Muchas veces la traza del neoliberalismo sobre los cuerpos es difícil de advertir. Los números de despidos, caída del empleo global y del poder de compra de los salarios, en el largo período liberal conservador, terminan perdidos en los papers académicos y disimulados en los análisis económicos de los organismos internacionales. El cine francés ha tenido interesantes hitos sobre este tema. Recursos humanos y El empleo del tiempo de Laurent Cantet; Rosetta y Dos días, una noche de los hermanos Dardenne, o incluso la más reciente serie “Recursos inhumanos” con el protagónico del ex futbolista Eric Cantoná, son algunas de las más conocidas de estas producciones. La cita no es casual, el eje de Retiros (in)voluntarios son los casos de suicidios entre los trabajadores que fueron sometidos a diferentes formas de acoso laboral y despidos encubiertos producidos por la empresa France Telecom entre los años 2007 y 2011. Sandra Gugliotta, partiendo del libro “La privatización de los cuerpos” de Damian Pierbattisti, propone una película viaje en el tiempo y el espacio. Los recorridos son una manera de tejer una trama más que de encadenar relatos. Esa es una de las fortalezas de la película. Si comienza dando cuenta uno de los muchos suicidios de estos trabajadores de France Telecom en Francia, afirma que el germen original de esta película se funda en la experiencia personal a partir de la depresión que sufrió su propio padre, en la Argentina menemista, cuando fue despedido de su trabajo y despojado de su identidad como trabajador. Esa relación no solo sirve para comprender las políticas corporativas a nivel global, sino para aprehender el daño concreto, y muchas veces irreversible, que esas decisiones financieras tuvieron en la vida de las personas. Lo personal es político, como siempre. La película avanza sobre aquello que las cifras no cuentan: el impacto en los cuerpos y las subjetividades de las políticas agresivas de esas grandes empresas, en un tiempo del que el mundo salió con una enorme concentración del capital y la riqueza. No fue sin una destrucción de las identidades, de las pertenencias comunitarias y del sentido de lo colectivo, que se produjo globalmente ese proceso. Los suicidios de los trabajadores y ex trabajadores de France Telecom fueron noticia en el país durante un largo período. Recién en diciembre de 2019 la justicia dictó un fallo contra la empresa, aunque ahora está en proceso de apelación. En Argentina, donde Gugliotta también analiza a la luz de esta lógica los despidos luego de la privatización de Entel, ningún tribunal consideró que hubiera en las decisiones de la corporación una práctica sistemática que destruyó psíquica y moralmente a los trabajadores. Mientras tanto, cientos de miles de trabajadores perdieron sus empleos y la mayoría de ellos no pudo reinsertarse de modo sostenido en un camino laboral que reparase esa herida. La película de Gugliotta pone el ojo en muchos de ellos y logra dar cuenta de algo que las cifras jamás expresan. La de la angustia, el dolor, el abandono y la pérdida de toda contención familiar o comunitaria. Las vidas que para muchos dejaron de importar. Como tampoco parecen importar sus muertes. RETIROS (IN)VOLUNTARIOS Retiros (in)voluntarios. Argentina, 2020. Dirección: Sandra Gugliotta. Guión: Sandra Gugliotta y Miguel Zeballos. Edición: Juan Loustaunau. Fotografía: Carole Sainsard, Armin Marchesini Weihmüller y Juan Aguirre. Sonido: Joel Nacud. Música: Pono Graziola. Producción: Silvia Lamas, Sandra Gugliotta, Walter Tiepelmann, Alejandra Marano y Mario Durrieu. Duración: 85 minutos.
EN EL NOMBRE DEL PADRE La película de Gugliotta me afecta en dos sentidos. El primero como trabajador, ya que que soy telefónico (mi padre también lo era) desde hace 39 años, tantos como de activista sindical tengo. Por eso no solo conozco los hechos que relata sino que fui uno entre miles que los protagonizamos. Como crítico de cine puedo decir que la película/documental de Sandra Gugliotta realiza una pesquisa en Francia tratando de vincular una serie de suicidios de trabajadores/as telefónicos con el proceso de privatización iniciado en 2006 de France Telecom en su paso a la actual Orange, un proceso que deja miles de trabajadores con muchos años de antigüedad sin empleo y sin un peso (no fueron indemnizados) y con pocas o nulas posibilidades de reinsertarse en el mercado laboral. Gugliotta realiza entrevistas a diferentes trabajadores, trabajadoras y familias que fueron profundamente afectadas por una política de acoso laboral que trataba a través de distintos métodos psicológicos conquistar militarmente la renuncia de 22.000 trabajadores sin otorgarle indemnización y lograr así un proceso de “reestructuraciónexitosa” como parte del proceso privatizador.