Entre padres e hijos ¿Cómo reorganizar la vida cuando una pareja que espera un bebé debe hacerse cargo de una hija adolescente fruto de una relación anterior del padre?. Esa es una de las preguntas que dispara esta película nacional que tiene a Gustavo Garzón en el rol de director. Por un tiempo es un drama intimista que recorre situaciones cotidianas y reconocibles sin otra intención que la de plasmar un relato auténtico, carente de artificios y creíble en las situaciones que presenta. En ese sentido, Garzón, responsable además del guión, muestra el desequilibrio familiar que se produce ante la noticia de la existencia de una hija adolescente que debe permanecer junto a su padre, por un tiempo como indica el título, debido a una grave enfermedad que atraviesa su madre. Esteban Lamothe (visto en El estudiante y Villegas) y Ana Katz (Los Marziano) integran la pareja que está en la dulce espera y que ve alterada su existencia: é es arquitecto y peligra la relación con su socio, mientras ella intenta reacomodarse a la nueva vida que comparten. Entre una chica con problemas en el colegio, visitas al médico, concurrencia al curso de preparto y reunión de amigos, Por un tiempo sale airosa en sus conflictos y, al igual que los personajes, va reacomodando las piezas de un presente incierto. El film espía las relaciones entre padres e hijos y permite los cameos de Patricio Contreras, Sebastián Wainraich, Maria Jose Gabin y Jorgelina Aruzzi.
Otra oportunidad Por un tiempo (2013), dirigida por Gustavo Garzón, es una película dramática sobre el desafío de la paternidad y todos los estados que eso conlleva. Con un estilo sobrio y sutil sin nunca caer en un exceso trágico ni caótico, es también la historia de la aceptación de las responsabilidades del pasado y cómo una acción anterior puede significar un cambio radical en el presente. Paternidad y responsabilidad se abren en un argumento que nunca decae en hoyos profundos aun cuando el tema lo podría ameritar. Por el contrario trata de mantener, todo el tiempo, una solvencia ágil y de linealidad horizontal: Leandro (Esteban Lamothe) y Silvina (Ana Katz) están en su mejor momento y, después de muchos intentos, se preparan para tener su primer bebé. Tienen toda una vida ya cimentada. Llenos de felicidad, se siente listos para adentrarse en esa nueva aventura como padres. Sin embargo, Leandro recibe una llamada y le dicen que tiene que hacerse cargo de una hija que tuvo con una mujer en el pasado. La noticia de que es padre sumada a la llegada de esta niña adolescente (Mora Arenillas), quien atraviesa problemas de comunicación e insociabilidad, harán que la vida de Leandro y Silvina ingrese en un momento de caos y resquebrajamiento del cual tendrán que ver cómo sobrevivir para mantenerse juntos. Es sumamente atrayente la manera como aparece la niña. Con su silencio y fisionomía, con el pelo que le cubre el rostro y una postura inquietante, dándo un aire de cine de terror al relato. Pero, y debido a que no se quiere perder el nivel tenue y natural, la película se mantiene alejada de un registro de misterio y ofuscación. Opta en cambio por una explicación más realista. Y es que precisamente lo que no se quiere perder es el realismo. Podría decirse que las escenas intentan ser fieles a la realidad sin adentrarse a ninguna subjetividad precisa. Es decir que ningún punto de vista o ninguna psicología arman la historia (lo cual podría significar el “deformar” o desconfiar de lo que vemos). En este caso se trata de tener una narración objetiva donde el espectador sea un testigo de las distintas situaciones. Y por ello que la cámara siempre se mantenga sobre dos o más personajes. Todo sobre un nivel descriptivo. Aunque no se puede negar, claro está, que el gran organizador de la acción es Leandro. Sin llegar a ser una película impactante ni una completa revelación, Por un tiempo deja en claro su propósito de cautivar con imágenes que apelen a la emoción. Cabe resaltar también que el tener la historia de una pareja que, en principio, tenían todo bien construido y que repentinamente deben convivir con un problema (produciéndoles peleas y nuevas oportunidades), es seductor pero al mismo tiempo podría volverse tedioso y repetitivo. No obstante, logra salir airosa pues consigue nuevos matices desde el momento en que la niña irrumpe de manera obligatoria.
