Allá por los años ochenta del siglo pasado, la telenovela supo administrar las dosis de romance diario con historias de amor entre mujeres y hombres de diferentes estratos sociales. Generalmente ella era empleada doméstica y él un tiro al aire que no se daba cuenta que en su propia casa estaba el amor. Recuerdo una novela de Grecia Colmenares llamada «María de nadie» donde la protagonista se subian a un micro para llegar a la ciudad y trabajar. En el arranque de esta propuesta está la misma escecna. Rohena Gera dirige, en este siglo, y con todos los clichés de la telenovela latinoamericana, una historia de amor entre clases sociales con trazo grueso y obviedades que ni siquiera por el extrañamiento de la cultura hindú logra transmitir emociones y empatizar con los protagonistas.
Una mujer valiente Tras el éxito internacional de su documental What’s Love Got to Do with It? (2013), un film sobre el matrimonio en la India, la realizadora Rohena Gera regresa con su primera ficción, Querido Señor (Sir, 2018), una obra sobre la relación platónica entre una joven sirvienta viuda y su joven patrón en la vibrante ciudad de Mumbai. Debido a la cancelación de la boda de Ashwin (Vivek Gomber), un joven escritor y arquitecto indio contrariado por las costumbres de su país tras su reciente experiencia bohemia en Estados Unidos, Ratna (Tillotama Shome), una joven viuda asignada por la madre de Ashwin para asistir al matrimonio fallido en su vida cotidiana, debe acudir a Mumbai antes de lo esperado para servir a su patrón. Ashwin se ha dado cuenta de que lo mejor para él no es seguir los mandatos de su familia y casarse con la mujer que su madre ha elegido, acusando a su prometida de una infidelidad. A pesar del juicio negativo ante la situación de una mujer sola en un departamento con un hombre, Ratna hace oídos sordos y niega una y otra vez los prejuicios hasta que Ashwin inesperadamente le declara su amor en medio de una festividad local. En ambos personajes se destaca la necesidad de romper con el mandato que la sociedad tradicionalista india les depara. Mientras que Ratna intenta aprender confección para convertirse en diseñadora de modas y así dejar la servidumbre, Ashwin ha regresado recientemente de una vivificante temporada en Estados Unidos como escritor, escapando de la lucrativa empresa constructora familiar. Entre ambos crece un cariño desparejo, ya que ella se encuentra en un lugar de debilidad y dependencia. El film combina muy bien los diálogos de un guión inteligente y sencillo con los gestos y las escenas de intimidad de una cultura sacudida por su integración al mundo pero que aún mantiene sus particularidades, tanto buenas como malas en términos del respeto de las libertades individuales. Las actuaciones de todo el elenco son excelentes, destacándose en su papel la protagonista Tillotama Shome como una mujer que intenta superar el fallecimiento de su marido a una edad muy joven y salir adelante en una sociedad que considera la vida de una viuda terminada con la muerte de su pareja, según los estrictos códigos que atan a las esposas a la vida y muerte de sus esposos y estipulan estadios en los que la mujer se casa, tiene hijos y los cría para repetir el ciclo, cuestión que remite a la necesidad de aquiescencia en las tribus de la antigüedad previas a la mundialización capitalista, tradiciones hoy devenidas resistencias -en muchos casos retrógradas- ante la aldea global. Querido Señor deja en claro todas las circunstancias que hacen imposible la relación entre ambos protagonistas a través de un contexto principalmente expresado en los circunspectos diálogos, pero también da cuenta de los intersticios para el progreso personal de Ratna. También hay un claro contraste entre el desarrollo inmobiliario desigual en Mumbai a partir del lugar donde vive la hermana de Ratna con su marido en comparación con el amplio y lujoso departamento en una torre de Ashwin. También se suma que Ratna vive en ese mismo departamento en una habitación muy pequeña sin ventanas, un verdadero sucucho. Pero las sirvientas tienen sus tácticas de evasión y conocen accesos a la terraza que los dueños desconocen, espacios donde pueden disfrutar y charlar tranquilamente fuera del alcance de la mirada de los patrones, amos rodeados de sus sirvientes que conducen sus autos, les abren la puerta, vigilan sus entradas, les preparan y sirven la comida y construyen los edificios que nunca podrán poseer. Rohena Gera realiza aquí un retrato muy dinámico y preciso de las contradicciones y las desigualdades de la India, su desarrollo urbano y los alcances de sus tradiciones y grietas, en una historia de amor que pone a la sociedad india ante sus paradojas, dejando entrever duras desigualdades que perfilan consecuencias nefastas para su desarrollo humano a través de tradiciones que en lugar de evolucionar hacia la resistencia contra la explotación sostienen y exacerban las desigualdades que deberían abolir.
Un vestido y un amor Clases sociales distintas, un vínculo crece poco a poco. La obra de la directora india es un melodrama simple con elenco eficaz. Sir (2018) es un largometraje indio dirigido y escrito por Rohena Gera. Se realizó a partir de una coproducción entre India y Francia. Ratna (Tillotama Shome) es una joven que enviudó hace poco, abandonó su pueblo para trabajar en Mumbai. Ahí limpia la casa del “señor” Ashwin (Vivek Gomber). Hijo de un próspero ingeniero, canceló su futuro casamiento con su prometida. Ratna quiere ser diseñadora de indumentaria, mientras que Ashwin se enamora poco a poco de ella, pues le brinda a él buenos consejos y conoce sus gustos. El problema es cómo se desenvuelve este vínculo cuando rigen costumbres familiares. En cuanto a los diálogos, intervienen lo justo y necesario; los silencios y las miradas de los actores proponen situaciones atractivas. El argumento del film es bueno, por momentos es redundante y no recurre a acciones inesperadas. El vestuario, la iluminación, la escenografía y las locaciones son excelentes, denotan mucho esmero a la hora de elegirlos; en el paso de una escena a otra se aprovechan muy bien los contrastes entre sonidos y paisajes. En cuanto a movimientos de cámara y tamaños de planos remarco los grandes planos generales, los planos subjetivos detrás del personaje, el travelling in y el travelling lateral. La banda sonora es muy buena, representa las diferencias entre la vida en la ciudad y la vida en el pueblo; por momentos la música solo acompaña la imagen, no suma tensiones. "Aún en esta época pesan las normas sociales. Sin embargo, hay soluciones a esto gracias a nuestra actualidad. Más oscura la noche, más cerca el amanecer." Calificación: 7,5/10
