La película sólo trata de mostrar cómo un número pequeño de actores (ni siquiera contrataron extras para ver un poco más de gente asustada) tratan de huir de los extraterrestres. Y ya está, no hay nada más que contar. Ni siquiera son originales los diseños de los "bichos" que...
Los hermanos Strause no descansan de cometer atrocidades. Alien vs Depredador era una franquicia bastante potable (me cuento entre los pocos que piensan así) hasta que vinieron los brothers y la aniquilaron con la secuela (Requiem) en el 2007. En su momento adujeron que el estudio les sacó el filme, lo manipuló y engendró esa bazofia que despacharon a los cines. Ahora estos chicos - capos del estudio de FX Hydraulx, y que facturan muy bien ya que tienen gran demanda en Hollywood - se despacharon con esta película, producida integramente de su bolsillo. Ya no pueden citar "interferencias de estudio"; la basura es de su completa propiedad, y Skyline es prueba patente de su falta de talento. Buenos efectos especiales no pueden camuflar la desidia generalizada de directores y guionistas por escribir una historia siquiera decente. Esto es Dia de la Independencia + Cloverfield, en versión de cine Z. Aquí no hay cámara en mano, la que al menos servía para camuflar un poco la falta de talento del director de turno y con la cual resultaba fácil generar shocks en primer plano. Por contra, el enfoque standard que usa Skyline pone en evidencia todos los problemas del libreto. Aquí hay otra troupe de palurdos enfiestados (tal como Cloverfield) con su cuota de dramas personales de telenovela que no le importan a nadie y que el libreto pretende vender como "tridimensionalización de los personajes". Por suerte esto no dura demasiado, ya que a los 15 minutos tenemos la invasión alienígena en pleno, en donde los extraterrestres disparan gigantescas balizas en las ciudades y las naves madres acuden hacia ellas, actuando como aspiradoras gigantes de seres humanos. A esa altura el tufillo de Dia de la Independencia es más que evidente, con planos casi idénticos. Pero como los FX son muy buenos (si la gente de Hydraulx no sabe de esto, bien pueden poner un puesto de choripanes en la costanera y dedicarse a otra cosa), uno no tiene demasiada queja hasta ese punto. Los problemas comienzan cuando el grupo humano de turno empieza a razonar y a hacer estupideces. Como los hermanos Strause vieron ID4, se dijeron: "precisamos a otro cómico negro que haga de héroe" y trajeron a Donald Faison de la serie Scrubs, para que haga de Will Smith del bajo presupuesto. Pero Faison es un tipo con cara de payaso y verlo angustiado por el abrumador ataque alienígena bordea lo ridículo - el drama no es lo suyo -. Para colmo anda armado con una pistola por todo el edificio, como si los marcianos se hubieran mudado al departamento de al lado. El tema es que toda esta gente nunca termina de salir de las cuatro paredes del condominio, ya sea porque están sitiados o porque se la pasan pispeando los pormenores de la invasión a través de un telescopio, y con lo cual casi no tienen contacto directo con los extraterrestres de turno. Entonces tenemos a 4 tipos visitando siempre los mismos 3 escenarios - azotea, calle, departamento -, y que no hacen nada más que pelearse entre ellos. Ciertamente en el género de invasiones alienígenas usted puede ser a) el héroe que derrota solito a los marcianos b) el superviviente que pelea por su vida c) el testigo, que reflexiona mientras los ejércitos combaten infructuosamente al invasor. Aquí los protagonistas son tan inoperantes que entran directamente en la categoría c); pero, en vez de decir cosas interesantes sobre el destino que les ha tocado en suerte, esta troupe de idiotas se la pasa peleándose por trivialidades y haciendo burradas. Afuera hay naves madres gigantes como ID4, hay calamares voladores como Matrix Revoluciones, hay bichejos enormes sueltos como Cloverfield, y hay brazos exploradores como La Guerra de los Mundos. Los aliens vienen a saquear cerebros humanos, los que usan para tomar energía como si fueran pilas Eveready. El problema es que los extraterrestres le extirparon los sesos a los guionistas antes de que finalizaran el libreto. Si los protagonistas no nos importan; si las escenas de acción están plagiadas de peliculas anteriores (y mucho mejores que ésta); ¿qué nos queda?. Efectos especiales. Una cosa que me impactó de Skyline es que, en este universo, la gente es respetuosa de la propiedad privada aún en las situaciones más apremiantes. Cuando una criatura persigue al coche en donde los protagonistas intentan escapar, el conductor decide esperar los 15 segundos reglamentarios para que la valla automática se abra del todo en vez de arrollarla con el auto. Cuando varios calamares gigantes amenazan con devorarlos, el líder del grupo decide perder segundos valiosísmos en usar la llave adecuada para abrir la puerta del consorcio en vez de hacer puré el vidrio de la misma. Incluso cuando las fuerzas aéreas lanzan un misil atómico a la nave madre - la que está a menos de un kilómetro del condominio -, la explosión nuclear ni siquiera raja un vidrio en el departamento. Ya sabíamos que el filme era barato... pero ¿era mucho costo de producción destrozar un ventanal de vidrio falso? A los hermanos Strause deberían prohibirles de por vida dirigir otro filme. Acá hay una desidia total por la historia. Me imagino una reunión de producción del filme, elaborando escenas espectaculares de efectos especiales y, una vez rodadas, escribiendo a las apuradas alguna excusa en el libreto para involucrar a los protagonistas en dicha secuencia. Eso no quita de que haya una segunda parte, ya que el filme costó solo 10 millones de dolares y en el estreno recaudó 12 (faltan más semanas en cartel y la salida en video). Pero dudo que atrapen dos veces a la gente con la misma bazofia.
La amenaza esponjosa Extraterrestres se sitúan sobre Los Angeles y el caos comienza. Hay películas flojas que terminan resultando buenas, involuntariamente. Skyline: la invasión bordea, por momentos, la autoparodia, y uno se ríe en situaciones y diálogos ridículos que se acumulan a lo largo de sus minutos. Pero no es lo suficientemente absurda como para que se la termine disfrutando. Es, simplemente, una muy floja película. De hecho, y pese a lo que puede parecer en sus avances y afiches, Skyline es una película pequeña, casi Clase B, que sólo al final revela algo más que efectos especiales animados seguramente montados después del rodaje con los cinco o seis actores principales de este drama. Dos amigos, sus novias, alguna amante y poco más. Una torre tipo condominio con una piscina. Un departamento lujoso y su terraza donde sucede gran parte del filme. Y, en el fondo, una animada amenaza extraterrestre pegajosa y difícil de vencer. Es que Colin y Greg Strause, los directores, son especialistas en efectos y han trabajado en eso para clásicos como Titanic y Avatar . Y deberían seguir haciendo eso. Los efectos no están mal aquí, especialmente si se considera que tuvieron mucho menos presupuesto. Pero parecen desconocer casi todo lo demás -guión, actuación, puesta en escena, etc.- que implica hacer una película. Jarrod y Elaine son una pareja que va a Los Angeles a visitar a un amigo de él, Terry, al que le va muy bien económicamente. Ella se acaba de enterar de que está embarazada y al llegar se da cuenta de que Terry quiere convencerlos de quedarse a vivir allá y trabajar para él. Pero mientras Terry se divierte entre fiestas y chicas, y la pareja piensa qué hacer, una amenaza extraterrestre se planta sobre el cielo de Los Angeles y todo lo demás pasa a segundo plano. De ahora en adelante será cuestión de zafar de los alienígenas, mezcla de pulpos, lagartos y mariscos de todo tipo y color. Babosos y gomosos, de esos. Casi todo lo que sucede es previsible -salvo el final, que depara alguna sorpresa que lleva a pensar en futuras secuelas-, pero de la peor manera. Una mezcla de La guerra de los mundos con Sector 9 y Alien vs. Depredador (la dupla dirigió la secuela), pero en versión miniatura y no particularmente celebrable por eso. Digámoslo de otra manera: no es un John Carpenter ni un clásico de Clase B. Es una película mediocre y pegajosa, pero el efecto, por suerte, se pasa muy rápido.
