Scott Pilgrim vs. los siete ex de la chica de sus sueños, título con el que será estrenada en Argentina sólo en el Festival de cine de Mar del Plata este mes, es uno de esos films que realmente no se entiende porqué no tiene estreno en salas. Es cierto que el antecedente de Kick Ass que pasó un tanto inadvertida por nuestros cines podría ser un referente pero si hay algo que hay que establecer desde el principio es que esta película se disfruta el doble viendola en pantalla grande. No sólo porque tenga muy buenos efectos especiales y elementos de sonido considerables, sino porque es además divertida y muy atractiva desde que utiliza un sinfín de recursos para contar esta historia de amor basada en el comic de Bryan Lee O'Malley. Scott Pilgrim (Michael Cera) es un muchacho de 22 años que pertenece a los Sex Bob-Omb, una banda de música compuesta por amigos y una ex novia. Un día sueña con una muchacha a la que posteriormente conocerá en la vida real y con la que logrará salir en paz siempre que destruya a la Alianza de los EX, siete ex novios que se han propuesto no verla feliz a la pobre Ramona (Mary Elizabeth Winstead). Así arranca entonces un interminable camino de enfrentamientos que veremos desarrollarse entre una mezcla de comic y video juego. De hecho es fabuloso escuchar en el comienzo del film la sintonía de la productora Universal en versión maquinita de arcade. La película se podría describir como loca, arriegada, refrescante, innovadora, divertida, dinámica y hasta surrealista; pero preferiría agrupar todos esos adjetivos en uno solo: "fumada". Sí, Edgar Wright, aquel que nos brindara la locura zombie de Shaun of the dead, incursiona por primera vez en América con una película que no ahorra en recursos de todo tipo: partes del comic original, música estridente, efectos especiales, indicadores típicos de video juegos (como el detalle genial de las moneditas que caen al derrotar a un ex), etc. Y si bien algunos de estos recursos podrían no ser originales- recordemos en Ben X en la que se usaba el recurso del video juego dentro del relato de la "realidad"- están todos muy bien estructurados, incluso las onomatopeyas o fracturas de cuadro típicas del comic que ya se utilizaran también por ejemplo en Kick-Ass. Entre comedia, acción y fantasía- ¿por qué no?- Scott Pilgrim vs The world es una cinta con un lenguaje netamente juvenil, que de tan loca quizá no atraiga a todos los públicos y que dentro de su comicidad tiene muchos referentes a los que hay que conocer de antemano, por ejemplo en la utilización de la música de Seinfield para marcar un tono de escena "sitcom". Por otra parte se destaca Michael Cera realmente creíble dentro de su personaje, un fisic du rol que no sé si se condice con el original pero que ciertamente contrasta con lo que uno espera de un flacucho muchachito y un verdadero rompecorazones que tendrá que aprender después de todo que en la vida el que las hace las paga. Otro para aplaudir es Jason Schwartzman cuyo Gideon realmente se torna odiable al punto de pedir a gritos que le partan la cabeza. Les cuento que el primer novio al que debe combatir el pobre protagonista está representado por Satya Bhabha, Matthew Patel, quien al mejor estilo Hugh Laurie para DR. House pasó el casting gracias a su preparadísimo acento americano. Edgar Wright parece que no quería actores con acento inglés o canadiense para pegar mejor en las salas americanas. Fue después de varios días de filmación que Satya reveló ser originario de Londres. La música es otro punto a favor de una película que quizá como crítica podría decirse que en algún momento se nos hace larga pues se toman el tiempo necesario de contarnos la historia de los protagonistas sumado a las batallas de estos 7 adversarios- a modo de siete niveles de juego- que tiene que destruir Scott. No obstante el film es sumamente divertido, llevadero, muy pochoclero pero bien original y fresco para las comedias románticas adolescentes que pululan en la historia del cine. Una película que, repito, quizá no guste a varios y que de seguro tendrá tantos seguidores como detractores. Así y todo me parece una enorme injusticia que no se le de la oportunidad de pasar por los cines de nuestro país sean las razones que sean y esperemos que suene fuerte en el Festival de Mardel a ver si por ahí... cambian de idea.