(1) La parte francesa es un 60% del film, indicando que ese modus operandi de France Telecom tuvo su aprendizaje en nuestro proceso privatizador iniciado a principios de la década de los noventa durante el gobierno de Carlos Menem, quien comienza la enajenación de Entel, resistida por miles de trabajadores y trabajadoras telefónicas encuadrados en FOETRA, y que tuvo como consecuencia la asignación de la misma a dos prestadoras, una al sur de la avenida Rivadavia a cargo de Telefónica de España y su socio local Techint y la otra al norte de dicha avenida con la Stet Italiana, France Telecom y su socio local SADE (Perez Companc). Tanto la Stet como la France eran en ese momento propiedad del estado de cada país mencionado. Entre 16.000 y 20.000 trabajadores y trabajadoras fueron desvinculados mediante los mal llamados “retiros voluntarios” (de ahí que el “in” del título puesto entre paréntesis es sumamente apropiado) impulsados desde el cuartel general de cado uno de los directores de RRHH (uno es retratado en el film) de cada una de las empresas que mostraban las bondades de las sumas que se ofrecían por encima de una indemnización normal (financiada por préstamos internacionales ad hoc) y que para muchos era la única salida ya que los ex Entel eran (eramos) estigmatizados con los peores adjetivos que un trabajador pudiera tolerar. Este proceso (no debidamente estudiado) dejó como consecuencia trabajadoras y trabajadores con depresión, falta de autoestima, enfermedades psicosomáticas y a veces llegando al suicidio. Por eso la militancia gremial que se oponía a estas formas de proceder de las empresas las emparentaba con un genocidio laboral, esa misma militancia que en el año 1997 le quitaría en elecciones la conducción del gremio al oficialismo menemista que desde 1993 era un verdadero apéndice de los designios de las empresas y una agencia negociadora de esos retiros (in)voluntarios . Y acá llegamos al verdadero corazón del documental ya que entre esos trabajadores “retirados” que pone delante de la cámara esta el mismo padre de la directora, quien solo tiene unos segundos del film y no puede emitir palabra cuando su hija le pregunta por lo que vivió. La película tiene en su centro el dolor de una familia cuando un integrante pierde su futuro por cuestiones laborales. Eso que vivió la directora en su propia casa es lo que le permite tratar con mucha sensibilidad a todos los entrevistados, dejando la explicación a su propia voz en modo off y retratando a los entrevistados más por sus silencios, sus pausas y sus miradas que por sus relatos intervenidos por la angustia y el dolor, siendo el resultado algo muy parecido a la imagen de una fractura expuesta. Este es, en definitiva, un documental necesario que debería tener una segunda parte que muestre cómo los trabajadores aquí y allá del Atlántico se deshicieron de sus conducciones entreguistas y recuperaron los gremios para los trabajadores. En Francia fueron los gremios los que, a fines del año pasado, llevaron a juicio a toda la conducción de France Telecom. En Argentina desde 1997 se detuvieron los despidos masivos y la presión para aceptar los mal llamados retiros voluntarios. Quizás esta segunda parte no sea del interés de la directora; quizás este crítico y activista pueda fundirse para impulsar esa otra parte de la historia. Pero ese sería otro relato…. Estos primeros días del festival de cine MDQ vienen presentando algunas películas que transitan por los pasillos más oscuros de nuestra historia reciente. Retiros (in)voluntarios se suma a Esquirlas y las mil y una, que recomiendo sin dudarlo.
El 2 de julio de 2008 un hombre de 53 años llamado Jean-Michel fue arrollado por un tren en Saint-Lyé, un pueblo de 3.000 habitantes ubicado al este de Francia. Nadie supo bien si fue un suicidio o un accidente, aunque la mayoría de la gente que lo conoció lo atribuyó a una depresión amorosa que tenía. Sin embargo, en realidad estaba relacionado con su trabajo en la empresa France Telecom. Y tanto él, como otros, no encontraron una salida al abuso laboral que sufrieron. Libremente inspirada en «La privatización de los cuerpos» de Damián Pierbattisti, «Retiros (in)voluntarios» es un documental que busca generar un paralelismo entre lo ocurrido en Francia hace algunos años con la privatización de ENTEL en Argentina en la década del ‘90. En ambos casos, los trabajadores tuvieron que soportar cambios en su trabajo cotidiano, no tener asignadas tareas y una serie de mecanismos por parte de las empresas y sus empleadores para que los mismos dejen su puesto sin la necesidad de despedirlos. A través de distintos testimonios, tanto de franceses como de argentinos, la directora va hilando las diferentes historias para presentar un contexto mayor. Lo que comienza como algo aislado termina relacionándose con una gran cantidad de casos similares que desembocaron en suicidios. Es así como accedemos a entrevistas con familiares, víctimas del mismo abuso que lograron salir del sistema, abogados y delegados. Muchas de ellas son desgarradoras y podemos sentir la emoción, el dolor y la impotencia de cada uno mediante sus palabras y sus gestos. Por momentos, Gugliotta decide filmar únicamente sus caras, preparadas para comenzar a hablar, que en varias oportunidades dicen mucho más que sus diálogos. Se nota que hubo un importante trabajo de producción y de investigación, no solo por el viaje a Francia, sino por la calidad de las entrevistas y de los entrevistados, personas que de primera mano podían atestiguar lo sucedido en ambos casos. Pero también esta historia global se relaciona con la propia vida de la directora, ya que su padre fue una de las víctimas de los retiros voluntarios de Argentina, y que, a pesar de no llegar a una solución tan extrema, vivió varios años con secuelas. Es así, como por momentos la película se vuelve más personal e íntima. En síntesis, «Retiros (in)voluntarios» es un documental que logra realizar un paralelismo entre casos franceses y argentinos para mostrarnos las consecuencias del abuso laboral y cómo muchas empresas tratan a sus trabajadores. Con una puesta más convencional, una gran cantidad de testimonios valiosos y un buen trabajo de producción, la directora consigue emocionarnos e indignarnos por igual.