El ataque de los efectos digitales En Skyline, la invasión, se luce el know-how de sus directores en materia de CGI Considerados dos de los máximos artistas en el universo de las imágenes generadas por computadora (CGI en la jerga profesional), los hermanos Strause fueron responsables de algunas de las secuencias más espectaculares de Avatar, 2012, X-Men, Iron Man 2, El curioso caso de Benjamin Button y 300 , entre más de 60 títulos. Como directores, en cambio, sólo filmaron hasta el momento dos largometrajes: Aliens vs. Depredador 2 y ahora Skyline: La invasión . Producción independiente de bajo presupuesto (10 millones de dólares en total, lo que gasta James Cameron en un par de jornadas de filmación), Skyline: La invasión es una típica historia de cine-catástrofe con tono épico y look apocalíptico sobre -otra vez- extraterrestres devastando la Tierra para, en este caso, alimentarse de los cerebros humanos. Ni el guión (tan correcto como previsible) ni los actores (carilindos e inexpresivos surgidos en su mayoría de series televisivas) son particularmente destacables, pero la historia funciona bastante bien en los términos en que está planteado: un film con espíritu casi bizarro propio del cine de clase B, pero -en el principal logro de todos- con un despliegue visual que muchas superproducciones de los grandes estudios envidiarían: las inmensas naves invasoras, los alienígenas (robots que se asemejan a gorilas o arañas), las calles de Los Angeles destruidas, los humanos abducidos? todo luce creíble e impactante. Mérito de los hermanos Strause, que pusieron todo su know-how técnico y creativo para suplir la modestia de recursos. En este sentido, el resultado es parecido al de Sector 9 , otro film de ciencia ficción y terror que consagró al sudafricano Neil Blongkamp. La trama, quedó dicho, es lo menos importante. Hay una pareja de neoyorquinos que llega a Los Angeles invitada por un amigo que vive a todo lujo. Ella está embarazada y a él lo sorprenden con una oferta laboral para que se instale en California. Pero a los pocos minutos empieza -sin que se sepa muy bien por qué- la ofensiva extraterrestre y, así, los dos protagonistas y un puñado de vecinos deberán resistir los ataques dentro de un rascacielos. El film, por supuesto, es derivativo de muchos otros ( Alien, Día de la Independencia, Guerra de los Mundos ), pero su falta de ambiciones desmedidas, su espíritu lúdico y sus hallazgos estéticos resultan suficientes como para compensar las limitaciones dramáticas y los lugares comunes de su propuesta.
El cielo se está cayendo Salvo honrosas excepciones, de un tiempo a esta parte pareciera que Hollywood se ha quedado sin ideas en lo que respecta a la vieja y querida ciencia ficción, un género históricamente atesorado por legiones de espectadores alrededor del globo. Si dejamos de lado las anomalías recientes a cargo de Christopher Nolan y James Cameron, debemos esforzarnos en demasía para recordar aunque sea un proyecto rescatable en el período que va desde la patética Día de la Independencia (Independence Day, 1996) hasta la desastrosa Transformers: La venganza de los caídos (Transformers: Revenge of the Fallen, 2009). Por supuesto que incluso una obra tan bizarra como Skyline: La Invasión (Skyline, 2010) está por encima de aquellos mamotretos pero tampoco puede revertir la tendencia. Estamos hablando de una rareza para los cánones del sistema de producción estadounidense: la película fue financiada en forma independiente por sus realizadores, Colin y Greg Strause, sin interferencias industriales de ningún tipo. Basta con señalar que este sombrío exploitation de ofensiva alienígena ha sido filmado casi por completo en el condominio propiedad de uno de los hermanos con un costo total de apenas diez millones de dólares. En esta ocasión los extraterrestres vienen a recolectar cerebros humanos y para ello utilizan ases de luces que nos arrastran telepáticamente hacia “aspiradoras” gigantescas que podríamos denominar “naves, monstruos o qué sé yo”. Así es cómo un grupo encabezado por Jarrod (Eric Balfour, de 24) y Oliver (David Zayas, de Dexter) queda atrapado en medio de las escaramuzas entre el ejército y los iracundos visitantes. Antes que nada aclaremos que los diálogos son paupérrimos y las actuaciones dejan bastante que desear: ni el guión de Liam O´Donnell y Joshua Cordes ni la labor del elenco son puntos a destacar. Como cabía esperar considerando que los Strause son expertos en efectos digitales, Skyline: La Invasión demuestra que se pueden hacer maravillas en términos plásticos con un presupuesto limitado, destreza y un poco de imaginación. Al igual que en su opera prima como directores, la ridícula aunque también entretenida Alien vs. Depredador 2 (Aliens vs Predator - Requiem, 2007), aquí las grietas en la narración y el desarrollo de personajes se compensan a través del apartado visual: la escena del estacionamiento y la interesante batalla final justifican la odisea. El talento está puesto en ese cielo que se nos cae encima...
Una película que no funciona cuando intenta ser minimalista y mucho menos al adoptar todos los convencionalismos del cine mainstream. La bajada de línea militarista es tan absurda como su guión y los efectos especiales bastante baratos como para justificar semejante despropósito. El resultado está a la vista...
Invasiones eran las de antes En La Invasión (SKYLINE) se puede ver como recordar a los antecesores films de visitantes extraterrestres, pero todo en tan solo 90 minutos y con algo de nostalgia por el tiempo pasado. Los hermanos Strause (Alien vs Predator: Requiem), cuya compañía Hydraulx ha estado a cargo de los efectos visuales de títulos como Avatar y Iron Man 2, El curioso caso de Benjamin Button y 300, son los encargados de dirigir y producir esta cinta de ciencia ficción. En este caso narra como Jarrod (Eric Balfour, el actor de La masacre de Texas) y Elaine (Scottie Thompson, de Star Trek) organizaron un viaje de fin de semana al sur de California con motivo del cumpleaños del mejor amigo de Jarrod, Terry (Donald Faison) junto a su novia, Candice (Brittany Daniel, de Club Dredd, ¿Y dónde están las rubias?, Chiquito pero peligroso). Skyline Pero la bella estadía se verá empañada por unos invasores que azotarán la ciudad con una fuerza adúctiva que amenaza con tragarse a toda la población humana de la faz de la Tierra. Con una gran similitud a Cloverfield, muchísimo de La Guerra de los Mundos y con algo de El Día de la Independencia los hermanos Colin y Greg fueron pincelando (o salpicando) esta producción cinematográfica que incluso trajo a la memoria, sobre el final, al film Sector 9. Quizás las interpretaciones del elenco y el sonido no estuvieron muy cuidados, a tal punto que cuesta hacer sentir al espectador momentos de real suspenso y todo se ve como demasiado inverosímil. La Invasión podrá satisfacer a los amantes del género e incluso hacer pasar un buen rato a quienes quieran ver algo nuevo en la cartelera de cine, pero a estar atentos que Skyline no viene a combatir a los demás films; Solo es una película más de invasores e invadidos, con una promesa de amor que se cumplirá hasta el final. Nada más...