"Scott Pilgrim vs. the World" es una propuesta pensada únicamente para el público adolescente, resultando poco accesible para otro tipo de público. El director Edgar Wright ("Shaun of the Dead", "Hot Fuzz") fue el encargado de resumir las seis novelas gráficas de Bryan Lee O'Malley en poco menos de dos horas, logrando crear un film con un estilo muy original en donde se destaca el aspecto visual moderno cargado de efectos de post-producción, el ritmo ágil y acelerado marcado por una rápida edición y una banda de sonido electrizante que acompañan un guión absurdo (y por momentos infantil) que combina mucha acción, humor y romance. Scott Pilgrim es un joven que conoce y se enamora de una chica, Ramona Flowers, pero para conquistarla deberá enfrentar y vencer a sus 7 ex-novios. Bastante ridículo. Edgar Wright merece reconocimiento por ofrecer algo distinto en el aspecto visual, con ese estilo "video game" que se ve plasmado en toda la cinta. Seguramente, quienes sean fanáticos de las consolas de juegos encontrarán cientos de referencias a video games como "Mortal Kombat" y tantos otros que yo no conozco. El logo inicial, la presentación de las peleas de artes marciales y los constantes gráficos en pantalla marcando situaciones convierten a esta película en lo más cercano a un video game que se pueda encontrar. Pero al igual que en "Speed Racer" de los hermanos Wachowski, luego de un rato, este estilo innovador se transforma en un recurso abrumador y agotador. El numeroso y joven elenco está encabezado por Michael Cera, un actor que tiene la suerte de que lo sigan convocando para interpretar el único personaje que le sale: el adolescente tímido e inocente. Al principio caía simpático, pero ya se torna repetitivo. En los roles secundarios hay varias participaciones destacadas: Kieran Culkin como el amigo gay, Anna Kendrick como la hermana de Scott, y Jason Schwartzman junto al futuro Capitán América Chris Evans y al ex-Superman Brandon Routh interpretando a tres de los ex-novios. "Scott Pilgrim vs. the World" es la película ideal para los adolescentes amantes de los comics y los video juegos. Los que no pertenecen a esta generación, no creo que se enganchen.
Entre el 2004 y el 2010 el canadiense Bryan Lee O´Malley se despachó con una saga de seis novelas gráficas que narraban la vida amorosa de un adolescente. Lo destacable de la serie era que utilizaba un lenguaje visual propio de los videogames y del manga, amén de estar plagado de referencias nerd. La saga de Scott Pilgrim obtuvo un gran suceso, y Hollywood llamó a Edgar Wright (Shaun of the Dead, Hot Fuzz) para dirigirla. Lamentablemente el resultado final - Scott Pilgrim Contra el Mundo - lo vieron dos personas, dió enormes pérdidas y pasó a ser rápidamente archivado en video. Es más que probable que sea un filme demasiado caro y dirigido para minorías, pero no se le puede dejar de reconocer el enorme despliegue de talento que Wright, Michael Cera y todo el equipo técnico ha desarrollado para llevar al comic a la pantalla. "Desborde creativo" es un calificativo demasiado modesto para lo que ofrece esta película. Aquí hay otra historia de gente dejando de ser adolescente, y en este caso le toca el turno a Scott Pilgrim; un muchacho canadiense algo palurdo que sigue probando suerte con su banda de garage y no puede sacarse de la mente a su ex, la cual lo abandonó hace un año. El chico está saliendo con una estudiante oriental, la que desborda entusiasmo pero no termina por satisfacerlo. Pilgrim tiene un sueño recurrente - el de una chica algo terca, de pelo rosado y patines, que lo prepotea en su fantasía -, y el pibe se enloquece para encontrarla. Mientras lo hace, hay todo un circo de personajes secundarios formados por ex novias de él, compañeros de cuarto gay, insidiosas hermanas mayores y molestas nerds que forman parte de su mundo y opinan todo el tiempo sobre su vida. Todos ellos pondrán el grito en el cielo cuando Scott se tope con Ramona - la chica de sus sueños - y decida abandonar a su amigovia oriental. Pero eso no es lo peor de todo. Todo el filme parece ocurrir dentro de un videojuego de la Nintendo, comenzando por la musiquita de órgano que reemplaza a la clásica fanfarria del logo de la Universal al principio de la película (y que establece el tono de todo el relato). Cada personaje tiene puntaje, hay barras de nivel que indican ansiedad, energía, cantidad de orina (!), y los ruidos tienen sus onomatopeyas sobreimpresas en la pantalla. El filme no se queda sólo con esto, sino que pega estilizados saltos narrativos - los personajes comienzan una frase de día y la terminan a la noche o en otro escenario; abren una puerta y salen a otro lugar completamente distinto al esperado -, con lo cual viven mezclando realidad y fantasía. Digo: no pretendo hacer un análisis intelectualoide del filme, pero lo cierto es que Edgar Wright hace un despliegue narrativo visual fabuloso. En todas las secuencias siempre hay un recurso nuevo, y uno no sabe muy bien para dónde apunta el filme. ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis Establecido el clima de videogame, Pilgrim intenta avanzar com Ramona, sólo para descubrir que debe enfrentarse a la liga de sus siete ex novios, los cuales se plantan en combate de manera similar a Mortal Kombat (con música, bonus y fatalities incluídas) y todos ellos poseen superpoderes (wtf!). Algunos de ellos (entre los que se cuenta el ex Superman Brandon Routh y el inminente Capitán América Chris Evans) tienen dones absolutamente ridículos como el poseer poderes telekinéticos debido a que son vegetarianos puros (!!), o la dupla de disk jockeys asiáticos que son capaces de engendrar dragones de fuego desde sus bandejas de discos (!!!). Y cada vez que Pilgrim derrota a uno de ellos, avanza un nivel en el corazón de Ramona Flowers. Debo admitir que la idea es encantadora y la puesta en escena es espectacular, pero a su vez hay algo que flaquea en toda la historia y es la relación central entre Scott Pilgrim y Ramona Flowers. En el fondo Scott Pilgrim Contra el Mundo trata de un muchacho que va abandonando la adolescencia (mental) y que sólo entiende a la realidad de acuerdo a los términos nerds que ha mamado durante ella, con lo cual el filme funciona como una alegoría. Ahora se encuentra embarcado en el romance de su vida con la chica de sus sueños ... pero la química es muy débil entre los protagonistas, y no se debe a una falta de los intérpretes sino a que el libreto le asigna un papel muy cínico a Ramona Flowers. Esta chica ha abandonado a medio mundo, y ni siquiera han sido relaciones importantes. ¿Por qué, entonces, volverían a defender el honor de la muchacha?. La historia ensaya una explicación no muy convincente sobre el final, pero lo cierto es que Flowers es el único personaje que no es ingenuo en la trama (bah, ella y el ácido compañero gay de cuarto de Pilgrim), y el romance con ella se ve forzado. El otro punto es el tema de los supercombates, que parecen algo exagerados aún en un universo tan fantasioso como éste. No es que las peleas estén mal, pero a partir del segundo combate la cosa se pone repetitiva y cada vez más traída de los pelos. Uno no deja de reírse por eso, pero para el gran climax el director Wright (y el relato) llega con la energía justa. Quizás sean las secuencias menos satisfactorias de la historia, a pesar de su espectacularidad. Es como si Scott estuviera ganando puntos en el corazón / la memoria de Ramona, y cada pelea fuera una representación simbólica de ello... pero uno ve que Ramona no gana admiración por el protagonista a medida que avanza la historia (este mismo punto también fué muy criticado en la edición impresa del comic). Uno llega a la conclusión que quizás la historia hubiera estado mejor sin las super peleas (a pesar de que es uno de los más fuertes argumentos de venta del film). Scott Pilgrim Contra el Mundo es una experiencia. Es nerd, es sicodélica, tiene su gracia y tiene momentos de gran ternura. Pero en todo ese cóctel falta algo, y es que el romance de los protagonistas no termina por cuajar por el exceso de adrenalina que lo rodea. Aún así, es una brillante obra fallida que vale la pena no perdérsela.
Un frenesí de amor por el cine El tagline (o eslogan, si prefieren) de Scott Pilgrim vs. the world advierte: An epic of epic epicness. Ciertamente es una historia épica de épicas proporciones. Si para referirnos a ciertas películas usamos la expresión "over the top", aquí deberíamos usar "over over the top" porque eso es la nueva película de Edgar Wright, un desborde de creatividad, pasión y amor por el cine. Es una combinación de géneros tan disimiles e inconexos como el cine de; acción, artes marciales y acrobacias imposibles como en Matrix; a la comedia de iniciación adolescentes, como en la reciente Supercool (en esa donde Michael Cera hacía de nerd) y con la sensibilidad por la juventud del mejor John Hughes (El club de los cinco, o The breakfast club); comedia romántica (no es casualidad que el pelo de Ramona V. Flowers cambie de color como el de Clementine en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos):y hasta se podría decir que Scott Pilgrim es un musical, de esos furiosos y atrevidos, como Moulin Rouge! que siempre me gusta definir como un huracán pop. Es difícil de encasillar al personaje Scott Pilgrim, casi tanto como a la película. Es un geek, que ensaya con su banda Sex Bob-Omb y sale con una chica oriental de 17 años. O sea, no es el típico nerd, pero tampoco alguien cool. Es un poco naïve, y a veces, bastante despierto. Tanto él como la película, son una rara combinación del indie y el mainstream. La película es una