La danza de la paz y la guerra El último film del realizador brasileño José Padilha, responsable de la remake de 2014 de Robocop (1987) y de la obra premiada con el Oso de Oro a la Mejor Película en el Festival de Berlín, Tropa de Elite (2008), es un thriller dramático basado en los hechos ocurridos alrededor del secuestro de un avión de la aerolínea Air France de Tel Aviv a París con escala en Atenas en junio de 1976 por parte del Frente Popular de Liberación Palestino y la organización terrorista alemana de extrema izquierda Revolutionäre Zellen (RZ), cuyos miembros venían de otra experiencia similar, la organización Baader Meinhof, también conocida como RAF (Red Army Faction). El avión fue redirigido tras una parada técnica en Libia hacia el aeropuerto de Entebbe, en Uganda, donde el dictador Idi Amin mantuvo cautivos a los rehenes durante siete días junto a los revolucionarios alemanes y los guerrilleros palestinos hasta su liberación por parte de un grupo comando israelí al mando del hermano del actual Primer Ministro Benjamín Netanyahu. Rescate en Entebbe (7 Days in Entebbe, 2018) narra a través de un abordaje que oscila entre una visión panorámica y una focalizada, con un estilo historiográfico, la planificación del secuestro del avión por parte de los revolucionarios, sus motivaciones, sus dudas y la reacción del acontecimiento entre las autoridades israelíes y entre los soldados que realizaron la operación de rescate, haciendo hincapié en cuatro personajes clave: Wilfried Böse (Daniel Brühl) y Brigitte Kuhlmann (Rosamund Pike), por parte de los revolucionarios, y Shimon Peres (Eddie Marsan) y Yitzhak Rabin (Lior Ashkenazi), Ministro de Defensa y Primer Ministro laboristas israelíes, respectivamente. A diferencia de las tres anteriores reconstrucciones cinematográficas de los hechos, Victory at Entebbe (1976), Raid on Entebbe (1977) y Operation Thunderbolt (1977), el film del brasileño narra las nuevas ideas que surgen en el seno de la organización revolucionaria, las posibilidades que se abren y las que se cierran y la necesidad de encontrar aliados y converger en una estrategia tras el fracaso de la RAF, el arresto de sus líderes y la dudosa muerte en la cárcel de Ulrike Meinhof. La necesidad que tenían los fundadores de Revolutionäre Zellen de generar una situación internacional en solidaridad con la guerrilla palestina tiene su contrapeso en las decisiones políticas de los principales líderes laboristas de la época, Rabin y Peres, el primero inclinado a romper con la política de no negociar con terroristas y el segundo a favor de un plan de rescate. Aunque basado en hechos reales, el opus de Padilha construye algunas escenas de ficción y realiza una fuerte y arriesgada decisión en términos conceptuales respecto de la danza como metáfora artística sobre los sucesos acontecidos, creando a través de la mimesis coreográfica una visión poética sobre el asunto, cuya circunspección se superpone a la gravedad del relato. La danza crea aquí una mirada cultural, que sobrepasa la acción para analizar la historia de Israel, sus mitos, sus conflictos, la visión que los ciudadanos israelíes tienen de sí mismos y los enfoques que el mundo les devuelve como sociedad, Estado y Nación. La danza apela así al entregarse completamente a las corrientes del movimiento hasta la destrucción propia en términos simbólicos para procesar el dolor y la angustia de todos los protagonistas del evento, incluidos los rehenes, remitiendo a la necesidad de todos los países, no solo de Israel, de buscar la paz con sus vecinos ante la imposibilidad de vivir en guerra permanente. Con excelentes actuaciones de todo el elenco, un gran guión humanista de Gregory Burke, una gran fotografía que indaga en la psicología de los personajes a cargo de Lula Carvalho, regular colaborador de Padilha en todas sus obras, y una gran composición estruendosa y estremecedora por parte de Rodrigo Amarante, Rescate en Entebbe logra sopesar un acontecimiento histórico problemático sin tomar partido, buscando entender a todos los protagonistas, pero sin justificarlos ni condenarlos, en un intento por encontrar los lugares de contacto para buscar la paz en lugar de hacer la guerra.
El plan para salvar a los civiles Rescate en Entebbe (Entebbe, 2018) es una película dramática coproducida entre Reino Unido y Estados Unidos. Está dirigida por el portugués José Padilha, productor de la serie Narcos, y escrita por Gregory Burke. El reparto incluye a Rosamund Pike (Amy Dunne en Gone Girl), Daniel Bruhl (Niki Lauda en Rush), Nonso Anozie, Eddie Marsan, Denis Ménochet (Daniel en María Magdalena), Ben Schnetzer (Max en La ladrona de libros), Juan Pablo Raba, entre otros. Es el cuarto filme que dramatiza lo que ocurrió en junio/julio de 1976 en Entebbe, Uganda. A fines de junio de ese año, dos palestinos, junto a los alemanes de izquierda radical Brigitte Kuhlmann (Pike) y Wilfried Bose (Bruhl), tomaron un avión de aerolínea francesa en pleno vuelo. Éste se dirigía de Tel Aviv a París, pero los secuestradores ordenaron que se desviase a una terminal abandonada ubicada en el aeropuerto de Entebbe, donde se encontraba el presidente de Uganda Idi Amin (Anozie), que apoyaba a las fuerzas pro palestinas. Ni bien se enteran del acto terrorista, los políticos de Israel discutirán cómo proceder para salvar a los 248 pasajeros y 12 tripulantes. Después de tener más de un largometraje basado en estos hechos, uno se pregunta qué aporta una cuarta producción basada sobre lo mismo, en la que algunos hechos ni siquiera están retratados como realmente fueron. Se pueden tomar concesiones para que el relato sea más emocionante, sin embargo aquí el director y guionista tomaron la decisión más errónea: tratar de humanizar en cada escena a los raptores alemanes. Para esto se recurre a mostrarlos tristes por lo que están haciendo, exclamando que ellos no desean matar a las víctimas ya que son humanitarios. Toda la culpa recae entonces en el Frente Popular para la Liberación de Palestina, lo que no resulta creíble teniendo en cuenta que en la realidad Kuhlmann y Bose fundaron el grupo terrorista “Células Revolucionarias”. Por otro lado algunos sucesos están bien representados y mantienen atento al espectador, tales como la escala que realizan en Libia para cargar combustible, donde una mujer finge tener un aborto, la división de rehenes de acuerdo a si eran israelíes o judíos o la decisión del comandante del vuelo. No obstante la película en un comienzo se enfoca en mostrarnos diversos escenarios, donde se aclara en qué lugar están ocurriendo pero son tantos que a uno se le olvidan. Teniendo en cuenta su título, uno lo que más espera es el rescate por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel. Este tarda muchísimo en llegar gracias a las diversas escenas con mucho guion que hacen perder un poco el interés. Cuando sucede, no es para nada como se esperaba que fuera: ocurre en poquísimo tiempo y aparte ni el montaje ni la música ayudan. La misión para liberar a los civiles no combina ni un poco con una danza teatral en la que participa la novia de uno de los soldados israelíes. Ese tipo de subtramas, como también la de una relación entre Kuhlmann y un compañero que no participa en el suceso, sólo consiguen que el relato pierda su eje. Rescate en Entebbe tiene una moraleja importante sobre la necesidad de la comunicación para llegar a un acuerdo, sin embargo el mensaje no llega a tener la contundencia que debería, lo que hará que la cinta sólo sea recordada como “otra película más sobre lo que pasó en Uganda”.