Tenía ganas de ver algo distinto; no hablo de películas del año, ni de nuevos clásicos de la ciencia ficción, pero sí algo relativamente nuevo, con ideas frescas. El año pasado District-9 pareció encontrarle una vuelta de tuerca divertida a la temática ya trillada de la “invasión extraterrestre” y creo que me agarre de esa idea, deseando que Skyline no terminara siendo una de esas “Independence Day”. Ahora pienso que a fin de cuentas “Independence Day” no era tan mala, al menos sabia explotar al máximo lo que estaba buscando. Skyline por el contrario, es aburrida, casi diría que carente de historia, me atrevería a decir que carente hasta de un final mas o menos sostenible… parece un reel de la empresa de efectos especiales. Definitivamente si le quitamos media hora (tiene para quitar) bien puede ser el piloto de una nueva serie de FOX ó la ABC. De esas series que no prosperan. Extraterrestres llegan a la tierra (por razones que solo se explican en el trailer) con el objetivo de abducir a toda la especie. La película relata los intentos de un pequeñísimo grupo de personas por sobrevivir dentro de un departamento. Aparentemente toda la película fue rodada en el complejo de edificios donde vive uno de los hermanos Strause con poco más de medio millón de dólares. El resto de los 10M que costo la película se fueron en efectos especiales, que si bien no son nada malos, no caen en que este año ya pasamos por Avatar y demás pirotecnias en 3D, por lo que la apuesta visual también se queda a medio camino, incapaz –no tendría porque serlo- de sostener un film carente de argumento. Lamentablemente no puedo recomendar que vayan a verla. Siempre hay alguien que gusta de este tipo de historias, pero ni siquiera creo que guste a los fanáticos del género. Uds dirán si vale la pena o no.
Las películas de invasiones extraterrestres nunca pasan de moda. Ya está viniendo una nueva camada de estos film, y el primero en llegar es Skyline: La Invasión. Jarrod (Eric Balfour) y Elaine (Scottie Thompson) su novia, visitan a Terry (Donald Faison) en su lujoso departamento en Los Ángeles. Luego de una noche de festejos y locura, despiertan en medio de un inusual episodio: varias líneas de luz surgen del cielo, provocando un efecto de hipnosis en las personas para luego absorberlas. Los culpables: criaturas de otro planeta que vienen a buscar seres humanos para fines muy oscuros y desagradables. Los protagonistas deberán sobrevivir en medio de un contexto bélico con los alienígenas. La película está contada desde el punto de vista de estos personajes, y trata de hacer hincapié en la tensión entre ellos. Sin embargo, son opacados por las naves espaciales, los monstruos gigantescos similares al de Cloverfield, las batallas propias de Día de la Independencia y la mencionada luz que cautiva a los humanos (y hasta puede dotarlos de extrañas capacidades). También se hace evidente la influencia de Sector 9, principalmente por el uso de cámara en mano para lograr realismo. Sin dudas, la genial creación de Neil Blomkamp pesará en las películas con ET’s que se estrenen en los próximos años. Siendo veteranos en el rubro de efectos especiales, los hermanos Greg y Colin Strause venían de debutar como directores en la entretenida aunque olvidable Alien Vs. Depredador 2. En Skyline reinciden con los extraterrestres, pero esta vez se trata de un proyecto más personal. Proyecto que les podría constar más caro que el presupuesto destinado a filmar la película. En 2009, los Strause estuvieron a cargo de los FX de otra epopeya sobre un ataque intergaláctico: Battle: Los Ángeles, que se estrenará en marzo. Al parecer, los hermanitos tomaron más de una idea para su segundo opus. Skyline no deja de ser un film pequeño, es verdad, pero su ritmo frenético y el sabor a película clase B lo vuelven un pasatiempo muy digno. Además, nos enseña que si un día despertamos y hay unas lindas lucecitas provenientes del cielo, mejor salir de allí.
Ojeadura espacial Las invasiones extraterrestres tuvieron ejemplos muy variados en la historia del cine. Skyline: La invasión (Skyline, 2010) apela a todos ellos agregando un elemento más: ¡¡¡Mirando al cielo quedás obnubilado por los extraterrestres!!! Una joven pareja descubre que va a dar a luz a su primer hijo. Ante la incertidumbre del destino, sus miedos amenazan con separarlos pero la invasión extraterrestre afianza los lazos y los pondrá a luchar a muerte por esa vida que está por nacer. Skyline acierta en dos cuestiones: Primero en generar un conflicto débil pero útil a la hora de justificar la lucha por la supervivencia de sus protagonistas. Segundo, en utilizar todo el despliegue visual desde un sólo punto de vista: Los personajes miran por la ventana (o desde la azotea del edificio en el cual se encuentran) y recrean toda la invasión extraterrestre que se sucede frente a sus ojos. El suspenso se construye a partir de la situación estática en que se encuentran los personajes encerrados en el edificio. Algo parecido pasaba en La niebla (The mist, 2008) con los protagonistas encerrados en el supermercado. Pero el punto de vista se termina de consolidar con el ejercicio de la visión que termina “transformando” a aquellos que observen detenidamente las luces que se desprenden de las naves espaciales. Pensar en una alusión a La ventana indiscreta (Rear window, 1954) sería pedirle mucho a Skyline, un film que utiliza ese elemento para generar tensión (Hitchcock también) pero nunca para hacer un paralelo con el dispositivo cinematográfico. Es un recurso interesante en una película que busca –y logra- entretener. Hay en Skyline máquinas que parecen a las del film de Spielberg La guerra de los mundos (War of the worlds, 2005) o a Matrix (1999), mientras que situaciones fuera de campo rememoran a Cloverfield (2008). Eso sí, una vez que la tensión se acrecienta Skyline levanta vuelo propio y el desarrollo visual impacta escena a escena, llegando a una toma que sintetiza toda la película: la joven pareja abrazada y un travelling semi circular detrás de ellos describe las dimensiones de la invasión extraterrestre cubriendo todo el cielo. Ellos aferrándose a la vida con su hijo en camino, enfrentándose a todos los obstáculos que les depare el futuro. Para bien o para mal, Skyline sorprende visualmente y genera atractivo aunque sea otra de las tantas películas del género de invasiones extraterrestres. Por más que intente perfilarse como la versión 2010 de Sector 9 (District 9, 2009), no alcanza desde su subtrama a posicionarse en otro lugar que el del más puro entretenimiento.
