Los banqueros cómplices y el gran periodista RJW repasa los primeros años en la vida de Rodolfo Walsh entre testimonios y material de archivo. Azor indaga desde la ficción en la complicidad de la dictadura con las finanzas internacionales. De manera coincidente con el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el pasado jueves se estrenaron dos películas de valía. Cada una, a su manera, indaga en las heridas abiertas por el terrorismo de estado. A propósito y entre otras consideraciones, vale recordar que el cine es una herramienta vital, por su capacidad para actualizar lo ocurrido y volver a mirarlo, a vivirlo. Sin este ejercicio, no hay reflexión posible. De allí la necesidad de películas que recuerden, cuantas veces sea necesario, los hechos ocurridos durante la última dictadura cívico-militar. En primera instancia, el estreno de RJW de Fermín Rivera (disponible en Cine.ar Play) revisita desde el documental los primeros años en la vida de Rodolfo Walsh, a partir de un consumado ejercicio de archivo junto a los testimonios aportados por Patricia Walsh, Juan José Delaney, Silvia Adoue, Roberto Baschetti, Juan Forn y Jorge Lafforgue; a los dos últimos, recientemente fallecidos, está dedicado el trabajo. El documental de Rivera lleva adelante una notable “película de montaje” (definición un tanto tautológica pero válida), en donde la información de las imágenes se complementa de manera diversa con los aportes de la banda sonora. Es decir, son dos instancias las que entran formalmente en juego, y cada una de ellas –imagen y sonido– construye de modo particular pero recíproco. De este modo, las voces que atraviesan RJW delinean un paisaje de recuerdos, anécdotas, pareceres, mientras la voz en off que toma la carnadura de la propia letra de Walsh las integra. En este recorrido, aun cuando las imágenes se condigan con lo que se escucha, lo que agregan es siempre algo más, entre fotografías y material diverso, que agregan semánticamente más posibilidades. Así surgen, desde el retrato oral polifónico, episodios tales como la niñez de Walsh, su (traumático) paso por un internado irlandés, la pobreza de su familia, la relación con su padre; más adelante tendrán lugar las primeras traducciones, el vínculo con la novela policial, y el descubrimiento de una voz literaria propia. Después y consustancial, será el surgimiento del peronismo, junto a las contradicciones internas de un lúcido hombre de letras que piensa lo que sucede mientras incurre en contradicciones. Allí y por eso, el golpe del ’55, y un texto celebratorio del propio Walsh, dedicado a los aviadores. Seguramente, éste sea el abordaje menos frecuente de la vida de Walsh. Y si de un momento bisagra se trata, allí está la frase oída sobre un “fusilado que vive”, que despertará a las pesquisas que alumbrarán a una de las obras capitales de la literatura y la investigación periodística argentina. Hasta allí llega RJW, hasta ese umbral definitorio. Lo que surge, durante sus precisos 70 minutos, es un periplo inmenso, extraordinario, en la vida del ejemplar escritor y periodista, asesinado por la última dictadura. En otro orden, la cartelera comercial estrenó el film Azor, ópera prima del director Andreas Fontana, nacido en Ginebra y con estudios de cine en Buenos Aires. Interesado por la historia latinoamericana, con particular atención a lo sucedido durante la última dictadura argentina, Fontana narra la historia de un banquero suizo, preocupado por restablecer los lazos con Argentina, misteriosamente rotos tras la tarea de su antecesor, ahora desaparecido. Corre 1980, y este hombre concurre al país en compañía de su esposa; los dos observan impávidos, previo ingreso al hotel, el accionar policial cotidiano. Será apenas una de las múltiples situaciones aberrantes pero normales, en la vida de un país que dice, según el conserje, vivir años de fiesta tras el mundial de fútbol. El peregrinar de Yvan –el banquero privado que interpreta Fabrizio Rongione– es cauto. Se informa a través de los clientes de su compañero –¿dónde estará?–, evita juicios de valor, y asiste como testigo y espectador a la doble cara de un sector que vive de acuerdo con sus privilegios de clase pero teme por su destino. “Azor”, título del film y palabra que integra uno de sus diálogos más relevantes, remite a una expresión francesa, dedicada al silencio cómplice, a hacer de cuenta que nada pasa. De esta manera, el banquero comprende primero y actúa en consecuencia. Allí donde, se supone, debiera tener un parecer diferencial, no será así. Se trata, en suma, de un hombre de finanzas. Y si está en un país ajeno, es porque busca beneficios. RJW retrata la biografía de Rodolfo Walsh. La mesura narrativa de Azor, sin estridencias ni golpes de efecto, da cuenta de la adopción de un punto de vista incómodo, el de un cómplice, el de un engranaje sustancial a los negociados asesinos de la última dictadura. Cuando alcanza su desenlace, el film logra una de sus escenas más macabras, de lógica fría y bancaria, dedicada a calcular porcentajes y ganancias. Todo ello narrado con la misma finura y meticulosidad del resto del argumento. Vale destacar la tarea de Juan Pablo Geretto en la piel de un abogado chanta, de sonrisas siniestras, que da su mano sucia mientras aconseja cómo comportarse. Él sabe de imposturas y falsedades. En una sociedad carcomida y rota, con el gobierno en las manos de genocidas, que además fungen beneficios personales en su alianza con el poder financiero internacional.
