Utopías intempestivas. Realizar una película o un documental sobre la lucha armada parece un tabú inenarrable por el cine argentino. La historia progresista argentina comienza con una dictadura genocida. Antes solo existe el caos o la nada. Seré Millones busca cambiar esta visión a partir de un colorido episodio acaecido en enero de 1972 que tuvo como protagonista a la guerrilla revolucionaria del Ejército Revolucionario del Pueblo (E.R.P.). El E.R.P. fue una organización que pretendía iniciar una guerra revolucionaria que condujera a una insurrección popular con el fin de instaurar el socialismo en Argentina y el resto de América Latina. Con este fin, protagonizó varios asaltos y secuestros extorsivos a principios de la década del setenta, replegándose durante la dictadura después de sufrir varias bajas incluida la de su comandante, Mario Roberto Santucho. Lo que parece en un principio una búsqueda de actores para realizar una película, al estilo de Los Traidores (1973) de Raymundo Gleyzer, sobre el asalto al Banco Nacional de Desarrollo, un banco creado por Juan Domingo Perón en 1944 para financiar proyectos productivos, se transforma en un ensayo sobre los propósitos de los protagonistas del asalto, el socialismo, los ideales revolucionarios en la actualidad, la militancia y la necesidad de recuperar la historia de la lucha armada en Argentina. En un intento por financiar el proyecto revolucionario, Ángel Abuz y Omar Serrano, dos serenos del banco, comienzan a planificar con los dirigentes del Partido Revolucionario del Pueblo (P.R.T.) y su brazo armado, el E.R.P., un asalto para financiar la lucha guerrillera. Cuarenta años después sus protagonistas realizan un casting para reconstruir la historia con jóvenes actores que comienzan a comprender la ebullición revolucionaria de aquella época mediante los relatos de Ángel y Omar, cargados de nostalgia y emotividad. Seré Millones se construye en base a las narraciones de sus protagonistas y la interacción con los actores que buscan comprender una época de la que poco y nada saben. De esta relación van surgiendo anécdotas, recuerdos y amistades que analizan los ideales de una generación que proponía como lema “vencer o morir”. Entre citas a Espartaco, la gran obra del novelista comunista norteamericano Howard Fast, publicada en 1951 de forma independiente tras ser rechazada por todas las editoriales, y la extraordinaria adaptación cinematográfica de Stanley Kubrick protagonizada por Kirk Douglas en 1960, y una minuciosa investigación de Valeria Zeferino Acuña y Romina Migueles, Seré Millones propone ver la lucha armada desde los ojos y los relatos de sus protagonistas, buscando comprender sus ideales, sus miedos, sus anhelos, sus decisiones y las consecuencias de las mismas en un contexto que no dejaba margen para el error político o militar. De esta manera, un documental sobre la filmación de una película sobre un episodio de la guerrilla en los setenta se convierte en un ensayo político que desencadena todo un torbellino de recuerdos históricos e ideales que hoy es “conveniente” olvidar tras la basura del consumo masivo hollywoodense.
¿Persona o personaje? En las últimas décadas en nuestro país el cine documental ha pegado un salto enorme expresado en las nuevas modalidades de representación que ponen en tensión la relación entre la ficción y el documental, y comienzan a integrar el relato en primera persona y a adoptar procedimientos alternativos a los tradicionales del género. Esta inscripción del “yo” plantea muchos interrogantes, más allá del tema, que tienen que ver con la forma de enunciación, y principalmente instaura a la experiencia y la subjetividad como ejes necesarios para construir un discurso sobre el mundo, en una época en la que los “grandes relatos” ya no responden a todas las preguntas. Seré Millones se inscribe dentro de este marco buscando aunar la experiencia de un grupo de ex militantes del PRT-ERP con la de unos jóvenes actores que deberán representarlos en una película, luego de ser seleccionados en un casting. El documental se basa en las relaciones de experiencia-alteridad buscando que la subjetividad de unos transforme la de otros. Como ya dijo Gonzalo Aguilar acerca de algunos documentales argentinos, la pregunta ya no sería “dónde pongo la cámara” sino “cómo se pone el cuerpo a estas experiencias delante de una cámara”. Lo real está asentado en la experiencia de los protagonistas del episodio, pero esta experiencia ya es parte de un pasado y recordarla lleva a deformarla, como vemos en las secuencias en las que Oscar y Ángel improvisan con los actores escenas de su vida e introducen remates chistosos (que seguramente no fueron dichos en el episodio real), o se cuestionan lo verosímil de la interpretación (por ejemplo, si deben o no saludarse con un “hasta la victoria siempre” que seguramente provocará risas en los espectadores). Si bien el planteo es muy interesante y novedoso, principalmente por el humor introducido en el relato, el cual es atípico en los documentales de esta temática, creo que no termina de funcionar del todo. Los jóvenes son representados bajo una estética a la Gran Hermano con cámaras ocultas en el camarín y en los espejos, y una especie de confesionario donde cuentan ante un espejo lo que les va pasando a medida que se interiorizan más acerca de sus “personajes reales”. Creo que este tratamiento puede llegar a pecar de subestimar a la juventud. Incluso en un diálogo que mantienen los actores en el camarín y que vemos gracias a estas cámaras ocultas, (seguramente guionado como gran parte de la película) demuestran gran ignorancia para con la historia de la militancia guerrillera pero a un nivel que yo juzgo exagerado. Y como venimos reivindicando la subjetividad, me parece justo hablar desde la mía más explícitamente. Tampoco termina de funcionar la inserción de escenas de Espartaco de Stanley Kubrick, basada en la novela homónima de Howard Fast, que manchan la película de un tinte épico que venía evitándose. A pesar de estas cuestiones, celebro la originalidad y el trabajo del equipo de investigación, y me parece que es un gran paso para el cine documental acercarse a esta visión tan creativa de la realidad.