Aires de telenovela: La joven Ratna (Tillotama Shome) debe interrumpir abruptamente su descanso para regresar a su trabajo. Así la vemos tomar diferentes medios de locomoción (moto, minivan y ómnibus) desde su tradicional aldea hasta la imponente ciudad de Mumbai. Ella trabaja como empleada domestica de un hombre de su misma generación etaria, pero de quien la separa la condición social. Su empleador ha suspendido inesperadamente su boda al enterarse de que su prometida lo engañó con otro hombre, y aunque admite su responsabilidad en la reacción de quien fuera su novia, ya él no estaba lo suficientemente enamorado. La situación de la chica pobre de pueblo que viene a trabajar a la ciudad para la familia del joven rico sienta la premisa en la cual se basaron muchas telenovelas y el entorno donde se desarrolla la película de la realizadora india Rohena Gera, titulada Querido señor (2018). El señor Ashwin (Vivek Gomber) está solo y desencantado. Esto no es solo por su situación sentimental sino porque hace unos años debió abandonar su sueño de ser escritor en los Estados Unidos para regresar al país debido a la enfermedad de su hermano. Desde entonces trabaja junto a su padre, un importante empresario de la construcción que no confía del todo en él. En contraposición, la joven sirvienta rebosa de vitalidad y esperanza. La ciudad, a pesar de su trabajo poco dignificante, es para ella la oportunidad de realizar su sueño de ser diseñadora de indumentaria. Los encuentros entre Ratna y Ashwin se dan principalmente en ocasión de servirle la comida y así paulatinamente se da la atracción entre ellos, que se explicita en las miradas que Ashwin dirige a Ratna. Aquí es clave el elemento de lo prohibido que representa Ratna como disparador del deseo de Ashwin, además de su posición de no demandarle nada, a diferencia de su ex novia. El señorito es un amo amable e indulgente para con Ratna. Le otorga permisos para estudiar costura o para ver a su familia en la aldea y la defiende de las sanciones de terceros ante lo que consideran errores o intromisiones fuera de lugar en lo que hace a sus tareas. Ratna se muestra siempre solícita y servicial respecto de las demandas del amo, con culpa por tomarse algunas libertades y alienada a su lugar de servidumbre, incluyendo la naturalización de malos tratos. En este punto, las otras mujeres de la vida de Ashwin (su madre, su hermana, sus amigas o posibles pretendientes) son quienes se constituyen en las auténticas villanas. Aquí da cuenta la directora de una crueldad en el ejercicio del poder de las mujeres hacia la mujer de condición más vulnerable, mucho más dura que la del varón. E incluso pone de manifiesto los prejuicios de la moral sexual cultural, que ve con malos ojos que una joven mujer sola habite el mismo departamento junto al hombre soltero. La directora da cuenta en su película de la rígida y conservadora sociedad india, que en contrapunto a su gran desarrollo económico capitalista tiene características fuertemente patriarcales. De modo que lo que separa a Ratna de Ashwin (que la directora señala reiteradamente con el cliché de la pared que los distancia a uno y otro lado de habitaciones contiguas); no es solo la diferencia de clase social sino también la barrera cultural entre la cada vez más uniforme vida occidental y el exotismo de la idiosincrasia india. Esta diferencia se palpa en la contrastante vestimenta que porta cada uno de los protagonistas. También en las costumbres al momento de comer (Ratna lo hace sentada en el piso y con las manos), en las creencias religiosas, en las convenciones sociales (aunque viuda, Ratna es propiedad de la familia de su difunto esposo, a la cual debe lealtad, quedando condenada de rehacer vinculo con un hombre) y en las supersticiones (la viuda no puede tomar contacto con una novia) propias de la lógica de pequeña aldea. La barrera que prohíbe e imposibilita que se consume el amor entre los protagonistas está dada en el uso del lenguaje. Mientras que el dueño de casa la llama por su nombre de pila, Ratna se dirige siempre a él como Señor, conjugando allí superioridad y admiración. En este punto, comparado a su traducción local, el título original de la película (Sir) es más fiel a la problemática del patriarcado conservador que la directora apunta a poner sobre el tapete; sin embargo refleja el modo en que la directora traiciona sus propias premisas. El cierre, con su final armonioso y conciliador y su escasez de ideas visuales originales, infecta con un espíritu telenovelesco que atrasa. El material podría haberse aprovechado mucho mejor si se tramaba en clave de melodrama romántico o incluso de sátira. Pero si la tomamos como telenovela incluso no logra funcionar satisfactoriamente, ya que carece de interpretaciones suficientemente afectadas o destacadas por parte de los protagonistas.
Chica pobre empleada optimista relaciónase con chico rico empleador con tristeza, lo que lleva a ambos a replantearse sus propios lugares comunes y al espectador a plantearse cuántos lugares comunes debe replantearse para seguir adelante con este melodrama costumbrista indio que no deja un solo cliché sin hilvanar. Pero no solemos ver cine indio, los actores son convincentes y de un modo algo milagroso, uno se deja llevar y disfruta. O quizás sea un efecto tántrico, vaya uno a saber.
Son contadas las producciones provenientes de India que nos llegan a la cartelera Argentina, y este jueves ocurre una de esas rarezas: el estreno de “Sir”, dirigida por la cineasta Rohena Gera (ópera prima). Poco habituados a la actual cinematografía hindú, uno podría esperar cualquier cosa, pero “Sir” es un muy bello debut, rodado con cierta precisión, y esquivando algunos caminos tumultuosos que la trama debe enfrentar. El film narra la historia de Ratna, quien trabaja como ayudante doméstica de Ashwin, un hombre proveniente de familia adinerada. Ratna afronta sus días con entusiasmo, pese a no poder concretar sus sueños laborales. Por el lado de Ashwin, acaba de ser abandonado por la mujer con la que se iba a casar. Ambos mundos colisionan, pero hay una gran barrera: la ‘condición’ de Ratna como mujer en India, y las diferencias económicas entre ambos. No hay nada nuevo bajo la manga en “Sir”, pero Rohena Gera se pone al servicio de una historia bien contada, que triunfa y se refuerza en la química de sus protagonistas Tilotama Shome y Vivek Gomber. La historia empieza en la periferia de la ciudad. Ratna se prepara en su casa para iniciar una nueva jornada laboral como todos los días. Se sube al micro para trasladarse al epicentro de la ciudad, donde vive su jefe, y observa en la ventanilla un local de moda. Conciso y muy simple, Gera configura la clase social de su personaje, así como también su propósito, su sueño, ser una diseñadora de modas. Claro que más adelante es ella misma la que se encargará de decirlo explícitamente. Del otro lado llega Ashwin en un auto lujoso. Vive en una torre. Y así se empieza a desplegar una trama de diferencias sociales y amor, un tema que está bastante presente en la cinematografía actual (sin ir más lejos, la ganadora del óscar “Parasite”, presenta su eje allí). “Sir” es una linda historia de amor, pero lo más interesante es que lo hace con delicadeza, sin apurar las líneas argumentales. Todo transcurre dentro de 90 minutos que nunca pierden su prolijidad. Es un film que abarca varios temas actuales, no solo las categorías sociales, sino también el rol de la mujer en su cultura. Puede pecar de ciertos subrayados, pero sus intenciones son valiosas, y podemos confiar en Gera como una cineasta bastante prometedora.