LAS HUELLAS BIOGRÁFICAS Y LA HISTORIA ARGENTINA “Operación Masacre me cambió la vida. Haciéndola comprendí que, además de mis perplejidades intimas, existía un amenazante mundo exterior.” En el inicio, vemos la imagen fragmentaria de un niño alineando sus soldaditos de juguete, dos bandos se preparan para la contienda. Luego, a ese mismo niño pintar con crayones la bandera argentina en el ala de un avión y desplazarlo por el aire con el movimiento de su mano. En este comienzo, el juego infantil ya cifra algo de la figura del escritor, periodista y militante político en que devendría Rodolfo Walsh; su faceta más conocida y no exenta de contradicciones. Se trata, por cierto, de dos detalles clave que el espectador va a reencontrar resignificados al terminar de recorrer la película. Que el titulo del documental sea R.J.W. (2022) tampoco es un dato menor; con él el realizador argentino Fermín Rivera ya introduce la marca de su escritura de estilo críptico (algo a lo cual refiere el testimonio de Juan Forn como poesía encriptada) y su compromiso por la revelación de lo oculto que emerge desde los margenes de lo secundario o lo inesperado (como señala Silvia Adoue). Pero además, al recuperar las siglas de su nombre completo (Rodolfo Jorge Walsh) el director presenta al Walsh al que quiere acercarnos. No al escritor reconocido ni al militante que fue en sus últimos años, sino al “Walsh antes de Walsh”, al de sus primeros tiempos y tal vez el menos transitado y conocido. En este punto, Rivera procede como un arqueólogo que va en busca de aquellas primeras marcas que forjarían su obra y su figura, haciéndose eco de aquella frase del propio Walsh de que acaso comprendiendo algo de su biografía, podríamos entender algo de la historia de nuestro país. Así se destacan como marcas iniciáticas su origen irlandés, donde el paisaje de las islas lo acompañaría durante toda su vida (como refiere su hija Patricia Walsh), pero también la identificación con el pueblo oprimido y la influencia del gaélico sobre su singular estilo de escritura forjada a base de elipsis y elusiones. Otro mojón importante es su paso por los internados irlandeses en su infancia, donde recibe su primera formación política. En ese duro mundo de características carcelarias, realiza su primer acto de resistencia frente a la injusticia social (al negarse a comer los signos del desamor incrustados en los diarios platos de sémola) y ya se muestra hábil en construir redes clandestinas basadas en la confianza, al hacer pasar una carta “subversiva y anómala”, un primer contrarrelato al relato oficial institucional de bienestar y felicidad. Una tercera pata relevante fue su ingreso a los 17 años a la editorial Hachette donde aprendería y se desarrollaría en el oficio de traductor. De aquí surge su contacto con la literatura del género policial de enigma y la confianza para dedicarse a escribir sus primeros textos, esas Variaciones en rojo (1953), que luego despreció. Pero no obstante, no puede dudarse de esta marca del encuentro con el policial clásico, en lo que luego devendría el llamado Nuevo periodismo o Novela de No-ficción a partir de Operación Masacre (1957), su singular invención que anuda vida y obra, compromiso político y escritura, real y ficción; y que apareció muchos años antes que A sangre fría (1965) de Truman Capote. Desde lo formal, Rivera hace uso de ciertos recursos interesantes, donde las formas acompañan y hacen al contenido. En primer lugar, construye un relato en primera persona, partiendo de elementos autobiográficos presentes en varios textos del propio Walsh, a través del uso de la voz en off. A esta voz se agregan, como una suerte de coro comentador, las distintas voces de los especialistas entrevistados, pero saliendo de la clásica estructura del plano fijo al mostrarlos proyectados en movimiento en el celuloide y al hacer evidente el proyector cinematográfico. Establece así la marca del estatuto ficcional en el documental, mixtura de real y ficción que recupera el estilo de Walsh. Además no solo emplea material de archivo fotográfico y audiovisual de la época sino que recrea algunos fragmentos audiovisuales utilizando la misma textura de época. Introduce así una realismo apócrifo, algo que es influencia de Borges en la literatura de Walsh. Y por otra parte, las imágenes recreadas siempre llevan el sesgo del plano de detalle, del fragmento. Esto le permite que las imágenes no sean mera ilustración del relato oral, sino que tengan el efecto de recuperar, en lo no mostrado, algo del efecto de lo no dicho en la escritura de Walsh, que siempre queda resonando como trabajo que involucra al lector. De esta manera, R.J.W. no se reduce al simple acercamiento didáctico al Walsh de sus primeros años e influencias, ni tampoco al sentido homenaje a su riesgoso acto político-literario, por el que hoy continua con estatuto de desaparecido. Fermín Rivera nos presenta a un Walsh humano, sufriente y contradictorio, que encuentra en la escritura un saber hacer con la opresión y la injusticia social vividas en carne propia y una herramienta para elevar lo personal a la dimensión de lo colectivo. Nos devuelve al Walsh que nos regala el prodigioso artificio de su obra, al que vive la literatura como “un avance laborioso a través de la propia estupidez”, huella indeleble de la cual acaso podamos servirnos.
Lo más interesante de R.J.W es su naturaleza reveladora; aquella que nos muestra un costado poco explorado de Rodolfo Walsh que nos sumerge en su infancia, su doloroso pasado en la pobreza y en todo su proceso de formación política.