El discurso antes que el cine. La historia que narra Rescate en Entebbe (7 Days in Entebbe, 2018) es apasionante. Su contenido dramático es tan impactante que muy poco tiempo después de que ocurrieran los hechos que en la película se narra, ya había un telefilm y dos largometrajes que lo registraban. Primero la película hecha para TV Victory at Entebbe (1976) y luego producción más ambiciosa Raid on Entebbe (1977) con un elenco internacional y Operation Thunderbolt (1977) película hecha en Israel. Años más tarde Fuerza Delta ( The Delta Force, 1986) se inspiraba sin decirlo en algunos detalles de estos eventos y lateralmente en El último rey de Escocia (The Last King of Scotland, 2006), biopic sobre Idi Amin, toma como parte de su trama los eventos ocurridos en Uganda. ¿Qué fue lo que ocurrió en la Operación Entebbe? El 27 de junio del año 1976 un avión de Air France con doscientos cuarenta y ocho pasajero fue secuestrado por terroristas palestinos y aliados y desviado al aeropuerto de Entebbe, cerca de la capital de Uganda, Kampala. Aunque la historia es muy conocida para las personas que vivieron en aquellos años, es posible que para las nuevas generaciones sea un misterio, por lo cual no adelantaremos aquí elementos de la trama. Lo que sí es importante decir, es que la cercanía de los hechos narrados en los primeros films que se hicieron, no permitieron tener a su disposición el material que por entonces era confidencial acerca de la Operación Thunderbolt que popularmente se conoce como Operación Entebbe. Esta nueva información en nada afecta a la nueva película, que no resulta más interesante ni más atrapante que las tres versiones ya mencionadas. El primero de los títulos en aparecer fue el telefilm Victory at Entebbe, estrenado en 1976, a cinco meses de que ocurrieran los eventos que el film narra. Se eligió filmarlo en videotape lo que le da la estética de especial de televisión más que de un film. Todo el trabajo de puesta en escena es muy simple y donde Victory at Entebbe marca la diferencia es en su elenco, lleno de estrellas: Helmut Berger, Linda Blair, Kirk Douglas, Richard Dreyfuss, Helen Hayes, Burt Lancaster, Elizabeth Taylor y Anthony Hopkins entre los más importantes. El director fue el experimentado director de televisión Marvin J. Chomsky, pero una vez más, se trata más de un especial de televisión que de un telefilm, reforzado esto por decorados sencillos de estudio, incluyendo el exterior del aeropuerto de Entebbe, cuyo aspecto es el de los decorados televisivos de la década del cincuenta. Algunas historias secundarias fueron cortadas en funciones posteriores de la película y por la elección de actores y construcción de escenas, da la sensación de que se intentó pensar el film como una variable basada en hechos reales del género de cine catástrofe de la saga de Aeropuerto. Un mes después se estrenó otro film muy distinto, con una calidad cinematográfica indiscutible, a punto tal que se estrenó en cines en algunos países aunque fue concebida para televisión en Estados Unidos. Raid en Entebbe (1977) tenía un director de cine como responsable, nada menos que Irving Kershner. Y el elenco también era espectacular: Charles Bronson, Peter Finch, Yaphet Kotto, Martin Balsam, Horst Buchholz, John Saxon, Jack Warden, Sylvia Sidney, Robert Loggia, Eddie Constantine, James Woods. La película es muy buena en las escenas de acción, es emocionante, potente y sigue siendo el mejor de los títulos que se hicieron sobre el rescate. Sirve tanto en la reconstrucción histórica como en el entretenimiento cinematográfico, sin descuidar los conflictos de los personajes, tanto de los héroes como de los villanos. La perla de la película es Yaphet Kotto intepretando a Idi Amin, presidente de Uganda, personaje clave en la historia. Sylvida Sidney en el papel de Dora Bloch también tiene un espacio destacado, tal vez un poco mayor que en las otras películas, aunque en Victory at Entebbe también sigue al personaje hasta el final. Fuerza Delta, una versión en clave de puro cine de acción de otra crisis de la crisis de los rehenes de 1985 a la que le agregó elementos del rescate en Entebbe, protagonizada por Chuck Norris, Lee Marvin y Martin Balsam era parte de un elenco multiestelar. Todo en Operación Thunderbolt (Mivtsa Yonatan es el título original) se ve más auténtico que en los otros films, posiblemente por la casi ausencia de rostros conocidos y por una intencional búsqueda de elementos de carácter documental. Se podría decir que su falta de eficiencia en la puesta en escena le juega más a favor que en contra porque se ve menos parecido a una ficción. El hallazgo más grande, sin embargo, es resignar las reuniones del gobierno israelí por tomas documentales de los verdaderos políticos entrando a dicha reunión. La película, producida por la fuerza aérea de Israel y por el gobierno, sin duda es la más poderosa en su homenaje a los que rescataron a los rehenes, la escena final es muy emocionante. En 1978 recibió una nominación al Oscar a mejor película extranjera. Rescate en Entebbe (2018) dirigida por José Padihla, el director de la discutible Tropa de elite y la insulsa remake de Robocop es guiado por un guión que intenta darle más espacio y humanidad a los terroristas. Esta decisión, lejos de volver a la historia más compleja, la hace más aburrida, en particular porque no logra jamás que esos personajes nos resultan interesantes o entendibles. Está claro que al haber pasado más de cuarenta años del hecho, la película no considera suficiente los hechos desde el punto de vista de víctimas y rescatistas, que en muchos aspectos lo que busca es reflexionar sobre el conflicto en Medio oriente y la ausencia de una solución a la vista. Reflexiona sobre hechos de hace cuarenta y dos años sabiendo lo que pasó después y esto no la vuelve más sabia, sino más limitada e incluso deshonesta. Las obviedades de los diálogos se cruzan con toda una línea de la película que es una gran coreografía de danza moderna que funciona como alegoría de los temas tratados y, mérito de quienes hicieron la película, es capaz de bajar línea con la misma obviedad de los diálogos, aun sin usarlos (mientras bailan, claro). Llegar a esta remake de una historia tan interesante, para convertirla en una película con tan poca gracia es una pena. Quedan los films mencionados que, sin llegar ninguno a ser una obra maestra, al menos respiran la urgencia y el riesgo de haber sido hechos cuando la Operación Entebbe era un hecho reciente.