Desde el alma Nunca es tarde para incursionar en la dirección de cine. A los 57 años, y luego de una intensa trayectoria como actor, Gustavo Garzón escribió el guión y se puso detrás de cámara para esta cuidada, rigurosa y sentida película sobre una pareja de treintañeros que están a pocos meses de tener un bebé, pero cuya existencia se ve conmocionada cuando él se entera de que tiene una hija de 12 años y que además debe cuidarla (la madre, que de joven había tenido una efímera relación con el protagonista, está muy enferma). La película presenta a Leandro (Esteban Lamothe) como un exitoso arquitecto casado con Silvina (Ana Katz). La felicidad casi idílica por la inminente llegada de su primer hijo (que han buscado con ansias durante cuatro años) se ve complicada cuando Lucero (Mora Arenillas), una chica de clase media-baja, llega a vivir “por un tiempo” en su hogar. Pese a los esfuerzos de los adultos (sobre todo de Silvina), la hija de Leandro se siente intimidada, frustrada, triste y enojada ante la situación y, por lo tanto, su comunicación con ellos es mínima. La pareja también sufre el cimbronazo y comienzas los cuestionamientos mutuos (especialmente los de ella). La historia no sólo contrapone en el contexto las diferentes clases sociales del matrimonio y de la chica, sino que también expone las contradicciones íntimas entre el deber y el querer ser (dicotomía que también se aprecia en el estudio donde Leandro trabaja). Película sobre decisiones importantes en momentos decisivos de la vida, sobre asumir responsabilidades propias de la adultez, Por un tiempo está construida con andar seguro y buenas actuaciones. Quizás por momentos se extrañe un poco más de fluidez, humor y ligereza (hay demasiado apego a la corrección política y a abordar temas “importantes”), pero el resultado es de gran nobleza y no poca intensidad emocional, sin por eso caer en el golpe bajo ni la manipulación del espectador. Una más que aceptable ópera prima de Garzón, que evidentemente puso mucho de sí mismo en este tardío debut concretado… desde el alma.
¿Qué significa ser padre? Quizá Leandro estaba empezando a aprenderlo lentamente ahora que por fin, tras mucho buscarlo, Silvina quedó embarazada. Iba a ser un proceso gradual que vivirían (y disfrutarían) juntos, él y su mujer, feliz matrimonio burgués, en los meses que la naturaleza concede entre la certeza de la gravidez y el nacimiento. Pero las circunstancias trastornan todos los planes. Un buen día el muchacho se entera de que es padre de una hija de 11 años, de cuya existencia no tenía noticia y que fue fruto de la relación casi ocasional que mantuvo con una mujer a la que casi no recuerda. Sucede que la madre está ahora internada y gravemente enferma y que quien se ha hecho cargo de cuidar a la chica hasta el momento -una tía materna, madre a su vez de varios varones- ya no está en condiciones de seguir haciéndolo y no encuentra otra solución que confiársela a su padre biológico, aunque sea por un tiempo, a la espera de que la enferma se recupere. Del estupor y la incredulidad iniciales, Leandro pasa a asumir su responsabilidad: la inesperada hija, una preadolescente triste y silenciosa, vivirá en su casa, con la consiguiente alteración que ello supone para la vida de la pareja y las tensiones que derivarán en conflictos con su mujer. Su aprendizaje de la paternidad será, claro, mucho más arduo y precipitado. Y no menos dificultoso resultará para la chica aceptar a ese padre desconocido y encima cambiar de casa, de barrio, de clase social, de hábitos. Desde luego, el cambio tampoco será fácil para Silvina, en este delicado momento del embarazo. Habrá que superar muchos obstáculos, reorganizar la vida familiar, encontrar el modo de que la recién llegada salga de su aislamiento y que de a poco vaya generándose entre padre e hija el vínculo afectivo que nunca pudo existir. Aunque ya tenía antecedentes como libretista, además de su larga experiencia como actor, Gustavo Garzón hace aquí su debut como realizador y pone en la tarea tanta sinceridad como prudencia. Es una historia sencilla que reflexiona sobre la condición de padre; habla sobre vínculos, es decir sobre sentimientos, pero elude el sentimentalismo. En cambio pone en juego una mesura y una sensibilidad que se transmite a sus actores y aporta al film un tono sereno y cierta emoción. En lo psicológico, puede haber algunas transiciones un poco bruscas (en el caso del personaje de Silvina) o cierta insistencia excesiva en el retraimiento de la chica, pero hay también situaciones que han sido tratadas con delicadeza y bienvenida moderación, como la visita al hospital o los momentos de intimidad que de a poco empiezan a compartir padre e hija. Garzón cuenta con el sólido apoyo actoral de Esteban Lamothe y Ana Katz y con la elocuencia de Mora Arenillas, de rostro singularmente expresivo. Un debut auspicioso.