Las siglas R.J.W. corresponden a las iniciales de Rodolfo Jorge Walsh (1923- desaparecido desde 1977), escritor y periodista argentino, que supo hacer de la palabra un instrumento de lucha política, de comunicación y denuncia, como de buena literatura a través de sus cuentos, ensayos y novelas policiales. El documental del docente y cineasta Fermín Rivera (Huellas y Memoria de Jorge Prelorán; Apuntes sobre Clara), ofrece un recorrido por su historia de vida en una suerte de biografía que combina la ficción con el documental, enfatizando sus orígenes, sus cualidades literarias, la obra escrita que dejó, además de destacar otros aspectos de su vida, no tan conocidos, los cuales culminaron con el proceso de transformación que tuvo al escribir “Operación Masacre” en 1957. R.J.W., el título del documental, hace mención (además de la afición por las claves de Rodolfo) a Walsh antes de ser Walsh, dice su realizador. El Walsh no tan transitado, que no nació héroe ni escritor, sino que se fue construyendo en un lento proceso de transformación. Un Walsh que puede resultar incómodo con sus artículos a los aviadores. Un Walsh ecléctico que nos da la pauta de su metamorfosis. El Walsh que dice que su historia es la historia de la Argentina”. Desde lo formal, la construcción del documental está cargado de miradas y voces que los entrevistados ofrecen frente a cámara sobre el tema en cuestión. Entre ellos se destaca la participación de Patricia Walsh, Juan José Delaney, Juan Form, Jorge Lafforgue y Silvia Adoue, entre otros. Asimismo, la mirada del propio realizador orienta su discurso en base al material reunido, al que falta, a las ideas preexistentes sobre lo que decide abordar, junto a recreación de los hechos del pasado a fin de armar las piezas que definen a su protagonista. A lo largo del documental, que se nutre de imágenes de archivo, fotos y voz en off, la orientación de Rivera opta, principalmente, en destacar el aspecto literario, su rol de traductor y el vínculo de transformación ideológica que tuvo Walsh en relación a querer ingresar al Liceo Naval, pasando por los artículos que escribió sobre los aviadores que lucharon para derrocar a Perón en septiembre de 1955 -a pedido de su hermano, un capitán de navío-, hasta su compromiso con los fusilamientos en el basural de José León Suarez, del que dará testimonio y formará el cuerpo del gran libro de la literatura política Argentina que fue y será “Operación Masacre”. Esa fusión entre el decir propio y el del otro, el eludir, imaginar y reconstruir el proceso que llevó a Walsh a hacer el hombre que fue, va en sintonía con cierta incógnita sobre su figura, sumada al poco material que hay sobre él, además del saqueo de su archivo personal (que se mencionada en la película) que incluía cuentos inéditos, memorias y material periodístico tomados de su casa de San Vicente y que no se han recuperado. Si algo se destaca en el proceso de realización de toda película, es el rol de la mirada que guía el cómo se traduce la representación de la realidad y desde qué lugar se elige mostrarla; y el documental juega fuerte en ese punto. Por eso mismo, el estreno de la película que, coincide con el 24 de marzo: Día Nacional de la Memoria, por la verdad y la justicia, deja paradójicamente sin mencionar un hecho trascendental, si de Walsh se trata y disculpen el spoiler, como fue la valiente y jugada “Carta Abierta a la junta militar”, tras lo cual, Rodolfo Walsh fue baleado en la esquina de Entre Ríos y San Juan esa misma tarde por un grupo de tareas de la ESMA y forma parte de los 30.000 desaparecidos. R.J.W. R.J.W. Un documental sobre Rodolfo Walsh. Argentina, 2022. Guion, Dirección y Producción: Fermín Rivera. Montaje: Emiliano Serra. Fotografía: Emiliano Penelas (ADF).Cámara: Emiliano Penelas, Fermín Rivera. Dirección de Sonido: Gino Gelsi, Lucho Corti. Música: Alejo Vintrob. Duración: 67 minutos.
El gran mérito que tiene que este documental sobre la vida de Rodolfo Jorge Walsh, realizado por Fermín Rivera es descubrir a un escritor desde su infancia hasta la cristalización de un estilo literario y también periodístico que por gusto personal siempre abrazó el clima del policial. Ese hurgar en los comienzos, con sus orígenes, la estancia forzada en el colegio irlandés para necesitados, sus cartas, sus primeras experiencias con la literatura, descubren muchos datos desconocidos. Algunos aportados por sus escritos, otros por los entrevistados: su hija Patricia Walsh, Juan José Delaney, Silvia Adoue, Roberto Baschetti, Juan Forn y Jorge Lafforgue. El cambio de su ideología, la influencia de su esposa Elina Tejerina, su admiración a Jorge Luis Borges. Datos de un primer Walsh que tuvo su punto de inflección con “Operación Masacre” y ese dato susurrado en un bar “hay un muerto que vive…” Con la construcción de un archivo que muchas veces no existe y la admiración de quien construyó este mundo.
¿Cómo se abarca en un documental de poco más de una hora la apasionante vida y obra de ese pionero de la literatura de no-ficción que fue Rodolfo Walsh? Para el realizador Fermín Rivera, la respuesta parece haber estado más que clara: intentando no sucumbir a una estructura episódica y optar por un abordaje que pudiera hermanarse con su objeto de estudio. De esta forma, R.J.W. carece de una mirada pretenciosa y se va construyendo, desde esas primeras imágenes de Choele-Choel (lugar de nacimiento del autor), como una obra lírica, nostálgica, en la que la identidad de Walsh es repensada a través de su nombre completo y de su historia que, como él mismo había expresado, era también la historia de su país. Por lo tanto, Rivera le dedica un largo y extraordinario tramo de su documental al Walsh niño, al Walsh observador, a ese joven que fue marcado a fuego por su estadía en un colegio pupilo donde se produce una identificación clara con su ascendencia irlandesa y también un rechazo a las normas de ese escenario al que luego describiría en el relato “Un oscuro día de justicia”. En cierto modo, R.J.W. es la historia de origen de ese hombre que por no poder hablar comenzó a escribir, y a plasmar así sus vivencias con una perspectiva general, con una concepción de la palabra que invitaba a desentrañar lo no dicho, las sutilezas, los silencios. El testimonio de Patricia Walsh, hija de ese hombre que también fue poeta, traductor y criptógrafo, resulta sumamente valioso para un documental que gesta un espacio de intimidad para buscar responder, ni más ni menos, cómo es que el pasado va configurando sigilosamente un estilo literario.
