interés para Tuti, cuando Héctor le cuenta sobre un lago de su pueblo cuyas aguas tienen el don de hacer crecer pelo. Ambos se embarcan para el pueblo de Héctor, Tuti moja su mollera en dichas aguas y efectivamente de la noche a la mañana le crece una señora cabellera. Esto no solo lo deja extasiado, sino que empieza ver una posibilidad de negocios, cosa que no les caerá bien a los habitantes del pueblo que desean mantenerse aferrados a sus tradiciones. Tenemos ante nosotros una arquetípica propuesta de un bicho de ciudad que va al pequeño pueblo, y la resistencia de este a progresar cuando el protagonista ve una posibilidad de negocios. Argumentalmente y a nivel personaje no es nada nuevo que hayamos visto. Hay alguna que otra humorada que es de esperar en este tipo de historias con un “pez fuera del agua” como protagonista, pero las verdaderas risas –o al menos las pocas que llega a sacar— es cuando la existencia de las aguas llegan a la atención de un cantante reconocido, y este desembarca en el pueblo. El guion tiene un problema no tanto para difundir su mensaje, sino sobre cuál es el mensaje que desea transmitir. Durante gran parte del metraje, parece ser que hay tradiciones que jamás deben cambiar. Por otro lado, trata el tema de las apariencias. Y Por otro lado más, parece ser un mensaje a lo Homero Simpson de “No fue su cabello, usted lo hizo”. Aunque los tres mensajes llegan, la ensalada no está lo suficientemente bien mezclada y el resultado es la confusión del espectador. Aunque la historia le da un cierre satisfactorio al arco de su protagonista, la resolución no viene de este. Lo que no cae mal, pero deja gusto a poco. ¿Cómo está en la pantalla? El nivel de producción de la película provee una excelente factura técnica. Montaje, Sonido y Fotografía sin fisuras. Se puede notar en la musicalización un homenaje a los spaghetti3908b westerns (no por nada el titulo es una alusión a Por un Puñado de Dólares, de Sergio Leone), que tienen un obvia intención de parodia, pero no hay confrontaciones tan intensas en la película que permitan que llegue a ser interpretada como tal. A nivel actoral, Nicolás Vázquez entrega una interpretación a la altura del desafío. Puede llegar a ser un poco insoportable, pero por otro lado el personaje que encarna, tiene por definición mucho de ese adjetivo, así que se lo dejamos pasar. El resto de los actores también entregan interpretaciones decentes; nada del otro mundo, pero aguantan el palo con dignidad. Tanto Rubén Rada como el Pibe Valderrama tienen una sola expresión en toda la película, con la diferencia de que a Rada le crees muchísimo más su personaje. Conclusión Si bien posee una buena factura técnica, actuaciones más decentes de lo esperado y situaciones humorísticas lo suficientemente en regla, la confusión en el mensaje de este título es lo que impide que se luzca del todo. - See more at: http://altapeli.com/review-por-un-punado-de-pelos/#sthash.gTuVO43D.dpuf
"Despeinarse un rato" Si Argentina fuera un país con todas las cosas en su lugar no tendrían que existir personas que conozcan a Néstor Montalbano por su más reciente producción cinematográfica titulada “Por un puñado de pelos”. No se trata de uno más que tuvo la suerte de llegar a las pantallas locales con una historia loca y de género, sino que al contrario, se trata de un tipo que se merece trabajar siempre en ese lugar por todo lo que hizo hasta la fecha. Montalbano es del palo que revitalizó la comedia local en la televisión y en el cine junto con otros artistas como Diego Capusotto, Fabio Alberti, Pedro Saborido y Alfredo Casero gracias a producciones como “Todo por dos pesos”, “Cha Cha Cha”, “Soy tu aventura” y “Pájaros volando”. Si nunca consumiste ninguno de esos productos previamente, o simplemente no te gustan, “Por un puñado de pelos” por más buena y lograda que esté te parecerá algo completamente trillado, ridículo y absurdo. Por eso mi recomendación es que, si sos de esas personas, te hagas un ratito libre y veas por internet de que van estas producciones y como es el humor que ofrecen antes de ir al cine a poner cara de amargo a la hora de los chistes que tiene la película. En cambio, si sos de los que disfruta de esta clase de humor (cuyo mayor exponente hasta la fecha sigue siendo “Peter Capusotto y sus videos”), “Por un puñado de pelos” te resultara una divertida propuesta para pasar un entretenido momento frente a la pantalla grande. Lo poco que necesita Montalbano (un pelado que no quiere padecer más su falta de cabello) y lo trillado de la solución que ofrece (el agua de un pueblito de peludos que idolatra a una figura llamada Santo Chapi) es el sello característico de un realizador del cine que, pese al paso de los años, realmente puede hacerte reír con tan solo dos pesos. Si Nicolás Vazquez lidera un elenco en el que también dicen presentes Rubén Rada, el pibe Valderrama, el negro Ferreyra, Juan Carlos Velázquez (el mini de “Duro de domar”) y el cerdo patricio (un cerdo posta, no un actor), pero la película se la roba el doble de un reconocido músico internacional una vez que aparece en la pantalla, te podes dar una idea de lo es capaz de hacer Montalbano con tal de sacarte una sonrisa genuina apelando tan solo a simples y humildes destellos de originalidad. “Por un puñado de pelos” pese a contar con algunas falencias que quedan en evidencia frente al ojo más crítico, es un film que entretiene lo suficiente como para recomendar su visionado. No será lo mejor de Montalbano, pero si queres romper la monotonía del cine argentino en los últimos años de ofrecer comedias dramáticas con grandes actores, aquí tenes una excelente opción que es todo lo contrario, y no por eso, se disfruta menos.
Juzgar y criticar a Por un puñado de pelos por su simple y disparatada trama es no captar la sintonía de la película Salvando las (grandes) distancias sería como pedirle verosimilitud a un film de Robert Rodríguez. La idea es buena y graciosa, eso nadie lo puede negar. Que un pelado (Nicolás Vázquez), quien ha hecho todo lo posible para combatir la alopecia, encuentre la solución en las aguas mágicas de un arroyo en un pueblo perdido del interior donde todos sus habitantes son muy peludos y le rinden culto a un santo de gran cabellera es, cuanto menos, un lindo disparate. Ahora bien, la pregunta es si ese disparate está bien ejecutado. Y parece que se queda en el camino. Una película con buenas intenciones y hecha a pulmón que no logra las carcajadas que busca y que tan solo arranca sonrisas pese a su ingenio. Con Pájaros volando (2010) y Soy tu aventura (2003), el director Néstor Montalbano probó que podía hacer buenas comedias nacionales, el problema aquí es que no cuenta con Diego Capusotto… Para agregarle “bizarreadas” tuvo una muy buena selección del cast secundario con Carlos “el pibe” Valderrama y el Rubén “el negro” Rada. Pero no fue suficiente. Ahora bien, en el aspecto técnico la película está muy bien parada y además cuenta con una secuencia animada hecha por Andrés Borghi, maestro indiscutido de los FX y del cine independiente del culto (nacional), que enaltece la producción. Para resumir, es una película que está bien hecha pero no es lo graciosa que tendría que ser. Algunos disfrutarán muchos los elementos bizarros (una rareza en el cine argentino que se proyecta en salas comerciales) y otros no entenderán de qué va. Pese a estas disparidades, que una film así llegue a estrenarse es un motivo para celebrar.