Retiros (in)voluntarios es un documental que trata un tema interesante pero lo hace con esa mala costumbre de la voz en off amateur y el poner en primer persona la historia para blindarse frente a cualquier opinión crítica. La directora Sandra Gugliotta combina el tremendo caso de los empleados de Telecom Francia, cuya alto número de suicidios entre los empleados terminó en un juicio a los directivos. La realizadora arma su tesis en base a que la libertad de mercado, Estados Unidos, los avances tecnológicos y el fin de una deplorable empresa estatal caen en la misma bolsa que los maltratos laborales, los mecanismos siniestros de las empresas y los suicidios de los empleados. Nada indica que todo sea lo mismo, salvo en la simplificación de la realizadora. Un tema que no parecía ser discutible se vuelve polémico porque la directora se enamora de su propia voz y su mirada del mundo. Tener un material tan rico y convertirlo en esto es simplemente hacer un cine mediocre que poco favor le hace a quienes se supone quiere rescatar.
Historias de neoliberalismo Sandra Gugliotta (La toma, Arrebato) toma una historia personal en este documental de denuncia donde muestra el lado oculto de las políticas neoliberales: los daños psicológicos que causan depresión y hasta suicidios en los trabajadores damnificados. Una investigación exhaustiva como si se tratara de un riguroso policial, atando cabos y sacando conclusiones, demuestra un accionar sistemático y perverso de las empresas para provocar los retiros “voluntarios” sin necesidad de echar a sus empleados y tener que lidiar con un “conflicto sindical”. La historia comienza con una ola de suicidios en Francia. La información es difusa y a simple vista parecen adjudicarse a problemas emocionales de los fallecidos. Pero basta tirar de la cuerda para descubrir que la mayoría eran empleados de France Telecom, la compañía de telecomunicaciones que decidió reestructurar su planta e “invitar” al retiro a sus empleados. Pero no se trata de una negociación en condiciones dignas: la empresa opta por activar un plan de denigración psicológica en sus trabajadores, que ataca su autoestima, relaciones sociales y familiares y que llegó a humillaciones tales que provocaron hasta la muerte en muchos casos. Los testimonios impactan por la brutalidad de lo narrado: Cambio constante de puestos de trabajo, aislamiento físico de sus compañeros, tareas inútiles o sobrecarga de actividades, conjugaron un organizado hostigamiento psicológico de los empleadores con el fin de deshacerse -de la peor manera- de su personal. La tortura emocional produjo infinidad de historias tan trágicas como increíbles que escuchamos a lo largo y ancho de este documental. Sandra Gugliotta parte de la historia de su padre, ex empleado de Entel que recibió un trato similar ante la privatización de la empresa. De esta forma traza un paralelo entre el modus operandi de la empresa de telecomunicaciones en Francia y Argentina, para ir de lo particular a lo general, y exponer un accionar inhumano que trasciende fronteras. Una película sorprendente por las anécdotas retratadas y por la impunidad legal de las empresas para llevar a cabo sus operaciones, con material de archivo que se presenta en el momento indicado para llegar a las peores conclusiones imaginadas.
Lo personal se vuelve dolor global El documental explora la trágica historia reciente de un grupo de trabajadores franceses En la rutina del trabajo es fácil, casi esperable, que la rutina haga olvidar o dar por sentado ciertas conductas fundamentales. Entre ellas, muchas tienen que ver con relacionar la actividad laboral con la identidad personal. Somos lo que hacemos y entonces, ¿qué sucede cuando ya no se nos permite hacer aquello que nos define? Una de las trágicas respuestas posibles es la que retrata este documental dirigido por la realizadora argentina Sandra Gugliotta. En él, a través de entrevistas con exempleados de Telecom Francia, víctimas de la política laboral que buscaba eliminar 22.000 puestos de trabajo de la empresa, la directora establece puntos de contacto, inspirada por el libro La privatización de los cuerpos del Damián Pierbattisti, con el plan implementado por la compañía en la Argentina y con la historia de su propia familia. En las charlas con sus entrevistados, Gugliotta que también oficia de narradora, decide incluir una pregunta que suele quedar fuera de cámara y que aquí permite reflexionar sobre el modo en que se define y elabora la propia identidad “¿Cómo debería presentarla?”, le pregunta a una socióloga experta en relaciones de trabajo y lo mismo hace con el hijo de uno de los sesenta empleados de la empresa estatal francesa que se suicidaron entre 2007 y 2010. Obligados a identificarse para el documental, el desconcierto de algunos que siguen presentándose como parte de la organización que los descartó subraya, con sutileza, el daño emocional con el que aún cargan.