Un amor que se ve obstaculizado por las clases sociales y una historia típica de telenovela: con estos condimentos infalibles llega ‘Querido Señor’ a la pantalla grande, una película de Rohena Gera llena de romanticismo y cultura hindú. La trama trata sobre la relación de Ashwin, interpretado por Vivek Gomber, y Ratna, por Tillotama Shome. Él es un hombre de clase media alta que se rodea de los lujos y privilegios que su estatus social le permite. Ella, en cambio, es el antítesis de toda mujer India, busca salir de la marginalidad, independizarse y vivir del diseño de indumentaria, su pasión. Sin embargo, a pesar de las diferencias, sus mundos colisionan y se unen en un amor tan sincero como imposible. Con un soundtrack que te sumerge en el clima y acompaña al relato de esta historia, y una ambientación bien lograda -que diferencia los ambientes de las diferentes clases altas y bajas- “Querido Señor” atrae al público por su simplicidad. Nada sobresale demasiado. La producción y el desarrollo del film es correcto de principio a fin, sin momentos que se destaquen, llamen la atención o sorprendan al espectador. Se podría decir que todo es bastante predecible, incluso algunos diálogos entre los personajes. Sin embargo, la película de Rohena Gera es una prueba más de que este recurso novelero nunca falla. Y, aunque el público suponga el desenlace de la historia, termina siendo atrapado por este romance. ---> https://www.youtube.com/watch?v=4Luaq1yQeD0 TITULO ORIGINAL: Sir TITULO ALTERNATIVO: Monsieur DIRECCIÓN: Rohena Gera. ACTORES: Tillotama Shome, Vivek Gomber, Ahmareen Anjum, Geetanjali Kulkarni. GUION: Rohena Gera. MÚSICA: Pierre Aviat, Dominique Colin. GENERO: Drama . ORIGEN: India. DURACION: 99 Minutos CALIFICACION: Apta para todo público con leyenda DISTRIBUIDORA: Mirada FORMATOS: 2D. ESTRENO: 27 de Febrero de 2020
Telenovela india El estreno de Querido señor (Sir, 2018) es otro de los misterios de la distribución y exhibición de películas en nuestro país. Una obra mucho más cercana a la telenovela televisiva que al cine, que recurre a todos los clichés de los peores melodramas de la pantalla chica. Escrita y dirigida por Rohena Gera, cuenta una historia de amor entre el patrón y su sirvienta, con la inevitable y previsible reflexión sobre las diferencias de clase y la discriminación; asó como también intenta reflexionar sobre las diferencias entre la gente del pueblo y los que habitan la “gran ciudad”. Pero cada tema que trata la historia lo hace desde el lugar común y con una corrección política que resulta tediosa. Se puede rescatar la solidez de las actuaciones de la pareja protagonista (Tilotama Shome y Vivek Gomber), que con mucho esfuerzo evitan que la película desbarranque por completo. Filmada con cierta torpeza, Querido señor, que tuvo su debut en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes, es un melodrama costumbrista sin matices, que atrasa en su mensaje y, sin dudas su mayor defecto, aburre.
Las clases sociales como impedimento del amor “Querido señor” (Sir, 2018) es una película dramática dirigida y escrita por Rohena Gera. Coproducida entre India y Francia, la cinta está protagonizada por Tillotama Shome. Completan el reparto Vivek Gomber, Kantabai Jadhav, Dilnaz Irani, Rashi Mal, Bhagyashree Pandit, entre otros. La historia gira en torno a Ratna (Tillotama Shome), una joven viuda que dejó su pueblo para trabajar en la ciudad como empleada doméstica del adinerado Ashwin (Vivek Gomber). Con el sueño latente de aprender a coser para en un futuro llegar a ser diseñadora de modas, Ratna realiza con precisión sus tareas, las cuales incluyen cocinar, limpiar y atender el teléfono. Por otro lado, Ashwin no está pasando un buen momento emocional ya que decidió dejar plantada a su prometida en el altar. Jefe y sirvienta se irán conociendo de a poco hasta darse cuenta que el interés mutuo va más allá de una relación laboral. Con una sinopsis que nos hace pensar en la típica película melodramática que transmitiría un canal de aire por la tarde, “Querido señor” consigue alejarse de los clichés para dejar reflejada la gran brecha que existe en India entre las diferentes clases sociales. La directora y guionista, que también es productora, se encarga de mostrar con mínimos detalles cómo el entorno de Ashwin, por tener una mentalidad tan cerrada y discriminatoria, nunca llegaría a aceptar a Ratna como pareja de éste. No obstante, el film pronto pierde el ritmo, tornándose sumamente pesado, soporífero y aburrido. Sin que pase nada trascendental, ya sea en la labor de Ratna como en la relación con Ashwin, la película no saca provecho de sus protagonistas desde el guión. De esta manera, como espectador nos quedamos con ganas de conocerlos más a fondo, no llegando a conectar con la historia como para que mínimamente se nos haga llevadera. Rohena Gera cumple a la hora de representar cómo en su país la mujer aún no goza los mismos derechos que el hombre (Ratna de adolescente tuvo un casamiento arreglado, las oportunidades laborales en la ciudad son escasas para ella). La protagonista por más de que es sirvienta está feliz por tener su propia independencia económica, algo que es muy difícil de lograr allí. Además, vemos cómo Ratna debe comer en otra habitación, sin cubiertos y en el suelo, además de que muestra una gran preocupación cuando le comunican que su hermana se casará, ya que esto representa que la joven tendrá que dejar los estudios. Sin embargo, la protagonista tiene aspiraciones y la ambición suficiente como para lograr lo que se propone en un mundo con demasiados obstáculos, lo que la convierte en un personaje inteligente y conocedor de su entorno. Con un desenlace que nos deja indiferentes y con sabor a poco, “Querido señor” (título que hace referencia a cómo la empleada doméstica debe llamar a su jefe dentro del hogar) nos deja la sensación de que a esta producción algo le faltó. La temática del filme es interesante, sin embargo su ejecución no está del todo bien lograda.