Universo Montalbano Responsable del absurdo televisivo con programas como De la cabeza, Cha cha cha y Todo por 2 pesos, Néstor Montalbano desembarcó en cine junto a Diego Capusotto con Soy tu aventura (2003) y Pájaros Volando (2010) –éxito de público-, mientras que con Horacio Fontova realizó El regreso de Peter Cascada en 2006. Su última película Por un puñado de pelos (2013), continúa el tono delirante desde el título, al parodiar el clásico de Sergio Leone (recordemos que la película iba a llamarse “Agüita milagrosa”), tanto como al western en cuanto género en sí mismo. A su vez acentúa una visión particular acerca de los pueblos del interior del país (algo muy transitado en todas sus películas) en donde los códigos son otros y las leyendas del lugar tienen tanto valor como la ley en sí misma. Filmada en la provincia de San Luis y protagonizada por Nicolás Vázquez, la película narra la historia de un joven millonario con problemas capilares (y de autoestima) que recurre a una cascada con poderes mágicos para la crecida del cabello. El milagro natural está ubicado en un pueblo del interior comandado por el alcalde Nemesio (Carlos Valderrama o “El Pibe Valderrama", si, el famoso ex jugador de fútbol colombiano) que se verá afectado por la explotación que el citadino empresario quiere hacer del lugar y la llegada del cantante mexicano Luis Miguel (personificado por su doble argentino Andrés Rey) preocupado por una incipiente calvicie. Néstor Montalbano sigue incorporando elementos de la cultura popular –y de masas- a sus producciones, con una interesante mezcla de delirio sin sentido y critica aguda a ciertos valores en decadencia de la sociedad (la transformación de un personaje popular en mito sagrado por ejemplo) y por sobre todo, al capitalismo. Cuestión evidente en la incorporación en el relato de los estrambóticos personajes de Rubén Rada y Norma Argentina, así como el ex participante de Talento Argentino Daniel Ferreyra, entre otros. Por un puñado de pelos no deja de ser una verdadera rareza dentro de la cinematografía argentina, “inclasificable” (según la denominación de su hacedor) dentro de los cánones que rigen la tendencia local, pero no por eso debe ser considerado un film menor, sino distinto. Como todo el cine de Montalbano.
Néstor Montalbano, vuelve a valerse del absurdo y el humor bizarro para generar esta comedia que homenajea, ya desde su titulo, a los spaguetti western. Con un elenco entregado a la locura, la cinta funciona a nivel artístico y técnico (excelente fotografía y elección de encuadres) Párrafo aparte para las participaciones especiales de "EL PIBE" VALDERRAMA y sobre todo RUBEN RADA que se suman al clima festivo general que el filme despliega.
Ni tan calvo ni tan peludo... La breve filmografía de Néstor Montalbano (cinco trabajos en 15 años) muestra que no hay punto medio: sus películas salen muy bien o salen bastante mal. Entre las primeras están las deliberadas apuestas por el ridículo y el sinsentido de Soy tu aventura y Pájaros volando, ambas protagonizadas por Diego Capusostto. La mezcla entre western austral y comedia grotesca de Por un puñado de pelos, en cambio, está entre las segundas. El protagonista es Tuti Turman (Nicolás Vázquez), un joven millonario que trabaja en la oficina del padre y parece tener la vida resuelta, con la salvedad de su cabellera ausente. Cabellera que sí tienen los habitantes de una pequeña localidad del interior de la que es oriundo el portero del edificio, lugar donde hay una cascada con aguas supuestamente curativas. Enterado de las novedades, el antihéroe irá comprobar las bondades del líquido milagroso. Y funciona. Ni lento ni perezoso, Tuti se propone crear un negocio montando un centro de recuperación capilar, más allá de la negación de los lugareños. El universo de Por un puñado de pelos es retorcido y poblado por seres que oscilan entre la caricatura y el ridículo: el cuñado del portero (Rubén Rada), su mujer (Norma Argentina) y, por sobre, todo el intendente de la pequeña localidad, interpretado por Carlos Valderrama. Sí, El Pibe, el melenudo y talentoso ex futbolista colombiano. A medida que avance la trama, la película se irá volcando más y más al absurdo, alcanzando el punto máximo con la llegada de un cantante a probar el milagro. El problema es que Montalbano no termina de jugársela del todo por lo imprevisto y delirante, algo que sí hacía en Pájaros volando. Y si al sinsentido no se lo acompaña con sorpresa e imprevisibilidad, el resultado es indefectiblemente una película fallida y menor dentro de su filmografía como esta.
Nestor Montalbano es un director atípico que ha hecho películas delirantes y disfrutables, y otras no tan felices. Lo que ocurre con este film es que las ideas del guión son lo suficientemente “locas” pero la realización se queda a mitad de camino entre el delirio y la caricatura. Hijo de millonario pelado, conoce por su portero un lugar milagroso, secreto de un pueblo, luego de solucionar su problema quiere hacer un negocio con el lugar.
Un asunto capilar Néstor Montalbano fue parte de varios de los mejores programas de televisión que se vieron de los ‘90 para acá: dirigió De la cabeza, Cha cha cha y Todo X 2$, que -sin exagerar- cambiaron la manera de hacer humor en la Argentina. Su sello: el absurdo y los personajes bizarros, marcas distintivas que pudieron encontrarse también, con mucha menos efectividad, en algunos de sus largometrajes, como Soy tu aventura o Pájaros volando. Y que son ingredientes necesarios de Por un puñado de pelos, pero no suficientes para hacer funcionar a esta película (que tiene guión de Damián Dreizik, otro renovador del humor nacional desde aquellos días de Los Melli). Aquí hay unas cuantas buenas ideas: alguna vez alguien tenía que hacer actuar al Pibe Valderrama, dueño quizá del look más increíble de la historia del fútbol. Y qué mejor papel para el colombiano que el de alcalde corrupto de un pueblo bendecido por unas aguas que hacen crecer el pelo. Otra presencia interesante a priori era la de Rubén Rada, como uno de los lugareños peludos que se resisten a que un ambicioso semicalvo citadino (Nicolás Vázquez) explote el lugar. Esta historia, con aires de western capilarmente incorrecto, está bien planteada y parece terreno fértil para una comedia efectiva, pero algo falla. Las situaciones no resultan lo suficientemente graciosas y, así, todo va perdiendo ritmo. O quizás haya que plantearlo a la inversa: la falta de ritmo es lo que quita la comicidad. Y ninguna de las actuaciones logra hacer olvidar estos baches: en su debut, el Pibe salva la ropa, Rada está demasiado contenido y Vázquez no consigue esquivar la sobreactuación. Hay un falso Luis Miguel que brinda los mejores momentos, y un chanchito peludo que todos quisiéramos como mascota. Pero de a poco, todo va poniéndose cada vez más grotesco en el mal sentido de la palabra: hay escenas que son bizarras adrede pero, despojadas de mayor gracia, parecen serlo a su pesar. Y lo peor es cuando, hacia el final, la película se toma en serio a sí misma e intenta darnos una moraleja anticapitalista, resumida en algo así como que “no todo tiene precio”. No era necesario.
Asuntos serios en clave de parodia Siglo XVII. El comienzo de la leyenda. Los españoles arrasan con todo. Una indiecita de cabello impresionante resulta sorprendida por un soldado castellano de enorme pelambrera. Ella le pregunta "¿Chapí? ¿Chapí...?", él mueve su cabellera como para propaganda de champú, se enamoran, pero antes de comer perdices o mejor cosa los sorprenden los malos, y, en fin, esto hay que verlo, y escuchar al relator oficial mientras pasan los dibujos, los cabellos se entrelazan amorosamente y nace la leyenda del ollón de los enamorados, recopilada por Fray Malincho Coloso de Ortubia, y conservados en el Recinto Privado de la Biblioteca Municipal de Las Toribias. La "síntesis idílica que dio lugar a la raza criolla" está rodeada de inquietantes historias sobre espantosos peces pilíferos, viajeros muertos por extrañas razones, y el celoso culto de los lugareños a Santo Chapí, que les mantiene el pelo sano y abundante. Siglo XXI. El final de la esperanza. El Toti Turman arrasa con todo. Al menos, eso se cree él. Para el viejo es un clavo con oficina propia. Para las mujeres, uno a quien escaparle cuando llama. ¿Será que está perdiendo la pinta? Porque el pelo también se le escapa de la cabeza, sin nada que lo fije. Hasta que su amigo el portero le menciona la leyenda del ollón y la lozanía capilar de su pueblo. Solución inmediata. Negocio en puerta: "WaterHair". Campaña internacional. Recelo local (sobre todo del padre de una linda chinita). Y gran metida de pata con el primer cliente grande, que tendrá pelo sano y más que abundante, de eso no cabe duda, en tanto un misterioso y simpático cerdito peludo corre presuroso hacia, bueno, esto también hay que verlo. Así viene la mano con esta nueva comedia de Néstor Montalbano con guión de Damián Dreizik, vale decir, la dupla de "Pájaros volando". Humor bizarro pero de buen gusto, dentro de lo que cabe. Asuntos serios llevados seriamente al nivel del disparate y la parodia amable. Lindo paisaje puntano. Aires de western patay, buena música y efectos ad hoc, y un elenco nunca visto: Nicolás Vázquez en su primer protagónico de cine, Carlos Valderrama como el intendente del pueblo (garantía de pelo abundante), Rubén Rada haciendo el desconfiado (y con razón), Daniel Ferreyra (menos suelto que en Talento Argentino y sin guitarra pero siempre natural), Natalia Sánchez, a tener en cuenta, Ivo Cutzarida, Norma Argentina, Jaime Ramírez Navarro y otros peluqueros, Andrés Rey (el imitador de Luis Miguel), Juan Carlos Velázquez (el Mini haciendo de abogado petiso), etc., y la participación especial del cerdo Patricio. Hay que tener en cuenta al cerdo Patricio. Y atender muy atentamente una parte, que afecta al habla latinoamericana: cuando El Pibe Valderrama se refiere a lo que hay dentro de la cabeza, ¿dice "cerebro", o "celebro"? Coproducción San Luis Cine con Elegua Producciones de Colombia, Saltaunarana y otra gente con sentido del humor.