Papá por siempre Una foto. Una chica de 12 años. Un estudio de ADN positivo. Una paternidad inesperada. Leandro (Esteban Lamothe, de El estudiante) es un exitoso y joven arquitecto al que la vida le cambia de repente. Nunca supo que tenía una hija de otra mujer. Y al mismo tiempo su esposa Silvina (Ana Katz) se entera de que está embarazada, luego de años de intento. Sorpresas y alegrías en una olla a presión. El actor Gustavo Garzón debuta como guionista y director en una historia simple, a la que trató en profundidad y dedicó una década de su vida. El plasmó parte de la vida de Lucero (Mora Arenillas, un hallazgo), una preadolescente de origen humilde y carácter introvertido que contrasta con la situación económica y felicidad de la flamante pareja adoptiva. Con la mirada al piso, algo ausente, la chica refleja apatía, tristeza: su madre biológica está muy enferma y por esa razón su tía decide contactar a Leandro para contarle de su paternidad y obligar a que cuide de su hija. El al principio mantendrá una relación de cierta frialdad y rigidez con su hija y Silvina será su salvavidas, le comprará ropa a Lucero, la contendrá como si fuese su madre. Durante la mayoría del filme, Leandro mantiene un perfil entre el asombro y la impotencia, parece no relajarse nunca, sus ojos bien abiertos lo delatan: el trabajo se complica (discute con su jefe, tiene un cliente al que nada lo convence), su relación con Silvina se torna turbulenta -cambios de humor, vacaciones postergadas, cierto recelo a Lucero, los conflictos del embarazo- y su hija, sumida en su mundo, inapetente, deprimida. Pero lo positivo es que nunca la hacen a un lado, suma. La creciente tensión que despliega Por un tiempo, donde casi no hay situaciones que descompriman el conflicto (un chiste, algo de picardía u humor hubiese venido bien), fatiga y ahoga un argumento algo predecible. Garzón prefirió profundizar en los problemas cotidianos y no tanto en las soluciones, aunque la imprevista llegada de una mascota (con los reclamos a cuestas) ayudará a que Lucero ablande su corazón y muestre destellos de simpatía. Y todo se encaminará, sólo es cuestión de sonrisas, relax y que los roles se acomoden porque -pese a todo- la vida continúa.
Una familia para armar No es habitual hablar de una ópera prima a cargo de un actor como Gustavo Garzón, que escribe y se pone detrás de cámara luego de una extensa trayectoria como intérprete. Lo cierto es que la película es una agradable sorpresa, a la que se le nota un largo proceso de reflexión y trabajo con los protagonistas, Esteban Lamothe y Ana Katz, a los que se le suma la extraordinaria adolescente Mora Arenillas, una revelación para la pantalla grande. Película de actores, entonces, un terreno donde seguramente Garzón centró toda su experiencia, Por un tiempo muestra a Leandro (Lamothe) y Silvina (Katz), una pareja de clase media acomodada, feliz por la próxima llegada de su primer bebé al que buscaron por largo tiempo. Pero Leandro recibe la llamada de una mujer que le informa que se va a tener que hacer cargo de Lucero (Arenillas), la hija que tuvo con una mujer en el pasado y que ahora se encuentra gravemente enferma. Antes de su primer hijo, la que llega a ese hogar que se prepara lleno de entusiasmo para recibir a un bebé, es una niña de 12 años triste y silenciosa, de otra clase social, con un hombre que no puede acomodarse a una paternidad imprevista y una mujer embarazada, tan sorprendida como su esposo, pero que rápidamente entiende que la situación va a resolverse con comprensión y amor. La película elude inteligentemente los lugares comunes y la implosión en esa casa que significa la presencia de la niña, de sus silencios incómodos, de su infinita tristeza, se resuelve con un tono medido, delicado y sentido, una honesta ternura por los personajes que buscan hacer lo correcto, lo mejor para todos y sobre todo para Lucero, tan desamparada, tan necesitada de amor. Tal vez lo mejor de Por un tiempo sea la serenidad con que aborda temas complejos como el desafío de ser padres, más aún cuando la condición irrumpe imprevistamente con una contundencia que no deja espacios para las dudas o la espera para las condiciones ideales.