El departamento o la vida Si quiere ganar dinero en el mundo del cine, dedíquese a los efectos especiales. Si no, fíjese en lo que lograron los dos norteamericanos que dirigieron esta película. Los hermanos Colin y Greg Strause se gastaron 500 dólares en el rodaje y más de 10 millones en los trucos visuales. Los entendidos dicen que los más de 800 que contienen los 92 minutos del metraje del filme superan en cantidad incluso a los que suelen usarse en una película de un gran estudio. Los muchachos (rondan los 35 años) lo tenían muy claro. Casi siempre juntos, trabajaron como jefes de efectos especiales en más de 60 largometrajes, varios de ellos superproducciones: Mi amigo Paulie, Terminator 3, El día después de mañana, Los cuatro fantásticos, Hulk, X men, Avatar, y siguen los títulos... En su primer test en solitario, recuperaron su apuesta durante el primer fin de semana de exhibición en EE.UU. Skyline en inglés quiere decir “línea del cielo” y alude a que por allí empiezan a verse los invasores cuando toman por asalto a la ciudad de Los Ángeles, con fines que ni siquiera los protagonistas quieren imaginar. Estamos en un lujoso condominio de Santa Marina del Rey, California, después de una movida fiesta de cumpleaños, cuando el sueño posterior es interrumpido por un resplandor que entra por las celosías. Los jóvenes aletargados se asoman por las ventanas y ven lo increíble: brillantes naves extraterrestres suspendidas entre las nubes, e infernales máquinas de asalto volando y destruyendo la ciudad con el objetivo de chupar a todos los seres humanos que encuentran. Dentro del lujoso departamento, los jóvenes están a salvo, pero no por mucho tiempo... Skyline se parece a una historia del cine clase B, retocada con los 10 millones de dólares mencionados. El grupo de humanos que quiere salvarse, por ejemplo, no actúa con homogeneidad, sino que se contabilizan internas fruto de engaños, falta de compromiso, celos, etcétera, que le agregan más inestabilidad a las situaciones creadas por los invasores, que ya de por sí tienen mucho suspenso y algo de terror. La resolución de la mayoría de las escenas en espacios cerrados (departamentos, pasillos, cocheras, terrazas) también hacen pensar en una economía de recursos, aunque es imposible saber qué fue antes, si el huevo o la gallina (la decisión de escribir un argumento “pequeño”, o de invertir aquella fortuna sólo en la posproducción).
La historia de las invasiones extraterrestres es ya un mundo conocido y explotado por muchos en la era del cine Hollywoodense, esta vez los hermanos Strause nos presentan una nueva película donde los invasores huelen a tecnología y cerebro humano. Jarrod y Elaine, dos jóvenes neoyorkinos, deciden realizar un viaje a Los Angeles para visitar a Terry, un amigo de la infancia del primero con un muy buen pasar económico. Los chicos llegan a L.A y se sumergen en un mundo nuevo de lujo, goce y buen vivir asistiendo a la fiesta de Terry. Cuando la fiesta concluye, los invasores aparecen junto con las ganas de sobrevivir de los protagonistas. Los extraterrestres esta vez toman la forma de una luz azul que atrae a la gente instaurándose dentro del cuerpo de uno, luego los chupa hacia dentro de una nave gigante al estilo Día de la Independencia. Estos bichos toman esta vez forma de pulpos tecnológicos con luces azules que asoman de sus extremidades y se cuelan dentro de cada departamento buscando gente muy al estilo Minority Report. La película esta protagonizada por actores de series americanas (Eric Balfour de 24 y Scottie Thompson de Trauma) y las interpretaciones no son muy dignas para la pantalla grande. Por suerte los Strause dejaron una vuelta de tuerca para el final. Entretenida si, pero recomendable para ver en casa, cae en la mayoría de los clichés del subgénero de extraterrestres.
Fuck this planet Skyline representa un síntoma que lamentablemente cada vez se hace mas común en Hollywood: el creer que con una sola imagen como gancho se puede hacer una película. El avance del filme mostraba una breve escena que generaba cierta expectativa, la de una nave espacial aterrizando en Los Ángeles (¿adónde si no?) y succionando humanos como si fuera una aspiradora gigante. Quizás esa imagen fue suficiente para que los directores consiguieran financiación, pero eso solo no hace una película. La realidad es que durante la primera hora y pico de Skyline parece que estamos ante una mediocre película de fin del mundo. Por suerte el desenlace la transforma de una película floja en uno de esos filmes que de tan malos terminan siendo, bueno, también malos, pero al menos son de una maldad simpática. Ya retomaremos este asunto mas adelante. Dirigida por unos tales hermanos Strause, diseñadores de efectos digitales devenidos directores (sigan con lo primero por favor), Skyline pertenece a ese subgénero dentro de las películas de invasiones extraterrestres que podríamos llamar “la mirada humana”, en el que acontecimientos catastróficos tipo fin del mundo son presenciados desde el punto de vista de personas comunes y corrientes, generalmente familias disfuncionales como en La guerra de los mundos o Señales. El problema aquí es que para los hermanitos Strause ese punto de vista reside en un grupo de jóvenes millonarios que viven en un penthouse espectacular con pileta, persianas automáticas y todos los lujos, provocando cero identificación por parte nuestra. Todo comienza cuando Jarrod llega con su novia Elaine a Los Angeles invitado por su mejor amigo Terry, dueño de dicho penthouse que se dedica a diseñar efectos por computadora para filmes (démosle crédito a los Strause, los tipos escriben sobre lo que saben). Hasta aquí pareciéramos presenciar esos típicos dramones de televisión por cable al estilo The OC o Gossip Girl en el que muchachos carilindos que viajan en Ferrari y escuchan rock alternativo no pueden ser felices con sus parejas (a Jarred le ofrecen trabajar en LA y la novia no quiere, ella está embarazada pero no sabe como decírselo, etc.), lo que hace que uno desde la butaca esté impaciente por que aparezcan los malditos aliens y se lleven a todos estos pantristes de una buena vez. Cuando por fin llegan esas naves espaciales emanando una luz celeste que hace que la gente quede hipnotizada y termine siendo succionada, parece que lo divertido va a empezar, por que ya nos estábamos cansando de tanta telenovela previa. Pero aquí radica el otro grave error de Skyline: no sólo que no nos importe nada la suerte de estos modelitos de Pancho Dotto sino que cada decisión que toman a la hora de enfrentar la situación parece volverlos más idiotas de lo que eran antes. Que nos quedamos en el edificio, que salimos porque en el agua parece que los bichos no atacan, en fin, los típicos dilemas sobre qué hacer cuando el mundo allá afuera parece estar extinguiéndose (en un momento de máxima tensión Elaine y la mujer de Terry discuten por la decisión de la segunda de ponerse a fumar estando Elaine embarazada, ¡dramático!). El tema no es la falta de interés en esta clase de conflictos, sino también la pasividad de los directores para lograr al menos una puesta de escena interesante que justifique la estadía de los personajes en el edificio mientras ven que del otro lado de la ventana parece haberse desatado una guerra interplanetaria. Pero por suerte para estos modelitos los alienígenas no parecen tener una inteligencia mayor a la de ellos que les permita atraparlos, ya que si bien tienen toda la tecnología disponible para llevarse millones de personas de un saque, les cuesta una vida tratar de abrir una puerta cerrada con llave o atravesar una ventana cerrada con persianas automáticas. ¡Ah! Y tomen nota en sus casas; si bien estos bichos cuentan con un arsenal capaz de derrotar al ejército americano, basta con el amor al prójimo y la fuerza de voluntad de los humanos para poder vencerlos a puño limpio, como lo hace nuestro amigo Jarrod cuando una especie de alien con forma de pulpo está por llevarse a su amada sobre el final. Así, llegamos al desenlace (alerta de SPOILER por si no quieren saberlo). Una vez que los esfuerzos por sobrevivir fueron inútiles, la pareja protagónica es succionada por la nave espacial, lo que nos lleva al interior de la misma. Ahí vemos que los aliens le sacan el cerebro a la gente y se los ponen de sombrero (por qué motivo, no se sabe). Mientras a Elaine (que está embarazada, recuerden) están por liquidarla, un alien se pone el cerebro de Jarrod y empieza a actuar extraño y con dolores de cabeza. ¿Qué hace el bicho cuando la ve a Elaine a punto de morir? ¡Decide entrar en acción y protegerla matando a todos los otros bichos que estaban ahí! Así, el plano final nos muestra a Jarrod alienígena tomando a la bella Elaine en sus brazos al mejor estilo La bella y la bestia. ¿Se viene una secuela? ¿Podrá el hijo de ambos aceptar la nueva condición del padre? ¿Puede haber sexo interracial entre humanos y extraterrestres? Y lo más importante: ¿nos importa todo esto, o nuestros cerebros también fueron extraídos mientras mirábamos la película y no nos dimos cuenta?
