Todo es chantaje Con Sombras de un Crimen (Marlowe, 2022), un trabajo relativamente digno que sin ser malo ni llegar al nivel de los mamarrachos hollywoodenses actuales sin duda podría haber sido mucho mejor, Neil Jordan recupera su mote de “campeón de las películas fallidas e interesantes”, título que ganó a principios de su carrera y que fue perdiendo y recobrando según pasan los años: el irlandés, uno de los cineastas más eclécticos y desparejos que hayan surgido de la década del 80, aglutina un conjunto de películas incuestionables sobre las que hay una suerte de consenso entre el público y la crítica sobre su calidad, hablamos de En Compañía de Lobos (The Company of Wolves, 1984), Mona Lisa (1986), El Juego de las Lágrimas (The Crying Game, 1992), Entrevista con el Vampiro (Interview with the Vampire, 1994), El Precio de la Libertad (Michael Collins, 1996), El Niño Carnicero (The Butcher Boy, 1997), El Ocaso de un Amor (The End of the Affair, 1999) y Desayuno en Plutón (Breakfast on Pluto, 2005), sin embargo el resto de su producción artística también resulta en mayor o menor medida atractivo incluso con los infaltables problemas narrativos de siempre del señor y con cierta desproporción estética/ ideológica/ formal que termina enturbiando el mensaje o el planteo discursivo en general, algo típico de aquella camada de realizadores y guionistas ochentosos que empezaron a dejar de lado el relato estándar de los años 70 hacia atrás en pos de ese pastiche convulsionado que hoy domina tanto el ámbito mainstream como la comarca indie, regiones que precisamente se confunden en el derrotero de Jordan porque continuamente ha sabido combinar la pretensión de accesibilidad masiva del primero con los arrebatos rupturistas o los giros bizarros o melancólicos de la segunda. Dicho de otro modo, Sombras de un Crimen, coproducción entre Irlanda, España y Francia, se mueve sin cesar en la frontera entre los otros dos grupos de propuestas -ya bien alicaídas, definitivamente- del amigo Neil, léase aquella medianía estrambótica de Angel (1982), El Milagro (The Miracle, 1991), El Buen Ladrón (The Good Thief, 2002), Valiente (The Brave One, 2007), Amor sin Límites (Ondine, 2009), Byzantium (2012) y La Viuda (Greta, 2018), por un lado, y el desastre sin medias tintas -de todos modos interesante, como decíamos con anterioridad- de opus por encargo como El Hotel de los Fantasmas (High Spirits, 1988), No Somos Ángeles (We’re No Angels, 1989) y Sueños de un Asesino (In Dreams, 1999), por el otro lado, amén de una participación televisiva que respeta estos mismos criterios porque Los Borgia (The Borgias, 2011-2013), loable serie para Showtime, contrasta con respecto a Riviera (2017-2020), bodrio encarado para Sky Atlantic. Fiel a su costumbre iconoclasta y en ocasiones bastante revulsiva, Jordan elige obviar las siete novelas de Raymond Chandler sobre el célebre detective Philip Marlowe, en esencia porque todas salvo la última, Cocktail de Barro (Playback, 1958), fueron adaptadas en numerosas ocasiones a la gran pantalla, y opta en cambio por uno de los libros de los muchísimos discípulos post mortem del escritor norteamericano que retomaron el personaje, La Rubia de Ojos Negros (The Black-Eyed Blonde, 2014), de John Banville con el seudónimo de Benjamin Black, dando por resultado una realización demasiado errática que no se decide entre el film noir tradicionalista símil décadas del 40 y 50 o el neo noir posmoderno de raigambre más cínica y kitsch de los 70 en adelante, lamentablemente sin siquiera brillar en alguno de estos dos gremios por separado. La trama se sitúa en la ciudad de Los Ángeles de 1939 y comienza con el clásico puntapié de los policiales negros, la aparición de una femme fatale, Clare Cavendish (Diane Kruger), encargándole a nuestro investigador privado estrella, Marlowe (Liam Neeson), encontrar a un aparente amante desaparecido, Nico Peterson (François Arnaud), el jefe mujeriego de utilería del estudio Pacific Pictures, un aspirante a agente de talentos con una sola clienta, la actriz Amanda Toxteth (Seána Kerslake), y encima una mula que suele importar cocaína a Estados Unidos escondida en esculturas de yeso para el narcotraficante Lou Hendricks (Alan Cumming), quien tiene de chofer y guardaespaldas a un gigantón, Cedric (Adewale Akinnuoye-Agbaje). El misterio incluye un cadáver que se supone es Peterson pero no lo es, algo atestiguado por una Clare que lo vio en Tijuana después de su hipotética muerte al caer borracho y ser atropellado por un auto -cabeza aplastada de por medio- en la puerta del exclusivo Corbata Club, panorama que se complica gracias a un popurrí algo desquiciado y caótico de personajes en el que no faltan la madre de Cavendish y una otrora estrella de Hollywood, Dorothy Quincannon (Jessica Lange), el mandamás mafioso del club de turno, el proxeneta y también narco Floyd Hanson (Danny Huston), un par de amigos policías de Marlowe que lo ayudan en la pesquisa, Joe Green (Ian Hart) y Bernie Ohls (Colm Meaney), el capo de Pacific Pictures y futuro