Inesperada sociedad familiar La pareja de Leandro (Esteban Lamothe) y Silvina (Ana Katz) parece tener el paraíso asegurado. El es un profesional reconocido en la arquitectura, su mujer espera un niño, el primero de la pareja, tienen una casa confortable, amigos y un auto. Pero muy pronto ese "hogar feliz" sufrirá un declive. Un llamado por teléfono a Leandro y una mujer que lo cita en un bar, que le dice que ella es la hermana de la madre, de su hija, lo deja prácticamente mudo. "¿Qué hija?", logra preguntar Leandro. Lucero (Mora Arenillas), que así se llama la chica de doce años, es fruto de una relación fugaz, que Leandro tuvo con una mujer cuando tenía veinte años y a la que solo vio unas pocas veces. Desde entonces la madre de la chica nunca se comunicó con él, pero cuando es internada porque tiene cáncer, la hermana de ella enferma que tiene a su cargo a la adolescente, cita al padre para decirle él debe cuidar de Lucero. REBELDIA Y ACEPTACION Leandro pasa de la rebeldía, a la aceptación y de ésta al extrañamiento, hasta que finalmente con la ayuda de Silvina, su mujer, aprende a comunicarse con Lucero. Esta es la "opera prima" de Gustavo Garzón, quien que si bien hace su debut en cine, tiene larga experiencia previa en televisión, para la que escribió los guiones del unitario "Señoras y señores", que emitió Canal 13. "Por un tiempo", es un filme íntimista, en el que Garzón aborda con una extrema claridad y bien elaboradas situaciones y diálogos, lo complejo que pueden ser los vínculos, en una situación como la que plantea en su primer largometraje. Tanto en su papel de director, como guionista a Garzón no se le escapa nada, nada parece quedar librado al azar y todo transcurre con la más absoluta naturalidad. Su amplia e inteligente mirada como guionista, le permitió contar al espectador, qué ocurre dentro de la familia que conforman Silvina y Leandro, cómo es su vida cotidiana, de qué manera los afecta la aparición de un ser que llega a su vida de manera imprevista y cómo el amor, de a poco, permite ir consolidar los vínculos, entre unos y otros. LA OBSERVACION La mirada que el director aplica sobre la relación de padre e hija es atractivamente conmovedora, creativa y sin monotomía. Porque la desarrolla a partir de un entramado de escenas, que permiten conocer a Lucero en ese doloroso momento de desarraigo y abandono que vive, tras la enfermedad de su madre. Poco después el director muestra cómo la chica se va abriendo a los afectos, cuando el padre le confiesa que nada sabía de ella y que ya nunca la va a abandonar. "Por un tiempo" es una película contada a través de una mirada adulta, inteligente y creativa, que permite una reflexión sobre cómo se van conformando, o modificando las familias, a partir de ciertos imprevistos, o de situaciones inesperadas. Excelentes son las actuaciones de Esteban Lamothe (Leandro), Ana Katz (Silvina) y Mora Arenillas (Lucero).
Buen debut del Garzón director Al comienzo, nomás, se plantea directamente el conflicto: un tipo ve alterada su vida por una mujer que le impone hacerse cargo de una hija hasta entonces desconocida. Dicho desde otro ángulo: la hermana de una mujer enferma enfrenta al padre de su sobrina para que se entere y se haga cargo. La acompaña un hombre de mirada firme y pocas palabras, quizás un abogado, mejor no preguntar. La escena es simple y fuerte. El siguiente problema es contarle a la esposa lo sucedido, justo cuando ella está disfrutando su primer embarazo segura de la compañía de su marido. Y luego, conocer a la hija, que para colmo está encerrada en una crisis preadolescente. Tiene 12 años, la madre enferma, un padre distante, no es fácil. Nada es fácil. "Por un tiempo" expone los problemas de cada uno, los intentos de los mayores para afrontar los hechos, el acercamiento a la madre de la niña, que ni siquiera fue una novia lejana, la reticencia de la niña para salir un poco de su caparazón, el tanteo de alguna forma de entendimiento, la evolución del hombre que además tiene "otras cosas que hacer": es arquitecto a disgusto con un cliente grasa. Irónicamente, su hija se ha criado entre ese tipo de gente. Sin proclamas ni ostentaciones dramáticas, con sólo poner las cosas ante nuestra vista, la película dice mucho. Quizá pudo decirlas todavía más profundamente, pero eso también depende de hasta dónde el público está dispuesto a llegar. Por su parte, el autor le está abriendo un camino. Dicho autor es Gustavo Garzón, intérprete de nivel que se tomó su tiempo para debutar como realizador de cine, y acaba de hacerlo así, con una obra pequeña, sentida, precisa. Buena historia, creíble, sin melodrama, sin agachadas. Buenos intérpretes, sobresaliendo Mariana Katz como la esposa que se hace cargo hasta donde puede, un poco por espíritu maternal, y quizás otro poco para entender a su marido y cubrirlo hasta que él se asuma como padre. Más tarde podrá tener sus berrinches o superarse todavía más como persona, ya veremos. Otro mérito de la película es, precisamente, recordarnos la complejidad y los vaivenes del carácter humano. Vale la pena.