Sandra Gugliotta vuelve a la dirección cinematográfica luego de un parate de seis años con una película ubicada en las antípodas de la anterior, ese thriller psicológico tan correcto como impersonal que fue Arrebato. En Retiros (in)voluntarios ensaya una mezcla entre tópicos del subgénero “documentales del yo” y el fresco sociopolítico indagando en la faceta humana detrás de una particular ola de suicidios ocurrida en Francia a fines de la década pasada, situación similar a la vivida en la Argentina en la primera mitad de los ’90. ¿El factor común entre las víctimas? Antecedentes laborales en una empresa telefónica, hasta que una privatización las dejó sin trabajo. El disparador es la muerte de un hombre de 53 años bajo las ruedas de un tren en un pequeño pueblo del este de Francia y las dudas posteriores sobre si fue un accidente o un suicidio. La directora tira de la punta de ese ovillo y, hablando con los vecinos y desconocidos, descubre que hasta no hace mucho tiempo había sido empleado de France Telecom, empresa reconocida por, entre otras cosas, haber implementado un método de reducción laboral por el cual, en lugar de echar empleados, los humillaban y ninguneaban hasta que, quebrados psicológicamente, renunciaban. Toda esta situación es narrada durante la primera mitad del metraje. La segunda transcurre en otro espacio y lugar: la Argentina de principios de los ’90, donde aquella empresa, luego de su desembarco en medio de la ola privatizadora, se deshizo de miles de empleados (entre ellos el papá de Gugliotta) de la vieja ENTEL con métodos similares, generando suicidios y depresiones entre esas víctimas que en su mayoría no pudieron reinsertarse en el circuito laboral. Los despedidos o retirados fueron miles, pero a Gugliotta le interesa menos indagar en esos procesos políticos y económicos –las imágenes de archivo de Domingo Cavallo vanagloriándose en la privatizaciones dicen todo lo que hay decir sobre el tema– que en las huellas que dejaron en quienes los padecieron. Huellas psicológicas, físicas y hasta espirituales, en tanto el laboral es también un ámbito de pertenencia. Los testimonios de aquellos hombres despojados de sus trabajos, en muchos casos luego de décadas de servicio, son desgarradores, aunque la directora es cuidadosa con ellos y respetuosa con el espectador: apenas bastan algunas frases, algunos gestos, para dar cuenta del daño que produce pensar a los empleados como prestadores de servicios fácilmente desechables.
Los une el espanto pero también el amor: Retiros (in)voluntarios, de Sandra Gugliotta, y Adiós a la memoria, de Nicolás Prividera (ambos parte de la programación del 35º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata), son dos documentales argentinos que bucean en algunas zonas incómodas de nuestra historia reciente desde las experiencias de los padres de sus realizadores. Gugliotta (realizadora de uno de los cortos que conformaron la primera y ya mítica edición de Historias breves, así como de algunos largometrajes de ficción) aborda en Retiros (in)voluntarios los dramas derivados de la perversa política empresarial de France Telecom y sus alcances en nuestro país. Se trata de un documental de tono periodístico, en torno a la cadena de suicidios y trágicos episodios provocados por los “retiros voluntarios” que sucedieron a la privatización de la empresa, con testimonios de ex trabajadores, familiares y personas afectadas o vinculadas al tema. La voz en off de Gugliotta –por momentos un poco cerrada– va guiando una suerte de investigación mientras se recorren sitios de Francia y Argentina (incluyendo Rosario) donde fueron quedando huellas de las inhumanas tácticas de la poderosa compañía. Se agradece que la directora no haya buscado recrear dramáticamente esas dolorosas historias ni subrayar detalles: le bastó con detener ocasionalmente la cámara ante los rostros pensativos y en silencio, sabiendo que sólo escuchar las terribles maneras con las que algunos trabajadores decidieron quitarse la vida, o las referencias a las crueles estrategias empresariales (el uso habitual de un “vocabulario de guerra”, por ejemplo, como advierte alguien), son suficientes para concientizar a los espectadores. Acercándose a su segunda mitad, Retiros (in) voluntarios crece en interés porque irrumpen la historia del padre de Gugliotta y los oscuros trazos de la Argentina menemista. En Adiós a la memoria, en tanto, el documentalista y ensayista Nicolás Prividera piensa en voz alta sobre el pasado y el presente de su padre y de la Argentina, valiéndose de filmaciones caseras, notas garabateadas en viejos cuadernos, diversos archivos audiovisuales (incluyendo fragmentos de películas como Casablanca), citas varias (desfilan Gramsci, Bacon, Benjamin, Ranciere y otros) y un torrente de reflexiones disparadas por su historia familiar (su madre fue secuestrada y desaparecida en 1976) y por la enfermedad actual de su progenitor, vinculada –angustiosa y precisamente– a la pérdida de la memoria. A diferencia del clima de apasionante pesquisa de M (2007) y de la calculada estructura de Tierra de los padres (2011), Adiós a la memoria (si bien plantea dudas y preguntas con recursos parecidos a los utilizados en su debut documental) se propone como un ensayo confesional nutrido de cavilaciones y material audiovisual variopinto, con más sinceridad que nostalgia, atravesado por ráfagas de enojo aunque también de afecto. “Siempre es otro el que nos mira desde el pasado” dice el realizador al examinar antiguas fotos y filmaciones, en las que se mezclan cariñosos juegos del pequeño Nicolás con su padre, e incluso una graciosa película de terror amateur, hasta imágenes imprecisas de ciudades conocidas o recorridas (Buenos Aires, Mar del Plata, París), como si Prividera encontrara en