El 27 de junio de 1976, un vuelo de Air France partió desde Tel Aviv sin que ninguna de las 248 personas a bordo supiera que entrarían en la historia. El avión fue secuestrado por cuatro individuos –tres hombres y una mujer– que ordenaron aterrizar la nave en Entebbe, Uganda, con la idea de cambiar rehenes por presos palestinos. Conviene no dar muchos detalles de lo que ocurrió después. Primero, porque la información está disponible en Internet, ya que el hecho marcó una bisagra en la seguridad aeroportuaria y en la forma de encarar negociaciones con secuestradores de las grandes potencias. Pero además porque Rescate en Entebbe –traducción local del menos revelador Entebbe– apuesta a crear suspenso alrededor de ese desenlace. Que lo logre o no, esa es la cuestión. El film del brasileño José Padhila (Tropa de élite) se divide en dos grandes bloques articulados a través de un montaje paralelo. Por un lado, el secuestro, las vivencias previas del grupo encabezado por Wilfried Böse (Daniel Brühl) y Brigitte Kuhlmann (Rosamund Pike) y la tensión creciente con los rehenes a medida que avanzan los días. Del otro, la cocina de una respuesta dentro del núcleo del gobierno israelí, con voces a favor de negociar y otras de la mano dura y la represalia. El problema con todas esas vertientes es que falta un hilo que las una. Padilha había dirigido la remake de Robocop con pulso y ritmo, algo que aquí se ve a cuentagotas en las escenas de acción. Sucede que el film está más cerca de la adustez de las biopic que suelen ganar Oscar que de la tensión de un thriller, como si se tratara de un documental histórico con la recreación como centro. Una película que, para colmo, cierra con una placa sobre la importancia del diálogo para la paz, pero que le interesa más escuchar a los israelíes que a los terroristas y ugandeses.
En 1976, un grupo comando formado por palestinos y alemanes secuestró un avión de Air France que había partido de Tel Aviv con rumbo a París, y lo desvió al aeropuerto de Entebbe, Uganda, para intercambiar a los 258 rehenes por cinco decenas de palestinos presos en cárceles israelíes, más cinco millones de dólares. El episodio dio lugar a un par de recordadas películas para televisión, pero esta Rescate en Entebbe no es una remake, sino una nueva versión basada en un libro de Saul David, que se jacta de contener información que no había sido revelada anteriormente. La temática no es ajena al brasileño José Padilha, que antes de hacerse famoso por Tropa de Elite había dirigido el documental Omnibus 174, sobre una toma de rehenes en un colectivo en Río de Janeiro. Aquí divide la narración en múltiples puntos de vista, y consigue imbricarlos con la suficiente pericia como para que el suspenso no se pierda jamás. Ese clima de tensión y la música de Rodrigo Amarante disimulan la abundancia de diálogos pueriles y repetitivos. Por un lado está fascinante la trama política, con las internas entre el primer ministro Ytzhak Rabin y su ministro de Defensa, Shimon Peres. Por otro, la toma en sí, con el vínculo entre rehenes y captores, y el pasado de los terroristas, con flashbacks que están entre los puntos más flojos de la película. Tampoco aportan demasiado las escenas de la vida personal de un soldado israelí que participará del rescate. Pero tienen como fin introducir, en la secuencia final, un montaje paralelo que le da a Rescate en Entebbe un cierre épico, acorde con la epopeya narrada.
Uno de los rescates de un avión secuestrado más sorprendentes de la historia, adaptado a un telefilm dirigido por Irvin Kershner en 1977, se convierte ahora en una película con poca tensión y demasiadas explicaciones. José Padilha ( Tropa de élite) parece haber renegado del thriller y apuntado a una reflexión política, pero se queda a medio camino. En busca de un equilibrio ideológico para un tema complejo, el punto de vista termina un tanto diluido al dividirse entre demasiados personajes (los alemanes militantes de izquierda que participan del secuestro, interpretados por los siempre correctos Daniel Brühl y Rosamund Pike; los palestinos, el gobierno israelí, los rehenes). Aunque valioso, el exceso de información atenta contra el suspenso.
Rescate en Entebbe, de José Padilha Por Jorge Bernárdez En 1976 y en el marco de una situación que podríamos caracterizar como conflictiva -la humanidad siempre está metida en algo así, piensen que en el Paraíso era pocos y un hermano terminó matando a otro-, un avión con pasajeros de origen israelí fue secuestrado y obligado a bajar en Uganda. La situación lo tenía todo, secuestradores terroristas europeos que apoyaban la causa palestina, Idi Amin el dictador sanguinario y estrafalario de la época, una nación que no negocia con terroristas y antecedentes más o menos cercanos cómo los de Munich en 1972. La liberación de aquellos rehenes por parte de un comando del ejercito israelí fue una de las noticias de aquel año. Dos años después llegó a los cines con un elenco de estrellas una película dirigida por Irvin Kershner que celebraba aquella operación militar con Charles Bronson encabezando aquel reparto. El tiempo ha pasado, la humanidad sigue a los tiros particularmente en algunas zonas del planeta y el cine vuelve sobre aquella historia con una película que acá se titula como aquella de 1978 -pero que en realidad se llama “Siete días en Entebbe”- y que por supuesto no tiene el tono triunfal de aquella. El centro de la escena no está ocupado esta vez por las cabezas militares de aquel rescate, sino en un la pareja de secuestradores que comanda el operativo. Dos alemanes, uno editor de libros revolucionarios interpretado por Daniel Bruhll y una activista cuya hermana era miembro de Baader Meinhof, la conocida agrupación autora de diferentes atentados interpretada por Rosamund Pike, comandan el grupo que secuestra el avión, secundados por dos palestinos comprometidos de lleno con la lucha, que por otra parte no terminan de entender qué hacen esos dos europeos abandonando su vida de comodidades para meterse en una lucha que no les debería importar. Rescate en Entebbe es una película correcta, que gana mucho cuando abandona a los rehenes y a los secuestradores para narrar los entretelones políticos de la decisión del Estado Israelí al momento de armar el comando que va a entrar a sangre y fuego en Uganda para liberar a los ciudadanos secuestrados. Cuando se concentra en la trama política, el director José Padillha (RoboCop, Tropa de elite, Ônibus 174), patina con algunos momentos pretenciosos, que no se entiende demasiado que tienen que ver con la trama de la película. Cine político de baja intensidad, algo de reflexión forzada y una película que tanto Brühl y Pike tratan de cargarse al hombro, aunque claro, no alcanza. RESCATE EN ENTEBBE 7 Days in Entebbe. Reino Unido/Estados Unidos, 2018. Dirección: José Padilha. Guión: Gregory Burke. Intérpretes: Daniel Brühl, Rosamund Pike, Eddie Marsan, Ben Schnetzer, Nonso Anozie, Mark Ivanir, Juan Pablo Raba, Denis Ménochet, Kamil Lemieszewski, Brontis Jodorowsky. Producción: Michelle Wright, Kate Solomon, Ron Halpern, Eric Fellner, Liza Chasin y Tim Bevan. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 107 minutos.