Poner oficio en una historia conocida Podría haber sido un compendio de lugares comunes –un hombre que se entera de la existencia de una hija de doce años–, pero el actor y director eligió contar su historia con tiempos ajustados y una sabia dosificación de los tonos necesarios. El salto de pasar de ser intérprete al intento de ocupar la silla de dirección es una prueba que han realizado muchos actores en la historia, y el cine argentino no ha estado exento de este tipo de piruetas. No vale la pena mencionar las tentativas modestas, olvidables o fallidas y, la verdad, tampoco sirve de mucho recordar casos exitosos como los de Hugo del Carril o Leonardo Favio (que además cantaban), sólo por señalar dos nombres bien pesaditos. La aspiración de un actor de ir un paso más allá de su primer oficio e intentar convertirse en otra clase de artista es por completo válida, y quien se ha atrevido a darlo en este caso es nada menos que Gustavo Garzón. Que no canta, pero ha escrito y dirigido Por un tiempo, película que representa su ópera prima como director. En principio, la historia que Garzón ha decidido contar en su debut no sorprende por su originalidad. Se trata del viejo truco de desencajar el mundo perfecto del protagonista de turno, obligándolo a hacerse responsable de un hijo ya grande (hija en este caso) del cual desconocía por completo su existencia. Es lo que le ocurre a Leandro (Esteban Lamothe), felizmente casado con Silvina (Ana Katz) con quien espera su primer hijo, cuando una desconocida se presenta como hermana de una chica con la que se acostó un par de veces hace 12 años, para decirle que tiene una hija de esa edad de la que debe hacerse cargo porque la mamá está muy enferma. No hace falta ir muy lejos para encontrar historias muy parecidas. Cambiando los detalles puntuales, es lo mismo que le ocurría a Adrián Suar en Igualita a mí (2010). Y es cierto, el disparador de la historia es el mismo, sin embargo los detalles que separan estas películas (o cualquiera de las muchas otras con anécdotas similares) son muy importantes. En primer lugar, porque Garzón tomó la decisión de contar su historia de manera sobria, sin eludir algunos pasos de comedia minimalistas ni los momentos emotivos cuando éstos son oportunos, pero tratando de evitar la comodidad del efectismo. Entre las cosas que pueden rescatarse de su debut como director, la más importante es ese sentido de la oportunidad para saber cuándo se puede hacer sonreír, en qué momento es aconsejable tensar una situación al límite o cuándo es prudente pulsar la cuerda sensible. Aunque el tema elegido podría haberlo empujado al facilismo de abusar de esos recursos, Garzón supo evitar los excesos con oficio. Hay algo en el ritmo que utiliza para ir agregando peso a las circunstancias que deben atravesar Leandro, Silvina y Lucero (la nena), que habla de esa larga experiencia del director como actor. El tiempo que se toma para que ese padre a disgusto y su acomplejada hija entren en contacto físico real, tras los simulacros de abrazos y los rechazos que signan el comienzo de la relación, es una buena muestra de su paciencia dramática. Pero no la única. Tampoco es gratuito que, en el debut de un actor como director, la protagonista sea una muy respetada directora de cine como Ana Katz. Un sutil detalle metacinematográfico. Por un tiempo es una bomba de ídem, un mecanismo inestable en cuyo interior coexisten las crisis de sus tres protagonistas. Esa sensación de peligro, de cosa al borde de la explosión, es otro elemento que el director y guionista ha sabido dosificar, para llevar el relato a su clímax sin grandes apuros, pero con firmeza. Hay una sensación que sobrevuela la película y que, cuando se la reconoce, echa luz sobre el estilo narrativo elegido por Garzón y a la vez sobre el fondo de su historia. Ese ámbito familiar en donde habita el relato es la escena elegida para poner el drama en acción. Un espacio en donde la relación padre/hijo no es necesariamente un lugar cómodo, pero el único en el cual las personas están obligadas a verse como realmente son y, por lo tanto, a crecer y aprender. Una prueba de que las historias de amor entre padres e hijos no están libres de pasiones ni de compasiones y que, como cualquier otra, siempre se construyen de a dos.