rareza, una magistral combinación de las dos cosas. La acción in-your-face, con una imagen y un sonido bestial, tan típico de las grandes producciones, y la sensibilidad del cine independiente. Para conseguir el corazón de Ramona Flowers (la hermosa Mary Elizabeth Winstead, la hija de Bruce Willis en Duro de matar 4.0 y la porrista tontita en Death proof) Scott tiene que ver terminar con Knives (la chica con la que sale), continuar con los ensayos de la banda que empieza a descuidar, y madurar. Vive con un compañero de cuarto gay y este en algún momento le dice que no puede seguir viviendo ahí para siempre. Kieran Culkin (el hermano de Macaulay, Mi pobre angelito) es el compañero gay, y recibe alguno de los momentos más cómicos de la película. Es también una suerte de compañero/maestro para el joven Scott. Sin embargo, todavía hay 7 desafíos más: los 7 malvados ex de Ramona. Allí es donde la creatividad, y la estética, que combina elementos propios del cómic (la fotografía toma la sabía decisión de no saturar los colores sólo porque está basado en una novela gráfica) con la cultura de los videojuegos. Cada ex de Ramona es como un final boss, uno de esos jefes finales que aparecen al final de cada nivel en un juego. Eso es lo más divertido de cualquier juego, y así es desde Super Mario Bros. hasta Shadow of the colossus. Edgar Wright lo sabe, y hace de cada enfrentamiento una experiencia única. Es fascinante la cantidad de elementos extra-diegéticos que aparecen en pantalla (rótulos como "Fight!" o el "KO!" tan típico de los juegos de pelea, hasta líneas gráficas de velocidad) hasta el cambio del formato de la pantalla, que a veces agrega una líneas negras y pasa de tener un formato 1.85 : 1 a 2.35 :1, más "wide" lo que al mismo tiempo, recuerda a las películas de Sergio Leone (y no es casual que las secuencias oníricas sean en el desierto). Técnicamente es irreprochable. Edgar Wright usó una proceso de fotografía HDTV para las secuencias en alta velocidad y Super 35 como formato de origen, según la ficha de IMDb. Incluso los efectos especiales no desentonan con la fotografía de la película. Hay una secuencia espectacular contra los ex #5 y #6 donde todo esto se entiende mejor. El montaje es un frenesí que nunca pierde el ritmo. Quizás resulte un poco excesivo para algunos, pero la duración de 2 horas de la película es justa. Impide que nos agobiemos con la invasión de imágenes y sonidos a velocidad relámpago. No hay que confundirse: que la película sea vertiginosa no significa que no se entienda. De hecho, sorprende lo bien que se entienden las secuencias de acción (muchísimo mejor que tantos blockbusters malos...). Como en Muertos de risa y Arma fatal (Shaun of the dead y Hot fuzz) hace una equilibrada e inteligente combinación entre el humor físico (gags geniales y situaciones de slapstick propias del cine de Buster Keaton, con un personaje que es arrojado por los aires, literalmente, contra una torre) y el diálogo, ayudados ambos por el montaje. Es una mirada fresca, y es la consolidación de un autor con una fervorosa pasión por la cultura pop. La banda sonora original es brillante, llena de referencias a los videojuegos (con sonidos y música de Zelda o Final Fantasy), incluso los temas de Sex Bob-Omb. Hay además, algunos covers como Black Sheep de Metric y especial atención para el uso de música pre-existente de The Rolling Stones y T-Rex. Aunque no es el punto central, Scott Pilgrim también es una película con corazón (o a movie with soul, como dicen los norteamericanos) y ofrece lecturas sobre el amor, la maduración y el pasado. Scott Pilgrim tiene que eliminar, no vencer, a los 7 ex malvados. Vencer a trompadas, con esfuerzo, al pasado, y no sólo de Ramona. Michael Cera, es un muy buen actor, y lo demostró en La joven vida de Juno, donde hacía de ese tímido chico al que le gustaban los tic-tacs de naranja. A veces, a la vida, no hay que salir a pelearla, sino a vencerla. El cast de Scott Pilgrim es formidable, y tiene a Brandon Routh (Superman regresa), Chris Evans (el próximo Capitán América) y Jason Schwartzman (Viaje a Darjeeling, de Wes Anderson) como algunos de los villanos. Cada uno de ellos corresponde a un nivel diferente, así que van siendo como una caja de sorpresas. Anne Kendrick (Amor sin escalas) y Mark Webber (Flores rotas, de Jim Jarmusch) son algunos de los buenos. Todos están más que bien, y realmente hay química entre ellos. Scott Pilgrim vs. los 7 ex de la chica de sus sueños es una gran película. Tanto a nivel estético como emocional. Es una fantasía extraordinaria, que desborda, sin hipocresías (las cosas suceden porque así es el universo que propone la película, y punto), un amor profundo y verdadero por el cine. De verdad: desde el logo de Universal, hasta el último momento en los créditos, la película no para. Bravo.