La historia del hombre adinerado, poderoso y con el corazón roto que se enamora de su luminosa, vital y soñadora empleada doméstica es de las más trajinadas en las pantallas chicas latinoamericanas, con su larga tradición de novelas y culebrones realizados desde México hasta la Argentina. Sobre una matriz similar, pero en la lejana y exótica India, está hecha Querido señor. La película de Rohena Gera se nutre, por un lado, del infranqueable sistema de castas y clases sociales que rige aquel país asiático y que conforma una brecha de desigualdad mucho mayor a la de esta región. Por otro, del ideario telenovelesco toma su fábula romántica imposible entre dos protagonistas bien contrastados. El hombre se llama Ashwin y tiene una cuenta bancaria abultadísima y un reciente fracaso amoroso a cuestas, con plantón a metros del altar incluido. En su casa trabaja como empleada Ratna, que enviudó joven y vive lejos pero mantiene un carácter jovial y optimista, al tiempo que sueña con incursionar en el diseño textil. Son, en fin, dos seres solitarios que buscarán en el otro todo el afecto que les falta. Desde ya que los méritos de Querido señor no hay que buscarlos en su originalidad o en los matices emocionales de sus protagonistas, dos personajes cortados con una tijera usada. La directora Gera sabe que tiene entre manos un material peligroso y harto conocido, y resuelve el problema a través de una narración elegante y fluida, lanzándose de cabeza a la emocionalidad de un romanticismo cuyas coordenadas pueden sonar algo perimidas, pero mantienen la eficacia de siempre.
Querido señor cuenta una historia más vieja que Cenicienta: el amor con barreras entre un hombre y una mujer de clases sociales diferentes. Hay mucho de telenovela venezolana de la década del ’80 en la tensión romántica entre Ashwin y Ratna, dos personajes de lo más esquemáticos: él es un niño rico que tiene tristeza; ella, una sirvienta pobre pero alegre y luchadora. Una manera -tal vez la única- posible de apreciar esta película es tomarla como un paseo por la India, su cultura y costumbres. El colorido de los mercados, las caóticas calles de Bombay o las festividades religiosas forman parte de un contexto que da un respiro entre las previsibles escenas de interiores. La directora Rohena Gera logra llamar la atención sobre características de la sociedad india, abriendo la puerta a un mundo medieval en el que el sistema de castas aún parece tener un peso decisivo, la clase baja parece esclava de la alta y, en las zonas rurales, el machismo es ley. Lástima que no consigue que funcionen a favor de la narración.
No es para nada habitual que una película proveniente de la India se estrene en la Argentina. El país asiático produce cerca de mil películas anuales, pero la mayoría está destinada a su gigantesco mercado interno. Las que logran repercusión internacional por lo general responden a cánones más extendidos, como el caso de este primer largo de ficción de Rohena Gera, una cineasta de familia acomodada que estudió en Stanford (Estados Unidos) y entendió muy bien cómo llaman la atención fuera de su país de origen la dinámica de una sociedad en la que se cruzan culturas, creencias, castas y clases diferentes con una lógica propia. La historia es convencional (el amor imposible entre una empleada doméstica y un joven adinerado para el que trabaja) y los recursos para que avance, los del melodrama leve, más cercano a la delicadeza de James Ivory que de la intensidad de los culebrones televisivos clásicos y sin muchas sorpresas. En su atención al detalle (gestos, roces, miradas) es tan rigurosa como Con ánimo de amar, exquisita película del hongkonés Wong Kar-wai que la directora ha citado como referencia importante en varias oportunidades. Y en cuanto a su eficacia en términos de alcance emotivo, la base en la que se apoya es Tilotama Shome, actriz que construye con tanta sutileza como determinación a una mujer discreta, honesta y capaz de perseguir su deseos.
Querido señor es una película producida y realizada en la India, escrita y dirigida por Rohena Gera, que cuenta la relación entre Ratna, una empleada doméstica interpretada por Tillotama Shome y Ashwin (Vivek Gomber), su patrón. Ambos viven juntos en un departamento de un lujoso edificio de Mumbai, pero los separan fuertes barreras sociales que entran en crisis cuando se enamoran. Como puede verse en su argumento, Querido Señor es un melodrama contemporáneo, con la particularidad de estar contado en una escala minimalista. Porque el resto de los personajes tiene escasa participación y la mayor parte de la acción ocurre dentro del departamento. Además el conflicto romántico aparece recién en el punto de giro que da lugar al tercer acto, dedicando los primeros dos a describir las diferentes costumbres y la relación laboral de ambos. Porque lo más interesante que tiene esta película es que describe detalladamente el fuerte contraste entre las clases sociales que tiene la India, lo que puede verse en las costumbres (los sirvientes comen con la mano sentados en el piso, por ejemplo), o la vestimenta. Y el segundo es un elemento clave de la puesta en escena, porque vemos cómo Ratna, una joven viuda de un matrimonio arreglado, criada en el campo, se viste con vestidos tradicionales de su país. En cambio Ashwin, quien decide cancelar su boda, se viste igual que en Occidente, al igual que el resto de la gente de su clase. Por último, otro aspecto que vale la pena destacar es la fotografía, a cargo de Dominique Colin, que filma los mercados de Mumbai, llenos de gente y cargados de cosas en planos cerrados y con movimientos de cámara constantes que recuerdan al Once de “El abrazo partido”. Y los contrapone a los planos fijos y abiertos de la tranquilidad del departamento, resaltando aún más el contraste entre las clases sociales. En conclusión, Querido señor es una película que reduce a la mínima expresión posible el conflicto de clases de la India. Y si bien no aporta nada nuevo, sirve para que los espectadores occidentales podamos acercarnos a esa cultura, gracias a las largas descripciones de la misma que hace Rohena Gera, especialmente durante los dos primeros actos.
Si, es un film sentimental, si, es un romance entre integrantes de muy distintas clases sociales, un problema muy vigente en la India, si, parece la premisa repetida y constante de una telenovela destinada al éxito, pero es un film que trasciende el corsé del género y con sutilezas y buenos climas sale del chiché para ganar en intensidad, modernidad y verdad. En manos de la directora y guionista Rohena Gera en su debut en la ficción esta historia entre una viuda que llega a Mumbay para trabajar como doméstica, con sueños de ser diseñadora de modas, y el joven empresario poderoso que volvió de EEUU por deber familiar y acaba de suspender una boda conveniente al descubrir una infidelidad de su prometida, moldea con sutileza una relación especial. La India tiene un costado de pujanza y modernidad, como la ciudad, pero la sociedad es discriminatoria con las clases sociales. Son dos almas quebradas, pero ella que no tiene casi nada, posee sueños. Y él que parece poseer todo está descolocado. Y entre ellos, en ese departamento lujoso, con algunos viajes por la ciudad colorida, nacerá un sentimiento que puede o no tener un destino. Esa reflexión sobre una sociedad tradicionalista es lo que enriquece y le da matiz a una historia que quizás algunos dejarán de lado pero, se equivocan. Vale la pena. Y su protagonista femenina, Tillotoma Shome, una generadora de emociones.