El secuestro de un avión de Air France por cuatro terroristas, dos palestinos de Frente de Liberación Palestina y dos alemanes del movimiento Baader Meinhot, ocurrido en l976, que terminó con 102 rehenes en la Uganda de Idi Amin, (en parte liberados y el resto rescatado por el ejercito israelí) ya fue visto en cine y en televisión. Volver a ese acontecimiento, con dirección de José Padilha (serie “Narcos”), con guión de Gregory Burke, requería al menos una mirada distinta sobre ese confuso episodio que implicó tantas nacionalidades y complejidades. Por la elección de actores y metraje de personajes se centraron en los terroristas alemanes (Daniel Bruhl y Rosamund Pike), como en el juego de poder de egos, de Shimon Peres (Eddie Marsan) y Yitzhak Rabin (Lior Ashkenazi). En ninguno de esos contrapuntos se nota una verdadera profundización de los acontecimientos. Ni en las dudas de la pareja de terroristas, que intentan ser humanos mientras apuntan con sus armas a los rehenes y separan, aunque a regañadientes, a israelíes de otras nacionalidades porque no quieren parecer nazis. Ni el comportamiento de los dirigentes israelíes enzarzados en posiciones unívocas con reflexiones poco creíbles. Sobre los palestinos solo una mirada rasante, lo mismo que los rehenes y ni hablar del comando de rescate, ni de los ciudadanos que se negaron a irse aunque fueron liberados, por solidaridad con el resto. Cada uno de esos aspectos valía una profundización de la que toda la película carece y por querer quedar bien con todos, resulta anodina y poco real. Quizás por eso las escenas del ballet del talentoso Ohad Naharin, con el Batsheva Dance tienen más dramatismo que algunas escenas tan rápidamente jugadas. Se mantiene la tensión en el relato, pero sin llegar a buen puerto.
Con Daniel Brühl en el protagónico y el brasileño Jose Padilha (Tropa de Elite, El Mecanismo) en la dirección, este thriller de acción se basa en el secuestro del vuelo Israel París, en los setenta, y su misión de rescate. A diferencia de otros films de Padilha, una puesta poco inspirada y un ritmo que atenta contra la tensión claustrofóbica que se busca, llevan a un resultado irregular.
Acción, tensión y vértigo en "Rescate en Entebbe" El filme del brasileño Jose Padilha recrea el secuestro y rescate de un grupo de israelíes en la Uganda de Idi Amin 27 de junio de 1976. Un avión de Air France con 248 pasajeros, la mayoría israelíes, es secuestrado por terroristas y simpatizantes de la causa palestina, tomando rumbo a Entebbe, en Uganda. Los extremistas mantuvieron durante siete días a los rehenes en un sector inutilizado del aeropuerto, hasta que Israel aprobó una peligrosa misión de rescate, que posteriormente fue calificada como la misión mejor ejecutada de la historia. El director Jose Padilha, responsable de películas como Tropa de Élite o la nueva versión de RoboCop, recrea con precisión y ritmo un hecho histórico en los convulsionados años setenta. El realizador nos introduce en la intimidad del grupo terrorista haciendo base en dos personajes: Wilfried Böse (Daniel Brühl) y Brigitte Kuhlmann (Rosamund Pike), alemanes de una organización de izquierda armada. Y tiene como premisa la planificación del rescate por parte de los israelíes con las discusiones y dudas de Shimon Peres (Eddie Marsan) y Yitzhak Rabin (Lior Ashkenazi). Play De esta forma, la narración navega entre "los dos bandos" intentando no caer en el maniqueísmo (con la peligrosa consecuencia de justificar por momentos las razones de los terroristas y presentarlos como idealistas incomprendidos). Hay también un relato paralelo que sigue a la novia de uno de los soldados involucrados en la misión, una historia que sirve para descomprimir y a la vez cargar de tintes dramáticos el inteligente guión. Desde la puesta, Padilha elige acertadamente un estilo documental, con cámara en mano, seguimiento de personajes y un montaje vertiginoso, fusionado con algunas escenas de danza (que en un osado y anticlimático recurso) funciona como alegoría del momento que se intenta recrear. El filme funciona como un thriller con toques de acción, momentos de tensión realmente logrados, sin la crudeza de otros trabajos del brasileño, con precisión, calidad artística, políticamente incorrecta, pero con mucha humanidad.
Y LLEGARÁ LA PAZ… La reconstrucción de un hecho histórico bastante mal llevado. El brasileño José Padilha nos tiene bastante acostumbrados a las historias dramáticas de súper acción, muchas veces, inspiradas en hechos reales. El responsable de “Tropa de Élite” (Tropa de Elite, 2007) y series como “Narcos” y “El Mecanismo” (O Mecanismo), también tiene sus pifies –“RoboCop” (2014)-, y podemos afirmar que “Rescate en Entebbe” (Entebbe, 2018) se queda por el camino y desaprovecha unas cuantas oportunidades. La llamada “Operación Trueno”, el rescate de unos 105 pasajeros y tripulantes (de un total de 260) del vuelo 139 de Air France procedente de Tel Aviv, no duró más de 53 minutos, pero Padilha no logra transmitir la tensión y el dramatismo de estos momentos, sobre todo de un hecho que fue llevado a la pantalla en varias oportunidades, muchas veces con mejores resultados. El realizador pierde una posibilidad única de jugar con la narración y el ritmo de su relato, más si nos ponemos a pensar en historias similares como “Vuelo 93” (United 93, 2006) de Paul Greengrass y el “Munich” (2005) de Steven Spielberg, o hasta algunos episodios de “24”. En cambio, elige contar el hecho día adía, y concentrarse en dos de los perpetradores del secuestro: los alemanes Brigitte Kuhlmann (Rosamund Pike) y Wilfried Böse (Daniel Brühl), dos “idealistas” revolucionarios que deciden sumarse a la causa del Frente Popular para la Liberación de Palestina que, desde hace varios años, venía realizando este tipo de atentados con la intención de que el estado de Israel libere a sus presos de la cárcel. El otro punto de vista que nos muestra Padilha es del gobierno israelí, acostumbrado a lidiar con estos acontecimientos (no olvidemos que cuatro años antes ocurrió la masacre de los Juegos Olímpicos de Múnich), pero para nada dispuesto a negociar con los terroristas. Lo importante es no poner en riesgo la vida de los rehenes, ni iniciar un incidente internacional con Uganda, territorio donde se produjo el aterrizaje a la espera de las negociaciones, obviamente, con el visto bueno de su presidente Idi Amin, uno de los líderes políticos más detestables que conoció la historia. Pero vayamos a los hechos: el 27 de junio de 1976, un Airbus A300 de Air France que viajaba de Tel Aviv a París, fue secuestrado en pleno vuelo tras una escala en Atenas. Dos palestinos y dos alemanes tomaron el control y desviaron el avión, primero hacia Bengasi (Libia), y más tarde, el día 28, arribaron al aeropuerto de Entebbe en Uganda, escala final para llevar a cabo las negociaciones y la liberación (o asesinato) de rehenes. Como acto de “buena voluntad”, los secuestradores y Amin resolvieron liberar a los pasajeros no judíos, mientras la tripulación y el resto de los detenidos permanecían hacinados en las peores condiciones a la espera de una solución no violenta. Con el correr de los días, y el plazo llegando a su fin, la tensión se hace sentir entre los diferentes grupos de perpetradores, y en las oficinas del Primer Ministro israelí Yitzhak Rabin (Lior Ashkenazi), que debe tomar la decisión de llevar a cabo esta