Las productoras CINE INSURGENTE y MASCARÓ CINE AMERICANO forman parte indiscutible de la historia del documental en Argentina. Ambas recuperan despues del 2001-2002 las experiencias cinematográficas colectivas de los años 60 y 70, con las contradicciones de la postmodernidad. Desde su aparición, los nuevos documentalistas del siglo XXI revisaron historias hasta ese momento ocultas del pasado revolucionario en Argentina, las luchas sindicales en Argentina, la Historias del PRT-ERP, la historia de la revolucion cubana. De una de esas producciones, Gaviotas blindadas, de Cine insurgente, sale la historia de Seré Millones, dirigida por Fernando Krichmar, Omar Neri y Mónica Simonicini que se estrena el próximo 4 de setiembre: del robo de 10 millones de dólares que seis militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) del banco BANADE planean en 1972 bajo el gobierno de Lanuse. El camino de Santiago última produccion de Federico Krichmar, codirector de Seré millones ya había sido coherente con el principio de documental colectivo procesual, donde la factura es importante en el proceso de producción. Es decir, los modos en los que se hace una pelicula desde la elección conceptual hasta la produccion concreta. Ahora bien, si El camino de Santiago privilegiaba el tema del surgimiento del ICAIC por encima de la preproducción misma del film, Seré millones se presenta desde un primer momento como un film del hacer de un documental que a su vez se propone como un artificio. El juego es interesante y, aunque quizas la hora y cuarenta que dura el film se hace un poco excesiva por el uso de recursos repetidos innecesariamente, la película termina postulando la tesis que al fin y al cabo la Historia también es ficción. Incluso la elección de la dinámica teatral por sobre la cinematográfica: la estética del ensayo, fondo negro e iluminación focal, sin escenografía específicas (salvo filmar en los lugares del hecho algunas situaciones como el comienzo del atraco), el casting de actores, la interacción con los protagonistas reales del robo dos empleados del banco, apoyan toda esa idea ficcional reinventada por la propia mirada de los jóvenes que insisten “no vivieron esa época” “El mismo Perón fundó este banco para ayudar a la industria y los turros se la están llevando toda”. Es el banco el que le está robando a los trabajadores, muchachos”. Oscar Serrano y Ángel Abus son dos hombres ya grandes, puestos en el centro tanto del relato como de la narración que dan testimonio de una época y un episodio de la historia argentina que la pelicula deja todavía sin explicar algunos puntos como por ejemplo qué pasó con ese dinero, si es verdad que fueluego utilizado para financiar la fuga del penal de Rawson que terminó en la Masacre de Trelew. Seré millones De O. Neri, F. Krichmar y M. Simoncini Sábados a las 18:00 en el MALBA
El problema de la representaión La representación y la subjetividad forman parte del núcleo conceptual de este documental, Seré millones, que se retrotrae con escaso material de archivo a los acontecimientos contados a cámara por sus propios protagonistas, bajo el pretexto de organizar y ordenar un casting con actores jóvenes para interpretarlos en una ficción. Seré millones parte de la exposición del artificio en las primeras instancias de ese casting en el que Ángel Abus y Oscar Serrano, autores y artífices de uno de los robos más importantes durante la dictadura de Lanusse para financiar la guerrilla armada del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), eligen a sus potenciales actores representantes y, bajo otro recurso que tiene como objetivo transmitir a una generación ignorante de la historia de los movimientos sociales -o en este caso políticos- realizan lo que en su momento se llamó trasvasamiento generacional, método de reclutamiento practicado por el peronismo desde las bases hasta los cuadros para que éstos retransmitieran el mensaje a nuevas bases. También el cine funcionaba por aquella época como herramienta de doctrina, información de aquellas asignaturas sociales que enfrentaban una feroz dictadura, que con el correr de los años lamentablemente se tiñó de sangre y desaparecidos dejando un tendal de muertos de un bando y del otro. Los recuerdos arrastrados desde un pasado duro pero donde la utopía de un mundo más justo era el motor de la militancia socialista aparecen en los testimonios de los protagonistas, además de reforzar sus ideales en la actualidad para dejar al menos un legado o explicación de sus acciones al decidir llevar a cabo el robo en el Banco Nacional de Desarrollo en 1972 y, una vez perpetrado el atraco con un botín de 10 millones de dólares, emprender la fuga por varios años en la más absoluta clandestinidad. Robar con fines solidarios resulta un acto de ciencia ficción para los tiempos que corren y jugarse la vida por una causa parece demencial hoy por hoy, pero esa historia existió con épica o sin ella y tuvo muchos protagonistas que no tuvieron la suerte de quedar en pie para transmitirla tras la derrota de la dictadura con la llegada de la democracia y ese punto tal vez es el que debe valorarse en este documental dirigido y guionado por Omar Neri, Mónica Simoncini y Fernando Krichmar, que funciona a medias desde la representación por estar viciado de subjetividad pero efectivo en la esfera emocional y humana.