embajador yanqui en el Reino Unido, Philip O’Reilly (Mitchell Mullen), la hermana de este “latin lover” desaparecido, Lynn Peterson (Daniela Melchior), y un par de mexicanos que torturan, violan y asesinan a Lynn, Gómez (Roberto Peralta) y López (J.M. Maciá), para recuperar una sirena de yeso cargada de polvo blanco. El relato de Jordan y el malogrado William Monahan, quien estaba destinado a la grandeza después de ganar el Oscar al Mejor Guión por Los Infiltrados (The Departed, 2006), de Martin Scorsese, pero terminó dirigiendo obras olvidables como London Boulevard (2010) y Mojave (2015), incorpora simpáticas referencias al padre del film noir, el irremplazable John Huston, vía una alusión en diálogos a El Halcón Maltés (The Maltese Falcon, 1941) y la misma presencia de su hijo, Danny, en un papel de villano poderoso que duplica en parte lo hecho por John en Barrio Chino (Chinatown, 1974), de Roman Polanski, no obstante la película carece de la riqueza conceptual y del sustrato atrapante de las grandes joyas del formato por excelencia de las vampiresas destructivas, la corrupción moral metropolitana, el parasitismo, la industria del chantaje cruzado y una lucha de clases apenas maquillada bajo la sombra de marquesinas gigantescas, lujo y una andanada de alcohol, cigarrillos y furcias, todos latiguillos que Jordan respeta cual figuritas de un álbum coleccionable y al mismo tiempo no consigue exprimir por una triste tendencia a engolosinarse con escenas excesivamente dialogadas que empantanan la narración una y otra vez. Neeson está un poco mayorcito para interpretar al mítico Philip, detective privado algo puritano y con una ética inquebrantable, aunque ofrece un desempeño digno al igual que Lange y la perfecta Kruger, aquella de Bastardos sin Gloria (Inglourious Basterds, 2009), de Quentin Tarantino, Sr. Nadie (Mr. Nobody, 2009), de Jaco Van Dormael, y En Pedazos (Aus dem Nichts, 2017), de Fatih Akin, entre otras, sin embargo el resto del elenco cae en la caricatura a pesar de la estupenda fotografía de Xavi Giménez y la magistral reconstrucción de época cortesía del director artístico Mani Martínez y el diseñador de producción John Beard. Neil destruye la algarabía Clase B que tantas satisfacciones nos había dado en La Viuda y se enfrasca en la friolera de casi dos horas de metraje que no sólo no se justifican en términos retóricos sino que pecan de redundantes tanto a escala de lo que aquí se pretende transmitir, en esencia un gran cariño para con ese dejo bohemio de antaño que no se logra revitalizar o por lo menos reproducir desde nuestra contemporaneidad, como en lo que atañe a la pose posmoderna de la “deconstrucción” en sí, jugada a la que Sombras de un Crimen llega muy tarde porque ya fue realizada/ ejecutada por Robert Altman en la insuperable El Largo Adiós (The Long Goodbye, 1973), la adaptación avant-garde por antonomasia de un Chandler que exploró en la pantalla grande -y de primera mano- estos enigmas paradójicos a través de los guiones de obras maestras de la talla de Pacto de Sangre (Double Indemnity, 1944), de Billy Wilder, y Extraños en un Tren (Strangers on a Train, 1951), odisea del inefable Alfred Hitchcock…
Sombras de un crimen es una correcta película de detectives hecha a la vieja usanza con los enredos arquetípicos del cine negro, construida a base de diálogos de humor negro, ácidos y cínicos.
Precisa puesta al día del film noir con un Liam Neeson impecable como Philip Marlowe quien deberá resolver un crimen y, a la vez, entender los vínculos que tiene a su alrededor. Pelicula número 100 de Neeson que vuelve a componer un personaje alejado de los asesinos por venganza a los que nos tiene acostumbrados.
Cine negro planteado por el director Neil Jordan. "Sombras de un Crimen" ilustra sobre la vida de Philip Marlowe (Liam Neeson), un detective privado ocupado en descubrir el origen de la desaparición de Nico (Francois Arnaud), amante de Clare Cavendish (Diane Kruger), una hermosa mujer que lo contrata para dichos fines. Marlowe es un hombre íntegro, incorruptible y muy rígido en cuanto a su trabajo. Ella es la hija de una gran actriz retirada de la escena, Dorothy Quincannon (Jessica Lange). El protagonista se adentra en la investigación que le fue encomendada y a partir de sus averiguaciones penetra en un mundo que involucra la prostitución y el tráfico de drogas. El thriller muestra la vida de la alta sociedad en el contexto de un refinado Club de Los Angeles cuyo gerente Floyd Hanson (Danny Huston) esconde ciertos manejos donde no todo es lo que parece. Lo positivo: Una muy buena recreación de época que nos sitúa en 1939 y el placer de ver a la gran Jessica Lange en pantalla acompañada del siempre eficaz Neeson. Los actores secundarios como Alan Cumming en el rol del narcotraficante Lou Hendrick y Adewale Akinnuoye-Agbaje quien interpreta al Chofer Cedric con quien Marlowe genera una amistad, suman al film. Lo negativo: Más allá de que la película presenta escenas de acción, su guion soporífero, hace decaer el interés del espectador.