Para comenzar, "Por un Puñado de Pelos" es una película muy diferente a lo que estamos acostumbrados a ver... No es Hollywood y no es cine nacional (siendo cine nacional, obvio), el tema es que va por otro lado. Si entendés el código de Néstor Montalbano (director de "De La Cabeza", "Cha Cha Cha", "Todo Por Dos Pesos", "Pájaros Volando", "Soy Tu Aventura"), la vas a disfrutar sin parar. El Pibe Valderrama y Rubén Rada funcionan en sus personajes (podría decir que están correctos), mientras que Nicolás Vázquez te va a sorprender y te va a alterar al mismo tiempo (obvio que es un piropo, porque Nico logra generarte lo que el director quiso contar - aplaudo la creación del personaje, tanto para Néstor como para Nico -). Otro aspecto para disfrutar: la fotografía y el montaje, que van como piña, sobre todo haciéndole honor al clima de la peli. Ya sabes, metete en el mundo de Néstor Montalbano y disfruta de "Por un Puñado de Pelos", algo diferente en nuestra cartelera porteña.
Néstor Montalbano ha logrado forjar una carrera en la realización cinematográfica apoyándose en la utilización de figuras televisivas populares para narrar historias poco convencionales (por lo absurdas) aunque de manera básica y tradicional. Y si en su último largometraje (“Pájaros volando”) construía una épica historia de acercamiento a seres del más allá (con cosmogonía incluida) en su nueva propuesta “Por un puñado de pelos” (Argentina, 2012) se acerca a la imaginería popular que encuentra en las falsas deidades y la religiosidad instantánea su cohesión e impulso de existencia. Hay un looser bien estereotipado (Nicolás Vázquez), calvo, que intenta mostrarse de una manera que difiere con la realidad, y que en su soledad se autoafirma algo que no es y que nadie se anima a decirle: SOS UN PERDEDOR. Por casualidad, o mejor dicho, por interés, decide acompañar al portero de su edificio (Daniel Ferreyra) a viajar a San Luis a festejar los 100 años de su abuela, y todo para cambiar algo que le molesta de sí mismo. Es que en esa decisión de ser el “chofer” radica en que una vieja leyenda que le contó su “nuevo amigo” dice que si se moja la cabeza con el agua de una olla en la que el “Chapi” (un conquistador español enamorado de una indígena, de larga cabellera) desapareció, su problema capilar desaparecerá milagrosamente. Porque de eso se va a ocupar Montalbano en “Por un puñado…” de milagros que cambian la vida y la percepción sobre las mismas, y para hacerlo utilizará recursos como la animación 2D (para narrar la leyenda del Chapi) y el claro homenaje a westerns de los años setenta. La película tratará de encontrar su rumbo principalmente basándose en la dinámica que se generará entre la visita de Tuti (Vazquez) y los familiares de Héctor (Rubén Rada, Norma Argentina, Ivo Cutzarida, etc.). Civilización VS Barbarie. Humildad VS la opulencia. Pueblo VS Ciudad. Y así y todo, entre ambos bandos se armará una sinergia que posibilitará la construcción de un futuro fecundo negocio en el que hasta un Luis Miguel (el doble, para ser más exacto) querrá probar. El slapstick puesto en el cuerpo de Vázquez (se carga la película al hombro) y el extrañamiento como verosímil de construcción de sentido van erigiendo un discurso narrativo errático que pierde su potencia inicial rápidamente pero que intenta en esto de “vender el pueblo” o mostrar cómo afecta la alteración del orden establecido en los lugareños la visita de Tuti, hablar de una búsqueda personal. Atentos a la participación del pibe Valderrama.
Néstor Montalbano fue el realizador que hace unos años nos trajo películas como "Soy tu aventura" y "Pájaros volando" y ahora regresa con esta película protagonizada por Nicolás Vázquez, rostro conocido más que nada gracias a la televisión, “Por un puñado de pelos”. Desde el vamos vale aclarar que, tal como podemos suponer pero no está demás resaltar, el film tiene un tono y humor bizarro que impide analizar seriamente la película, eso es algo que nunca se debe hacer cuando tenemos un film de este tipo ante nosotros. Nadie puede tener todo lo que quiere, y Tuti Turman tiene un lindo departamento, un lindo auto, un buen trabajo… pero se le cae el cabello y ya no encuentra forma de disimularlo. En realidad, todo indica que si no tenés cabello probablemente tampoco puedas levantarte una mina o encontrar a alguien con quien pasar una noche de fin de semana simplemente comiendo algo rico y viendo una peli, ya que tras varios intentos telefónicos así se queda Tuti, solo otra noche Al menos por un rato, porque luego lo despierta el encargado del edificio, otro al cual había invitado y éste había rechazado la oferta por tener que viajar al norte para un importante compromiso familiar, regresa ya que por un paro de choferes de larga distancia los micros no salen. Lo que empieza como una noche, frustrada para el provinciano y exitosa porque al menos no va a pasarla solo, para Tuti, termina derivando en un viaje en auto hacia los pagos del joven muchacho. ¿Por qué? Porque así de la nada termina contándole de una leyenda de su tierra que involucra un lago con agua sagrada que hace que te crezca el pelo. Y eso es todo lo que Tuti desea. Entonces uno de los primeros grandes momentos al que vamos a asistir, es al choque de culturas. Porque la gente de esta tierra lleva una vida primitiva y en la zona ni siquiera hay señal en el celular. Pero mientras temas como este podrían aprovecharse más, el director inmediatamente incluye algo nuevo, haciendo que por momentos todo se torne un poco… desordenado. Porque cuando Tuti prueba el agua santa sobre su cabeza y finalmente al otro día despierta con cabello, no le alcanza, por lo que empieza a planear un negocio, que salvo su fiel amigo el resto de los habitantes no ve con buenos ojos. Pero como es muy firme en sus decisiones y parece tener un gran poder de convicción sobre el joven muchacho, comienzan a publicitarlo desde el vamos y esto deriva en la visita de un excéntrico cantante extranjero que sufre el mismo problema que sufría el protagonista y la situación sigue apostando a lo absurdo. El problema es que, quizás lo desordenado que mencionaba anteriormente, hace que la película no termine de decidirse por nada, ni por un tema principal, ni por un mensaje, ni por un tono (el film podría haber sido un western más absurdo aún, más jugado). Las participaciones de Rubén Rada y Carlos Valderrama suman a lo ridículo y bizarro de la película, un film con el que se podrá pasar un buen rato pero del cual no nos quedaremos con mucho. Y la poco más de hora y media que dura la película a lo último puede parecer un poco más.