Con testimonios, entrevistas, y la recreación de determinados pasajes de su vida, la película descarta lugares comunes y arriesga por otra semblanza de una figura clave de la literatura y el compromiso político destacando la importancia de la obra de este imprescindible.
texto publicado en edición impresa.
R.J.W.” un documental de Fermín Rivera sobre uno de los grandes de las letras y el periodismo argentino. Crítica. Se estrena en el Complejo Incaa Gaumont el jueves 24 de marzo en la sala Fernando Birri en los horarios de 12:30, 15:00, 17:30 y 20:00 hs. El siguiente extracto sacado de la autobiografía de Walsh y que aparece en el minuto 57 del film retrata perfectamente al personaje: “…Soy lento, he tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda; lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración de un texto; sé que me falta mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma óptima; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez”. Por Nito Marsiglio. Vivimos en un país donde florecen las antípodas y se propagan como plagas. Donde curiosamente se hace un culto a la amistad y costumbres donde prevalecen el compartir momentos como la mateada o el asado. Y a la vez, es en el mismo país donde existen enfrentamientos cargados de odio entre hermanos, amigos, vecinos o colegas. Rodolfo Jorge Walsh dijo en su autobiografía que su historia era la historia de la Argentina, y tal vez era a todo esto a lo que se refería. Nació en Choele Choel, que él dice que quiere decir “corazón de palo” y que se lo han reprochado muchas mujeres. El film va mostrando el entramado de cómo se fue construyendo el pensamiento de Rodolfo y como lo fue plasmando a través de su obra. De esta manera y utilizando distintos artilugios fílmicos Fermín Rivera va narrando la historia de tan increíble personaje. Un hombre con una niñez difícil y una adultez compleja. Toda la complejidad política de los años del peronismo. Su enfrentamiento, su rechazo y años más tarde como va cambiando su parecer y termina abrazando la idea del peronismo de izquierda. Como se fue gestando “Operación Masacre” como también su obra de ficción policial de la que tan poco se habla. Su amor, admiración y rechazo a ese genio de Borges… La película de Rivera refleja magníficamente las controversias y genialidades de un hombre pasional y complejo comprometido con la vida.
Hace exactamente 45 años, el 25/03/1977 Rodolfo Walsh es interceptado producto de una emboscada, por un grupo de tareas de la ESMA, formando parte de los más de 30.000 desaparecidos que ha dejado el proceso militar en nuestro país. “RJW”, el nuevo trabajo documental de Fermín Rivera realza la figura de Walsh en todos sus planos: como militante, como periodista y también como escritor, además de poder relevar algunos hechos de su infancia y de su juventud con material de archivo que fundamentalmente se compone de fotos y fragmentos de filmaciones. Las voces que van construyendo el hilo narrativo del documental se diversifican para poder mostrar la figura de Walsh en todos estos aspectos. Mientras que una voz en off trata de que Walsh hable en primera persona –una voz que suena sumamente artificial y algo distante, como si los párrafos no fluyesen y que se evidencia demasiado su lectura- , ciertos aspectos de su vida más íntima, familiar y personal lo narra la propia voz de Patricia, su hija que, opuesto a lo anterior, rebosan de espontaneidad a través de anécdotas sentidas y datos desconocidos como la idea de las islas que lo ha acompañado a través de toda su vida o la historia de sus padres y sus abuelos. Finalmente, su perfil como periodista y escritor se va armando entre las entrevistas con prestigiosos colegas como Juan Forn, Silvia Aduoe o Juan José Delaney. Rivera recurre a algunas escenas de reconstrucción pero sin que existan actores, sino que vuelquen visualmente el espíritu de los textos de Walsh en la pantalla con planos detalles o por el contrario, algunos que muestran sólo una parte del todo. Pero lo que resulta más interesante del trabajo de Rivera es el análisis de la figura de Walsh como periodista y escritor, mucho antes de su exitosa “Operación Masacre”. También de su desempeño como traductor, un oficio que desarrolló en forma totalmente autodidacta, donde desarrolla una idea de que traducir es escribir como otro, con una especie de figura fantasmática. Forn lo describe como la mezcla exacta de Hemingway y Fitzgerald, desarrollando la novela policial en un ambiente distintivo, bien argentino, estableciendo de esta forma una complicidad directa con el lector. Sus fuentes de inspiración van de Arlt a Borges, abrevando de sus fuentes como cuando desarrolla dentro de sus textos el arte de la poesía encriptada típica de Borges, que se hacía invisible para el lector. Walsh tomó la escritura como arma de militancia, contra las injusticias por las que luchó desde su juventud, reivindicando una etapa muy dura atravesada en su niñez que, entre otras cosas, lo mantuvo encerrado como pupilo en un instituto de menores. Los guiños, los textos apócrifos, su faceta como periodista y la escritura como elemento político van rearmando la figura de Walsh que también se fue entramando con diversos hechos políticos de la Argentina y sobre todo con el peronismo y la revolución libertadora que aparecen en la última etapa del documental. Quizás su frase «Mi historia es la historia de la Argentina» podría resumir perfectamente el espíritu del documental que aborda aspectos desconocidos de la figura de Rodolfo Jorge Walsh, haciendo de “RJW” un trabajo que descubre todos sus aspectos, como nunca antes se lo había visto. POR QUE SI: » Lo que resulta más interesante del trabajo de Rivera es el análisis de la figura de Walsh «
