La nueva película de Carlos Ameglio es un viaje al tiempo del VHS en donde todo valía para ver y hacer cine. Allí ingresará el protagonista para dirigir un film porno que transformará a cada uno de los participantes, y, principalmente, le hará tomar conciencia de su realidad y sus verdaderos deseos. Fresca y divertida.
Una película que desnuda cine de autor y se viste de risa. Crítica de “Porno para principiantes 30 septiembre, 2019 Florencia Fico La película uruguaya protagonizada por Nicolás Futado y Martin Piroyansky es una revisión sobre el cine erótico con elementos propios de Hitchcok para entregar una comedia de suspenso y alternar con diferentes géneros en pos de recrear giros en el guion. Por. Florencia Fico. El argumento de la película se sitúa en Montevideo en la década de 1980 con el personaje de “Víctor Medina” (Martín Piroyansky) un director de cine novato al que no le queda otra que vender su videocámara para pagar una parte de su boda con Leticia (Nuria Fló) y no darle el gusto a su futuro suegro quien pretende colaborar con todo, encima le brinda un cargo soso en el banco que conduce. En ese mismo instante aparece una promisoria idea que lo motiva a ser realizador con su amigo Aníbal (Nicolás Furtado) él le comunica que “Boris” (Daniel Aráoz) un negociante poco confiable que les propone elaborar una cinta fílmica. La alegría de Víctor desaparecerá al saber que el filme es una porno. Poseerá el estelar Ashley Cummings (Carolina Mânica) una celebridad internacional, llevar una película sexual de “La novia de Frankenstein” que debutará como la opera prima erótica de Uruguay. Si todo lo hace posible, exacto. El filme humorístico se presentó ya en 33 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en 2018. Es de origen uruguayo ya que la dirección estuvo en manos del director Carlos Ameglio y su guion confeccionado acompañado por: Leonel D’Agostino y Bruno Cancio. Un libreto respetable desde sus giros narrativos y picantes desarrollos del detrás de escena en producciones pornográficas. Carlos Ameglio responde con la misma lógica cómica de “Psiconautas” prosigue con el “chantaje” como vehículo en conflicto; cuando la película porno no responde a los tiempos extorsivos de Boris. La “pelea” con un estilo western que enfrenta a los maleantes que aprietan a Víctor quien defiende a la protagonista Ashley. Asimismo la “necesidad” de unión entre Aníbal y Medina para defender a la actriz y su filmación a toda costa. La actuación de Carolina Manica como Ashley recrean la figura de una actriz porno con ductilidad en idiomas ya sea en español, portugués e inglés. Furtado desapareció a Diosito del Marginal para volverse un atrevido papel, asimismo no pierde su típico tono coloquial cercano al espectador. En la caja de villanos creados por Daniel Aráoz se suma un mafioso, drogadicto e impulsivo como lo interpreta a “Boris”; una interpretación sin restricciones. Nuria Fló hace a Leticia con un tono al principio inocente pero al agregar sensualidad alcanzó una repercusión más intensa. Martín Piroyansky como Víctor se luce en cada registro es el personaje que toma el pulso de la tensión de toda la película; con la complicidad de Furtado ambos son complementarios. Por otro lado su Víctor adulto es el relator omnisciente en la voz de Roberto Suarez que en pequeñas capturas sorprende con explosivas gestualidades lo mismo sucede con Manica; una actriz imponente, avasallante y lucida. Por otro lado utiliza un recurso intrigante como el Macguffin lo que convierte a la película en señales constantes a un cine de autor. El título “Porno para principiantes” es un paratexto una mera excusa sin importancia ya que el elemento central está en el relato contado. Éste elemento lo bautizó Alfred Hitchcock. Tal es el caso de la reiterada alusión a Wim Wenders un director de cine que en sus inicios quiso ser sacerdote y en éste filme comienza en locaciones de Italia con un maduro Víctor que se convirtió en párroco modificando su nombre a Simón (Roberto Suarez). Wenders empezó cómo Víctor con cortometrajes. Uno de ellos lleva el nombre de pila del personaje: “Víctor I”. El género de ésta película es fluido e hibrido no se encasilla en una pura comedia con solamente los disparates dichos por Víctor y Aníbal, tampoco es claramente romántica un enamoramiento entre Medina y Ashley no la hace una obra lírica de amor. Pero ambos géneros se solapan y superponen. Haciendo del filme una sentida historia de desvergonzados y el dulce encuentro de un director sin estimulo seducido por una cautivante musa creativa Ashley. La fotografía de Diego Rosenblatt es sumamente interesante el juega con la composición con tomas interactivas un plano medio se convierte en general, esto se ve en una escena que comunica el departamento de Victor y su novia Leticia que está paralelo al de su padre. Las capturas en espejo son muy atractivas y el enfoque especial hace que los personajes se vean como en una pecera frente a otros que solo observan. Sus tomas abarcan un decorado bien ambientado en los años 80 ya sea en un videoclub o en el interior de los hogares revestidos de paredes empapeladas con posters antiguos. Asimismo su uso es expresivo y simbólico. La música de Alexandre Kassin con coros religiosos y redoblantes generan una esencia de travesía épica, las panderetas aceleran el ritmo de la película en tomas de persecución además se da un aspecto melódico con vestigios del disco y la música electrónica con la aplicación de sintetizadores. Porno para principiantes La producción comulgó a: Salado Films, Río Rojo Contenidos y Bossa Nova Films. Música de Alexandre Kassin y fotografía Diego Rosenblatt. Puntaje: 80
Pornostein Una comedia uruguaya redonda, eso podría sintetizar esta propuesta con estética ochentosa de Carlos Ameglio (La cáscara) donde tanto Martín Piroyansky como su coequiper Nicolás Furtado -el Diosito de El Marginal– encuentran rápidamente el tono para lucirse en cada uno de los momentos de comedia, así como de la camaradería de esos apasionados y amigos que comparten las películas y el cine como un lenguaje propio. Si es porno o bizarro, de autor o pochoclero a secas da lo mismo porque en Porno para principiantes se destaca la pasión por hacer películas, por contar historias absurdas y divertirse en esa extraña mística. El contexto en que transcurre este opus uruguayo, presentado en el Festival de MDQ 33, no es otro que el de la transición del VHS frente a un futuro incierto que finalmente llegó y acabó con su reinado años después. El porno, subgénero bastardeado y propio de un tipo de espectador nunca asociado al cine, también era un negocio antes que una industria y es así como productores sin ninguna otra capacidad que la de inyectar algún capital pretendían inundar el mercado con películas xxx, donde la escasez de ideas era notable y la mecánica del “entra y saca” un himno para todos los amantes de esas historias con actores solamente aptos para filmar proezas sexuales frente a una cámara y un grupo de gente que observaba. Así las cosas, Víctor y Aníbal se conocen en un videoclub. El primero como cliente que paga por ver VHSs de distintos géneros, mientras que el segundo recibe dinero, por atender el mostrador del local, VHSs gratis y la expertise de conocer al dedillo cuanta película porno se alquile. Eso lo lleva a convencer a Víctor para que desista de la venta de su cámara de cine, pues el muchacho pretende sentar cabeza y casarse, entre otras cosas, para demostrarle a su suegro que puede mantener a su futura prometida (Nuria Fló) sin ayuda económica y bajo la renuncia de una pasión como la de filmar películas. La oportunidad llega y desde ese territorio todos los resortes de la comedia aceitada explotan de la mejor manera posible. Primero con una buena elección de personajes secundarios entre los que se destacan Daniel Aráoz como el oscuro productor y la actriz Carolina Mânica, quien aporta sex appeal, carisma y mucho más en un personaje muy bien escrito. Sin dejar de lado el costado nostálgico pero nunca cayendo en la pura solemnidad, el film de Carlos Ameglio logra el equilibrio justo entre la carcajada, la reflexión y sobre todas las cosas la prolijidad de retratar una época desde la puesta en escena a la que no le falta detalle por cubrir.