NI UN PUÑADO DE IDEAS Néstor Montalbano ha desarrollado su carrera alrededor de algunos ejes interesantes: un humor que se atreve al delirio a partir de situaciones sencillas y cotidianas, el uso de un lenguaje cinematográfico cercano a las tradiciones del cine de los años 70 y 80 en una doble articulación que permite la cercanía a un público masivo al tiempo que una burla legítima al mismo y la recuperación de personajes / protagonistas que fueron o son referencias populares. Este estilo está presente en sus películas (con resultado diverso) y en su trabajo en teatro y televisión. En Por un puñado de pelos colabora nuevamente en la tarea autoral con Damián Dreizik (guionista también de Pájaros volando) y los resultados son catastróficos. Lo malo que se había avizorado en aquella película, especialmente la falta de rigor narrativo y la apuesta excesiva en el gag, aquí se reproduce en la peor condición. Una anécdota demasiado simple, un joven medio tonto y millonario desesperado por la falta de pelo, descubre de casualidad en un pueblo perdido un agua milagrosa que devuelve la cabellera perdida, es base para una serie de situaciones que se pretenden humorísticas. El permiso al delirio no debería ser –como lo es en esta película- una luz verde para proponer personajes “bizarros” y situaciones extremas y anacrónicas. La película no hace de su estilo “berreta” una virtud, sino una carencia evidente y lamentable. Las situaciones están resueltas en la peor tradición del viejo sketch televisivo y la conclusión moral que resuelve la historia (todo se ordena al cumplir los mandatos de la tradición) quiebra la supuesta propuesta estética. Nicolás Vazquez carece de todo talento actoral, está muy lejos de cubrir el registro que le aportó Diego Capusotto a las anteriores películas del mismo director y el protagónico le queda enorme. Rubén Rada es apenas una máscara inexpresiva y “el Pibe” Valderrama no encuentra su lugar en el mundo cinematográfico. En este sentido se nota la falta del carisma aportado en otras películas por Luis Aguilé, Horacio Fontova o el trabajo de actores como Capusotto o Luis Luque. Carente de estructura dramática, de interés, de gracia y de una producción capaz de aportar a la resolución visual de la idea narrativa, Por un puñado de pelos es sin dudas la peor película de un realizador talentoso y creativo como Néstor Montalbano. El crédito, de todos modos, está a su favor. Por Daniel Cholakian redaccion@cineramaplus.com.ar
Hasta el humor más disparatado y absurdo tiene sus exigencias. No se trata solamente de encontrar una buena idea que sirva como punto de partida ni basta con intentar parodias y añadir personajes estrambóticos y caricaturescos para sacarle provecho. Hacen falta ingenio para lanzarse al delirio, ritmo para que la broma mantenga su dinamismo y chispa para encender el delirio general y favorecer el contagio entre los que participan del juego. Bastante poco de todo esto que tanto contribuyó en otros tiempos al desenfado y el desatino humorístico de De la cabeza y Cha Cha Cha hay en Por un puñado de pelos, salvo la prometedora idea inicial y algún que otro hallazgo esporádico, como el cerdito disfrazado de mascota perruna o ciertos atisbos de western tomados en clave de parodia. El pelo juega un papel central en esa idea. Es la obsesión del protagonista, hijo de papá millonario. Ningún método, ningún remedio, ningún masaje lo ha liberado de la calva que desde joven ha hecho mella en su autoestima y que él en vano intenta disimular bajo laboriosas construcciones capilares, Hasta que, de charla con el encargado de su edificio, se entera de ciertas aguas milagrosas que hay en una vertiente de su lejano pueblo de origen. Como el hombre se ha hecho amigote y ahora mismo está por regresar a casa para celebrar los 105 años de su abuela, decide llevarlo en su auto. Ya se verá allá si las mentadas aguas, además de haber logrado erradicar la calvicie en aquella remota región, vienen con alguna contraindicación y si pueden convertirse al mismo tiempo en una gran solución para el viajero y en un gran negocio para todos, o casi todos. Algunos se niegan a revelar sus secretos y comerciar con sus tradiciones y sus creencias. El contraste entre el millonario de la gran ciudad y la pequeña comunidad llena de personajes grotescos, mitos y supersticiones es uno de los filones de los que el guión de Damián Dreizik y Montalbano intenta explotar con muy relativo éxito. Pero el humor es pálido y la buscada carcajada, demasiado esquiva. Ni siquiera ayudan a promoverla los integrantes del elenco mejor dispuestos para la risa, como el Pibe Valderrama, Rubén Rada o el propio Nicolás Vázquez, aquí sin la frescura que se le celebra en TV.
Un western con la peluca bien puesta Puede decirse que Néstor Montalbano es un bicho raro, único dentro del cine argentino, pero al que también cuesta encontrarle lazos con directores de otras cinematografías. Tiene algo de la comedia argentina costumbrista de los ’70 y los ’80 a la Enrique Carreras, pero con plena conciencia paródica; algo del kistch de John Waters, pero sin su recarga social; cultiva el absurdo, como los Monty Python, pero sin llegar a sus extremos ni a sus rabiosas referencias políticas; tiene algo del Carlos Sorín que se apasiona por trabajar con actores no profesionales, pero sin la preocupación de que ese amateurismo se haga evidente, sino buscando amplificar la diferencia para obtener un efecto cómico. Por un puñado de pelos es su quinta película, aunque no está mal pensarla como parte de una trilogía extraña junto a Soy tu aventura (2003) y Pájaros volando (2010), ambas protagonizadas por Diego Capusotto y Luis Luque. Todas ellas resultan muy representativas de un estilo que Montalbano comenzó a definir en su paso por la televisión, como director del mítico programa Todo por 2 pesos. La película nace en una idea extendida: la calvicie es un problema tan grave para quienes la padecen, que el valor del pelo puede equipararse al del dinero. A tal punto el relato se sostiene en esa valoración, que en el título de la película el pelo ocupa el lugar de los dólares mencionados en el de la ópera prima de Sergio Leone, clásico fundamental del spaghetti western. A su manera, Por un puñado de pelos es también una del Oeste. Tuti Turman es el joven hijo de un exitoso empresario, considerado el inútil de la familia. Pero teniéndolo todo, Tuti vive acomplejado por su pelada. Cuando se entera de que en el pueblo donde vive la familia del portero de su edificio, que además es su único amigo, existe una cascada que hace crecer el pelo a quien se moje en sus aguas, decide ir allá a probar su suerte. El resto de la acción transcurre en ese pueblo en medio del desierto, lugar indefinido que remite a una mescolanza ridícula de pseudotradiciones latinoamericanas. La película resulta eficaz en su primera mitad, cuando se plantean las líneas básicas del relato y se definen los perfiles de algunos personajes. Las referencias al western son copiosas y el conflicto es un clásico del género: un extranjero llega para apoderarse del tesoro del pueblo, dividiendo a la comunidad. En lo que dura esta larga introducción, Nicolás Vázquez expone con gracia los traumas y la estupidez de su personaje, y la presencia del Pibe Valderrama y el Negro Rada entretienen por lo inesperado. Pero la mitad final diluye la efectividad del comienzo, abriendo subtramas que luego quedarán abiertas, y el desbalance entre actores y no actores, recurso eficaz al inicio, acaba lastrando el relato. Una prueba de que cualquier historia, incluso la más disparatada, debe contar con un narrador capaz de no contagiarse de la torpeza de sus personajes.
Un delirio a mitad de camino Es el nuevo film de Néstor Montalbano, el mismo de Soy tu aventura y Pájaros volando. Cuando se concibe una historia como la de Por un puñado de pelos, el camino más acertado es el del disparate sin retorno y sin culpas. Soy tu aventura y Pájaros volando, combo del director Montalbano con Capusotto de protagonista, daban sin reparos en la tecla del absurdo propiciando escenas que bordeaban el delirio y el guiño cómplice. Sin embargo, el tono bizarro de los dos films anteriores, autosuficientes y plagados de momentos que fusionaban a Ionesco junto con las marcas del programa de televisión de Capusotto, no encuentra su mejor centro en Por un puñado de pelos, convirtiendo a la película en una acumulación de gags y situaciones de relativa eficacia. Que Tuti Turman (Nicolás Vázquez) junto con el portero de su casa deban viajar a un pueblo porque supuestamente existe una cascada que recuperaría el pelo del protagonista resulta una buena idea como disparador argumental, tal como se presenta en los primeros minutos de la cinta. Allí surgen los otros personajes: el alcalde (Valderrama), el custodio del lugar (Rada), la bruja (Norma Argentina) y hasta un santo regidor de la Buena Vida y el Cabello. En esas escenas, Por un puñado de pelos vira a la parodia del western spaghetti –tal como ocurriera en 800 balas de Alex de la Iglesia, uno de los puntos más bajos de su obra– no sólo desde la tipología de los personajes sino también por el uso de la música y la concreción de determinadas situaciones genéricas. Pero la película, sin derrapar al abismo, no resulta contundente ni aun en sus momentos teñidos de mayor delirio. Es que Por un puñado de pelos observa a sus materiales con demasiado respeto, acaso con cierta timidez, sin revolverse en el barro del absurdo hacia donde se dirigían los otros títulos del director y de su guionista Damián Dreizik. Las escenas se acumulan en un torbellino imparable –otra vez la cita al cine del español de De la Iglesia no es casual–, pero no siempre sumar y sumar implica ser original y eficaz en los resultados finales. En cuanto a los actores, Vázquez carga con un peso importante dentro de la trama y gana la partida, y Rada pone cara de malo simpático, en tanto, al pibe Valderrama siempre se lo recordará por haber jugado en aquella gran selección de fútbol de su país en los años '90.