la belleza algo turbia de esas texturas inestables la mejor manera de expresar el torbellino de sus pensamientos. El conjunto aparece dividido en siete capítulos y un epílogo, la primera persona se alterna con la tercera y el desahogo combina lo íntimo con lo general, que se ligan muchas veces favorablemente (la anécdota de cuando el padre compró y luego rompió cierta revista, por ejemplo, o la fotografía escolar con el significativo dato del año en que fue tomada). En un momento, el realizador menciona salas de cine porteñas que ya no existen exponiendo lo que hay actualmente en esos sitios (idea similar a la de Wolf-Muñoz con los teatros y emisoras de radio de antaño en Yo no sé qué me han hecho tus ojos); en otro, acompaña un sensato señalamiento sobre el discurso neoliberal (“allí siempre desaparecen las luchas y lo colectivo”) mostrando gente durmiendo en las calles bajo la lluvia. Cuando dice que “casi no hay registros de la dictadura” parece olvidar algunos documentos valiosos rescatados en películas como Nietos (2004, Benjamín Ávila), y al comentar cómo surgió el concepto de “clase media” en la Italia de los años ’40, se pone fugazmente didáctico. Su trabajo gana cuando provoca con declaraciones polémicas (algo que, sin dudas, a Prividera le atrae), cuando pone sobre la mesa cuestiones incómodas (la militancia por la “anti política”, el rol de los medios), cuando nos hace pensar sobre la potencia de las imágenes para soslayar el olvido, o cuando su verborragia –franca, preocupada, nunca pedante– cede ante sensibles registros de su padre en la actualidad, sentado ante un piano o intentando recordar a quien tanto amó.
En Saint-Lyé, una población al noroeste de la campiña francesa, el 2 de julio de 2008 a las cinco y media de la tarde, un hombre de 53 años llamado Jean-Michel fue arrollado por un tren. ¿Accidente o suicidio? Esta será la punta del iceberg que toma Sandra Gugliotta (que vuelve al terreno del documental después de su trabajo en “La Toma” (2013) y directora de “Las vidas posibles” , “Un día de suerte” o “Arrebato” con Pablo Echarri, Leticia Brédice y Mónica Antonópulos) para comenzar a trazar un doble recorrido. El caso de Jean-Michel es la punta del ovillo para el inicio de una investigación que irá reconstruyendo los hechos que conducen, directamente, a graves problemas laborales, los que tendrán conexión directa con la historia del padre de Gugliotta y su situación laboral en pleno menemismo, época de reestructuración del Estado, privatizaciones y desmantelamiento del aparato fabril nacional. Sólo por mencionar dos ejemplos dentro de la filmografía francesa, Laurent Cantet desde sus “Recursos Humanos” o “El empleo del tiempo” ha podido comenzar a plantear en la pantalla, la voracidad con la que las empresas se transforman en una verdadera picadora de carne, en la que sus empleados quedan atrapados como un objeto más dentro del proceso de industrialización. Objeto, que es impiadosamente descartado según la conveniencia de los empresarios, demoliendo psicológicamente la psiquis de aquellos que sostienen sobre su puesto de trabajo: “un trabajo es para toda la vida”. Otro gran director, Stéphane Brizé a través de “El precio de un hombre – La loi du marché” o “La guerra silenciosa” usa su cine como un fuerte instrumento de denuncia frente a la manipulación que ejercen las corporaciones –e indirectamente el Estado apoyándolas con artilugios legales- sobre los derechos laborales. Sus trabajos dejan expuestos el abuso de poder, la presión y el maltrato psicológico que se ejerce sobre el capital humano que debe mantenerse sumiso ante la imperiosa necesidad de contar con su puesto de trabajo. “RETIROS (IN)VOLUNTARIOS” comienza a poner el ojo sobre el fenómeno de la placarización donde el empleado se convierte en un mueble más de la empresa, incluso con estrictas órdenes por parte de las esferas gerenciales de que el resto de los compañeros no le dirijan ni siquiera la palabra o no compartan, por ejemplo, los espacios comunes como el comedor o la cafetería, empujándolo al aislamiento absoluto que representa una tortura psicológica extrema. Así un primer caso conecta con otro, y otro más, hasta descubrir una alarmante cantidad de suicidios dentro de la firma France Telecom, quienes ocupaban cargos importantes y fueron abruptamente recortados de sus funciones y sometidos a manejos impiadosos. Inclusive, la crueldad en las formas de suicidio elegidas, que llegan inclusive a inmolarse y prenderse fuego en el propio lugar de trabajo, hablan a las clases de una extrema responsabilidad por parte de la empresa, que obviamente a través de su equipo de abogados no hace más que esquivar la verdad aduciendo que estos empleados tenían problemas personales, desmarcándose de toda responsabilidad. “Era muy frágil, no pudo soportarlo” es el común denominador de lo que expresan los testimonios de familiares, pareja, amigos de las víctimas que han elegido el suicidio como única salida a un problema grave al que no pudieron encontrarle otro tipo de solución o un pedido de ayuda a tiempo. Hay, por suerte, algunos sobrevivientes que fallaron en su intento o aquellos que pudieron salir del espiral y pueden contar su propia historia y ser la voz que no podrán acallar, por todos aquellos que no pudieron lograrlo. ¿Qué fue de aquellos trabajadores que tomaron los retiros voluntarios menemistas en plenos años 90, donde los terrenos fabriles terminaron transformándose en zonas devastadas? Aquí en “RETIROS (IN)VOLUNTARIOS” son evocados en la figura del padre de la directora, uno de los 28 mil trabajadores que aceptaron esas tentadoras ofertas de hacerse con una suma importante de dinero que la mayoría de ellos perdería al poco tiempo, licuados por los efectos inflacionarios o por la falta de habilidad