La risa que te desnuda En el marco de la sección Sentidos del Humor del 33 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, se presentó una comedia uruguaya que, acompañada por un acertado reparto, funciona como un reloj a la hora de provocar la carcajada. Zack y Miri hacen una porno (Zack and Miri Make a Porno, 2008), aquella bien lograda comedia de Kevin Smith, es la primer alusión que nos podría llegar a la mente a la hora de combinar los factores del porno casero y la comedia. La idea del film protagonizado por Seth Rogen era clara: sumergidos en deudas, dos amigos deciden montar una pequeña empresa casera de realización de películas pornográficas. La comedia generó un gran número en la taquilla estadounidense (duplicó su inversión) y logró su cometido: hacer reír a la gente con la utilización de un género como el porno, que tantas veces puede resultar un tema tabú. Porno para principiantes (2018), la nueva película del director uruguayo Carlos Ameglio (La cáscara), comienza con una premisa similar a la norteamericana, pero su contexto (ambientada en el Uruguay de los años ´80), su realización y su resultado hacen que se distinga y te sorprenda. No es fácil hacer reír y Porno para principiantes lo logra. El protagonista de esta historia es Victor (Martín Piroyansky), un joven director de cine que no la está pasando muy bien económicamente y, forzado por la familia de su futura esposa, decide vender su cámara para dar frente al matrimonio y conseguir un trabajo estable. Aníbal (Nicolás Furtado), su amigo y dueño de un videoclub, decide frenarlo y, por medio de un productor inescrupuloso (Daniel Aráoz), proponerle un negocio: filmar una película porno. A partir de ahí, Victor se somete a un duelo interno entre lo que está bien artísticamente y la necesidad del dinero. Martín Piroyansky sale de su zona de confort en este papel. El actor y director de Vóley (2015) se coloca en una intensidad menor a la cual nos tiene acostumbrados. A través de un personaje con unos cuantos decibeles menos en comparación a sus anteriores roles en películas, Piroyansky se luce con un tono neutro, siendo él el hilo conductor de la historia y el generador del clima adecuado para que el chiste se luzca. Cabe mencionar algunas particularidades del adecuado reparto con el que cuenta el largometraje. Nicolás Furtado (El Marginal) brinda un personaje que parecería inspirado en el Brad Pitt de los hermanos Coen en Quémese después de leerse (Burning after reading, 2008): carilindo, torpe, tosco, pero con un gran corazón. Sus participaciones son elocuentes, encontrando el momento y el gesto justo para que la comedia funcione. El resto del elenco está a la altura y con la misma sintonía. Los uruguayos Nuria Fló, como la novia de Victor, y Roberto Suárez, como el Padre Simón, y la brasilera Carolina Mânica, como la femme fatale que protagonizará estos films caseros, son grandes y entusiastas novedades para el espectador argentino. Con un guion precisamente estructurado (principio, núcleo y desenlace bien marcados), la película funciona a la perfección. Porno para principiantes es fresca, graciosa, no abusa de los clichés y denota el amor por hacer cine de tanto los que están detrás como los de delante de cámara. Con la idea de estrenar en salas a comienzos del año entrante, Porno para principiantes tiene todo para ser un gran bastión uruguayo a la hora de hablar de las nuevas comedias latinoamericanas. Hacer reír debe ser de lo más díficil del mundo y por eso sorprende que este film de Carlos Ameglio lo logre sin despeinar. Eso sí. Si vas a ir a ver Porno para principiantes te recomendamos dejar todos los tabúes de lado, dejarte llevar por el lenguaje de la industria de películas XXX y bancarte el dolor de mandíbula por tanto reír.
La comedia uruguaya dirigida por Carlos Ameglio fue presentada en el Festival de Cine de Mar del Plata en 2018. El guión es de Leonel D’Agostino y Bruno Cancio y relata el encuentro entre dos amigos que se conocen en un videoclub de Montevideo en la década del 80´cuando todavía alquilábamos VHS´S. Allí se conocen Víctor Medina (Martín Piroyansky) un joven con ansias por dirigir cine, está a días de casarse con Leticia (Nuria Fló) y decide vender su cámara para pagar parte de la fiesta para no cargarle todo el peso a su suegro, aunque el padre de su novia pueda hacerlo. En el videoclub conoce a Aníbal (Nicolás Furtado) quien atiende el negocio y quiere sumarse a la aventura de Víctor. Al dúo le ofrecen filmar una película, que produce Boris (Daniel Aráoz). Entonces, la cámara no se vende, el fajo de billetes se planta delante de ellos y comienzan. La felicidad es brutal, por fin Víctor ve su sueño cumplido, hasta que se da cuenta que el film es “porno”. La protagonista es Ashley Cummings (Carolina Mânica) una actriz internacional que maneja el español, portugués e inglés, ante quien Víctor se descubre embelesado. Boris apreta las clavijas con el tiempo de filmación y la manera, todo se hará según sus formas y modos simil mafiosos, mientras Leticia no sabe en que film está su prometido porque está demasiado ocupada con su cercana boda y mucho por hacer.Las cosas se salen de control cuando Víctor se entususiasma con Ashley y suceden cosas impensadas. El elenco se complementa a la perfección, ya conocemos lo que puede hacer Martín Piroyansky con sus personajes, aunque éste es diferente, y el de Víctor es uno más del que sale airoso. La dupla que logra con Furtado es muy graciosa y de compinches. Víctor luego será, Simón (Roberto Suárez) y lo menciono porque es importante. Una comedia uruguaya con estética de los 80´y bizarra, con enredos que van creciendo a espaldas de Leticia, quien se llevará una sorpresa. Todo el elenco se presta al juego de “Porno para Principiantes”, y dependerá del espectador si decide entrar o no en el mismo juego. La dupla de protagonistas lo hace, también los roles secundarios de Daniel Aráoz, Mânica y Flo logrando un buen producto. ---> https://www.youtube.com/watch?v=SkfLAhiI74k ACTORES: Martín Piroyansky, Nicolás Furtado, Carolina Manica. Daniel Aráoz. GENERO: Comedia . DIRECCION: Carlos Ameglio. ORIGEN: Uruguay, Argentina. DURACION: 93 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años FECHA DE ESTRENO: 03 de Octubre de 2019 FORMATOS: 2D.