El gran golpe Dirigido a seis manos por Omar Neri, Mónica Simoncini y Fernando Krichmar, Seré millones aborda un hecho auténticamente cinematográfico como el robo a un banco. En este caso, uno real como el realizado al ya extinto Banco Nacional de Desarrollo (BANADE) a comienzos de 1972 por un grupo de militantes del PRT-ERP. Fue, durante años, el golpe más exitoso en la historia nacional con un botín del equivalente a diez millones de dólares. La logística y la preparación del hecho contaron con el apoyo interno de dos empleados pertenecientes a la organización, quienes ocupan el espacio central del relato. Relato que se divide en tres: la narración de los hechos históricos, el casting y la preparación de actores para la recreación ficcional y la reconstrucción en sí. La hibridación entre ficción, documental y metaficción, dispositivo similar al de Caíto, opera aquí como disparador de reflexiones de los protagonistas que, tal como en Cracks de nácar, superan los setenta y parecen llevarse de mil maravillas y conocerse al dedillo, como si los avatares de la distancia generados durante las particularidades del exilio no fueran suficientes para limar los vínculos de un pasado en común. Lúdica sin perder rigor para la reflexión, Seré millones acierta aproximándose a un tema siempre complejo como la militancia en los años ’70 desde un tono fresco y ameno sin que eso implique simplificación. Un mérito para nada menor en el panorama actual del cine argentino.
Las mil y una formas de contar un robo Seré millones (2012), es un hallazgo dentro del género documental, no sólo por lo que cuenta sino por la forma elegida de llevar adelante un relato histórico desde una visión moderna pero no por eso simplista. La historia de Seré millones se centra en el suceso ocurrido el 29 de enero de 1972, durante la dictadura del presidente Alejandro Lanusse, cuando seis miembros de PRT-ERP tomaron la sede del Banco Nacional de Desarrollo y se llevaron 450 millones de pesos (10 millones de dólares). El botín obtenido, que fue destinado a subvencionar las luchas revolucionarias de la organización y de otros grupos latinoamericanos, se logró gracias a Oscar Serrano y Ángel Abus, dos militantes del PRT y empleados del banco, que a su vez ofician como los dos protagonistas centrales del film. Además, el acontecimiento tuvo el plus de haber sido cometido a metros de la Casa de Gobierno y de que sus gestores nunca fueron atrapados, aunque debieron exiliarse en Cuba. Seré millones es narrado a través de varias capas cinematográficas adquiriendo valor no sólo por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta. Documental, ficción y un documental sobre la ficción se entrecruzan entre sí para dar origen a un relato cinematográfico innovador en donde no están ausentes el humor, el rigor en la investigación histórica ni tampoco la denuncia social hacia una época. Omar Neri, Mónica Simoncini y Fernando Krichmar consiguen con Seré millones no sólo documentar la mayor "expropiación" por parte de la guerrilla a un banco argentino, sino también romper con los límites que separan la ficción del documental para crear un relato audaz en donde la recreación ficcional de los acontecimientos es intervenida, a la manera de "film reality", por quienes participaron de esos sucesos históricos, y a su vez entrecruzada con fragmentos documentales de lo ocurrido en 1972 y con el detrás de escena de lo que está aconteciendo durante el proceso de filmación. Un híbrido cinematográfico que rompe con todos los cánones establecidos para crear uno propio.