La síntesis del filme nos cuenta que en 1939, en los bajos fondos de Los Ángeles, el detective privado Philip Marlowe (Liam Neeson) es contratado, para encontrar a Nico Peterson (François Arnaud), el ex amante de Clare Cavendish (Diane Kruger) una glamorosa heredera, hija de Dorothy (Jessica Lange),una conocida ex - estrella de cine. La desaparición desentierra una red de mentiras y Marlowe se verá envuelto en una investigación peligrosa y mortal en la que todos los implicados tienen algo que ocultar. Este filme no esta basado en ninguna de las novelas de Raymond Chandler, sino en una que, con autorización de los herederos del escritor nacido en Chicago, escribió en 2014 John Banville,”The Black-Eyed Blonde” cuya única conexión termina siendo el nombre del personaje y poco mas. De Hecho su titulo original es “Marlowe” El director irlandés Neil Jordan, capaz de realizar “El Juego de las Lagrimas” (1992), junto al guionista William Monahan, el mismo de “Los Infiltrados” (2006), intentan recuperar algo de la mística del personaje y sus historias, sin lograrlo. Convengamos que los actores, salvo Liam Neeson, que increíblemente
"Sombras de un crimen" no le hace honor a Philip Marlowe La adaptación de la novela "La rubia de ojos negros", donde John Banville resucitó al legendario personaje creado por Raymond Chandler, no está a la altura de la tradición del mejor "film noir". “Junte las piezas, Marlowe", le dicen a Philip Marlowe en uno de los momentos clave de Sombras de un crimen, regreso a la pantalla grande del mítico detective creado por el escritor Raymond Chandler hace casi nueve décadas y que, desde entonces, ha tenido innumerables participaciones audiovisuales y hasta radiales. Un regreso de la mano del alguna vez reputado realizador irlandés Neil Jordan (El juego de las lágrimas, Entrevista con el vampiro) y con más pena que gloria, en tanto aquí se ve envuelto en una trama delictiva tan endeble en su construcción -proveniente de la novela La rubia de ojos negros, donde John Banville resucitó al legendario personaje creado por Chandler- como predecible en su resolución. Difícilmente alguien pueda sorprenderse, en un film que bebe de las aguas del policial negro, ante el hecho de que los buenos no sean tales y quienes aparentan cargar con las responsabilidades criminales, en realidad, se ubiquen en la base de un entramado de intereses espurios que llega hasta las más altas esferas del poder. Pero la putrefacción sistémica, con la corrupción, las traiciones y las mentiras a la orden del día, no se condice con el trabajo visual y la puesta en escena de una película que, en lugar de en los bajos fondos de Los Ángeles a fines de la década de 1930, parece transcurrir en el set de Amas de casa desesperadas: todo es lindo, prolijo, impensadamente impoluto. Una decisión formal acorde a la esfumación de la personalidad viciosa y los dobleces morales más interesantes del personaje. El Marlowe a cargo del irlandés Liam Neeson, a quien le cuesta salir del rol de justiciero repartidor de piñas y patadas en el que se ha encasillado en la última década y pico, luce impecable incluso en los que se supone son los momentos más barrosos de un relato cuyo disparador es la llegada a su oficina de la hija (y futura heredera) de un acaudalado empresario petrolero. El pedido de la señorita Clare Cavendish (la alemana Diane Kruger) es investigar qué ocurrió con su amante, un tal Nico Peterson, de quien hace varios días no sabe nada. Dado que el muchacho está lejos de ser un laburante y tiene una billetera cargada con ingresos de dudosa procedencia, la teoría de ella no suena tan descabellada: la versión oficial, según la cual fue arrollado en la puerta de uno de esos clubes nocturnos frecuentados por la crème de la crème de la ciudad de Los Angeles, es en realidad una fachada para esfumarse de la faz de la tierra. El muerto, entonces, sería un perejil, alguien que no pincha ni corta en el entramado delincuencial. Quienes sí cortan son los distintos personajes con los que irá cruzándose Marlowe durante su investigación: la hermana de Peterson, que parece contar mucho más de lo que sabe; el gerente del club nocturno, un tipo acostumbrado a lidiar con pesos pesados y que difícilmente pueda intimidarse ante las amenazas del detective; los políticos de buena pilcha y con una pinta de tránsfuga bárbara y hasta una ex estrella de cine millonaria a cargo de Jessica Lange, que con su aire de diva venida a menos, un glamour apolillado e ínfulas de grandeza que no se condicen con su contexto, es la única mínimamente compenetrada con su trabajo.
Para los amantes del policial el nombre de Philip Marlowe permanece en nuestra memoria. El detective creado por el talentoso de Raymond Chandler a lo largo de muchas de sus novelas (El sueño eterno, Un Largo Adiós, Adiós muñeca). Ya con vida propia aparece en novelas como la de Osvaldo Soriano o la escrita por John Banville (The black eyed blond, a Philip Marlowe novel) en que se basa esta película. Con guión de William Manahan, la historia tiene todos esos ingredientes que pertenecen al género, una rubia millonaria que busca a su amante y que al contratar al, detective no cuenta la verdad, una madre ex estrella de Hollywood, un malvado dueño de un club, otro dirigiendo un estudio y mucha mentira, machismo, desprecio y racismo. Ambiente de millonarios y vividores, personajes sórdidos y víctimas. Los rubros de dirección de arte, fotografía, vestuarios son magníficos. Y también los actores, en especial Jessica Lange, Diane Kruger como la mujer fatal y un tanto grande para el rol, pero solido y bien plantado Liam Neeson en su película número 100. Pero a pesar de todo eso, el film dirigido por Neil Jordan que es un homenaje al cine negro, no tiene ritmo, le falta energía. Eso no quiere decir que no sea entretenido, pero a la vez irregular en su realización. Quizás con más ingenio y entusiasmo podría haber fluido mejor. Pero igual vale la pena verla.