Pornoestein debe existir Víctor (Martín Piroyansky) estaba listo para rendirse. Después de años filmando sus propios cortometrajes todo parece indicar que su sueño de ser director no tiene futuro en la realidad, donde está a punto de casarse con su novia de la adolescencia y necesita de un trabajo estable que le permita sostener el hogar. Resignado, pretende vender su cámara para pagar algunos gastos. Pero el anuncio que pone, en vez de atraer un comprador, llama la atención de un productor bastante turbio (Daniel Aráoz) que necesita urgentemente de los servicios de alguien como él para hacerse cargo de un proyecto que ya está empezado. Fácilmente tentado por la importante cantidad de dinero que le ponen enfrente, y la posibilidad de por fin iniciar la carrera de sus sueños, acepta el trabajo sin detenerse a preguntar los detalles. Recién cuando le presentan a la protagonista, una actriz porno que supo tener sus cinco minutos de fama pero que ya está de vuelta, entiende en qué clase de película está metido. Y ya es demasiado tarde para echarse atrás. Asistido por uno de sus pocos amigos (Nicolás Furtado), que aunque no tiene muchas luces oportunamente es encargado de un videoclub y portador de una importante erudición en el género, Víctor intenta llevar adelante el proyecto a contrarreloj para lograr que quede lo más decente posible, sin calcular que es un proyecto que le hará replantearse toda su vida hasta ese día. Otra de los ochenta Hay que reconocer que es difícil no ir con prejuicios a una película con Piroyansky en el afiche y que encima se llama Porno para Principiantes. Aunque en esta producción no sea el director como en Voley, uno sospecha que va a encontrarse con chistes fáciles hilvanados en una trama que sirva de excusa para ser el único que tenga sexo con alguna o varias de las mujeres del elenco. El problema con prejuzgar es que de vez en cuando aparecen casos como este, donde uno acierta, corriendo el riesgo de mal acostumbrarse y seguir haciéndolo. La estructura es simple. Hay un protagonista inteligente y frustrado con su rutina aburrida pero estable, al que se le pone en el camino una nueva mujer que lo desestabiliza con su belleza y la promesa de aventuras. Esto lo empuja a llevar temporalmente una doble vida para evitar tener que decidirse por lo que realmente quiere hacer. Así contado parece la sinopsis de Permitidos, y uno empieza a temer que la figura del director en algunos casos se vuelve irrelevante. Pero Carlos Ameglio le pone su parte al retratar sus propios orígenes en el cine durante una época donde había mucha voluntad pero pocos recursos disponibles. En segundo plano a la trama principal, Porno para Principiantes alude al amor cinéfilo y a la producción cinematográfica, especialmente cuando no se cuenta con recursos pero hay una necesidad imperiosa de contar algo con imágenes. Lo hace mostrando una visión algo idealizada de lo que es producir un largometraje, pero igualmente habla con pasión de lo que implica padecer esa necesidad de crear a un nivel casi físico: así logra entregar algunos de los momentos interesantes que tiene esta película, a la que no se le puede criticar mucho desde lo técnico porque la trama sostiene el ritmo. Si bien la recreación de época no se destaca, todo se ve y escucha con la corrección que exige este tipo de producciones. Que el contenido esté cargado de estereotipos y lugares comunes que parecen de la misma época a la que alude la historia, ya es otro tema.
El director Carlos Ameglio quiso refleja, según sus palabras, el tiempo en que muchos cinéfilos, gracias a la cinemateca y a los video clubes, en el momento en que cae la dictadura en Uruguay, en l985, se lanzan a la aventura de hacer cine, sin un peso, sin infraestructura, pero decididos y bizarros. Y eso es lo que muestra su fresca y regocijante comedia de un joven que para costear una parte mínima de su boda, y no depender del todo de su suegro, decide vender su cámara. Pero surge la posibilidad que le brinda un mafioso local de hacer una película, una versión porno de “La novia de Frankestein”, con una estrella internacional. Acompañado por su amigo, perseguido por su novia, enamorado de su actriz, el protagonista sufrirá agonías y placeres enredados y con mucho encanto. Martin Piroyansky despliega su talento muy bien acompañado por un desenfadado Nico Furtado. Fantasías y sueños perdidos, entre el deseo y la desilusión.
“Porno para principiantes”, de Carlos Ameglio Por Ricardo Ottone La Nueva Comedia Americana, con sus dosis de incorrección, absurdo y delicado equilibrio entre estupidez y sofisticación, viene influenciando a los autores locales en Io que pomposamente podríamos identificar con él -quizás espantoso- rótulo de Nueva Comedia Rioplatense. Y este atrevimiento conceptual viene a cuenta de que a ambos lados del charco tenemos exponentes interesantes. En Argentina probablemente el realizador que mejor representa esta tendencia es Ariel Winograd, cuyas películas poseen esa mezcla de incorrección, delirio y una buena dosis de cinefilia e interés en explorar los géneros. Y en rigor de verdad hay que reconocer que a su vez hay una comedia uruguaya con personalidad propia que en el nuevo milenio acumuló un puñado de obras entre las que podemos destacar 25 Watts, La perrera, Acné o Gigante. Películas que suelen combinar cierto laconismo, humor a cara de piedra y unos protagonistas perdedores. Un poco de todo esto es lo que podemos reconocer en Porno para principiantes, comedia uruguaya en coproducción con Argentina y Brasil, segundo largometraje de Carlos Ameglio, quien ya viene incursionando en la comedia desde su primera película, La cáscara, y en la serie Psiconautas. El protagónico está a cargo de Martín Piroyansky, nombre habitual de esta nueva comedia local, integrante de esa suerte de Frat Pack vernáculo junto a Daniel Hendler, Valeria Bertuccelli, Inés Efrón o Alan Sabbagh, entre otros. Piroyansky interpreta a Víctor, cineasta amateur con ínfulas de artista y un presente laboral modesto como cadete en el banco dirigido por su suegro. En los días que preceden a su boda con la hija de su jefe y casi resignado a la frustración de sus sueños, al punto de intentar vender su cámara para pagar una insignificante parte de la fiesta, recibe a través de Aníbal, su amigo videoclubista (Nicolás Furtado) la oferta de Boris, un empresario turbio (Daniel Aráoz), para filmar una porno protagonizada por Ashley Cummings, una pornstar internacional interpretada por la brasileña Carolina Mânica. Estamos en los 80, era no solo de los videoclubs sino también de las porno con argumento, y este encargo va a poner en jaque todas las ideas de Víctor no sólo en cuanto a su autopercepción como artista sino también a sus planes de casamiento ya que en medio del rodaje termina enamorándose de su estrella. La historia está contada desde un presente en la actualidad donde el protagonista ya mayor, convertido en sacerdote a cargo de una Iglesia de pueblo en Italia, relata sus días montevideanos de cineasta Triple X. Este relato se da en el confesionario con la curiosa e interesante inversión de que es el cura y confesor el que relata ese pasado de pecador a un visitante que se presenta como investigador de cine porno y que paulatinamente irá revelando otras intenciones. El film participa también de esa otra tendencia en boga que es el revival de los 80, que en su mayor parte nos lo viene a recordar el personaje de Aníbal con sus VHS, sus walkie talkies y su esperpéntico mullet, al que por algún motivo acá llamábamos corte cubano. Ameglio despliega una buena dosis de cinefilia que se expresa desde las citas a Wenders a la idea ridícula, pero coherente con el personaje de Víctor, de convertir el encargo en una versión porno de La novia de Frankenstein de James Whale. Esta cinefilia implica también la mezcla de géneros, o más bien el interés por parodiar sus reglas y convenciones (algo que comparte con el ya mencionado Winograd). Así tenemos un poco de comedia de enredos, algo de costumbrismo, personajes turbios del policial, una persecución final propia del cine de acción y toques de melodrama familiar En Porno para principiantes se manejan influencias varias y de la Nueva Comedia Americana tenemos la parte guarra, la ambientación en el mundo del porno, los múltiples chistes de sexo, la posibilidad de estar un rato hablando de la fotogenia o no de una pija. Pero a su vez hay una impronta dada por sus personajes protagónicos, Víctor y Aníbal, que podrán ser vanidoso y caprichoso el primero o desubicado y de pocas luces el segundo, pero ambos son esencialmente bienintencionados y bastante ingenuos, lo cual termina impregnando el resto del film, alejándolo de la canchereada o la sordidez que el tema podría hacer suponer y dándole un tono general más amable e inocente. PORNO PARA PRINCIPIANTES Porno para principiantes. Uruguay/Argentina/Brasil, 2018. Dirección: Carlos Ameglio. Intérpretes: Martín Piroyansky, Nicolás Furtado, Carolina Mânica, Nuria Fló, Daniel Aráoz, Roberto Suárez. Guión: Carlos Ameglio, Leonel D’Agostino, Bruno Cancio. Fotografía: Diego Rosenblatt. Música: Alexandre Kassin. Edición: Mariano Baez. Dirección de Arte: Constanza Giordano. Producción: Mariana Secco, Ignacio Rey. Jefatura de producción: Verónica Andrich. Coordinación de producción: Cecilia Mato. Distribuye: Primer Plano. Duración: 93 minutos.