Ojos de videogame La convención de lunáticos que se juntó ayer en el Ambassador para ver la segunda proyección de Scott Pilgrim vs. the World en el festival de Mar del Plata debe tener algo que ver conmigo. En la trasnoche de un domingo lluvioso, húmedo, de neón opacado por las gotas, lo que pasaba afuera y lo que estaba en la pantalla se parecía un poco, al menos en el fosforescente sobre negro. Los que estaban ahí deben haber sido más o menos mi generación, supongo, la que aplaudió eufórica cuando aparecieron los créditos iniciales de Scott Pilgrim (¿que ya es de culto?), la verdad, super excitantes. Yo también aplaudí, me encanta aplaudir en el cine, para nada y para nadie. Lo que siguió fueron dos horas del mismo nivel de excitación sostenido casi sin bajar, a pura velocidad-comic. Pensé un rato después que esa era la película que debo haber estado esperando más o menos desde los diez años. Porque claro, de commodore para adelante, siempre jugamos, metidos en una aventura. Pero si es menos diferente imaginar la vida como cine, imaginarla como videojuego, poner la barra de energía en una esquina, el puntaje en la otra, era algo más difícil. Y acá viene Mr. Wright para hacer su trabajo. Era la persona indicada, porque con el nivel de delirio de Shaun of the dead y la velocidad de Hot Fuzz, más Michael Cera más tres chicas de flequillos zarpados y una banda que proyecta gorilas de energía, hizo esto: una pequeña épica de videogame, la fantasía de que las grandes hazañas –las grandes que todos pudimos, ser menos tímidos, decirle a nuestra novia japonesa “no va más”, enfrentarnos a los vengadores del pasado- tome cuerpo y colores y vértigo en la pantalla. Wright convierte a sus chicos en chicos-dibujos a fuerza de alterar velocidades, de hacer zig-zag entre pantallas fijas de gestos y posturas y planos que se pisan entre ellos hasta en la manera explosiva de disparar chistes como si apretara botones. Nada que ver con Hulk, y mucho menos con la flojísima Red, adonde quedan como residuos de comic esos separadores aburridos de postal turística que van marcando el recorrido. Que nada sea verosímil es lo menos importante, porque Scott Pilgrim es nada más –y nada menos- que la aventura de materializar en cine esa manera posible de ser cool para todos los que no pudimos, en el cuerpo desgarbado de nuestro nacido-para-comic Michael Cera, de ojos saltones y nariz filosa. Que además, y no puedo dejar de decirlo, usa la remera de Zero durante buena parte de la película. Los Smashing están apenas como cita, pero presentes en esa manera frágil de habitar el mundo como la que puede tener el que a conciencia inventa viajes espaciales y vampiros para darle forma a lo que pasa. Y lo que pasa, en la película, es que la inalcanzablemente canchera Ramona arrastra como chip una cadena de ex novios impresentables, que la semi-psycho Knives crece casi en un segundo por descubrir la fuerza que te da el rechazo, que nuestro héroe Scott (sepan que las chicas nos identificamos con el héroe varón, al menos las copadas) descubre la astucia como lo único que te puede hacer pasar de nivel cuando tenés cara de looser pero energía de street fighter. Bueno, no sé si tengo ganas de ver otra película en el festival, me espera el indie y el cine coreano. Vengan a Mar del Plata a ver Scott Pilgrim vs. the World en fílmico, que se repite un par de veces más. Nos encontramos en el cine.
¡Wowwwwww! Cómo resumir Scott Pilgrim vs. The World en apenas unas líneas. Imposible. Son tantas las capas referencia, los distintos niveles de lenguaje visual y oral sobre los que trabaja Wright, que el film se merece no una crítica sino un ensayo. Ya saben, adaptación de una historieta de culto, con el adolescente del momento Michael Cera en el rol de Scott Pilgrim, quien tiene que pelear contra los siete ex de una chica que le gusta mucho. Vale la pena verla en el marco del Festival no sólo porque es una maravilla, sino porque además no tendrá estreno comercial en el país: en los EE.UU. le fue muy mal y eso tiró para atrás sus posibilidades de estreno en otro país. Una pena y otra demostración de que el público se equivoca: Scott Pilgrim vs. The World es sumamente creativa, divertida, original, es una bola de estímulos que nunca agota porque los diálogos se mantienen allá arriba y las actuaciones entienden el juego. Elevación ya mismo al lugar de genio para Edgar Wright, quien luego de Muertos de risa, Hot fuzz y esta se va acercando a la perfección absoluta. Scott Pilgrim… no huele a espíritu adolescente, huele a sudor de pendejo encendido. Fabulosa. Sonará comercial, “mainstream”, “cool”, tendrá mucho “Hype”, pero no pierdan el foco: es una comedia romántica donde sobra talento y ritmo, y merece ser vista ahora o en cualquier otro momento del año. La película, basada en el cómic Scott Pilgrim es una gran película absolutamente contemporánea. Rescata la inmediatez y se transforma en un relato genuinamente actual donde hay declaraciones de amor porque es una enorme comedia romántica, pero no sólo eso: Scott Pilgrim es una declaración de amor a los videojuegos y a la nueva cultura de Internet, incorporando su lenguaje en lugar de singularizándolo o reflexionando sobre el mismo. Desde lo formal mantiene un vértigo visual que recuerda al hipertexto, al anime, a las sitcom y al cómic con una superficialidad y una naturalidad que hace que esta sea una película generacional imprescindible. Además, el ritmo rockero que habla de la escena independiente de la música norteamericana mantiene una banda sonora impecable, y el ritmo “up-tempo” que sostiene la película entre gags visuales y diálogos es frenético y caótico. Pero saludablemente caótico. Por si fuera poco, también es una película sobre asumir los miedos y el pasado para poder mirar el futuro, diciéndolo de una manera ejemplar, sutil, natural. Cristian Ariel Mangini / 9 puntos Somewhere, en algún lugar del corazón, de Sofía Coppola / 7 puntos La última película de Sofía Coppola es un ejercicio irregular, donde la herramienta que mejor la define es el uso de los tiempos psicológicos con los que se sucede la trama. El Jhonny Marco de un más que aceptable Stephen Dorff vive entre la fama, mujeres, drogas y alcohol, en un mundo que funciona por inercia. A saber: en la película se presenta como algo inevitable donde se concatena una cosa con la otra debido a que se trata de un actor famoso que debe aceptar una forma de vida. Lo del “deber” parte más del punto de vista de la directora y cierta indulgencia autobiográfica que se traslada al personaje de Elle Fanning, Cleo Marco. Es allí donde reside el corazón del film. La joven actriz sostiene con naturalidad los planos más largos, donde se aprecian los momentos en que padre e hija se encuentran a pesar de estar en mundos completamente apartados y aquí está la clave de la película: se nos presenta al mundo de Jhonny como un mundo vertiginoso y superficial hasta que su relación con Cleo le permite observar a su alrededor lo que está sucediendo, lejos de la fama que lo rodea y apreciando actos más cotidianos. Sí, suena a cliché, pero no está mal contado y cuenta con grandes actuaciones, a pesar de que se puede cuestionar la falta de profundidad con la que se describe un entorno que parece más una alegoría que una realidad.