Paranoias de una nueva cacería de humanos. Primer acto: mostros (así mostros) extraterrenos corren para comérselos a humanos que huyen como cucarachas. Segundo acto: mostros extraterrenos corren para comérselos a humanos que huyen como cucarachas. ¿Cómo se llama la película?: “Skyline”. La nueva saga sobre una nueva invasión alienígena llega al cine acusada de ser un producto para preparar a las masas a aceptar una farsa de esta naturaleza y con ella a un gobierno mundial. Paranoicos aparte, el filme es un frankenstein con retazos de “Día de la independencia”, de “La guerra de los mundos” y de “La noche de los muertos vivientes”, es decir, hay naves espaciales que chupan gente para sacarles el cerebro. Y entre innumerables explosiones y derrumbes, muertes, corridas y desesperación, el amor es más fuerte. No se puede creer, y menos que la película no termine y deje la puerta abierta a una segunda parte. Vade retro.
VideoComentario (ver link).
Jarrod (Eric Balfour) y su mujer Elaine (Scottie Thompson) concurren al cumpleaños de Terry. (Donald Faison). Después de una noche de fiesta, alcohol y música desenfrenada, la mayoría de los concurrentes se quedan dormidos en el suntuoso departamento del agasajado. Todo es “normal” hasta que son despertados a la madrugada por una increíble e intensa luz que confunden con un esplendoroso amanecer. Esta luz los atrae como si fuese el famoso túnel de la muerte con la luz al final, no tiene posibilidades de revelarse, esto no sólo se ve en los actos de los personajes sino que después lo aclaran, lo dicen por si no entendimos. Las imagen que muestran son de objetos que provienen del espacio y se entierran en la tierra, con imágenes muy parecidas a “La Guerra de los Mundos” (2005) de Steven Spielberg, Pero son en realidad naves alienígenas, como en “Día de la Independencia” (1996), que no sólo han comenzado a sobrevolar Los Ángeles, sino en todo el mundo, pero eso no se ve, con la intención es abducir a todos los humanos y sacarles el cerebro. Pero las naves por momentos parecen dinosaurios del estilo de “Jurasic Park” (1993) ¿Serán fanáticos de Spielberg? ¿O es decididamente plagio por falta de ideas e imaginación? En otro momento aparecen pulpos terrestres como en “Matrix 3” (2003) Estupefactos nuestros héroes, deciden escaparse hacia el mar, pero ¿quién les dijo o como supieron que los extraterrestres son hidrofóbicos (miedo al agua)?. Y aquí empieza un mare mágnum de estupideces en acto o en diálogos de los personajes en cuestión. Si el guión es un mamarracho, si nada esta justificado, ni explicado, si no se trata de instalar un verosímil, Y este sólo se sostiene a partir de los plagios a otras películas, si la construcción de los personajes no importa, entonces lo único nos queda para evaluar esta en relación a la imagen. Pero aquí también falla, las escenas de acción esta tan mal elaboradas y/o pensadas que mueven a risa, hasta llegar al punto de que un personaje totalmente secundario es “vomitado” por unos de esos bichescos tal cual pasa con el personaje de Jon Voight en “Anaconda” (1997). Ridículo. En otro pasaje, un Alíen se compadece de la mujer embarazada, y la deja vivir, pero los personajes corruptos, esto es, el infiel que tiene una amante y la desvergonzada que sólo tiene sexo a cambio de favores son los primeros que mueren. Por supuesto nunca antes que la mujer engañada descubra que es una cornuda, y eso instale un conflicto dramático tan superficial como la TV argentina y tan efímero como un estornudo. En relación a las actuaciones, poco pueden hacer los actores con lo que le dieron, cara de nada, pocas acciones, sólo corridas por el interior de un edificio rodeado de los malvados alienígenas, extraterrestres. Las chicas son muy lindas, pero muy lindas. Por último quedaría tratar de engancharse con los efectos especiales, cuya manufactura deja tanto que desear como el resto el filme, ya no se sabe si por falta de un saber, si por desidia o por falta de presupuesto.
Las últimas semanas del año suelen ser “flacas” en estrenos de calidad, presentándose títulos largamente postergados y de escaso interés, además de material que se sabe será desplazado apenas empiecen a estrenarse los habituales “blockbusters” de fin de año. Uno de estos ya llegó la semana pasada (“Harry Potter y las reliquias de la muerte – Parte1”) y otros lo sucederán como es el caso de “Megamente”, que se estrena la semana próxima. “Skyline: La invasión” es un film menor del género de ciencia ficción dirigido por los hermanos Colin y Greg Strause, cuyo único antecedente en el largometraje es la codirección de “Alien vs Depredador 2” Los hermanos Strause son más conocidos en el mundo de Hollywood por su participación en la producción de efectos (FX) en grandes éxitos comerciales tales como “Avatar” y “Titanic”. En “Skyline” lo único no convencional son justamente los efectos especiales, mientras que en el resto de los rubros (guión, actores, música, etc) las diferencias con las dos películas de John Cameron resultan abismales. La primera escena ya revela el género al mostrar el cielo de Los Ángeles poblado de luces misteriosas que caen a la tierra. Los personajes principales son testigo de la fuerte iluminación que produce tal invasión pero poco después la acción retrocederá algunas horas y habrá que esperar unos treinta minutos de proyección antes de que se repita prácticamente en forma idéntica esa primera escena impactante. Esa espera de media hora puede llegar a ser soporífera para un espectador algo exigente. La pareja central integrada por Jarrod y Elaine llega a California invitada por su amigo Terry, a quien los negocios parecen irle muy bien como lo prueba el lujoso auto con que los busca y el edificio con piscina donde convivirán con su anfitrión. Una vez arribados, Elaine le comunica a Jarrod que está embarazada. Este, interpretado por Eric Balfour es un actor cuya expresión y musculatura recuerdan a un Sylvester Stallone joven, pero aún menos expresivo lo que subraya sus limitaciones. Scottie Thompson (Elaine) es bonita y un poco mejor actriz. El resto de los pocos personajes (excluidos los extraterrestres) se reducen a la novia de Terry, a una amiga (o quizás algo más) y compañero y a un vecino del edificio, de armas tomar. La última hora tendrá un crescendo en acción aunque siempre dentro de un relato convencional con visitantes del espacio llegados en grandes naves espaciales y con largos tentáculos, tan habituales en este tipo de seres de otras galácticas. La pareja de Jarrod y Eliane serán virtualmente “chupados” a la nave espacial y en la parte final el estado grávido de ella aportará uno de los pocos momentos rescatables de esta olvidable producción.