operación encubierta, un poco por presión de Shimon Peres (Eddie Marsan), y otro tanto por los familiares de las víctimas. “Rescate en Entebbe” (Entebbe, 2018) va y viene en el tiempo, más que nada, para “justificar” el accionar y los ideales flojitos de papeles de Kuhlmann y Böse que, como todo revolucionario de manual, no tienen ni la menor idea de en qué lío se están metiendo. Por algún motivo, Padilha intenta que nos pongamos de su lado y empaticemos con su causa, y jamás se enfoca en las verdaderas víctimas del hecho, más allá de algún pasajero aislado o el simpático piloto que imparte sabiduría. Ok, es un punto de vista tan aceptable como cualquier otro, pero todo está tan fragmentado y mal llevado, que resulta imposible entender sus verdaderas intenciones. Los rehenes terminan siendo números y moneda de cambio narrativas, ya que del otro lado de la historia el realizador nos muestra reuniones gubernamentales y militares, decisiones importantes y la visión de un joven soldado que marcha a la misión con la esperanza de volver a los brazos de su novia bailarina. Acá, Padilha mete una metáfora sobre la libertad (de ahí la canción “Echad Mi Yodea”) tan agarrada de los pelos que termina desequilibrando definitivamente la historia, aunque estos momentos “abstractos” sean los más interesantes del conjunto. Existen infinidad de maneras de contar un hecho, pero Padilha no encuentra el tono adecuado cuando se trata de la “Operación Trueno”. Por un lado, no quiere tomar partido en esta eterna contienda política entre Israel y Palestina (una paz que, más de cuarenta años después, sigue siendo esquiva), pero tampoco parece condenar los actos terroristas del pasado. No se habla de los pormenores, no se le da lugar a las víctimas ni las represalias ugandesas; ni siquiera se molesta en narrar la historia en idioma original porque, al parecer, los alemanes si hablan en alemán entre ellos, y los franceses en francés, pero cuando el gabinete israelí se llama a sesión o los terroristas palestinos organizan sus causas, lo hacer en inglés para que todos podamos entenderlos (¿?). Estas decisiones, como tantas otras, son inentendibles. Y lo peor llega al final, cuando la misión en sí dura apenas segundos en pantalla, sin despliegue, ni acción, lo contrario a lo que se esperaría del realizador. Suponemos que no quiso dramatizar los hechos más de la cuenta, ni exagerarlos, pero alguien tiene que avisarle que esto se trata de ficción (lo contrario de un documental), y el público espera cierta tensión y emociones fuertes a la hora de semejante rescate. A diferencia de los sobrevivientes del vuelo 139, no hay mucho para rescatar (valga la redundancia) de “Rescate en Entebbe”, una película bastante vacía que no ayuda como documento histórico o reflexión sociopolítica, mucho menos como thriller. LO MEJOR: - Alguna metáfora que trata de deslizar. - Recordar que estos hechos ocurrieron. LO PEOR: - La falta de tensión. - La falta de compromiso con la historia y el desdén por las víctimas reales. - Nadie quiere empatizar con terroristas, mucho menos si son alemanes (¿?).
Hay varias películas sobre la operación antiterrorista más impresionante del siglo XX, el rescate de un centenar de rehenes judíos llevados a Uganda por terroristas palestinos y alemanes. Ese intenso, dramático y violento incidente es uno de esos hechos históricos que, en principio, no podría originar un mal film. Pero lo puede. José Padilha, el de "Tropa de élite", se las arregla para desaprovechar por completo el asunto. La nueva versión del episodio de 1977 empieza bien, con las escenas del temible secuestro del avión de Air France primero desviado a Libia y luego a Uganda. Pero pronto la película se detiene en diálogos que intentan humanizar a los terroristas, especialmente a la pareja de secuestradores alemanes que no tienen nada que hacer en medio del conflicto palestino-israelí. Estos y otros detalles del guión van eliminando toda tensión y suspenso propios del episodio verídidico, convertido aquí en un asunto discursivo y aburrido. El colmo es dedicarle apenas unos minutos al rescate en sí mismo, para peor intercalado con obvias coreografías de danza moderna israelí metidas en el argumento a la fuerza. Lo único que logra esta nueva "Rescate en Entebbe" es dar ganas de volver a ver la excelente película que dirigió Irvin Kershner en 1977 con grandes actores como Peter Finch y Martin Balsam.
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Rescate en Entebbe está basada en un hecho real, relata los sucesos ocurridos en 1976 cuando dos palestinos y dos alemanes, miembros del Frente Popular para la Liberación Palestina, toman un avión de Air France que se dirigía de Tel Aviv a París. Los terroristas fuerzan el aterrizaje del avión en un viejo aeropuerto de Uganda y secuestran a todos los pasajeros. La finalidad del ataque consiste en extorsionar al gobierno de Israel para que libere a prisioneros palestinos. Entonces, por un lado asistimos a lo que pasa en el viejo aeropuerto con los terroristas y, por el otro, vemos como el primer ministro y el ministro de defensa de Israel planean afrontar el ataque. La película nos introduce la historia a través de los dos alemanes protagonizados por Daniel Brühl y por Rosamund Pike. El atentado se narra con un recuento de los días a modo de diario hasta el momento del rescate. Está intercalado con flashbacks que permiten conocer a los personajes de Brühl y Pike, de este modo podemos entender cómo terminaron ahí, cuáles son sus convicciones, qué ponen en riesgo para realizar la misión y a qué son fieles. Estas personas se autodenominan humanitarios, están a favor de la libertad ante todo y son antinazis, el recuerdo de esa época pesa bastante en ellos. Por este motivo resulta interesante la paradoja que establecen al introducirse en una situación en la cual se ponen en comparación constante con los regímenes del nazismo que tanto odian. Sin embargo, en el transcurso del secuestro comienzan a darse cuenta que, en cierta medida, fueron usados ya que no eran partícipes de todo el plan. También notan que, por más de que estén a favor de la causa (hasta el punto de arriesgar su vida por ella), sus mismos compañeros de lucha los ven como externos al conflicto de su país. A lo largo de la película se va trabajando un paralelismo entre una danza contemporánea con la coreografía de los militares a través de un soldado, participe de la misión de rescate, y su novia, que es bailarina. Éste es uno de los puntos más débiles de la película. Si bien el paralelismo podría resultar visualmente atractivo, y es verdad que ambas disciplinas tienen más de un punto en común, en esta oportunidad resulta bastante forzado. Es un recurso de por sí poco novedoso y en vez de aportar matices a la historia principal resulta ser anticlimático y una distracción. Podría decirse que el mensaje que subyace en Rescate en Entebbe parece ser la necesidad de diálogo que necesita existir en un conflicto ante el cual los Israelíes no están dispuestos a negociar. Es el primer ministro de Israel quien, en repetidas ocasiones, toma esta posición ante el ministro de defensa. Sin embargo, al final cede y el contraataque es la respuesta. A pesar de esto, el film no logra causar demasiadas impresiones en el espectador, más allá de dar a conocer los hechos que son impactantes y movilizadores en sí pero, esto no se traslada a la película.