Una comedia que viene al pelo La coproducción argentino-colombiana, amén de la inusual combinatoria de países, ofrece más de una sorpresa. Primero, el género: una comedia urbana que se traslada, al mejor estilo road movie, al interior de una provincia argentina donde aún prevalecen códigos ancestrales. La anécdota: Tuti Turman (nombre del personaje de Nicolás Vázquez) parece tenerlo todo. Es un tipo treintañero, exitoso ejecutivo, maneja un auto caro, vive en un departamento amplio (demasiado amplio, tal vez, para un soltero), pero su única compañía es la playstation. Forzado por las circunstancias, Tuti es un consumado onanista: no hay chicas en sus fines de semana, no tiene amigos con quienes compartir su libertad de flaco sin ataduras matrimoniales, y ni siquiera Héctor (Daniel Ferreyra), el portero del edificio, se prende en un game a deux en la play. Tuti sufre una temprana alopecia (excelente trabajo del equipo de maquillaje y caracterización, dado que Vázquez, en la vida real, posee una abundante cabellera ondulada), y atribuye a este problema capilar todos sus fracasos sentimentales y de vida social. Al comienzo de un fin de semana largo (de esos en los que la ciudad queda vacía) al muchacho le queda una sola posibilidad: un solitario game en la play; un delivery de pizza. Cualquier otra alternativa le vendría bien. Héctor (el portero), hombre de raíces indígenas proveniente del interior, se suma a la manada que huye de la ciudad, pero sus motivos no son turísticos: es el cumpleaños de su centenaria abuela, y no puede perderse el festejo. Sin nada mejor que hacer, Tuti se lanza a la ruta junto con su nuevo camarada de aventuras. Vista así, Por un puñado de pelos es un tradicional bromance, convencional y predecible, pero también muy divertido. En el alejado villorrio al cual ambos se dirigen todos lucen lustrosas y abundantes cabelleras, aparentemente producto de una fuente cuyas mágicas aguas devuelven el vigor capilar e incluso recuperan la pelambre perdida. Sin llegar al status de brillante comedia de aventuras y buddy movie, Por un puñado de pelos, gracias al guión despojado y sin ambiciones de Damián Dreizik, se convierte en un divertimento aceptable, con las limitaciones del caso, por supuesto. Las actuaciones mantienen un nivel uniforme y sin pretensiones, de acuerdo con las simples líneas trazadas por el guión, y se destacan Norma Argentina y el músico uruguayo Rubén Rada como antagónicos personajes tribales, uno a favor y otro en contra de la explotación de la milagrosa fuente de renovación y recuperación capilar. Nicolás Vázquez, muy conocido por su carrera televisiva, no hace ostentación (no puede, por las características del personaje) de su pinta de galán de telenovela. Lo cierto es que su trabajo, en esta película, es realmente bueno a pesar de las falencias pilosas de su personaje. Lo mismo puede decirse de su compañero de ruta, Daniel Ferreyra. El contraste y las diferencias entre ambos pueden sonar remañidos, pero lo cierto es que la química funciona. Otro punto a favor de Por un puñado de pelos: la peli no pontifica ni se sumerge en explicaciones vanas, y esto hace que la trama se deslice con fluidez, como sumergida en las mágicas aguas de la fuente de las promesas capilares cumplidas.
El tono errado. En 1964, Sergio Leone ofrecía al mundo Por un Puñado de Dólares, el primer filme de la llamada “trilogía del dólar” y, según dicen, el que dio origen al género conocido como spaghetti western. El hecho de que una película tan sosa y torpe como Por un Puñado de Pelos tenga un título inspirado en su nombre suena más a ofensa que a homenaje. La curiosa idea de que un joven con problemas de calvicie (Nicolás Vásquez) conozca casualmente un salto de agua milagrosa que hace crecer el cabello en un pueblo remoto cuyo alcalde es nada más y nada menos que el exfutbolista Carlos “El Pibe” Valderrama, invita al espectador a ilusionarse con lo que verá. Si a eso le sumamos la presencia de Néstor Montalbano (responsable de sucesos televisivos como Cha, Cha, Cha y Todo por Dos Pesos) en la dirección y de Damián Dreizik (también de notable trayectoria como actor y comediante) en el guión, las expectativas se agigantan. Y así como dicen que mientras más grande, más ruido hará al caer, el desbarranco cinematográfico que presenciamos ante Por un Puñado de Pelos es tan estrepitoso que cuesta creerlo. El principal problema del nuevo filme del director de Pájaros Volando y Soy Tu Aventura no es que no tiene a Capusotto de protagonista, sino que cuenta con una narración torpe y pésimamente interpretada por el elenco que impide de manera sistemática la creación de un tono humorístico. El humor es el único camino que la historia debe tomar y brilla por su ausencia. Aquí no hay parodia a las películas del género -pese a la música símil western, a las gráficas típicas del lejano oeste y a los escenarios inhóspitos, ni el director ni el guionista ahondan en la temática para buscar el humor explotando esos recursos-, no hay gags, ni humor físico, ni diálogos desopilantes o siquiera ocurrentes. Sí hay absurdo, tal como se puede apreciar en la breve descripción del argumento o en la sucesión de situaciones que van aconteciendo a lo largo del metraje, pero ese absurdo no se asimila como un recurso humorístico. En la búsqueda del registro cómico, la narración falla constantemente en el tono y jamás logra que esos hechos injustificables y algo inconexos que aparecen en pantalla se puedan observar como un quiebre del curso natural, un corrimiento forzoso que derive en una historia bizarra.
Una comedia que mezcla géneros, estilos, personajes y música con una narración muy ágil y personajes de caricatura. La risa es vello… corporal. En lo que respecta a los personajes de esta exótica y divertida historia, alrededor de una cascada escondida en el norte de Argentina, donde el agua hace crecer milagrosamente el cabello a quienes la prueban. Esto llama la atención de un yuppie porteño (Nicolás Vázquez), un muchacho que no puede escapar a la sombra de su exitoso padre empresario, quien decide marchar hacia ese lugar, para montar allí su propio paraíso de la recuperación capilar. Su confianza es alta, pero se enfrentará a las costumbres de un pueblo algo primitivo, muy religioso, y muy celoso guardián de su secreto. Como salta a la vista, Por un puñado de pelos no es una comedia costumbrista, al estilo de las que hacen Marcos Carnevale (Elsa & Fred), Guillermo Francella o Adrián Suar. Pero es tan buena y popular, en lo suyo, como aquellas. Es más: no hay divisiones entre todos estos artistas. Algunos ya trabajaron juntos en el pasado. Y los que no, es probable que lo hagan; que nadie se sorprenda de ver a Francella o Suar en alguna de estas comedias "tipo ovni" como las denominó alguien. Esta muy buena comedia, entonces, marca el acierto del camino por el que el director Néstor Montalbano viene remontando la cuesta desde hace al menos 10 años. Después de debutar con un policial en 1998 (Cómplices), se rapó las ideas y se convirtió al humor. Ya en 2003, estrenó su primera comedia, Soy tu aventura, donde dos ladrones de medio pelo secuestran al cantante Luis Aguilé y no consiguen que nadie pague rescate por él. Luego vinieron El regreso de Peter Cascada (2005) y Pájaros volando (2010), donde se acentuaron las marcas de un estilo propio. Sólo puede decirse, porque es evidente, que en sus argumentos encajan actores como Diego Capusotto, o Fabio Alberti, que transitan un humor parecido pero no el mismo. Y también que los actores "dramáticos", tienen un lugar en ellos, como Jorge Marrale, Atilio Pozzobón, Luis Luque, Verónica Llinás, entre otros. También es importante subrayarlo el lado exótico o excéntrico del filme. Los personajes son únicos, como si no se supiera dónde podrían existir. Son caricaturas de gran confección. En este relato, son capaces de faenar un animal y estrechar una mano sin lavarse la sangre, tener 105 años y hablar sólo con refranes, o haberse reencarnado en un chancho peludo. Toda esa atmósfera, que no desconcentra ni es artificial, porque además la historia está contada con mucho oficio, está caricaturizada aún más por la presencia en el elenco de personajes de la vida real como Carlos "El Pibe" Valderrama, el exastro del fútbol colombiano, distinguido por su cabellera en tirabuzón rubio, o el músico uruguayo Rubén Rada, también famoso por recurrir el estilismo para embellecer su pelaje afroamericano. La música es otro tópico divertido. Hay una mezcla refrescante de ritmos, que pasan por la música indígena, el western espagueti (Por un puñado de pelos es alusión al clásico Por un puñado de dólares), la electrónica, la música relajación o el flamenco, cada vez que los villanos acechan al agua sagrada, como los conquistadores lo hicieron con esa comunidad donde aún pervive la triste, romántica y maravillosa leyenda del Chapí.