sostener sus emprendimientos comerciales después de haber estado muchos años en relación de dependencia y sobre todo dentro del Estado. A modo de homenaje, Gugliotta rearma el retrato de su padre, valorando su posibilidad de reinventarse, de volver a recobrar su dignidad por medio de un nuevo trabajo y de otra forma de vida, uno de los escasos sobrevivientes dentro de un mar de desempleados que perdieron en poco tiempo su puesto de trabajo y sus ahorros, sin poder acariciar ni de cerca, esa falsa felicidad prometida en esos retiros que parecían ser la mejor elección. El retrato de todo lo ocurrido con los trabajadores de France Telecom, combinado y potenciado por la historia personal de la realizadora, conviven a la perfección es este documental necesario y potente, con momentos de una angustia arrolladora, donde Gugliotta pone su cámara al servicio de la denuncia, de desenmascarar estos mecanismos perversos donde los trabajadores pierden sus vidas y las empresas siguen dando la espalda. No son más que empleados, no habría nada de qué preocuparse, son fácilmente reemplazables. Demoledor.
No hay dolor más grande para aquel que queda en esta tierra tras la muerte de un ser querido que saber que tal vez, aquel que parte, tuvo alguna cuestión en particular que lo llevó a esa instancia. Sandra Gugliotta regresa al documental con una valiosa historia en donde desnuda el complejo entramado de acciones de una empresa multinacional que descarta a sus empleados, les destroza la existencia y ni siquiera se hace cargo de sus acciones. Imprescindible.
"Retiros (in)voluntarios", el capitalismo más salvaje La realizadora pone el foco en la ola de suicidios provocada por el asedio de France Telecom para provocar la renuncia de empleados. Y además de su mirada empática, establece un vínculo con la Argentina de los '90. “Explicar con precisión todo lo que ese sistema burocrático implicaba y tratar de traducirlo, para que alguien que no trabajaba ahí entienda la gravedad de lo que pasaba en ese lugar, es muy complicado”. Quien habla es Raphaël Louvradoux, tiene 29 años y su padre, Remy Louvradoux, se suicidó en 2011, a la edad de 56 años, prendiéndose fuego en el estacionamiento de la empresa France Telecom, para la cual trabajaba desde hacía muchos años y a la cual hizo responsable de ese acto. Como él, otros 30 empleados de la compañía se quitaron (o intentaron quitarse) la vida entre 2007 y 2011. Todos ellos dejaron cartas de suicidio en las que se especificaba con claridad que la decisión tomada tenía que ver, en todos los casos, con el maltrato recibido dentro del espacio laboral. El testimonio de Raphaël forma parte de Retiros (in)voluntarios, documental con el que la cineasta argentina Sandra Gugliotta aborda el sonado caso France Telecom. Se trata de la primera empresa que cotiza en bolsa en ser juzgada y condenada debido al hostigamiento moral infligido a sus empleados. La historia comienza con la privatización de la compañía de telecomunicaciones más grande de Francia, que en 2004 fue comprada por la británica Orange. La operación incluyó entre sus objetivos la restructuración de la empresa, en busca de mejorar la productividad. Para lograrlo, los nuevos propietarios consideraron que era necesario despedir a 22.000 empleados de una planta que superaba los 100.000. Y para ello no dudaron en utilizar los recursos más sádicos, en busca de expulsarlos de la estructura de la empresa al menor costo económico posible. Sin embargo, como sabe cualquier argentino atento, en un plan de ajuste los sacrificios son imposibles de evitar y lo máximo a lo que se puede aspirar es a reorientarlos para reducir el impacto. Precisamente, el éxito de los empresarios que gestionaron la crisis de France Telecom consistió en trasladar el peso de la pérdida del área financiera a la de recursos humanos. Es decir, se decidió darle prioridad a salvaguardar el dinero antes que la vida de los empleados, convertidos en variable de cambio. Y en busca de cumplir con el objetivo de eliminar aquellos 22.000 puestos de trabajo, no dudó en ejecutar un plan que incluía persecución del personal, racionalización extrema de las tareas, cambios continuos de puestos laborales, vigilancia, amenazas y presiones para conseguir que, a falta de poder despedirlos, los empleados se acabaran yendo por decisión propia. Uno de los consultados dice que en la actualidad el management usa las tácticas y la jerga militar, porque competir en el mercado equivale a ir a la guerra. En ese caso la pérdida de vidas es apenas un daño colateral. La misma persona cree, sin embargo, que France Telecom actuó de forma amateur, porque en distintos documentos internos dejaron asentada por escrito mucha información que confirma las acusaciones en su contra. Por el contrario, el abogado que llevó el caso de una de las víctimas sostiene que el solo uso de la palabra amateur para definir lo hecho por France Telecom, equivale a minimizar la premeditación de un plan sistematizado. La riqueza del documental de Gugliotta se encuentra en la capacidad empática con que aborda a los protagonistas de esta tragedia, todos ellos verdaderos sobrevivientes. Pero también en la postulación de una hipótesis superadora, que lleva el caso a una escala global e histórica, revelando antecedentes que pavimentaron el camino para que lo ocurrido en Francia en el siglo XXI fuera posible. Para ello, la directora retrocede hasta la década del ’90 en Argentina y a la experiencia de su propio padre, despedido de EnTel cuando la empresa fue descuartizada y vendida a Telefónica y Telecom, dando lugar a un proceso igual de cruel. Como si América latina hubiera sido un gran laboratorio a cielo abierto, donde se probaron las técnicas brutales que luego las empresas aplicaron en sus propias casas matrices.