LO HUMANO DETRÁS DEL SÍMBOLO La decisión del director Fermín Rivera parece un tanto ambiciosa, aunque el cuerpo de esa obra (un documental de algo más de 60 minutos) lo desmiente: cómo sintetizar en tan poco tiempo la vida del periodista y escritor Rodolfo Walsh, con toda la carga simbólica que existe sobre su figura. Autor de una obra mítica y fundacional como Operación masacre y de la ejemplar carta a la Junta Militar, desaparecido en marzo de 1977, ícono y bandera de la militancia y símbolo de aquellos años de dictadura en el país, dueño de una vida que, como él mismo decía, sintetizaba la vida de la Argentina, con todas las contradicciones a cuesta. La respuesta de Rivera parece ser la de merodear al mito, pero centrarse en el niño y el hombre, en las etapas previas a la construcción de Walsh. Demorar lo que todos ya conocen, y construir en ese camino al personaje. Por eso, tal vez, el título de la película hace mención en forma de sigla al nombre completo del escritor. R.J.W. es un recorrido biográfico, con testimonios de su hija Patricia, de aquellos que lo leyeron y lo estudiaron como Juan Forn o Juan José Delaney, entre otros. Como documental biográfico tiene el recorrido lógico de abordar al protagonista desde la infancia, con el objetivo de encontrar en ese lugar el germen del personaje: y algo encuentra Rivera, cuando se comprueba que a Walsh le resultaban más sencillas las palabras a través de la escritura. Un poco por influjo de su madre, pero otro tanto por propia determinación, las letras serían su futuro y, de alguna manera un poco poética, su condena. R.J.W. no se vale desde lo formal de ningún recurso para destacar, pero sí tiene la pertinencia de alejarse de la mirada lineal sobre su objeto de estudio: ahí está cómo síntesis de ese camino zigzagueante en el imaginario de Walsh que fue su relación con el peronismo. Es ahí donde la película se baja de la construcción del mito y se abraza al componente humano. Pero por otro lado, con la aparición en pantalla del peronismo, la película parece encontrar un límite. En el último pasaje del documental, Rivera elige abordar al peronismo ya no desde la perspectiva de Walsh sino desde la perspectiva personal. Y si bien uno entiende que esa fuerza política obró como un objeto de seducción y rechazo para Walsh, y que hay allí una relación que se expresa incluso sin necesidad de decir nada, R.J.W. se desvía innecesariamente para hacer un recuento de aquellos días de la Revolución Libertadora, el bombardeo de la Plaza de Mayo, el derrocamiento de Perón en 1955. Parece otra película, insertada adentro del documental que se nos venía contando. No se entiende a qué responde esa decisión de Rivera, puesto que su recorrido sobre la vida de Walsh era más que interesante. Y mucho más aquellas definiciones sobre sus métodos de escritura, verdaderas clases magistrales que nos permiten ver lo que muchas veces permanece oculto o indescifrable; por lo demás, una de las características de la obra del autor de Operación masacre y que aquí se nos revela.
El documental de Fermín Rivera sobre Rodolfo Walsh Desde un estilo que mezcla material de archivo y recreación de ficción, se consigue hacer un retrato con sus diferentes matices sobre la vida y obra de Rodolfo Walsh. R.J.W. (2021) es un relato dramático que muestra desde la vida de Walsh un tema mucho más amplio, para convertirse en un film sobre la escritura, la memoria y la historia de Argentina en un periodo histórico determinado. Rodolfo Jorge Walsh nació en Lamarque y pasó su infancia en Rio Negro, fue a un internado irlandés, intentó ingresar al Liceo Naval, se casó con Elina Tejerina y estuvo dedicado a la traducción, así como a la escritura, sea esta literaria o periodística. Admiró a Jorge Luis Borges y así su escritura tuvo un estilo particular, como también está presente en sus textos Roberto Arlt. Tuvo una obra de ficción y también una periodística, además de su actividad militante, escribió cuentos y obras de ficción, relatos policiales y desarrolló la crónica periodística, siendo su obra más importante Operación Masacre (1957). Es interesante que el documental plantee una voz en off que represente a Rodolfo Walsh y sus escritos. La forma de asociarla con el material de archivo y las recreaciones, deja que la representación misma hable sobre la vida del personaje. De esta manera se enriquece el uso simbólico de la ficción para conseguir lo documental. Incluso cuando se les da a las recreaciones de ficción el aspecto de material de archivo. La película también recrea, sobre todo, la vida de un escritor. Si bien tuvo participación política en su vida, se trata de retratar la vida de un personaje que estuvo abocado a la escritura, lo que fue su trabajo literario en sí y con ello también mostrar que su obra y vida terminaron al mismo tiempo cuando fue detenido y desaparecido por la última dictadura militar. Los entrevistados (Patricia Walsh, Juan José Delaney, Silvia Adoue, Roberto Baschetti, Juan Forn y Jorge Lafforgue) le dan un ritmo y matiz distinto -y necesario- al relato, sobre todo para profundizar sobre la obra y el camino que tuvo para dedicarse a la escritura. La mezcla de voces le da una progresión dramática al film de Fermín Rivera (Huellas y memoria de Jorge Prelorán) que agiliza el paso de un tema a otro, generando así un estudio sobre su manera de escribir y los distintos aspectos de su vida. Finalmente, es atractivo el uso de figuras simbólicas. El inicio con los muñecos y el avión de juguete que también aparece al final para concluir el relato, potencia la misma idea de las recreaciones. Todo se enfoca en seguir desde las imágenes la forma de la escritura de Rodolfo Walsh, quien trataba de decir más con poco y siempre revelar una verdad oculta en los textos que escribía. La película se convierte en un retrato emotivo sobre la literatura de un escritor. Y también señalar el material de archivo histórico, que es de gran impacto, y deja en claro que se trata de un relato sobre la memoria y sobre la historia de aquellos años oscuros de Argentina.