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¿Pero qué has hecho Montalbano? Eso, ¿qué has hecho Montalbano? La pregunta no deja de ser pertinente, porque es difícil de entender cómo el realizador de Pájaros volando y Soy tu aventura cae tan bajo con Por un puñado de pelos. Su nueva apuesta por el absurdo, esta vez con la historia de Tuti Turman (Nicolás Vázquez), un joven millonario que sufre por su falta de pelo y que casualmente termina acompañando al encargado de su edificio a su pueblo natal, donde descubre una cascada milagrosa cuyas aguas hacen crecer el pelo, y de paso toda una oportunidad mercantil que antes de concretarse deberá atravesar todo tipo de disputas y vicisitudes, tenía mucho potencial pero al final se revela como completamente fallida y hasta peligrosa para su carrera. Sus problemas y defectos, lamentablemente, aparecen por todos los rincones posibles y son capitales dentro del género de la comedia. A saber: Desaprovecha a sus actores: si uno mira Mis amigos de siempre, se puede dar cuenta rápidamente que Gonzalo Heredia no tiene absolutamente ningún recurso; que Nicolás Cabré tiene uno sólo, que es ponerse tenso; y que Vázquez tiene un par más, que giran alrededor de una presencia bastante relajada, donde no busca destacarse y hasta pareciera que se toma todo en joda. Ahora, eso puede funcionar en el ámbito televisivo y el desafío pasaba por si podía aplicarlo en la pantalla grande. Sin embargo, Montalbano lo rodea en el film de una puesta en escena absolutamente televisiva, sin un aprovechamiento cinematográfico de los espacios (y en el paisaje montañoso, con toda su inmensidad a cuestas, esa carencia resalta aún más) y poniéndolo a hacer morisquetas, agitar la cabeza y hacer bailes estúpidos. Con Rubén Rada, pareciera que no le hubiera dado indicaciones, con lo cual sólo tenemos su cara de nada para los momentos de comedia, su cara de nada para los de tensión y su cara de nada para el drama. Siempre cara de nada. En cuanto a Carlos Valderrama, quien interpreta al intendente del pueblo, su papel lo podría haber encarnado hasta el muchacho triste de Riquelme, y no hubiera habido diferencia. Y la culpa no es de Valderrama, cuyo carisma innato daba para componer un personaje con características memorables, sino de un guión que jamás le agrega espesor a su papel y de una dirección casi ausente. De las presencias femeninas, como la de Norma Argentina, mejor ni hablar: las mujeres en la película son meros objetos de deseo o apéndices del hombre, y eso se traslada a las actuaciones. Es aburrida y no divierte: en Por un puñado de pelos los chistes efectivos no llegan a contarse con los dedos de una sola mano. Apenas si tenemos el del chancho con pelos, que encima es luego repetido hasta el hartazgo, hasta llegar a una vuelta de tuerca inverosímil; el del cura que desdeña los poderes de la cascada y es el único pelado del pueblo; y un diálogo donde Tuti pregunta si en el pueblo hay gente que trabaja en la construcción, para poder emplearla en la edificación de un futuro spa, y cuando le contestan que no pero que hay muchos desempleados, dice “mejor, así los hacemos laburar a todos en negro”, y que está dicha con tal naturalidad que termina evidenciando la brutalidad e insensibilidad del porteño rico de manera bastante productiva. Y ahí se acabaron los buenos chistes en un relato que pretende ser una comedia, que ya en la mitad de su metraje comienza a aburrir soberanamente, con una falta de ritmo alarmante y cuya anécdota sólo cubre lo justo y necesario para convertirse en largometraje, y sin embargo se estira hasta los más de cien minutos. No comprende los géneros que aborda: ya desde su mismo título, el film busca emparentarse con el terreno del spaguetti-western, aprovechando el paisaje y una trama que gira alrededor de las disputas monetarias, pero tiene una grandísima contra, y es que no entiendo los mecanismos del género al cual hace referencia. El spaguetti-western ha sabido girar en torno a la venganza y la ambición, cimentando sus historias con personajes provistos de una ética corrida de las convenciones, casi amorales. Por el contrario, Por un puñado de pelos está inundada de moralina, de sentencias carentes de ambigüedad, de bajadas de línea sin ninguna clase de sutileza. Asimismo, carece de todo sentido épico, a pesar de que la música intente por todos los medios introducirlo -y quedando, de paso, totalmente a contramano de la imagen-. Esto se puede ver especialmente en el duelo que no llega a ser duelo entre Rada y Valderrama: Montalbano se equivoca tanto en la elección de planos como en el tono de las actuaciones y el montaje, hasta desembocar no en el ridículo cómplice, sino en el que aleja al espectador. Además, nunca se anima a tocar la violencia, lo cual lo separa aún más de un cineasta como Sergio Leone, al cual pretende homenajear. Es conservadora y hasta retrógrada: se podría pensar que hasta involuntariamente -porque se hace dificultoso saber qué es lo quiere decir con esta película- Montalbano va descendiendo, a medida que avanza el relato, hacia el infierno del conservadurismo argentino, que lo termina emparentando con el cine (si es que puede llamarse cine) de Fernando Siro. Es cierto que el realizador siempre coqueteó un poco con el costumbrismo argentino de ese estilo, pero cierta visión paródica lo ponía en otro lugar. Acá no, porque no hay parodia, ni sátira, excepto para con la Iglesia (y es sólo en el chiste antes mencionado). En consecuencia, en la última media hora da la impresión de estar asistiendo a una secuela de Sapucay, mi pueblo, sólo que en vez de tener a Luis Landriscina como el cura bondadoso, tenemos toda una galería de enseñanzas de trazo grueso sobre lo hermosas y justas que son las creencias de los pueblos originarios en oposición a la pulsión por la guita de la gente de las ciudades, que son todos idiotas y desconsiderados, aunque al final algunos de ellos aprenden lo que es bueno, siempre en base al castigo. El problema en sí no está en pensar que la ciudad es mala y el pueblo es bueno, esa no deja de ser una visión sobre el mundo sobre la que se puede acordar o no. El inconveniente es que no hay personajes o hechos que sostengan esa visión adecuadamente, con lo que queda anclada en un tiempo que mejor olvidar. Todo es insustancial, sin vida en Por un puñado de pelos, que por otra parte es terriblemente incoherente en su narración y no pasa de ser otro ejemplo del hombre blanco, con su paternalismo a cuestas, haciéndole decir al indio lo que le resulta cómodo que diga. De ahí que la película termine yendo a contramano del rumbo que debería encarar una comedia: en vez de sacudir estructuras perimidas, las reafirma. ¿Y qué es la comedia sin un cuestionamiento real, tangible hacia el status quo? Cualquier cosa, menos comedia. Por un puñado de pelos jamás llega a calificar como comedia. Con todos los defectos antes mencionados, Por un puñado de pelos vuelve a poner en cuestión el aporte de San Luis Cine al panorama del cine nacional. En lo que respecta a la carrera de Montalbano, es un retroceso muy fuerte, que lo pone en una situación de la que tiene que salir urgentemente.