Ensayo sobre recuerdo y representación No es un documental. Es un docudrama. Y empieza como el making de una película que nadie está haciendo. Y que bien podría hacerse, porque cuenta una historia con grandes posibilidades de humor, suspenso e ironía, basada en hechos reales. Se trata del mayor asalto a un banco argentino, hecho sin tiros, muertos ni heridos, y, curiosamente, sin enriquecer a sus autores. Ocurrió la noche del sábado 29 de enero de 1972, cuando un grupo del ERP copó el Banco Nacional de Desarrollo, pasó seis horas sopleteando barras y puertas blindadas, cargó, al cambio de entonces, el equivalente a 10 millones verdes, y escapó justo 15 minutos antes que llegara el cambio de guardia. Todo eso en 25 de Mayo 145, pleno microcentro vecino a la central de la Side y otros organismos de Seguridad. Los entregadores fueron el sereno y un empleado a quien un gerente capturado preguntó "¿Entonces el lunes vos no venís a trabajar?". Pues no. Los dos huyeron a Chile ese mismo día. Con el tiempo, uno se jubiló como profesor de Bellas Artes en Cuba. Otro, siempre con su esposa, llegó a luchar en la Revolución Sandinista, y hoy cumple labores barriales en el Conurbano, donde vive sencillamente. Se llaman Oscar Serrano, Angel Abus y Laura Zona de Abus. Frente a la cámara se sienten de nuevo veinteañeros. Pero los realizadores, en vez de hacer un documental clásico, seguro y seguramente entretenido, acometen, o cometen, un ensayo sobre recuerdo y representación. Así vemos lo que cuentan los protagonistas, sus compañeros del Banco y los medios de la época, lo que ellos les cuentan a los actores, y lo que éstos escenifican y reflexionan. La idea calza muy bien, por ejemplo, en una parte donde los viejos discuten cómo conviene representar una despedida, pensando en la verdad escénica antes que en la histórica. Otras partes, en cambio, sufren mucha bajada de línea, bajo rendimiento actoral, falta de ritmo. Una lástima. Bonus insertos, fragmentos del "Espartaco" producido y protagonizado por Kirk Douglas con guión de Douglas Trumbo, y de dos Comunicados Cinematográficos del ERP, hechos en la clandestinidad. Su autor, Raimundo Gleyzer, desapareció en 1976 en un cuartel. El jefe del robo, llamado "Operación Chauchas", murió en 1973, y Roberto Santucho, líder máximo del ERP, en 1976, ambos en auténtica acción de combate, como corresponde. En cuanto al dinero, se usó para solventar la medianamente fallida fuga de presos de Rawson, el establecimiento de la guerrilla en Tucumán y la ayuda a grupos amigos de Chile, Bolivia y Uruguay. Malas inversiones, diría uno, pero aquellos viejos empleados no piensan lo mismo.
Recuerdos de un robo millonario En enero de 1972, un grupo de militantes del PRT-ERP ingresaron en el Banco Nacional de Desarrollo, ubicado a pocos metros de la Casa de Gobierno, y "expropiaron para la causa" la suma de 450 millones de pesos (el equivalente a 10 millones de dólares en la actualidad). El episodio tuvo una gran repercusión tanto nacional como internacional y los cabecillas del grupo, Oscar Serrano y Ángel Abus, eran empleados de ese mismo banco, que prepararon el robo durante dos años. El trío de directores de este film, que mezcla lo documental con la ficción, recrean el atraco a través de sus dos autores, que junto a un grupo de actores reviven su planificación y puesta en práctica sobre la base de una hábil investigación, que incluso hace uso del humor y de recortes periodísticos e imágenes de la época. Los impecables rubros técnicos de Seré millones suman puntos a esta producción que pretende (y lo logra) echar una mirada distinta y desacartonada a esos años difíciles.
Robo con un fin político A través de testimonios, recreaciones dramáticas, material de archivo e intervenciones en la ficción de los propios protagonistas, Seré millones cuenta el robo al Banco Nacional de Desarrollo (Banade) de 450 millones de pesos (unos 10 millones de dólares de la época) que concretaron seis militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores para sostener las actividades operativas de la organización, un método de financiamiento habitual de las organizaciones armadas en la década del setenta. La diversidad de recursos que manejan los directores Omar Neri, Mónica Simoncini y Fernando Krichmar en una puesta que tiene como una de sus preocupaciones fundamentales los problemas de la representación en el cine, hacen que el relato logre superar el cerco del documental convencional para ofrecer una película que siempre sostiene el interés a partir de la intriga, el humor y sobre todo la información y que contextualiza a la distancia la desmesura del robo (expropiación para las fuerzas revolucionarias) y el contexto de una época convulsionada y fascinante. Oscar Serrano y Ángel Abus fueron empleados del Banade y a la vez, militantes del PRT-ERP que se convirtieron en los protagonistas del singular hecho -que los obligó a exiliarse en Cuba- y 40 años después también lo son de Seré millones, que reflexiona sobre la violencia y del clima de época para que se entienda en el presente, para que los actores que participan en el casting de la película, los que se pondrán en la piel de aquellos jóvenes, tomen dimensión de lo que significó el compromiso político de la época.
Crítica emitida por radio.
Publicada en la edición impresa.