Podés quedarte con mi cerebro si te place Skyline es una película infernal, infernalmente gozosa. No voy a contar acá de qué se trata porque mi cumpa Santiago ya lo contó, pero voy a contar de qué se trata (¡muejejeje!, pure evil no es una marca de puré). Skyline es una fábula demente donde el mal viene bajo la forma de luces azules para hacernos desear que nos lleve –me da calor, me da poder, sé que hace mal pero por favor dame un poco más de eso. Los contactos con esa fuerza son desde el principio pura vibración de intensidad, éxtasis frente a aquello que seduce y penetra en el cuerpo, brota bajo la piel. Pero la decisión mayor de la película es que se trata de un terror que muta todo el tiempo, siempre de formas bellas, burdas, subacuáticas, ya no se sabe si tecnológicas o también animales. Esto es lo mejor de Skyline: desde el principio, el mal externo –alienígenas, bah: eso que estábamos esperando desde siempre- invade y llena el plano desde el fondo, se acerca a la superficie de la pantalla hasta tocarnos a nosotros, y sabemos entonces que no hay manera de que nadie se salve. Ahí está la imagen del viejito y el negro, ocultos detrás de una mesada de cocina, en primer plano, y la bestia tentacular flexible al fondo estirándose para llegar, más seductora que una salvación ya no deseada. El tema es cuánto vamos a desear que también nos absorban a nosotros, y con qué intensidad, en medio de un sonido de bajos trepidantes que hace sentir como si temblara el suelo abajo, vamos a pedirlo. Por eso esta película fascinada con el mal tiene su equivalente en amarillo en esa otra película que amo, Sunshine: Alerta solar, puro deslumbramiento con esa luz que puede aniquilarte, y por eso la fiesta de destrucción en la que pronto se convierte todo tiene su antecedente más inmediato en la brutal, hiperbólica 2012. Sobre todo en los detalles felices de que un helicóptero sea tironeado por tentáculos gigantes como si fuera de juguete, y en el momento divertido, absurdamente coreográfico de la parejita librada a su suerte en la terraza que llega a agacharse justo cuando los restos del avión encendido pasan sobre sus cabezas para ir a estrellarse en una nave. Igual que ese John Cusack escapando de una grieta que parte la tierra para llegar justo a subirse a la avioneta, al filo de, como un acróbata imposible de videojuegos en un segundo delirante y eufórico, mientras todo se cae alrededor. Absurda y fantástica como los desastres que nos encantan, Skyline sin embargo tiene sentido, para el que quiera verlo. Porque en el mundo vencedor que elimina ese “afuera” que es el mundo nuestro –vean cuando los protagonistas entran por fin en la nave dejando atrás un exterior que se anula por completamente destruido- después del beso más bello del año, la victoria es la de una forma de ¿vida? que primero había convertido nuestro cielo en un fondo del mar lleno de denso humo –naves como calamares y medusas- y después había seducido a todos con un poder-calor, algo que dan ganas de mirar, que pide como precio tu cerebro. Y lo consigue. A partir de ahí, la apertura de todas las metáforas. Pero a mí no me importa nada de eso; me importa que estuve ahí, y quise que las luces azules me alcanzaran, harta de nuestro mundo. Porque frente a los marrones y verdes opacos, a la luz blanca y fría de Los Angeles, ese brillo parece lo único deseable. Ah, y cuando la nave mayor explotó como un amanecer que llenó la pantalla y se volvió a rehacer de sus esquirlas, estuvo el pánico frente a esa fuerza que hasta podía hacer a la película dar marcha atrás, controlándolo todo, mientras todos hacíamos que corríamos para el otro lado. Y es que tampoco se puede escaparse de un cine que funcione así. ¿No les encanta?
Fuga de cerebros Hay películas que dan uno o dos pasos en falso. Hay otras donde el paso parece marcado perfectamente, hasta dar lugar a un progresivo cambio que nos prepara el camino para otra forma de caminar ese paso. Y, finalmente, hay otras que avanzan progresivamente para transformarse una barrabasada y su “paso en falso” es la caída a un barranco sin fondo. Todo esto es para decir que Skyline: la invasión, pertenece a este último grupo sin lugar a dudas. Cuando ustedes crean que la película toma un rumbo, de repente los directores viran hacia una idea aún más patética que hace que un film que puede ser considerado regular o pasable termine siendo mediocre o malo. Si vieron esos efectos visuales y se sintieron inmediatamente atraídos, sugiero que huyan de estos espantosos espejismos. En verdad, he visto cosas más malas que esta, pero no una que se esforzara tanto en destruir lo poco bueno que había construido. Continuando con nuestra reseña de golpes sobre esta película de los hermanos Strause hay que decir una cosa más: más allá de sus increíbles efectos visuales, que son puro CGI en un 90 % de la historia, roba a mano armada el imaginario generado por otras obras de ciencia ficción. Si ven algo de Blade Runner, Matrix o Sentencia previa, por poner algunos ejemplos, se van a dar cuenta de lo que estoy hablando. Esto no es un “homenaje”. Para seguir un poco la onda que persigue Skyline, imagínense a los personajes de Cloverfield atrapados toda la película en su departamento, mientras afuera ocurre algo parecido a Guerra de los mundos o El día de la independencia. Por si no se entiende la referencia: un par de pibes comunes con poca o nula inteligencia para sobrevivir se encuentran en el medio de una invasión extraterrestre y sólo es cuestión de tiempo para que finalmente mueran, o sean captados por los aliens, o lo que sea. Increíblemente, en el medio de toda esa tragedia que tiene un tono de cine-catástrofe se preocupan por un triángulo romántico, cometen errores cómicos, se confiesan embarazos y surgen reacciones absurdas que estarían bien en una producción que fuera serie B. Pero esto no es serie B o al menos no lo es hasta el ridículo final donde definitivamente hubieran deseado ser un film de esa categoría durante cada minuto que dura la acción. No hay un Dante o un Landis tras las cámaras, sino un dúo de hermanos muy talentosos para algunos efectos visuales pero incapaces de trasladar eso a la trama. Finalmente, Skyline es por momentos aburrida. Créase o no, varios minutos transcurren en un departamento entre charlas que, previsiblemente, resultan inútiles. Ocasionalmente surge de la nada una panorámica de un punto de vista inexplicable que pretende describir la invasión alienígena y luego de vuelta al departamento. El Jarrod de Eric Balfour intenta desesperadamente transmitir algún matiz de drama a la cuestión, pero entre las subtramas de sus compañeros y el final que pretende disparar una Skyline 2, todos sus intentos se disuelven para convertirse en algo casi paródico. Y tampoco es una película paródica. En síntesis, no es ni serie B, ni paródica, ni catástrofe. Por momentos tiene un perfil, luego otro, y en lugar de aprovechar las pocas virtudes que tiene, la embarra. Olvidable, salvo algunos efectos ingeniosos que sirvieron para el trailer, definitivamente olvidable.
En la historia del cine se han producido películas sobre invasiones extraterrestres de todos los tipos, y las que han triunfado le han encontrado al género algún giro de originalidad que las distinga de las demás ("District 9" es el claro ejemplo), pero también se pueden apreciar cintas de la misma temática que no desarrollan una idea clara, diferente, entretenida y bien lograda, ese es el caso de "Skyline", un film sin sentido que demuestra que los efectos especiales no hacen a una película sino que deben acompañar al relato.