Debuta en el cine Carlos "El pibe" Valderrama, el ex futbolista colombiano en el papel de” El Alcalde”. Esta es una delirante comedia que llega de la mano de Néstor Montalbano (52) quien sabe llegar a su público desde el humor, trabajó junto a Alfredo Casero, Diego Capusotto, Fabio Alberti, Favio Posca, entre otros, muchos recordarán en televisión “De la cabeza” (1992); “Cha Cha Cha” (1992-1997); “Todo por dos pesos” (1999 - 2002); "Sábado Bus" (programa de Nicolás Repetto); en cine: “Cómplices” (1998); “Pájaros volando” (2010), entre otros, (una breve introducción). Cuenta la historia de Tuti Turman (Nicolás Vázquez),quien lo tiene todo pero le faltan pelos en la cabeza, tiene una muy buena relación con el portero Héctor (Daniel “Negro” Ferreyra, el ex participante de Talento Argentino) del edificio donde vive, este tiene que realizar un viaje a su pueblo natal porque cumple 105 años su abuela y lo invita, aun se interesa más cuando le cuenta que allí existe un lago que contiene aguas milagrosas por la gracia de "Santo Chapí" (Patrono de la Buena vida y del Cabello) dichos minerales hacen crecer el pelo y puede obtener una melena abundante , de esta manera crecen las esperanzas de Turman. Una vez allí moja su mollera en dichas aguas milagrosas y efectivamente le comienza a crecer el pelo, este empresario rápidamente piensa en realizar un gran negocio con "un centro de recuperación capilar de nivel mundial”, pero lo que no tiene en cuenta es lo que piensan de esto los pobladores y comienzan a suceder una serie de conflictos y situaciones desopilantes. Esta es la primera película que tiene como protagonista a Nicolás Vázquez, su actuación es correcta y con un maquillaje increíble, lo acompañan: “El Pibe" Valderrama -52 años-, el famoso ex jugador de fútbol colombiano como El Alcalde Nemesio; chancho peludo; el cantante mexicano Luis Miguel (representado por su doble argentino Andrés Rey), la resistencia armada de Machaco es Rubén Rada y además Norma Argentina, Ivo Cutzarida, entre otros. La historia tiene situaciones desopilantes, absurdas, contiene una crítica a la sociedad, sobre todo al capitalismo, humor negro, muy bueno los rubros técnicos, sonido, montaje, música y fotografía, imágenes animadas de "La Leyenda del Chapi", un claro homenaje a los spaghetti westerns, hay parodias y otros elementos que maneja muy bien Montalbano y su guionista Dreizik, en conclusión terminan entreteniendo al espectador.
El cine de Néstor Montalbano responde a la consigna “tómalo o déjalo”. Lo que habla muy bien de Montalbano, él no hace un cine “para todo el mundo” y lo sabe, y allí radica la mayor valoración de su propuesta. “Por un puñado de pelos” es un raíd disparatado del derrotero de Tuti Turman, un personaje sin responsabilidades (logrado rol de Nico Vázquez), cuyo único problema aparente es su incipiente calvicie. El joven descubre que hay unas aguas milagrosas en San Luis, y hacia allí va con el portero de su edificio (correcto Daniel Ferreyra, el guitarrista estrella de “Talento Argentino”), quien acudirá a ese paraje para celebrar el cumpleaños centenario de su abuela. En esta película, Montalbano va desandando una trama con resortes delirantes, pero lo interesante es que la película entretiene sin ser una sucesión de gags del estilo de “Los bañeros más locos del mundo”. Nada de eso. Es muy atrapante el contraste del hombre porteño, hijo de un empresario rico, con el tipo de campo, con otros tiempos y alejado de la sociedad de consumo. El filme, que hasta incluye en una escena un pequeño homenaje al western, tiene una resolución que apunta a fortalecer las búsquedas personales. Como Montalbano, cuya búsqueda es siempre bienvenida para el cine argentino.
Pelado botón Esta es la increíble historia de un hombre llamado Tuti Turman (Nicolás Vázquez), un joven millonario y exitoso que tiene todo en la vida: mujeres, dinero, propiedades, posesiones de lo más caprichosas y que se la pasa de una fiesta en otra. Pero no tiene pelo, casi nada, le queda poquito, se está quedando completamente pelado. Y como tal lo sufre, con espanto, al punto de hacer cualquier cosa por cambiar esta situación. El portero de su edificio le cuenta que en su pueblo natal, Las Toribias, existe una cascada natural cuya agua se presume milagrosa y que puede –entre otras cosas– generar cabello abundante sobre cualquier cabeza. Entonces Tuti parte hacia dicha localidad (lejana e imprecisa, puede ser en cualquier punto del país o América Latina) con el objetivo de probar ese líquido fantástico. Y pronto descubre que la leyenda era cierta en cada detalle. El pelo aparece, contante y sonante, como si nunca hubiera sido pelado. Claro que, como buen hombre de negocios, imagina la apertura de un spa capilar de lujo en aquel remoto lugar, una oportunidad única de multiplicar sus millones. Pero esta maniobra despierta la desconfianza de los lugareños, en especial del alcalde de Las Toribias, Nemesio (Carlos Valderrama) y de Machaco (Rubén Rada), un hombre de pocas palabras y de armas tomar. Una vez planteada esta línea de argumento, se disparan una decena de sub-tramas metafísicas que incluyen una cierta mitología latinoamericana, de pachamamas genéricas y magia de “pueblos originarios”. De esta manera, el director Néstor Montalbano alcanza su trilogía del absurdo que comenzara con Soy tu aventura (2003) y Pájaros volando (2010) y que ya había germinado en el programa de televisión Todo por dos pesos (1999 – 2002). Nuevamente apela al recurso de mezclar actores profesionales con amateurs (o directamente improvisados) y a la sorpresa constante. En esta oportunidad, Nicolás Vázquez emerge como la cabeza de un elenco lisérgico e increíble. La presencia de Carlos “el pibe” Valderrama (ex futbolista colombiano, estrella internacional que brillara en copas del mundo y en Europa) genera un efecto humorístico que no se gasta ni un poco a lo largo de la película: todavía me estoy riendo de cada una de sus frases y gestos. Rubén “el negro” Rada (músico uruguayo, símbolo cultural de su país) provee un toque de ternura campechana que termina de cerrar el color folklórico de Las Toribias, a pesar de hacerse el malo con un fusil. Del resto se destaca Beatriz Fernández como “la abuela Ñaca” (una especie de bruja buena que tiene delirios místicos) y el regreso (aunque no sabemos cuándo se fue) de Ivo Cutzarida. El resultado es una película de aventuras y de risa fácil pero honesta. Apta para el espectador nacido y criado bajo el signo de Cha, Cha, Cha y conocedor de ese lenguaje particular y mordaz, símbolo de la ironía decadente de los años 90. No hallaremos respuestas ni satisfacción en esta cinta de Montalbano, de hecho la segunda parte se desbarranca en pequeñas historias y personajes secundarios que jamás verán resolución, pero todo será soportable si nos dejamos llevar por el humor y la locura. Lo mejor es pegar un salto dentro de la leyenda del Chapí, el santo popular que le dio poderes a la dichosa cascada, y dejar que nuestro pelo llegue a la cintura.
Tónica bizarra En una nueva apuesta al absurdo y la desfachatez argumental, Néstor Montalbano ofrece Por un puñado de pelos, después de aquellas delirantes y muy divertidas Soy tu aventura y Pájaros volando. Parece que aquí el cineasta (también autor de un estupendo y poco valorado thriller, Cómplices) quiso darle una pequeña vuelta de tuerca a su estilo, incluyendo en el cóctel algo del costumbrismo argentino de remanidos films de los años ’70 y ’80 y alusiones al spaghetti-western a través del paisaje, la música y algún duelo a pistola. Pero esta historia de un joven con calvicie incipiente que descubre un salto de agua milagroso con el que proyecta un negocio millonario, poco tiene que ver con el aliento épico y de venganza característico del género. Quizás el problema más ostensible de Por un puñado… sea su dificultad para producir gracia, falencia fundamental para una comedia presuntamente burlona y paródica. La película también incluye ingredientes emotivos y de superación personal que poco se integran a su tónica bizarra global. Nicolás Vázquez aporta una gran energía en su caracterización de ese porteño consumista y de pocas luces que puede llegar a redimirse, pero la inexperiencia de otros intérpretes queda en mayor evidencia ante las inconsistencias del guión y la dirección.