Detectives eran los de antes. Sombras de un crimen (2022) es la más reciente película del aclamado director de cine y novelista irlandés Neil Jordan (El juego de las lágrimas, Entrevista con el vampiro, El ocaso de un amor). Es un thriller ambientado a fines de la década de los 30’s del siglo pasado, más precisamente en los bajos fondos de la ciudad de Los Ángeles y está protagonizado por Liam Neeson, Diane Kruger, Jessica Lange, Alan Cumming, Danny Huston y elenco. Su trama nos cuenta sobre la compleja vida del detective privado Philip Marlowe (Neeson), quien es contratado por una legendaria estrella de cine (Lange) para poder encontrar a la pareja de su hija, una seductora y manipuladora mujer (Kruger). A raíz de este acontecimiento, Marlowe se meterá sin desearlo en una espiral de mentiras, sexo y conspiraciones secretas. Sombras de un crimen es la adaptación cinematográfica de la novela «The black-eyed blonde: a Philip Marlowe novel», escrita por el autor irlandés John Banville. Su relato se apoya fuertemente en el subgénero literario conocido como policial negro (Noir), aquel que forma parte de la narrativa policíaca y que se adentra en los aspectos más oscuros de la sociedad en la que tiene lugar el crimen a resolver. Por el lado de la puesta en escena y la representación de personajes icónicos del Noir, en la película también se cumple sobradamente con ambos requerimientos: el detective privado conflictuado y de pasado oscuro, aquí Marlowe; la mujer fatal; el uso de las escenas nocturnas, en un ambiente sombrío y lleno de humedad, con el fin de exaltar la psicología de los personajes. En este tipo de historias las fronteras entre buenos y malos se difuminan, siendo el personaje principal (el detective privado de aire taciturno y sobretodo gris) un antihéroe apático. Filmada entre Dublín y Barcelona, aunque reflejando a Los Ángeles en el año 1939, Sombras de un crimen es un Neo-Noir bastante débil. Philip Marlowe, el turbio detective protagonista, es contratado por la heredera Clare Cavendish para encontrar a su examante, un actor de Hollywood conocido como Nico Petersen. Pero ya en los primeros minutos de metraje cualquier espectador que conozca el paño y sus códigos o tópicos se dará cuenta por qué camino irá la trama. No existe ningún factor sorpresa, ni nada relevante, solo el seguimiento de un típico y básico relato policial lo que acontece. Una verdadera pena para una producción dirigida por el director Neil Jordan, creador de un tipo de cine de autor irlandés lleno de conflictos, y que cuenta con un elenco tan solvente. De todas maneras, si hay algo para destacar en esta película, monótona y con poca pretensión, es la presencia de Liam Neeson. Con 70 años el reconocido actor es un muy creíble Philip Marlowe, personaje ideal para el Noir y que ya en el pasado fue interpretado por grandes actores como Humphrey Bogart, James Garner o Elliot Gould. Se nota la entrega de Neeson, que corre como un jovencito en varias escenas, pero que también pone su convicción actoral cuando se requiere. Esta es la segunda colaboración de Liam Neeson y el realizador Neil Jordan, la anterior fue en el drama político El precio de la libertad (Michael Collins, 1966). Esta unión podría haber conseguido resultados más satisfactorios, pero simplemente no se dio. Justamente en un subgénero como el policial negro, donde una de sus premisas más importantes es el misterio y lo que puede llegar a acontecer en las penumbras, en esta Sombras de un crimen pasa todo lo contrario. Todo está a la vista y poco es lo que hay que descubrir o develar. Hay poca sensualidad y demasiados lugares comunes. Ni en sus lugares más claro(oscuro)s se genera interés, solo la de contar una, ya vista tantas veces, previsible historia de detectives.
Liam Neeson es Philip Marlowe Neil Jordan dirige el regreso al cine del personaje creado por Raymond Chandler en esta adaptación de la novela “La rubia de ojos negros” de John Banville. El icónico personaje interpretado por Humphrey Bogart en Al borde del abismo (The Big Sleep, 1946) de Howard Hawks regresa encarnado por Liam Neeson, quien suele estar asociado a héroes de acción por sus últimas producciones y ahora intenta asumir el papel de detective privado. La trama comienza cuando una heredera adinerada (Diane Kruger) acude a su despacho en busca de ayuda debido a la desaparición de su amante. La versión oficial indica que el amante desaparecido, Nico Perersen, está muerto, pero hay indicios de que el cadáver pertenece a otra persona. La historia desvela la corrupción en los altos círculos de poder, incluyendo el universo de Hollywood, donde la madre de la misteriosa mujer (Jessica Lange) fue una estrella en el pasado. El director irlandés conocido por películas como El juego de las lágrimas (The Crying Game, 1992), Entrevista con el vampiro (Interview with the Vampire: The Vampire Chronicles, 1994) y La viuda (Greta, 2018) no logra otorgar al filme ni las secuencias de acción que los fanáticos de Neeson esperan (aunque incluya un par de peleas a puñetazos, más en línea con el estilo del actor de Búsqueda implacable que con el cine noir), ni la densidad dramática característica de la novela negra. En esta coproducción entre Irlanda, España y Francia presenciamos una recreación de época con una estética publicitaria similar a la de una telenovela, cuidada y bella en términos de estilo, alejada de la inquietante oscuridad propia del relato noir al que pertenece el personaje de Philip Marlowe. La mayor parte de la trama se desarrolla en un Los Ángeles diurno, sin las sombras expresivas que el título local sugiere. El argumento contiene todos los ingredientes del policial negro, con personajes traicioneros en ambos lados de la ley y el seductor juego de manipulación por parte de las mujeres. El mundo de Hollywood añade un elemento extra al mezclar la violencia del cine de gángsters que se filma en la ciudad de las palmeras con los crímenes perpetrados en las clases adineradas en su lucha por el poder. Sombras de un crimen (Marlowe, 2022) se queda a medio camino entre ser un homenaje al policial negro que podría haber sido y ser simplemente la película número 100 de Liam Neeson. Es un trabajo que requiere menos esfuerzo físico por parte del actor, pero que no le permite sumergirse completamente en las ambigüedades éticas que un personaje como Philip Marlowe exige.