La talentosa directora Sandra Gugliotta investiga lo que en Francia se llamó “el genocidio de los trabajadores telefónicos” y llegó a los tribunales y lo que ocurrió en nuestro país, y quedó absolutamente impune. Con delicadeza y empatía entrevista a vecinos y familiares y víctimas para esclarecer lo que ocurrió en territorio francés con las tácticas utilizadas para reducir personal en France Telecom. Un proceso de deshumanización y maltrato que también se aplicó en nuestro país en la era Menem cuando se privatizó Entel. En Francia se multiplicaron los suicidios cuando la empresa telefónica fusionada con otros gigantes decidió aplicar uso militares y costumbres de otras compañías norteamericanas, pero con extrema dureza, nunca antes visto. En nuestro país se recurrió a las mismas tácticas pero con la etiqueta de retiros voluntarios, a veces en connivencia con delegados gremiales que les permitió deshacerse de 28.000 empleados sin ningún despido, evitando cualquier conflicto social. Un documental riguroso que inicia un proceso de investigación que continuará en otros dos films de la misma directora. Sin límites para la crueldad, el acoso psicológico, la violencia indirecta, el temor al despido a una edad del empleado muy riesgosa para reinsertarse, todas tácticas con víctimas evidentes. Un impresionante documental.
Este documental dirigido por Sandra Gugliotta (Un día de suerte, Las vidas posibles, Arrebato, La toma), fue filmado en parte en Francia, y en parte en la Argentina. A través de testimonios de trabajadores sobrevivientes, y de familiares de trabajadores damnificados por las políticas neoliberales que implementó el proceso de privatización de France Telecom, se denuncia la pérdida de puestos de trabajo, aproximadamente veinte mil, y de vidas humanas, debido a la puesta en marcha de una despiadada política de reestructuración de la compañía francesa (con filial en la Argentina) desde mediados de los años 2000. LA GUERRA FRÍA A partir de la muerte de Jean Michel, trabajador de France Telecom, de 53 años, arrollado por un tren, en el pequeño pueblo de Saint Lye, el documental recoge los testimonios de vecinos y de su ex mujer que atribuyen el suicido de Jean Michel a un cuadro depresivo. Sin embargo, esta muerte será la primera de una serie concatenada de otros veinte suicidios de trabajadores ocurridos durante ese mismo año 2008 dentro de la empresa. El documental intentará reconstruir los motivos que provocaron el suicidio de los trabajadores. A través de testimonios de los familiares de aquellos que perdieron la vida, nos enteramos de que todos ellos fueron sometidos a una guerra psicológica implementada por el Departamento de Recursos Humanos de la empresa. Una especie de puesta en escena donde el trabajador se convertía en el enemigo a destruir. Por medio del acoso moral y el hostigamiento se iba desgastando psicológica y moralmente al trabajador para prepararlo y predisponerlo a ser despedido y, en muchos casos, llevarlo a la renuncia evitando el despido y la indemnización. Así, al no poder soportar las presiones ejercidas a través de las políticas de restructuración, el trabajador sucumbía al acoso moral y psicológico, que derivaría en depresión y en última instancia, en suicidio. La empresa France Telecom habría de implementar un tortuoso plan de reestructuración, irónicamente llamado NexT, que podría traducirse como “el que sigue”, o “que pase el siguiente”. Este plan adaptado al campo empresarial, fue tomado de los manuales bélicos norteamericanos confeccionados para ponerlos en práctica durante las guerras libradas contra Irán. El beligerante plan empresarial partía de la premisa de que la empresa estaba en guerra, y por eso mismo debía eliminar a 22.000 empleados para librarse de ese lastre (aún a costo de la pérdida de vidas humanas) que impedía maximizar ganancias haciéndoles perder competitividad dentro del mercado. Cómo deshacerse de esos 22.000 empleados sin poder despedirlos legalmente porque eso implicaría pagarles indemnización. Los gerentes de Recursos Humanos se valieron de las tácticas de guerra provocando desconcierto, a través de cambios de tareas, o de quitarles sus tareas asignadas sin darles ninguna nueva tarea a cambio, y así mantenerlos en la duda con respecto a su posición y su utilidad dentro de la empresa. La puesta en escena planteada por la lógica de guerra era en primer lugar sembrar la semilla de la duda, provocando en el trabajador confusión con el fin de paralizarlo y prepararlo para el despido y para que el enemigo, el trabajador, no sea capaz de responder o contraatacar. Aterrorizarlos antes de despedirlos. Lo que los gerentes de Recursos Humanos no fueron capaces de medir fue el margen de error. La desmesura en la aplicación de las políticas de acoso moral y psicológico provocó el colapso emocional de los empleados que en algunos casos derivó en suicidio. POR LA PUERTA O POR LA VENTANA Las tácticas, variadas, se aplicaron según el perfil y la posición dentro de la empresa de cada