"Querido señor", ese tema de las castas Sin llegar a ser un panfleto de denuncia, la película aborda las férreas divisiones sociales de la India con una perspectiva de género, concediendo alguna mirada sensiblera pero sin llegar a la convención del final feliz. Tras formar parte hace dos años de la prestigiosa programación de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes, llega a los cines locales Querido señor,de la directora india Rohena Gera. El relato que propone se apoya en la famosa diferencia de castas, una de las características más conocidas de las sociedades indias fuera de sus fronteras, merced de la cual la enorme diferencia que existe entre las clases sociales se vuelve prácticamente insalvable, convirtiendo al ascenso social en una ilusión inútil. El hecho de que además el relato aborde el vínculo emocional cada vez más profundo que va surgiendo entre Ashwin, un joven profesional de alta sociedad y Ratna, la chica que realiza para él las tareas domésticas, puede hacer que la película avance por momentos por carriles previsibles. De hecho no faltará el momento en que, ya avanzado el relato, el espectador tenga la sospecha de que lo que se le está contando acá es el viejo cuento de Cenicienta por otros medios. Sin embargo Querido señor consigue ir haciendo slalom entre los obstáculos del trazo grueso, para dirigirse hacia un final quizá feliz, pero tomando la prudente decisión de dejar que el desenlace permanezca moderadamente abierto. La cineasta toma el punto de vista de Ratna para contar su historia. Una decisión que resulta lógica (y hasta obvia), no solo en términos de género, sino también en el aspecto social que involucra este relato. Porque así como es esperable que una mujer asuma abordar la narración desde su propia perspectiva, para retratar al complejo universo de la sociedad india desde la mirada femenina, también es habitual en el mundo del cine que los directores –quienes por lo general provienen de las clases altas— se fascinen con la posibilidad de indagar en el misterio de lo ajeno y abordar otras realidades. A partir de esa decisión Querido señorestablece un vínculo estrecho con los relatos de películas como Reimon (2014), del argentino Rodrigo Moreno, e incluso con la comentadísima y multipremiada Roma (2018), del mexicano Alfonso Cuarón. Unidas a partir del oficio de sus protagonistas (tres empleadas domésticas), estas películas le permiten al espectador compartir con los directores el juego de mirar por un rato el mundo de las clases burguesas con los ojos de una mujer de clase baja. Y también de sumergirse por un rato (y sin riesgos, más allá de lo emotivo) en la realidad de los pobres de la Argentina, de México y de la India. En ambos aspectos las coincidencias son más notorias y evidentes de lo que a priori se podría suponer. Tal vez ahí se encuentre lo más poderoso de Querido señor, en esa capacidad de revelarle al espectador occidental que sus pobres no tienen muchas más oportunidades de ascenso social que los pobres de la India, sometidos a las férreas fronteras de las castas. Que las clases sociales del capitalismo europeo/americano son universos cada vez más estancos y que acá la pobreza también equivale a una condena a cadena perpetua de la que rara vez es posible liberarse o escapar. Al menos Gera se permite imaginar una puerta de salida posible para Ratna, instancia en la que la película se inclina de forma peligrosa ante una moderada sensiblería. Sin embargo la directora y guionista también ejercita la resistencia y de ese modo logra no ceder del todo a la posibilidad de recurrir a las soluciones mágicas. Esas que en el cine de Hollywood suelen esconderse detrás de eso que llaman el Sueño Americano, un Deus Ex Machina que se encarga de escupir como chorizos finales felices en serie para mantener viva una ilusión que ya casi no existe. Es cierto también que Querido señor no es una película de denuncia ni mucho menos. Apenas un cuento bienintencionado que se debate entre la fantasía de los sueños y la rigidez de la realidad. Por esa senda cae en algunos excesos, como colocar a algunas neurosis de las clases altas frente al espejo de los problemas urgentes y materiales de los humildes, un ejercicio que se termina pareciendo demasiado a una especie de chantaje emocional que le apunta de frente a la culpa del espectador. De igual forma la película de Gera puede adquirir en algunas escenas un valor cercano a lo documental, exponiendo conflictos desconocidos para el espectador de estas latitudes. En el equilibrio entre esos extremos es donde se mueve esta propuesta realmente inusual para las salas de cine de la Argentina.
La casta manda. Así como de sutil es la confección de un vestido de tela, este opus de la directora Rohena Gera transita con parsimonia por las diferentes características de cualquier relato que pueda asociarse a lo novelesco. Sin embargo, lejos de esa marca aquello que caracteriza a Querido Señor es precisamente la multiplicidad de capas narrativas. La historia es sencilla: Ratna (Tillotama Shome) es joven, viuda y busca el sustento y las rupias para que la familia de su difunto esposo no la señale con el dedo; o lo que es peor procure que vuelva a su esclavizante condición, diametralmente opuesta a la de la familia adinerada que la contrata como sirvienta en Bombay. Su sueño de estudiar y de aprender no recibe rechazo de su patrón (Vivek Gomber), a quien se dirige respetuosamente bajo el nombre de Sir. Los contrastes culturales y el peso de una tradición, que a pesar de algunas modificaciones se ve sustentado en un tejido social sumamente rígido, hablan a las claras de la conflictiva que atraviesa la película de la realizadora, guionista, nacida en la India, quien convirtió en el terreno de la ficción un puñado de experiencias propias que llamaron su atención sobre el rol de la mujer en las mismas condiciones que la protagonista. Si hay algo que destaque en cuanto a la fotografía de Dominique Colin y a la paleta de colores que acompaña una sobria puesta en escena, sin lugar a dudas el ritmo y la fluidez crean una atmósfera agradable de transitar sin dejar de lado la posibilidad de tomar contacto con un cine no industrial tan difícil de hallar como una tela de la India.