Secuestro idealista. José Padilha, el afamado director de las películas de Tropa de Élite, está a cargo de esta producción que relata el secuestro con posterior toma de rehenes que se produjo en 1976 cuando un grupo de terroristas tomara el mando del vuelo 139 de Aire France que unía Tel Aviv con París. Daniel Brühl, Rosamund Pike y Eddie Marsan son los brillantes protagonistas de esta historia que fue definida como la misión de rescate más audaz de la historia. “Dos alemanes secuestrando a un contingente de judíos. Reflexiona sobre esa premisa unos segundos”. Si bien hay que adentrarse bastante en esta historia para encontrarse con esa frase pronunciada por uno de los protagonistas, Rescate en Entebbe trata exactamente sobre eso. A mediados de 1976 un grupo de extremistas revolucionarios liderados por los alemanes Brigitte Kuhlmann (Pike) y Wilfried Böse (Brühl) tomó el control, a punta de pistola, de un avión comercial que partió de Tel Aviv con rumbo a París pero que terminó en la ciudad de Entebbe, Uganda. Impulsados por un irrefrenable odio hacia la nación israelí y las injusticias que, según ellos, su gobierno venía cometiendo hacia Palestina, los comandados por Kuhlmann y Böse no solo consiguieron que el avión de Air France terminara en el aeropuerto de Entebbe sino que solo necesitaron de algunos días para tomar contacto con las autoridades de Israel a las que amenazaron con empezar a asesinar rehenes si no cumplían con sus demandas de liberación de los líderes políticos palestinos apresados en Tel Aviv. Desde el punto de vista histórico, la película se presenta como un documento muy fiel del caso en particular que retrata sin descuidar la situación política global que actúa como contexto. Incluso para alguien ajeno al conflicto palestino-israelí o para quien no estuviera al tanto de sus alternativas en los setenta, la obra de José Padilha consigue incluir toda la información necesaria al mismo tiempo que nos introduce en las vidas de los futuros secuestradores del avión. Su origen alemán (ajeno territorialmente a Palestina o Israel), sus convicciones políticas (afines con las de los enemigos de Estados Unidos y el pueblo judío) y sus motivaciones personales son todos elementos fundamentales y desconocidos para la historia que se avecina, más de dominio público. Establecidos estos puntos, lo que sigue, la toma del avión y el posterior secuestro de la tripulación, son momentos que responden más a esa faceta documental de la película así como las escenas que vemos en simultáneo donde los principales líderes políticos de Israel, el Primer Ministro incluido, delinean un plan de acción para lidiar con una situación que, conforme pasan las horas, va adquiriendo cada vez más el cariz de crisis internacional. El análisis político, en términos de ir tocando todas las campanas involucradas y sus decisiones casi en tiempo real, se incluye entre los mayores aciertos de la película. Ahora bien, si el eslogan de venta de la película tiene algo que ver con lo dicho en el primer párrafo sobre “la misión de rescate más audaz de la historia”, por lo menos deberíamos hablar de exageraciones. Si bien la conclusión de este episodio de secuestro tiene tintes extraordinarios, estos responden a un ámbito más bien militar y político desde la toma de decisiones. En la práctica, la situación es resuelta en forma bastante sencilla y las conclusiones que se pueden extraer de esos momentos de máxima tensión tienen que ver con la frialdad con que la película los aborda si tenemos en cuenta que los protagonistas del siniestro no son los “típicos terroristas” sino un grupo de revolucionarios autoproclamados que, a pesar de los actos de violencia que protagonizan, tienen un costado benevolente, humanitario e idealista. El desarrollo de la historia se compadece con esto, por eso los personajes se vuelven inmediatamente interesantes para la audiencia, pero su “mensaje” final o la resolución de sus peripecias no se condicen con esos precedentes. Rescate en Entebbe inicia como una versión algo más seria y política de Argo para paulatinamente ir acercándose a lo que ofrece la abrumadora mayoría de las películas que abordan rescates o misiones militares de este estilo.
El secuestro de un avión de Air France el 27 de junio de 1976, fue una noticia de alto impacto en su tiempo. El vuelo fue desviado de su ruta y descendió en Entebbe, cerca de Kampala, en Uganda. Los terroristas, un mix entre europeos y palestinos, tomaron control de la situación y mantuvieron 248 pasajeros en la aeronave, a la espera de dinero y liberación de presos políticos. Luego, ya en tierra, se produjo una liberación parcial de rehenes y una toma de varios días, que implicó mucha discusión política en todos los estados intervinientes. Recordemos que había pasajeros de diferentes nacionalidades y eso, sumado al lugar donde el vuelo descendió, generó que hubiera una fuerte crisis sobre cómo intervenir, siendo que varios actores institucionales estaban afectados por la acción. Hay que decir que hoy en día, tales operaciones son muy difíciles de realizar, en parte porque lo que sucedió en ese intento de rescate, definió estrategias nuevas para intervenir en este tipo de situaciones. Estados Unidos tomó nota de ello y el entrenamiento de fuerzas especiales para la intervención en ese tipo de secuestros, se volvió La historia que nos presenta "Rescate en Entebbe", ya fue abordada por el cine y la televisión al poco tiempo de producido el hecho. Algunos de esos films fueron aceptables ("Raid en Entebbe" -1977, es el mejor), y cuando ya creíamos que el tema había sido dejado de lado como foco de interés, José Padhila ("Tropa de elite", "Robocop"), decide tomar el hecho y tratar de dar una visión diferente de lo sucedido, en una interpretación, cuando menos, confusa. Aquí tenemos a nuestra pareja de alemanes comprometidos con la causa, Wilfried Böse (Daniel Brühl) y Brigitte Kuhlmann (Rosamund Pike), quienes eligen dejar la comodidad de sus vidas burguesas para militar en serio por un mundo distinto. Padhila estructura su relato en dos espacios, que se integran a través de una comunicación paralela. Quiere estar en muchos lugares a la vez, en una clara intención de enriquecer el análisis de la trama, pero desperdicia su mayor talento: la construcción de la tensión física. Ese es el fuerte del brasileño y aquí no se siente su poder creador. Veremos algo de las vivencias previas de los secuestradores y luego, ya en el campo, tendremos el foco también en la cuestión política deriva de la crisis, con el gobierno israelí y el ugandés, debatiendo internamente cómo enfrentar la cuestión. Se sabe que no eran carmelitas descalzas. Si llama la atención ver cómo se resolvían algunas cuestiones en esos tiempos, lejos de los drones y cámaras a miles kilómetros de distancia con las que se opera militarmente hoy en día. Y encima, estaban en una Africa bastante convulsionada. Las construcciones de los intérpretes son adecuadas, aunque sin demasiado brillo (y ya saben que Pike es cosa seria, siempre) y los rubros técnicos, son los esperables en una producción de este tipo. El guión, supuestamente incorpora material inédito sobre la toma, de Saúl David, pero yo no percibí demasiado a lo que conocía, más que nada por conocer las cintas que trabajaron el tema. Creo que el problema principal de "Rescate en Entebbe" es que queda a mitad de camino entre un thriller político y un drama violento. Propone una construcción de escenario con muchas voces y no logra captar el interés pleno del espectador, ya que busca problematizar la empatía y eso, genera una sensación contradictoria en la construcción de tensión. Padhila es un gran director y se luce cuando la violencia cobra forma, pero eso no sucederá hasta el final y el recorrido es largo y no siempre se lo percibe con la intensidad esperable. "Rescate en Entebbe" vuelve sobre un tema que puede volverse a mirar, con otros ojos, desde esta sociedad actual. El resultado quizás no sea del todo logrado, pero si no conocés mucho del incidente, es probable que el tema dispare tu interés.