trabajador a despedir. Así se puso en funcionamiento el acoso laboral, a través de humillaciones y un trato cruel y sádico, traslados a puestos totalmente ajenos para el trabajador que no estaba capacitado para ejercerlo, como por ejemplo un técnico en cableados era transferido al call center. La “placardización” a través del confinamiento del trabajador a un lugar apartado del entorno laboral como si se metiera al trabajador dentro de un placard, evitando así el contacto con los otros trabajadores, privándolo de la socialización; el trabajador apartado ingresa a una espiral infernal de aislamiento y soledad, lo que repercutirá en su salud mental, provocándole crisis de depresión, angustia, y pérdida de la autoestima y de la autoimagen. Lo que llevaría a más de unos treinta trabajadores a sufrir severos cuadros de depresión y brotes psicóticos que los conducirían inevitablemente al suicidio. Los despidos, según los propios directivos debían llevarse a cabo de cualquier manera, por la puerta o por la ventana. Frente a la primera oleada de suicidios, los directivos de la empresa sólo atinaron a esconder, borrar y silenciar las muertes de los trabajadores. La justificación que dio la empresa fue la de considerar esta seguidilla de suicidios como una especie de contagio epidémico. Atribuyeron, también, la escalada de suicidios a una tendencia de medicalización de los trabajadores, haciéndolos responsables de sus propios trastornos mentales, criminalizándolos y haciéndolos culpables del padecimiento de cuadros psicosomáticos, por el uso y abuso de psicofármacos y tratamientos psiquiátricos. EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES En la sociedad actual, dentro del modelo capitalista neoliberal de libre mercado, aparecerán en el documental sus más célebres impulsores, entre ellos, Margaret Thatcher, y Milton Friedman, divulgando las mieles de la economía de mercado, Menem, dando la bienvenida a George Bush padre, y a las políticas de privatización de empresas del estado, en este caso, Entel, que en los noventa preconizaría diabólicamente lo que ocurriría en Francia, veinte años más tarde. La expulsión del trabajador del circuito de la economía de mercado, a través de los retiros voluntarios lo que provocaría la caída en la depresión, y el consiguiente cuadro clínico que derivaría en el suicidio. Las muertes de los trabajadores fueron silenciadas y acalladas, como ocurriría en Francia, por los directivos de la empresa Telecom Argentina. Es llamativo que el modo en el que los trabajadores eligieron para suicidarse es prácticamente el mismo que utilizarían los trabajadores franceses. Stephanie Valette, una empleada de la empresa, se tiraría por la ventana del edificio de una de las torres, replicando el salto de una empleada de Telecom Argentina, en Rosario. Lo mismo con la muerte de otros trabajadores que utilizarían una sobredosis de pastillas, o recurrirían al ahorcamiento, o a prenderse fuego. Lo más valioso del documental de Gugliotta no es sólo el testimonio desolador de la guerra cruenta librada contra los trabajadores por parte de la corporación France Telecom, que tuvo tanta resonancia en la prensa francesa que hasta logró llevar a los tribunales a muchos de sus directivos, sino el haber rescatado del olvido el nombre de aquellos trabajadores argentinos a los que se les había otorgado el retiro voluntario pero que habían tenido casi el mismo final que los trabajadores franceses. Aunque la prensa argentina jamás se hiciera eco ni de sus casos ni de sus muertes.
NEOLIBERALISMO Y TRISTEZA En Retiros (in)voluntarios, Sandra Gugliotta parte de un asunto personal para llegar a uno general: la depresión en la que cayó su padre en los 90’s, cuando las privatizaciones menemistas lo dejaron sin trabajo, y sin motivaciones. Con inteligencia, la directora se aparta del típico documental yoístico para profundizar en las políticas implementadas por empresas multinacionales que, para achicar personal, humillan a sus empleados para forzarlos al retiro y evitar los despidos injustificados. Lo que pasó en la Argentina de los 90’s rebota en la Francia de la primera década de este siglo: una veintena de empleados de France Telecom que se suicidan, dejando en evidencia el daño psicológico de la empresa. Gugliotta toma testimonios de las víctimas, de los que no lograron suicidarse (aunque varios lo intentaron), se acerca a ellos y si bien el documental está recorrido por una mirada cuestionadora de esas políticas neoliberales, en verdad gana en potencia cuando se acerca al componente humano, cuando le da voz a esas vidas destrozadas que demuestran en su mirada un vacío existencial enorme. Retiros (in)voluntarios es angustiante y triste, y también el registro de una generación que tenía un vínculo diferente con el empleo y el sistema laboral. Hay un asunto cultural que atraviesa toda le película y le da también otro nivel de lectura. Por encima de lo político, la película de Gugliotta es profundamente humana. Y eso es invalorable.