Me reí bastante con Porno para principiantes, es el tipo de humor que a mi me gusta: por momentos absurdo, por momentos irónico y por momentos bien cinéfilo (con referencias). Asimismo, me queda bien en claro que por ello no es un humor universal y que por lo tanto muchos espectadores no se reirán. Así que dependerá de que si entrás o no en el código del film. El planteo y los primeros minutos me parecieron fantásticos: un chico buscando respuestas sobre una porno que se volvió legendaria y cuyo director ahora es un sacerdote que está en el exilio. A partir de ahí nos vamos a Uruguay (no me queda claro qué ciudad) de los 80s para conocer la aventura que embarcan los personajes de Martín Piroyansky y Nicolás Furtado. Ambos muy bien en sus papeles al estilo buddy movie. Y el máximo problema que tiene dicha aventura y que replica en la película es, justamente, la parte porno. O sea, quedaba bien en claro que no íbamos a ver escenas de sexo explícito ni que las mismas hacían falta, pero es demasiado light en ese sentido. Le faltó ser un poco más trash. Mismo con la actriz protagonista Carolina Manica, que, si bien su rol es correcto y se encuentra bien laburado desde lo vincular, no le creí la parte de estrella de porno tal como lo plantean. Por hacer una comparativa de algo parecido, en The girl next door (2004) manejó mucho mejor la situación. A nivel técnico está muy bien, el director Carlos Ameglio narra la historia con buena técnica y hay un despliegue de producción interesante para un presupuesto acotado. Las locaciones, los autos, el vestuario y maquillaje son de la época que se retrata. El film es entretenido y pasa raído, aunque el clímax es un poco precipitado. Porno para principiantes es una buena comedia, es distinta y se anima a jugar un poco. Lo cual es para destacar.
El porno y la comedia en busca de una reescritura posible En la cartelera de cine actual es una rareza que aparezca una comedia de presupuesto medio (sin importar su procedencia), más si se trata de una que pretende ser salvaje como Porno para principiantes, que es sin dudas deudora de la Nueva Comedia Americana, fenómeno cercano en términos temporales pero que parece a la vez lejano al no presentarse grandes recambios en el género, y por supuesto por su merma en la cantidad de producciones. La nueva película de Carlos Ameglio tiene una premisa digna de la NCA. En Montevideo durante la década de los 80, Víctor (Martín Piroyansky) un joven aspirante a director de cine, decide aceptar el encargo de dirigir una película porno, por un lado como una última posibilidad de realizar su sueño de ser cineasta y por el otro para competir contra su futuro suegro (un importante banquero), quien pretende pagar absolutamente todos los gastos de su inminente casamiento. Aníbal (Nicolás Furtado), encargado de un videoclub, es su sidekick en esta aventura nostálgica sobre un escenario efervescente del VHS, en el que la pornografía tuvo su auge, tanto en la producción de películas como en la aparición del concepto de “estrella porno”. La influencia más importante de la NCA en PPP es la de Pineapple Express (2008), en la estructura de buddy movie sobre dos personajes opuestos unidos por una misma causa pero también en los diálogos, como cuando Aníbal alienta a Víctor para aceptar el trabajo: “No vas a querer ser un empleaducho que trabaja 10 horas”, cuando el primero hace exactamente eso en el videoclub, lo que es una resignificación del personaje de James Franco en PE: “Me gustaría tener un trabajo en el que fume porro todo el día”. La filiación con el cine de comedia salvaje está más en los diálogos que en las acciones, es decir el límite para lo que se dice está borrado pero no así para lo que se muestra, porque las situaciones vinculadas al mundo del porno están fuera de cuadro, aunque también tienen un sentido dramático para dilatar situaciones. Uno de los grandes aciertos de PPP es presentar la importancia de la figura de la actriz porno, aquí desde la presencia de la brasileña Carolina Manica en la interpretación de Ashley Cummings, quien desata el verdadero conflicto de la película. Víctor se enamora de ella y la película corre peligro de no hacerse; es ahí que entra el villano, Boris (Daniel Araoz), un inescrupuloso empresario ávido de convertirse en el primer productor pornográfico de Uruguay. El malo de una comedia marca los tiempos del relato y la presencia en ausencia de Boris define la dinámica de los personajes. El otro gran mérito es poder contar una película detrás de la película que se nos cruza en fotogramas y diálogos. Esa historia que acontece en segundo plano es nada menos que La novia de Frankestein (Bride Of Frankestein, 1935) del enorme James Whale. El propio Víctor se impulsa a sí mismo cuando reescribe el pésimo guión de Boris, al pensar en una reescritura porno de esa obra clásica de los monstruos de Universal. No es casual que el porno, el terror y la comedia estén hermanados, de alguna manera por esa mirada de desprecio que existe desde diferentes espacios sobre tales modelos para contar historias. En ese envión de grandeza, el de plegarse a la reescritura de una historia clásica (aunque más no sea en clave paródica), PPP pierde el salvajismo para dejarle el lugar a una mirada algo conservadora sobre la pornografía, debido a la idealización y al enamoramiento de Víctor, quien cree que tratar a Ashley como una actriz porno es denigrarla. También en ese desplazamiento moral es que la película olvida a Aníbal como compañero de aventuras; tan solo un regreso en el final justifica su presencia pero el in crescendo de la relación, que se había moldeado en la primera mitad de la historia, se diluye lentamente. PPP no es solo una comedia de fórmula sino que también es una película preocupada por ciertos aspectos del lenguaje que este género suele despreciar. La fotografía y la música, lejos de tener ese tono neutro que acompaña las situaciones, presentan una propuesta estética de época en el uso de los colores y de los sintetizadores. En la actuación de Furtado (quizás el que mejor entendió el tono de la película) hay otra referencia cinéfila, que es la construcción de un personaje de una belleza hegemónica pero torpe e ido de la realidad, bien al estilo de Brad Pitt en Quémese después de leerse (Burn After Reading, 2008) de los hermanos Coen. El esfuerzo de pensar en una comedia más audaz, de época y con cierta reminiscencia al mundo del VHS (sin una nostalgia forzada que es muy común en los últimos años) hace que a obras de este tipo se las pueda considerar dentro de un marco posible, porque las producciones locales de género deberían tener un lugar más espacioso en la agenda cinematográfica, y así desterrar de una vez por todas esa idea nefasta sobre la comedia nacional en la que pueden existir solo dos tipos de películas: las de viejos que van a trabajar de bañeros a la Costa Argentina y las de Marcos Carnevale protagonizadas por Adrián Suar.