Tirado de los Pelos Néstor Montalbano es un director fiel con un mundo fílmico -también lo ha demostrado en la TV con el inolvidable ciclo "Todo por dos pesos"-, lleno de bizarradas, disparates, y poco convencionales historias, haciendo casi siempre un elogio de lo "kitsch". En eso si que es jugado como realizador. En el cine muchos han hecho culto de los fumados guiones de "Soy tu aventura" y "Pajaros volando", sin dejar de olvidar aquél entrañable cortometraje -muy válido por cierto- "Chasqui" (2010) con Capusotto, hecho para el Bicentenario. Pero casi nadie recuerda su pelicula de "buddies": "Cómplices" (1998)y por otro lado suma otras poco logradas: "El regreso de Peter Cascada" y "Soledad y Larguirucho". Esta última, "Por un puñado de pelos" podría ubicarse al medio, entre sus mejores y sus peores cosas. La trama de un chico millonario que tiene casi todo menos cabellera y su llegada por casualidad a un lejano pueblo del interior, donde aseguran existe una cascada cuyas supuestas aguas milagrosas que hacen crecer el pelo, allí el tipo observa el futuro negocio e intentará llevar adelante su propósito. Por supuesto en el medio hay personajes y personajotes, los cuales como universo "Montalbaniano" serán casi "freaks" de tierra adentro, con algunos buenos gags cómicos y otros no tan conseguidos. La propuesta está diseñada como para sumar otros países con su estreno: la inclusión -se supone- de El "Pibe" Valderrama en el cast será para estrenarla en Colombia, la del negro Rada para Uruguay, y así.Ambos dos están, en el caso del ex-futbolista bastante soportable, pero Rada en cambio, parece deambular sin mayor sentido en la película, por su lado Nico Vazquez hace sus reiteradas gracias televisivas, lo cual llevo a la sala donde la vimos a tres nenas con su madre que se divertían con el actor. El guión de Damián Dreizik -que nadie duda su talento desde la época de "Los Melli" junto a Carlos Belloso- hace reiteradas veces agua, y si bien no arranca mal la cosa, no llega a sostenerse cuando sobre el final la historia vuelca con la inclusión de un famoso cantante que será el cliente número uno para la gloria de recuperación capilar, aquí el filme cae y ya no remonta. Se torna híbrido, y sale de la locura que tenía el director en otro momento. El nudo del final es lo que parece a Montalbano costarle tanto y siempre. Pero hay que decir que no hay casi directores de cine en este país que se metan tanto como él en el tema de las historias absurdas y del "medio pelo", por ello seguimos apostándole la ficha.
Néstor Montalbano se ha especializado, en la Argentina, en la comedia absurda y no poco cinéfila (es un entusiasta del cine de los sesenta y setenta). Aquí, con un título que homenajea al spaghetti-western, cuenta la fábula de un millonario que desea recuperar su cabellera, de un mito ancestral y de una puja por un negocio. Todo es humor y simpatía, aunque no siempre da en el clavo. Hablando de simpatía: se lleva las palmas el Pibe Valderrama.
En el medio de la nada. Allá por el anochecer del siglo XX, cuando Fabio Alberti se ponía un traje de mago barato, un bigote tan pronunciado como falso y un muñeco solemne en su brazo, el gusto no estaba en los chistes de su personaje. Para Beto Tony, uno de los tantos seres que transitaron en el carnaval bizarro del programa Todo Por Dos Pesos, lo que se suponía que era un chiste de mala muerte era sólo el inicio. Sorprendentemente, el típico silencio irrompible del fracaso público era el puente a la verdadera dimensión de esta creación, que con el postergado pero inevitable “¡Está bien!” revivía a aplausos masivos, pasando en un minuto del chiste a la realidad, para luego mutar a un reflejo torcido de nuestro mundo, tan seguro y serio en su visión como para causar la mayor gracia. Esa era sólo una muestra del poder de la anti-comedia, fuerza que pocos argentinos entendieron como Néstor Montalbano. Trabajando en memorables hits del humor vía televisión (Cha Cha Cha o el mencionado Todo Por Dos Pesos) y cine (Soy Tu Aventura, Pájaros Volando), el director logró explotar su tejido de las pequeñas costumbres que nos alejan y nos acercan de esa rara convención social. Por desgracia, la racha se corta con Por Un Puñado De Pelos (2014), un producto que no tiene idea de que decir ni como hacerlo en el contexto del ridículo. Como se puede notar por su título, Por Un Puñado… llama al clásico film de Sergio Leone, siendo la primera de muchas referencias a la Trilogía del Dólar. Por su parte, la mayoría pasa de forma simpática, como una sutil parodia al uso del primer plano en sus confrontaciones al estilo “Mexican standoff”, o el uso de temas (como el de Allonsanfàn) del maestro supremo del soundtrack, Ennio Morricone. Pero si hay algo que Montalbano resalta, en su misión por crear un western autóctono, es la lucha de todos contra todos que llega con el choque de tradición con modernismo. Para el realizador italiano, la Guerra Civil estadounidense y el avance del ferrocarril eran suficientes mechas para hacer explotar el Oeste. Y en el caso local, un pueblo de San Luis es el lugar a ser revolucionado… por la cabellera. size1_42484_0000890587 Eso es lo que busca Tuti (Nicolás Vázquez), joven bien de metrópolis con una actitud que grita llevarse el mundo por delante, pero que a la vez duda el doble con sus acciones. Su padre lo evita, las chicas lo ignoran y, por supuesto, el pelo se le despide. Es el momento justo para que este casi pelado escuche la historia de su portero Héctor (Daniel Ferreyra), al cual se le escapa el secreto de una cascada milagrosa bendecida por un santo, que concede fresco cabello. Sí, le suena alocado, pero no tan distante como la infinidad de opciones que ya probó para deshacerse de su condición. Sin muchas opciones, Tuti se manda al hogar de su amigo, donde descubre que la leyenda es realidad. Queda una pregunta. ¿Qué hacer ante esta revelación? Lucrar, por supuesto. Pero para hacer realidad sus sueños de crear un spa y resort, el aprovechado tendrá que lidiar con los orgullosos habitantes del lugar milagroso, mientras una fuerza divina se prepara para repartir retribución a los codiciosos. Así se establece el relato de Montalbano y el guionista Damián Dreizik (el mismo de Pájaros Volando), quienes arrancan relatando la devoción mitológica al mítico santo Chapí y presagiando una tragedia con elementos de ridículo, tema expresado con seguridad en la mejor escena del film, que recrea su historia con una animación 2D por computadora que imita las fallas de un show de marionetas. Pero cuando aparece el personaje de Tuti, todo se empieza a desviar al peor resultado. Vázquez, por decirlo de una manera sencilla, parece salido de otro universo ajeno a la película; más específicamente, la dimensión de una novela de Pol-ka. No es por insultar al actor, quien saca buenos resultados en su ámbito común, pero como el protagonista de esta producción, él expresa algo muy artificial con su estereotipo de perdedor. En otras palabras, no es tan orgánico en su miseria como, digamos, un Diego Capusotto o un Luis Luque, y por lo tanto su confrontación rutinaria con los personajes más humanizados no genera nada, ya sea a la hora del humor o del sentimentalismo. pibe De todas formas, la culpa no cae totalmente sobre él, ya que su forma de ser (expresada en tics al estilo de hablar como palermitano hinchado, no saber que no hay WiFi en el campo y pronunciar palabras cualquiera en inglés) es sólo uno de los muchos ejemplos de caracterizaciones chatas que hay en la película, el lado negativo a la falta de chiste. Entre esto y la extrema cantidad de actuaciones especiales sin impacto (incluyendo al futbolista colombiano “Pibe” Valderrama, y al músico uruguayo Rubén Rada), casi no hay humor verdadero, y la promesa de bizarrez queda casi totalmente ignorada. Es así que, cuando llega el innecesariamente aleccionador final, uno no puede evitar estar plagado de preguntas: ¿Cuál era el punto de todo? ¿Cuál es el chiste en ver al Mini de Duro de Domar actuando una escena como abogado? ¿Y cómo puede ser que una película con un falso Luis Miguel en plan de hombre lobo pueda ser tan olvidable? La vida está llena de interrogantes impredecibles, pero ciertas respuestas, como Por Un Puñado De Pelos, son tan pequeñas que parecen nunca haber existido.