Voces de una confiscación revolucionaria Con un tono casi picaresco, el documental de Omar Neri, Fernando Kirchmar y Mónica Simone se destaca por el relato de los protagonistas, los mismísimos “entregadores” del banco, Oscar “El Gordo” Serrano y Angel “El Turco” Abús, que trabajaban allí como serenos. En la historia de la guerrilla en la Argentina hubo dos “golpes” dados con propósitos recaudatorios, que los diarios no supieron bien si cubrir en las páginas de policiales o en las de política. Uno fue el asalto al Policlínico Bancario, dado por el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara en 1963. El otro, el robo (confiscación, si se quiere) del tesoro del Banco Nacional de De-sarrollo, concretado por el PRT/ERP en enero de 1972. Mientras que el MNRT nunca se atribuyó el operativo de forma oficial, el ERP pintó consignas en las paredes del banco y lo reivindicó mediante un comunicado. Poniendo en números las diferencias organizativas, operativas y de ambición entre una y otra organización, mientras que el MNRT se llevó del Policlínico cien mil dólares, los miembros del ERP “levantaron” del Banade cien veces más. Diez millones de verdes. De allí (pero no sólo de allí) el título de esta película que reconstruye el episodio, considerado “el golpe del siglo” en Argentina. Hasta dos años más tarde, al menos, cuando la organización Montoneros cobró, en concepto de rescate por el secuestro de los hermanos Born, la friolera de 60 millones de dólares. “Volverá y será millones”, dice Kirk Douglas en un fragmento de Espartaco (1960), que se reproduce en Seré millones. Se refiere al personaje de Antonino, su segundo, a quien él mismo se ve obligado a dar muerte. ¿Alguien recordaba la frase? De la película, queremos decir. Kubrick o el guionista, Dalton Trumbo, “se la afanaron” a Evita, se supondrá, teniendo en cuenta que la Jefa Espiritual de la Nación la pronunció poco antes de su muerte, ocho años anterior a la película. Bueno, no: la frase la escribió Howard Fast, en la novela en la que la película de Stanley Kubrick se basa. Y la novela es de... 1951. Así que ahí la tenemos a Evita, usando a Howard Fast de inspiración para una de sus frases más famosas. Omar Neri y Mónica Simone –autores, directores y montajistas de Seré millones, junto a Fernando Krichmar– habían participado, junto a otros cuatro colegas, de la realización del tríptico Gaviotas blindadas (2006/2008), que contaba la historia entera del PRT/ERP. Seré millones es algo así como su derivación picaresca. Picaresca por el tono que la película decide adoptar, a partir del que le imprimen los protagonistas. Estos son nada menos que los mismísimos “entregadores” del Banade, Oscar “El Gordo” Serrano y Angel “El Turco” Abús, que trabajaban allí como serenos. Y que están vivos. Algo que Neri, Kirchmar y Simone aprovechan, con astucia, para hacer de ellos el centro y el alma de la película. Pero los realizadores eluden el modelo talking head para darle al relato de los hechos, por parte de Alegre y Abús, una puesta en escena más moderna, más dinámica, más pícara. Por un lado, el episodio y la historia misma de ambos protagonistas se reconstruyen mediante diálogos, entre ellos o con terceros. Notoriamente, durante un asadito al sol, con otros ex miembros del ERP. Ah, sí, porque además de trabajar en el Banade (fundado por Perón en 1951, cerrado por Menem en 1993), El Gordo y El Turco eran miembros de esa organización armada. Y ningunos “idiotas útiles”, por cierto: ambos la tienen clarísima, conservan libros, revistas y banderas y transmiten a quien quiera oírlos su confianza en que algún día el socialismo triunfará. La otra instancia a la que Neri, Kirchmar y Simone recurren es la de la ficcionalización. Pero no al estilo de documentales más tradicionales (televisivos, sobre todo), que traspasan el hecho documental a la ficción convencional, sino dejando ver (un poco a la manera de Los rubios) la construcción de la ficción. Seré millones (título que revela de por sí la condición picaresca, provocativa de la película) muestra el proceso de conformación del casting que representará el robo, la interrelación entre actores y verdaderos protagonistas y, finalmente, la representación misma, con el Gallego Fernández Palmeiro, Raymundo Gleyzer y el mismísimo Mario Roberto Santucho como “invitados especiales”. Pero la representación es, deliberadamente, tan zaparrastrosa como en un circo de barrio, con un taxi que consiste en una banderita, un volante, un par de asientos y un esqueleto metálico como emblema de esa voluntad de exhibición del artificio. Es verdad que el resultado no es del todo redondo. Ciertas repeticiones, emocionalismo y falta de distancia con respecto a los protagonistas parecen apuntar a una identificación algo facilista por parte del espectador. Pero Serrano y Abús son dos verdaderos personajes y sobrevivientes, el episodio que protagonizaron está bien transmitido y por detrás de él asoman los ‘70, con mirada pícara y política.