Basada en el segundo tomo de los comics llamados "Scott Pilgrim" de Bryan Lee O'Malley, esta cinta es una excelente propuesta para los adolescentes, no solo porque técnica y visualmente es asombrosa, sino porque logra crear una fantasía y un delirio escénico sorprendente en cada uno de sus fotogramas.
La comedia más lisérgica del festival está basada en un comic por el que apenas pagaríamos unos pocos pesos en una feria de revistas usadas. Sin embargo, el mero hecho de que un basic de Oni Press se haya transformado en esta monstruosidad mutante con infinitos guiños a los video games y demás cultura pop, es de por sí una especie de milagro pagano bienvenido y celebrable. El responsable de semejante (des)propósito es nada menos que el amigo Edgard Wright, mismo creador de esa adorable guarrada que es Shaun of the Dead, el mejor homenaje que el humor le hizo al cine de terror. Y una de las preguntas a las que mueve el presente delirio es ¿por qué los realizadores de films basados en comics nunca pensaron en utilizar los recursos a los que echó mano Wright aquí? Cada uno de los inserts, guiños, referencias, incluso tics de las novelas gráficas puestos en pantalla se sienten como la única vía posible para contar un cuento que cabalga por la ruta de la incorrección visual, al mismo tiempo que por la vía de la perfección estética, del detalle siempre logrado. ¿La trama? Descripta con exactitud en la traducción al castellano del título, ya que el Scott en cuestión (impagable Michael Cera) debe combatir con las siete ex parejas de su amor imposible para poder quedarse con ella. Y allí es donde entra en juego la parafernalia terminator que termina con todo aquello que conocías respecto a efectos visuales. No estamos ante la película que va a cambiar la historia del cine (para sanata revolucionaria ya tenemos Avatar) pero tenemos el honor de ser contemporáneos de un film que más allá de ser uno de los puntos más altos de este festival, es también una de esas muesquitas que (muy) de vez en cuando el cine deja en el time line de la industria.
De timing, explosión semiótica y flashback en formato cómic Ya son muchísimas las películas que abordan historias salidas de cómics, y Scott Pilgrim vs the world (2010) no intenta ser la excepción. Sino al contrario, aborda la temática de la novela gráfica de Bryan Lee O'Malley en Oni Press con mucho ruido icónico, pastiche narrativo, pero principalmente mucha fidelidad al formato original, sobre todo en aquellas escenas en que Ramona Flowers (interpretada por la sensual Mary Elizabeth Winstead) rememora sus viejas historias con los exes que ahora le hacen la vida imposible a Scott Pilgrim (Michael Cera, desopilante en su papel). El film de Edgar Wright cuenta con un timing asombroso, basado en un montaje que no reserva palabras para describir su calidad. La edición en Scott Pilgrim... lo es todo. Sin ella no sería el boom cinematográfico que fue en su país, logrando muy buena recepción de la crítica. El aire jovial, sumado a la penosa historia del protagonista, intercalada con una serie de gags muy bien puestos (siempre resguardados en el timing), como cuando Scott se detiene a atarse los cordones de la zapatilla, son todos puntos a favor de una peli que para muchos será infantil, cursi, ñoña, y sobre todo muy videogamer. Porque si hay algo que explota el film es la cultura del video juego, con un guión escalonado, segmentado pero nunca unificado. Además no falta el homenaje al neopunk, las tendencias de tipo dark, gótico y hasta otaku. Scott Pilgrim vs the world es un estallido semiótico, un recital de luces y sonidos rimbombantes que son un buen aliciente para pasar un buen rato, aunque queda a consideración de cada uno si vale la pena soportar ciertas secuencias tan ñoñas como el musical del primer ex, o las sobreactuaciones de Chris Evans y Jason Schwartzman. Dicen que sobre gustos no hay nada escrito... pero sí de formas.