Piroyanski-Furtado: Una dupla bien dotada en “PORNO PARA PRINCIPIANTES”. Montevideo 1985. Víctor (Martín Piroyanski), un aficionado al cine, decide vender su cámara para poder casarse. Frustrado por sus sueños relegados y un suegro que pareciera querer el control de su pareja, se cruza con un dudoso empresario el cual le ofrece dirigir una película porno por una buena suma. Pero no estará sólo en esta incursión al género, en su afán de llevar a cabo esta versión erótica de "La Novia de Frankenstein" y hacer coexistir el arte con las demandas sexuales de sus productores, contará con su amigo Aníbal (Nicolás Furtado), un empleado de videoclub con una extensa base de datos mental en el rubro XXX lo acompañará en la misión. Todo se complicará aún más cuando Víctor se enamora de su protagonista, Ashley Cummings (Carolina Mânica), una estrella del porno internacional. Hay películas que son buenas películas en su género. Y otras que trascienden el género y son sencillamente buenas películas. Carlos Ameglio nos trae no sólo una comedia sino una buena película. Un gran trabajo de arte, un sentido narrativo cinematográfico y una buena fotografía son algunos elementos que podremos encontrar en esta cinta. En materia de humor, nos trae del bueno. A veces absurdo, a veces sutil. Guiado por una buena dirección dónde el humor principalmente radica en personajes verosímiles en situaciones inverosímiles. Para que esto funcione un gran sostén se basa en el buen trabajo actoral, en especial del dúo protagonista. Marín Piroyanski se desenvuelve con la naturalidad de quien conoce el terreno a la perfección como si fuera una de sus propias películas. Por su parte Nicolás Furtado ya consagrado, luego de su entrañable Diosito, funciona de gran manera en la construcción de un personaje que resulta tentador sobreactuarlo y sin embargo lo mantiene en la justa medida. Si bien la temática y la historia ya han sido abordadas, esta pieza no se siente como algo ya visto. El sello propio del director se hace presente invitándonos a un viaje de disfrute a la vez que nos invita a reflexiones como el anhelo por seguir nuestros sueños, aquellos mandatos sociales que atentan contra nuestra felicidad y la eterna lucha entre hacer coexistir un hecho artístico con las demandas comerciales entre otras. “PORNO PARA PRINCIPIANTES” poco tiene de principiante, puesto que es un trabajo realizado con madurez al servicio de nuestro disfrute. Por Matías Asenjo
Al padre Simone, una mañana lo espera un joven y, suponiendo que quiere confesarse, va a su encuentro. Pero este le dice que lo busca por una película de exhibición condicionada que dirigió el ahora sacerdote en su juventud, cuando se llamaba Víctor Medina. Luego de la sorpresa, los recuerdos del cura lo retrotraen al Uruguay de los años 80, cuando iba a casarse con una novia que, a su vez, era protagonista de los cortometrajes independientes que él realizaba como un nada talentoso cineasta. Pero un amigo que trabaja en un videoclub le acerca a Víctor el proyecto que desea concretar el turbio dueño del negocio, un film para adultos con la actriz de sus sueños, que se convertirá en la versión explícita del clásico de terror La novia de Frankenstein. Para peor, Víctor se enamorará de la desinhibida protagonista. Con una acertada reconstrucción de época el film hilvana la cinefilia de videoclub con una historia que busca el desenfado y cierta incorrección muy a tono con la comedia adolescente que nació en esos años ochenta y que tuvo a Porky's como máximo estandarte. Pero la comicidad está por debajo de una historia demasiado obvia y esperable y que, dentro del terreno del desparpajo, ha tenido ejemplos dignos de mención como Zack y Miri o Dos tipos peligrosos, pero que sale a flote gracias a Martin Piroyansky, Daniel Aráoz y, fundamentalmente, por la reflexión sobre la fantasía de filmar a cualquier precio.
Crítica emitida al aire en Zensitive Radio
Montevideo, 1985. Víctor es un cineasta amateur que está por renunciar a su vocación para convertirse en un joven formal y cortés: se casará con su actriz fetiche, protagonista de todos sus cortometrajes, y será empleado en el banco del que su suegro es gerente. Está a punto de vender su cámara cuando aparece un productor para financiarle su opera prima. Con un detalle: tiene que ser una porno. La idea de Carlos Ameglio (director de Psiconautas) es propicia para rendir un homenaje burlón pero cariñoso a la generación VHS, esa que creció en los años ’80 y tuvo su educación audiovisual en los videoclubes, consumiendo con voracidad una ensalada de películas de género, de autor y, con suerte, alguna que otra triple X. Los guiños cinéfilos están a la orden del día en esta comedia que tiene sus mejores momentos cuando juega al fleje y se desinfla cuando se rinde a las convenciones. La efectividad del tono general, un humor naif que se sostiene durante la mayor parte del tiempo, responde en primer lugar a la acertada elección del elenco. Con su aire woodyallenesco, Martín Piroyansky es el intérprete ideal de ese director pretencioso y perdedor que jamás resigna sus aspiraciones de trascendencia cinematográfica. Lejos de Diosito y cerca de los excéntricos Tenenbaum, Nicolás Furtado cumple como el compinche catrasca, mientras que Daniel Aráoz se luce como el productor mafioso, lo mismo que la brasileña Carolina Mânica como la estrella porno. Tal como está planteada, esta simpática historia podía encarar rumbos delirantes y convertirse en una suerte de The Deuce lisérgica y subdesarrollada. Pero el guion toma unos giros que, por el contrario, le quitan gracia y terminan llevándola por carriles más transitados y menos arriesgados.
Texto publicado en edicion impresa.
"Porno para principiantes", demasiado atada para ser graciosa ¿Qué es lo que produce el humor? Algo fuera de lugar, algo disruptivo (y gracioso, obviamente, porque se puede ser disruptivo y no gracioso). Algo que se sale de la norma, lo usual, lo conocido. Tal vez una de las razones de que Porno para principiantes no sea graciosa sea que es una película demasiado usual, demasiado normal, demasiado mediana. Puede no buscarse la risa directa, la carcajada, como sucede en este caso. Pero si es una comedia tiene que ser graciosa. Dentro de la gran cantidad de acepciones que el Diccionario de la Real Academia dedica a la palabra gracia (no es una idea fácil de definir) figura la de “soltura”. Tal vez sea eso. Tal vez Porno para principiantes esté demasiado atada para ser graciosa. La historia comienza en el presente y de allí viaja al pasado, un pasado que nadie le atribuiría al personaje que aparece en la secuencia inicial. Los '80: años de videoclubes, grabaciones caseras, VHS. Víctor (Martín Piroyansky) filma cortos, un término que a su avasallante suegro le suena a poco, a chiquito, escaso. Víctor está por casarse y da la sensación de que la familia entera de su novia está por engullirlo. Ellos pagan todo, él quiere pagar algo. “La heladera”, atina a decir. ¿Con qué la pagaría? En esa instancia, su amigo Aníbal, el que atiende el videoclub (Nicolás Furtado) le avisa que un cliente quiere hablar con él. Se trata de Boris (Daniel Aráoz), un tipo para el que parece haberse inventado la palabra “trucho”. Tiene una oficina de mala muerte, un guardaespaldas que parece vikingo y quiere producir una película porno. Sin un peso, Víctor acepta. Pero no quiere filmar una porno cualquiera. Cinéfilo, tiene la gran idea: filmar una versión porno de La novia de Frankenstein. “¿Pero cuándo cogen?”, pregunta insistentemente Boris, que no ve ningún movimiento, en el pasaje más gracioso de la película. En determinado momento, el realizador uruguayo Carlos Ameglio deriva a una historia de alcoba (de Víctor con la actriz brasileña) que corre el eje de la historia hacia el terreno mismo de la previsibilidad. Las escenas de rodaje no tienen la dinámica y tensión que deberían y el personaje de Víctor permanece igual a sí mismo durante toda la película. El típico desubicado, Aníbal proporciona, con cuentagotas, los momentos más graciosos. En el papel problematizado, depresivo inseguro y torpe que usualmente lo distingue, Martín Piroyansky está simplemente normal. El que vuelve a parecer un monstruo -de tres x cuatro, pero monstruo al fin- es el cordobés Daniel Aráoz, cultivando esta vez una postura casi permanentemente agachada. Desde allí abajo emerge su voz de trueno seco, haciendo vibrar los parlantes de la sala.