Primer largometraje de ficción de la hindú Rohena Gera, coproducido por Francia e India y presentado en competición en la 57ª Semana de la Crítica del 71º Festival de Cannes. Ratna (Tillotama Shome) trabaja como empleada doméstica de Ashwin (Vivek Gomber), un hombre de familia adinerada. Aunque Ashwin parece tenerlo todo, Ratna puede sentir que abandonó sus sueños. Por el contrario, Ratna, que parece no tener nada, está llena de esperanza y trabaja con determinación por sus sueños. Cuando estos dos mundos colisionan y ambos conectan, las barreras que los separan parecen insuperables. La directora indaga durante el film a la pregunta ¿Qué pasaría si se pudiese elegir a quien amar? Esta historia hábil y sutil sobre la atracción romántica y prohibida entre Ratna, una empleada doméstica, y su empleador Ashwin (Vivek Gomber), un soltero acaudalado de Mumbai, puede que nos guiñe hacia un estilo algo novelesco pero recomiendo situarnos en el contexto socio-cultural de la India para no caer tan fácilmente en el amor romántico planteado, desde el punto de vista de occidente, al que hoy varixs deseamos desterrar como doctrina, al menos en el cine, para siempre. En India las “relaciones amorosas” son establecidas a través de los conocidos matrimonios arreglados donde dos familias se ponen de acuerdo para unir a sus hijes en miras a negociados y/o status, lo que significa que “el amor” como elección y prioridad de unión entre personas no sería un recurso válido, menos para el género femenino, sino una norma. Entonces, si esos vínculos llegaran a darse entre diferentes castas, donde su permeabilidad es casi nula, las consecuencias arrastrarían a una condena social que pesará, sobre todo, en las mujeres hindúes de menores recursos. Es por ello que Rohena Gera decide retratar una simple historia de amor para poder acercarse, sin moralinas y clichés, al verdadero conflicto central que la interpela. La decisión de rozar estos dos mundos hindúes, totalmente opuestos, dentro de un mismo espacio de convivencia, nos hace ir más allá de las propias limitaciones, sin juzgar a la básica búsqueda de víctimas versus opresores y nos pone a explorar sus puntos de vista. De esta manera, sitúa al público en las formas de percibir el mundo de los personajes, consiguiendo que las diferencias sociales comiencen a igualarse orgánicamente a medida que elles se acercan como pares. La dirección de actores y la elección de cómo mostrar cada uno de estos cosmos, conforman la parte fundamental en el desarrollo realista del film. Ratna, una divertida joven de pueblo, que ha quedado viuda a los 19 años, anhela ser diseñadora de modas; eso la lleva a trabajar como empleada para poder perseguir sus sueños con recelo y superarse. Por lo que no es condescendiente en función de su clase social y sostiene su dignidad a pesar del destrato propio del sistema. Ashwin, un apuesto joven, melancólico y obediente, se ocupa del negocio familiar y reside en un lujoso departamento de la ciudad que, por momentos, se convertirá en su propia jaula dorada. Este contraste entre ambos mundos está marcado desde el tratamiento correcto de la imagen que los contiene pero se sostiene principalmente en función de las no acciones y omisiones creadas a conciencia en sus diálogos, connotando que, por mucho que la directora deseara modificar las cosas en su país, seguramente no sería tan fácil modificar las costumbres arraigadas dentro de esta cultura. Querido Señor es un drama de origen hindú que utiliza el romance prohibido entre una criada y su empleador como excusa para cuestionar el accionar socio-cultural en India. Su trama habla sutilmente sobre segregación, racismo de clases y abuso de poder. Pero transita por una delgada línea entre amor y obediencia, evidenciando la imposibilidad de saber hasta dónde el romance entre elles no es, en realidad, el resultado del sometimiento de la mujer; denotando, lamentablemente, la doctrina atrasada sobre que el género femenino puesto en servicio de un hombre, enamora. Lo que generaría ausencia de empatía en un público occidental.
Poco y nada llega del enorme cine de la India a las pantallas de Argentina. Aunque se estrenan en muchos países, acá la oferta se circunscribe al servicio de streaming de Netflix, donde hay una gran oferta de películas de Bollywood. El estreno de Querido señor (Sir, 2018) es una excepción que confirma la regla. La película tiene una narración más tradicional, cercana a un clasicismo occidental y sin las particularidades del cine de la India, con excepción de algunas canciones en la banda de sonido que empujan la trama pero sin ningún número musical ni tampoco el multigénero llamado masala. Las diferencias de clase son el marco en el cual transcurre esta historia de amor. Ratma, la protagonista, es una joven viuda que viaja de su humilde pueblo a la gran ciudad para trabajar de empleada de un joven de clase alta. Ella está llena de proyectos, quiere estudiar, vivir de diseñar ropa, y a la vez pagarle los estudios a su hermana. Él, que lo tiene todo, ha sufrido penas de amor y no tiene proyecto alguno de cara al futuro. La película consigue de forma sobria y sin ninguna clase de excesos contar la historia de amor y al mismo tiempo exponer las enormes diferencias de clase. Inteligente y emocionante, con una protagonista muy carismática, Querido señor es una gran película y una buena muestra de la vida en la India, aunque no sea un exponente estándar del cine de Bollywood.
CULEBRÓN CULPOSO La producción del cine indio es inmensa y acá prácticamente no llega nada. Por eso no deja de ser una buena noticia que se estrene un film como Querido señor, aunque se perciba en su construcción un tufillo a internacionalismo casi exótico. Es algo ya típico de las coproducciones hechas para desfilar por los circuitos festivaleros y de cine “arte” o “qualité”: allí prevalece la intención de “mostrar” las problemáticas de un país a los que no lo conocen, funcionando con fines casi informativos. Así, los géneros suelen quedar subordinados al mensaje, sin una potencia narrativa real. En el caso de Querido señor, lo que tenemos es una historia típica de un culebrón, centrada en una mujer, Ratna, que trabaja como empleada doméstica de Ashwin, un joven que pertenece a una familia adinerada. Ella prácticamente huyó de su pueblo de origen luego de quedar viuda muy joven, para así poder cumplir con su sueño de ser una diseñadora de modas. Él viene de cancelar su boda, vivió en algún momento en Estados Unidos y ha retornado para hacerse cargo del negocio familiar. Ambos irán progresivamente encontrando conexiones que los unirán afectivamente hasta decantar en un tímido romance, donde las barreras sociales son el principal obstáculo. Es decir, todos los estereotipos sobre los problemáticos vínculos entre ricos y pobres, agrupados en poco más de una hora y media. Y no está mal eso, al contrario, porque lo cierto es que las telenovelas han sido estructuras genéricas que han funcionado muy bien como reflejo de las tensiones de clases y sus componentes sociales, económicos, afectivos y hasta políticos. Pero la película de Rohena Gera solo parece tener claro esto a medias, como si tuviera algo de culpa por plantear una lectura sociológica sobre las jerarquías y estamentos de la India en clave de folletín. De ahí que haya tensiones no resueltas entre el diseño de los personajes, sus conflictos y hasta los diálogos –que transitan casi todos los esquematismos posibles- y una puesta en escena marcada por la frialdad y un ritmo definitivamente parsimonioso. Es cierto que el tono elegido por la realizadora pretende ensamblarse con un contexto social determinado –las emociones en la India no se expresan de la misma forma que, por ejemplo, en Latinoamérica- y con dos protagonistas a los que les cuesta aceptar sus propios dilemas internos. Pero eso conduce a una evidente falta de pasión en la película, que casi nunca llega a emocionar realmente. Más allá de presentar un entramado romántico, que se retroalimenta con cuestiones íntimas, familiares y sociales, Querido señor no llega a explotar sus conflictos a fondo. O más bien, se queda con los mensajes obvios y biempensantes, sin llegar a darles entidad a sus personajes. De ahí que sea un film demasiado pequeño, sin fuerza, donde el paisaje urbano no pasa de ser un telón de fondo visual para un relato que está lejos del potencial que insinuaba.