Lo primero que recomiendo a los posibles espectadores de esta película es que antes de verla, se introduzcan en el mundo de Scott Pilgrim. Para ponerlos un poco en tema les aclaro lo básico, así no les pasa como a mí, que tuve que investigar después de ver el film. Scott Pilgrim vs. El mundo es en realidad un comic del historietista canadiense Bryan Lee O’Malley que se desarrolla en seis tomos, el autor todo el tiempo hace alegatos al mundo “geek” (en castellano: nerd / cerebrito), para que lo tengan más claro, tiene un leve parecido a “The Big Bang Theory”. En fin, el comic se lanzó en el 2004 y creció sin cesar hasta el tomo final de este año. Al ser una de las sagas más vendidas de la última década era inminente su transposición al cine. Ahora que ya saben lo que hay que saber, paso a la crítica de la película. El ya nombrado Scott Pilgrim (Michael Cera) es un bajista de una banda de rock llamada “Sex Bob-Omb” que formó con dos amigos más cuando estaba en la preparatoria, esta de novio con una china de 17 años, tiene una vida estable, normal para un chico de 23 años con una banda de rock que vive en la aburrida Toronto. El problema comienza cuando conoce a Ramona Flowers (Mary Elizabeth Winstead) una newyorkina que se muda a su ciudad para empezar de nuevo. La trama de la película se centra en la relación de Scott con Ramona, mejor dicho en lo que tiene que hacer él si de verdad quiere algo con Ramona. Pelear a muerte con sus siete ex novios siniestros. El film se podría establecer como una comedia romántica, aunque con varios momentos de acción y sin caer en clichés preestablecidos. Es un collage de videojuegos, cultura geek y comic, por periodos vemos las letras sobreimpresas en la pantalla con los mismos efectos que cuando veíamos Batman en la tele de chicos y en cambio, cuando el protagonista decide pelear el director nos lo plantea de la misma manera que lo vemos en un videojuego. Es evidente que el creador del comic estuvo metido en el screeenplay. En lo que se refiere a estética la película es sumamente rica, los efectos visuales son divertidos y por momentos recuerda a la querida “Juno”. Si bien el film tuvo mucho éxito en los Estados Unidos, dudo que aquí tenga el mismo recibimiento, es claramente una película para otro tipo de cultura. Vale la pena verla, pero desde casa.
Melancolía 8-bit Scott Pilgrim vs Los siete Ex de la chica de sus sueños (Scott Pilgrim vs. The World, 2010) potencia la integración orgánica de convenciones genéricas al extremo con las aventuras del héroe del título, que rige su vida bajo la (caprichosa) lógica del video-juego. Es decir, el film está compuesto por “jefes de pantalla”, barras de vida, Game Overs y moneditas a modo de puntuación, un pastiche de viejos juegos de la generación Nintendo y Sega, que incluye y referencia a Mario, Sonic, Donkey Kong y Zelda. La historia es del tipo chico (Michael Cera) que conoce chica (Mary Elizabeth Winstead) y luego lucha contra cada uno de sus siete malignos ex novios, por ningún mejor motivo que el que la Canadá de Scott está sujeta a obedecer las convenciones video-lúdicas. La vida simula un gran ordenamiento de niveles interpelados por “jefes de pantalla” (los ex de la enamorada de Scott) y Scott se ve obligado a ganar el juego. Este insólito planteamiento constituye el esqueleto estructural de la historia. Gran parte del humor es intertextual y se dirige a un reducido público (“la generación bit”) capaz de reconocer todas las referencias gráficas, digitales, sonoras y dialogadas que se hacen al panteón video-lúdico de principios de los ‘90s. Otra gran parte del humor recicla viejos momentos de la cultura pop acontecidos a lo largo de la década; abundan los chistes a costa de Seinfeld, las sitcom y “realizadores pop” de la calaña de Quentin Tarantino y Kevin Smith. Fiel a su origen como tira cómica, el humor se construye menos por la actuación (si quiera el diálogo) y más por el montaje de paneles de sentido. La estructura del cómic se traduce inmaculada, fragmentando chistes en paneles y sucediéndolos con ritmo acelerado. Por ello mismo, la significación oscura de ciertas referencias no interviene en la gracia de un chiste, ya que dependen casi exclusivamente de su montaje y no de su contenido. La audiencia no se verá polarizada por el tipo de humor; sí por su sobrecarga de luces y colores y sensibilidad camp. Constituida casi exclusivamente de gags, chistes y referencias apuntaladas a un público relativamente selecto, Scott Pilgrim vs Los siete Ex de la chica de sus sueños posee en el fondo de su barroquismo audiovisual una historia de amor. Es más un nexo conector entre escenas que un auténtico núcleo emocional. Cera y Winstead resultan meramente simpáticos como dos veinteañeros “puros” capaces de escapar la polución de su generación, pero la emoción queda tentativamente restringida a la saturación de un barroco campo audiovisual.