Homenaje burlón a la generación VHS Carlos Ameglio volvió a dirigir en pantalla grande, ya que lo último había sido Psiconautas, una serie para televisión que resultó de mucho éxito. Esta vez se sitúa en Uruguay, precisamente en el año 1980. Curiosa decisión de encarar un proyecto de época en donde recrear todo suele ser un trabajo difícil de realizar. Reúne a un buen equipo de comedia, con Martín Piroyansky al mando, detrás un Nicolás Furtado descontracturado, y el siempre confiable Daniel “Amo del Universo” Aráoz. Porno para principiantes comienza bien, con una buena premisa que pone al cineasta (Piroyansky) entre la espada y la pared: debe dirigir una película porno para poder costear los gastos de su matrimonio. Entra en escena Ashley (Carolina Manica), una reconocida actriz del cine erótico que seduce a quien pasa por al lado. La película es entretenida los primeros cuarenta minutos, donde el protagonista comienza a resolver junto a su amigo las diferentes bizarreadas que imaginamos en ese universo. Lamentablemente cae en la segunda mitad, donde agarran la cámara y simulan filmar, perdiendo la frescura y toda espontaneidad. La fotografía tiene momentos notables donde realmente se luce y por momentos usa un lente que deforma a los costados, dándole un dote artístico favorable. Las incoherencias narrativas del guion vuelve el relato fallido en los momentos decisivos.
Cuando la comedia mete sus narices en el mundo del porno el resultado suele implicar más el amor (y la amistad) que el sexo. Es lo que sucede en Porno para principiantes, la película de Carlos Ameglio que parece contagiarse del letargo melancólico de la Montevideo ochentosa que evoca. Víctor (Martín Piroyansky) es un director de cortometrajes que está por casarse con su actriz pero que no llega a pagarse la heladera ni la fiesta. El apuro coincide con la invitación a dirigir una película pornográfica que le hace su amigo empleado de videoclub Aníbal (Nicolás Furtado), para la que el turbio productor Boris (Daniel Aráoz) promete un tentador billete (y parvas de cocaína). A las espaldas de su novia y suegro –aunque el secreto no durará mucho–, Víctor se dedica con ánimos amateur-bizarros de Ed Wood a concretar la versión condicionada de La novia de Frankenstein, protagonizada por el desacatado Aníbal y la porno star Ashley (Carolina Mánica). Entre la tierna osadía de Zack y Miri hacen una porno y la iniciación naíf de Una noche con Sabrina Love, Porno para principiantes (que hace extraña dupla de locación retro con Así habló el cambista) es –quizás como el género que cita– mejor en los preliminares que en el desenlace. Piroyansky aporta gags prometedores con su Woody Allen rioplatense pero la dispersión e intermitencia fraguan una legítima excitación.
A pesar de un sólido arranque y una premisa más que interesante, las ganas por querer ser más de lo que se puede le termina jugando en contra al film, convirtiéndolo en un calvario que dista mucho de ser una película que da gracia. Escrita y dirigida por el cineasta uruguayo Carlos Ameglio y en colaboración con Leonel D’Agostino, Bruno Cancio y Nicolás Allegro, Porno para Principiantes (2018) es una comedia negra que se centra en la vida de Víctor (Martín Piroyanski) un joven cineasta que al no tener un empleo estable como tal, trabaja en el banco de su suegro y mientras tanto aprovecha su tiempo libre para hacer diferentes cortos junto con su novia Leticia (Nuria Fló). Pero todo cambiará para Víctor cuando de buenas a primeras su buen amigo, y empleado del videoclub que él frecuenta, Anibal (Nicolás Furtado) le deslice una posibilidad de realizar su primera película como profesional. Lo que Victor no sabe es que esa película dista mucho de los clásicos que a él tanto le gustan y el film que deberá dirigir es ni más ni menos que una película porno con Ashley (Carolina Manica), una actriz del mundo xxx reconocida a nivel mundial y con un currículum más que importante. En medio de este contexto Víctor deberá arreglar su agenda para poder hacerse cargo de su película, lidiar para que su familia no se entere y coordinar su casamiento con Leticia. A pesar de tener una premisa interesante y de catalogarse como comedia, la película sólo logra mantener la atención y el entretenimiento durante la mitad del metraje. A lo largo de la historia del cine han habido películas que retratan cómo es manejarse en la industria cinematográfica de menor presupuesto cómo Ed Wood (1994) y Bowfinger (1999), filmes que utilizan la comedia de manera efectiva para reflejar las complejidades que llevan a cabo realizar una película y que si bien tratan de géneros diferentes en sus tramas ambas logran concretar la fiel representación que se proponen. Lamentablemente para la película de Carlos Ameglio esto en su película no se da y en lugar de explotar todos los elementos que les brinda el género, el guion termina pecando de pretencioso y en la búsqueda de querer generar una trama con giros imprevistos, relaciones interpersonales y guiños cinéfilos por doquier, se termina desviando el foco y lo que durante poco más de media hora logró ser una buena comedia termina desinflándose de manera pronunciada y alarmante. En cuanto a cuestiones técnicas la película no de destaca demasiado en ningún aspecto a excepción de la puesta en escena y la fotografía que dan un panorama bastante realista de un Uruguay de fines de los setenta y principios de los ochenta bastante convincente. Las actuaciones van de la mano con la poca solidez del guion y a medida que éste se va desinflando, las diferentes interacciones de los personajes sucumben ante las mismas dificultades. El único que logra sostener durante mayor tiempo su performance es la de Nicolás Furtado y eso se da gracias al rol de comic relief que tiene su personaje. Ni siquiera la preponderancia en escenas que tiene Piroyanski lo ayudan a conformar una actuación totalmente solida y su personaje termina siendo tedioso y bastante insoportable. Porno para principiantes no termina de aprovechar las buenas intenciones de su premisa, principalmente por las pretensiones de un guion que en lugar de aferrarse a la simpleza busca la complejidad en la trama, buscando giros innecesarios y sin lograr conformar personajes que puedan generar alguna conexión con el espectador.
JUEGO CON LO ANACRÓNICO Víctor es un director de cine (unos cortometrajes y una fiesta de 15 lo avalan) que está a punto de casarse. Harto de que su suegro lo manipule demostrándole todo el tiempo que sin su ayuda monetaria él y su hija no tendrían nada, decide involucrarse en la realización de una película porno financiada por un mafioso. Ese es el punto de partida de Porno para principiantes, nueva película del uruguayo Carlos Ameglio. Para empezar, uno de los méritos del relato es que esta coproducción justifica la aparición de tres países, logrando que el ensamble actoral no quede forzado. El contexto de la década del 80 le ayuda mucho a que el tema abordado y los chistes estén fechados pero aún así aggiornados, dando la impresión de que si Porcel y Olmedo hubieran sido bien dirigidos y contando con buenos guiones en sus películas, quizás hubieran logrado algo así. Hay mucho más humor verbal que físico (extraño si pensamos que se filma una porno), y ahí es en donde el film logra tomar altura y puede jugar con chistes que hoy en día no podrían hacerse por la corrección política sin ser tildados de sexistas. Hay un equilibrio en ese tipo de chistes, al reformular la mirada con los cambios sociales, pero no lo subrayan. Los actores tienen un timing para el humor -por la dificultad de hacer reír, esto es el mayor halago que se le puede hacer a un actor- y no desentona ninguno. Ojalá que Porno para principiantes sea la punta de lanza para que comiencen a tener más continuidad este tipo de comedias por toda Latinoamérica; es bienvenida la calidad al género.