Escrita y dirigida por Gustavo Garzón, esta es su ópera prima como realizador, la película cuenta una anécdota sencilla, un matrimonio de clase media alta, después de años de intento, espera su primer hijo. En ese momento, él se entera de que tiene una hija adolescente, de una relación ocasional del pasado y debe hacerse cargo, quizás por un tiempo. Qué pasa con los vínculos, la ternura, la comunicación, la generosidad y el egoísmo de esos seres. Buenos actores como Esteban Lamothe, Ana Katz y Mora Arenillas enriquecen a los personajes.
Vínculos Diez años le llevaron al actor y ahora director Gustavo Garzón para terminar trazando las coordenadas de un guión con muchas reescrituras que termina siendo el valor más importante de esta ópera prima intimista y muy personal, Por un tiempo. Ese trabajo meticuloso en los diálogos, en abarcar desde lo cinematográfico los aspectos más cotidianos en la vida de una pareja de jóvenes, Leandro y Silvina, que en su momento de mayor felicidad y a la espera de un hijo se ven de repente atravesados por una situación límite e inesperada, se extiende a la excelente elección del elenco para conseguir un reparto ajustado a los fines dramáticos, encabezado por el ascendente Esteban Lamothe, la directora Ana Katz y la revelación Mora Arenillas –elegida tras un extenso casting-, a quien le toca un rol contenido pero muy expresivo desde las emociones y la angustia. Garzón se toma el tiempo adecuado para que el relato crezca en el aspecto dramático, matizado con un sutil humor de vez en cuando, y sobre todo a partir del punto de vista de Leandro, arquitecto, quien se entera de la existencia de una hija adolescente, Lucero, tras conocer a la hermana de la que doce años atrás fuese una de las chicas con las que estuvo y que en la actualidad padece una enfermedad que la ha obligado a delegar el cuidado de su hija en manos ajenas. Lucero (Mora Arenillas) no puede elegir con quién vivir y tampoco conoce a su padre como para establecer un vínculo desde el comienzo. La falta de comunicación entre ella y Leandro, sumada la interferencia obvia de su esposa embarazada, Silvina, quien debe aceptar la nueva realidad sin elección, genera cimbronazos, reproches, celos, en la pareja y el pequeño mundo de confort y bienestar del protagonista se desmorona en un abrir y cerrar de ojos. Nada de lo que ocurre en Por un tiempo resulta exagerado o forzado y es ese verosímil el que realmente permite la reflexión en los intersticios de los conflictos de cada uno de los personajes: en el caso de Lucero desde la transición de la adolescencia hasta la singular situación de abandono por las circunstancias familiares; en el caso de Leandro, el aprendizaje de la convivencia y la aceptación de la paternidad deseada así como la no deseada; para el caso de Silvina, la capacidad de asumir un rol para el que no se está preparado como el de la sustitución pero sin renunciar al deseo genuino de ser madre. El debut cinematográfico de Gustavo Garzón no se caracteriza por la originalidad del tópico elegido sino por el tratamiento sobre la superficie dramática, sin aludir a lugares comunes, y concentrado en sus personajes, en las decisiones que conllevan pequeñas acciones para consumar y hacer verosímiles las emociones.
Y llegó a salas la ópera prima del reconocido actor, Gustavo Garzón. Para llevar adelante este proyecto del que es responsable del guión, armó su equipo con una figura de prestigio como es Ana Katz (directora, pero también aquí actriz) y un protagonista en ascenso, Esteban Lamothe, a quien recuerdan por "El estudiante" de Santiago Mitre. "Por un tiempo" es un debut auspicioso para Garzón, un relato sentido (aunque contenido), que describe el proceso que hace un hombre para asumir su paternidad. Una construcción que nace en el afuera (el descubrir que es padre, desde lo biológico), pero que debe internalizar. Leandro (Lamothe), es un arquitecto de unos treinta años, acomodado, y casado con Silvina (Katz). Están esperando un hijo. Su vida, es, casi ideal. En la etapa de la pareja que están, todo está bien, cierra y sus rutinas marcan mucha felicidad y confort. Pero cierto día, él recibe la noticia de que hace 11 años, una breve ex pareja suya dio a luz a una niña, llamada Lucero (Mora Arenillas) y que esa mujer, está muy enferma y no puede hacerse cargo de su hija. Si bien la primera reacción de Leandro es negarse (incluso se hace un ADN), al final la contundencia de los hechos lo lleva a aceptar la idea y recibir en su casa, "por un tiempo", a Lucero. Ni el ni ella, en apariencia, están bien con esa situación. Mucho más, cuando el estado gravitoso de Silvina torne la convivencia difícil y algunos temas de lo doméstico (y lo emocional, sin dudas) hagan ruido entre los dos, o tres. La historia está bien planteada, hay en ella una progresión natural estupendamente gráfica y el trío protagónico la lleva adelante con oficio. Se perciben muchos temas transversales a partir de la aparición de Lucero en la vida de Leandro, no sólo de tipo parental sino también laboral y de pareja. Lo que funcionaba perfecto, comienza a mostrarse como, falible. Y es ahí donde Garzón se luce. Muestra con simpleza la resolución de lo cotidiano y también prepara espacios para reflexionar sobre los tiempos que ciertas nociones tienen, antes de introyectarse. Quizás es observable que en algunas cuestiones, (por ejemplo, la personalidad de la preadolescente), hubiese sido esperable mayor profundidad para conocerla. En el recorte presentado sabemos poco de ella y quizás mayor despliegue nos hubiese orientado como espectador. La trama es lógica y sí, quizás un poco de distención hubiese servido para no volverla tan solemne de a ratos. Hay un encuadre muy prolijo y formal que le quita un poco de ritmo a la historia, también. "Por un tiempo" es una película honesta, directa y simple. Un auspicioso debut para un actor a quien el sentarse detrás de la silla, no le queda mal.