Sombras de un crimen es una especie de eslabón perdido del cine de esos que ya no se producen más en Hollywood debido a que los grandes estudios no consideran estas propuestas redituables. Por ese motivo terminan realizadas por la vía independientes en co-producciones europeas que reúnen compañías de varios países como Irlanda, España y Francia. La paradoja del caso es que la propuesta tiene la finalidad de evocar el viejo cine policial hollywoodense a través de la icónica creación literaria de Raymond Chandler. Este film contó con un gran equipo de artistas y por eso generaba cierta expectativa. La dirección corrió por cuenta de Neil Jordan (Entrevista con el vampiro), el guión de William Monahan (The Departed) y un gran elenco constituido por Liam Neeson, Diane Kruger, Jessica Lange, Alan Cumming, Ian Hart y Danny Huston. Marlowe tenía equipo de sobra para desarrollar una gran propuesta dentro del género y peso a todo la experiencia que ofrece resultó más olvidable de lo esperado. No es para nada una mala película pero el contenido es terriblemente genérico y se suma a la lista de títulos de Neeson que los mirás una vez y enseguida se borran de la memoria. En principio la única conexión con la obra de Chandler es el nombre del personaje principal ya que el argumento y la representación del detective no tienen nada que ver con el anti-héroe literario. Esto no es necesariamente un problema. Una de mis versiones favoritas de Marlowe la encarnó James Garner en la recordada película homónima de 1968 que incluyó una participación de Bruce Lee. Esa representación tenía poco que ver con lo que habían hecho previamente Humphrey Bogart y Robert Mitchum en el mismo rol y adaptaba al protagonista en el contexto de la cultura psicodélica de fines de los años ´60. Pese a todo, el film era muy entretenido y Garner se lucía con su labor que evitaba copiar lo que habían hecho previamente sus colegas. El problema de esta nueva producción es que el espectáculo se vuelve denso debido a un guión extremadamente predecible que no deja ninguna puerta abierta para un mínimo giro sorpresivo. Monahan adapta la novela de Benjamin Black, The Black-Eye Blonde y queda la duda si esa obra es un bodrio o tal vez esta labor del guionista no representa su esfuerzo más inspirado. Jordan le aporta un ritmo decente a su narración sin perder el tiempo con grandes introducciones. En los primeros dos minutos establece el conflicto de una mujer millonaria que desea averiguar el paradero de su amante y Marlowe enseguida emprende su investigación. Todo el reparto está correcto pero falta una intriga más interesante para que le espectáculo sea entretenido. Se nota que le agregaron al argumento un par de secuencias de acción para ponerle onda al relato, pese a que Marlowe nunca fue un detective que quedara en el recuerdo por sus peleas y tiroteos. Sin embargo no alcanzó y la película nunca consigue elevar el contenido mundano del argumento de Monahan. Lo mejor de esta propuesta pasa por la puesta en escena donde hicieron un gran trabajo a la hora de crear una estética neo noir. Pese a los recursos limitados la película se luce especialmente con la fotografía de Xavi Giménez y la música de David Holmes, frecuente colaborador de Steven Sodenbergh. Este compositor fue responsable de las excelentes bandas sonoras de la trilogía Ocean´s Eleven. Si les gusta el género Marlowe se deja ver por la labor de Neeson pero no esperen encontrar un gran exponente del cine noir.
En Sombras de un crimen (título muy impersonal para Marlowe), encontré aquel viejo placer de las películas clásicas de detectives. Aquellas que supieron brillar en Hollywood y que hoy solo son parodias. Aquí se homenajea y repiíte ese espíritu a través de un cautivador relato de misterio, corrupción y traición a la vieja escuela. La dirección de Neil Jordan, quien en su momento nos regaló El juego de las lágrimas (1992) y Entrevista con el vampiro (1994) pero que luego su carrera no voló tan alto, es buena y nos presenta una estética cinematográfica vibrante y estilizada que se ajusta perfectamente a la historia. Construye muy bien la tensión, de menor a mayor. Pero por su puesto que el gran atractivo del film es Liam Neeson, quien aquí ofrece una interpretación magistral como Marlowe, retratando a un detective cínico, astuto y lleno de humor negro. Incluso, por breves lapsos, conserva un poco su impronta de anti héroe de acción. En resumen, Marlowe es una película entretenida y una buena oportunidad para presentarle a un público nuevo una simple muestra del cine que ya no existe.
Regresa el popular Liam Neeson con una propuesta alejada de sus últimos trabajos. Esta vez, se pone a las órdenes del irlandés Neil Jordan («The crying game», «Interview with the vampire», todos clásicos de los 90′) para traernos un policial negro que aborda una historia de Raymond Chandler de las menos versionadas sobre su famoso detective Phillipe Marlowe. Para quien no haya leído a este autor, las aventuras del investigador se enmarcan en los años 30/40′ y están enmarcadas en los cánones de la novela policial negra de esos años. Aquí, Claire Cavendish (la bella y gélida Diane Kruger), le encarga a este sabueso, que dé con el paradero de un amante desaparecido: Nico Peterson (François Arnaud), en el áspero medio cinematográfico donde las apariencias, siempre engañan. Y cómo!! En «Marlowe» todo se conecta, pista tras pista los personajes secundarios enriquecen y enredan la trama, evidenciando que la primera inquietud de Cavendish se quedaba corta. Aquí pasan cosas, nadie es inocente y todos ocultan secretos de distinto impacto en la historia. El cast funciona bien, hay mucho oficio (Jessica Lange, Ian Hart, Alan Cumming) y la historia transcurre como es esperable para este tipo de film. Esperaba más de William Monahan, un guionista premiado y con trayectoria, pero quizás la novela original («The Black Eyed-Blonde») no ofrecía un ángulo interesante para explorar, o él no lo vio… En definitiva, es el viejo Neeson, con sombrero elegante, yendo de un lugar al otro, soltando frases ingeniosas y analizando los vínculos entre desaparecidos, cadáveres y eventos extraños. No es que no celebre algo lejos del mainstream de este tiempo, donde todo casi no hay lugar para nada que no sean superhéroes o películas de acción. De hecho, para poder producir «Marlowe», que es básicamente una cinta americana ambientada en los 30′, hubo que buscar capitales europeos… Cuesta, y sí, apoyar este tipo de productos nos permitirá mantener algo del cine que teníamos en la década pasada y que venimos perdiendo en forma alarmante. Pero volviendo a «Sombras de un crimen», si les interesa un policial angelino de los 30′, intrincado y correctamente planteado, tienen que tenerlo en lista. Si creo que quizás haber tensado los límites creativos con la idea original podría haber generado un producto más completo y atractivo. Son opiniones, pero más allá de todo, larga vida a Neeson.