¿Qué ves? No se me ocurre otro lugar mejor por el que entrarle a Skyline que la mirada. Película de invasión extraterrestre de sensibilidad posmo, Skyline cuenta la historia de un grupo de personajes que no puede reaccionar frente a la llegada de unos conquistadores espaciales implacables. Los protagonistas se pasan todo el tiempo encerrados en la habitación de un hotel de lujo (en donde los sorprende la invasión) y nunca se ponen de acuerdo sobre el destino a seguir: quedarse allí, escapar en un bote o irse de la ciudad en auto. Y cuando deciden algo, los bichos no los dejan ni siquiera empezar el viaje, obligándolos a quedarse atrapados de nuevo en el hotel. No es que fracasen o que tomen decisiones equivocadas como Ray, el padre que hacía Tom Cruise en La guerra de los mundos, sino que, entre las trabas que les pone la película y la propia falta de decisión del grupo, los personajes eligen (porque a fin de cuentas se trata de una elección) quedarse refugiados en la habitación y esperar. A qué, no se sabe. Esperar algo, pero, eso sí, mientras tanto mirar. ¿Que qué se puede ver en plena invasión extraterrestre con abducción humana a nivel planetario incluida? ¡Eso, justamente! La ventana y el balcón del hotel se vuelven una pantalla de cine privilegiada, el marco a través del cual se puede observar y maravillarse con un espectáculo gigantesco de destrucción y exterminio. Y la televisión se convierte en una especie de satélite de ese show que muestra escenas que ocurren en otros lugares, o hechos que escapan al alcance del ojo y que las cámaras captan y reproducen con un pulso netamente cinematográfico (como el combate aéreo entre aviones militares y las naves invasoras). Pero el grupo protagónico no es el único dominado por esta pulsión escópica irrefrenable, porque los extraterrestres consuman sus abducciones en masa a través de una luz azul que, al ser vista, encandila mortalmente a sus víctimas y las arrastra hacia ella, hasta que al final un artefacto chupa a la gente como si nada. Skyline tiene algunos puntos fuertes como los efectos digitales con que están construidos los extraterrestres y sus máquinas, la manera en que el guión maneja algunas tensiones entre personajes y la forma en que se piensa la invasión alienígena como un espectáculo. Pero me molesta ese subrayar constantemente en la incapacidad de los personajes de actuar y su fanatismo por ver esas escenas que se parecen bastante a un fin del mundo, y también cómo el guión hace hincapié en la desconexión que reina entre ellos y en su imposibilidad para comunicarse con otros (uno de los pilares de las películas de invasiones del espacio exterior es justamente ese, el potencial de los cruces impensados entre personajes desconocidos). Como si todo el tiempo los directores nos estuvieran diciendo a los gritos, desplegando un dispositivo metafórico más grande que las naves espaciales extraterrestres: “Miren, esto es lo que pasa hoy, la gente no puede accionar, no se involucra, cada uno está en la suya y en la posmodernidad lo más parecido a un gesto político es quedarse en la casa viendo desde la ventana lo que pasa afuera”. Visión chata y fácil de la actualidad a un lado, hay que decir que la idea que se hacen los Strause de lo que son las ganas de mirar es una sesgada por la época y acomodada a varios de sus peores lugares comunes, entre ellos, la asociación frecuente entre el consumo de imágenes y la falta de compromiso con la realidad. Esa idea no se compara, por ejemplo, con la militancia activa de la mirada que hace el cine de De Palma, donde la visión es la herramienta principal a través del cual los personajes participan y se involucran, incluso cuando pareciera que su deseo último es la consumación de ese acto de vouyerismo (acto siempre difícil de alcanzar y con consecuencias que no se pueden esquivar, la mirada en De Palma es una cuestión de responsabilidad). Los mismos Strause tienen otra película como Alien vs. Depredador 2 en la que una invasión de otro planeta, más que aplastar a los personajes, los obliga a ponerse en camino, a involucrarse activamente y relacionarse unos con otros. Algo de esa participación firme, aunque no sea más que un movimiento desesperado y frenético por la propia supervivencia, aparece de golpe sobre el final quebrando el clima de abulia general de la película. Las escenas en las que los personajes pasan a ser motores del relato y se corren del papel cómodo de espectadores de un show que les es ajeno son los momentos de mayor impacto, cuando felizmente logran sacudirse la fiaca y la falta de decisión que los marcó durante casi toda la historia. Lástima que todo eso pase recién al final, y que incluso la última escena, con todo su salvajismo y su imaginería terrorífica que pone los pelos de punta, no alcance a revertir el recuerdo bastante escuálido que deja Skyline.
Tras un olvidable debut como directores en la desastrosa "Aliens vs Predator-Requiem", los hermanos Strause (responsables de los efectos visuales de films como "Avatar", "Iron Man 2" y "X-Men Origins: Wolverine", entre muchos otros) señalaron a los estudios de Hollywood como responsables por el fracaso de la cinta, argumentando que ellos no habían tenido control sobre la versión final estrenada. Para evitar que esto vuelva a ocurrir, decidieron financiar y producir su siguiente trabajo, "Skyline", manteniendo así el control total del producto final. ¿Cuál fue el resultado? Otra pésima producción que confirma que estos directores (quienes se hacen llamar "The Brothers Strause") deberían limitarse a los efectos visuales y olvidarse de dirigir. Aquí se repite la (ya exprimida y agotada) premisa de una invasión alienigena que arrasa con el mundo y un grupo de personas que debe escapar para sobrevivir. Un concepto ya visto en miles de títulos como "Independence Day", "Cloverfield" y "War of the Worlds", que aquí se vuelve a explorar sin aportar nada nuevo u original. A los pocos minutos de iniciado el film, tras una breve y pobre introducción de personajes, comienza la invasión y de ahí en más el desarrollo de la historia se limita a un único escenario: un edificio. Entre ataque y ataque, debemos soportar la aburrida interacción entre un grupo de personas atrapadas que no logran ponerse de acuerdo. El elenco está formado por actores y actrices de TV (Eric Balfour de "24", Donald Faison de "Scrubs", David Zayas de "Dexter") incapaces de generar simpatía en el espectador, importando poco si zafan o no de ser "chupados" por los aliens. Este rejunte de escenas sobreactuadas y diálogos espantosos sirve de excusa para lucir las secuencias de los ataques alienigenas, en donde se nota la experiencia de los directores trabajando con imágenes generadas por computadora (por más que en este aspecto ya nada sorprenda). "Skyline" tiene mucho efecto visual y cero contenido. Parecía que los hermanos Strause no podían caer más bajo luego de "Aliens vs Predator-Requiem", pero sin duda lo consiguieron. En este 2010 que ya está terminando, "Skyline" pelea por uno de los primeros puestos en mi lista de las peores películas del año. Quienes deseen ver lo que se puede lograr con un presupuesto acotado en el género de la ciencia ficción, recomiendo otra propuesta reciente, a cargo del realizador Gareth Edwards, llamada "Monsters".