La opera prima del reconocido actor argentino Gustavo Garzon es un shock emocional que nos interpela desde lo sentimental a través de una historia simple. Las relaciones familiares han sido siempre conflictivas, y más aún cuando el drama toca a su puerta. Por un tiempo es una construcción ficcional de increíble sutiliza visual y de mesurado contenido narrativo. Leandro (Esteban Lamothe) y Silvina (Ana Katz) esperan su primer hijo en la comodidad de su vida burguesa de clase media pero el clima apacible toma un giro brusco cuando Leandro se entera que tiene una hija de 12 años, fruto de una relación casual del pasado. Debido a una grave afección que sufre su madre, Lucero (Mora Arenillas) deberá pasar una temporada junto a su padre desconocido a la espera de una improbable cura. Fiel al retrato de una familia moderna, Lucero se muda a la casa de Silvina y Leandro en donde la recepción fue cálida hasta que Leandro comienza a modificar su rutina. Desacostumbrado a la vida de padre tendrá que aprender a cumplir su rol desde el cariño, pero también desde la autoridad. La hostilidad inicial de la niña pronto cederá, ante una confesión intima que cambiará para siempre su forma de ser y de pensar. En honor al título del film, la historia nos sumerge en el círculo más íntimo de un ser humano, su casa, pero solo por un tiempo. Ese tiempo necesario en el que un padre se descubre como tal y una hija comienza a quererlo más allá de las inclemencias de la vida. Es también ese tiempo en el que una madre primeriza se relaciona con su bebe por nacer y sus miedos naturales. El tiempo como factor inexorable de sentencia, es vital para comprender el mensaje de este relato familiar en donde el amor desborda por todos sus rincones.
Sin vueltas ni preámbulos, Por un tiempo introduce al espectador de lleno en el meollo de una temática que va atravesarla en su totalidad. Una convencional y feliz pareja al borde de su primer alumbramiento se topa con una pequeña hecatombe para la relación: una niña preadolescente, fruto de una relación anterior de él y de la que desconocía su existencia, irrumpe sin desearlo en la vida de ambos. Con una madre agonizante y una tía poco maternal pero expeditiva, la niña se introducirá en un mundo desconocido, cálido pero levemente hostil, y transformará con su retraimiento y fragilidad un ámbito a la vez tan frágil como ella. El intérprete y ahora realizador Gustavo Garzón, como ya lo había demostrado en los libretos del unitario Señoras y señores, aprovecha para su ópera prima su capacidad de contador de historias y su experiencia en el manejo actoral para narrar con fluidez una trama humana no tan sencilla de plasmar. Esteban Lamothe transmite una sustanciosa cantidad de sentimientos, desde la incertidumbre hasta la ira y el dolor, con recursos dramáticos sutiles y profundos. Ana Katz lo acompaña en ese tránsito con la mirada de una simple mujer desatendida, cuya situación de gravidez incrementa su inmanejable sensibilidad. Con buenas participaciones de Patricio Contreras, Sergio Surraco y Maria José Gabin, Por un tiempo, más allá de algún altibajo, indaga, atrapa y no desdeña la emoción.