El tema que aborda Rescate en Entebbe es complejo y cualquier posición que la película tome, o cualquier punto de vista que asuma, conllevará, necesariamente, una polémica. Sin embargo, dejar claro de qué lado se está nunca es algo que esté mal. Lo que está mal es que se pretenda una supuesta objetividad (siempre mentirosa) con un tema que requiere mucho compromiso y responsabilidad histórica. La película dirigida por el brasileño José Padilha (Tropa de élite) trata sobre el secuestro en 1976 del vuelo 139 de Air France, que se dirigía de Tel Aviv a París, y de la misión de rescate decidida por el gobierno de Israel. El filme se explaya con un aceptable manejo del suspenso en esos días de junio en Entebbe, Uganda, lugar donde los secuestradores obligaron a aterrizar el avión con el objetivo de cambiar rehenes por presos palestinos. José Padilha tuvo la oportunidad de darles voz a los palestinos, pero todo el tiempo evade tal responsabilidad, la soslaya, y el trato que les da es siempre superficial, secundario, como si no le importara demasiado sus opiniones, sus motivos, sus razones. La película minimiza la participación de los palestinos, y por momentos hasta los ridiculiza, como cuando uno de los rehenes le dice a un secuestrador que un ingeniero vale más que 50 revolucionarios. Padilha solamente se limita a poner el foco en dos de los cuatro secuestradores: el personaje interpretado por Daniel Brühl y el encarnado por Rosamund Pike, la única mujer del grupo de revolucionarios. Y si bien los muestra esencialmente buenos, el detalle de que sean alemanes y no palestinos no es para nada menor, y sirve como un indicador más de la posición del filme. Por supuesto, Rescate en Entebbe está técnicamente bien lograda. El uso de la música es destacable por cómo funciona en la trama, por cómo se inmiscuye en la historia para que la tensión sea más vibrante; la fotografía con ese toque vintage es prolija y hace que todo se vea bien; la edición tiene ritmo (aunque haya momentos en que el relato se centre en las dubitaciones de los hombres de la política de Israel, cuando no saben si atacar o negociar); y las actuaciones son correctas. Pero el problema es el punto de vista de la película, al que se podría considerar como un tanto irresponsable. Basta ya de aprobar películas mentirosas, que se pretenden objetivas, de mirada aséptica, portadoras de la verdad y que no hacen más que tergiversar los hechos. Creer que la ética no importa en el cine es no tener en cuenta las enseñanzas que nos ha dado en sus más de 100 años de historia.
Una particularidad que tuvo en el cine el caso del avión secuestrado por terroristas palestinos y europeos en Entebbe, en 1976, es que a fines de esa década brindó varias películas con figuras legendarias de Hollywood. Victoria en Entebbe, estrenada meses después de los hechos reales, reunió a Anthony Hopkins con Kirk Douglas, Burt Lancaster y Elizabeth Taylor. El mismo año Raid on Entebbe también recreó esta historia con Charles Bronson, Robert Loggia y Martin Balsam. Sin embargo, la mejor versión hasta la fecha la brindó Menahem Golan, el creador de la mítica productora Cannon, con Operación Thunderbolt (1977), que presentó la recreación más exacta de la operación de rescate de las fuerzas especiales de Israel. El propio Golan luego en los ´80 realizó el clásico con Chuck Norris y Lee Marvin, Fuerza Delta, inspirada en este caso, con una propuesta centrada en el entretenimiento. Por ese motivo, ante tantos antecedentes populares, no termina de quedar en claro cuál fue el interés del director brasileño José Padilha (Tropa de Elite, Robocop) en revisitar el caso de Entebbe con este film que tiene un tratamiento cuestionable de los hechos. De todas las producciones que trabajaron esta temática, la obra de Padilha es la única que manifiesta una clara simpatía hacia los terroristas. En esta particular interpretación de la historia se percibe una marcada intención por humanizar a los criminales como si fueran jóvenes idealistas que peleaban por un mundo mejor. Rosemund Pike y Daniel Brühl interpretan a dos de los terroristas europeos más peligrosos de los años ´70 que no tenían reparos en matar gente inocente para manifestar sus ideas políticas extremas. De hecho, el secuestro del avión que organizaron tenía la función de exigir la liberación de otros terroristas que estaban presos por cometer crímenes y atentados contra la población civil. Es decir, no eran precisamente hippies pacifistas. Sin embargo, en la curiosa visión del director la compasión está puesta en los asesinos y por ese motivo el enfoque del conflicto resulta un poco chocante. Este perfil con el que se aborda la trama sobresale especialmente en el rol de Brühl, quien compone a un criminal con conciencia social, que todo el tiempo busca justificar sus actos. Luego hacia el final Padilha presenta una pretenciosa y ridícula secuencia de montaje donde el rescate de los rehenes se intercala con una escena de danza contemporánea que no tiene el menor sentido y arruina por completo la tensión de ese momento. Rescate en Entebbe no deja de ser un ejemplo de revisionismo torpe que no conduce a nada, más que ofrecer un film monótono y olvidable. A quienes les interesen estos temas les recomiendo buscar la miniserie de Olivier Assayas, Carlos, basada en la historia del criminal Ilich Ramírez, que retrata con mayor madurez y precisión el rol del terrorismo en el caótico mundo político de los años ´70.