Montevideo, 1980. Víctor es un cineasta amateur a punto de vender su cámara para poder financiar una ínfima parte de su casamiento y no darle el placer de pagar todo a su futuro suegro, que le propone un puesto poco deseable en el banco que maneja. Hasta que a través de su amigo videclubista llega una oferta salvadora de un empresario no muy legal que les encarga hacer una película a él y a su amigo. Pero se trata de una película porno y Victor queda atrapado entre la espada y la pared luego de aceptar el dinero antes de enterarse del contenido. Victor, como Frankenstein, solo cuenta con su cinefilia absoluta y una actriz porno llamada Ashley Cummings, estrella internacional, proveniente de Brasil. La conexión con ella y su propia osadía lo llevarán a planificar una versión triple X de La novia de Frankenstein. Al mismo tiempo se acerca su boda y debe mantener en secreto el contenido de su película. Comedia moderna, al estilo de la nueva comedia americana, con ritmo, humor sofisticado y un protagonista que no tiene nada que envidiarle a Ben Stiller o Seth Rogen. Martín Piroyansky es naturalmente gracioso y aquí, en su rol de atormentado que intenta mantener la compostura y el orden donde no es posible, está brillante. Solo le queda mal a la película algún momento dramático que pasa volando para luego recuperar el disparate. Un inteligente y logrado trabajo de comedia que vale la pena ver.
Víctor está a punto de casarse con Leticia. Trabaja como cadete en el banco de su futuro suegro, un hombre adinerado que no tiene inconvenientes en darle todo a la pareja para que disfruten del mejor pasar. Pero él se siente castrado. Interpreta la generosidad del otro como una forma de tenerlo controlado, en tanto que es una muestra patente de su incapacidad para proveer en el hogar. El plan de vivir del cine choca contra una realidad de bolsillos ajustados, con lo que está preparado a abandonar sus ambiciones de ser director con tal de contribuir en esta unión. Pone en venta su cámara en el videoclub del barrio y eso llama la atención del dueño del local, que quiere hacer una película y necesita a un realizador que la lleve adelante. La renuncia a sus sueños es, casualmente, lo que le permita hacerlos realidad, pero con una pequeña trampa… el productor quiere una porno. Así se pone en marcha esta comedia de factura uruguaya, que encabezan Martín Piroyansky y Nicolás Furtado en dos papeles cuyas personalidades conocen a la perfección. Esa neurosis del primero se complementa con la capacidad del segundo para hacer marginales entrañables, y se lanzan a la aventura de hacer cine para adultos desde dos lugares diferentes. Víctor por necesidades económicas, porque entiende que su arte está por encima de un proyecto de estas características. Aníbal, por otro lado, es un experto conocedor y apasionado por el cine condicionado. Para él, las porno también son películas. Porno para Principiantes no termina de abrazar la mirada de este último, sino que queda atada a la concepción del otro. Así se pierde la posibilidad de reivindicar todavía más al cine que hay dentro del porno. Los dramas personales de Víctor se profundizan cuando conoce a la actriz estelar Ashley Cummings, con una Carolina Mânica (Rua Augusta) de la que es difícil no enamorarse. Su pasión por el arte dentro del tipo de cine que hace y su sensibilidad creativa impactan de lleno en el joven director, a quien toma con la guardia baja. Sus sentimientos hacia ella y la cinefilia compartida derivan en un impulso inventivo para encarar la película, con una versión condicionada de La Novia de Frankenstein que a su vez reivindica el talento de James Whale. No termina de haber espacio para una Zach and Miri Make a Porno del Río de la Plata o tan siquiera una Bowfinger del cine para adultos, dado que en forma constante se cuelan las inseguridades de Víctor o el esfuerzo por mantener separadas su vida personal con su trabajo por encargo. Pero esto da lugar de sobra para que surja el humor y afortunadamente Porno Para Principiantes lo hace muy bien. Piroyansky es un manojo de dudas, que trata de pilotear como puede una semana clave para su vida, mientras que Furtado es un genial alivio cómico. Daniel Aráoz, por su parte, hace de Boris un sólido antagonista que también es capaz de contribuir a la risa. Porno para Principiantes es mucho a la vez. Es cine porno de autor en una Montevideo de mediados de los ’80, con la pasión por filmar como se pueda. Su mayor limitación, quizás, esté en el propio Víctor como un sustituto del director Carlos Ameglio. El primero se lanza a hacer un tipo de cine en el que no termina de creer, al que concibe como una suerte de traición a su arte con algo prohibido, sucio, menor, y que finalmente lo empujará al exilio. Para él todas las porno son iguales, y esa falta de compromiso con el trabajo acaba por trazar una diferencia respecto a Whale, quien tuvo que hacer distintos proyectos por encargo antes de tener la chance de encarar su obra maestra. Hay todo un marco en el presente para contar los sucesos ocurridos en 1985 que no termina de funcionar y que deja algunas cosas en el aire, restándole ímpetu a lo que se venía viendo y que arrastra hacia abajo la buena comedia que se disfrutaba. Es como si se hubiera resuelto un escape fácil para el protagonista, pero sobre todo para una película que no se supo resolver. Y a uno le queda la poco feliz impresión de que se abandonó el último tramo a su suerte.
A veces hilarante, siempre humana, tiene como bastiones el trabajo de Piroyansky y Furtado. Años ochenta, problemas económicos y el peligroso pedido de filmar una película porno. Tal punto de partida es ideal para una comedia, yesta película lo aprovecha con una trama que une la comedia romántica con la policial para contar un mundo, el del deseo de hacer películas. A veces hilarante, siempre humana, tiene como bastiones el trabajo de Piroyansky y Furtado, dos comediantes que entienden el género.