En el nombre del padre "Yo no soy padre de nadie", dice en la primera escena de Por un tiempo Leandro (Esteban Lamothe), cuando se entera de que tiene una hija adolescente fruto de una relación fugaz de su juventud. La joven aparece en su vida de manera imprevista, en el momento en el que los planes ya están armados: el trabajo de Leandro en un estudio de arquitectura promete beneficios y con su esposa (Ana Katz) están esperando un bebé, mientras preparan su casita de clase media para recibirlo. En ese momento, él siente que una hija caída del cielo rompe todos los esquemas. La película debut de Gustavo Garzón como director se hace preguntas sobre la paternidad (¿Padre sé es o se siente? ¿Cómo afectan pequeños actos la vida de una persona? ¿Cómo se construyen los vínculos de padres e hijos?) a través de ese triángulo que forma la pareja y la hija flamante de él que se instala en su casa cuando su mamá es internada. La chica es tímida, callada e introvertida. Y Leandro al principio no puede y luego no sabe cómo acercarse a esa desconocida. El tema es complejo pero la manera de narrarlo intenta ser lo más sencilla posible, enfocada en detalles, pequeños diálogos, primeros planos que intentan ver qué hay detrás de los gestos cotidianos de esos seres. Mientras los personajes de Lamothe y de la joven hija (Mora Arenillas) son más contemplativos y silenciosos, el de Ana Katz le pone color, drama y hasta una necesaria bocanda de humor a la historia, sacando la solemnidad que por momentos tiñe el relato. Si bien, sobre todo en la primera mitad del filme, el ritmo narrativo y la intensidad emocional del filme avanzan lento y con demora en conectar con el espectador, cuando el relato avanza retoma vuelo. En el debe, hay algunos excesos en la musicalización y cierta monotonía, subsanados por la nobleza de la historia, por la cintura para esquivar golpes bajos y por las sentidas actuaciones.
La última de Lamothe La presencia de Esteban Lamothe en protagónicos está empezando a ser la figurita repetida del cine argentino actual. Su duro semblante, su ceñuda seriedad y su parquedad de palabras característica lo han convertido en un nuevo antihéroe, quizá ubicable en un lugar intermedio entre el bajo perfil y la inseguridad característica de los personajes de Daniel Hendler, y el magnetismo carismático de los de Darín. Por lo general son personajes de cabeza dura, apáticos y hasta algo explosivos, pero que en su contención dejan entrever conflictos internos y que, paulatinamente, van dejando aflorar calidez y sentimientos. El 5 de talleres, El cerrajero y esta Por un tiempo son películas centradas y de alguna manera sustentadas en su presencia, lo que lleva a que, como ocurre hoy con las de los otros dos actores nombrados, ya pasen a ser informalmente nombradas como "la última de Lamothe". Si en las otras (y en El estudiante, también) el personaje era un tipo perteneciente a la clase media-baja, aquí tiende más bien a la media-alta: arquitecto de profesión, viviendo desahogadamente junto a su esposa embarazada (Ana Katz, notable) en una casa amplia incluso con empleada doméstica. Pero Lamothe sigue siendo Lamothe y desde el primer momento se lo ubica en el epicentro del conflicto: en una seria charla en un bar, una mujer y un hombre mayor le pasan una desconcertante noticia. Él es padre de una niña de doce años (Mora Arenillas) que nunca conoció, y cuya madre se encuentra gravemente hospitalizada. Deberá hacerse cargo de su hija, hospedarla y cuidarla "por un tiempo", como reza el título. Con el cuidado necesario, con un acercamiento maduro a los personajes por el que se respeta su psicología, sus inquietudes, su difícil adaptación a un universo nuevo, el atractivo abordaje parte entonces desde esta madeja en la cual la vida de los implicados cambiará para siempre. La película expone un arduo proceso y se concentra especialmente en las figuras de padre e hija, ambos enfrentados a un cambio radical de esquemas; ella monosilábica y distante, él introspectivo y con dificultades de acercamiento. Como apunte particular, es muy interesante cómo el personaje de Ana Katz, quien en un comienzo es más próxima a la niña y más dada a ofrecerle la contención necesaria, va dejando aflorar los celos a medida que el personaje de Lamothe sigue el camino inverso, conectando mejor con su hija. Predecible, pequeña, íntima y entrañable, esta película supone el debut como director y guionista del actor Gustavo Garzón, y parecería formar parte de un cine argentino que está ganando espacios; uno vinculado a historias familiares (Choele, Pistas para volver a casa, Los marziano o mismo El 5 de talleres y El cerrajero, entre otros), de narraciónes clásicas y despegadas de las vertientes más "autorales" y minimalistas que suelen caracterizar al cine rioplatense. Es un camino distinto, y lo vienen haciendo más que bien.