Cualquier director que haya incursionado en los grandes géneros cinematográficos quiere hacer en algún momento de su carrera, aunque sea en el tramo final, su película/homenaje al cine negro y al subgénero de crimen ambientado en Los Ángeles, en lo posible en la década de 1930, y recurrir a Chandler como inspiración y a Hitchcock como guía para resolver la trama. En Sombras de un crimen, el irlandés Neil Jordan (El juego de las lágrimas, Entrevista con el vampiro) se prueba en este género (después de haber hecho muchas películas que lo avalan como artesano con talento) y elige al veterano Liam Neeson para interpretar al detective Marlowe, quien tiene que investigar la desaparición de Nico Peterson (François Arnaud), actor de Hollywood y examante de Clare Cavendish (Diane Kruger), una de esas típicas rubias del cine negro, hija y heredera de la glamorosa Dorothy Quincannon (Jessica Lange), la otra femme fatale de la película. Clare sospecha que Nico no está muerto, por eso le encarga a Marlowe que lo busque, que averigüe por qué desapareció de un día para el otro y por qué fingió un accidente a la salida de un club nocturno, cuando un auto, supuestamente, lo pasó por encima. Los personajes empiezan a desenvolver los característicos diálogos de un género con reglas bien marcadas, como la búsqueda sin descanso del detective mientras recolecta datos, sigue pistas y entrevista a personajes cada vez más oscuros, quienes dejan en evidencia la corrupción de la ciudad y el peligro que significa meterse con ellos. A Nico aparentemente lo atropellaron a la salida de un club y nadie sabe por qué. El personaje forma parte de la industria del cine, es un actor secundario, casi desconocido, y todo indica que está en el negocio ilegal de estupefacientes, que involucra a personas poderosas. El policial con detectives es un género apasionante y se basa principalmente en los diálogos y en la acción, distribuidas con moderación. El encargo de buscar a alguien (o averiguar los motivos de su muerte) es la excusa para recorrer los márgenes de una ciudad con mucho para ocultar. Jessica Lange fluye en su papel de madre competitiva, cuya elegancia y carácter la convierten en una mujer imponente. Y Diane Kruger resuelve de manera práctica su personaje, quien trata de conquistar la confianza (y algo más) de Marlowe. Esto permite que el detective interactúe con ambas mientras despliegan sus armas de seducción y su inteligencia para sacar y esconder información. Jordan se apoya en la novela de John Banville, La rubia de los ojos negros, para hacer una película respetuosa de los códigos y las reglas del género, que pretende ser un canto de amor al cine negro y a la literatura de detectives. El director también le guiña el ojo a Hitchcock, a quien reconoce como un maestro para resolver la trama, y a Los Ángeles, una ciudad que ya es un género en sí mismo. Sombras de un crimen tiene momentos en los que los personajes se lucen con diálogos directos e ingeniosos, pero la mayoría de las escenas son predecibles y le falta fuerza y efectividad para redondear el misterio. La salva la presencia de Neeson, quien se pone al hombro una película un tanto mecánica y siempre al borde del aburrimiento. Aunque sin caer en él.
Tenemos aquí una nueva adaptación del personaje del mismo nombre que ha tenido infinidad de películas y telefilms en su haber. Philip Marlowe, el icónico detective de cine negro de los años ’30, quien llenara de gloria la pantalla en blanco y negro durante la era dorada, continúa generando incesante interés, y en esta ocasión se nos presenta bajo la piel de un Liam Neeson perfectamente ataviado. Estrenada en la sección oficial fuera de concurso del Festival de San Sebastián, “La Sombra del Crimen” representa el enésimo regreso al ruedo del irlandés Neil Jordan, años después de la fallida “La Viuda” (2018). “La Sombra del Crimen”, ambientada en plena Segunda Guerra Mundial, nos adentra en la búsqueda de una glamorosa dama (Diane Kruger) involucrada sentimentalmente con un narcotraficante, envolviéndonos en una intrincada red de mentiras, chantajes y sobornos, prontos a desentrañarse. ¿Dónde se ha escondido el misterioso Nick Peterson? Monkey bussiness para clientes de la casa…’los amantes siempre terminan yéndose‘, resuelve, apunta con sapiencia Marlowe. Es hora de agudizar los sentidos y desenmascarar al culpable. No exenta de clichés, el film dispone que a las chicas lindas les toca acostarse con productores por puro afán de ascensión, mientras que el racismo y el machismo imperantes en la época dejarán hondas marcas. Con bienvenidas intervenciones en sendos roles de villano de Alan Cumming y Danny Huston, sumado al siempre distinguido aporte de la bella y legendaria Jessica Lange, el sólido reparto constituye uno de los aspectos más salientes de la obra. El prolífico realizador de “El Juego de las Lágrimas” (1992) muestra excelente forma en el empleo de rubros técnicos, producción cinematográfica y recreación de época. Con gran detalle, no deja elemento en el plano sin atender. La suya es una pormenorizada ambientación en los bajos fondos. El film encuentra en Neeson a un sólido intérprete dispuesto a salirse del repetitivo rol de héroe de acción que le hemos visto últimamente, aunque nada renuente a repartir golpizas a diestra y siniestra. No obstante, subraya: ‘estoy viejo para esto. Citas cinéfilas (Hitchcock y su impecable narrativa) y literarias (desde Joyce a Shakespeare, pasando por el epónimo Marlowe) abundarán a lo largo de un metraje cuyos elaborados diálogos portan algo del encanto que nos recuerda a los grandes clásicos del género. Inspeccionando los bajos fondos angelinos, el relato cobra cuerpo propio gracias a la adaptación, por parte del guionista William Monahan (conocido por “The Departed”), de la novela editada en 2014 por John Banville y titulada “The Black Eyed”. Tomando ciertas libertades creativas sobre el material original, y aún resolviendo algunas escenas mejor que otras, el irlandés Jordan elige el camino más conocido y recurre a elementos básicos del cine negro, reutilizando el legado de Raymond Chandler y su personaje de ficción más trascendental. El canon que sentara precedente en films como “El Gran Sueño”, “Adiós Muñeca” y “La Dama del Lago” permanece relevante en nuestro tiempo, y se dispone a insuflar nueva vida en este drama policial atestado de corrupción y dobles intenciones.