Seré Millones es el primer proyecto en conjunto de Omar Neri, Fernando Krichmar y Mónica Simoncini -tres cineastas dedicados a realizar documentales con fuerte contenido político- que trata del gran robo del ERP al Banco Nacional de Desarrollo (BANADE) en 1972. Vida Bandida La noche del 29 de enero de 1972, los jóvenes Oscar Serrano y Ángel “el Turco” Abus, junto con sus compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) asaltaron el Banco Nacional del Desarrollo (BANADE). Ataron a los guardias de seguridad, entraron al tesoro, robaron 450 millones de pesos (11 millones de dólares en ese entonces), que más tarde utilizarían para financiar las acciones del grupo guerrillero. El robo/expropiación del BANADE fue un gran golpe a las finanzas de la dictadura militar del General Lanusse. Oscar y el Turco trabajaban desde hacía un tiempo en el banco, Oscar como sereno (y además era taxista), y el Turco como ascensorista, y fueron una pieza clave para la puesta en marcha de este ambicioso plan. 42 años después, un grupo de realizadores convoca a Oscar, el Turco y a un grupo de actores que se pondrán en la piel de los protagonistas para recrear la historia del gran robo. Volveré y seré millones Seré millones empieza con un casting. Los realizadores les hacen algunas preguntas a los actores y les cuentan más o menos de qué va el proyecto. De repente nos damos cuenta que los dos señores mayores que parecen formar parte del equipo de filmación son los mismísimos protagonistas del robo. Ya empezamos bien. La sola participación de Oscar Serrano y el Turco Abus hace interesantísima a la película. No obstante, lo más rescatable de esta película es el abordaje, que no es para nada solemne. En cambio, usa un tono fresco y vivaz, pero sin caer en una simplificación del tratamiento del tema. La película juega con la mezcla de géneros, alterna entre el documental y la ficción, incluye fragmentos de Espartaco, de Stanley Kubrick y de los noticieros obreros de Raymundo Gleyzer. Las escenas que recrean los actores se realizan de manera despojada, con pocos elementos, y funciona bien. Lo único que me atrevo a achacarle a Seré millones es por momentos se aleja de las formas cinematográficas y parece un documental televisivo, más que nada en la música utilizada cuando visitan el banco y el esbozo de cámara oculta que no aporta nada a la película. Conclusión Seré millones es una película valiosa por su forma, que no sólo mezcla el documental y la ficción, sino que además pone cara a cara a los protagonistas del robo con los actores que los interpretan. Vale la pena ya de por sí por el hecho de ver en pantalla a Oscar Serrano y a Ángel Abus contar su historia. Además, no sólo que no es solemne sino que utiliza un tono muy fresco para abordar los hechos de la dictadura de Lanusse y la militancia de Oscar y el Turco en el ERP, lo cual le suma mucho a la película.
Robo para la causa Un interesante abordaje el del trío de directores compuesto por Neri, Krichmar y Simoncini, acerca de una de las tareas más resonantes de la guerrilla durante los años setenta. Al despuntar 1972, durante el gobierno de Lanusse, un grupo de militantes del PRT-ERP ingresó al Banco Nacional de Desarrollo y se llevó diez millones de dólares. La prensa de la época lo tituló como un robo, pero para ellos fue una expropiación, y su destino, sin confiscar apenas un diezmo, fue financiar la lucha armada. Lo novedoso del film es su factura fronteriza entre documental, making-off y ficción. Oscar y el Turco, los dos militantes que facilitaron la operación por ser empleados del banco, supervisan el casting de actores, se hacen amigos de ellos, intercambian roles en los ensayos, se divierten, hacen un asado. Con la figura siempre presente de Santucho y Víctor “el Gallego” Fernández Palmeiro, cerebro de la operación, Seré millones no cae en un simple homenaje o una reivindicación sino que recrea de modo lúdico un hecho medular en la historia del ERP, sin descuidar la bajada de línea.
Documento ficcional de una épica A la hora de recrear pensar, analizar y explorar determinados hechos históricos, el cine universal a menudo ha caído en la trampa de la excesiva seriedad, de una trascendencia que termina volviéndose vacua. Este riesgo siempre acosó al cine argentino en particular: es ya demasiada habitual la pulsión por la bajada de línea impostada, sentenciosa, incluso restándole ambigüedad y líneas de conflicto a personajes sin grises. Por eso se agradece la aparición de un film como Seré millones, el mayor golpe a las finanzas de una dictadura, que elude esa tendencia con bastante inteligencia. El film, desde un comienzo sabe hacerse cargo de lo apasionante de su anécdota, que cuenta cómo en enero de 1972, durante la dictadura de Lanusse en la Argentina, un grupo de militantes revolucionarios ocuparon el Banco Nacional de Desarrollo, a pocos metros de la Casa de Gobierno, realizando un espectacular asalto -el más grande de la historia nacional-, expropiando aproximadamente 10 millones de dólares (al cambio actual) y aportándolos a la causa revolucionaria, en lo que fue puñetazo directo al mentón financiero del poder dictatorial. Esto fue posible gracias a Oscar Serrano y Angel Abus, militantes y empleados del banco, quienes planificaron el golpe. Cuarenta años después, la premisa consiste en convocar a Oscar y Angel para que colaboren en una recreación ficcional, con actores jóvenes interpretándolos. La documentación de esa reconstrucción ficcional, donde conviven varios géneros, incorpora también una dosis poco habitual de humor, ayudando a desdramatizar los hechos pero no a banalizarlos, sino todo lo contrario: de la mano del contacto entre la comedia y el policial es donde va creciendo el diálogo intergeneracional, reflexionando sobre las particularidades de la militancia de aquellos años y la de ahora, los distintos niveles de compromiso y las luchas con los estratos de poder, consiguiendo incluso momentos de genuina emoción. A Seré millones, que es tan ficción como documental, se le podrá reprochar que sus distintas superficies y niveles formales no terminan de cuajar del todo, con lo que hay unos cuantos pozos narrativos, diluyéndose el potencial impacto. Pero aún así, los directores Omar Neri, Mónica Simoncini y Fernando Krichmar, a partir de los riesgos que toman, transforman a las personas en personajes, y a los personajes en personas, cimentando un vínculo empático con los espectadores, apostando siempre a un relato humano y sensible, en el que la simplicidad es el trampolín para una pequeña y meritoria épica, en la que se recupera la universalidad de ciertas causas.