Este filme se estrenará el 24 de marzo en el cine Gaumont, fecha funesta de la historia argentina, además un día antes del 45 aniversario del secuestro y muerte del periodista, escritor y militante. Parecería ser que el director tuvo la intención de presentar la transformación del personaje hasta constituirse como el Rodolfo Walsh que la mayoría conoció. Este documental versa sobre el escritor, periodista, militante y se constituye a partir de un paralelismo entre su vida y su obra. Dando cuenta, con matices y paradojas, del componente autorreferencial en su escritura. La película aborda su infancia en Rio Negro. El paso por el internado irlandés. Su fallido intento de ingresar al Liceo Naval. La influencia de su esposa Elina Tejerina. Su admiración por Borges y su circunstancial oposición a Perón, hasta el final de su proceso de transformación con “Operación Masacre”. “Operación Masacre” cambió mi vida. Haciéndola, comprendí que, además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior”, manifiesta Walsh. Con testimonios de Patricia Walsh, Silvia Adoue, Juan José Delaney, Juan Forn, Roberto Baschetti y Jorge Lafforgue. El filme se construye con recortes de archivos históricos que encuadran la época, por otra parte son en blanco y negro. Además se actuaron las escenas de la infancia de Rodolfo, en formato diferente para dar cuenta de alguna diferencia, trabajadas en súper 8, imágenes que van desde su casa natal, el campo, hasta el monumento de los aviadores en Saavedra, profesión a la que aspiraba siendo niño y no pudo cumplir. Los objetos, lentes, maquinas de escribir, fotos antiguas, todas familiares le dan a las imágenes un tono de nostalgia muy emotiva.
Un procedimiento documental que rastrea los orígenes biográficos y la esencia literaria de Rodolfo Walsh. Un ensayo sobre la memoria y la verdad, mixtura de matices que la ficción recrea explorando un profuso material de archivo. El realizador Fermín Rivera proyecta situaciones trascendentales vividas por el escritor argentino, con la motivación de plasmar un trabajo de recopilación e investigación que le demandara casi un lustro de trabajo. A cuarenta y cinco años de la desaparición de Walsh, el documental intenta responder a una inquietud principal: cómo se va construyendo el escritor que todos conocimos. La imagen nos devuelve a un personaje fragmentado; no es el militante comprometido con sus ideas ni el intelectual formado pionero del Nuevo Periodismo. Estéticamente, la elaboración del lenguaje cinematográfico abreva en las diversas texturas que superpone, entre registros de super 8 en blanco y negro e imágenes a color. Rivera viaja directo hacia el encuentro de Walsh con el núcleo literario que refleja su pasional compromiso de vocación. Vislumbramos allí el espíritu de síntesis de un documental necesario, presto a pulsar fibras sensibles, mientras dialogan vida y obra de Rodolfo, indivisible una de otra.