Tragicomedia de losers Parece estar de moda, hace unos años en el cine, literatura y comics que los “perdedores” tomen el lugar del héroe. Sobre la base de la figura del antihéroe se estructuran relatos sobre el triunfo de alguien que ha sido marginado por la sociedad por su incapacidad de ser popular, inteligente, sexy, y esas yerbas. (Ejemplo brillante de esto es la serie de HBO Bored to Death.) Scott Pilgrim contra el mundo (Scott Pilgrim vs. the world, Edgar Wright, 2010), basada en la novela gráfica de Brian Lee O’Malley (Scott Pilgrim) no deja de adherir a esta línea; todo lo contrario, alcanza a resumir lo que las mayoría de las comedias románticas de losers intentan hacer pero con mucho éxito. Resumimos un poquito la idea: Scott (Michael Cera) es un chico no muy popular, con un especial gusto por los videojuegos que consigue empezar una relación con Ramona (Mary Elizabeth Winstead), una chica bella y enigmática. Pero no faltará mucho para que descifre el enigma y para que Scott descubra que si quiere conservar a su chica deberá luchar contra el pasado de ella: una lista de siete ex novios lo esperan “a la salida” para hacerlo pedazos. Entre estos encontramos la estelar actuación del siempre cómico Jason Schwartzman interpretando a un pedante productor de música con superpoderes. Con una historia simple pero ingeniosa, el film se desarrolla muy entretenido, sobre todo por la permanente inclusión de trabajos de edición: agregados que dotan a la película de elementos propios de un cómic o un videojuego, dependiendo del momento. Esta “sobre edición” agrega un dinamismo importante que distrae un poco de los baches narrativos y que se podría decir, intenta respetar los recursos de la fuente creadora de la historia, un cómic. Como decíamos al principio, la historia está liderada por Scott que se presenta como un antihéroe de la vida real; pero podríamos decir que dentro de la lógica de los videojuegos es un ganador, que obtiene moneditas, vidas y bonus. Y ya que la lógica del film sigue la de un video juego, en nuestra película Scott es un héroe. Justamente, la narración del film se homologa a la trayectoria de un personaje en un videogame: sortear obstáculos (con ayudantes y oponentes de por medio) cada vez más difíciles para llegar al desafío final. A lo cual se suman los guiños de cultura gamer: sonidos, elementos, golpes que son propios de videojuegos específicos como Mario Bros, Final Fantasy, Zelda, etc. Pero ¿por qué nos referimos a esta película como una tragicomedia de losers? Básicamente todo personaje que aparece en la película está caracterizado dentro de los parámetros de lo ridículo y lo patético. Los siete ex novios, que podríamos suponer serían superiores a Scott, sólo lo son en poderes o en físico… Son tanto o más ridículos que nuestro pequeño héroe. Las apariciones de estos son cortas pero se logra representar el carácter de cada uno muy delicada y acertadamente, al igual que la fantástica y equilibrada construcción del personaje de Scott que Michael Cera se encarga de darle vida de una manera sumamente coherente. Aunque el personaje de Ramona llega a ser hasta soso. Pero lo que realmente hace de este film una tragicomedia de losers es todo lo que le sucede a Scott, todos los obstáculos que debe sortear, las batallas a las que se enfrenta son resueltos de la manera más ridícula y menos heroica esperable. Él siempre sale airoso y sin un solo rasguño; la forma de vencer a cada contrincante es resultado del ingenio, nunca del uso de armas, fuerza bruta o grandes planes estratégicos, en lo cual podríamos decir que se diferencia de los videojuegos y se acerca más a cómics. Scott Pilgrim contra el mundo Scott Pilgrim contra el mundo: tragicomedia de losers cine En sí, considero que Scott Pilgrim contra el mundo es muy entretenida y disfrutable, vale la pena verla. Pero no hay que exigirle profundidad ni nada por el estilo. La considero una película con una realización impecable y con ritmo narrativo muy bien logrado, pero en el espectador consigue la diversión, la dispersión (que no son cosas menores). Y sí, como es de esperarse se cae en miles de clichés, pero que al estar incluidos con el propósito de responder a un estereotipo cobran sentido y no resultan tediosos. Scott Pilgrim…es uno de esos ejemplos que muestran cómo el cine se alimenta de tantas otras artes y cómo hace que convivan y confluyan géneros aparentemente dispares. Pero creo que la mayor referencia es a la tan hablada y polémica mixtura entre cine y videojuego, discusión bastante interesante; pero ya nos quedará para otro momento hablar de esto.
Antes de llegar al mercado hogareño, esta pequeña gema del cine actual estuvo a punto de ser estrenada comercialmente en las salas argentinas. Plagada de hallazgos visuales, sustentada por una historia divertida, entre un humor agudo y naif, “Scott Pilgrim vs. The World” gira entorno al veinteañero del título, un típico loser al que el actor Michael Cera le saca todo el provecho posible. Perdidamente enamorado de una chica, deberá encontrar la manera de cortar su actual relación con una estudiante del secundario al tiempo que los temibles siete ex novios de su nuevo objeto del deseo vienen en busca de venganza. Coreografiada como un enorme videojuego, el film va escalando en atractivo visual y argumental hasta llegar a un clímax que dejará a más de un geek llorando de satisfacción.