Ni Humphrey Bogart, ni Robert Mitchum, ni James Caan. Philip Marlowe, el lacónico detective creado por Raymond Chandler resucitó con la prestancia y rostro de Liam Neeson para resolver un nuevo caso. Pero esta resurrección se parece más al de una película de zombies, con el personaje en descomposición y retazos del brillo que tuvo en las novelas o en anteriores adaptaciones cinematográficas. Este Marlowe arrastra los pies, es medio chueco, tiene muy pocas ganas de vivir; y lo que es peor, se las contagia al espectador. Sombras de un crimen tiene toda las características del género del policial negro, al que Marlowe suscribió tanto en sus intervenciones cinematográficas del pasado. La acción de Sombras de un crimen se desarrolla en Los Ángeles, a finales de la década del 30. Marlowe es contratado por la seductora y gélida heredera Claire Cavendish (Diane Kruger) para encontrar a su amante, que desapareció sin dejar rastro. Los primeros pasos de la investigación revelan que fue víctima de un accidente, aunque su cuerpo quedó irreconocible. A medida que el investigador comienza a sumergirse en el caso, aparece una historia que involucra al tráfico de drogas, a la mafia, y a deudas del pasado que ameritan un ajuste de cuentas. Nada nuevo, pero consistente con lo que el espectador espera de una producción de estas características. Sin embargo, el resultado es una película desangelada, apática, con nulos picos dramáticos y cuyos personajes son sombras que van y vienen sin demasiado entusiasmo. Neil Jordan, en su rol de artífice, se relaja en un planteo esquemático mientras pone el acento en una fotografía que -aunque por momentos distante a lo que nos tiene acostumbrados el género- está cuidada al detalle; lo mismo que la puesta en escena, donde no falta ni sobra nada. Pero los elogios terminan ahí, quizás con el plus de no perder tiempo a la hora de presentar el conflicto, que se plasma en los primeros minutos. Pero de ahí en adelante todo será cuesta abajo. Si falla la conducción es muy probable que el resto se desmorone, y en este film es lo que termina pasando con el elenco. Kruger hace lo imposible para cumplir con su rol de femme fatale pero no lo logra en ningún momento. Jessica Lange, como una estrella de cine en decadencia, aparece poco, pero es la que más entiende el porte de Marlene Dietrich que exigía su papel. Y Liam Neeson se podría decir que hace acto de presencia, sin imprimirle al protagonista mucho más peso específico que el que le dan sus casi dos metros de altura. Tal vez tenga algo que ver que la novela en la que se basa no fue escrita por Raymond Chandler sino por el irlandés John Banville (utilizando el seudónimo de Benjamin Black, como en la mayor parte de su aporte al género) quien, aunque diestro en lo suyo, no deja de ser un invitado al universo del popular detective. Y, por supuesto, las trabas del guionista William Monahan para sacarle jugo a esa materia prima. Está la mujer fatal, los mafiosos de turno, los sombreros de ala ancha, y el misterio con las necesarias vueltas de tuerca como para hacer avanzar la historia. El problema de esta adaptación radica en el tratamiento que se le da a todos esos elementos. Un legado que cambió el vibrante blanco y negro por un gris desteñido.
EL MUSEO DEL CRIMEN En la columna semanal que pueden leer en esta misma web decía que el policial, en esa vertiente del film noir, era un género en vías de extinción. Un ejemplo es que esta película, que en el original se llama concreta y asertivamente Marlowe, fue estrenada por estos lares como Sombras de un crimen. Es decir, no hay confianza en que ese nombre propio (pedazo de nombre propio para la literatura y para el cine) signifique algo. Más bien el tráiler se preocupaba en destacar que esta era una película con Liam Neeson y que iba a haber piñas, cuando en verdad la única paliza que pega Marlowe es la que aparece en el avance. Lo demás sigue, sin correrse unos centímetros, el manual del correcto film noir, una aplicación que suele ser más estética que de fondo. Puro envoltorio. No deja de ser curioso el fracaso artístico de Sombras de un crimen si sumamos el valor de sus individualidades: El director es el experimentado Neil Jordan, el guionista es el oscarizado William Monahan y el elenco suma a Neeson, Diane Kruger, Jessica Lange, Alan Cumming, Danny Huston, Colm Meaney, entre otros. Y todos cumplen: Jordan narra con los tiempos y los encuadres típicos; Monahan construye (sobre la novela de John Banville que toma prestado el personaje de Raymond Chandler) un relato que avanza sobre todos los tópicos del género, tanto los formales (la iconografía) como los que son de fondo (los temas y la relación de los personajes con el poder), y el elenco representa los arquetipos con precisión. Sin embargo, ninguno impide que la película se vea como apenas una fiesta de disfraces carente de vida y emoción. Seguramente la respuesta más obvia sea la más justa: Sombras de un crimen no funciona porque su historia es poco interesante y porque la puesta en imágenes no es atractiva. De hecho, visualmente el film es demasiado chato. Pero el problema tal vez sea de representación, de un género que es abordado como museo, como un ejercicio de estilo frío y distante que cree que en la mera forma se resuelve todo. Curiosamente hacia el final de la película toma protagonismo el personaje de Adewale Akinnuoye-Agbaje, quien interpreta al chofer de uno de los villanos. Hay en la relación que entabla con Marlowe una vibración que no existe en el resto de la película, y ahí sí funciona la mirada cínica que la película ensaya como remedo del espíritu del noir. Es sólo un pincelazo, una breve mueca de una película demasiado atenta a los detalles y poco interesada en hacer de lo que cuenta un mundo para habitar.