R.J.W.: un documental sobre Rodolfo Walsh A pesar de que las fronteras entre ficción y documental siempre fueron lábiles, e incluso invisibles por momentos, no hubo nunca un solapamiento tal como en la que hay en la actualidad. Quizás la “culpa” la tenga la novela llamada histórica. Desde que Maurice Druon (París 1918–2009) escribiese la saga Los reyes malditos, (para algunos es Dumas, el inventor de la novela histórica), la diferencia entre ambos géneros, mediados en principio por el ensayo, se fueron hibridando cada vez con más frecuencia, hasta que Julian Barnes escribe “Una historia del mundo en diez capítulos y medio”, donde no se puede discernir claramente el libro teórico, del ensayo y la novela de ficción. En cuanto a los rasgos se pueden diferenciar dos corrientes: una es la que el libro está novelando documentación académica, lo que en el ámbito audiovisual podría ser un docusoup. Operación que consiste en inventar principalmente diálogos para los personajes históricos; el otro crea situaciones ficcionales dentro de contextos históricos documentados. La frontera entre ficción y documental se había roto y, adentrándose en el SXX, esta frontera se tornó cada vez más el problema y dado que desde el ambiente académico (no he de cuestionar los motivos) se ha creado y agregado la categoría (siempre las dichosas categorías) y reemplazando el prefijo neo (neofiguración, neoliberalismo) por el prefijo Post (post moderno, post memoria, post verdad) un prefijo que permite “refritar”, resucitar, y reveer toda una serie de conceptos pero ahora bajo la denominación post. Esto funciona hacia atrás y hacia delante, Olvidando en el camino por una suerte de superabundancia cosas tales como que Einsestein dice que todo arte debe buscar decir la Verdad, o Derrida se pregunta por la Verdad en el arte, entonces decir que el documental tiene siempre o debe tener como horizonte la verdad como programa, queda corto, ya que la pregunta que corresponde ahora hacer es ¿qué es la verdad? Uno podría contestar, diciendo que lo verdadero es aquello que se aproxima más o da una descripción más acertada de su objeto de análisis, tal que objeto fáctico. Los positivistas, cosa que todavía es imperativo en el reino del solo hecho de hacerle preguntas correctas a la “cosa” necesariamente la “cosa” debía devolver una respuesta correcta, este supuesto adolece de olvidar o despreciar lo que se suele llamar sesgo observacional o sesgo de observación que en el campo audiovisual se puede entender como punto de vista. El positivismo creyó que se podía evitar tal sesgo con el método, al no poder hacerlo, diseñó ad hoc un estadístico que permitía evaluar un cierto grado de error o una cantidad de fallas era asumido como posible dentro del ensayo, o sea hay que mantener en lo posible el Statu Quo. La historia del documental, tiene mucha similitud a la historia de la relación que existe entre las ciencias llamadas exactas y las humanísticas, del que los alumnos de matemáticas se mofan ilustrando a los estudiantes de humanidades como si fuese el personaje de René Goscinny: Asuranceturix el bardo. En definitiva el documental sufrió los mismos avatares que en la ciencia sufrieron la relación entre verdad y realidad, podríamos decir que el documental en un principio tenía su horizonte en la realidad, de la cual y a través de las imágenes le hacía decir la verdad. Eduardo A. Russo dice: “Habra que admitir que la situación presente del documental y sus cada vez mas complejos estados intermedios (dramatización, docudrama, reality show, etc) así como la relación entre éste y los géneros de ficción, se encuentran ante un paisaje de insólita complejidad, que reinstala la cuestión ética en el centro de la discusión.”[1] Discusión en la cual entran por supuesto, todos los problemas de metalenguaje, categorías, subjetividad, y todo lo que se supone que significa post verdad y post memoria. El film de Fermín Rivera, como título nos presenta un acrónimo, del nombre de Walsh, dice que nadie, o poca gente sabe sobre la existencia de la J. El director nos va a mostrar en qué consiste “aquello” faltante. El nombre más famoso escrito como acrónimo quizás es el de JFK y luego con un pícaro juego de sentidos el periodista Verbitsky lo usó para referirse a Cristina Fernández de Kirchner (CFK), la ex presidenta y actual vicepresidenta de la Argentina, pero si Verbitsky lo hacía de cara a la historia, no parece suceder lo mismo en el documental de Fermín Rivera. La sigla más bien remite a un recurso a la moda, a riesgo de que pierda sentido incluso el nombre Walsh. EL film de Rivera Huellas y memoria de Jorge Prelorán, entre nos, quizas el mas grande documentalista argentino y uno de los mejores del mundo, parecía una suerte de intento por parte del autor, de ser una obra programática, que pretendía establecer objetivos que el espectador supone que une las miradas de los autores. No por usar tecnología moderna se es moderno. Trotzky en un escrito sobre literatura rusa, decía palabra más palabra menos que los futuristas se equivocaban al hablar de revolución, que por declamarla no se hacía una, y ésta iba a traer poesías desconocidas sobre temas desconocidos, mientras tanto todo era viejo; Marcuse en El hombre unidimensional llega a ideas similares. O sea, para que algo sea nuevo no alcanza usar tecnología de representación nueva, o incrustar elementos claramente post producidos digitalmente. Si Prelorán hacia (una) etnografía con su cine, trabajando la dialéctica de lo universal en lo particular y lo particular en lo universal, el texto de Rivera se aboca a un objeto más cercano al docusoap que al free cinema. Por hablar de una persona no necesariamente hablamos de la persona. Desde hace tiempo, el revisionismo tiene por objetivo presentar una historia alternativa a la oficial, la abominaron tanto los conservadores, tradicionalistas, como la izquierda dogmática. Aunque ya existía gente como Benjamin o Warburg, Didi Huberman llegó después. Habían puesto en entredicho la historia como cosa contada, lineal, acabada. De un modo más elegante fueron los términos que usó Foucault: “Arqueología del poder”, la propuesta, de incuestionable valor teórico, pero principalmente de valor moral, abrió la puerta a llevar a un público masivo términos tales como el de la invisibilización, y como tal, darle palabras a cuestiones no tratadas como, lo sucedido con los afrodescendientes en la Argentina y permitir, entre otras cosas, desde otro punto de