En una breve introducción de casi cuatro minutos la voz en off de Oscar Serrano va recorriendo algo de la historia política del siglo pasado: Perón, Evita, el golpe, revolución cubana y el “Che” como estandartes de las ideas socialistas y la juventud de izquierda que ansiaba la vuelta de Juan Domingo para traer el socialismo. Imágenes de archivo en las cuales se escuchan cantitos tristemente célebres como “Montoneros, FAR y ERP., con las armas al poder” o “ERP, ERP; Morir o vencer!”, y finalmente un mapita del microcentro que centrándose en el Banco Nacional de Desarrollo, en la época de Lanusse, que le da paso al título: “Seré Millones”. A partir de ese momento hay una bifurcación. Dos caminos por los cuales los directores Omar Neri, Fernando Krichmar y Mónica Simoncini harán transitar ésta realización sobre uno de los asaltos más famosos y renombrados de la Argentina: El robo al Banco Nacional de Desarrollo en 1972, aunque en función de los ideales de la época se insista en llamar “expropiación” El primer camino involucra el material correspondiente al casting para la supuesta parte ficcionada, casting en el cual están presentes Angel Abus y Oscar Serrano, dos de los autores del robo original, que ayudan en este caso a nutrir a los aspirantes de información vital para la composición de los personajes, y el vivir y sentir de aquellos años. Vemos pruebas de cámara, cámaras ocultas, opiniones personales, interacción mutua en alguna suerte de ejercicio de improvisación… la cámara se detiene un par de veces a tomar de cerca a actores visiblemente sensibilizados ante la presencia de los dos viejitos y su historia. Así desfilan Juan Isola, Federico Pereyra, Rocío Dominguez, etc. buenos actores que esperan su oportunidad. Luego de la selección, los elegidos comienzan con su tarea de investigación. Se suceden entrevistas en distintos marcos que intentan aportar cierta naturalidad como por ejemplo el andar de Oscar junto a Pablo Trimarchi por las calles del centro hasta llegar al viejo Siam Di Tella. El segundo camino es la información propiamente dicha por sus protagonistas e intercalada con algunas imágenes de archivo vistas hasta el hartazgo, y otras de jugosa factura como los comunicados del ERP o el corto sobre Swift de Raymundo Gleyzer. Entre ensayos grabados dirigidos (¿?) por Oscar y Angel, algún asado evocador con amigos, y las típicas “cabezas parlantes” transcurre “Seré millones”. Es curioso como poco a poco las decisiones estéticas aumentan en desmedro de la propuesta. Por ejemplo cuando los verdaderos protagonistas de la historia recrean situaciones frente a los actores. Allí es cuando el desvío de la temática se diluye por completo y el robo per sé pasa a un segundo plano, para hacer prevalecer una tarea más cercana a la creación colectiva teatral que del cine, pero como ninguno de los dos retratados son directores (más que de sus recuerdos), las imágenes transmiten un experimento en el cual el trabajo de los actores tampoco cobra la dimensión adecuada. Como si diera lo mismo que estén o no. Aquí se hacen evidentes las diferencias de criterio frente a la obra por parte del trío de directores. De a ratos vuelve el interés por la idea central cuando se aprovecha el material de archivo fílmico y fotográfico para darle título a cada segmento en el que se divide el relato, e incluso para introducir y plasmar el contexto político y social que impulsaba algunas decisiones por parte de los militantes. Hay hasta cierto tono comprensivo sin que por esto se proponga una reivindicación del accionar guerrillero. De cualquier modo, la película sale airosa al tirar cierto aire fresco para repasar aquellos años de incertidumbre y violencia cotidiana. Una mirada hacia los ‘70 desde un ángulo inusual dado el origen, como si se tratara de dejar los prejuicios de lado a la hora de analizar la historia.