Estamos todos de acuerdo en que la historia de amor entre el amo afligido y la sirvienta soñadora es tan conocida como los obstáculos que impiden el desarrollo de ese romance. Lo poco que viene a traer la nueva película de la realizadora india Rohena Gera es justamente la oportunidad de que un público extranjero, occidental, que por desinterés o por falta de estrenos no frecuenta el cine de este país, sepa como la aparente universalidad de un género archiconocido como el romántico pueda verse afectada por la idiosincrasia y costumbres de su lugar de origen. Intentando no entregarse por completo a la denuncia explícita, aunque eso parezca un desafío inútil desde el momento en que el punto de vista está puesto en la joven Ratna (Vivek Gomber), Querido Señor aborda su conflicto focalizándose de lleno en las injusticias que provoca el llamado sistema de castas. La unión entre personas de clases diferentes no es en sí ilegal, las bases de la cultura india están construidas bajo esta jerarquización y cualquier desliz suele conducir por defecto, a la sanción social. Con este trasfondo tan asfixiante, el relato ocurre en su mayor parte puertas adentro, en la casa de Ashwin (Tillotama Shore), un joven profesional, con chofer, cierta tranquilidad económica y una experiencia como periodista en New York, pero que en su comportamiento taciturno esconde la tristeza de haber sido plantado a metros del altar. Solo y soltero, la única compañía que tiene en ese entonces es la circulación periférica de Ratna, la empleada doméstica que luego de enviudar con tan solo 19 años, abandonó su pueblo para buscar una mejor vida en la ciudad y así poder enviar algunas rupias a su familia. La trama es directa, no pretende distraerse, pero se toma todo el tiempo del mundo para crear una tensión afectiva -y porque no sexual- que corresponda con la opresión cultural en la que se ven envueltos. Cualquier otra película romántica no podría sostenerse sin que haya lagrimales húmedos o discusiones de alto voltaje. Como si las historias de amor debiesen volcarse al melodrama, o bien, invocar a la risa para descontracturar la tensión. Querido Señor logra tejer el vínculo emocional de una manera exageradamente sutil, lo que nos enfrenta a un agridulce suspenso por querer ver de una vez por todas el deseo consumado. Lo logra agregando dos o tres frases de más a la conversación coloquial entre patrón y sirvienta o mostrando lo bondadoso que puede ser Ashwin al darle el permiso de anotarse en un curso de costura. La directora confía en que es en la repetición de una misma acción donde surge el cambio. Así, en la rutina de cocinar, poner la mesa y doblar las sábanas; si bien, el intercambio de miradas crece, los diálogos se alargan y la seducción aumenta, lo interesante es como se van difuminando esos roles sociales. Si antes ella era la encargada de abrirle la puerta a su patrón, ahora él es quien la deje pasar primero. A Gera se le puede ir un poco la mano con la forma aleccionadora y facilista en que nos remarca que Ratna es la víctima y que los malos son los amigos de Ashwin que le dan órdenes, la desprecian y maltratan, como así también cae en el vicio de incluir, entre muchos otros, el cliché de la pared separadora y la vista de las luces de la ciudad desde la terraza. Si superamos esos aspectos, podemos reconocer que lo que la hace salir ilesa es el gran valor documental que nos deja: la posibilidad de explorar una sociedad tan distante a travésde una de las historias más arquetípicas. Por Felix De Cunto @felix_decunto
Ratna intenta un futuro. Y es casi imposible para una viuda adolescente de una lejana zona rural en la India, donde no tener dote al casarse obliga a una serie de obligaciones de por vida a la mujer. Pero esto es una película, invita a soñar, y por qué no, a reunir datos para la lucha social en tiempos empoderados. Incorporada como empleada doméstica en el lujoso piso del hijo de un empresario inmobiliario, Ratna puede con su sueldo intentar estudiar y ser lo que desea, diseñadora de modas, ya se arreglará ella para intentarlo. La joven no imagina que su patrón Ashwin puede llegar a verla con otros ojos y que la rígida estructura de clases de la India, empiece a temblar (pensemos que la directora del film nació en este país, es de una familia acomodada y recorrió universidades de cine norteamericanas logrando éxitos televisivos antes de iniciarse como independiente). VIVA EL AMOR Con una sencilla estructura narrativa, y en pocos trazos, Rohena Gera muestra lo imposible que puede ser que dos clases sociales se acerquen y convivan y que la solidez del emplazamiento de las costumbres se conmuevan ante sentimientos o emociones. Sabedora de los misterios para lograr una película entretenida consigue una joven y talentosa protagonista (Rohena Gera), acompañada por un galán joven en los “nicios de una pasión, lugares pintorescos como los mercados zonales y una bulliciosa fiesta popular, la que se realiza en honor del dios Ganesha (representado con cabeza de elefante) y todo envuelto en el velo de un amor prohibido. Si a esto le sumamos que la discreta Ratna busca su futuro en el diseño de moda (hay series internacionales como "Aprendices de la Costura" en Europa que voltean los ratings como "Master Chef", sin olvidar nuestro propio "Corte y Confección" con Andrea Politi) el asunto está completo. Un cuento de hadas atractivo, sencillo, que sólo en los quince minutos finales se hace novela televisiva convencional. Los anteriores minutos se disfrutan.