ESTÁTICA DISCURSIVIDAD Con un puñado de series y películas, el brasileño José Padilha ha conquistado una gran dosis de consenso entre buena parte del público y la crítica, lo cual es un tanto difícil de justificar: las dos partes de Tropa de elite y la serie El mecanismo, por citar algunos ejemplos, son creaciones atravesadas por una torpe discursividad, donde todo se explica, la bajada de línea política es absolutamente superficial y hasta intervienen decisiones narrativas que rozan el miserabilismo. En cuanto a la remake de RoboCop, aparece como un híbrido dentro de su filmografía, una película definitivamente pretenciosa pero inofensiva, en la que se nota demasiado que el director se vio condicionado por los mandatos (y temores) de los ejecutivos hollywoodenses. Rescate en Entebbe es una nueva confirmación de la incapacidad de Padilha para construir un discurso político que sea contundente y a la vez sutil. En este caso, basándose en los eventos reales de 1976 alrededor del secuestro de un avión de Air France que iba rumbo a Tel Aviv, perpetrado por el Frente Popular para la Liberación de Palestina y las Células Revolucionarias. El avión fue desviado al aeropuerto de Entebbe –en la Uganda en ese entonces gobernada por el dictador Idi Amin-, con los pasajeros mantenidos como rehenes durante una semana mientras se llevaba a cabo una tensa negociación entre los terroristas y el gobierno israelí, hasta que todo culminó con un famoso operativo de salvamento realizado de urgencia por el ejército israelí. Esos siete días donde todo parecía a punto de estallar, con el nerviosismo escalando en todas las partes involucradas –que eran, definitivamente, más de dos-, son retratados por el film no solo con bastante ingenuidad política, sino también con escasa complejidad formal. La película alterna entre dos puntos de vista elementales, condicionados en buena medida por los espacios que ocupan: por un lado, los secuestradores –particularmente los alemanes Brigitte Kuhlmann y Wilfried Böse, interpretados por Rosamund Pike y Daniel Brühl, respectivamente-, llevando a cabo con éxito el secuestro del avión y luego aguardando por los resultados de las negociaciones en el aeropuerto; y por otro, las cabezas del gobierno israelí, con especial énfasis en el Primer Ministro Yitzhak Rabin (Lior Ashkenazi) y el Ministro de Defensa Shimon Peres (Eddie Marsan), quienes desde las oficinas gubernamentales se debatían entre negociar con los palestinos y armar una operación relámpago, con los costos que cada una de las opciones implicaba. Pero lo que podía ser apasionante, a partir de todo lo que se ponía en juego en un contexto sociopolítico de gran inestabilidad, termina siendo extremadamente parsimonioso y hasta aburrido: el relato está atravesado por un gran estatismo, con varias mesetas narrativas y signos de parálisis que muestran indecisiones profundas en la edición para el seguimiento apropiado de los acontecimientos. Vale la comparación, por caso, con los primeros minutos de Munich, de Steven Spielberg, o la reciente 6 days, dos films también basados en tomas de rehenes ocurridas durante los setenta que aprovechan al máximo las oportunidades que brinda el montaje paralelo para la creación de tensión desde lo espacial. Quizás la clave pase por la mirada definitivamente occidental que tiene Rescate en Entebbe, que por algo se interesa más que nada por los dilemas éticos y morales que enfrentan los personajes de Pike y Brühl. En esos dos personajes es donde el film consigue algo –solo un poco- de profundidad, a partir de cómo interpela el accionar de los simpatizantes europeos de la causa palestina, aseverando (no muy sutilmente) que nunca se comprometieron a fondo porque tenían poco y nada para perder, y solo estaban impulsados por la típica culpa burguesa. Aún así, en los minutos finales entra en un nivel de trazo grueso alarmante, cuya máxima expresión es una conversación telefónica imaginaria que tiene Pike con un compañero de lucha que roza lo risible. En cuanto a las visiones de palestinos e israelíes, la película no aporta nada sustancial, porque lo que se impone es un tono sentencioso y cómodamente distanciado, que nunca llega a trabajar de manera sustancial las motivaciones que impulsaban a los distintos bandos. A la hora del estallido, cuando todas las cartas quedan sobre la mesa y surge una pequeña chance de que el movimiento aporte algo de complejidad aunque sea desde la violencia de los hechos, Rescate en Entebbe vuelve a recurrir a la discursividad banal y las metáforas superficiales. Así, el film desperdicia su última oportunidad de generar interés sobre un suceso que reflejó características de una época que aún hoy tienen continuidad. Una vez más, el cine de Padilha, detrás de sus manierismos visuales y bajadas de línea biempensantes, muestra una carencia absoluta de ideas consistentes sobre el mundo y sus dinámicas.
Hablemos del ejército israelí, la fuerza militar mas eficiente del siglo XX. No poseen recursos inagotables ni armas de última tecnología como los yanquis, sino que se trata de una fuerza militar relativamente pequeña, altamente entrenada y extremadamente sagaz. Lo mismo podemos decir del Mossad, el servicio de inteligencia israelí que era capaz de rastrear y cazar a enemigos del estado y criminales de guerra nazi en cualquier parte del globo. Trabajando en conjunto, el ejército y el Mossad han dado a luz operaciones militares de magnitud épica como la Guerra de los 6 Días, en donde Israel estuvo a punto de ser reducido a cenizas por una masiva coalición militar de países árabes, la cual fue desbaratada con un preventivo raid relámpago que resulta digno de admiración. Después, discutir el tema de sus políticas nacionales – plagadas de decisiones polémicas – es harina de otro costal. Esa eficiencia militar a ultranza – que mezcla pragmatismo y bastantes dosis de amoralidad – ya la había plasmado Steven Spielberg en Munich, con el grupo comando que lideraba Eric Bana y que rastreaba toda Europa para dar con los terroristas que habían asesinado al equipo deportivo israelí en las olimpiadas de Munich en 1972. Pero, entre todas esas victorias y persecuciones que le dieron al ejército israelí un aura de implacable, quizás la mas legendaria sea la del rescate de un vuelo secuestrado en 1976 por terroristas palestinos y alemanes, el cual fue desviado hacia el aeropuerto de Entebbe en la república africana de Uganda, y que culminó con un operativo silencioso, veloz y certero que apenas dejó un puñado de muertos cuando los resultados esperados hablaban de una posible masacre. Si el rescate en Entebbe fue una muestra formidable de pericia militar y osadía – debiendo mandar decenas de tropas en una misión clandestina, volando bajo el radar sobre el espacio aéreo de un montón de países enemigos, incursionando a medianoche en un país extranjero para hacer una extracción masiva de decenas de civiles y salir pitando luego de eliminar a los terroristas -, 7 Días en Entebbe es un vehículo mediocre para intentar retratar todos los matices de semejante operativo y de todas las circunstancias previas que terminaron en el secuestro del vuelo de Air France en Julio de 1977 – el telefilme Raid en Entebbe de 1978 parece ser mas certero y excitante, y eso que fue rodado a menos de un año de que ocurrieran los hechos reales -. Hay buenos actores en el cast, y hay un intento de tridimensionalizar a los terroristas – en especial a los dos alemanes que participaron, interpretados por Daniel Bruhl y Rosamund Pike -, pero se distrae con tonteriís y no pone el acento en los aspectos mas peculiares de la situación. El director José Padilha (Tropa de Elite, la nueva Robocop) sabe crear tensión y rodar acción, pero debe lidiar con un guión estúpido que insiste en enfatizar la participación de un soldado israelí en el operativo, el cual no sólo no es interesante como persona sino que tiene una novia bailarina que se la pasa trabajando en un musical experimental. El libreto insiste en poner paralelos entre el musical y el secuestro / rescate, pero distrae y termina matando la adrenalina de las escenas. Por otra parte las secuencias del gobierno israelí – debatiendo si se tira al agua con un rescate militar en condiciones extremas – aburre porque los actores parecen mas interesados en calcar los tics de los personajes reales de la época (Itzak Rabin, Shimon Peres) que en exudar dramatismo. Pero quizás el mayor pecado de Rescate en Entebbe es relegar a un tercer plano al dictador africano Idi Amin Dada. En su momento su locura sanguinaria era legendaria, y si el tipo se prestó para que los palestinos aterrizaran en su país con el vuelo secuestrado, nunca queda demasiado claro cuáles fueron sus motivos o su protagonismo mas allá de buscar prensa. El tipo aparece amenazando a los rehenes pero, a la vez, posa para los documentales negociando la liberación de puñados de pasajeros como símbolo de buena voluntad. Sin Dada el secuestro nunca hubiera sido posible – ¿a dónde se habrían ido los terroristas con el avión secuestrado sin ser expulsados? -, y acá queda reducido al papel de personaje pintoresco cuando el tipo era una fuerza de la naturaleza, un demente tan delirante como peligroso cuyas atrocidades fueron memorables. Entre la música intrusiva, un Idi Amin desnatado y una burocracia gubernamental mas sosa de lo que debería, Rescate en Entebbe termina siendo un vehículo muy tibio para lo que fue una operación de rescate formidable y súper arriesgada. Habrá que revolver los viejos VHS e intentar encontrar el viejo filme con Peter Finch y Charles Bronson, el cual puede estar mucho mejor cocinado – y mas sazonado – que esta chatura que te deja sabor a poco en la boca.