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Back in January 1972, and during the dictatorship of General Lanusse, a group of revolutionary activists occupied the Banco Nacional de Desarrollo (BANADE) and expropriated some 450 million pesos (US$10 million today) for their revolutionary cause, not for personal gain. A decisive factor in achieving such a feat was the help from bank employees and activists Oscar Serrano and Ángel Abus, who had been preparing the strike for some two years. When the right time came, the finances of the dictatorship stored in the BANADE were taken away for good. It was the biggest bank robbery in the history of Argentina. Now, 40 years later, Oscar Serrano and Ángel Abus recreate the events in the shape of a chronicle (a documentary) and a “making of” a possible fiction film recreating the heist. Directed, written and edited by Omar Neri, Fernando Krichmar, and Mónica Simoncini, Seré millones features archive footage, photographs, newsreels, and interviews (on the documentary part), as well as rehearsals, screen tests, discussions and script readings (on the making of the fiction film). As soon as you start watching it, the first thing that comes to mind is that the history behind the robbery, its multiple elements and amazing facets are enormously appealing and thought-provoking. It’s not for nothing that they call it the biggest bank robbery in Argentine history. But when it comes to the assets in Seré millones (a story addressing history), there’s not much to write home about. It’s just that there are so many problems in each area of filmmaking that the promise of a different movie experience soon gives way to plain boredom. Made with the best intentions and with a commendable ideological point of view, Seré millones has few ideas as regards mise en scene, and not very good ones. Having actors talk to the mirror about how the film is deeply affecting them is not exactly subtle or enlightening. It feels contrived. The same lack of spontaneity is found in the dialogues between the protagonists and the actors. The cinematography is flat and the camerawork is dull, and they say nothing about the film’s content. For a conventional feature posing as an innovative one, or even for just a conventional one, it lacks a firm director’s hand, a smart screenplay, and a compelling sense of narrative and visual design. As for the documentary part, there’s nothing new under the sun. One thing is for sure: you’ll get to know quite a few facts about a most notable event. And that’s that.
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Jugando a reconstruir el pasado Es saludable que nuestro cine siga sumando abordajes más informales y elásticos de los tiempos de ardorosa militancia política y conatos revolucionarios en nuestro país, que –es esencial recordarlo– en aquellos convulsionados años ’60 y ’70 reflejaban y refractaban otros países de Latinaomérica y el resto del mundo. Sin énfasis ni solemnidad, y sin poder (o sin querer) eludir cierta mitificación del período, Seré millones, el mayor golpe a las finanzas de una dictadura juega a reconstruir un singular episodio de ese pasado. Dirigida, escrita y editada por Omar Neri, Fernando Krichmar y Mónica Simoncini, la película intenta recrear la historia de un robo delirante con final feliz y propósitos que hoy parecen insólitos: sin un plan demasiado complejo ni recurrir a la violencia, seis jóvenes militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores lograron alzarse (en la madrugada del 29 de enero de 1972) de diez millones de dólares depositados en el Banco Nacional de Desarrollo, muy cercano a la Casa Rosada, como una manera de confiscar dineros mal habidos por la dictadura militar de entonces y destinarlos a la causa. Tal vez lo más asombroso sea que lo hicieron evadiendo a la Policía, que no pudo encontrarlos ni castigarlos después. Seré millones recurre a dos de los protagonistas de aquél hecho, Oscar Serrano y Ángel Abus, hoy hombres mayores de apariencia humilde aunque entusiasmados para recordar y contar su aventura. El film los hace interactuar con jóvenes actores que deben interpretarlos, recorrer los lugares de entonces, e incluso opinar sobre los resultados provisorios del proceso de pre-producción y rodaje. Allí se encuentra el mayor atractivo de este divertido semi-documental: Serrano y Abus caminan por el mismo banco (situación que recuerda a los ancianos recorriendo el mercado devenido shopping en Abasto, el documental de Néstor Frenkel), reconociendo y rememorando sitios del pasado, buscando junto a los directores soluciones adecuadas para escenificar situaciones, o desempeñándose casi como directores de casting. Es notable cómo ese juego hecho de desdoblamientos, imitaciones, pruebas y disfraces consigue que esos hechos perdidos en la memoria se materialicen, y que el espectador pueda percibirlos cercanos, más allá de que suenen desatinados y que tanta agua haya pasado bajo el puente. Las mismas discusiones permiten intuir el acaloramiento de aquellos momentos, junto a la mirada sorprendida o fascinada (si es o no auténtica no importa demasiado, por las características del film) de los actores que no vivieron la época. La cámara en mano siguiendo los pasos de los testigos-actores-personajes provoca que, circunstancialmente, asomen el micrófono o los propios directores, con repentismo televisivo. Asimismo, la emoción de algún reencuentro y los chispazos de humor barrial (asado incluido) demuestran la falta de ambiciones intelectuales del film y de sus retratados. Estimulante como experiencia antes que brillante como película, Seré millones tiene por ahí algo de ejercicio teatral y hasta de reality show. Escenas de Espartaco (1960, Stanley Kubrick) y de cortos de Raymundo Gleyzer (1941/1976) le dan valor simbólico e ideológico a lo que, por momentos, parece una simple travesura que terminó milagrosamente bien. Los testimonios y la historia –que se muestran algo recortados– de Serrano, Abus y sus compañeros de militancia (incluyendo el propio Mario Santucho), llevan a repetir alguna terminología discutible, como cuando en un texto sobreimpreso se menciona el “ajusticiamiento” de alguien (no importa quién) en “un acto heroico”. Al mismo tiempo, al revelar que el robo contó con la colaboración de empleados del banco que eran militantes del ERP, sumamente respetados y queridos por sus compañeros, Seré millones devuelve la sensación extraña de una época de menos individualismo e ideales colectivistas. El film de Neri, Krichmar y Simoncini rescata elementos que incentivan el debate, sacude con habilidad la memoria y ayuda a que vuelva a cobrar vida aquella historia increíble pero real.