Como un fino bordado al cual se le dan cuidadosas puntadas se despliega la sutil historia que vincula a un patrón con su mucama. La primera ficción de la directora india Rohena Gera está inspirada en sus experiencias infantiles. En aquel entonces, el cariño que le profesaba a su niñera contrastaba con las normas que regían las diferencias de clase, algo que no ha cambiado en el país asiático. Ashwin, es un soltero adinerado de la ciudad de Mumbai que tiene a su servicio a la empleada doméstica Ratna. Parece tenerlo todo al alcance de sus manos: una holgada situación económica, un cargo importante en la empresa constructora de su padre. Sin embargo, viene de una frustración amorosa que anuló su inminente boda, además, debe respetar el mandato familiar que lo obligó a abandonar su verdadera vocación. Con sus sueños truncados, su vida parece no encontrar un rumbo. En cambio, Ratna, una joven de condición humilde que quedó viuda a los 19 años luego de tan solo dos meses de matrimonio, mantiene intactas sus esperanzas para prosperar en la vida. Dos caminos que se cruzan en el cual surge un amor imposible debido a las rígidas reglas y tradiciones en las distintas clases sociales que persisten aún en la India. Ratna es la única que comprende la melancolía que aqueja a su señor, y si bien despierta ciertos sentimientos hacia él, tiene claro que conviven en un mundo incompatible para los afectos. La resistencia política y cultural a un romance marcado por la segregación solo aportará humillaciones y desprecios. La directora estructura la trama a base de pequeñas secuencias de escasos diálogos pero de frases precisas donde predominan los silencios, las miradas y una sensualidad latente. Por otra parte, Gera aporta su mirada crítica al trato servil y despectivo que gran parte de la sociedad india mantiene con el personal doméstico. El colorido de los abigarrados mercados de telas y comestibles, las procesiones con danzas y festejos hacia el mar, contrastan con los fríos rascacielos vidriados de la ciudad portuaria. Las disparidades tanto edilicias como sociales marcan una brecha difícil de modificar. En una secuencia los protagonistas observan la ciudad desde lo alto de una terraza, parecen tenerla a sus pies y dominarla. Una utopía para una sociedad anclada en raíces ancestrales, es el abismo que los separa. El delicado engranaje del relato junto a las sobrias actuaciones permite disfrutar de un drama romántico segregacionista alejado del pintoresquismo y la telenovela. Valoración: 70 Guardar
“Sir” título original del filme de Rohena Gera establece desde el comienzo un espacio referencial de clases, a la vez que la historia se centra en un romance transgresor, al estilo cenicienta, pero con un final abierto a la incierta realidad. “Querido señor” ambientada en Mumbai recuerda “The Scent of Green Papaya” (“El aroma de la papaya verde”,1994), de Tran Ahn-hung. por la descripción del amor furtivo entre el hijo del empleador y su doméstica. Y también "The lunchbox" (“La lonchera”,2014), el largometraje debut de Ritesh Batra, entre un viudo y un ama de casa decepcionada. “Sir” (“Querido señor”) es el primer largometraje de ficción de Gera, previamente dirigió, en 2013, un documental sobre el matrimonio arreglado, “¿Qué tiene que ver el amor con eso?” (“What's love got to do with it?”), por lo tanto ella no es ajena al panorama romántico de la India moderna. Es un filme de los que se llaman “menores”, pero intencionalmente es crítico, satírico y aleccionador. En “Querido señor” a través de una historia simple, sin engaños ni subterfugios, el espectador es testigo de un mundo muy diferente al suyo, con costumbres que son ajenas y diametralmente opuestas a occidente. Al igual que Rima Das ("Village rockstars", 2017) Gera es una directora hindú que hace hincapié en el empoderamiento de las mujeres frente a las dificultades económicas y a una sociedad esencialmente machista. En “Querido señor” Ratna, interpretada por una excelente Tillotama Shome (“Monsoon Wedding” –“Boda del Monzón”, 2001, de Mira Nair), queda viuda dos meses después de su matrimonio arreglado. En la India las viudas deben usar unas pulseras especiales para demostrar su estado (durante el viaje a Mumbai se la verá sacarse esas pulseras, para luego cuando regresa al pueblo se las volverá a colocar). La familia de sus suegros es numerosa y ya no la pueden mantener más, por lo tanto es obligada a ir a Mumbai a trabajar en la casa de una pareja de recién casados, cuyo matrimonio fracasó antes de comenzar. De ese modo Ashwin (Vivek Gomber), regresa a su departamento como soltero. Ashwin es un joven arquitecto más familiarizado con la cultura occidental que con la suya propia. Toda la acción, en los espacios interiores como los exteriores, se desarrolla bajo el punto de vista de la observación del mundo cotidiano de Ratma, que proviene de una remota aldea con costumbres cerradas y ancestrales, e ingresa a la gran ciudad a vivir en el frenético vaivén que oscila entre empresas multinacionales, pequeñas microempresas y trabajos artesanales. El punto de vista esencial de Rohena Gera, como buena documentalista, es subrayar la discreción, el decoro, la moderación que rige en los diferentes estratos de la sociedad. Ella construyó la película en base a pequeños incidentes que se desarrollan como un encadenamiento secuencial hacia la generación de un clímax dramático. Visualmente se deleita con la cámara subjetiva de Dominique Collin que enmarca con cuidado y sin prisas los rituales domésticos, los de la calle, el mercado, y basurales dispersos en cualquier esquina de la ciudad. Este manejo de la cámara ofrece una sensualidad inesperada y sutilezas poco comunes para mostrar los estados emocionales de cada personaje. La cámara también sigue los utensilios culinarios que se deslizan por las habitaciones de los protagonistas, y mantienen el secreto de dos personas que están separadas por sus clases, pero conectadas entre sí. Muestra también el modo de comer del campesino que no sabe usar cubiertos y lo hace con las manos, y sentados en el suelo, mientras que los señores se mofan de su modo de actuar. Estas escenas son la crítica a una sociedad que no establece la cultura como prioridad y deja a millones de personas en el más completo aislamiento. Por eso Ratma se obsesiona para que su hermana estudie y escape de esa miseria mental. Los sonidos en “Querido señor” son importantes, incluyendo los de la música extadiegética porque marcan el ritmo de la vida cotidiana entre la ciudad y el campo. Los diálogos son escasos, casi se limitan a monosílabos, entre patrón y criada, pero más extensos entre los que forman parte de su misma casta. Aunque la ambición profunda de Ratma es convertirse en diseñadora, le es difícil encontrar quien le enseñe a coser, porque es una profesión masculina que trata de mantener a las mujeres aplastadas para continuar teniendo mano de obra barata. Una de las escenas más tiernas y románticas es cuando Ashwin le regala una máquina de coser. Y la otra, cuando la ve bailar durante el festival de Ganesh, el dios más adorado por los hindúes, con cuerpo humano y cabeza de elefante. Ratma ama por sobre todas las cosas la libertad y la independencia, por ellas trabaja e incluso le envía dinero a su hermana Choti, para que estudie y pueda escapar del universo pueblerino en el que vive. Pero el plan de Choti es otro, es ir a la gran ciudad a cualquier precio. A veces la imagen es muy discreta, apenas sensible, pero actúa especialmente para mostrar los espacios reducidos que simbolizan la jaula dorada y minimalista de Ashwin, y el palomar Kitch, atiborrado de ropa colgada y gente, en que vive Choti, la hermana ahora casada con un delincuente, que soñaba con la gran ciudad “Querido señor” es un filme intimista, de soledades compartidas, en el que hay que observar cómo una personalidad y un destino estarán forjados por la receptividad del mundo (emocional y físico) que los rodea.