Decía André Bazin que las películas son como la mayonesa: podemos tener los mejores ingredientes pero, si no se bate bien, no cuaja. Sombras... es eso, una mayonesa mal cuajada. Liam Neeson es ideal para un Phillip Marlowe adulto (un poco como el Robert Mitchum de Adiós, muñeca, una de las mejores apariciones del personaje de Chandler en el cine, aunque Sombras... no se basa en un libro del escritor original); Diane Kruger es ideal para el personaje de la rubia peligrosa, y Neil Jordan puede hacer cosas muy feas (El juego de las lágrimas) o muy buenas (En compañía de lobos, The butcher boy, No somos ángeles). Pero el afán de que todos los tropos del noir aparezcan en esta especie de catálogo del género provoca una desintegración de la película, desde el misterio (una persona cuya desaparición desata fuerzas oscuras, un poco de El largo adiós, otro poco de La hermana menor, otro cachito de...) hasta los personajes. Una pena: Marlowe requería un batido más enérgico.
Los méritos de Sombras de un crimen (Marlowe, 2022) están más en la teoría que en la práctica. Pero para los amantes del policial negro es un ejercicio divertido capaz de evocar las constantes del género y generar una nostalgia cuidada llena de amor por el cine. Marlowe es lo que se conoce como film noir. Este género cinematográfico, inaugurado en la década del cuarenta, estaba construido en base a la obra de varios escritores de policiales que renovaron el policial y lo pusieron en un clima de paranoia y angustia, generando universos de pesadilla que rápidamente el cine comenzó a copiar. El nombre film noir proviene de Francia, cuando dichos autores fueron publicados en una colección llamada Serie negra, de la editorial Gallimard. El concepto de policial negro fue más una creación de la teoría y la crítica que de una idea de los estudios, lo que le ha dado un prestigio mayor que a otros géneros. Los autores literarios más importantes que corresponden a dicho universo son Dashiell Hammett, James M. Cain y, por supuesto, Raymond Chandler. La película Sombras de un crimen se llama Marlowe en el original porque su personaje central es Phillip Marlowe, el protagonista de las novelas de Raymond Chandler. Este pastiche autoconsciente le servirá a quienes nunca hayan visto un film noir para entender en dos horas de que se trata. La trama lo tiene todo. A finales de la década del treinta, en los márgenes de la ciudad Los Ángeles, el detective privado Philip Marlowe (Liam Neeson) es contratado para encontrar al ex amante perdido de una joven heredera de una fortuna (Diane Kruger), hija de una famosa estrella de cine venida a menos (Jessica Lange). La regla de oro de los policiales negros es que aquello que parece sencillo es tan sólo el punto de partida de algo mucho más grande y peligroso para todos los involucrados. No hay detective que no termine recibiendo una golpiza o poniendo en riesgo su vida al meterse con poderosos muy por encima de sus posibilidades. Sombras de un crimen es un curso rápido para entender el film noir, un seminario breve pero intenso para entrar en él. El detective perdedor que suele confiar que puede controlarlo todo pero el caso se complica cada vez más, la mujer bella y misteriosa – la femme fatale- que lo contrata pero no le dice la verdad, la oficina con el escritorio clásico y las persianas americanas en algún edificio viejo de la ciudad, el villano rico y poderoso con oscuros secretos, la policía entorpeciendo el caso, el asfalto mojada en las escenas casi siempre nocturnas y otros tópicos bien recreados en esta película. Para los que conocen bien el género este no será un film con calidad de clásico, pero igualmente tendrán un mundo de referencias que será más que divertido, porque las citas y homenajes tampoco faltan. En primer lugar, hay un respeto por el árbol genealógico del cine y el género. El personaje más siniestro es interpretado por Danny Huston, hijo del director, guionista y actor John Huston. Justamente este legendario realizador es una pieza clave del film noir. Huston fue quien dirigió El halcón maltés (1941) el largometraje con Humphrey Bogart que para muchos sería el puntapié inicial del film noir. Pero Huston también interpretó, ya veterano, al villano en Barrio chino (1974) de Roman Polanski, el más grande de los clásicos que el género tuvo en su época nostálgica. Ambas películas son citadas oportunamente aquí, no diremos hasta qué punto. Y Jessica Lange, claro, protagonizó junto a Jack Nicholson la versión de El cartero llama dos veces de 1981, un clásico del policial negro. La versión de 1946, con Lana Turner y John Garfield fue otro título insoslayable del film noir. Sin embargo lo que aleja a Marlowe de convertirse en una gran película es su guión, que tiene algunas vueltas de tuerca que le hacen perder a la trama su fuerza inicial. Son los actores quienes sostienen el espectáculo, en particular Liam Neeson. Aunque Marlowe debería tener muchos años menos que el actor, la presencia de Neeson es notable. Por eso y por su condición de estrella es que seguramente lo eligió su amigo Neil Jordan, el director de la película. Jordan trabajó anteriormente con Neeson en Michael Collins (1996) y Desayuno en Plutón (2005). El director de origen irlandés es conocido por dirigir En compañía de lobos (1984), Mona Lisa (1986), El juego de las lágrimas (1993) y Entrevista con el vampiro (1994). Un director algo desparejo que aquí juega al Hollywood clásico. El resultado es correcto y limitado, pero al menos sirve para recordar la edad de oro.