Con un estilo Clase B adaptado íntegramente a la contemporaneidad, con todos los avances tecnológicos existentes en efectos especiales, digitales, robóticos, sonoros y escenográficos; Skyline La Invasión es un film de ciencia-ficción que tan sólo se puede calificar de aceptable. Dirigido por Los Hermanos Strause, realizadores de la secuela de Alien vs Predator, (Requiem) y forjadores de parte de las maravillas visuales de Avatar, encararon aquí un film típico de invasión extraterrestre sin poder evitar caer en lugares comunes y visibles referencias muchos otros film del género de los últimos años y de su prehistoria. Ambientada en una ciudad de Los Ángeles asolada por extrañas luces y desquiciadas naves extraterrestres que no dejarán a ningún ser vivo en paz, la trama, salvo alguna que otra sorpresa menor, abunda en inconsistencias y lo propio se puede decir de los diálogos y situaciones. Pero quizás lo que más molesta es que los “homenajes” sean permanentes, partiendo sin dudas de Día de la independencia y La guerra de los mundos de Spielberg, pasando por la serie V, Cloverfield, Sector 9 y Matrix Revoluciones. Demasiadas referencias, pero cierto nivel épico, la tensión constante y la grandilocuencia de los efectos, harán que los fanáticos del género la disfruten de todos modos. Y quizás también la secuela en ciernes.
Gente común en días excepcionales No sería incorrecto decir que “Skyline: la invasión” está a medio camino entre “El Eternauta” y “Día de la Independencia”. Con la espectacularidad visual de esta última (y la misma otredad de la raza alienígena), se aleja de ésta al tomar distancia de la gesta militar patriótica para seguir las vivencias de un grupo de personas comunes atravesadas por la excepcionalidad de la situación, tal como lo planteaba Héctor Germán Oesterheld en su clásica obra. “Skyline” (“Línea del cielo”) es el nombre que recibe en inglés la vista panorámica de las grandes ciudades desde cierta altura, que permite ver sus rascacielos. Y en este caso, al punto de vista principal de los sucesos que narra el filme de los hermanos Colin y Greg Strause. Amenaza alien Sí, como el lector se habrá enterado, la mano viene por el lado de la invasión extraterrestre. Los primeros momentos del metraje muestran los primeros sucesos (las primeras luces azules) para luego volver 15 horas atrás a fin de introducir a los personajes y sus circunstancias. El fotógrafo Jarrod (Eric Balfour) viaja de Nueva York a Los Ángeles junto a su novia Elaine (Scottie Thompson) para asistir al cumpleaños de su viejo amigo Terry (Donald Faison), que se ha vuelto millonario en la industria del espectáculo, al parecer en el rubro de los efectos especiales (área donde se han lucido los hermanos Strause, valga el detalle autobiográfico). Terry, junto a su novia Candice (Brittany Daniel) y su asistente Denise (Crystal Reed), organiza una fiesta en el lujoso y automatizado penthouse del primero; la idea de aquél es tentar a Jarrod para que se sume a su equipo de creativos. Durante la fiesta habrá un par de revelaciones (alguna importante para el devenir de la trama); finalmente, los mencionados más Ray (Neil Hopkins), un colaborador de Terry, se quedan a dormir en el departamento. Así se llega nuevamente al momento cero: unas luces azules comienzan a caer sobre la ciudad y, al parecer, Ray es absorbido por ella. Jarrod va a ver y algo comienza a ocurrir en su rostro. A estas alturas, el lector pensará que hemos contado demasiado: ni por casualidad. Ésa es sólo la situación inicial, de la que se desprenderá una trama intensa y cada vez más desesperante. Enigmas Volviendo a las comparaciones con “El Eternauta”, aquí también hay una primera agresión impersonal (allí era la nevada; aquí, las luces) para luego comenzar la interacción con los agresores. También está el momento de la resistencia doméstica para luego buscar alguna salvación (y aquí comienzan las divergencias: Oesterheld proponía una resistencia colectiva, mientras que los Strause dejan muchas menos opciones para sus protagonistas). Podríamos seguir... pero ahí sí invadiríamos el terreno de lo que no debe ser contado para no arruinar sorpresas. El guión, firmado por Joshua Cordes y Liam O’Donnell, introduce correctamente a los personajes y permite un relato fluido y bien narrado por los directores, sin demasiadas sorpresas ni “nada del otro mundo”... salvo hacia el final, cuando se va bastante de madre y deja a los espectadores esperando que se abra una puerta y salgan Cordes y O’Donnell para dar algunas explicaciones. La factura visual es impecable, generando la verosimilitud, al menos para el espectador habituado al cine de ciencia ficción. Los directores salen a demostrar cómo se debe filmar una película de estas características: sin ahorrar efectos, saben mechar algunas sutilezas, como algún fuera de foco como para resaltar la copresencia en el espacio de los actores y aquello que está agregado en el plano. Y, por supuesto, esa luz omnipresente (literalmente, se las ingenian para que entre en el plano aunque sea reflejada o difusa), que atrae a los humanos a la perdición. El elenco se comporta con corrección, en un filme de ésos en los que el foco está puesto en otro lado. Los mayores lucimientos quizás sean para Thompson y para David Zayas como Oliver, el valet parking del edificio devenido en hábil sobreviviente. Como hasta ahora nadie ha hablado de secuelas, “Skyline” propone algunos enigmas abiertos. Quizás ahí se juegue el lugar que ocupe entre los fanáticos de la ciencia ficción y las ya centenarias invasiones espaciales.
Invasión de mal gusto En una muy mala decisión opté por darle una oportunidad a esta película de los hermanos Strause y la alquilé. El argumento se basa en un mensaje codificado que la NASA habría enviado el 28 de agosto de 2009 a las profundidades del espacio para que pueda ser captado por algún tipo de vida extraterrestre, y que ese llamado fue escuchado... ¡Escuchado por una raza de aliens que sólo podrían describirse como una cruza de los moluscos voladores de Matrix y zombies asesinos come cerebros!. En una absoluta falta de imaginación (y buen gusto), los Strause deciden hacer una bizarra mezcla de otros films como Guerra de los mundos, Matrix, Terminator Salvation y Día de la Independencia, para terminar entregando este film que francamente es un horror. A medida que va avanzando, la historia se hace cada vez más absurda e increiblemente insoportable, al punto de querer salir corriendo hacia el Video club a exigir que nos devuelvan la plata del alquiler. Actores carentes de talento y carisma, una trama sin sentido, un ritmo lento que desespera y un final, que cuando menos, produce en el espectador una risa nerviosa, resultado de una vergüenza ajena sin precedentes. Para resaltar, los efectos especiales, que son de alta calidad sin duda, y un presupuesto utilizado de solo us$10.000.000. Creo incluso que el presupuesto fue bajísimo previendo que el film resultaría una BASURA TOTAL, una sabia decisión, ya que conocemos otras producciones de presupuestos altísimos que han fracasado mucho más que Skyline. Para terminar, algunos consejos para los cinéfilos como yo, que varias veces nos dejamos llevar por el impulso de ver una película que de ante mano sabemos va a ser pura basura, pero que por curiosidad terminamos cayendo en sus redes: La experiencia se ha repetido muchas veces con otros films de gran pespliegue visual como 2012, Alien vs. Predator, The Last Airbender, etc. ¡Fuerza de voluntad! Ya sabemos que será una pérdida de tiempo. ¡Revisar la filmografía del director! Los Strause antes de esta cinta dirigieron Alien vs. Predator 2, otra producción asquerosa. Por último, escuchar a nuestra conciencia, que prácticamente nos señala a gritos que estamos tomando la decisión equivocada.