vista cuadros icónicos de la argentina conservadora como “La vuelta del malón” (Ángel Della Valle, 1892, 186,5 x 292 cm, óleo sobre tela) ; Sin embargo el resultado no siempre fue del todo optimista, un programa de banalización de los problemas de la historia y sus representaciones se hizo lugar en el panorama cultural, cosa que en definitiva es funcional para mantener un historia all uso oficial, ya que si sirvió para sacar los trapos sucios al sol –miseria de la historia-, también funciona en un ambiente de complejo para asentar una historia a las necesidades del poder de turno, cosa que es más bien antigua pero que hoy se vuelve un horizonte problemático. El cine y la literatura tienen un aporte incuestionable en la construcción y percepción de la realidad, productos como La vida es bella (La vita è bella, Roberto Benigni, Italia, 1997) o La caida (Der Untergang, Oliver Hirschbiegel, Al, 2004) que fueron aplaudidas, una por mostrar que en definitiva los campos de concentración si eran llevados con humor, no eran tan malos y la otra por mostrar a un Führer supuestamente humanizado (como si no lo fuese) están inscriptos en esta historia también. La historia es en definitiva una narrativa cargada de subjetividad. Si estos productos tenían por objetivo mostrar que las revoluciones y sus personajes no era tan buena ni tan buenos, más luego que algunos personajes eran también personas, usando de manera vil algunos conceptos fundamentales de una historia filosófica que quería despojarse de toda platonismo, ahora parece que la “nueva ola” consiste en afirmar que las personas de izquierda también fueron de derecha o sea que todo es más o menos lo mismo. El film de agradable visionado, comete algunos pecados mayúsculos, como por ejemplo el de reducir el problema de derecha e izquierda a una cuestión de subjetividad, y otra vez deslizar aunque no lo afirme pero lo reafirma, que en definitiva el peronismo es la fuente de todos los males en la Argentina, al tiempo que ciertas desprolijidades, como cuando hace hablar a un hombre, supuestamente democrático, vestido con una remera celeste patrio con el iso de Tommy Hilfiger, flameando en su pecho, empresa abanderada de la homofobia de la exclusión, ni qué decir del trabajo esclavo, una marca que provee indumentaria estilo yachting, para las clases pudientes o los que aspiran a serlo o parecerse, al tiempo que su discurso se invalida o por lo menos se enrarece, deja caer un manto de sospecha sobre la puesta en escena y sobre el documental mismo. Un ardid tramposo, que ya se había hecho en el film de campaña, La República Perdida, (Miguel Pérez, 1983, Argentina) es omitir ciertos elementos clave de la política argentina, y convierte a Walsh con eso en un nacionalista antiperonista furioso en un (no sabemos qué) desaparecido por la Dictadura. Engrandeciendo lo obvio, el valor literario de su trabajo, sin hacer mayor referencia, más que a las muertes y a problemas de producción del primer tiraje de la “Masacre”, la reiterada imagen de Walsh apuntando a la cámara, se queda en la retina, más allá de todo discurso, el que no tiene connotaciones ni experimentales ní teóricas en el film, simplemente de un regusto a violencia simplista. Menciona a vuelo de pájaro la violencia de la llamada “Libertadora”, no menciona a los partidos cómplices y deja todo en manos de una clase media enojada. No revisa, ni al vuelo, las condiciones objetivas y subjetivas del peronismo, sólo muestra que hacía regalos, que era un manipulador y se puso en contra a la clase media, olvidando que fue el mismísimo Perón el que creó el amplio colchón de la clase media. Olvida decir tambien algo que hoy observamos y sabemos, sin necesidad de ser marxistas, y es que el principio de propiedad rige las decisiones que la clase media toma. Muestra, pero minimiza, el bombardeo de la Plaza de Mayo con aviones portando la cruz, y en eso consiste la trampa y saca la obra del documental, minimizar algunas cosas y maximizar otras, no es un gesto menor, es lo que hace a la ideología, la de sus mínimos y máximos finalmente la vuelve falaz, o empieza a oler mal o deja hilos para la sospecha fundada. Sin serlo, el documental parece hoy hecho a la medida de los libertarios. Lo que los intelectuales alemanes decían en el 32 sobre los SA, y sobre Hitler, en definitiva: ser de derecha no es tan grave; miren: Rodolfo Walsh lo fué y sin embargo peleó por el pueblo. Si el director es consciente o no de ésto, no lo sé, no quise preguntárselo, me fui caminando a casa bajo un sol que ya empieza a oler a otoño, si le hubiese dicho esto último, tengo la seguridad de que lo hubiese negado, que no entendí nada, sin embargo con mi pequeño entender siento que R.J.W., como documental, es una puesta al día, y, así, un mito que hoy es funcional a los dias que corren. [1] Eduardo A. Russo, Diccionario de Cine, PAIDÓS, 1998, Argentina
R. J. W son las iniciales del nombre completo de Rodolfo Walsh, el autor del libro Operación Masacre. Este escritor, hoy más festejado por su trágico destino que por su prosa, ofrece más material para un ensayo escrito que para un documental cinematográfico. Con mucho esfuerzo el director reconstruye la historia del autor sabiendo que la mayor parte del material sobre él se encuentra desaparecido. Fue destruido por la dictadura y la única manera de reponerlo es con testimonios o recreaciones. Sorpresivamente la parte política no está todo el tiempo en el centro y el período posterior a la publicación de Operación Masacre es muchísimo más breve que el anterior. Se cuenta su infancia, sus posiciones políticas, su antiperonismo activo y finalmente su conversión cuando Perón ya no gobernaba. Objeto de culto del kirchnerismo, la película no parece teñida, como la mayoría de los documentales actuales, por la manipulación del relato. Claro que rastrea la ideología del último Walsh en cada pequeño gesto, incluso de infancia, pero no altera las realidades de cada período. Tal vez lo más flojo del documental -además de la falta de material- es que pierde el tiempo y se da el lujo de hablar en contra de Jorge Luis Borges y poner en boca del escritor Juan Forn algún comentario despectivo. Secretamente, y Forn pone toda su energía en eso, intenta colocar a Rodolfo Walsh como el mejor escritor argentino y eso solo se puede hacer atacando al que obviamente creen que ocupa ese lugar. Una batalla secreta que delata un fanatismo bobo en una película que es mucho más ecuánime en otros aspectos.