Carlos Ameglio, director de la serie “Psiconautas” encara con su particular estilo humorístico, una historia centrada en el corazón de Montevideo a mediados de los ´80 en la que habla, entre otras cosas, de la pasión por el cine, de los proyectos quijotescos y de un género que concita las fantasías más ocultas: el porno. Todo comienza en el confesionario de una iglesia y mediante un gran flashback, en el que prácticamente se va desarrollando toda la película, aparece en el centro de la historia Víctor, ese eterno adolescente tardío que parece destinado a negarse a crecer –personaje arquetípico que Martín Piroyansky una vez más acierta, en este rol que le calza como un guante-. Un artista, un bohemio, un amante del arte, Víctor ha filmado una serie de cortometrajes con su novia y actriz fetiche, pero obviamente con su casamiento, parece haberle llegado la hora de “sentar cabeza” y el cine no le permite la posibilidad de sostenerse económicamente y lograr que sea su medio de vida, con el que pueda generarse suficientes ingresos. Absolutamente desalentado, Víctor decide por fin vender su cámara de video con el objetivo de hacer frente a algunas obligaciones dado su inminente casamiento, contando así con algo de dinero disponible. Cuando toda la suerte parece estar echada y Víctor ya se encuentra dispuesto a cumplir su nuevo rol de oficinista en el Banco/Financiera que lidera su futuro suegro, su amigo Aníbal (una excelente dupla para Piroyanski a cargo de Nicolás Furtado en un rol diametralmente opuesto a su trabajo en “El Marginal”) aparece con una propuesta que modificará por completo todo lo planeado. Aníbal atiende el video club del barrio –espacio donde justamente el guion encuentra permanente guiños cinéfilos y referencias de una época dorada en donde comenzábamos a degustar el cine en casa-, y en el intento de encontrar un potencial comprador, terminará presentándole a Boris (Daniel Aráoz), quien además de tener interés en la cámara, necesita con urgencia los servicios de Víctor, para que justamente con su cámara, oficie de director y finalice un proyecto en curso, que deberá terminar en tiempo récord. Tentado por la suma que Boris está dispuesto a pagar por el trabajo, que le dará la posibilidad de aportar ese dinero para su casamiento, Víctor aceptará sin poner demasiadas condiciones ni hacer demasiadas preguntas. Finalmente se develará el proyecto: una película porno de acotadísimo presupuesto, contando con Ashley, una estrella que ya ha tenido sus cinco minutos de fama y ahora se encuentra en un dudoso momento de desarrollo de su carrera. Aquí será justamente donde surgen los mejores disparadores y ese sentido del humor auto-referencial que recorre la historia, donde jamás se pierde de vista que el porno es un género considerado completamente menor, bastardeado y sobre todo asociado a un espectador que lo consume sin mayores exigencias ni pretensiones. Víctor, con su trayectoria como director de sus cortometrajes vanguardistas y disruptivos, deberá desempeñarse dentro de esta producción en donde tratará de imponer su criterio estético y sus ideas, lidiando con un género en donde el público no necesita ningún argumento ni ninguna razón de ser, más que la de ver a los actores destinados a filmar récords y proezas sexuales y hacer gala de ciertos atributos propios de todo un código que marca la industria. La buena noticia es que la estrella porno se encuentra absolutamente dispuesta y entregada al “proceso creativo” y aportará todo su talento y nuevas ideas para intentar recomponerse de esta de prematuro ocaso que cubre a su carrera. La mala: como en toda buena comedia de enredos, nada sale de acuerdo con lo planificado y un rodaje que parecía simple comienza a complicarse no solamente por los detalles propios de la filmación (maximizados por la inexperiencia de Víctor) sino también por la atracción que Víctor siente por Ashley que complica sobremanera su situación personal. El guion del propio Ameglio, acompañado por Daniel D’Agostino, Bruno Cancio y Nicolás Allegro, gana sobre todo en la primera mitad de la película en donde aparece con una idea más desestructurada, mayor desparpajo, donde se asume cierto riesgo y juega con la idea de la industria del porno en manos de amateurs desorientados. Pero a medida que la idea de Víctor se vaya poniendo en práctica –filmando una película donde el rol protagónico está a cargo del Dr. Pornostein, un científico que dará vida a su criatura cuando tenga sexo con ella-, la propuesta pierde espontaneidad y pasada esa primera mitad comienza a navegar por andariveles más previsibles y no se permite sostener la locura que la idea inicial generaba. Si bien Piroyanski logra darle cuerpo a ese personaje que parece haberse escapado de una comedia de Woody Allen y entabla buenos vínculos con los personajes de Aníbal y de Ashley (una notable composición de la actriz brasileña Carolina Mânica, que aporta mucha sensualidad y sex appeal a su personaje) el tono general de “PORNO PARA PRINCIPIANTES” se va desinflando a medida que avanza la trama. Pareciera que el director y sobre todo desde la propuesta del guion, no se animaron a jugarse a una comedia más desbordada, con más delirio y con lo que implicaba una propuesta de apelar al porno amateur, quedando por momentos la sensación de que autocensuraron algunas de las ideas que podrían haber potenciado muchísimo más una buena idea.
Una película que va dedicada a Ronald Melzer ya empieza bien. El fallecido crítico de cine y árbitro de fútbol uruguayo fue, tanto desde su videoclub en Pocitos, donde daba pequeñas clases magistrales a cada cliente, como desde las páginas de Brecha, una figura central de la difusión y el entusiasmo cinéfilos. En Porno para principiantes, de elenco y equipo uruguayo-argentino, es Aníbal (Nicolás Furtado) el que pide, detrás del mostrador, que los clientes rebobinen la cinta antes de devolverla, so pena de multa. Su amigo Víctor (Martín Piroyansky) está por casarse con Leticia (Nuria Fló), que es además su musa en los cortometrajes bizarros que dirige. Pero como no quiere vivir de su trabajo como cadete toda la vida, ni someterse a las humillaciones de su suegro, acepta un encargo para dirigir una película porno. Con Aníbal como productor y eventual protagonista, Víctor se pone a la tarea de hacer porno pero con pretensión artística. Mientras va cayendo a los encantos de la actriz principal, Ashley (la brasileña Carolina Manica). Todo un plot que se relata como flashback: lo que le cuenta, años después, un Víctor devenido cura (el estupendo Roberto Suárez) a un chico en confesión. Que no se trate del mismo actor es uno de los varios caprichos del juego que propone el director, Carlos Ameglio, en esta comedia. En la que no todas las bromas funcionan igual de bien, sobre todo en la última parte. Hay, hasta que la película porno empieza a producirse, un desarrollo divertido, con ritmo, por momentos -y en gran medida gracias al woodyalleniano Piroyansky- desopilante. Pero, así como a su Víctor las cosas se le empiezan a trabar, algo parecido le sucede a la película, que por momentos flirtea con ponerse más seria, pierde ritmo, y termina acumulando información, con sus vueltas de tuerca, en los minutos finales, atolondrada y como con apuro. De todas formas, más allá de sus puntos débiles, Porno tiene la simpatía y la gracia suficiente como para hacernos pasar un buen rato. Con su homenaje al cine disidente y -en la línea de films como Be Kind Rewind, de Gondry-, a esos espacios de la nostalgia, los videoclubes, que habrá que explicarles a los millenials y centennials.
Víctor (el siempre efectivo Piroyansky) es un cineasta en caída libre que un buen día tiene la oportunidad de su vida:filmar una película con todos los gastos pagos. Pero claro, el tema es el género, o es una porno o nada.El entorno lo presiona. Desde un productor inescrupuloso (Aráoz), hasta un suegro baboso y poderoso y un amigo algo bizarro que resiste en un videoclub (Furtado). Siempre en un tono de comedia, "Porno para principiantes" cuenta una historia que, sin necesidad de llegar a las carcajadas, entretiene y mantiene al espectador de las narices hasta el final. Porque el porno lo lleva en el título pero está lejos de caer en la obviedad de una escena Triple X y, en el fondo, Carlos Ameglio se las ingenia para contar el derrotero de una actriz de la industria pornográfica que la tiene que remar para ganarse el pan y de un realizador que, como tantos en la Argentina, es capaz de perderlo todo con tal de perseguir su sueño.
Expectativa vs. Realidad Buscaba independencia pero terminó dependiendo de todo aquel que lo rodeaba. Soñó con el trabajo ideal y cuando lo obtuvo, no era lo que esperaba. Victor (Martín Piroyansky), un cineasta amateur, está a punto de casarse y abandonar para siempre el mundo del cine. Sin embargo, su vida cambia cuando Boris (Daniel Aráoz) un empresario dudoso, le propone hacer una película porno. Porno para Principiantes (2018), comedia uruguaya dirigida por Carlos Ameglio y coescrita por el mismo y Bruno Cancio y Leonel D’Agostino; brinda al espectador un buen timing para los gags propios del género y, aunque narre una trama un tanto superficial, esconde también la temática sobre la creación de un vínculo. La música aunque opacada por la acción, acompaña bien a la estética que construye el relato. Los diálogos por el contrario son simples y en los momentos menos indicados, logran que los personajes resulten sobreactuados produciendo poca empatía con ellos. "El film habla de algo más que el porno resultando entretenida."